VIERNES DE LA SEMANA 17ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Lv 23, 1.4-11.15-16.27.34-37

1-1. FIESTAS-JUDIAS

Este pasaje constituye una de las últimas versiones del calendario litúrgico judío, pero no es necesariamente la más elaborada. Uno queda bastante sorprendido al no encontrar en él más que un aspecto, el más "naturista", de las fiestas. Todo se desarrolla, en ese calendario, como si el ritmo de la recolección de las mieses y de las cosechas se impusiera todavía a la religión.

La fiesta de la Pascua se presenta solamente como la ocasión de comer panes sin levadura (v. 6), recuerdo de un rito agrícola, y de ofrecer a Dios la primera gavilla de la nueva cosecha (vv.10-11). La fiesta de Pentecostés, está cuidadosamente calculada para permitir al pueblo ofrecer las últimas gavillas (v. 15).

Pero la fiesta de los Tabernáculos aparece menos claramente como la fiesta de la vendimia, durante la cual la gente vivía bajo chozas o tiendas.

Ahora bien, la corriente profética había sacado las fiestas agrícolas de su contexto naturista, transformándolas en fiestas de las etapas del plan de Dios en la historia. La fiesta de la Pascua había quedado para conmemorar la salida del pueblo elegido de Egipto, Pentecostés, será la fiesta de la alianza del Sinaí, y la fiesta de los Tabernáculos conmemorará la permanencia en el desierto del pueblo de Dios.

Ningún eco de esto se observa en Lv 23, a no ser la primacía de que goza la fiesta de la Pascua, con la que ahora comienza el año, mientras que, anteriormente, esta ultima función era propia de la fiesta de los Tabernáculos.

Si este pasaje ofrece una concepción retardataria del año litúrgico, permite, al menos, medir el camino recorrido entre las fiestas primitivas y las fiestas cristianas, y calcular los riesgos, siempre posibles, de una degradación de las fiestas a su nivel inferior.

La fiesta del Lv 23 es la del campesino que se somete a las leyes de la naturaleza y cree encontrar a Dios detrás de ella. Es ésta la reacción del hombre pretécnico sometido, hasta la alienación, a las leyes de la Naturaleza.

Pero el hebreo, conservando intacto este calendario, ha conferido a las fiestas una dimensión completamente distinta: no se trata ya de la sumisión del hombre a la naturaleza, sino de su comunión con Dios en la realización de una historia de la salvación. La fiesta conmemora las principales etapas (pasadas o escatológicas) de esta colaboración de la libertad de Dios con la del hombre en la construcción del mundo y en la orientación de su historia.

Sin embargo, esta colaboración no está perfectamente lograda más que en la persona de Jesucristo: él es nuestra Pascua, nuestro pan ázimo, nuestra nueva alianza, nuestra promesa de felicidad.

La festividad cristiana es esencialmente la propia persona del hombre-Dios y la unión que cada uno de los celebrantes mantienen con El y con su amor.

En cuanto esta realidad de la persona de Cristo en la fiesta desaparezca, inmediatamente quedará reducida la festividad a un simple aniversario histórico e incluso a un rito naturista y mágico.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 210


1-2. TRANSFIGURACION/TABERNACULO:

La liturgia ha conservado el recuerdo de esta solemnidad en septiembre, fundamentalmente como fiesta de la recolección.

«Aunque el mes de septiembre no está asociado a ningún acontecimiento importante de la vida de Cristo, constituía no obstante un período importante del año. Es la época de la recolección de los frutos, la unión del verano y el otoño. Bajo este punto de vista, en todas las religiones antiguas, tanto judías como romanas, este mes era la ocasión para una celebración litúrgica. Bajo este aspecto vemos que este mes reaparece en el año litúrgico bajo la forma de las Témporas de septiembre».

Sin embargo, el sábado de estas Témporas merece que le prestemos especial atención como eco de la fiesta de los Tabernáculos, porque esta fiesta tiene un contenido espiritual que sería deplorable dejar fuera de nuestra espiritualidad cristiana.

"Aunque la fiesta judía de los Tabernáculos no ha llegado hasta nosotros en la liturgia cristiana, por ello no deja de ser cierto que ella aparece en los Padres de la Iglesia como una figura de las realidades cristianas».

La fiesta de los Tabernáculos sumergía a los miembros del pueblo elegido en la espiritualidad del desierto que había tenido tanta importancia en el itinerario espiritual querido por Dios. Durante cuarenta años este pueblo había vivido semi-nómada, siempre dispuesto para responder a las indicaciones del Señor. Ahora que ya estaba en la Tierra Prometida, habitándola de forma estable, era necesario que no perdiese todo el contenido espiritual del Éxodo. He ahí por qué el pueblo cada año volvía a tomar sus tiendas perecederas. Esta práctica está muy bien descrita también en el Libro de /Ne/08/14-18. Sería una lástima que los creyentes del Nuevo Testamento no tuvieran ocasión de zambullirse en esta espiritualidad.

¿Quién osaría afirmar que nosotros no corremos el grave peligro de «instalarnos»?

Toda una propaganda en favor de la economía nos ha hecho propietarios a la mayor parte de nosotros, incluso a los más modestos. Todos nosotros poseemos o ambicionamos poseer nuestra casa. Sin duda está bien, pero ¡qué gran peligro de instalarnos de una forma irreversible! Tampoco estamos disponibles para el cumplimiento de nuestro destino puramente terreno. Se nos ofrece un nuevo empleo, incluso más remunerador, incluso más seguro para el porvenir de nuestra familia, y nos encontramos en el deber de rehusarlo «porque tenemos allí nuestras piedras». El factor ladrillos acaba por ser más determinante en nuestra vida que la elección de la actividad que mejor responde a nuestras actitudes.

¿Es esto verdaderamente equilibrado? ¿Acaso no es un craso materialismo?

No contentos con alojarse mientras viven, demasiados de nosotros piensan en alojar sus restos después de la muerte. Hay personas que costean durante su vida la fosa que les está destinada. ¡Manías de perpetuidad! Transcurridas algunas décadas, nuestros países superpoblados no serán más que unas enormes necrópolis. Las peregrinaciones a los cementerios los días 1 y 2 de noviembre están también para ellos contaminadas de materialismo. Personalmente, no regreso jamás de un cementerio en estas circunstancias sin pedir al Señor que me conceda el morir en el mar a fin de ser sumergido en él y que jamás nada semejante pueda organizarse en torno a mi última morada.

El nomadismo forma parte de la espiritualidad del Antiguo Testamento y también de la del Nuevo, en el cual culmina el Antiguo, y que fue creada por "el Hijo del hombre que no tuvo donde reclinar la cabeza" (Mt. VIII, 20).

Cántico de meditación: «Un día pasado en tus atrios es mejor que mil lejos de Ti, Señor» (F 83, ant. 5). Es una antífona de la Transfiguración: nos brinda la ocasión de resaltar la unión que existe entre la Transfiguración y la fiesta de los Tabernáculos.

«Muchos episodios del Nuevo Testamento significan que las esperanzas escatológicas y mesiánicas relacionadas con la fiesta de los Tabernáculos están a punto de realizarse. El primero de estos episodios es el de la Transfiguración. Pocos textos del Nuevo Testamento están más cargados de resonancias vetero-testamentarias... El hecho más importante es el de las tiendas que Pedro propone construir para el Señor, Moisés y Elías. Ciertamente, es preciso ver en estas tiendas una alusión a la fiesta de los Tabernáculos. La relación entre la montaña de la Transfiguración y la fiesta de los Tabernáculos está indicada por Nehemías (VIII, 15): «Subid a los montes y traed ramas... para hacer las cabañas».

L. HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 161 s.


1-3.

Un lector moderno puede quedar desorientado leyendo las pocas páginas del Levítico.

Este libro tiene un carácter legislativo que nos parece muy seco, en cuanto que codifica usos litúrgicos que parecen bastante antiguos: ritual de los sacrificios, ceremonial de investidura de los sacerdotes, reglas relativas a las impurezas legales, calendario litúrgico, fórmulas de bendiciones y de maldiciones. La página propuesta aquí es el resumen del calendario judío.

-Estas son las solemnidades del Señor, las reuniones sagradas que convocaréis en las fechas señaladas.

«Solemnidades»... Es la primera palabra que podemos subrayar. ¿Tenemos HOY el sentido de «la fiesta», es decir del día excepcional que permite al hombre estar más contento, dejar el quehacer y el ritmo cotidianos, romper la monotonía y lo grisáceo de la vida? Cada domingo debería tener para nosotros ese carácter festivo. ¿Es para mí el «día de la alegría»? ¿Qué hago para procurar que sea también alegre y excepcional para los demás, para los míos?

