SÁBADO DE LA SEMANA 19ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Jos 24, 14-29

1-1.

Leemos hoy la continuación de la gran asamblea de Siquem. Se va a celebrar una nueva Alianza.

-Josué decía: "Temed al Señor, servidle en la integridad y la fidelidad. Apartaos de los dioses a los que sirvieron vuestros padres, más allá del Eufrates y en Egipto. Servid al Señor."

Lo primordial no es pues una ceremonia; es un compromiso .

-Pero si no os parece bien servir al Señor, elegid hoy a quien queréis servir...

¡Decidíos por Dios o contra Dios! FE/DECISION:

¿Nos damos cuenta de que nuestra Fe es una decisión, una opción radical? un dilema riguroso: o esto... o aquello...

Josué subraya aquí la libertad de esa elección.

También nuestro mundo moderno reafirma que la fe ha de ser libremente elegida: y cada vez menos una herencia que se recibe, casi sin darse cuenta de ello. Creer en Jesucristo será, cada vez más, una decisión tomada después de haber intentado vivir sin El. Ser creyente será cada vez más «vivir con Dios», conociendo lo que significaría «vivir sin Dios » .

Elegid ser un "fiel creyente" o un «ateo» con pleno conocimiento de causa.

-Yo y los míos queremos servir al Señor.

Al proponer una opción clara, Josué no permanece neutral. Hace una elección. ¡Cuán lejana se halla esta postura del «dejad que hagan... dejad a cada uno ir a su albur... todas las religiones son buenas...»

-El pueblo respondió: «antes morir que abandonar al Señor para servir a otros dioses. Es el Señor quien nos hizo subir a nosotros y a nuestros padres del país de Egipto, esa casa de esclavitud... El es nuestro Dios."

La fe se apoya en una experiencia. Israel recuerda. Nuestra fe también se apoya sobre acontecimientos históricos.

Ayúdanos, Señor, a hacer más firme nuestra adhesión a Ti con el recuerdo de todos los beneficios recibidos a lo largo de nuestra vida.

Cada una de nuestras eucaristías es un memorial del pasado: recordamos tu muerte, Señor resucitado... En la esperanza del futuro: y esperamos tu venida...

-Josué continuó: «Pues entonces, apartad los dioses del extranjero que hay entre vosotros e inclinad vuestro corazón hacia el Señor Dios de Israel.

La fe no es sólo una adhesión mental a unos puntos doctrinales. Es una actitud activa que mueve por entero al ser humano: se trata, en efecto, de renunciar a los dioses falsos y engañosos que el hombre se da a sí mismo y de prendarse del único Dios verdadero y absoluto.

-Aquel día Josué pactó una alianza para el pueblo. Le impuso un estatuto y un derecho en Siquem. Escribió todo esto en el libro de la Ley de Dios. Tomó una gran piedra y la plantó al pie de la encina que hay en el Santuario del Señor y dijo: «Mirad esta piedra será testigo contra vosotros, pues ha oído todas las palabras que el Señor nos ha dicho... Para que no reneguéis de vuestro Dios...»

El hombre necesita símbolos. Erige una estela como prueba de la solidez de su compromiso. Decide ser fiel hacia y contra todo.

Sin embargo conocemos su fragilidad: Israel no cesará de acumular infidelidad sobre infidelidad. También tendrá que contar con el perdón de Dios.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 234 s.


2.- Ez 18, 1-10.13b.26-32

2-1.

-La palabra del Señor me fue dirigida: «¿Por qué andáis repitiendo este proverbio en el país de Israel: los padres comieron el agraz y los dientes de los hijos sufren la dentera?»

En las catástrofes colectivas, se suele normalmente comentar la injusticia que supone que seres inocentes sean castigados por los culpables.

En aquella época, el pueblo de Israel y todos los de su entorno, como también muchos pueblos hoy, tenían un gran sentido de la solidaridad: las faltas del ambiente son también mías y cada una de ellas acrecienta el mal del conjunto.

Ezequiel no ignora esto que, en parte, es verdad.

Pero su reflexión contribuirá a que la conciencia de la humanidad adelante un gran paso: el de la responsabilidad personal.

-Por mi vida, -palabra del Señor Dios- que no tendréis que repetir este proverbio. Pues todas las vidas son mías; la vida del padre lo mismo que la del hijo. El que ha pecado es el que morirá.

Debemos abandonar toda mentalidad fatalista o infantil.

No podemos cargar sobre los demás lo que es de nuestra incumbencia. Hay una cierta manera de insistir sobre el «carácter colectivo» de ciertos comportamientos que es sólo una manera disfrazada de abogar por la «irresponsabilidad».

Ahora bien, ¡no resulta nada agradable ser tenido por «irresponsable»! Danos, Señor, el sentido de nuestras responsabilidades.

-El que es justo y practica el derecho y la equidad... no levanta sus ojos a los ídolos... no deshonra a la mujer de su prójimo... no oprime a nadie, ni comete fraude alguno... El que da su pan al hambriento y viste al desnudo... no presta con usura ni reclama intereses...

El que dicta un juicio según la verdad... El que sigue mis leyes y mis preceptos, obrando conforme a la verdad... Un hombre tal es verdaderamente justo.

Conviene releer esta lista y aplicárnosla a nosotros mismos. Lo que Dios quiere es el hombre cabal, el hombre vivo, el hombre «justo».

-Por todo ello -palabra del Señor- os juzgaré a cada uno según su conducta.

¡Esto es algo muy serio!

Es muy fácil descargarse en los demás: «es culpa de un Tal, es falta del sistema, es culpa de la sociedad». ¿Para qué convertirse si de todas formas tendremos que soportar las consecuencias de las faltas de los demás?

Convertíos y apartaos de vuestros pecados. Haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo.

Nada de esto será posible si primero no nos convencemos de nuestra propia responsabilidad.

Dame, Señor, un corazón nuevo.

En este mundo, que marcha cada vez más hacia el colectivismo, necesitarán «personas» de valor que sepan conservar su buen criterio y no torcerse ante la gran corriente de responsabilidad anónima.

No se trata de renunciar a nuestras solidaridades. Se trata de no dejarnos llevar como briznas de paja al viento.

-No deseo la muerte de nadie: convertíos y vivid.

¡Vivid! ¡Vivid!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 234 s.


