LUNES DE LA SEMANA 27ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Jon 1, 1-2, 1-11

1-1./Jon/LIBRO:

El relato de Jonás no es la biografía de un hombre real -dicho sea de una vez por todas para que no nos choquen unos detalles inverosímiles-, se trata de un «midrash», es decir, un relato imaginario con fines educativos. Es una de las más hermosas parábolas del Antiguo Testamento, nos recuerda que «todos los hombres, incluso los más feroces enemigos de Israel, son llamados a la salvación». Escrito hacia el siglo v antes de Jesucristo, en una época en que Esdras había revalorizado el particularismo de Israel para salvaguardar la fe auténtica, el libro de Jonás reafirma fuertemente la «vocación misionera» del pueblo de Dios:

Dios ama a los paganos y se regocija de su conversión.

-La palabra del Señor fue dirigida a Jonás: «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad pagana y proclama que su maldad ha subido hasta mí.»

Así, desde la primera línea de este apólogo, el autor nos revela la clave: Dios no es solamente el Dios de Israel, sino el de todas las naciones.

El pecado cometido por un pagano ofende a Dios lo mismo que el pecado de un cristiano.

Dios desea nuestra conversión, la de todos. El amor de Dios es universal. Sea cual sea el color de nuestra piel, cualquiera que sea nuestra religión, todos estamos invitados a la salvación.

-Jonás se levantó, pero huyó a Tarsis, lejos del rostro del Señor.

Jonás no tomó el camino de Nínive, al este de Palestina... sino exactamente la dirección contraria. Huye hacia el oeste, hacia un rincón del Mediterráneo. De hecho Jonás no desea en absoluto la conversión de Nínive. Para un judío, Nínive es el enemigo hereditario, el pueblo idólatra, la potencia cruel que recientemente deportó a toda la población de Israel.

Pero no juzguemos a ese profeta (!) que se hace el sordo ante Dios. ¿No tenemos nosotros estrecheces semejantes? ¿Escuchamos, realmente, las llamadas misioneras de Dios? ¿Amamos a nuestros enemigos? ¿No hemos quizá creado unas fronteras que protegen nuestras seguridades pero que a la vez nos privan de los grandes soplos de largueza y magnanimidad? ¿Es nuestro corazón universal como el de Dios?

-Pero el Señor desencadenó un gran viento sobre el mar.

Nada puede impedir a Dios realizar su Proyecto de salvación universal. Lo dispondrá todo para que Jonás siga la dirección de Nínive. Incluso un gran pez se encargará de ello, humorísticamente. Repítenos, Señor, que tu voluntad misionera es tenaz y que nadie puede hacer que fracase tu Designio de amor misericordioso para todos los hombres.

Los acontecimientos obligarán a Jonás a «dirigirse a los paganos» .

Con frecuencia, los acontecimientos, las crisis... «empujan» a la Iglesia a no encerrarse en sí misma. Cuando la fe está en peligro, es tentador replegarse en sí mismo.

Cuando los cristianos son minoritarios en el seno de un mundo no creyente, será tranquilizador quedarse «entre cristianos» .

Ahora, en el momento en que la Iglesia ya no está tranquila «en sus murallas» es cuando se halla en la tempestad del mundo, en contacto con los paganos, en situación eminentemente misionera en el corazón del mundo. ¿Sabremos ser la levadura en la masa, la sal de la tierra?

-Ahora bien, Jonás había bajado al fondo del barco, se había acostado y dormía profundamente.

¡Despiértate, Jonás! Tus hermanos corren peligro de naufragar.

¡No durmáis, cristianos, en tanto no hayáis transmitido a todo el mundo la buena nueva!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 320 s.


1-2.

El libro de Jonás, a diferencia del resto de los escritos proféticos, no es un conglomerado de oráculos o visiones, sino la narración de un episodio de la vida del hijo de Amitai, profeta en tiempos de Jeroboán II (2 Re 14,25). Sin embargo, parece que el autor desconocido de este pequeño libro escogió el nombre de tal profeta precisamente porque, a causa de las escasas noticias que de él se tenían, resultaba más adecuado para convertirlo en protagonista de una ficción literaria. Quizá el mismo nombre contribuya a la elección: Jonás significa «paloma», nombre que se aplica a Israel, como símbolo no de inocencia, sino de estupidez (cf. os 7,11). De este modo, se considera a Jonás como la personificación del espíritu mezquino, particularista y ridículo de buena parte de Israel. Parece, pues, que nuestro libro debe catalogarse en el género literario de la parábola o de la alegoría; o quizá mejor: de la parábola alegórica. Intenta darnos un mensaje a través de una pequeña historia, forma muy pedagógica de enseñar

En primer lugar, es evidente el universalismo que respira Yahvé es el Dios del cielo que ha hecho la tierra y el mar, es decir, el Dios de la creación, en contraste con el Dios de los padres y del éxodo, cuya concepción favorecía más la visión de elección de Israel y el particularismo correspondiente. Su misericordia alcanza a los paganos y no se limita al pueblo de la alianza. El libro se sitúa en la línea universalista de Rut y Job. Parece un eco de los grandes profetas, los cuales habían enseñado que Yahvé es Dios de todo el mundo.

Esta corriente universalista del AT se presenta unas veces como un universalismo centralista en torno al santuario de Jerusalén (Is, Zac Ag) y otras como un universalismo descentralizado, por ejemplo Mal (1,10), que contempla la posibilidad de que se cierre el santuario y los sacrificios sean ofrecidos fuera de él. El universalismo de Jonás coincide con el de Malaquías: los marineros pueden ofrecer sacrificios en la nave.

Nuestro libro quiere ilustrar también la idea de que Dios al margen de lo que haga el hombre, consigue su fin. La tempestad, el hecho de que Jonás sea arrojado al mar y tragado por el pez son, más que castigos, hechos providenciales y destinados a forzar al profeta a cumplir su misión.

J. ARAGONES LLEBARIA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 321


2.- Ga 1, 6-12

2-1. /Ga/LIBRO EV/MANIPULACION:

Durante una semana y media volveremos a una Carta de san Pablo, la epístola a los Gálatas.

Esta carta fue escrita en plena «crisis» de la Iglesia: algunos cristianos de origen judío pretendían imponer a los cristianos de origen pagano un cierto número de ritos tradicionales de la ley de Moisés, en particular, la circuncisión. Pablo reaccionó violentamente. Para él es el meollo mismo de la fe cristiana lo que estaba en juego: si se torna a la práctica de la Ley, la novedad de Cristo quedaba reducida a la nada. Por otra parte, los «judaizantes» habían buscado desacreditar a Pablo, insinuando que no poseía la verdadera doctrina: «después de todo, ese Pablo, ¿con qué derecho introduce novedades en la tradición de Moisés?, no forma parte del grupo de los Doce que vivieron con Jesús, y además, ¡es un antiguo perseguidor!» Pablo responde a este ataque personal.

-Hay entre vosotros algunos que os perturban y que quieren deformar el evangelio de Cristo.

El término evangelio está escrito siete veces en la página que leemos hoy -sesenta y una vez en el conjunto de las Epístolas de san Pablo.

El rigor del Evangelio es lo que más ama san Pablo.

De otra parte, para Pablo, el evangelio no es ante todo un «contenido» -la predicación y las palabras de Jesús-, es una «presencia actuante»: es el mismo Cristo. Modificar el evangelio de Cristo, es abandonar la fe en Cristo, único salvador... por ejemplo creyendo que unos ritos o unas obras conformes a la Ley obtendrán la salvación de un hombre, como pensaban los fariseos.

¿Es Cristo el centro de mi vida?

-Si alguien, nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!

Se ha dicho que la epístola a los Gálatas era un «torrente de lava». Ya hemos dado un ejemplo del tono patético y polémico que utiliza Pablo.

¿Amo yo a Cristo con este afán, con esta vehemencia?

-Hermanos, es preciso que lo sepáis: el evangelio que proclamo no es de orden humano, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.

Los judaizantes pretendían sin duda que la doctrina de Pablo no era auténtica porque no se remontaba a los apóstoles. Pablo contesta que recibió directamente una «revelación» -apocalipsis, en griego- de Cristo. Veremos después de qué modo se preocupó también de vincularse a la enseñanza común de los demás Apóstoles.

El evangelio no se inventa: se recibe... uno se somete a él...

Es Dios quien tomó la iniciativa de revelarse «a sí mismo».

¿Procuro tener tiempo de recibir el Evangelio? ¿Acepto que el Evangelio me interrogue y reproche mis modos de pensar y de obrar? o bien ¿me he fabricado a mi gusto un pequeño evangelio para mi uso particular en lugar de aceptarlo entero y tal cual es?

-¿O es que intento agradar a los hombres? En este caso ya no sería «siervo de Cristo».

Es la intransigencia de Pablo. No hay dos evangelios. La tendencia actual de muchos hombres modernos, sería más bien aceptar todas las opciones, dentro de un gran liberalismo: que cada uno piense según su conciencia. De hecho, es verdad que hemos de ser «tolerantes» con los demás, pero, sería también necesario que fuésemos implacablemente «intolerantes con nosotros mismos» para hacernos «servidores» de Cristo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 322 s.


