VIERNES DE LA SEMANA 15ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Ex 11, 10-12, 14

1-1.

He ahí la ceremonia ritual de la «cena pascual» por la cual, de generación en generación, los judíos conmemoraron su Liberación. Los simbolismos son muy expresivos. Al meditarlos HOY nosotros, los que creemos en Cristo, no olvidemos:

- de una parte que Jesús, como fiel judío, vivió esos ritos cada año, al celebrar la Pascua...

- de otra parte que Jesús transformó esos ritos introduciendo su propio sacrificio eucarístico.

En efecto, toda liberación humana es el signo y el anuncio de la única liberación definitiva, la «resurrección» que nos libra de las opresiones más temibles: el pecado y la muerte.

-El primero de los meses... el décimo cuarto día del mes...

Nuestra vida de Fe se inscribe en un calendario, en el tiempo, día tras día, año tras año.

¿Tengo el sentido de ese itinerario por el que Dios me conduce?

-Un cordero por casa... y si la familia fuese demasiado reducida invitará al vecino más cercano...

Rito comunitario vivido «en familia» y «en vecindad»...

La Fe no puede vivirse en solitario, sino con los hermanos.

-Una vez degollado el cordero tomarán la sangre y untarán con ella las dos jambas y el dintel de la casa...

Signo de la sangre, símbolo de la vida, portador de la energía vital. «Esta es la copa de mi sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todo el mundo para la remisión de los pecados.»

-La sangre será vuestra señal en las casas. Cuando yo la vea pasaré de largo y no habrá para vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto.

¡La sangre que protege del mal!

Jesús se presentó como el «Cordero verdadero» (Juan 13, 1;18, 28), que por su sacrificio sangriento aporta la liberación total y decisiva... que por el don de su vida nos libra de la influencia del pecado... que nos arrastra a seguirlo, peregrinos en camino, hacia la verdadera Tierra Prometida, cerca de Dios.

¿Soy consciente de ese carácter «pascual», liberador, de cada misa?

¿Aporto al Señor todos mis esfuerzos para liberarme y para liberar a mis hermanos?

¿Pienso que estoy en camino? ¿Cuál es la finalidad de mi vida?

-Comerán la carne aquella misma noche...

No se trata de un rito exterior. Hay que asimilarlo, nutrirse verdaderamente de él. La liberación no es, en primer lugar, un «recuerdo» del pasado, es un acontecimiento actual que me concierne personalmente y en el que me he de comprometer.

Hay que comer.

No basta con «asistir» a la misa. Hay que comulgar en ella. Ritualmente comiendo el Cuerpo del Señor y realmente comprometiéndome en la liberación de todo mal.

-Con panes sin levadura... De pie, ceñida la cintura, calzadas las sandalias, el bastón en la mano... comeréis de prisa.

Sí, es una comida antes de partir.

No nos reunimos por reunirnos, sino para partir hacia...

Cada misa me devuelve a mi vida cotidiana, a mis trabajos y compromisos.

¿Hay un enlace entre mi vida y los ritos?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 164 s.


2.- Is 38, 1-06.21-22

2-1.

En aquellos días el rey Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías vino a decirle: «Así habla el Señor. Deja dispuesto todo lo que quieras para los tuyos, porque morirás y no sanarás.» El profeta se hace intérprete del querer divino.

-Ezequías volvió su rostro a la pared e hizo esta oración: «¡Ah, Señor! Dígnate recordar que yo he andado en tu presencia con fidelidad de corazón. He hecho lo que es recto a tus ojos.» Y Ezequías lloró con lágrimas abundantes.

Nos hace mucho bien leer esas cosas en la Biblia, libro inspirado por Dios. Nos hace bien saber que Dios no se extraña de nuestras faltas de esperanza, ni de nuestras plegarias. Nos hace bien ver a ese hombre que, conde nado, según todas las apariencias, no se resigna sino que se agarra a la vida y suplica a Dios.

-La palabra del Señor le fue dirigida a Isaías diciendo: Ve y di a Ezequías, he oído tu plegaria y he visto tus lágrimas. Mira, añadiré quince años a tu vida.

Nos hace bien ver como aparentemente Dios cambia de parecer. Y ver que los mismos labios que acababan de anunciar la muerte la desmienten ahora y anuncian la curación.

Señor, concédenos confiar en la fuerza de la oración.

Señor, concédenos seguir confiando aun cuando no haya indicios de curación.

-Ezequías preguntó: «¿Cuál será la señal de que podré volver a subir al templo del Señor?»

Necesitamos «signos». Es verdad. El hombre está hecho así.

Incluso nuestra fe, que es un gran salto en lo desconocido no queda abandonada a lo arbitrario ni a lo irracional.

Evidentemente no podemos comprenderlo todo, pero para lanzarnos al "gran riesgo de la fe" contamos suficientemente con algunos signos y puntos de referencia.

-Isaías contestó: «Esta será para ti la señal de que el Señor cumplirá su promesa; voy a hacer retroceder diez grados la sombra que había descendido sobre el cuadrante solar...»

Y desanduvo el sol los diez grados que había descendido.

Signos de este tipo no son frecuentes. Pero ¿sabemos interpretar aquellos que Dios nos da a nosotros, también? Un signo es forzosamente algo frágil, como esa sombra que varía.

Podría incluso extrañarnos esa curación que, después de todo nos parece muy elemental: ¿qué son quince años más o menos de vida, ya que un día moriremos? Esto no resuelve la cuestión fundamental.

¿No nos encontramos ante una doctrina teológica muy rudimentaria que no supera la noción de una retribución terrestre?

Pero, justamente, ¿no nos sugiere Dios con ello toda la importancia que tenemos que dar a los «años que nos quedan de vida»? Hay un desprecio de las realidades de la tierra y de la vida que no es cristiano. El anuncio de la resurrección y de la vida eterna no es una huida hacia lo irreal: lo temporal cuenta para Dios. Haz, Señor que sepamos aprovechar bien cada una de nuestras jornadas.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 184 s.


3.- Mt 12, 1-8

3-1.Ver Paralelo DOMINGO 09B


3-2.

Todos los sinópticos dan cuenta de esta discusión, entre Cristo y el fariseo, en torno a la observancia del sábado. Y aunque los vv. 5-7 son de su exclusiva cosecha, Mateo parece haber conservado la versión más primitiva del incidente: hace más referencias a las polémicas clásicas del judaísmo que Marcos, que adapta el relato a la idiosincrasia de su público, no-judío; por otra parte, en Marcos se observa más inquietud de universalismo y, en este aspecto, describe más que Mateo el desafío a las instituciones judías.

a) Los apóstoles son cogidos por los fariseos en flagrante delito de violación del descanso del sábado (v. 2). A decir verdad, los discípulos no han violado ninguna prescripción de la ley propiamente dicha, sino tan solo una de las reglas de la Mischna (Sabbath 7, 2 que anuncia las treinta y nueve actividades prohibidas en día de sábado). La réplica de Cristo a los fariseos es clara: la ley que prohíbe arrancar las espigas en sábado no es más que un documento de comentaristas de la ley; por el contrario, la misma ley autoriza claramente a comer el pan sagrado cuando se tiene hambre (vv. 3-4; cf. 1 Sam 21, 2-7).

b) Pero Cristo va más lejos, afirmando la conciencia que tiene de su misión: El es el "Señor del sábado" (v. 8) y -añade Mateo- "más importante que el templo" (v. 6). Considera que su misión mesiánica le autoriza a poner en cuestión las instituciones, aunque sean tan importantes como el sábado y el templo, cuando ya no son conformes a la voluntad del legislador y dejan de servir a la grandeza de la persona humana.

