JUEVES DE LA SEMANA 12ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Gn 16, 1-12.15-16

1-1.

Leeremos hoy un episodio de la vida de Abraham que parecerá quizá chocante a muchos de nosotros, occidentales. Este episodio es de capital importancia; permite, en efecto, relacionar el mundo musulmán -Islam=Ismael- con la Alianza y con la Fe monoteísta de Abraham. El Concilio Vaticano II ha sido necesario para que los cristianos reconocieran la dignidad del Islam, después de siglos de guerras y oposiciones. Por desgracia las heridas entre árabes y judíos no se han cicatrizado. Para convencerse de ello basta evocar la actual situación política del próximo Oriente. De modo que, una vez más, un texto, aparentemente «lejano» y casi «arqueológico» se revela como de flagrante actualidad: la trágica envidia de Sara y Agar continúa en pleno siglo xx. Por lo mismo, los cristianos deberían también prodigar una mejor acogida a los árabes que vienen a trabajar entre nosotros... A través de ese contexto, ¡la «humanidad» de Dios quedará patente!»

-Sara dio en maltratar a su sirvienta Agar -que estaba encinta- y ésta huyó de su presencia.

Podemos imaginarnos esas escenas penosas, aunque resulten desagradables. La poligamia, admitida entonces, no es ciertamente una solución ideal. La primera mujer, Sara, no acepta quedar rebajada ante la segunda, Agar, cuando ésta le anuncia que, ¡por fin!, dará un hijo a Abraham. De ahí surgen las palabras duras, los golpes y la huida hacia el desierto.

-El ángel del Señor la encontró junto a una fuente que hay en el desierto, camino del Sur.

El diálogo que se inicia entre ambos está lleno de «bondad» .

Dios mismo, por medio de su mensajero, trata de arreglar las cosas. «Retorna donde tu ama... Muéstrate sumisa... Estás en cinta, darás a luz a un hijo y le darás por nombre Ismael.

De este modo, también HOY Dios está presente en todas partes donde hombres divididos entre sí se dañan mutuamente, tratando de ayudarlos a soportarse los unos a los otros. Te ruego, Señor, por los árabes y por los judíos. Te ruego por todos aquellos que están en conflictos...

-Porque el Señor ha oído tu aflicción.

Dejo que esta palabra penetre en mí. Nos revela más sobre Dios que muchas teorías.

Nuestro Dios es un Dios que compadece. Un Dios que considera a todo hombre como hijo suyo. Un Dios que está presente doquier hay un hombre que sufre. Un Dios que no se deja encerrar en los santuarios o en los ritos, sino que está allí, junto a «la fuente del Sur» donde hay una mujer joven en cinta. Un Dios que no se resigna a ver a sus hijos desunidos o enemigos.

Señor, que mi oración por el mundo entero llegue hasta Ti.

¡Hay tantas aflicciones todavía después de la de Agar!

-Agar dio a luz un hijo a Abraham, y Abraham le puso por nombre Ismael.

Abraham busca a Dios a través de las costumbres de su tiempo. Pero, no es siempre fácil hallar la voluntad de Dios. Abraham por un momento creyó que ese hijo sería el cumplimiento de la «promesa». Pero no fue así. De error en error, de sufrimiento en sufrimiento ¡avanza, a pesar de todo, hacia la realización de lo que Dios le ha prometido! Señor, me atrevo a pedirte que mis titubeos y mis errores sirvan a tu designio. «Dios escribe recto en líneas torcidas.» ¡Afortunadamente!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 146 s.


1-2. /Gn/16/01-16

Dentro del actual contexto patriarcal, la función de esta historia de Agar, en su mayor parte de tradición yahvista -la de 21,8s es elohísta-, consiste sobre todo en presentarnos dramáticamente la demora angustiosa, e incluso el aparente fracaso, de la promesa divina que preveía una descendencia para la esterilidad de Sara. Dios mismo, según las ideas del tiempo, la había privado de hijos. En estas circunstancias tan penosas, mucho más en el contexto de entonces, la única salida, considerada en aquel tiempo como válida, era la que escogió Sara para no dejar a Abrahán sin primogenitura. La esclava egipcia Agar se convertiría en la concubina de su marido, y el hijo que naciera de esta unión sería considerado como hijo de ella misma, recibiéndolo ella simbólicamente "sobre sus rodillas" (cf. Gn 30,3.9) cuando naciera. Sin embargo, las soluciones humanas no hacen con frecuencia sino agravar los problemas: Agar, viendo que había concebido, miraba con desprecio a su señora. Esta, ofendida, recurrió al arbitraje de su marido. El código de Hammurabí establecía que una criada que pretendiese equipararse a su dueña fuese degradada a la categoría de esclava. Abrahán optó por entregar a Agar en manos de su esposa. Huyendo de la ira desbordada de Sara y dirigiéndose hacia el sur, hacia su Egipto natal, Agar tuvo en el desierto, junto a un pozo, la visión del ángel de Yahvé (una forma de aparición de Yahvé mismo), que la exhortó al retorno y a la docilidad (el v 9, más reciente, compagina este capítulo con 21,8s). Además, le promete una descendencia numerosa y le anuncia el nacimiento del hijo que lleva en sus entrañas y el nombre que le ha de poner, que expresará la peculiaridad del hombre del desierto, libre y rudo, amigo de contiendas y discordias, que le acredita como el beduino por excelencia.

Los mejores significados de El-Roi son, seguramente, «El (=Dios) de la visión» o «El me ve». En cualquier caso, la teofanía justifica la fundación de un santuario de este nombre (el lugar es imposible de localizar).

La conclusión (15-16), así como el v 3, pertenecen a la tradición sacerdotal.

En este relato destacan la duda y la poca fe en el cumplimiento de las promesas, el recurso (en el momento de apuro) a los medios puramente humanos, que complican las relaciones interpersonales, la protección divina del hijo de Agar a pesar de no ser el hijo de la promesa y pese a su carácter salvaje y belicoso.

Todos estos aspectos nos interpelan fuertemente, más allá de la anécdota antigua, y conservan una indiscutible vigencia ahora y siempre. Todo podría resumirse así: hay que dejarse guiar por Dios, providente y fiel, que se cuida de todos y no desampara a nadie.

