JUEVES DE LA SEMANA 14ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Gn 44, 18-21. 23b-29; 45, 1-5

1-1.

La escena que leeremos es típica de la época patriarcal que nos relatan las últimas páginas del Génesis: una vida de clan en la que el antepasado juega un papel capital... una vida rural y nómada en la que las relaciones de familia son esenciales... una vida ruda, en la que no faltan los enfrentamientos, pero que se halla impregnada de una ternura en que los lazos de sangre son más fuertes que todo.

-«¿Viven todavía vuestros padres?» preguntó José. «Tenemos un padre anciano y un hermano pequeño, nacido en los días de su vejez; el hermano de éste murió, por lo tanto a su madre le queda sólo este hijo ¡y nuestro padre le ama!»

Gran arte del relato que de modo emocionante habla de José como de un «desaparecido» cuando, en realidad, éste los está escuchando. Relato muy matizado en el que los hechos son más sugeridos que explicados.. En esta estructura familiar polígama, notamos sin embargo, un inmenso y natural respeto al padre y una relación afectiva con la madre. Pero se dejan entrever también las dificultades inherentes a ese tipo de familia y sus consecuencias casi inevitables en particular las preferencias por tal esposa y por sus hijos.

-Dijo José: "Traédmelo, que puedan verlo mis ojos."

Se trata de Benjamín, el pequeño y el último, el verdadero hermano de José, nacido de la misma madre: Raquel murió al dar a luz... esto explica el afecto muy particular de Jacob por esa mujer (Gn 35, 16-18)... y la ternura muy particular de José por "éste" que entre los restantes hijos de Jacob le recordaba las facciones de su propia madre.

«¡Que puedan verlo mis ojos!"

En medio de las rudezas de la época, contemplamos la maravilla del amor que ilumina todo lo que toca.

«Dios es amor. El que ama, conoce a Dios", dirá san Juan.

Y en todo verdadero amor humano ¿sabemos reconocer a Dios?

-Jacob dijo: «Sabéis que mi mujer sólo me dio dos hijos. Uno lo perdí y dije: "¡Fue despedazado como una presa!" y hasta el presente no lo he vuelto a ver. Si ahora apartáis a éste de mi lado y le sucede alguna desgracia, haríais bajar penosamente mi vejez a la mansión de los muertos.»

El amor paterno es una de esas maravillas que nos habla de Dios.

Si yo tengo hijos, ¿sé vivir esa realidad como una verdadera participación a la paternidad de Dios? «de quien toda paternidad toma nombre» (Ef 3, 15).

-Entonces José no pudo contenerse, hizo salir a todo el mundo y cuando quedaron sólo los hermanos se dio a conocer a ellos y se echó a llorar a gritos.

Vencido por la emoción, José deja que lo reconozcan.

-«¡Soy José, vuestro hermano!»

Sin duda el niño José Roncalli había oído esa emotiva historia de reconciliación cuando asistía al catecismo en su pueblo. Adulto, debió de meditar esa página de perdón fraterno. El caso es que siendo ya el Papa Juan XXIII, al recibir en audiencia a un grupo de judíos, con los brazos abiertos les dijo: «Yo soy José, vuestro hermano.»

-Ahora bien no os pese más ni os enoje haberme vendido aquí: pues para salvar vuestras vidas me envió Dios delante de vosotros...

¡Si por lo menos, Señor, todos los hermanos separados, todos los hombres en pugna por conflictos... llegasen a tener esa misma visión de una historia que progresa hacia el encuentro fraterno y el amor! Y que Tú diriges, ¡oh Padre!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 170 s.


1-2. /Gn/44/01-34:

Los hermanos pasan de una sorpresa a otra. Tras la afectuosísima acogida de José, ¿cómo imaginar que les queda aún la dificultad mayor? En efecto, apenas han emprendido el camino de retorno, les sale al encuentro el mayordomo de José, que, fiel a las órdenes de su señor, ha puesto la copa de plata de José, usada también para los presagios, en el saco de Benjamín, y les acusa ahora de haberla robado. En la antigüedad era corriente servirse de una copa para hacer presagios: se introducían dentro pequeños objetos, y por la forma que tomaban dentro del líquido, se deducían ciertos augurios. Esto le confería cierta categoría religiosa, por lo que su robo era más grave y se castigaba normalmente con la pena de muerte. Nuestro relato menciona ingenuamente esa práctica y no parece considerarla incompatible con la fe yahvista. La expresión «lejos de tus siervos hacer tal cosa» refleja el estupor de los hermanos que se sienten incapaces de haber hecho algo semejante, como lo demuestra el hecho de que han devuelto el dinero que encontraron en los sacos durante su primer viaje (es muy probable que la alusión a una nueva introducción de dinero, de la cual ya no se habla más aquí, sea una adición posterior). Están tan seguros de su inocencia que aceptan la condena a muerte de aquel en quien se encuentre la copa y, solidariamente, la esclavitud de todos los demás. El mayordomo, como luego José, acepta sólo la cláusula de retener al culpable como esclavo, pero no habla de condenar a muerte a ninguno. Con gran asombro comprueban que la copa está en el saco de Benjamín. Rasgan sus vestiduras, testimonio fehaciente de su dolor. Se presentan de nuevo ante José, y éste hace gala de una ironía cruel e incluso irreverente. Con una gran perplejidad, Judá acepta la «evidencia» con que Dios, siempre libre en sus decisiones, declara su iniquidad. Notemos el doble sentido de la frase: parece que se relaciona directamente con el asunto de la copa, pero la verdadera culpa que pesa sobre ellos es la que cometieron contra el hermano desaparecido. Por eso, fieles a la palabra dada, se ofrecen todos juntos como esclavos. Pero José, con un «lejos de mí», que responde al de sus hermanos, les asegura que sólo quiere quedarse con Benjamín. Contra esta decisión, Judá pronuncia unas palabras admirables y conmovedoras, exponiendo la situación familiar del padre, que ya ha perdido a uno de sus hijos predilectos y moriría si perdiera al otro que le queda. Por eso ruega a José que lo tome a él como esclavo en lugar de Benjamín, en cumplimiento de la promesa hecha al padre, y porque sería incapaz de volver al hogar sin el hermano menor.

La actitud abnegada que muestran hacia Benjamín, opuesta a la que tuvieron antes hacia José, manifiesta la conversión de los hermanos. No hacen falta más pruebas.

J. MAS ANTO
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 107 s.


1-3. /Gn/45/01-15   /Gn/45/21-28   /Gn/46/01-07:

Si el discurso de Judá, en el capítulo anterior, significaba el momento cumbre de la tensión narrativa en la historia de José, los acontecimientos que ahora comentamos constituyen el desenlace: manifestación de José a los hermanos, invitación al padre y a la familia para que se establezcan en Egipto, encuentro de José con Jacob. Las tradiciones yahvista y elohísta se encuentran muy mezcladas, de forma que es difícil aislarlas. Esto es lo que explica algunos duplicados: José se da a conocer dos veces (vv 3 y 4); José por una parte y el faraón por otra invitan a Jacob a trasladarse a Egipto (vv 9s y 16s), estableciéndose en Gosen o en cualquier otro lugar (9 y 18-20), etc.

Las palabras de Judá sobre su padre, con las alusiones al hermano muerto, conmovieron profundamente a José, que ya no pudo contenerse. Hizo salir a los criados antes de identificarse, no tanto por miedo a manifestar sus propios sentimientos delante de la servidumbre cuanto por tratarse de un asunto que sólo incumbía a él y a los hermanos. Naturalmente, las primeras reacciones de los hermanos fueron de asombro y de miedo. Sin embargo, José, con un amable «acercaos a mí», trató de serenarlos y de introducirlos, al mismo tiempo, en la comprensión profunda de la acción de Dios en toda esta historia: Dios lo había enviado a Egipto con el fin de asegurar la supervivencia de ellos («resto» tiene aquí este sentido) y hacerlos vivir para una gran liberación. La importancia teológica de esta declaración, así como las semejanzas con la salvación de Noé y de Lot son evidentes. Por otra parte, el concepto de «resto» indica aquí el carácter gratuito de la providencia divina y, según el contexto general, se refiere no sólo al destino de la familia de Jacob, sino también al futuro de Israel, que ya se anuncia en su antepasado remoto. El «resto» tiene una ambivalencia inseparable: o es expresión del castigo y de la ira divina o de su gracia y fidelidad. Por eso ha sido un concepto repensado y usado en circunstancias diferentes. Los títulos de José expresan las múltiples funciones de su cargo y el lugar preeminente en que le ha colocado el faraón. En cuanto a la tierra de Gosen, ha de localizarse en el actual "wadi" Tumilat, entre el delta del Nilo, al oeste, y el actual canal de Suez, al este. Los regalos de José, aparte del carácter normal de benevolencia hacia su familia, tienen en esta ocasión el cometido de hacer patente a Jacob que su hijo vivía todavía y que ocupaba una elevada posición.

