MIÉRCOLES DE LA SEMANA 25ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Esd 9, 5-9

1-1.

Para poder comprender la página que leeremos, debemos situarla en su contexto.

Cuando toda una corriente bíblica -libros de Rut y de Jonás- parecía favorecer los matrimonios mixtos, con miras universalistas... Esdras, en cambio, prohibió severamente a los judíos que se casasen con extranjeras. Ese nacionalismo estrecho, ese racismo, diríamos hoy nosotros, era un reflejo defensivo: la pequeña minoridad de judíos que regresan a Palestina corría el riesgo de perder su identidad, adoptando las costumbres paganas. Esdras se coloca a ese nivel religioso.

-Yo, Esdras, a la hora de la oblación de la tarde, salí de mi postración y con las vestiduras y el manto rasgados, caí de rodillas, con las manos extendidas hacia el Señor, mi Dios.

La causa de esa gran postración es el profundo dolor de Esdras por los abandonos de la Fe, consecutivos a los casamientos con mujeres paganas.

Debemos ser respetuosos con las religiones de los demás; también resulta con frecuencia dramático ver como algunos creyentes abandonan su fe. Es un problema de todas las épocas.

Este texto debe movernos a rogar por todas esas familias que se encuentran HOY en situaciones semejantes.

-"Dios mío, siento harta vergüenza y confusión, para levantar mi rostro hacia Ti".

La conciencia del pecado.

Esta es una gracia a pedir, sobre todo HOY en que en tantos de nuestros contemporáneos parece haberse borrado, casi completamente, el sentido del «mal». La psicología moderna, y esto es un bien, nos ha revelado los resortes escondidos y complejos del alma humana. Es verdad que nuestras culpabilidades son a menudo atenuadas por todo un conjunto de condicionamientos que pesan sobre nosotros.

Sin embargo, con relación a nosotros mismos, en primer lugar es indispensable que agudicemos nuestra lucidez para no deslizarnos hacia la irresponsabilidad. Luego, con relación a los demás, es catastrófico dañarlos sin que nos demos cuenta de ello. En fin, con relación a Dios, es capital situarse ante El con la verdad: Dios es perfectamente santo y trascendente y yo soy pobre y frágil.

-Nuestras faltas se han multiplicado, nuestros pecados han crecido hasta el cielo.

Esdras no se sitúa al nivel de una conciencia individual del pecado. Dice «nuestros». Se siente solidario de todo el mal que pueda haber cometido el conjunto del pueblo.

HOY todavía, estamos sumergidos en un mal colectivo que gangrena nuestros ambientes, nuestra sociedad.

Basta mirar a nuestro alrededor, escuchar las informaciones de cada día para tener conciencia de esa «marea negra», de esa «polución moral" que destruye a la humanidad. La fórmula de Esdras a ese nivel colectivo no es excesiva: ¡el mal nos "sumerge y crece". Hasta el punto que todos nosotros corremos el riesgo de cruzarnos de brazos diciendo: "¿qué podemos hacer?".

-A causa de nuestras faltas fuimos entregados a la espada, a la deportación, al saqueo, al oprobio.

Sin llegar a establecer una relación absoluta entre la desgracia y el mal, hay que reconocer que muchos sufrimientos provienen del pecado de los hombres.

-Mas ahora, en un instante, el Señor nuestro Dios, con su misericordia nos ha permitido escapar dándonos una liberación.

El sentimiento de postración da lugar a la acción de gracias .

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 300 s.


2.- Pr 30, 5-9

2-1.

-La palabra de Dios es "oro" probado al fuego... Es un «escudo» para cuantos se acogen a él...

«Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican» .

Es un «valor» seguro, ¡es oro!

¿Soy suficientemente fiel a esa «escucha» atenta? Dios tiene algo que decirme, cada quince minutos de mi vida.

Dios habla por los acontecimientos, por las personas que me rodean... por las palabras de la Escritura, por la oración, por los sacramentos...

-No añadas nada a sus palabras, te reprendería por falaz y mentiroso.

No se debe falsificar la Palabra de Dios. Hay muchos modos de hacerlo: escoger sólo lo que me gusta del evangelio... añadir interpretaciones tan personales que acaban siendo una simple justificación de uno mismo...

¡No! La Palabra de Dios es una «espada acerada» que nos juzga y nos interroga... que nos impugna y nos contradice. Hay que aceptarla tal cual es.

Si la Palabra de Dios no me lastima nunca es señal de que sólo escucho en ella el eco de mi propia voz. Y esto casi no tiene interés alguno.

¡Habla, Señor!

-¡Señor, dos cosas te pido, no me las rehúses antes de mi muerte!

1º Aleja de mí la falsedad y la mentira...

Esta es la primera y la más importante de las peticiones. Y es también mi oración en este día.

«¡Que haga yo de mi vida ese algo sencillo y recto como una flauta de caña que Tú puedas llenar de música!»

2º y no me des ni pobreza ni riqueza: ¡solamente lo necesario para vivir! Es una de las más bellas oraciones de la Biblia.

Es mi plegaria que brota de mi corazón en este día.

«¡Señor, presérvame de la riqueza y de la pobreza!» Sé que la riqueza no aporta la felicidad, y endurece a menudo el corazón: no me des la riqueza, ¡presérvame para siempre de ser un «rico» algún día!

Sé que la pobreza es a menudo fuente de amargura y sufrimiento y no me siento muy fuerte para soportarla: no te pido la pobreza, ¡te pido que me preserves de la miseria! dame tan sólo «lo necesario para vivir».

Y esto mismo pido para todos los hombres: no les des ni riqueza ni pobreza... ¡libera, Señor, a los ricos de su riqueza y a los pobres, de su pobreza!

Da, Señor, a todos mis hermanos, lo que necesitan para vivir; y ayúdame a trabajar con todas mis fuerzas para que se consiga ese fin y según mis responsabilidades.

-En la abundancia podría traicionarte diciendo: «el Señor... ¡no existe!». En la miseria podría darme al robo y deshonrar así el nombre de mi Dios.

La riqueza suele conducir al ateísmo, se prescinde de Dios...

La miseria puede llevar a hacer cosas reprensibles: la humanidad se degrada... En muchos refranes se encuentra este admirable equilibrio del pensamiento popular.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 300 s.


3.- Lc 9, 1-6

3-1.

Ver paralelo Mt 9, 36-10, 8


3-2.

Es curioso notar que Lucas relata "dos veces" unas consignas de "misión" casi equivalentes:

- aquí van dirigidas a los "Doce" (Lucas 9, 1-6).

- en el capítulo siguiente van dirigidas a los "Setenta y dos" (Lucas 10, 1-12).

Papa, obispos, sacerdotes, laicos... son "enviados" a la misión. Todos reciben las mismas consignas de "pobreza":

- a los Doce, se les dice: "No toméis ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni túnica de repuesto."

