SÁBADO DE LA SEMANA 17ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Lv 25, 1.8-17

1-1.

La ley prescribía cada siete años un año-sabático, cuyo origen no fue otro que la necesidad de dejar de barbecho una tierra que era bastante pobre (Ex 23, 10-12), y que pronto se convirtió en la ocasión de dar la libertad a los esclavos (Ex 21, 2-6). Esta prescripción fue considerada utópica, pues en seguida la legislación sacerdotal la reemplazó por la creación de un año jubilar, cada cincuenta años.

El "año-jubilar" tiene probablemente su origen en la necesidad de adaptar, después de cincuenta años, el año solar al año lunar.

Pero, en el momento en que entra en vigor la legislación sacerdotal, es probablemente olvidado este origen: solo se piensa en reproducir las exigencias de la antigua ley sabática.

El objeto de esta prescripción es, pues, la restitución, a los cincuenta años, de todas las tierras compradas en los años precedentes. En el fondo, esta medida vuelve a transformar en contratos de arriendo todos los contratos de compra-venta. Se pretende, con esta medida, que los propietarios no pierdan jamás, de modo definitivo, su patrimonio, y que la herencia familiar, a la que la legislación sacerdotal atribuye gran importancia, pueda ser mantenida. Pero, aparte de ese contexto económico y social, comienzan a manifestarse algunas ideas religiosas que tienen su interés para la evolución futura del año jubilar. En primer lugar, la concepción según la cual la tierra pertenece a Dios; esta es la razón fundamental por la cual no se la puede enajenar definitivamente. En segundo lugar, la idea del "rescate", subyacente a las prescripciones del jubileo y que exige que una propiedad familiar sea "rescatada" preferentemente por un pariente (el "goel") para que no se pierda el derecho a la herencia. Y, por último, la idea de la remisión, no solamente de las deudas, sino también de los pecados, aparece, muy tímidamente aún, en el hecho de la apertura del año jubilar, en el décimo día del séptimo mes, día de las Expiaciones: de este modo se establece una conexión entre la remisión de las deudas y la de los pecados.

Estas tres ideas son particularmente importantes aun cuando apenas si son presentidas en el texto del Levítico. Tomando esas ideas como base, los profetas salvarán la institución de la decadencia en que inevitablemente caía, y volverán a lanzarla en un futuro escatológico en donde las perspectivas tomarán una densidad más espiritual. El Tercer-Isaías tiene el mérito de esta perspectiva escatológica (Is 61, 1-3). Ya no es necesario tocar la trompeta para anunciar el año jubilar: basta la palabra del profeta. La palabra "evangelio" ha nacido, además, en este contexto, como si lo esencial del evangelio fuera la "buena nueva" del "año de gracia" del Señor.

Ahora bien, el primer discurso pronunciado por Jesús al principio de su vida pública será precisamente un comentario del texto de Isaías, en el que anuncia el año jubilar espiritual (Lc 4, 21).

Cristo enfoca su ministerio como un verdadero año jubilar. Lo pondrá de manifiesto en numerosas ocasiones, justificando su comportamiento mediante alusiones al texto del profeta Isaías (Mt 11, 2-6; Lc 1, 77; Ef 1, 7). Lo manifestará especialmente mediante el uso de su poder de "perdonar los pecados", que escandalizará a los fariseos (Mt 9, 6).

El ministerio público de Cristo será, en efecto, una serie ininterrumpida de liberaciones, curaciones, remisiones de deudas y de pecados. Y, cuando suba al Padre, tendrá muy en cuenta situar este poder jubilar de la remisión de los pecados dentro de la liturgia dominical, confiando este poder a los apóstoles en su primera aparición, por el don del Espíritu mesiánico (Jn 20, 22-23).

Así, pues, no podemos buscar una supervivencia particular del año sabático y del año jubilar en el cristianismo, fuera del domingo; en él se celebra la remisión de las deudas, en él se vive por adelantado la era mesiánica, en que la libertad y el rescate se hacen realidades de vida.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 214


1-2. CINCUENTENA DIA-OCTAVO:

Este texto nos muestra que, después de cuarenta y nueve años, es decir, después de una semana de semanas de años, estaba prescrito celebrar el año siguiente como año jubilar, como año fuera de las semanas de años, fuera del ritmo según el cual se suceden los años sabáticos.

Esto nos muestra también la significación de Pentecostés celebrado después de una semana de semanas que dura el tiempo pascual. Este quincuagésimo día viene a ser, bajo este punto de vista, un «octavo día» más expresivo todavía que los demás; está plenamente justificado por ser el primero de los domingos en los que la Iglesia, habiendo celebrado los misterios de su Señor, celebra ahora la vida de Aquel en ella.

Todo esto nos descubre la significación del octavo día. Siendo el sábado el séptimo día de la semana, el domingo es el primero; pero nunca ha recibido esta denominación y los Padres prefirieron la idea del octavo día, como si los siete días de la creación hiciesen pensar en la tierra y el octavo se proyectase en una perspectiva divina y escatológica.

Según la Epístola del pseudo-Bernabé (fin del siglo I o principios del Il), el octavo día es el verdadero sábado, prefigurado por el sábado mosaico: el octavo día es el sábado que ha creado el mismo Señor... El dice a los judíos: No soporto más vuestras neomenías y vuestros sábados (/Is/01/13). Ved bien lo que quiere decir: no son de ningún modo los sábados actuales los que me agradan, sino aquel que yo he creado y en el cual, poniendo fin al universo, he imaginado el octavo día, es decir, en el otro mundo. He ahí por qué nosotros celebramos con júbilo el octavo día en el cual Jesús resucitó.

El "Libro de los secretos de Henoch" (monumento de la teología palestinense del siglo que precedió inmediatamente a la aparición del cristianismo) hace hablar de este modo a Dios: «Yo bendigo toda mi creación visible y el séptimo día, en el cual descansé de todas mis obras. Yo determiné también el octavo día para que sea el primero, el primero creado con mi descanso... Como el primer día el domingo, así también el octavo día, para que los domingos se sucedan ininterrumpidamente» .

SAN JUAN CRISOSTOMO escribió en su Segundo tratado de la compunción (último cuarto del siglo IV): «La vida presente no es más que una sola semana que comienza en el primer día y finaliza en el séptimo y vuelve con las mismas dimensiones y se repite con el mismo principio para encaminarse hacia el mismo fin. He ahí por qué nadie llamaría al domingo octavo día, sino primero. En efecto, el ciclo septenario no se extiende al número ocho. Pero cuando todas las cosas antiguas se detuvieron y se disolvieron, entonces surgió la carrera del octavario. Su curso, en efecto, no vuelve jamás al principio, sino que constituye extensiones sucesivas».

El deseo de superar la cifra de siete ha impreso su marca en la organización de la semana de Pascua. «El septenario bautismal finaliza el sábado in albis, así llamado en nuestro misal porque en este día, último de la semana, antiguamente los neófitos deponían los vestidos blancos con los que se revistieron la noche de Pascua, inmediatamente después del bautismo. Mas para superar el número siete, número sagrado en la antigua ley, y al alcanzar el número ocho, número perfecto de la ley nueva, pareció ventajoso transformar el septenario bautismal en una verdadera octava mediante la incorporación del domingo".

L. HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 177 s.


1-3.

Hoy leeremos la ley del «Jubileo».

Este tema ha resonado profundamente entre las comunidades negras de los Estados Unidos, como una invitación a salir de la esclavitud y a recobrar la libertad.

Aunque, de hecho, ha sido poco aplicada ¡cuán significativa es esa costumbre!; todos los cincuenta años, los judíos debían celebrar un «año sabático», una especie de año de gran descanso, un «año jubilar», un año de alegría y de libertad que comportaba la liberación de todos los esclavos, la anulación de las deudas, la devolución del patrimonio a su propietario. Es una ley social anticipada.

-Declararéis «Santo» este año cincuenta...

Un «año santo»

El Papa Pablo VI, siguiendo la gran tradición bíblica proclamó también para el mundo entero un año de reconciliación.

-Proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes: cada uno recobrará su patrimonio, cada cual regresará a su familia.

Un año de libertad... en el que los amos liberan a sus siervos y no les obligan ya a trabajar. ¡Una especie de sabat, de domingo de un año de duración!

¿Soy consciente de las formas nuevas y disimuladas que toma HOY la esclavitud? El trabajo embrutecedor... Las promiscuidades impuestas... La tensión nerviosa provocada por los ritmos y la velocidad... La avidez del dinero mantenida por la publicidad... La creación de falsas necesidades...

A partir de mi propia vida puedo buscar cuales son las esclavitudes de las que el Señor quisiera liberarme.

Vivir mis domingos con ese espíritu.

-Este año cincuenta será para vosotros un año jubilar...

¡Jubilar!

¿Tiene esta palabra significado para mí? ¿Suelo mostrar júbilo, ser feliz en profundidad y difundir a mi alrededor el gusto de vivir?

-No sembraréis, ni segaréis los rebrotes, ni vendimiaréis...

Comeréis lo que el campo dé de sí.

Esto nos parece un poco irreal.

