SÁBADO DE LA SEMANA 25ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Za 2, 1-5.10-11a

1-1.

-Yo, Zacarías, alcé los ojos y tuve una visión: Era un hombre con una cuerda de medir en la mano. Le pregunté: «¿Dónde vas?» Me respondió: «Voy a medir Jerusalén, a ver cuánta es su anchura y cuánta su longitud.»

¡Admirable imagen! En una época en que los judíos desanimados sentían la tentación de encerrarse en sí mismos, el profeta, en nombre de Dios, invita a los arquitectos de Jerusalén a «ampliar su mirada». Se precisa que los agrimensores midan sobradamente el trazado de la ciudad santa. A una Iglesia siempre tentada de encerrarse en sus problemas internos, Dios le repite: «mirad más allá, preveed holgadamente». A mí, siempre tentado de concentrarme en mis preocupaciones personales Dios me repite: «sal de ti mismo, ensancha tu corazón, adopta las preocupaciones de los demás.»

-Un ángel le dijo: «Corre, habla a ese joven y dile: Jerusalén tiene que ser una ciudad abierta, debido a la cantidad de hombres y ganados que la poblarán.» La ciudad futura.

Una ciudad abierta a todos los caminos, en la que todos puedan entrar. ¿Imagen de la humanidad de mañana? ¿Imagen ya de la Iglesia de hoy? Es un interrogante.

¡Señor, cuán lejos estamos de esta apertura universal! Hay mucho trabajo por delante para que la humanidad sea unánime, para que la Iglesia sea, de hecho, realmente católica.

Allá donde me encuentre, en los grupos de los que formo parte, trabajaré para que progresen las "aperturas", la "amplitud de miras". Fuera las pusilaminidades, los sectarismos, los proyectos raquíticos, los sistemas cerrados y estrechos.

-En cuanto a mí, Yo seré para ella muralla de fuego al derredor y dentro de ella seré gloria.

Más que todas las más sólidas murallas, la verdadera protección, la única seguridad definitiva, es el Señor mismo.

Aplico esta profecía a mi vida actual, a la vida de la Iglesia.

A pesar de todas las apariencias contrarias, Dios es la única muralla.

-Canta y regocíjate, hija de Sión. He aquí que yo vengo a morar dentro de ti, declara el Señor.

Dios da este consejo a los desanimados, les dice: «¡cantad!» No hay que dejarse llevar por el pesimismo, sino por la alegría. Cuando nuestros labios cantan, el corazón también canta progresivamente.

Y este optimismo no es un optimismo artificial, una felicidad fingida, sino una esperanza apoyada sobre un dato objetivo: ¡Dios viene! Y se espera su llegada.

-En aquel día, muchas naciones se unirán al Señor, serán para Mí un pueblo y yo habitaré en medio de ti.

No hay que cansarse de esas repeticiones. Es preciso ante todo y contra todo dejarse sacudir por ese gran soplo universal. ¡El único futuro de la humanidad va por aquí! A través de los crujidos de hoy, en medio de las fisuras y de los conflictos, la aspiración a lo universal sigue abriéndose camino. Llegará un día en que los hombres, tan diversos, se reconocerán, en el fondo, hermanos. Las xenofobias, los racismos, los ghettos y los clubs cerrados... van siendo cada vez más, unos testigos de antaño. Es evidente que un Dios único nos ha creado a todos y que nuestro destino es también «uno». ¿Extiendo mi oración a la humanidad entera?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 306 s.


1-2. /Za/01/01-17  /Za/02/01-04

La primera parte del libro de Zacarías (1,7-8,23) es de contenido visionario-apocalíptico. Va precedida de un prólogo (1, 1-6), que es una exhortación a la conversión, fechada dos meses después de la primera profecía de Ageo. La conversión se presenta como un cambio, un «retorno» del hombre a Dios, siguiendo la tradición profética. Tiene una doble vertiente: supone la fe y el amor del hombre -precediendo al perdón de Dios-, pero no es posible si antes el hombre no ha sido movido por él. Por eso no se puede despreciar la gracia que pasa.

La primera visión (1,7-17) es un anuncio de que, a pesar de las apariencias, se cumplirán las promesas mesiánicas. Unos caballos, que representan a los mensajeros del ángel tutelar de Israel (el caballero entre los mirtos) comunican que la tierra vuelve a estar en paz.

Probablemente es una referencia al término de las perturbaciones producidas durante los dos primeros años del reinado de Darío I, que debían de ser vistos por los judíos como precursores de la era mesiánica. Por eso el ángel se lamenta de la duración de la cólera divina: los setenta años son una expresión simbólica que manifiesta un período muy largo y hacen alusión a Jeremías (25,12; 29,10). La respuesta es consoladora: la ira de Dios es pasajera y, por otra parte, las naciones se han excedido en el castigo infligido a Israel.

Vendrá un tiempo en que «sobre Jerusalén se tenderá el cordel», es decir, será reedificada.

Una nueva visión (2,1-4) manifiesta que nada podrá impedir el reino mesiánico, ya que Yahvé suscitará unos instrumentos -los cuatro herreros- para castigar a todos los pueblos que han oprimido a Israel -los cuernos-. Zacarías pone mucho cuidado en resaltar la trascendencia del papel de Yahvé. El profeta no se comunica directamente con Dios, como Amós, Isaías o Jeremías, sino que recibe las revelaciones por medio de un ángel. Es evidente que el concepto de trascendencia divina ha llevado al desarrollo de la angelología. De este modo, ni la trascendencia hace a Yahvé un Dios lejano e indiferente al hombre, ni la providencia divina le hace a imagen y semejanza nuestra. Dos peligros que en todas las épocas acechan al creyente.

J. ARAGONES LLEBARIA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 272


1-3. /Za/02/05-17 PROFETA/NECESIDAD:

La tercera visión de Zacarías dice que la Jerusalén mesiánica será una ciudad abierta, en la que todos cabrán. Será inútil intentar medirla. Por otra parte, no necesitará murallas, ya que Dios mismo será su defensor. El profeta quiere dar confianza a los repatriados. A la ilusión del retorno de Babilonia había sucedido el desaliento ante la dura realidad. Los profetas anteriores al exilio habían anunciado la época mesiánica para después del cautiverio, pero la situación histórica de este tiempo no dejaba prever la realización próxima de esta promesa divina, la perspectiva de una inmediata inauguración de los tiempos mesiánicos se hacía cada día más oscura. ¿Qué debían pensar los contemporáneos del profeta de sus palabras? De hecho, poco después Nehemías (2,17) emprende la reconstrucción de las murallas de la ciudad como una de las tareas más importantes y urgentes. Esta aparente contradicción entre la promesa de Dios y la realidad es una consecuencia del carácter escatológico del reino mesiánico: su plena realización no se hará aquí y ahora, pero ya estamos en él (para Israel ya llegaba). Los hombres necesitaremos siempre «profetas» que nos recuerden su proximidad. No para dejar de ver la realidad presente ni menos aún para no responder a sus exigencias. Pero sí para no perder la esperanza. No vaya a suceder que el árbol no nos deje ver el bosque.

A la tercera de las visiones le sigue una ampliación (62, 10-17) constituida por unas reflexiones del profeta, que, situándose en el pasado, hace una llamada a los desterrados para salir de Babilonia. De este modo puede anunciar como próximos los acontecimientos ya pasados. Es un procedimiento literario que llegará a ser común en el género apocalíptico. Israel, niña de los ojos de Yahvé, se convertirá en lugar de encuentro de numerosos pueblos, porque muchos de ellos le seguirán en el culto a Yahvé. Toda Palestina es llamada Tierra Santa por primera vez en la historia, ya que participará de la santidad del templo, casa de Yahvé. Es el anuncio del universalismo del reino mesiánico, frecuente entre los profetas.

