JUEVES DE LA SEMANA 26ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Ne 8/01-04a. 05-06. 07b-12

1-1. Ver Ne 08, 02-04a. 05-06. 08-10


1-2.  

Leeremos una página capital para entender lo que es una «liturgia de la Palabra». En esta época, la ley de Moisés acaba de ponerse por escrito, gracias al intenso trabajo de los escribas. Se inaugurará una ceremonia que pasará a ser tradicional en las sinagogas y las comunidades cristianas.

Llegada la fiesta del séptimo mes, todo el pueblo se congregó como un solo hombre en la plaza situada frente a la puerta de las aguas.

El primer elemento de la liturgia es la asamblea. El culto verdadero, no es, en primer lugar el cumplimiento formal de unos ritos, es, ante todo, una comunidad reunida. La primera exigencia de una liturgia es estar juntos, codo a codo delante de Dios.

-Se pidió al escriba Esdras que trajera el libro de la Ley... En presencia de la asamblea, compuesta de hombres, de mujeres y de todos los niños con uso de razón. Esdras, vuelto hacia la plaza, hizo la lectura... Estaba de pie sobre un estrado de madera. Todo el pueblo le veía porque dominaba la asamblea.

Se realza pues la importancia del Libro, así como la del lector.

No se trata de un libro ordinario, ni de una lectura banal: se trata de una Palabra de Dios que se va a proclamar, con solemnidad .

Danos, Señor, da a todos los hombres el respeto de tu Palabra.

-Y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: "¡Amén! ¡Amén!" Luego se inclinaron y se postraron ante el Señor, rostro en tierra.

Cuando Dios habla, hay que responder. Y la respuesta normal es un asentimiento, un «sí». El «Amén» que hemos conservado del hebreo tiene ese significado.

Amén = «es verdad»... «es seguro»... Es el resumen mismo de la Fe, que es la respuesta del hombre a la revelación que Dios nos propone. Notemos que la asamblea no se contenta entonces con un mero asentimiento de los labios: todo el cuerpo participa de ese «sí» que proviene del fondo del ser. Se alzan las manos, luego todos se prosternan hasta el suelo.

Espectáculo que sorprende; cuyo sentido se ha perdido en nuestras iglesias occidentales llenas de sillas y de bancos. Los jóvenes HOY encuentran de nuevo esta expresión en la liturgia. Los pueblos africanos y asiáticos pueden enseñarnos algo, respecto a esto. ¡La asamblea de miles de musulmanes haciendo la gran postración es digna de ser contemplada!

-Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido para que los asistentes comprendieran la lectura.

Es esencial que la Palabra de Dios sea proclamada en la lengua propia de aquellos a quien va dirigida. ¡Dios habla para hacerse entender! De ahí la finalidad de las múltiples traducciones en todas las lenguas del mundo... y también la finalidad de los comentarios exegéticos y de las homilías que ayudan a comprender y aplicar la Palabra de Dios.

-«Ese día está consagrado al Señor, vuestro Dios; no estéis tristes ni lloréis.»

PD/EXIGENCIA:

Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley.

En efecto, la Palabra de Dios nos interpela. Nos revela nuestros pecados. Escuchar a Dios es oír unas exigencias infinitas que nos hacen sentir tanto más nuestras pobrezas.

-«Id y comed manjares suculentos, bebed bebidas aromatizadas y mandad una ración a quien no tiene nada preparado, Porque este día está consagrado a nuestro Dios: ¡la alegría del Señor es vuestra muralla y fortaleza!»

Domina ciertamente la alegría. ¡Una atmósfera de fiesta! La «alegría de Dios» ¿es de veras mi fortaleza?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 314 s.


1-3. /Ne/07/72b /Ne/08/01-18 ALIANZA/2-PARTES

El Israel vuelto del exilio tiene conciencia de un nuevo principio dentro de la continuidad de la historia de salvación. El pueblo ha vuelto a nacer después de la gran prueba. El recuerdo del primer nacimiento -la liberación de Egipto y la siguiente adquisición por parte de Dios por medio de la alianza del Sinaí- está vivo entre los restauradores. Y se compara la liberación de Egipto con la de la cautividad de Babilonia, que ya Isaías II había descrito como un nuevo éxodo. Hay que completarlo, pues, con la renovación de la alianza. Los primeros regresados habían hecho ya bastante con conservar el rescoldo del fuego sagrado de la esperanza, pero ahora, conseguida una cierta estabilidad, Esdras se dispone a hacerlo con toda solemnidad y convoca, en honor de Dios, una reunión festiva de todo el pueblo -qahal, ekklesía, iglesia-, la asamblea del pueblo congregada para el culto. Israel renueva, actualiza, la antigua alianza. Esto lleva consigo, como en la sinaítica (Ex 20,1-1/; 24,11 ) la proclamación de la ley y un sacrificio de comunión, una comida sagrada (8,1-8.9-12). Palabra y sacrificio de comunión, he aquí dos realidades litúrgicas íntimamente unidas. La reunión festiva de los cristianos, la liturgia eucarística -lectura de la palabra, comida sagrada-, continúa renovando la alianza definitiva entre Dios y los hombres en Jesucristo.

Notemos la importancia y el papel esencial que tiene la proclamación de la palabra.

Asistencia, versión en la lengua del pueblo, esfuerzo por penetrar el sentido -homilía, estudio asiduo, meditación profunda, oración humilde- son requisitos indispensables para una provechosa proclamación de la palabra. Esto ya se advierte en la asamblea de Esdras: «Leían el libro de la ley de Dios traduciéndolo y explicándolo para que se entendiese la lectura» (8,8). Después, la celebración de la fiesta de los tabernáculos (8,13-18) une todavía más la renovación de la alianza con los acontecimientos del Sinaí, cuando el pueblo habitaba en tiendas en el desierto.

Una actuación histórica -liberación de Egipto, liberación de Babilonia- fundamenta la alianza de Dios con el pueblo. La ley da las estipulaciones, pero no tiene sentido si no es en el marco de la alianza y de la historia. No es un absoluto. Dios es señor de la ley y los hombres son los beneficiarios dentro de las circunstancias siempre cambiantes de la historia.

El judaísmo posterior a Esdras -algunos ven su origen en la lectura solemne que Esdras hace de la ley- tenderá a hacer de esa ley un absoluto. Jesús se verá obligado a hacer una reordenación de valores (Mc 2,23-28).

R. VIVES
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 283 s.


2.- Jb 19, 21-27

2-1.

Ver lecturas de DIFUNTOS


2-2.

-¡Piedad, piedad de mí, vosotros mis amigos! ¿Por qué me perseguís, como hace Dios?

El rechazo de la consolación. ¡Callaos! No aumentéis mi pena. ¡Guardad silencio a mi alrededor!

-Quisiera que se escribiera lo que voy a deciros, que mis palabras se grabaran sobre bronce con punzón de hierro y con buril, que para siempre en la roca se esculpieran.

Job es consciente de que lo que ahora dirá es decisivo.

Sus palabras han sido elegidas por la Iglesia para una de las Lecturas de la liturgia de difuntos: cinco siglos antes de Jesucristo; ¡realmente son notables!

-Sé que mi libertador está vivo, y que al final se levantará sobre el polvo de los muertos.

Job se halla a las puertas de la muerte. No ha ganado su pleito. Desea que, por lo menos, sus palabras queden grabadas de modo definitivo sobre un material indestructible, para que, algún día después de su muerte, el proceso pueda continuarse. En efecto, hay que afrontar la muerte misma para descubrir el sentido último del sufrimiento.

La respuesta final a la cuestión, no está "aquí abajo".

Hay que esperar hasta «el final» para juzgar la obra de Dios.

-Tras mi despertar me mantendré en pie y con mis ojos de carne veré a Dios.

¿Cómo no ver en esas palabras el anuncio de la resurrección?

