SÁBADO DE LA SEMANA 11ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- 2Co 12, 1-10

1-1.

a) en todo este pasaje domina el tema de la debilidad, como siempre que Pablo describe su ministerio apostólico (1 Cor 4, 9-13; 2 Cor 4, 7-15; 6, 4-10; 11, 23-33; 12, 9-10). Su debilidad está a la vista, pero deja paso a la iniciativa de Cristo que viene sustituida con su fuerza y su poder.

Pablo no quiere que se busque la prueba de un mandato en los fenómenos carismáticos que acompañan a veces al ministerio apostólico. La debilidad exterior es la única que puede poner de relieve la naturaleza profunda de la misión y encuentra la garantía de todo ello en las acometidas de Satanás y el "aguijón en la carne" (vv. 7-9) que simbolizan probablemente la enemistad de los falsos hermanos (sentido de esta expresión en Núm 33, 55; Jos 23, 13; Ez 28, 24).

..........

El criterio del ministerio apostólico está muy claro: saber aceptar con alegría y paciencia todo lo que puede asociar su vida a la humillación del Señor a quien se sirve. Es suficiente para denunciar la hipocresía de los seudoapóstoles de Corinto.

En realidad, Pablo no hace sino aplicar al ministro de Cristo los criterios esenciales de la vida cristiana, imitación de la sabiduría de Cristo que se ha humillado hasta la debilidad para glorificar a Dios descubriendo la vida divina a todos los creyentes (2 Cor 13, 4; 1 Cor 1, 18-19; 2, 2; Fil 2, 6-11) y ofreciéndoles la participación en el poder de su resurrección.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 74


1-2.

-Conozco a «un hombre en Cristo" que fue arrebatado hasta el tercer cielo y oyó palabras inefables... Unas revelaciones excepcionales...

Pablo podría gloriarse de visiones, de gracias, de carismas, de fenómenos místicos. Se sabe portador de la verdad, gran teólogo, el mayor teólogo de todos los tiempos. Pero, en esas cosas, es discreto. No quiere que la prueba de su mandato apostólico se encuentre en los fenómenos carismáticos que verdaderamente le acompañaron. El único criterio de su ministerio apostólico es la flaqueza: saber aceptar con alegría y paciencia todo lo que une una vida a la humillación del Señor a quien sirve. «¿Me acusáis de no ser un verdadero apóstol?, parece decirnos. ¡Pues bien ! ¿me parezco o no a Cristo que se humilló hasta desfallecer para salvarnos?»

-No dudaré en gloriarme de mis flaquezas, a fin de que el poder de Cristo habite en mí... Por todo ello acepto de corazón por Cristo las flaquezas, los insultos, los ultrajes, las persecuciones y las situaciones angustiosas.

Cuando soy débil... entonces soy fuerte.

Ningún aspecto morboso o masoquista en todo esto. No se alegra del mal que ha sufrido por el daño que le ha hecho.

Se alegra de ser «fuerte», de ser más fuerte que el mal, de ser capaz de dominarlo.

Tampoco ningún aspecto tenso o exaltado o estoico. No presume de sí mismo. No es su propia fuerza de voluntad la que está en juego: conoce su flaqueza; pero Cristo sí que es fuerte y logra hacer apostolado con ese pobre y débil instrumento. Un secreto para no desanimarse nunca: no apoyarse en sus propias fuerzas. Es una gracia que me cuesta mucho aceptar. Concédemela, Señor. Repito las palabras anteriores de san Pablo como una plegaria y me atrevo a aplicarlas a mi propia vida: ¿Cuáles son mis flaquezas, mis dificultades?

-Para que nadie se forme de mí una idea superior a lo que en mí ve u oye de mí... Para que no me engría, tengo un aguijón en mi carne, un enviado de Satán que me abofetea.

Tres veces rogué al Señor que lo apartase de mí... Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza.»

¿En qué consiste este aguijón doloroso, esa bofetada infernal?

Una prueba tan punzante, que llega a ser insoportable.

¡Incluso a san Pablo! Contemplo esa triple súplica desconsolada de Pablo que lo abruma.

Y pienso en la respuesta de Jesús: «no, amigo mío, gran apóstol mío, no te liberaré de este aguijón».

¡Nos encontramos en pleno misterio!

Jesús también suplicó a su Padre entre los olivos de Getsemaní: y tampoco El fue inmediatamente liberado de su angustia extrema -de su «astilla» y de la bofetada de Satán-. La «astilla» hizo sangrar su frente y sus manos y sus pies y su costado abierto. «El discípulo no es mayor que su maestro», dijiste Tú. Pero la cruz prepara la gloria.

La resurrección de todos los que tienen un aguijón en la carne se aproxima día a día.

¡Pobre y miserable condición humana! ¡Maravillosa condición humana destinada a la gloria! ¡Gracias, san Pablo!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 138 s.


1-3. /2Co/11/30-33 /2Co/12/01-13

La excepcional experiencia que hoy nos narra san Pablo permanece para nosotros arropada en el misterio que rodea toda relación personal entre Dios y el hombre. Todo lo que podemos decir se queda en la periferia del hecho mismo, el núcleo de la «revelación», de las «palabras arcanas» del «paraíso», pertenecen a aquella íntima realidad del hombre que, difícilmente, puede traducirse en palabras. El esfuerzo de comunicación que hace san Pablo nos da a conocer el hecho, pero no su calidad e intensidad. En todo caso, esta experiencia no se ha de confundir con la que tuvo camino de Damasco. Es un hecho posterior.

Pablo nos habla como de una gracia absolutamente trascendente y gratuita, que le marcó profundamente, pero que, al mismo tiempo, no escamoteó nada de su realidad personal, sufrida y con frecuencia expuesta al dolor. El tiene conciencia de que, en realidad, su debilidad personal pone de relieve todavía más la acción de Dios en su persona y en su ministerio. De presumir, sólo puede hacerlo de su flaqueza (11,30; 12,5.9.10).

Concretamente, Pablo habla de un "aguijón" en su carne, al que identifica en seguida con un «ángel de Satanás» que le golpea (12,7).

Tampoco en este caso podemos saber a qué se refiere el Apóstol, y la gran variedad de opiniones es una muestra de las dificultades reales que hay al intentar concretar. Lo que sí podemos decir es que este «aguijón» implicaba para el Apóstol un serio obstáculo para su obra misionera. Pero es esta situación personal la que coloca a Pablo en una situación espiritual propia del pueblo de Dios, caracterizada ya desde el AT por un reconocimiento sincero de los límites personales y, a la vez, por una confianza total en el poder y la gracia de Dios.