J. MAS ANTO
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 77 s.


2.- 2 R 24, 8-17

2-1.

-Dieciocho años tenía Joaquín cuando comenzó a reinar y reinó tres meses en Jerusalén... Hizo el mal a los ojos del Señor, enteramente como había hecho su padre. Decididamente la historia se precipita. Ese joven rey no pierde el tiempo para caer en todos los errores de sus predecesores.

«Hizo lo que desagrada al Señor»: injusticias sociales, laxitud moral, culto a los dioses, política únicamente humana, sin referencia a la fe.

Este último reproche es el más grave y es lo que reprueban los profetas. «No os apoyáis suficientemente en Dios... sólo contáis con vuestras propias fuerzas... En lugar de confiar en el Señor, buscáis "alianzas" humanas y abandonáis la "Alianza" divina». Este fue el caso de Yoaquimo, padre de Joaquín, que se había rebelado contra Nabucodonosor, apoyándose en el faraón de Egipto. Su hijo hizo lo mismo.

-Las gentes de Nabucodonosor subieron contra Jerusalén y cercaron la ciudad.

La ciudad se rinde. El milagro que se produjo en tiempo de Ezequías no se repite. Es la agonía de un reinado y el final de una corta independencia y de una corta prosperidad. El pueblo de Israel solo tuvo verdadera independencia con sus jefes propios durante cuatrocientos años entre David y Joaquín.

-El rey, su madre, sus dignatarios fueron deportados a Babilonia... Nabucodonosor se llevó de allí todos los tesoros del templo y del palacio real, rompió todos los objetos de oro que había hecho fabricar Salomón para el santuario: así se cumplió la palabra del Señor.

¡Este saqueo sacrílego es presentado como una voluntad de Dios! Decididamente, Dios es mucho mayor aún que todo lo que nos imaginamos: no necesita de nuestras ceremonias, ni de nuestros vasos sagrados... ¡sólo quiere nuestros corazones! Las duras palabras de Jesús, anunciando, en su tiempo también, una nueva destrucción del Templo, van en ese mismo sentido. Ocasión ésta de preguntarnos si tenemos las mismas perspectivas que Dios: ¿estamos muy apegados a los ritos? o bien, ¿estamos apegados a Dios?

Dios no preservará de la destrucción ni siquiera sus «iglesias», sus «santuarios» y sus «instituciones»... si estuvieran vacíos de sentido.

-Deportó a Babilonia a todos los dignatarios y notables, a todos los herreros y cerrajeros... no dejó más que a la gente pobre del país.

Esto es el comienzo del gran «Exilio» que marcará tanto la historia del pueblo de Israel.

Será el tiempo de la purificación y el tiempo de la profundización.

Purificación: porque en el exilio, se sufre. Los antiguos prisioneros y deportados lo saben muy bien. Supresión de la libertad. Atentados a la dignidad. Pesados trabajos de esclavitud.

Y todos esos sufrimientos hacen reflexionar.

Profundización: porque la fe queda despojada de todas sus formas exteriores, ya no hay ni sacerdote ni profetas, ni sacrificios, ni culto... es la ocasión de acentuar una relación con Dios en la fe desnuda.

Señor, ayúdanos a vivir también cualquier acontecimiento, feliz o desgraciado, a la luz de la Fe.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 146 s.


3.- Mt 7, 21-29

3-1. 

VER 3ª LECTURA DOMINGO 09A


3-2.

"No todo el que me dice: Señor, Señor...". Al acercarse a la conclusión del discurso, Mateo desarrolla una oposición a los diversos niveles. Hay quien habla continuamente de Dios ("Señor, Señor"), y luego se olvida de hacer su voluntad. Hay quien se hace la ilusión de trabajar por el Señor ("hemos profetizado en tu nombre, hemos arrojado los demonios, hemos hecho milagros"); pero luego, el día de las cuentas (el día de la verdad), verá que no lo ha conocido ("nunca os conocí; apartaos de mí").

Con estas palabras denuncia Jesús una disociación frecuente y muy perniciosa. El sabe que en el hombre frecuentemente hay como dos almas: una, que escucha, reflexiona, discute y programa; otra, que olvida obrar, aplicar los programas, satisfecha con la alegría de la escucha y la discusión. Una vida cristiana fundada en esta disociación es del todo inconsecuente. Es como una casa construida sin cimientos. Se construye de prisa, pero está destinada a hundirse.

Es muy probable que Mateo polemice con ciertos carismáticos presuntuosos; gente que tenía siempre en los labios el nombre de Cristo, pero que luego no resolvía nada. Existe el peligro de una oración ("Señor, Señor") que no se traduzca en vida y en compromiso ("la voluntad de Dios"). Existe el riesgo de una escucha de la palabra que no se convierte en nada práctico y operante. Existe el riesgo de ciertos momentos comunitarios que se cierran en sí mismos. Mateo ciertamente no condena la oración, ni la escucha de la palabra, ni el momento comunitario. Más aún, sabe muy bien que la oración, la escucha de la palabra y el encuentro comunitario son la raíz de la praxis cristiana. Pero la raíz debe justamente germinar. Porque permanece en pie que lo esencial de la vida cristiana no es decir, ni tampoco confesar a Cristo de palabra, sino practicar el amor concreto a los pobres, a los extraños y a los oprimidos. Acuden a la mente las palabras de la escena grandiosa del juicio: "Venid, tomad posesión del reino, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui peregrino y me acogisteis" (25,34ss).

