MARTES DE LA SEMANA 20ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Jc 6, 11-24

1-1.

-Vino el Ángel del Señor y se sentó bajo el terebinto de Ofrá.

Su hijo, Gedeón, majaba trigo en el lagar para sustraerlo al pillaje de los madianitas.

Un hombre, un labrador, está ocupado en su labor. Trata de salvar su cosecha en este tiempo de inseguridad.

Y he aquí que Dios está allá: «el Ángel del Señor» es una expresión bíblica tradicional que designa a Yahvé mismo cuando se manifiesta a alguien.

-«El Señor es contigo, valiente guerrero."

Escena de vocación. María, en la Anunciación, oirá la misma llamada. (Lucas 1, 28).

Dios está con los que sufren y se mantienen disponibles a su Palabra.

-Gedeón respondió: «¡Perdón, mi Señor! Si el Señor está con nosotros ¿por qué nos ocurre todo esto? ¿Dónde están todos esos prodigios que nos contaron nuestros padres?...

Hoy el Señor nos ha abandonado, nos ha entregado en manos de Madián. »

Gedeón discute. Quiere precisiones sobre su vocación.

-Entonces el Señor miró a Gedeón y le dijo: «Con esa fuerza que tienes, ve a salvar a Israel del poder de Madián.

Toda vocación es un "ponerse al servicio" de los demás.

¿Cuál es mi servicio? ¿Soy el salvador de algunos? Mis responsabilidades humanas no se limitan al papel que he asumido por decisión o aceptación personal... son también y ante todo un "envío" una «misión recibida»: ¡Ve! dice Dios. El compromiso no es sólo mío: Dios se compromete conmigo... en mi familia, mi profesión, mis compromisos diversos.

¡Qué fuerza, si fuésemos más conscientes de esta dimensión extraordinaria de nuestras diversas funciones en el mundo!

-Le respondió Gedeón: "¡Perdón, Señor mío! ¿Cómo voy a salvar yo a Israel? Mi clan es el más débil, y yo soy el menor en la casa de mi padre...»

Tema bíblico constante: la elección de los menores en las situaciones menos importantes, para realizar los grandes designios de Dios.

«Puso sus ojos en la humildad de su esclava... Derribó a los poderosos de sus tronos y ensalzó a los humildes.» (Lc 1, 52). «La debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres». (1 Co 1, 25). La cruz de Jesús, debilidad suprema.

Hay una cierta mezquindad en excusarse en la propia pequeñez para no hacer nada y rehusar unas responsabilidades... ¡cómo si la capacidad de hacer algo proviniera de nuestras propias fuerzas!

-Gedeón continuó: «Dame una señal...»

En todos los relatos de vocación, encontramos esa petición. Dios no nos lanza a una irracional aventura. Una vocación se reflexiona y se prueba. Una responsabilidad se prevé y se prepara.

Es necesario que nuestro compromiso pueda ser una decisión libre y racional: lo contrario sería indigno de Dios... y del hombre. ¡Es algo serio!

Pero, quien dice «señal, dice «realidad escondida, frágil que hay que interpretar.» Una señal no es una indicación de absoluta evidencia... "¿qué ha querido decir con este gesto?". Hay que hacer pues una opción gratuita, un paso hacia algo desconocido... a la gracia de Dios, precisamente.

-«¡La paz sea contigo! No temas.» Gedeón levantó en aquel lugar un altar al Señor, bajo el vocablo de "Señor de la Paz".

Señor sigue quedándote con nosotros. Danos la paz.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 238 s.


1-2. /Jc/06/01-06  /Jc/06/11-24

La historia de Gedeón ocupa los cc. 6, 7 y 8 del libro de los Jueces. Gedeón supo organizar las tribus del norte para hacer frente a los madianitas, enemigos temibles que invadían precisamente Israel cuando los campos estaban a punto para la cosecha (vv 1-6).

Un factor que les daba superioridad era el hecho de poseer camellos domesticados: un ataque rápido por sorpresa de jinetes montados en camellos podía realizarse con una agilidad y una fuerza difíciles de contener. El narrador atribuye a la decadencia religiosa la impotencia de Israel para enfrentarse a ellos. Hasta que por fin los israelitas "clamaron a Yahvé" (6).

La vocación de Gedeón (11-24) concreta la respuesta del Señor al grito angustioso del pueblo. Tiene puntos de contacto con la vocación de otros jefes del pueblo o profetas, como Moisés, Saúl y Jeremías. Tanto a Gedeón como a Moisés, quien se les aparece es el ángel de Yahvé, aunque quien les habla es Yahvé mismo (Ex 3,255; Jue 6,14.16.23), y a ambos confía el Señor una misión liberadora (Ex 3,10; Jue 6,14), y de Gedeón se subraya además su coraje y valentía. Moisés y Gedeón, al igual que Saúl y Jeremías, ante la magnitud de la llamada presentan como objeción su pequeñez personal, o la pequeñez de la tribu a que pertenecen. Así Moisés replica: "¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel?" (Ex 3,11). Y es bien conocida la objeción de Jeremías: «No sé hablar. Soy todavía un niño» (Jr 1,6). La respuesta del Señor es en todos los casos la promesa de una ayuda indeficiente: él estará siempre con aquel al que envía (Jue 6,16; Ex 3,12; Jer 1,8). Los que han de ayudar al pueblo de Dios no son la gente más cualificada, mas el Señor está con ellos ayer y hoy.

Después de la promesa de ayuda Gedeón pide una señal para identificar al Señor (17).

Si es el Señor quien se le manifiesta, él ha de poder ofrecerle alguna cosa. A veces es el Señor quien por propia iniciativa da una señal que acredita la misión confiada (Ex 3,12).

Pero aquí este aspecto de la vocación se enfoca del lado de Gedeón, vemos su interés por presentar algo al Señor, una escena que recuerda el convite de Abrahán a los huéspedes divinos (Gn 18), si bien aquí los alimentos se convierten en sacrificio: el Señor se manifiesta en ellos mediante el fuego (cf. Dt 4,33.36). La reacción temerosa de Gedeón ante el «cara a cara» que ha tenido con Yahvé origina la respuesta tranquilizadora del v 23: «La paz sea contigo; no temas, no morirás».

D. ROURE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 647 s.


2.- Ez 28, 1-10

2-1. AT/LECTURA:

Sucede a veces que nos preguntamos por qué la Iglesia nos propone meditar ciertos pasajes del Antiguo Testamento. Algunas páginas resultan de veras difíciles:

--ya porque corresponden a una mentalidad religiosa que nos parece demasiado elemental y demasiado simplista;

--ya porque ciertas páginas aluden a sucesos históricos o a situaciones tan antiguos, que uno se pregunta, a veces, por qué sacarlas de nuevo a la luz.

Nos es necesario reafirmar dos convicciones esenciales:

1ª Muy frecuentemente Jesús ha hecho suyos los temas más importantes del Antiguo Testamento, para terminarlos en Sí mismo: por lo tanto, toda lectura cristiana de la Biblia, debe conducir a El como a su fin.

2ª EI Espíritu está siempre vivo HOY, entre nosotros.

Siendo El quien «inspiró» a los autores del Antiguo Testamento... sigue siempre actuando en nuestro tiempo: los viejos textos adquirirán una actualidad concreta, al vivificarse a partir de nuestras propias experiencias de vida y a partir de la historia contemporánea.

-La palabra del Señor me fue dirigida: «Hijo de hombre, dirás al príncipe de Tiro...»

TIRO/CIUDAD: Tiro es una ciudad de la costa mediterránea, que con Sidón y Biblos fue uno de los grandes puertos fenicios de donde éstos partieron para conquistar la cuenca del Mediterráneo. Al dirigirse al «príncipe de Tiro» en nombre mismo del Dios único, Ezequiel afirma la universalidad de su mensaje que no queda confinado en el interior de las fronteras de su propio pueblo.

En el evangelio, Tiro es también el símbolo de la ciudad pagana. Allí hizo Jesús un milagro en favor de una mujer siro-fenicia (Marcos 7, 24) Para Jesús, Tiro es la referencia esencial de la «ciudad que no ha oído el anuncio del evangelio», y a la que Dios ama como también ama a todos los paganos: "habrá menos rigor para Tiro y para Sidón que para ti, Cafarnaúm". (/Lc/10/13-15)

Ruego por todos los paganos, por todos los países y lugares que no han conocido todavía al verdadero Jesucristo.

