JUEVES DE LA SEMANA 10ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- 2Co 3, 15-4, 6

1-1.

Pablo prosigue su propia defensa frente a los ministros de la Antigua Alianza. Se defiende porque se le ataca y acusa: pero toda su argumentación descansa sobre Cristo y no sobre Si mismo.

-Hoy todavía, cuando se lee la ley de Moisés, un «velo» se extiende sobre el corazón de los que escuchan... Pero cada vez que nos convertimos al Señor, el velo se levanta.

Pablo utiliza aquí un argumento comprensible para los judíos que le atacaban. En la Biblia, en efecto, se presenta a Moisés bajando del Sinaí cubierto con un velo para ocultar el resplandor de su rostro luminoso por el contacto de Dios. Pablo saca de ello otra conclusión: los judíos están siempre bajo ese velo porque es oscuro su entender la Palabra de Dios.

Solamente Cristo permite interpretar totalmente el Antiguo Testamento.

-Porque el Señor es el Espíritu y donde está el espíritu del Señor, allí está la libertad.

Pablo afirma rotundamente que es «libre».

Es su bien más preciado.

Bien quisiera yo también ser libre, con esa libertad interior que viene de Ti, Señor.

Libérame. Siento dolorosamente todas mis cadenas, todos mis límites.

-Todos reflejamos la gloria del Señor...

Nos transfiguramos a su imagen, por la acción del Señor que es Espíritu...

La iluminación del rostro de Moisés en la Antigua Ley era privilegio de uno solo. HOY es el lote de todos los creyentes.

¡Son unas afirmaciones muy fuertes!

Quiero releerlas. Recibirlas. Creer en ellas.

Algo de Dios se «refleja» en mi rostro. Soy un «reflejo» de Dios.

Mi precio es pues inestimable. Soy importante. No soy solamente el fruto del azar. Hay en mí una participación del infinito de Dios, de la Gloria de Dios: cuando soy inteligente, es la Inteligencia divina que se refleja... cuando amo, es el Amor divino que se refleja... cuando soy dinámico y activo, es el Creador que crea por mí.

-Por esto no desfallecemos. No teniendo de qué avergonzarnos, no tenemos que ocultar nada.

He ahí también esa «confianza», esa «solidez» de Pablo.

No empleamos un procedimiento cualquiera, no falseamos la Palabra de Dios.

¡Ah, no! Que no se me acuse de esto, dice san Pablo.

¿Podríamos decir nosotros lo mismo?

Danos, Señor, la gracia de no falsear tu Palabra, de no traicionarla jamás durante toda nuestra vida.

-No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor y a nosotros como siervos vuestros por Jesús.

Un servidor. Tal es el ministro de Jesús. Ninguna vanagloria personal. Este es también un tema constante en Pablo: se siente débil. La causa de muchas de nuestras penas ¿no será quizá que contamos demasiado con nuestras propias fuerzas? Renunciar a toda «primera fila» a toda «proclamación» de nosotros mismos, para no «proclamar» más que a Jesucristo.

-Dios ha hecho brillar la luz en nuestros corazones para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo.

Releer detenidamente esta frase.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 122 s.


1-2. /2Co/03/07-18  /2Co/04/01-04

Cualquier tema de la vida humana o de la vida eclesial se puede confrontar con la Escritura. De ella se pueden sacar sentencias, criterios, paradigmas. Pero la gran dificultad estriba siempre en la manera correcta de leerla. Hay modos de leer la Escritura que llevan a la muerte, porque no son más que autoafirmaciones de lo que pensamos y de lo que queremos. Pablo lleva muy dentro de sí el drama de su pueblo, el drama de haber rechazado el evangelio de Cristo Jesús. Sufre porque se siente estrechamente vinculado a él ( 1 1,22 ) y porque comprende su historia dentro del ámbito de la historia de salvación. Pablo no ha dejado nunca de creer en la elección y salvación última de Israel (Rom 11,25ss), pero mientras no llegue ese momento, la situación presente le sugiere una gran variedad de reflexiones y enseñanzas.

El pueblo de Israel también lee las Escrituras, el Antiguo Testamento; pero sus ojos no ven, están ciegos. Ciegos, no porque no leen en verdad, sino porque no lo hacen en plenitud, ya que su comprensión no llega al fondo, sino que queda tras un velo, aprisionada por la letra. Y ya se sabe que la letra mata. Las imágenes y contraposiciones son muchas y típicas en la manera de argumentar de Pablo. Con todo, llegará un día en que también «Israel se volverá al Señor y será corrido el velo» (3,16). De esta reflexión saca el Apóstol una enseñanza más amplia y hace también de ella una aplicación a su ministerio.

Sólo en Cristo se comprenden la Escritura y la historia, sólo él puede descorrer el velo (3,15). «El Señor es espíritu», es decir, solamente en el Señor se produce liberación de la letra y de la ley (Gál 5,18). Pero el peligro de incomprensión se puede repetir para el cristiano si no se deja transformar progresivamente por la acción de Cristo (3,18), porque hay también formas viejas y superadas de conocer al Señor (5,16s). Pablo se autodenomina ministro del espíritu (3,8) y, por tanto él cumple su ministerio con toda libertad, sin complejos, como es propio de los tiempos de la nueva creación. Si otros necesitan todavía de presentaciones, ¿no será porque resulta dudoso su ministerio? La única preocupación del Apóstol es la de dejar «al descubierto la verdad».