«Reuniones sagradas»... Es la segunda palabra de toda fiesta. No se puede hablar de fiesta en la soledad y el individualismo. Quien dice «fiesta», dice reunión, multitud. El término «ecclesia=iglesia» quiere decir precisamente «convocación». Es la «reunión» de cada domingo la que crea la Iglesia Todo culto verdadero tiene un carácter social, público. comunitario.

¿Me preocupo de seguir honradamente el ritmo de la comunidad, de aportar mi colaboración, mi participación colectiva? ¿Qué concepción tengo de la misa? ¿Una oración personal? ¿Una oración junto con otros? ¿Me agrada elegir una hora de misa muy comunitariamente vivida?

-El mes primero, el día catorce del mes será la Pascua, fiesta de los Ácimos -de los panes sin levadura-. Fiesta de la primera gavilla de vuestra cosecha...

Dios espera ante todo al «hombre vivo»; ¡le pide aquí la ofrenda de su trabajo! ¿Está nuestra vida profesional separada de nuestro culto? ¿O bien, nos esforzamos en ofrecerla a Dios?

Pascua ha pasado a ser una fiesta cristiana: san Pablo subrayará que Cristo es nuestro «pan ácimo», y nosotros lo somos con El (I Corintios 5, 7)

-Cincuenta días después es Pentecostés

Esta fiesta conmemoraba el don de la Ley en el Sinaí, en la tempestad y el fuego. El Espíritu Santo preparaba así la efusión que quería dar a los hombres a través de la Iglesia.

-El día décimo del séptimo mes, es la fiesta del Kipur...

Ayunaréis y ofreceréis manjares en sacrificio.

Es muy hermosa esta celebración del «perdón», del «gran perdón» de Dios a los pecadores.

Nuestras celebraciones penitenciales, nuestras confesiones, ¿son una fiesta?

-El día quince de ese séptimo mes celebraréis durante siete días la fiesta de las Tiendas en honor del Señor.

No olvidemos que Jesús celebró todas esas fiestas judías.

Fue durante esos días festivos según san Juan 7, 2-14 cuando Jesús levantó la voz en medio de los peregrinos para decirles: «Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que crea en Mí, de su seno manarán ríos de agua viva.» (Juan 7, 37).

Se constata un poco por todas partes que los jóvenes se aburren en la misa. Sin embargo la «liturgia» debería ser un lugar de expresión corporal: el alma humana tiene unas profundidades que sólo el rito puede alcanzar... es preciso pues que nuestra Fe «cante», se exprese por medio de gestos y de símbolos.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 208 s.


2.- Jr 26, 1-9

2-1.

Las diatribas del profeta Jeremías (Jer 7, 1-11) contra el templo y el culto formalista de Jerusalén (en el año 608) son la causa de su arresto. Jesús será detenido por un motivo similar (Mt 26, 59-61).

Al dudar de la continuidad de la presencia de Dios en el templo mientras que el pueblo se entrega al pecado y se complace en el ejercicio de un culto formalista, Jeremías echa las bases de una teología del culto espiritual. El profeta no tiene intención de oponerse al templo como tal más que a la función sacerdotal; se limita a criticar la práctica de la segunda y el uso del primero.

Sería erróneo decir que profetismo y sacerdocio se oponen irremediablemente. No cabe duda de que los profetas son hombres de lo absoluto y los sacerdotes son más transigentes; pero ni aquéllos ni éstos han querido jamás la supresión de los otros.

Solamente han tratado de poner un término a las desviaciones de un culto demasiado formalista, en el que la justicia social no contaba para nada.

De hecho Jeremías reacciona contra la falsa seguridad que el culto del templo hace nacer en el pueblo (cf. Miq 3, 11; 2 Cf 13, 10-11) dispensándole de toda búsqueda y de todo conocimiento de Yahvé, como si la relación litúrgica a Dios pudiera darse al margen de un contacto personal, vivo y verdadero.

Conviene poner las invectivas de Jeremías contra el templo en el corazón mismo del proceso de "desecurización" emprendido por el profeta con respecto a todas las instituciones de Israel. Anuncia el fin del templo, desintegra el mesianismo (cf. Jer 30, 18-22), ridiculiza la corriente legalista (cf. Jer 2, 1-13) y pone en la picota la concepción corriente de la retribución de los justos y de los impíos (Jer 25, 7-11). Ninguna de las instituciones nacidas en el antiguo Israel ha resistido a su crítica y a su poderosa inspiración. Así, pues, ha realizado en su tiempo lo que la secularización opera hoy en la Iglesia: la puesta en cuestión de la seguridad que procuran las instituciones, y un retorno a la religión del Dios misterioso e invisible a quien la fe busca inquieta y atormentada, y sin otra seguridad que el amor inscrito en el fondo de los corazones.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 211


2-2.

Al principio del reinado de Yoaquim, hijo de Josías, rey de Judá, fue dirigida a Jeremías esta palabra del Señor: «Párate en el patio del templo... A toda la gente dirás:... trataré este templo como hice con Silo y haré que Jerusalén sea maldecida por todas las naciones de la tierra...»

De nuevo, una amenaza contra el culto formalista del Templo.

Jeremías está arrestado por el mismo motivo que Jesús: por haber anunciado la ruina del Templo.

¡Se necesitaba valentía para decir esas cosas!...

-Quizá oigan y se torne cada cual de su mal camino: entonces me arrepentiré del mal que estoy pensando hacerles por la perversidad de sus obras.

La intención última de Dios no es nunca la amenaza.

"Quiero la conversión y no el castigo" dirá Ezequiel (33, 11) Y Jesús irá más lejos diciendo: «hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión". (Lucas 15, 7-10) Señor, te doy gracias por esta posibilidad que me ofreces de cambiar mi vida. Que no la emplee para quedarme voluntariamente en mi mal.

-¿Quizá «oirán»?...

Si no me «escucháis» estando atentos a las palabras de mis siervos los profetas...

Todavía el tema de la escucha, de la atención.

A menudo HOY, se oye decir: «no encuentro tiempo para la oración». Es verdad que un cierto tipo de oración de escucha no puede hacerse más que en un cierto silencio y que para ello es necesario ponerse en determinadas condiciones favorables.

Danos, Señor, la energía de ponernos en esas condiciones, de saber dejar una ocupación, si es preciso, para «estar a la escucha»... como nos ponemos de veras a la escucha de alguien que amamos o que respetamos.

-Los profetas que persisto en enviaros y que no escucháis.

¡Oh, sí, Señor, persiste!

Sé más perseverante que yo. Sigue hablándome aun cuando yo no sepa escucharte.

Quizá algún día tu voz llegará a superar la algarabía de mi alma.

-Sacerdotes, profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías pronunciar esas palabras en el Templo del Señor.

Y cuando Jeremías terminó de pronunciar todo lo que el Señor le había ordenado decir a todo el pueblo, sacerdotes y profetas le prendieron diciendo: «¡Vas a morir! ¿Por qué has hecho esta profecía?...» Y todo el mundo se juntó en torno a Jeremías, en el Templo del Señor.

Se quiere hacer callar a este profeta molesto, como se hará callar a Juan Bautista, como se hará callar a Jesús.

Señor, ¿por qué tus amigos, tus portavoces, son rechazados tan a menudo?

La fe verdadera es a menudo una prueba. Jeremías la vivió como una prueba. Anunciaba a sus contemporáneos la ruina de todas sus seguridades: «no creáis que el Templo es una protección infalible». Y él mismo, personalmente, veía desmoronarse toda seguridad ante la coalición de las autoridades que querían matarle. Todo hace pensar que murió, de hecho, mártir, realizando ¡por adelantado! algo de la Pasión de Jesús.

Señor, ayúdanos a vivir nuestra fe en la desnudez de las pruebas, en la inseguridad de las revisiones, en la noche de las dudas.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 208 s.


3.- Mt 13, 54-58

3-1.

Siguiendo el procedimiento de composición de san Mateo, dejamos ahora la "sección discursos" -las parábolas agrupadas- para abordar la "sección hechos". Ahora bien, lo característico de los cuatro capítulos que seguirán ahora (Mateo 13, 53 a 17, 23) es que, con mínimas diferencias, encontraremos de nuevo el desarrollo de los hechos que Marcos relató (Marcos 6, 1 a 9, 32) El hilo conductor es también el mismo: el misterio de la "persona" de Jesús que se aclara más y más, pero crece la incredulidad de las masas y a Jesús no le siguen más que algunos de sus apóstoles... En esta concordancia no podemos dejar de ver un hecho histórico, apremiante, exacto: ¡es así como sucedieron las cosas con Jesús! Los evangelistas no podían decir lo contrario.