2-2. /Ez/18/01-13   /Ez/18/20-22

Uno de los capítulos del libro de Ezequiel más llenos de interés teológico es, sin duda, este que hoy leemos. Trata de la responsabilidad personal e individual, pero podríamos decir que orientada siempre hacia la conversión de los malos caminos, como dice después (vv 23 y 30, que no leemos). Y es que, en definitiva, la exagerada insistencia en la influencia del pecado colectivo se convierte siempre en excusa para no cambiar, para no convertirse. El proverbio de los israelitas indica que son los padres quienes han pecado, aunque ahora ellos, sus hijos, sufren las consecuencias, los padres no sufrieron el castigo y ellos sí, sin tener culpa, según piensan. ¿De qué vale convertirse? La respuesta del profeta es doble. Por una parte está la trascendencia de Dios, su soberanía. Por otra, la responsabilidad individual. El pecado está dentro de cada persona, de cada individuo: no son culpables de él ni los antepasados ni los demás miembros de la comunidad. El responsable es siempre el individuo. Pero ante Dios no sólo no cuentan los pecados de los demás, sino que ni siquiera los personales ya pasados. Dios no lleva cuenta de ellos: lo que importa es la actitud personal actual, la conversión presente, que siempre es posible, aunque en algunos momentos llegue a ser difícil. Y lo que vale para los pecadores vale también para el justo: no se puede confiar en obras anteriores, sino que hay que seguir haciéndolas ahora (vv 14ss).

El oráculo aprovecha la ocasión para indicarnos cuáles son los caminos extraviados por los que el hombre puede caminar: en primer lugar, la idolatría («comer en los montes» del v 6 indica los banquetes rituales idolátricos), y enumera luego una serie de pecados o delitos que se pueden cometer contra el prójimo bien en acciones o en omisiones. Pero muy concretos y precisos: nada de ideas generales o vagas. Todo eso es importante, sobre todo si esta enumeración está ligada, como parece, a las confesiones que se hacían en las solemnidades litúrgicas.

La atención a la responsabilidad personal no es motivo para el individualismo. Es sólo un toque de atención para no escudarse en falsas excusas, para evitar enfrentarse con el verdadero problema: la conversión real, sincera, práctica (en el mejor de los sentidos). Dios exige nuestra voluntad, nuestra acción decidida en favor de los demás (obras concretas: v 7) en cada momento, continuamente, sin que importe el pasado o, al menos, sin tenerlo como excusa.

J. PEDROS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 811 s.


3.- Mt 19, 13-15

3-1. INFANCIA-ESPIRITUAL BAUTISMO/INFANTES

-Acercaron a Jesús unos niños, para que les impusiera las manos y rezara por ellos. Me imagino esa escena: madres que llevan a sus hijos pequeños... Jesús los acaricia... a la vez que ora por ellos... el niño sonríe, o se enfada.

En todo gesto de amor, pasa una gracia divina.

Jesús amaba a los niños.

-Pero los discípulos les regañaron.

En la mentalidad judía, aun siendo el niño una bendición, se le consideraba oficialmente como un ser insignificante que no adquiere total importancia hasta su entrada adulta en la sinagoga, a los doce años.

Era corriente esa mentalidad: ¡los mismos apóstoles acostumbraban a regañar a los chiquillos! Jesús no está de acuerdo. Para El, un niño cuenta, es alguien.

-Jesús les dijo: "...Dejad a los niños y no les impidáis que vengan a mí porque de los que son como éstos, es el reino de los cielos." Los primeros cristianos muy pronto interpretaron estas palabras como una toma de posición de Jesús en favor del bautismo de los niños pequeños.

Hoy vuelve a plantearse esa cuestión y no sin razón, pues se insiste en la importancia de la "fe" implicada en el sacramento... y algunos padres reconocen no tener la fe necesaria para educar a su hijo en el mínimo de vida de Iglesia capaz de alimentar a su hijo... entonces, prefieren esperar a que el hijo decida cuando tenga la edad.

Incluso en el caso de que esta actitud sea la única prudente, conviene no olvidar la frase de Jesús en el evangelio. Con pretexto de "libertad para cuando sea mayor" ¿no sucede a veces, en ciertos casos, que se influye sobre la libertad de los hijos pero en sentido inverso, "impidiéndoles" participar en algunos actos religiosos que ellos, en su conciencia infantil, desearían? Los descubrimientos recientes de la psicología están en la misma línea de Jesús al revelar ¡la importancia de los "primeros años" para la orientación de toda una vida! y, después de todo, ¿quién puede decir todo aquello de que son capaces los niños?

-El reino de los cielos es de los que son como ellos...

Jesús los pone como ejemplo a los mayores.

En primer lugar en el sentido de que no tenemos derecho a excluirlos arbitrariamente del Reino misterioso del Padre al que sin duda están en mejor concordancia que nosotros.

Y luego, en el sentido, también, de que nada es más opuesto al Reino de Dios como la suficiencia orgullosa y razonadora de ciertos adultos que quieren juzgarlo todo según su propia norma. Se consideran centro del mundo.

Su punto de vista es el único verdadero. Y ¡ellos, pobres, no creen mas que lo que comprenden! Jesús había dicho: "Bendito seas Padre... porque si has escondido estas cosas a los "sabios y entendidos" se las has revelado a los "pequeños" (Mateo 11, 25) Es éste, sin duda, el sentido que hay que atribuir a la invitación de adoptar un "espíritu de infancia".

El niño espontáneamente concuerda con el misterio.

Cuanto más técnico va siendo nuestro mundo matemático, científico y programático... la palabra de Jesús resulta tanto más actual: Cada vez será mas necesario conservar ¡un rincón de infancia en el corazón, un rincón de poesía, un rincón de ingenuidad y de frescor, un rincón de misterio.

Evidentemente no se trata aquí de abogar para la regresión a los infantilismos.

Danos, Señor, el verdadero espíritu de infancia.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 126 s.


3-2.

1. (Año I) Josué 24,14-29

a) «Continuó hablando al pueblo». Josué termina su gran catequesis histórico-teológica.

Y nosotros, la lectura abreviada de su libro, que, al final, nos informa también brevemente de su muerte.

Ahora Josué saca las consecuencias. Si tantos favores le debe Israel a su Dios, a ese amor debe responder también con su amor: «temed al Señor, servidle... ». Josué no halaga los oídos del pueblo: les recuerda que la Alianza que ahora renuevan supone «quitar de en medio los dioses» que han ido tentándoles en Egipto, en el desierto y, ahora, en la tierra que acaban de ocupar.

Por tanto, se trata de una opción: «elegid hoy a quién queréis servir». La catequesis ha surtido efecto y el pueblo responde: «lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses», aunque todos sabemos qué poco duró este buen propósito. La Alianza se redactó por escrito y se erigió una gran piedra como testigo del momento.

b) Nosotros la opción ya la hemos hecho. El sacramento del Bautismo fue el momento inicial, en el que fueron probablemente nuestros padres los que profesaron su fe en Dios y su renuncia al mal, para comprometerse a ayudarnos a crecer en la vida de Dios que entonces recibíamos.