Al oír a Cristo proclamarse "señor del sábado", sus oyentes creerían que proyectaba sustituir a Moisés y presentarse como el nuevo legislador. ¡No podían admitir que Moisés se hubiera equivocado en su cometido! En realidad es preciso comprender este título en la polémica sostenida entre Cristo y los partidarios furiosos de la ley. Esta no ha producido los frutos deseados por haber quedado estrangulada en las observancias humanas; por consiguiente, es preciso un nuevo legislador que pueda disponer nuevamente del sábado, que tenga poder sobre él. Además, la asociación entre el "Hijo del hombre" y el "Señor del sábado" hace que el comportamiento de Cristo durante el sábado sea consecuencia de su cometido como juez escatológico. El judaísmo, por otra parte, estaba a la espera de que el Mesías modificase la legislación, y especialmente la del sábado. Según esto, se podría hacer a los rabinos la pregunta siguiente: ¿Si viniera el Mesías podría un narizeo beber vino en sábado? Y la respuesta inmediata sería que el rehacer las leyes ceremoniales corresponde al Mesías.

Desde que el hombre acomete por sí mismo la conquista de su salvación, absolutiza y sacraliza los medios que, en su opinión, puedan llevarle hasta esa meta, apartándose o suprimiendo todo aquello que pueda arrebatarle su seguridad relativizando aquellos medios. Tal es la actitud de los fariseos al enfrentarse al que pretende disponer del sábado.

Pero cuando un hombre acepta el don del Padre y se hace responsable del mismo mediante un "sí" sin reservas, su salvación, a partir de ese momento, deja de estar a merced de medios externos para depender exclusivamente del encuentro entre la iniciativa de Dios y la fe del hombre. Este hombre existe en la persona del hombre-Dios.

A imitación de Cristo, todo hombre capaz de percibir el don que Dios le hace y que trata de responder a él con una fidelidad incondicional, participa de este señorío sobre el sábado; y éste, desacralizado, pierde su valor absoluto para no ser más que el tiempo del encuentro, realizado con entera libertad y fiel al secreto de la personalidad del creyente.

La Eucaristía es el momento en que la humanidad, en la persona de Cristo, testimonia plenamente esta fidelidad del hombre a Dios en la muerte; es, asimismo, el momento en que Dios llega hasta el fin de su don, con la resurrección de Jesús.

Uniéndose a El en la Eucaristía, el cristiano renueva su experiencia de apertura y de encuentro, que le prohíbe para siempre "sabatizar".

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 164


3-3.

A partir de pequeños acontecimientos de la vida corriente, Jesús hará la educación de sus apóstoles.

-Por aquel entonces, un sábado, iba Jesús por los sembrados; los discípulos sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer.

Veo a Jesús caminando a través de los campos.

Es un gesto muy sencillo y natural arrancar unas espigas u otro fruto, para entretener el hambre. Esto no era considerado robo, incluso estaba previsto en la Ley de Moisés : "Si pasas por el sembrado de tu vecino puedes arrancar unas espigas con la mano, pero no deberás usar la hoz en el trigal de tu prójimo" (Deuteronomio 23, 25). De otra parte, no es esto lo que reprochan los fariseos... es el haberlo hecho ¡"un sábado"! Los comentaristas de la Ley habían ido añadiendo cantidad de prescripciones, y los fariseos tenían esa mentalidad con la que uno se encuentra a veces, y que es intransigencia, rigorismo, legalismo -la Ley es la Ley-. Los apóstoles fueron considerados en este hecho, como gentes de manga ancha que desobedecen. Incluso han sido atrapados en flagrante delito de violación de una regla.

-Tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado.

Jesús no teme salir en defensa de sus apóstoles. No elige la interpretación estrecha y rigorista de la ley, sino una interpretación inteligente. Cristo, no es un legalista riguroso; no teme desacralizar esos medios de salvación que el judaísmo tendía a considerar como absolutos.

Para esto, Jesús usará cuatro argumentos diferentes, tres de los cuales están sacados precisamente de la Ley misma.

1º David... viola un día una disposición litúrgica ¡Comiendo los panes, reservados a los sacerdotes! Simplemente porque tenía hambre. Y Jesús afirma que fue razonable obrando así, puesto que la conservación de la vida tiene, para Dios, más importancia que las leyes cultuales.

2º Los sacerdotes... encargados del servicio del Templo, hacen toda clase de trabajos corporales el día del sábado, para preparar los sacrificios o limpiar los utensilios del culto.

3º El Profeta Oseas... escribió "Quiero amor y no sacrificios" (Os 9, 13). Y Jesús, citando ese pasaje de la Escritura, nos recuerda la verdadera jerarquía de valores: ¡Lo que Dios quiere es nuestro corazón!

4º "El Hijo del hombre es amo del Sabbat." Jesús tiene plenos poderes. He aquí pues una demostración rigurosa de Jesús.

-Hay aquí alguien que es mayor que el templo.

Sí, el Templo sólo era una "casa de Dios". Y Jesús se atreve a afirmar que El es MAS que el Templo: en Jesús Dios se ha hecho visible, habita entre nosotros.

Una vez mas Jesús nos invita a juzgar las cosas desde el interior. Lo que cuenta ante todo no es la observancia rigurosa y minuciosa de las reglas, sino el espíritu que en ello ponemos: el gesto só1o tiene valor por el amor que contiene. Jesús no deroga la Ley del Sábado, sino que la interpreta desde el interior, y le insufla un soplo nuevo . Los primeros cristianos se permitirán cambiar el día del sábado para solemnizar el "primer día de la semana", el domingo.

¿Me esfuerzo yo en comprender el alcance de las observancias legales?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 76 s.


3-4.

1. (Año I) Éxodo 11,10 -12,1-14

a) Hoy se nos describe la cena pascual, tal como la celebran cada año los judíos, proyectada ya a aquella noche decisiva de su historia, cuando Moisés, con la ayuda de Dios, los condujo en la salida de Egipto. Empieza el éxodo.

No leemos todos los pasos de esta historia. Por ejemplo, las plagas con que Dios fue castigando a Egipto para que dejara salir a los judíos (plagas que, en principio, podían ser fenómenos naturales catastróficos, que los judíos interpretaron como castigo de Dios): sólo leemos la décima y última, la muerte de los primogénitos de las familias egipcias, o la muerte del primogénito del Faraón, que llenó de consternación a todo Egipto.

La cena de despedida está descrita con los ritos que luego se harían usuales: la reunión familiar, el sacrificio del cordero con cuya sangre marcan las puertas, la cena a toda prisa, con panes ácimos, sin acabar de fermentar...

Esta celebración, repetida cada año, será para Israel un memorial, «un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor del Señor para siempre». Es la gran prueba de amor de Dios, que salva a su pueblo: «mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles», dice el salmo de hoy. Pero su amor y su poder divino hacen lo que parecía imposible.

b) La experiencia de Israel en la primera Pascua nos ayuda a entender toda la riqueza de la segunda, la Pascua de Jesús, que se nos comunica ahora a nosotros, sobre todo en la Eucaristía.