- a los Setenta y dos, se les dice: "No llevéis ni dinero ni alforja, ni sandalias..."

-Habiendo convocado Jesús a los doce les dio poder y autoridad para:

1º Expulsar todos los demonios y curar las enfermedades...

2º Proclamar el reino de Dios...

Se pusieron pues en camino y fueron de aldea en aldea,

1º Anunciando la "buena noticia"...

2º Curando en todas partes...

La "misión" se resume pues en dos puntos precisos: uno es una palabra, una proclamación... otro es un acto propiamente dicho, una curación. Esos dos aspectos de la evange1ización se hacen a la vez. No hay anterioridad del uno respecto al otro. En la misma página Lucas los cita en un orden distinto.

El misionero no puede contentarse con sólo "palabras", son necesarios "actos" concretos que muestren a los hombres que éstos contribuyen a liberarlos de la impronta del mal: expulsar los demonios, curar al hombre, liberar...

Pero el misionero no puede tampoco contentarse con sólo "actos", es preciso que sus palabras expliciten lo que hace: decir que el reino de Dios está actuando allí, proclamar el evangelio...

En una época reciente se ha desconfiado de un apostolado que parecía publicitario y se ha insistido en que el discurso, la predicación, eran menos importantes, para revelar a Jesucristo, que un cierto estilo de vida. En este sentido "toda la vida del cristiano" ha de ser evangelizadora. Pero, de ningún modo se debería llegar a que unos cristianos no afirmasen jamás explícitamente su fe en Jesucristo. ¿Soy misionero? ¿Lucho contra el mal? ¿Anuncio a Jesucristo salvador, con mis obras y con mi palabra?

-Jesús les dijo: "No toméis nada para el camino: Ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde os alojéis, hasta que os vayáis de aquel lugar." La Iglesia primitiva cuidaba mucho de mantener ese ideal de pobreza real. La pobreza era para ella un signo del Reino. (Lucas 6, 2O; 14, 25-33; 16, 19-31; 18, 18-3O).

Cada vez que, de alguna manera, nos encontramos con esa exigencia evangélica, ésta debe interrogarnos; pues somos muy propensos a olvidarla y a instalarnos en el confort y el bienestar... con el riesgo tremendo de contentarnos con esos bienes materiales y nos falte la disponibilidad.

-Y en caso de que no os reciban al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos.

Ese "rechazo" a recibir a los apóstoles se convierte en un "juicio" temible.

Notemos, una vez más, que son los hombres mismos los que se condenan con su rechazo.

¡Señor, ten piedad de nosotros: si a menudo no atendemos las llamadas de tu gracia!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 192 s.


3-3.

1. (Año I) Esdras 9,5-9

a) No todo fue fácil en la reconstrucción de la sociedad y de la vida religiosa, a la vuelta del destierro.

Una generación entera que ha nacido y vivido en tierra pagana no cambia así como así de sensibilidad y costumbres sociales y religiosas. Por ejemplo, había bastantes matrimonios mixtos entre israelitas y paganos, lo que parecía poner en peligro la pureza de la fe yahvista.

Esdras, uno de los sacerdotes artífices de esta vuelta, se expresa ante Dios con esta oración tan sentida: reconoce las culpas del pueblo y la contaminación que han sufrido de las costumbres paganas, agradece a Dios el don de la vuelta -"nuestro Dios no nos abandonó en nuestra esclavitud"-, y le pide su ayuda en la tarea de reconstrucción también moral de la sociedad.

En vez de salmo, hace eco a la lectura de hoy la oración de Tobías, que también sabe lo que es la culpa y el castigo y la ayuda de Dios para la conversión: "él nos dispersó entre los gentiles... veréis lo que hará con vosotros, le daréis gracias a boca llena... convertíos, pecadores, obrad rectamente en su presencia".

b) Las situaciones de decadencia y desgracia suelen tener muchas veces sus causas en el abandono de los valores humanos y cristianos. Es bueno que, si nos toca experimentar algún período de estos, nos reconozcamos también nosotros culpables.

Juan Pablo II, en la carta en la que nos convocó para el Jubileo del 2000 (Tertio millennio adveniente no. 33-36), nos invitaba a hacer examen de conciencia y a reconocer la parte de culpa que todos tenemos "por los pecados que han dañado la unidad querida por Dios para su pueblo", o por haber permitido "métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad", y la responsabilidad que podemos tener en "la indiferencia religiosa que lleva a muchos a vivir como si Dios no existiera".

El Papa afirma que la Iglesia "no pueda atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a purificarse, en el arrepentimiento, de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes". "A las puertas del nuevo milenio los cristianos deben ponerse humildemente ante el Señor para interrogarse sobre las responsabilidades que ellos tienen también en relación a los males de nuestro tiempo".

Son palabras que nos ayudan a aplicar a nuestro tiempo lo que Esdras pedía para el suyo, invitando a sus contemporáneos a levantar paredes materiales -del templo o de sus casas- pero sobre todo, a levantar los valores que habían descuidado.

1. (Año II) Proverbios 30,5-9

a) Los últimos pensamientos que leemos del Libro de los Proverbios se basan también en el valor de la Palabra de Dios, que es nuestro mejor tesoro y escudo.

Son muy breves pero muy densas las dos peticiones que el sabio le ha hecho a Dios:

- que aleje de él toda falsedad y mentira,

- que no le dé ni riqueza ni pobreza, sino "mi ración de pan".

La motivación es muy buena: si tiene demasiados bienes, se olvidará de Dios; si está en la miseria, tendrá la tentación de maldecir a Dios y empezar a robar.

b) ¡Cuántas veces volvemos nosotros a la escuela de la Palabra de Dios! Puede que sus páginas no nos resulten cada día especialmente conmovedoras o estimulantes. Pero esa Palabra es la que, escuchada y obedecida día tras día, nos va conduciendo en la vida y va conformando nuestra mentalidad a la de Dios. En verdad la Palabra es nuestro tesoro y nuestro escudo, para no dejarnos manipular por otras palabras que nos llegan al cabo del día.

Haremos bien en escuchar el último consejo: ni buscar demasiadas riquezas, ni tampoco desear la miseria. Relativizar los bienes que la vida nos quiera dar, y que nos quede la libertad interior para hacer el caso que merece el valor mayor, Dios.

Todo el salmo 118 -que ya rezábamos ayer- es una oración poética que nos debería ir inculcando serenidad, sensatez, confianza. Digámoslo hoy, por ejemplo después de la comunión, personalmente: "apártame del camino falso y dame la gracia de tu voluntad... tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo...". Por si acaso tenemos experiencia que nuestros pies pueden tropezar a lo largo del día, digamos con fe: "lámpara, Señor, es tu palabra para mis pasos".