A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 243 s.


2.- 2R 18, 41-46

2-1.

Para la Iglesia, Cristo es el verdadero Elías (S. Ambrosio: De Viduis, 3, 6). Por medio de incesantes oraciones al Padre consiguió que el cielo cerrado se abriese en señal de perdón y la tierra árida de los corazones endurecidos por el pecado fuera regada por el rocío de la gracia y así "la tierra produjese" de nuevo "su fruto" (St 5, 18). Más aún: el mismo Cristo es este rocío y lluvia celestial, de la que había prometido el profeta "caerá como lluvia sobre el prado segado, como lluvia que penetra en la tierra" (Sal 71, 6). Primero humedeció el "prado", pues fue la Virgen Madre quien antes que ninguna otra fue cubierta con la sombra del Espíritu Santo. Pero también lo fue toda la tierra del rededor; es decir, todo el resto de la Humanidad, en tanto que creía y se hacía bautizar, fue visitada, lavada y fecundada por la lluvia celestial.

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO II
 EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág.178


2-2.

-Elías subió a la cima del Carmelo, se encorvó incluso hacia la tierra y puso su rostro entre sus rodillas.

Elías se pone en oración. Para ello, una vez más, se aísla, sube a una montaña y toma una postura simbólica de concentración en sí mismo. El resto del mundo no existe, por así decir: con el rostro clavado en el suelo, en un gesto de postración profunda.

Los occidentales han abandonado esas técnicas corporales de oración. Muchos jóvenes las están hoy redescubriendo a través de la tradición del oriente.

Pero tenemos siempre a nuestra disposición ciertos gestos que pueden ayudarnos, y que no debemos despreciar; porque, en efecto, todo el cuerpo facilita o dificulta la oración.

-«Sube y mira hacia el mar.»--«No hay nada.»-- «Vuelve siete veces.»

Manifiestamente en su oración, Elías espera un beneficio de Dios.

Después de un largo período de sequía, espera ahora la lluvia bienhechora que hará cesar el hambre. En efecto, puesto que el pueblo ha abandonado a los falsos dioses, ¡es ahora el tiempo del perdón!

Pero esto no se hace sin más, ni con una sola oración rápida y fugitiva. Elías persevera y pide perseverar. Siete veces.

Parece que se está oyendo a Jesús: "Hay que orar sin cesar y sin cansarse".

Señor, suelo desanimarme con mucha frecuencia. Creo que es suficiente pedir una vez.

Me imagino que un solo esfuerzo me convertirá para siempre.

-A la séptima vez, el servidor dijo: "Hay una nube como la palma de la mano que sube del mar". Generalmente la satisfacción de lo que pedimos en nuestras oraciones no es espectacular. Para Elías es solamente una pequeña promesa de lluvia... ¡una nubecilla como la palma de la mano! Pero sabe interpretar los "signos de los tiempos", como dirá Jesús y ve ya el cumplimiento de la promesa divina.

Ayúdanos, Señor, a ver claro... a descubrir tu manera de atender a nuestras plegarias, a escrutar los pequeños signos que nos envías...

-Luego se fue oscureciendo el cielo por las nubes y el viento y se produjo una gran lluvia.

Para un pueblo que durante meses de sequía está esperando, la estación de las lluvias es una promesa de fecundidad. La lluvia tan deseada acabará con el hambre.

Para los pueblos rurales la lluvia lleva en sí una significación vital profunda: es el agua lo que da vida... Dondequiera que falte el agua la vida se para y decae. Allí donde el agua es abundante la vida brota y se desarrolla.

Jesús repitió ese símbolo en los pasajes del evangelio en los que anuncia el «agua viva». Y el bautismo, la inmersión en el agua es también símbolo de la vida divina, de los beneficios divinos que Dios nos prodiga con abundancia.

La oración de intercesión.

La oración de Elías mereció esos beneficios de Dios para su pueblo.

El mundo necesita almas de oración. Es una de las misiones de los «contemplativos» de los «consagrados».

¿Somos nosotros capaces de comprender la utilidad irremplazable de los que, como Elías, se retiran a un monte Carmelo, para interceder por el mundo? ¿Siento yo la necesidad de interceder por el mundo?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 122 s.


2-3. /2R/18/37  /2R/19/01-19  /2R/19/35-37

Si Yahvé hubiera respondido a la arrogancia de Senaquerib permitiéndole de momento que se apoderase de Jerusalén y de todo el país de Judá, no hubiera sido ni la primera ni la última vez que aceptaba la aparente derrota ante unos arrogantes de carne y hueso. El Apocalipsis, por ejemplo, haciéndose eco de Daniel habla de un monstruo que profería grandes blasfemias contra Dios y contra los moradores del cielo y que, a pesar de todo recibió el poder de hacer la guerra al pueblo santo y de derrotarlo (Ap 13,5-7). Las formas como Dios responde a la provocación de los hombres son muy variadas; no podemos esperar que responda siempre como nosotros creemos que tendría que responder.