Pero, más allá de las prescripciones concretas, ¡qué lección se encuentra también aquí! ¡Conviene que nos lo repitamos de vez en cuando! el hombre no está hecho para el trabajo sino para la vida, sobre todo cuando el trabajo es embrutecedor, pesado, falto de atractivo. Hemos de descubrir de nuevo el sentido del «tiempo libre», de la «oración», de la «contemplación", de la «creatividad artística», del «juego por el juego» del «gusto de estar juntos».

¡Dios nos quiere felices!

Su creación no es una trampa, no se trata de una inmensa fábrica de desgracias para los hombres «Dios vio que todo era bueno ¡y descansó del trabajo que había hecho!» Es preciso que meditemos esa sorprendente fórmula. (Génesis, 2-3)

¿Sé encontrar tiempo de "respirar"? ¿Personalmente, en familia?

-Que ninguno de vosotros dañe a su prójimo, antes bien que conserve el temor de Dios, pues Yo soy el Señor, vuestro Dios.

¡Dios se hace fiador de la justicia y de la libertad!

Jesús se presentó a sí mismo en ese contexto jubilar cuando dijo «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres, la libertad a los cautivos, dar libertad a los oprimidos, proclamar un "año jubilar", un año de gracia del Señor (Lc 4, 18-19) En efecto, Jesús es la alegría. El Evangelio es la alegría.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 210 s.


11.- Ex 31, 12-17 ad libitum

11-1. DESCANSO/SABADO:

Este extracto de la legislación judía sobre el sábado es un texto relativamente antiguo, después del exilio, en el código sobre el mobiliario y el personal del santuario (Ex 25-31), para recalcar el valor litúrgico de la observancia del sábado.

En sus orígenes paganos el "descanso sabático" expresaba ya la preocupación del hombre por hacer suyo el tiempo de los dioses y compartir sus valores. Era para él una manera de ponerse al abrigo de la intervención de las divinidades en la naturaleza y de evitar cualquier sorpresa desagradable, adaptándose lo mejor posible al ritmo de vida de los dioses. Las civilizaciones semítica, sumeria y babilónica obligaban a determinados grupos de artesanos a observar el descanso algunos días del mes, ya señalados, bajo pena de venganza divina.

En este estadio, el día de comunión con los dioses está marcado por prohibiciones de trabajo, como si fuera indispensable abstraerse del tiempo del hombre para unirse mejor al tiempo de los dioses y sus leyes (cf. Ex 16, 21-30, una de las más antiguas tradiciones). Se debe, probablemente, a los judíos la institución del día semanal de descanso adoptado por todos los pueblos. Pero para hacer del sábado una institución oficial o nacional (cf. el tema de la "señal" en el v. 13), la ley judía le ha dado una interpretación original: el día en que el hombre incorpora a Dios a su vida, haciendo abstracción del tiempo, no es ya como el día en que Dios aporta al tiempo del hombre un poco de su libertad divina. Vislumbrada ya en Ex 23, 12, esta concepción es, sobre todo, obra de la escuela deuteronómica (Dt 5, 12-15): el sábado es el día en que el hombre se une de un modo especial a la vida de Dios, participando y haciendo participar a los demás de la libertad que Dios mismo le otorgó al sacarle de Egipto. Si en este día es observado el descanso, no lo es tanto "para no hacer nada" como para significar la libertad a la vista del desarrollo cíclico de la naturaleza y del trabajo (1 Mac 2, 32-41; 2 Mac 6, 11; 15, 1-3).

En un mundo pagano, donde el hombre se ve agobiado por la naturaleza y por su trabajo, el día de descanso observado por los judíos adquiere rápidamente la categoría de un signo de la alianza privilegiada de Israel con Yahvé (v. 13; cf. Ez 20, 11-13): aliados de un Dios santo, ¿no deben los judíos "santificarse", es decir, separarse de los usos del mundo? Esta idea de una puesta aparte, mediante la participación de la vida de Dios, será sancionada con la pena de muerte para el transgresor del sábado (v. 14). El judaísmo precisa, mediante una acumulación extraordinaria de prescripciones, la manera de "santificar" este día. Pero la letra mata muchas veces el espíritu y Cristo se creyó obligado a decirlo y a obrar en consecuencia (Mc 2, 23-3, 5).

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 217


2.- Jr 26, 11-16.24

2-1.

-Los sacerdotes y los profetas dijeron a los magistrados y a todo el pueblo: «Este hombre, Jeremías, merece la muerte porque ha profetizado contra esta ciudad: lo habéis oído con vuestros propios oídos.»

Sorprende la correspondencia de esa escena y el proceso de Jesús. Dos consideraciones podemos hacer a propósito de esta semejanza:

1. La Pasión de Jesús que ocupa tanto lugar en los evangelios, como parte más importante de su vida... y que, sin embargo parecía tan contraria a la espera mesiánica y a la idea que el conjunto de los hombres se hacen de Dios... esta Pasión había sido, no obstante, preparada desde mucho antes. Jeremías, hoy, nos da una "figura": Dios, misterio de amor absoluto, va hasta dejarse juzgar y quebrantar, aparentemente... y en ese exceso de amor está su triunfo final.

2. Si Jeremías es figura de Cristo, hay que decir también que todo hombre que sufre por la justicia participa en cierta manera de ese mismo misterio: la Pasión de Jesús se continúa por doquier que haya hombres que sufran. San Pablo decía: «Me alegro de los padecimientos que soporto por vosotros -es también acusado y encarcelado- porque completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia (Colosenses 1, 24)

-Jeremías, dirigiéndose a los magistrados y a todo el pueblo, dijo:...

Jesús hablará muy poco en su proceso. Pero los tres argumentos que Jeremías usará en su alegato, Jesús los había también propuesto ampliamente en el curso de las controversias que precedieron a su arresto.

-El Señor me ha enviado a anunciar sobre este Templo y esta ciudad, todo lo que habéis oído.

Primer argumento: No hablo de mi mismo, no soy más que un enviado de Dios, es Dios quien habla por mi boca: afirmación de su vocación divina y de su fidelidad a esta vocación. Jesús dirá también: "Yo para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad". (Jn 18, 37) "Aquel a quien Dios ha enviado habla el lenguaje de Dios". (Juan 3, 34)

-Ahora pues, mejorad vuestros caminos y vuestras obras, escuchad la llamada del Señor. Entonces se arrepentirá el Señor del mal que ha pronunciado contra vosotros.

Segundo argumento: No he predicado, en primer lugar la destrucción del Templo, ni el mal, sino la «conversión».

Todo puede arreglarse si escucháis, si cambiáis de vida.

Jesús usará, a menudo, fórmulas condicionales: «Si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados.» (Juan 8, 24) «Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo.» (Lucas 13, 2)

-En cuanto a mí, heme aquí en vuestras manos. Haced conmigo lo que os parezca bueno y justo. Empero sabed que, si me matáis, sangre inocente cargaréis sobre vosotros y sobre esta ciudad y sus moradores.

Tercer argumento: Soy, de veras, inocente: si derramáis mi sangre clamará al cielo y la cargaréis sobre vosotros.

Las gentes gritarán: «Que caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.» (Mateo 27, 25)

Contemplar, HoY, como entonces, en cualquier inocente que sufra, a Cristo sufriente. Participar, por la ofrenda de mis propios padecimientos, en la gran obra de Dios: la salvación del mundo.

-Entonces los magistrados y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «Este hombre no merece la muerte, porque ha hablado en nombre del Señor.»

La misma situación que el evangelio: el pueblo sencillo de los pobres está de parte de Jesús, mientras que las autoridades oficiales buscan perderle.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 210 s.


3.- Mt 14, 1-12

3-1.

Hemos leído en san Marcos 6, 14-29 -Viernes de la 4ª semana ordinaria- el relato de la muerte de Juan Bautista.

-Juan Bautista y Jesús...

Se les comparaba el uno al otro. En todo el evangelio subyace esta comparación.

Esto prueba el impacto que la predicación de Juan Bautista había tenido en la opinión pública.

-Oyó Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo: "Ese es Juan Bautista que ha resucitado..." Herodes no tenía buena conciencia. Había mandado decapitar al profeta; pero temía un castigo divino. Y, de lejos, ¡Jesús le aparecía como una reviviscencia de aquél que había creído decapitar! Creyendo, incluso de modo supersticioso, en esta intervención milagrosa de Dios, Herodes estaba, de hecho, más cerca de la verdadera personalidad de Jesús, que sus compatriotas de Nazaret, que no veían en El más que al carpintero.

Pero no basta creer en lo "maravilloso", para creer verdaderamente en Dios.

-En efecto, Herodes, había mandado prender a Juan a causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe, pues Juan le decía: "¡No te es lícito tenerla por mujer!" "El evangelio no es neutro", nos repiten el Papa y los obispos. Frente a ciertos grandes problemas, el evangelio toma posición... con el riesgo de conducir a los creyentes hasta el martirio... por el hecho de defender una cierta idea del hombre.

¿Somos capaces de comprometernos por la verdad, la justicia, la moral? Sí, lo que se trata aquí pertenece a la Moral.

Señor, ten piedad de nosotros. Danos el valor de decir la verdad, cueste lo que cueste.

-El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en público, y le gustó tanto a Herodes que juró darle lo que pidiera.