Finalmente Jacob con su familia y todas sus posesiones acogiendo las invitaciones de José y del faraón, emprende el camino de Egipto. Pero un acto de tanta trascendencia para el curso de la historia de Israel (¿cómo podía además dejar por propia iniciativa la tierra prometida a sus padres?) necesitaba la aprobación divina, que recibe en una visión nocturna en Berseba. La alusión al retorno de Jacob no se refiere a su cadáver, que será enterrado en Palestina, sino al retorno de su descendencia es decir, al éxodo.

LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 108 s.


2.- Os 11, 1-4.8c-9 

2-1.

VER CORAZON DE JESUS CICLO B


3.- Mt 10, 7-15

3-1.

Las normas de absoluta privación que son impuestas a los discípulos: no llevéis ni oro, ni plata, ni sandalias, ni bastón... parecen absolutamente inviables. ¿Realmente se les pedía eso? Estas exigencias parecen estar tomadas de las normas establecidas para asistir a dar culto a Dios en el templo: "que nadie entre en el templo con bastón, zapatos, ni con la bolsa del dinero..." Partiendo de esta norma judía se diría simplemente que los discípulos, en la realización de su tarea evangelizadora, se hallan ante Dios (como en el templo) y deben conducirse como estando en la presencia de Dios, sabiendo que el éxito de la misión depende de Dios. Diríamos que se manda a los discípulos ir "desarmados", para poner de relieve que se trata de la obra de Dios, del anuncio de su palabra, no de una obra humana. Como normas de absoluto ascetismo resultan inexplicables, ¿cómo puede un hombre marchar sin sandalias o sin bastón por el desierto...?

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 990


3-2. POBREZA-ESPIRITUAL

Mateo enumera algunas normas que constituyen el estilo misionero.

La primera de ellas es la pobreza. El discípulo de Cristo se pone todo él a disposición gratuitamente (su fe, su tiempo, su amistad), y lo hace porque está convencido de haber recibido también él primero gratuita y abundantemente. Es la forma más profunda de la pobreza de espíritu; todo lo que hay en nosotros es don de Dios y de los otros; por eso todo, generosa y gratuitamente, debe volver a Dios y a los demás. Pero hay otra cosa: la pobreza se expresa contentándose con poco, con lo estrictamente necesario (10,9), con el coraje (que es fe) de confiar también el problema de ese poco a la providencia de Dios.

(...) El tiempo es tan corto y el anuncio de tal importancia, que no se puede permanecer en un sitio solo obstinadamente. Por lo demás, hay que saber que la labor del misionero no es forzar a toda costa el corazón del hombre: ni siquiera Cristo lo hizo. La tarea del misionero es formular la propuesta clara y convincente, y luego dejarla a la libertad del hombre. La labor del misionero se limita al anuncio y es eficaz en la medida en que es claro y estimulante el anuncio.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 106


3-3.

-Jesús recomendaba a los doce apóstoles...

Es Jesús quien abre la boca y habla. Trato de imaginar algo del tono de su voz... de la atención que prestan los apóstoles a su palabra...

Les dice lo que lleva en el corazón... sus recomendaciones... Son sólo doce; pero no tienen miedo, pues Jesús está con ellos.

-"Proclamad que el Reino de Dios está aquí."

Se busca, a veces a Dios "demasiado lejos": ¡de hecho está "aquí"! cerca de nosotros.

Señor, ayúdanos a descubrir que estás próximo, junto a nosotros.

Un Dios próximo, un Dios amoroso.

No estoy nunca solo, incluso cuando me siento abandonado o solitario.

Para poder proclamar a los demás la bondad, la proximidad de la presencia de Dios... primero hay que haber hecho la experiencia en sí mismo, personalmente.

¿Cómo podría decir a los demás: "el Reino de los cielos, la felicidad de los cielos esta aquí" ... "Dios esta junto a ti"... si yo mismo no creyera en ello.

¡Ayúdanos, Señor, a creer que tu Reino ha comenzado!

"Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios." Jesús resume en estas cuatro frases todos los beneficios que los apóstoles deben aportar a sus hermanos, Ios hombres.

Es lo que Jesús ha hecho: evoco a Jesús curando, dándoles de nuevo su vida, limpiando a pobres leprosos, liberando a los pecadores de sus pecados.

El apóstol es el que distribuye beneficios...

el que hace crecer a sus hermanos...

el que les aporta luz. paz y alegría...

Pensando en todos los trabajos que se espera de mí, en mi vida cotidiana, reflexiono, con Jesús, sobre lo que El espera de mí... pues es a mí, hoy, a quien repite las mismas frases .

¿Cuál será mi manera de ayudar, de servir, de curar?

-De balde lo recibisteis, dadlo de balde.

No os procuréis oro, plata ni moneda... ni alforja, ni dos túnicas, ni sandalias ni bastón... pues el bracero merece su sustento.

Descubrimos aquí, a un Jesús maravillosamente exigente; el primero en vivir así... en un estilo de vida pobre... generoso... "gratuito"... Contemplo la pobreza, la simplicidad de vida de Jesús.

Encontramos esto duro. Y sin embargo es Jesús quien lo dice. Porque sabe dónde está nuestro verdadero crecimiento: Recordemos: Cuanto más se tiene, más se quiere... no se está nunca contento. Por lo contrario, el que sabe reducir al mínimo sus necesidades, encuentra una alegría y una libertad mayores: se contenta con poco.

-Al entrar en una casa, saludad. Si la casa se lo merece, la paz que le deseáis se pose sobre ella. Si no se lo merece, vuestra paz vuelva a vosotros. Si alguno no os recibe, salid de esta casa...

Hay que proponer la buena nueva, pero no se puede imponer: los hombres quedan libres.

Ofrecer la paz. Ofrecer la alegría. Dar aliento. No hay que sorprenderse si uno no tiene éxito, si no es aceptado: hay que conservar la paz y el gozo interior. Nuestra buena tentativa ha sido para el Señor.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 62 s.


3-4.

1. (Año I) Génesis 44,18-21.23-29; 45,1-5

a) Sigue la historia de José, que llega a la escena culminante del reencuentro y la reconciliación con sus hermanos, una de las páginas más bellas de la Biblia, tanto en el aspecto literario como en el humano y religioso.

Antes de esta página, en el Génesis se cuenta que en el segundo viaje de sus hermanos a Egipto, en busca de víveres, José retiene a Benjamín, su hermano predilecto, con el pretexto de que ha «robado» un cáliz, que él se había encargado de que escondieran precisamente en el saco de Benjamín.

Cuando Judá, intercediendo patéticamente por su hermano pequeño, le cuenta un relato que él conocía muy bien, el de su venta por unas monedas, José no puede ya contenerse más y, entre lágrimas, se da a conocer a sus hermanos, creando en ellos una situación de sorpresa indecible y, también, de miedo: «yo soy José, vuestro hermano, al que vendisteis a los egipcios». Pero no tienen que temer, porque les perdona: «acercaos a mí».

La lección se pone en boca de José: «para salvación me envió Dios delante de vosotros». El salmo comenta y desarrolla esta misma idea: «Recordad las maravillas que hizo el Señor. Llamó al hambre sobre aquella tierra... por delante había enviado a José, vendido como esclavo». Los planes de Dios son admirables. El va llevando a cumplimiento su promesa mesiánica por caminos que nos sorprenden.

b) La historia de José nos recuerda la de Jesús,

- que también es vendido por los suyos y llevado a la cruz;

- que muere pidiendo a Dios que perdone a sus verdugos;

- que parece haber fracasado en la misión encomendada, pero que nos muestra cómo Dios consigue sus propósitos de salvación también a través del mal y del pecado de las personas.

Nosotros tendríamos que aprender, sobre todo, a perdonar a los que nos han ofendido.

Difícilmente nos harán un mal tan grande como el que los hermanos de José o los discípulos de Jesús les hicieron a ellos. Y perdonaron.

¿Hubiéramos tenido nosotros, en su lugar, la grandeza de corazón que aquí muestra José? ¿y Cristo en la cruz? ¿facilitamos que se puedan rehabilitar las personas, dándoles un voto de confianza, a pesar de que hayan fallado una o más veces? Aunque nos cueste, ¿sabemos perdonar?

1. (Año II) Oseas 11,1-4.8-9

a) La página de Oseas es un hermoso canto al amor que Dios tiene a su pueblo.