Ezequías, con la misma ingenuidad con que trataba de persuadir al Señor que le alargara la vida en atención a su buen comportamiento, intenta ahora persuadirlo para que defienda su honor divino, ofendido por las blasfemias groseras de Senaquerib, que comparaba al Dios vivo con dioses de madera y de piedra: si Yahvé salva a su pueblo de las manos de Senaquerib, todos los reinos del mundo tendrán que reconocer que solamente él es verdaderamente Dios. Más de una vez se había dado Dios a conocer por este camino, y gente de buena fe, como Rajab o los gabaonitas, al ver las obras de Dios habían creído y habían acogido al pueblo de Israel (Jos 2,9-11; 9,9-10). En eso se fundamentaba la petición de Ezequías, y esta vez Dios lo escucha como le hace saber el profeta Isaías.

Esta narración, por tanto, nos enseña a poner la confianza en el Señor por encima de los poderosos de la tierra. Esto no quiere decir que la respuesta que el Señor da en este caso sea la que siempre dará en situaciones parecidas. No pocos comentadores, por ejemplo, sospechan que un siglo más tarde, cuando Nabucodonosor sitiaba Jerusalén, Sedequías y sus hombres renunciaban a rendirse tal como lo aconsejaba Jeremías, confiando en que Yahvé salvaría a la ciudad como lo había hecho en tiempos de Senaquerib. Pero la confianza en el Señor no nos dice anticipadamente por qué camino nos salvará. Confiar en el Señor no es hacerse la ilusión de que ya tocamos con la mano su intervención salvadora. Si se retrasa, decía Habacuc, espera, porque vendrá y no fallará (Hab 2,3).

G. CAMPS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 768 s.


3.- Mt 5, 21-25

3-1. SCDO-COMUN PUEBLO-SACERDOTAL:

Generalmente no se advierte el nexo entre Eucaristía y caridad en su verdadera significación: se hace de la caridad una simple condición individual para participar en la Eucaristía o una exigencia moral para quienes han comulgado en ella, pero no se ve con suficiente claridad que Eucaristía y fe coinciden y que la caridad es también una obligación colectiva que descansa sobre la Iglesia y cada una de las asambleas eucarísticas.

Este culto al que se entrega el pueblo sacerdotal es el ejercicio de la caridad hasta el don total de sí para la salvación de la humanidad entera. Concretamente, decir que la Iglesia es un pueblo sacerdotal es considerarla, ante todo, allí donde es levadura en la masa, es decir, allí donde los cristianos, mezclados entre los hombres, viven durante toda su vida diaria su misión de congregar progresivamente a los hijos de Dios dispersos. Estas perspectivas, advirtámoslo, son extrañas a las del sacerdocio levítico del Antiguo Testamento: demasiados cristianos lo ignoran. El pueblo sacerdotal del Nuevo Testamento no es un pueblo reunido en un templo para la oración y el sacrificio, un pueblo separado del resto de los hombres y entregado a actividades exclusivamente religiosas. Es, por el contrario, un pueblo directamente comprometido en plena masa humana, un pueblo de hombres y mujeres a quienes nada diferencia de los demás hombres y de las demás mujeres, sino la pertenencia al Cuerpo de Cristo, sino la participación en el acto en que Cristo, hoy como ayer edifica el Reino de su Padre partiendo de los materiales de la historia humana. La responsabilidad sacerdotal del pueblo eclesial radica en esa actuación de la caridad y de Cristo hasta las fronteras de la humanidad.

El fruto propio de la misa es, precisamente, revestir al cristiano de un poder reconciliador que pertenece solo a Cristo.

Sería comprender mal la participación en la Eucaristía el no ver en ella más que la expresión de la vida de caridad ejercida por los cristianos. La prioridad de la celebración eucarística con relación al ejercicio concreto de la reconciliación con los hermanos expresa simplemente, en la existencia del cristiano, la prioridad absoluta de Jesucristo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 47


3-2.

-Os digo que si vuestra justicia y fidelidad no sobrepasa la de los escribas o letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de Dios.

Esta es la fórmula clave de todo el siguiente desarrollo.

Hay que progresar, hay que tener una actitud más perfecta que la de... ¿la de quiénes?

De los Escribas: letrados y doctores de la Ley, encargados por su competencia y sus estudios, de enseñar la Ley al pueblo... son los maestros, los rabinos que enseñan oficialmente la religión judía y atienden también ciertas funciones judiciales.

De los Fariseos: grupo religioso de personas fervientes, adversarias de la tibieza y mediocridad espirituales... que adoptan posturas radicales y sin compromiso frente al paganismo de los romanos ocupantes del país.

¿De qué modo, los discípulos de Jesús, que son gente pobre, sencilla y sin instrucción podrían medirse con estos sabios y celosos especialistas de la Ley? Sin embargo es tajante, a sus discípulos Jesús les pide "más": es necesario que su justicia, su fidelidad sean más perfectas. No se trata de una diferencia de grado, sino de naturaleza.

-Habéis oído que se mandó a los antiguos: No matarás... Pues Yo os digo: Todo el que trate con ira a su hermano será condenado por el tribunal.

Tal es el primer ejemplo de "cumplimiento" de la Ley antigua.

Es ya una fidelidad, ciertamente, pues, prohibiendo matar, la Ley quería ya conducir al hombre a una menor violencia y a un mayor amor.