3.- Lc 10, 25-37 

3-1.

Ver DOMINGO 15C


3-2.

-En esto, un Doctor de la Ley le preguntó a Jesús: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar vida eterna?" ¿Me hago yo también esa misma pregunta? ¿Qué respuesta personal y espontánea daría yo a esa pregunta? La vida... La vida eterna...

Si nuestra vida terminara con la muerte, seríamos los más desgraciados de los hombres.

La vida temporal, la que tiene un término, es corta. Todo lo finito es corto. Y si bien hay en ella algunas alegrías, habitualmente es difícil soportarla, sobre todo conforme van pasando los años: toda la literatura, antigua y moderna es copiosa en señalar lo trágico de la "condición humana". Sería ingenuo cerrar los ojos a esa realidad.

Siempre los hombres han esperado "otra vida". Jesús también habló a menudo de ella, y aun decía que esa vida eterna ya ha comenzado, está en camino, si bien inacabada, naturalmente.

¿La deseo? ¿Pienso en ella? ¿Comienzo a vivirla?

-Jesús le pregunto: "¿Qué está escrito en la Ley?" En lugar de contestar a la pregunta, del jurista, Jesús le propone a su vez otra pregunta, obligándole a tomar, él, posición.

¡La vida eterna no es ciertamente una pregunta que los demás podrían resolver en mi lugar!

-El jurista contestó: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda la mente... Y a tu prójimo como a ti mismo"... Jesús le dijo: "Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida".

El Doctor de la Ley citó el Deuteronomio, 6, 5 y el Levítico 19, 18. Amar, amar a Dios y al prójimo. No es pues algo nuevo. No es original. Todas las grandes religiones tienen en común esa base esencial. Esto forma ya parte del Antiguo Testamento. El mensaje de Jesús se basa primero en esa gran actitud, eminentemente humana.

-¿Quién es mi prójimo? Es ahí donde empieza toda la novedad ciertamente revolucionaria del evangelio. Lucas nos aporta aquí un relato escenificado por Jesús. Lucas es el único evangelista que nos ha comunicado esa página admirable que, de otra parte está en la línea recta de todo el evangelio. ¡EI amor al prójimo, para Jesús, va hasta al "enemigo~ !Es preciso repetírnoslo.

-Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó... Io asaltaron unos bandidos y lo dejaron medio muerto, al borde del camino...

Pasó un sacerdote, luego un levita que lo vieron y pasaron de largo... Pero un samaritano...

Hemos visto en Lucas 9, 52-55 cuán detestados eran los samaritanos.

¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo...? Jesús da completamente la vuelta a la noción de prójimo. El legista había preguntado "quién es mi prójimo" -en sentido pasivo-: en este sentido los demás son mi prójimo. Jesús le contesta: ¿"de quién te muestras tú ser el prójimo"? -en el sentido activo-: en este sentido somos nosotros los que estamos o no próximos a los demás.

El prójimo, soy "yo" cuando me acerco con amor a los demás.

No debo preguntarme: ¿"quién es mi prójimo"?, sino "¿cómo seré yo el prójimo del otro, de cualquier otro hombre?" Cerca de mí, ¿quiénes son los despreciados, mal considerados, difíciles de amar?

-El samaritano al verlo le dio lástima, se acercó a él y le vendó las heridas, lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada... ¡Anda, haz tu lo mismo! Amar, no es ante todo un sentimiento; es un acto eficaz y concreto.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 212 s.


3-3.

1. (Año I) Jonás 1,1 a 2,1.11

Durante tres dúos nos acompañará como primera lectura el libro de Jonás. No es un libro histórico en el sentido estricto de la palabra. El profeta Jonás existió, en tiempos del rey Jeroboam II, (cf. 2 R 14,25), pero el relato del que se le hace protagonista aquí es más bien una parábola historizada, didáctica, con una intención clara: mostrar que Dios tiene planes de salvación no sólo para Israel, sino también para los pueblos paganos. Más aún, que los paganos muchas veces le responden mejor que los judíos.

Es probable que fuera escrito en tiempos de Esdras y en contra de éste, que, para asegurar la pureza del yahvismo en la época de la reconstrucción de Sión, se pasó un poco, cerrando fronteras en un particularismo exagerado y denigrando a los demás países.

Este libro sería como un contrapunto al excesivo nacionalismo de Esdras.

En esta edificante historia todos los paganos que aparecen son buenos, desde el rey de Nínive y sus habitantes hasta el ganado, pasando por los marineros del barco y el cachalote que cumple también su papel en la parábola. El único judío, Jonás, es el peor, un anti-profeta.

El autor del libro ha elegido, como muestra de una ciudad pagana que se convierte, nada menos que a Nínive, la capital de los asirios, famosa por su política despiadada y cruel.

a) Cuando Jonás recibe el encargo de ir a Nínive y anunciar allí el castigo de Dios, no se le ocurre otra cosa mejorque huir: toma el primer barco que zarpa por el Mediterráneo, precisamente hacia tierras de Tarsis, en el sur de la actual España.

Ante la tempestad que se forma, los marineros aparecen como personas buenas, que temen a sus dioses y les rezan y les ofrecen sacrificios, y además respetan a Jonás, a pesar de que se ha declarado culpable. Hacen lo posible para salvarle. Por fin lo tienen que arrojar al agua, y allí es donde entra en acción el gran cachalote o ballena que le retiene durante tres días hasta arrojarlo a tierra firme. Estos tres días serán en el NT un símbolo de los tres días que estuvo Jesús en el sepulcro antes de resucitar. Pero la intención de la lectura de hoy es la conversión de los ninivitas, que Jesús comentará pronto, en una lectura que haremos la semana que viene (Lc 11,29ss).

El canto de meditación que sigue a la lectura no es un salmo, sino un poema tomado del mismo libro de Jonás, que hace eco a la situación del protagonista: "sacaste mi vida de la fosa, desde el vientre del infierno pedí auxilio y escuchó mi clamor".

b) Mal profeta, Jonás. Otros se habían resistido en principio a cumplir el encargo de Dios, poniendo excusas, como Moisés o Jeremías. Elías se refugió en el desierto, acobardado, y caminó hasta el monte Horeb. Pero a nadie se le había ocurrido tomar un barco en dirección contraria a Nínive, que es donde le quería Dios.

El único personaje judío de la parábola es el único que se resiste a Dios. Es una lección para nosotros. Cada uno tiene su misión propia: ser de alguna manera sus testigos en este mundo. Si yo fallo y por pereza o por miedo no hago lo que Dios quiere que haga -en mi familia, en la sociedad, en la comunidad religiosa-, ¿quién hará ese trabajo? Se quedará por hacer, y habrá personas que por mi culpa no se enterarán del plan salvador de Dios.

Claro que es difícil la misión, tal como está el mundo (aunque peor estaba Nínive), porque el mensaje del evangelio es exigente. Pero no tendríamos que huir. También a Cristo le costó, y tuvo momentos en que pedía que pasara de él el cáliz, la pasión y la muerte. Pero triunfó la obediencia y la fidelidad a su Padre.

¿Nos hacemos los sordos cuando intuimos que Dios nos llama a colaborar en la mejora de este mundo? ¿nos acobardamos fácilmente por las dificultades que intuimos que vamos a tener? ¿en qué barco nos refugiamos para huir de la voz de Dios? ¿o somos capaces de trabajar con generosidad en la misión evangelizadora, a pesar de que ya tengamos experiencia que la sociedad nos hará poco caso?

1. (Año II) Gálatas 1,6-12

Durante semana y media leeremos la carta de Pablo a los cristianos de Galacia, en la actual Turquía. Él había evangelizado en aquella región hacia el año 50, y escribe la carta unos años más tarde, hacia el 56-57, poco antes de escribir otra a los Romanos, que desarrolla más el mismo tema.

Es una carta dura y polémica. Pablo está muy preocupado por las doctrinas que propalan allí un grupo de judaizantes, cristianos provenientes del judaísmo que defienden la vuelta a las leyes de Moisés también para los que se han convertido del paganismo.

Además, atacan a Pablo dando a entender que no es apóstol del todo, porque no conoció a Jesús y no pertenece al grupo de los "doce".

a) La primera página que leemos, sin detenernos siquiera en el saludo, se refiere ya al tema central de la carta: "me sorprende que tan pronto hayáis pasado a otro evangelio".

Pablo desautoriza duramente a estos falsos maestros que se infiltran en Galacia: "si alguien os predica un evangelio distinto, sea maldito", "lo repito, sea maldito" (en un pasaje que no leemos, llegará a decir que "ojalá que se mutilaran -se castraran- los que os perturban": 5,12).

Porque el evangelio que enseñó Pablo "no es de origen humano", ni lo ha predicado "buscando la aprobación de los hombres", sino que viene "de la revelación de Jesucristo".

No es que necesariamente haya tenido revelaciones particulares: sino que esa doctrina proviene del mismo Cristo.