J. ARAGONES LLEBARIA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 273


2.- Qo 11, 9-12, 8

2-1. H/DEBILIDAD 

He aquí un curioso poema que constituye un inventario de las decepciones humanas.

¿Para qué una vida larga, si conduce a la decrepitud? El estilo es muy alegórico. Se compara la ancianidad con una casa todavía habitada, pero que se degrada lentamente. El vigor de las hombres va disminuyendo y la belleza de las mujeres se marchita. La rueda de moler se detiene, porque hay pocos para hacerla girar, mientras que las puertas de la casa siguen cerradas, ya que no hay guardianes lo bastante aguerridos.

Pero una lectura rabínica lleva la alegoría todavía más lejos y relaciona cada una de las imágenes con una parte del cuerpo humano. Los guardias que tiemblan son los brazos, y los hombres vigorosos que se doblan son las piernas; las mujeres que dejan de moler son los dientes, y las ventanas que dan a la calle y que han de cerrarse son los ojos. La voz del molino es la voz humana, y las flores del almendro los cabellos blancos. Finalmente, la langosta desfalleciente y el fruto de la alcaparra representarían el sexo (cf. A. ·Chouraqui-A).

Canto de la fragilidad humnana, el salmo 89 prolonga la meditación del Eclesiastés.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 283


2-2.

Un libro tan humano como el Eclesiastés, se termina con una hermosísima evocación de la "juventud", el tiempo de la vitalidad que debe vivirse en la alegria, sabiendo, de otra parte que es pasajera -y vanidad, dice, como todo lo restante- contrastando con esa visión el autor describe también «la vejez», en términos llenos de poesía.

-¡Alégrate, joven, en tu juventud y ten buen humor en tus años mozos. Sigue los senderos de tu corazón y los deseos de tus ojos!

Esta exhortación a los «jóvenes» parece muy optimista: hay que aprovechar los buenos años de la juventud, porque la vejez nos acecha. Si lo tomásemos como una invitación al placer desenfrenado, no habríamos entendido nada del pensamiento profundo del autor.

-Pero tienes que saber que por todo ello te emplazará Dios a Juicio.

La juventud es un don de Dios que hay que vivir en la expansión y alegría, pero del que tendremos que rendir cuentas.

-Aleja de tu corazón el malhumor, aparta de tu carne el sufrimiento.

Efectivamente, el autor anima clara y simplemente a la juventud a que desarrolle su vitalidad. Esto es muy positivo y también muy moderno. Se facilitarían las relaciones actuales entre las generaciones si se diese cabida a tales aspiraciones. ¿De qué modo podrían los «jóvenes» descubrir a Dios si se les incrustase demasiado pronto la idea del «peso» de la condición humana imponiéndoles un estilo de vida, quizá a gusto de los ancianos y adultos, pero que no es el suyo propio? Nos atrevemos a decir con el autor que el único terreno en que Dios está presente para ellos -el de su vitalidad desbordante y el de su juventud- no les está prohibido... sino dado por el mismo Dios. ¡Qué vivan su juventud!

VEJEZ:-Acuérdate de tu Creador en tus días mozos, antes que vengan los días malos...

Cuando tiemblen los guardas de la casa y se doblen los hombres vigorosos, cuando dejen de moler las mujeres y se ahogue el son del molino, cuando enmudezcan las canciones. También la altura da recelo y hay sustos en el camino.

Es imposible resumir esta hermosa descripción de la vejez. Conviene leerla por entero. A través de esta descripción poética de la caducidad de la vida que va a la par de la caducidad de todas las cosas, se siente un profundo amor hacia los ancianos... una especie de nostalgia amorosa que pone de relieve la realista belleza de esa edad. Resulta inútil añorar la juventud. Lo mejor es vivir cada edad de la vida con realismo.

-Florece el almendro, está grávida la langosta y da fruto el alcaparro y es que el hombre se va a su eterna morada... Y los del duelo circulan por la calle.

Muchas de estas imágenes no son muy claras, evocan solamente belleza y fragilidad. «Y el hombre se va a su eterna morada.»

En medio de esa evocación realista encontramos esta fórmula tan hermosa, en la que podemos detenernos. La nueva liturgia de difuntos la ha tenido en cuenta en su hermoso canto de «adiós»: «Nuestro Padre te espera a la puerta de su morada y los brazos de Dios se abrirán para ti. »

¿Podemos continuar diciendo que todo es vanidad, cuando todo acaba con esta promesa? Pero ¡sólo la Fe nos abre a esta certeza!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 306 s.


2-3. /Qo/11/07-10  /Qo/12/01-14

En esta parte conclusiva del Eclesiastés reaparece el tema de la vanidad o inconsistencia de la vida: invitación a saber vivir la vida durante la juventud y constatación de la tristeza de la vejez. Reaparece la forma de tesis y antítesis, la tensión constante entre la alegría y la tristeza, entre el optimismo y el pesimismo, entre la luz y la sombra, entre la gozosa belleza de vivir la vida en flor y la desconsolada visión de la vanidad o inconsistencia de una vida que se acaba. Ante la fugacidad que representa ser joven, el Pseudo-Salomón recuerda que el gozo de la vida sólo tendrá sentido si está enmarcado en el temor de Dios, y esto antes de que se oscurezcan el sol y la luna, antes de que vuelvan las nubes y la lluvia.

Hasta el último momento, nuestro autor hace gala de una sutil «ironía» que le permite percibir las incongruencias de la existencia humana. Pero su ironia es creadora, busca la corrección, no la destrucción; quiere enseñar a actualizar la actualidad, es decir, el momento presente abierto al futuro, eliminando los anacronismos paralizantes. La vanidad o inconsistencia que denuncia el Eclesiastés es algo muy cercano a la idolatría. Su ironía no destruye aniquilando lo incongruente, sino que construye tratando de integrarlo en la racionalidad. ¿Vale la pena vivir en estas circunstancias? Nuestro autor responde que Dios crea tanto los dias buenos como los malos y, por tanto, el hombre debe estar preparado para recibir el don que Dios le da: "Sé feliz el día de la felicidad". Es una respuesta positiva al problema de la vida: es posible reconocer en ella un designio de Dios benévolo para el hombre.

La obra termina con un bellísimo epílogo, lleno de simpatía por este Sócrates bíblico que «además de ser sabio, enseñó al pueblo lo que él sabía. Estudió, inventó y formuló muchos proverbios» (12,9). La comunidad judía y la cristiana, al aceptar al Eclesiastés como maestro canónico -es decir, oficial-, reconocen el valor de unas palabras que hacen pensar, el valor de un hombre que tuvo como primera ilusión ayudar a razonar, que descubre en el autoritarismo una señal de debilidad y sabe que las ideas no necesitan el apoyo de la fuerza. Utilizar el cerebro significa ir en busca del sentido de la vida, aunque esto engendre dolor. El epiloguista sabe que interpreta a nuestro autor cuando repite la invitación final: «Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque eso es ser hombre» (12,13).

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 335 s.


3.- Lc 9, 44b-45

3-1.

-Entre la admiración general por todo lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos...

San Lucas, según el plan de su evangelio, termina así la actividad de Jesús en Galilea.

