MARTES DE LA SEMANA 23ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Col 2, 6-15

1-1. IDEOLOGIA/ABSOLUTOS  VIVIR-EN-CRISTO

-Continuad viviendo según Cristo Jesús

Vivir "en Cristo"... «in Christo»...

Esta fórmula, que se encuentra ciento sesenta y cuatro veces en las epístolas de san Pablo, es una de las que mejor expresan su pensamiento profundo.

Estamos «en Cristo», como en un medio vital, un medio divino como el niño en el seno de su madre y que vive por ella.

-Vivid "enraizados y edificados" en El...

Dos imágenes: un árbol que crece... cuya «raíz» es Cristo.

Un edificio en construcción cuya base o «fundamentos» es Cristo.

-Permaneced firmes en la fe, tal como se os ha enseñado, rebosando en acción de gracias.

Continuemos con esas dos imágenes:

--la savia de ese árbol vivo es la fe y la alegría de la acción de gracias.

--el cemento que asegura la solidez de la construcción es la fe y la alegría.

No olvidemos que el término «acción de gracias» usado por san Pablo, es el término «eucaristía». Rebosad de eucaristía... superabundad de eucaristía...

-Mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía fundada en tradiciones humanas, según las fuerzas que rigen el universo y no según Cristo.

Los colosenses se sentían inclinados a adoptar las ideologías de moda: que era entonces el culto a los astros o a los «elementos del mundo» considerados habitados por espíritus, por ángeles.

Y nosotros HOY ¿en qué solemos poner una confianza excesiva? ¿Qué filosofía, qué sistema tendemos a absolutizar? Cristo liberó a sus discípulos de toda sujeción, de toda esclavitud ideológica o mágica: las fuerzas de la naturaleza, los condicionamientos políticos y técnicos erigidos en ídolos... Cristo confirma su caducidad. El cristiano es liberado de cualquier tabú o miedo.

-Porque en él, en su propio cuerpo, reside toda la Plenitud de la Divinidad.

Cristo es el único absoluto... ¡en El Dios habita corporalmente! La única materia sagrada es el Cuerpo de Cristo.

-En El lo habéis recibido todo en plenitud.

El paralelismo evidente de estas dos frases, la una junto a la otra, nos repite que Cristo comunicó su vida y su divinidad a los hombres. La primacía absoluta del Señor Jesús sobre el resto de la naturaleza tiene por tanto su homólogo en la primacía del hombre sobre todas las cosas. El hombre no ha de someterse a nada salvo a Cristo... y son todas las cosas las que deben estar sometidas al hombre.

Esto aclara en profundidad la empresa humana: «¡dominad la tierra!».

-En El lo habéis recibido todo en plenitud, porque domina todas las soberanías del universo y las ha incorporado a su cortejo triunfal de la cruz.

¡Todo lo que nos oprimía ha sido vencido... por lo menos en la esperanza! Ya no existen potencias maléficas.

-Sepultados con El en el bautismo, con El también habéis resucitado.

Como Jesús, Pablo no separa nunca esos dos misterios. La comunicación de la «vida» de Jesús es más que un fenómeno de «vasos comunicantes", es un fenómeno de identificación: yo estaba «en Cristo" cuando bajaba a la tumba y cuando salió de ella. Su victoria, su vida, es la mía.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 274 s.


1-2. /Col/02/04-15

Los creyentes tienen todo en Cristo, "pues en él habita realmente la plenitud total de la divinidad" (v 9) y de él han obtenido su plenitud. Por eso no deben buscar en otras partes ni hacer caso a quienes pretenden seducirlos mediante la filosofía o con falacias sin fundamento, que provienen de hombres y se guían por los elementos del mundo y no por Cristo. La misma postura deben adoptar frente a quienes quieren llevarlos a la circuncisión.

Tampoco tienen que circuncidarse, pues, de hecho, ya están circuncidados. El bautismo ha significado para ellos mucho más que la pérdida de una pequeña parte del cuerpo de carne. La circuncisión de Cristo, que se efectúa en el bautismo, lleva consigo sepultarse con él y resucitar con él por la acción de Dios, que resucitó a Cristo de entre los muertos (11s). El bautismo, sin privarlos de nada y respetando su integridad corporal, los ha transformado realmente. Estaban muertos por sus culpas y por la incircuncisión de la carne y, por tanto sin esperanza de vida; pero Dios les ha hecho vivir con Cristo perdonándoles todos sus pecados (13). Ahora se entiende la exhortación del versículo 6: «Por tanto, ya que habéis aceptado al Mesías Jesús como Señor, comportaos de acuerdo con él». Es decir, comportaos de forma coherente con vuestra aceptación de Jesucristo como Señor de todo: arraigados en él, id curtiéndoos sobre él y afianzándoos en la fe (v 7).

J/PLENITUD:Este texto de la carta a los Colosenses muestra que, para Pablo, entre las respuestas que los hombres han dado o pueden dar a sus más profundos y angustiosos interrogantes no hay ninguna tan excelsa y satisfactoria como el conocimiento de Cristo que sacia el deseo del hombre de saber algo sobre sí mismo y sobre su futuro. La excelsitud de tal respuesta la sitúa por encima de todas las demás. Pero la respuesta que el hombre encuentra en la palabra de Cristo le pide que ponga en el mundo la existencia que sólo él puede dar a luz: la decisión y el esfuerzo de vivir de acuerdo con Cristo, es decir, reconociéndolo como único Señor.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 470 s.


2.- 1Co 6, 1-11

2-1. CR/MUNDO-PAGANO

-Cuando alguno de vosotros tiene un pleito con otro, ¿cómo se atreve a llevar la causa ante los injustos y no ante los fieles?

Pablo reprocha aquí a los corintios el hecho de haber ido ante los tribunales. En efecto sabemos que los juramentos de esos tribunales contenían fórmulas idolátricas, lo que prohibía que los fieles accediesen a ellos... Además la legislación pagana era muy amplia, muy tolerante en sus apreciaciones y evidentemente no tenía en cuenta los principios evangélicos. Pablo aconseja pues que los "procesos" se arreglen entre cristianos, escogiendo a los «sabios» o prudentes de entre la comunidad. Esto nos plantea, HOY, la cuestión de la penetración del espíritu evangélico en las «instituciones» civiles, judiciales, políticas y sindicales. Un cristiano no puede poner entre paréntesis su fe, cuando participa en la vida de la sociedad: algo de paganismo circula en las mentalidades y en las estructuras de la ciudad, de la profesión, de la familia... No es cuestión hoy de que el cristiano «se aparte»: pero, entonces, ¿tendría que ser «incoloro, inodoro e insípido»? El compromiso del cristiano en el mundo no puede ser sólo el del camaleón que toma el color del ambiente.

-¿No sabéis que los justos han de juzgar al mundo? Pablo evoca una palabra de Jesús anunciando que, al final de los tiempos, los miembros de Cristo participarán de su poder real y judicial: «os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.» (Mt. 19, 28)

¡Enorme responsabilidad! ¡Desde luego, sin orgullo! Pero ¡responsabilidad! Luego, ¡deber de crítica y de juicio! Y recordemos que el Reino ya ha empezado: el juicio de Dios -del que participan los cristianos- está actuando ya en los compromisos que los cristianos asumen, en tanto que cristianos en la ciudad secular.

Repaso en mi memoria mis responsabilidades diversas.

-Y ¿no es ya para vosotros un fallo tener pleito, hermanos entre hermanos, y esto ante los no creyentes?

Siempre la misma apreciación misionera: ¿qué signo damos a los que nos miran como vivimos? San Pablo apunta aquí muy lejos. Dejando el escándalo de ir a tribunales paganos, afirma que es ya una brecha, una mella en el ideal cristiano, el haber ¡«diferencias» entre hermanos! Uno cree soñar, ante la afirmación de tal ideal... si se piensa en todas las oposiciones violentas de hoy entre «grupos» cristianos, y no sólo entre personas... ¡Todo ello orquestado en público por la prensa y otros medios de difusión!

-¿Por qué no preferís soportar la injusticia? ¿Por qué no dejaros antes despojar? Esto no es un sueño, ¡es literalmente el evangelio!

«Al que te abofetea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra... al que quiera pleitear para quitarte la túnica, déjale también el manto...» (Mt 5, 38)

Antes de decir que esto es imposible, convendría quizá que me preguntara si, en la práctica, el perdón y la paciencia no serían a veces más eficaces que la actitud inversa.

Quién sabe, además, si, ante la escalada aberrante de la violencia, el cristiano no tendrá que distinguirse por su manera de ir contracorriente, sacrificándose él mismo para tomarse el evangelio a la letra...

-Los injustos no heredarán el Reino de Dios... Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces... y esto fuisteis algunos de vosotros, pero habéis sido lavados por el bautismo y sois «santos».

Eran vicios corrientes en la sociedad del tiempo de san Pablo. En ese mundo vivían los cristianos de Corinto.

¿Cuál es mi parte de «santidad»?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 274 s.


2-2. 1Co/06/01-11

El texto es claro. Entre los corintios abundan también los litigios. Para resolverlos, a veces recurren a los tribunales paganos. Pablo se avergüenza de ello y quiere intranquilizar a esta comunidad que, pese a su presunción, parece no tener a nadie con autoridad suficiente para arbitrar en casos semejantes (v 5). La argumentación del Apóstol comienza con una apelación al amor propio de los corintios, pero poco a poco se adentra en las profundidades del ser cristiano. Y aquí vamos a centrar nuestra atención.

Unas palabras de Jesús que leemos en el Evangelio de Juan nos proporcionan el criterio para reconocer al auténtico discípulo: «En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a otros» (Jn 13,35). Lucas tiene presente este principio cuando, de forma narrativa, describe la vida de la primera comunidad cristiana en Jerusalén (Hch 2,42-47). Y Pablo lo recuerda cuando escribe: "No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás y cualquier otro mandamiento que haya se resumen en esta frase: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no causa daño al prójimo y, por tanto, el cumplimiento de la ley es el amor" (Rom 13,8-10).