Luego hemos ido renovando esa fe y esa renuncia, ya como nuestra, no en asambleas tan solemnes como la de Siquén, pero sí cada año en la Vigilia Pascual. Y en los diversos sacramentos, hemos ido recibiendo renovada gracia por parte de Dios para nuestro camino personal de fe.

Pero también las tentaciones las conocemos. Idolatrías de todo género nos amenazan a derecha e izquierda. La Palabra nos invita a decidirnos: «elegid hoy a quién queréis servir».

Porque no podemos servir a dos señores. Pablo les dice a los corintios que, después de participar en la Eucaristía del Cuerpo y Sangre del Señor, en la vida han de evitar toda idolatría: «no podéis beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios, no podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios» (1 Co 10,21).

La tentación de la idolatría no sólo se refería entonces -y ahora- a adorar a otros dioses, sino a seguir un estilo de vida no conforme con el que Dios quiere de su pueblo. Josué lo dijo de una forma muy expresiva: «es un Dios santo, un Dios celoso». Y Pablo lo repite: «¿o es que queremos provocar los celos del Señor?» (1 Co 10,22).

Tendremos que hacer nuestro el buen propósito del salmista: «Tú eres, Señor, mi heredad...yo digo al Señor, tú eres mi bien, el Señor es el lote de mi heredad y mi cáliz... me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia».

1. (Año II) Ezequiel 18,1-10.13.30-32

a) Hoy no va de parábolas o de gestos proféticos. Es un diálogo muy vivo entre Dios y nosotros. El profeta nos recuerda que cada uno es responsable de sus actos y que no nos refugiemos en un falso sentido de culpa colectiva.

El refrán parecía, en cierto modo, justificado: «los padres comieron agraces y los hijos tuvieron dentera». La culpa de las generaciones anteriores sería, por tanto, la explicación de que tuvieran que estar sufriendo la afrenta del destierro.

Pero el profeta les pone ante otro planteamiento: cada uno es responsable de lo que hace. Si todos fallan, y tú no, quedarás a salvo: el pecado de los demás no caerá sobre ti.

Si los demás son buenos, pero tú has decidido hacer el mal, no te servirá de nada la bondad de tu familia o de tu comunidad: tendrás que responder de tus actos.

A veces, los profetas ponen de relieve la corresponsabilidad comunitaria. Esta vez, la libertad de cada uno ante Dios y sus hermanos.

b) «Yo juzgaré a cada uno según su proceder».

Instintivamente, buscamos excusas para nuestros fallos y tendemos a echar la culpa a otros. También ahora nos podríamos refugiar en la culpa que tienen la sociedad, la Iglesia, las instituciones, el mundo en que vivimos, el mal ejemplo de los demás. Y, así, disminuir nuestra responsabilidad personal.

Nos va bien que se nos diga que cada uno va construyendo su propia vida y su propio futuro de premio o castigo: ayudado o estorbado por el ambiente que nunca llega a privarnos de nuestra libertad.

Para bien y para mal, cada uno responde de sus actos. Como se salvaron los que habían quedado marcados en la frente con la señal -como leíamos en Ezequiel el miércoles pasado-, a pesar de vivir en una sociedad pervertida así pasa con los que nadan contra corriente en una sociedad secularizada.

Necesitamos tener personalidad y fuerza de voluntad en este mundo. No vale lo de «mal de muchos...». Tenemos que pedir a Dios esa fortaleza con el salmo de hoy: «Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme... afiánzame con espíritu generoso...». Nos va a hacer falta.

El profeta Ezequiel nos presenta una lista impresionante de opciones que tanto entonces como ahora, tenemos que hacer los creyentes: observar la justicia, no ir tras los ídolos, respetar a la mujer del prójimo, no explotar al necesitado, no robar, devolver lo recibido en préstamo, no prestar con usura, juzgar con imparcialidad, caminar según los mandatos de Dios...

No echemos la culpa a los demás. Cuando decimos la oración penitencial del «Yo confieso», démonos claramente golpes en nuestro pecho repitiendo: «por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa». Eso sí, pidiendo a la comunidad, y a la Virgen y a los ángeles y a los santos, que nos ayuden con su intercesión en nuestro camino de fe.

2. Mateo 19,13-15

a) Jesús atendía a todos, y con preferencia a los más débiles y marginados de la sociedad: los enfermos, los «pecadores». En esta ocasión, a los niños que le traen para que los bendiga. A los apóstoles se les acaba pronto la paciencia.

Su frase es toda una consigna: «dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mi».

Y no es sólo por amabilidad. Le gusta ponerlos como modelos de la actitud que deben tener sus discípulos, como ya vimos el martes de esta misma semana «de los que son como ellos es el Reino de los Cielos».

b) Por una parte, volvemos a recoger la lección que Jesús nos da poniendo a los niños como modelos: la sencillez, la limpieza de corazón, la convicción de nuestra debilidad, deben ser nuestras actitudes en la vida humana y cristiana.

Pero esta breve página nos interpela también sobre nuestra actitud hacia los niños. En tiempos de Jesús, no se les tenía muy en cuenta. Ahora ha aumentado claramente el respeto que la dignidad de los niños despierta en la sociedad. En la Iglesia, tal vez, sea la época en que más se les atiende pastoralmente.

A algunos autores, como el protestante O.Cullmann, les parece descubrir en este pasaje de Mateo («no impidáis a los niños acercarse a mí») una alusión al Bautismo de niños: ya en el primer siglo, los niños de familias cristianas eran bautizados, con la garantía de vivir en un clima en que sería posible luego crecer en su fe personal.

La familia cristiana, y toda la comunidad, deben sentirse responsables de evangelizar a los niños, de transmitirles la fe y el amor a Dios. Las ocasiones de esta atención para con los niños son numerosas: el Bautismo, la catequesis como iniciación en los valores cristianos, los demás sacramentos de la iniciación (Confirmación y Eucaristía), las Misas dominicales más pedagógicamente preparadas para niños, los diversos ambientes de su educación cristiana etc.

Ahora los niños no ven a Jesús por la calle para acercarse a él a que les bendiga. Nos ven a nosotros. Y nosotros tenemos que conducirles hacia el amor de Jesús, con todas las consecuencias.

«Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses» (1ª lectura I)

«Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré» (salmo I)

«Oh Dios, crea en mí un corazón puro» (salmo II)

«No impidáis a los niños acercarse a mí» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 272-275


3-3. CLARETIANOS

"Todas las vidas son del Señor. Quien es bueno vivirá". Quizá el mejor lugar para comprender esto sean los muros de un monasterio, donde lo esencial se hace visible a los ojos en el arte de la espera.