2. Lucas 9,1-6

a) Jesús ya había elegido a los doce apóstoles. Ahora les envía con poder y autoridad a una primera misión evangelizadora. Lo que les encarga en concreto es que liberen a los poseídos por los demonios, que curen a los enfermos y que proclamen el Reino de Dios.

Para este viaje misionero, les encomienda un estilo de actuación que se ha llamado "la pobreza evangélica", sin demasiadas provisiones para el camino. Les avisa, además, que en algunos lugares los acogerán bien y en otros, no. Sacudirse el polvo de los pies era una expresión que quería significar la ruptura con los que no querían oír la Buena Noticia: de modo que no se llevaran de allá ni siquiera un poco de tierra en sus sandalias.

b) Ésta es la doble misión que Jesús encomendó a la Iglesia: por una parte, anunciar el evangelio y, por otra, curar a los enfermos y liberarlos de sus males también físicos y psíquicos.

Exactamente lo que hacía Jesús: que iluminaba con su palabra a sus oyentes, y a la vez les multiplicaba el pan o les curaba de sus parálisis o les libraba de los demonios o incluso les resucitaba de la muerte. El binomio "predicar-curar" se repite continuamente en el evangelio y ahora en la vida de la Iglesia. Se puede decir que durante dos mil años se está cumpliendo la última afirmación del evangelio de hoy: "ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes". ¡Cuánto bien corporal y social ha hecho la comunidad cristiana, además del espiritual, sacramental y evangelizador!

También deberíamos revisar como comunidad y cada uno personalmente el desprendimiento que Jesús exige de los suyos. Los misioneros -la Iglesia- deben ser libres interiormente, sin demasiado bagaje. No deben buscarse a sí mismos, sino dar ejemplo de desapego económico, no fiarse tanto de las provisiones o de los medios técnicos, sino de la fuerza intrínseca de la Palabra que proclaman y del "poder y autoridad" que Jesús les sigue comunicando para liberar a este mundo de todos sus males y anunciarle la noticia de la salvación de Dios.

No trabajamos a nuestro estilo, sino según las consignas de Jesús. Porque no somos nosotros los que salvamos al mundo: sólo somos conductores -es de esperar que buenos conductores- de la fuerza salvadora del Resucitado y de su Espíritu.

"Nuestro Dios no nos abandonó en nuestra esclavitud y nos dio ánimos para levantar el templo" (1ª lectura I)

"No me des ni riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan" (1ª lectura II)

"Ellos se pusieron en camino, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 100-103


3-4.

Pr 30, 5-9: Dame, Señor, sólo el pan necesario

Lc 9, 1-6: Envío de los doce

La misión de los doce reproduce algunos de los rasgos de la misión de Jesús. Lo primero es hablar con autoridad y no como lo hacían los escribas. Esto quería decir que el anuncio de los apóstoles estaba respaldado por el testimonio. Muchas veces, una acción significativa en favor de los marginados era la primera palabra para el anuncio del evangelio.

Lo segundo, era una lucha radical contra el demonio. No se trataba únicamente de expulsar las ideas funestas y opresoras que se habían apoderado de las personas débiles. Esta lucha incluía un compromiso del grupo apostólico para que la violencia no se convirtiera en fanatismo destructor. Lo otro, era una función terapéutica y reconstructiva. Ellos debían restablecer los verdaderos fundamentos de una relación sana con el prójimo y con Dios. Debían animar a las personas para que rompieran con la cadena de la explotación y para que vieran a Dios como un Padre amoroso y no como un eterno castigador.

El anuncio del Reino de Dios con estas exigencias, era reforzado por algunos gestos que demostraban la autenticidad de la opción. Por una parte, como no era un viaje de negocios se debía prescindir de las excesivas seguridades. Por otra, como no era una campaña publicitaria se debía hacer con los medio más modestos, aquellos de los que disponían los pobres.

Hoy, Jesús continúa enviando a la comunidad cristiana para que anuncie el Reino. La comunidad debe tomar este anuncio como algo de lo cual depende su vida, pero debe, a la vez, recurrir a los medios adecuados. La evangelización no se puede realizar con perfiles de campaña publicitaria. Si el evangelio se anuncia a los pobres, se deben buscar los medios adecuados, de modo que los evangelizados se sientan parte de una comunidad viva que practica las exigencias de Jesús y no de una multinacional que los apabulla con cantos extranjeros, arengas y mucho despliegue publicitario.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

La narración bíblica de la creación nos presentaba el ideal de armonía entre el hombre y las cosas: todas las pone Dios a su disposición; le encarga que domine la tierra. Por desgracia la relación entre hombre y mundo está frecuentemente alterada por el pecado. La Biblia habla del rico inconsciente, o explotador y sin entrañas; y Jesús pone en guardia frente a la avidez de dinero y riquezas. Él sabe gozar de la vida, contempla la belleza del mundo, asiste a banquetes, y hasta le tildan de glotón y borracho. Pero sabe también que ese gozo requiere medida, y que las cosas no tienen categoría para llenar el corazón humano y sus aspiraciones más nobles; el que así piense es un ciego, el rico insensato que está a punto de experimentar la inconsistencia de aquello en lo que confió. Por ello el sabio pide "no me des riqueza".

Pero Jesús, que también alerta ante las riquezas, no canoniza ningún tipo de miseria, no quiere el sufrimiento humano. Su "bienaventurados los pobres" debe de tener en él un complemento: bienaventurados porque van a dejar de serlo. Llega el Reino de Dios, que implica la supresión de las situaciones inhumanas.

La experiencia cotidiana demuestra que la miseria económica suele causar miseria cultural y moral; las situaciones negativas límite ponen al hombre a nivel de los instintos más primarios: agresividad incontrolada, pérdida de principios éticos, y no rara vez, blasfemia contra el Dios del que alguna vez se fió. El seguidor de Jesús, necesariamente amigo del hombre, no puede cruzarse de brazos ni cerrar la boca ante la miseria deshumanizante que sufren muchos de sus hermanos. La pobreza es un mal.

El Reino de Dios anunciado por Jesús no consiste en la "salvación de las almas", de que hablaban los predicadores decimonónicos. Y sus colaboradores, los apóstoles, no podrán ceñirse al anuncio abstracto del Reino de Dios que llega: son enviados a aliviar el dolor, a liberar de los demonios flageladores; y cumplen el encargo del Maestro.

Las instrucciones que Jesús da a sus enviados son llamativas; se las ha designado como espartanas. Pero Jesús no los quiere primariamente estoicos, sino parábola viviente del mensaje que anuncian: quienes hablan del Dios providente, padre bueno, no deberán ir cargados de provisiones; los heraldos de la paz mesiánica no irán provistos de bastón para hacer frente a eventuales agresores, sino dispuestos a ofrecer la otra mejilla. El auténtico evangelizador lleva el mensaje "incorporado".