Pero en Corinto los cristianos no sólo no se «dejan perjudicar», intentando superar el mal con el bien, sino que se hacen daño unos a otros. Aunque la lista de pecados que excluyen del reino de Dios no deba entenderse como una denuncia detallada de los vicios de los corintios, Pablo relaciona la situación en que se encuentran ahora con la que tenían cuando todavía eran paganos. Todos han sido bautizados, pero viven como cuando eran paganos.

Notemos que el pensamiento de Pablo no es moralizante. No se limita a decir que, puesto que están bautizados, deben comportarse como hombres nuevos; les hace observar más bien la nueva realidad de vida en que han sido introducidos gratuitamente «en el nombre del Señor y en el Espíritu de nuestro Dios» ( 11). Pese a su conducta, el bautismo es una realidad que sigue subsistiendo en ellos. Han sido purificados, santificados y justificados por el agua del bautismo, y vivir en contradicción con esta nueva realidad constituye el nuevo absurdo del pecado en el cristiano.

A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 511


3.- Lc 6, 12-19

3-1. J/ORACION

-En aquel entonces se fue a la montaña a orar y se pasó la noche orando a Dios. Toda la noche...

Procuro estar un buen rato contemplando a Jesús orando.

Once veces... en su evangelio, Lucas hablará de la "oración" de Jesús.

3, 21--El día de su bautismo en el Jordán por Juan Bautista...

5, 16--Cuando grandes muchedumbres se reúnen para oírle y pedirle curación...

6, 12--La víspera del día que eligió a sus apóstoles...

9, 18--Inmediatamente antes de pedir a Pedro su "confesión de Fe" en Cesarea...

9, 28--En la montaña de la transfiguración, muy poco antes de anunciar su muerte...

10, 21--Al regreso de los discípulos de la primera misión que hicieron ellos solos...

11, 1--Inmediatamente antes de enseñar el "Padre nuestro" a sus discípulos.

22, 32--Antes de la Pasión para que no desfalleciera la fe de Pedro...

22, 41--Durante su agonía en el huerto de Getsemaní, de noche...

23, 34--Mientras era crucificado, para pedir el perdón de sus verdugos.

23, 46--En el último segundo antes de entregar su alma en las manos del Padre...

-Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a "doce" de ellos...

He aquí pues, el objetivo de su oración de toda la noche : ¡su Iglesia! El proyecto que hoy dura todavía.

Esta institución de los Doce es un instante solemne para la historia de la humanidad.

¡Jesús no les dio la investidura más que al término de una noche entera de oración! Jesús no es un rabino ordinario, uno de esos maestros que se rodean de algunos discípulos.

Jesús es consciente de tener que representar un papel extraordinario en el mundo, en nombre del Señor. Lo que hace es una obra divina. Jesús no la lanza a la historia más que en unión con su Padre.

Yo también, HOY, en unión con Jesús, ruego por la Iglesia.

¿Cuál es mi amor y mi fidelidad a los obispos y al Papa?

-A los que nombró "apóstoles". APOSTOL/NOMBRE:

Lucas es el único a mencionar que el mismo Jesús les dio ese nombre... Apostoloi en griego. El término castellano "apóstoles" es una especie de plagio, o de traducción desafortunada del griego; y en el lenguaje castellano corriente evoca algo así como a un propagandista, un hombre celoso, un hincha de su causa, que trata de que otros la compartan...

Ahora bien, ese no es el sentido primario del término griego: el termino "apostoloi" apunta a "enviados por alguien".

Tendría que traducirse por "les dio el nombre de enviados". Porque lo primario no es la relación entre el apóstol y aquellos a quienes se dirige sino la relación del "enviado" con Aquel que le "envía". Lo esencial es la "misión".

Ser apóstol es depender de Jesús... es ser enviado por El... es ser su portavoz... es ser fiel a la obra que nos pide que llevemos a cabo.

¿Soy apóstol, en mi ambiente, en mi familia, en mi trabajo, en mi oración? ¿Soy consciente de que Jesús espera algo de mí, y me envía? El verdadero apóstol no acapara, no atrae hacia sí mismo... sino que orienta hacia el encuentro personal con Jesús.

-Simón, Andrés, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, Simón el Zelote, Judas y Judas Iscariote, que fue el traidor.

A pesar de la oración de una noche entera... a pesar del buen discernimiento de Jesús... a pesar de los tres años de formación por Jesús en persona... "uno de ellos fue un traidor".

Misterio de la libertad humana.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 166 s.


3-2.

1. (Año I) Colosenses 2,6-15

a) Ayer era él mismo, el apóstol, el que se unía a Cristo, colaborando así en la evangelización del mundo. Hoy son los cristianos de Colosas los que tienen que sentirse unidos a Cristo.

Se trata de que vayan madurando y siendo consecuentes: "ya que habéis aceptado a Jesús, el Señor, proceded como cristianos; arraigados en él, dejaos construir y afianzar en la fe". Y, a la vez, que se sepan defender de las "insulsas patrañas" que alguien está sembrando en la comunidad.

En Colosas, en la actual Turquía, había mezcla racial y sincretismo ideológico entre el judaísmo, el paganismo y el cristianismo. Esa doctrina falsa a que alude Pablo, de corriente gnóstica, está "fundada en los elementos del mundo", fuerzas astrales o angélicas mal entendidas, "y no en Cristo". El viernes de la semana pasada leíamos el himno cristológico de Pablo, para convencerles de que no hay otra respuesta de Dios que Jesús. Hoy vuelve a repetir que "en Cristo habita corporalmente la plenitud de la divinidad", que es "la cabeza de todo poder y autoridad" y que por él quedaron "destituidos los poderes y autoridades y los llevó cautivos en su cortejo".

b) No sólo en Colosas. También en nuestra sociedad de hoy necesitamos que se nos anime a crecer en la fe y a vivir coherentemente nuestra incorporación a Cristo.

Los cristianos, por el bautismo, fuimos injertados a Cristo en su muerte y en su resurrección ("fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él"), estábamos muertos y ahora vivimos, éramos pecadores y ahora estamos perdonados. Es hermoso el símil de Pablo para explicar este perdón, comparándolo con el gesto de romper una factura que teníamos en contra: "borró el protocolo que nos condenaba y era contrario a nosotros: lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz". El salmo recoge esta idea del perdón de Dios: "el Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad".

Seguramente nos acechan también a nosotros "insulsas patrañas, forjadas y transmitidas por hombres", ideologías que nos ofrecen la felicidad y la salvación, pero que no tienen consistencia. Los "elementos de este mundo", sean los que sean -seres misteriosos, poderes astrales, la ciencia, el progreso, los horóscopos, el dinero, el placer inmediato, el éxito-, no nos salvarán: "Dios os dio vida en Cristo". Sólo si vivimos arraigados en él, como los sarmientos a la cepa, viviremos. Sólo si edificamos sobre él, que es la piedra angular, nos mantendremos. Las filosofías humanas sólo son válidas si nos ayudan a penetrar en la sabiduría de Dios, que es Cristo. El vino nuevo, que es Cristo, necesita odres nuevos.

1. (Año II) 1 Corintios 6,1-11

a) Otro de los desórdenes que Pablo quiere corregir es el de los pleitos que surgen en la comunidad de Corinto, y que algunos llevan a los tribunales paganos.

Para el apóstol es intolerable que haya pleitos, pero, si los hay, deben resolverse fraternalmente, sin acudir a la jurisdicción del fuero civil o penal. Ya que los corintios están tan orgullosos de su "sabiduría" (¡son griegos!), Pablo, con ironía, les dice: "¿no os da vergüenza? ¿es que no hay entre vosotros ningún entendido que sea capaz de arbitrar entre dos hermanos?".

Aduce varios argumentos:

- los cristianos estamos destinados, al fin de la historia, a "juzgar al mundo": cuánto más estas pequeñeces de ahora;

- lo mejor sería que tuviéramos tanta paciencia que nadie se diera fácilmente por ofendido, sobre todo tratándose de hermanos, y así no habría pleitos: "¿no estaría mejor sufrir la injusticia?",

- y enumera una serie de situaciones pecaminosas que nos excluirían de heredar el reino de Dios: inmorales, idólatras, adúlteros, invertidos, ladrones, difamadores... (le gusta concretar: cf. las listas de Ga 5,19-21 y de Ef 5,3-6).

b) Una familia y una comunidad cristiana deberían saber "lavar la ropa sucia en casa", con una actitud tolerante, imitando la misericordia de Cristo, que refleja la de Dios Padre. Jesús nos dijo lo de presentar la otra mejilla. Aquí Pablo dice: "¿no sería mejor dejarse robar?". Son actitudes difíciles, porque a todos nos gusta que se respeten nuestros derechos y salirnos con la nuestra. Pero alguien tiene que romper la espiral de la violencia o del rencor. A todos Dios nos ha tenido que perdonar: "os lavaron, os consagraron, os perdonaron invocando al Señor Jesucristo y al Espíritu de nuestro Dios", como ha dicho Pablo. Ahora se trata de que nosotros tengamos una actitud semejante de perdón para con los demás, sin estar siempre alzando la bandera de nuestros derechos y de las (presuntas) ofensas que hemos recibido.

¡Qué impresión más pobre hace el que una familia airee sus tensiones internas con personas ajenas! ¡Qué mal efecto produce el que los miembros de una comunidad parroquial o religiosa hablen mal los unos de los otros! Tendríamos que saber dialogar y resolver nosotros mismos estos "pleitos", cediendo todos un poco y poniendo cada uno su parte de perdón y de capacidad de humor.