«Pascua» significa «paso, tránsito». Fue Dios el que «pasó de largo» ante las puertas de los judíos, señaladas con sangre. E Israel el que «pasó» de la esclavitud a la libertad, sobre todo a través de las aguas del Mar Rojo hacia nuevos horizontes.

Para nosotros, la Pascua verdadera se ha cumplido en Cristo: «antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre...» (Jn 13, 1 ). Él atravesó las aguas de la muerte para entrar en la nueva existencia, a la que, como nuevo Moisés, nos conduce a todos sus seguidores.

De esta Pascua -acontecimiento irrepetible, su muerte y resurrección-, se nos hizo partícipes ya el día de nuestro Bautismo: «¿o es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rm 6,3-4).

Pero, además, nos encargó que celebráramos un memorial de esa Pascua en la Eucaristía. Cada vez que celebramos la misa, el mismo Señor, ahora Resucitado, nos hace participar en su paso de muerte a vida, nos hace entrar en su Pascua.

En nuestra diaria marcha de la esclavitud a la libertad, nos apoyamos en esa cercanía y ese alimento: el Cuerpo de Cristo entregado por nosotros, su Sangre derramada por nosotros. El es el Cordero cuya Carne nos alimenta, cuya Sangre nos salva.

1. (Año II) Isaias 38,1-6.21-22.7-8

a) Hoy leemos a Isaías por última vez, en esta serie de pasajes proféticos suyos.

El rey es ahora Ezequías, hijo de Acaz, mucho mejor que su padre. Pero enferma gravemente y se le anuncia la próxima muerte. El rey dirige entonces a Dios una hermosa oración. El salmo 38, que cantamos como responsorial, se suele identificar como esta oración de Ezequías: «yo pensé: en medio de mis días tengo que marchar hacia las puertas del abismo, me privan del resto de mis años». Y consigue de Dios la curación: «me has curado, me has hecho revivir».

Como le dice el profeta, Dios «atrasa el reloj diez grados»: le concede unos años más de vida. Ezequías es también el que consiguió hacer retroceder al general Senaquerib y sus ejércitos, cuando quería apoderarse de Palestina como paso hacia Egipto.

b) Nuestra oración es siempre escuchada, como la de Ezequías. No sabemos en qué dirección, pero siempre es eficaz, si nos pone en sintonía con el Dios que quiere la salvación de todos.

No hace falta que cada vez se atrase nuestro reloj o que sucedan cosas portentosas.

Como a él, también a nosotros nos dice: «He escuchado tu oración, he visto tus lágrimas...

Os libraré... os protegeré».

Jesús nos urgió también a orar. Ante la constatación de que la mies era abundante y los obreros pocos, Jesús lo primero que nos dijo fue: «rogad, pues, al dueño de la mies que envíe operarios a su mies». Luego, tendremos que trabajar en la misma dirección de lo que pedimos: la paz del mundo, la abundancia de vocaciones, la solución de los problemas.

Pero la oración es la que nos pone en onda con Dios y su Espíritu. La que nos da fuerzas para seguir luchando y la que nos ayuda a trabajar en la dirección justa.

Si alguna vez nos sentimos desanimados en nuestra empresa o no vemos el final del túnel o la noche parece que no vaya a tener aurora, haremos bien en repetir la oración de Ezequías, el salmo 38, poniéndonos totalmente a disposición de Dios. Ojalá podamos experimentar como el salmista: «los que Dios protege, viven, y entre ellos vivirá mi espíritu; me has curado, me has hecho revivir».

2. Mateo 12,1-8

a) Según los evangelistas, la controversia con los fariseos se refería, una y otra vez, al tema del sábado.

Ciertamente, los fariseos exageraban en su interpretación: ¿cómo puede ser falta arrancar unas espigas por el campo y comérselas? Jesús defiende a sus discípulos y aduce argumentos que los mismos fariseos solían esgrimir: David, que da de comer a los suyos con panes de la casa de Dios, y los sacerdotes del Templo, que pueden hacer excepciones al sábado para ejercer su misión.

Pero la afirmación que más les dolería a sus enemigos fue la última: «el Hijo del Hombre es señor del sábado».

b) La lección nos toca también a nosotros, si somos legalistas y exigentes, si estamos siempre en actitud de criticar y condenar.

Es cierto. Debemos cumplir la ley, como lo hacía el mismo Jesús. La ley civil y la religiosa: acudía cada sábado a la sinagoga, pagaba los impuestos... Pero eso no es una invitación a ser intérpretes intransigentes. El sábado, que estaba pensado para liberar al hombre, lo convertían algunos maestros en una imposición agobiante. Lo mismo podría pasar con nuestra interpretación del descanso dominical, por ejemplo, que ahora el Código de Derecho Canónico interpreta bastante más ampliamente que antes: «se abstendrán de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso («relaxationem») de la mente y del cuerpo» (CIC 1247).

Jesús nos enseña a ser humanos y comprensivos, y nos da su consigna, citando a Oseas: «quiero misericordia y no sacrificios». Los discípulos tenían hambre y arrancaron unas espigas. No había como para condenarles tan duramente. Seguramente, también nosotros podríamos ser más comprensivos y benignos en nuestros juicios y reacciones para con los demás.

«Celebraréis fiesta en honor del Señor, de generación en generación, para siempre» (1ª lectura I)

«Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles» (salmo I)

«Señor, acuérdate que he caminado en tu presencia y que he hecho lo que te agrada» (1ª lectura II)

«Quiero misericordia y no sacrificios» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 157-160


3-5.

Is 38, 1-6.21-22.7-8: Un pueblo embriagado por el poder

Mt 12, 1-8: El ser humano es el señor de la ley

Continuando las controversias anteriores, Jesús enfrenta la actitud autoritaria y opresora de los fariseos. Estos lo cuestionan por la acción que cometen los discípulos "arrancan espigas en sábado". Arrancar espigas era equivalente a cosechar, trabajo no permitido durante el descanso obligatorio.

Jesús los contradice con unos hechos referidos al rey David y a la vida del templo. David infringió la ley para alimentar a su tropa; los sacerdotes por el exceso de actividad cúltica violan el descanso obligatorio. Luego les cita la misma escritura, donde se hace evidente en la boca de los profetas que lo importante es la misericordia y no los sacrificios.

De esta manera confronta la pretenciosa piedad de los fariseos, basada en el engrandecimiento individual y no en el servicio a Dios. La piedad de muchos líderes religiosos no pasaba de ser una estrategia para acceder al poder, a la riqueza y al prestigio. Jesús antepone la persona humana como lo más valioso, y al hacerlo, verifica que lo más importante para Dios es la vida de sus hijos e hijas.

Nosotros hoy enfrentamos un problema similar. Tenemos en nuestras instituciones políticas, religiosas y sociales una burocracia desmesuradamente crecida que antepone sus intereses sin que le importe el bien común. Las leyes no sirven para defender el derecho del débil. Las leyes sólo hacen más tortuosa, complicada y difícil la vida de la gente sencilla. El problema sigue siendo las desmesuradas pretensiones de unos pocos que imponen sus criterios sobre un pueblo indefenso.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6.