Severiano Blanco, cmf (severianoblanco@yahoo.es)


3-6. COMENTARIO 1

LA MISION EMPIEZA A MEDIO GAS

La misión de los Doce va precedida de una convocatoria en la que Jesús les dio «fuerza y potestad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades» (9,1). Esta puntualización es muy importante, de otra manera no se comprenderá, al final de la estructura, que Jesús vitupere a todos en general, incluidos los discípulos, de «generación incrédula y pervertida», después que éstos no han sido capaces de expulsar el demonio del niño epiléptico (9,39-41). La «fuerza» les ha sido concedida para que curen los enfermos (véase el caso de la hemorroísa [8,46] y las curaciones de 6,19 y 5,17); el «poder/potestad», para que expulsen toda clase de demonios (cf. 4,36; 10,19).

La misión ha de consistir en la proclamación del reino de Dios avalada por las curaciones para las que les ha conferido fuerza y potestad. «Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos» (9,2). En las recomendaciones se les indica con toda claridad que el campo de misión son «las casas» (v. 4) y «los pueblos» (v. 5).

La realización de la misión no alcanza ni de lejos los hitos que Jesús les había señalado. Lucas puntualiza que «fueron de aldea en aldea» (9,6a). La «aldea», a diferencia de «pueblo/ciudad», connota un ambiente popular en el que predomina una determinada ideología (judía, samaritana), especialmente cuando va articulada (9,6.12; 19,30; 24,28) o acompañada del adjetivo indefinido (10,38; 17,12), y evidentemente cuando va expresamente calificada (5,17; 9,52.56; 19,30; 24,13; Hch 8,25). No así en las enumeraciones distributivas (Lc 8,1; 13,22). Los Doce, según esto, van a los reductos donde domina la ideología nacionalista fanática. Por eso, a su regreso, Jesús se retirará con ellos «a una ciudad llamada Betsaida» (9,10b), con el fin de hacerlos reflexionar, como veremos en seguida. Por lo que hace a las curaciones, se dice que iban «curando en todas partes», pero no que hayan expulsado ninguna clase de demonios. Más adelante veremos que son incapaces de liberar a nadie.

En lo que respecta, finalmente, a la proclamación del reino de Dios, se comprueba que «anunciaban la buena noticia», sin otra precisión. Para hacer un balance fundado de la misión de los Doce, sería necesario contrastarla con la misión de los Setenta, donde se afirma expresamente que los demonios se les sometieron y se nos informa a posteriori que Jesús les había dado «potestad... sobre todo el ejército del enemigo» (cf. 10,17-20).


COMENTARIO 2

La fe y, por consiguiente la realización de nuestra misión como cristianos, no puede prescindir de las mediaciones gracias a las cuales tuvimos un acceso al conocimiento de Jesús. Ella, a veces, está ligada en nuestra historia personal a la transmisión que se realiza en el seno de nuestra familia y , siempre, a la existencia de una comunidad creyente en que hemos experimentado concretamente el significado del mensaje de Jesús.

De allí la importancia de que la actividad misionera de cada persona no sea un hecho aislado sino que esté en conexión y sea continuación de la acción de otros testigos para que realmente pueda prolongar a lo largo del tiempo la actuación de Jesús.

De esta forma la misión sólo puede ser entendida como sucesión de la misión de Jesús a través de los testigos calificados surgidos a lo largo del tiempo. De allí surge una segunda exigencia: ella no puede encontrar su realización en formas y metodologías distintas de las propuestas por Jesús a sus primeros acompañantes. Debe asumir, por tanto, las características del desprendimiento e itinerancia necesarios para lograr su objetivo.

La radicalidad del desprendimiento que Lucas tan fuertemente señala nos debe llevar a una revisión de nuestras prácticas, muchas veces ligadas a apoyos procedentes de poderes económicos o políticos. La Buena Noticia puede desencadenar toda su fuerza solamente si está sostenida en el cumplimiento del mandato de Jesús y en los poderes que éste transmite para poder vencer la presencia del mal en la existencia de los hombres.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. Miércoles 24 de septiembre de 2003

Esd 9, 5-9: Perdón por los pecados
Interleccional: Tob 13, 2.4.6.7.8
Lc 9, 1-6:La Misión de los doce

Después de una larga temporada de formación e instrucción, Jesús convoca a sus discípulos y los envía de dos en dos en misión por toda Galilea. Les encomienda que proclamen la Buena Noticia del Reino y curen a los enfermos como testimonio de la realidad de su mensaje. La curación y la predicación no son dos tareas distintas. Las dos van íntimamente unidas, porque el Reino proclama la derrota del mal y la llegada de la salvación que busca erradicar todas las esclavitudes humanas.

Antes de partir, Jesús da a sus discípulos el poder que iban a necesitar para vencer las fuerzas del mal y también les da algunas recomendaciones prácticas para realizar la misión. Les dice que no lleven provisiones para el camino, que se pongan en marcha “ligeros de equipaje”. Lucas al narrar este relato tiene en cuenta la experiencia misionera de su comunidad, y a la vez hace una propuesta misionera para la Iglesia de todos los tiempos. Por eso los doce realizarán su tarea en la mayor pobreza, poniendo toda la confianza sólo en Dios.

Uno de los rasgos que debe identificar al misionero, según Lucas, es la pobreza. Los misioneros del Reino deben viajar en condiciones de extrema sencillez, contando con la generosidad y hospitalidad de la gente. Por eso ni siquiera llevan bastón, ni alforjas, ni alimentos, ni dinero, cosas imprescindibles para cualquier caminante. El gesto de sacudir el polvo de las sandalias, por no ser acogidos, significa el no querer llevarse ni siquiera el polvo en los pies de un pueblo o una ciudad que se ha negado a recibir el anuncio del Reino. Es una manera de expresar, con un gesto, las consecuencias que genera el rechazo que le hicieron a la Palabra.

Los misioneros de hoy: laicos, sacerdotes, religiosos o religiosas, lo que deben tener siempre delante de los ojos, como lo fundamental, es que están trabajando por el Reino de Dios, no por su propio Reino, y que este Reino se construye con el testimonio de la pobreza radical.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-8. ACI DIGITAL 2003

3. En 22,35, Él les muestra cómo nada les faltó a pesar de esto. Los apóstoles y sus sucesores deben dedicarse exclusivamente a la propagación del reino de Dios. Es la Providencia la que se encarga de sustentarlos (Mat. 6, 23). Cf. Mat. 10, 9 ss.; Marc. 6, 8 ss.; II Tim. 2, 4 y nota: "Ninguno que milita como soldado se deja enredar en los negocios de la vida; así podrá complacer al que le alistó".