-Jesús llegó a su pueblo y se puso a enseñar en aquella sinagoga.

La gente decía asombrada: "¿De dónde saca éste ese saber y esos milagros?".

Los Nazarenos creen conocer a Jesús.

Sin embargo, entrevén que su persona es misteriosa: "¿de dónde le viene ese saber y esos milagros?" ¡Nada es tan peligroso como el pretender saberlo todo! Uno se cierra. No tiene nada que aprender. Y son los familiares de Jesús, en Nazaret, los que están más cerrados contra El.

¡Señor, conserva nuestras mentes y nuestros corazones abiertos! disponibles, prestos a renunciar a todo lo que creemos saber para ir más allá...

Es el secreto para tantas crisis que alcanzan a tantas vidas.

"Dudo. Me pregunto..." Invitación providencial a abandonar nuestras seguridades, nuestras certezas, para progresar y purificar nuestra Fe.

-¿No es el hijo del carpintero? ¡Si su madre es María, y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas! ¡Si sus hermanas viven todas aquí! ¿De dónde saca entonces todo eso?

Es todo el clan familiar, todos los primos y primas que quieren recuperar a Jesús.

Se le reprocha su origen modesto: después de todo no es más que un carpintero. Y situándose al lado de los pobres, es paradójico que Jesús no fuera comprendido por el pueblo sencillo como tampoco lo fue por los fariseos: ¡Se esperaba a un Mesías glorioso, poderoso, misterioso, celestial, transcendente! Pero Dios no encaja en nuestras ideas estereotipadas.

Y nosotros, los que intentáramos condenar a esos "incrédulos" de Nazaret ¡cometeríamos su mismo error! pues no sabemos reconocer a Dios en la modestia y humildad de las situaciones ordinarias. Dios está aquí, y le buscamos fuera.

-Y aquello les resultaba escandaloso.

¡Sin haber hecho nada malo, Jesús escandaliza! ¡Un hombre, una mujer de bien, sin quererlo, pueden provocar caídas o desaciertos! ¡Esto le ocurrió a Jesús! el perfecto, el inocente, el santo.

Pues bien, Señor, después de esto ¿cómo podría pedir verme librado de las ambigüedades de mi vida? Señor, ayúdame más bien a soportarlas como Tú las has soportado.

Con demasiada facilidad se dice hoy que la Fe se pierde, que la moral no es tenida en cuenta, porque ya no se enseña la fe ni la moral, o por tal o cual otra razón... ¡Cuando el mismo Jesús no logro convencer a sus propios compatriotas! Misterio del rechazo de la Fe.

-No hizo allí muchos milagros, por su falta de Fe.

Sorprendente respeto a la libertad. Dios no fuerza las consciencias.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 100 s.


3-2.

1. (Año I) Levítico 23,1.4-11.15-16.27.34-37

Estrenamos un nuevo libro del AT: el Levítico. Desde hace semanas estamos siguiendo la historia del pueblo de Israel, empezando desde Abrahán. Ya hemos leído, en lectura semi-continua, el Génesis y el Éxodo. Ahora, el Levítico y, después, seguiremos con el Libro de los Números, el Deuteronomio, Josué, los Jueces y Rut.

El Levítico contiene muchas prescripciones relativas al culto y a la santidad de vida del pueblo de Israel: los sacrificios (capítulos 1-7), los sacerdotes (8-10), las reglas de pureza (11-16), las normas de santidad (17-26). De este último apartado leemos, hoy y mañana, dos pasajes: las fiestas del año y el año jubilar (capítulos 23 y 25).

a) Aquí se describen -según la versión «sacerdotal»- las principales fiestas de Israel, en las que ya se han unido los elementos más antiguos del mundo rural y el recuerdo de las intervenciones de Dios en la historia de la salvación:

- Pascua, en el mes primero del año, el de Nisán, en la que se juntan las antiguas fiestas agrícolas de los ácimos y los corderos con el recuerdo de la liberación de Egipto;

- Pentecostés, a los cincuenta días, cuando, junto a la fiesta de las gavillas y los primeros frutos de la cosecha, se celebra la Alianza sellada en el Sinaí;

- la fiesta de la Expiación (Yom-Kippur), en el mes séptimo, ya en el otoño, con ritos de penitencia y ofrenda de sacrificios;

- la de las Tiendas o Tabernáculos, también en el mes séptimo, con ocasión de la vendimia, cuando se recuerda la marcha por el desierto, construyendo, para unos días, unas cabañas en el campo.

En cada una de estas fiestas convocan una «asamblea litúrgica», ofreciendo sacrificios a Yahvé y, a la vez, en su honor, se abstienen del trabajo. El salmo resalta, sobre todo, la parte litúrgica: «acompañad, tocad los panderos... tocad la trompeta... aclamad a Dios, nuestra fuerza: yo soy el Señor, Dios tuyo, que te saqué del país de Egipto».

b) En todas las culturas y religiones, la fiesta es un elemento valioso en la dinámica de la vida de fe comunitaria.

También los cristianos damos importancia a la celebración de nuestras fiestas, algunas de las cuales son herencia de las de Israel, pero con contenido cristiano. Celebramos el domingo cada semana, que una vez al año se convierte en la Pascua del Señor, con su muerte y resurrección, preparada por la Cuaresma y prolongada por una Cincuentena festiva que termina con Pentecostés. Además, a lo largo del año, celebramos otras fiestas del Señor, de la Virgen y de los Santos.

FIESTA/SIGNIFICADO: La fiesta nos ayuda en nuestro camino de fe:

- despierta nuestra memoria de pueblo redimido por Dios en Cristo;

- alimenta nuestra identidad y nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia del Señor;

- da a nuestra existencia una dimensión de alegría, rompiendo la rutina de la vida cotidiana;

- nos ayuda a liberarnos de la esclavitud del tiempo y del trabajo;

- no sólo recuerda, sino que, en cierto modo, actualiza y hace presente el acontecimiento que celebramos: el Dios que, en otro tiempo, se mostró salvador, sigue ofreciendo la salvación a su pueblo; la Pascua de Jesús no ha terminado y se nos comunica, también hoy, en su celebración anual y en la Eucaristía diaria;

- la fiesta es memoria y presencia y, a la vez, anuncio del futuro, porque Cristo nos ha prometido que estará con nosotros hasta el fin de los tiempos;

- también en nuestras celebraciones humanas -cumpleaños, bodas de plata y oro-, celebrar una fiesta es celebrar el pasado, el presente y el futuro, lo que da a nuestro camino por la vida un sentido y una fuerza especiales.

Nuestra fiesta es una Persona, Jesús, el Señor Resucitado. En torno a él nos reunimos para celebrar la Eucaristía diaria, el domingo semanal y las fiestas anuales. Y así vamos participando de su vida, y encontramos el sentido de nuestro camino hacia la fiesta eterna del cielo.

1. (Año II) Jeremías 26,1-9

a) La escena representa uno de los momentos culminantes de la vida del profeta Jeremías: delante del pueblo y de las autoridades (acaba de subir al trono el rey Joaquín), anuncia de parte de Dios que deben convertirse de sus malos caminos. Si no lo hacen, Dios permitirá la desgracia total y el Templo será destruido. Como lo había sido el de Silo, siglos antes (el templo donde había crecido el joven Samuel).

La reacción es violenta. Como lo suele ser siempre ante la voz de un profeta auténtico, que no anuncia cosas agradables a los oídos del pueblo o de los jefes, sino lo que Dios le dicta en conciencia: «eres reo de muerte!». Lo mismo que, cien años antes, Dios había salvado al pueblo de la amenaza de Senaquerib, así ahora creen que les volverá a salvar. Jeremías les asegura que no: su infidelidad a la Alianza ha llegado demasiado lejos.

b) No es que un cristiano se tenga que dedicar a anunciar catástrofes ni malas noticias. Al contrario: un cristiano cree en la Buena Noticia y la difunde donde puede.

La Buena Noticia es siempre que Dios tiene planes de salvación para todos, sobre todo ahora, a partir de la Pascua de Jesús. Jeremías pone en sus labios unos propósitos de bondad: «a ver si escuchan y se convierte cada cual de su mala conducta y me arrepiento del mal que medito hacerles». Dios no quiere, en principio, el castigo, sino que «se conviertan y vivan». Lo suyo es perdonar.