Ex 11, 10-12 y 14: Siempre recordarán su liberación

Sal 115

Mt 12, 1-8: La ley está para ayudar

"Misericordia quiero y no sacrificios". Jesús cita al profeta Isaías. Parece que en los tiempos del profeta, el Templo se llenaba con el humo de los sacrificios, pero en las calles reinaba la injusticia. Eso sí, cumpliendo con el culto se guardaban las apariencias. Del mismo modo, a Jesús le piden que sus discípulos observen la ley. Los fariseos no están muy preocupados si los discípulos tienen hambre o no. Lo que les preocupaba era que se cumpliese la ley. Alguno dirá que siempre ha sido así. Que los poderosos siempre han usado la religión para justificar y mantener su poder. Es posible.

No hay más que tomar cualquier libro de historia para darse cuenta de cómo a lo largo de la historia de los pueblos siempre ha habido algunos que han sabido manipular la idea de Dios para defender sus propios intereses, su propio poder. Pero, en nuestros días que al menos la religión no sirva para justificar la injusticia. Sueño con una Iglesia donde la persona humana, cualquier persona, toda persona, sea el verdadero Templo donde adoremos la presencia de Dios. Sueño con una Iglesia donde la justicia y el amor sean nuestras más solemnes liturgias.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-7. CLARETIANOS 2002

El último título que le he atribuido a María es el de Madre del "shabat". Lo he hecho porque me gusta contemplar a María como señora del sábado, como mujer libre. Está bien hablar de ella como mujer hacendosa, trabajadora, etc., pero es imprescindible verla como una judía que vive a fondo el sentido del descanso. O mejor aún, como una discípula de Jesús que ha aprendido a disfrutar de la libertad sabática siguiendo a su hijo.

Lo que nos cuenta el evangelio de hoy se refiere ciertamente al sentido primigenio del sábado como día "para el hombre", pero contiene un mensaje más radical que tiene que ver con la persona de Jesús y la autoridad insólita que emana de él. Él está "más allá" de toda institución. Todas, incluso las más santas, quedan relativizadas ante su persona.

Esto solemos decirlo con alegría cuando nos referimos a las viejas instituciones judías, pero el principio es válido también para las instituciones de la comunidad cristiana. Por desgracia, sólo los que viven el espíritu de Jesús participan de su libertad. Siempre estamos acosados por ese miedo a la libertad que con tanta maestría analizó Erich Fromm. Siempre necesitamos la seguridad que nos proporciona la adecuación al contexto social en el que cada uno vivimos. Estamos acostumbrados a vender nuestro derecho de primogenitura por un buen plato de lentejas. La gente suele ver a Jesús como prototipo de hombre libre. Sin embargo, no es este un adjetivo que se aplique espontáneamente a sus seguidores.

¿Por qué a veces ofrecemos más una imagen de personas "prudentes" que de personas libres? Creo que la razón es muy sencilla: porque no vivimos con profundidad la única experiencia que nos "asegura" la vida: la de sabernos amados incondicionalmente por el Dios Abbá, como se sabía amado Jesús. Sin esta raíz, ¿quién se atreve a desembarazarse de las pequeñas seguridades humanas?

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-8. 2001

COMENTARIO 1

v. 1: En aquella ocasión, un sábado echó Jesús a andar por lo sembrado; los discípulos sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer.

Jesús marcha por los sembrados Los discípulos son mencionados sólo a continuación El itinerario de Jesús es el de los suyos. Al contrario que Mc y Lc, Mt señala que los discípulos sienten hambre. El cambio se debe a estar situada la narración en un contexto diferente. En Mc 2, 23 y Lc 6,1 sigue a la perícopa del esposo, donde Jesús ha expuesto el principio que invalida toda la institución judía. No hacía falta poner otra motivación para la li­bertad que muestran los discípulos. Mt, en cambio, al situar esta narración en contexto diferente, necesitaba expresar un motivo para la acción.



vv. 2-4: Los fariseos, al verlo, le di­jeron: Mira, tus discípulos están haciendo lo que no esta permitido en día de precepto. 3E1 les replicó: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre? 4Entró en la casa de Dios y comieron de los panes y de la ofrenda, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus hombres, sino sólo a los sa­cerdotes.

«Arrancar espigas» estaba permitido por Dt 23,26 para pro­teger los derechos de los pobres. Los fariseos, sin embargo, con­sideraban el arrancar espigas como equivalente a la recolección, trabajo prohibido en sábado (cf. Ex 34,21). Señalan el hecho a Jesús, esperando que éste corrija la conducta de los discípulos. Se dirigen a él sin ninguna fórmula de cortesía o respeto. Jesús, en vez de corregir a los discípulos, defiende su conducta. A la manera de la controversia rabínica, comienza su respuesta con la frase: «¿No habéis leído?» Cita a continuación un episodio bien conocido de la historia de David (1 Sm 21,1ss), quien, ante la necesidad pro­pia y la de sus hombres, se permitió contravenir a lo expresamente prescrito en la Ley (Lv 24,9).

«Panes de la ofrenda», cf. Ex 25,30; 40,4; Lv 24,5s; 1 Sm 21,1; 1 Re 7,48; 2 Cr 4,19. La argumentación de Jesús se basa hasta este momento en que la necesidad del hombre es razón suficiente para ignorar ocasionalmente un precepto de la Ley. Con esta com­paración pone la obligación del sábado, que para los rabinos era la máxima, a la altura de un precepto ritual secundario.



v. 5: Y ¿no habéis leído en la Ley que los sábados los sacerdotes violan el precepto en el templo sin incurrir en culpa?

Jesús añade otro argumento («¿No habéis leído?»), ahora a partir de la Ley, es decir, de los libros de Moisés. En la frase dis­tingue entre el día de sábado y el precepto del descanso. No sólo el hombre puede eximirse de la obligación en caso de necesidad; la Ley misma relativiza el precepto del descanso. De hecho, el trabajo en el templo era mayor en los días festivos que en los días ordinarios, pues aumentaba el número de ofrendas (Nm 28,9s).

La obligación del culto a Dios prevalece sobre la del descanso. La ley del descanso -y, en consecuencia, la Ley entera- no es un absoluto.



vv. 6-8: Pues os digo que hay algo más que el templo aquí. 7Si comprendierais lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6) no condenaríais a los que no tienen culpa. 8Porque el Hombre es señor del precepto.

Conclusión del argumento anterior. Si el templo exime de la obligación del descanso, hay aún una realidad superior al tem­plo, Jesús mismo. Reprochando a los fariseos no saber interpretar la Escritura («si comprendierais»), confirma lo dicho con una cita de Oseas (6,6): es Dios mismo quien relativiza la obligación del culto, anteponiendo al mismo el servicio al hombre. «Miseri­cordia» (en greigo, éleos) significa el amor que se traduce en ayuda (cf. 5,7). «Sacrificio», las prescripciones cultuales en general y las del sábado en particular. En consecuencia, la censura hecha por los fariseos carece de fundamento. Opone Jesús la ayuda al hombre a la piedad orgullosa y despectiva de los fariseos, empeñados en condenar.