Fiel a la exhortación del Apóstol, la Iglesia prohibe a los sacerdotes los negocios seculares. Por otra parte, los ministros de Dios tienen derecho a ser sustentados por los fieles (v. 6). Ninguno que milita, es decir, ningún soldado o militar puede agradar a su jefe, si son otra clase de asuntos, sean comerciales, políticos, etc., se distrae de la milicia, pues ésta le exige su vida entera. También a este respecto los Pontífices y singularmente Pío XI, han recordado que la misión de la Jerarquía eclesiástica es para las almas y no para "lo que es del César", y que aun los laicos de Acción Católica, en su actuación política, no obran en cuanto tales miembros sino en cuanto simples ciudadanos. Por lo demás, es evidente que las cosas "de esta vida" distraen tiempo y atención, y por eso, aunque no sean malas en sí mismas, lo son para aquellos que hacen profesión de dejarlo todo para seguir a Cristo. Véase Luc. 9, 57 - 62.

4. El sentido es el mismo de 10, 7: "Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den, porque el obrero es acreedor a su salario. No paséis de casa en casa".


3-9. DOMINICOS 2003

Palabra y mensaje

Libro de Esdras 9, 1-9:

“[Cuando llegué a Jerusalén, dice Esdras] las autoridades me dijeron...: El pueblo de Israel, sacerdotes y levitas, han cometido las mismas abominaciones que los pueblos paganos...; ellos y sus hijos se han casado con extranjeras, y la raza santa se ha mezclado con pueblos paganos...

Yo, al enterarme de esto, me rasgué los vestidos y el manto, me afeité la cabeza y la barba y me senté desolado, me arrodillé y alcé las manos a Dios diciendo:

‘Dios mío, de pura vergüenza no me atrevo a levantar el rostro hacia ti, porque nuestros delitos sobrepasan nuestra cabeza, y nuestra culpa llega al cielo. Desde nuestros padres hasta hoy hemos sido culpables...  Pero tú ahora te has compadecido de nosotros...  Éramos esclavos, pero nuestro Dios no nos abandonó en nuestra esclavitud, y nos granjeó el favor de los reyes de Persia...”

Apreciemos en este texto el choque fortísimo que se da en la mente y corazón de Esdras: soñaba con vida nueva y limpia en tierra de Israel y se encuentra con la miseria que impregna las conductas humanas. ¿Cómo no acudir a Dios para decírselo con lágrimas? Sería duro salir de una esclavitud para entrar en otra.

Evangelio según san Lucas 9, 1-6:

“En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio potestad y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.

Luego los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: No llevéis nada para el camino: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio... Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando todas las enfermedades”.

He aquí lo que en el tiempo, en cualquier tiempo y circunstancia, va a ser misión de los discípulos de Cristo: proclamar el Reino de Dios, luchar para que no sea el pecado sino la fidelidad y el amor la norma de conducta de todos los hombres.

 

Momento de reflexión

El problema judío del matrimonio con extranjeras.

La contaminación de los israelitas, al unirse con mujeres extranjeras en matrimonio, produce vergüenza a Esdras (c. 9) y Nehemías (c. 13,23-27).

De esa actitud puede colegirse cuán arraigada estaba, en el destierro, y tras el retorno a Jerusalén, la singularidad e identidad del pueblo judío como único pueblo amado y privilegiado por Dios.

Debido a su singularidad, solamente entre las familias de las tribus de Israel cabía establecer lazos de fidelidad matrimonial, porque asì era como descendía sobre ellos la bendición de Dios.

Esa exageración, unida a otras relacionadas con la ley y los rituales de purificación, mantendrá al judaísmo en tensión constante para aislarse de otros pueblos.

¡Qué drama supone para un pueblo sentirse tan amado de Dios, en exclusiva, que ni la carne, ni la sangre, ni la cultura, ni la vida, ni la religión puedan acercar a ellos otros pueblos!  YO y ‘los otros’

Espíritu de desposeimiento en los mensajeros del Reino.

Jesús se encuentra en otro plano muy superior al descrito por Esdras y las contaminaciones legales de su tiempo.

La ley de Cristo es la ley del amor, de la benevolencia, del mutuo respeto entre quienes somos “hijos de Dios”.

Introducir a los Doce en ese espíritu debió ser muy difícil, pero se fue logrando

Lo que hoy nos muestra san Lucas es como un ensayo de “nueva evangelización” a cargo de los seguidores de Cristo: Anunciar la Buena Noticia de Cristo. Vivir para el Señor y con el Señor


3-10.

LECTURAS: ESD 9, 5-9; TOB 13; LC 9, 1-6

Esd. 9, 5-9. Esdras, cargando con un pecado que no había cometido: casarse con alguna mujer extrajera como lo habían hecho los sacerdotes, levitas, jefes y algunos otros del Pueblo elegido, desobedeciendo la orden de Dios en este aspecto; ahora, Esdras confiesa ese pecado ante Dios, como si fuera suyo; reconoce el gran amor de Dios y su misericordia y se acoge a Aquel que se compadece de todos. Pide su perdón y agradece el permitirles encontrar protección y refugio en su templo, e incluso el que Judá y Jerusalén se conviertan en lugar y ciudad de refugio, donde no les alcance la ira de Dios por su pecado. Quienes creemos en Cristo, en Él hemos recibido la manifestación más grande del amor misericordioso de Dios, que vuelve su mirada, llena de compasión, hacia nosotros y nos ofrece su perdón y su paz. En Cristo no sólo encontramos refugio, sino que adquirimos la dignidad de hijos de Dios, ya que Él, cargando sobre sí nuestras miserias, nos ha dado el perdón y nos ha hecho partícipes de su vida y de su Espíritu. Tratemos de no perder, a causa de nuestros pecados, nuestra unión con el Señor; sino que, por el contrario, abandonando nuestras esclavitudes al mal llegue a nosotros en mayor abundancia la gracia de Dios.

Tob. 13. 2. 4. 6-8. Hacia este cántico pareciéramos remontar una buena parte del cántico de María en el Evangelio de san Lucas. Dios ha hecho grandes cosas por nosotros, por eso hemos de darle gracias. Más aún: estando en un país que no conoce a Dios hay que considerar eso como una luz, que Dios enciende por medio de sus elegidos, a favor del pueblo infiel en que los hijos de Dios viven su destierro para invitarlo a la conversión, a portarse rectamente, pues ¿Acaso en alguna otra ocasión el Señor los volverá a amar como ahora que tienen entre ellos al Pueblo elegido de Dios? Quizá esta sea la última oportunidad de conocer, amar y servir a Dios. Por eso no hay que dejar que la gracia de Dios caiga en saco roto. Dios nos ha dado la última oportunidad de salvarnos; y esto no puede ser sino en el Nombre de Jesús, por nuestra fe en Él y por recibir el Bautismo que nos hace ser miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia. No sólo tomemos conciencia de ese amor tan grande del Señor hacia nosotros, sino que vivamos de tal forma que en verdad permitamos que el Señor haga a favor nuestro y por medio nuestro grandes obras para todos los pueblos. Que la Iglesia sea, en el mundo, el lugar y el tiempo oportuno para que todos, desde el más pequeño hasta el más grande, conozcan al Señor y lo amen.