Pero una Buena Noticia -como la amistad, como el amor, como la fiesta- es exigente.

Pide correspondencia, y un género de conducta coherente con los planes de Dios. Cuando un cristiano -desde el Papa hasta el último bautizado- da testimonio de los valores de Dios, en medio de un mundo atraído por otros ídolos y valores más o menos superficiales, la reacción no suele ser precisamente de entusiasmo. Por eso ha habido y sigue habiendo tantos mártires.

Para ser profeta se necesita valentía, como la de Jeremías, que no se calló, a pesar de las amenazas. Como la de Pedro ante el Sanedrín o la de Pablo ante sus enemigos. Sobre todo, como la de Jesús ante sus acusadores, que le llevaron a la muerte. A un cristiano de hoy, seguramente, también le toca sufrir, renunciar a opciones que para otros parecen permitidas. Pero no cede en su seguimiento de Cristo. Aunque tenga que repetir las palabras del salmo: «que me escuche tu gran bondad, Señor... por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro, soy un extraño para mis hermanos, porque las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. Pero mi oración se dirige a ti... que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude».

2. Mateo 13,54-58

a) En su pueblo, Nazaret, Jesús no tuvo mucho éxito.

Sus paisanos quedaron bloqueados por la pregunta: «¿de dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros?». Fueron testigos de sus milagros, admiraron su sabiduría, pero no fueron capaces de dar el salto y aceptarlo como el enviado de Dios.

Un profeta no es recibido en su patria: «y desconfiaban de él».

Hay que reconocer que no les faltaba parte de razón a sus paisanos, al mostrarse reacios a ver en su vecino al Mestas y Salvador. Jesús es un maestro atípico, no ha estudiado en ninguna escuela famosa, es un obrero. Pero, con tantas pruebas, tenían que haber superado su desconfianza inicial.

b) Pasar de la incredulidad a la fe es un salto difícil. Se trata de un don de Dios y, a la vez, de mantener una actitud honrada por parte de la persona.

En el mundo actual, como entre los contemporáneos de Jesús, existen muchos elementos que condicionan a favor o en contra, la opción de fe de una persona. En Nazaret, el origen sencillo de Jesús (le esperaban más solemne y glorioso). Para los dirigentes del pueblo, la valentía y la exigencia del mensaje que predicaba. Unos le consideraban un fanático; otros, aliado con el demonio. Muchos no llegaron a creer en él: «vino a su casa y los suyos no le recibieron». Los que creyeron fueron los sencillos de corazón, a quienes Dios sí les reveló los misterios del Reino.

Seguro que conocemos personas que han quedado bloqueadas y no llegan a aceptar el don de la fe. ¿Les ayudamos? ¿son convincentes o, al menos, estimulantes nuestra palabra y nuestro testimonio de vida, a fin de poderles ayudar en su decisión de fe?

«Aclamad a Dios, nuestra fuerza» (salmo I)

«Mi oración se dirige a ti, que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude» (salmo II)

«Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 211-215


3-3.

Jr 26, 1-9: Un profeta amenazado

Mt 13, 54-58: Nadie es profeta en su propia tierra

Este episodio concluye una sección del evangelio. Jesús abandona la enseñanza en las sinagogas y emprende su camino anunciando de pueblo en pueblo la Buena Nueva. Al igual que le ocurre a los profetas del Antiguo Testamento, Jesús es despreciado en su tierra. Ellos no esperaban que un vecino suyo les anunciara el inicio de la nueva era.

Efectivamente, los judíos esperaban un Mesías poderoso que viniera con gran poder a derrocar a los romanos, restaurara el auténtico culto del templo e iniciara un Reino eterno.

Jesús con su testimonio se opone a estas expectativas. Su acción es humilde: busca a marginados, pecadores, enfermos y gentiles. El centro de su enseñanza y oración es el camino, la casa del amigo y las plazas donde se reúne el pueblo. Su Reino no esta fundado ni en la mentalidad ni en la estructura de los imperios opresores. Por esto, la vida y obra de Jesús no inspiraba confianza a sus paisanos.

Muchas veces nosotros caemos hoy en la misma tentación que experimentaron los paisanos de Jesús. Deseamos ser instruidos por importantes catedráticos, por personas con prestigio que se expresen con grandes discursos. No le damos crédito a la catequista del barrio, a la señora que dirige el grupo de oración o al compañero de trabajo que podría aconsejarnos. Sus palabras nos parecen sin importancia, pues generalmente creemos que no nos van a decir nada nuevo. Sin embargo, la novedad está ahí, en esa sencillez con que anuncian el Evangelio. Pues, al igual que Jesús, ellos no se anuncian a sí mismos, sino que anuncian la Palabra de Dios. Son la boca de Dios, aunque algunos se enojen por sus palabras y cuestionamientos. Que la sencillez y humildad de los predicadores no nos vuelva ciegos ante Dios.

Servicio Bíblico


3-4.

Lev 23, 1.4-11.15-16: El séptimo día será santo

Sal 80

Mt 13, 54-58: Un profeta es despreciado entre los suyos

Sucede a veces que nos conocemos demasiado. Son muchos años de convivencia.

Siempre cruzándonos por las mismas calles, compartiendo la misma casa, el mismo trabajo o la misma parroquia. Nos sabemos desde los chistes hasta las genialidades y manías de cada uno de nuestros hermanos o familiares. Lo malo es que a veces cruzamos una frontera peligrosa y de ese saber, normal fruto de la experiencia, pasamos a encasillar a las personas. De algún modo les obligamos a seguir siendo como creemos o pensamos que son. Sin darnos cuenta les impedimos cambiar y crecer.

Eso fue lo que encontró Jesús en su pueblo. Todos lo conocían. Conocían también a su familia. ¿Qué les iba a enseñar de nuevo? A otros, a los de otros pueblos, les podía impresionar, pero a ellos... Esa actitud es sencillamente falta de fe, porque cada persona es un misterio fruto del amor de Dios. Cada uno de nosotros ha sido creado por Dios y ha sido dotado por Él con posibilidades infinitas de crecimiento. Simplemente porque Dios cree en nosotros. Creer en las personas es lo contrario de encasillarlas.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

"¿De dónde saca eso?" Por dos veces la gente se hace esta pregunta en relación con Jesús. Me llama la atención esa obsesión por saber el origen cuando Jesús mismo -lo leímos ayer- había dicho que él -como escriba que entiende del reino de los cielos- es "como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo". ¿De dónde saca Jesús esa sabiduría y esos milagros? ¡Pues del arca! Aquí no hay magia que valga. Sus paisanos hubieran preferido que Jesús tuviera una chistera con un conejo dentro antes que un arca en la que caben dos testamentos: el antiguo y el nuevo. ¿Por qué un profeta "sólo es despreciado en su pueblo y en su casa"?

Muchas veces me he preguntado por la relación de Jesús y sus parientes y paisanos. Y muchas veces me he sorprendido imaginando reacciones y sentimientos que no son los que aparecen en el evangelio. Creo que históricamente la relación debió de ser tensa o desconcertante. El evangelio de hoy dice que los tenía a todos "desconcertados". Jesús no responde al patrón de hijo modelo, siempre dispuesto a satisfacer las expectativas de sus padres. Tampoco aparece como el ciudadano ejemplar merecedor del título de "hijo predilecto" de Nazaret. Él rompe las expectativas sencillamente porque obliga a los suyos a reconocer la presencia de Dios en medio de lo conocido. Todos estamos deseosos de tener alguna experiencia de Dios ... con tal de que no se produzca a través de los más cercanos. En el fondo, soñamos con fenómenos extraordinarios. Necesitamos imaginar que los buenos son siempre los desconocidos, aquellos cuya vida concreta y limitada ignoramos, y por eso podemos idealizar.

Jesús nos muestra con su existencia que el encuentro con Dios se puede producir -y de hecho se produce- en las condiciones de nuestra vida ordinaria y a través de quien menos podemos imaginar. Todo hermano puede ser un profeta para el hermano.

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

Esta escena pone el punto final a la enseñanza de Jesús «en las sinagogas» (4,23; 9,35). Resume, por tanto, la actitud de Israel (54: «su tierra/su patria») frente a Jesús al término de su acti­vidad en Galilea. Pronto la dejará del todo para comenzar su ca­mino (19,1). La escena es paradigmática: resume la crisis de fe planteada a partir del cap. 11 (cf. 11,6: «dichoso el que no se escandalice de mí», y 13,55).

v.54: Fue a su tierra y se puso a enseñar en la sinagoga de ellos. La gente decía impresionada: ¿De dónde le vienen a éste ese saber y esos prodi­gios?