Si antes había comparado este amor al conyugal, ahora describe con rasgos bien tiernos el amor de un padre -o de una madre- por el hijo que lleva en brazos, al que acaricia y besa, al que le enseña a andar, al que atrae «con lazos de amor». Pero ese hijo ahora le es infiel. El pueblo ha roto la alianza que había prometido guardar: «cuando le llamaba, él se alejaba».

¿Cuál será la reacción de Dios? Uno piensa inmediatamente en el castigo que dará a Israel (aquí se le llama Efraím, una de las tribus descendientes de José). Pero no. Dios no se decide a castigar: va a perdonar una vez más.

El profeta -reflejando su propia incapacidad de condenar a su mujer infiel, porque en el fondo la sigue queriendo- describe con trazos muy humanos ese amor de Dios: «se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas: no cederé al ardor de mi cólera». Y la razón es todavía más impresionante: «porque yo soy Dios, y no hombre; santo en medio de ti, y no enemigo a la puerta». Lo propio de Dios no es castigar, sino amar y perdonar. No es un enemigo siempre al acecho, sino el amigo que está en medio de su pueblo.

b) Cuando tengamos que reconocer nuestro pecado, haremos bien en acordarnos de estas palabras de un Dios que no puede dejar de amarnos, a pesar de lo que hayamos hecho. Dios sigue enamorado de la humanidad. Como Oseas de su mujer.

¿Queremos mejor «buena noticia» que ésta? ¿no se adelanta ya aquí -en una página que puede considerarse una de las mejores del AT- el retrato que de Dios nos hará Jesús, describiéndolo como el padre del hijo pródigo y como el pastor que se alegra por recuperar la oveja descarriada, dispuesto siempre a perdonar?

Podemos acudir a él con confianza, diciéndole con el salmo: «que brille tu rostro, Señor, y nos salve... despierta tu poder y ven a salvarnos... ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó».

Además, podemos aprender otra lección: a ser nosotros también misericordiosos, capaces de amar a cada una de las personas que forman nuestra Iglesia, nuestra comunidad, nuestra familia, aunque descubramos defectos en ellas. Como hace continuamente Dios. Y aunque nos cueste.

2. Mateo 10~7-15

a) El Maestro da a sus apóstoles -a todos nosotros, miembros de la Iglesia «apostólica» y «misionera»- unas consignas, para que cumplan su misión siguiendo su estilo:

- ante todo, lo que tienen que anunciar es el Reino de los Cielos, el proyecto salvador de Dios, que se ha cumplido en Jesús: ésta era la última idea del evangelio de ayer y la primera de hoy,

- pero, además, a las palabras deben seguir los hechos: curar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos, echar demonios;

- los enviados de Jesús deben actuar con desinterés económico, no buscando su propio provecho, sino «dando gratis lo que han recibido gratis»;

- este estilo es la llamada «pobreza evangélica»: que no se apoya en los medios materiales (oro, plata, vestidos, alforjas), sino en la ayuda de Dios y en la fuerza de su palabra;

- y les avisa Jesús que, en algunos sitios los recibirán y en otros no los querrán ni escuchar.

b) Nos conviene revisar nuestro modo de actuar, comparándolo con estas consignas misioneras de Jesús. No se trata de tomarlas al pie de la letra (no llevar ni calderilla), sino de asumir su espíritu:

- el desinterés económico:

- la generosidad de la propia entrega: ya que Dios nos ha dado gratis, tratemos de igual modo a los demás; recordemos cómo Pablo no quiso vivir a costa de la comunidad, sino trabajando con sus propias manos, aun reconociendo que «bien merece el obrero su sustento»;

- confiemos más en la fuerza de Dios que en nuestras cualidades o medios técnicos; nos irá mejor si llevamos poco equipaje y si trabajamos sin demasiados cálculos económicos y humanos;

- no nos contentemos con palabras, sino mostremos con nuestros hechos que la salvación de Dios alcanza a toda la persona humana: a su espíritu y a su cuerpo; a la vez que anunciamos a Dios, luchamos contra el mal y las dolencias y las injusticias;

- no dramaticemos demasiado los fracasos que podamos tener: no tienen que desanimarnos hasta el punto de dimitir de nuestro encargo misionero; si en un lugar no nos escuchan, vamos a otro donde podamos anunciar la Buena Noticia: dispuestos a todo, a ser recibidos y a ser rechazados;

- sin olvidar que, en definitiva, lo que anunciamos no son soluciones técnicas ni políticas, sino el sentido que tiene nuestra vida a los ojos de Dios: el Reino que inauguró Cristo Jesús.

«Para salvación me envió Dios delante de vosotros» (1ª lectura I)

«Que brille tu rostro, Señor, y nos salve» (salmo II)

«Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca» (evangelio)

«Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 126-130


3-5.

Os 11, 1b. 2-4.8c-9 : Un pueblo obstinado.

Mt 10, 7-15 : Astutos como serpientes, sencillos como palomas

Los doce deben ir anunciando el Reinado de Dios mientras caminan. La vida itinerante no es propicia para que los discípulos esperen a tener grandes instalaciones para proclamar la Buena nueva. Su vida va a estar signada por una lucha radical contra la injusticia, la marginación, la enfermedad y la muerte. Para esto deben ir completamente desprovistos de las seguridades de toda índole. Si apelan a estas seguridades perderán el impulso y se acomodarán. Lo necesario para vivir lo recibirán de la misma obra misionera, "pues el obrero tiene derecho al sustento".

Los doce deben ser hombres que anuncien y trabajen por la paz. Su función no es crear contiendas inútiles entre los evangelizados. Pero, sí están obligados a enfrentar al demonio de la injusticia, la marginación y la enfermedad que mantiene oprimidos a los hombres y no les permite vivir en paz unos con otros y consigo mismos. Donde no los escuchen no pueden tomar represalias ni disgustarse por ello. Humildemente tienen que dejar la situación en manos de Dios, para que sea Él quien se encargue de transformar los corazones obstinados.

La misión de los doce está enmarcada por la constante amenaza de los antivalores de la sociedad y por la oposición de los hijos de la oscuridad. Éstos son verdaderos lobos que sacrifican a sus hermanos para obtener beneficios personales. Los evangelizadores no pueden ser ingenuos ante ellos y creer que los van a cambiar con buenas intenciones. Con astucia deben cuidarse de ellos y ser críticos ante el sistema en el que se apoyan para imponer su mentalidad explotadora. Astucia que no puede ir en menoscabo de la humildad. Sin humildad no pueden los evangelizadores descubrir la verdad que les comunica Dios.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6.

Gn 44, 18-21 y 23b.29; 45,1-5: Yo soy tu hermano

Sal 104

Mt 10, 7-15: El Reino de Dios ha llegado

El mismo Jesús que había elegido a los doce los envía ahora en misión profética, al servicio de la conversión que implica el reino. Este envío de los doce resulta enigmático dentro del camino vocacional por las exigencias y encargos que Jesús hace a los doce.

El primer signo que debe acompañar a los discípulos es la solidaridad misionera, porque la tarea evangelizadora es un compromiso comunitario, es un trabajo en equipo que se proyecta a la gran comunidad del Reino. Desde aquí se han de entender las notas del anuncio misionero.

Sanen a los enfermos. Jesús les comunica el poder de curar y exorcizar. Este grupo de excluidos y rechazados se convierte en los primeros destinatarios de acción misionera de los discípulos. La misericordia de Dios debe alcanzar a los excluidos, a los que han tenido que cargar el duro peso de la ley religiosa, que los apartaba de la vida social, sometiéndolos a la muerte en vida. El anuncio del evangelio ofrece esperanza de vida a los enfermos, endemoniados y leprosos, capacitándolos para cambiar incluso en el plano corporal.

La pobreza. Los enviados de Jesús llevan las manos vacías de bienes materiales. No llevan nada, prescinden de pan y de dinero: no son trabajadores al servicio de una institución que paga. Van voluntarios: porque quieren. Van ligeros de equipaje: simplemente con lo que llevan puesto. De esa forma pueden ser testigos de un reino que es gracia, don de Dios que nunca puede compararse, venderse o merecerse. Porque "lo que han recibido gratis, denlo gratis", dice el Señor.

La solidaridad. La misma pobreza los hace más solidarios de los otros en el sentido más radical de la palabra. Tienen que pedir alojamiento, es decir, pedir posada y quedar de esta forma en manos de aquellos que quieran recibirlos. La misma autoridad del reino que transmiten los hace dependientes de los hombres: así viven a merced de la hospitalidad de los otros, como un signo de la presencia del Reino.