Lc. 9, 1-6. No podemos considerar este envío como un simple entrenamiento, sino como el inicio de la misión que los apóstoles llevarán adelante de proclamar el Evangelio con poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. El Señor quiere a los suyos como sus colaboradores en el anuncio del Reino de Dios. Los apóstoles harán presente al Señor hasta los últimos rincones de la tierra. Es bueno proclamar el Nombre de Dios, su Buena Noticia de amor. Pero el Evangelio no puede ceñirse sólo a discursos magistralmente preparados y bellamente pronunciados. Hay que propiciar que Jesús se haga cercano al hombre que sufre por la pobreza o enfermedad, al que vive esclavo de sus pasiones, para que la curación de todos estos males le haga saber que el pertenecer al Reino de Dios por creer en Cristo Jesús, hace de los creyentes personas libres de toda influencia del mal. El Señor nos quiere no sólo como promotores sociales sin trascender hacia Él; pero tampoco nos quiere sólo como predicadores angelistas, desencarnados de la realidad. El anuncio del Evangelio debe integrar al hombre completo, con sus aspiraciones y con sus debilidades, para ayudarle a vivir con mayor dignidad su ser imagen y semejanza de Dios, más aún, su ser de hijo de Dios por su fe y por su unión, mediante el Bautismo, a Cristo Jesús.

En esta Eucaristía celebramos el amor de aquel que, conociendo nuestra fragilidad, hizo suyos nuestros dolores, cargó sobre sí nuestras miserias y nos curó con sus llagas. Él se presentó entre nosotros no como el Dios terrible, que da miedo contemplar y escuchar; sino con la sencillez de quien nos ama entrañablemente y se acerca a nosotros para manifestársenos como la Buena Nueva que el Padre Misericordioso pronuncia a favor nuestro. Hoy estamos en torno a Él buscando, no sólo que nos conceda algún favor, sino que nos haga partícipes de su Vida y de su Espíritu para vivir de un modo mejor la fe que profesamos en Él.

Unidos al Señor Él nos envía para que proclamemos ante los demás lo misericordioso que Él ha sido para con nosotros. Les hemos de anunciar el Nombre del Señor; y lo hemos de hacer desde nuestra experiencia personal con el Señor y la vivencia fiel de sus enseñanzas. Pero no podemos quedarnos sólo en el anuncio con los labios, sino que también nuestras obras deben convertirse en la proclamación de la Buena Nueva de salvación. Sólo así podremos ser testigos del Señor que se preocupan de remediar los males tanto personales, como los que hay en el mundo. Hay muchas enfermedades interiores que hemos de curar en aquellos que nos rodean, como la soledad, la tristeza, la angustia, la inseguridad, el desbordamiento de las pasiones, la codicia, la preocupación compulsiva por los bienes temporales y por el poder; en fin, hay tantas esclavitudes que han atado a las personas y que requieren de nuestra atención de hermanos para ayudarles a darle un nuevo rumbo a su vida, y, desde su vida, a toda la historia. Dios quiere que no hundamos a los demás en el abismo, sino que les ayudemos a salir de él.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir confiados en el amor de Dios, pero al mismo tiempo vivir fieles a todo aquello que nos ha encomendado, especialmente proclamar su Evangelio con las obras y con las palabras, de tal forma que, en verdad, seamos constructores de su Reino entre nosotros. Amén.

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3-11. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Prov 30, 5-9 No me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan
Salmo responsorial: 118 Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor.
Lc 9, 1-6: Ellos se pusieron en camino… anunciando la buena noticia.

Una vez elegido el nuevo Israel, los doce, Jesús los hace capaces de llevar adelante su misión liberadora. Su tarea será liberar de enfermedades a los cuerpos, y de las ideologías opresoras representadas por los demonios, a los espíritus. Sin embargo, para esta misión que tienen que llevar adelante, los discípulos tienen que haber abandonado sus propias seguridades. Durante el camino deben ir confiados en Dios y no en las seguridades humanas: no deben llevar bastón, que se usaba como arma defensiva, pero innecesaria en la vida cristiana (“al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra”: a la violencia sufrida no se ha de responder con violencia, sino con amor); ni alforja o provisiones, ni dinero, pues Jesús los quiere pobres, como prueba de que tienen su confianza y seguridad puesta en Dios y no en los bienes de la tierra (“Dichosos los pobres porque tenéis a Dios por rey; 6,20); ni dos túnicas, pues no deben alinearse del lado de los ricos, ni parecerse a ellos en un mundo lleno de necesidades y carencias (llevar dos túnicas es propio de gente rica o acomodada, contra la que Jesús ha dirigido una malaventuranza: “Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis repletos, porque vais a pasar hambre!; 6,24-25); ni andar cambiando de casa, pues no deben buscar medrar, sino aceptar la hospitalidad que les ofrezcan. Lo importante es disfrutar de la acogida allí donde se alojen, sin cambiar de casa valorando más la mejora personal que la hospitalidad ofrecida. Y a quienes no practiquen con ellos la acogida, los discípulos deben considerarlos como paganos, pues no es práctica cristiana cerrar la puerta a quien llama a tu puerta. La costumbre que tenían los judíos al volver a Palestina de sacudirse hasta el polvo de los pies que se les había adherido al visitar un país pagano, es la que deben ellos practicar ahora en territorio judío para con los que no los reciban; éstos deben ser considerados paganos.

Con este comportamiento la misión tendrá éxito sin duda. Si nuestra misión en el mundo no tiene éxito, tal vez haya que revisar a fondo nuestro comportamiento no sea que estemos demasiado apegados al dinero, a los bienes o a las seguridades que evidencian nuestra falta de confianza en un Dios tan generoso que “hacer salir el sol sobre buenos y malos”.


3-12.

Comentario: Rev. D. Jordi Castellet i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà-Barcelona, España)

«Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades»

Hoy vivimos unos tiempos en que nuevas enfermedades mentales alcanzan difusiones insospechadas, como nunca había habido en el curso de la historia. El ritmo de vida actual impone estrés a las personas, carrera para consumir y aparentar más que el vecino, todo ello aliñado con unas fuertes dosis de individualismo, que construyen una persona aislada del resto de los mortales. Esta soledad a la que muchos se ven obligados por conveniencias sociales, por la presión laboral, por convenciones esclavizantes, hace que muchos sucumban a la depresión, las neurosis, las histerias, las esquizofrenias u otros desequilibrios que marcan profundamente el futuro de aquella persona.