Pronto Jesús "emprenderá resueltamente el camino hacia Jerusalén" Las primeras actuaciones de Jesús significaron un cierto éxito. Ahora bien, Jesús mismo temió que sus discípulos preferidos se dejaran arrastrar por ese entusiasmo ficticio de la gente. Jesús no se deja aturdir por la admiración general de la que es objeto; considera humildemente el sencillo papel que su Padre le ha encomendado representar.

Mesías-pobre, Mesías-humillado, Jesús los prepara a no desconcertarse por el sacerdocio que El ha elegido: un sacerdocio sacrificial en que El será la victima.

-"El Hijo del hombre"...

Al utilizar ese título, Jesús no abdica en absoluto de su grandeza. Esa expresión alude directamente a un célebre pasaje del profeta Daniel.

"Yo contemplaba en las visiones de la noche.
"Y he aquí que en las nubes del cielo venía, "Como un Hijo de hombre.
"Se dirigió hacia el Anciano (Dios) y fue llevado a su presencia.
"A el se le confirió el Imperio, el Honor y la Realeza.
"Y todos los pueblos, naciones y lenguas le servirán.
"Su Imperio es un Imperio eterno que nunca pasará.
"Y su Reino no será destruido jamás" (Daniel 7, 13-14).

-"... Lo van a entregar en manos de los hombres".

Con esa expresión, Jesús aludía directamente a un célebre pasaje del profeta Isaias:

"No tenía belleza ni esplendor, despreciable y desecho de la humanidad.
"Era despreciado y no se le tenía en cuenta.
"Fue oprimido y El se humilló.
"Y no abría la boca, como un cordero conducido al degüello.
"Fue herido de muerte". (Isaías 53, 2-12).

-Pero ellos no entendían ese lenguaje; les resultaba tan oscuro que no captaban el sentido.

Los Doce no entendían nada en todo esto.

Jesús superpuso dos concepciones del Mesías, opuestas aparentemente:

- El Hijo del hombre evoca una imagen de "transcendencia"... un Mesías que participa de la grandeza de Dios...

- El Servidor, evoca una imagen de pobreza, de indigencia total... un Mesías sin poder alguno.

-El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres.

En san Lucas, éste es pues el segundo anuncio de la Pasión; y lo sitúa justo en el momento que "la gente estaba admirada". Ocasión esta de profundizar en la conciencia íntima de Jesús: el sacrificio de su vida, que termina su "viaje aquí abajo", y que relatan los cuatro evangelistas, ¡no es simplemente un episodio, el último... es el centro! Jesús pensaba en ello desde mucho tiempo. Se preparó detenidamente. Y trató, en vano, de preparar a sus apóstoles.

Se comprende que la Eucaristía, que es el "signo actual" que nos ha sido dado, tenga una tal importancia en la vida de la Iglesia: es en verdad el "memorial" de lo más señalado en la vida de Jesús.

-Y tenían miedo de preguntarle sobre el asunto.

Efectivamente, los apóstoles no quieren abordar ese asunto con El, porque interiormente rehusan la muerte de Jesús. No comprendieron que era su mayor acto de amor.

Pero, ¿y nosotros? ¿Hemos comprendido todo lo que la misa representa?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 198 s.


3-2.

1. (Año I) Zacarías 2,1-5.10-11

a) Ahora el que habla es el profeta Zacarías, contemporáneo también de Ageo y de los acontecimientos de la vuelta del destierro y la restauración de Jerusalén.

Nos presenta un gesto simbólico: una persona que quiere tomar, con un cordel, las medidas de Jerusalén. Pero un ángel le dice que no, que no hace falta medir nada, porque Jerusalén va a ser ciudad abierta, llena de riqueza, y que Yahvé será su única muralla y defensa: "alégrate, hija de Sión, que yo vengo a habitar dentro de ti". Es la vuelta a los tiempos de las buenas relaciones entre Yahvé y su pueblo.

b) Los que leemos esto después de la venida de Cristo, hace dos mil años, entendemos mejor lo que significa la palabra del profeta: "aquel día se unirán al Señor muchos pueblos y serán pueblo mío y habitaré en medio de ti".

La salvación de Dios no sólo alcanza al pueblo judío, sino que va a ser universal. Se cumple lo que dice el salmo: "el que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como pastor a su rebaño... vendrán con aclamaciones, afluirán hacia los bienes del Señor".

Esta página de Zacarías nos invita al optimismo. Pero a la vez nos recuerda que la Iglesia -la nueva comunidad de la Alianza- no puede ser medida con cordeles y cerrada en particularismos, sino que ha de ser abierta, universal, orgullosa de la variedad de sus pueblos y culturas y procedencias. Una ciudad que sabe que su mejor riqueza es Dios mismo. Es la "Jerusalén celestial" de la que nos habla el Apocalipsis, cumplimiento perfecto de la Jerusalén primera, y que nosotros sabemos que es la Iglesia, débil y pecadora, pero llena del Espíritu de Dios, camino de su realización última.

El documento del Vaticano II sobre la relación de la Iglesia con el mundo, la Gaudium et Spes, nos invitó a abrir las ventanas y las puertas, a no usar esos cordeles de los que habla Zacarías, porque la Iglesia es espacio de esperanza para todos. Como pide la Plegaria Eucarística V b: "que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando".

1. (Año II) Qohelet 11,9 a 12,8

a) Consejos para jóvenes y para ancianos. Sabiduría de la vida.

A los jóvenes parece como si el Qohelet-Predicador les animase a disfrutar y pasárselo bien mientras puedan. Les dice que eviten las penas y los dolores que pueda acarrear la vida. La sabiduría viene en el matiz siguiente: "pero sabe que Dios te llevará a juicio para dar cuenta de todo". O sea, les invita a gozar honestamente de la vida, que es don de Dios.

Es hermoso, pero un poco patético, el poema sobre la vejez y el atardecer de la vida.

Compara a un anciano a una casa, y se suceden los paralelos:

- un anciano ya no le "saca gusto" a las cosas,

- se le oscurece la luz (de los ojos),

- tiemblan los guardianes de la casa (brazos y manos),

- "las que muelen" (los dientes) se paran,

- "los que miran por las ventanas" (los ojos) se ofuscan,

- "las puertas de la calle" (los oídos) se cierran y no logran oír el ruido del molino o el canto de los pájaros,

- le "darán miedo las alturas" por el vértigo y "rondarán los terrores", porque le costará dormir por las noches,

- cuando florezca el almendro (las canas)...

b) Nos vienen bien los consejos del Qohelet, que relativizan un tanto las cosas y a la vez dan un sentido de fe a la vida.

Los jóvenes ya pueden empezar a ser sabios si son capaces de aprovechar la vida y vivirla en plenitud, pero responsablemente. Darán cuenta de su vida ante sí mismos, y ante su familia, y ante la comunidad, y ante su propio futuro, y en definitiva, ante Dios. Alegría, si, pero haciendo el bien, que es la mejor manera de construirse un futuro válido.

A los ancianos se les recomienda una sana resignación. Una casa se degrada. Las personas, también. No tiene vuelta de hoja. No vale desesperar, ni hacerse ilusiones exageradas. Como decía ayer el sabio, cada cosa tiene su tiempo. Pero los síntomas de vejez no tienen por qué ser necesariamente dramáticos. Antes de que "el espíritu vuelva al Dios que lo dio", tanto jóvenes como ancianos deben saber ofrecer a Dios lo mejor de su vida. Tanto si es energía y fortaleza, como debilidad y quietud.