Fray María Rafael, en "Saber esperar", escribe dentro los muros del monasterio: "Sigue esperando ..., sigue esperando con esa dulce serenidad que da la esperanza cierta ..., sigue quieto, clavado, prisionero de tu Dios a los pies de su Sagrario. Escucha el lejano alboroto que hacen los hombres al gozar breves días de libertad por el mundo; escucha de lejos sus voces, sus risas, sus llantos, sus guerras ... Escucha y medita un momento; medita en un Dios infinito ..., en el Dios que hizo la tierra y los hombres, el dueño absoluto de cielos y tierras, ríos y mares; el que en un instante, con sólo quererlo, con sólo pensarlo, creó la nada y todo cuanto existe". (Pensamiento 519)

Saber esperar, tomar el ritmo de Dios, hacer menos y con más profundidad, tener experiencia del amor primero, sentirse habitado por el Espíritu. Saberse piedra sobre la que edifique Jesús su iglesia cuando no se busca alabanza-grandeza-poder. Estar en el camino, quizá un camino secundario, a las afueras, pero es tu camino. Reconocerse llamado para ser algo pequeño porque da miedo lo alto, lo de primera fila. Abrazar el propio camino y sus árboles con el frescor del viento del Espíritu, camino fácil cuesta abajo. Adorar al dueño del camino, Dios, disfrutarlo y hacerlo disfrutar.

"Apartaos del mal, haceos un corazón y un espíritu nuevo. Convertíos y vivid".

"Qué dulce es esperar haciendo el bien ..., qué dulce esperar con una sonrisa a nuestros hermanos y a nuestros enemigos" (Pensamiento 422). La conversión y la vida se dan de la mano en quienes han encontrado la perla preciosa y lo han vendido todo por disfrutar de su encanto.

"De los que son como los niños es el Reino de los Cielos". La vida escondida en Dios y el corazón habitado por el mundo entero. Un niño vive rodeado de la presencia humana. El corazón del monje se agranda tanto cuanto se extiende la presencia de Dios en el corazón del mundo.

"¡Qué bueno y qué grande es Dios, que nos ofrece el corazón de María, como si fuese el suyo! ¡Qué bien conoce Dios el corazón del hombre, pequeño y asustadizo! ¡Qué bien conoce nuestra miseria que nos pone ese puente ..., que es María!" (Pensamiento 345).

"A mí me parece que cuanto más amor se la tiene a la Virgen, más amor tenemos a Dios, es decir, que nuestro amor a Dios aumenta a medida que aumentamos el cariño a la Santísima Virgen ...; y es natural, ¿cómo vamos a querer a la Madre y no querer al Hijo?, imposible ..., y qué no conseguiremos de Dios si se lo pedimos por intercesión de María ..., nada". (Pensamiento 337)

Miguel Niño, cmf. (cormariam@planalfa.es)


3-4. 2001

COMENTARIO 1

v. 13: Le acercaron entonces unos chiquillos para que les impusiera las manos y rezara por ellos; los discípulos les regañaban,

Estos chiquillos, presentados por gente innominada, continúan los de 18,2-5 (cf. 14: «los que son como ellos»; 18,5: «un chiquillo como éste»). Son, por tanto, figura de los discípulos que toman por norma el servicio.



vv. 14-15: pero Jesús dijo: Dejad a los chiquillos, no les impidáis que se acer­quen a mí: porque los que son como ellos tienen a Dios por rey. 15Les impuso las manos y siguió su camino.

La frase «porque los que son como ellos tienen a Dios por rey» (para la traducción, cf. 5,3) pone la actitud de los «chiquillos», la de servicio, en relación con la primera y última bienaventuranza. La opción por la pobreza (5,3), que elimina toda causa de injusticia, y la fidelidad a ella (5,10), son la plataforma para dedicarse a un servicio eficaz de los demás (cf. 5,7.9).


COMENTARIO 2

De nuevo se presenta la infancia como signo y figura del buen discípulo. Este texto no debe confundirse con el del capítulo 18,1-5; 6-9. La intención no es la misma: en el capítulo 18 se trataba de hacerse como los niños y no escandalizarlos; aquí el texto acentúa un conflicto de Jesús con los que lo rodean: asombrados ven cómo el Maestro se detiene, acoge a los niños y los bendice. La sintonía de los niños con Jesús invita a reflexionar sobre el carácter del Maestro.

Al subir a Jerusalén para sufrir, Jesús se detendrá varias veces a lo largo del camino para acercarse a los humildes, a los enfermos, y esto ante la extrañeza de la gente y de los discípulos. La seriedad de su camino hacia Jerusalén y las implicaciones que tiene, no lo separan de los pequeños; no se deja envolver por una soledad dolorosa y llena de vanagloria. Jesús no sólo se detiene y reprende a los discípulos, sino que hace de su gesto una enseñanza. "Dejen que los niños vengan a mí", no es sólo una invitación a hacerse como niños, sino una declaración y una verdadera promesa hecha a todos los que son como ellos que son parte del Reino.

El texto de hoy nos invita a "venir a Jesús", es decir, a creer en él, lo cual nos lleva a poseer el Reino, entrar en él o recibirlo como un niño: con su avidez de amor gratuito, que nada ofrece a cambio más que la propia pequeñez.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-5. 2002

El pasaje evangélico de la liturgia nos presenta a un grupo de niños, resaltando la diversa reacción asumida frente a ellos de un lado por Jesús, y de los discípulos por otra.

Frecuentemente somos tentados de comprender el simbolismo de los niños en el marco de la pureza o inocencia. Las imágenes que desfilan frente a nuestros ojos suelen ser las de artículos infantiles de limpieza y de su eficacia o conveniencia para su higiene.

Sin embargo, ya desde Isaías, el ámbito bíblico conecta la salvación a niños débiles, amenazados por la suciedad y la mortalidad infantil que todavía podemos encontrar en grandes áreas del planeta.

El niño en esas condiciones se convierte en tipo de salvación precisamente porque desposeído de fuerza tiene que colocar su fuerza en otro. Los niños son prototipo de fe y de confianza en Dios mucho más que de inocencia o de pureza.

Esta debilidad confiada es el motivo que impulsa a quienes acercan los niños a Jesús. Recurren para que se les imponga las manos y para que Jesús rece por ellos. En los dos actos quienes los conducen comprenden la impotencia que aqueja a los niños.

Con el mismo descuido con que en el pasaje anterior un hombre despide a su mujer, la reacción por parte de los discípulos es la de “regañar” a los niños (v.13b). No son capaces de comprender que el amor fiel debe ser recibido de Jesús.

Sólo aquellos que conscientes de la propia debilidad buscan ser recibidos por Jesús son los que pueden integrar la nueva realidad salvífica del Reino. Sólo desde la propia debilidad aceptada y asumida es posible reconocer el señorío de Dios sobre la historia humana. Los autosuficientes y aquellos que consideran que lo pueden todo están imposibilitados de reconocer la realidad de gracia que se ha hecho presente en Jesús de Nazaret.