-Así habla el Señor Dios: tu corazón se ha engreído y has dicho: «Soy un dios, habito en una residencia divina en el centro de los mares.» Tú que eres un hombre y no eres Dios, tomas tu voluntad por la voluntad de Dios.

Tiro era una isla, próxima a la costa. Su posición estratégica, «en medio del mar» le confería una situación de fuerza por lo que pensaba que era invencible hasta el día que Alejandro Magno mandó construir un dique que la unió al continente. El profeta se alza contra la pretensión orgullosa de esta ciudad. Nos parece oír, por adelantado, las invectivas de Jesús contra todas las ciudades -todos los poderes, y todos los hombres...- que se pasan de listos ante Dios: «Tú, Cafarnaúm, ¿crees que llegarás hasta el cielo? Serás precipitada a los infiernos.» (Mt/11/23)

¿A qué experiencia humana, actual y personal debo aplicar esta advertencia, atendiendo a la influencia del Espíritu que es quien me repite HOY estas palabras?

-Con tu sabiduría y tu inteligencia has adquirido una fortuna, has amontonado oro y plata en tus tesoros. Por tu habilidad en el comercio has multiplicado tu fortuna y por tu fortuna se ha engreído tu corazón...

«No amontonéis tesoros en la tierra», decía Jesús (Mateo 7, 19)

«Recogeré mi cosecha en mis graneros» -"¡Insensato!, esta misma noche te reclamarán el alma". (Lucas 12 16-21) Palabras siempre actuales.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 238 s.


2-2. /Ez/28/01-19

En el libro de Ezequiel podríamos distinguir, más o menos delimitadas, tres partes: una primera con oráculos precedentes a la destrucción de Jerusalén y con frecuencia contra ella (cc. 1-24); la segunda, con los oráculos contra las naciones (cc. 25-32); y, por último, los posteriores a la caída de Jerusalén, oráculos de restauración y consuelo (cc. 33-48).

El fragmento de hoy pertenece a la segunda parte, ocupada toda ella con oráculos contra Amón, Moab, Edom y los filisteos (muy breves), contra Tiro y Sidón (bastante más extensos) y, finalmente, llegando al número clásico de siete, el oráculo contra Egipto, el más extenso de todos. El motivo de estas invectivas contra las naciones obedece siempre a agravios relacionados con Israel. Lo que demuestra que, a pesar de todo, Dios cuida de su pueblo.

La lectura de hoy ofrece dos oráculos contra Tiro: en ambos está Tiro representada o figurada en su rey (cosa corriente en la Escritura). Eso indica, por tanto, que el oráculo va menos contra el rey concreto (Itobaal II) que contra el poder de la ciudad globalmente. Su culpa y pecado es juzgarse dios, no siendo más que hombre. Es interesante ver el proceso con el que Tiro se hace o se cree dios. Todo arranca de su sabiduría, una sabiduría que en lugar de llevarle a la verdadera grandeza le lleva al deseo de riqueza, una riqueza que engendra presunción, una presunción que llega al pecado capital de creerse dios. Pero este orgullo y esta presunción quedarán aniquilados cuando le llegue el castigo: entonces verá realmente que era sólo hombre.

¡Con qué fuerza lo afirma la pregunta irónica del v 9! («¿Dirás ante tus asesinos, en poder de los que te apuñalen: soy dios?»).

En el segundo oráculo (vv 12-19) encontramos elementos alegóricos (inspirados en recuerdos bíblicos y en la mitología oriental) al lado de datos históricos: el rey de Tiro es presentado como el primer hombre (con cierta referencia a Gn 2-3), puesto en un jardín y engrandecido por Dios. Su conducta es perfecta hasta el momento en que, a causa de su comercio, llega hasta el crimen y es lanzado fuera del jardín. De hecho, las relaciones de Israel con Tiro fueron, durante muchos años, relaciones pacíficas, sobre todo al comienzo de la monarquía (1 Re 9,10ss).

En la vida de las personas y de los pueblos llega, a veces un momento en que se hace difícil vivir la dependencia de Dios: uno se siente lleno de poder, de riqueza o de sabiduría; a uno le parece que no necesita ya de nada, que nada le falta y entonces la tentación de prescindir no sólo de los demás hombres (el v 16 habla de atropellos), sino incluso de Dios, es muy fuerte. Cuando se pueden superar las deficiencias naturales es fácil creerse un dios. Por eso la riqueza, el poder, la plenitud y saciedad de los bienes temporales (incluida, a veces, la sabiduría) son tan peligrosos -aparte de exponer a tantas injusticias-. "¡Ay de vosotros, los ricos...!", dirá Cristo (Lc 6,24).

J. PEDROS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 815 s.


3.- Mt 19, 23-30

3-1.

Ver paralelo Mc/10/27-31: DOMINGO 28B 


3-2.

Extracto del discurso de Cristo sobre el uso de riquezas (Mt 19, 16-30). Este discurso está construido según el esquema habitual: en primer lugar un breve relato (vv. 16-22), después declaraciones de Jesús sobre el tema (vv. 23-24), y tras ellas las preguntas planteadas por los discípulos (versículos 25-39).

El v. 30 pertenece probablemente a otro contexto.

a) Discursos de este género han debido de ser numerosos en las comunidades primitivas, bastante inquietas por la actitud a adoptar con respecto a los ricos. La importancia de este problema aparece sobre todo en la comunidad de Jerusalén, compuesta exclusivamente de pobres (Act 4, 34-5, 11). Desde el v. 23, el discurso expresa una comprobación: los ricos encuentran muchas dificultades en vivir al ritmo de la comunidad cristiana (y por tanto al ritmo del Reino, que ya no podía tardar y coincidiría con la comunidad). El "ojo de la aguja" designa probablemente un lugar próximo a Jerusalén, de tal manera estrecho que las caravanas de camellos no podían franquearlo (v. 24).

Los discípulos se asombran tanto más de estas dificultades de los ricos para formar parte del Reino (v. 25), en cuanto que el Antiguo Testamento había hecho muchas veces de la riqueza un signo de bendición divina y de participación en el Reino (Si 31, 8-11).

b) Sin embargo, no por el hecho de que los ricos encuentren dificultades para entrar en la comunidad cristiana les está necesariamente prohibido entrar en el Reino. Lo que aquí es imposible puede ser posible para Dios. El v. 26 relativiza en parte a la Iglesia terrestre con relación al Reino escatológico; aquella es ya el Reino y, sin embargo, no lo es todavía. Es cierto que determinadas comunidades primitivas eran demasiado particularistas, demasiado ligadas sociológicamente a la clase de los pobres (cf. Lc 6, 20-24) para poder integrar a los ricos (en contra: Mt 5, 3). Pero no porque la Iglesia se revele, en determinado momento de su historia, incapaz de acoger una mentalidad o una cultura han de dejar estas de formar parte del reino escatológico: la pertenencia a este último depende de la gracia de Dios y no necesariamente de la pertenencia visible a la Iglesia. Ciertamente, la Iglesia es signo de salvación en el sentido de que toda la humanidad se salva por su mediación y su misión, pero esto no quiere decir que solo sea posible salvarse perteneciendo visiblemente a ella.

La salvación sigue siendo gracia de Dios y rebosa la institución eclesial. El hecho de que haya, en un momento dado, desacuerdo entre una clase social (pobres o ricos) y la Iglesia no implica una incompatibilidad entre esta clase y la salvación.

c) La intervención de Pedro (vv. 27-30) hace discretamente alusión al episodio del joven rico (vv. 16-22), al cual Jesús ha exigido una renuncia que le habría permitido acceder a la vida eterna. El joven ha rehusado mientras que sus compañeros han aceptado (v. 27).

¿Cual será su recompensa? La respuesta de Cristo es doble. La primera parte, que se dirige solamente a los apóstoles (v. 28), no se encuentra, más que en el Evangelio de Mateo; la segunda, por el contrario, es común a los tres sinópticos y concierne a todo aquel que practique la renuncia ("todo aquel que"; v. 29).