Vimos ayer que la respuesta de Job a la pregunta: «¿por qué existe el mal, el sufrimiento y la muerte?» era: «el mal es incomprensible, pero soy demasiado débil para comprender, y quiero confiar en Dios que ha hecho cosas tan buenas y tan hermosas». Aquí su pensamiento ha progresado, hasta el punto de creer que nada es imposible a Dios... Incluso la muerte no puede ser un obstáculo a Dios... Más todavía: si todas las apariencias terrenas me dicen lo contrario, yo continúo creyendo en Dios». La fe es una apuesta, un salto en lo desconocido total, pero confiando también totalmente en «aquel a quien me he confiado».

-Sí, yo mismo veré a Dios y cuando mis ojos le mirarán, El no se apartará de mí.

El punto final será allá, y sólo allá y no antes.

HoY, en efecto, la «obra de Dios» está inacabada. Hay que esperar el final.

Y Job llega a pensar que el horizonte no se iluminará aquí abajo; que no ganará el proceso antes de morir: a pesar de todo, sigue esperando... a pesar de todo, espera una salvación... a pesar de todo espera la felicidad...

Pero es más allá de la muerte, cuando todo quedará iluminado.

El que confía en Dios afrontando la muerte, lanzándose a lo desconocido de la muerte... este tal, no cae en la nada, sino en las manos del Padre y cara a cara con ese Padre: «¡veré a Dios, con mis ojos, y El no se apartará de mí!» Así lo hizo Jesús: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. »

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 314 s.


2-3. /Jb/19/01-29

Job contesta a Bildad, no exactamente a sus palabras, ya que éstas, como dijimos al comentarlas, no aportan nada nuevo. Se sirve del discurso de Bildad para dar un paso más en su teodicea. No son las potencias del mal, contra lo que cree Bildad, las que han reducido a Job a la situación de castigo de sus pecados; es toda la creación la que está sometida a juicio. Es decir, la sentencia tradicional de los sabios no sirve, porque en este mundo son castigados también los inocentes; y Job, como buen oriental, no matiza y echa la culpa a Dios. En realidad, lo que se debe poner en duda es el concepto que los amigos tienen de Dios. Es demasiado sencillo ver en el mal una obra de las potencias enemigas de Dios; eso es maniqueísmo.

La situación de Job es triste. Su mujer le desprecia, los siervos no le obedecen, los niños le desdeñan, y él pide piedad. Pero él, consciente de su inocencia -eso es lo que da sentido al drama-, querría que sus palabras se grabaran en roca para que se conservaran eternamente. En cualquier caso, hay que darle la razón.

A partir del v 25 leemos el gran acto de fe de Job que la liturgia aplica, en la misa de los difuntos, a la esperanza de la salvación. Las palabras de Job no tienen exactamente el sentido que les da la liturgia, como tampoco hay que ver a Jesús en el vocablo goel. Según Lv 25,25, goel es el que puede hacer valer un derecho: «Si un hermano tuyo se arruina y vende parte de su propiedad, vendrá el rescatador (goel), su pariente más próximo, y rescatará lo vendido por su hermano". Según esto, Job desea que se examine su causa, aunque sea después de la muerte. El autor del libro desconoce en realidad la resurrección.

Habrá que esperar hasta el libro atribuido a Daniel para que esta idea entre en el AT. La fuerza de Job está precisamente en que espera en Dios sin conocer una recompensa en la otra vida. Pese a que sólo piensa en la vida umbrátil del sheol, Job quiere ver el triunfo de su causa.

Así el libro de Job preludia la idea de la resurrección y, sobre todo, aclara el concepto de Dios: Dios no se reduce a nuestras pobres concepciones, con frecuencia interesadas. La derrota de los amigos y de sus miras interesadas es evidente.

J. MAS-BAYÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 305 s.


3.- Lc 10, 1-12

3-1.

Ver primera parte del evangelio del DOMINGO 14C


3-2.

-Entre sus discípulos, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir El.

Lucas es el único que nos relata esta misión de los setenta y dos discípulos. Mateo cuenta aproximadamente las mismas cosas, pero a propósito de una misión de los Doce (Mateo 9, 37; 10, 15). Lucas también dejó escrito una misión equivalente a los Doce (Lucas 9, 1-6). El evangelista debió encontrarse con dos tradiciones diferentes y relató los dos acontecimientos, no muy distantes el uno del otro, y sin duda para resaltar que la misión no es exclusiva de los Doce.

-"La mies es abundante y los braceros pocos; por eso rogad al dueño de la mies que mande obreros a su mies".

La visión de Jesús es muy amplia. El campo misionero se extiende hasta los extremos de la tierra. Jesús considera la abundancia de esa mies; el gran número de los que se aprestarían a vivir el evangelio. ¿Estoy yo realmente persuadido de la abundancia de esa mies? ¿Permanezco atento, a mi alrededor a los signos positivos que manifiestan que son muchas las personas que estarían dispuestas a acoger a Jesús? Pero faltan obreros... obreros prestos a entrar en el absoluto, propio de la vocación divina, tal como quedó expresada ayer.

De entrada y ante esa falta de obreros -que no es sólo una deficiencia de nuestra época- ¡Jesús llegó a la única solución... la oración! Es para El evidente que la vocación apostólica es una gracia, un don de Dios. Más tarde dirá san Pablo: "Es por la gracia de Dios que soy lo que soy" (1 Corintios 15, 10). En mi plegaria ¿ruego por las vocaciones?

-Id, mirad que os envío como corderos entre lobos.

Las consignas de Jesús no son en primer lugar unas recomendaciones de orden doctrinal y no se refieren principalmente al contenido de la fe que hay que enseñar. Son consignas que versan sobre el comportamiento de los predicadores de la Palabra, sus actitudes concretas, su indumentaria, sus provisiones. ¿Por qué? Sin duda porque, para Jesús, la "misión es ante todo un acontecimiento, un "acto". Los misioneros anuncian el Reino de Dios ante todo por su modo de vivir.

Primera consigna: no-violencia. Los "enviados de Dios", los misioneros, en primer lugar son hombres "indefensos", "corderos" entre lobos. Con ello indican ya que su fuerza no está en ellos... que no han ido para forzar la adhesión, sino para suscitar una adhesión libre.

-No llevéis bolsa, ni alforja ni sandalias; y no os paréis a saludar a nadie por el camino. Segunda consigna: pobreza. Con ello los "enviados" dicen que no cuentan principalmente con los medios humanos... y que no hay que dar excesiva importancia a los valores del mundo presente: el objetivo final de nuestra vida no se encuentra aquí abajo...

Efectivamente, ¿por qué tanta preocupación por las seguridades terrestres? La proximidad del Reino que se acerca rápidamente hace irrisorias todas las seguridades. Y el anuncio de esa proximidad es tan urgente que no se debe perder tiempo en saludos ceremoniosos, como suelen hacerlo los orientales...

-Cuando entréis en una casa, lo primero, saludad: "Paz a esta casa". Si hay allí "gente de paz", la "paz que les deseáis", se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros.

Tercera consigna: la paz, la alegría. Una comunicación de paz y de alegría.

Hay que volver a leer y a meditar de nuevo esas fórmulas admirables y, a su luz, revisar nuestra vida.

-Curad a los enfermos que haya en la casa o en la ciudad donde estéis y decid a los habitantes: "Ya os llega el reino de Dios".

Cuarta consigna: hacer el bien, apartar el mal. aliviar...

Quinta consigna: Sobre todo ¡el Reino de Dios! ¡Que Dios reine!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 206 s.


3-3.

1. (Año I) Nehemías 8,1-12

a) Con la diligente colaboración de Nehemías y de Esdras y de los levitas, se llegó a una reconstrucción humana y religiosa de aquella generación que había vuelto del destierro bastante tocada en su identidad social y religiosa.

Aquella asamblea de Jerusalén, de la que hoy leemos un resumen -en el libro de Nehemías ocupa los capítulos 8-10- es un acontecimiento fundamental en la historia de Israel: la solemne renovación de la Alianza.