El salmo insiste en la visión escéptica de la vida y en la confianza en Dios: "como hierba que se renueva, que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca... Señor, tú has sido nuestro refugio y toda nuestra vida será alegría y júbilo".

El libro termina con una frase -que no leemos en esta selección- que parece dar sentida de fe a todo lo anterior: "Basta de palabras. Todo está dicho. Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal" (12,13).

2. Lucas 9,44-45

a) Jesús repite el anuncio sobre su muerte (esta vez no añade su resurrección). Se vuelve a llamar "Hijo del Hombre", apuntando a su mesianismo final, como Señor y Juez del universo.

Los discípulos "no entendían este lenguaje: les resultaba tan oscuro que no captaban el sentido". Y, además, "les daba miedo preguntarle sobre el asunto".

En otras ocasiones, los evangelistas nos describen los motivos de esta dificultad: los seguidores de Jesús tenían en su cabeza un mesianismo político, con ventajas materiales para ellos mismos, y discutían sobre quién iba a ocupar los puestos de honor a la derecha y la izquierda de Jesús. La cruz no entraba en sus planes.

b) Sí, Jesús despierta admiración, por sus gestos milagrosos y por la profundidad de sus palabras. También a nosotros nos gusta fácilmente ese Jesús.

Pero el Jesús servidor, el Jesús que se ciñe la toalla y lava los pies a los discípulos, el Jesús entregado a la muerte para salvar a la humanidad, eso no lo entendemos tan espontáneamente. Quisiéramos sólo el consuelo y el premio, no el sacrificio y la renuncia. Preferiríamos que no hubiera dicho aquello de que "el que me quiera seguir, tome su cruz cada día".

Pero ser seguidores de Jesús pide radicalidad, no creer en un Jesús que nos hemos hecho nosotros a nuestra medida. Ser colaboradores suyos en la salvación de este mundo también exige su mismo camino, que pasa a través de la cruz y la entrega. Como tuvieron ocasión de experimentar aquellos mismos apóstoles que ahora no le entienden, pero que luego, después de la Pascua y de Pentecostés, estarán dispuestos a sufrir lo que sea, hasta la muerte, para dar testimonio de Jesús.

"Alégrate y goza, hija de Sión, que yo vengo a habitar dentro de ti" (1ª lectura I)

"Acuérdate de tu Hacedor durante la juventud" (1ª lectura II)

"Por la mañana sácianos de tu misericordia y todo nuestra vida será alegría y júbilo" (salmo II)

"Al Hijo del Hombre lo van a entregar en manos de los hombres" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 111-114


3-3.

Ecle 11, 9-12, 8: El hijo sabio elige el bien

Lc 9, 43b-45: El camino de la cruz

Las palabras de Jesús cuestionaban hondamente a los discípulos, sin embargo, ellos guardaban silencio porque no comprendían o porque no se arriesgaban a confrontar al maestro. A los discípulos no les entraba en la cabeza que el camino del enviado de Dios tuviera que pasar necesariamente por la cruz. Ellos esperaban un Cristo arrollador que mediante un éxito deslumbrante eliminara todas las dudas respecto a su persona y a su misión. Sin embargo, el proceder y el camino de Jesús los controvertía abiertamente.

Los discípulos "no comprendían" las palabras de Jesús no porque éstas fueran obscuras o ininteligibles, sino porque su proceder no iba conforme a las ideas vigentes, fueran de izquierda o derecha, sino que nacían de una originalidad realmente desconcertante. La originalidad de Jesús respecto a sus contemporáneos lo condujo poco a poco a una radical incomprensión, tanto de seguidores como de enemigos.

A los discípulos "algo" les impedía comprender. Ese algo se refería a las rimbombantes expectativas mesiánicas con las que no coincidía la obra ni la acción de Jesús. Por eso, no fueron los opositores del imperio romano quienes salieron a defenderlo, ni sus incondicionales discípulos. Por su compromiso radical con los pobres, con Dios Padre y consigo mismo, Jesús tuvo que enfrentar su destino en absoluta soledad. Ese "algo" que estaba en la mente de sus contemporáneos los volvía ciegos ante la novedad definitiva que Dios suscitaba en Jesús y les impedía ponerse del lado del hombre que realmente los podía salvar.

Hoy nosotros, al igual que los discípulos, tenemos muchas preocupaciones que embotan nuestro entendimiento y nos impiden ponernos del lado de Jesús. Nuestra vida ya esta tan cargada de actividades que difícilmente estamos en condiciones de prestar atención a la propuesta de Jesús y, mucho menos, de aceptar su proyecto del Reino como nuestro programa de vida.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4. CLARETIANOS 2002

Hoy el Predicador se nos pone escatológico: esto va a tener un final, el cuerpo humano volverá al polvo del que fue formado, y su espíritu -quizá, mejor, su vida- volverá al Dios que se la dio. Reconocer el señorío de Dios sobre nuestra vida es un cuestionamiento acerca de la fidelidad vocacional: un proyecto de Dios que no debiera frustrarse; Él tiene derecho a pedir cuentas.

Nuestro autor parece muy experimentado, escribe como un anciano que hubiera pasado por todo; sabe que ciertas formas de goce de la vida sólo se dan en la juventud, pero un creyente con sentido ético no puede entregarse a excesos irracionales; el "gaudeamos igitur juvenes dum sumus" debe entonarse con algo de sordina. Sabe, además, que las dolencias y achaques de la vejez no son la circunstancia ideal para la mejor entrega a nuestro Hacedor: el enfermo carece frecuentemente de la debida paz para el trato con su Dios, el dolor limita, deteriora y hasta puede desesperar ¿Cuántos son capaces de una oración serena desde un dolor agudo? Mejor aprovechar la juventud.

El evangelista nos lleva otra vez al contraste entre el éxito actual de Jesús y el futuro sombrío que le espera. Es la segunda predicción explícita de la pasión, lección repetida, por ser difícil de retener: "metéoslo bien en la cabeza".

Mucho más que de Jesús, Lucas en este caso nos habla de los discípulos, y lo hace con reiteraciones: no entienden, no captan el sentido, les resulta oscuro. Es extraño que Dios -sujeto indiscutible de la frase principal, en la forma del llamado "pasivo divino"- entregue a su Hijo, y es aún más extraño que esa entrega sea la culminación de una vida mesiánica y la fuente de vida para cuantos crean en Él. Hay un halo de misterio que embarga a los seguidores: "les daba miedo preguntarle". Esta última frase, tomada literalmente del evangelio de Marcos, tiene allí más sentido, pues, con motivo de la anterior predicción del sufrimiento, Pedro se atrevió a intervenir y salió muy malparado. Para nosotros, como para ellos, mejor dejarnos envolver por el misterio, pasmarnos ante la paradoja, y aceptar que -naturalmente hablando- los caminos de Dios y los nuestros van en dirección deferente..

Severiano Blanco, cmf (severianoblanco@yahoo.es)


3-5.  Sábado 27 de septiembre de 2003

Zac 2, 1-5.10-11: Tercera visión de Zacarías
Interleccional: Jr 31, 10-13
Lc 9, 43-45: Segundo anuncio de la pasión

Lucas nos dice que estando todos maravillados por lo que Jesús estaba haciendo, les hizo un segundo anuncio de la pasión -“el Hijo del Hombre va ser entregado en manos de los hombres”- y que los discípulos no entendieron lo que les quiso decir.