Todo aquel que abandona todo para seguir a Jesús (este "seguimiento" adquiere, en el contexto, el sentido de una última marcha de Cristo, yendo hacia la muerte) obtiene la vida eterna.

Mateo suprime la mención de una bendición de Dios "en este mundo" (cf. Mc 10, 30) y relaciona el "céntuplo" con la vida eterna. La vida de Cristo muerto y resucitado repercute así en la dualidad renuncia-vida eterna que da ritmo a la vida cristiana.

d) Pero la renuncia de los apóstoles será recompensada de manera particular: se sentarán sobre los doce tronos que se alzarán a la entrada del Reino y llevarán a cabo, con el Mesías, el juicio que permitirá o prohibirá el acceso a él (cf. Is 3, 14). Esta concepción bastante arcaica del papel de los apóstoles está lejos de tener alguna relación con la que, más misionera, se hace hoy día del colegio de los Doce. Los apóstoles, además, han sido mucho tiempo víctimas de este concepción estrecha de su papel; querrán, por ejemplo, reconstruir su grupo después de la muerte de Judas (Act 1) y quedarse en Jerusalén para esperar allí la llegada del Juez-Restaurador, más bien que ir al encuentro del mundo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 270s.


3-3.

-Luego que se marchó el joven, Jesús dijo a sus discípulos: "Os aseguro que con dificultad entrará un rico en el Reino de Dios." Jesús está apenado.

Propuso a un joven que lo siguiera, pero ¡este prefirió su "bolsa"! ¿Cómo podemos sentir tales preferencias? Entre Tú, Señor, y el "dinero"... ¿Cómo es posible preferir el dinero? Lo repito: "Más fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja, que no que entre un rico en el Reino de Dios." Dura palabra, que no hay que suavizar, aun siendo una hipérbole típicamente oriental. Esta palabra quiere ciertamente, chocar, despertar, sacudir nuestras torpezas.

¡Atención! ¡Grave peligro! Y no es una palabra aislada, accidental, en el evangelio: veinte veces Jesús ha repetido cosas de este género. Para tener una idea equilibrada del pensamiento de Jesús sobre la "riqueza" es preciso recordar que:

1º Constantemente puso en guardia a los hombres contra el obstáculo que suponen las riquezas para el que quiere entrar en la "vida"...

2º Y sin embargo ha estimado y ha llamado a hombres ricos de rango social elevado, sin exigirles que abandonasen sus responsabilidades...

La riqueza en sí no es mala, sino "su origen", si esa riqueza ha sido adquirida injustamente... y "su empleo", si esa riqueza es malgastada egoístamente sin tener en cuenta a los más pobres... y sobre todo "su riesgo" de endurecimiento del corazón a los verdaderos valores espirituales -Ya no se necesita de Dios-

-Al oír aquello, los discípulos se quedaron enormemente desorientados y decían: "¿quién puede salvarse?" Jesús se los quedo mirando y les dijo: "Humanamente eso es imposible, pero para Dios todo es posible".

La cosa es seria. Es grave. Va en ello la salvación eterna.

Señor, bien sabes todas las habilidades que los hombres han desplegado para tratar de atenuar esa Palabra... o para aplicarla, a "los demás", pues hay siempre uno "más rico que uno mismo".

Señor, es verdad, la pobreza me espanta y la riqueza me atrae. Es preciso que te lo diga, porque es así. Ayúdame.

Convierte mi corazón.

-Intervino entonces Pedro: "Nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido ¿qué nos va a tocar?

Después que el joven rico, apegado a sus bienes se marchó, una sombra de abatimiento planeó sobre el grupo. Pedro interviene, como para consolar al Maestro y le ofrece el homenaje de su fidelidad. "Nosotros te hemos seguido." Señor, da a tu Iglesia apóstoles... como ellos, capaces de dejarlo todo y de seguirte.

Concede, Señor, a todos los apóstoles que no piensen ante todo en las cosas que hay que hacer, ni en las empresas apostólicas que conviene activar... sino en ti, y en seguirte.

-Vosotros, los que me habéis seguido...

No, para Jesús el apostolado no es una empresa, es una amistad.

-Cuando llegue el mundo nuevo...

Tu pensamiento se dirige a menudo hacia "ese día", hacia ese porvenir. Tú eres un hombre que está en tensión hacia el fin del mundo, hacia el fin del hombre. ¡Que venga, Señor, ese tiempo! ¡Ese mundo en el que todo será renovado... y todo será hermoso!

-Os sentaréis con el Hijo del hombre... Recibiréis el céntuplo de lo que habéis dejado... Y heredaréis vida eterna...

El porvenir que prometes a los tuyos, a los que te han seguido, venciendo todos los obstáculos... es un porvenir alegre, es una abundancia de vida, una plenitud, es una expansión, un crecimiento divino.

Gracias, Señor. Condúceme hacia ese día.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 130 s.


3-4.

1. (Año I) Jueces 6,11-24

a) El primero de los Jueces, esos personajes carismáticos que suscitó Dios en el período del asentamiento en Palestina, fue un campesino, Gedeón.

El pueblo vivía atemorizado por los madianitas, que, si en otros tiempos habían sido más o menos amigos (Moisés había emparentado con ellos), ahora se dedicaban al pillaje y hostigaban continuamente a los nuevos inquilinos de la tierra.

Dios llama a Gedeón para una misión difícil: «vete y salva a Israel de los madianitas». Él, en la mejor línea de los llamados por Dios -Moisés, Jeremías-, se resiste a aceptar este encargo y pone objeciones, porque cree que no está preparado, que es débil («yo soy el más pequeño en casa de mi padre»). Y escucha la misma respuesta que da Dios en estos casos: «yo te envío... yo estaré contigo».

Gedeón dialoga con Dios de un modo muy vivo, desde una actitud de sentido común y realismo: primero, pidiendo cuentas de cómo puede permitir Dios que a su pueblo le pasen tantas desgracias y, luego, pidiendo una señal para saber que, en efecto, esa voz es de Dios, cosa que se le concede con la llamarada que consume el sacrificio que ha preparado.

El salmo recoge la idea de la paz, con la última palabra del Señor a Gedeón: «paz, no temas». Y al lugar le llamó «Señor de la Paz».

b) No leemos lo que Gedeón realizó para salvar a su pueblo, en los largos años que fue Juez (capítulos 6 al 8 del libro). Aquí sólo hemos escuchado su vocación.

Todos los cristianos, y no sólo los sacerdotes o los religiosos o los misioneros, tenemos una cierta vocación de liberadores. No sólo intentamos ser nosotros mismos creyentes, sino que estamos llamados a contribuir a que nuestra familia, o los jóvenes, o los pobres, o quienes, de alguna manera, sufren las molestias de la vida y las esclavitudes provocadas por los madianitas de turno, vayan liberándose. No seremos «jueces» en un sentido técnico de la palabra, ni hará falta que poseamos cualidades carismáticas de líderes. Pero todos podemos hacer algo para que las personas a las que llega nuestra influencia, empezando por nuestra familia, encuentren más sentido a sus vidas y se gocen de la ayuda de Dios.

Esta vocación de testigos de Cristo y liberadores nos puede parecer difícil y tal vez, ya tenemos experiencia de fracasos en nuestro intento de ayudar a los demás. También a nosotros, como a Gedeón, nos pueden asaltar los interrogantes («si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto?») y querremos una señal para saber dónde está la voluntad de Dios.

Es la hora de recordar la palabra de Dios a Gedeón y a todos sus llamados: «no temas, yo estoy contigo». Estamos colaborando con Dios, no somos protagonistas, no salvamos nosotros al mundo con nuestras fuerzas. Y Dios parece tener preferencias por los débiles: ya dijo la Virgen que «miró la humildad de su sierva y ha hecho cosas grandes en mí».

1. (Año II) Ezequiel 28,1-10

a) El de hoy es un oráculo del profeta contra uno de los reyezuelos que tenían la culpa de la desgracia de Israel: el rey de Tiro. Hay otros contra los pueblos de Moab o Egipto.