Una página espléndida, llena de sentido para el futuro:

- se reune la gran asamblea,

- todos escuchan con atención el libro de la Alianza, que proclama el sacerdote Esdras,

- se dividen en grupos y los levitas van explicando a todos el sentido de lo que acaban de leer,

- la gente se llena de alegría y llora de emoción al escuchar esta Palabra,

- y lo celebran después con comida y bebida y una gran fiesta.

b) Da un poco de envidia el que aquel pueblo se congregara con tanto entusiasmo a escuchar la Palabra que tenían un tanto olvidada, y que los levitas lograran explicárselo "de forma que todos comprendieron la lectura".

Ahora escuchamos la Palabra, por ejemplo en la Eucaristía, sin tanta emoción. Y tampoco parece tan eficaz el ministerio de los monitores que la presentan o de los lectores que la proclaman o de los predicadores que la explican y aplican.

Sin embargo, eso es lo que Dios quiere. Jesús dijo que la Palabra es una semilla que tiene que producir fruto en nosotros. Sin la solemnidad de aquella ocasión, pero sí con la constancia de la Eucaristía celebrada cada domingo -o cada día- y con la pedagogía de una oportuna homilía, la Palabra de Dios va iluminando nuestro camino y dándonos fuerza para ir mejorando nuestra vida.

En esta tarea privilegiada de la evangelización, todos aportan su colaboración: el sacerdote y los lectores y los catequistas. Ojalá también ahora el pueblo cristiano pueda sentir una profunda alegría "porque han comprendido lo que les han enseñado". No se trata de anunciar cosas peregrinas: de la Palabra de Dios es de donde nos viene la luz y la alegría y la libertad. Como dice el salmo de hoy, "los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón... y dan luz a los ojos".

1. (Año II) Job 19,21-27

a) Sigue doliendo la llaga, aunque Job reafirma su inocencia, contra las dudas de sus contertulios, que quieren convencerle de que los males que le afligen se deben a sus pecados.

Y prorrumpe en una queja desgarradora: "piedad, piedad de mí, amigos míos, que me ha herido la mano de Dios", "desfallezco de ansias en mi pecho".

En el fondo Job tiene fe en Dios, y aunque en el AT todavía no tenían idea clara de la otra vida, él se fía de Dios y de alguna manera parece intuir ya lo que nos revelará más plenamente el NT: "sé que está vivo mi redentor... y veré a Dios". Este "redentor" o "vengador" es la figura del "goel" (cf. Lv 25,25), que es el pariente más próximo que sale en defensa de una viuda o de un huérfano o de uno que ha sido tratado injustamente.

b) En el Leccionario de las exequias cristianas aparece esta lectura de hoy. Nosotros sí que podemos con razón decir: "sé que mi Redentor vive". Para nosotros, nuestro dolor y nuestra muerte tienen su sentido más profundo en nuestra solidaridad con Cristo Jesús, en nuestra comunión de destino con él. Por el Bautismo ya fuimos incorporados a su Pascua, a su muerte y a su resurrección. A las dos cosas. No sólo al dolor. También a la vida. No sólo a la vida, también al misterio del dolor.

Esto ilumina la vivencia de los momentos difíciles y nos ayuda a poder comunicar a otros nuestra fe y nuestra esperanza. Cuando nos encontramos cerca de alguien que sufre, que tal vez se rebela contra Dios, ¿cómo le ayudamos? ¿como los amigos de Job que, en vez de ayudarle, le hunden más? ¿pretendemos darle argumentos imposibles o le transmitimos ánimos con nuestra presencia y nuestra ayuda? ¿sabemos infundir esperanza con nuestra cercanía humana y con nuestro testimonio de fe? Jesús, en su crisis de Getsemaní, buscó la amistad y la cercanía de Pedro, Santiago y Juan, pero no la encontró. Estaban dormidos.

¿Nos enteramos de cuándo alguien necesita nuestra cercanía?

El salmo, una vez más, nos quiere infundir sentimientos de fe y confianza en Dios. No entendemos el misterio del mal o el de la muerte, pero sí sabemos confiar en Dios, que es siempre Padre: "espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro... Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor".

2. Lucas 10,1-12

a) Jesús se hace ayudar en su misión. Esta vez elige y envía a 72 discípulos (según algunos códices son 70: no importa mucho la diferencia) para que vayan de dos en dos a prepararle el camino.

Ante todo quiere que recen a Dios, pidiéndole que envíe obreros a recoger la cosecha, porque "la mies es mucha y los obreros pocos". Es hermosa la comparación de los braceros que trabajan en la siega. En otras ocasiones, Jesús habló de los pescadores que recogen una gran redada de peces.

A estos misioneros les da unos consejos parecidos a los que daba el miércoles de la semana pasada a los doce: sin alforjas ni sandalias, sin entretenerse por el camino saludando a uno y a otro, dispuestos a ser bien acogidos por algunos, y también avisados de que otros los rechazarán. Ellos, con eficacia y generosidad, deben seguir anunciando que el Reino de los cielos está cerca.

b) ¡Poneos en camino! La invitación va ahora para nosotros, para tantos cristianos, sucesores de aquellos 72, que intentamos colaborar en la evangelización de la sociedad, generación tras generación. Todo cristiano se debe sentir misionero. De forma distinta a los doce y sus sucesores, es verdad, pero con una entrega generosa a la misión que nos encomiende la comunidad.

Los que nos sentimos llamados a colaborar con Dios en la salvación del mundo, haremos bien en revisar las consignas que nos da Jesús:

- tenemos que rezar a Dios que siga suscitando vocaciones de laicos comprometidos, de religiosos, de ministros ordenados, para que se pueda realizar su obra salvadora con los niños, los jóvenes, la sociedad de nuestro tiempo, los mayores, los enfermos, los pueblos que no conocen a Cristo; ante todo, rezar, porque es Dios quien salva y quien anima a la Iglesia misionera;

- se nos avisa que vamos "como corderos en medio de lobos": no nos han prometido que seremos acogidos por todos;

- no debemos llevar demasiado equipaje, que nos estorbarla; un testigo de Jesús (la Iglesia) debe ser sobrio y mantenerse libre, para poder estar más disponible para la tarea fundamental;

- el encargo es tan urgente que no podemos perder el tiempo por el camino, en cosas superfluas: ciertamente no nos está diciendo Jesús que no saludemos a los demás: él, que siempre tenía tiempo para atender a todos; sino que no nos perdamos por caminos laterales, porque es urgente la tarea principal;

- lo importante es que vayamos anunciando: "está cerca de vosotros el Reino de Dios", y comunicando paz a las personas;

- si nos rechazan, tampoco tenemos que hundirnos, ni tomarnos la justicia por nuestra mano, condenando a derecha e izquierda: ya se encargará Dios, a su tiempo, del juicio. .

Jesús nos dice día tras dia: ¡poneos en camino!, id, anunciad que el Reino de Dios está cerca. Sin pereza, con sencillez, con ánimo gratuito y no interesado, con serenidad en las dificultades, alegres por poder colaborar en la obra salvadora de Dios, como mensajeros de su paz.

"El pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley: habían comprendido lo que les habían enseñado" (1ª lectura I)

"Yo sé que está vivo mi Redentor" (1ª lectura II)

"Poneos en camino. Os mando como corderos en medio de lobos" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 128-132


3-4.

Jb 19, 21-27: Amigos indolentes

Lc 10, 1-12: La misión de la comunidad

El evangelio de Lucas, a diferencia de Marcos y Mateo, destaca la participación del grupo mayor de discípulos. Jesús envía un grupo de 72 discípulos a anunciar el evangelio en tierra samaritana. Esta tierra estaba proscrita para los Maestros de la ley y todos los judíos fieles. Jesús saltándose las divisiones étnicas y los conflictos entre el pueblo samaritano y el pueblo Judío, decide comunicar la Buena Nueva a todas las gentes. Para alcanzar este objetivo se apoya en la comunidad de discípulos que sale por mandato de Jesús del mismo modo que antes habían salido el grupo de los doce.