El tono despectivo («éste») de las preguntas que se hacen los compatriotas de Jesús hace que equivalgan a negaciones. El hecho de que sea el hijo del carpintero hace dudar de su saber y sus obras. Al no poderlas atribuir a Dios, sospechan o acusan a Jesús de magia. Es el eco popular de la acusación de los fariseos (12,24).

v. 55: ¿No es éste el hijo del carpintero? ¡Si su madre es María y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas!

La gran equivocación es que lo consideran hijo del carpintero. No descubren en Jesús más de lo que sabían. Viendo no entienden. Israel, juguete de los círculos fariseos, no capta el secreto del reino.


COMENTARIO 2

En la perspectiva de conjunto del evangelio de Mateo, la visita de Jesús a su pueblo señala una línea divisoria entre dos vertientes. Mirando hacia adelante, la muerte de Juan (14, 1-12) es preludio del doloroso trance que le espera en Jerusalén al incomprendido "profeta de Nazaret". Mirando hacia atrás, esta visita cierra el proceso de ida y regreso de la proclamación del Evangelio en Galilea. Pone, con tristeza, el punto final a los precedentes "sumarios", según los cuales Jesús recorría habitualmente las poblaciones de Galilea enseñando en sus sinagogas. Desde este momento ya no se hablará más de esta misión popular a través de las reuniones sinagogales, ni del oficio de proclamar, ni apenas del de enseñar. El maestro se irá retrayendo gradualmente del pueblo de su Galilea, y pronto la dejará del todo para emprender el camino de la cruz. Volverá, por fin, después de la resurrección para manifestar su gloria únicamente a sus discípulos.

Desde el punto de vista biográfico, nada más creíble que la visita de Jesús, misionero profético por toda Galilea, a la pequeña sinagoga de Nazaret que habría frecuentado en la infancia y juventud centenares de veces. De igual manera, nada más humano que la manera de reaccionar de sus paisanos, tanto en la admiración como en la crítica.

El texto de hoy nos pone de frente a las parábolas diciéndonos que las innumerables resistencias a la palabra del Reino, ilustrada por ellas, van a ser confirmadas ahora por el fracaso de Jesús mismo en su patria, en la aldea en la que vive su familia. En la sinagoga, el lugar en el que se puede encontrar a toda la gente del pueblo, Jesús no viene a formar un nuevo partido ni a propagar ideas revolucionarias; viene a plantear el proyecto de su Padre-Dios a todos sus compatriotas, reunidos para escuchar la lectura y explicación de las Escrituras. Los paisanos de Jesús inicialmente se llenan de asombro por su autoridad, pero rápidamente pasan al otro extremo y comienzan a criticarlo; el impacto de sus palabras desestabilizaba el orden social establecido y habían muchos intereses individuales que se veían afectados por los nuevos planteamientos de Jesús.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

Las reacciones frente a Jesús en su “patria” se señalan al comienzo y al final del pasaje: “llegó a su pueblo”(v. 54)..."sólo en su tierra”(v. 57). Igualmente por dos veces se le atribuyen “fuerzas”, milagros (vv. 54b; 58).

Se consigna además, el último “enseñar” de Jesús, según este evangelio, fuera de Jerusalén, ya que este verbo a continuación sólo reaparecerá en 21,23 y 22,16.

Los datos precedentes nos invitan a colocarnos ante un hecho: la interrupción de la enseñanza a causa de la incomprensión de los compatriotas. Estos delante de “todas estas cosas”, expresión que reproduce Mt 13,34.50, se encuentran delante de Jesús como una multitud que oye sin llegar a comprender. De esta forma con la expresión “patria”, más allá de una indicación geográfica se indica la mentalidad de aquellos que no son capaces de trascender el sentido humano de los acontecimientos que se desarrollan delante de ellos.

Frente a dichos acontecimientos los conciudadanos de Jesús se asombran de “ese saber y esos milagros”. Como Herodes reconocen en Jesús la presencia de éstos (cf. 14,2) pero, el conocimiento de su entorno familiar: “¿No es el hijo del carpintero? ¡Si su madre es María, y sus hermanos son...” les impide descubrir la verdadera parentela de Jesús. Las preguntas que se hacen tienen un tono despectivo refiriéndolas a un “éste”. No son capaces de descubrir en las obras de Jesús la actuación de Dios. Su actitud es descrita por el evangelista como “falta de fe” (58).

Esta falta de fe es un impedimento insuperable para reconocer el verdadero sentido de la actuación de Jesús. Peor que frente a Juan a quien “la gente...lo tenía por profeta” (14,5) no pueden reconocer los rasgos de la auténtica profecía y su reacción es la del escándalo que les impide dejar actuar a la Palabra y su reacción es la misma que la del hombre que la recibió en terreno rocoso: el escándalo (cf Mt 13,21).

Se produce de esta forma la ruptura de la comunicación con Jesús. Se repite la larga historia de rechazo de la Palabra de Dios en el pueblo de Israel. La profecía de Jesús es interpretada como magia, procedente de un ámbito hostil a Dios. No son capaces de descubrir la filiación divina de Jesús y no pueden ir más allá de la visión que tienen del “hijo del carpintero”.

Como consecuencia, no pueden experimentar la bienaventuranza del que descubre el sentido de la actuación del Mesías: “Dichoso el que no escandaliza de mí” (Mt 11,6). La sinagoga, dominio de los círculos fariseos, se ha cerrado de ese modo a la acción de Dios. El rechazo a Jesús por parte de aquellos se prolonga en la historia de la comunidad de Mateo que debe enfrentar a una dirigencia farisea que rechaza el mensaje de Jesús y de sus seguidores.

La ruptura de Jesús , repetidamente señalada a partir de este momento (14,13; 15,21; 16,4), intenta hacer reflexionar. Sólo aquellos que son capaces creer, que vuelven a buscarlo, podrán ser acogidos (14,13.35; 15,30 etc.).

Reconocer a Jesús no es fruto de la pertenencia al mismo ámbito, sea étnico o de grupo religioso. Sólo puede realizarse desde una profunda comunión de fe que abre a la posibilidad de descubrir en El al mensajero de Dios, a su Palabra.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. DOMINICOS 2003

Palabra de alabanza
Libro del Levítico 23, 1.4-11.15-16: sobre las fiestas a celebrar.
“El Señor habló a Moisés y le dijo: Estas son las fiestas del Señor, las asambleas litúrgicas que convocaréis a su debido tiempo: El día catorce del primer mes, al atardecer, es la Pascua del Señor. El día quince del mismo mes es la fiesta de los panes ázimos, dedicada al Señor. Comeréis panes ázimos durante siete días. El primer día os reuniréis en asamblea litúrgica, y no haréis trabajo alguno. Y en los siete días ofreceréis oblaciones al Señor. Al séptimo os volveréis a reunir en asamblea litúrgica, y no haréis trabajo alguno... El día diez del séptimo mes es el día de la expiación..., y el día quince comienza la fiesta de las Tiendas...”

Por este párrafo nos damos cuenta del sentido litúrgico, ceremonial, cúltico, que tiene el libro del Levítico, en el que se recogen todas las fiestas tradicionales de Israel. Esas fiestas seguían celebrándose en la vida de Jesús.

Evangelio según san Mateo 13, 54-58:
“En aquel tiempo fue Jesús a una ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada: ¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre, María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso? Y desconfiaban de él. Jesús les dijo: Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta. Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe”.

Aquí nos encontramos con un nuevo contexto, muy distante del levítico. Jesús entra en acción: enseña y provoca reacciones de adhesión o repliegue. ¿Por qué unos creen en Él y otros lo desprecian? ¡Misterio insondable! No pretendamos juzgarlo si no queremos equivocarnos.

Momento de reflexión
La amistad languidece, si hay pocos encuentros amigables.
Como es propio de los “libros religiosos-litúrgicos”, en el Levítico se recogen los sentimientos, celebraciones, cantos, compromisos de fidelidad a Dios que el pueblo de Israel mantiene a partir de las experiencias vividas por Moisés y los suyos en el camino del desierto, dirigiéndose hacia la tierra de promisión. Es como la memoria y mensaje de los hechos.

En cuanto a las fiestas religiosas, es bien sabido que se caracterizan como encuentro, comunión, celebración.., y que habitualmente se relacionaban en la antigüedad con los avatares de la vida en el campo: siembra, siega, vendimia.