Por ello, Jesús exige (v.14) que no se impida a los desvalidos e impotentes el acercamiento a su persona. La conclusión del pasaje manifiesta la concesión de la petición que se le había hecho: “les impuso la mano” (v.15).

Contagiados por la mentalidad del éxito, los integrantes de la comunidad eclesial son tentados frecuentemente a buscar la compañía de quienes son los poseedores de bienes, fuerzas o cualidades. Como los discípulos quisieran “regañar” a los impotentes y a los desvalidos de este mundo.

Frente a esta actitud, es necesario recordar siempre los gestos de acogida de Jesús que por nuestra mentalidad se nos hacen difícil de aceptar. En toda persona desprotegida y débil y, sólo en ella, es posible encontrar la fuerza de Jesús. Ellos por “la imposición de las manos” reciben el poder de Dios. La oración de Jesús que en su impotencia necesitan es la fuente de donde deriva su fortaleza ante Dios.

La comunidad cristiana debe acoger a estos seres porque gracias a ellos puede ser expresión adecuada del designio salvador. La opción por ellos es reflejo de su comprensión y aceptación del Reinado de Dios. Este exige, para ser recibido un cambio profundo de actitudes y comportamientos, una profunda conversión producida por la gracia del Reino.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).


3-6. DOMINICOS 2003

Máximas de vida
El jueves pasado comenzábamos a leer en la liturgia de la misa el capítulo primero del Libro de Josué, y escuchábamos dos consignas: santo temor de Dios y actitud aguerrida ante los avatares de la vida.

Temor de Dios, para no emprender acciones que no merezcan su bendición.

Audacia y actitud aguerrida, para ir poco a poco tomando posesión de las tierras que serán de Israel.

El desarrollo de esa toma de posesión, complicada y difícil, se describe en los capítulos 6 al 22 del libro de Josué, que no recoge la liturgia.

Hoy la liturgia se sirve de los capítulos 23 y 24 en los que se contiene el final, la ‘despedida de Josué’, la ‘renovación de la alianza’ y la ‘muerte’ de Josué. De esa despedida forma parte el fragmento de la primera lectura, y presenta dos ideas fundamentales: Para ser fieles, hay que mantener en la memoria la historia de los gestos providenciales de Dios con su pueblo. Quien lo olvida se enfría y se aleja de la verdad y del amor. Tener el corazón en Dios, único Señor, frente a todos los falsos dioses, es la vida y salvación del pueblo fiel, elegido, noble.

Al participar hoy nosotros en la celebración, preguntémonos: Esas dos consignas ¿no son también urgentes para nosotros en el inicio del siglo XXI? ¿No parece dispuesto este siglo a olvidarse de Dios y de los compromisos de fidelidad? Respondamos con fe viva, con ardiente caridad, con hambre de justicia y paz, y contribuiremos a destronar falsos dioses que se van entronizando en nuestras pupilas, en nuestras ambiciones, en nuestras concupiscencias.

ORACIÓN:

Señor, único Dios, Padre y Creador ; a tu pueblo elegido le costó sudores, sangre y lágrimas entrar en posesión de la tierra que tu bendijiste, y mantenerse fiel a tu única providencia y guía. Haz que nosotros no escatimemos esfuerzo alguno para que tu nombre y tu Reino sean conocidos, bendecidos y amados por todos los pueblos. Amén



Palabra de amor y servicio
Libro de Josué 24, 14-29:
“Josué, en su despedida, siguió hablando al pueblo y dijo:

Temed al Señor; servidle con toda sinceridad; quitad de en medio a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río y en Egipto, y servid a Yhavé. Y si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir: a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río o a los dioses amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos a Yhavé.

El pueblo respondió: ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses...! Entonces Josué añadió: mirad que Dios es santo y celoso y no perdonará vuestros delitos si lo abandonáis...”.

El Dios único y verdadero, creador y padre, fuente de vida y de gracia, es el cimiento y la fuerza de toda la obra religiosa de Israel. De momento, según el texto, el compromiso de fidelidad es claro. ¿Se cumplirá? La historia de Israel es una tragedia al correr de los siglos.

Evangelio según san Mateo 19, 13-15:
“En aquel tiempo le presentaron a Jesús unos niños para que les impusiera las manos y rezara por ellos; pero los discípulos les regañaban. Jesús les dijo: dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los cielos. Les impuso las manos y se marchó de allí”

Una anécdota con claro mensaje: a Jesús y a todos nos gusta la sencillez, la cercanía, la inocencia. Al simbolizarla en los niños, ellos nos dan lecciones. Pero es mejor la lección de un alma sencilla en cuerpo adulto.



Momento de reflexión
La fe de Israel.
Una de las conquistas más importantes del pueblo de Israel es su fe en Dios único, supremo, providente, meta de nuestra existencia.

Ese Dios único y providente se les fue revelando poco a poco, y tiene dimensiones tan personales que no cabe confundirlo con otras falsas divinidades de religiones adyacentes. La fidelidad del hombre será un problema siempre pendiente. La revelación de unicidad y providencia de Dios, no. Todo el profetismo israelítico mantendrá alzada esa bandera. Si Yhavé no es su Dios, único Dios, Israel no es el pueblo elegido.

Esto mismo debemos decir los cristianos de nuestro Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.

Seamos como niños, en espíritu sencillo y humilde.
La escena de Jesús acogiendo a los niños y encareciendo su predilección, nos es ya conocida. Sólo quienes posean espíritu de niños, de hijos, de inocencia y de sencillez, tienen abiertas las puertas del Corazón de Cristo y del Padre.

No las tienen los soberbios, autosuficientes, pedantes, engreídos, a no ser que cambien de actitud.

Veamos, pues, cada uno cómo nos las habemos en nuestro comportamiento en relación con Dios, con los hombres, con la naturaleza.

En nuestra vida ¿es verdad que Dios “es el que es y el que nos busca” y que nosotros somos “los que no somos”, la pequeñez amada, en lenguaje de santa Catalina de Siena?

Si ambas vivencias las tenemos en nuestro corazón, todo será más fácil de entender y de vivir.