Esta dinámica espiritual, sin embargo, alcanza en Pablo una cualidad muy precisa: su punto de referencia se concreta específicamente en la persona de Cristo (12,9). En realidad, entre la expresión "pobre de Dios" y la usada con frecuencia por el Apóstol, «servidor de Jesucristo», hay un paso importante: el haber descubierto la manifestación de Cristo como punto central y culminante de la historia.

A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 252 s.


2.- 2Cro 24, 17-25

2-1.

Hoy leeremos otra interpretación de la historia. Joas ha sido un rey fiel, durante un cierto tiempo... Pero, de temperamento inestable, al final de su vida se deja llevar a los cultos de Baal, decididamente ¡más atractivos que el culto al verdadero Dios!

Esta página ha sido escrita en el III siglo antes de Jesucristo, por lo tanto quinientos años después de los sucesos que se desarrollaron en el siglo VIII. El autor de estas Crónicas subraya el papel del «sacerdocio» y del «Templo» en la fidelidad a Dios.

-Después de la muerte del sacerdote Yeodada, vinieron los jefes de Judá a postrarse delante del rey... Y Joas les escuchó... Abandonaron el «templo» del Señor y adoraron los árboles sagrados y los ídolos.

Toda la historia del mundo está llena de este conflicto entre «el verdadero Dios» y «los ídolos» que el hombre se fabrica.

Evidentemente es más tranquilizador fabricarse un «dios» a su propia talla y necesidades... que encontrarse delante del verdadero Dios que es siempre otro, al que no se esperaba y que, a menudo, interviene malbaratando nuestras ideas.

Es precisamente característica de Dios el cuestionar al hombre.

Cuidado. No juzguemos demasiado severamente a nuestros antepasados de haberse dejado atraer por "árboles sagrados" y por "ídolos". También nosotros tenemos los nuestros hoy: todo lo que sacralizamos, todo lo que absolutizamos, todo aquello a que damos una importancia excesiva... un objeto, una persona, una ideología... el confort, el dinero, el placer, la salud, la belleza...

Y aunque no tenemos el mismo modo de ofrecer un "culto" a esas realidades ¿no tendemos quizá, también nosotros a «reducir» a Dios al servicio de nuestras necesidades elementales? Poner a Dios a nuestro servicio. Hacer de Dios el «motor auxiliar» del hombre. ¿Es siempre la nuestra una oración de petición?

-La cólera de Dios estalló sobre Jerusalén... y les envió profetas para que los hombres volvieran a El.

Los profetas son los que echan abajo esa tendencia «utilitarista».

No se utiliza a Dios. Se le venera. Se le sirve. Señor, ¡envíanos tus profetas! Señor, ¡purifica nuestras actitudes religiosas! Sánanos de ese egoísmo sutil que nos haría utilizar nuestra fe y nuestra oración en provecho propio solamente.

-¿Por qué transgredís las órdenes de Dios, para perdición vuestra?

Dios pregunta. Dios hace «esta» pregunta. Dios «me» hace esta pregunta.

Me tomo el tiempo necesario antes de contestarla.

Me dejo interrogar por Dios. Ya no soy yo quien pone los interrogantes. Sin embargo, no hay que cambiar los papeles.

«¿Por qué traspasas mis órdenes, para perdición tuya?» Señor, quiero ser muy pequeño y humilde ante Ti.

Reconozco que Tú quieres mi bien. Ayúdame a no transgredir tu voluntad. Sé que tu voluntad es mi «salvación»... y que mi transgresión es mi «perdición». El hombre está perdido cuando olvida al verdadero Dios: se esclaviza entonces a ídolos vacuos, que no tienen ningún valor.

-Apedrearon al sacerdote Zacarías en el atrio del templo.

Jesucristo reinterpretará este acontecimiento (Mateo 23, 35)

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 138 s.


3.- Mc 6, 24-34

3-1.  

-Nadie puede estar al servicio de dos amos... ¡No podéis servir a Dios y al Dinero!

Es otro modo de decir la necesidad de escoger entre los "tesoros de la tierra"... y los "tesoros del cielo"...

En el texto evangélico se encuentra la palabra "Mammón", término que personifica el dinero y le confiere una especie de significación demoníaca. El Dinero, ¡con mayúscula! potencia de esclavitud, de servidumbre.

¡No debéis "servir", a Mammón! ¡No os hagáis esclavos del Dinero! Basta mirar en sí y en torno a sí para darse cuenta del inmenso peligro, del grado de servidumbre del que Jesús quiere vernos libres.

-No andéis agobiados...

¡Cuánto me gusta este consejo, Señor!

-No andéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir...

Fijaos en los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros...

Estas son imágenes. No hay que tomarlas al pie de la letra.

De todos modos Jesús no recomienda este tipo de despreocupación ¡que carga sobre los demás los cuidados que son nuestros y que descuidamos! Hay preocupaciones que proviene del amor a los demás, de quienes tenemos responsabilidad; de estas preocupaciones no podemos desembarazarnos. Este obrar podría ser signo de un egoísmo monstruoso.

Pero, una vez puestos todos esos matices debemos escuchar a Jesús, que nos dice: "¡No os agobiéis!... Fijaos en los pájaros"... Existe una tensión nerviosa excesiva que no es cristiana. El mundo occidental, en conjunto suele estar muy febril y tenso.

-¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Tomad el lado bueno de la vida, parece decirnos Jesús.

Vivid. Sí, vivid. Pasáis el tiempo corriendo, ganando dinero, trabajando para vivir: ¡tomaos, de vez en cuando, el tiempo de vivir!

-Daos cuenta de cómo crecen los lirios del campo...

De vez en cuando, ¡contemplad una flor! ¡Mirad crecer una planta! No hay que ir al Japón ni a la India para satisfacer esta necesidad fundamental del hombre: la calma, la contemplación de la naturaleza.

-Vuestro Padre celestial alimenta los pájaros... y viste la hierba del campo... ¿No valéis vosotros mucho más que ellos? Lo que Jesús recomienda no es sólo una relajación... por necesaria que ella sea en nuestro mundo descentrado... sino una cierta actitud delante de Dios.