Israel, haciendo relectura de viejas tradiciones agrícolas, asoció a ellas los acontecimientos de su propia historia de salvación, principalmente en tres fiestas:

la de Pascua (ázimos), la de Pentecostés (siega y primicias) y la de las Tiendas (desierto, tienda, alianza).

Entre nosotros, cristianos, la fiesta anual más solemne, transfigurando la antigua, es la de Pascua de resurrección: Cristo, Señor, Resucitado.

¿De dónde saca Jesús todo su poder y saber?
Este es el interrogante que confunde a los israelitas que no creen en Jesús como Hijo de Dios. Si Jesús es un joven como los demás, miembro de una familia, trabajador en un taller, instruido en una sinagoga, ¿cómo puede ser que piense, hable y actúe con poderes tan extraordinarios?

La respuesta nosotros la tenemos a mano. Jesús no es un cualquiera en su taller, ciudad, familia o templo. Es el Hijo de Dios que ha asumido nuestra naturaleza pasible y obra nuestra redención, por voluntad suya y del Padre.

Pero creer este misterio es un don, una gracia de Dios. Tengamos todos el corazón y la mente bien abiertos, por si nos llama.


3-9. Viernes 1 de agosto de 2003

Lv 23, 1, 4-11,15-16.27.34-37: Prescripciones para las asambleas
Salmo responsorial: 80, 3-6.10-11
Mt 13, 54-58: Visita de Jesús a Nazaret

Jesús en su tierra es bien conocido, su familia vive en un poblado pequeño donde todos se conocen. Cuando va a la sinagoga se admiran de su sabiduría. Por una parte, su fama se ha ido extendiendo cada vez más, pero, al mismo tiempo que se admiran, sienten envidia de que el hijo del carpintero, el hijo de María, el paisano, haya progresado tanto.

Parece que no soportáramos que las personas más cercanas a nosotros se pudieran superar; comenzamos a sacar a la luz todo lo que sabemos para rebajar la imagen de la persona, sentimos envidia porque no hemos logrado lo que el otro ya ha alcanzado. En Nazaret, sus amigos, y hasta sus mismos familiares, después del sentimiento de admiración que sintieron por Jesús, también llegaron a escandalizarse de él.

A Jesús sus paisanos lo vieron crecer, jugaron y pelearon con él, y nunca pensaron que, el hijo de la familia menos significativa del pueblo, fuera capaz de sobresalir. Es más fácil confiar en un extraño que en un hijo del pueblo. Es más fácil confiar en el rico que en el pobre, es más fácil confiar en el ser humano de la ciudad que en el del campo, es más fácil confiar en la persona que es profesional que en aquel que se ha hecho a base de experiencia. Los agentes externos a las comunidades tienen más respaldo y gozan de más credibilidad que las mismas personas de la comunidad. Nos cuesta mucho confiar en los nuestros. Es ésta una actitud muy generalizada en la humanidad: desprestigiamos lo propio para valorar lo extranjero. Esta práctica es común en todos los campos de la vida social, llegando incluso hasta avergonzarnos y escandalizarnos de lo nuestro y no nos damos cuenta que con esta actitud perdemos identidad.

Jesús no había venido a Nazaret a que reconocieran su fama ni a mostrarles su poder, pues él mismo sabe que un profeta, en su tierra y en su casa, carece de prestigio; por eso allí no hizo muchos milagros.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-10. ACI DIGITAL 2003

54. Su patria: Nazaret. Sus hermanos: cf. 12, 46 y nota.

57. He aquí el gran misterio de la ceguera, obra del príncipe de este mundo que es el padre de la mentira (Juan 8, 44) y cuyo poder es "de la tiniebla" (Luc. 22, 53). Veían lo admirable de su sabiduría y la realidad de sus milagros (v. 54) y en vez de alegrarse y seguirlo o al menos estudiarlo... se escandalizaban. Y claro está, como tenían que justificarse a sí mismos, sus parientes decían que era loco, y los grandes maestros enseñaban que estaba endemoniado (Marc. 3, 21 - 22). Por esto es que El hablaba en parábolas (vv. 10 - 17), para que no entendieran sino los simples que se convertirían (cf. 11, 25 ss.). Los otros no habrían podido oír la verdad sin enfurecerse, como sucedió cuando entendieron la parábola de los viñadores (Marc. 12, 12 ss.) Por eso es Jesús "signo de contradicción" (Luc. 2, 34) y lo seremos también sus discípulos (Juan 15, 20 ss): a causa del "misterio de la iniquidad" o sea del poder diabólico (II Tes. 2, 7 y 9) cuyo dominio sobre el hombre conocemos perfectamente por la tragedia edénica (véase Sab. 2, 24 y nota) y cuyo origen se nos ha revelado también, aunque muy "arcanamente", en la rebelión de los ángeles, que algunos suponen sucedió en el momento situado entre Gén. 1, 1 y 2. Cf. nuestro estudio sobre Job y el misterio del mal, del dolor y de la muerte.


3-11. DOMINICOS 2004

Es duro hablar en nombre de Dios

Escúchame, Señor en tu gran bondad; que no viva yo en desamparo.

Mira, Señor, que soy débil y que los enemigos se multiplican, y los odios.

La injusticias entre los hombres, y también mis pasiones, son más duras que mis huesos, y estoy siempre en peligro de traicionarte.

Escúchame, Señor, en tu gran bondad y misericordia.

Si he de hablar en tu nombre, si he de denunciar la mentira e injusticia de los hombres, mira que éstos me destruirá, como a los profetas. Entonces no me abandones.



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Profeta Jeremías 26, 1-9:
“Al comienzo del reinado de Joaquín {años 608-597 a.C.}, hijo de Josías, rey de Judá ..., dijo el Señor a Jeremías: ponte en el atrio del templo y di a todos los ciudadanos de Judá ... : Así dice el Señor: si no me obedecéis cumpliendo la ley que os di ..., trataré a este templo como al de Silo, y a esta ciudad la haré maldición de toda la tierra ... Cuando Jeremías terminó de hablar, lo agarraron los sacerdotes, profetas y pueblo, diciéndole: Eres reo de muerte. ¿Por qué profetizas en nombre del Señor que este templo será como el de Silo, y que esta ciudad acabará en ruinas, deshabitada? Y el pueblo se juntó contra Jeremías en el templo del Señor”.

Evangelio según san Mateo 13, 54-58:
“En aquel tiempo fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada: ¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas?... Y desconfiaban de él. Jesús les dijo: Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta. Y allí no hizo muchos milagros, porque les faltaba fe”.



Reflexión para este día
Profeta de la verdad y justicia, eres reo de muerte.
Esa es la sentencia de jueces, sacerdotes y pueblo que avasallan a Jeremías ante la puerta del templo. ¿Cómo se puede atrever un profeta –decían ellos- a comparar el templo de Jerusalén con el de Silo, y a la ciudad más noble con villas ruines, y a gentes letradas con analfabetos? ¡Qué atrevidos hace Dios a los profetas para que digan verdades como puños en medio de una sociedad hipócrita!

Pues así es la vida y así es la fuerza de la Palabra por medio de un apóstol: puede herir y salvar; puede recuperar al ofensor y puede herir al pecador y suscitar un odio de muerte. Pero esto no debe sorprendernos, pues a Jesús no siempre le fue mejor que a nosotros, como consta en Evangelio: Tú, le dicen, hijo del carpintero, que tienes una larga familia de tu misma condición de iletrados entre nosotros; tú que no perteneces a la jerarquía del templo ni a la clase de los poderosos, ¿cómo te atreves a predicar un Reino Nuevo y te presentas haciendo milagros en caridad?

Las gentes de su ciudad natal, de su lugar de trabajo, de su taller y escuela, no tenían mentalidad neotestamentaria ni disponían de tiempo para meditar si allí había un Profeta o alguien que era más que profeta. Les bastaba con la vida rutinaria. Les faltaba, como a los hambrientos, hambre de verdad, y la novedad del Reino suscitaba dudas, sospechas y burlas. ¡Gran misterio el de la fe! Sólo florece en campos fecundos que se dejan regar con lluvia del cielo.


3-12. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

A lo largo de la historia han sido muchas las personas inspiradas por Dios para denunciar situaciones injustas y malas conductas que nos alejan de Él y de los hermanos. Algunos son conocidos, como el profeta Jeremías y tantos otros que encontramos en la Sagrada Escritura. Otros están en los libros de historia. Pero muchísimos más son profetas anónimos, gente que se atreve a denunciar lo que no está bien, incluso a riesgo de perder su vida, como ha sido el caso de gran número de cristianos, misioneros, etc.