El grupo de los 72 representa a toda la comunidad que asume el llamado de Jesús y la misión como un asunto definitivo. Por eso, las exigencias que Jesús les plantea tienden a optimizar el servicio. Para que esto sea así, los discípulos deben ir ligeros de equipaje, no sea que la mucha carga los retarde. Deben ir en actitud de oración ("Rueguen al Señor de la mies") pues no van en plan de conquistadores sino como testigos del resucitado. Deben ser conscientes de los peligros que van a encarar, pues no van a un mundo de ángeles, sino a enfrentar la dureza del corazón humano. Deben ser mensajeros y realizadores de la Paz, pues el Evangelio debe ser anunciado por pacifistas y no por guerreros. Deben adaptarse a las condiciones de los evangelizados, insertándose en sus condiciones de vida, pues van a anunciar como pobres la buena Noticia de Dios para los pobres.

Nosotros hoy como Iglesia debemos ser plenamente conscientes de nuestra misión. Pues, la evangelización no es obra exclusiva de insignes. La misión es la vocación y tarea de toda la comunidad cristiana. Si la comunidad vive en una populosa ciudad, debe formar misioneros urbanos, como Pablo. Si vive en el campo, debe formar misioneros rurales como lo fueron algunos de los discípulos de Jesús.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Hay dos rayos de luz que saltan de la Palabra de hoy. El primero viene del libro de Job. Es un grito de esperanza en medio de la prueba que vive: "Ya sin carne veré a Dios; yo mismo lo veré, mis propios ojos lo verán". ¿Cómo es posible mantener este grito cuando se ha bebido la copa del sufrimiento? Las palabras de Job son como un anticipo de las palabras finales de Jesús: "Padre, en tus hermanos encomiendo mi espíritu".

El segundo rayo de luz es un mensaje de Jesús dirigido a los discípulos de todos los tiempos: "¡Poneos en camino!". A veces soñamos con tener todo claro para tomar una decisión. Pero esperar a ver con claridad nos paraliza. La luz se hace caminando. Porque cada vez que nos ponemos en camino, Él -como nos recuerda el relato de Emaús- "se pone a caminar con nosotros".

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

ELECCION Y MISION DE LOS SETENTA

«Después de esto, el Señor designó a otros Setenta» (10,la). En paralelo con la elección y misión de los Doce, Lucas, y solamente él, narra la designación y la misión de los Setenta. Puede muy bien afirmarse que esta segunda llamada es una creación de Lucas. Los evangelistas son muy libres no sólo en la elección de los materiales, sino en la creación de nuevas situa­ciones, escenas o discursos, con tal de adaptar el anuncio del mensaje a la nueva situación que viven sus comunidades, al tiempo que reflejan los problemas del presente. No redactan una crónica, con noticias como las que nos sirven los periódicos, la radio o la televisión. Quieren comunicar una «buena noticia» (¡de malas noticias ya tenemos bastantes!), una noticia que les ha afectado profundamente y que se ha traducido en una expe­riencia de vida. Por eso Lucas, una vez que ha sido proclamada la buena noticia de Jesús a hombres que no tenían nada que ver con el judaísmo y ha encontrado entre los paganos una acogida sin igual, trata de averiguar los motivos que han producido ese impacto situando la escena -mediante el procedimiento literario del doblete- en el tiempo de Jesús. Se anticipa así la respuesta que éste habría dado, si hubiese estado presente, ante aquella situación completamente nueva. En el fondo, es una muestra fehaciente de la conciencia que tiene la comunidad de que Jesús está vivo y de que sigue hablándole, como decía san Ignacio, el obispo de Siria, a los cristianos de Efeso: «Vosotros no hagáis caso a nadie más que a Jesús Mesías, que sigue hablándoos realmente» (Ef 6,2).

Valiéndose de la misión de los Doce (6,13) como de paradig­ma, Lucas redacta ahora una nueva bajo el signo de la universa­lidad, a fin de dar perfiles definidos a la nueva llamada de discí­pulos que acaba de realizar en territorio samaritano (9,57-62). La misión de los Doce, tanto en territorio judío (9,1-10) como en territorio samaritano (9,52-53) -si bien, como es obvio, por razones opuestas-, ha sido un verdadero fracaso. Jesús, sin embargo, no se desanima. «Después de esto», de la llamada de nuevos discípulos (tres también -cf. 5,1 - 11-, pero anónimos), «designó el Señor a otros Setenta», además de los Doce. Mientras aquéllos ejemplificaban el nuevo Israel (las doce tribus), los se­tenta tenían que representar la nueva humanidad (según el cóm­puto judío, las naciones paganas eran en número de setenta). «El Señor» hace referencia al Resucitado. (La variante «Setenta y dos», contenida en numerosos manuscritos y adoptada por muchos traductores, constituye un intento de reconducir la aper­tura a la universalidad, esbozada en el número «siete/setenta», al recinto de Israel, delimitado por un múltiplo de «doce».



LA MISION DE LOS SETENTA, UN EXITO SIN PRECEDENTES

Jesús los envía «de dos en dos» (10,lb), formando un grupo o comunidad, con el fin de que muestren con hechos lo que anuncian de palabra. «La mies es abundante y los braceros po­cos» (10,2a). La cosecha se prevé abundante, el reinado de Dios empieza a producir frutos para los demás. Cuando se comparte lo que se tiene, hay de sobra: ésta es la experiencia del grupo de Jesús. No hacen falta explicaciones ni estadísticas: la presencia de la comunidad se ha de notar por los frutos abundantes que produce. Faltan braceros, personas que coordinen las múltiples y variadas actividades de los miembros de la comunidad, anima­dores y responsables, para que los más necesitados participen de los bienes que sobreabunden. Restringir el sentido de «brace­ros» a sacerdotes, religiosos o misioneros es empobrecer el texto y la mente de Jesús. Es necesario que haya gente, seglares o no, que tengan sentido de comunidad, que velen para que no se pierda el fruto, que lo almacenen y lo repartan. La comunidad ha de pedir que el Señor «mande braceros a su mies» (10,2b). Pedir es tomar conciencia de las grandes necesidades que nos rodean y poner los medios necesarios, quiere decir confiar en que, si se está en la línea del plan de Dios, no puede haber paro entre las comunidades del reino.



EL RIESGO DE SER ENVIADO

«¡Id! Mirad que os envío como corderos entre lobos» (10,3). Toda comunidad debe ser esencialmente misionera. La misión, si se hace bien, encontrará la oposición sistemática de la sociedad. Esta, al ver que se tambalea su escala de valores, usará toda clase de insidias para silenciar a los enviados, empleando todo tipo de procedimientos legales. Los enviados están indefensos. La defensa la asumirá Jesús a través del Espíritu Santo, el Abogado de los pobres. «No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias» (10,4a). Como en la misión de los Doce, Jesús insiste en que los enviados no confien en los medios humanos. Han de compartir techo y mesa con aquellos que los acogen, curando a los enfermos que haya, liberando a la gente de todo aquello que los atormente (vv. 5-9a). La buena noticia ha de consistir en el anuncio de que «Ya ha llegado a vosotros el reinado de Dios» (10,9b). Empieza un orden nuevo, cuyo estallido tendrá lugar en otra situación. El proceso, empero, es irreversible. La comunidad ya tiene expe­riencia de ello.

«Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a las calles y decidles: "Hasta el polvo de este pueblo que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos; ¡para vosotros! De todos modos, sabed que ya ha llegado el reinado de Dios"» (10,10-11). Nada de venganzas ni de compromisos, nada de amenazas ni de Juicios de Dios. «Sacudirse el polvo de los pies» significa romper las relaciones, pero sin guardar odio. Hay mucho campo para correr. El sentido de fracaso es extraño a los enviados.

COMENTARIO 2

El mensaje del Reino es anuncio y expresión gozosa de la realización de la comunión entre los hombres. Este anuncio exige de sus portadores hacer presente las señales que acompañan la presencia del Reino entre los hombres. Participación de la vida con el compartir del mismo alimento, y triunfo sobre el dolor producido por las marginaciones existentes en la vida de los hombres.

Pero junto al gozo que experimentan los enviados de Dios y de Jesús cuando ese anuncio recibe la acogida esperada, éstos deben estar dispuestos a saber aceptar la incomprensión y el rechazo que les serán inherentes por parte de aquellos que conducen una estructura social construida al margen y en oposición a los valores del Reinado de Dios.