La autoridad. Nada tienen, nada pueden en sentido externo y, sin embargo, en su propia debilidad, son signo viviente del juicio de Dios sobre la tierra. Por eso, allí donde no los reciban, pueden sacudir el polvo de las sandalias, como queriendo decir: les estamos ofreciendo el camino de la salvación y no lo quieren, entonces esperen el juicio definitivo de Dios.

Así actúan los doce, enviados por Jesús como mensajeros del Reino de Dios. Su gesto ha de entenderse a la luz de los que Jesús quiere anunciar y preparar por ellos que es la nueva comunidad mesiánica, aquella familia de hombres y mujeres que cumplan la voluntad de Dios, superando y rompiendo todos los muros de la vieja casa de la ley judía.

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3-7. COMENTARIO 1

vv. 7-8: Por el camino proclamad que está cerca el reinado de Dios, 8curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde.

Jesús añade ahora un aviso: la idea de lucro ha de estar ausente de esta actividad. Se hace, por tanto, con «limpieza de corazón» (5,8), sin segundas intenciones.

vv. 9-10: No os procuréis oro, plata ni calderilla para llevarlo en la faja; 10ni tampoco alforja para el camino, ni dos tú­nicas, ni sandalias, ni bastón, que el bracero merece su sus­tento.

La opción por la pobreza que ha hecho el discípulo (5,3) ha de ser bien visible. No deben llevar dinero alguno, tampoco pro­visiones (alforja), ni dos túnicas o sandalias, como la gente acomodada. La prohibición de llevar bastón simboliza la renuncia a toda violencia, incluso en defensa propia (cf. 5,39). El desprendi­miento absoluto del discípulo se funda en su confianza de que no faltará el sustento. Jesús los exhorta a la confianza que había de tener el discípulo en el Padre del cielo (6,25-34). La misión es un trabajo por el que se busca que reine la justicia del Padre (6,33); éste se ocupará de lo demás.

vv.11-15: Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí que se lo merezca y quedaos en su casa hasta que os vayáis. 12A1 entrar en una casa, saludad. 13Si la casa se lo me­rece, que la paz que le deseáis se pose sobre ella; si no se lo merece, vuestra paz vuelva a vosotros. 14Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo sacudios el polvo de los pies. 15Os ase­guro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.

«Se merece» recibir al enviado quien está abierto al men­saje del reino, es decir, los que no se conforman con la situación existente. Los Doce enviados son mensajeros de paz (cf. 5,9) y trabajar por ella es su labor. Esto se refleja en su saludo. Hay, sin embargo, quienes rechazan este mensaje. En tal caso los enviados deben desentenderse de ellos con un gesto simbólico, usado al abandonar tierra pagana. Jesús anuncia un juicio que será más severo para los que no acogen el anuncio del reino, que para las ciudades paganas proverbialmente malditas.


COMENTARIO 2

El mismo Jesús que había elegido a los doce los envía ahora en misión profética, al servicio de la conversión que implica el Reino. El primer signo que debe acompañar a los discípulos es la solidaridad misionera, porque la tarea evangelizadora es un compromiso comunitario.

"Curen a los enfermos": la misericordia de Dios debe alcanzar a los excluidos, a los que han tenido que cargar el duro peso de la ley religiosa que los apartaba de la vida social, sometiéndolos a la muerte en vida.

Los versículos 9-10 no tratan de una pobreza ascética, recomendable por sí misma, sino más bien de la disponibilidad necesaria para una predicación rápida y eficaz del Reino. Los antiguos escondían con frecuencia el dinero en los pliegues de la faja. Llevar dos túnicas era signo de vida confortable y por tanto sedentaria. La prohibición de las sandalias es más llamativa: no se salía de viaje sin calzado, como tampoco se viajaba sin bastón. Tales expresiones pueden significar que los apóstoles deben presentarse ante los hombres con la misma humildad que ante Dios (en el templo o en la Sinagoga), sin sandalias ni bastón.

La pobreza. Los enviados de Jesús llevan las manos vacías de bienes materiales. No llevan nada, prescinden de pan y de dinero: no son trabajadores al servicio de una institución que paga. Van voluntarios: porque quieren. Van ligeros de equipaje: simplemente con lo que llevan puesto.

La solidaridad. La misma pobreza los hace más solidarios de los otros en el sentido más radical de la palabra. Tienen que pedir alojamiento, es decir, pedir posada y quedar de esta forma en manos de aquellos que quieran recibirlos. La misma autoridad del Reino que transmiten los hace dependientes de los hombres: así viven a merced de la hospitalidad de los otros, como un signo de la presencia del Reino.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. DOMINICOS 2003

Grandeza de devolver bien por mal.
Hoy en las lecturas de la liturgia tenemos dos mensajes muy distintos. El primero se contiene en el texto del Génesis, y el segundo en el Evangelio.

En el Génesis, capítulos 44-45, nos deleitamos con la actitud comprensiva y misericordiosa de José, el hijo preferido de Jacob. Vendido a unos mercaderes, entró en Egipto, y allí adquirió enorme prestigio, hasta el extremo de convertirse en administrador de los bienes del Faraón. Como ya comentábamos ayer, mientras él se implicaba en la administración de Egipto, sobrevinieron años de hambre por todas partes, y en tierras de Canaán la angustia fue terrible. Para calmarla, los hijos de Jacob bajaron a Egipto a buscar provisiones.

Allí estos hijos se vieron sorprendidos por la bondad y delicadezas de un hombre, José, que les trató con mimo y, al final, se les reveló como lo que era, su hermano, y los trató magnánimamente como a tales. Su mensaje de caridad fraterna desborda todo cálculo egoísta, pues, en plenitud de amor y gracia, devolvió mucho bien por mucho mal.

En el texto evangélico, tenemos el mensaje de la generosidad que ha de presidir la vida de todo predicador. El predicador, profeta, maestro, discípulo de Cristo, ha de tener como norma dar gratis los dones y gracias de salvación que gratuitamente ha recibido de la divina bondad, y ha de hacerlo sin preocuparse demasiado de las reacciones de las gentes ante la exposición de la Palabra y Verdad que salva.

ORACIÓN:

Concédeme, Señor, que siempre me muestra grato al amor que recibo y comprensivo con quien no sabe comprenderme. Concédeme, Señor, ser generoso con todos, incluso con quienes no lo son. Concédeme, Señor, un corazón tan magnánimo que disfrute haciendo el bien a quienes me hicieron daño. Concédeme, Señor, dejarme guiar por la luz de una mente que quiera amar la verdad y que me lleve a ser solícito de la felicidad de los otros. Concédeme, Señor, atesorar bienes en mi corazón para gozar distribuyéndolos en justicia y caridad. Amén.



Palabra de Dios
Del libro del Génesis 44, 18-21. 23-29; 45, 1-5:
[Llegados a Egipto los hijos de Jacob en busca de provisiones, José les atendió como a amigos, les vendió cuanto deseaban para salvarse del hambre, y les metió en los sacos de alimentos, sin decirles nada, el dinero con que le pagaban sus compras. Pero les pidió, a cambio, que en otro viaje bajara con ellos el hermano pequeño, Benjamín. Así lo cumplieron sus hermanos, y en un segundo viaje, con gran dolor de su padre Jacob, Benjamín se fue con ellos. Cuando Benjamín estuvo en Egipto, José les dijo que lo retenía como su esclavo hasta que bajara Jacob. Lloraron los hermanos esa retención, y José acabó declarando la verdad que el siguiente texto recoge] :

“Después de todo eso, José no pudo contenerse ante sus hermanos. Rompió a llorar tan fuerte que los egipcios lo oyeron... y dijo a sus hermanos: ‘Yo soy José, vuestro hermano, a quien vendisteis a los egipcios’. Pero ahora no os preocupéis, ni os pese el haberme vendido aquí; para salvación me envió Dios delante de vosotros”.

José hace una lectura providencialista de la historia de su vida, de la traición de los hermanos, de su prosperidad en Egipto, del reencuentro con sus hermanos y su padre. Del mal trata de hacer el mayor bien posible.

Evangelio según san Mateo 10, 7-15:
“Jesús siguió diciendo a sus apóstoles: Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca: curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.

No llevéis en la alforja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalias, ni bastón: bien merece el obrero su sustento.

Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies....”

Esta página también es providencialista. Dios envía a los suyos a predicar el Reino y los colma de poderes extraordinarios; quiere que vayan despojados de todo menos del amor y la fidelidad, y que sepan sobrellevar con paciencia las adversidades o pruebas, pues el buen trabajo de la fe lo requiere.