Más aquí no podemos evitar una pregunta: ¿Por qué a veces la oración se cierra en sí misma, la escucha de la palabra no se traduce en vida y el encuentro con los hermanos no se abre al mundo? Pienso que la respuesta está implícitamente contenida en una advertencia que el evangelista ha subrayado ya: "Nadie puede servir a dos señores". Ahora bien, la disociación que estamos describiendo es justamente el intento desesperado de servir a dos señores: servir a Dios con la oración, con la escucha de la palabra, con el contacto con los hermanos, y, luego, servir al mundo y a nosotros mismos con las opciones concretas y cotidianas de la vida (la profesión, la política, y así sucesivamente). La raíz de la disociación me parece que es el intento de salvar la obediencia a Dios y, a la vez, de sustraerse a la exigencia de conversión que lleva consigo. Es siempre, desde luego, una falta de fe. Al no sentirnos seguros a la sombra de la palabra de Dios (palabra que, no obstante, escuchamos y en la que nos complacemos), seguimos buscando la seguridad propia en nosotros mismos. A Dios la oración y la meditación; a nuestros intereses el resto de la vida. Es un intento verdaderamente insensato de servir a dos señores. Sigue entonces siendo cierto, como nos lo ha sugerido reiteradamente el evangelista, que es de la vida cotidiana de donde se deduce si tenemos o no un solo señor; que por la vida cotidiana se entiende quién es de veras nuestro señor.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 83


3-3. /Mt/07/24-28

-LAS DOS CASAS

La parábola, que se desarrolla en dos cuadros antitéticos (la casa construida sobre la roca y la casa construida sobre arena), no cierra simplemente las últimas palabras de Jesús (a saber, su advertencia sobre la necesidad de un compromiso concreto y de hecho), sino que quiere ser más bien el broche de todo el discurso. La parábola es de neto color palestinense. Las casas de los aldeanos eran las más de las veces muy frágiles: casas pequeñas edificadas a la buena con piedra, madera y barro en terreno arcilloso. Algunos, sin embargo, más prudentes o más ricos, edificaban sobre roca. Ahora bien, más importante que el color palestinense es el fondo bíblico; la parábola, efectivamente, es rica en sugerencias veterotestamentarias. La roca que da estabilidad es Yahvé, la palabra de Dios, la ley, la fe, el Mesías. Y la tempestad -obsérvese que la descripción de Mateo asume tonos que van más allá de una lluvia normal palestinense- es con frecuencia imagen del juicio de Dios. Leída a la luz de estas sugerencias, la parábola viene a indicarnos las condiciones necesarias para que la vida cristiana, descrita en el discurso, pueda ser finalmente una edificación sólida; no un deseo veleidoso, sino algo que no se hunda. Las condiciones son dos.

Primera: la necesidad de apoyarse en Cristo (la roca), el único capaz de hacer inquebrantable la fe del discípulo, de librarla de la fragilidad. El proyecto cristiano no puede contar con nuestras fuerzas, sino únicamente con el amor de Dios. En la fuerza de Dios es donde el hombre encuentra su consistencia.

Segunda: la necesidad de un compromiso concreto, de un esfuerzo continuo para pasar de las palabras a los hechos. No existe verdadera fe sin empeño moral. La oración y la acción, la escucha y la práctica, son igualmente importantes. Hay gente que escucha la palabra de Dios distraídamente; gente que escucha atentamente, pero luego no se decide a practicarla; y gente que escucha y se entusiasma, pero no tiene constancia. Pues bien, las cosas indispensables son tres: escucha atenta, práctica y perseverancia.

El evangelista termina el discurso observando que la muchedumbre se llenaba de estupor ante las palabras de Jesús, porque enseñaba "con autoridad". Dicho de otro modo, las palabras de Cristo tienen la fuerza de una llamada personal, que envuelve, a la cual no es posible sustraerse. Palabras que tienen en sí mismas su claridad y su verdad; palabras que se imponen. En definitiva, palabras autoritarias por venir de Dios, y que, como tales, exigen plena disponibilidad.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 85


3-4.

-No basta decirme: "¡Señor, Señor!", para entrar en el Reino de Dios; hay que poner por obra la voluntad de mi Padre del cielo.

No "los que dicen"... sino "los que hacen"....

Quiero, en primer lugar, repetir varias veces esta frase.

Señor, como si Tú me la repitieras HOY de tus propios labios.

Los que hablan bien, los que "rezan bien", los que "oran" y no "hacen" ¡no entrarán en el Reino! Los que asisten a la misa, los que cantan "Kyrie... Señor", sin que, al mismo tiempo, transformen su vida cotidiana, ¡no entrarán en el Reino! Sí, Jesús, llegas a decir que "hacer la voluntad de Dios" tiene una mayor importancia que la "plegaria".

Sin embargo, sé muy bien que has insistido también a menudo sobre la necesidad de la oración; y ¡sé que no rezo lo bastante! Pero me dices también que mi vida cotidiana tiene mucha importancia para ti: lo que interesa a Dios no es solamente "nuestros momentos de oración"... sino todos "nuestros momentos de vida".

¿Qué esperas HOY de mí, Señor? ¿Qué actos quieres que haga? Que se haga tu voluntad en todo lo que haré HOY.

-Aquel día muchos me dirán: "Señor, Señor, ¡si hemos profetizado en tu nombre y echado demonios en tu nombre y hecho muchos milagros en tu nombre!" Y entonces Yo les declararé: "Nunca os he conocido. ¡Lejos de mí, malvados!...

La sentencia del Juez es severa. Se trata de cristianos -de ministros- que han "predicado"... "echado demonios"... "hecho milagros"... en Nombre de Jesús. Y que son condenados porque, en su vida personal no han hecho la voluntad de Dios. ¿Es verdad.

Señor, que uno "pueda" salvar a los demás y él perderse? Un cargo en la Iglesia, un papel de responsable... no es un seguro de salvación. Para éstos también, la "vida" debe corresponder... a las palabras.

-Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca.

Edificar mi vida sobre la Palabra de Dios, ¡es edificarla sobre roca! Edificar mi vida sobre Dios es construir algo ¡en verdad, sólido! Notemos que hay dos cosas en esta frase:

-escuchar...

-poner por obra...

Tomar estas dos actitudes, es ser sabio.

"Poned en práctica la Palabra, y no os contentéis sólo con oírla." (Santiago 1, 22) Poner en práctica la Palabra, encarnar la Palabra: es la definición misma de Jesucristo. El Verbo se hizo carne.

¿Procuro en mi vida que mi ideal se haga carne, gesto, servicio concreto? Mi oración, ¿se encarna luego a su vez? ¿Cambia la oración mi jornada?

-Todo aquel que escucha estas palabras mías y no las pone por obra se parece al necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos, embistieron contra la casa y se hundió y su hundimiento fue total.

Sí, con demasiada frecuencia somos inoperantes. Las bellas teorías, los slogans fáciles, los hermosos principios... ¡no construyen nada que sea sólido! Hay que tener valor para emprender, para comprometerse, para obrar.