Se ve que en, aquel momento, en la región de Tiro iban bien las cosas, y que aquel pueblo -personificado por el rey, como se suele hacer en la Biblia- se burlaba de la desgracia de Israel. El ataque del profeta va por ahí. Tiro puede haber servido de instrumento en manos de Dios para castigar medicinalmente a su pueblo, pero el instrumento, por haberse vuelto arrogante, va a recibir la paga de su orgullo. Está tan satisfecho de su poder y de sus riquezas y de su sabiduría, que no ve lo que se le viene encima: «te hundirán en la fosa, morirás con muerte ignominiosa». Y entonces, cuando esté a punto de morir ¿se atreverá a decir «soy dios» delante de sus asesinos?

b) ¡Cuántas veces nos enseña la historia que Dios «derriba del trono a los poderosos y ensalza a los humildes», como dijo María en su Magníficat!

Siempre hay personas que se creen dioses, que están pagadas de sí mismas y actúan con caprichosa prepotencia. Pero les llega su hora, y se suceden una a otra caídas estrepitosas de personas y de imperios y de ideologías. Pronto o tarde, el orgulloso queda humillado y se convierte en hazmerreír de aquellos a quienes antes había despreciado.

Es como el rico satisfecho de sí mismo, que quería ensanchar sus graneros, pero Jesús le hace oír la réplica de Dios: «necio, esta misma noche te reclamarán el alma, y las cosas que preparaste, ¿para quién serán ?» (Lc 12,1 6ss). Jesús nos enseñó en el sermón de la montaña: «no amontonéis tesoros en la tierra» (Mt 6,19). Al rey de Tiro le reprocha Ezequiel: «te hiciste una fortuna, acumulaste oro y plata en sus tesoros»; pero ¿de qué le va a servir?

Son lecciones que nunca acabamos de aprender, por más que la historia sea maestra de la vida. El salmo nos dice que la última palabra la tiene siempre Dios: «yo doy la muerte y la vida... el día de su perdición se acerca y su suerte se apresura, porque el Señor defenderá a su pueblo y tendrá compasión de sus siervos». El Señor «enaltece a los humildes», como dijo la Virgen. Y Jesús lo reafirmó en el evangelio: «porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla, será ensalzado» (Lc 14,11; 18,14).

Podemos denunciar prepotencias y abusos. Pero, también, examinarnos, no vaya a ser que nosotros mismos estemos pecando de presunción y orgullo, atrayéndonos la antipatía de las personas y del mismo Dios.

2. Mateo 19,23-30

a) Lo del camello que quiere pasar por el ojo de una aguja se ve que era un proverbio popular para indicar algo imposible. Lo mismo vendría a ser si se interpreta, como algunos quieren, no de un camello, sino de una maroma (en hebreo ambas palabras son parecidas).

Lo que asusta a sus oyentes es que Jesús aplique este dicho a los ricos que quieren salvarse. Si uno está tan lleno de cosas que no necesita nada más, si se siente tan satisfecho de sí mismo, y no se puede desprender de su ansia de poseer y de la idolatría del dinero, ¿cómo puede aceptar como programa de vida el Reino que Dios le propone?

Las riquezas son buenas en sí, a no ser que se hayan acumulado injustamente. Pero lo que no es bueno es ser esclavo del dinero y no utilizarlo para lo que Dios quiere.

El comentario de Jesús sigue a la breve escena de ayer la del joven que no se decidió a abandonar sus riquezas para seguir a Jesús. Por eso Pedro le replica que ellos lo han abandonada «todo» y le han seguido. Se ve en seguida que, ni por parte de Pedro ni de los demás, es muy gratuito este seguimiento: «¿qué nos va a tocar?». Y Jesús les promete un premio cien veces mayor que lo que han dejado.

b) Nosotros, probablemente, no somos ricos en dinero. Pero podemos tener alguna clase de «posesiones» que nos llenan, que nos pueden hacer autosuficientes y hasta endurecer nuestra sensibilidad, tanto para con los demás como para con Dios, porque, en vez de poseer nosotros esos bienes, son ellos las que nos poseen a nosotros. No se puede servir a Dios y a Mammón, al dinero, como nos dijo Jesús en el sermón de la montaña (Mt 6,24)

Este aviso nos debe hacer pensar. Nuestro seguimiento de Jesús debería ser gratuito y desinteresado, sin preocuparnos de si llegaremos a ocupar los tronos para juzgar a las tribus de Israel (una alusión a Daniel 7,9), ni de la contabilidad exacta del ciento por uno de cuanto hemos abandonado. No vamos preguntando cada día: «¿qué nos vas a dar?».

Seguimos a Jesús por amor, porque nos sentimos llamados por él a colaborar en esta obra tan noble de la salvación del mundo. No por ventajas económicas ni humanas, ni siquiera espirituales, aunque estamos seguros de que Dios nos ganará en generosidad.

«Yo te envío: yo estaré contigo» (1ª lectura I)

«Se hinchó tu corazón y dijiste: soy dios» (1ª lectura II)

«El que por mi deja casa, hermanos, padres, hijos, tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 283-286


3-5.

Ez 28, 1-10: Un corazón engreído

Mt 19, 23-30: La recompensa de los discípulos

Los discípulos se quedaron sorprendidos por las exigencias de Jesús. Ellos al fin y al cabo dejaban pocas posesiones y estaban acostumbrados a vivir pobres. Pero, lo que Jesús pedía a los ricos era una renuncia a la riqueza, que se consideraba una bendición de Dios. Los discípulos esperaban una seguridad futura en el Reino que ellos creían se inauguraría al llegar a Jerusalén. Jesús les recuerda que al optar por el Reino ya han abandonado las seguridades de este mundo (familia, dinero, prestigio, clase social) y se confían plenamente a las manos de Dios.

Pedro, entonces, se adelanta y pregunta por las seguridades que les van a corresponder a los discípulos. Jesús lo ubica en la perspectiva correcta. Pedro no puede esperar las seguridades que ofrece este mundo sino que debe luchar por el mundo nuevo. En este mundo nuevo, reinarán verdaderos seres humanos, con entrañas de misericordia, y darán a cada persona lo justo. Y sobre todo, los seres humanos disfrutarán de una existencia plena.

Con frecuencia nos recriminamos a nosotros mismos porque pensamos que nuestros esfuerzos son inútiles y no tendrán recompensa alguna. Jesús nos llama a ubicarnos en la perspectiva del mundo nuevo en el que lo importante no es la seguridad que proporcionan las cosas, sino la existencia plena a la que tiene derecho todos los hijos de Dios.

Servicio Bíblico Latinoamericano


3-6. 2001

COMENTARIO 1

vv. 23-24: Jesús dijo a sus discípulos: Os aseguro que con dificultad va a entrar un rico en el reino de Dios. 24Lo repito: Más fácil es que entre un ca­mello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios.

«Entrar en el reino» equivale a seguir a Jesús (v. 21). «El reino» designa la comunidad mesiánica (cf. 16,18s: mi iglesia, la comunidad del Mesías = el reino de Dios), que ya desde esta tierra tiene a Dios por rey (5,3; 19,14). Con la hipérbole del camello y la aguja Jesús afirma categóricamente la práctica imposibilidad de que los ricos renuncien a la riqueza para hacerse discípulos.

v. 25: Al oír aquello, los discípulos se quedaron enorme­mente impresionados y decían: En tal caso, ¿quién puede subsistir?

«Subsistir»: gr. sôthênai, «salir / escapar / salvarse de un peligro» (cf. 9,21s), en el sentido de 16,22: poner la vida física a salvo, aquí escapando del peligro de la miseria. Al anunciar Jesús que no habrá ricos en el grupo, los discípulos temen por el sustento; dado el peligro de que se trata, sôthênai equivale a «sobrevivir/subsistir». La seguridad del grupo no está en los recursos materiales, sino en Dios (v. 26), como ya se ha dicho al rico (v. 21).

La traducción «salvarse» suscitaría inmediatamente la idea de salvación final, creando una contradicción en el texto. Para conseguir la «vida eterna» (= salvación final) bastaba el código ético del AT (vv. 17-19). Lo que ofrece Jesús al joven no es el modo de alcanzar la vida eterna, sino cómo entrar en su grupo (21: «sígueme»), donde, además de conseguir la vida (v. 29), participará en la cons­trucción de la nueva comunidad humana llamada «el reino de Dios» (cf. 19,21 fin); para esta tarea, las condiciones son diferen­tes (v. 21).

v. 26: Jesús se les quedó mirando y les dijo: Humanamente eso es imposible, pero con Dios todo es posible.