«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades» (Lc 9,1). Males, éstos, que podemos identificar en el mismo Evangelio como enfermedades mentales.

El encuentro con Cristo, persona completa y realizada, aporta un equilibrio y una paz que son capaces de serenar los ánimos y de hacer reencontrar a la persona con ella misma, aportándole claridad y luz en su vida, bueno para instruir y enseñar, educar a los jóvenes y a los mayores, y encaminar a las personas por el camino de la vida, aquélla que nunca se ha de marchitar.

Los Apóstoles «recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva» (Lc 9,6). Es ésta también nuestra misión: vivir y meditar el Evangelio, la misma palabra de Jesús, a fin de dejarla penetrar en nuestro interior. Así, poco a poco, podremos encontrar el camino a seguir y la libertad a realizar. Como ha escrito Juan Pablo II, «la paz ha de realizarse en la verdad (...); ha de hacerse en la libertad».

Que sea el mismo Jesucristo, que nos ha llamado a la fe y a la felicidad eterna, quien nos llene de su esperanza y amor, Él que nos ha dado una nueva vida y un futuro inagotable.


3-13. Miércoles, 22 de setiembre del 2004

No me des pobreza ni riqueza,
dame la ración necesaria

Lectura del libro de los Proverbios 30, 5-9

Toda palabra de Dios es acrisolada,
Dios es un escudo para el que se refugia en Él.
No añadas nada a sus palabras,
no sea que te reprenda y seas tenido por mentiroso.

Hay dos cosas que yo te pido,
no me las niegues antes que muera:
aleja de mí la falsedad y la mentira;
no me des ni pobreza ni riqueza,
dame la ración necesaria,
no sea que, al sentirme satisfecho, reniegue
y diga: «¿ Quién es el Señor?»,
o que, siendo pobre, me ponga a robar
y atente contra el Nombre de mi Dios.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 118, 29. 72. 89. 101. 104. 163

R. ¡Tu palabra es una lámpara para mis pasos, Señor!

Apártame del camino de la mentira,
y dame la gracia de conocer tu ley.
Para mí vale más la ley de tus labios
que todo el oro y la plata. R.

Tu palabra, Señor, permanece para siempre,
esta firme en el cielo.
Yo aparto mis pies del mal camino,
para cumplir tu palabra. R.

Tus preceptos me hacen comprender:
por eso aborrezco el camino de la mentira.
Odio y aborrezco la mentira;
en cambio, amo tu ley. R.

EVANGELIO

Los envió a proclamar el Reino de Dios ya sanar a los enfermos

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 1-6

Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para sanar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: «No lleven nada para el camino, ni bastón, ni provisiones, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos».

Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y sanando enfermos en todas partes.

Palabra del Señor.

Reflexión:

Prov. 30, 5-9. Toda Palabra de Dios es verdadera. Los que nos acercamos al Señor como discípulos para escuchar su Palabra ha de ser porque queramos amoldad a ella nuestra vida. Así convertidos en discípulos del Señor, podremos llevar a los demás el mensaje de Salvación, tal como nosotros lo recibimos del Señor. De lo contrario estaríamos propiciando que los demás creyeran en falso, pues no irían tras las huellas del Señor sino tras nuestros inventos. Por eso, con un humildad pidamos al Señor que nos libre de la falsedad y la mentira. Centremos en el Señor toda nuestra existencia y que sea Él el tesoro de nuestro corazón. Si lo buscamos a Él y trabajamos por su Reino, todas las demás cosas llegarán a nosotros por añadidura. No centremos nuestra vida en los bienes pasajeros, ni los hagamos nuestro Dios; que más bien nos lleven a compartir lo nuestro con los más desprotegidos. Sólo así ni nosotros quitaremos del centro de nuestro corazón a Dios, ni los pobres se revelarán en contra de Él, sino que vivirán con un corazón agradecido hacia Él, que despierta buenos sentimientos en los que todo lo tienen pero saben compartirlos con ellos.

Sal. 119 (118). No seamos como discípulos olvidadizos. Aprendamos a escuchar la Palabra de Dios, a meditarla amorosamente en nuestro corazón, y a ponerla en práctica. Sólo así no sólo creceremos en edad, sino también en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres. Puesto que somos frágiles y más inclinados al mal que al bien, roguémosle al Señor que nos fortalezca con su Gracia y con su Espíritu Santo para que siempre le permanezcamos fieles. Sólo con la fuerza que nos viene de lo alto podremos vivir libres de todo pecado, pues Dios es más fuerte, incluso, que la misma muerte. Que el Señor sea el centro de nuestra vida y sea nuestra fortaleza para hacer siempre el bien a todos.

Lc. 9, 1-6. Ser elegido por Cristo, ser instruido por Él, ser revestido de su poder, ser enviado y ponerse en camino para cumplir con la misión encomendada; todo esto es lo que caracteriza al auténtico enviado de Dios. No son nuestras iniciativas personales, ni únicamente nuestro estudio sobre la Palabra de Dios, ni sólo nuestros planes temporales, sino Dios el que realiza su obra de salvación por medio de Cristo y por medio de la Iglesia de su Hijo. Esto nos debe llevar a ser nosotros los primeros comprometidos con Cristo y con su Reino, pues nosotros mismos debemos ser los primeros en vivir aquello que anunciamos. ¿Cómo podrían ser creíbles nuestras palabras de liberación de la esclavitud al mal y a lo pasajero si nosotros mismos permanecemos esclavos de ello? ¿No seríamos así, acaso, motivo de burla y no de salvación para los que nos escuchen y contemplan nuestra vida?

El Señor nos reúne en esta Celebración Litúrgica. Nosotros hemos escuchado su voz y, obedeciéndole, hoy estamos en su presencia dispuestos a dejarnos instruido por Él. Pero no sólo queremos llenar nuestra cabeza de conocimientos tal vez muy importantes, pero que no tendrían sentido si no llegaran a hacerse vida en nosotros. Antes que nada nosotros debemos dejarnos transformar por la Gracia; el Espíritu Santo debe ir transformándonos, día a día, conforme a la imagen del Hijo de Dios. Nuestra Eucaristía nos une a Cristo y nos hace uno con Él. Por eso debemos vivir en una continua conversión, de tal forma que, fieles a su Palabra, lleguemos a la plenitud de Cristo, convertidos, así, en un signo del amor de Dios en el mundo.