Se trata de si la salvación cristiana es válida por Cristo mismo, o si necesita todavía del apoyo de la ley de Moisés. Para Pablo, ésta es una cuestión fundamental, que afecta a la identidad misma del cristianismo.

b) La Iglesia transmite al mundo, siglo tras siglo, la verdad que ha aprendido de la fuente misma de la revelación: Cristo. A través de esa tradición viva que ya dura dos mil años, la comunidad de Jesús intenta serle fiel y, si es el caso, defender la pureza de esa fe contra posibles desviaciones en una dirección o en otra.

Aquí el problema es la fuerza salvadora de la fe en Cristo, y no de la ley antigua. Es un tema que vemos muy presente en los Hechos de los Apóstoles, con los episodios de Pedro y Cornelio, y sobre todo el llamado "concilio de Jerusalén", en que la comunidad apostólica tuvo que discernir sobre el problema (cf. Hch 15).

A lo largo de la historia, los interrogantes pueden ser de distinta naturaleza. Siempre hay la tendencia a configurar la doctrina de Jesús según nuestro gusto y nuestra mentalidad. O sea, a crear "un evangelio de origen humano", que merecerá seguramente el aplauso de muchos, porque nos construimos una imagen de Dios -o de Cristo o del estilo de vida- más conforme a nuestros gustos.

La indignación de Pablo se explica: como también la vigilancia que siempre ha de tener la Iglesia -sobre todo sus responsables últimos, pero no sólo ellos- para no falsear la gracia y la salvación de Dios. No podemos inventarnos el evangelio que nos guste. Un evangelio "light" es una manera de faltar a la verdad a veces más peligrosa que la herejía más llamativa.

Como en el caso de Jerusalén, el discernimiento tenemos que hacerlo bajo la luz del Espíritu, pero también con un alto sentido de corresponsabilidad comunitaria, para no perder la riqueza y la fuerza de la palabra revelada de Dios. El salmo nos orienta en esa dirección: "doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea... todos sus preceptos merecen confianza, son estables para siempre jamás, se han de cumplir con verdad y rectitud".

2. Lucas 10, 25-37

a) La de hoy es una de las páginas más felizmente redactadas y famosas del evangelio: la parábola del buen samaritano, que sólo nos cuenta Lucas.

La pregunta del letrado es buena: "¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?".

Jesús, en un primer momento, le remite a la ley del AT, a unas palabras que los judíos repetían cada día: amar a Dios y amar al prójimo como a ti mismo (cf. Deuteronomio 6,5 y Levítico 19,18). Jesús hace que el letrado llegue por su cuenta a la conclusión del mandamiento fundamental del amor.

Pero, ante la siguiente pregunta, Jesús concreta más quién es el prójimo. En su parábola, tan expresiva, quedan muy mal parados el sacerdote y el levita, ambos judíos, ambos considerados como "oficialmente buenos". Y por el contrario queda muy bien el samaritano, un extranjero ("los judíos no se tratan con los samaritanos": Jn 4,9). Ese samaritano tenía buen corazón: al ver al pobre desgraciado abandonado en el camino le dio lástima, se acercó, le vendó, le montó en su cabalgadura, le cuidó, pagó en la posada, le prometió que volvería, y todo eso con un desconocido.

b) ¿Dónde quedamos retratados nosotros? ¿en los que pasan de largo o en el que se detiene y emplea su tiempo y su dinero para ayudar al necesitado?

¡Cuántas ocasiones tenemos de atender o no a los que encontramos en el camino: familiares enfermos, ancianos que se sienten solos, pobres, jóvenes parados o drogadictos que buscan redención! Muchos no necesitan ayuda económica, sino nuestro tiempo, una mano tendida, una palabra amiga. Al que encontramos en nuestro camino es, por ejemplo, un hijo en edad difícil, un amigo con problemas, un familiar menos afortunado, un enfermo a quien nadie visita.

Claro que resulta más cómodo seguir nuestro camino y hacer como que no hemos visto, porque seguro que tenemos cosas muy importantes que hacer. Eso les pasaba al sacerdote y al levita, pero también al samaritano: y éste se paró y los primeros, no. Los primeros sabían muchas cosas. Pero no había amor en su corazón.

El buen samaritano por excelencia fue Jesús: él no pasó nunca al lado de uno que le necesitaba sin dedicarle su atención y ayudarle eficazmente. Ahora va camino de la cruz, para entregarse por todos, y nos enseña que también nuestro camino debe ser como el suyo, el de la entrega generosa, sobre todo a los pobres y marginados. Al final de la historia el examen será sobre eso: "me disteis de comer... me visitasteis".

La voz de Jesús suena hoy claramente para mí: "anda, haz tú lo mismo". También podríamos añadir: "acuérdate de Jesucristo, el buen samaritano, y actúa como él". :

"Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad" (1ª lectura I)

"Me sorprende que tan pronto hayáis pasado a otro evangelio" (1ª lectura II)

"Anda, haz tú lo mismo" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 140-145


3-4

Gal 1, 6-12: Jesucristo es el único evangelio

Lc 10, 25-37: El buen samaritano

La parábola del buen samaritano pone como modelo de ser humano a un hombre que era despreciado en la cultura israelita de la época. Esta contradicción se propone resaltar el valor de la vida humana por encima de cualquier diferencia cultural, étnica o política.

Un escriba preocupado por quién debe ser objeto de nuestra bondad y quién no, se dirige a Jesús para plantearle este dilema. La respuesta de Jesús no se dirige a solucionar esta falsa oposición, sino que se dirige a las más profundas opciones humanas, aquellas que compartimos con Dios.

Cuando los tres personajes, el levita, el sacerdote y el samaritano, encuentran al hombre herido y abandonado en el camino, tienen que discernir si optan por su propia comunidad u optan por la vida. Los dos primeros pasan indiferentes, pues, aunque tienen una función religiosa en el pueblo, su manera de pensar les impide ver que su religión debe estar a favor de la vida del ser humano. El samaritano por el contrario, desde una opción por la vida, auxilia a aquel hombre, sin importarle de qué religión es, o a qué nacionalidad o raza pertenece. Para el samaritano lo importante es que ese herido moribundo es un ser humano necesitado de compasión. Por tanto, actúa conforme a unos principios humanitarios.

La parábola elimina el falso dilema de a quién debo y a quien no debo hacer el bien. La parábola plantea una opción por defender la vida del ser humano como un valor absoluto.

Toda esta enseñanza se puede resumir en el conocido adagio popular: "Haz el bien sin mirar a quién". Pues, lo absoluto de Dios es la vida del ser humano. Por tanto, se deben superar las diferencias étnicas, patrióticas o de cualquier índole a la hora de aceptar al hombre enfermo y abandonado, como el prójimo que me habla con la misma voz de Dios.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Da gusto leer la carta de Pablo a los gálatas porque es un escrito fresco, muy ligado a las preocupaciones e inquietudes de una comunidad. A lo largo de esta semana iremos leyendo los fragmentos principales. En el de hoy Pablo sale al paso de un problema: la situación de desconcierto creada por los que han predicado "otro" evangelio distinto del de Jesucristo. Este es un problema de siempre. Surge cada vez que nuestra predicación (o nuestro criterio, o nuestro punto de vista) no brota "por revelación" sino "por simple proyección".

Nuestro mundo personal es complejo. A menudo, lo que consideramos evangélico no es más que un fruto de nuestra necesidad de imponernos a otros, o de ser aceptados, o de parecer modernos, o de nadar y guardar la ropa. Cada vez que enarbolamos frases rotundas como: "Esta clarísimo en el evangelio que" o "Hay que cortar por lo sano" es como para echarse a temblar. Suelen ser síntomas de un evangelio proyectado desde la bodega de nuestras insatisfacciones, fantasías, necesidades.

El evangelio que se abre camino "por revelación" suele tener un tono exigente, pero profundamente liberador. Apela a la inteligencia de las personas ("¿Qué os parece?) y también a su libertad ("Si quieres"). Jesús tiene toda la fuerza del mundo para "imponer" el evangelio por decreto ley, porque sí, porque yo soy el que mando, y, sin embargo, procede según la "debilidad" de la seducción. Lo comprobamos en el evangelio de hoy. Más que la parábola del buen samaritano (siempre hermosa y siempre interpelante) me llaman la atención las preguntas de Jesús. He encontrado tres en el fragmento de hoy: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? Y también dos recomendaciones: "Haz esto y tendrás la vida", "Anda, haz tú lo mismo".

Jesús no cuenta la parábola para humillar al maestro de la ley, sino para conectar con lo mejor de este hombre, para abrirle un horizonte más amplio, para hacerle ver la buena noticia, con la que "tendrá vida".

¡De qué manera tan distinta sonaría el evangelio en nosotros si surgiese de este modo y no como un arma arrojadiza al servicio de nuestros intereses, por nobles que aparezcan!