Tal es la conclusión del primer sermón de Jesús! ¡Hay que remangarse! ¡Ponerse al trabajo! Es una invitación a la acción. Dios no está en las nubes sino allí donde nuestro trabajo nos espera.

Allá voy, Señor.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 38 s.


3-5.

1. (Año I) Génesis 16,1-12.15-16

a) Al ver que tardaba en cumplirse lo que Dios les había prometido -la descendencia-, Abrahán y Sara recurren a un procedimiento admitido en la época: Sara consiente que su marido tenga un hijo de una esclava, Agar.

Lo que sigue pertenece a esas escenas familiares que se van repitiendo en todos los tiempos: la esclava se envalentona ante su ama, quiere que su hijo sea reconocido como suyo, Sara se deja comer por los celos y la expulsa, el padre tiene que permitirlo, aunque quiere a Agar y al hijo que va a tener... Dios sigue llevando adelante su programa de salvación, también a través de estas miserias humanas.

El hijo que Abrahán tiene de la esclava será el padre de los ismaelitas o agarenos, nómadas beduinos. Por tanto, también los árabes le tienen a Abrahán por patriarca. Su hijo Ismael para los árabes y el hijo que vendrá después, Isaac, para los judíos, son cabeza de una doble descendencia numerosísima. Visto así, parecería que judíos y árabes, por su común origen, están condenados a entenderse. Y nosotros, los cristianos, con los dos.

b) Tendríamos que saber reconocer los caminos de Dios también en direcciones que nos parecen sorprendentes. Porque él es siempre original y escapa a nuestros cálculos.

El hijo de la esclava parece no tener lugar en la historia de la salvación, pero también a él le alcanza el amor de Dios: se llama Ismael, que significa «Dios escucha». El ángel le dice a la desconsolada Agar: «haré tu descendencia tan numerosa, que no se podrá contar... el Señor ha escuchado tu aflicción». Nadie -ni siquiera el pueblo elegido del AT ni la Iglesia en el NT- tiene el monopolio de la gracia de Dios y de la salvación. Dios ama también a los que nosotros consideramos que están fuera.

Recordemos lo que el Concilio Vaticano II dijo (Nostra aetate, n. 3): «la Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes, que adoran al único Dios vivo y subsistente, misericordioso y omnipotente... a cuyos ocultos designios procuran someterse por entero, como se sometió a Dios Abrahán, a quien la fe islámica se refiere de buen grado... Si bien en el transcurso de los siglos han surgido no pocas disensiones y enemistades entre cristianos y musulmanes, el Concilio exhorta a todos a que, olvidando lo pasado, ejerzan sinceramente la comprensión mutua».

Las tres grandes religiones monoteístas -cristianismo, judaísmo, Islam- tenemos un común punto de referencia en Abrahán y su fidelidad a Dios. Lástima que no nos conozcamos ni estemos reconciliados. El que Dios ame también a Ismael nos debería enseñar a tener un corazón más universal y ecuménico para con las personas que no son de nuestra raza, de nuestra edad y cultura.

1. (Año II) 2 Reyes 24,8-17

a) La primera toma de Jerusalén, por parte de Nabucodonosor y sus tropas tuvo lugar el año 597 antes de Cristo, unos ciento veinte años después de la del Norte, que había sido el año 721, a manos de los asirios.

Es una de las páginas más trágicas de la historia para Jerusalén y el pueblo judío. El rey Jeconias, al que se presenta como uno que «hizo lo que el Señor reprueba», tuvo que rendirse al ejército de Babilonia y marchó al destierro junto con las personas más representativas y útiles de la sociedad. Esta vez no pasa como cuando el piadoso rey Ezequías invocó a Dios para que defendiera a su pueblo de los ejércitos de Senaquerib. Nabucodonosor puso en Jerusalén, para los que quedaron, a un rey títere, Sedecías. El salmo expresa bien la catástrofe que todo esto supuso, con la profanación y el pillaje del Templo: «los gentiles han entrado en tu heredad, han profanado tu santo templo... fuimos el escarnio de nuestros vecinos».

b) Cuando suceden catástrofes, tanto personales como comunitarias, deberíamos sacar consecuencias y reflexionar sobre las causas que las han originado y sobre la parte de culpa que todos tenemos.

Muchas veces, la ruina de una persona se debe a fallos que, al principio, eran insignificantes, pero se descuidaron y fueron creciendo. La ruina de una comunidad o de una sociedad también suele tener causas diversas: económicas, políticas, personales; y, muchas veces, también de dejadez religiosa y pérdida progresiva de valores que son necesarios para toda convivencia humana.

Saber escarmentar es una buena sabiduría. Nos hace humildes. Nos predispone a reconocer el protagonismo de Dios y nuestra infidelidad a su amor. El salmo de hoy, además de lamentarse de la desgracia del pueblo, es también una oración que reconoce la culpa y pide a Dios su protección: «¿Hasta cuándo, Señor, vas a estar siempre enojado?... Iíbranos y perdona nuestros pecados, a causa de tu nombre».

Dios saca bien incluso de nuestras miserias: nos purifica, nos hace recapacitar, nos ayuda a aprender las lecciones de la vida para no volver a caer en las mismas infidelidades y fallos.

2. Mateo 7,21-29

a) Leemos hoy las últimas recomendaciones del sermón de la montaña.

Si ayer se nos decía que un árbol tiene que dar buenos frutos, y si no, es mejor talarlo y echarlo al fuego, hoy se aplica la misma consigna a nuestra vida: «no todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre». No se trata de decir palabras piadosas, sino de cumplir lo que esas palabras prometen. No debe haber divorcio entre las palabras y los hechos.

A continuación, y como final de todo el discurso, Jesús propone una comparación relacionada con la misma idea: el edificio que se construye sobre roca o sobre arena. Es una imagen muy plástica: si la casa está edificada sobre roca, resistirá las inclemencias. Si sobre arena, pronto se derrumbará.

b) Nosotros escuchamos muchas veces las palabras de Jesús. Pero no basta. Si además intentamos ponerlas por obra en nuestra vida, entonces sí construimos sólidamente el edificio de nuestra persona o de la comunidad. Si nos contentamos sólo con escucharlas y, luego, a lo largo del día, no nos acordamos más de ellas y seguimos otros criterios, estamos edificando sobre arena.