En el fondo, es también un cambio total: Jesús nos pide que de la práctica formalista pasemos a una actitud de interiorización, mucho más exigente. Lo que corrompe el interior del corazón humano no es en primer lugar el gesto de matar -por desgracia se puede matar sin querer-... sino el odio -alguien puede ser un verdadero homicida de su hermano sin derramamiento de sangre-...

-En consecuencia, si yendo a presentar tu ofrenda al altar, te acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano; vuelve entonces y presenta tu ofrenda.

La piedad hacia Dios no es verdadera si no la precede el amor a los hermanos. "El que dice "amo a Dios" y no ama primero a su hermano, es un mentiroso". Había "ofrendas en el Templo" prescritas por la Ley. Jesús no las descalifica; no tiene nada contra el culto; pero ¡pide que sea auténtico!.... que encuentre la verdadera jerarquía de valores: así, lo que cuenta, no es ante todo el respeto a las reglas litúrgicas -deja tu ofrenda, el animal cebado, los frutos de tu cosecha, al pie del altar, sin preocuparte de las complicaciones que van a seguirse- ¡He aquí la novedad! Para Jesús, la fraternidad verdadera en la vida cotidiana es prioritaria al servicio cultual de Dios; o mejor aún, es un servicio de Dios, ¡el servicio que Dios espera en primer lugar!

-Muéstrate conciliador con el que te pone pleito, mientras vais todavía de camino... "¡Restablece rápidamente la amistad con tu adversario!".

Jesús es realista. Aporta aquí el caso de un hombre que tiene deudas con otro hombre, que está obligado a comparecer ante el tribunal... con riesgo de ser encarcelado. Jesús dice: "procura aprovechar el tiempo que aún te queda para obtener "amistosamente" la reconciliación.

El amor que Jesús nos pide va mucho más allá de nuestras solidaridades naturales: ¡se trata, en verdad, de "adversarios"! a los que Jesús pide que se pongan de acuerdo.

Hoy, se habla mucho de conflictos, de tensiones, Jesús también. Hoy se predica mucho el aplastamiento del contrario para solucionar los conflictos; es necesario, dicen, en la correlación de fuerzas, ser el más fuerte. En esto, Jesús no está de acuerdo. ¡EI predica la reconciliación! Esta es la novedad del evangelio.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 14 s.


3-3.

1. (Año I) 2 Corintios 3,15.18; 4,1.3-6

a) Pablo sigue comparando el AT con el NT, para hacer ver la superioridad de Jesús sobre Moisés y la importancia del ministerio que tienen los apóstoles del NT.

Esta vez, la palabra clave es el «velo». El velo que ocultaba el rostro de Moisés, por el brillo que tenía cuando salía de hablar con Yahvé, lo interpreta Pablo como una visión no perfecta: ver las cosas con un velo sobre la mente. Los judíos leen la misma Escritura que nosotros, pero no la acaban de entender con claridad. Nosotros sí, porque Jesús ha «re-velado», «des-velado» el sentido de la historia y de la voluntad de Dios.

Los demás ministros del NT llevan la cara descubierta, intentando ser imagen cada vez más clara del Señor. Pablo ha predicado ese evangelio «dando a conocer la gloria de Dios reflejada en Cristo». Cuando encontramos dificultades en el camino, dice Pablo que «no nos acobardamos». Mientras que los judíos, por estar obcecados, no alcanzan a ver «el fulgor del glorioso evangelio de Cristo».

b) En este mundo hay muchos que no acaban de ver. Que tienen ante los ojos un velo: el materialismo, el interés, la falta de formación religiosa...

Como Pablo para con los Corintios, los cristianos de hoy, y en especial los religiosos, los sacerdotes, los catequistas, los educadores, deberíamos ser luz para los demás. No se trata sólo de palabras y discursos. Así como Cristo era «imagen de Dios», los cristianos debemos «reflejar la gloria del Señor y transformarnos en su imagen, con resplandor creciente». Y eso sucede cuando nuestra misma vida es signo de la salvación de Dios.

Preguntémonos hoy si de veras difundimos luz a nuestro alrededor, si somos reflejo del amor y de la alegría de Dios, si los que nos ven pueden enterarse fácilmente de cuál es el evangelio que seguimos.

Para nosotros ya ha sido realidad el plan de Dios, porque hemos recibido su Espíritu de gracia y libertad. Podemos cantar con el salmo: «la gloria del Señor habitará en nuestra tierra», porque ya ha aparecido Cristo Jesús. Pero se trata de que ahora lo vaya siendo para los demás, también con nuestra colaboración: «El Dios que dijo: brille la luz del seno de la tiniebla, ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo>. Y eso se puede hacer, no sólo yendo a países de misión, sino en nuestra misma familia y comunidad: todos necesitamos la luz y el testimonio de los demás.

1. (Año II) 1 Reyes 18,41-46

a) Elías estaba seguro de que Dios, después de la profesión de fe que había hecho su pueblo tras el desastre de los falsos profetas de Baal, concedería la lluvia, poniendo final a la larga sequía.

El profeta se puso a orar «encorvado hacia tierra, con el rostro en las rodillas», y su oración fue escuchada. La pequeña nubecilla que su criado vio aparecer en el horizonte (desde el Carmelo se divisa el mar Mediterráneo, que es de donde proceden las lluvias de Palestina), preludiaba el diluvio que todos esperaban.

b) Con razón, en la Carta de Santiago (5, l 8), se cita la oración de Elías como modelo de oración eficaz.