Jesús resuelve la dificultad de los discípulos: del lado de los hombres, la única manera de subsistir es la riqueza, que crea en otros las condiciones de miseria; del lado de Dios, al contrario, que provee con su solicitud a los que han hecho la opción por la pobreza (5,3: «tienen a Dios por rey») nunca se pasará necesidad. Los discípulos no han asimilado la instrucción de Jesús (6,19-34); tampoco recuerdan las señales de los panes, donde precisamente el compartir, que se opone al reservarse los bienes para sí (rique­za), fue el origen de la abundancia.

vv. 27-30: Intervino entonces Pedro: Pues mira, nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido. En vista de eso, ¿qué nos va a tocar? 28Jesús les dijo: Os aseguro que cuando llegue el mundo nuevo y el Hombre se siente en su trono de gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29Y todo aquel que por causa mía ha dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará vida definitiva. 30Pero todos, aunque sean primeros, serán últimos, y aunque sean últimos, serán primeros.

Pedro no se deja convencer. Su pregunta es casi un desafío a Jesús. Espera que éste concrete la seguridad que ha dado. Puesto que los discípulos han cumplido las condiciones puestas al rico, quiere saber qué porvenir les espera.

La respuesta de Jesús es solemne («Os aseguro»). «El mundo nuevo» significa la nueva edad del mundo, la definitiva. Puede preguntarse si la expresión de Jesús se refiere al fin de la historia o a la época que comienza con su muerte y resurrección. «Sen­tarse en su trono de gloria» está en paralelo con 25,31, pero alude más bien a 26,64, pues aquí no se habla de «venida» previa, como en 25,31. Se trata, pues, de la época histórica que sigue a su muerte-resurrección, a partir de la cual el mundo nuevo es una realidad en medio del mundo viejo. Desde entonces, el Israel mesiánico (los Doce discípulos; cf. 10,1) juzgará al antiguo Israel; es decir, la realidad del seguimiento de Jesús y la existencia del pueblo definitivo serán la norma por la que el antiguo Israel, que rechaza al Mesías, quedará juzgado y condenado. Durante ese período, la renuncia a las propias posesiones no desembocará en la miseria, sino en una abundancia centuplicada. Sin embargo, esta última promesa no se refiere a los Doce (al Israel mesiánico) como grupo; Jesús pasa a la tercera persona, al terreno individual: su realización depende para cada uno de la realidad de su renuncia. El término será también la vida eterna, que no será «obtenida» (v. 16), sino «heredada», como corresponde a los que son hijos del Padre y tienen derecho a ella.

Mt omite la precisión de Mc «en esta vida», pues está supuesta por la mención del «mundo nuevo». Confirma con su promesa la supresión de los efectos negativos (miseria) que amenazan a quien opta por la pobreza (cf. 5,3). Pero esto no se hará, como en el AT (cf. Sal 37,11), por tener cada uno su patrimonio individual, sino teniendo todos uno común («cien veces más») del que todos par­ticipan. Corresponde esta promesa a la de 5,5: «porque ésos poseerán la tierra».


COMENTARIO 2

Una vez el joven ha salido de la escena, sigue el diálogo entre Jesús y los discípulos. El fracaso que acaban de ver es un "hecho de vida" que invita a reflexionar y a juzgarlo a la luz del Reino de Dios. Jesús no hace un juicio temerario sobre el caso concreto del joven rico. La situación vivida es solamente una buena ocasión pedagógica para reafirmar una de las características del autentico discípulo: la incompatibilidad entre el servicio a la riqueza y el Reino de Dios. El tema de la pobreza es el contenido del texto de hoy, en el cual encontramos varias sentencias de Jesús a este respecto.

"Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de Dios". La imagen de la aguja de coser utilizada por Jesús expresa y designa el sentido de una cosa absolutamente imposible. Jesús se refiere a los ricos de esta manera y a su imposibilidad de entrar en el Reino, no por ser ricos, sino porque quien posee bienes en afectuosa propiedad tiene poseído por ellos el corazón, que según el Evangelio, tiene que estar disponible del todo sólo para Dios. Los discípulos preguntan: "Entonces, ¿quién se puede salvar?" Este interrogante de los discípulos es un procedimiento pedagógico para afirmar que la salvación es imposible, o sumamente difícil, para una clase de hombres concretos, para aquellos que han puesto la riqueza como su único dios, porque la salvación esta condicionada sólo por criterios evangélicos o por la gracia de Dios.

La última parte del texto (vv. 27-30) nos habla de la recompensa que recibirán los que lo dejaron todo para seguir a Jesús. Esta última parte no tiene otra finalidad que la de servir de apoyo a las promesas de Jesús para sus discípulos que renunciaron a sus bienes. Las renuncias son siete, quizá intencionalmente, como expresión de "todo". La motivación de la renuncia es el nombre de Jesús. Por eso, el premio tiene dos fases: una "ahora, en este tiempo" y otra "en el mundo que ha de venir": heredarán la vida eterna.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

El fracaso de la invitación hecha a un joven lleva a Jesús a expresar la dificultad que tiene el rico para entrar en el Reino de Dios. Entendiendo éste como una posesión que se puede adquirir, se está imposibilitado de comprender la gracia del Reino. Sólo abandonándolo todo es posible abrirse a la recepción del don.

Esta necesidad de hacerse pequeño, exigida para crear las condiciones que hacen posible la recepción de la gracia del Reino, es algo imposible de lograr por medio del esfuerzo humano. Es necesaria la gracia de Dios como lo señala Jesús: “humanamente eso es imposible pero para Dios todo es posible”(v.26). La gracia de Dios hace posible vivir en el desprendimiento total a pesar de la imposibilidad humana de actuar de ese modo. Para recibir el Reino es necesario morir a lo propio o se hace morir el Reino en la vida propia.

La pregunta de Pedro indica claramente que tampoco los discípulos han comprendido el sentido de las afirmaciones de Jesús. Entrampado en los criterios de la sociedad comercial de la época entiende el desprendimiento como el precio necesario. De allí surge su pregunta: “¿Qué nos va a tocar?”. Su preocupación por la recompensa revela que no ha entendido el significado del don del Reino.

Jesús, sin embargo, no elude la pregunta. Los discípulos han dejado todo en el seguimiento de Jesús, su compromiso por el Reino les hace acreedores de una función “en el mundo nuevo” inaugurado por el Juicio.

Las imágenes son tomadas de Dn 7,9: “vi que colocaban unos tronos y un anciano se sentó”. De esta forma se presenta al Juez Supremo y a sus ayudantes que en el texto evangélico son sustituidos por Jesús y los discípulos que lo siguen. A estos se les promete el sentarse “en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel” (v.28).

Pero inmediatamente Jesús insiste sobre las exigencias para que cada individuo pueda alcanzarse esa participación. La promesa toca sólo “a todo aquel”(v.29) que ha sido capaz de entender el significado de Jesús en su vida y ha obrado en consecuencia. El encuentro con Jesús ha hecho posible su desprendimiento de las realidades más fundamentales de la existencia: “casa, o hermanos, o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras”.

Este desprendimiento con que el hombre expresa su apertura a la gratuidad, lo capacita para aceptar el don del Reino, cuyo valor trasciende infinitamente lo que se ha abandonado.

No se trata de un título que dé derecho a privilegios, sino del don de Dios al hombre que lo capacita al desprendimiento y , consiguientemente, a la recepción de ese don.

De nuevo Jesús, en el texto evangélico de Mateo, invita a trascender los criterios fijados en el ámbito de la sociedad comercial. Su llamada a todo hombre es la de dejarlo todo para recibirlo todo y esta disponibilidad sólo puede ser creada en el corazón humano por la revelación del Padre.

La comunidad cristiana debe continuamente volver a descubrir la gracia de Dios si quiere responder adecuadamente a esta llamada de Jesús.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).


3-8. DOMINICOS 2003

Mal andamos sin ley ni jueces

Las crónicas que leemos estos días en la primera lectura de la Misa, tomadas del Libro de los jueces, nos narran en forma popular y legendaria dos hechos.