Por ello la Palabra del mensajero que es primeramente anuncio, debe inevitablemente convertirse en palabra de denuncia dolorida ante las estructuras y comportamientos que ponen obstáculo a la realización de una convivencia humana más de acuerdo al querer de Dios.

Frecuentemente el enviado tendrá la responsabilidad de señalar con sus palabras y con sus gestos la incompatibilidad existente entre los valores anunciados y los egoísmos sobre los que frecuentemente los hombres han construido toda la estructura social.

Esta incompatibilidad coloca al enviado en una posición de enfrentamiento respecto a los valores sociales predominantes y, debe estar dispuesto a asumir la dolorosa separación que este enfrentamiento puede producir a su alrededor.

La Palabra y el gesto del misionero asume entonces la forma de queja dolorida ante la incomprensión del designio salvador de Dios y en lamento por la suerte de la condena inherente al pecado de Sodoma y de toda ciudad que se cierra a su salvación.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

Jesús, elige a setenta y dos para el servicio del Reino. Éstos, junto a los Doce y a las mujeres que le siguieron, se convierten en los primeros anunciadores universales de la Buena Noticia. Jesús, no hace distinción entre los setenta y dos, los Doce y las mujeres. Para Jesús, de todos es la tarea del Reino.
La exigencia del Reino no es de una clase apartada, llámese eclesial, religiosa o laical. El Reino es una realidad que compromete a todo hombre y a toda mujer que desde su libertad da un sí definitivo a Dios, para hacer de esta historia un espacio de revelación y de salvación.
El envío de los setenta y dos tiene como horizonte fundamental el Reino de Dios. Éste constituye el contenido de toda predicación cristiana y el horizonte que jamás debemos perder de vista cuando nos referimos a la acción de la Iglesia en el mundo. Los setenta y dos se disponen al seguimiento. Saben que la caminata será difícil y traerá contratiempos. Pero saben asumir el reto y confían plenamente en el Padre de Jesús, que siempre los estará acompañando y siguiendo, por pedregoso que sea el camino.
Jesús, les exige a los setenta y dos desprendimiento de ellos mismos y que vivan la experiencia en inseguridad. Estas dos exigencias, llevan a que cada uno ponga la confianza sólo en Dios y a que todo lo que hagan, lo hagan en nombre de ese Padre misericordioso, "que quiere que todos los hombres y mujeres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad".
La misión encargada a los setenta y dos por Jesús, exige prisa: no tienen que perder tiempo. El Reino apremia y necesita ser proclamado por todas partes y a toda persona, y de forma urgente. Este Reino se inicia con la vida de Jesús, y debe extenderse para que la Creación llegue a su plenitud.
Nosotros también tenemos un compromiso con el Reino. Debemos echar mano de todo nuestro empeño, abandonar nuestros egoísmos, dejar la autosuficiencia y ponernos en las manos de Dios para que el Reino acontezca aquí y ahora.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. Jueves 2 de octubre de 2003
 
Neh 8, 1-12:La nueva ley
Salmo responsorial: 18, 8-11
Lc 10, 1-12: Envío de los 72 discípulos

Jesús va de camino con sus discípulos hacia Jerusalén y durante este largo viaje, aprovecha para designar a otros 72 discípulos y enviarlos de dos en dos, con la tarea misionera de preparar el sitio por donde Él iba a pasar. Les da estas recomendaciones:

- Dios quiere que cambien las relaciones entre los seres humanos; que todos se vean como iguales y se traten como hermanos; por eso tienen que vivir como una familia, sin competencias, sin ambiciones. El Reino no es tarea para gente solitaria; por eso les envío de dos en dos, para que se ayuden, se confronten, se complementen.

- El Reinado de Dios que van a anunciar va a vencer al mal y a la muerte. Ustedes se van a enfrentar con los demonios y los van a vencer; van a tener poder para curar, para acabar con las consecuencias del dominio del mal sobre el pueblo, porque lo que el Padre quiere es que tengan vida en abundancia.

- En el Padre deben poner toda su confianza, más que en los medios humanos. Eso es condición fundamental para quien quiera colaborar con el Reino. Por eso, cuando salgan a algún pueblo no lleven nada de dinero, nada más un vestido, unas sandalias, un bastón. Esa pobreza les dará libertad y será un testimonio más grande que mil palabras, de que el Reino no se impone por la fuerza, sino que se ofrece desprovisto de todo poder, inerme, como el amor. También deben aprender a confiar en la comunidad a la que vayan. Quédense, pues, en la primera casa que entren, hasta que termine su trabajo en ese pueblo. Ustedes miraran por ellos, y ellos mirarán por ustedes. Así se irán reconstruyendo las relaciones y la confianza entre ellos, que es lo que Dios quiere.

- Cuenten con que a todos no les va a gustar lo que ustedes digan o hagan, porque al llegar Dios a reinar, van a cambiar muchas cosas que están mal, y eso va a incomodar a los que viven a costa de los demás. Cuando los rechacen y no los quieran escuchar, sálganse de ese pueblo y sacúdanse hasta el polvo que se les haya pegado a la planta de los pies, como testimonio de protesta contra ellos.

Lo fundamental que deben tener en cuenta los discípulos de Jesús es que están trabajando en la construcción del Reino de Dios, no por su propio reino. Y llenos de entusiasmo se fueron todos, de dos en dos, a predicar que el Reino estaba presente, anunciaron el perdón y la conversión, expulsaron a los demonios, ungieron con aceite a muchos enfermos y los curaron. Nosotros, como los discípulos, nos tenemos que poner en camino para anunciarle al mundo que el Reino de Dios esta presente, y que por lo tanto, es urgente que nos convirtamos y asumamos el compromiso de construir una nueva sociedad, donde se hagan realidad los valores del Reino.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-9. 2003

LECTURAS: NEH 8, 1-4a. 5-6. 8-12; SAL 18; MT 18, 1-5. 10

Neh. 8, 1-4a. 5-6. 8-12. El pueblo se ha reunido para recordar el camino por el desierto, cuando sus padres habitaron en tiendas de campaña y recibieron la Ley por medio de su santo siervo Moisés. Ante la Lectura de las palabras que contienen la Ley de Dios, y ante la explicación de la misma, el Pueblo reconoce que no ha sido fiel al Señor, y se entristece y llora. Pero hay que celebrar al Señor que ha sido misericordioso con su Pueblo; que ha levantado su castigo contra él y, como signo de su perdón, le ha reinstalado en la tierra prometida. Por eso hay que alegrarse en el Señor y celebrarlo, pues celebrar al Señor es nuestra fuerza. Pero no basta con alegrarse con el Señor. Si en verdad hemos vuelto a Él necesitamos, finalmente, volver la mirada hacia los que nada tienen y compartir con ellos nuestros alimentos y lo que tengamos. Quien escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica; quien no sólo ama a Dios sino también a su prójimo; quien en el amor al prójimo no se limita con respetarle sino que procura su bien, ese ha comprendido las cosas que el Señor nos ha enseñado por medio no sólo de su Palabra, sino por medio de su mismo ejemplo, pues, hecho uno de nosotros, salió al encuentro del pecador para perdonarlo, y al encuentro del necesitado para socorrerlo.

Sal.18. Por medio de su Ley el Señor ha iluminado el camino del creyente. Por eso hemos de conocerla y meditarla para convertirnos en sabios y llegar a vivir con rectitud del corazón. El Señor nos ha indicado que quien quebrante uno de estos mandamientos, el más mínimo, y enseñe eso a los demás, será el más despreciable en el Reino de los cielos. Sabemos que la salvación nos ha llegado por medio de Jesucristo; mas no por eso debemos dejar de meditar su Palabra y ponerla en práctica, pues la Ley nos ayuda a manifestar, con obras, la salvación que Dios nos ha concedido, amando a Dios sobre todas las cosas y amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

www.homiliacatolica.com


3-10. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Job 19, 21-27 Yo sé que está vivo mi Redentor
Salmo responsorial: 26, 7-8a. 8b-9abc. 13-14 Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Lc 10, 1-12: Paz a esta casa.