2. Lucas 6,12-19

a) Antes de contar la elección de los doce apóstoles, Lucas nos dice expresamente que "Jesús subió a la montaña a orar y pasó la noche orando a Dios".

Es el evangelista que más énfasis pone en la figura de Jesús orante. Aquí se dispone a elegir, entre los discípulos que le siguen, a doce apóstoles (palabra griega para "enviados"), pero el evangelio da importancia al hecho de que antes se pasa la noche orando a su Padre.

Son doce: un número que puede verse como simbólico de muchas cosas (los doce meses del año, o los signos del zodíaco), pero sobre todo de las doce tribus de Israel. Así, Jesús manifiesta que el nuevo Israel, la Iglesia, viene a sustituir y cumplir lo que se había empezado en el antiguo.

La lista de los doce aparece varias veces en el evangelio, con ligeras diferencias de orden, que aquí no nos interesa subrayar. Los doce no son grandes personalidades. Le van a defraudar en más de una ocasión. Pero es el estilo de Dios, que va eligiendo para su obra a personas débiles.

A partir de ahora estos doce van a acompañar muy de cerca a Jesús, y van a colaborar en su evangelización, en sus signos de curación y de liberación del mal. Aunque tendrán que madurar mucho para ser los colaboradores que Jesús necesita para la salvación del mundo.

b) La comunidad de Jesús es "apostólica". Está cimentada en la piedra angular, que es Cristo Jesús. Pero también tiene como fundamento a los apóstoles que él mismo eligió como núcleo inicial de la Iglesia.

Todos los bautizados formamos la comunidad, el Cuerpo de Cristo, que es la Cabeza. Él es el Pastor, la Luz, el Maestro. Pero a la vez recordamos que mandó a sus apóstoles que enseñaran y que fueran pastores y luz para el mundo. Detrás de ellos vinieron sus sucesores, como Pablo y Bernabé y Timoteo y Tito, ministros en una comunidad compuesta por innumerables hombres y mujeres. Ahora, nosotros. No todos somos "sucesores de los apóstoles", como el Papa y los Obispos, pero sí todos somos miembros activos de la Iglesia.

Esta comunidad "apostólica" es la que colabora con el Resucitado y su Espíritu en el trabajo que él hizo en directo, mientras vivió sobre la tierra: anunciar la buena noticia a todos, curar enfermos, liberar a los atormentados por los espíritus malos...

Si entonces dice Lucas que "salía de él una fuerza que los curaba a todos", lo mismo se tendría que poder decir de su Iglesia, de nosotros. Desde hace dos mil años este mundo no ve a Jesús, pero debería sentir la fuerza curativa y liberadora de la comunidad de Jesús, en todos los ambientes, también en los más cercanos de la vida familiar y social y de nuestro trabajo.

"Ya que habéis aceptado a Cristo Jesús, el Señor, proceded como cristianos" (1ª lectura I)

"El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas" (salmo I)

"Es un fallo que haya pleitos entre vosotros" (1ª lectura II)

"Salía de él una fuerza que los curaba a todos" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 43-46


3-3. CLARETIANOS 2002

"Salía de él una fuerza que los curaba a todos". Repite pausadamente estas palabras que cierran el evangelio de hoy..... Para muchos Dios es hoy una palabra gastada, un concepto vacío, algo así como un personaje cada vez más lejano. No así para aquellos enfermos y atribulados que se acercaban a Jesús para oírlo y tocarlo ni para esos doce discípulos a los que nombró apóstoles ¿Crees en el encuentro con Dios como una experiencia gozosa, capaz de transformar a la persona trastocando su vida entera?

Hay signos que pueden aparecer a cualquier edad y que siempre revelan un proceso de envejecimiento espiritual, una enfermedad que necesita ser curada. Así sucede cuando nos contentamos con ir tirando. Nada nuevo aparece ya en el horizonte de nuestra existencia: los mismos hábitos, los mismos esquemas y costumbres. Ningún objetivo nuevo, ningún ideal. Sólo la rutina de siempre. No hay capacidad para escuchar esa voz interior que desde dentro nos invita siempre a una vida más elevada, más generosa, más noble y creativa. Corremos entonces el riesgo de encerrarnos en nuestro propio egoísmo. La vida se reduce a buscar siempre las propias ventajas, lo que sirve al propio interés. No cuentan los demás, no se viven los acontecimientos que sacuden a la Humanidad ni se conmueve uno ante las personas que sufren junto a él. Y sin amor se apaga también la vida. La vida sigue, pero envueltos en la mediocridad, ya no se vibra con nada. Pronto se percibirá en el corazón algo difícil de definir, pero que no está lejos del aburrimiento, la decepción, la soledad o el resentimiento.

No es fácil reaccionar y romper esa trayectoria decadente. La persona necesita encontrarse con algo que toque lo más hondo de su ser e infunda un luz y un sentido nuevo a su vida. Algo que genere un estilo de vivir más generoso, más sano y más gozoso. Los atormentados y atribulados que se acercan a Jesús para tocarlo buscaban eso, un encuentro creador y transformador. No es posible la experiencia de Dios sin vivir, al mismo tiempo, la experiencia de una luz que ilumina todo de manera diferente, una alegría que abre horizontes nuevos a la vida, una fuerza que permite enfrentarse a la vida con confianza. Porque "salía de él una fuerza que los curaba a todos", todo encuentro con Dios puede ser una experiencia capaz de cambiarnos y devolvernos a una vida nueva.

Teodoro Bahillo (tbahillo@teleline.es)


3-4. COMENTARIO 1

LOS DOCE Y LOS OTROS DISCÍPULOS:
JESUS CAMBIA DE PLANES

La elección de los Doce no se hace a la ligera, sino que viene precedida de una prolongada oración de Jesús, dialogando con Dios sobre cuál sería la respuesta más en consonancia con el rechazo de que había sido objeto por parte de los dirigentes de Israel: «Por aquel entonces salió Jesús, fue al monte a orar y se pasó la noche orando a Dios» (6,12).

Literalmente se habla de una salida/éxodo de Jesús en dirección al monte, y se subraya la oración ininterrumpida que elevó a Dios en aquel lugar. Lucas hace referencia a la oración de Jesús en los momentos más decisivos de su vida. La «noche» es indicio de la perplejidad que lo invade; el «monte», hacia el cual ha «salido» él solo (desde allí convocará a los discípulos), expresa en términos figurados el lugar/estado anímico más adecuado para un encuentro con Dios, mientras que la «oración» es medio de clarificación, a fin de que Dios dé luz verde al cambio de planes que se ve obligado a introducir.

«Cuando se hizo de día», indicio de que la oración ha obtenido resultados positivos -no se pueden tomar decisiones mientras a uno lo envuelve la tiniebla-, «llamó a sus discípulos, eligió a doce de ellos y los nombró apóstoles» (6,13). La correlación «noche/día» no se ha de interpretar necesariamente de una noche/día puntuales: podría muy bien hacer referencia a un periodo de tiempo más o menos largo, durante el cual Jesús quedó sumido en la más profunda perplejidad al sentirse rechazado por sus connacionales.


«DOCE APOSTOLES»: UN GRUPO ABIERTO,

NO UNA COMUNIDAD RELIGIOSA MAS

La elección de los «doce» tiene como función dar una nueva configuración al grupo de discípulos israelitas (6, 13b): «Llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos», es decir, los escogió entre los miembros del grupo israelita, el más ortodoxo, para que representaran el nuevo Israel. Jesús, sin embargo, pretende desde un principio que el rasgo distintivo y más específico del nuevo grupo sea la misión: «los nombró apóstoles», es decir, «enviados» o «misioneros» (6, 13c). No quiere crear un grupo cerrado sobre sí mismo, al estilo de las comunidades bautistas, esenias o fariseas (cf. 5,33-35), sino un grupo abierto que invite a todos a formar parte de él.

Con la elección del nuevo Israel, Jesús da por definitivamente caducado el antiguo Israel. Los doce nombres propios están todos unidos por la conjunción «y», sin establecer ninguna jerarquía ni grupúsculo en el interior del grupo. Hay dos «Simones»: uno, «al que Jesús dio el nombre de Pedro» por su proverbial terquedad en la defensa de las propias opiniones («Kepha», arameo; «Petros», griego; «Piedra», castellano; diverso de «So'ar», arameo; «Petra», griego; «Roca», castellano), y otro, «el llamado Fanático» («Kananaios», Mc 3,18; Mt 10,2, arameo; «zelotes», griego), simpatizante del movimiento de resistencia judía contra los romanos; igualmente, hay dos «Judas»: «el de Santiago» y «el Iscariote, que llegó a ser un traidor». La homonimia relaciona íntimamente estas dos parejas: la presencia de dos «Judas» en la lista lucana anticipa que no todo el judaísmo (por derivación de «Judas») «traicionará» al Mesías. Además, el primero y el último de la lista engloban a todos los demás: las negaciones de «Pedro» y la traición de «Judas» afectarán de una u otra manera a todo el grupo. En la presentación del nuevo Israel, Lucas deja ya entrever que éste resultará un fracaso.

Jesús no los hizo pasar por el cedazo al llamarlos (léase noviciado, tiempo de prueba, etc.), ni ha escogido de entre ellos a los más religiosos y sumisos. Aquí hay de todo, como representación que son de la sociedad israelita. No los ha escogido en calidad de doce líderes de la nueva comunidad, sino para que proclamen con su comportamiento la alternativa de sociedad que quiere proponer a Israel, primero, y, por extensión, a toda la humanidad. No les da -ni les dará jamás- regla alguna: Los escoge para enviarlos a proclamar la buena noticia que hasta ahora encarnaba él solo. Cuando los Once voten a Matías como duodécimo miembro del colegio apostólico, sin contar con el discernimiento que les habría deparado el Espíritu (si hubiesen esperado la fiesta inminente de Pentecostés, no lo habrían hecho), restaurarán la materialidad del grupo truncada por la defección de Judas (Hch 1,15-26), pero este nuevo Israel de imitación no secundará el empuje del Espíritu Santo a predicar la buena noticia por todo el mundo y se encerrará en el pueblo judío. La apertura al paganismo la encauzará Pedro mucho más tarde, no sin resistirse antes, con todas sus fuerzas, en representación de los «apóstoles».