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

HACER EL BIEN AL PROJIMO, SEGURO DE VIDA ETERNA

Jesús no debía hablar demasiado de la otra vida, de la «vida eterna», cuando tanto un jurista o maestro de la ley como un dirigente de Israel le formulan la misma pregunta: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» (10,25; 18,18), para ponerlo a prueba, es decir, para atraparlo con la pregunta, el primero, y para adularlo, es decir, para ganár­selo para la clase rica, el segundo. Quienes no quieren compro­meterse con el hermano necesitado hablan siempre de la vida eterna. Es como una droga que los aliena de los deberes con la vida presente. Y no solamente hablan de ella, sino que quieren imponer este lenguaje, el lenguaje común a todas las religiones, que brota de lo más profundo del hombre, pero que necesita ser clarificado por el mensaje liberador y comprometido de Jesús. El jurista está molesto porque Jesús no habla a la gente de lo que él cree esencial para un buen judío y que es el centro de su religión: los diez mandamientos, contenidos en las dos tablas de la Ley de Moisés. Se trata de la Ley fundamental de Israel, como lo es la Constitución para las naciones modernas. Siendo, sin embargo, Israel una teocracia, Constitución es igual a Ley de Dios.

Jesús no se deja atrapar. Ni siquiera se digna recitarla. Hace que sea el propio jurista quien se dé la respuesta: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo es eso que recitas?» (10,26). La recita­ción del Shemac Israel (= «Escucha, Israel») es perfecta, como quien recita el Credo. El jurista no se ha contentado con recitar largo y tendido el encabezamiento solemne del Deuteronomio: «Amarás al Señor tu Dios...» (Dt 6,5), sino que ha añadido una breve referencia al prójimo (segunda tabla de la Ley), sacada del Levítico: «Y a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18). No basta con recitar de memoria y con los labios, es preciso ponerlo en práctica. Quien cumple la Ley tiene garantizada la vida eterna. Pero, entonces, ¿qué ha venido a hacer Jesús si no ha venido a hablarnos de la otra vida? La respuesta la reserva Lucas para el final de la estructura, cuan­do, en la perícopa gemela, un dirigente de Israel le formulará la misma pregunta. Pero no anticipemos. Primero es preciso asimi­lar las enseñanzas que encierran las secuencias que componen esa gran estructura.



LOS HOMBRES RELIGIOSOS PASAN DE LARGO

La secuencia que ahora examinamos tiene forma de tríptico. Acabamos de ver la hoja izquierda. En el centro se encuentra la parábola. En la hoja derecha, la enseñanza o «moraleja». El jurista que quería atrapar a Jesús se ha quedado atrapado en su propia trampa («queriendo justificarse»): ha recitado demasiado bien los mandamientos. Jesús lo ha invitado a «hacer», y cuando se trata de «hacer» no hay más remedio que tener en cuenta al prójimo. El jurista pretende escurrirse: «Y ¿quién es mi próji­mo?» (10,29), como quien dice: Esto es muy difícil de saber. Jesús le propone una parábola.

El centro de la parábola es «un hombre». Lucas ha escogido el término «hombre», y no otro de los muchos posibles, y lo acompaña del indefinido «un/cierto»: este individuo personifica la humanidad y, en concreto, la qué está de vuelta en sentido figurado: «un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó» (10,30b). «Bajar de Jerusalén», siendo «Jerusalén» el término sacro em­pleado para designar la institución judía y, en especial, su centro, el templo, tiene sentido negativo. El alejamiento del templo se paga muy caro; puede significar la pérdida de la propia vida, desde el punto de vista judío. Lucas lo expresa en imágenes: «lo asaltaron unos bandidos, lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto» (10,30c). Se explica, ahora, que bajando por aquel camino (no se dice que bajen de ¡Jerusalén!) un sacerdote del templo y un levita o clérigo perte­neciente a la misma alcurnia, uno y otro den un rodeo y pasen de largo (vv. 31-32). Su comentario sería unánime: Le está bien empleado, por abandonar las prácticas religiosas..., él se lo ha buscado!



LA COMPASION DE LOS QUE EXPERIMENTAN LA MARGINACION

Lucas hace coincidir fortuitamente (explicitado en el texto) tres individuos que representan a otros tantos estamentos: los dos primeros están estrechamente vinculados al templo, mientras que el tercero, un samaritano, representa al pueblo más odiado por un judío religioso. En los dos primeros hay coincidencia con el desgraciado, pero sólo material: «Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote...; igualmente un clérigo, que llegó a aquel lugar...»; el tercero va derecho: «Pero un samaritano, que hacía su camino, llegó adonde estaba el hombre» (10,33). Hay una clara oposición entre el templo, que es el lugar por excelencia donde reside Dios, para un judío, y «aquel lugar» donde se encuentra el hombre que ha abandonado la institución. El samaritano está ya habituado a la maldición que los judíos profieren contra quienes abandonan la Ley y el templo: es un excomulgado. Va directamente «adonde estaba el hombre», como si hubiese olido la desgracia que ha caído sobre el hombre que ha abandonado la religión. Se compadece de él, y no sólo lo cuida personalmente, sino que se preocupa de que luego otros se ocupen de él (10,34-35).



EL PROJIMO SE CREA HACIENDOSE UNO MISMO PROJIMO

«¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» (10,36). El jurista quería escurrirse de amar al prójimo con la excusa de que es muy difícil de individualizar quién es y dónde se encuentra. Jesús le responde que el prójimo no se pasea por la calle, no lleva ningún distintivo: uno mismo se hace prójimo cuando se acerca a los más necesitados, cuando toma partido por el hombre a quien han pisoteado sus derechos y que ha sido reducido a una condición infrahumana... El sama­ritano, marginado él también por su condición religiosa hetero­doxa, es capaz de sentir compasión por los proscritos por la institución oficial. No indaga en absoluto. Pasa a la acción y se vuelca haciendo el bien. El jurista no se atreve a pronunciar la palabra maldita («el samaritano») y responde: «El que tuvo com­pasión de él.» Jesús remacha el clavo: «Pues anda, haz tú lo mismo» (10,37). Quien se compromete con su prójimo tiene la vida eterna asegurada.


COMENTARIO 2

Nuestra comunión con Dios está esencialmente ligada al lugar en que buscamos la realización de esta comunión. La parábola nos presenta los dos ámbitos en que puede situarse esta búsqueda y nos enseña que la respuesta adecuada a la cuestión no puede ser reducida al ámbito de la participación cultual.

En continuidad con la línea profética de Israel, la respuesta de Jesús nos indica la vaciedad de las compensaciones cultuales que nacen de un corazón que ha reducido la presencia divina a ese ámbito. Sacerdote y levita son los exponentes de una concepción en que la preocupación cultual impide el acercamiento al ámbito de lo divino y ofusca el descubrimiento del Dios de la vida.

El samaritano, situado al margen de la pureza ritual, imposibilitado de participación en los bienes del pueblo elegido y de su culto oficial, es el único personaje de la historia que es capaz de comprender y dar la respuesta que Dios espera en la vida de los hombres. Sus acciones nacidas de la compasión ante el hombre golpeado por los bandidos lo colocan en la participación de los bienes de Dios y ello de tal manera que se convierte en ejemplo que debe seguir incluso todo fiel israelita como debe reconocer el escriba , interlocutor de Jesús.

El "vete y haz tu lo mismo" dirigido a este maestro se convierte en invitación a todo el pueblo de Dios para la rectificación y purificación de su relación religiosa, a menudo oscurecida por la búsqueda de pureza para la participación cultual.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

El seguimiento de Jesús tiene exigencias reales. No sólo implica un compromiso con los pobres, sino también un crecimiento personal y una mayor conciencia de uno mismo. El evangelio de hoy nos trae la parábola que comúnmente hemos llamado "el buen samaritano".
El problema del texto que analizamos, no es la vida eterna. Si este texto lo analizamos desde el problema del más allá, pierde su valor real y su sentido en las páginas del evangelio de Lucas.
Hay que partir de un hecho que palpamos todos los días en la vida de la Iglesia: quienes no quieren comprometerse con el hermano necesitado hablan siempre de la vida eterna. Este tema para muchos cristianos y cristianas es como una droga que los aliena de los deberes con la vida presente.
No es válido hablar de más allá, de cielo, de vida eterna, si esta historia de ahora, si este más acá, si esta tierra, está tan desordenada y tan deshumanizada por las estructuras perversas que se han impuesto sobre la creación, obra de Dios. Jesús, coloca un ejemplo concreto y aclara que lo más importante es hacer de esta historia una verdadera experiencia de "vida eterna".
Frente a la realidad del hermano que sufre, Jesús, acusa a los hombres de religión de pasar por alto y no importarle el sufrimiento del otro.
Lucas, en el relato, deja bien en claro que solamente los que experimentan en su propia vida la marginación y la exclusión, sienten compasión del sufrimiento y miseria que viven sus hermanos en la historia. No podemos seguir pensando en el más allá, para zafarnos del compromiso de hacer de esta historia un lugar donde quepamos todos. El cristiano tienen la tarea de dejar este mundo un poquito mejor de como lo encontró.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. Lunes 6 de octubre de 2003
 
Jon 1, 1 - 2, 1.11: No aceptar la misión
Interleccional: Jon 2, 3-5.8
Lc 10, 25-37: El buen samaritano

El relato comienza con un dialogo entre un maestro de la ley y Jesús. El maestro pregunta: ¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?. Jesús le responde con otra pregunta: ¿qué dicen las Escrituras? El maestro responde con las palabras de uno de los textos más conocidos y venerados del A.T., el shemá: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo». Pero aquel hombre, queriendo pasar por justo, plantea una nueva pregunta sobre quién es su prójimo y esta pregunta suscita como respuesta la parábola de Jesús.