El acento de estas palabras está puesto sobre la inminencia de la pasión de Jesús. Los discípulos se juntan inquietos en torno a Él, o más bien, todos los discípulos vuelven a encontrarse alrededor de Jesús después de la separación de la transfiguración. Desde ahora, la pasión y los sufrimientos de Jesús son inminentes; Él ve con claridad el fin que le espera y por lo tanto les habla a sus discípulos sobre esto.

El texto dice que Jesús va ser “entregado”, es decir, que va a ofrecer la vida, que va a padecer en manos de la gente, y que la consecuencia es que lo “matarán.

Jesús no estaba ‘adivinando’ el futuro o ‘anunciando’ algo; les compartía lo que Él mismo había ido descubriendo en el diálogo con Papá-Dios, en la oración en la que hablaba con Él sobre la oposición creciente que había a su proyecto y a lo que decían de Él; y poco a poco iba madurando la decisión de llegar hasta las últimas consecuencias en el anuncio del Reino de ese Dios-Padre que se le había revelado. Lo que en un primer momento fuera un mero presagio de conflicto cuando la prisión de Juan, se iba convirtiendo en certeza de muerte.

Con este segundo anuncio de la pasión Jesús revela a sus amigos lo que iba a suceder, para prevenirlos contra el desaliento y la duda. Pero no lo tomaba como un destino fatal, sino como lo normal en la historia de los profetas. Y también el libro de la Sabiduría hablaba del justo perseguido que pone en Dios su seguridad de ser salvado. Desde la certeza irrenunciable en la fidelidad a Dios-Padre les expresaba también su profunda confianza en que lo rescataría de la muerte. La fe de Jesús se enraizaba en la creencia, común entre los fariseos, de que Dios era el garante de la vida, resucitando a los justos después de la muerte, el día final. Ante esta realidad, los discípulos no se atreven a preguntar por las duras conclusiones que para sus vidas se seguirían desde el primer anuncio de la pasión (Lc 9, 23-26).

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3-6. DOMINICOS 2003

Palabra, obras, amor, cruz

Zacarías 2, 5-9:

“Yo, Zacarías, alcé los ojos, y vi a un hombre que medía con un cordel. ¿A dónde vas?... A medir Jerusalén, para comprobar su anchura y su longitud...

Y un ángel se lo explicó: Jerusalén será ciudad abierta, por la multitud de hombres y ganados que hay dentro de ella...., oráculo del Señor.

¡Alégrate y goza, pues, hija de sión, que yo, el Señor, vengo a habitar dentro de ti! ... Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos, y serán pueblo mío, y habitaré en medio de ti”

Zacarías, contemporáneo de Ageo, profeta, viene a comunicarnos las mismas impresiones que ya conocemos, acentuando el gozo de que Jerusalén será definitivamente la morada del Dios de Israel, acogedora de innumerables pueblos en la unidad de fe. ¡Qué hermoso sería ver a todos los pueblos unidos en Dios!

Evangelio según san Lucas 9,43-45:

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: Meteos esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.

Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no captaban el sentido.

Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto”

En Jesús está cierta necesidad de exteriorizar y comunicar a los íntimos sus sentimientos, pues la ‘última hora’, la de la verdad y cruz, la presiente muy cercana. Pero los apóstoles y discípulos no sintonizan con esas ideas y sentimientos del Maestro, viven en otra galaxia. Preguntémonos: ¿Será ése también nuestro problema? ¿no actuamos muchas veces con olvido de las realidades que nos envuelven?

Momento de reflexión en el que habla la caridad

San Vicente de Paúl, Carta 2.546:

Cómo el servicio a los pobres ha de ser preferido a todo

 “Nosotros no debemos estimar a los pobres por su apariencia externa o su modo de vestir, ni tampoco por sus cualidades personales, ya que, con frecuencia, son rudos e incultos. Por el contrario, si consideráis a los pobres a la luz de la fe, os daréis cuenta de que representan el papel del Hijo de Dios, ya que él quiso también ser pobre. Y así, aun cuando en su pasión perdió casi su apariencia humana, haciéndose necio para los gentiles y escándalo para los judíos, sin embargo, se presentó a éstos como evangelizador de los pobres: Mi Padre me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres.

Pues también nosotros debemos estar imbuidos de estos sentimientos e imitar lo que Cristo hizo, cuidando de los pobres, consolándolos, y apoyándolos.

Cristo, en efecto, quiso nacer pobre, llamó junto a sí a unos discípulos pobres, se hizo él mismo servidor de los pobres, y de tal modo se identificó con ellos, que dijo que consideraría como hecho a él mismo todo el bien o el mal que se hiciera a los pobres.  Dios ama a los pobres, y, por lo mismo, ama también a los que aman a los pobres, ya que, cuando alguien tiene un afecto especial a una persona, extiende este afecto a los que dan a aquella persona muestras de amistad o de servicio...

El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo, y hay que prestarlo sin demora. Por esto, si en el momento de la oración hay que llevar a algún pobre un medicamento o un auxilio cualquiera, id a él con el ánimo bien tran­quilo y haced lo que convenga, ofreciéndolo a Dios como prolongación de la oración. Y no tengáis ningún escrúpulo ni remordimiento de conciencia si, por prestar servicio a los pobres, habéis dejado, la oración, ya que por Dios lo hacemos todo”.


3-7.

LECTURAS: ZAC 2, 5-9. 14-15; JER 31; LC 9, 43-45

Zac. 2, 5-9. 14-15. La Nueva Jerusalén, Ciudad Santa, Esposa del Cordero, Iglesia Santa, ya no tiene murallas, sino sólo al Señor que la custodia como muralla de fuego para que los poderes del infierno no prevalezcan sobre ella. A pertenecer a ella están convocadas todas las naciones. Quien se haga parte de esta Comunidad de creyentes se hará huésped del mismo Dios; más aún: Dios vendrá como huésped al corazón del creyente, habitando en él como en un templo. Por eso hemos de poner nuestro empeño en no destruir el templo santo de Dios que somos nosotros, sino en conservarlo santo e irreprochable hasta la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo.

Jer. 31, 10-13. Concluyó el destierro; hay que volver a la tierra prometida; el Señor se convertirá en protector y defensor de su pueblo en su camino por el desierto hacia la tierra que Él dio a los patriarcas. Al poseer nuevamente la tierra prometida, volverá la paz, la alegría y el disfrutar de los abundantes frutos, que finalmente no será sino gozar de los bienes del Señor. Por medio de Cristo Jesús nosotros hemos sido liberados de nuestra esclavitud al mal; y el Señor nos ha dado su Espíritu que nos guía hacia la posesión de los bienes definitivos. Mientras vamos por este camino cargando nuestra cruz de cada día, esforcémonos por no dejarnos desviar de la meta a la que se han de dirigir nuestros pasos: la posesión de los bienes eternos, en que ya no habrá tristeza, ni dolor, ni penas, sino alegría, gozo y paz en el Señor. Vayamos, pues, tras de Cristo, que vela de nosotros como el pastor cuida su rebaño.