Da Jesús la razón última: el Hombre es señor del precepto y, por lo tanto, de la Ley, que, según los fariseos, se compendia en ese precepto. El trabajo en el templo era una excepción a la Ley del descanso, que no por eso perdía su validez. Pero «el Hombre» no tiene por qué invocar excepciones. «Señor» significa superior al precepto y libre de él. «El Hombre» es designación de Jesús, pero no exclusiva, sino extensiva. Designa al que posee el Espíritu de Dios (3,16) y podrá aplicarse en su medida a todos aquellos que de Jesús lo reciban. Mt, por tanto, explica por qué los discípulos son inocentes, porque participan de la libertad y del señorío de Jesús mismo.

El que practica la misericordia, es decir, la ayuda a los hom­bres, está por encima del culto, que, a su vez, tiene la precedencia sobre el precepto del descanso. Es él quien realiza el designio de Dios, no los que subordinan el bien del hombre a los preceptos legales.


COMENTARIO 2

El texto parece ambientado en Galilea y de alguna manera se ajusta a las prescripciones de respetar el "camino del sábado": dos mil pasos que eran los que se podían caminar en el día de reposo. Conviene imaginar la escena en la proximidad inmediata de una población. Seguirían el estrecho sendero que, marcado por los mismos pasos de los caminantes, cruza los sembrados. Los discípulos arrancan espigas y comen, los fariseos los critican por no guardar el precepto sabático. Los rabinos habían clasificado 39 especies de trabajos prohibidos en sábado. Los primeros puntos se referían a las tareas de sembrar, cultivar, cosechar. El reposo sabático se convirtió en una institución rigurosa cuya reglamentación ocupa un entero tratado en la Mishna.

Frente a la crítica de los fariseos contra los discípulos por no guardar el sábado, Jesús defiende su actitud argumentando a través de un viejo texto: lo que en otro tiempo hizo David es ahora ejemplo de aquello que pueden hacer sus discípulos. David y los suyos entraron en el santuario y comieron el pan de la proposición en un momento en que se encontraban apurados; su necesidad era más fuerte que la ley sacral del templo. Los discípulos pueden hacer algo semejante: no van al templo de Jerusalén para comer el pan "sagrado", pero desgranan las espigas en día de sábado y comen de sus granos. Esto significa que la necesidad humana está por encima de las leyes y preceptos de tipo religioso porque el sábado fue hecho para el hombre, no el hombre para el sábado. Pues el Hijo del Hombre es Señor también del sábado.

Jesús está por encima de todas las instituciones, aún las religiosas, y puede legislar sobre el reposo sabático porque no es súbdito de la ley del sábado, sino señor de ella. Por tanto, podría algún día derogarlo o sustituirlo porque para Jesús lo que importa es el ser humano y no una ley sacral que puede convertirse en una norma independiente que domina nuestra vida.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. DOMINICOS 2003

La señal de la sangre
En la primera lectura de la liturgia de hoy se da un gran salto en la narración que se había iniciado sobre la infancia, juventud y vocación de Moisés, capítulos 1 al 3 del Éxodo.

Se suspende la lectura de los capítulos 4 al 11 que versaban

sobre el estado de las familias israelitas en Egipto,

sobre la misión de Moisés ante el faraón para que accediera a la marcha de los israelitas,

sobre las plagas que sobrevinieron como signos de Dios ante el faraón,

y sobre la preparación acelerada en la organización de la salida del pueblo...


En el capítulo 12 del Éxodo se introduce un tema nuevo:

la celebración de la Pascua del Señor, como acontecimiento salvífico que ha de recordarse siempre; como adoración e inmolación de un cordero o cabrito con cena familiar de panes ácimos, en pie, dispuestos todos a ponerse en camino hacia el cumplimiento de la voluntad liberadora de Dios...

¿Qué podemos subrayar hoy, nosotros, en ese contexto? Cabría anotar algunas palabras y aplicarlas espiritualmente a nuestra vida: Como en el día y noche de pascua-salida de egipyo, procuremos que haya en nosotros un mes, semana, día principal en el que sinceramente tratemos de encontrarnos con el Señor: urgidos en nuestra intimidad, en los azares de la vida, en la adoración, templor y servicio. Esa disposición es grat a Dios y buena para el hombre que quiere liberarse de sus pasiones y apegos materiales. Hagamos que en ese mes, semana o día, haya banquete, ofrenda, mesa de fraternidad, en la que todos nos sintamos presididos por el Señor y abrazados en nuestras solicitudes de ayuda mutua.

Celebrémoslos todo de pie, en actitud de peregrinos, es decir, asumiendo que nuestra existencia sobre la tierra es tiempo de paso, de vigilia, hacia la eternidad. Pero hagámoslo hoy sin necesidad de imágenes como la sangre que tiña de rojo el dintel de la casa. Somos hijos de Dios en Cristo y renunciemos a símbolos que hablan de violencia y crueldad. Entremos en el reino de justicia, amor y paz. Para ello, hagamos de la imitación de Cristo el ideal de nuestra vida.

ORACIÓN:

Te rogamos, Señor, Dios nuestro que, bien adoctrinados por los mensajes salvíficos de Cristo, tu Hijo, no nos obcequemos como el faraón de Egipto; que no precisemos de más signos que los que ya se nos han dado, ni sintamos hambre de otra cosa sino vivir en paz, amor, fidelidad entre los pueblos. Amén.



Palabra de Dios
Libro del Éxodo 11,10-12,14:
“En aquellos días, Moisés y Aarón hicieron muchos prodigios en presencia del faraón; pero el Señor hizo que el faraón se empeñara en no dejar marchar a los israelitas de su tierra.

Entonces, el señor dijo a Moisés y a Aarón en Egipto: Este mes será para vosotros el principal del año... El diez de este mes cada cual se procurará una res para su familia, una por casa... Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce, y toda la asamblea de Israel lo maatrá al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa. La carne la comeréis asada a fuego, con panes sin fermentar y verduras... Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país...”

El pueblo de Israel está bajo la providencia del Señor; es perseguido, y prepara su huída de Egipto. El Señor quiere que se establezca una señal de amistad y de ofrenda de parte del pueblo, y se compromete a actuar a favor de quienes le sean fieles. Pero el pueblo elegido, siempre presto a superar persecuciones y violencias, ha de comer de pie, es decir, preparado para caminar, despojado de todo...

Evangelio según san Mateo 12, 1-8:
“Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado, y los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.

Él les replicó: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre...? ¿No habéis leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo... Porque el Hijo del hombre es señor del sábado”.

La anécdota contada nos hace vivir, por una parte, en el sencillo realismo de la vida campestre, de las espigas, que pue da lugar a una pregunta estúpida, y, por otra, nos incita a que elevemos nuestra mirada para no caer en mezquindades sino gozar de mejores perspectivas espirituales.



Momento de reflexión
Vivamos siempre con dignidad y altura de miras.
En la vida siempre nos encontraremos con algunos hombres que son perseguidos, traicionados, ofendidos, y con otros que actúan de opresores, injustos.

El pecado sigue actuando hoy, como ha venido actuando desde el fracaso de nuestra libertad que, nacida para la gloria de Dios y del hombre, se manchó con sus infidelidades.