Momento de reflexión
Dureza y ternura. José y sus hermanos.
La cuarta parte del libro del Génesis, dedicada a la historia de José y de sus hermanos (cc 37-48), es ejemplo, entre otras cosas, de dureza, por una parte, y de ternura, por otra. De dureza, por la venta de José a los mercaderes, a causa de la maldita envidia y del odio que a veces se genera entre los hermanos. De ternura, por el amor de Jacob a los dos últimos hijos, los de su amor a Raquel: José y Benjamín; y ternura también por las delicadezas extraordinarias que José tiene con sus hermanos y con su padre.

¡Qué página tan prodigiosa es ésa que parece construida más para hablar al alma que para tejer una historia de carne y hueso!

Recibís gratis, dad gratis.
Esta es la medida de la generosidad de Dios para con nosotros, y la medida con que quiere que sirvamos nosotros a los hermanos en la fe, en la evangelización de su nombre y en la distribución de sus gracias sacramentales y de su Palabra.

Si lo cumplimos todo con buen espíritu de desposeimiento y de amor, acontecerá que unos nos escucharán de buen grado y se acercarán a Dios por mediación nuestra; pero otros despreciarán la palabra y al mensajero.

A los primeros, animémoslos en su esperanza y vida. A los segundos, respetémoslos, y su conciencia les hablará ante Dios.


3-9. 2002

El discurso de Mt 10, llamado discurso misionero, se coloca en la perspectiva del día del juicio lo mismo que las acciones de Jesús que siguen inmediatamente en los capítulos 11 y 12.

Dicho juicio incluye por una parte el ofrecimiento por parte de Jesús y sus enviados de la paz escatológica, fruto de la venida del Reino de Dios, y por otra, el rechazo de ese ofrecimiento.

La tarea de los apóstoles es la misma de Jesús: la proclamación de que “el Reinado de Dios esta cerca”(v. 7) que debe ser acompañada de idénticos signos a los actuados por el mismo Jesús. Se señalan tres de ellos en la primera parte del v. 8: triunfo sobre la enfermedad, sobre la muerte y sobre la impureza de la lepra.

Luego de estas indicaciones siguen dos exhortaciones: la primera tiene como objetivo la determinación del estilo de la misión (vv. 8b-10), en segundo lugar se instruye sobre el comportamiento que se debe asumir frente a las reacciones ante el mensaje por parte de los oyentes (vv. 11-15).

El estilo de la misión está determinado por un desprendimiento absoluto derivado de la confianza en Dios de parte de los enviados. En una sociedad que conoce el negocio bancario y sumas millonarias (parábola de los talentos), los enviados deben inaugurar un nuevo comportamiento centrado en la gratuidad. El Reino ofrecido como gracia, exige también, para poder ser manifestado adecuadamente, un ofrecimiento gratuito.

Frente a las formas de comportamiento adoptadas en los traslados de intercambio comercial, se prescribe, para este viaje de anuncio del Reino, el no llevar dinero ni provisiones y una forma de comportamiento que no debe imitar el estilo de los viajes de la gente acomodada que cargan dos túnicas o sandalias. Hasta el bastón para la defensa personal en el camino les está prohibido. Los apoyos del enviado no están en las riquezas ni el poder humano sino en la protección divina, en quien los anunciadores del Reino deben depositar una confianza absoluta.

Luego el discurso pasa a señalar a quienes debe dirigirse el Mensaje y las actitudes a asumir frente a las diversas reacciones que dicho mensaje produce en los oyentes.

El anuncio debe transmitirse a aquellos que se “lo merecen”, a los que son dignos de esta paz definitiva del Reino. Por consiguiente debe alcanzar a los que no se conforman con la paz imperial existente, con la situación existente y están en búsqueda de otra realidad. Se define a los Doce como portadores de la paz de Dios y de su Reino que las sociedades humanas están lejos de ofrecer.

La posibilidad de transmisión de esta nueva realidad depende de la libertad humana, de la acogida que los hombres hacen al mensaje de Jesús. La aceptación o el rechazo por parte de los oyentes determina las distintas actitudes que los enviados deberán adoptar frente a la casa o la ciudad a las que se dirijan.

El rechazo por parte de los habitantes hace que los enviados deban romper la comunicación, la ruptura del diálogo con los que así se comportan, por medio de un gesto simbólico que se utilizaba al abandonar tierra pagana.

A los adversarios de los valores de Dios y de su Reino, Jesús anuncia un juicio más severo que el que tuvo lugar respecto a las ciudades pecadoras, Sodoma y Gomorra, del relato bíblico de Abraham y Lot.

El mensaje del Reino incluye, por tanto, contradicciones y rechazos. Hay que estar preparado para ellos. Las componendas no están permitidas a los mensajeros del Reino de Dios.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. CLARETIANOS 2003

José no paga la afrenta sufrida con la moneda de la venganza. Su actitud es de perdón y acogida: Ahora no os preocupéis, ni os pese el haberme vendido aquí; para salvación me envió Dios delante de vosotros.

Esta historia suena demasiado blanda en nuestra competitiva y reivindicadora sociedad de hoy. José hubiera pasado por un tonto que no sabe hacer valer sus derechos al amparo de la ley. Lo de “imperio de la ley”, “estado de Derecho”, “reivindicación” ... ha adquirido tal carta de naturaleza, que muchos consideran que esta es la cumbre ética a la que puede aspirar una sociedad. Se nos invita a reclamar daños y perjuicios por todo.

“Que se pudra en la cárcel hasta que pague su delito”, “Nos veremos en los tribunales”, “Le exigiré una compensación económica”. Son frases que tipifican la mentalidad social dominante. Representan, sin duda, un paso con respecto a las sociedades en las que la injusticia queda impune, en las que los fuertes se imponen a los débiles. Pero, al mismo tiempo, alimentan una forma de entender la justicia que es, en sí misma, insaciable. Y, aunque cueste reconocerlo, algo vengativa.

Por eso, necesitamos iconos éticos que nos ayuden a descubrir maneras más profundas (y, por tanto, más eficaces) de restablecer el equilibrio roto por el crimen y, sobre todo, de abrirnos a una nueva experiencia de la “paz”.

José es uno de estos iconos aportados por la tradición judeocristiana. Pero, sobre todo, el gran icono de una justicia “nueva” es Jesús. Prestemos atención a las recomendaciones que hoy da a los doce:

Lo esencial es el anuncio del Reino. Para mostrar que ya está cerca, es necesario curar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos y echar demonios.

Este anuncio sólo resulta creíble y eficaz cuando se realiza con gratuidad (Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis), con simplicidad de medios (No llevéis oro, plata ni calderilla), con actitud de paz (Al entrar en una casa, deseadle la paz) y con valentía (Si alguno no os recibe, sacudid el polvo de los pies).

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-11. Jueves 10 de julio de 2003
Cristóbal, Elías, Amelia

Gen 44, 18-21.23-29; 45, 1-5:Historia de los hermanos de José
Salmo responsorial: 104, 16-21
Mt 10, 7-15: Lo recibido gratis, denlo gratis

Texto: “No lleven oro, ni plata, ni monedas...”

Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.

Comentario

Los doce continúan la palabra y obra de Jesús en relación al Reino; lo que deben hacer y decir no es diferente de los que el mismo Jesús hace y dice. La cercanía inminente del Reino fue predicada por el Bautista (3,2) y es el comienzo de la predicación de Jesús (4,17); por eso también es la predicación de los discípulos; lo mismo ocurre con el “poder”: Lc solo dice que los envía a “predicar... y sanar”, Mt especifica: curar, resucitar, purificar, exorcizar. Pero ese “poder” no debe utilizarse en beneficio propio. La gratuidad es la característica que lo marca. Ese “poder” es don de Dios, y como tal no deben ni creerse sus dueños, ni lucrar, ni sacar beneficio de él. Para ser precisos: una cosa es que generosamente la comunidad agradezca al misionero y lo alimente y hospede, y otra que éste lucre con su ministerio...