La secuencia original del texto subraya el paso de la esfera divina, «el monte», al plano del hombre: «Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de ellos y los nombró apóstoles - ... -, bajó con ellos y se detuvo en un llano, con gran número de discípulos suyos» (6,13-17a). Estos últimos, contradistintos de los de origen israelita (v. 13), representan el sector no israelita de los seguidores de Jesús.


PRESENTACION A ISRAEL DEL PROGRAMA DEL REINO

Acto seguido Lucas presenta el auditorio: «Una gran muchedumbre del pueblo, procedente de todo el país judío, incluida Jerusalén, y de la costa de Tiro y Sidón, que habían ido a oírlo y a quedar sanos de sus enfermedades, y también los atormentados por espíritus inmundos, se curaban; y toda la multitud trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los sanaba a todos» (6, 17b- 19). También el auditorio es compuesto: están presentes en él tanto las tribus establecidas en la tierra prometida como las que viven en la diáspora (representada por «Tiro y Sidón»).

Las multitudes habían acudido con una doble intención: oír al Maestro de Israel y hacerse curar de sus males.

Antes de hablarles, Jesús, con la «fuerza» del Espíritu, les restituye la integridad humana. Mezclados con ellas, están los poseídos por «espíritus inmundos», los fanatizados por una ideología que se ha posesionado de ellos y les ha arrebatado la capacidad de pensar y actuar como hombres libres: son los que actúan por consignas -como los que con un mando a distancia explosionan un coche bomba-, sin preocuparse para nada de si los demás son personas; éstos no compartían ninguna de las dos intenciones señaladas; más bien habían venido a ver si podían aprovecharse de la presencia masiva de Israel para pronunciarse contra los romanos. Jesús los libera de sus ideologías destructoras.

Enfermos física y psíquicamente continúa habiendo, tantos o más que en los tiempos de Jesús.


COMENTARIO 2

Nos encontramos ante dos unidades literarias: la elección de los doce (versos 12-16) y la presentación de la muchedumbre que sigue a Jesús (17-19).

Ambas unidades se construyen sobre la base y el clima de la oración de Jesús (v. 12). Jesús "sale" de la masa entusiasta y de sus rivales enemigos, sube a la "montaña", símbolo y lugar del encuentro con Dios (1 Re 19), y allí "pasa la noche" (Sal 1,2; 42,4; 119, 55), "orando". La oración es un tema predilecto de Lucas (3,21; 5,16; 6,12; 9,18. 28-27; 11,1; 22,41).

Los versos 13-16 (la elección de los doce) son eminentemente eclesiológicos. Dejan entrever una estructura de la comunidad. A modo de círculos concéntricos se sitúan el pueblo, los discípulos, los doce. Pedro encabeza la lista (siendo el primero), Judas Iscariote la concluye (siendo el último). En una aproximación sociológica del grupo de los doce se evidencia su heterogeneidad: hay dos nombres griegos, un excolaboracionista (identificando a Mateo con Leví), un ex-simpatizante de los extremistas zelotas, y hasta un traidor.

Jesús, así como Yavé en el AT, tiene la iniciativa de la elección (1 Sm. 10,24; Sal 78,68.70). "Los nombró apóstoles"; título que se acepta sin discusión (1 Cor 12, 28; Ef 2,20). Este título indica el cambio de función, al igual que el cambio del nombre a Simón.

La segunda unidad literaria 6, 17-19, contiene un sumario de enseñanzas y curaciones, que servirá de trasfondo al discurso que sigue. El evangelista Lucas, que es un extraordinario narrador, hace hincapié en la grandeza o multitud de discípulos y de pueblo. La nota geográfica de la procedencia (desde la capital y de su provincia, hasta la costa pagana de Tiro y Sidón), sirve para representar de modo simbólico la eclesiología lucana. La afluencia desde diversas zonas geográficas simboliza la universalidad de la iglesia, compuesta por judíos y paganos. Se trata de otro tema predilecto de nuestro evangelista.

Finalmente observamos el poder de atracción de Jesús. Jesús atrae por sus palabras (11,31) y por sus acciones, en este caso por su poder curativo, que transmite por contacto. El misterio de la encarnación revela cómo el poder de Dios actúa en el tiempo y en el espacio, actúa en la persona concreta de Jesús y se convierte en poder vivificante, rehabilitador.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-5. Martes 9 de septiembre de 2003

Col 2, 6-15: Cristo es la plenitud del mundo
Salmo responsorial: 144, 1-2.8-11
Lc 6, 12-19: La elección de los doce

La elección de los discípulos está precedida por una experiencia profunda de oración: “En aquellos días se fue a orar a un cerro y pasó toda la noche en oración con Dios”. Después “llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos”. En este texto Lucas nos ofrece la lista con el nombre de los discípulos que Jesús se escogió para conformar con ellos un pequeño grupo de apóstoles; el cual está constituido sobre el número doce. Doce es para el pueblo de Israel un número perfecto, ya que en él se resumen las tribus que constituyeron el antiguo Israel. El Pueblo del Nuevo Testamento también está fundado sobre Doce Apóstoles, a imitación del Israel primero. Por lo mismo, significa el pueblo elegido, el pueblo organizado. Después de la muerte de Judas, su puesto debe ser ocupado por otro testigo de la muerte y la resurrección de Jesús (Hch 1, 15-26).

Este grupo fue constituido por Jesús para que estuvieran con él, siguieran sus pasos, aprendieran sus enseñanzas y propagaran su obra. Las relaciones que establecieron fueron las de maestro y discípulos en un arduo proceso de aprendizaje que estaba fuertemente respaldado por el testimonio de la propia vida.

Una de las características más sorprendentes de este grupo es su heterogeneidad. El grupo estaba compuesto por pescadores, un recaudador de impuestos, un celoso de la ley y un traidor. Son personas sencillas, trabajadoras, sin títulos mayores; por eso los discípulos no aprendieron fácilmente lo que Jesús les enseñó. Por el contrario, parece que cometieron muchos errores que posteriormente, después de la resurrección, fueron corregidos con el poder del Espíritu Santo, que realizó cambios admirables en la vida de estas personas.

Otra característica de los doce es que son llamados por el mismo Jesús como apóstoles y fueron escogidos de entre un grupo amplio de discípulos, como queriendo decir que no puede haber comunidad sin animadores; pero estos animadores no se pueden situar frente a la comunidad como una autoridad. Ellos no tienen que cumplir con ciertos requisitos (estudios, méritos, capacidades). El título de apóstol (enviado) designa una función y no una dignidad, un servicio y no un poder. La mención de los nombres de los discípulos subraya su nueva responsabilidad, que no es una actividad restringida, sino una misión duradera.

Todos nosotros hemos sido llamados desde nuestra vocación bautismal a cumplir una misión en la construcción del Reino de Dios. Tenemos un compromiso y una responsabilidad desde nuestra profesión concreta. No descarguemos falsamente en las manos de sacerdotes, religiosos y religiosas la tarea que todos tenemos como cristianos y cristianas.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-6. DOMINICOS 2003

Cristo en nuestra vida
En la liturgia de hoy seguiremos alimentándonos con la doctrina espiritual que nos expone el apóstol Pablo: Dios nos dio vida en Cristo, perdonándoos nuestros pecados. En Cristo habita corporalmente la plenitud de la divinidad. Por el bautismo fuimos sepultados y resucitados con Cristo.

Bajo mil formas parcialmente diversas de expresión, Pablo nos insiste en que su vivir y nuestro vivir ha de ser Cristo, y en que no debemos dejarnos engañar por tradiciones vacías de sentido, por patrañas que brotan de cerebros e imaginaciones que no han gustado del amor y de la verdad de Cristo, Salvador y Señor nuestro.

Por su parte, el Evangelio nos recuerda dos gestos o actos importantes de Jesús: Jesús pasó la noche orando y en la mañana eligió a doce apóstoles.

A tono con esa sublime doctrina que nos vincula entrañablemente con Cristo, Salvador y Señor nuestro, oremos con un himno cristológico que suplica y canta esa intimidad del alma que vive en Él y no quiere perderlo:

Estáte, Señor, conmigo siempre, sin jamás partirte,
y cuando decidas irte, lévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo, de si tú sin mí te vas.

Llévame en tu compañía, donde tú vayas, Jesús,
porque bien sé que eres tú la vida del alma mía.
Si tú vida no me das, yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo, ni si tú sin mí te vas....



Palabra y Sacramento
Carta de san Pablo a los colosenses 2, 6-15:
“Hermanos: Ya que habéis recibido a Cristo Jesús como Señor, caminad unidos con él, arraigados y cimentados en él, confirmados en la fe que os enseñaron, derrochando agradecimiento.

Pero ¡cuidado! Que nadie os cautive con especulaciones y engaños hueros... Sabed que en Cristo reside corporalmente la plenitud de la divinidad; y que de él, que es cabeza de todo poder y autoridad, recibís vosotros vuestra plenitud. Por él fuisteis circuncidados, con circuncisión que no practican los hombres... Con él, por el bautismo, fuisteis sepultados y habéis resucitado... Estabais muertos, pero Dios os dio vida por él.”

Nueva síntesis de verdades capitales para el creyente: somos, estamos, caminamos, vivimos con Cristo, y en actitud de gratitud a Dios Padre por sus dones, desde la creación hasta la purificación y salvación.