Pero es una lástima que en demasiadas ocasiones luchemos por cosas que no valen la pena, que creamos ver un castillo donde sólo hay un juego de niños en la arena, que hagamos un monstruo de lo que es pequeña fealdad, que litiguemos y hagamos problema de lo que es un quítame allá esas pajas.

El sábado para el hombre, no hombre para el sábado. Nuestra conciencia sea la de hijos dignos, no la de esclavos mezquinos. Y nuestras obras sean obras sean hechas en espíritu de verdad y amor, no como gestos que esconden repugnante hipocresía.

Danos Señor un corazón grande para amar, una inteligencia clara para saber amar, un espíritu libre para mantenernos responsables, un discernimiento certero para avanzar por el camino verdadero. Amén


3-10. 2002

El pasaje evangélico forma parte con el episodio siguiente (12, 9-14) de una unidad centrada en torno al problema de la “práctica” del sábado. En el v.2 se consigna la crítica de los fariseos: “tus discípulos están haciendo lo que no está permitido en sábado” y en la respuesta del v.12 hay un eco a esta frase en la boca de Jesús: “está permitido hacer bien en sábado”.

La acción de arrancar espigas realizada por los discípulos se relata, por tanto con el fin del esclarecimiento de este problema que ocupaba un puesto esencial en la piedad judía de la época.

Las formulaciones del precepto sabático estaban consignados en los decálogos de Ex 20 y Dt 5. En ambos hay una referencia a la historia salvífica: en el primero a la creación, en el segundo al Éxodo liberador.

La crítica de los fariseos saca al precepto de esos contextos y lo encierra en una estrecha casuística, malinterpretando el sentido de ambos y de otros pasajes de la Escritura. El “arrancar espigas” era una forma consignada en Dt 23, 26 para dejar firme la protección del derecho de los pobres . Los fariseos, desde su óptica entienden la acción como un acto de recolección, prohibido en Ex 34, 21 y esperan que Jesús corrija a sus discípulos en este punto.

Jesús, con el recurso a la historia salvífica, responde en dos etapas. En la primera (vv. 3-4) se refiere de modo general a una acción realizada por David y sus compañeros que refleja una actitud frente a la Ley de Dios. En la segunda concreta este principio a la ley del reposo sabático (v. 5) recordando la obligación de la actuación sacerdotal en ese día. De ambas, extrae finalmente (vv. 6-8) una conclusión con la que justifica la práctica de sus discípulos y desenmascara el error de sus adversarios.

Jesús se remite a 1 Sm 21 donde se relata que, ante la necesidad propia y de sus hombres, el rey israelita se permitió transgredir la legislación de Lv 24,9 referentes al “pan de obsequio” que es “porción perpetua para Aarón”. Por consiguiente la necesidad del hombre está por encima de los preceptos y el sábado debe considerarse como uno de ellos.

Seguidamente, Jesús dirige su atención y la de sus oyentes a lo que sucede con el descanso sabático en la vida de los sacerdotes. Estos ven aumentarse su tarea en los días de descanso en que se multiplicaban las ofrendas. Por tanto, la obligación del culto obliga a una tarea mayor de los sacerdotes por encima del precepto.

En las conclusión de este razonamiento, Jesús señala que si el culto está por encima del precepto sabático, por encima de aquel existe otra realidad: Jesús mismo y las necesidades del hombre. Jesús es superior al templo, la actitud frente a los semejantes (misericordia) es superior a los sacrificios. La condena de los fariseos se origina en el desconocimiento de este principio fundamental de la Palabra divina consignado en Os 6,12.

Con ello se llega al punto culminante de la enseñanza de esta controversia: el precepto sabático sólo puede ser entendido adecuadamente en el marco del culto tributado a Dios y éste sólo puede brotar auténticamente en el ámbito de la misericordia y desde el sentimiento de ayuda al semejante.

Este ámbito de misericordia crea un sentimiento de libertad y señorío sobre el culto y sobre todos los preceptos. De esa forma Jesús nos remite al núcleo fundamental desde donde debe brotar y ser valorada toda acción humana.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-11. CLARETIANOS 2003

El Éxodo nos presenta la “noche de Pascua”, el relato fundacional de una práctica que se ha mantenido hasta hoy. El relato termina así: Este será un día memorable para vosotros y lo celebraréis como fiesta en honor del Señor, de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre.

Para el pueblo judío, celebrar la Pascua era una “memoria subversiva”. No sólo suponía el recuerdo de la liberación del yugo egipcio sino un acicate para seguir experimentando la mano del Señor en el presente. Esto lo comprendieron bien los romanos. Por eso, cuando se aproximaban las fiestas de Pascua, los procuradores, que residían habitualmente en Cesarea, se trasladaban a Jerusalén: ¡los motines contra el imperio estaban asegurados! Porque la Pascua siempre es hoy.

Para los cristianos, la Pascua definitiva se ha producido en la muerte y resurrección de Jesús, el paso liberador de Dios por nuestra historia. En cada eucaristía actualizamos ese misterio.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-12. Viernes 18 de julio de 2003
Arnulfo, Federico

Ex 11,10 - 12,14: La institución de la Pascua
Salmo responsorial: 115, 12-13.15-18
Mateo 12, 1-8: El Hijo del hombre es señor del sábado

Lo que se absolutiza produce muerte.

El tiempo, los lugares y las cosas sagradas tienen su razón de ser. Están dotadas de misterio y de tabú y pueden producir en nosotros actitudes esclavizantes. Si hay algo que vuelve falso a los seres humanos es el cumplimiento estricto de las normas religiosas por sí mismas. Cumplir con una norma es fácil, lo difícil es descubrir el espíritu que la anima y nos da vida, nos contentamos con el cumplimiento de las formalidades y con eso tranquilizamos nuestra conciencia, mientras tanto en nuestra vida interior no se produce crecimiento. Muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia han dedicado su vida al cumplimiento de las normas y se vuelven estrictos y disciplinados, pero se olvidan del amor y de la misericordia; se vuelven intolerantes frente a los demás hermanos y hermanas porque se creen religiosamente superiores.

La ley del sábado no debe estar por encima de la vida, el tiempo sagrado es también un tiempo para reponer las fuerzas invertidas en el trabajo, pero el tiempo sagrado no debe llevarnos a olvidar que nuestra relación con Dioses se prolonga en el tiempo ordinario. No debemos ser solamente buenos cuando llegue el día de descanso; ser buenos es un imperativo que abarca toda la vida. El peligro de lo religioso es la separación que se hace entre fe y vida, Jesús se mantuvo en constante relación con su Padre, no necesitó de un tiempo para hacerlo, su vida transcurría en su presencia, por eso rompía la ley del sábado con facilidad, para indicarnos que el verdadero adorador, adora a Dios «en espíritu y en verdad» y no necesita de espacios ni de tiempos especialmente consagrados, Él mismo se reconoce como el Señor del Sábado.

El templo es el lugar sagrado por excelencia y sin embargo, los sacerdotes quebrantan en el templo la ley del Sábado sin incurrir en culpa. Se supone entonces, que si hay excepciones, las normas no son tan rigurosas, ni hay que cumplirlas ciegamente. No es el templo el que santifica el Sábado.