El salmo de hoy recoge esta alegría por el final del castigo: «oh Dios, tú mereces un himno en Sión... la acequia de Dios va llena de agua y las colinas se orlan de alegría».

¿Oramos nosotros con confianza, con insistencia, en favor de nuestro pueblo? ¿presentamos ante Dios -por ejemplo, en la oración universal de la misa o en las preces de vísperas- las diversas sequías de nuestro mundo, para que toque nuestros corazones, nos convierta de nuestras idolatrías y pueda concedernos la deseada lluvia de su gracia y sus bendiciones?

Y luego, ¿tenemos ojos de fe, llenos de esperanza, con una visión pascual, para saber descubrir esas bendiciones en mil pequeños detalles -una nubecilla del tamaño de la palma de una mano- y mirar el futuro con ilusión?

2. Mateo 5,20-26

a) «Pero yo os digo». Jesús, con la autoridad del profeta definitivo enviado por Dios, y sirviéndose de antítesis muy claras, sigue comparando las actitudes del AT y mostrando que ahora deben ser perfeccionadas: «Si no sois mejores que los letrados y los fariseos...».

Hoy trata el tema de la caridad fraterna (¿cuántas veces sale la palabra «hermano»?). Si el AT decía, con razón, «no matarás», el seguidor de Cristo tiene que ir mucho más allá.

Tiene que evitar estar peleado con su hermano o insultarle. Parece una paradoja que Jesús, comparando «culto a Dios» y «reconciliación con el hermano», dé prioridad a la reconciliación con el hermano. Después podremos traer la ofrenda al altar.

b) Preguntémonos hoy cómo van nuestras relaciones con los hermanos, con las personas con quienes convivimos. Naturalmente, no llegaremos a sentimientos asesinos («yo no mato ni robo»). Pero ¿existen en nosotros el rencor, la ira, las palabras insultantes, la maledicencia, la indiferencia?

Jesús quiere que cuidemos nuestras actitudes interiores, que es de donde proceden los actos externos. Si tenemos mala disposición para con una persona, es inútil que queramos corregir las palabras o los gestos: tenemos que ir a la raíz, a la actitud misma, y corregirla.

Antes de comulgar con Cristo, en la misa hacemos el gesto de que queremos estar en comunión con el hermano. El «daos fraternalmente la paz» no apunta sólo a un gesto para ese momento, sino a un compromiso para toda la jornada: ser obradores de paz, tratar bien a todos, callar en el momento oportuno, decir palabras de ánimo, saludar también al que no me saluda, saber perdonar. Son las actitudes que, según Jesús, caracterizan a su verdadero seguidor. Las que al final, decidirán nuestro destino: «tuve hambre y me diste de comer, estaba enfermo y me visitaste».

«Por la misericordia de Dios, no nos acobardamos» (!ª lectura I)

«Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida» (salmo II)

«El que esté peleado con su hermano será procesado» (evangelio)

«Ve primero a reconciliarte con tu hermano» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 23-26


3-4.

2 Cor 3,15 - 4,1.3-6: Predicamos a Jesucristo

Sal 84, 9ab-14

Mt 5, 20-26: Reconciliación más que ofrendas

A partir de este texto, Jesús plantea a sus discípulos seis antítesis que comportan una nueva manera de pensar con relación a la mentalidad de los letrados y fariseos sobre la ley, la cual, según Jesús, tiene un problema gravísimo de legalismo, de exaltación de la ley y de la norma por encima de todas las cosas. Jesús quiere prevenir a sus discípulos a no quedarse en la letra de la ley sin profundizar en su espíritu, que es más exigente. De igual manera, Jesús recalca el peligro de la mentalidad legalista: con el cumplimiento ciego de la ley se puede pisotear al prójimo, amargar su vida, condenarlo e incluso perseguirlo.

En la primera antítesis sobre el homicidio, Jesús lleva la ley a sus consecuencia más radicales. El quinto mandamiento prohibe matar (Ex. 20, 15; Dt. 5, 18). La mentalidad legalista, aferrándose a la letra, se contentaba sólo con no meterle un cuchillo al prójimo para quitarle la vida. Jesús dice que el espíritu de la ley va mucho más allá. Lo importante para Jesús no es solamente respetar la vida física del prójimo, sino respetar a la persona integralmente.

Lo que Jesús prohibe no es solamente matar, sino también la pelea con el hermano, los insultos y ofensas; para Jesús, el sentimiento de ira merece que el culpable sea llevado ante los tribunales, procedimiento que, según la ley, sigue al asesinato. Jesús quiere hacer entender a sus discípulos que la ira genera el rencor, el odio y aún la muerte del otro, que es una acción tan culpable como el mismo asesinato.

La consecuencia que genera la ira es la ruptura de las relaciones fraternas y si se rompen las relaciones es necesario buscar mecanismos para reconstruirlas. Por eso, Jesús propone, como solución, la reconciliación que, paradójicamente es presentada en el texto por encima del culto, algo tan importante y sagrado para los judíos. Este debe posponerse a la reconciliación. De esta manera, Jesús pone en claro lo fundamental del perdón y la primacía de las relaciones fraternas por encima de los deberes cultuales. Este planteamiento constituye una nueva formulación de la ley que acentúa su fuerza en la dignidad del hombre y en las nuevas relaciones de fraternidad que se deben construir entre ellos.