Los primeros mensajeros enviados, elegidos de entre los doce, han fracasado en su misión entre los samaritanos. Jesús decide nombrar a otros setenta, número de las naciones paganas de la tierra. Estos seguidores no son de origen judío, sino samaritano, eslabón intermedio entre Israel y el mundo pagano. Y a ellos Jesús les da, como a los doce, unas instrucciones, básicamente iguales, con algunos añadidos peculiares.

Comienza Jesús constatando que hay una mies abundante, aunque los braceros son pocos; de ahí que sea necesario orar para que Dios envíe más braceros a la mies, que se sumen a estos setenta, de modo que la cosecha pueda ser recogida en su totalidad. A los setenta los envía como corderos (animal manso, sumiso y poco agresivo) entre lobos feroces (imagen de la hostilidad del mundo al mensaje del evangelio). La misión estará asediada de peligros y adversarios.

La palabra profética de Isaías 11, 6 hace esperar en todo caso que un día “el lobo habitará con el cordero” y surgirá una nueva humanidad. Como los doce, no deben llevar ni bolsa, ni alforja; tampoco sandalias, pues deben ir por el mundo como si estuviesen en el templo, puesta su confianza y su seguridad en Dios. La misión es urgente (hay que llegar a la ciudad y a la casa cuanto antes), por lo que no se debe perder el tiempo por el camino en saludos interminables. Los misioneros cristianos son portadores de paz en el sentido pleno que esta palabra hebrea (shalom) tiene, o lo que es igual, de progreso, bienestar, desarrollo y todo ese cúmulo de condiciones que hacen la vida humana plenamente satisfactoria. La acogida que reciban deben considerarla como el salario de su trabajo. Al entrar en cada pueblo deben compartir la mesa que le ofrezcan y curar a los enfermos en correspondencia por la acogida y como prueba de la presencia de la cercanía del reinado de Dios. En ningún caso deben andar cambiando de casa, porque lo que cuenta no es el confort o el lujo de la casa donde han sido acogidos. Si no lo son, deben considerarlos como si fuese paganos, anunciándoles igualmente la cercanía del reinado de Dios.


3-11.

Comentario: Rev. D. Ignasi Navarri i Benet (La Seu d'Urgell-Lleida, España)

«Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies»

Hoy Jesús nos habla de la misión apostólica. Aunque «designó a otros setenta y dos, y los envió» (Lc 10,1), la proclamación del Evangelio es una tarea «que no podrá ser delegada a unos pocos “especialistas”» (Juan Pablo II): todos estamos llamados a esta tarea y todos nos hemos de sentir responsables de ella. Cada uno desde su lugar y condición. El día del Bautismo se nos dijo: «Eres Sacerdote, Profeta y Rey para la vida eterna». Hoy, más que nunca, nuestro mundo necesita del testimonio de los seguidores de Cristo.

«La mies es mucha, y los obreros pocos» (Lc 10,2): es interesante este sentido positivo de la misión, pues el texto no dice «hay mucho que sembrar y pocos obreros». Quizá hoy debiéramos hablar en estos términos, dado el gran desconocimiento de Jesucristo y de su Iglesia en nuestra sociedad. Una mirada esperanzada de la misión engendra optimismo e ilusión. No nos dejemos abatir por el pesimismo y por la desesperanza.

De entrada, la misión que nos espera es, a la vez, apasionante y difícil. El anuncio de la Verdad y de la Vida, nuestra misión, no puede ni ha de pretender forzar la adhesión, sino suscitar una libre adhesión. Las ideas se proponen, no se imponen, nos recuerda el Papa.

«No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias...» (Lc 10,4): la única fuerza del misionero ha de ser Cristo. Y, para que Él llene toda su vida, es necesario que el evangelizador se vacíe totalmente de aquello que no es Cristo. La pobreza evangélica es el gran requisito y, a la vez, el testimonio más creíble que el apóstol puede dar, aparte de que sólo este desprendimiento nos puede hacer libres.

El misionero anuncia la paz. Es portador de paz porque lleva a Cristo, el “Príncipe de la Paz”. Por esto, «en la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros» (Lc 10,5-6). Nuestro mundo, nuestras familias, nuestro yo personal, tienen necesidad de Paz. Nuestra misión es urgente y apasionante.


3-12. Jueves, 30 de setiembre del 2004

Yo sé que mi Redentor vive

Lectura del libro de Job 19, 21-27

Job dijo:
¡Apiádense, apiádense de mí, amigos míos,
porque me ha herido la mano de Dios!
¿Por qué ustedes me persiguen como Dios,
y no terminan de saciarse con mi carne?
¡Ah, si se escribieran mis palabras
y se las grabara en el bronce;
si con un punzón de hierro y plomo
fueran esculpidas en la roca para siempre!
Porque yo sé que mi Redentor vive
y que Él, el último, se alzará sobre el polvo.
Y después que me arranquen esta piel,
yo, con mi propia carne, veré a Dios.
Sí, yo mismo lo veré,
lo contemplarán mis ojos, no los de un extraño.
¡Mi corazón se deshace en mi pecho!

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 26, 7-9c. 13-14

R. ¡Contemplaré la bondad del Señor!

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Mi corazón sabe que dijiste:
«Busquen, mi rostro». R.

Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
Tú, que eres mi ayuda. R.

Contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor. R.

EVANGELIO

Esa paz reposará sobre él

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 1-12

El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir.

Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero, los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.

Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario.

No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes". Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".

Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad».

Palabra del Señor.

Reflexión:

Job 19, 21-27. Las cosas se han complicado para Job. Dios parece haberse olvidado de él en medio de su dolor. Sus amigos también le han dicho que son sus pecados los que lo han llevado a esa situación tan ruin. Pero Job sigue fiel a Dios. Está, incluso, dispuesto a morderse su propia carne con tal de no abrir la boca para enjuiciar a Dios o para ofenderlo. Por eso él sigue confiando que, incluso después de la muerte, Dios lo defenderá y lo salvará, pues no habrá encontrado malicia en él. Entonces podrá contemplar a Dios y alegrarse en Él; esta es la firme esperanza que lo mantiene fiel en medio de la prueba tan difícil por la que está pasando. También a nosotros a veces la vida se nos complica; la desgracia se ha cernido sobre muchos sectores de nuestra sociedad; se están sufriendo persecuciones y muertes injustas; la naturaleza se desata en contra de gente indefensa. ¿Por qué calla Dios? ¿Se habrá olvidado de nosotros? Preguntémonos: ¿Le echaremos la culpa a Dios de lo que provocan los malvados? ¿Será Dios responsable del calentamiento de la tierra que genera y desencadena desórdenes naturales? Mejor cerremos la boca y pongamos nuestra vida en manos de Dios; mejor aprendamos a escuchar su Palabra y comencemos a amarnos para que vivamos con mayor amor y mayor justicia; mejor sepamos utilizar racionalmente los recursos naturales que están en nuestras manos. Dios quiera que algún día se cumplan nuestras esperanzas de ver cómo vamos arribando a una mayor realización del Reino de Dios entre nosotros. Con humildad dirijámonos a Dios y pidámosle que nos dé capacidad de saber amar a nuestro prójimo y de saber administrar correctamente los recursos naturales. Entonces no iremos tras la consecución de nuestros egoísmos, sino que sabremos que formamos parte de una comunidad mundial que merece no sólo nuestro cariño, sino también nuestro respeto y nuestra fidelidad responsable en todos los aspectos. Pongámonos en camino sabiendo que el Señor va con nosotros, siempre dispuesto a llevar a cabo, por medio nuestro, su obra de amor y de salvación entre nosotros, para que nos veamos libres de todo aquello que nos oprime y destruye.