En los pájaros y en las flores Jesús contemplaba a su Padre, ¡que de modo maravilloso ha previsto su alimento y su vestido!

-Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo esto. Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo eso ¡se os dará por añadidura! ¡Jerarquía de valores!

Asegurar primero lo que es esencial en cada jornada... Jesús no intenta apartarnos de nuestras tareas y responsabilidades terrestres... nos recuerda lo esencial.

-No os agobiéis por el mañana, porque "el mañana" traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.

Hay que vivir HOY. No acumular las preocupaciones del mañana: vivir solamente las del día que pasa... ¡mañana, ya se verá! Gracias, Jesús.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 30 s.


3-2.

1. (Año I) 2 Corintios 12,1-10

a) Puede parecer raro que Pablo siga «presumiendo» de títulos personales y, esta vez, nada menos que de éxtasis y revelaciones. Aunque no nos explica muchos detalles de cómo fue «arrebatado hasta el tercer cielo» y oyó «palabras arcanas». Ha tenido, por tanto, experiencias religiosas de tipo místico. Lo que busca es defender ante la comunidad de Corinto la credibilidad de su ministerio, atacada por sus adversarios. Defiende la verdadera doctrina que les ha predicado, y no tanto su propia persona.

También es misteriosa la noticia que nos da sobre esa «espina en la carne» o de ese «emisario de Satanás que le apalea para que no sea soberbio». No hay datos en el resto de sus cartas para saber a qué se refiere, si a una enfermedad corporal o a dificultades de tipo espiritual o psíquico. Lo que sí afirma es que eso le hace ser más humilde, y que le da ocasión para confiar en la ayuda de Dios: «te basta mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad».

b)Tal vez nosotros no podemos gloriarnos de visiones misteriosas ni de revelaciones místicas. Y sí, de «espinas» que experimentamos en nuestra persona y de dificultades en nuestro camino. Nunca se nos ha asegurado que la vida de un cristiano estará libre de pruebas y días malos.

Sea lo que sea lo escrito hasta ahora en nuestra biografía, tendríamos que aprender de Pablo:

- a no creernos nosotros el centro, sino a buscar siempre el bien de las personas y el progreso del Reino de Dios;

- a no enorgullecernos si tenemos algún don particular, porque Dios nos los da para bien de los demás, para ir construyendo comunidad y evangelizar más eficazmente a Cristo en nuestro mundo:

- a no perder nunca la confianza en Dios, aunque nos sintamos débiles y frágiles: «te basta mi gracia... muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo... cuando soy débil, entonces soy fuerte»; es la actitud que ha recogido el salmo: «gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él»;

- incluso a alegrarnos si nos toca sufrir: «vivo contento en medio de los insultos, las privaciones, las dificultades sufridas por Cristo»;

- y si tenemos alguna «espina» contra la que nos toca luchar, saber relativizarla, como hace Pablo, viendo en ella una invitación a no ser soberbios ni autosuficientes; seguramente nos ayudará también a comprender mejor a los demás, cuando descubramos en ellos dificultades o fallos.

1. (Año II) 2 Crónicas 24,17-25

a) El reinado de Joás, que fue largo, había empezado bien, con una notoria restauración de la vida social y religiosa. Pero cuando murió su mentor, Yehoyadá, el sumo sacerdote que le había ayudado a subir al trono, se olvidó de sus buenos consejos y siguió los de otros que le condujeron de nuevo a la idolatría y al capricho de una autoridad mal entendida.

Más aun, al hijo de Yehoyadá, Zacarías, profeta de Dios, que le había recriminado su cambio de conducta, lo eliminaron asesinándolo en el Templo. Más tarde, Jesús les echó en cara a sus contemporáneos: «que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del inocente Abel hasta la sangre de Zacarías, a quien matasteis entre el Templo y el altar» (Mt 23,35).

El autor del Libro de las Crónicas -el libro que hemos intercalado en la lectura que íbamos haciendo del de los Reyes- atribuye a este pecado la ruina que le sobrevino a Joás a manos del ejército de Siria y de sus propios súbditos. Es lo que también afirma el salmo: «si sus hijos abandonan mi ley y no siguen mis mandamientos, castigaré con la vara sus pecados»; aunque no por ello se va a interrumpir la línea mesiánica de las promesas de Dios: «pero no les retiraré mi favor, ni desmentiré mi fidelidad».

b) Sabemos muy bien que en nuestras vidas puede haber idas y vueltas, conversiones y recaídas, tanto en nuestra relación con Dios como en la conducta con los demás.

No adoraremos estelas ni nuestros ídolos se llamarán Baal, pero sí podemos faltar al primer mandamiento, que sigue siendo el más importante: «no tendrás otro dios más que a mí». El dinero, el éxito social, la vanidad, la fama, el placer, la ambición, la esclavitud de ideologías o estructuras: todo eso puede ser nuestro ídolo particular. Que nos acarreará, a corto o largo plazo, la ruina. Leemos la historia antigua de Israel para aplicárnosla a nosotros.

2. Mateo 6,24-34

a) Jesús nos presenta otro rasgo del estilo de vida de sus seguidores: la confianza en Dios, en oposición a la excesiva preocupación por el dinero.

Debe ser un refrán de la época lo de que «no se puede servir a dos amos», y le va muy bien a Jesús para establecer la antítesis entre Dios y Mammón, entre Dios y el Dinero (con mayúsculas, el dinero como ídolo, como razón de ser: en arameo, Mammón).

Les enseña Jesús a los suyos la actitud de confianza en Dios, con la comparación de los pájaros y de las flores. Lo que él no quiere es que estén agobiados (palabra que sale hasta seis veces en esta lectura) por las preocupaciones de la comida, la bebida o el vestido.

También quiere que sepan mirar las cosas en su justa jerarquía: el cuerpo es más importante que el vestido, y la vida que el comer. Del mismo modo, el Reino de Dios y su justicia es lo principal, y «todo lo demás se os dará por añadidura».

b) «Nadie puede estar al servicio de dos amos». Es una afirmación que también a nosotros nos pone ante la disyuntiva entre Dios y el Dinero, porque es éste un ídolo que sigue teniendo actualidad y que devora a sus seguidores.