Jesús nos avisa que, si no se dan estos frutos prácticos, no nos valdrá recurrir a que hemos dicho cosas bonitas, o rezado, o profetizado en su nombre, o incluso expulsado demonios. Nosotros mismos, construyendo el futuro en falso, nos estamos abriendo nuestra propia tumba. A la corta o a la larga, vamos a la ruina.

Uno, en la juventud, es libre de edificar su vida como quiera: pero si descuida su salud, o los valores humanos, o la preparación cultural y profesional, o se deja llevar de costumbres y vicios que, al principio, no parecen peligrosos, él mismo está condicionando su futuro.

¿Sobre qué estoy edificando yo mi vida: sobre roca, sobre arena? ¿sobre qué construyo mis amistades, o mi vida de familia, o mi apostolado: sobre engaños y falsedades? ¿y me extrañaré de que los derrumbamientos que veo en otras personas o en otras instituciones me puedan pasar también a mi?

«Dad gracias al Señor, porque es bueno porque es eterna su misericordia» (salmo I)

«Socórrenos, Dios Salvador nuestro, líbranos y perdona nuestros pecados» (salmo II)

«El que escucha mis palabras y las pone en práctica, se parece al que edificó su casa sobre roca» (evangelio)

«El que escucha mis palabras y no las pone en práctica, se parece al que edificó su casa sobre arena» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 73-77


3-6.

Primera lectura : 2º de Reyes 24, 8-17 Nabucodonosor deportó a Jeconías y a todos los ricos a Babilonia.

Salmo responsorial : 78, 1-2.3-5.8-9 Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre.

Evangelio : Mateo 7, 21-29 La casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena.

Una vez más aparece en el evangelio esa dialéctica entre el decir y el hacer. «No bastará con decirme...». A lo largo de la historia, por el influjo que la cultura griega ha tenido sobre nosotros los occidentales, muchas veces hemos pensado que la fe es algo que se juega en la cabeza, en las ideas, en el pensamiento, o en las palabras que confiesan esa fe, en la doctrina que se acepta intelectualmente, o en la oración externa que proclama nuestra fe...

Por no aceptar intelectualmente una afirmación sostenida como perteneciente al «depósito de la fe» han ido a la hoguera supuestamente en nombre de Dios» no pocos creyentes sinceros...

El evangelio, que no es occidental ni griego, sino semita y más bien asiático, tiene otra valoración de las cosas. Como buen judío, para Jesús lo importante es el hacer, como para toda la biblia. No importa «decir "Señor, Señor"», ni hablar en su nombre», ni siquiera hacer milagros», que para una mentalidad griega sería la prueba de una máxima cercanía a la divinidad... Lo que importa es poner en práctica estas palabras». La práctica. El hacer. Las obras. No el decir, ni el pensar, ni el rezar, ni el suspirar, ni el predicar, ni el obrar milagros...

La práctica es «la roca». Y Jesús nos invita a construir sobre ella nuestra vida.

Jesús dirige también su mensaje hacia la creación de una comunidad en la que los convertidos puedan ejercer su vida ordinaria con todas las garantías y respeto de sus derechos fundamentales. Urge a los evangelizadores la construcción de espacios liberadores para que quienes opten por el Reino puedan tener un sitio seguro en donde resistir los embates de la adversidad. La evangelización ha de tener en mente el objetivo de crear comunidades solidarias, unidas en red de mutuo apoyo; si no, todo lo que se logre se perderá cuando desaparezcan los pastores o líderes individuales que las hacen posible durante un determinado tiempo. Está edificada sobre roca aquella comunidad que no se apoya en líderes individuales sino en la unión y la solidaridad mutua de la comunidad que ha crecido en conciencia y ha hecho una opción también comunitaria.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-7. CLARETIANOS 2002

Hace tiempo le oí decir a un religioso una frase que me impresionó: "No hay nada más peligroso que la oración". Se refería a algo que está muy conectado con nuestra vida religiosa ordinaria. En algunas personas, orar, celebrar los sacramentos, leer la Palabra, es una forma "religiosa" de huir de su vida cotidiana. En estos casos, la oración no es fuente de coraje sino un envoltorio que disimula la lucha de la vida real. Parece que este riego no es de hoy sino de siempre. De hecho, Jesús se refiere a él en el evangelio de hoy: "No todo el que me dice Señor entrará en el Reino de los cielos".

¿Cómo debemos conducirnos entonces? Jesús echa mano de una parábola. Es su estilo preferido. Sabemos que las parábolas de Jesús surgieron en un contexto muy preciso, pero son válidas para todos los tiempos y lugares. Jesús nos invita a ser seguidores "roca", no seguidores "arena". Me parece que ninguna de las dos palabras suenan bien hoy, pero hay que sacarles jugo. Un seguidor "arena" es el que vive una fe de simple apariencia, sin fundamento. Cree cuando las cosas van a su gusto. Se apea de la fe cuando ésta no responde a lo que imaginaba. A menudo se critica a los jóvenes de vivir así, pero el fenómeno se da también en los adultos. En los últimos días he oído en la radio a algunos que decían que se "iban a salir de la iglesia" porque no estaban de acuerdo con la famosa pastoral de los obispos vascos. Y algo parecido se ha producido en Estados Unidos con motivo de los escándalos sexuales del clero. ¿Puede estar la fe sometida a los vaivenes de los discípulos de Jesús, aunque estos sean obispos o sacerdotes? ¡De ninguna manera! Los cristianos sólo ponemos nuestra confianza en el Señor, que es el único que siempre cumple su palabra.

Los seguidores "roca" no son los perfectos (nadie es perfecto) sino los que se fundamentan en la roca que es Cristo. Estos pueden afrontar de otra manera las lluvias, los vientos y las inundaciones de la vida. Saben que la historia, por convulsa que sea, no se le escapa a Dios de las manos. Por eso se mantienen incólumes, a menudo en medio de grandes sufrimientos e incomprensiones.

Esta no es una distinción para entretenernos un rato. Determina dos formas muy diferentes de conducirnos en la vida. Para ser verdaderos seguidores "roca" debemos hacer propias las palabras del salmo 78 que recitamos hoy: "No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres; que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados".