Los personajes de la misma han sido cuidadosamente elegidos. El hombre asaltado y golpeado es un judío, los que pasan de largo, un sacerdote y un levita, son expertos en la ley, mientras que el que ofrece ayuda gratuita es un samaritano. No olvidemos que entre judíos y samaritanos existía una inmensa hostilidad racial.

Con la parábola el maestro de la ley había entendido la razón más honda de todo lo que Jesús hacía: el amor a Dios y el amor al prójimo, son una unidad inseparable, son el camino más seguro que nos lleva al Padre, más que todas las prácticas rituales y todos los sacrificios que se hacían en el Templo. Había entendido el núcleo del conflicto que Jesús tenía con las autoridades judías, que daban más importancia a las prácticas religiosas que al compromiso con la vida, al culto que a la misericordia y la justicia. Había comprendido que el Dios del que Jesús hablaba era otro Dios, el Padre, al que le importa más la vida de sus hijos que los sacrificios o los ayunos o las oraciones rituales.

Este amor misericordioso del Padre debe pasar por encima de cualquier otra consideración en la vida de los cristianos. En este gesto del samaritano, el de sentir compasión, la Iglesia debe reconocer un aspecto fundamental de su misión: la de tener un corazón compasivo, que se exprese en un amor eficaz, levantando a todos los hombres y mujeres que son víctimas de las estructuras injustas de nuestra sociedad.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-9. 2003

LECTURAS: JON 1, 1-2, 1. 11; JON 2; LC 10, 25- 37

Jon. 1, 1-2, 1. 11. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. A nadie creó Dios para la muerte, pues Él no se deleita en la muerte sino en la vida. Ninguno, que haya experimentado el amor y la misericordia de Dios, puede condenar a los demás pensando que sólo él tiene derecho exclusivo sobre Dios. Jonás, recalcitrante a hacer partícipe de la misericordia de Dios a los pueblos paganos, es conducido por Dios hasta el lugar donde el Señor quiere que se cumplan sus planes de salvación. Jonás, rebelde, no de palabra sino de hecho, a la voluntad de Dios respecto a la salvación universal, finalmente proclamará esa salvación: primero a los marineros, que temen a Dios, y que al arrojar a Jonás al abismo, se salvan de la muerte pues el mar se calma; y después a los Ninivitas, proclamando el mensaje de salvación de Dios, al que ellos hacen caso y salvan así su Vida. Nos dice san Pablo: si la rebeldía de los judíos se convirtió en causa de salvación para el mundo, ¡Qué no será su conversión! Si la desobediencia del pueblo elegido simbolizado en Jonás, si su reticencia a abrir la salvación a todos, incluso a los enemigos fue causa de que esa salvación, conforme al Plan de Dios, llegara a Nínive en que se simboliza la persecución de los inocentes y la lejanía de Dios, cuánto más ha logrado el Señor Jesús, que, obediente a su Padre Dios, sale al encuentro del hombre pecador para proclamarnos la Buena Nueva del amor que Dios nos tiene. Él fue arrojado al abismo de la muerte, y ahí permaneció tres días y tres noches, para luego resucitar como el Hombre Nuevo con quien estamos llamados a identificarnos todos sin distinción alguna. Así Él ha logrado para nosotros la salvación. Y Él nos pide que abramos los ojos para no condenar a nadie, pues así como nos ha amado quiere que nos amemos los unos a los otros; y así como Él dio su vida en rescate por todos, quiere que su Iglesia se esfuerce constantemente en salir al encuentro del hombre pecador para invitarlo a rectificar sus caminos.

Jon. 2, 3-5. 8. A pesar de nuestras rebeldías e incongruencias en la fe, Dios siempre está dispuesto a escuchar nuestras súplicas, pues su amor misericordioso hacia nosotros nunca se acaba. Dios nos ama como un padre ama a sus hijos. Dios escuchó a su Hijo que le pidió, con ardientes lágrimas, que lo librara de la muerte. Dios siempre está y estará de parte nuestra. Sepamos, también nosotros, escuchar su Palabra y hacerla nuestra, pues el Señor quiere santificarnos en la Verdad por medio de ella. Dejemos de vivir nuestra fe con hipocresía; seamos leales al Señor como Él lo ha sido con nosotros. No encerremos la fe en nuestro corazón sino que proclamemos el amor y la misericordia del Señor a todos los pueblos; hagámoslo con las obras que manifiesten cómo el Señor, por medio nuestro, se hace cercanía amorosa y misericordiosa para todos.

Lc. 10, 25-37. Amar al prójimo es procurar su bien, fortalecerle cuando sus manos se han cansado o sus rodillas han empezado a vacilar, tenderle la mano cuando lo vemos caído en algún pecado o en alguna desgracia, dejar nuestras seguridades para ofrecérselas y hacerle recobrar su dignidad; en fin, nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos. Y es muy fácil amar a quienes nos hacen el bien; y es muy fácil, también, solucionar el problema que nos causan nuestros enemigos acabando con ellos. Así sólo puede considerarse nuestro prójimo el cercano a nosotros y a nuestro corazón, aquel que no nos causa penas, dolores, angustias, aquel que no se ha levantado en contra nuestra para dañarnos, pues, si lo ha hecho, no será nuestro prójimo, sino nuestro enemigo. Dios en Cristo Jesús, su Hijo amado hecho uno de nosotros, ha salido al encuentro de su prójimo, de aquel que jamás ha sido expulsado de su corazón. Y su cercanía ha sido hacia los pobres, hacia los marginados, hacia los despreciados y, sobre todos, hacia los pecadores, aun cuando sus pecados puedan haberse considerado demasiado graves. Amó tanto a la humanidad frágil y pecadora, que se desposó con ella y cargó sobre sí sus pecados clavándolos en la cruz y derramando su sangre para que fuesen perdonados. Así puede presentar a su esposa, que es la iglesia, ante su Padre, libre de pecado y adornada con las arras del Espíritu Santo. El Señor, en el Evangelio de este día nos manifiesta el gran amor que nos tiene para que vayamos y hagamos nosotros lo mismo.

En esta Eucaristía nos hacemos uno con Cristo. Uno en su amor, uno en su envío, uno en la vida que Él recibe de su Padre Dios. Por eso su Iglesia, que celebra este Misterio Pascual, debe ser luz para todos los pueblos, debe ser portadora de la salvación para todos sin poner fronteras o barreas a algunas personas. Por eso no sólo podemos pedirle al Señor que nos llene de su Vida y de su Espíritu; hemos de pedir que esa Vida y ese Espíritu llegue también a quienes viven lejos de Él; y nuestro esfuerzo apostólico ha de acompañar nuestra oración llevándonos hasta aquellos que, incluso convertidos en perseguidores nuestros, necesitan que alguien no sólo les hable, sino que se convierta para ellos en un signo vivo del amor misericordioso de Dios. Por ello, quienes participamos de esta Eucaristía no venimos a ella sólo a cumplir con un deber cristiano, consecuencia de una tradición familiar, sino que venimos con el compromiso de aceptar convertirnos en portadores de la salvación de Dios para todos, aún cuando en algún momento se hayan levantado en contra nuestra ofendiéndonos, criticándonos o persiguiéndonos.

Volveremos a nuestra vida ordinaria. Es hermoso escuchar la voz de Dios en el lugar de culto y dejar que nuestro corazón se conmueva ante sus palabras. Pero vamos a encontrarnos nuevamente con aquellos que nos insultan por ser cristianos; con aquel vecino, compañero de trabajo o de estudio que nos causó algún daño, incluso tal vez diciendo cosas falsas de nosotros, o profiriendo amenazas en contra nuestra; con aquel familiar que está enfadado con nosotros y que, tal vez, han pasado días, meses o años sin que podamos volver a relacionarnos de un modo adecuado, antes al contrario, parecería que se profundiza cada vez más el abismo que nos separa. El hacer que la salvación llegue a todos no sólo significa el que proclamemos el Nombre de Dios con discursos bien elaborados, significa especialmente el que nosotros, con nuestras actitudes nuevas, con nuestro amor, con nuestro cariño, con nuestro respeto, con nuestra alegría, comencemos nuevamente a relacionarnos adecuadamente, como hijos de Dios, con todos aquellos que antes fueron nuestros enemigos, pero a quienes ahora no sólo consideramos prójimos, sino hermanos nuestros. Entonces, realmente sólo hasta entonces, sabremos que estamos trabajando por el Evangelio de la Salvación que Dios ofrece a todos; entonces, también sólo entonces, podremos no sólo llamar Padre a Dios, sino tenerlo en verdad por Padre.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, ser portadores de la salvación para todos los hombres. Que nuestra vida, en la que no cerremos a nadie nuestro corazón ni excluyamos a nadie de nuestro amor, se convierta en el mejor testimonio del amor que Dios tiene a todos. Amén

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3-10. Contemplar el Evangelio de hoy

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Día litúrgico: Lunes XXVII del tiempo Ordinario

Ref. del Evangelio: Lc 10,25-37

Texto del Evangelio: En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: ‘Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva’. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Comentario: Lluís Serra i Llansana, marista (Roma)

«El que practicó misericordia con él»

Hoy, un maestro de la Ley plantea a Jesús una pregunta que quizás nos hemos formulado más de una vez: «¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Lc 10,25). Era una pregunta que iba con segundas, pues quería poner a prueba a Jesús. El maestro responde sabiamente lo que dice la Ley, es decir, amar a Dios y al prójimo como a uno mismo (cf. Lc 10,27). La clave es amar. Si buscamos la vida eterna, sabemos que «la fe y la esperanza pasarán, mientras que el amor no pasará nunca» (cf. 1Co 13,13). Cualquier proyecto de vida y cualquier espiritualidad cuyo centro no sea el amor nos aleja del sentido de la existencia. Un punto de referencia importante es el amor a uno mismo, a menudo olvidado. Solamente podemos amar a Dios y al prójimo desde nuestra propia identidad.