Pero esto también sirvió para que muchos se aprovecharan de este poder. Ya el mismo Pablo, desde los comienzos de la predicación, prefirió trabajar con sus manos para sostenerse y no ser mantenido por la comunidad. Esto le mereció crítica de algunos “fundamentalistas”: “-no es discípulo de Jesús, ya que el Señor dijo que el que trabaja merece su sustento” (1 Cor 9,14 parece estar citando Mt 10,10 en una de sus escasas referencias paulinas a dichos de Jesús). Pablo les dirá que libremente ha renunciado a eso, para manifestar con su vida la gracia como don de Dios y evangelizar gratuitamente (1 Cor 9; ver 2 Cor 11,13). Tiempo después, el mismo evangelio de Mateo sabe que hay falsos profetas (7,15; 24,11.24, y por eso insiste -es exclusivo de él este dicho de Jesús- en la gratuidad (¿pedían algo a cambio los “falsos profetas”?). También los escritos tardíos, como Hch 20,29-30; 1 Jn 4,1; Ap 16,13; 19,20; 20,10 y 2 Pe 2,1 nos hablan de los falsos predicadores. Y también lo encontramos en los escritos de los primeros padres de la Iglesia (‘Pastor’ de Hermas 11,16, Didajé 11,3.4.8.11; Ignacio a los Efesios 9,1). Por ejemplo, se trata de regular la actividad para garantizar la fidelidad al mensaje del mensajero: “En cuanto a los Apóstoles y profetas obren así, según la enseñanza del evangelio. Todo apóstol que vaya a ustedes sea recibido como el Señor. No permanecerá más que un día, pero si tuviera necesidad, puede quedarse otro día. Si permanece tres, es un falso profeta. El apóstol, a su partida, no recibirá nada más que pan hasta que se hospede (de nuevo). Si pide dinero, es un falso profeta” (Didajé 11,3-6). Lo interesante en este breve resumen es que lo que nunca estuvo en duda es que el anuncio debe darse gratuitamente, y que deben eliminarse todos los obstáculos que hagan pensar que no se está predicando el verdadero anuncio de Jesús: su Reino, o que se está lucrando con el anuncio o con el “poder” recibido.

En la misma línea debe ubicarse la referencia a que no se ha de llevar “oro” (sólo se encuentra en Mateo), “plata” (también en Lc), moneda de “bronce” (también en Mc) y “alforja” (sólo en Mt). Evidentemente, tomando de dos fuentes distintas (Mc y Q) Mt destaca el desinterés y la confianza en el cuidado de Dios a los que se dedican a la predicación del Reino. Precisamente porque no llevan nada de valor, no necesitan tampoco llevar bastón, pues no deben defenderse de nadie. El obrero es digno de su alimento (Mt) o de su jornal (Lc).

La paz, como fruto del reino es un signo evidente: es el fruto de la presencia de Dios y la realización de su voluntad (= su Reino). Esa “paz” (shalom) es una armonía, un “estar bien”, es el fruto y don que reciben los que hospedan a los misioneros. Pero, y siguiendo con la suerte de su maestro, los discípulos pueden esperar lo mismo para ellos: el rechazo. Con esto, Mt prepara el terreno para el párrafo que sigue: el anuncio de las persecuciones.

Reflexión:

Toda capacidad para predicar, y todo signo que la acompaña, se caracteriza por ser don de Dios. Regalo del Señor para que la sociedad alternativa -el Reino- con la que él ha soñado pueda ser una realidad; anunciada y concretada. Esa sociedad de fraternidad tiene en la gratuidad un signo muy decisivo, porque quiebra de raíz la mentalidad mercantil de “dar para recibir”. Acá se trata, expresamente, de dar sin esperar recibir. Será Dios el que se encargará de la respuesta a los que acogen o no al misionero: con la paz o con un trato semejante al de Sodoma y Gomorra. La confianza en lo que suele llamarse “providencia” radica en la fraternidad, en la que se supone que el evangelizador será recibido y sustentado por la comunidad, es “ser providentes” de los hermanos.

Pero ese don gratuito de todo lo que el mismo Dios ha dado e invita a compartir (su Buena Noticia del Reino, sus signos...) debe darse gratuitamente. Porque no le pertenece al misionero, sino que pertenece a Dios.

Llevar esa riqueza, del mensaje del Reino, es llevar el mensaje de la paz. Llevarlo con paz. Es llevar, confiados en Dios y los hermanos y hermanas, la vida al servicio del Reino. En no necesitar más nada: “mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre” dirá Jesús en Juan.

Es sabido cómo impactó este texto en Francisco de Asís y su compromiso con la “dama pobreza”. Se le atribuye haber dicho que no debemos tener bienes porque, si no, después necesitaremos armas para defenderlos. Es una buena comprensión de este texto. Gratuidad y pobreza son dos palabras muy importantes para enfrentar esta sociedad de mercado donde “tanto tienes tanto vales”. Gratuidad y pobreza son buena medida para conocer al verdadero discípulo. Y, por casa ¿cómo andamos?

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-12. ACI DIGITAL 2003

9. En estas palabras se contiene una exhortación a amar y practicar la pobreza, un llamado especial que Dios hace a los religiosos y sacerdotes que se dedican al sagrado ministerio. Jesús manda, tanto a los apóstoles, como a los discípulos (Luc. 10, 4), que no lleven bolsa, ni alforja, ni dinero, confiando en la eficacia propia de la divina Palabra, cuya predicación es el objeto por excelencia del apostolado, según se nos muestra en la despedida de Jesús (28, 19 s., Marc. 16, 15); en la conducta de los Doce después de Pentecostés (Hech. 6, 2) y en las declaraciones de S. Pablo (I Cor. 1, 17; 9, 16).

12. Esta costumbre, todavía hoy mantenida en Oriente, sin darse el saludo La paz sea contigo, era seguida fielmente por los primeros cristianos. ¡Qué bien sería restaurarla según lo enseña aquí el Maestro! Saludar, en lenguaje pagano, es desear la salud. En lenguaje cristiano, es desear la paz, que es cosa del alma. Cf. Luc. 1, 28 y nota: Y entrado donde ella estaba, le dijo: "Salve, llena de gracia; el Señor es contigo". He aquí la fórmula original del Ave María, que se completa con las palabras de Isabel en el v. 42. El ángel la saludó sin duda en lenguaje arameo (el hebreo de entonces, con influencias de Siria y Caldea) con la fórmula "Shalom lak", o sea literalmente: "Paz sobre ti" (10, 6; Mat. 10, 12 y nota). La fórmula griega "jaíre", usada para ese saludo, significa literalmente "alégrate" y ha sido traducida al latín por la fórmula equivalente de salutación "Ave". Las lenguas modernas han conservado a veces la palabra latina, como hace también el español al designar la oración Ave María, o la han traducido diciendo simplemente: "Yo te saludo", o bien usando expresiones semejantes, por ejemplo: "Salve". La fórmula "Dios te salve", que es sin duda la más hermosa para saludar al común de los mortales, no puede evidentemente ser entendida en forma literal, como si la Virgen aun tuviera que ser salvada. "Llena de gracia" (en griego kejaritomene) es también sin duda la grecización de una expresión aramea que algunos traducen por: "objeto del favor divino", según lo que el ángel agrega en el v. 30. De todas maneras hay una admirable lección de humildad en ese elogio que, sin perjuicio de establecer la más alta santidad en María (habiéndose fundado principalmente en ello el dogma de la Inmaculada Concepción), no alaba en la Virgen ninguna cualidad o virtud como propia de Ella, sino la obra de la divina predilección, como Ella misma lo había de proclamar en el Magnificat (v. 48 s). Bendita tú entre las mujeres: estas palabras faltan aquí en muchos códices. Son las que Isabel dijo a María en el v. 42, donde se completa la primera parte del Ave María. La segunda parte fue añadida posteriormente.


3-13. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

No es que quiera encerrar las cosas de Dios en unos números, pero yo creo que hay un porcentaje del Evangelio bastante razonable: todo lo que tiene que ver con no robar, no matar, no mentir... presente en casi todas las religiones y códigos legales que en el mundo han sido. Pero hay otro porcentaje de la Palabra de Dios, no sé si mayor o menor, que va más allá. Y que rompe toda lógica. Es todo aquello que tiene que ver con el exceso. Vamos a ver si me explico.

Con palabras de las lecturas de hoy: cuando, en palabras de Oseas, Dios repasa la historia de amor a su pueblo, “correspondida” con infidelidad tras infidelidad y concluye “Se me conmueven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera... que soy Dios y no hombre”, eso es ir más allá de una lógica razonable que llevaría al abandono o a la venganza del que ha sido infiel. Cuando Jesús dice “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”, eso es ir más allá de la mentalidad mercantilista que funciona (también en lo religioso) con el “doy para que tú me des”. ¿Qué más podríamos decir? Cuando una madre o un padre siguen ahí junto al hijo/a que se ha metido en la droga o en la delincuencia y que continuamente les complica la vida... simplemente porque es su hijo, eso tiene mucho de exceso. Cuando alguien es capaz de aceptar, respetar y querer al otro no porque sea bueno, sino porque es hijo/a de Dios, eso tiene mucho de amor gratuito. Quizá la esencia del Evangelio.