Ciertamente, necesitamos dinero para subsistir. Pero lo que Jesús nos enseña es que no nos dejemos «agobiar» por la preocupación ni angustiar por lo que sucederá mañana. Los ejemplos de las aves y de las flores no son una invitación a la pereza. En otras ocasiones, Jesús nos dirá claramente que hay que hacer fructificar los talentos que Dios nos ha dado.

Y Pablo dirá que el que no trabaja, que no coma.

Estas palabras de Jesús son una invitación a una actitud más serena en la vida. Claro que tenemos que trabajar y ganarnos la comida: «a Dios rogando y con el mazo dando».

Pero sin dejarnos dominar por el estrés -¿el nombre actual del «agobio» del evangelio?-, que nos quita paz y serenidad y nos impide hacer nada válido. Vivimos demasiado preocupados, siempre con prisas. Podríamos ser igualmente eficaces, y más, en nuestro trabajo si nos serenáramos, si no perdiéramos la capacidad de la fiesta y de lo gratuito, si supiéramos, de cuando en cuando, «perder tiempo» con los nuestros, y no empezáramos a sufrir por adelantado por cosas que no sabemos si nos pasarán mañana: «a cada día le bastan sus disgustos».

También nos enseña Jesús a buscar lo principal y no lo accesorio. A dar importancia a lo que la tiene, y no dejarnos deslumbrar por necesidades y valores que no valen la pena.

Sobre todo, a «buscar el Reino de Dios y su justicia». Lo demás es secundario, aunque no lo podamos descuidar. El que concede a cada cosa la importancia que tiene en la jerarquía de valores de Jesús, está en el buen camino para la paz interior y para el éxito final en su vida.

«Vivo contento en medio de las dificultades sufridas por Cristo» (1ª lectura I)

«¿Por qué no cumplís los preceptos del Señor? Vais al fracaso» (1ª lectura II)

«Nadie puede estar al servicio de dos amos» (evangelio)

«No os agobiéis por el mañana: a cada día le bastan sus disgustos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 56-59


3-3.

Primera lectura : 2º de Crónicas 24, 17-25 Zacarías, a quien mataron ustedes entre el templo y el altar.

Salmo responsorial : 88, 4-5.29-30.31-32.33-34 Le mantendré eternamente mi favor.

Evangelio : Mateo 6, 24-34 No se agobien por el mañana.

Jesús quería que sus discípulos se decidieran claramente por una causa y que no fueran personas ambiguas. Y planteaba que sólo había dos causas: la de Dios y la del Dinero.

Ambas causas implicaban actitudes espirituales y sociales contrarias. Decidirse por una o por otra significaba tanto un compromiso espiritual como un compromiso social. El valor de cada una de estas causas depende de la forma como cada una de ellas trate al ser humano. La causa del dinero lo trata como una mercancía más, como una cosa negociable que debe ser puesta al servicio del lucro o beneficio, aunque de ello se deriven consecuencias indeseables, como el despojo de sus derechos más elementales (sustento-alimento y protección-vestido).

La causa de Dios, por el contrario, trata al ser humano como su objetivo central, máxime si este ser humano se encuentra oprimido o deshumanizado. Dios asume la causa del ser humano como su propia causa, porque el ser humano es su hijo y en Jesús ha multiplicado los motivos de su identificación con la Humanidad.

La causa del dinero es la causa del lucro, del beneficio, y es la causa de los poderosos y de los ricos. La causa de Dios, al contrario es la causa de la justicia y de la fraternidad, y por eso es causa que está a favor de que cesen las injusticias, y está a favor por tanto de los injusticiados, de los pobres, marginados o excluidos. La Causa de Dios es Causa de los pobres. El documento de Puebla lo dijo muy claramente: Invitamos a todos a asumir la causa de los pobres como la Causa de Dios mismo.

Quien se ponga al servicio de la causa del dinero no debe extrañarse de que en la tierra se multipliquen los seres humanos sin alimento y sin vestido. En cambio quien ponga su vida al servicio de la causa de Dios recogerá tarde o temprano, el fruto de la fraternidad que ha sembrado y de la causa de la justicia por la que ha trabajado. El alimento y el vestido no faltarán nunca en una sociedad de hermanos, regida por la igualdad y la solidaridad. Como decía un santo Padre: no puede convivir juntos el menesteroso y el justo» (porque si el justo es justo, compartirá con el menesteroso y dejará de serlo).

Las iglesias primitivas ciertamente experimentaron esto. Quien se ponía al servicio del Evangelio, encontraba el pedazo de pan y el techo familiar que lo cobijaba. Este era un compromiso de todas las comunidades cristianas con quienes las servían. La palabra de Jesús iba dirigida a estos futuros servidores comunitarios. Más tarde, cuando la Iglesia aflojó en su calidad de servicio, empezó a pagar tributo al Dinero. Y al desaparecer la utopía de la igualdad y la fraternidad, se dio de nuevo lugar a la competencia. Es nuestro egoísmo el que anula o desvirtúa el proyecto original de Dios que nos permitiría vivir sin que el alimento y el vestido fueran la preocupación primaria.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

2 Cor 12, 1-10: Me alegro de ser débil

Sal 33, 8-13

Mt 6, 24-34: La confianza en Dios

La primera parte del texto de hoy, el v. 24, es un dicho suelto. Jesús no parte de la experiencia de tener varios empleos, de lucrarse en dos empresas distintas, sino de la experiencia del que sirve a dos patrones con pretensiones y actitudes radicalmente opuestas. Es imposible encontrarse bien y a gusto con los dos. Esto es lo que ocurre entre Dios y el dinero. Los discípulos no pueden tener una fidelidad dividida. Estas palabras de Jesús expresan el carácter radical de su enseñanza con relación al dinero y a las propiedades. Las posesiones materiales son un dios falso que exige una lealtad exclusiva como la que pide Dios, por tanto se contrapone el servicio exclusivo a Dios con el servicio a las riquezas.

En este mundo impregnado por el capitalismo neoliberal, el cristiano ha caído en la idolatría del dinero al que le rendimos culto mediante la injusticia que se expresa en el robo, el fraude, el asesinato; la ambición egoísta que nos hace despreocuparnos de la situación en que viven tantos empobrecidos de la tierra y el agobio por los bienes de este mundo que nos hacen perder la fe en la providencia.