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-8. DOMINICOS 2003

Palabra de Dios
Libro del Génesis 16,1-12.15-16:
“Saray, la mujer de Abrahán, no le daba hijos; pero tenía una sierva egipcia llamada Hagar. Saray dijo a Abrahán. Como el Señor no me da hijos, llégate a mi sierva a ver si por ella tengo hijos. Abrahán aceptó la propuesta...Entonces Saray tomó a Hagar, la esclava, y se la dio a Abrahán por esposa. Él se llegó a Hagar y ella concibió. Y la sierva, al verse encinta, perdió el respeto a su señora...

A su tiempo, Hagar dio un hijo a Abrahán, y Abrahán llamó a ese hijo Ismael. Tenía entonces Abrahán ochenta años”.

Veamos dos cosas: generosidad de Saray para que Abrahán tenga descendencia, incluso accediendo a que la esclava ocupe su lugar; y decepción por no haber previsto que quien da vida e hijos reclamará poder y gloria. Menos mal que Dios es bueno, y puede dar nueva gracia a Saray para poder ser madre.

Evangelio según san Mateo 7, 21-29:
“Un día dijo Jesús a sus discípulos: No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios...? Y yo entonces les responderé: Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados...

El que escucha mis palabras y no las pone en práctica se parece a un necio que edificó su casa sobre la arena. Cayó la lluvia, soplaron los vientos... y la casa se hundió totalmente...”

Teología de altísima calidad. Ante Dios no caben engaños. Él ve y pondera las cosas a perfección. Valen voluntad cumplida y no palabras falaces, amor y entrega verdaderos y no presunción de que somos elegidos, construir la propia historia con solidez de piedras vivas y no fantasear con ilusiones. Dios es la Verdad.



Momento de reflexión
Hijo de la esclava, hijo de la libre.
En los capítulos 16, 17 y 21 del Génesis se narran, primero, las amarguras de Saray y Abrahán por no tener hijos y haber de recurrir a la licencia de desposar también a Hagar, que le dio un hijo, Ismael; y después se cuenta la alegría de fecundidad de Saray que engendra a Isaac, el hijo de sus entrañas, heredero de las promesas y de la Alianza.

Pero en ese contexto, hay que resaltar la amarga historia subsiguiente de Hagar, mujer y sierva que tiene que emigrar con su hijo Ismael por el desierto, despedida por los celos de Saray contra Hagar a Ismael. Tiempos duros eran aquellos.

¿Seremos nosotros, en ocasiones al menos, tan poco sensibles como lo fueron nuestros lejanos antepasados en esta historia? Hagamos que nuestras actitudes, culturas, formas de convivencia, sean de verdad acogedoras.

Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre?
En el párrafo anterior, celebramos el gozo de Abrahán y Saray por su hijo Isaac. Pero nos pareció muy dura la suerte de Hagar e Ismael, marginados en el desierto, bajo la sola providencia de Dios.

¿Alargaríamos nosotros la mano para acoger a esos dos marginados en el desierto?

No lo haríamos, si en nosotros se cumplen las paradojas que condena Jesús: que tenemos ojos muy abiertos para ver los pequeños fallos de los demás, pero no vemos nuestros grandes errores; que apreciamos mucho nuestros valores y virtudes, pero no valoramos los sacrificios y necesidades de los demás; que tratamos de salvar a cualquier precio nuestra imagen, pero fácilmente deterioramos la imagen de los demás; que presumimos de ser ‘predicadores en nombre de Cristo’, pero no realizamos en caridad y servicio lo que pregonamos en el mensaje evangélico.

¡Cuántos últimos podrán ser primeros en el Reino!¡Cuánto dolor nos ha de costar el haber actuado con hipocresía en esta vida terrena! ¡Bienaventurados los santos que mueren en el Señor!


3-9. 2001

COMENTARIO 1

vv. 21-23. De nuevo, en otro sentido, el primado de las obras sobre las palabras. No basta el devoto reconocimiento de Jesús, hay que vivir cumpliendo el designio del Padre del cielo (cf. 12,50). La adición «del cielo» y el término «designio» ponen este aviso en relación con la primera parte del Padrenuestro (6,9s), que, a su vez, remite a la práctica de las bienaventuranzas. Jesús no quiere discípulos que cultiven sólo la relación con él, sino seguidores que, unidos a él, trabajen por cambiar la situación de la humanidad.

Después de enunciar el principio afirma Jesús que serán mu­chos los que «aquel día», el que nadie conoce (25,13), lo llamarán «Señor, Señor», aduciendo sus obras para encontrar acogida. Las obras que se citan: «haber profetizado», «haber expulsado demo­nios» y «haber realizado milagros», fueron hechas «por/con su nombre», es decir, invocando la autoridad de Jesús. Este, sin em­bargo, no las acepta; considera esas obras, no solamente sin valor, sino como propias de malhechores. El término anomia, iniquidad, es el que Jesús aplica a los letrados y fariseos hipócritas (23,28), y la frase de rechazo se encuentra en Sal 6,9, donde los malhe­chores son los que oprimen al justo y le procuran la muerte. Esta perícopa, en cuanto a su sentido, no está lejos de la anterior (15-20). Estos que cumplen acciones extraordinarias y que llevan en sus labios el nombre del Señor, tienen una actividad que, aunque aparentemente laudable, es en realidad inicua, porque no nace del amor ni tiende a construir la humanidad nueva según el designio del Padre (21). El semitismo «Nunca os he conocido» es una fór­mula de rechazo total; equivale a decir que esas personas no sig­nifican nada para el que habla (cf. 25,12).



vv. 24-29. El discurso termina con una parábola compuesta de dos miembros contrapuestos. Jesús habla de dos clases de hombres que han oído el discurso precedente. La diferencia entre ellos se centra en llevar o no llevar a la práctica la doctrina escuchada. «La casa» que pertenece al hombre («su casa») representa al hom­bre mismo. El éxito de su vida y la capacidad para mantenerse firme a través de los desastres, que pueden identificarse con las persecuciones, depende de que su vida tenga por cimiento una praxis acorde con el mensaje de Jesús, cuyo punto culminante han sido las bienaventuranzas. Se descubre una alusión a los in­dividuos retratados en la perícopa anterior (21-23). Jesús ha habla­do como maestro; su doctrina expresa el designio del Padre sobre los hombres (7,21). Toca al hombre no sólo entenderla, sino lle­varla a la práctica. De ello depende el éxito o la ruina de su propia vida.