[Que quede entre nosotros, pero creo que muchos creyentes no hemos caído del todo en la cuenta de esto, y seguimos apegados exclusivamente a lo razonable: normas, cumplimiento, ley... Y valoramos a los demás cuando son estudiosos, responsables, formales... sin dar un paso más. Sin quitarle valor a la sensatez, creo que el Evangelio es otra cosa. Y, si no, miremos a quiénes prestó atención Jesús...].

“Los amaré sin que lo merezcan”, escribe Oseas poniendo estas palabras en boca de Dios, en la primera lectura de mañana. Eso es ir más allá. Como lo de hacer salir el sol sobre justos e injustos...

Jesús iba más allá. Por eso triunfó. Y por eso fue perseguido. Porque ir más allá fascina a quien lo ve o a quien recibe su beneficio. Pero también denuncia nuestra cortedad de miras vestida de sentido común y nuestro egoísmo disfrazado de razonabilidad.

Si fuéramos “menos razonables” –en este sentido- seríamos más humanos, más nosotros mismos. Es normal ser cristiano/a de orden y de exigencia en algún momento... pero lo bueno sería llegar a ser algún día cristiano/a de gracia y de exceso. ¿Estás de acuerdo?
Vuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez, claretiano (luismacmf@yahoo.es)


3-14. DOMINICOS 2004

Cuando Israel era joven lo amé

¡Señor!, que brille tu rostro sobre nosotros y nos salve.
¡Señor!, olvida nuestras iniquidades y abunda en misericordia.
¡Señor!, sánanos como a enfermos, leprosos, inválidos...

Hoy la lectura tomada del profeta Oseas es una pieza ejemplar de ternura. Ternura de Dios para con nosotros, sus hijos, su pueblo. Y, al mismo tiempo, furor contenido en Él para no destruirnos por nuestras infidelidades.

Yo os llamo y vosotros os alejáis para no oírme. Yo os enseño a dar los primeros pasos de infancia, y no lo entendéis. Yo pido en respuesta de amor, fidelidad, y nosotros acudís a falsos dioses...

Tratemos de que el corazón de Dios no dispare su ira contra nosotros. Para ello, seamos humildes, arrepintámonos de nuestra maldad, no defraudemos a nadie, no sembremos discordias sino paz, no pisoteemos al pobre sino démosle la mano.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Profeta Oseas 11, 1-4.8-9:
“Esto dice el Señor: Cuando Israel era joven lo amé; desde Egipto llamé a mi hijo. Pero cuando lo llamaba, él se alejaba, sacrificaba a los baales, ofrecía incienso a los ídolos. Yo enseñé a andar a Efraín, lo alzaba en brazos, y él no comprendía que yo le curaba... Con lazos de amor le atraía, pero...

Ahora se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas, pero no cederé al ardor de mi cólera...”

Evangelio según san Mateo 10, 7-15:
“Dijo Jesús a sus apóstoles: Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca:

curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.No llevéis en la alforja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino... Bien merece el obrero su sustento...”


Reflexión para este día
No seamos hijos de ira sino de amor. Pregonemos el mensaje del Reino de Dios que nos convoca a la mesa de su amor, fidelidad, sacrificio, solicitud por los demás. No seamos predicadores interesados. Gratuitamente se nos concede la gracia de ser hijos del Padre en Cristo. Sintamos la alegría de comunicar a todo el mundo ese inmensa verdad. No vayamos por el mundo en plan de conquista. El mensaje divino se comunica mejor con traje de sencillez de vida, confianza espiritual, desprendimiento de bienes materiales, actitud esperanzada, siembra generosa... Otras actitudes generan desprecio, rebeldía, alejamiento del Reino de Dios. Quien confía profundamente en Dios hace milagros. La experiencia nos dice que, si bien Dios no necesita de nosotros para realizar sus obras y atraer los corazones, se complace sobremanera en los humildes y confiados, pues éstos se consideran ‘nada ante Dios y los hombres’, y Dios los colma de poderes extraordinarios.


3-15.

Comentario: Rev. D. David Compte i Verdaguer (Manlleu-Barcelona, España)

«No os procuréis oro, ni plata... para el camino»

Hoy, hasta lo imprevisto queremos tenerlo previsto. Hoy triunfan los servicios a domicilio. Y si hoy hablamos tanto de paz, quizá es porque estamos muy necesitados de ella. El Hoy del Evangelio toca de lleno estos tres “hoys”. Vayamos por partes.

Queremos prever hasta lo imprevisible: pronto haremos un seguro por si el seguro nos falla. O cuando uno compra unos pantalones, ¡el tendero nos ofrece el modelo con manchas o descoloridos incluidos! El Evangelio de hoy, con la invitación a ir desprovistos de equipaje («No os procuréis oro ni plata...»), nos invita a la confianza, a la disponibilidad. Pero alerta, ¡esto no es dejadez! Tampoco improvisación. Vivir esta realidad sólo es posible cuando nuestra vida está enraizada en lo fundamental: en la persona de Cristo. Como dice el Papa Juan Pablo II, «es necesario respetar un principio esencial de la visión cristiana de la vida: la primacía de la gracia (...). No se ha de olvidar que, sin Cristo, ‘no podemos hacer nada’ (cf. Jn 15,5)».

También es cierto que proliferan los servicios a domicilio: nada de katering; ahora te hacen la tortilla de patatas en casa. Sirve de icono de una sociedad donde las personas tendemos fácilmente a ir a la nuestra, a organizarnos la vida prescindiendo de los demás. Hoy Jesús nos dice «id»; salid. Esto es, tened en cuenta aquellos que tenéis a vuestro lado. Tengámoslos, pues, realmente en cuenta, abiertos a sus necesidades.

¡Vacaciones, un paisaje tranquilo..., ¿son sinónimos de paz? Parece que tenemos motivos serios para dudar de ello. Quizá muchas veces son un letargo de las zozobras interiores; éstas, más adelante, volverán a despertar. Los cristianos sabemos que somos portadores de paz, es más, que esta paz impregna todo nuestro ser —también cuando a nuestro alrededor encontramos un ambiente hostil— en la medida que seguimos de cerca de Jesús.

¡Dejémonos tocar, pues, por la fuerza del Hoy de Cristo! Y..., «quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo» (Juan Pablo II).


3-16. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano


Oseas 11,1,3,4,8-9: No cederé al ardor de mi cólera, porque soy Dios y no hombre

El tema del capítulo segundo resuena en el capítulo 11. Yahveh acoge con amor a la esposa que no estaba completamente arrepentida. Ahora Yahveh no es el esposo e Israel la esposa, sino que Yahveh aparece como el padre e Israel es el hijo.

Dios como padre-madre ama, llama, enseña a andar, cura, atrae, se inclina para dar de comer.

Un recorrido por las infidelidades del pueblo de Israel y la actitud de Dios laspresenta el profeta por medio de una serie de imágenes en las que más que la figura de Dios Padre aparece como la madre que cuida al hijo de sus entrañas en las primeras etapas de su vida. Pero, antes que todo, está el amor. Cuando Israel era niño, yo lo amé. El amor ha movido toda la historia de Israel, y le da sentido.

La infidelidad de Israel empezó desde la niñez. El Señor lo llama desde el Sinaí, pero apenas llegan construyen el becerro de oro y lo veneran. Pero el Señor nos los rechaza: él los había enseñado a andar y cuando estaban cansados los acogía entre sus brazos. Pero esta pequeña criatura no comprende que el Señor lo ama y lo cuida; ni reconoce los lazos amor con los que los sujeta; más bien se aleja, pone su confianza en los amigos y no en su padre; es el prototipo del hijo rebelde que pide auxilio a Baal. Y cuando esa relación parece definitivamente terminada, Dios lucha consigo mismo y triunfa su misericordia frente a la cólera justa; la condena debería ser la consecuencia de las actitudes del pueblo, pero “Me da un vuelco el corazón, se me conmueven las entrañas. No ejecutaré mi condena, porque soy Dios y no hombre, el santo en medio de ti, y no enemigo devastador”.

Un hombre cedería a la cólera justificada que le ha provo­cado el pueblo volviendo una y otra vez a sus andadas anteriores a la Liberación-Alianza, como si el pacto del Sinaí no los hubie­ra comprometido. Pero Yahveh no obra como hombre, no se deja lle­var por las reacciones humanas. Sus decisiones no están condicio­nadas por la conducta de los hombres. Ante las iniquidades de Israel, Dios le ofrece la conversión y la salvación. Yahveh no es insensible ante las ingratitudes e incomprensiones del pueblo, pero su última palabra es el AMOR. No aparece la conversión del hijo, todo se centra en el amor de Dios.