Las cosas sagradas se vuelven intocables para quien no tiene el poder de hacerlo. David con sus compañeros cuando sintieron hambre entraron en el templo y comieron de los panes de la proposición que sólo era permitido a los sacerdotes y sin embargo, nada les pasó, calmaron el hambre y pudieron siguieron para adelante.

Jesús nos enseña que ni el tiempo, ni los lugares ni las cosas se pueden colocar por encima de la vida, ellos existen en función de servir y de mejorar la vida y no para disminuirla y oprimirla. Nada en este mundo debe ser absolutizado, lo que se absolutiza produce muerte. El cumplimiento de las normas religiosas no debe ser mirado como un parámetro ético, nadie se hace más bueno o más malo por cumplir o dejar de cumplir con las prescripciones religiosas, la medida del cristiano es su capacidad de tener misericordia y de ser justo con los demás.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-13. ACI DIGITAL 2003

4. Alude Jesús a la historia que se refiere en el primer libro de los Reyes 21, 1 - 6. Los panes de la proposición, son los doce panes que cada semana se colocaban como sacrificio en la mesa de oro en el Santo del Templo. Véase Lev. 24, 5 ss.

7. Véase 9, 13; Os. 6, 6; Ecli. 35, 4.


3-14.

Reflexión

Este pasaje (y sus paralelos en Lc y Mc) es conocido como “la verdadera familia de Jesús”. Algunas interpretaciones equivocadas buscan ver en él un rechazo de Jesús hacia María y hacia su familia. La verdad es que Jesús aprovecha la visita de su Madre y de sus parientes (en otra oportunidad hablaremos de la palabra hermanos en la Biblia) para instruir a sus discípulos: La verdadera familia de Jesús no es únicamente la que lo une por los lazos de sangre, pues esto se rompen con la muerte e incluso puede haber algunos que aun teniendo la misma sangre decidan no seguir la voluntad del Padre. La verdadera familia es la que vive conforme al evangelio, es la que ha sido adoptada por el Padre como hijos por medio del Espíritu Santo. El como Hijo del Padre, ve que sus hermanos deben de ser también hijos de Dios. Esto de ninguna manera es un desprecio ni para sus parientes y mucho menos para su Santísima Madre, la cual si por algo se distinguió en la vida fue por hacer la voluntad de Dios (Cf Lc 2,19). De acuerdo a esto nuestro parentesco con Jesús se refuerza en la medida en que nos aplicamos en hacer la voluntad del Padre, que no es otra que la de vivir conforme al Evangelio. Recordemos que en otro pasaje ya nos había dicho: “No todo el que me dice: Señor, Señor se salvará sino el que hace la voluntad del Padre”. Apliquemos pues hoy todo nuestro día en vivir de acuerdo al Evangelio.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-15.

Los parientes de Jesús

Fuente: Catholic.net
Autor: Edgar Pérez

Reflexión:

¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos? Es una pregunta que aún hoy Cristo lanza a cada uno de los que le siguen por el camino de la donación total en el cristianismo. En aquella oportunidad Cristo no predicaba sólo a sus apóstoles sino a cuantos lo seguían y querían aprender de Él. Por tanto no se trata de una pregunta a alguno exclusivamente consagrados a su seguimiento sino que está dirigida a todos los bautizados. Es allí cuando de pronto llega la dulce madre y algunos de sus “hermanos” que en la usanza de esa cultura significaba los parientes y no únicamente los hermanos carnales.

Quieren hablar con Jesús. Se lo comunican. Cualquiera hubiera pensado que el Señor, como buen hijo, hubiera dejado todo para atender a los suyos. Realmente nada impide pensar que debió atender a su madre con premura y atención. Sin embargo, el texto evangélico no nos señala una gracia que sólo correspondía a los suyos sino que nos reporta la enseñanza que quiere sacar el Señor de eso tan banal como dejar la conversación y hablar con su mamá.

¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos?, preguntará a los atentísimos auditores. Nadie se lo esperaba. Ni siquiera nosotros si nos lo preguntara hoy, y, de hecho, nos lo pregunta porque el Evangelio es palabra viva de Cristo. Cuantos hicieren la voluntad de mi Padre... esos son mis hermanos y mis hermanas y mi madre. Nada más significativo ni más lógico. Si el Señor se hizo hombre para redimirnos, nosotros los hombres nos asemejaremos a Él en la medida en que nos igualemos en lo que más amó Cristo, como fue en cumplir la Voluntad de su Padre que está en los cielos. Entonces, la pregunta sigue siendo viva y operante en cada uno de los que profesamos el nombre de cristianos, ¿somos al presente hermanos verdaderamente de Cristo en el cumplimiento exquisito de la Voluntad Santísima de su Padre celestial?


3-16.

Comentario: Rev. D. Josep Ribot i Margarit (Tarragona, España)

«Misericordia quiero y no sacrificio»

Hoy el Señor se acerca al sembrado de tu vida, para recoger frutos de santidad. ¿Encontrará caridad, amor a Dios y a los demás?. Jesús, que corrige la casuística meticulosa de los rabinos, que hacía insoportable la ley del descanso sabático: ¿tendrá que recordarte que solo le interesa tu corazón, tu capacidad de amar?

«Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado» (Mt 12,2). Lo dijeron convencidos, eso es lo increíble. ¿Cómo prohibir hacer el bien, siempre? Algo te recuerda que ningún motivo te excusa de ayudar a los demás. La caridad verdadera respeta las exigencias de la justicia, evitando la arbitrariedad o el capricho, pero impide el rigorismo, que mata al espíritu de la ley de Dios, que es una invitación continua a amar, a darse a los demás.

«Misericordia quiero y no sacrificio» (Mt 12,7). Repítelo muchas veces, para grabarlo en tu corazón: Dios, rico en misericordia, nos quiere misericordiosos. «¡Qué cercano está Dios de quien confiesa su misericordia! Sí; Dios no anda lejos de los contritos de corazón» (San Agustín). ¡Y qué lejos estás de Dios cuando permites que tu corazón se endurezca como una piedra!

Jesucristo acusó a los fariseos de condenar a los inocentes. Grave acusación. ¿Y tú? ¿te interesas de verdad por las cosas de los demás? ¿los juzgas con cariño, con simpatía, como quien juzga a un amigo o a un hermano? Procura no perder el norte de tu vida.

Pídele a la Virgen que te haga misericordioso, que sepas perdonar. Sé benévolo. Y si descubres en tu vida algún detalle que desentone de esta disposición de fondo, ahora es un buen momento para rectificar, formulando algún propósito eficaz.


3-17.

El Evangelio de hoy
Mt 12,1-8

Un sábado, atravesaba Jesús por los sembrados. Los discípulos, que iban con él, tenían hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Cuando los fariseos los vieron, le dijeron a Jesús: "Tus discípulos están haciendo algo que no está permitido hacer en sábado".
El les contestó: "¿No han leído ustedes lo que hizo David una vez que sintieron hambre él y sus compañeros? ¿No recuerdan cómo entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados, de los cuales ni él ni sus compañeros podían comer, sino tan sólo los sacerdotes?
¿Tampoco han leído en la ley que los sacerdotes violan el sábado porque ofician en el templo y no por eso cometen pecado? Pues yo digo que aquí hay alguien más grande que el templo.
Si ustedes comprendieran el sentido de las palabras: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa. Por lo demás, el Hijo del hombre también es dueño del sábado".