Primero: que el pueblo de Israel, después de establecido por Josué en su tierra, fue haciendo camino –como los demás pueblos- hacia una organización cada vez más perfecta de su vida y estructuras sociales y políticas. Comenzó con una mínima organización tribal y fue progresando hacia otra organización monárquica.

Los personajes llamados Jueces (unos ‘mayores’, como Débora, Barac, Gedeón, Abimelec, y otros `menores’, como Jefté y Sansón) son los mantenedores de sus relaciones y los animadores de su relativo progreso; y el tiempo histórico correspondiente a esta  etapa de transición llega hasta la unción de SAÚL como rey.

Segundo: el sencillo realismo de ese caminar del pueblo bajo los Jueces está descrito en los textos, tradiciones, cantos o leyendas, de una forma religiosa ingenua en la cual el dedo de Dios actúa llamativamente seleccionando a los Jefes y marcando sus pasos al frente del pueblo. Al cronista o cronistas les encanta narrar ‘proezas’ donde en realidad sólo hay un camino de desarrollo normal

En la lectura primera de hoy tenemos el ejemplo de cómo Dios toma a Gedeón y lo convierte de labrador en jefe.

ORACIÓN:

Haznos, Señor, Dios nuestro, tan sencillos que descubramos tu poderosa y misericordiosa mano en todas las cosas, y, además, tan realistas y exigentes que nos dé vergüenza cargar en tu cuenta –por nuestra comodidad- lo que debe ser fruto del trabajo de nuestra mente, voluntad y manos. Amén.

 

Palabra y mano de dios

Libro de los Jueces  6, 11-24:

“En aquellos días, Gedeón, hijo de Abiezer..., estaba trillando trigo a látigo en el lagar, para esconderse de los madianitas. Un ángel del Señor se le apareció y le dijo: El Señor está contigo, valiente. Gedeón respondió: Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado los antiguos prodigios...?

El Señor se volvió a él y le dijo: Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas.¡Yo te envío!... Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre...”

El pueblo de Israel había obrado mal, y ahora se sentía hostigado, maltratado por el régimen de Madián, vecino y adversario. Como de costumbre, los israelitas claman al Señor y prometen fidelidad. Y Dios, compadecido, sorprende a Gedeón que está trillando a látigo en el lagar, y le da fortaleza de jefe.

Evangelio según san Mateo 19, 23-30:

“Jesús continuó hablando a sus discípulos, cuando el joven rico se marchó, y dijo: Creedme, difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos. Lo repito: más fácil le será a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de los cielos.

Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: entonces, ¿quién puede salvarse? Jesús se les quedó mirando y les dijo: Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.

Entonces le dijo Pedro: Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar? Jesús les dijo: creedme, cuando llegue la renovación,  y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos...”

Doble tema de reflexión.  Primero, la dificultad que ponen los bienes materiales al vuelo del espíritu, pues con la riqueza se ata uno a la tierra en vez de mirar a lo alto. Segundo, la sincera expresión de Pedro: nosotros no somos ricos, lo hemos dejado todo, ¿qué nos va a tocar? Pero Pedro no está a tono con la música del Maestro.

 

Momento de reflexión

Elección de Gedeón para Juez del pueblo de Israel.

El párrafo tomado del capítulo seis del libro de los Jueces confirma lo que hemos dicho antes. En el contexto de una vida tribal, todavía no bien organizada y carente de medios y fuerza social, todas las acciones de alguna importancia se atribuyen a Dios, directamente o por mediación de un ángel.

A juicio del autor o autores de libro, que recogen una tradición -como se hace entre nosotros en los libros de gestas-  Dios mismo es el animador, director, impulsor de las acciones del pueblo de Israel, como providencia que le protege, acompaña y guía. Cada detalle más o menos pintoresco de la narración no es más que un reconocimiento religioso al buen corazón de Dios que vive en alianza con los suyos y los socorre en sus necesidades.

La mirada del autor o autores no se fija en que los demás pueblos o tribus tienen también sus derechos, su dignidad, y que hay providencia sobre ellos. Miran a sí mismos y a su pueblo. Estamos muy lejos de la predicación evangélica.

Dios es bondadoso, pero a nosotros nos cuesta ser generosos.

Dejando un poco en silencio el anecdotario del libro de los Jueces, fijemos nuestra mente en la reflexión que hace Jesús a sus discípulos.

No nos engañemos: dinero, poder, imperio sobre los demás, son factores que no se avienen fácilmente con la actitud de desprendimiento que el Señor sugirió al joven rico y noble.

No es que el dinero cierre las puertas del cielo y del amor, sino que la idolatría o apego al dinero nos quiere hacer entrar por puertas falsas, y ese engaño no vale en el Reino de Dios. El rico y poderoso puede salvarse, pero no siendo esclavo de sus bienes sino libre.

Aquí no se trata de que vivamos como mendigos, sin trabajo, para que Dios nos mire con amor. Apego al dinero, al placer, a las drogas y al poder, lo tienen también los pobres, cuando no están espiritualmente desposeídos de sus pasiones desmedidas.

Unos y otros, ricos y pobres, a la puerta de la casa del Señor, pueden hallar la puerta abierta o cerrada. Entrarán quienes hayan vivido según el espíritu; y purgarán por sus pecados quienes hayan vivido según la carne.

 ¡Amigo mío, dame un santo, un hombre solidario, trabajador, magnánimo, y entenderá todo esto! No me des un egoísta; no lo entiende.


3-9.

Martes 19 de agosto de 2003
Juan Eudes

Jue 6, 11-24: Gedeón liberará a Israel
Salmo responsorial: 84, 9.11-14: Sé tu Señor la paz de tu pueblo
Mt 19, 23-30: Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja...

Este texto continuación de la retirada del rico nos muestra el peligro de las riquezas y este tema es ilustrado con una comparación que suena casi absurda (algunos comentaristas piensan que, en el v.24, hay que leer “soga” en vez de “camello”). Las riquezas son una acechanza. Ya en el Antiguo Testamento se dice que es un prodigio hallar un rico intachable (Si 31,1-11). Lo deseable es una medianía entre pobreza y riqueza (Pr 30,8)... Jesús afirma aquí que el “rico” tiene un obstáculo grave para entrar en el Reino. Los discípulos expresan su admiración y extrañeza. Pero Jesús insiste en que el Reino exige una entrega total (cf. Mt 13,44s). Los discípulos se asombran ante las palabras de Jesús. Su pregunta, “entonces, ¿quién podrá salvarse?”, expresa algo del mismo desconcierto experimentado por el rico. Si quien ha guardado los mandamientos no puede entrar en el reino, entonces ¿quién podrá? Fijando en ellos la mirada, Jesús contesta que la salvación sólo es posible con Dios. Para los seres humanos es imposible ganarse el acceso al reino.

Ante la cuestión planteada por Pedro Jesús ofrece los tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Este lenguaje figurado procede del profeta Daniel (Dn 7,9-14). Allí se habla de tronos y del hijo del hombre. Aquí Jesús afirma su calidad de Hijo del hombre –en el que se destacaba siempre el aspecto judicial de esta figura misteriosa- y los discípulos, a los que ha sido dado a conocer el misterio del reino (13,11), se hallan íntimamente asociados a Jesús. Las doce tribus de Israel era una designación arcaica en la época de Jesús. Hacía siglos que habían desaparecido como tales tribus y se conservaba la expresión para designar al pueblo como tal. Pero la expresión fue utilizada también para designar al nuevo pueblo de Dios (Ap 7,4-8).El premio que ofrece Jesús a sus discípulos parece condicionado, en la expresión de Jesús, por el momento en el que va a tener lugar. Este momento es el de la regeneración. La palabra regeneración, palingenesia, solamente aparece aquí y en Tito 3,5 en todo el Nuevo Testamento. En el texto de la carta a Tito se refiere al bautismo. En nuestro texto hace también referencia a la última intervención de Dios en la historia, pero ésta ha tenido ya lugar al enviar a su Hijo. Aunque la frase pudiera orientarnos a pensar en el juicio final, no se trata de eso. La “regeneración” indica la nueva vida surgida en el ser humano nuevo con motivo de la acción de Dios.

La sección termina con una seria amonestación: en el reino de Dios nadie tiene asegurado definitivamente el puesto, los primeros pueden ser últimos y los últimos primeros.