También nosotros somos llamados a denunciar todo aquello que vaya contra el reino de Dios en los ambientes en los que nos movemos. Seguro que si pensamos en nuestra realidad encontramos casos de gente marginada u oprimida por cualquier motivo, situaciones injustas ante las que algo podríamos hacer. Pues lo cierto es que estamos llamados a hacerlo, y a hacerlo sin miedo, con valentía, sabiendo que Dios está con nosotros. El silencio nos hace cómplices... y no queremos serlo, ¿verdad? Ahora bien, puede ocurrirnos como a Jesús en el evangelio que hoy se nos narra, que no se nos haga caso, que se nos ponga en cuestión por ser quienes somos y no gente con poder reconocido. A Jesús le pasó en su tierra, pero ello no le impidió seguir adelante. ¿Y a nosotros?

Pero además, no sólo estamos llamados a denunciar, sino también a oír a aquellos que denuncian. Porque muchas veces nos sentimos tan cómodos en nuestra vidita perfectamente organizada, en nuestras propias ideas... que nos puede resultar fastidiosa la voz de alguien que desestabiliza nuestros esquemas, nuestras ideas ya formadas, nuestra forma de entender las cosas, ¡o nuestra misma imagen de Dios! Porque, por ejemplo, es más cómodo creer en un Dios todopoderoso que controla todo lo que ocurre, que en un Dios que sufre con sus hijos y que nos crea a nosotros para que resolvamos las injusticias del mundo.

Hermanos, estamos en tiempos de cambios. No cerremos nuestros oídos. Estemos bien atentos a lo que ocurre para anunciar y denunciar y, sobre todo, con mucha flexibilidad y disponibilidad a acoger aquello que Dios nos quiera decir, incluso a través de quien menos lo esperamos. Así lo hizo San Pedro Crisólogo, a quien conmemoramos hoy y de quien podéis encontrar información AQUÍ.
Vuestra hermana en la fe,
Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana (lidiamst@yahoo.es)


3-13.

Jer. 26, 1-9. La Liturgia es la acción sagrada por excelencia de la Iglesia. Mediante ella Dios entra en una relación personal e íntima con nosotros, y nosotros con Él. Sin embargo el lugar de culto no es algo mágico que esté entre nosotros como para pensar que ahí encontraremos la solución a todos nuestros problemas al margen de nuestras propias responsabilidades. No podemos decir que seremos gratos al Señor sólo por ofrecerle un culto vacío de amor y de un verdadero compromiso con el Reino de Dios. Entrar en una relación de fe auténtica con nuestro Dios y Padre nos ha de llevar a vivir totalmente comprometidos en hacer presente al Señor entre nosotros, por medio de su Iglesia, con el mismo amor que nos ha sido manifestado en su Hijo Jesús. Quien ha perdido la fe no es sólo el que se confiesa ateo, sino también aquel que tal vez acuda al culto, pero cierre sus oídos para evitar que la Palabra de Dios le transforme, y le ponga en camino de servicio en el amor fraterno hacia todos aquellos que necesitan del perdón, de la salvación o de la solidaridad de alguien en las diversas necesidades que padecen. Ojalá y al final no se nos desmorone y se nos escape de las manos la salvación a causa de no haber vivido nuestra fe en un auténtico amor comprometido, no sólo hacia Dios, sino también hacia nuestro prójimo.

Sal. 68. Quien se decida por anunciar el Evangelio como testigo del mismo, trabajando para que, conforme al designio salvador de Dios, llegue a todos el perdón y la paz, encontrará grandes dificultades, que tendrá que padecer por el mismo Evangelio. A veces tal vez al apóstol le llegue la tentación de pedir no sólo la protección, sino incluso la venganza de parte de Dios. Sin embargo, puestos en manos de Dios sabremos que Dios estará siempre de nuestra parte como poderoso protector, y no dejará sin amparo a sus amigos, ni dejará que sufran la corrupción. Vivamos llenos de paz, sabiendo que trabajamos para el Dueño de la viña. Teniendo a Dios de nuestra parte estamos seguros de que es nuestra la herencia que Él ha prometido a los que le aman y le viven fieles.

Mt. 13, 54-58. Pareciera que a veces sólo fuesen dignos de confianza y de ser escuchados como enviados de Dios aquellos que ostentan algún título, o que pertenecen a familias de alcurnia económica. Los de origen sencillo y pobre pareciera que muchas veces estuviesen condenados al ostracismo, a ser despreciados y a volverse ocasión de mofa para los demás. Jesús fue despreciado en su tierra por no pertenecer al grupo de los maestros de Israel, por no ser un Rabí. Despreciado por provenir de una familia pobre, humilde, sencilla. Es el hijo del carpintero, y su madre y hermanos y hermanas son bien conocidos por los del pueblo. ¿Qué caso tiene ir tras de alguien sobre el que se levantan muchas sospechas sobre el origen de su sabiduría y de sus poderes milagrosos? ¿Cómo va a ser el Mesías alguien a quien conocemos desde pequeño? Negarse a creer en Cristo no está sólo significando la incredulidad de la mayoría de los judíos, sino la de todos aquellos que, por evitar un compromiso de fe con el Señor, prefieren continuar lejos de Él para evitar el ser cuestionados ante las propias actitudes pecaminosas. No seamos de aquellos de los que san Juan nos dice: Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron.

El Señor nos reúne en torno suyo en esta celebración Eucarística, no para celebrar un rito mágico, sino para que renovemos ante Él nuestra Alianza de amor, y volvamos a hacer nuestro el compromiso de proclamar su Evangelio y construir su Reino entre nosotros. El Señor a nadie de nosotros rechaza, ni tiene preferencia por alguna persona o por algún grupo. Más aún, a aquellos que se puedan creer puros y santos los quiere más comprometidos en la salvación de sus hermanos y en el esfuerzo por devolverles su dignidad. No es la ciencia humana, que muchas veces hincha a la persona, lo que le dará eficacia a la acción pastoral de la Iglesia. Es Cristo, con quien entramos en contacto; es Cristo que nos da su Vida y su Espíritu. Es Él, que continúa realizando su obra salvadora en la historia de nuestro mundo por medio de su Iglesia. A la par del ilustrarnos y profundizar en la Palabra de Dios y en el Misterio Pascual de Cristo, que hoy celebramos, debemos tener la apertura suficiente al Espíritu de Dios para dejarnos conducir por Él, pues no somos nosotros sino el Señor quien realiza su obra de salvación en nosotros, y por medio nuestro en el mundo entero, ya que sólo somos débiles instrumentos en sus manos y fieles siervos suyos.

A pesar de que muchas veces la gente que nos conozca nos rechace, no podemos cerrarnos al anuncio y testimonio del Evangelio. El Señor ha encendido en nosotros la Luz de su amor, de su misericordia y de su gracia, y no podemos querer ocultarla cobardemente bajo nuestros miedos y temores, pues no hemos recibido un espíritu de cobardía, sino al Espíritu de Dios que amándonos a todos, quiere que todos nos salvemos y lleguemos al pleno conocimiento de la Verdad. Quienes nos reconocemos pecadores acudimos al Señor para recibir de Él su perdón. Sólo quien se ha sentido comprendido, amado y perdonado por Dios puede convertirse en testigo de Él en el mundo. Quien se siente puro, quien piensa que Dios lo ha consagrado y lo ha alejado del mundo, vivirá aislado de todos; tal vez condenando a los pecadores, con una gran incapacidad de amar y de salvar. Debemos sentirnos pobres y necesitados de Dios para poder comprender la fragilidad de nuestro prójimo, y saber luchar para que también Él alcance la salvación que Dios ofrece a todos sin distinción.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de ser portadores de su amor y de su gracia al mundo entero, sin hacer entre nosotros distinciones inútiles, sino buscando el bien de todos como el Señor lo ha hecho para con todos. Amén.

Homiliacatolica.com


3-14.

Reflexión

Ciertamente el lugar más difícil para que nuestro testimonio y nuestro anuncio evangélico sea aceptado es nuestro propio medio, y más aun, nuestra propia casa. Ni para el mismo Jesús fue diferente. Generalmente la gente que vive con nosotros no es fácil de convencer. Sin embargo es ahí donde podemos verdaderamente ser luz, ser modelo. No se trata de imponer, sino de convencer, no se trata de acusar, sino de amar. Muchas veces vale más nuestro testimonio de amor silencioso que muchas exhortaciones y amonestaciones que lo único que consiguen es dividir y generar discordia, sobre todo en la familia, lugar que de suyo debe ser de paz y armonía. Si experimentamos problemas y no vemos cambios en nuestra propia familia o comunidad, recordemos la palabras de san Pablo: “Cree tú, y creerá tu familia”.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-15.