3-7. 2003

Jos 24, 14-29: Escojan hoy a quien desean servir
Salmo responsorial: 15, 1-2.5.7-8.11: Tu eres, Señor, mi único bien
Mt 19, 13-15: Dejen que los niños se acerquen a mí

El evangelista Mateo nos ha ofrecido ya otra escena en la que aparece Jesús con los niños (cf. 18,1-5). En aquella ocasión los niños juegan un papel funcional. Entran en escena para simbolizar la actitud que deben tener los que desean pertenecer al reino: deben hacer como niños. Y la cualidad esencial que en ellos se destaca es la humildad, la impotencia frente a la vida, la necesidad que tienen de sus padres... Todo ello debe poner de relieve la actitud del ser humano frente al reino, ante el cual todos nos hallamos en la misma situación de imposibilidad, de impotencia, de mendicidad sustantiva: de Dios nace la iniciativa y su gracia se derrama sobre el ser humano cuando éste se siente así de pequeño; como es en realidad. La mención de los niños ahora es diferente, aunque Adrian Leske, exegeta canadiense piensa que este pequeño interludio está colocado aquí deliberadamente, antes de la historia del joven rico, como recordatorio de que sólo se puede entrar en el reino por la humildad, que se debe de tener. Los peregrinos, que habían sido testigos de las curaciones de Jesús, quieren que bendiga a sus hijos, pero los discípulos parecen haber olvidado la lección que el Maestro les había dado antes acerca de la grandeza en el reino (18,1-4).

O. Cullmann en su estudio sobre el bautismo en el nuevo testamento ha descubierto la clave de interpretación de este pasaje en la palabra de Jesús: “no se lo impidan”. Sería una expresión técnica en relación con el bautismo (3,14; Hech 8,36; 10,47). La sentencia de Jesús justificaría así el bautismo que era concedido a los niños. El Bautismo como la puerta de entrada en el reino. La discusión sobre si el bautismo debía concederse o no a los niños estaría zanjada así desde las palabras de Jesús.

Por otra parte, la bendición que Jesús da no tiene nada de mágico. Su bendición se halla en relación con el reino: Dios se da incluso a los más pequeños y a los que se hacen como ellos. La bendición propia del reino es todo lo contrario a la maldición y Jesús aparece en los evangelios como el superador de toda maldición, el vencedor de Satanás (4,1ss; 6,13).


Este pasaje sobre los niños no debe confundirse con aquel del martes pasado. El punto clave es distinto. Allá se trataba de la conversión que exige hacerse como niños pues sólo así se puede entrar en el reino como hijo de Dios que depende de él para todo. Lo característico de la mención de los niños en esta ocasión no es su funcionalidad o simbolismo, sino su significado personal. Se trata de ellos por ellos mismos, no por su significado. De su pertenencia al reino.

El rito de la imposición de manos y la bendición de los niños era común en la época (y que se ha transmitido hasta nuestros días). Lo hacían los padres, pero se pedía también la bendición de los rabinos famosos (entre nosotros pedimos al sacerdote le rece “los evangelios”). En esta ocasión acuden a Jesús con los niños, para que los bendiga, teniendo en cuenta la fama que el joven rabino de Galilea había adquirido con su enseñanza y los milagros que realizaba. A todo ello se unía la fama de Jesús como persona de oración. Era maestro de oración y, según nos dicen los evangelistas, acudía a ella con frecuencia (14,23).

La acción de los discípulos de impedir que los niños se acercaran a Jesús muestra la incomprensión de éstos al ministerio de Cristo. Jesús es aquel que acoge a los pequeños para ofrecerles el reino. En la antigüedad (y en muchas partes en la actualidad) los niños no eran considerados seres significativos en la sociedad. Jesús por el contrario los hace los privilegiados para obtener el reino de Dios, lo incluye con alegría y cariño en la vida de la comunidad cristiana. Tienen su lugar y su misión. Con esto incluye y privilegia dentro de la comunidad a los marginados, despreciados, desconocidos y excluidos de la convivencia humana. ¡De éstos es el Reino de los cielos!. La Iglesia y nuestra asamblea litúrgica no debe excluir a nadie pues perdería su característica de católica, de universalidad de salvación. “Estos pequeños” están y deben estar al centro de la familia, de la Iglesia y de la sociedad. Se les debe respeto, justicia, cuidado y amor pues tienen dignidad como personas; tienen derechos que deben ser defendidos: la vida, la salud, adecuadas condiciones de vida, integridad física y afectiva; derecho a la verdad, a la educación, a la diversión; derecho a conocer y amar a Dios. Quien acoge a uno de estos pequeños acoge a Jesús. ¡Ay de aquél que le impida a los otros ir a Jesús!

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-8. ACI DIGITAL 2003

Muchas veces nos exhorta Jesús a la infancia espiritual, porque ella es el camino único para llegar a El (18, 3). Santa Teresa del Niño Jesús extrajo esta espiritualidad como esencia del Evangelio y Benedicto XV la llama "el secreto de la santidad".


3-9. CLARETIANOS 2003

La pregunta que Josué lanza descaradamente al pueblo es una pregunta que hoy nos viene como anillo al dedo: ¿A qué dioses queréis servir? La alternativa es clara:

O servimos al Señor, nuestro Dios, y a Él le entregamos nuestro corazón, nuestra vida y nuestras fuerzas.

O servimos a todos los diosecillos que nos sorben el seso, el tiempo y el dinero: el mangoneo, la fama, el deporte, internet, el sexo, el quedar bien, ... y todo el panteón posmoderno.

Josué lo tiene claro: En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor.

¿Y nosotros?


3-10. DOMINICOS 2004

La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Profeta Ezequiel 18, 1-10.13b.30-32:
En aquel tiempo, me vino esta palabra del Señor: ¿Por qué andáis repitiendo... que ‘los padres comieron agraces y los hijos tuvieron dentera’?... Nadie volverá a repetir esa frase... Sabedlo: todas las vidas son mías, lo mismo la del padre que la del hijo... El que peca, ése será el que morirá...

El hombre que es justo, que observa el derecho y la justicia..., que no roba sino que da su pan al hambriento..., ciertamente vivirá...

Convertíos, pues, y apartaos de todos vuestros crímenes, y no haya para vosotros más ocasiones de mal... Haceos un corazón y un espíritu nuevos...”

Evangelio según san Mateo 19, 13-15:
En aquel tiempo le presentaron a Jesús unos niños para que les impusiera las manos y rezara por ellos; pero los discípulos les regañaban.

Entonces Jesús dijo: Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí.

De los que son como ellos es el Reino de los cielos.

Luego les impuso las manos, y se marchó de allí”.


Reflexión para este día
En el drama del mundo, seamos creadores de paz.
El drama del mundo está a la vista de todos. Si analizamos cómo es la vida desde el prisma de la justicia, caridad, solidaridad, paz, respeto, tolerancia, responsabilidad, trabajo honesto, oración, familia, gobierno, el drama se nos hace patente en la simultaneidad existencial de justos e injustos, caritativos y egoístas, solidarios e insolidarios, déspotas y esclavos, ricos y míseros, poderosos y humillados, amigos de Dios y servidores de sus pasiones...

¿Cómo ocultar esa verdad? Cualquier profeta, predicador, periodista, cineasta o político, lo comprueba y lo proclama. Pero ¿qué hacer para salir del drama? ¿Lanzarse a la calle y golpear, profanar y matar? Sería agravar el drama. La única solución es hacernos creadores de paz, amor, comprensión, justicia.