El texto de Mateo es un llamado para todos los que vivimos en medio de esta sociedad generadora, no solo de la muerte física de tantos hombres y mujeres víctimas de la violencia y de las estructuras injustas del capitalismo neoliberal, como también del odio, el desprestigio, los insultos y las persecuciones a fin de que reconstruyamos, desde el evangelio, nuevas relaciones fraternas en el perdón y en la convivencia social.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Uno de los lemas comunistas que a menudo se repetía irónicamente en ciertos ambientes era este: “Ubi Lenin ibi Jerusalem” (“Donde está Lenin allí está Jerusalén”). O sea, en traducción libre: “El comunismo es el cielo”.

La carta a los corintios también nos ofrece un lema cristiano: Donde hay el Espíritu del Señor hay libertad. Necesitamos con urgencia entender la experiencia cristiana en términos de libertad. Los primeros cristianos usaron este modelo para describir la indescriptible experiencia que produce el encuentro con Jesús: Para la libertad nos liberó Cristo. Esto significa:

Que no estamos atados a los que interpretan la vida del hombre como un simple caso fortuito en la cadena evolutiva. No somos fruto de un mecanismo ciego, sino de un amor que nos quiere personalmente. Por eso cada vida humana (y no sólo “la vida” en general) es valiosa.

Que no somos esclavos de nuestra tendencia a la búsqueda de nosotros mismos, que encontramos en el amor el verdadero camino para nuestra realización personal.

Que hemos sido dotados con muchos dones para hacer más amable, más bella, más luminosa, la vida de los demás.

El camino de Jesús no es, pues, una conjunto de reglas pesado e insoportable. Lo que realmente importa es la autenticidad con la que vivimos: Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6.

El texto se inicia con la confrontación entre la justicia de los escribas y fariseos y la justicia exigida a los discípulos. El contexto ofrece la oportunidad para desarrollar el sentido más profundo de la Ley cristiana. Por eso la mirada se detiene primeramente en los deberes sociales (c.5) para pasar luego (c.6) a las obras religiosas.

Los primeros se presentan a partir de la oposición entre "lo que fue dicho a los antiguos" y el "yo les digo" de Jesús (vv.21. 27. 31. 33. 38. 43).

La actividad legislativa de Jesús, en este campo lo conecta con Moisés que en el Sinaí transmitió la ley divina a Israel.

La primera de las oposiciones concierne a la enseñanza del quinto mandamiento. Frente a la formulación de la ley antigua propone una nueva ley de mayor exigencia y con la misma validez universal en los vv. 21-22.

El mandamiento "no matarás" pilar fundamental en el ethos (moralidad) del clan desarrolla el respeto a la vida prohibiendo la realización de actos que puedan amenazar la existencia del semejante. Los tribunales tienen la obligación de velar por este derecho fundamental de todo integrante del pueblo.

Jesús propone una interpretación más exigente de esta disposición que abarca no solamente las acciones culpables en ese orden sino la raíz de donde brotan esas acciones: el sentimiento e interioridad del ser humano. La prohibición del homicidio incluye en la nueva interpretación la prohibición de todo sentimiento de ira y animosidad contra el hermano.

El respeto de la vida debe llevar a evitar también lo que más allá del homicidio pueda significar menoscabo de la dignidad de vida para el prójimo y, por consiguiente, de la maledicencia, insulto, desprecio. Dios aparece como garante de ese derecho fundamental de todo "hermano" y se extiende a las palabras más frecuentes que, a su respecto, brotan en momentos de animosidad.

Luego de haber presentado la nueva formulación de la antigua ley, Jesús pasa a exponer su concreción en forma de un caso. Este pertenece indudablemente al derecho casuístico , indudablemente subordinado a la formulación anterior (absoluta y taxativa) y quiere indicar hasta que punto debe llevarse su observancia. Se trata por consiguiente de una explicitación que indica la radicalidad de su aplicación con la ayuda de un ejemplo.

El acercamiento al Señor de la vida, implica la pacificación con el hermano. No solamente quien ha ofendido está obligado a la reconciliación sino también quien ha sufrido una ofensa. Se subraya el carácter urgente de este deber ante el cual pierde importancia el tener o no tener a favor la razón en el conflicto. Cada uno está llamado a la superación de cualquier tipo de división comunitaria que le afecte.

Este exigencia se fundamenta luego, desde la conveniencia personal, presentando los daños que el conflicto puede crear para el que se ve en ellos implicado. Sin embargo, no debemos entender que se trata de un irenismo, de un eludir conflictos a cualquier precio. El ejemplo sirve para recordarnos las exigencias que brotan de la necesidad de construir la comunidad desde la reconciliación con quien es hermano y que necesita de nuestros actos para desarrollar su ámbito comunitario de vida en plenitud.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-7. 2001

COMENTARIO 1

v. 20: Porque os digo que, si vuestra fidelidad no se sitúa muy por encima de la de los letrados y fariseos, no entráis en el reino de Dios.