Frente a esta realidad, Jesús nos plantea como respuesta el sentido cristiano de la providencia (vv. 25-34). Aquí se amplía y se recalca la doctrina radical de Jesús sobre las riquezas. Jesús nos pone como modelo a los pájaros y a los lirios del campo, nos habla de seres que simplemente subsisten, que no tienen necesidad de acumular riquezas que generan poder. Para Jesús basta con subsistir, con tener "el pan nuestro de cada día", claro que esto no supone el que abandonemos la lucha diaria y el duro trabajo. El texto no es una invitación a la indolencia, lo que se aconseja es que las preocupaciones no vayan más allá del trabajo necesario para asegurar la subsistencia; es un rechazo a la acumulación que genera injusticias y desigualdades.

Para Jesús, lo único importante es el "Reino de Dios y su Justicia; lo demás se nos dará por añadidura", es decir, que estamos llamados a construir una nueva sociedad donde no tengan lugar las desigualdades hirientes, ni la injusticia, ni el hambre, ni donde muchos hermanos pasen grandes necesidades mientras otros viven en la opulencia. Si nos esforzamos en buscar ante todo el "Reino de Dios", todo eso (la comida y el vestido) se nos dará por añadidura. Este mensaje de Jesús es una invitación a relativizar el valor absoluto de los bienes terrenos en comparación con el valor supremo de Dios y su reinado y a solidarizarnos con los más necesitados, que exigen de nosotros una actitud de generosidad.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. DOMINICOS

Bajo el amparo de María
Amplio panorama se nos ofrece en la liturgia de hoy, si queremos profundizar en la opción por seguir atentamente en los caminos del Señor: Si las circunstancias requieren que se pongan sobre la mesa gracias recibidas de Dios y méritos por la respuesta en fidelidad, acudamos a oír a san Pablo. O si en la humildad de nuestra condición, sentimos el aguijón de las pasiones de la carne que nos asaltan por doquier, acudamos también a Pablo que pide al Señor la liberación de esa cruz. Y si la vanidad o soberbia quieren destruirnos, haciéndonos con engaño más grandes que los demás, más ricos en bienes materiales, más ansiosos que los pajaros del cielo,

más hermosos que los lirios del campo, acudamos al discurso de Jesús sobre la ‘providencia del Padre’ y hagamos silencio.

Más aún: Si las amarguras y los disgustos atenazan nuestro corazón y privan de su luz y serenidad a la mente, retengamos la consigna del Maestro: aceptemos cada mañana como suficiente el agobio y el afán de la jornada, y no nos dejemos dominar por el desánimo, como si fuéramos hombres sin esperanza.

Dios acoge, por medio de Cristo y de María, nuestra Madre, cada detalle de nuestro dolor sufrido, de nuestra conformidad con la cruz, de nuestra alegría en el bien obrar, del ánimo que damos a los demás cuando nos falta consuelo para nosotros mismos... Nunca estamos solos en la vida, si la fe nos alumbra el camino.

ORACIÓN A MARÍA:

¡Señora nuestra, Reina y Madre de misericordia!

A ti, que conoces muy bien el amor y el dolor, el Tabor y el Calvario, el pesebre de Belén y el Cenáculo de la última cena, te suplicamos que intercedas por todos nosotros, pero especialmente por los jóvenes que sienten con mayor agudeza el aguijón de la carne. Hazles dóciles a la voluntad divina, abiertos a la verdad, sinceros en su conducta. El futuro de la humanidad está en sus manos. Bendícelos. Amén.


Palabra de Dios
II Carta a los corintios 12, 1-10:
“Hermanos: toca presumir. Ya sé que no está bien hacerlo, pero paso a las visiones y revelaciones del Señor. Yo sé de un cristiano que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo, no sé si con el cuerpo o sin el cuerpo, ¿qué sé yo?, Dios lo sabe..., y allí oyó palabras arcanas, que un hombre no es capaz de repetir...

Pero por la grandeza de estas revelaciones, para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne, un emisario de Satanás que me apalea... Tres veces he pedido al Señor que me libre de él y él me ha respondido: ‘Te basta con mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo...”

Unidas están y en tensión, gracia y naturaleza, fuerza y debilidad, revelaciones y aguijones de la carne, humilde gratitud y pasión de soberbia amenazante. Así es nuestra vida, la de todos. ¡Cuánto nos cuesta vivir en el Espíritu y aceptar cada uno los dones de los demás!

Evangelio según san Mateo 6, 24-34:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Nadie puede estar al servicio de dos amos, porque preferirá a uno y despreciará al otro... Vosotros no podéis servir, al mismo tiempo, a Dios y al dinero.

Por eso os digo: No estéis agobiados en la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros... ¿No valéis vosotros más que ellos?... Fijaos cómo crecen los lirios del campo... Vuestro Padre del cielo sabe bien las necesidades que tenéis. Buscad sobre todo el Reino de Dios y suy justicia. Lo demás se os dará por añadidura...”

Este es el sentido cristiano de afrontar la vida: realismo en el trabajo, justicia en las acciones, saber distinguir circunstancias y tiempos, no aspirar a más de lo que podemos ni contentarnos con cualquier cosa; pero buscar en todo y siempre que nuestras acciones sean conformes con la voluntad y amor de Dios y de los hombres.


Momento de reflexión
Reconozcamos los dones de los demás y alabemos a Dios.
En nuestra pobre condición humana, bendecida por Dios pero astillada por el choque con mil fuerzas que la azotan, hemos de sentirnos pequeños, humildes, necesitados, no autosuficientes.

Los dones que recibimos no podemos ocultarlos sino que hemos de dar gracias por ellos; pero hemos de cuidarlos, protegerlos, acrecentarlos con nuestra continua disponibilidad. Y esto se consigue poniéndolos en servicio día a día, fatiga tras fatiga, bondad tras bondad.

No hace falta que un ‘éxtasis’ nos eleve al ‘tercer cielo’ paulino. Basta con que vayamos desgranando sobre la tierra, golpe a golpe y con suavidad, el tesoro de nuestro corazón.

A la búsqueda del Reino se le concede lo necesario.
¿Pan de cada día?, que no nos falte. ¿Trabajo en cada jornada?, que no nos falte.

Que no nos falte un momento de intimidad familiar, ni un amigo sincero en el que podamos confiar, ni un buen riego de agua oportuna sobre los campos, no cosecha en el granero o en el silo....