Lc. 9, 43-45. ¡Qué difícil entender que el camino que lleva a Jesús a la gloria ha de pasar por la muerte! Él mismo indicará a los discípulos que se encaminaban hacia Emaús: Era necesario que el Hijo del hombre padeciera todo esto para entrar así en su Gloria. Ojalá y no seamos tardos ni duros de corazón para entender y vivir aquella invitación que el Señor nos hace: Toma tu cruz de cada día y sígueme. No podemos amar nuestra vida de tal forma que nos apeguemos a ella y tratemos de evitarle todo el sacrificio y esfuerzo que se exige a quien quiera no sólo anunciar, sino ser testigo de la Buena Nueva del amor de Dios para todos. No nos quedemos con una imagen falsa de hedonismo cristiano. Quien quiera colaborar para que el Reino de Dios se haga realidad entre nosotros, debe aprender a renunciar a sí mismo, a no querer conservar su vida sin sembrarla en tierra para que muera y surja una humanidad nueva en Cristo. La fecundidad que viene del Espíritu de Dios en nosotros requiere que muramos a nuestros egoísmos y a nuestras visiones cortas de la vida, y que comencemos a dar nuestra vida para que otros tengan vida, y la tengan en abundancia. Y esto, no porque no haya bastado la Redención efectuada por Cristo, sino porque, ya desde la cruz, Él asoció a su Redención nuestras penas, dolores, sacrificios, entrega, e incluso nuestra muerte aceptada por Él y por su Evangelio.

En esta Eucaristía celebramos el Memorial de aquello que pareció ser el gran fracaso del Mesías esperado. En la mente de los judíos se cernía la imagen de un Mesías con criterios meramente humanos; capaz de alimentarlos a todos sin el más mínimo esfuerzo; capaz de liberarlos de sus enemigos, sin que ellos levantaran siquiera un dedo. Pero el Señor, aparentemente vencido por las fuerzas del mal que actuaron a través de personas que sólo eran santos en su apariencia, pero cuyo corazón estaba podrido por el pecado, ahora, reinando glorioso desde el cielo, manifiesta que el Mesías debía padecer para hacer de nosotros un pueblo de santos e hijos de Dios. Al participar de esta Eucaristía, entrando en comunión de vida con el Señor, decidimos, también nosotros, caminar en adelante, no conforme a los criterios mundanos, sino conforme a los criterios del amor verdadero que procede de Dios y que nos lleva a vivir sin egoísmos, sino en una entrega generosa, incluso de nuestra vida, por el bien de nuestro prójimo.

Este es el mismo camino de la Iglesia. En ella no estamos para adquirir prestigio, sino para servir. Ya nos dice el apóstol Pablo: Hay de mí si no evangelizare. Ya nos lo recuerda san Agustín: Quien ocupa un lugar de servicio tiene una gran responsabilidad ante Dios y ante los hombres, pues el Obispo no sólo velará y dará cuentas de su propia vida, sino que velará y dará cuentas de aquellos que le fueron confiados. Ojalá y sepamos hacer nuestras aquellas palabras de Cristo: No he perdido a ninguno de los que Tú me confiaste. Toda la Iglesia, Comunidad de fe y Esposa del Señor Jesús, ha de aceptar el convertirse en signo de salvación para todos mediante la entrega generosa de todos sus miembros, no sólo yendo a tierra de misión a proclamar el Nombre del Señor, sino dando su vida en la existencia cotidiana, ahí donde uno ha de ser testigo de rectitud, de honestidad, de alegría, de bondad, de paz, de solidaridad, en fin, de todo aquello que ha de brotar de la presencia del Espíritu de Dios en nosotros. ¿Que esto requiere sacrificios? Más que hacernos esa pregunta tendríamos que preguntarnos si en verdad queremos ser discípulos de Jesús y llevar su salvación a todos, sabiendo que el hacer nuestra esta Misión nos conduce a seguir sus huellas y a exponernos a que también a nosotros nos llamen demonios, y nos persigan, y acaben con nuestra vida por ser testigos de Alguien que nos ha precedido con su cruz en el camino que nos conduce a la Gloria.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber ser fieles al amor a Dios y al amor a nuestro prójimo, aceptando todas las consecuencia que nos traiga el amar como nosotros hemos sido amados por Dios. Amén.

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3-8. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Ecl 11,9-12,8 Acuérdate de tu Hacedor durante tu juventud,
Salmo responsorial: 89 Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Lc 9, 43-45: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de ciertos hombres.

La actividad de Jesús despierta una admiración general, que puede conducir a confusión acerca de la finalidad de la misión que lleva adelante. Para quienes tienen ideas diferentes basadas en el deseo de poder, de honor o de dinero, la actividad de Jesús podía despertar vanas expectativas de gloria, de fama y de triunfo. Jesús quiere aclarar el tema a sus discípulos. Por eso se vuelve a ellos para hablarles con absoluta claridad, de modo que no haya lugar a dudas: el futuro inmediato es la muerte y, con ella, el fracaso aparente de la misión, pues los poderosos se unirán para acabar con la vida de quien no hizo otra cosa que dar vida. Pero la muerte no es el final, sino la pascua o paso hacia la vida definitiva.

Los discípulos, sin embargo, no entienden esta forma de hablar; el lenguaje del maestro les parece oscuro y sin sentido. Y lo que es peor: sospechan que han entendido bien cuando ni siquiera se atreven de miedo a preguntarle por el asunto. Mejor es no menearlo, se dirían. No sea que fuese verdad lo que sospechaban. Que su maestro no había venido para ser servido, sino para servir y dar la vida por muchos. Duro lenguaje y no menos dura realidad, que ellos no están dispuestos a aceptar. Por eso les posee el miedo que les impide hablar y preguntar. Al igual que más adelante en la transfiguración, también se llenarían de miedo al contemplar a Jesús hablando con Moisés y Elías de su éxodo o muerte. Como el avestruz, meten la cabeza debajo de las alas; prefieren no saber para no tener quebraderos de cabeza.

Tal vez nos pase a veces a nosotros lo mismo. Por eso Jesús invita a sus discípulos más adelante a no tener “miedo de los que matan el cuerpo y después no pueden hacer más” (12,4). Difícil de entender también este lenguaje para quien, como los discípulos, tienen como horizonte único la muerte y creen que todo termina con ella. Con este horizonte, el miedo es la única defensa, que nos libera en cierto modo de esa pesadilla. Pero el miedo no es cristiano, pues la muerte -eso que tanto nos aterroriza-, gracias a Jesús, se ha convertido en un paso doloroso -pero necesario- para la vida verdadera. Difícil de creer, pero a quien se le ha dado este don, nadie ni nada podrá nunca jamás amordazarlo con el miedo.


3-9.

Comentario: Rev. D. Homer Val i Pérez (Barcelona, España)

«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres»

Hoy, más de dos mil años después, el anuncio de la pasión de Jesús continúa provocándonos. Que el Autor de la Vida anuncie su entrega a manos de aquéllos por quienes ha venido a darlo todo es una clara provocación. Se podría decir que no era necesario, que fue una exageración. Olvidamos, una y otra vez, el peso que abruma el corazón de Cristo, nuestro pecado, el más radical de los males, la causa y el efecto de ponernos en el lugar de Dios. Más aún, de no dejarnos amar por Dios, y de empeñarnos en permanecer dentro de nuestras cortas categorías y de la inmediatez de la vida presente. Se nos hace tan necesario reconocer que somos pecadores como necesario es admitir que Dios nos ama en su Hijo Jesucristo. Al fin y al cabo, somos como los discípulos, «ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto» (Lc 9,45).

Por decirlo con una imagen: podremos encontrar en el Cielo todos los vicios y pecados, menos la soberbia, puesto que el soberbio no reconoce nunca su pecado y no se deja perdonar por un Dios que ama hasta el punto de morir por nosotros. Y en el infierno podremos encontrar todas las virtudes, menos la humildad, pues el humilde se conoce tal como es y sabe muy bien que sin la gracia de Dios no puede dejar de ofenderlo, así como tampoco puede corresponder a su Bondad.