Evangelio según san Lucas 6, 12-19:
“Un día subió Jesús a la montaña a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y les nombró apóstoles: Simón-Pedro, Andrés, Santiago, Juan... Después, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande de discípulos y de gentes que procedían de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Venían a oírle y a que les curara de sus enfermedades... La gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos

El conjunto de rasgos que se anotan en este texto expresan la realidad compleja del entorno de Jesús: por una parte, Él y el Padre en encuentro de oración; Él y los apóstoles en misión; Él y las gentes que quieren oír la palabra (sanación del espíritu) y ver signos externos (curaciones corporales, multiplicación de panes...); Él con una fuerza que emana de su ser y los enfermos que se benefician de tanta caridad y misericordia...



Momento de reflexión
Arraigados, afianzados, confirmados en Cristo.
De entre las palabras utilizados por san Pablo para describir cómo es nuestra incardinación y vida en Cristo, elijamos esas tres para nuestra meditación o reflexión íntima. El apóstol recurre a ellas para indicarnos que, si hemos recibido a Cristo, si nos hemos adherido a él, nuestro comportamiento coherente ha de tener las manifestaciones de profundidad, seguridad y firmeza, como acontece en los actos humanos firmemente consolidados, frutos de madurez lograda.

Estamos arraigados en Cristo cuando la fe, la caridad, la esperanza, son hondas o profundas y llegan a constituir el esquema de vida interior y la plataforma en que nos mostramos al mundo. Sólo quien posee vida interior, radicada en la fe, tiene pensamientos, palabras, actuaciones que brotan como la flor del campo, por connaturalidad virtuosa.

Estamos afianzados en Cristo cuando ponemos cimientos sólidos, no meramente pietistas, a nuestra fe, esperanza y caridad, y los defendemos con las oportunas cautelas para que no puedan ser fácilmente removidos o dinamitados por tentaciones, dudas, racionalismos, turbaciones pasionales, infidelidades.

Estamos confirmados en Cristo cuando hemos sido sometidos a pruebas y hemos logrado vencerlas: con oración sincera y frecuente, ejercicios de caridad y solidaridad, recepción de gracias sacramentales, experiencia gozosa de orientar la existencia desde la perspectiva y designaios morosos de Dios.

Jesús, oraba, elegía discípulos, curaba a enfermos.
En un solo párrafo evangélico bulle un conjunto de acciones. La mirada de Jesús se abre a horizontes múltiples que son complementarios en la integridad de vida:

No hace discernimiento ni toma decisiones sin meditarlo todo: en oración nocturna, en clima espiritual que discierne la voluntad o designios del Padre.

No elige mediadores, los envía y se retira él del encuentro con los hombres débiles, enfermos; los quiere a su lado, acogiéndolos con entrañas de misericordia.

No hace ostentación de poder, de profeta, de taumaturgo; simplemente deja fluir una fuerza misteriosa, enérgica, que cura, anima, impresiona, vence al mal.


3-7.

LECTURAS: COL 2, 6-15; SAL 144; LC 6, 12-19

Col. 2, 6-15. Si en verdad hemos aceptado a Jesús como Cristo y Señor, permanezcamos arraigados y cimentados en Él. Nuestra vida debe manifestar la novedad del amor y de la libertad de que gozamos en Cristo. En Jesús habita toda la plenitud de la divinidad; y nosotros, bautizados en Él, participamos de esa plenitud como los miembros de un cuerpo participan de la misma vida que tiene la cabeza. Por medio de Cristo nuestros pecados han sido perdonados, pues los principados y potestades de este mundo fueron sometidos y humillados por el poder de Cristo a la vista de todos, y sólo aquellos que rechazan a Cristo volverán a caer bajo el dominio de las fuerzas de maldad, que se oponen al Señor. Manifestemos nuestra fe en el Señor siéndole fieles y celebrando continuamente la Acción de Gracias en su honor, para que, en una continua comunión de vida con Él, seamos fortalecidos por su Espíritu y caminemos con seguridad, dando testimonio de nuestra fe, hasta encontrarnos, juntos, unidos plena y definitivamente con el Señor

Sal. 144. El Señor es Rey; bendigámoslo. Él es nuestro Padre compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar; alabémoslo y bendigamos su santo Nombre. El Señor, creador de todo, ha contemplado al hombre, creado a su imagen y semejanza, y sabe que, desde su adolescencia, el hombre está inclinado al pecado. El Señor nos comprende y entiende; Él, a pesar de nuestras ofensas, quiere que, perdonados, algún día estemos con Él eternamente. Por eso ha salido a nuestro encuentro con toda su compasión y misericordia por medio de Jesús, su Hijo hecho uno de nosotros. Por Él nos ofrece, generosamente, el perdón de nuestros pecados. Ojalá y esta oferta de salvación no caiga, en nosotros, en saco roto; sino que, más bien, produzca en nosotros frutos abundantes que hagan que el amor de Dios, por medio nuestro, vaya llegando a todos los ambientes, como la levadura, para transformarlos; y colaborar, así, para que el Reino de Dios en verdad esté entre nosotros con toda su fuerza de salvación y de misericordia.

Lc. 6, 12-19. ¿De qué platicaría Jesús en el monte con su Padre Dios toda aquella noche, después de la cual escogió a los doce discípulos, a los que llamó también apóstoles? Tal vez algo intuimos cuando, al llamarlos, escoge pescadores, un recaudador de impuestos, un fanático de la Ley; y... y un traidor, para que estén con Él y que, al contemplar sus obras, y al escuchar sus palabras, se preparen para que, en el futuro, realmente sean apóstoles que no sólo proclamen el Evangelio con sus labios, sino con sus actitudes con las que manifiesten que realmente se han revestido de Cristo. A pesar de las carencias de toda esta gente, Dios les dará su Espíritu, y entonces serán realmente sus testigos hasta los últimos rincones de la tierra. Cuando Jesús baja con ellos del monte, inicia la instrucción de cómo ha de ser la forma de proceder de sus discípulos: antes que nada han de saber acoger a todos con amor, proclamarles la Buena Nueva, curarles de sus enfermedades y liberarlos de su esclavitud al mal. Quien haya de cumplir con esta misión debe, antes, ser una persona de profunda oración en una auténtica intimidad de amistad con Dios; además el discípulo, convertido en apóstol, en enviado, en misionero, no ha de confiar en sus propias cualidades y en los métodos humanos, por muy buenos que parezcan; ha de confiar en Dios y en la fuerza del Espíritu de Dios que Él nos ha comunicado, para que sea Él, y no nosotros, quien haga que todos lleguemos a la verdad plena y seamos, realmente, transformados en hijos de Dios, libres de todo aquello que nos había alejado de su presencia y de su amor.

El Señor nos ha convocado en esta Eucaristía para manifestarnos la plenitud del amor de Dios, que ha hecho suya nuestra naturaleza humana. Él nos llama para que seamos testigos de su amor que se hace entrega hasta el extremo, de su misericordia que se hace perdón sin importar la gravedad de nuestras culpas. Él nos habla para invitarnos a la conversión; Él entrega su vida para que, entrando en comunión con Él, participemos de la misma Vida que Él recibe del Padre Dios. Celebremos gozosos esta Eucaristía, con un corazón limpio, y con la voluntad decidida de seguir los caminos de Cristo y de convertirnos en testigos suyos para todos los que caminan junto a nosotros en la vida.

Puesto que quienes nos reunimos en la Eucaristía profesamos nuestra fe diciendo que pertenecemos a la Iglesia apostólica de Cristo, no podemos conformarnos con decir que del Señor recibimos la plenitud de la Vida, que Él posee recibida del Padre, pues somos miembros de su Cuerpo, ya que Él es Cabeza de la Iglesia. Instruidos por el Señor, nos hemos de convertir en auténticos apóstoles de su Evangelio en los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra existencia, hasta los últimos rincones del mundo. Quien no ha asumido con seriedad este compromiso; quien sólo está en esta celebración como espectador y no como discípulo verdadero sino como traidor, tal vez al volver a sus quehaceres diarios vuelva dominado por los principados y potestades de este mundo, y, en lugar de esforzarse por construir un mundo más justo, más fraterno, se convertirá en un destructor del bien y de la vida. Vayamos como apóstoles leales al Señor para darle su verdadera dimensión a la vida del hombre y a su historia; llamemos a todos a un encuentro personal con Cristo para que seamos capaces de que nuestro mundo sea realmente un hogar de hermanos, donde, haciendo el bien a todos, nos convirtamos en un verdadero signo del Reino de Dios entre nosotros.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, la gracia de sabernos dejar formar y guiar por el Espíritu Santo, para que proclamemos el Nombre del Señor como auténticos testigos suyos. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-8.Salía de Él una fuerza que sanaba

Fuente:
Autor: P. Clemente

Lucas 6, 12-19
Por aquellos días subió Jesús al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor. Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.


Reflexión:
La oración fue una compañera inseparable de Jesús. En todo el Evangelio le vemos orando, sobre todo en los momentos más decisivos de su vida: antes del Bautismo, al realizar varios milagros, en la Última Cena, en el Huerto de los Olivos, en la Cruz, etc.

Aquí se nos narra la elección de los Doce apóstoles. Eran los hombres con los que iba a comenzar la Iglesia y debían ser aptos para llevarla a buen término con paso firme.

Por tanto, era una decisión importante, que no podía hacerse con prisas y a la ligera. Necesitaba dedicar una noche entera para consultarla con su Padre.

De la misma manera, todas nuestras grandes decisiones deberían surgir tras un encuentro con Dios en la oración. Por ejemplo, al elegir una carrera, al optar por la vida matrimonial o seguir una vocación religiosa, etc. También debemos rezar cuando llegan situaciones difíciles en el trabajo o en la familia, ya que Dios nos puede ayudar a encontrar la solución más adecuada.