"¡Dame, ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista!" Juan Bautista, el más "grande de todos los profetas" según las palabras de Jesús...

Juan Bautista que "bautizó" a Jesús en el Jordán...

¿Cómo es posible, Señor, que tus amigos estén tan a menudo a la merced de los grandes de este mundo? ¿Por qué tus amigos parecen todos fracasar humanamente? mientras triunfan los impíos, aquellos que se mofan de las leyes elementales de la justicia y de la moral...

El misterio de tu cruz está ya presente en esa cárcel en la que se corta la cabeza a un profeta, en esa corte escandalosa donde baila una mozuela descarada, en ese festín abominable en el cual, y mientras se sirven los mejores vinos, se presenta la cabeza de un hombre en una hermosa bandeja cincelada. Dichosos los pobres, para ellos es el reino de los cielos.

En cualquier lugar donde sufre un hombre, es Jesús el que sufre y al que se tortura.

-El rey se entristeció, pero debido a los juramentos que había hecho, ordenó decapitar a Juan en su prisión.

Así las cosas, el asunto no estuvo muy claro, Herodes lo siente; si pudiera, evitaría ese pecado; pero es débil. Pilato será también un hombre débil y sin estar tampoco de acuerdo dejará que condenen a Jesús. Todo ello símbolo de una pobre humanidad, mezcla de debilidad y de buenas intenciones.

Ten piedad de nosotros, Señor. Ten piedad de las víctimas y de los verdugos. Ten piedad de los que se divierten desenfrenadamente. Ten piedad de los que hacen mofa de la persona humana, de la vida humana.

-Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron a contárselo a Jesús.

Es pues en un contexto de ese género en el que Tú has vivido, Señor. Juan, era tu primo, tu precursor... Sí, el te precedía. Tu propia muerte está cerca.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 102 s.


3-2.

1. (Año I) Levítico 25,1.8-17

a) A la lista de fiestas de ayer hay que añadir la de hoy: el Jubileo, cada cincuenta años.

Cada siete semanas de años, y empezando en la fiesta de la Expiación, se celebraba en Israel un año especial, del que tenemos pocas noticias en la Biblia, y que está de actualidad por el Jubileo del año 2000 convocado por Juan Pablo II.

Sus características son interesantes, sobre todo desde el punto de vista social: cada uno recobra la propiedad de lo que había enajenado; las tierras vuelven a la familia, se condonan las deudas, los esclavos son liberados («promulgaréis manumisión en el país»), incluso el campo descansa en barbecho durante ese año. De ahí que los precios de los campos o de las cosas variasen mucho, según si era inminente o lejano el año jubilar.

El Jubileo tenía, pues, para los judíos un sentido religioso, de culto a Dios; pero, también, un carácter social, de una justicia igualitaria, que contribuye a que las propiedades no se vayan acumulando en unas pocas manos y todos tengan con qué vivir.

b) JUBILEO/QUÉ-ES: Los cristianos no hemos seguido esta costumbre de los años jubilares hasta muy tarde. El año 1300, el papa Bonifacio VIII lo proclamó por primera vez. A partir de entonces, se han ido celebrando cada cincuenta años, al principio y, luego, cada veinticinco.

Juan Pablo II, con su carta «Tertio millennio adveniente», nos ha convocado a todos a un Jubileo con ocasión de los dos mil años del nacimiento de Jesús y el inicio del tercer milenio. En Jesús se cumple la plenitud de los tiempos, en él llegan al sentido más pleno los años y las fiestas, la salvación y la alegría. Como él dijo en su primera homilía de Nazaret, «hoy -en mí- se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oir: el año de gracia del Señor» (Lc 4,21). Los Jubileos del AT se cumplen en él, que es un año de gracia continuado para nosotros.

El Papa, en su carta, resumía lo que leemos hoy en el Levítico sobre la igualdad social que persigue el Jubileo (TMA 11-13), destacando la «emancipación de todos los habitantes necesitados de liberación», porque «el año jubilar debía devolver la igualdad entre todos los hijos de Israel, abriendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e incluso la libertad personal»; y «la justicia, según la ley de Israel, consistía, sobre todo, en la protección de los débiles».

Por tanto, el Jubileo debería servir para el restablecimiento de la justicia social. A la vez que nos gozamos de que todo ese año sea como un «sacramento de la gracia salvadora de Dios», recogemos el espíritu social del Levítico. Iniciativas como la condonación de deudas al Tercer Mundo, la ayuda económica del 0'7, la aportación personal y la valiosa colaboración de las diversas clases de voluntariado a los países más pobres, serían buenos pasos hacia una justicia social más concreta, para que la distancia entre países ricos y pobres no vaya agrandándose, como hasta ahora, sino reduciéndose. Y eso, tanto en el nivel internacional como en la distribución de bienes en el nacional.

En el fondo, un Jubileo es un homenaje a Dios, dueño del tiempo y del cosmos, que quiere que todos puedan vivir de sus dones. El culto a Dios va siempre unido a la justicia para con sus hijos, sobre todo los más débiles. Por una parte, podemos cantar con el salmo: «la tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor nuestro Dios»; pero, por otra, no podemos olvidar su voluntad de que seamos justos con los demás: «porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra».

No estará mal que, en torno al Jubileo del año 2000, cada uno conceda «amnistía» a los que tenga, por así decirlo, «presos» o «secuestrados», y contribuya, en su ambiente familiar o comunitario, a un mejor reparto de los bienes de Dios. Como nos lo recomienda el Levítico: «nadie perjudicará a uno de su pueblo: teme a tu Dios, yo soy el Señor vuestro Dios».

1. (año II) Jeremías 26,11-16.24

a) «Eres reo de muerte», habían dicho los jefes y el pueblo contra Jeremías, porque se había atrevido nada menos que a anunciar la destrucción del Templo de Jerusalén. Así terminamos ayer y así empezamos hoy la lectura. Se le abre un proceso público.

Pero el profeta, con humildad y entereza, hace su propia defensa: es Dios quien le ha enviado a decir lo que ha dicho y, además, deja la puerta abierta: «enmendad vuestra conducta y Dios se arrepentirá de la amenaza que pronunció contra vosotros». Por su parte, el profeta se muestra disponible a lo que quieran hacer de él: tiene la conciencia tranquila.

Menos mal que hubo alguien razonable y evitó su linchamiento.

b) La figura patética de Jeremías anuncia la de Jesús ante los tribunales de su época. Él sí fue llevado a la muerte por su libertad al denunciar los males de su sociedad y proponer un estilo de vida que trastornaba los planes, sobre todo, de los dirigentes de su pueblo.

Jeremías es también figura de todos los profetas que han sido valientes, como el Bautista, como Esteban, como Pedro y Pablo, que se enfrentaron lúcidamente contra la terquedad o la malicia de algunos. Y de tantos otros, también contemporáneos nuestros, que elevan su voz para denunciar las injusticias sociales o la pérdida de valores humanos y cristianos.

¿Estamos convencidos de que vale la pena dar testimonio de los valores del evangelio en medio de nuestro mundo, a pesar de las dificultades que nos puedan sobrevenir? Nuestra situación, probablemente, no será tan dramática como la de Jeremías, que fue a parar al fondo de un pozo. No tendremos que recurrir personalmente a la angustiosa oración del salmo: «arráncame del cieno, que no me hunda, líbrame de los que me aborrecen y de las aguas sin fondo». Pero, tal vez, podremos decir con verdad: «que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino».

2. Mateo 14,1-12

a) A Jesús le espera el mismo destino que a su precursor, Juan el Bautista. Un profeta auténtico no sólo es rechazado en su tierra -como decía Jesús ayer-, sino que ese rechazo termina, muchas veces, con la muerte.

A Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, hijo de Herodes el Grande (el de los inocentes de Belén), lo que oye contar de Jesús le recuerda a Juan el Bautista. No tiene la conciencia tranquila, porque le había hecho matar en la cárcel, por instigación de Herodías.

b) La figura del Bautista es recia y admirable, en su coherencia, en la lucidez de su predicación y de sus denuncias.

También en eso es Precursor de Jesús. Es valiente y comprometido. Dice la verdad, aunque desagrade.

Es figura, también, de tantos cristianos que han muerto víctimas de la intolerancia por el testimonio que daban contra situaciones inaguantables. Los profetas mudos prosperan. Los auténticos suelen terminar mal.

PROFETA/CONFLICTOS: Jesús nos dijo que debíamos ser luz y sal y fermento de este mundo. O sea, profetas. Profetas son los que interpretan y viven las realidades de este mundo desde la perspectiva de Dios. Por eso, muchas veces, tienen que denunciar el desacuerdo entre lo que debería ser y lo que es, entre lo que Dios quiere y lo que los intereses de determinadas personas o grupos pretenden.

Un cristiano deberá estar dispuesto a todo. Ya anunció Jesús a los suyos que los llevarían a los tribunales, que los perseguirían, que los matarían. Como a él. Y, sin embargo, vale la pena ser coherentes y dar testimonio del mensaje de Jesús en nuestro mundo, empezando por nuestra familia, grupo o comunidad.

«Conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación» (salmo I)

«Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, escuchad la voz del Señor vuestro Dios» (1ª lectura II)

«Escúchame, Señor, que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino» (salmo II)

«Juan le decía que no le estaba permitido vivir con la mujer de su hermano» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 215-219


3-3.

Jr 26, 11-16.24: Jeremías habla en nombre de Dios

Mt 14, 1-12: La muerte del profeta Juan

Juan Bautista no corrió con la misma suerte de Jeremías. La intransigencia de los gobernantes lo condujo inevitablemente a la muerte. El bautista murió como un profeta por denunciar la mala vida de los reyes, llamar a la conversión a sacerdotes, soldados, escribas, fariseos y publicanos y anunciar la inminente ira de Dios y el fin de Israel.

Juan Bautista es el último profeta del Antiguo Testamento. Se enfrenta abiertamente con los gobernantes de la Nación para llamarlos al cambio y para reclamar un comportamiento según la ley. El desierto, lugar de su predicación, es símbolo de su oposición a la ciudad y al templo. El Bautista quiere revivir la experiencia liberadora del éxodo y recordar a su pueblo que el destino depende completamente de la fidelidad a Yavé. Sin embargo, como todo profeta, es víctima de las veleidades de los gobernantes. Herodes, aunque le tenía algún respeto, cede ante las presiones de su adúltera mujer y lo manda asesinar. El grupo de discípulos del Bautista corre a llevarle la noticia a Jesús.

La comunidad de discípulos de Jesús es muy cercana al grupo de discípulos de Juan. Jesús y Juan coinciden en muchos puntos en su acción profética. Esto lleva a que Herodes entienda la acción de Jesús como una reencarnación de su víctima.

Todo el relato acerca de la muerte de Juan hace patente la difícil situación en que Jesús realiza su misión y muestra la suerte de los profetas verdaderos, que cuestionan a los gobernantes pervertidos por la riqueza y el poder.

Servicio Bíblico Latinoamericano


3-4.

Lev 25, 1.8-17: Proclamarás la liberación

Sal 66

Mt 14, 1-12: El asesinato de un hombre libre

Decía un compañero mío que, si su superior le mandaba una cosa que le apetecía hacer, daba lo mismo el modo como se lo comunicara. Podía ser por medio de unas breves palabras cruzadas en el pasillo, por una llamada telefónica, por carta... Daba lo mismo. Pero, ¡ay!, si el superior le mandaba algo que a él no le gustaba. Entonces siempre encontraría un defecto de forma. Si se lo comunicaba de palabra, no, porque "esas cosas se dicen de forma oficial". Si lo hacía por carta,no, porque "qué poca confianza y cuánto formalismo".

Algo parecido a lo que sucede con esos superiores les pasa a los profetas. Suelen decir cosas molestas, que desgraciadamente suelen ser casi siempre verdad. Y las suelen decir en momentos inconvenientes. Siempre encontramos alguna razón para, aún reconociendo que "algo" tienen de verdad, decir que ése no era el mejor momento. Es decir, generalmente no nos gusta escuchar las críticas, lo que nos recuerda el lado oscuro de nuestra vida. Nunca hay tiempo para escuchar al profeta. Pero no por eso dejan de ser verdad sus palabras. Y, demasiadas veces, como hizo Herodes, matamos al profeta para no oir su voz.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

La historia de la decapitación de Juan el Bautista no parece un plato de buen gusto para amenizar las vacaciones. Tiene, eso sí, los ingredientes de un buen "thriller" para pasar el tiempo, pero, ¿qué puede decirnos a estas alturas?

Lo que más me llama la atención no es la historia del martirio en sí misma, aunque me referiré a ella más adelante, sino el hecho de que el virrey Herodes confunda a Jesús con Juan. La confusión sólo es posible cuando se da un gran parecido entre dos personas. Jesús se parece a Juan porque, en el fondo, más allá de las formas, Juan se parecía a Jesús. No ha nacido nadie más grande que él.

Al final, la muerte de Juan es un anticipo de la muerte martirial de Jesús. Ambos son encarcelados injustamente, ambos sufren un "proceso" trucado y ambos rubrican con su sangre la verdad de Dios.
¿No os parece que cada vez que celebramos el martirio de un discípulo de Cristo tocamos el núcleo mismo de nuestra fe? Hoy también se dan martirios. Lo que ocurre es que, en algunos contextos, estamos tan acostumbrados a casar el evangelio con tantas cosas que nadie se molesta en perseguirnos. Podemos ser cristianos y sentirnos cómodamente instalados en el campamento capitalista o en las avenidas del hedonismo. Nadie nos va a perseguir si no nos siente como una amenaza. No es que tengamos que ir blandiendo la espada de la verdad como si fuéramos sus dueños, pero toda vida que se deja iluminar por la verdad desenmascara las sombras. De hecho, cada vez que los cristianos se arriesgan a adentrarse en los territorios oscuros lo pagan con su vida. Cuando la iglesia comenzó a hablar claramente contra la mafia siciliana en seguida recibió su paga. Y lo mismo ha sucedido en Colombia cuando se ha enfrentado a los grandes narcotraficantes. O en Filipinas cuando ha acompañado al pueblo pobre acorralado por la guerrilla musulmana. O ... Parece que no hay otra alternativa. Dar la vida es la única manera de "dar vida".

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

vv. 1-2: Por aquel entonces oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús 2y dijo a sus servidores: Ese es Juan Bautista; ha resucitado y por eso las po­tencias actúan por su medio.

«Tetrarca» es el gobernante de una cuarta parte del territorio de su padre, Herodes el Grande. En el v. 9, se llama a Herodes «rey», designación que enlaza la figura de Herodes Antipas con la del primer Herodes (2,3).

El breve diálogo de Herodes con sus oficiales da pie a la na­rración de la muerte de Juan. Herodes no está tranquilo, tiene miedo por haberle dado muerte. Está influido por la doctrina fa­risea de la resurrección, con elementos paganos, «los poderes/potencias», que hacen del resucitado su instrumento. Ve en Jesús a un Juan Bautista activado por fuerzas supramundanas.

vv. 3-4: Porque Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado; el motivo había sido Herodías, mujer de su hermano Felipe, 4pues Juan le decía que no le estaba permitido tenerla por mujer.

Mt va a exponer cómo ha sucedido la muerte de Juan Bautista. Este había reprochado a Herodes su adulterio. De hecho, la ley judía prohibía casarse con la que había sido mujer del propio hermano (Lv 20,21; cf. 18,16). En la narración de Mt, el nom­bre del hermano «Felipe/Filipo» es dudoso históricamente. El pri­mer marido de Herodías se llamaba también Herodes y era herma­nastro de Herodes Antipas. Filipo el tetrarca, hermano también de Herodes, se casó con Salomé, hija del primer matrimonio de He­rodías. El punto que interesa a Mt es que la unión de Herodías con Herodes era adulterina. El miedo al pueblo impide a Herodes matar a Juan; lo mismo pasará a las autoridades judías respecto a Jesús (26,3-5).

Desde el punto de vista narrativo, el episodio no presenta difi­cultad. Hay que preguntarse, sin embargo, si Mt no le da un sen­tido teológico. De hecho, la imagen del adulterio es la consagra­da en los profetas para la infidelidad a Dios (cf. 12,39). El episodio presenta además paralelos con el de la hija de Jairo: a la dualidad padre/hija corresponde aquí la de madre/hija. A la hija (9,18; 14,6: thygater) se la llama en ambas ocasiones «la muchacha» (9,24-25; 14,11: to korasion). El paralelo entre la hija de Jairo y la de Herodías hace probable que también ésta represente al pue­blo de Israel sometido a la autoridad de sus dirigentes, represen­tados allí por Jairo y aquí por la madre que toma las decisiones. El sentido teológico sería, pues, éste: los dirigentes judíos (Herodías) han dado su fidelidad a Herodes, que representa el poder tiránico y asesino; con eso se han hecho infieles a Dios. El pueblo (la hija), sometido a ellos, se esfuerza también por complacer a Herodes. No tiene iniciativa ni decisión propia, depende en todo de los dirigentes (la madre). Juan Bautista denuncia este connubio ilegítimo entre los dirigentes judíos y Herodes; contesta el dere­cho de éste a ejercer su mandato. Los dirigentes (la madre) con­vencen a sus partidarios en el pueblo (la hija) de que pida la muerte de Juan.

v. 5-12: Quería quitarle la vida, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. 6El día del cumpleaños de He­rodes danzó la hija de Herodías delante de todos, y le gustó tanto a Herodes 7 que juró darle lo que pidiera. 8Ella, instigada por su madre; le dijo:

Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista. 9El rey lo sintió; pero debido al juramento y a los invi­tados ordenó que se la dieran, 10y mandó decapitar a Juan en la cárcel. 11Trajeron la cabeza en una bandeja, se la en­tregaron a la muchacha y ella se la llevó a su madre. 12Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron á contárselo a Jesús.

La opinión popular está, pues, dividida: por una parte, «la mul­titud» tiene a Juan por profeta; por otra, el pueblo dócil a los dirigentes se presta a su intriga política y pide la muerte de Juan, por denunciar la situación como contraria a la voluntad de Dios. La denuncia de Juan no era, pues, meramente moral; según Flavio Josefo, la acción de Herodes contra el Bautista fue por razón de estado. En Mt, los discípulos del Bautista llevan la noticia a Jesús (12).