Una de las claves de la sabiduría cristiana es el reconocimiento de la grandeza y de la inmensidad del Amor de Dios, al mismo tiempo que admitimos nuestra pequeñez y la vileza de nuestro pecado. ¡Somos tan tardos en entenderlo! El día que descubramos que tenemos el Amor de Dios tan al alcance, aquel día diremos como san Agustín, con lágrimas de Amor: «¡Tarde te amé, Dios mío!». Aquel día puede ser hoy. Puede ser hoy. Puede ser.


3-10. Sábado, 25 de setiembre del 2004

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud,
antes que el polvo vuelva a la tierra
y el aliento vuelva a Dios

Lectura del libro del Eclesiastés 11, 9-12, 8

Alégrate, muchacho, mientras eres joven,
y que tu corazón sea feliz en tus años juveniles.
Sigue los impulsos de tu corazón
y lo que es un incentivo para tus ojos;
pero ten presente que por todo eso
Dios te llamará a juicio.
Aparta de tu corazón la tristeza
y aleja de tu carne el dolor,
porque la juventud y la aurora de la vida pasan fugazmente.

Acuérdate de tu Creador
en los días de tu juventud,
antes que lleguen los días penosos
y vengan los años en los que dirás:
«No encuentro en ellos ningún placer»;
antes que se oscurezcan el sol y la luz,
la luna y las estrellas,
y vuelvan las nubes cargadas de lluvia.
En aquel día temblarán los guardianes de la casa
y se encorvarán los hombres vigorosos;
se detendrán las moledoras, que ya serán pocas,
y se oscurecerán las que miran por las ventanas;
se cerrarán las puertas de la calle,
mientras declina el ruido del molino;
cesará el canto de los pájaros
y enmudecerán las que entonan canciones.

Entonces se temerán las cuestas empinadas
y los terrores acecharán por el camino.
El almendro estará florecido,
se pondrá pesada la langosta
y la alcaparra perderá su eficacia.
Porque el hombre se va a su morada eterna,
mientras las plañideras rondan por la calle.
Sí, acuérdate de Él antes que se corte la hebra de plata
y se quiebre la ampolla de oro,
antes que se haga pedazos el cántaro en la fuente
y se rompa la cuerda del aljibe;
antes que el polvo vuelva a la tierra, como lo que es,
y el aliento vuelva a Dios, porque es Él quien lo dio.

¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet.
¡Nada más que vanidad!

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 89, 3-6. 12-14. 17

R. ¡Tú has sido nuestro refugio, Señor!

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con sólo decirles: «Vuelvan, seres humanos».
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche. R.

Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece,
y por la tarde se seca y se marchita. R.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión de tus servidores. R.

Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios,
haga prosperar la obra de nuestras manos. R.

EVANGELIO

El Hijo del hombre va a ser entregado.

Temían interrogar a Jesús acerca de esto

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 43b-45

Mientras todos se admiraban por .las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».

Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les resultaba oscuro, de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto. .

Palabra del Señor.

Reflexión:

Ecli. 11, 9-12, 8. Qué difícil es llegar a hacer una comunión entre el pasado y el presente, con una visión de futuro; de un futuro que tratamos de construir a base de grandes esfuerzos procurando conquistar la justicia y la libertad. Y cuando uno llega a viejo se quiere conservar, como lo único válido, aquello que es el fruto de nuestra entrega y de nuestras ilusiones. Pero entonces la nuevas generaciones nos tratarán de anquilosados, de retrógradas, de momificados estacionados en un pasado que nos ata a tradiciones que, si ellos las hicieran suyas como lo único válido, les impedirían seguir luchando por un mundo que, poco a poco, debe ir alcanzando una mayor madurez en todos los niveles. Pero no sólo hemos de esforzarnos en lograr un mundo mejor, sin perder nuestra comunión con el pasado sin añorar aquellos tiempos, sino vivir esperanzados en un futuro que nos lleve a ser mejores, para entregarlo a la siguiente generación como la herencia sobre la que han de continuar su trabajo. También hemos de disfrutar de aquello que va siendo el fruto de nuestros esfuerzos y sudores. Vivamos con tal responsabilidad que jamás destruyamos lo que nuestros antepasados pusieron en nuestras manos; no sea que al dejar un mundo más deteriorado de como lo recibimos vayamos a ser dignos del juicio de la humanidad y de nuestro Dios y Padre, que nos ha puesto al servicio, no de intereses turbios y egoístas, sino al servicio del bien hecho a todos, conforme al Evangelio de la Gracia que nos pone en camino hacia nuestra perfección en Dios.

Sal. 90 (89). Sólo Dios permanece en un eterno presente. Algún día terminará nuestra peregrinación por este mundo, que pasará con todas sus luchas por la justicia y libertad, de esfuerzos por conquistar la paz y la felicidad. Entonces el polvo volverá a la tierra de la fue, y el Espíritu volverá a Dios que lo dio. Por eso, mientras aún podemos caminar en la luz, no la apaguemos a causa de nuestros pecados y signos de muerte. Sabiendo que muchas veces hemos caminado en las tinieblas del pecado y en las sombras de muerte, no sólo destruyendo nuestra vida, sino también la vida de los demás, acudamos con humildad al Señor, rico en misericordia, siempre dispuesto a perdonarnos; pero que también nos quiere comprometidos en la realización del bien a favor de nuestro prójimo. Puestos en sus manos, confiados en Él, Él hará que nuestro ánimo no decaiga a pesar de todo aquello que debamos padecer por el Evangelio; antes al contrario llevará a cabo entre nosotros su obra de salvación, dando así prosperidad a la obra de nuestras manos, pues no seremos nosotros , sino la Gracia de Dios con nosotros, la que haga que vaya surgiendo con mayor claridad el Reino de Dios ya desde ahora entre nosotros.

Lc. 9, 43-45. Jesús quiere dejar claramente asentado entre sus discípulos que Él no vino a realizar algunas obras, incluso milagrosas, sólo para causar admiración. Él vino como Salvador del mundo y su historia. No puede, por tanto, ser considerado como un simple taumaturgo, sino como el Camino, la Verdad y la Vida, que Él ofrece a todo hombre, de cualquier tiempo y lugar. Si sólo se le busca a Jesús para recibir favores pasajeros, y no para aceptar su Salvación y vivir comprometidos con su Evangelio, no como predicadores sino como testigos desde nuestra experiencia personal, desde nuestro encarnar en la propia vida la Buena Noticia de salvación, no podemos decir que nuestra fe está firmemente afianzada en Él. Entonces honraremos al Señor sólo con los labios, mientras nuestro corazón permanecerá lejos de Él. Contemplemos a Cristo clavado en la cruz para el perdón de nuestros pecados; y resucitado para que tengamos nueva Vida en Él y participemos de su mismo Espíritu. ¿Será esto aquello por lo que buscamos y seguimos a Cristo?.

Hoy hacemos nuestra la Vida eterna al participar de esta Eucaristía. Nuestra vida pasajera cobra valor de eternidad. No podemos ilusionarnos falsamente pensando que ya somos perfectos en Cristo, pues nuestra condición de peregrinos hacia la Vida eterna nos recuerda la necesidad de una continua conversión, que nos debe llevar a centrar nuestra vida en Cristo, hasta que, por su Gracia, lleguemos a la madurez del Hombre Perfecto. Dios nos llamó de la nada a la vida, porque nos ama y porque nos quiere eternamente con Él. Hemos de ser una imagen viva de su Hijo, no sólo en cuanto a la santidad interior, sino también en cuanto a hacer el bien a todos, como señal de que el amor de Dios, que habita en nosotros, es el que guía nuestros pensamientos, palabras, obras e, incluso, toda nuestra vida.