No podemos conformarnos con el culto que le tributamos a Dios ni con nuestra santificación persona. El Señor, habiendo nos transformando conforme a la imagen de su Hijo, nos quiere enviar para que proclamemos a todos la Buena Nueva del amor de Dios, que los libra de sus diversas esclavitudes al pecado y a la muerte. Esto, por tanto, no puede transformarnos en simples predicadores del Evangelio, sino que nos debe hacer cercanos a todo hombre que sufre para ayudarle a salir de todo aquello que le comprime, que le esclaviza y que le rebaja su dignidad personal como humano y como hijo de Dios. El Señor nos quiere eternamente con Él, libres de toda maldad; santos como Él que es Santo. La Iglesia de Cristo lucha constantemente por hacer realidad este deseo del Señor ya desde ahora; y lo hace no sólo con sus palabras, sino con la vida, convertida en un testimonio verdadero de la vida nueva que Dios quiere para todos, y en la que nosotros ya vamos en camino.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de amar en todo su voluntad y de vivir conforme a ella, de tal manera que podamos proclamar su amor y su misericordia a los demás, desde aquello que nosotros mismos hemos ya experimentado del Señor desde esta vida. Amén.

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3-14.

Reflexión

En el mundo consumista y tecnificado de nuestros días, buscamos que incluso la evangelización caiga bajo los mismos criterios. Hoy poca importancia se le da a la acción del Espíritu Santo en la vida de la conversión y del Reino. Jesús es claro cuando invita a sus seguidores a no poner su confianza en las cosas del mundo. El cristiano debe poco a poco, habituales a caminar sin sostén, solo con la gracia de Dios. A depender totalmente de él. Nuestro Dios es un Dios excelente, un Padre amoroso que siempre está al pendiente de nuestras necesidades (incluso de las más pequeñas). Por lo tanto no debemos dejar que las preocupaciones de nuestro día nos agobien. Esfuérzate en hacer bien lo que de acuerdo a tu vocación y estado te corresponde, anuncia con tu vida y con tu ejemplo el Evangelio y deja que Dios provea todas tus necesidades.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-15. La misión de los apóstoles

Autor: Comunidad de Carmelitas Descalzas de Toro

Lucas 9,1-6

En aquel tiempo Jesús llamó a los doce y les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar.
Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.

Reflexión:

Jesús se busca colaboradores para llevar a término la obra que su Padre le había encomendado. ¿Es que no podía realizarla solo? ¿Será que Dios quiere contar con la ayuda del hombre?

Dios que en su poder tiene todo en sus manos, quiere sin embargo hacerse débil y necesitar de la colaboración de los hombres.

Pero notemos, a los discípulos les envía con toda clase de poderes: curar enfermos, echar demonios; sin ninguna cosa propia en la que pudieran apoyarse: ni comida, ni bastón, ni dinero. Es que el anuncio del reino hay que hacerlo desde la gratuidad y la libertad. Lo que “gratis” se nos ha dado, gratuitamente hemos de entregarlo, sin quedarnos con nada que pueda hacer crecer nuestro orgullo. Es la pobreza del que se siente dependiendo de otro, sabiendo que la riqueza que posee no es suya y la gloria que recibe no es a su persona, sino para Aquel que lo envía.

Gracias, Señor, que con paciencia nos adoctrinas en tu Escuela y quieres servirte de nuestras manos para la construcción del Reino, te pedimos ahondes en nosotros capacidades de infinito para recibir en abundancia tus dones.


3-16. (El Evangelio Meditado-Alfonso Milagro)

“los envió a proclamar el Reino de Dios” (Lc 9, 1-6)

Jesús vino del cielo a la tierra para predicar y proclamar el Reino de Dios; pero vino a proclamarlo no sólo a un grupo reducido de hombre, sino a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares; de ahí la necesidad que tuvo Jesús de prolongarse en el tiempo y en el espacio y eso fueron y son sus discípulos de ante y de ahora: Prolongaciones de Jesús en el tiempo y en el espacio.

Los discípulos del Señor imitaron al Maestro, predicando lo que predicaba el Maestro y aun hicieron los mismos milagros, que vieron hacer a Jesús: “Instituyó doce para que estuvieran con El y para enviarlos a predicar también ellos el Reino de Dios con el poder de expulsar a los demonios” (Mc 3,14).

En la misión de los Doce debes ver la misión de todos los demás discípulos del Señor que a lo largo del tiempo y del espacio son envidiados, son los misioneros del Reino de Dios.

El Hecho de sentirse enviado por el Señor, de ser misionero del Señor, debe acuciar tu responsabilidad: eres enviado al mundo para algo; ¿cumples la finalidad de tu misión? ¿te falta mucho aún para cumplirla? Porque solamente entonces, cuando la cumplas, podrás gozar de paz en tu conciencia.

“Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes”.

El apóstol evangeliza y cura, predica y obra.

El bien que anuncia es también por él realizado; los apóstoles no son hombres que se detengan en la Palabra, pasan a realizar la fuerza que mana de la Palabra que predican.

Curar al mismo tiempo que se predica supone que el Reino no es simplemente una empresa espiritual, sino que apunta a la plena renovación del hombre en cuerpo y alma.

Jesús confiere a los apóstoles dos cosas: poder y autoridad.

Aquí Jesús confiere primero un poder divino, semejante al que ha salido de El para que la autoridad de su misión logre el fin.

El fin de la predicación de los discípulos enviados es el Reino de Dios; los misioneros de hoy deben también limitarse a anunciar el Reino, no a predicarse a sí mismos, no a transmitir las ideas o teorías, no a extender doctrinas humanas, sino a predicar únicamente el Reino de Dios.


3-17. CLARETIANOS 2004

Queridos hermanos y hermanas,

Hace tiempo conocí una pequeña comunidad de laicos que intentaban vivir de la “providencia”. A mi me parecieron poetas incurables… ¿quién en nuestro mundo se atreve a una osadía mayor, desafiando las leyes de la mercadotecnia? Pero hay personas que lo hacen, seducidas por Jesús se lanzan al camino de la vida fiados únicamente de esta palabra que hemos escuchado en el Evangelio de hoy, manifestando así su libertad y su confianza en Dios Padre Providente. Son testimonio de que el Evangelio no es una utopía, sino que se puede vivir, y que para ello sólo hace falta una cosa: “fiarse de Dios”.

Nos cuesta tanto fiarnos de Dios, incluso los que hemos hecho votos de pobreza, castidad y obediencia para manifestar al mundo que sólo Dios basta, nos llenamos de cosas inútiles pensando que ahí está la eficacia del trabajo por el Reino.

Necesitamos poetas que nos recuerden lo absurdo de nuestras inseguridades, necesitamos poetas que nos digan que con Dios a nuestro lado ya lo tenemos todo, necesitamos poetas que nos recuerden esa libertad primigenia de quien se desprende de todo para llenarse de Dios.

ciudadredonda@ciudadredonda.org