Nadie es profeta en su tierra

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Reflexión:

- “Éste sí que habla bien. ¿De dónde será?” – Admirado, preguntó un nazareno al conocido con quien compartía la banca de la sinagoga.
- “¿No le conoces? Es el que vivía al lado del panadero, que hace dos años se fue”.
- “¿El hijo de la viuda, María, la que estaba casada con el carpintero?”
- “Ése mismo” – Asintió.
- “¡Buenoo!” – Concluyó algo desanimado.

La psicología humana tiende a valorar más lo ajeno que lo propio. Con frecuencia preferimos el producto de importación al local o se nos antoja el coche del otro aunque el nuestro esté prácticamente nuevo.

Pero esto se hace más notorio en lo personal. La vida de los demás nos parece con menos problemas que la nuestra; el trabajo más llevadero que el que nos ha tocado en suerte; incluso, nos parece que la familia ajena goza de más armonía que la nuestra.

¡Cuánta fe le falta al hombre en sí mismo y en lo propio! Saber que no hay otra familia mejor que la propia pues es la única que uno tiene, mejor trabajo que el que uno realiza pues es el único que le da ciertos ingresos, e incluso mejores problemas que los que uno vive pues son los únicos que podremos tener la satisfacción de superar.

Pero, sobre todo, tomar conciencia que no hay otro Dios más grande que el nuestro. Además de que es el único, porque sólo él se ha manifestado como Padre, capaz de perdonar siempre y todo hasta el punto que él mismo ha dado la vida para que nosotros podamos tenerla en abundancia.


3-16.

Hay algo en este texto que es sumamente importante y es que dice que Jesús no hizo allí muchos milagros porque la gente no creia. No imagino cuantas veces Jesús se ha tenido que quedar con sus manos atadas simplemente porque no le pedimos las cosas, y nos limitamos a pensar que son demasiado pequeñas, grandes o que no son importantes para Dios. Y así nos encargamos de minimizar el poder de Jesús en nuestras vidas, cuando quien falla no es el sino nosotros. Sin importar cual sea tu necesidad, lo que sufres, lo que necesitas recuerda que Dios conoce lo que necesita, pero actua de acuerdo a tu fe en El.


3-17.

LECTURAS: JER 26, 1-9; SAL 68; MT 13, 54-58

Jer. 26, 1-9. La Liturgia es la acción sagrada por excelencia de la Iglesia. Mediante ella Dios entra en una relación personal e íntima con nosotros, y nosotros con Él. Sin embargo el lugar de culto no es algo mágico que esté entre nosotros como para pensar que ahí encontraremos la solución a todos nuestro problemas al margen de nuestras propias responsabilidades. No podemos decir que seremos gratos al Señor sólo por ofrecerle un culto vacío de amor y de un verdadero compromiso con el Reino de Dios. Entrar en una relación de fe auténtica con nuestro Dios y Padre nos ha de llevar a vivir totalmente comprometidos en hacer presente al Señor entre nosotros, por medio de su Iglesia, con el mismo amor que nos ha sido manifestado en su Hijo Jesús. Quien ha perdido la fe no es sólo el que se confiesa ateo, sino también aquel que tal vez acuda al culto, pero cierre sus oídos para evitar que la Palabra de Dios le transforme, y le ponga en camino de servicio en el amor fraterno hacia todos aquellos que necesitan del perdón, de la salvación o de la solidaridad de alguien en las diversas necesidades que padecen. Ojalá y al final no se nos desmorone y se nos escape de las manos la salvación a causa de no haber vivido nuestra fe en un auténtico amor comprometido, no sólo hacia Dios, sino también hacia nuestro prójimo.

Sal. 69 (68). Quien se decida por anunciar el Evangelio como testigo del mismo, trabajando para que, conforme al designio salvador de Dios, llegue a todos el perdón y la paz, encontrará grandes dificultades, que tendrá que padecer por el mismo Evangelio. A veces tal vez al apóstol le llegue la tentación de pedir no sólo la protección, sino incluso la venganza de parte de Dios. Sin embargo, puestos en manos de Dios sabremos que Dios estará siempre de nuestra parte como poderoso protector, y no dejará sin amparo a sus amigos, ni dejará que sufran la corrupción. Vivamos llenos de paz, sabiendo que trabajamos para el Dueño de la viña. Teniendo a Dios de nuestra parte estamos seguros de que es nuestra la herencia que Él ha prometido a los que le aman y le viven fieles.

Mt. 13, 54-58. Pareciera que a veces sólo fuesen dignos de confianza y de ser escuchados como enviados de Dios aquellos que ostentan algún título, o que pertenecen a familias de alcurnia económica. Los de origen sencillo y pobre pareciera que muchas veces estuviesen condenados al ostracismo, a ser despreciados y a volverse ocasión de mofa para los demás. Jesús fue despreciado en su tierra por no pertenecer al grupo de los maestros de Israel, por no ser un Rabí. Despreciado por provenir de una familia pobre, humilde, sencilla. Es el hijo del carpintero, y su madre y hermanos y hermanas son bien conocidos por los del pueblo. ¿Qué caso tiene ir tras de alguien sobre el que se levantan muchas sospechas sobre el origen de su sabiduría y de sus poderes milagrosos? ¿Cómo va a ser el Mesías alguien a quien conocemos desde pequeño? Negarse a creer en Cristo no está sólo significando la incredulidad de la mayoría de los judíos, sino la de todos aquellos que, por evitar un compromiso de fe con el Señor, prefieren continuar lejos de Él para evitar el ser cuestionados ante las propias actitudes pecaminosas. No seamos de aquellos de los que san Juan nos dice: Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron.

El Señor nos reúne en torno suyo en esta celebración Eucarística, no para celebrar un rito mágico, sino para que renovemos ante Él nuestra Alianza de amor, y volvamos a hacer nuestro el compromiso de proclamar su Evangelio y construir su Reino entre nosotros. El Señor a nadie de nosotros rechaza, ni tiene preferencia por alguna persona o por algún grupo. Más aún, a aquellos que se puedan creer puros y santos los quiere más comprometidos en la salvación de sus hermanos y en el esfuerzo por devolverles su dignidad. No es la ciencia humana, que muchas veces hincha a la persona, lo que le dará eficacia a la acción pastoral de la Iglesia. Es Cristo, con quien entramos en contacto; es Cristo que nos da su Vida y su Espíritu. Es Él, que continúa realizando su obra salvadora en la historia de nuestro mundo por medio de su Iglesia. A la par del ilustrarnos y profundizar en la Palabra de Dios y en el Misterio Pascual de Cristo, que hoy celebramos, debemos tener la apertura suficiente al Espíritu de Dios para dejarnos conducir por Él, pues no somos nosotros sino el Señor quien realiza su obra de salvación en nosotros, y por medio nuestro en el mundo entero, ya que sólo somos débiles instrumentos en sus manos y fieles siervos suyos.

A pesar de que muchas veces la gente que nos conozca nos rechace, no podemos cerrarnos al anuncio y testimonio del Evangelio. El Señor ha encendido en nosotros la Luz de su amor, de su misericordia y de su gracia, y no podemos querer ocultarla cobardemente bajo nuestros miedos y temores, pues no hemos recibido un espíritu de cobardía, sino al Espíritu de Dios que amándonos a todos, quiere que todos nos salvemos y lleguemos al pleno conocimiento de la Verdad. Quienes nos reconocemos pecadores acudimos al Señor para recibir de Él su perdón. Sólo quien se ha sentido comprendido, amado y perdonado por Dios puede convertirse en testigo de Él en el mundo. Quien se siente puro, quien piensa que Dios lo ha consagrado y lo ha alejado del mundo, vivirá aislado de todos; tal vez condenando a los pecadores, con una gran incapacidad de amar y de salvar. Debemos sentirnos pobres y necesitados de Dios para poder comprender la fragilidad de nuestro prójimo, y saber luchar para que también Él alcance la salvación que Dios ofrece a todos sin distinción.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de ser portadores de su amor y de su gracia al mundo entero, sin hacer entre nosotros distinciones inútiles, sino buscando el bien de todos como el Señor lo ha hecho para con todos. Amén.

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