El maestro de la Ley va más lejos todavía y pregunta a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). La respuesta llega a través de un cuento, de una parábola, de una historia corta, sin formulaciones teóricas complicadas, pero con un gran contenido. El modelo de prójimo es un samaritano, es decir, un marginado, un excluido del pueblo de Dios. Un sacerdote y un levita pasan de largo al ver al hombre apaleado y malherido. Los que parecen estar más cerca de Dios (el sacerdote y el levita) son los que están más lejos del prójimo. El maestro de la Ley evita pronunciar la palabra “samaritano” para indicar a quien se comportó como prójimo del hombre malherido y dice: «El que practicó la misericordia con él» (Lc 10,37).

La propuesta de Jesús es clara: «Vete y haz tú lo mismo». No es la conclusión teórica del debate, sino la invitación a vivir la realidad del amor, el cual es mucho más que un sentimiento etéreo, pues se trata de un comportamiento que vence las discriminaciones sociales y que brota del corazón de la persona. San Juan de la Cruz nos recuerda que «al atardecer de la vida te examinarán del amor».


3-11. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Job 1,6-22 El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor
Salmo responsorial: 16Inclina el oído y escucha mis palabras.
Lc 9, 46-50: Un pobre llamado Lázaro estaba echado en el portal.

A pesar de que Jesús ha anunciado a los suyos que será entregado a la muerte, éstos no han entendido todavía su lenguaje y siguen aferrados a categorías humanas, pensando cuál de entre ellos será el más grande, el primero, el más poderoso. Piensan todavía en una sociedad jerarquizada en la que hay primeros y últimos. En esa sociedad ellos aspiran a ocupar los primeros puestos, a mandar y a dominar; de ningún modo, a servir. Y Jesús aprovecha una vez más la ocasión para intentar que cambien su modo de pensar y, consiguientemente, de actuar. Deben adoptar otra escala de valores distinta de la de los valores mundanos. Y lo hace -como buen maestro- con un gesto fácil de comprender. Se fija en un chiquillo, en un criadito, -símbolo de ausencia de poder y cuya misión es servir-, lo pone a su lado y les dice que deben acogerlo como si se tratase de él mismo o de Dios. Jesús se identifica totalmente con este chiquillo, de manera que todo el que se ponga al servicio de los que no cuentan como este chiquillo, lo están acogiendo a él y a su Padre, Dios.

Ser cristiano consiste en liberarse del deseo de ser el más importante, el más fuerte, el primero, el que cuenta y aquél con quien siempre se cuenta, para pasar a ocupar los últimos puestos por libre decisión, poniéndose al servicio de aquellos que no pintan nada en la sociedad. Jesús y Dios mismo se han identificado con ellos hasta el punto de que quien sirve a éstos, está sirviendo a Dios; en esto consiste en realidad el verdadero culto cristiano.

Quienes actúen así, aunque no sean del grupo de discípulos, están con Jesús. Todos aquellos que se dedican a la liberación del hombre, desde abajo, están con Jesús y su causa. Como aquel que echaba demonios en nombre de Jesús y los discípulos trataban de impedírselo, porque no pertenecía a su grupo. Qué poco habían comprendido. No sabían -o no quería saber que todo el que presta un servicio al hombre está a favor de Jesús, y es ya de los suyos, pues ha comprendido el núcleo fundamental de su mensaje.


3-12. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Gál 1, 6-12 No he recibido ni aprendido de ningún hombre el Evangelio, sino por revelación de Jesucristo
Salmo responsorial: 110, 1-2. 7-8. 9 y 10C 90, 1-6.10-11 El Señor recuerda siempre su alianza.
Lc 10, 25-37: Si tuvieran una fe como un grano de mostaza.

El jurista de la parábola anda preocupado por la vida definitiva, porque tal vez estuviera cansado de oír a Jesús hablar sólo de amor al hombre. Quienes, como él, no quieren comprometerse con el prójimo prefieren hablar de la otra vida, entendida como una droga que aliena de los deberes con la vida presente. Jesús, sin embargo, invita al jurista a mirar al más acá, al suelo donde se encuentra el prójimo, cuya situación hay que remediar. Por eso le hace dos preguntas que tienen por finalidad llevarlo a la práctica del amor solidario. Y para ello le propone de modelo a un samaritano del que un judío no tenía nada que esperar, dada la rivalidad y enemistad que existía entre judíos y samaritanos. Y será precisamente este samaritano el que cargue al malherido sobre su propia cabalgadura, realizando siete acciones con él: 1. se conmueve, 2. se acerca 3. le venda las heridas 4. le echa aceite y vino, 5. lo monta en su propia cabalgadura, 6. lo lleva a una posada y 7 lo cuida. El número siete indica la serie completa, con lo que el evangelista indica que el samaritano hace todo lo que se debe hacer… y algo más, pues al día siguiente da dos denarios de plata al posadero para que cuide del malherido; si gasta algo más, le dice que se lo pagará a la vuelta. Se preocupa no solo de remediar el mal presente del prójimo, sino de proveer para su futuro.

La actuación del samaritano es hiperbólica y se presenta como una formulación extrema de lo que debe ser la actitud de solidaridad hacia el prójimo. Hay que hacer todo lo posible, hay que llegar hasta el extremo de lo imaginable. El samaritano traspasa los límites de lo razonable.

La parábola representa el mundo al revés. Pues ya no se trata de saber quién es mi prójimo, como preguntaba el jurista, sino de cómo hacerse prójimo del otro, incluso cuando éste –representado por un judío malherido- no reclama auxilio. Esta parábola rompe los esquemas, pues la cuestión que Jesús plantea no es cómo identificar al prójimo, sino cómo hacerse y sentirse uno prójimo de los demás, aunque éstos sean enemigos. Mi prójimo puede ser tanto el que está cerca de mí como aquél alque yo me acerco. El sujeto al que debo amar es aquel que puede ser amado por mí.


3-13. 27ª Semana. Lunes

I. Jesús, tu respuesta al doctor de la ley es clara: he de amar a Dios con toda mi alma con todas mis fuerzas y con toda mi mente, y al prójimo como a mí mismo. Haz esto y vivirás, me repites ahora. Pero ¿cómo puedo amar a Dios sobre todas las cosas? Y, ¿quién es mi prójimo? Porque, a veces, me quedo en la teoría o en el sentimiento, y no me esfuerzo en cumplir estos dos mandamientos de los cuales, como dices en otra ocasión, penden toda la ley y los profetas [68].

Si nosotros pues deseamos agradar enteramente al corazón de Dios, procuremos no solamente conformarnos en todo a su santa voluntad, sino aún más, uniformarnos a ella, si se me permite hablar así. La palabra «conformar» quiere decir que nosotros unimos nuestra voluntad a la de Dios, pero «uniformar» significa más, que de dos voluntades hacemos una, de tal manera que solamente queremos lo que Dios quiere, que solamente permanece la voluntad de Dios y que ella es la nuestra [69].

Jesús, amarte con toda mi alma, con toda mis fuerzas y con toda mi mente, no significa sentir una atracción sensible -como la que puede darse entre dos novios-, sino identificarme con tu voluntad hasta en los detalles más pequeños: querer siempre lo que Tú quieras. Por eso, he de preguntarte muchas veces: ¿qué quieres Señor de mí? ¿Cómo quieres que haga este trabajo o que enfoque aquel problema?

II. Cumples un plan de vida exigente: madrugas, haces oración, frecuentas los Sacramentos, trabajas o estudias mucho, eres sobrio, te mortificas.... ¡pero notas que te falta algo!

Lleva tu diálogo con Dios esta consideración: como la santidad -la lucha para alcanzarla- es la plenitud de la caridad, has de revisar tu amor a Dios y, por Él, a los demás. Quizás descubrirás entonces, escondidos en tu alma, grandes defectos, contra los que ni siquiera luchabas: no eres buen hijo, buen hermano, buen compañero, buen amigo, buen colega; y, como amas desordenadamente «tu santidad», eres envidioso. Te «sacrificas» en muchos detalles «personales»: por eso estás apegado a tu yo, a tu persona y, en el fondo, no vives para Dios ni para los demás: sólo para ti [70].