Herodes, como antes su padre (2,3), es presentado como figura paradigmática del poder, caracterizado por la violencia y el asesi­nato. Lo ocurrido con Juan anticipa lo que sucederá con Jesús. Este, después de retirarse (14,13), pretenderá pasar a tierra pagana (14,22); de hecho irá a la comarca de Tiro y Sidón (15,21) y a la región de Cesarea de Filipo (16,13), para anunciar a continuación su ida a Jerusalén (16,21).


COMENTARIO 2

Estos versículos nos transportan a otro momento de la vida de Jesús, la muerte violenta de Juan Bautista por Herodes. La "pasión de Juan" es una reliquia de las tradiciones acerca del Bautista conservadas en la memoria del pueblo y de su escuela. La figura de Juan es significativa en la vida de Jesús. En cada encrucijada importante de su itinerario pedagógico aparece la persona o el recuerdo del precursor que indica, facilita o prefigura la ruta del Mesías. Como vimos en el texto anterior, la visita de Jesús a su pueblo inicia un cambio de dirección, a partir del cual el profeta de Nazaret irá cambiando hacia el destino de los profetas de Israel. El martirio de Juan hace tomar conciencia del peligro que le amenaza, y esboza ya algunos rasgos alusivos a la "pasión de Jesús".

Hemos visto cómo las parábolas del capitulo 13 han señalado la dura realidad y el significado de los fracasos de la palabra en el mundo. Inmediatamente después viene el fracaso de Jesús en su propia tierra, en Nazaret, y ahora, un doble relato destaca la incomprensión total de la autoridad oficial Galilea, en la persona de Herodes Antipas, con respecto a Jesús y al precursor. Los fracasos en Nazaret y ante Herodes no son de la misma naturaleza: en Nazaret, era la negativa de los familiares de Jesús a reconocer en su persona al Mesías. Aquí encontramos el rechazo más elemental de una corte judía completamente paganizada, inquieta por lo que se cuenta de Jesús, pero con una inquietud que no puede conducir a la fe, sino a la intriga y a la muerte.

El texto de hoy esta cargado de sentimiento por la forma despiadada como terminaron con la vida del profeta. Los antecedentes de la muerte de Juan indican que, igual que en la de Jesús, se entremezclaron motivaciones muy complejas y también razones políticas y económicas. Pero nada se opone a que el pueblo sencillo estuviese bien informado cuando se contaban unos a otros que el último determinante del crimen de Juan fue la astucia de una mujer rencorosa que conocía las debilidades de un Herodes sin carácter.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

El relato de la muerte del Bautista (Mt 14,3-11) ha sido colocado en un marco que señala su conexión con Jesús (vv. 1-2 y v.11). Debemos, por tanto, ensayar primero la comprensión del texto que se refiere a la ejecución del Precursor y, seguidamente, situarla en referencia a la actuación de Jesús desde donde adquiere la plenitud de sentido.

Al inicio y al final de 14,3-11 se hace mención de la cárcel. Se relata primeramente el encarcelamiento de Juan con su motivo y el intento homicida del rey con el motivo que impedía su realización (vv. 3-5). Luego se relata la fiesta del cumpleaños de Herodes, el baile de la hija de Herodías y su petición (vv. 6-8) y el cumplimiento de la promesa del rey y la entrega de la cabeza del Bautista a la joven y a su madre (vv. 9-11).

El origen del enfrentamiento es, según Mateo, la transgresión por parte de Herodes de Lv 20,21: “Si uno toma a su cuñada es una inmundicia”. Se trata de Herodes Antipas, “tetrarca”, es decir gobernante de la cuarta parte del territorio de su padre, Herodes el Grande al que el relato lo asocia calificándolo como “rey”. El texto presenta a la otra persona adúltera como mujer de Felipe. Probablemente se trata de una inexactitud histórica ya que el primer marido de Herodías parece haber sido otro Herodes, hermanastro del personaje del relato.

Flavio Josefo asigna otro motivo a la decisión del rey: el miedo de un competidor. Ambos motivos pueden conciliarse si tomamos en cuenta la opinión de la gente que aparece en el v. 5: “tenían a Juan por profeta”. La condena de Juan es, por tanto, otro caso típico del enfrentamiento entre reyes y profetas.

Herodes, de esa forma, como su padre, es presentado como símbolo del poder tiránico que es causa de violencia y del asesinato de los mensajeros de Dios.

El relato adquiere pleno sentido gracias a la íntima unión con la actuación de Jesús, que como el Bautista, es también “profeta despreciado” (Mt 13,57. cf Mt 27,9-10). Se prolonga así la identificación entre Jesús y Juan consignadas en sus respectivas apariciones (cf 3,1.13) y esto lleva a Herodes a plantearse la identidad de Jesús a partir de sus acciones respecto a Juan.

Esta íntima asociación de ambos personajes, hace que la muerte del Bautista sea presentada como anticipo del camino de sufrimiento de Jesús. El Cristo experimentará la suerte de aquel a quien había definido como profeta (Mt 11,9-10.13). La gente los considerará tales a ambos (aquí y en 21,26 respecto a Juan; en 21,46 respecto a Jesús).

Igualmente, el verbo “detener” empleado en 14,3 para describir el prendimiento de Juan será también utilizado en la historia de la Pasión (26,48.50.55.57;27,2) y “discípulos” y “anunciar” reaparecen en 28,8.

Podemos entonces comprender anticipadamente el sentido de la muerte de Jesús a partir de la muerte del Precursor. La profecía ejercida en un mundo injusto deberá contar con la hostilidad de déspotas y tiranos. El fin de los dotados de ese don sólo puede ser el enfrentamiento con los opresores y, por consiguiente, conduce frecuentemente al martirio.

En la suerte del Bautista y de Jesús, sin embargo, se delinean los rasgos del Reino “anunciado”. Es la Vida de Dios que se manifiesta en la fidelidad de sus enviados hasta la muerte.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. DOMINICOS 2003

Palabra, desierto, injusticia
Libro del Levítico 25, 1.8-17: Yhavé quiere un año jubilar y un día de expiación
“El Señor habló a Moisés en el monte Sinaí: Haz el cómputo de siete semanas de años... que son cuarenta y nueve. Ese año, el día diez del séptimo mes darás un bando, a toque de trompeta por todo el país... Celebrareis jubileo, y cada uno recobrará su propiedad (de tierras) y regresará a su familia...”

Año sabático, año jubilar. Tiempo de descanso para tierras, animales y hombres. Retorno de las propiedades a la comunidad para ser de nuevo repartidas, porque es tierra de Dios... He ahí un empeño nunca bien cumplido entre los hombres.

Evangelio según san Mateo 14, 1-12:
“El virrey Herodes oyó lo que se contaba de Jesús, y dijo a sus ayudantes: ése es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso los poderes actúan en él.

Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía que no le estaba permitido vivir con ella... El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes que juró darle lo que pidiera ... Ella le dijo: dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista ... Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre...”

En el Levítico se hablaba del año de gracia, de jubileo, de descanso, de mirada a los pobres. Aquí, en la viva y dura realidad histórica, se habla de la injusticia reinante, del abuso de poder, de la crueldad y caprichos humanos. Ése no es el camino de Dios.



Momento de reflexión
Sabiduría y experiencia de Dios.
En el libro del Levítico se proponía una experiencia de “desprendimiento” y de “justicia distributiva” que, sobre el papel, parece muy bella; pero es probable que no se cumpliera nunca, porque tanta belleza choca con el realismo de nuestras costumbres y con el apego a lo poco que poseemos.

Y esto nos sucede hoy todavía más que ayer, porque “un puesto de trabajo” o un “terruño” o un “piso” hoy es un tesoro. Esa norma del año jubilar del Levítico fue más bien un deseo que una experiencia vivida. En el espíritu de Israel, la tierra era un bien de Dios que lo repartió entre el pueblo elegido. Había, pues, que cuidarla y dejar de cuando en cuando que descansara un año, para que ella misma y los animales y los pobres se beneficiaran de sus frutos.

Es un gesto que se corresponde con el sentido de justicia distributiva, solidaridad, moderación. Pero tristemente todo que tiene algo lo suele retener y no repartir.

La cabeza del Precursor ¿no mereció más honores? ¡Cómo se pagan amores!
La anécdota dolorosa que nos cuenta el Evangelio, refiriéndose a la muerte ignominiosa de Juan el Bautista, se presta a reflexiones múltiples.

Juan denunciaba la inmoralidad en que vivían Herodes y Herodías, y Herodes sobrellevaba la denuncia de Juan con cierta serenidad y comprensión; en cambio Herodías mantenía ardiendo el fuego de su pasión contra el profeta. Por eso cometió la barbaridad de pedir su cabeza por trofeo de una danza bien bailada.

Preguntémonos dos cosas:

1ª. ¿Cuántas cabezas humanas caerán también hoy (en Europa, África, América, Asia) al filo de la espada, de la guillotina, de la injusticia, de la miseria consentida..., porque no estamos dispuestos a aceptar honradamente el imperio de la justicia, la solidaridad y la paz ?