Sal. 27 (26). El salmista nos invita a confiar siempre en Dios, a pesar de que se levanten en contra nuestra muchos enemigos, pues el Señor vela siempre por los suyos. Acudamos al Señor para que sea Él quien nos señale el camino por donde hemos de ir hasta encontrarnos con Él, no sólo en su templo, sino en la Vida eterna. Entonces podremos levantar la cabeza ante los enemigos que nos hostigaron y disfrutaremos eternamente de la Victoria de Cristo. Puesto que nosotros creemos en Dios, como Padre de nuestro Señor Jesucristo y Padre nuestro, Él espera de nosotros una plena confianza en Él; no podemos tener una fe movida por cualquier viento. Si creemos realmente que el Señor está con nosotros hoy y siempre no permitamos que lo difícil de algunos momentos de nuestra vida desalienten nuestra esperanza, sino que luchemos constantemente por hacer presente el Reino de Dios entre nosotros, aun cuando tengamos que pasar por la muerte para entrar en la Gloria, junto con Cristo. Acudamos con fe al Señor y pidámosle que fortalezca nuestras manos cansadas, nuestras rodillas vacilantes y que nos ayude a convertirnos en fieles testigos de su amor y de su misericordia en el mundo. Volvamos a casa, y al trabajo o al estudio, firmemente afianzados en Cristo, para que por nuestro medio, invite a todos a la conversión y a la participación de su Vida eterna

Lc. 10, 1-12. El Señor no sólo ha asociado a su Misión salvadora a los apóstoles, sino también a sus discípulos, a quienes envía como misioneros suyos para que, en comunión con los pastores de la Iglesia, colaboren en la difusión del Evangelio y en la construcción del Reino de Dios en el mundo. Ante un mundo que requiere de una luz que le ayude a descubrir el auténtico significado de la vida, todos los cristianos estamos llamados, en primer lugar, a convertirnos en auténticos discípulos de Cristo, no sólo llenándonos de conocimientos acerca de Él, siendo haciendo nuestros su Vida y su Evangelio, de tal forma que, transformados en Él, podamos no sólo hablarle al mundo acerca de Cristo, sino hacerlo presente con todo su poder salvador en medio de todos por medio de su Iglesia. Y este trabajo no sólo se centra en el trabajo apostólico realizado por los apóstoles y sus sucesores, sino que compete a toda la Iglesia en comunión con sus Pastores, convirtiéndose así no sólo en una Iglesia Apostólica, sino también en una Iglesia Misionera, en la que nadie puede eludir su propia responsabilidad para hacer presente a Cristo en todos los ambientes y circunstancias en que se desarrolle la vida de cada uno. Por eso, sabiendo que muchas veces no sólo hemos eludido dicha responsabilidad, sino que, tal vez por miedo a ser criticados u objeto de burlas, hemos preferido enclaustrar nuestra fe en los templos y vivir en el mundo como si no conociéramos a Dios, hemos de pedirle a Él con humildad que nos ayude a dar testimonio a todos acerca del amor y de la misericordia que Él ha tenido para con nosotros. Conscientes de que no hemos recibido un espíritu de cobardía sino un Espíritu de valentía, vayamos a casa y a cualquier lugar y circunstancia en que se desarrolle nuestra vida para proclamar, no sólo con nuestras palabras, sino con nuestras obras y nuestra vida misma, la Buena Nueva del amor de Dios, para que al ver los demás nuestras buenas obras vuelvan a Dios y glorifiquen su Santo Nombre.

El Señor nos reúne como amigos y discípulos suyos en este día. Él nos instruye mediante su Palabra salvadora. Él nos hace vivir el momento culminante de su amor por nosotros mediante la celebración del Memorial de su Misterio Pascual. Él nos llena de su amor y de su Gracia. Él derrama abundantemente sobre nosotros su Espíritu Santo, para que día a día vayamos siendo, de un modo cada vez más perfecto, conforme a su imagen, pues, por medio de su Iglesia, Él quiere continuar su obra salvadora en el mundo, enviándonos como portadores de su perdón y de su paz. Y esta Eucaristía no sólo se convierte en el momento culminante de nuestro encuentro con Cristo; también se convierte en el momento en que el Señor nos envía a ser testigos en el mundo de lo que aquí hemos vivido, pues lo que Él nos ha comunicado no es para que lo guardemos cobardemente en nuestro interior, sino para que se convierta en luz que ilumine al mundo entero. Humildemente puestos a los pies de Jesús pidámosle que nos ayude a ser fieles a la Misión que nos está confiando, de tal forma que en verdad el mundo pueda llegar a conocer el gran amor que Dios nos tiene, y el llamado a la santidad y a la participación de su Gloria que Él ofrece a todos sin distinción.

Y nos dirigimos hacia nuestro mundo sin cobardías; seguros de nuestra fe, que viviremos dando testimonio del Señor con nuestras palabras, pero sobre todo con una vida recta, manifestada con nuestras buenas obras, siendo justos y evitando hacer el mal a alguna persona. El Señor no nos envía como destructores, sino como un signo creíble de su amor salvador en el mundo. Por eso, como nos dice la Escritura, hemos de procurar ser un verdadero fermento de santidad en el mundo. Es verdad que muchas veces pasaremos por momentos angustiantes; mas no por eso nos hemos de desesperar ni hemos de dar marcha atrás en nuestro compromiso de fe. No es sencillo sembrar la tierra para hacerla producir fruto; pero cuando es el tiempo de la cosecha uno se alegra por el fruto de nuestras manos y el sudor de nuestra frente. Ya Jesús, después de su Resurrección indicaba a dos de sus discípulos: Era necesario que el Hijo del Hombre padeciera todo esto para entrar así en su Gloria. Seamos portadores de la paz de Cristo; y aunque muchos se resistan a creer en Él no dejemos de hacer presente al Señor en medio de ellos; ojalá y escuchen su voz y vuelvan a Él, que es clemente y rico en misericordia.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir nuestra fe como un verdadero compromiso que nos lleve a dar testimonio de ella en medio de nuestros hermanos, para que podamos ayudarles a caminar hacia su perfección en Cristo, encontrándose y gozando de Él eternamente. Amén.

Homiliacatolica.com


3-13.

La mies es mucha y los obreros pocos

Fuente: Catholic.net
Autor: P . Clemente González

Reflexión:

En este pasaje Jesús nos enseña a hacer apostolado. Es decir, a actuar como actuaría un discípulo de Cristo. Pero antes de mandarlos les dice algo que parece más un lamento que una orden: “La mies es mucha y los obreros pocos”. Hay mucho por hacer en este mundo para extender el Reino de Cristo, para hacer que, como rezamos en el Padrenuestro, “venga su Reino” entre nosotros.

Cristo necesita de nuestra colaboración. Por eso manda otros 72 discípulos a predicar. No se basta con los doce y manda otros 72. Esto es, no sólo manda a sus sacerdotes, es decir, sus 12 apóstoles, sino también a los laicos.

Cristo necesita de nuestra ayuda. Necesita de nuestra vocación de católicos. Necesita que en verdad tomemos en serio el compromiso que hemos adquirido cuando fuimos bautizados y que reafirmamos el día de nuestra confirmación. Por tanto, que hoy sea un día diverso de los precedentes. Hoy Cristo nos manda a predicarle en nuestro entorno social. No será fácil. Ya nos lo ha advertido: “os envío como ovejas en medio de lobos.” Pero al mismo tiempo no hay que tener miedo porque Cristo mismo ha prometido a sus discípulos que estará con ellos hasta el fin del mundo. Que Cristo sea hoy nuestro criterio de acción.

Acompañemos nuestras actividades de este día con cinco minutos de oración pidiendo también a Dios por las vocaciones, para que envíe más obreros a su mies.


3-14.

Reflexión

Cuando levantamos los ojos y vemos un mundo consumido por el egoísmo, un mundo que se destruye a sí mismo con guerras, injusticia y vicios, en fin cuando vemos que aun el mensaje del evangelio no penetra nuestros corazones y las estructuras del mundo, podemos comprender que efectivamente la mies es mucha y los obreros pocos. Y no es que el Señor hay desatendido la oración de la Iglesia, sino más bien que pocos son los que han respondido a la invitación. No pensemos solamente en las vocaciones religiosas (sacerdotes y religiosas) pensemos en que cada uno de nosotros, por el bautismo nos hemos convertido en discípulos del Señor, en hombres y mujeres comprometidos a testificar nuestra fe. Si cada uno de los bautizados tomara en serio su papel en la Iglesia, se multiplicarían las manos y el trabajo sería mucho más fácil. Se podría llegar a donde hasta ahora el evangelio no ha llegado. Jesús llama a cada uno de nosotros, seamos casados, solteros o religiosos consagrados, a participar activamente en la evangelización. Tomemos con celo este llamado y desde nuestra vocación particular hagamos cuanto esté de nuestra parte para que el Evangelio impregne todas las estructuras de nuestra sociedad… para que Cristo sea verdaderamente el Señor de todos los corazones. Tú puedes hacer algo… ¡Decídete!