Da Jesús la razón de lo que acaba de decir: la fidelidad de los suyos ha de situarse muy por encima de la de los letrados y fariseos. La fidelidad se entiende de modo intensivo y extensivo, en calidad y totalidad. Es insuficiente el legalismo, que se contenta con guardar preceptos; pero el discípulo no puede ser negligente en la práctica de su compromiso. La puerta para «entrar en el reino de Dios» es precisamente la primera bienaventuranza. A ella se refiere, por tanto, esta fidelidad.

vv. 21-22: Os han enseñado que se mandó a los antiguos: «No matarás (Ex 20,13), y si uno mata será condenado por el tribunal». 22Pues yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será condenado por el tribunal; el que lo in­sulte será condenado por el Consejo; el que lo llame rene­gado será condenado al fuego del quemadero.

. Comienza una sección (5,21-48) en que Jesús ataca la concepción de la Ley mantenida por los letrados, primera de las dos categorías mencionadas en el versículo anterior. Esta sección se compone de seis antítesis entre la doctrina que éstos enseñan y las correcciones o aboliciones que hace Jesús. Éste no pretende radicalizar la ley de Moisés, sino, frente a ella, sacar las consecuencias que derivan para la conducta de un principio mucho más exigente: el bien del hombre y la crea­ción de una sociedad nueva donde rigen las relaciones humanas propias del amor mutuo. En lugar de casuística, Jesús requiere la limpieza de corazón, la actitud interior de amor a los demás y el trabajo por la paz, manifestación de esa actitud.

La primera antítesis trata del mandamiento «No matarás» (Ex 20,13), «no cometer homicidio», y de la pena que se le asignaba, la condena pronunciada por un tribunal de 23 miembros.

Jesús plantea la exigencia desde otro punto de vista. No basta abstenerse de la acción externa; la actitud interna, estar airado con el hermano, merece ya el juicio. Para el reino se requiere la disposición benévola y favorable a los demás (5,8: «limpios de corazón»). La mala actitud interior se manifiesta en el insulto; en el reino de Dios, el desprecio manifestado es reato que requiere un tribunal más elevado que el mismo homicidio, el Consejo su­premo. Cuando el insulto llega a excluir al otro del propio trato («renegado», cf. Dt 32,6, donde se aplica al pueblo de hijos degenerados), merece la pena definitiva.

«El quemadero», la ge­henna, tomó su nombre del valle Gehinnon, y era el gran quema­dero de basuras de Jerusalén; había pasado a ser símbolo del castigo definitivo, concebido como la destrucción por el fuego.

vv. 23-24: En consecuencia, si yendo a presentar tu ofrenda al altar, te acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja tu ofrenda allí, ante el altar, y ve primero a re­conciliarte con tu hermano; vuelve entonces y presenta tu ofrenda.

Jesús pasa ahora a exponer el lado positivo de la actitud de los que trabajan por la paz. Hay que recomponer la unidad rota por alguna ofensa, y eso tiene prioridad sobre todo acto de culto (cf. 12,7). Inútil acercarse a Dios si existe división.

v. 25: Busca un arreglo con el que te pone pleito, cuanto antes, mientras vais todavía de camino; no sea que te en­tregue al juez, y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. 26Te aseguro que no saldrás de allí hasta que no pagues el último cuarto.

Advierte Jesús sobre las consecuencias para el que está en falta de no reconocer ni procurar la reconciliación. Cuando no se ataja la discordia, su efecto recaerá sobre el que no ha querido dar el paso para lograr la paz.



COMENTARIO 2

A partir de este texto, Jesús plantea a sus discípulos seis antítesis que comportan una nueva manera de pensar con relación a la mentalidad de los letrados y fariseos sobre la ley, la cual, según Jesús, tiene un problema gravísimo de legalismo, de exaltación de la misma ley y de la norma por encima de todas las cosas. Jesús quiere prevenir a sus discípulos a no quedarse en la letra de la ley sin profundizar en su espíritu, que es más exigente.

En la primera antítesis sobre el homicidio, Jesús lleva la ley a su consecuencia más radical.

Lo que Jesús prohíbe no es solamente matar, sino también la pelea con el hermano, los insultos y ofensas; para Jesús, el sentimiento de ira merece que el culpable sea llevado ante los tribunales, procedimiento que, según la ley, sigue al asesinato. Jesús quiere hacer entender a sus discípulos que la ira genera el rencor, el odio y aún la muerte del otro, que es una acción tan culpable como el mismo asesinato.

La consecuencia que genera la ira es la ruptura de las relaciones fraternas y si se rompen las relaciones es necesario buscar mecanismos para reconstruirlas. Por eso, Jesús propone como solución la reconciliación que, paradójicamente, es presentada en el texto por encima del culto, algo tan importante y sagrado para los judíos. Este debe posponerse a la reconciliación. De esta manera, Jesús pone en claro lo fundamental del perdón y la primacía de las relaciones fraternas por encima de los deberes cultuales. Este planteamiento constituye una nueva formulación de la ley que acentúa su fuerza en la dignidad del hombre y en las nuevas relaciones de fraternidad que se deben construir entre ellos.