¿Y cómo sabemos si la respuesta viene realmente de Dios? Cuando Dios “ilumina” un alma por la acción del Espíritu Santo le envía algunas señales, por ejemplo, una profunda paz interior, alegría, amor, etc.

Es lo que llamamos “frutos del Espíritu”. Y por si hubiera dudas, nos damos cuenta de que esa solución está completamente de acuerdo con lo revelado en las Sagradas Escrituras. También es provechoso contar con la ayuda de un buen sacerdote que nos pueda orientar a encontrar la voluntad de Dios para nosotros, ya que ellos reciben unas gracias especiales para ejercer su ministerio.


3-9. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

En estas duras circunstancias de confrontación entre Jesús y los fariseos y letrados, aquél sube al monte, lugar por excelencia de encuentro del hombre con Dios para orar durante toda la noche., como Moisés lo hizo en su día (Éx 34,2), Una larga noche de reflexión en presencia de Dios antes de tomar la decisión de elegir a los doce, a la vista de la obcecación de fariseos y letrados, que no aceptan su mensaje liberador. Jesús, con esta elección, sienta las bases para la constitución del nuevo Israel o pueblo de Dios, cimentado sobre doce discípulos, como el antiguo lo estaba sobre los doce patriarcas. En este momento crucial de la historia de la salvación, Jesús entra en comunión con Dios.

Estos doce son elegidos por Jesús, en primer lugar, como discípulos, que tienen que aprender el modo de vida de su maestro y darle su adhesión, o lo que es igual, creer en él. Después serán apóstoles o enviados para continuar su misión liberadora. De la lista de doce resalta el primero, Simón, al que Jesús le pone el sobrenombre de Pedro (=Piedra), por su obstinación y su especial dificultad para entender el camino de servicio hasta la muerte emprendido por Jesús, y el último, Judas Iscariote (nombre de difícil interpretación: “hombre de falsedad”, “hombre de la aldea de Kariot” o sicario, perteneciente a un grupo de zelotes que llevaban una daga o cuchillo con el que realizaban asesinatos selectivos de los colaboracionistas con el pueblo romano). Este Judas, el traidor, se distingue del otro discípulo llamado también Judas, y que representa a la parte de Israel fiel a Jesús. De los demás discípulos poco más sabe Lucas; entre ellos se encuentra Simón, apellidado el fanático, probablemente del grupo de los zelotes, grupo que pretendía implantar una teocracia en Israel acabando con la dominación romana. Entre los doce hay dos parejas de hermanos: Simón y Andrés, Santiago y Juan; a estos últimos el evangelista Marcos los llama “Boanerges” o “truenos”, por su celo desmedido y su espíritu autoritario, unido a la ambición de poder. La labor de Jesús para con este grupo tan heterogéneo será difícil y dura hasta hacerles comprender su camino de mesías que, para comunicar la vida definitiva, se entrega hasta la muerte.

No serán éstos los únicos discípulos, pues, al bajar del monte con los doce, Jesús se encuentra con otros muchos e incluso con una gran muchedumbre venida no sólo del país judío y de Jerusalén, la capital, centro de la institución, sino también de la diáspora (Tiro y Sidón). El nuevo pueblo de Dios no estará formado ya por sólo judíos; también los paganos formarán parte de él.


3-10. CLARETIANOS 2004

Queridos hermanos y hermanas,

Jesús en plena acción misionera… curando enfermos, predicando, yendo de un pueblo a otro, y en medio de toda esa actividad nunca faltaba tiempo para la oración, tiempo para el Encuentro con el Padre. Precisamente de ese encuentro nace la profundidad de su acción. No se trata de una acción hueca, de un propagandista, sino que se trata de la acción que quien vive asentado en el misterio de Dios. Y esto lo probará Jesús cuando llegue el momento de la prueba, el momento del silencio del Padre, el momento de la entrega de si mismo en la cruz, en momento en el Dios le pedirá confiar, esperar contra toda esperanza.

Y si Jesús necesitada de esa relación “especial” con su Padre, cuánto más nosotros que caminamos con una fe vacilante en medio de la incongruencia de nuestra vida. Necesitamos orar. Necesitamos dedicar tiempo a ser conscientes de su presencia, para que nuestro testimonio sea auténtico como el de Jesús.

Equipo de CiudadRedonda
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-11. DOMINICOS 2004

Resolved los pleitos como hermanos

No existe persona sin debilidades, familia sin problemas, pueblo sin lacras. Idealismos que nos sustraen a la realidad, a la lucha de cada día, son vanos. El pan, la amistad, la solidaridad, la virtud, la santidad, se van labrando a golpe de buenas obras, superando cada día el nivel anterior de amor, justicia y verdad.

Los textos de las lecturas pueden ayudarnos hoy a ser un poco más ‘santos’, disolviendo el fermento del mal que haya en nuestras personas y comunidades. Para ello, cultivemos las semillas y raíces del bien, de la caridad, del testimonio, de la gracia, de la gratuidad, de la pureza de corazón. Así contribuiremos a que el reino de Dios triunfe en el mundo, en la sociedad, en nuestro hogar, en nuestro corazón.

Pablo seguirá siendo nuestro guía mediante su Carta a los corintios, denunciando hoy el proceder de pleiteantes sin piedad que, en vez de alcanzar la deseada equidad y justicia en fraternidad, van buscando árbitros y jueces extraños a la comunidad.



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primera carta de san Pablo a los corintios 6, 1-11:
“Hermanos: cuando uno de vosotros está en pleito con otro, ¿cómo tiene el descaro de llevarlo a un tribunal pagano y no ante los miembros del pueblo santo?

De manera que para juzgar los asuntos ordinarios dais jurisdicción a esos que en la Iglesia no pintan nada. ¿No os da vergüenza?

¿Es que no hay entre vosotros ningún entendido que sea capaz de arbitrar entre dos hermanos? No, señor; un hermano tiene que estar en pleito con otro, y además entre paganos. Desde cualquier punto de vista ya es un fallo que haya pleitos entre vosotros. ¿No estaría mejor sufrir la injusticia? ¿No estaría mejor dejarse robar?

No os hagáis ilusiones: los inmorales, idólatras, adúlteros, afeminados, ladrones... no heredarán el Reino de Dios...”

Evangelio según san Lucas 6, 12-19:
Un atardecer subió Jesús a la montaña a orar y pasó la noche orando a Dios.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y les nombró apóstoles: Simón Pedro, Andrés, Santiago, Juan...

Después, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón.

Venían a oírle y a que les curara de sus enfermedades...

La gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.



Reflexión para este día
Cómo debe ser nuestra vida en convivencia fraterna
Si buscamos algún distintivo de la comunidad cristiana, quisiéramos encontrarlo en que esta viva bajo el signo de la fraternidad. Esto supondría que cada cual haríamos un esfuerzo por compenetrarnos en un mismo sentir, pensar, actuar, estando comprometidos con el Evangelio.

Si lo hiciéramos, todos volverían a decir: ¡Mirad cómo se aman!

Pero disfrutar de tanta belleza no se da fácilmente a los mortales. Las raíces del mal, de nuestras ambiciones y egoísmos, de nuestro afán de poder y de riqueza, no mueren nunca y no nos dejan en paz en el transcurso de toda nuestra vida.

En consecuencia, si surgen divergencias notables, ha de actuar un tribunal de honor, de convivencia, de justicia, de paz, que discierna la verdad y el deber de cada uno.

Pablo parece desear que la comunidad cristiana de Corinto encarne en su forma de vida fraterna, espiritual y humana, aquel ideal que se nos describe en los Hechos de los apóstoles, cuando todos lo ponían todo en común.

¡Demasiado hermoso! ¡Ni siquiera en la vida religiosa-monástica se logran habitualmente momentos de plenitud y gracia! Lamentemos, pues, nuestra pobre realidad, y aceptemos que a veces no sólo nos falte plena concordia sino que los vicios y pecados lleguen a dividirnos casi irreconciliablemente. ¡Tanta puede ser nuestra insensatez, hasta dividir incluso a la comunidad e Iglesia! Si eso nos aconteciere, volvamos a la reflexión, discernimiento, arrepentimiento y perdón.


3-12.

Comentario: Fray Lluc Torcal (Monje de Santa María de Poblet-Tarragona, España)

«Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios»

Hoy quisiera centrar nuestra reflexión en las primeras palabras de este Evangelio: «En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios» (Lc 6,12). Introducciones como ésta pueden pasar desapercibidas en nuestra lectura cotidiana del Evangelio, pero —de hecho— son de la máxima importancia. En concreto, hoy se nos dice claramente que la elección de los doce discípulos —decisión central para la vida futura de la Iglesia— fue precedida por toda una noche de oración de Jesús, en soledad, ante Dios, su Padre.

¿Cómo era la oración del Señor? De lo que se desprende de su vida, debía ser una plegaria llena de confianza en el Padre, de total abandono a su voluntad —«no busco hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 5,30)—, de manifiesta unión a su obra de salvación. Sólo desde esta profunda, larga y constante oración, sostenida siempre por la acción del Espíritu Santo que, ya presente en el momento de su Encarnación, había descendido sobre Jesús en su Bautismo; sólo así, decíamos, el Señor podía obtener la fuerza y la luz necesarias para continuar su misión de obediencia al Padre para cumplir su obra vicaria de salvación de los hombres. La elección subsiguiente de los Apóstoles, que, como nos recuerda san Cirilo de Alejandría, «Cristo mismo afirma haberles dado la misma misión que recibió del Padre», nos muestra cómo la Iglesia naciente fue fruto de esta oración de Jesús al Padre en el Espíritu y que, por tanto, es obra de la misma Santísima Trinidad. «Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (Lc 6,13).