Pero que no nos falte, sobre todo, el deseo y el esfuerzo noble y continuado por secundar en todo la voluntad del Padre, sea un poco mejor o un poco peor la cosecha anual, la suerte con los hijos, el giro de la enfermedad, la prueba de fidelidad. A quien busca tu Reino, Señor, dale el pan y el trabajo y el amor de cada jornada. Amén.


3-6. CLARETIANOS

Queridos amigos y amigas:

Pablo no quedó ayer satisfecho. En el fragmento de hoy ... sigue presumiendo. Pero vuelve sobre lo mismo: Lo que es yo, sólo presumiré de mis debilidades. Una de sus debilidades es esa misteriosa “espina en la carne” sobre la que se han hecho todo tipo de interpretaciones; en cualquier caso, se trata de algo que le recuerda permanentemente su fragilidad.
En ese contexto escribe una frase que a muchos (a Agustín de Hipona, por ejemplo) les ha producido un vuelco en la vida: Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad.

Las palabras del Señor a Pablo son una clave para interpretar la acción de Dios en la historia. ¿Por qué, sin embargo, estamos siempre deseando ser fuertes (sanos, inteligentes, poderosos, ricos)? ¿Por qué nos parece tan evidente que, siendo fuertes, podremos ser mediación de Dios cuando la sabiduría evangélica nos advierte lo contrario?

En el evangelio de Mateo, Jesús lo dice con una de esas frases a las que damos vueltas sin estar seguros de haberlas entendido: Buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. En esta propuesta hay una distinción neta entre:

El centro: el Reino y su justicia.

Lo demás: aquello que suele ser objeto de nuestros afanes: la comida, el vestido, etc.

De “lo demás” se ocupa Dios: Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Del “centro” tenemos que ocuparnos nosotros: Buscad.

Ambos aspectos suelen formar parte de nuestra vida. En esto somos evangélicos. Sólo que, por lo general, alteramos discretamente el orden: en primer lugar, “lo demás”; luego, si sobra tiempo, el “centro”. O sea, que no nos fiamos mucho, que confiamos más en nuestra fuerza.

Vuestro hermano en la fe:

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-7. CLARETIANOS 2002

Hay en el mensaje de Jesús una enseñanza que abarca la totalidad de la existencia y afecta a cada hombre en particular: que Dios cuida de nosotros, que el Dios viviente se preocupa personalmente de cada uno de los hombres y está dispuesto a entregar su solicitud individualmente a cada uno de ellos. Este mensaje no es una fábula, ni filosofía o moral natural, sino la revelación de Dios absolutamente libre y personal.

A los hombres de nuestro tiempo les resulta extremadamente difícil encajar esta visión de la revelación con las cosas que suceden en el mundo. ¿Cómo un Dios que es Padre puede permitir tantas cosas que suceden en el mundo, la muerte de esta madre joven dejando a sus niños desamparados? ¿Cómo puede permitir un Dios bueno que el hombre sufra tanto en esta tierra? Ah, el dolor, el dolor es algo que no acabamos de entender. ¿Por qué sufrimos? ¿Por qué sufren los hombres? ¿Cómo se compaginan la existencia de un Dios Padre que lo puede todo con la realidad del dolor y de la muerte?

Los hombres han buscado apasionadamente a lo largo de la historia respuestas decisivas a estas preguntas angustiosas. No es absurdo que exista Dios y sufran los humanos, pues sufrió su Hijo en la tierra, y sufrió una muerte de cruz. El dolor, en el mensaje de Jesús, tiene un sentido. No es fácil aclararlo aquí definitivamente. Al lado de Él, con dolores en la vida, el creyente se siente serenado, y se sentirá cobijado amorosamente un día en el Reino de los cielos.

Patricio García, cmf (patgaba@hotline.com)


3-8. 2002

COMENTARIO 1

v. 24. Jesús penetra hasta el fondo de las antítesis expuestas an­tes (acumular/no acumular riqueza; generosidad/tacañería). Está en juego la fidelidad a Dios o la idolatría. Aunque el hombre pre­tenda concordar su fidelidad a Dios con el apego al dinero, esto no es más que apariencia. Su verdadero dueño es el dinero (mam­mona = la riqueza, el lucro). La opción por Dios y contra el dinero está expresada en la primera bienaventuranza.



vv. 25-34. Las tres perícopas anteriores explicaban el sentido de la pobreza evangélica (19-21.24) o la condición para poder practi­carla (22s). En ésta se explica la segunda parte de la primera bienaventuranza, cómo se manifiesta el reinado de Dios sobre los que hacen esa opción. La opción por la pobreza no conduce a la miseria; produce, en cambio, la felicidad («dichosos») porque el reinado de Dios se ejerce sobre ellos. La figura de Dios-rey se explicita en la de Dios-Padre.

Comienza la perícopa enunciando el principio general: el dis­cípulo que ha renunciado a todo no está obsesionado por lo ma­terial. De los dones que ha recibido de Dios, la vida, a cuyo servicio está el alimento, vale más que éste, y el cuerpo más que el ves­tido que lo protege. El Padre, que ha dado lo más, dará también lo menos. A los que han renunciado a la riqueza para ser fieles al único Dios, Jesús los exhorta a tener confianza en la eficacia del amor del Padre.

Pone ante los ojos de los discípulos dos testimonios de la generosidad del Padre con sus criaturas y construye un argumento a fortiori: Si el Padre se ocupa tan eficazmente de seres que valen mucho menos que el hombre, cuánto más se ocupará de los que han renunciado a toda otra seguridad.

«Una hora sola al tiempo de su vida» (27), lit. «un codo solo a su edad». El hebreo expresaba frecuentemente la duración tem­poral en términos de longitud (cf. Sal 36,9). La interpretación de helikía como «estatura» es incongruente, pues añadir un codo a la propia estatura sería algo extraordinario, mientras el contexto y Lc 12,26 interpretan la añadidura como algo insignificante.

Después de las dos comparaciones vuelve Jesús al tema inicial. Hacer de lo material la máxima preocupación de la vida es propio de los paganos que no conocen al verdadero Dios (31-33). Si el Padre sabe lo que necesitan los suyos, su amor se lo procurará.