Salmo 79 (80): Dios todo poderoso, restáuranos, ilumina tu rostro y nos salvaremos

Un salmo de súplica o lamentación. Se invoca a Dios como al pastor, el que guía y protege a su pueblo. La comunidad se encuentra en una grave situación porque pide la restauración. El salmista llama al Señor que parece no escuchar la plegaria de su pueblo. Pero los orantes conocen las acciones que Dios ha hecho en su favor desde que eran esclavos en Egipto, con la figura tan querida del autor bíblico de la viña.

Israel, cual una viña fue arrancada de Egipto y cuidada a través del desierto. Ahora se le pide al Señor que cuide de la viña que está plantada en la tierra que él mismo les entregó. Ellos en cambio, no volverán a apartarse de su Señor e invocarán su nombre para siempre.


Mateo 10,7-15: Misión de los Doce

Comienza aquí el llamado discurso de la misión. Recordemos que el evangelio de Mateo se ha estructurado al rededor de cinco discursos lo que ha hecho que muchos comentadores lo consideren como la nueva Torah (los cinco libros que conocemos como Pentateuco). El primero de ellos es el Sermón del Monte; el segundo el discurso de la misión; el tercero el de las Parábolas; el cuarto, el discurso a la comunidad y por último el discurso escatológico.

En este momento, después de la selección de los doce, Jesús envía al grupo de los doce para que hagan el anuncio de la llegada del Reino que debe estar acompañada de signos. Hay una serie de instrucciones que seguramente surgen de la experiencia de los primeros misioneros del cristianismo quienes después de la experiencia de la Resurrección se disgregaron por el mundo que los rodeaba haciendo conocer el mensaje que Jesús les había dejado.

En la redacción posterior del evangelio, Mateo recoge esas experiencias y las pone en boca de Jesús.

Entre las instrucciones que Jesús da a los Doce cuando salen para la misión está la de que no puede haber afán de lucro en esta actividad. La opción por la pobreza es la condición del discípulo. No deben llevar dinero, tampoco provisiones, ni dos túnicas, ni dos sandalias como la gente rica, nada que pueda entorpecer su trabajo. También han de renunciar a la violencia (no llevar bastón). El desprendimiento absoluto del discípulo se basa en la seguridad que tiene de que no le faltará el sustento. Es un nuevo estilo de vida.

Las instrucciones sobre la entrada a la ciudad, y las diferentes maneras de acogerlos, incorporan ciertas prácticas de la sabiduría popular de los primeros viajeros misioneros que dependían de la hospitalidad de los cristianos. La hospitalidad era una costumbre sagrada en el mundo mediterráneo antiguo y que encontramos frecuentemente en el Antiguo Testamento (Cfr. n 18, 1-8; 19, 1-11; Jue 19,10-25 y muchos otros). En este pasaje tiene un sentido escatológico.

Había también una costumbre entre los judíos palestinenses que al retornar a la tierra santa debían sacudirse el polvo de los zapatos que traían desde los países paganos. Israel había asumido los lugaresque habían sido ocupados por los paganos cananeos. Estas palabras necesitan ser entendidas en un marco escatológico de todo un discurso, en el que se envía a los discípulos de Jesús como si fueran profetas para anunciar no solo el juicio definitivo sino anticipándolo con sus pronunciamientos y sus acciones simbólicas. De otra manera se podría correr el peligro de juzgar de manera rigurosa y desprovista de amor los esfuerzos de los discípulos de Jesús para vivir según esas palabras.


3-17.

Instrucción a los doce

Fuente: Catholic.net
Autor: Oscar Lomán

Reflexión:

Jesús, cuando leí por primera vez estas palabras, pensé que te referías sólo a los sacerdotes. Después me di cuenta de que no. También a mí me llamas para ser tu testigo. Me invitas a transmitir tu mensaje de esperanza. Me mandas a curar a los enfermos por el pecado, a resucitar la fe y la esperanza de los abatidos. Quizá no tenga la formación para ir de casa en casa o para dar grandes discursos en las plazas. Pero te propongo un plan. Yo me esforzaré por serte fiel, por vivir con coherencia mi cristianismo, por ser un testigo de tu resurrección como los grandes campeones de la fe. A cambio, te pido, por favor, la gracia de la generosidad, de dejar a un lado mi egoísmo y vanidad y tomar la cruz entre mis manos.

Lanzarse al apostolado del testimonio. Qué hermoso sería si alguno dijese lo que le escribieron a un tal Diogneto en los primeros años del cristianismo: “Los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo.” Es decir, aquello que le da vida, lo que eleva al mundo.

Vivir en el mundo, sin ser del mundo. Estar en medio del mundo como levadura en la masa, sal de la tierra, luz del mundo. Es una misión difícil y por eso me atrae. Tú has dado tu vida por mí, porque me amas. Ahora me toca a mí.. Amor con amor se paga. Ayúdame a repetir con san Pablo con mis obras: “No me avergüenzo del Evangelio”.


3-18.

Reflexión

De nuevo Jesús, ahora en otro contexto, advierte del peligro de rechazar el anuncio de Reino. Este es quizás uno de los grandes problemas por los que atraviesa nuestra sociedad: el rechazo del anuncio evangélico. Ciertamente este rechazo no es expreso, sin embargo esta pereza de ir a misa, de asistir a retiros, de no involucrarse en la parroquia, de no estar abierto a la instrucción de la Iglesia (obispos, sacerdotes, del mismo Papa), expresa con bastante claridad el rechazo que el mundo y nuestra sociedad hace del anuncio del Reino. Por otro lado si bien es cierto que no hay una negativa concreta de hospedar a un ministro de la palabra (sea sacerdote o laico), en muchos de los cristianos se nota una falta de interés por cooperar abiertamente en la proclamación del evangelio; no se nota este compromiso en donde uno pone a la disposición del Reino, su persona e incluso sus propios bienes, a fin que el mensaje del evangelio se difunda. Debemos estar atentos, pues la advertencia de Jesús es clara: Yo les aseguro que en el día del juicio Sodoma y de Gomorra, serán tratadas con menor rigor que aquella ciudad. Busquemos siempre la manera de aceptar la invitación de Jesús a una conversión más profunda y de cooperar para que toda nuestra comunidad pueda conocer y vivir al mensaje del Reino.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-19. Fray Nelson Jueves 7 de Julio de 2005
Temas de las lecturas: Dios me mandó a Egipto para salvarles la vida * Gratuitamente han recibido este poder, ejérzanlo, pues, gratuitamente.

1. José se revela a sus hermanos
1.1 Si hay una escena conmovedora y profética en el libro del Génesis, el primero de la Biblia, es esta escena en que José, el que había sido traicionado y vendido como esclavo, se convierte en salvador de los mismos que lo habían desechado y en bienhechor magnánimo de los que lo insultaron y matrataron. Pocas páginas en la Biblia entera, salvo las de la pasión del Señor Jesucristo, pueden mostrarnos tan perfectamente lo que significa AMAR, amar de verdad, amar hasta el fondo.

1.2 Y es admirable no sólo la exquisita ternura de José, su manera de querer y dejar ver en llanto su amor de hermano; no sólo eso admira, sino especialmente el don que Dios le da de reconocer que había una PLAN detrás de todo aquello. Este hombre maravilloso, verdadero adelanto de la caridad que nos hablará el Nuevo Testamento, no se queda al nivel de las ofensas recibidas sino que eleva su mente al plano de los designios divinos y reconoce que la voluntad de Dios mismo se estaba realizando A TRAVES de las voluntades perversas y miopes de sus hermanos envidiosos. Por ello su alma no es un pozo de amargura sino un manantial de acción de gracias. No destila venganza sino gozo.

2. La Misión
2.1 Cristo envía, es decir, pone en la vía, pone en el camino a los suyos. Este es el mensaje del evangelio de hoy. Detengámonos hoy en ese solo hecho, dejando para otra ocasión meditar en el contenido un poco extraño de las radicales consignas que les da al enviarlos.

2.2 Cristo pone en camino. La sola palabra indica dinamismo. El evangelio no es algo que yo pueda guardar; lo conservo dándolo; es mi tesoro si lo arriesgo; me alimenta cuando nutre a otros.

2.3 Cristo pone en camino. En otro lugar se llamó a sí mismo "camino." Ponernos en camino es ponernos en Cristo, es estar en el puente interminable y sin embargo brevísimo que une el sí del amor divino y el sí de la fe que brota del corazón humano, cuando la gracia lo enciende.

2.4 Cristo pone en camino. Y también aguardará a los suyos al final del camino. El Apocalipsis lo llama "Alfa y Omega" porque de él brota y en él se resume toda la obra misionera de la Iglesia. Su sonrisa nos envía; su abrazo nos espera.