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Reflexión

Jesús nos advierte con este pasaje del peligro de convertir la ley en la única norma de la vida olvidándose de los demás valores. No es que la ley sea mala, como lo ha dicho san Pablo, sino que pude convertirse en una verdadera cadena que no nos deja vivir. De aquí la importancia de la vida en el Espíritu, ya que ésta hace que la ley se convierta en amor. Son muchas nuestras obligaciones diarias, las cuales pueden ser vividas bajo la ley o bajo el Espíritu. Yo puedo ir todos los días a trabajar y hacerlo por amor y con gusto o como una verdadera cadena; puedo cumplir con mis obligaciones religiosas (como el ir a misa) de una manera rutinaria y solo por cumplir la ley, o puedo hacerlo por amor y con gusto. El Señor lo que quiere es que cumplamos la ley, pero sin olvidar que sobre la ley siempre estará la caridad. Nuestra oración diaria hace de la ley una experiencia de amor.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-18.

Comentario: Rev. D. Jordi Pou i Sabaté (Sant Jordi Desvalls-Girona, España)

«Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio»

Hoy, como ayer, hablar de Dios a quienes nos conocen desde siempre resulta difícil. En el caso de Jesús, san Juan Crisóstomo comenta: «Los de Nazaret se admiran de Él, pero esta admiración no les lleva a creer, sino a sentir envidia, es como si dijeran: ‘¿Por qué Él y no yo?’». Jesús conocía bien a aquellos que en vez de escucharle se escandalizaban de Él. Eran parientes, amigos, vecinos a quienes apreciaba, pero justamente a ellos no les podrá hacer llegar su mensaje de salvación.

Nosotros —que no podemos hacer milagros ni tenemos la santidad de Cristo— no provocaremos envidias (aun cuando en ocasiones pueda suceder si realmente nos esforzamos por vivir cristianamente). Sea como sea, nos encontraremos a menudo, como Jesús, con que aquellos a quienes más amamos o apreciamos son quienes menos nos escuchan. En este sentido, debemos tener presente, también, que se ven más los defectos que las virtudes y que aquellos a quienes hemos tenido a nuestro lado durante años pueden decir interiormente: —Tú que hacías (o haces) esto o aquello, ¿qué me vas a enseñar a mí?

Predicar o hablar de Dios entre la gente de nuestro pueblo o familia es difícil pero necesario. Hace falta decir que Jesús cuando va a su casa está precedido por la fama de sus milagros y de su palabra. Quizás nosotros también necesitaremos, un poco, establecer una cierta fama de santidad fuera (y dentro) de casa antes de “predicar” a los de casa.

San Juan Crisóstomo añade en su comentario: «Fíjate, te lo ruego, en la amabilidad del Maestro: no les castiga por no escucharle, sino que dice con dulzura: ‘Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio’ (Mt 13,57)». Es evidente que Jesús se iría triste de allí, pero continuaría rogando para que su palabra salvadora fuera bien recibida en su pueblo. Y nosotros (que nada habremos de perdonar o pasar por alto), lo mismo tendremos que orar para que la palabra de Jesús llegue a aquellos a quienes amamos, pero que no quieren escucharnos.


3-19. Fray Nelson Viernes 15 de Julio de 2005
Temas de las lecturas: El Hijo del hombre también es dueño del sábado.

1. Sentido de la Pascua Hebrea
1.1 La Pascua será, para todo el Antiguo Testamento, la gran fiesta, la primera y madre de todas las fiestas del pueblo hebreo. En ella está, de una manera dinámica y viva, la síntesis de toda la fe y toda la esperanza del pueblo elegido. La Pascua, en efecto, es un "credo en acción"; más que una ENSEÑANZA sobre el Dios que libera, es una EXPERIENCIA de la libertad que Él y sólo Él puede conceder.

1.2 La Pascua contiene en sí una fuerza de revelación inmensa. En ella se recuerda y hace presente, se proclama y se reconoce a Dios en toda la fuerza de su poder, en toda la inmensidad de su ternura, en toda la grandeza de sus designios, en toda la perfección de sus obras.

1.3 El Dios de la Pascua es el Dios solícito por su pueblo, cercano a los dolores de quienes le pertenecen, atento a la tribulación de sus niños, celoso por el bien de su rebaño. Por su parte, el pueblo "pascual" es aquel que se fía de creador y redentor; es el pueblo que reconoce su pequeñez pero también la grandeza de su Dios; admite su debilidad, pero conoce la fuerza de su Señor; es humilde y confiesa su pecado, pero sabe a Dios vencedor de ese mismo pecado.

2. Una Fiesta sellada en Sangre
2.1 Para nuestra cultura puede parecer impensable el papel prácticamente protagónico que recibe la víctima pascual en el conjunto de la celebración pascual. Aunque todo el ritual cubre varios días, lo primero, año tras año, es siempre: "tomará cada uno un cordero por familia..." Lo primero es que haya un víctima. Eso suena raro a nuestros oídos aparentemente tan "civilizados".

2.2 Y sin embargo tiene un gran sentido y es de una gran coherencia, pues hacia el final de la lectura de hoy escuchamos: "cuando yo vea la sangre, pasaré de largo...". El cordero tiene un papel "vicario", es decir, "está-en-reemplazo-de". La sangre del cordero reemplaza evidentemente a la sangre de los primogénitos. En Egipto hay sangre de primogénitos; en Israel sólo sangre de corderitos. Hay sangre en todas partes; solamente que la sangre de la víctima pascual ha liberado a los israelitas de verter su propia sangre. De este modo la víctima es señal e instrumento de la liberación y de la salvación.

2.3 Claro que uno puede preguntar por qué tiene que ser así, es decir, por qué eso de que "hay sangre en todas partes". Admitimos que si debe haber sangre por todas partes es preferible que se derrame la sangre de la víctima pascual y no la nuestra, pero ¿por qué "hay sangre en todas partes"?

2.4 La sangre, desde luego, es el resultado de la violencia. Toda violencia termina siendo violencia contra la vida misma, de modo que la sangre derramada es cosecha de la violencia sembrada. La sangre se derrama porque en el mundo hay pecado acumulado. La suma de nuestras culpas termina siendo una carga de agresividad que revienta en una u otra parte, pero que finalmente conduce al mundo como tal a la catástrofe. A esa catástrofe la Biblia la llama "ira de Dios", no porque sea el efecto de un terrible disgusto que Dios se está llevando, sino porque la desobediencia a los preceptos del Creador lleva en sí la propia semilla de la autodestrucción. De este modo, desobedecer a Dios conduce a recibir las consecuencias de haberse apartado de su plan en la creación. Recibir en la propia carne las consecuencias de nuestra desobediencia es experimentar la "ira de Dios".

2.5 Así comprendemos mejor la fiesta de la Pascua: el pecado del mundo atrae la ira de Dios, hablando en el lenguaje de la Biblia; esa "ira" empieza en forma de castigo pedagógico al Faraón y desemboca finalmente en una efusión inaudita de sangre: ¡el mundo entero se remueve en sus cimientos! Ante esa efusión, la víctima pascual es la señal de la presencia de Dios que rescata lo que le pertenece y salva a los suyos. ¡Gloria a su Nombre!