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-15. 30 de Septiembre

145. La mies es mucha

Jueves de la Vigésima Sexta Semana del Tiempo Ordinario

I. Jesús designó de entre los discípulos que lo seguían con plena disponibilidad, setenta y dos de ellos para que fueran delante de Él, preparando las almas para Su llegada. Y les dijo: La mies es mucha y los obreros pocos (Lucas 10, 1-12). Hoy también el campo apostólico es inmenso: países de tradición cristiana que es necesario evangelizar de nuevo, naciones que han sufrido durante tantos años la persecución a causa de la fe, nuevos pueblos sedientos de doctrina, en nuestro alrededor, en el trabajo, en la Universidad, en los medios de comunicación. Algunos países padecen el indiferentismo, el secularismo o el ateísmo, en donde el bienestar económico y el consumismo entremezclados de pobreza y miseria lacerantes, viven “como si no hubiera Dios”. La fe tiende a ser arrancada de cuajo inclusive en los momentos más significativos de la existencia, como nacer, sufrir y morir. Ahora es tiempo de esparcir la semilla divina y también de cosechar. La mies es mucha, los obreros pocos. Tú, ¿al menos rezas diariamente por esta intención?

II. El Señor quiere servirse ahora de nosotros como hizo con sus discípulos. Antes de enviarlos al mundo entero, les hizo vivir como amigos en su intimidad, les dio a conocer al Padre, les reveló su amor y sobre todo, se los comunicó. Con esta caridad hemos de ir a todos los lugares, pues el apostolado consiste sobre todo en “manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos” (CONCILIO VATICANO II, Ad gentes), esa caridad con la que nos ama el Señor y con la que quiere que amemos a todos. Los demás deberán vernos dispuestos siempre a servir, sin rencores, sin hablar nunca mal de nadie, piadosos, alegres y laboriosos. Cuando nadie quede excluido de nuestro trato y de nuestra ayuda, estaremos dando testimonio de Cristo.

III. Junto a la caridad, nuestra alegría es aquella que el Señor nos prometió en la Última Cena (Juan 16, 22), la que nace del olvido de nuestros problemas y de la intimidad con Dios. La alegría es esencial en el apóstol porque es el portador de la Buena Nueva, el mensajero gozoso de Aquel que trajo la salvación al mundo. La alegría del cristiano tiene su fundamento en su filiación divina, en saberse hijo de Dios en cualquier circunstancia. Junto a la caridad y la alegría, hemos de saber expresar la posesión de la única verdad que puede salvar a los hombres y hacerlos felices. Pidamos a la Reina de los Apóstoles que nos ayude a ser un obrero eficaz en la mies del Señor.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-16. 26ª Semana. Jueves


I. Jesús, te apoyas en estos setenta y dos discípulos para que te preparen el terreno en toda ciudad a donde ibas a ir. Estos discípulos te han seguido en tus últimos viajes y han aprendido la buena nueva directamente de tus labios. Ahora, cuando los necesitas, allí están, dispuestos a lo que haga falta. Éstos son los que han respondido con generosidad a tu llamada; los que no se han excusado con falsas necesidades o dificultades.

Jesús, aunque son un buen número -setenta y dos- te parecen pocos: la mies es mucha, pero los obreros pocos. Después de dos mil años, ¡aún queda tanto por hacer! Países enteros que se llaman cristianos y que no conocen de Ti más que una oscura sombra de tu rostro. Y países inmensos aún por cristianizar.
Realmente los obreros son pocos.

¿Qué puedo hacer yo, Jesús, ante este panorama? Para empezar, no excusarme yo el primero, preguntándote en la intimidad de mi oración: ¿qué lugar tengo en esta gran misión de anunciar la buena nueva del Evangelio?, ¿dónde te puedo servir mejor en esta mies -en este campo- que es el mundo? Y luego, he de rezar más: Rogad, pues, al señor de la mies que envíe obreros a su mies. Dios mío, llama más gente a que te sirva en esta batalla de paz, en esta siembra de amor.

Nada hay más frío que un cristiano despreocupado de la salvación ajena. No puedes aducir tu pobreza como pretexto. La que dio sus monedas te acusará. El mismo Pedro dijo: No tengo oro ni plata. Y Pablo era tan pobre que muchas veces padecía hambre y carecía de lo necesario para vivir. Tú no puedes pretextar tu humilde origen: ellos eran también personas humildes, de modesta condición. Ni la ignorancia te servirá de excusa: ellos eran todos hombres sin letras. Seas esclavo o fugitivo, puedes cumplir lo que de ti depende. Tal fue Onésimo, y mira cuál fue su vocación. No aduzcas la enfermedad como pretexto, Timoteo estaba sometido a frecuentes achaques. Cada uno puede ser útil a su prójimo, si quiere hacer lo que puede [58].

II. Tienes obligación de llegarte a los que te rodean, de sacudirles de su modorra, de abrir horizontes diferentes y amplios a su existencia aburguesado y egoísta, de complicarles santamente la vida, de hacer que se olviden de si mismos y que comprendan los problemas de los demás.

Si no, no eres buen hermano de tus hermanos los hombres, que están necesitados de ese «gaudium cum pace» -de esta alegría y esta paz, que quizá no conocen o han olvidado [59].

Jesús, como a esos setenta y dos discípulos, también hoy llamas a los cristianos -a mí- y nos envías como corderos en medio de lobos. En un mundo de luchas egoístas y comportamiento oportunista -que en vez de hombres produce lobos hambrientos- Tú me muestras otro modelo: Tú mismo, que eres el cordero de Dios. El mundo de lobos está dominado por la astucia, la desconfianza y la traición. Por el contrario, tu mundo es un mundo de paz: paz a esta casa.

Jesús, si quiero ser hijo de Dios, he de ser «hijo de paz»; promotor del entendimiento y del perdón, hermano de mis hermanos los hombres. Ésta es precisamente la tarea del apóstol a la que me llamas: abrir horizontes diferentes y amplios a la existencia aburguesada y egoísta de los que me rodean. Y para ello, el primero que debe cambiar soy yo, olvidándome de mí mismo para atender los problemas de los demás.

[58] San Juan Crisóstomo. Homilía 20 sobre los Hechos de los Apóstoles. [59] Forja, 900

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-17. CLARETIANOS 2004

Queridos hermanos y hermanas,

Tras el paréntesis de la fiesta de ayer, hoy volvemos a reanudar la lectura continuada del libro de Job. Nuestro personaje había quedado sumido en una profunda desesperación y sin sentido. No menos desgarradoras resultan ahora sus palabras, tomadas de la mitad de la obra. Aquí llegamos a una pausa impuesta por el propio Job a las razones/acusaciones que le van ofreciendo sus tres amigos: al menos -dice- yo mismo lo veré (refiriéndose a Dios).
Las expresiones que encontramos en el salmo responsorial nos conducen, de forma más intimista, a esta misma experiencia.
Una reflexión comunitaria e individual puede surgir a partir de aquí: cuando nos llegue la desdicha, el dolor, la injusticia... a los creyentes nos ha de acompañar siempre la esperanza de que Dios, su amor y su misericordia tendrán la última palabra.
Mientras tanto, el evangelio de Lucas con el que habíamos iniciado el martes el camino de Jesús hacia Jerusalén (el lugar de su muerte y resurrección), ahora nos describe los puntos esenciales de la misión de los setenta y dos discípulos.
Una pregunta para nuestra meditación: ¿cómo hacer actuales en cada comunidad los mensajes de paz y anuncio del Reino de modo que sean esenciales para nuestras vidas sin caer en fanatismos?

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