Las multitudes que lo habían seguido antes de comenzar el dis­curso han escuchado la exposición de Jesús y su reacción es de asombro. Acostumbrados a la enseñanza de los letrados, que repetían la doctrina tradicional apoyándose en la autoridad de los antiguos doctores, notan en Jesús una autoridad diferente. No se apoya en la tradición; expone su doctrina interpretando, corrigien­do o anulando las antiguas prescripciones. La alusión a los letrados, mencionados en el discurso, es polémica. Ante la enseñanza de Jesús, la de los letrados ha perdido su autoridad. Lo que ellos proponían como tradición divina deja de aparecer tal a los ojos de las multitudes que han escuchado a Jesús. La doctrina oficial cae en el descrédito.

Se cierra el contexto del discurso mencionando que grandes multitudes siguen a Jesús después de su enseñanza, en paralelo con las que lo siguieron hasta el lugar del discurso (4,25; 5,1). La enseñanza tan nueva y radical de Jesús no ha hecho disminuir su popularidad.


COMENTARIO 2

Las palabras de Jesús en este Evangelio son un llamado y reto para la acción; no son mera doctrina. El desafío que nos plantea es serio; si no se acepta, el fracaso es grande: "grande es la caída". La parábola habla de dos constructores de casa. El hombre sabio y sensato que construye su casa sobre cimiento rocoso porque escucha y pone en práctica la palabra de Dios, se contrapone al hombre necio e insensato que construye su casa sobre suelo arenoso porque no escucha ni pone en práctica la palabra de Dios. Los dos construyen la casa, edifican su vida. El que se apoya en el Señor no tiene miedo a la tempestad; lo contrario le ocurre al insensato. De esta manera Mateo nos quiere decir que es la acción, no el conocimiento o la profesión de fe, la que proporciona una base segura para la vida del discípulo.

Así pues, vivir el sermón de la montaña no es cuestión de palabras ni de obras portentosas; ni de las palabras más grandes, como la confesión de fe "Jesús es el Señor", ni de obras extraordinarias como profetizar, echar demonios o hacer milagros. Lo que Dios quiere es que se cumpla su voluntad. Y eso se hace a través de las cosas más sencillas y cotidianas, como las que Jesús les enseñó a sus discípulos en todo el discurso.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. 2002

La fórmula final del pasaje “después de haber acabado Jesús estos discursos” (v. 28) se reproduce con más o menos variantes en 11, 1; 13, 53; 19, 1 y 26, 1 y siempre aparece como la conclusión de largas enseñanzas colocadas precedentemente a cada uno de esos versículos. Después de ella los textos pasan a describir la actuación de Jesús, prolongación de sus palabras.

De esta forma se resalta la necesidad de una palabra que termine en la vida. Sin esta meta la palabra queda incompleta. Como señala el v. 29 la autoridad de la palabra de Jesús surge de su concreción en la realidad por medio de actos coherentes. En ello está la diferencia fundamental con la enseñanza de los escribas.

Lo afirmado respecto a Jesús vige también para cada persona humana, para cada uno de los miembros de la comunidad, y más particularmente, para todo aquel que en ella asume funciones relacionadas con la transmisión de la enseñanza de su Maestro.

Los vv. 21-27, por tanto, señalan la necesidad de dar paso a las acciones en la aceptación del designio divino más allá de su aceptación en las palabras.

Los vv. 21-23, primeramente, dirigen la atención a los integrantes de la comunidad poseedores de carismas importantes en la transmisión del mensaje de Jesús. Se trata de personas que invocan a Jesús como Señor y que en su Nombre han sido capaces de realizar acciones proféticas, exorcismos y milagros. Sin embargo, la invocación y la pretendida comunión con Dios en dichas obras no bastan para la “entrada en el Reino de los cielos”. Las palabras y obras mencionadas son insuficientes sin la adecuación a la voluntad divina. Esa insuficiencia convierte a ese tipo de personas en “operarios de iniquidad” y, por ello, el término de su actuación es la sanción por parte de Jesús del desconocimiento y la separación.

De allí la exhortación a la realización de dicha voluntad en una vida que tiene como base la actuación de la enseñanza de Jesús en todo el sermón de la montaña. La vida humana tiene ante sí dos posibilidades que pueden describirse a partir de dos tipos de construcción. Estos dependen del fundamento sobre el cual cada uno de los seres humanos realiza su existencia y, de esa forma, muestra su sabiduría o su necedad.

El ser humano prudente es comparado a una casa edificada sobre la roca, el ser humano necio a una casa edificada sobre la arena. La permanencia de las edificaciones depende del fundamento elegido. Los fenómenos metereológicos, las dificultades a la permanencia afectan a una y a otra pero causan distintos efectos en cada una de ellas.

Igualmente el ser humano prudente y el necio tienen un elemento común: la posibilidad de oír las palabras de Jesús. Pero su elección es diferente, según la práctica escogida. El primero adecua su actuación a ellas, el segundo no las toma en consideración para sus obras. Y conforme a esa elección la vida se encamina hacia su realización plena o hacia su frustración. El mensaje de Jesús, oído y aceptado se convierte en criterio fundamental para juzgar la validez de la existencia. La permanencia de las acciones sólo puede brotar desde una fidelidad al querer de Dios, manifestada plena y definitivamente en las palabras y acciones de Jesús.

La gravedad de la decisión invita a tomar en serio el sermón de la montaña pronunciado y vivido por Jesús durante toda su vida.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-11. Jueves 26 de junio de 2003
Pelayo

Gen 16, 1-12.15-16 ó 6,12.15-16:Agar dio un hijo a Abrán
Salmo: 105, 1-5
Mt 7, 21-29: No basta andar diciéndome: “¡Señor, Señor!”