Ojalá que toda nuestra vida de cristianos —de discípulos de Cristo— esté siempre inmersa en la oración y continuada por ella.


3-13. Martes, 7 de setiembre del 2004

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

¡Un hermano pleitea con otro, y esto, delante de los que no creen!

Lectura de la primera. carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 6, 1-11

Hermanos:

¿Cómo es posible que cuando uno de ustedes tiene algún conflicto con otro, se atreve a reclamar justicia a los injustos, en lugar de someterse al juicio de los santos? ¿No saben ustedes que los santos juzgarán al mundo? Y si el mundo va ser juzgado por ustedes, ¿cómo no van a ser capaces de juzgar asuntos de mínima importancia? ¿Ignoran que vamos a juzgar a los mismos ángeles? Con mayor razón entonces, los asuntos de esta vida.

¡Y pensar que cuando ustedes tienen litigios, buscan como jueces a los que no son nadie para la Iglesia! Lo digo para avergonzarlos: ¡por lo visto, no hay entre ustedes ni siquiera un hombre sensato, que sea capaz de servir de árbitro entre sus hermanos! ¡Un hermano pleitea con otro, y esto, delante de los que no creen! Ya está mal que haya litigios entre ustedes: ¿Por qué no prefieren sufrir la injusticia? ¿Por qué no prefieren ser despojados? Pero no, ustedes mismos son los que cometen injusticias y defraudan a los demás, ¡y esto entre hermanos!

¿Ignoran que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No se hagan ilusiones: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el Reino de Dios. Algunos de ustedes fueron así, pero ahora han sido purificados, santificados y justificados en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 149, 1-6a. 9b

R. ¡El Señor ama a su pueblo!

Canten al Señor un canto nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que Israel se alegre por su Creador
y los hijos de Sión se regocijen por su Rey. R.

Celebren su Nombre con danzas,
cántenle con el tambor y la cítara,
porque el Señor tiene predilección por su pueblo
y corona con el triunfo a los humildes. R.

Que los fieles se alegren por su gloria
y canten jubilosos en sus fiestas.
Glorifiquen a Dios con sus gargantas:
éste es un honor para todos sus fieles. R.

EVANGELIO

Pasó toda la noche en. oración.

Eligió a los que dio el nombre de apóstoles

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 12-19

Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse sanar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban sanos; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.

Palabra del Señor.

Reflexión:

1Cor. 6, 1-11. Hemos de aprender a vivir siempre como hermanos que se amen en Cristo Jesús. No podemos ser causa de división para los demás. No podemos dedicarnos a hacer el mal a nuestro prójimo. Cuando la fe se ha diluido en nosotros; cuando sólo hemos reducido nuestra fe a algunas prácticas cultuales es difícil evitar contiendas, despojos injustos, pues no nos interesa vivir nuestra fe y hacer el bien a los demás, sino sólo realizar algunos actos piadosos para "tranquilizar" nuestra conciencia y continuar siendo unos malvados. Si en algún momento nos hemos levantado en contra de alguien, o hemos sido víctimas de las injusticias de los demás, hemos de tratar, por todos los medios, de resolver esos problemas entre nosotros mismos desde el amor fraterno que nos ponga en diálogo amoroso, comprensivo y misericordioso. ¿Quién de nosotros podría presumir de ser una persona recta desde el principio? Sabemos que ha habido mucha carga de maldad en nosotros. Sin embargo Dios, por medio de su Hijo, ha sido misericordioso para con nosotros manifestándonos, así, su amor. Si así nos ha amado Dios, así nos hemos de amar entre nosotros, de tal forma que a nadie condenemos a causa de su maldad, sino que trabajemos para que todos, a pesar de sus grandes miserias, lleguen a la posesión de los bienes eternos, de los que Dios quiere hacernos partícipes a todos.

Sal. 149. Dios nos ama. Siempre nos ha amado. Él nos llamó con santa llamada para que, unidos a su Hijo, participemos de su Victoria sobre el pecado y la muerte. Por eso alegrémonos porque el Señor no sólo es nuestro Creador y Rey, sino porque nos ha hecho hijos suyos. Nuestra alabanza la elevamos en la Reunión litúrgica, como Pueblo Santo suyo. Pero no limitamos a ese momento nuestra unión a Él, pues nos sabemos hijos suyos siempre. Por eso toda nuestra vida se convierte en una continua alabanza a su Santo Nombre, haciendo que la alegría con que nos regocijamos con el Señor llegue también a nuestros hogares y a los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra vida. Vivamos cada momento de nuestra historia personal con la conciencia de que somos hijos de Dios, de tal forma que, por nuestras buenas obras, todos puedan glorificar el Santo Nombre de Dios.

Lc. 6, 12-19. Toda la vida de Jesús es una relación continua con su Padre Dios. Es una relación llena de amor que le lleva, incluso, a desvelarse toda la noche para estar con Él. El momento supremo de su estar con su Padre Dios será cuando vuelva a Él lleno de gloria, después de haber cumplido con amor fiel la Misión que el mismo Padre Dios le confió. Aquellos que Él había escogido serán entonces sus enviados como Apóstoles. No irán a cumplir con un simple oficio, sino con la Misión de continuar la obra de salvación del Hijo de Dios en el mundo. Entonces la Iglesia, a cuya cabeza estarán los Apóstoles y sus sucesores, continuará salvando, sanando de los diversos males y haciendo que el reino del mal vaya desapareciendo del corazón de los hombres. Ésta es la Misión que el Señor nos ha confiado. Puestos en manos de Dios y conducidos por su Espíritu no nos dediquemos simplemente a proclamar el Evangelio como una obligación o como una forma de ganarnos la vida, sino como el Momento de Gracia que el Señor concede a la gente de nuestro tiempo por medio de su Iglesia para que todos alcancen su salvación en Cristo Jesús.

Nos acercamos al Señor, Fuente de agua viva y Pan de Vida eterna para nosotros. En Él bebemos de su amor, de su bondad, de su misericordia, de su alegría y de su paz. Haciendo nuestra su vida y alimentándonos de Él en la Eucaristía nos vamos, día a día, transformando en Él, de tal forma que la Iglesia pueda transparentar el amor salvador que Dios ofreció al mundo por medio de su Hijo encarnado. Dios nos llamó a nosotros no sólo para que lo contemplemos, sino porque quiere enviarnos al mundo, a los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra vida, especialmente al ambiente familiar, para que procuremos que todo retorne a Él y Él nos conduzca al Padre. Unido a Cristo en esta Eucaristía hagamos nuestra la Misión salvadora que el Padre Dios le confió.

Jesús es el Enviado del Padre. Él ha venido como Salvador nuestro, para el perdón de nuestros pecados y para que seamos hechos, unidos a Él, hijos de Dios. Una vez cumplida su Misión, ha confiado esta misma a sus Apóstoles, y, en ellos, a sus sucesores. Ellos son los enviados del Padre entre nosotros a través de la historia. La Iglesia, unida a ellos, se convierte en la Iglesia Apostólica, por cimentar su fe en Cristo y en la fe de los apóstoles, enviados, después de la resurrección de Cristo, a llevar la Buena Noticia del Amor de Dios a la humanidad de todos los tiempos y lugares. Más aún: ellos, los apóstoles, por su unión a Cristo y por la Misión a ellos confiada, serán el Evangelio viviente del amor salvador del Padre en el mundo y su historia. Nosotros, unidos a ellos, nos convertimos en Misioneros del Evangelio, pues somos los miembros que, diseminados por el mundo y trabajando en una diversidad de ambientes, damos testimonio del Señor en medio de nuestros hermanos, y colaboramos, conforme a la gracia recibida, en la construcción del Reino de Dios entre nosotros. Vivamos con gran amor y fidelidad aquello que el Padre Dios nos ha encomendado: dar testimonio de la Verdad en plena comunión de vida y de fe con los sucesores de los apóstoles.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber cumplir con la Misión que tenemos en la Iglesia, colaborando así en la salvación de la humanidad entera. Amén.

Homiliacatolica.com


3-13. 23ª Semana. Martes

Sucedió en aquellos días que salió al monte a orar y pasó toda la noche en oración a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió a doce entre ellos, a los que denominó Apóstoles: a Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, y a su hermano Andrés, Santiago, Juan, Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, Santiago de Alfeo y a Simón, llamado Zelotes, a Judas de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Bajando con ellos, se detuvo en un lugar llano; y había una multitud de sus discípulos, y una gran muchedumbre del pueblo procedente de toda Judea y de Jerusalén, y del litoral de Tiro y Sidón, que vinieron a oírle y a ser curados de sus enfermedades. Y los que estaban atormentados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la multitud intentaba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. (Lc 6, 12-19)


I. Jesús, vas a escoger a los apóstoles, que serán las columnas de tu Iglesia.
Tan importante es esta decisión, que pasas toda la noche en oración a Dios. ¿Qué le decías a tu Padre en esas largas horas de conversación con El?
Seguramente le pedías por cada uno de aquellos hombres que ibas a llamar, para que fueran fieles. Pedirías especialmente por Pedro, tu representante en la tierra, cabeza del colegio apostólico y de la Iglesia entera. Pedirías también especialmente por Judas, que te iba a entregar.

Jesús, en la última cena recuerdas a los apóstoles este momento: no me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca [198]. Los has elegido porque te ha dado la gana, no por sus cualidades humanas o espirituales. La mayoría eran pescadores, con escasa cultura, sin relaciones con las personas influyentes. Tampoco sobresalen por sus virtudes: tienen miedo, envidia, se pelean entre ellos,... Pero Tú les llamas.

II. Un día -no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia-, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana -que es la razón más sobrenatural-, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de Él.