2ª Al leer el Levítico, ¿no deberíamos recordar hoy, los abusos que se cometen en el mundo explotando a pueblos y tierras por intereses económicos y políticos de los poderosos que oprimen a los débiles?


3-9. Sábado 2 de agosto de 2003

Lv 25, 1, 8-17: Año sabático y jubilar
Salmo responsorial: 66, 2-3.5.7-8
Mt 14, 1-12 :Herodes y Jesús. Muerte del Bautista

Hemos creado un mundo de apariencia y de falsedad que necesariamente debe estar respaldado por unas estructuras sociales que lo mantienen y alimentan. El orden social lo justificamos por el bien común, pero por debajo se mueven los intereses personales, de clase o de grupo. Igual sucedía en tiempos de Jesús.

Cuando Herodes oye hablar de Jesús lo confunde con Juan Bautista, a quien él había mandado a matar, cree que éste ha resucitado y por eso actúan en él las fuerzas milagrosas. Herodes y Pilatos no son presentados como los culpables de la muerte del Bautista y de Jesús, respectivamente; es todo un sistema de injusticia y de violación de derechos que aparece como el orden social, como el orden establecido ante el cual toda denuncia suena a subversión. Los pobres, los oprimidos, los débiles no tienen derecho a protestar y si lo hacen aparecen como rebeldes. Juan le había dicho a Herodes que no le era lícito quedarse con Herodías, la mujer de su hermano y esto fue causa suficiente para que lo encarcelaran y después lo decapitaran.

Herodías no ve con buenos ojos a Juan porque va en contra de sus intereses, ella se las ingenia para hacerlo encarcelar y luego para desparecerlo. Aparece aquí la figura de la mujer para guardar la imagen del rey, en primer plano se nota la maldad de las mujeres, madre e hija, se confabulan para hacer desparecer a Juan Bautista y quitarse de encima esa palabra que atormenta e intranquiliza la conciencia. La hija saca a relucir en la danza sus encantos, su belleza y agilidad de movimientos y la madre coloca su astucia para dar el golpe certero. La belleza se confabula para darle muerte a Juan Bautista y mostrar su cabeza como un trofeo. También Judit, en el Antiguo Testamento, se vale de su belleza y, con un sentido opuesto al que encontramos en el texto de hoy, decapita a Holofernes para salvar a su pueblo. Mientras la cabeza de Juan se exhibe como trofeo del triunfo de un sistema corrupto, la de Holofernes es signo de liberación.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-10. ACI DIGITAL 2003

1. Herodes Antipas, hijo de aquel cruel Herodes que mató a los niños de Belén. Tetrarca, indica que tenía sólo la cuarta parte del reino de su padre.

3. San Juan había increpado a Herodes por haberse casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, en vida de éste.

9. Herodes no estaba obligado a cumplir un juramento tan contrario a la Ley divina y fruto del respeto humano. S. Agustín, imitando a San Pablo (I Cor. 4, 4 s.), decía: "Pensad de Agustín lo que os plazca; todo lo que deseo, todo lo que quiero y lo que busco, es que mi conciencia no me acuse ante Dios". Cf. S. 16, 2.


3-11. CLARETIANOS 2004

De nuevo las lecturas hoy nos hablan de personas que oyen la llamada de Dios a predicar el cambio, la conversión, a destapar la verdad de lo que ocurre: Jeremías y Juan el Bautista. El primero se salva, el segundo no, termina siendo decapitado. El caso es que siempre se dan persecuciones cuando alguien dice clara y comprensiblemente la verdad de Dios, tanto con sus palabras como con su vida. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar la verdad? Es cierto que muchas veces la podemos encontrar incómoda porque nos enfrenta a nosotros mismos, a aquello de lo que nos escondemos, o porque nos pone ante la tesitura de tener que renunciar a nuestros egoísmos para ponernos a la escucha y al servicio del otro. Sin embargo, deberíamos recordarnos continuamente que sólo la verdad nos hace libres.


3-12.

Jer. 26, 11-16. 24. Jeremías había invitado al Pueblo de Dios a la conversión. Había indicado que un culto dado a Dios con las manos manchadas por las maldades y los crímenes, era un culto vacío, del cual Dios retiraba la mirada. Había indicado la necesidad de volver a Dios antes de que la ciudad y el templo fueran destruidos a causa de la maldad de sus habitantes, de sus autoridades y de los sacerdotes. Y los Sacerdotes y profetas acusan a Jeremías de contradecir tan claramente los oráculos anteriores de Dios sobre Jerusalén, y las promesas de felicidad y bendiciones para sus habitantes. Pero Jeremías no tiene miedo en confesarse profeta de Dios, portador de su Palabra. Mientras no haya una conversión sincera sólo se pueden esperar desgracias. Si, finalmente, se asesina al Profeta se estará levantando uno contra el mismo Dios acabando con sus enviados; y la sangre del inocente estará clamando venganza al cielo. El Señor nos invita a abrir nuestro corazón para que Aquel que es la Palabra encarnada, Cristo Jesús, realmente habite en nosotros, y, después de una sincera conversión, nosotros vayamos transformándonos en Él como hijos de Dios. Quien lo rechace estará poniendo en grave riesgo su propia salvación. En la Sangre de Cristo nosotros encontramos la salvación; ojalá y no encontremos condenación no sólo por rechazarlo, sino por ser causantes de su muerte y decidirnos equivocadamente a caminar al margen del Señor.

Sal. 68. En medio de las tribulaciones y persecuciones, sufridas por Cristo y su Evangelio, jamás dejemos de confiar en Dios, que es Aquel que nos ha encomendado el Evangelio de la Gracia para hacerlo llegar hasta el último rincón de la tierra. Dios siempre estará de parte de sus enviados y no dejará que sufran la corrupción. Ya Jesús nos ha indicado: En el mundo tendrán tribulaciones, pero ¡cobren ánimo! yo he vencido al mundo. Aprendamos a ser fieles a la misión que el Señor nos ha confiado, pues tal vez muchas veces, queriendo sacar partido del anuncio del Evangelio para nuestros intereses personales, en lugar de ser auténticos profetas que inviten a la conversión debiendo tocar, incluso, las heridas que ha abierto el pecado, para sanarlas con la gracia de Dios y generar una nueva humanidad, renovada en Cristo Jesús, en lugar de eso queramos convertirnos en aduladores de los poderosos para ganarnos su favor, su protección y su socorro, convirtiéndonos así en perros mudos, incapaces de vivir a profundidad el anuncio profético de la Palabra de Dios. Entonces, por desgracia, no seríamos profetas de Dios, sino profetas de quienes nos manipularían para que defendamos sus sucios intereses y que perseguirían a quienes, siendo leales a Dios, les hicieran ver sus maldades e injusticias y aquello a lo que se exponen si no vuelven a Dios.

Mt. 14, 1-12. Testigos del Evangelio, aceptando todas las consecuencias que nos vengan por ello. La fidelidad y la valentía de Juan se convierten para nosotros en el ejemplo testimonial que ha de hacer suyo quien realmente quiera ser fiel a Dios en la misión que Él quiera confiarle. Y no podemos cerrar la boca ni ante gobernadores y reyes. El Evangelio comprendido y vivido a la luz del Espíritu Santo no sólo debe ser testificado con la propia vida, sino que también debe ser proclamado con las palabras, que inviten a reconocer aquello que conduce a la muerte, y en cuyo camino muchos poderosos se han echado a andar llevando consigo a quienes Dios puso en sus manos para que se esforzaran en darles una vida más digna y no para destruirlos. El profeta debe invitar a todos a una sincera conversión. El caminar en la Verdad y en el Amor hará que todos vayamos realizando el bien, no buscando exclusivamente nuestros propios intereses, sino el bien de los demás. Estar al servicio de nuestro prójimo tal vez nos acarree la persecución y la muerte. Pero esta posible contingencia no puede apagar nuestra voz, ni nos puede poner al servicio de los malvados para servir de tapadera de sus caminos pecaminosos. Cristo quiere la salvación de todos; y su Iglesia es la responsable de hacer llegar esa salvación a todas las personas, afrontando con amor y valentía todos los riesgos que deba enfrentar a causa de la oposición de los poderosos, que viven al margen del amor y del servicio que Dios les ha confiado para el bien de los demás.

Hoy nos reúne el Señor para celebrar a Aquel que quisieron silenciar colgándolo de la cruz. Pero su Sangre es más elocuente que la del mismo Abel. No sólo nos habla del rechazo de quien se ha alejado de Dios, sino también nos habla de la misericordia de Dios y del perdón que nos ofrece a nosotros, pobres pecadores. Haber acudido al llamado de Dios nos compromete a recibir el perdón de Dios; nos compromete a hacer nuestra la vida de Dios; nos compromete a convertirnos en testigos del amor misericordioso de Dios. Asumimos todos los riesgos que puedan venirnos por dar testimonio de la Verdad en cualquier circunstancia o ambiente en que se desarrolle nuestra vida. Pidámosle al Señor que nos conceda en abundancia su Espíritu Santo, para que no vivamos en la cobardía, sino en la valentía que sólo nos viene de Él para que vayamos al mundo a cumplir fielmente con la misma Misión que Jesucristo recibió del Padre y que ha confiado a su Iglesia.