Vivimos en una época en la que la palabra –hablada o escrita- tiene más protagonismo que nunca. La palabra tiene alas, vuela por las ondas y se difunde por todas partes llegando hasta los lugares más insospechados. Jesús eligió Cafarnaún y sus alrededores para centro de su actuación evangelizadora. Por las excavaciones sabemos que por allí pasaba una calzada romana, y con el trasiego de la gente que iba y venía, la noticia del evangelio se podría difundir más y mejor. Pero Jesús valora la palabra en su justa medida: está convencido de que no basta con hablar; que las palabras sin obras no conducen a nada: se las lleva el viento. Por eso, para entrar en el reino de Dios, esto es, en la comunidad donde Dios reina, Jesús proclama que no basta con tener una buena relación con Dios (“No todo el que dice Señor, Señor...”), si ésta no viene ratificada por las obras. Incluso las obras no bastan, si no están de acuerdo con el designio de Dios, expresado en las bienaventuranzas y el Padre nuestro, que no es otro sino hacer de la humanidad un mundo de hermanos mediante la práctica del amor. Tal vez esto sea lo que le falte a esos profetas que dicen haber expulsado demonios y realizado milagros en su nombre. Ni la expulsión de demonios ni la profecía ni los milagros bastan para agradar a Dios, si no salen de un corazón que se solidariza con el prójimo. Jesús es muy duro con todos estos que no han puesto el amor en el centro de su actuación y que, tal vez, actúen para que los vean, como los fariseos. De hecho, Jesús los reprende utilizando la misma palabra que dirige a los fariseos (23,28), cuyo corazón “está repleto de hipocresía y maldad (en griego, anomía)”: “Lejos de mí los que practican la maldad”.

Para Jesús hay, por tanto, dos clases de seres humanos: los sensatos que son quienes cumplen el designio de Dios de hacer del mundo una comunidad de hermanos (éstos son las que edifican sobre roca) y los necios que “dicen, pero no hacen” o hacen obras incluso maravillosas, pero no con la finalidad de transformar la sociedad, sino para convertirse en su centro de atención y ser alabados por los seres humanos, como los fariseos, (éstas son los que edifican sobre arena). Éstos últimos, cuando llegan las lluvias y los vientos, se desvanecen y derrumban.. A ellos dirige Jesús estas duras palabras: “Nunca los he conocido”.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-12. ACI DIGITAL 2003

21. Entendamos bien lo que significa hacer su voluntad. Si buscamos, por ejemplo, que un hombre no le robe a otro, para que la sociedad ande bien, y no para que se cumpla la voluntad de Dios, no podemos decir que nuestra actitud es cristiana. Ese descuido de la fe sobrenatural nos muestra que hay una manera atea de cumplir los mandamientos sin rendir a Dios el homenaje de reconocimiento y obediencia, que es lo que El exige. ¡Cuántas veces los hombres que el mundo llama honrados, suelen cumplir uno u otro precepto moral por puras razones humanas sin darse cuenta de que el primero y mayor de los mandamientos es amar a Dios con todo nuestro ser!

22. En aquel día: el día del juicio, llamado también "el día del Señor", "el día grande", "día de Cristo", "día de ira". Cf. S. 117, 24; Is. 2, 12; Ez. 30, 3 y notas; Joel. 1, 15; Abd. 15; Sof. 1, 7; Rom. 2, 5; I Cor. 3, 13; II Cor. 1, 14; Fil. 1, 6 y 10; II Pedro 3, 12; Judas 6.

23. Terribles advertencias para los que se glorían de ser cristianos y no viven la doctrina de Jesucristo. Véase Jer. 14, 14 ss., donde el profeta de Dios habla contra los falsos profetas y sacerdotes que abusan del nombre del Señor.


3-13. Fray Nelson Jueves 23 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: Agar le dio un hijo a Abram y Abram lo llamó Ismael * La casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena.

1. Cosas Extrañas
1.1 El mundo en el que Dios empezó a revelar su amor fue definitivamente un mundo muy distinto del nuestro. Aunque el nuestro es así distinto precisamente porque Dios se empezó a revelar en ese que era tan diferente de lo que somos. Ahí empezó un camino de providencia y revelación progresiva de su gracia, que finalmente condujo a la plenitud que es Cristo, en quien brilla con toda su fuerza la verdad de Dios.

1.2 Hay muchas cosas extrañas en el relato de la primera lectura de hoy. Sara diciéndole al esposo que tenga un hijo con una criada, Agar; luego esta criada burlándose de su señora; luego el ángel que dice a Agar, que se ha escapado aburrida de malos tratos, que vuelva al servicio de la señora. Por último, un hijo, Ismael, que es inocente de todo pero que llevará una vida marcada por conflictos. ¿Qué sentido hay en todo esto?

1.3 Tal vez descubrir que no hay mucho sentido sea ya un buen descubrimiento. Si miramos qué criterios se dan en esta cadena de hechos absurdos, vemos que, quitando la indicación del ángel, todo lo demás es puro razonar "según la carne," como diría san Pablo. Es la carne la que quiere "ayudar" a Dios a que cumpla sus promesas, y de ahí sale la idea que Sara tiene de que su esposo embarace a la criada. Es la carne, en forma de satisfacción del bien natural logrado, lo que hace que Agar se vuelva en desprecio hacia su señora. Es la carne, en forma de envidia e impaciencia, la que hace que Sara maltrate a Agar, y es de nuevo la carne la que lleva a Agar a huir al desierto, sin tener ni sustento ni dirección ni esperanza ninguna. O sea que sí hay algo que aprendemos de todo esto, y es lo que dijo Pablo: "el que siembra en la carne, de la carne cosechará corrupción" (Gálatas 6,8). De hecho, lo que Dios había prometido no se cumplirá a través de Ismael sino del que es llamado "hijo de l a promesa," Isaac.

2. Poner en Práctica
2.1 ¿Qué es construir sólidamente sobre la base de las enseñanzas de Jesús? Es haber puesto a prueba lo que nos ha enseñado y haber comprobado que sí funciona. La fe crece cuando uno ve que funciona, pues ahí se descubre la diferencia entre las fábulas, los anhelos y los puros sueños, de un lado, y la fe, que produce cambios y resultados y da vida, por el otro. Eso aprendemos del evangelio de hoy.

2.2 La fe que no se pone en práctica se va volviendo ideas: humo que vuela en nuestra mente y que sirve quizá para hacer especulaciones o discursos adornados pero que ya carece de poder. Cuando llega la prueba, la prueba verdadera, esa fe se derrumba con estrépito, porque nunca sirvió de cimiento.

2.3 Y ese es el punto central de este evangelio: o la fe es tu cimiento o no es nada. La fe no sirve para adorno; como adorno, estorba, como cimiento, salva.