La primera preocupación de los discípulos debe ser que sea rea­lidad la justicia del reino. «Que reine su justicia», lit. «el reinado y su justicia (la del Padre)». En la traducción se pueden conectar los términos «reinado» y «justicia» considerándolos como hendía­dis. Dikaiosyne puede significar aquí la relación entre los hombres según la voluntad de Dios expresada por Jesús, las justas relaciones humanas, o bien la relación de los discípulos con el Padre según el programa expuesto por Jesús (las bienaventuranzas), es decir, la fidelidad a Dios. En uno y otro caso el reinado se hace realidad, porque una y otra son inseparables: la fidelidad a Dios se muestra en la fidelidad al hombre, en la labor de la comunidad en el mundo. Jesús, que ha quitado a los discípulos la preocupa­ción por el objetivo inmediato, la subsistencia (6,25-32), les recuerda el objetivo primario de la existencia del grupo, el trabajo por la paz (5,9), la extensión del reinado de Dios (primera parte del Pa­drenuestro), que se verifica en la nueva relación humana. Cuando la comunidad trabaja así (5,9), no tiene que preocuparse por su vida material; de ésta se ocupa el Padre.

Termina la perícopa con un dicho-resumen con el que Jesús expresa la liberación del agobio. Hay que vivir en el presente, sin agobios por el mañana (cf. v. 27). El mañana se preocupará de sí mismo, no faltará en él la solicitud del Padre. Basta al discípulo enfrentarse con la dificultad día por día, y experimentar en ella la eficacia de su amor.


COMENTARIO 2

La necesidad de la opción entre la sociedad comercial opulenta y la sociedad alternativa que Jesús propone es en realidad una opción entre dos tipos de servicio. En las organizaciones del primer tipo domina el dios dinero, o dicho con nuestras palabras el ídolo omnipotente del mercado. Frente a ella, se yergue la sociedad construida en torno a la soberanía de Dios, de su Reino. La opción entre ambas es ineludible. El ser humano no puede evitar el servicio de uno u otro tipo.

El servicio a la sociedad comercial introduce en el propio horizonte el ámbito de la angustia y de la preocupación por las cosas indispensables a la vida propia en ese tipo de sociedad. Alimento, bebida, vestido se convierten en doloroso interrogante de la que depende el futuro de la existencia. El texto constata la afanosa búsqueda de respuesta en esos órdenes propia de la sociedad imperial romana ya que todas estas cosas la buscan los paganos.

Frente a esta servidumbre angustiante, el servicio de Dios asegura el desarrollo de una vida digna. El creador ofrece la posibilidad de vida para sus creaturas aparentemente más insignificantes: las aves del cielo y los lirios del campo.

Ni unas ni otras participan del círculo comercial en la búsqueda de alimento y vestido. Las primeras “no siembran, ni cosechan, ni guardan en bodegas”, los últimos no “trabajan ni tejen”. Y sin embargo obtienen de Dios su nutrición y un vestido cuyo esplendor supera a los reyes de la tierra.

La conciencia del valor de la vida humana, superior a la de las aves y a la de la flores, lleva a superar toda preocupación angustiante de la circularidad monetaria de esa sociedad.

El proyecto de Jesús se estructura sobre otro tipo de búsqueda: el Reino de Dios y su justicia desde donde pueden crearse las condiciones necesarias para el desarrollo de toda vida. La renuncia de la acumulación que hacen los pájaros, la despreocupación de las flores por su esplendor, fundamentan una actuación de confianza en el Padre que “conoce las necesidades de su comunidad” y que salva del interrogante angustioso sobre el futuro que, frecuentemente justifica la necesidad del atesorar.

Con la renuncia a la sociedad opulenta, capaz de asegurar la vida en el futuro, se introduce una nueva posibilidad de existencia basada en la liberalidad de Dios desde donde se puede construir una sociedad de la liberalidad. Esta nueva sociedad desplaza el eje desde el “precio” sobre el que se constituye la sociedad comercial a la gratuidad del don. El valor precio cede lugar al valor personal de quienes valen más que pájaros y flores. En este nuevo tipo de sociedad la preocupación por el futuro se convierte en agradecimiento por el presente y es capaz de ofrecer un servicio en libertad que salva de la angustia de la búsqueda desenfrenada de la posesión.

Este nuevo camino de construcción social aparece como locura para quienes se sienten cómodamente integrados en la sociedad del comercio pero es capaz de ofrecer los criterios de una auténtica racional en la relación social. Para su aceptación sólo se requiere el descubrimiento de Dios como el Padre, origen de todo don y de toda gracia, único que puede ofrecer la capacidad de entender la vida propia como don y como gracia.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. Sábado 21 de junio de 2003
Luis Gonzaga

2 Cor 12,1-10: Sé de un cristiano que hace 14 años…
Salmo: 33, 8-13
Mt 6, 24-34: No pueden servir a Dios y al dinero

Jesús continúa explicando la primera bienaventuranza: “dichosos los que eligen ser pobres...” Ahora amonesta a sus discípulos para que no jueguen a nadar y guardar la ropa, o lo que es igual, a servir a Dios y al dinero. Imposible tarea según un Jesús que se expresa de modo radical: o Dios o el dinero, el otro dios adorado por la mayoría de la gente de aquél y de este mundo. Y si no podemos confiar en el dinero, que nos garantiza la seguridad y el sustento, ¿qué será de nuestra vida? podemos preguntarnos.

Jesús ni demoniza el dinero ni afirma que éste o los bienes materiales no sean necesarios para vivir, sino que los coloca en el lugar que deben ocupar en la vida del ser humano, regida por una escala de valores donde el dinero no ocupa la primacía: la vida vale más que el alimento (lo espiritual más que lo material) , el cuerpo más que el vestido (el ser más que el aparecer). Por eso recomienda con dos ejemplos –los pájaros y los lirios- que hay que trabajar para vivir, pero no vivir para acumular y acumular... Los pájaros son un buen ejemplo de esto último: son animales inquietos que están todo el día moviéndose para procurarse el sustento, pero que “ni siembran, ni cosechan ni guardan en bodegas”. Los pájaros se esfuerzan por comer, pero no se dedican a acumular. Comen cada día y eso les basta. Su mañana, como el nuestro, depende de Dios, ¿para qué agobiarse con el futuro si “nadie puede añadir ni siquiera una hora a su vida”. Jesús añade otro ejemplo: el de los lirios del campo, bien arraigados en la tierra que ni trabajan ni tejen para vestirse, pero Dios los viste con un lujo superior al de Salomón, rey proverbialmente rico. El ejemplo de los pájaros y de los lirios es digno de ser imitado. Nos invitan a trabajar sin agobio, a vivir confiados en que “a cada día le basta su afán”, empeñados en crear lazos de solidaridad que hagan visible y palpable la “divina” providencia. La preocupación obsesiva por lo material nos impide vivir, y lo que es más importante, buscar que reine la justicia de Dios en el mundo. Quien está centrado en lo material no puede crear una nueva red de relaciones humanas, un mundo más justo, más equitativo, más hogareño, donde la solidaridad entre todos sea la garantía del sustento, donde el compartir y no el acumular sea la meta, donde la divina providencia se llame “providencia humana” de unos para con otros. Sólo quienes han optado por la pobreza o austeridad solidaria, serán capaces de crear esta nueva sociedad donde reine Dios y no el dinero. Sólo quienes buscan que Dios reine, encontrarán la seguridad en Dios y en la comunidad de hermanos que proveerá para que nada de lo necesario les falte.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-10.