No sólo hemos de disfrutar la vida. No podemos dejar de contemplar las angustias, las tristezas, el hambre y la desnudez de nuestro prójimo. Disfrutar la vida significa convertirnos en un fruto maduro que incrementa la paz, la alegría, la esperanza, la fe y el amor en los demás. El que sólo busca su propio bien y piensa que es feliz por haber logrado desechar pensamientos depresivos y malsanos, pero no procura el bien de su prójimo no puede decir que se está identificando con Cristo, pues el Dios, nuestro Padre, se alegra cuando, al entregar la vida de su Hijo por nosotros, recupera nuestro amor y, purificándonos de todo pecado, nos reviste de Cristo y nos pone en camino para que vayamos y hagamos nosotros lo mismo con aquella parte de la humanidad encadenada al pecado, y deteriorada por una diversidad de signos de muerte. Dios nos llama a todos a la santidad y a la plena comunión con Él desde ahora y hasta la eternidad. Pongámonos en camino, bajo el impulso del Espíritu Santo, para que esto se haga realidad en nosotros.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber esforzarnos en lograr un mundo más justo, más libre y más fraterno; libre de divisiones entre nosotros para que, permaneciendo unido y guiados por el Espíritu Santo, nos dirijamos constantemente hacia nuestra plena y eterna unión con Él. Amén

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3-11. 25ª Semana. Sábado

Todos quedaron asombrados por la grandeza de Dios.

Y estando todos admirados por cuantas cosas hacía, dijo a sus discípulos: «Grabad en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían este lenguaje, y les resultaba tan oscuro que no lo comprendían; y temían preguntarle acerca de este asunto. (Lc 9, 43-45)

I. Jesús, tras una nueva curación milagrosa que acabas de realizar, todos quedaron asombrados de la grandeza de Dios. Te han visto curar enfermos, multiplicar panes, andar sobre las aguas, calmar tempestades y hasta resucitar muertos. Tu poder no tiene límites; y tus milagros manifiestan la grandeza de Dios.

Sin embargo -y mientras aún están todos admirados por lo que hacías-, les recuerdas que vas a ser entregado en manos de los hombres, como si -repentinamente- perdieras tu poder de Dios y no pudieras defenderte ante tus acusadores. Los pobres apóstoles no entienden -lo cual es lógico- y temen preguntarte sobre este asunto, lo cual es menos comprensible, y demuestra que aún les falta confiar más en Ti.

Jesús, quieres que tus discípulos de todos los tiempos no pierdan de vista que lo importante es la cruz, no los milagros: el Calvario -el monte de la crucifixión-, no el Tabor -el monte de la transfiguración-. Por eso les dices grabad en vuestros oídos estas palabras; no os quedéis con el espectáculo, sino profundizad en el sentido sobrenatural de las obras que hago, y que culminarán con el sacrificio de la cruz. Jesús, ¿por qué Tú, omnipotente, te entregas a una muerte así?

Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, «los amó hasta el extremo» porque «nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos». Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres. En efecto, aceptó libremente su pasión y muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar. «Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente». De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios cuando Él mismo se encamina hacia la muerte [42].

II. Ahora, que te cuesta obedecer, acuérdate de tu Señor, «factus obediens usque ad mortem, mortem autem crucis» -¡obediente hasta la muerte, y muerte de cruz! [43].

Jesús, mueres en la cruz no por la fuerza de las autoridades judías o romanas, sino por la fuerza de tu amor hacia mí, y por la fuerza de tu voluntad, que te llevan a obedecer la voluntad de Dios Padre aun a costa de dar la vida. Es tan potente esta muestra de amor y este ejemplo de obediencia que no se necesitan más recordatorios.

A pesar de todo, para que no se desvanezca con el pasar del tiempo, quieres que grabe en mis oídos y en mi corazón, de manera especial, el pasaje de la cruz.

De este modo, cuando me cueste obedecer tu voluntad, cuando la lucha por vivir cristianamente me parezca demasiado difícil o costosa, podré acudir a Ti -¡obediente hasta la muerte, y muerte de cruz!- para pedirte la fortaleza y el amor fiel que necesito.

También puedo acudir a mi Madre, la Virgen María. Madre, tú fuiste siempre obediente a la voluntad de Dios, desde la anunciación -hágase en mí según tu palabra [44]- hasta la cruz. Tú no apareces en los grandes milagros, en los momentos de espectáculo; pero sabes estar donde te necesita Dios -en Belén, en Nazaret, en el Calvario- y donde te necesitan los demás, como en las bodas de Caná. Ayúdame a ser fuerte, a obedecer siempre la voluntad de Dios, a amar con obras y de verdad.

[42] Catecismo, 609.
[43] Camino, 628.
[44] Lc 1, 38.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-12.

 "Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres".

EVANGELIO Lc 9, 43b-45

Jesús quiere dejar en claro su futuro inmediato, esto es la muerte y anuncia que los poderosos se unirán para acabar con su vida.

No es fácil para los discípulos comprender esto que les dice Jesús, ya que ellos ven en esto un fracaso de la misión de su maestro. En efecto, el Mesías debía mostrarse siempre y en toda ocasión glorioso y conforme a la razón, victorioso.

Es por eso que ellos no alcanzan a comprender el significado de la expresión “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres", especialmente incomprensible porque ser entregado a los hombres era sinónimo de ser entregado a la muerte. Pero la muerte no es el final, sino la pascua o paso hacia la vida definitiva.

Los discípulos, sin embargo, no entienden esta forma de hablar de Jesús. En efecto ellos no entendían estas palabras: su sentido les resultaba oscuro, de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto. Duro lenguaje y no menos dura realidad, que ellos no están dispuestos a aceptar. Por eso les posee el miedo que les impide hablar y preguntar.

La pasión en el Mesías es un hecho extraño, absurdo u opuesto a la opinión o al sentir general de los discípulos, esto es el Mesías sufriente era contradictorio.

Hoy nos preguntamos muchas veces, porque nos parece extraño que así sea, de que Dios permita que sus hijos sufran, si es Dios, si es el Padre, ¿Cómo puede permitir el sufrimiento?

El que está dispuesto a sufrir por vivir según las enseñanzas de Jesús, tiene garantizado el consuelo para su dolor, pero el que no está dispuesto a sufrir ni a llorar, algo natural en nuestra vida, se quedará sin el consuelo divino.

No ha de verse en la tristeza y en el sufrimiento, algo como una gran desgracia si somos cristianos y confiamos en Cristo, ya que el nos ha animado que nuestra recompensa será mayor.

La pobreza, al trabajo esforzado, al desprendimiento de los bienes materiales, a la generosidad, el asumir la Cruz, el dolor por Jesús, el transformarse en Cristo, amar la Cruz, el aceptar la Voluntad del Padre, es camino al encuentro con el Señor.

El momento sublime del dolor es para el cristiano aquel en el que, apoyado sólo en la fe, se siente abandonado del mundo y solo con su dolor. Entonces, aunque también se queja diciendo: ¿por qué me has abandonado?, confía a la vez y exclama seguro: en tus manos encomiendo mi espíritu.

No tengamos miedo de los planes de Dios, no tengamos miedo de aceptarlos, tengamos fe en El, tengamos esperanza en su Divina Providencia, nadie como El vela por nosotros, en nadie encontraremos una acogida tan paternal como la de El, que ese sea el fundamento de nuestra fe y esperanza.


3-13.