Este pasaje desarrolla dos temas: el peligro de las riquezas (vv. 23-26) y la recompensa de quienes se despegan de ella (vv. 27-30). El encuentro de este hombre rico con Jesús y la retirada de aquel ante las exigencias del discipulado cristiano, ofrecen las circunstancias propicias para que el Maestro se pronuncie sobre el tema de las riquezas. Jesús utiliza el humor para exponer su pensamiento (vv 23-24). Tenemos el célebre proverbio del camello y la aguja; una comparación casi absurda. El proverbio, como tal, habla no de dificultad sino de imposibilidad. Un camello cargado encontraría bastante dificultad en entrar por la puerta de la ciudad (el “ojo de la aguja” era el nombre de una puerta estrecha que daba acceso a la ciudad). La enseñanza que llega hasta nosotros y nos invita a seguir: Para entrar en el reino, hay que estar libre de las cargas de los tesoros terrenos. El ser humano, por sí mismo, se encuentra tan imposibilitado frente a la salvación como el camello que pretendiese pasar por el ojo de una aguja. Y si esto se dice expresamente del rico es porque él tiene medios en los que pudiera confiar. La única posibilidad frente al reino nos la da el poder de Dios y su acción salvadora. Semejante libertad frente a las cosas puede ser únicamente don de Dios. Estamos en la misma línea de aquellos pasajes que hablan de la necesidad de un nuevo nacimiento (11,11; Jn 3,3ss) de la fe o la oración.

La declaración de Pedro es el centro del pasaje. Como portavoz de los discípulos, señala que ellos han llevado a cabo lo que el rico se negó a hacer. La respuesta de Jesús no se hace esperar, garantizando el premio a la renuncia: doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Cuando Jesús se siente en el trono para realizar el juicio de Dios, participarán en ese juicio y dominio como los “santos del Altísimo” (Dn 7,18.22.27). Así, los discípulos, participarán en el juicio de quienes rechazaron la buena noticia del reino. Aquí se nos enseña que el desapego de las riquezas es un medio eficaz para participar en la renovación mesiánica. Dios no se deja ganar en generosidad. La capacidad de renuncia es, al mismo tiempo, capacidad de recibir y de poseer. Dios promete la posesión del reino, de la tierra (cf. Mt 5,3s), la vida eterna en Dios y con Dios. Esta promesa se amplía a todos aquellos que lo hayan abandonado todo por su causa y, en definitiva, a todos los creyentes. De este modo, los valores del mundo quedan al revés en el reino, donde los poderosos y ricos quedan sin fuerza y los débiles son levantados para convertirse en poderosos por ese acto de la bondad de Dios.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-10. ACI DIGITAL 2003

26. Para Dios todo es posible: ¡Qué inmenso consuelo para cuantos sentimos nuestra indignidad! Notemos que no dice esto el Señor aludiendo a la omnipotencia que Dios tiene como Autor y Dueño de la creación, sino a su omnipotencia para dar la gracia y salvar a quien El quiera, según su santísima voluntad. ¡Qué felicidad la nuestra al saber que esa voluntad es la de "un Padre dominado por el amor"! (Pío XII). Cf. Rom. 9, 15 ss.

28. En la regeneración: esto es, en la resurrección; según S. Crisóstomo, en la regeneración y renovación del mundo en el día del Juicio. Cf. Luc. 22, 30; Juan 5, 24; Hech. 3, 21; Rom. 8, 19 ss.; I Cor. 6, 2 s.; II Pedro 2, 4; Jud. 14; Apoc. 20, 4; 21, 1. Doce tronos: en Luc. 22, 28, no se fija el número.

29. Véase Marc. 10, 30: "Que no reciba centuplicado ahora, en este tiempo, casas, hermanos, hermanas, madre, hijos y campos - a una con persecuciones -, y, en el siglo venidero, la vida eterna".

Centuplicado. Todos los verdaderos pobres son ricos. "¿No os parece rico, exclama S. Ambrosio, el que tiene la paz del alma, la tranquilidad y el reposo, el que nada desea, no se turba por nada, no se disgusta por las cosas que tiene desde largo tiempo, y no las busca nuevas?". A diferencia de San Mateo (19, 27 ss.), no se habla aquí del que deja la esposa, y se acentúa en cambio que esta recompensa se refiere a la vida presente, aun en medio de las persecuciones tantas veces anunciadas por el Señor a sus discípulos.

Como se ve, estas recompensas extraordinarias no son prometidas, como a veces se cree, por toda obra de misericordia, sino para los que se entregan plenamente a Jesús, dentro de la vida religiosa o aún fuera de ella. Cf. Luc. 18, 29 s.


3-11. DOMINICOS 2004

La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Profeta Ezequiel 28, 1-10:
“Palabra del Señor a Ezequiel:

Hijo de Adán, di al príncipe de Tiro: se hinchó tu corazón y dijiste: “soy Dios, entronizado en solio de dioses en el corazón del mar”.... Tú, príncipe, te creías listo entre los dioses, y más sabio que Daniel... Con tu talento, con tu habilidad te hiciste una fortuna, y acumulaste plata y oro en tus tesoros...

Pues, por tu maldad, por haberte creído sabio como los dioses, por eso traigo contra ti bárbaros pueblos feroces que desenvainarán la espada contra tu belleza y tu sabiduría, profanando tu esplendor...

Cuando eso suceda, tú que eres hombre y no dios, ¿osarás decir de nuevo “soy Dios”, delante de tus asesinos...”?

Evangelio según san Mateo 19, 23-30:
“Cuando el joven rico se marchó, Jesús se quedó reflexionando con sus discípulos,:

Creedme, difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de los cielos.

Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: entonces, ¿quién puede salvarse?

Jesús se les quedó mirando y les dijo: Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.

Entonces le dijo Pedro: Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos va a tocar?

Jesús les dijo: creedme, cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos...”


Reflexión para este día
No te engañes haciéndote como un pequeño dios entre los dioses
En la primera lectura hemos escuchado el canto de la soberbia humana que, cuando las cosas le van bien y tiene algún poder, dice: “soy Dios”. ¡Pero qué pronto desiste de esa vergonzosa actitud cuando la enfermedad, la crisis interna, la familia, los negocios o los desastres nos visitan!

No somos dioses; somos unos pobres seres que hemos recibido el don de pensar y ser libres, y que malgastamos buena parte de nuestras facultades en fáciles idolatrías momentáneas...

Frente a esa actitud de los ‘pequeños dioses’, que quieren engañar a los demás y se engañan a sí mismos, está la reflexión de Jesús con sus discípulos sobre el apego al dinero y las riquezas: la ambición de dinero, poder, dominio sobre los demás, es un factor que no se aviene con el desprendimiento que libera al espíritu; el dinero no cierra las puertas del cielo y del amor, pero la idolatría o apego al mismo sí las cierra


3-12.

Comentario: Rev. D. Fernando Perales i Madueño (Barcelona, España)

«Un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos... Entonces, ¿quién podrá salvarse?»

Hoy contemplamos la reacción que suscitó entre los oyentes el diálogo del joven rico con Jesús: «¿Quién se podrá salvar?» (Mt 19,25). Las palabras del Señor dirigidas al joven rico son manifiestamente duras, pretenden sorprender, despertar nuestras somnolencias. No se trata de palabras aisladas, accidentales en el Evangelio: veinte veces repite este tipo de mensaje. Lo debemos recordar: Jesús advierte contra los obstáculos que suponen las riquezas, para entrar en la vida...

Y, sin embargo, Jesús amó y llamó a hombres ricos, sin exigirles que abandonaran sus responsabilidades. La riqueza en sí misma no es mala, sino su origen si fue injustamente adquirida, o su destino, si se utiliza egoístamente sin tener en cuenta a los más desfavorecidos, si cierra el corazón a los verdaderos valores espirituales (donde no hay necesidad de Dios).

«¿Quién se podrá salvar?». Jesús responde: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible» (Mt 19,26). —Señor, Tú conoces bien las habilidades de los hombres para atenuar tu Palabra. Tengo que decírtelo, ¡Señor, ayúdame! Convierte mi corazón.