Comentario: Rev. D. Jordi Pasqual i Bancells (Salt-Girona, España)

«Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón»

Hoy celebramos la memoria del Corazón Inmaculado de María. Un corazón sin mancha, lleno de Dios, abierto totalmente a obedecerle y escucharle. El corazón, en el lenguaje de la Biblia, se refiere a lo más profundo de la persona, de donde emanan todos sus pensamientos, palabras y obras. ¿Qué emana del corazón de María? Fe, obediencia, ternura, disponibilidad, espíritu de servicio, fortaleza, humildad, sencillez, agradecimiento, y toda una estela inacabable de virtudes.

¿Por qué? La respuesta la encontramos en las palabras de Jesús: «Donde está tu tesoro allí estará tu corazón» (Mt 6,21). El tesoro de María es su Hijo, y en Él tiene puesto todo su corazón; los pensamientos, palabras y obras de María tienen como origen y como fin contemplar y agradar al Señor.

El Evangelio de hoy nos da una buena muestra de ello. Después de narrarnos la escena del niño Jesús perdido y hallado en el templo, nos dice que «su madre guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lc 2,51). San Gregorio de Nisa comenta: «Dios se deja contemplar por los que tienen el corazón purificado». ¿Qué guarda María en su corazón? Desde la Encarnación hasta la Ascensión de Jesús al cielo, pasando por las horas amargas del Calvario, son tantos y tantos recuerdos meditados y profundizados: la alegría de la visita del ángel Gabriel manifestándole el designio de Dios para Ella, el primer beso y el primer abrazo a Jesús recién nacido, los primeros pasos de su Hijo en la tierra, ver cómo iba creciendo en sabiduría y en gracia, su “complicidad” en las bodas de Caná, las enseñanzas de Jesús en su predicación, el dolor salvador de la Cruz, la esperanza en el triunfo de la Resurrección...

Pidámosle a Dios tener el gozo de amarle cada día de un modo más perfecto, con todo el corazón, como buenos hijos de la Virgen.


3-11. Fray Nelson Sábado 18 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: De buena gana prefiero gloriarme de mis debilidades * No se preocupen por el día de mañana.

1. La grandeza y la pequeñez
1.1 Pablo se acostumbró a hablar con los corintios el lenguaje de las paradojas. Como los veía tan ávidos de maravillas, les cuenta cosas que superan lo que cualquier otro predicador, o incluso cualquier otro charlatán, hubiera podido decir. Y luego concluye: "me abstengo de ello, no sea que alguien se forme de mí una idea superior a lo que en mí ve o de mí escucha". Muestra, pues, que es más grande que los que se creen grandes, para llevarlos a concluir que todo eso grande es en verdad pequeño, mientras que lo que parece pequeño y despreciable muchas veces tiene un valor inmenso.

1.2 ¿Qué tipo de revelación tuvo Pablo? ¿Qué vio o qué palabras le fueron reveladas, y por qué no se las puede pronunciar? Nuestra curiosidad se despabila oyendo relatos fantásticos como el de esos viajeros del cielo. Quizá esa misma curiosidad muestra que tenemos mucho de "corintio" en nosotros. Si nos tientan historias maravillosas que cuentan cosas raras, ya sabemos lo que debemos pensar y decir: "tengo mucho de griego y de corintio; Señor, ¡ayúdame a dar cauce sano a mi ansia de sabiduría! ¡Condúceme, mi buen Dios, a la sabiduría de la Cruz, aquella que sabe gozarse en la persecución, la fragilidad y la tribulación!".

2. Un aguijón en la carne
2.1 Pablo no resultó maestro de la humildad de la Cruz por puro gusto o por casualidad. En él, como también ha sucedido o sucederá en nosotros, el amor a la Cruz fue fruto de un camino que pasó por presiones exteriores y desfallecimientos interiores. En efecto, estas son las dos cosas que nos humillan: reconocernos pequeños frente a lo que nos amenaza, y reconocernos frágiles en cuanto a nuestras fuerzas, convicciones y virtudes.

2.2 Es algo que tal vez uno no quisiera que fuera así, pero así es: la humillación conduce a la humildad. Es el camino rápido; muchas veces, además, el más seguro para afianzarnos en la meta. La verdad es que una virtud que no ha sido puesta a prueba difícilmente merece el nombre de virtud. Todos somos pacientes y serenos... mientras nadie nos perturbe. Somos sencillos y cordiales... mientras todos compartan nuestras opiniones. Y así sucesivamente. Sólo la humillación suele tener el poder suficiente para mostrarnos que no somos humildes, condición necesaria para llegar a serlo.

3. Primero que Dios reine
3.1 He aprendido que una buena manera de entender mejor la expresión y mandato que Cristo nos ha dado en el evangelio de hoy es: "busca primero que Dios reine y que su voluntad se cumpla; lo demás vendrá en su momento".

3.2 A veces se ha dicho que Dios nos quiere quitar toda angustia y todo afán. Este modo de ver las cosas puede llevar a una idea falsa de paz, como si ser cristiano significara cultiva una especie de ataraxia, de imperturbabilidad que hace que a uno no le importen las cosas, aunque se trate de las más urgentes. Pero tal no fue la idea de Jesús.

3.3 El problema al que él apunta, sin duda, es que nuestras afanes por las cosas de cada día nos pueden privar del horizonte para sentir el "afán" profundo por el Reino. Afanados por lo pequeño quedamos distraídos y cansados para preocuparnos y sobre todo para ocuparnos de hacer realidad en nosotros y en torno a nosotros que Dios reine.