Jesús, si mi amor a Ti no tiene consecuencias reales y concretas en el servicio a los que me rodean, aunque haga oración y frecuente los sacramentos, aún me falta algo. Por un lado, no muy lejos de mi camino -de mis circunstancias familiares, sociales y profesionales-, hay gente que está necesitada: marginados, enfermos, gente mayor o sin trabajo.

Y sobre todo, Jesús, si realmente te quiero, sabré descubrir en mi propio camino -entre los que me rodean- gente que necesita de mi ayuda: un consejo, un rato de compañía, una sonrisa, etc. Ayúdame, Jesús, a descubrir oportunidades para servir a los demás. Sólo así estaré avanzando en mi camino de santidad, que es la plenitud de la caridad.

[68] Mt 22, 40.
[69] San Alfonso de Ligorio, La conformidad con la voluntad de Dios. [70] Surco, 739.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-14.

Comentario: Lluís Serra i Llansana, marista (Roma, Italia)

«El que practicó misericordia con él»

Hoy, un maestro de la Ley plantea a Jesús una pregunta que quizás nos hemos formulado más de una vez: «¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Lc 10,25). Era una pregunta que iba con segundas, pues quería poner a prueba a Jesús. El maestro responde sabiamente lo que dice la Ley, es decir, amar a Dios y al prójimo como a uno mismo (cf. Lc 10,27). La clave es amar. Si buscamos la vida eterna, sabemos que «la fe y la esperanza pasarán, mientras que el amor no pasará nunca» (cf. 1Co 13,13). Cualquier proyecto de vida y cualquier espiritualidad cuyo centro no sea el amor nos aleja del sentido de la existencia. Un punto de referencia importante es el amor a uno mismo, a menudo olvidado. Solamente podemos amar a Dios y al prójimo desde nuestra propia identidad.

El maestro de la Ley va más lejos todavía y pregunta a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). La respuesta llega a través de un cuento, de una parábola, de una historia corta, sin formulaciones teóricas complicadas, pero con un gran contenido. El modelo de prójimo es un samaritano, es decir, un marginado, un excluido del pueblo de Dios. Un sacerdote y un levita pasan de largo al ver al hombre apaleado y malherido. Los que parecen estar más cerca de Dios (el sacerdote y el levita) son los que están más lejos del prójimo. El maestro de la Ley evita pronunciar la palabra “samaritano” para indicar a quien se comportó como prójimo del hombre malherido y dice: «El que practicó la misericordia con él» (Lc 10,37).

La propuesta de Jesús es clara: «Vete y haz tú lo mismo». No es la conclusión teórica del debate, sino la invitación a vivir la realidad del amor, el cual es mucho más que un sentimiento etéreo, pues se trata de un comportamiento que vence las discriminaciones sociales y que brota del corazón de la persona. San Juan de la Cruz nos recuerda que «al atardecer de la vida te examinarán del amor».


3-15. Lunes, 4 de octubre del 2004

El Evangelio no lo recibí ni aprendí de ningún hombre,
sino por revelación de Jesucristo

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 1, 6-12

Hermanos:

Me sorprende que ustedes abandonen tan pronto al que los llamó por la gracia de Cristo, para seguir otro evangelio. No es que haya otro, sino que hay gente que los está perturbando y quiere alterar el Evangelio de Cristo. Pero si nosotros mismos o un ángel del cielo les anuncia un evangelio distinto del que les hemos anunciado, ¡que sea expulsado!

Ya se lo dijimos antes, y ahora les vuelvo a repetir: el que les predique un evangelio distinto del que ustedes han recibido, ¡que sea expulsado!

¿Acaso yo busco la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿Piensan que quiero congraciarme con los hombres? Si quisiera quedar bien con los hombres, no sería servidor de Cristo.

Quiero que sepan, hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres, porque yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 110, 1-2. 7-9. 10c

R. ¡El Señor se acuerda de su Alianza!

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras del Señor:
los que las aman desean comprenderlas. R.

Las obras de sus manos son verdad y justicia;
todos sus preceptos son indefectibles:
están afianzados para siempre
y establecidos con lealtad y rectitud. R.

Él envió la redención a su pueblo,
promulgó su alianza para siempre:
Su Nombre es santo y temible.
¡El Señor es digno de alabanza eternamente! R

EVANGELIO

¿Quién es mi prójimo?

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 25-37

Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?»

Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»

Él le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo».

«Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida».

Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?»

Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver".

¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?»

«El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor.

Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».

Palabra del Señor.

Reflexión:

La parábola del Buen Samaritano es uno de los relatos más bellos y entrañables de los Evangelios. En ella, el Señor nos enseña quién es nuestro prójimo y cómo se ha de vivir la caridad con todos. Muchos Padres de la Iglesia y escritores antiguos identifican a Cristo con el Buen Samaritano (SAN AGUSTÍN, Sermón sobre las palabras del Señor). Jesús, movido por la compasión y la misericordia, se acercó al hombre, a cada hombre, para curar sus llagas, haciéndolas suyas (Isaías 53, 4; Mateo 8, 17; 1 Pedro 2, 24; 1 Juan 3, 5). Toda su vida en la tierra fue un continuo acercarse al hombre para remediar sus males materiales o espirituales. Esta misma compasión hemos de tener nosotros de tal manera que nunca pasemos de largo ante el sufrimiento ajeno. Aprendamos de Jesús a pararnos, sin prisas, ante quien, con las señales de su mal estado, está pidiendo socorro físico o espiritual. En la caridad atenta, los demás verán a Cristo mismo que se hace presente en sus discípulos.

Jesús nos enseña en esta parábola que nuestro prójimo es todo aquel que está cerca de nosotros –sin distinción de raza, de afinidades políticas, de edad... –y necesite nuestro socorro. El Maestro nos ha dado ejemplo de lo que debemos hacer nosotros: una compasión efectiva y práctica, que pone el remedio oportuno, ante cualquier persona que encontremos lastimada por el camino de la vida. Estas heridas pueden ser muy diversas: lesiones producidas por la soledad, por la falta de cariño, por el abandono; necesidades del cuerpo: hambre, vestido, casa, trabajo... ; la herida profunda de la ignorancia; llagas producidas en el alma por el pecado, que la Iglesia cura con la Confesión. Debemos poner todos los medios para remediar esas situaciones como Cristo lo haría, con verdadero amor, poniendo en ello el corazón.

Buen samaritano es todo hombre que se para junto al sufrimiento de otro hombre. Dios nos pone al prójimo con sus necesidades y carencias en el camino de la vida, y el amor hace lo que la hora y el momento exigen. A todos hemos de acercarnos en sus necesidades, pero, porque la caridad es ordenada, debemos dirigirnos de modo muy particular a quienes están más próximos porque Dios los ha puesto –familia, amigos, compañeros...- o porque ha querido a través de las circunstancias de la vida que pasemos a su lado para cuidarles. Después de aconsejar que no indaguemos porqué otros no lo han hecho, especialmente si son heridas del alma, San Juan Crisóstomo dice: “Has de saber que cuando encuentras a tu hermano herido, has encontrado algo más que un tesoro: el poder cuidarle” (Contra Iudeos)

Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal

Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-16.

Reflexión

Decir “te amo” no es suficiente, es necesario que este amor se haga manifiesto a través de nuestras acciones y de nuestras actitudes. El verdadero amor muestra siempre interés por la otra persona y es capaz de comprometer hasta sus propios recursos con el fin de mostrar con claridad su amor. Quien ama siempre tiene tiempo para la otra persona… para la persona amada. Si quieres saber quien te ama de verdad evalúa estos tres elementos: Fíjate quien se interesa por ti; quien es capaz de comprometer su vida con y por ti; y quien hace un pequeño espacio en su agitado día para decirte “Hola ¿cómo estás?".

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-17. Viernes, 8 de octubre del 2004

Los que creen participan de la bendición de Abraham, el creyente

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 3, 7-14

Hermanos:

Reconozcan que los verdaderos hijos de Abraham son los que tienen fe. La Escritura, previendo que Dios justificaría a los paganos por la fe, anticipó esta buena noticia a Abraham, prometiéndole: En ti serán bendecidas todas las naciones.

De esa manera, los que creen son los que participan de la bendición de Abraham, el creyente.

En efecto, todos los que confían en las obras de la Ley están bajo una maldición, porque dice la Escritura: «Maldito sea el que no cumple fielmente todo lo que está escrito en el Libro de la Ley».

Es evidente que delante de Dios nadie es justificado por la Ley, ya que el que es justo vivirá por la fe. La Ley no tiene en cuenta la fe, antes bien, el que observa sus preceptos vivirá por ellos.

Cristo nos liberó de esta maldición de la Ley, haciéndose Él mismo maldición por nosotros, porque también está escrito: «Maldito el que está colgado en el patíbulo». Y esto, para que la bendición de Abraham alcanzara a todos los paganos en Cristo Jesús, y nosotros recibiéramos por la fe el Espíritu prometido.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 110, 1-6

R. ¡El Señor se acuerda de su Alianza!

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras del Señor:
los que las aman desean comprenderlas. R.