¿Ocupamos el papel de Juan Bautista, o más aún, el de Cristo? ¿U ocupamos el papel de Herodes; o peor todavía: el de Herodías? El Señor quiere a su Iglesia como Testigo cualificado de su amor. Ese amor de Cristo, vivido en la Iglesia, debe llevar a ésta a buscar las ovejas descarriadas hasta los más recónditos lugares donde se hayan dispersado. Llamarlas con amor a la conversión no se puede quedar sólo en palabras nada hirientes, pues el amor mismo muchas veces hará que la Iglesia de Cristo sea fuerte en la denuncia del pecado, sin dejarse intimidar siquiera por los poderosos, a quienes ha de hacer reconocer sus caminos equivocados. Pero no podemos pasarnos la vida sólo emitiendo juicios y palabras críticas sobre el mal que aqueja al mundo. El llamado a la conversión indica la propuesta de un nuevo camino, presentado como algo tal vez no muy atractivo, pero que se convierte en un reto para quienes quieran luchar por construir un mundo más justo, más humano, más fraterno. No podemos quedarnos con los brazos cruzados cuando vemos que los poderosos han levantado su trono sobre la explotación de los inocentes, generando cada vez más pobreza; o cuando a causa del tráfico de drogas han sido capaces de asesinar a los demás para seguir detentando el control de la distribución de las mismas, y, finalmente, van acabando con la vida de quienes las consumen; no podemos callar cuando vemos que los malos ejemplos de los poderosos en la vida política o en los espectáculos, se convierten en un escándalo para el mundo entero por llevar una vida licenciosa, que se convierte en un mal ejemplo que después imitan muchos, cuyo comportamiento moral se ha derrumbado llegando a pensar que es lo más normal y natural vivir como lo hacen esa clase de poderosos e ídolos de cartón para la juventud. La Iglesia no puede ser amordazada; no podemos silenciar el testimonio sobre la Verdad que Cristo nos ha confiado. Nuestro ejemplo, nuestras palabras, nuestra vida misma debe irse convirtiendo en un fermento de santidad, de lealtad, de rectitud en los diversos ambientes en que se desarrolle la existencia de los cristianos, sin tener miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de ser fieles y valientes en el testimonio de la Palabra, proclamada y vivida por nosotros, y que Él nos ha confiado para hacerla llegar como único camino de salvación a toda la humanidad. Amén.

Homiliacatolica.com


3-13. 17ª Semana. Sábado

En aquel tiempo oyó Herodes el tetrarca la fama de Jesús, y dijo a sus cortesanos: Este es Juan el Bautista que ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él poderes sobrehumanos. Herodes, en efecto, había prendido a Juan, lo había encadenado y puesto en la cárcel a causa de Herodías la mujer de su hermano Filipo, porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. Y aunque quería matarlo, temía al pueblo, porque lo tenían como profeta.

El día del cumpleaños de Herodes salió a bailar la hija de Herodías y gustó tanto a Herodes que juró darle cualquier cosa que pidiese. Ella, instigada por su madre, dijo: Dame en esta bandeja la cabeza de Juan el Bautista. El rey, entristecido por el juramento y por los comensales, ordenó dársela. Y envió a decapitar a Juan en la cárcel; trajeron su cabeza en la bandeja y se la dieron a la muchacha, que la entregó a su madre. Acudieron luego sus discípulos, tomaron el cuerpo, lo enterraron y se fueron a dar la noticia a Jesús. (Mt 14, 1-12)

I. Jesús, el Evangelio de hoy me presenta el ejemplo de Juan el Bautista. Muere como había vivido siempre: fiel a la verdad. Desde el principio se presenta como el Profeta del Mesías, sin aprovechar el prestigio adquirido ni las circunstancias históricas para recibir honores que no le correspondían. Ahora es encarcelado y decapitado por defender otra verdad: la ¡licitud de la relación entre Herodes y Herodías.

Además de Juan el Bautista, tengo el ejemplo de tantos mártires -desde los primeros siglos hasta hoy- que han dado su vida por defender la verdad. Y tantos otros que han sido perseguidos, injuriados o despreciados, simplemente por ser cristianos. A ellos se suman muchos más que han salido a otras tierras -o se han quedado donde estaban- para propagar la verdad, siendo -al igual que los mártires- testigos de la verdad.

Jesús, hoy más que nunca te hacen falta testigos de la verdad: testigos tuyos, pues Tú eres la Verdad [93]. Hacen más falta que nunca pues el problema ya no es que la gente no conozca la verdad porque nunca la ha oído, sino que no la conoce porque no quiere conocerla. Se lavan las manos, como Pilatos, mientras se excusan diciendo: ¿qué es la verdad? [94]. Y ese relativismo les deja indefensos ante las pasiones y defectos más viles, llegando a perder lo que hacía más humano al hombre: la libertad.

II. Antes, como los conocimientos humanos -la ciencia- eran muy limitados, parecía muy posible que un solo individuo sabio pudiera hacer la defensa y apología de nuestra Santa Fe.

Hoy, con la extensión y la intensidad de la ciencia moderna, es preciso que los apologistas se dividan el trabajo para defender en todos los terrenos científicamente a la Iglesia. -Tú... no te puedes desentender de esta obligación [95].

Jesús, como Juan el Bautista criticó la conducta ¡lícita de Herodes, así también es mi deber propagar la verdad, y defender la fe y la moral en mis circunstancias familiares, profesionales y sociales. Por más directrices que den el Papa y los Obispos sobre la familia, la educación de los hijos, la ética profesional y la moral social, no servirían de nada si yo no las aplicara a mi vida de cristiano y las difundiera a los que me rodean.

Como todos los fieles, los laicos están encargados por Dios del apostolado en virtud del bautismo y de la confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del derecho, individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres y en toda la tierra; esta obligación es tanto más apremiante cuando sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír el Evangelio y conocer a Cristo.
En las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia [96].

Además, si estoy en situación de hacerlo, también debo intentar defender intelectualmente la Fe: con mis libros, publicaciones, clases, conferencias, programas de televisión o radio, etc... llevando mi visión cristiana a la cultura y a la ciencia. En todo caso, debo propagar la verdad a los que me rodean. Madre, tú que eres el asiento de la sabiduría; tú que has traído la Verdad al mundo, ayúdame a ser testigo de la verdad.

[93] Jn 14,6.
[94] Jn 18, 38.
[95] Camino, 338
[96] Catecismo, 900.


Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo V, EUNSA


3-14.

Comentario: Rev. D. Joan Pere Pulido i Gutiérrez (Molins de Rei-Barcelona, España)

«Se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús»

Hoy, la liturgia nos invita a contemplar una injusticia: la muerte de Juan Bautista; y, a la vez, descubrir en la Palabra de Dios la necesidad de un testimonio claro y concreto de nuestra fe para llenar de esperanza el mundo.

Os invito a centrar nuestra reflexión en el personaje del tetrarca Herodes. Realmente, para nosotros, es un contratestigo pero nos ayudará a destacar algunos aspectos importantes para nuestro testimonio de fe en medio del mundo. «Se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús» (Mt 14,1). Esta afirmación remarca una actitud aparentemente correcta, pero poco sincera. Es la realidad que hoy podemos encontrar en muchas personas y, quizás también en nosotros. Mucha gente ha oído hablar de Jesús, pero, ¿quién es Él realmente?, ¿qué implicación personal nos une a Él?

En primer lugar, es necesario dar una respuesta correcta; la del tetrarca Herodes no pasa de ser una vaga información: «Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos» (Mt 14,2). De cierto que echamos en falta la afirmación de Pedro ante la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro le respondió: ‘Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo’» (Mt 16,15-16). Y esta afirmación no deja lugar para el miedo o la indiferencia, sino que abre la puerta a un testimonio fundamentado en el Evangelio de la esperanza. Así lo define Juan Pablo II en su reciente Exhortación apostólica La Iglesia en Europa: «Con toda la Iglesia, invito a mis hermanos y hermanas en la fe a abrirse constante y confiadamente a Cristo y a dejarse renovar por Él, anunciando con el vigor de la paz y el amor a todas las personas de buena voluntad que, quién encuentra al Señor conoce la Verdad, descubre la Vida y reconoce el Camino que conduce a ella».

Que, hoy sábado, la Virgen María, la Madre de la esperanza, nos ayude a descubrir realmente a Jesús y a dar un buen testimonio de Él a nuestros hermanos.


3-15.

Muerte de Juan el Bautista

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Reflexión:

La persona humana tiene siempre la costumbre de ver lo negativo de los demás. Así juzgamos a Herodes como un hombre débil, libertino y bastante más. Pero pocas veces reflexionamos en sus cualidades y virtudes.
En él encuentro una cualidad que no es muy común entre muchos hombres: la honestidad en reconocer el bien ajeno. A pesar que Juan censuraba la conducta de Herodes, éste reconocía su sabiduría, grandeza y entereza. ¡Esto es honestidad!