Lo alcanzaremos mediante la educación en humanidad, en sentimientos dignos, en saber compartir con moderación abundancia y pobreza, bienestar y equilibrio, placeres y ascetismo. ¿Qué se requiere para ello? Que todos, personal y mutuamente, nos amonestemos y corrijamos, nos reconozcamos pecadores y nos abramos a la verdad y al amor.


3-11.

Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)

«Le presentaron a Jesús unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían»

Hoy nos es dado contemplar una escena que, desgraciadamente, es demasiado actual: «Le presentaron a Jesús unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían» (Mt 19,13). Jesús ama especialmente a los niños; nosotros, con los pobres razonamientos típicos de “gente mayor”, les impedimos acercarse a Jesús y al Padre: —¡Cuando sean mayores, si lo desean, ya escogerán...! Esto es un gran error.

Los pobres, es decir, los más carentes, los más necesitados, son objeto de particular predilección por parte del Señor. Y los niños, los pequeños son muy “pobres”. Son pobres de edad, son pobres de formación... Son indefensos. Por esto, la Iglesia —“Madre” nuestra— dispone que los padres lleven pronto a sus hijos a bautizar, para que el Espíritu Santo ponga morada en sus almas y entren en el calor de la comunidad de los creyentes. Así lo indican tanto el Catecismo de la Iglesia como el Código de Derecho Canónico, ordenamientos del máximo rango de la Iglesia (que, como toda comunidad, debe tener sus ordenamientos).

¡Pero no!: ¡cuando sean mayores! Es absurda esta manera de proceder. Y, si no, preguntémonos: —¿Qué comerá este niño? Lo que le ponga su madre, sin esperar a que el niño especifique qué es lo que prefiere. —¿Qué idioma hablará este niño? El que le hablen sus padres (de otra manera, el niño nunca podrá escoger ninguna lengua). —¿A qué escuela irá este niño? A la que sus padres le lleven, sin esperar que el chico defina los estudios que prefiere...

—¿Qué comió Jesús? Aquello que le puso su Madre, María. —¿Qué lengua habló Jesús? La de sus padres. —¿Qué religión aprendió y practicó el Niño Jesús? La de sus padres, la religión judía. Después, cuando ya fue mayor, pero gracias a la instrucción que había recibido de sus padres, fundó una nueva religión... Pero, primero, la de sus padres, como es natural.


3-12.

Reflexión:

Ez. 18, 1-10. 13. 30-32. No podemos negar las implicaciones sociales de nuestros pecados personales. Sin embargo no podemos decir, de un modo fatalista, que no tiene caso convertirse a Dios cuando, a pesar de caminar con fidelidad en su presencia, tengamos que pagar con las culpas de nuestros antepasados de un modo vicario. Hay Alguien que si cargó con el pecado de la humanidad de todos los tiempos: Cristo Jesús, para redimirnos a todos y para presentarnos libres de toda culpa ante su Dios y Padre. Sin embargo el Señor nos indica que cada uno será responsable de su propia maldad o de su propia fidelidad ante Él. Y no importa ante Dios sino sólo nuestro presente. Ya san Pablo nos dirá: Quien se sienta seguro tenga cuidado de no caer. Atrás quedaron nuestros caminos de maldad cuando, arrepentidos, volvemos a Dios y Él nos perdona. Pero atrás queda también nuestra justicia y santidad cuando, rebeldes, nos volvemos contra Dios y nos alejamos de Él; entonces hay que iniciar nuevamente el camino de retorno a Él, rico en perdón y misericordia, pues Él no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva. Cada día, cada momento pidámosle al Señor que nos conceda tener un corazón nuevo y un espíritu nuevo para que permanezcamos como hijos suyos, y nos manifestemos como tales ante nuestro prójimo por la rectitud de nuestras obras y por nuestro sincero amor fraterno, que nos lleve a hacer siempre el bien a todos.

Sal. 51 (50). ¿Quién podrá sentirse libre de culpa ante Dios? A pesar de toda nuestra miseria Él nos sigue amando con un amor eterno y siempre fiel. Si queremos llegar a la perfección del amor con que el Señor nos ama, hemos de acudir a Él para pedirle que sea Él el que cree en nosotros un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir con su mandato de amor. Aquí se cumple lo que dirá san Agustín: Señor dame lo que me pides y después pídeme lo que quieras. No somos nosotros los autores de la salvación; lo es Dios. Él es quien nos hace criaturas nuevas; Él es el que nos envía para que enseñemos a los descarriados los caminos de Dios de tal forma que vuelvan a Él los pecadores. No queramos alcanzar nuestra purificación con nuestras ofrendas de algo externo a nosotros. Ofrezcámonos nosotros mismos, junto con Cristo, como una ofrenda de suave aroma a Dios. Entonces, consagrados a Él, permaneceremos con Él eternamente.

Mt. 19, 13-15. Despreciado, humillado, perseguido, considerado de poca valía; así se vio a Jesús por los poderosos y por aquellos que se creían sabios y prudentes a los ojos de los hombres. Él apreciará en gran estima y se acercará a quienes presenten ese mismo rostro que Él tiene a causa de la maldad, egoísmo y desprecio de los hombre; y no permitirá que alguien, pensando que la cercanía de esos rostros ofendería al Señor, les impida acercarse a Él para ser bendecidos como discípulos suyos, tal vez más dispuestos a escuchar su Palabra y ponerla en práctica. Esto, finalmente, será lo único que cuente para que el Reino de Dios sea nuestro. La Iglesia, continuando con la Misión que el Padre Dios le confió a su Hijo, debe tener esas mismas actitudes de Cristo, y esa preferencia por los pobres y pecadores, pues para eso ha sido enviada: para salvar a los culpables y para proclamar el Evangelio a los pobres no sólo con palabras, sino con las obras nacidas del amor que llega hasta el extremo de dar la vida por los demás.

El Señor nos reúne como hermanos suyos, para que junto con Él celebremos su Pascua en el Reino de los cielos, que ya se ha iniciado entre nosotros. Para Él no hay espacios que creen diferencias sociales. Él nos ama a todos por igual y nadie puede sentirse un paria, un discriminado, un despreciado a causa de su pobreza, de su pecado, de su raza, de su cultura. Él vivió en su más cruda realidad nuestras pobrezas, el desprecio y la traición de los suyos. Él experimentó nuestros dolores e hizo suyas nuestras heridas. Él nos ama porque nos sabe iguales a Él en el dolor y la pobreza, en el desprecio, en la persecución y en la muerte. Él sabe cuál es el camino de nuestra libertad total y cómo se llega a la plena realización del hombre hasta ser glorificado como Dios en la eternidad. Él recorrió ese camino de entrega en el amor que llega hasta sus últimas consecuencias, pues era necesario que padeciera todo esto para entrar así en su gloria. Si queremos darle un nuevo rostro a la humanidad debemos ir tras sus huellas, cargando nuestra propia cruz de cada día, hasta ser glorificados junto con Él a la diestra de su Padre Dios. En la Eucaristía hacemos nuestro este compromiso no sólo escuchando, sino pronunciando nosotros mismos las palabras de la nueva y eterna alianza: Es mi Cuerpo que se entrega por vosotros; es mi Sangre que se derrama para el perdón de los pecados.