Su obra es esplendor y majestad,
su justicia permanece para siempre.
El hizo portentos memorables,
el Señor es bondadoso y compasivo. R.

Proveyó de alimento a sus fieles
y se acuerda eternamente de su Alianza.
Manifestó a su pueblo el poder de sus obras,
dándole la herencia de las naciones. R.

EVANGELIO

Si expulso los demonios con el poder de Dios,
quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11, 15-26

Habiendo Jesús expulsado un demonio, algunos de entre la muchedumbre decían: «Éste expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, exigían de Él un signo que viniera del cielo.

Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si Yo expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes.

El que no está conmigo está contra mí; y el que no recoge conmigo desparrama.

Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: "Volveré a mi casa, de donde salí". Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio».

Palabra del Señor.

Reflexión:

Gal. 3, 7-14. Por medio de la fe hemos llegado a creer en Cristo como Señor; y esto no es fruto del cumplimiento de la Ley, sino un don de Dios a nosotros que nos hace ser Justos en Cristo Jesús. Creerle a Dios nos hace hijos de Abraham, el creyente. Pero esa fe nos pone en camino, pues el justo vivirá por ella. No podemos, por tanto, pensar que por nuestras buenas obras, consecuencia de nuestra fidelidad a la Ley, seremos justificados, sino que es Dios el que nos justifica; y esta justificación reclama nuestra fidelidad al Señor, pues el que persevere hasta el fin se salvará. El Señor nos pide creer en Cristo Jesús, clavado en un madero para librarnos de la maldición que pesaba sobre nosotros. Si le creemos a Dios entonces serán nuestros su perdón, su Vida y su Espíritu. Así alcanzamos a percibir que la Salvación no es consecuencia de nuestras obras, sino un don gratuito de Dios a nosotros. Por eso en un ambiente de oración humilde le hemos de pedir a Dios que nos conceda la gracia de saber vivir siéndole fieles, y no pensar que somos nosotros, con nuestra voluntad, los que logramos nuestra justificación. Confiemos en Dios, confiemos en su perdón, en su amor y en su misericordia, y dejémonos llenar de su Vida y de su Espíritu, que son los dones que Él ofrece a los que creen en su Santo Nombre.

Sal. 111 (110). Nos reunimos para alabar al Señor. No lo hacemos sólo por costumbre, sino de corazón, pues sus obras de amor y de misericordia hacia nosotros han sido grandiosas, especialmente al librarnos del pecado y de la muerte, por medio de su Hijo, hecho uno de nosotros. Quien contempla y comprende la obra de salvación de Dios por nosotros no puede continuar viviendo bajo el régimen del pecado, sino bajo el régimen de la gracia. Dios se ha convertido en Dios-con-nosotros. Por eso abramos nuestro corazón para que la salvación de Dios se realice plenamente en nosotros. No vivamos como hijos rebeldes, sino que, humildes y sencillos, escuchemos hoy la voz del Señor y no endurezcamos ante Él nuestro corazón. Roguémosle al Señor que nos conceda su gracia, su Fuerza de lo Alto, para que toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza de su Santo Nombre. Que nosotros seamos el mejor lenguaje a través del cual el Señor dé a conocer al mundo sus maravillas.

Lc. 11, 15-26. El reino de Satán ha llegado a su fin, pues ha llegado el Poderoso, que lo ata y lo arroja al abismo para que deje de perjudicar a los hijos de Dios. La expulsión de los demonios y los milagros son signos de que el Reino de Dios ha llegado ya a nosotros; de que Dios ha visitado a su Pueblo y nos ha librado de la mano de nuestros enemigos. Después del amor que Dios nos ha manifestado, entregando a su propio Hijo para librarnos de las ataduras al mal y al maligno, no podemos pedir una señal más para creer en Dios. El Dedo de Dios nos ha librado de nuestras esclavitudes; no volvamos a ser esclavos del pecado. El Señor nos quiere libres; nos quiere sus hijos amados; no queramos unir a Dios y al Demonio dentro de nosotros mismos. Si realmente creemos en Dios no nos quedemos sólo con exterioridades; es necesario que el Señor realmente habite en nosotros y nos ayude a vivir siempre como personas renovadas en su Sangre. Por eso acudamos al Señor con una oración sincera y pidámosle que nos ayude a vivir sin hipocresías la fe que hemos depositado en Él. Vayamos con lealtad tras las huellas del Señor.

El Señor jamás ha dejado de amarnos, a pesar de nuestras rebeldías. Él se ha llenado de misericordia para con nosotros y nos ha enviado a su propio Hijo para librarnos del pecado que nos ata al autor del mismo. Dios nos quiere como a hijos, a quienes ama con un amor infinito. En la Eucaristía vivimos el Memorial de la entrega de Dios por nosotros. En la Eucaristía acudimos al trono de la gracia para encontrar perdón y para encontrar vida nueva. Y Dios no nos rechaza, sino que nos recibe para restaurarnos y para revestirnos de su propio Hijo. Por eso hemos de aprovechar este momento en que Dios sale a nuestro encuentro y nos invita a hacer nuestros su Vida y su Espíritu. A partir de nuestro encuentro con el Señor iremos, con su mismo poder, a trabajar por hacer de nuestro mundo el principio del Reino de Dios entre nosotros, pues el reino del pecado irá desapareciendo del corazón de todos aquellos que inicien un auténtico camino de conversión, para encontrarse con Dios como Padre.

No cerremos los ojos ante toda la influencia del mal que ha afectado muchos sectores de nuestra sociedad. El Señor nos ha enviado a librar al hombre de sus diversas esclavitudes. No tengamos miedo ni nos desanimemos cuando veamos el trabajo tan intenso que tenemos los cristianos para sanear las diversas estructuras y ambientes sociales. Pareciera un trabajo imposible el trabajar por la justicia; el esforzarnos por implantar una economía más justa que no sólo enriquezca más a los que tienen todo, sino que vele también por los intereses fundamentales de las clases más desprotegidas. Vemos cómo se van minando muchos de los auténticos valores del hombre y que éste vive sólo en la periferia, buscando en lo pasajero una felicidad que no logra alcanzar, pues lo material no puede saciar las auténticas aspiraciones del hombre. La delincuencia organizada y el narcotráfico van segando muchas vidas, o las van dejando como vestidos rotos y sin rumbo fijo, hundidas en la depresión y en el estrés que, como un enemigo silencioso, ha destruido sus ilusiones y esperanzas. ¿Nos cruzaremos de brazos desalentados por una problemática que parece no tener salida, sino que va arrinconando cada vez más nuestra fe en un proceso de realización personal, dejando que los demás, si quieren se condenen, mientras nosotros aseguramos nuestra propia salvación? Los poderosos de este mundo son más hábiles en sus negocios que los hijos de la luz. ¿No podremos organizarnos como hijos de Dios, guiados por el Espíritu Santo, para iniciar un auténtico proceso de conversión que nos lleve a todos a reencontrarnos con la Verdad y el Bien, para que desde ahí podamos generar cambios en la vida personal, familiar y social? Necesitamos una conversión auténtica, no sólo hacia Dios, sino también hacia nuestro prójimo, hacia la fraternidad y hacia la solidaridad para trabajar en comunión por el Reino de Dios.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber aceptar con lealtad nuestro compromiso de fe para vivirlo tanto en el culto como en el esfuerzo diario por construir el Reino de Dios entre nosotros, no con nuestras débiles fuerzas, sino auxiliados por el Poder del Espíritu Santo. Amén.

Homiliacatolica.com


3-18. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

Jesús y el maestro de la ley entablan un diálogo lleno de viveza y que nos deja buen sabor de boca. En él hay algo más que desde hace algún tiempo se llama “química”, o también que esotro que llaman “feeling”. La química puede tener su importancia en el nivel erótico, y eso dicen algunos estudiosos; pero la relación entre las personas abarca otras áreas que trascienden con mucho la buena química que se pueda dar entre ellas. En concreto, cuando de lo que se trata es de nuestra vida teologal. Ésta asume todos los otros órdenes de la persona, pero los desborda. Y algo parecido sucede con el feeling. Una comunidad religiosa encontrará una base aceptable en ciertas afinidades naturales o culturales, pero no es ése el factor que le da sentido y le ha de dar su forma.
¿Qué sucede en este diálogo? Por parte del maestro de la ley, hay una búsqueda, que a lo largo del coloquio ahonda en los contenidos y se purifica en las motivaciones. Jesús, a su vez, se vale de un método en que implica activamente, desde el principio, al interlocutor. Podríamos decir que tiene su parecido con el famoso método socrático o “mayéutica”. Ésta consiste en ayudar al discípulo a descubrir por sí mismo la verdad que lo habita; para ello se formulan las cuestiones que acaben conduciéndolo a ese objetivo.
Jesús, además, al término del diálogo, emplaza al interlocutor a seguir un camino bien preciso: ser samaritano que se acerca a la gente malherida, tirada en la cuneta, marginada. Son palabras que hemos de acoger a escala personal, parroquial, eclesial. Nuestra vocación es la de ser personas samaritanas, parroquias samaritanas, Iglesia samaritana.

Cordialmente
Pablo Largo
pablolargo1@hotmail.com