Muchas veces hablando con los padres de familia me confiesan que su ilusión es formar unos hijos honestos. ¡Estupendo! Pero ¿es suficiente? Herodes era una persona honesta y, en cambio, no le consideramos un ejemplo a seguir. ¿Por qué? ¿Qué le falta a este personaje? Voluntad, tener una voluntad formada, basada en una jerarquía de valores y que se mueva por principios. Herodes reconocía que Juan tenía razón respecto a la convivencia con su cuñada pero el placer venció a su voluntad y no vivió según el principio. Fue honesto al cumplir la promesa hecha a la bailarina, pero rompiendo la jerarquía de valores que pone la vida humana por encima de la palabra dada.

Si de verdad queremos hijos y jóvenes honestos, inculquémosles una sana y correcta jerarquía de valores y forjemos su voluntad para que no se dejen llevar por el viento de las pasiones y del ambiente. Sólo así podrán ser verdaderamente honestos.


3-16.

LECTURAS: JER 26, 1-9; SAL 68; MT 13, 54-58

Jer. 26, 1-9. La Liturgia es la acción sagrada por excelencia de la Iglesia. Mediante ella Dios entra en una relación personal e íntima con nosotros, y nosotros con Él. Sin embargo el lugar de culto no es algo mágico que esté entre nosotros como para pensar que ahí encontraremos la solución a todos nuestro problemas al margen de nuestras propias responsabilidades. No podemos decir que seremos gratos al Señor sólo por ofrecerle un culto vacío de amor y de un verdadero compromiso con el Reino de Dios. Entrar en una relación de fe auténtica con nuestro Dios y Padre nos ha de llevar a vivir totalmente comprometidos en hacer presente al Señor entre nosotros, por medio de su Iglesia, con el mismo amor que nos ha sido manifestado en su Hijo Jesús. Quien ha perdido la fe no es sólo el que se confiesa ateo, sino también aquel que tal vez acuda al culto, pero cierre sus oídos para evitar que la Palabra de Dios le transforme, y le ponga en camino de servicio en el amor fraterno hacia todos aquellos que necesitan del perdón, de la salvación o de la solidaridad de alguien en las diversas necesidades que padecen. Ojalá y al final no se nos desmorone y se nos escape de las manos la salvación a causa de no haber vivido nuestra fe en un auténtico amor comprometido, no sólo hacia Dios, sino también hacia nuestro prójimo.

Sal. 69 (68). Quien se decida por anunciar el Evangelio como testigo del mismo, trabajando para que, conforme al designio salvador de Dios, llegue a todos el perdón y la paz, encontrará grandes dificultades, que tendrá que padecer por el mismo Evangelio. A veces tal vez al apóstol le llegue la tentación de pedir no sólo la protección, sino incluso la venganza de parte de Dios. Sin embargo, puestos en manos de Dios sabremos que Dios estará siempre de nuestra parte como poderoso protector, y no dejará sin amparo a sus amigos, ni dejará que sufran la corrupción. Vivamos llenos de paz, sabiendo que trabajamos para el Dueño de la viña. Teniendo a Dios de nuestra parte estamos seguros de que es nuestra la herencia que Él ha prometido a los que le aman y le viven fieles.

Mt. 13, 54-58. Pareciera que a veces sólo fuesen dignos de confianza y de ser escuchados como enviados de Dios aquellos que ostentan algún título, o que pertenecen a familias de alcurnia económica. Los de origen sencillo y pobre pareciera que muchas veces estuviesen condenados al ostracismo, a ser despreciados y a volverse ocasión de mofa para los demás. Jesús fue despreciado en su tierra por no pertenecer al grupo de los maestros de Israel, por no ser un Rabí. Despreciado por provenir de una familia pobre, humilde, sencilla. Es el hijo del carpintero, y su madre y hermanos y hermanas son bien conocidos por los del pueblo. ¿Qué caso tiene ir tras de alguien sobre el que se levantan muchas sospechas sobre el origen de su sabiduría y de sus poderes milagrosos? ¿Cómo va a ser el Mesías alguien a quien conocemos desde pequeño? Negarse a creer en Cristo no está sólo significando la incredulidad de la mayoría de los judíos, sino la de todos aquellos que, por evitar un compromiso de fe con el Señor, prefieren continuar lejos de Él para evitar el ser cuestionados ante las propias actitudes pecaminosas. No seamos de aquellos de los que san Juan nos dice: Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron.

El Señor nos reúne en torno suyo en esta celebración Eucarística, no para celebrar un rito mágico, sino para que renovemos ante Él nuestra Alianza de amor, y volvamos a hacer nuestro el compromiso de proclamar su Evangelio y construir su Reino entre nosotros. El Señor a nadie de nosotros rechaza, ni tiene preferencia por alguna persona o por algún grupo. Más aún, a aquellos que se puedan creer puros y santos los quiere más comprometidos en la salvación de sus hermanos y en el esfuerzo por devolverles su dignidad. No es la ciencia humana, que muchas veces hincha a la persona, lo que le dará eficacia a la acción pastoral de la Iglesia. Es Cristo, con quien entramos en contacto; es Cristo que nos da su Vida y su Espíritu. Es Él, que continúa realizando su obra salvadora en la historia de nuestro mundo por medio de su Iglesia. A la par del ilustrarnos y profundizar en la Palabra de Dios y en el Misterio Pascual de Cristo, que hoy celebramos, debemos tener la apertura suficiente al Espíritu de Dios para dejarnos conducir por Él, pues no somos nosotros sino el Señor quien realiza su obra de salvación en nosotros, y por medio nuestro en el mundo entero, ya que sólo somos débiles instrumentos en sus manos y fieles siervos suyos.

A pesar de que muchas veces la gente que nos conozca nos rechace, no podemos cerrarnos al anuncio y testimonio del Evangelio. El Señor ha encendido en nosotros la Luz de su amor, de su misericordia y de su gracia, y no podemos querer ocultarla cobardemente bajo nuestros miedos y temores, pues no hemos recibido un espíritu de cobardía, sino al Espíritu de Dios que amándonos a todos, quiere que todos nos salvemos y lleguemos al pleno conocimiento de la Verdad. Quienes nos reconocemos pecadores acudimos al Señor para recibir de Él su perdón. Sólo quien se ha sentido comprendido, amado y perdonado por Dios puede convertirse en testigo de Él en el mundo. Quien se siente puro, quien piensa que Dios lo ha consagrado y lo ha alejado del mundo, vivirá aislado de todos; tal vez condenando a los pecadores, con una gran incapacidad de amar y de salvar. Debemos sentirnos pobres y necesitados de Dios para poder comprender la fragilidad de nuestro prójimo, y saber luchar para que también Él alcance la salvación que Dios ofrece a todos sin distinción.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de ser portadores de su amor y de su gracia al mundo entero, sin hacer entre nosotros distinciones inútiles, sino buscando el bien de todos como el Señor lo ha hecho para con todos. Amén.

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3-17. Fray Nelson Sábado 30 de Julio de 2005
Temas de las lecturas: En el año jubilar todos recobrarán sus propiedades * Herodes mandó degollar a Juan. Los discípulos de Juan fueron a avisarle a Jesús.

1. Año de júbilo
1.1 ¿Conocen ustedes un modelo de organización social que cuide más de la equidad o que ame más a los pobres que eso maravilloso que leemos en la primera lectura de hoy?

1.2 ¿Hay una utopía más grande o más bella, que declarar el destino universal de la tierra, de modo que nadie considere tan suyo lo propio como para llegar a la opresión o la crueldad con su hermano?

1.3 ¿No les parece que Marx o Saint-Simon, Proudhon o Lenin, se quedaron cortos en sus sueños, delante del espectáculo de solidaridad y propiedad compartida que nos ofrece el libro Levítico en esta ocasión?

1.4 ¿Alguien ha buscado con más ardor el bien de todos, sin lastimar a nadie, o se ha preocupado así por cuidar de todos, sin olvidar a nadie? Bendita sea la Palabra de Dios. Bendita la enseñanza que viene de los cielos.

2. Frutos de un corazón dividido
2.1 Herodes oía con agrado a Juan, pero no le obedecía. Su corazón, pues, estaba dividido. Herodes oía a Juan y su conciencia despertaba en lucidez; oía a Herodías, su amante, y se embriagaba en pasión. Forcejeaba entre la lucidez y la pasión, se dividía entre lo que podía disfrutar ya en las delicias de su amorío turbio, y lo que le daría paz para mañana y siempre, en la dulzura de una conciencia limpia. Estaba dividido.

2.2 Y de su división nació muerte. De su división salió la división entre el cuerpo y la cabeza de Juan. Incapaz de obedecer a su amigo, lo mató. Incapaz de escucharlo, le silenció. Incapaz de seguirlo, lo detuvo primero en la cárcel y lo encerró después en las paredes de la muerte.

2.3 También a nosotros nos acecha el mal del corazón dividido. Tenemos el corazón dividido cuando empezamos a escoger qué nos gusta o qué nos conviene de la enseñanza de la Iglesia. Estamos divididos cuando aplaudimos al Papa y no le hacemos caso. Nos tienta la división cuando hacemos una moral para uso propio o cuando defendemos ciertos principios en ciertos ambientes mientras callamos, cómplices, ante otras personas.

2.4 ¡Juan, Juan! ¡Por mérito de tu martirio, por fuerza de tu plegaria, líbranos de un corazón dividido!