El Rostro doliente de la Iglesia, perseguida, incomprendida igual que su maestro, debe hacerla cercana a todo hombre que sufre, no para quejarse juntos de su mala suerte, sino para ayudarle a contemplar un futuro más justo, más fraterno, mejor realizado en el amor y ponerse en camino hacia él con la firmeza de quien se sabe amado por Dios e impulsado por la presencia activa del Espíritu Santo. No podemos vivir en cobardías que nos impidan caminar; no podemos vivir desanimados como si nada pudiera cambiar; no podemos vivir encadenados a los poderosos que nos cierren la boca con sus ofertas de cosas pasajeras. No es la gloria humana la que buscamos; buscamos la gloria de Dios. Y ese camino está marcado por la cruz, signo del amor que toma en serio al hombre para salvarlo, sin importar el llegar hasta el extremo de dar la vida por quienes han de volver a Dios como hijos. Teresa de Calcuta nos invitaba a amar hasta que nos duela; mientras eso no suceda nuestro amor no puede considerarse verdadero sino sólo la repartición de las migajas que caen de nuestra mesa.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber dejar atrás nuestros caminos de maldad; de dejarnos amar, perdonar y renovar por Dios como criaturas nuevas, de tal forma que en verdad podamos colaborar a la difusión del Evangelio no tanto por nuestra ciencia humana, sino porque Dios, en medio de nuestras pobrezas materiales y espirituales, nos ha amado, nos ha perdonado y nos quiere enviar como testigos de su amor misericordioso, para la conversión de los pecadores y para la restauración de un orden social más justo y más fraterno entre nosotros. Amén.

Homiliacatolica.com


3-13. Jesús bendice a los niños

Fuente: Catholic.net
Autor: P . Clemente González

Reflexión:

“Dejad que los niños se acerquen a mí... y no se lo impidáis”. Las palabras de Jesús suenan como un ligero reclamo. Para los adultos las “cosas de niños” representan un segundo plano, no son importantes. Avanzando en años, y con la experiencia de la vida, comienzan a ver las “cosas de niños” como comportamientos superados. Por nuestra ansia de dejar atrás todo infantilismo nos olvidamos de todo lo bueno que tiene la niñez: como la pureza, la simplicidad, la sinceridad de sentimientos, que son justamente las virtudes que Jesús valora más. Si somos complicados, ambiguos o poco coherentes, ¿no será porque no hemos sabido conservar el tesoro de nuestra infancia?

El Señor ve en los niños el reflejo del Reino de los Cielos, porque su conocimiento es todavía puro. Es un tabernáculo interior donde el mal y el pecado no pueden penetrar. La felicidad de los niños, su desenvoltura y su espontaneidad no son sólo manifestación de inconsciencia, ingenuidad o infantilismo, como diríamos nosotros. Muchas personas viven siempre amargadas, demasiado angustiadas por los problemas económicos, por la situación en el trabajo o en la familia, incluso objetivamente difíciles. Creen tener el deber de resolver todo solos, olvidando que Dios está siempre presente y nos ayuda. Sin embargo, toma otra dimensión cuando miramos a Dios. Somos más felices cuando ponemos en Él nuestra confianza y nuestra seguridad. Si tuviésemos más fe, y dejásemos a Él el timón de nuestra vida, encontraríamos de nuevo la serenidad de nuestra infancia.


3-14. Fray Nelson Sábado 13 de Agosto de 2005
Temas de las lecturas: Digan aquí y ahora a quién quieren servir * No les impidan a los niños que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos.

1. ¿Puede el hombre elegir a Dios?
1.1 En la primera lectura vemos que Josué confronta al pueblo y lo presiona para que tome una decisión consciente. Es fuerte en su lenguaje con sus hermanos de raza y les hace ver cómo su pasado de rebeldía anuncia un futuro de infidelidad.

1.2 El pasaje es interesante porque muestra de algún modo los límites de la conciencia humana. Uno puede tener elementos suficientes para discernir cuál es el bien a elegir y puede comprender, como comprendieron los israelitas, que optar por el servicio de Dios es la mejor opción, pero eso no es suficiente. Mañana puedo sentir que mi decisión ha quedado anclada en un pasado que ya no tiene fuerza para moverme al bien. Mi opción de ayer no tendrá entonces fuerza mañana.

1.3 De hecho eso fue lo que sucedió. La experiencia de todo el Antiguo Testamento mostró cómo las decisiones, no importa cuán vigorosas fueran, terminaban disolviéndose en traición, simplemente por falta de amor. El amor no puede vivir del pasado ni de las decisiones del pasado. Así entendemos que lo grande no es que nosotros optemos por Dios. Elegir a Dios no es grande, porque tal elección se disuelve.

1.4 La gran frase que viene a resolver este conflicto es la que Jesús dice a sus discípulos: "No me habéis vosotros elegido... fui yo quien os elegí". Si Dios nos eligió, estamos salvados, porque Él sí es fiel. Nuestras decisiones y nuestras opciones pueden ser inestables, como nosotros mismos; pero si son decisiones de Dios, son de fiar, porque habrán de durar más allá de nosotros mismos.

2. No impidas que los niños se acerquen a Jesús
2.1 Al niño abortado se le impidió pronunciar el nombre de Jesús.

2.2 Al niño maltratado se le ocultó el rostro bondadoso de su Redentor.

2.3 Al que padece la ignorancia de la Palabra se le frenó el acceso a su Buen Pastor.

2.4 Al que fue abusado se le pretendió alejar la dulce bondad del Corazón de Cristo.

2.5 Al que se le saturó de regalos se le quiso esconder el regalo de la gracia.

2.6 Al que se le llenó de pornografía la mente o de violencia el corazón se le quiso impermeabilizar en contra del rocío bienhechor del Hijo de Dios.

2.7 Al que se le gritó con amargura o se le reprochó con injusticia se le alejó la paz del Santo de Dios.

2.8 Al que nunca se escuchó, se le predicó un Dios ajeno y opuesto a lo que es Jesucristo.

2.9 El que no recibió abrazos tardará más en comprender el mensaje del Evangelio.

2.10 Y el que nunca fue corregido aprendió con ello a reírse del mensaje de su Salvador.


3-15.


3-16.


3-17.