No me gusta hablar de elegidos ni de privilegiados. Pero es Cristo quien habla, quien elige. Es el lenguaje de la Escritura: «elegit nos in ipso ante mundi constitutionem -dice San Pablo- ut essemus sancti». Nos ha escogido, desde antes de la constitución del mundo, para que seamos santos. Yo sé que esto no te llena de orgullo, ni contribuye a que te consideres superior a los demás hombres. Esa elección, raíz de la llamada, debe ser la base de tu humildad. ¿Se levanta acaso un monumento a los pinceles de un gran pintor?
Sirvieron para plasmar obras maestras, pero el mérito es del artista. Nosotros -los cristianos- somos sólo instrumentos del Creador del mundo, del Redentor de todos los hombres [199].

Jesús, Tú llamas también hoy. En cada generación buscas personas para que te sigan más de cerca, siendo apóstoles -testigos de la resurrección- en la sociedad en la que viven. Y, hoy como entonces, llamas a gente corriente: con defectos, con las mismas cualidades humanas que muchos otros.

Es norma general de todas las gracias especiales comunicadas a cualquier creatura racional que, cuando la gracia divina elige a alguien para algún oficio especial o algún estado muy elevado, otorga todos los carismas que son necesarios a aquella persona así elegida y que la adornan con profusión [200].

La gran diferencia es que Tú das más gracia a quien más pides, y ruegas al Padre especialmente por aquellos que has escogido. Yo, como cristiano, he sido escogido desde antes de la constitución del mundo para ser instrumento tuyo.
Ayúdame a ser fiel a esa llamada a la santidad, como lo fueron -menos Judas- los primeros apóstoles.

[198] Jn 15,16.
[199] Es Cristo que pasa, 1.
[200] San Bernardino de Siena, Sermón 2.


Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo V, EUNSA
 


3-15.

Elección de los doce

Fuente: Catholic.net
Autor: María Cruz

Reflexión

En nuestra sociedad donde todo se hace para usar y tirar, las cosas salen en serie, sin características propias: los mismos modelos de zapatos, el mismo estilo de vestir, las mismas comidas, el mismo diseño de construcción, las mismas expresiones de vocabulario... queremos igualarnos tanto que perdemos hasta la identidad. La sociedad nos masifica, nos despersonaliza, nos hace iguales.

Con Dios no es así; para Él cada uno es único, singular e irrepetible: Dios no hace las cosas en serie. Dios nos conoce y nos llama por nuestro propio nombre y al identificarnos nos da el ser que nos autentifica. Su amor nos crea en cada momento porque su Palabra llega directa al corazón y desde esta interpelación nos potencia y dinamiza para la misión que cada uno trae a la vida. El gran secreto de la vida es sabernos amados. Con esta certeza nuestra vida se llena de sentido, basta que Él susurre mi nombre al oído para que todo se llene de emoción. Es la confianza de sabernos amados con un único amor, grande y fuerte.

¡Oh Dios, que desde la eternidad pensaste en mí y que en un momento concreto de la historia pronunciaste mi nombre para llamarme a la vida. Gracias por el amor que me regalas cada día. Te pido tu gracia para que siempre pueda cumplir la misión que me encomiendas y así cooperar a la salvación del mundo en nombre de tu Hijo Jesucristo nuestro Señor.


3-16.

Reflexión

Los evangelios, en particular el de hoy, nos muestran cómo siempre que Jesús debía tomar una decisión importante pasaba toda la noche en ORACION. Es común oír: “No tengo tiempo para orar”. Esto generalmente es verdad, pues el tiempo para orar debemos “crearlo”. Esto implica renunciar a nuestro tiempo de diversión, a la televisión, inclusive, como Jesús, al descanso nocturno. Solamente el cristiano que ora todos los días verá cambios en su vida, pues la oración es el elemento que permite que la gracia de Dios se convierta en vida. Es también común escuchar: “Dios siempre está conmigo y por eso yo hago mi oración mientras voy manejando al trabajo o a la escuela”. Esto es verdad también, Dios siempre está con nosotros, pues Dios siempre tiene tiempo para nosotros, la pregunta sería si nosotros, como Jesús, también tenemos tiempo para Dios. Si bien es cierto que todo momento es un buen momento para orar, es necesario dedicar un tiempo EXCLUSIVO para Dios, para estar con él, para que todos nuestros sentidos se centren y concentren en él. Date tiempo para orar... solo así tendrás suficiente luz para dirigir las decisiones de tu vida.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-17. Fray Nelson Martes 6 de Septiembre de 2005

Temas de las lecturas: Dios nos dio una vida nueva con Cristo, perdonándonos nuestros pecados * Pasó la noche en oración y eligió a doce discípulos, a los que llamó apóstoles.

1. La "moda" de los ángeles

1.1 De repente pasa que un antiguo tema cobra inesperada actualidad. Hace unos años no mucha gente sentía gran interés por los ángeles. Eso ciertamente fue una cosa mala para la Iglesia Católica, porque en esto --como en tantos otros temas de teología, pastoral y espiritualidad-- pasó algo trágico: los católicos nos desentendimos del tema y otros lo tomaron para hacer de él todo un edificio de fábulas que finalmente constituye un amplio y farragoso capítulo de la llamada "New Age".

1.2 ¿Por qué están de moda los ángeles? Porque el mundo no soportó ser sólo materia. Se suponía que la gran conclusión a la que debía conducirnos todo el rigor de la ciencia era ese: sólo hay materia (y energía); sólo unas leyes, azar, selección natural y mucho tiempo.

1.3 Del caldo primordial de una materia, que probablemente es eterna o es parte de un conjunto de universos que danzan ante los ojos de nadie, fue surgiendo por vía de darwinismo cósmico todo lo que vemos y disfrutamos, todo lo que tememos y padecemos, todo lo que soñamos y pensamos. ESE es el credo que tenía que haber salido de la ciencia pura, cuyas alabanzas no cesa de propagar la tecnología con toda su fuerza para llenarnos de armas o de placeres.

1.4 Pero algo falló. Un mundo así hace del hombre, de cada hombre, un eslabón ridículo y perfectamente prescindible de un proceso inexorable y anónimo. Nacido de la nada, apenas con la suficiente inteligencia para comprender su tragedia antes de hundirse para siempre en el olvido... ¿qué es eso? ¿Qué vida puede construirse así y qué sonrisa no parece locura en un mundo así?

1.5 Por eso hubo que buscar otra salida. Y como la soberbia racionalista no permitió al mundo reconocer que la respuesta era humillarse ante la grandeza del Creador, entonces nuestra sociedad occidental decidió que lo mejor era --otra vez-- mendigar a las filosofías orientales algún pedazo de esperanza, aunque ello implicara hacerle trampa a las aduanas de la misma razón que para otros asuntos había sido entronizada como "diosa".

1.6 Y el oriental de moda es decididamente el budismo. Tiene a su favor que ofrece una "nada decente". En cuanto es una "nada" resulta compatible con los resultados desoladores de la ciencia de los dos últimos siglos. Pero es una "nada decente" porque el resultado final no es el absurdo, sino la disolución. De ese modo, más que llegar a una "nada" uno puede soñar que se está disolviendo en el "todo", lo cual es más soportable. Es un buen compromiso entre la razón y el corazón, por decirlo de algún modo.

2. ¿Budismo y ángeles?

2.1 Uno puede preguntar qué tiene que ver un ambiente budista, o por lo menos favorable al budismo, con la moda angelical.

2.2 Aunque no es obvio a primera vista, sí es posible mostrar un vínculo razonable. El mundo de los adoradores de la ciencia necesita un "puente" para saltar a la trascendencia espiritualista propia de las filosofías orientales. Ese puente brota del único lado posible: no de las pruebas de laboratorio sino de la subjetividad incontrolable de la mente. Así las experiencias "espirituales", que en este caso significa solamente "inmateriales" o < acreditación de carta una adquieren>

2.3 Los ángeles, en este enfoque de la New Age, no son entonces seres creados por Dios, ni en realidad tienen mucho que ver con lo que enseña sobre ellos la Biblia en su conjunto. Son seres que sirven para llenar en nuestra imaginación el vacío que hay entre la materialidad y la inmaterialidad. Entre el cuerpo humano con todas sus limitaciones y esa disolución budista en la "nada decente", la "nada luminosa". por eso, para los partidarios de la Nueva Era los ángeles en un tiempo anterior fueron seres humanos, o dicho de otro modo, son personas humanas que ahora se encuentran en estados avanzados de evolución espiritual.

3.Cristo, cabeza de los ángeles

3.1 Por extraño que pueda parecernos, todas estas ideas, aunque desde luego no con rótulo budista, vienen desde tiempos muy antiguos. Como ya alguien dijo, la Nueva Era tiene de todo menos de nueva.

3.2 Ya en tiempos del apóstol Pablo había quienes sentían el cosmos lleno de fuerzas espirituales y energías de diverso origen. Para ellos no se trataba de resolver el problema existencial del sentido de la vida ante un mundo racionalmente inhóspito para el hombre. Se trataba del esfuerzo de armar o conjugar de algún modo la multitud de temores personificados y de mitos redivivos en una escalera, una jerarquía que hiciera comprensible qué tiene poder sobre la vida humana.

3.3 Así comprendemos el impacto formidable de las palabras del apóstol cuando afirma sin ambages que Cristo es "cabeza" de los ángeles. no cabe, en efecto, afirmar la victoria de Cristo sobre el pecado, que ha tenido le máximo poder sobre la vida y drama de los hombres, sin reconocer su señorío sobre cualquier cosa, espíritu, fuerza o persona que pretenda incluir en nosotros.

3.4 Es así como, para afirmar la realidad de la redención personal, que es señorío de Cristo en nuestros corazones, hay que terminar afirmando su señorío cósmico, que es lo único que puede justificar su potestad para derribar a todo lo que pretenda enseñorearse de nuestras almas, por él adquiridas a precio de su misma Sangre.