Después de marchar el joven rico, entristecido por su apego a sus riquezas, Pedro tomó la palabra y dijo: —Concede, Señor, a tu Iglesia, a tus Apóstoles ser capaces de dejarlo todo por Ti.

«En la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria...» (Mt 19,28). Tu pensamiento se dirige a ese “día”, hacia ese futuro. Tú eres un hombre con tendencia hacia el fin del mundo, hacia la plenitud del hombre. En ese tiempo, Señor, todo será nuevo, renovado, bello.

Jesucristo nos dice: —Vosotros, que lo habéis dejado todo por el Reino, os sentaréis con el Hijo del Hombre... Recibiréis el ciento por uno de lo que habéis dejado... Y heredaréis la vida eterna... (cf. Mt 19,28-29).

El futuro que Tú prometes a los tuyos, a los que te han seguido renunciando a todos los obstáculos... es un futuro feliz, es la abundancia de la vida, es la plenitud divina.

—Gracias, Señor. ¡Condúceme hasta ese día!


3-13.

Reflexión:

Ez. 28, 1-10. Es muy fácil perder de vista el horizonte de la vida eterna. Tal vez al final queramos salvarnos. Pero esos pensamientos preferimos relegarlos para cuando estemos viejos, o para cuando, por desgracia, nos llegara a sorprender alguna enfermedad incurable. Mientras, preferimos buscar, de modo egoísta, nuestros propios intereses, nuestra felicidad sin importarnos el que, por lograrla, tengamos, incluso, que pisotear los derechos de los demás, o denigrarlos en su personalidad. Queremos ser respetados por todos y ser considerados como la única voz válida en la toma de decisiones que afectan grupos o naciones. Pero todo pasa. Y al final sólo será digno de crédito el amor con que hayamos tratado a los demás. De lo contrario, a pesar de que hubiésemos llegado a ser dueños del mundo entero, nuestro fracaso sería irremediable.

Deut. 32. Dios no nos guarda rencor perpetuo. Él nos ama y está siempre dispuesto a perdonarnos. A pesar de que en muchas ocasiones se haya cernido el mal sobre nosotros como una llamada de atención venida de Dios, Él jamás nos ha abandonado, pues es nuestro Padre, que siempre está dispuesto a recibir al hijo que, arrepentido, vuelve a Él. Hay algunos acontecimientos en nuestra vida que a veces no comprendemos; pero Dios bien sabe cómo nos va purificando y cómo nos va formando conforme a la imagen de su propio Hijo. Aprendamos a reconocer el amor de Dios en nosotros y, humildes, estemos siempre dispuestos a hacer su voluntad.

Mt. 19, 23-30. La dificultad, el tropiezo en que se convierten las riquezas para quienes las poseen , nace del egoísmo, que impide abrir los ojos ante las necesidades del prójimo, que ha sido azotado por la injusticia, por la pobreza, por la discapacidad, por la edad o por la enfermedad. Dios es el único que puede conceder la conversión del corazón. Y volver al Señor no puede llevarnos a abandonar aquellas cosas que poseemos. Dejarlo todo por Cristo significa poner sólo en Él nuestra confianza y dejar en sus manos nuestros bienes temporales. Y las manos de Cristo se extienden hacia nosotros en las manos de los necesitados, que reclaman de nosotros el pan que necesitan para sobrevivir, o nuestra voz para darles voz ante las injusticias o atropellos de que han sido víctimas. Por Cristo ¿Seremos capaces de dejarlo todo en sus manos? ¿Hasta dónde llega nuestro amor por Él?

En la Eucaristía el Señor se anonada a sí mismo, haciéndose menos que hombre, haciéndose un pedazo de pan que comparte con la humanidad entera. A eso llega el amor de todo un Dios por nosotros, criaturas pecadoras, pues nos quiere con Él eternamente. Esa es la dignidad con que contempla nuestra vida; ese es el precio en que nos ha valorado a nosotros, a quienes quiere como hijos suyos. Él no se reserva algo para sí mismo, sino que lo entrega todo por nosotros. Su amor, el amor del Todopoderoso y Dueño de todo, no convirtió la Encarnación en motivo de condenación, sino de salvación para nosotros. Aprovechemos este tiempo de amor y de gracia que Dios nos concede vivir en la Eucaristía en la que estamos participando.

El Señor nos pide abrir los ojos ante la realidad de pobreza y de opresión que afecta grandes sectores de nuestra sociedad. Los que creemos en Cristo no podemos secuestrar el amor, la alegría, la paz ni la dignidad humana de nuestro prójimo para lograr, mediante eso, nuestros intereses y elevarnos mientras pisoteamos a nuestro prójimo. Ciertamente necesitamos personas que administren justamente, tal vez, grandes cantidades económicas, pues sin ellos sería imposible crear fuentes de trabajo para las clases trabajadoras. Sin embargo el empleo debe ser remunerado justamente; y el trabajador no puede ser considerado ni tratado como un en engranaje de la máquina productiva. Sus derechos como persona, y como parte de una familia han de ser respetados con todas las prestaciones de leyes justas y no manipulados a favor de los dueños del capital. Cuando no se le dé una limosna ofensiva al trabajador, sino que se comparta con Él los bienes que uno posee, entonces podremos decir que no hemos perdido la oportunidad que el Señor nos concede para salvarnos.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber depositar únicamente en Él nuestra fe y nuestra confianza, de tal forma que, libres de la esclavitud a lo pasajero, sepamos compartir lo nuestro con los más desprotegidos, a imagen de Aquel que nos enriqueció con su pobreza, Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Homiliacatolica.com


3-14.

Reflexión

Esta pasaje, continuación del que empezamos ayer, nos podría dar la impresión de que Jesús tiene algo contra los ricos. Sin embargo nada más lejano que esto. La Escritura es testigo de que el mismo Jesús tenía entre sus seguidores amigos (algunos eran incluso discípulos) muy ricos. José de Arimatea quien le regaló la tumba y Nicodemo que le llevó los perfumes (que eran muy caros) para la sepultura… Esto sin contar al mismo Mateo y a Zaqueo, quien solo dio la mitad de sus bienes y del que Jesús dijo: “Ahora ha llegado la salvación a esta casa”. Lo que impide que un hombre pueda disfrutar del Reino es la esclavitud, al falta de libertad sobre los bienes (o sobre cualquier cosa… incluso nuestros propios pensamientos). Cuando el hombre se aferra a los bienes, como el joven del pasaje, no es libre pues es esclavo de lo que posee. Jesús nos quiere libres… el Reino es para la gente libre, para aquellos que como Nicodemo, José de Arimatea y tantos más, son capaces de TENER SIN RETENER. De aquellos que reconocer que los bienes creados son de y para todos; que la acaparación solamente empobrece y esclaviza. Ante esto, ¿que tan libre eres con respecto a tus bienes… pues de esto depende que puedas disfrutar la vida del Reino?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-15. La renuncia de los apóstoles y su premio

Fuente:
Autor: Misael Cisneros

Reflexión:

Hoy día vienen presentados como modelos de nuestra sociedad las personas más ricas del mundo o las empresas más importantes. Esto nos puede hacer pensar que la riqueza es la varita mágica para abrir todas las puertas que queramos. En este sentido, qué razón tenía santa Teresa de Jesús cuando decía que “Teresa sola, nada; Teresa y el dinero mucho; Teresa, el dinero y Dios, toda una potencia”.

Pero no pensemos que con el dinero abriremos las puertas del reino de los cielos. Éstas se abren con el esfuerzo que hayamos puesto en nuestra vida por luchar, por mantenernos fieles a nuestros compromisos de cristianos auténticos.

Sin embargo, tampoco podemos negar la importancia que tiene para nuestra supervivencia y bien vivir el dinero y la riqueza. El problema está cuando apegamos nuestro corazón sólo a las cosas terrenas y pasajeras olvidando que en este mundo traidor todo pasa y todo acaba a cada instante y con lo único que nos quedaremos es con las obras buenas que hayamos hecho por Dios y por nuestro prójimo.

Que este evangelio nos ayude a reflexionar qué es lo verdaderamente importante en esta vida y si Dios nos bendice con bienes materiales sepamos agradecérselos viendo estos bienes como venidos de su mano amorosa.


3-16.


3-17.


3-18.