El texto de Mateo es un llamado para todos los que vivimos en medio de esta sociedad generadora, no sólo de la muerte física de tantos hombres y mujeres víctimas de la violencia y de las estructuras injustas del capitalismo neoliberal, sino también del odio, el desprestigio, los insultos y las persecuciones, a fin de que reconstruyamos, desde el Evangelio, nuevas relaciones fraternas en el perdón y en la convivencia social.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. 2002

El texto se inicia con la confrontación entre la justicia de los escribas y fariseos y la justicia exigida a los discípulos. El contexto ofrece la oportunidad para desarrollar el sentido más profundo de la Ley cristiana. Por eso la mirada se detiene primeramente en los deberes sociales (c.5) para pasar luego (c.6) a las obras religiosas.

Los primeros se presentan a partir de la oposición entre “lo que fue dicho a los antiguos” y el “yo les digo” de Jesús (vv.21. 27. 31. 33. 38. 43).

La actividad legislativa de Jesús, en este campo lo conecta con Moisés que en el Sinaí transmitió la ley divina a Israel.

La primera de las oposiciones concierne a la enseñanza del quinto mandamiento. Frente a la formulación de la ley antigua propone una nueva ley de mayor exigencia y con la misma validez universal en los vv. 21-22.

El mandamiento “no matarás” pilar fundamental en el ethos (moralidad) del clan desarrolla el respeto a la vida prohibiendo la realización de actos que puedan amenazar la existencia del semejante. Los tribunales tienen la obligación de velar por este derecho fundamental de todo integrante del pueblo.

Jesús propone una interpretación más exigente de esta disposición que abarca no solamente las acciones culpables en ese orden sino la raíz de donde brotan esas acciones: el sentimiento e interioridad del ser humano. La prohibición del homicidio incluye en la nueva interpretación la prohibición de todo sentimiento de ira y animosidad contra el hermano.

El respeto de la vida debe llevar a evitar también lo que más allá del homicidio pueda significar menoscabo de la dignidad de vida para el prójimo y, por consiguiente, de la maledicencia, insulto, desprecio. Dios aparece como garante de ese derecho fundamental de todo “hermano” y se extiende a las palabras más frecuentes que, a su respecto, brotan en momentos de animosidad.

Luego de haber presentado la nueva formulación de la antigua ley, Jesús pasa a exponer su concreción en forma de un caso. Este pertenece indudablemente al derecho casuístico , indudablemente subordinado a la formulación anterior (absoluta y taxativa) y quiere indicar hasta que punto debe llevarse su observancia. Se trata por consiguiente de una explicitación que indica la radicalidad de su aplicación con la ayuda de un ejemplo.

El acercamiento al Señor de la vida, implica la pacificación con el hermano. No solamente quien ha ofendido está obligado a la reconciliación sino también quien ha sufrido una ofensa. Se subraya el carácter urgente de este deber ante el cual pierde importancia el tener o no tener a favor la razón en el conflicto. Cada uno está llamado a la superación de cualquier tipo de división comunitaria que le afecte.

Este exigencia se fundamenta luego, desde la conveniencia personal, presentando los daños que el conflicto puede crear para el que se ve en ellos implicado. Sin embargo, no debemos entender que se trata de un irenismo, de un eludir conflictos a cualquier precio. El ejemplo sirve para recordarnos las exigencias que brotan de la necesidad de construir la comunidad desde la reconciliación con quien es hermano y que necesita de nuestros actos para desarrollar su ámbito comunitario de vida en plenitud.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. Jueves 12 de junio de 2003
Gaspar, Juan de Sahagún, Onofre

2Cor 3,15 - 4,1.3-6:Dios ha brillado en nuestros corazones.
Salmo: 84, 9-14
Mt 5, 20-26: Ve primero a reconciliarte con tu hermano

La cuarta parte de la población de la tierra no tiene acceso al agua potable en condiciones de salubridad. Dos mil millones de personas no saben leer. Las naciones pobres poseen en la actualidad el 3.5%. de la riqueza mundial. Los países ricos tienen aproximadamente la cuarta parte de la población del mundo (25%), pero consumen el 70% por ciento de la energía mundial, el 75% de los metales, el 85% de la madera y el 60% de los alimentos. 500 millones de personas sufren a diario los peligros de la guerra, la cárcel, la tortura o las punzadas de la inanición.

Por eso es urgente que la humanidad se reconcilie, que nos armemos de sensatez y cordura y pongamos en práctica el mensaje de Jesús para frenar esta escalada de desamor que lleva a la inmensa mayoría de la población de la tierra a la marginación y a la muerte. Es necesario reconciliarse con el hermano y que los países se hermanen; reconciliación individual, comunitaria, nacional e internacional. Un primer paso –que se recomienda en el Antiguo Testamento como elemental- sería un gran paso: no matarás. Esto es, no acabarás con la vida de tu hermano. Poner fin a la guerra no sería poca cosa en un mundo en el que hay casi 500 conflictos bélicos activos. Pero Jesús es más exigente: hay muchos pequeños pasos que conducen a irle quitando la vida al otro: tratarlo con coraje, insultarlo, llamarlo renegado... en definitiva, no hacer el esfuerzo de ponerse a su nivel y comprenderlo.

Para Jesús la reconciliación es tarea prioritaria: está antes que el culto a Dios, que ir a misa , antes que rezar, porque el proyecto de Dios sobre la humanidad no es otro sino hacer de ella un mundo de hermanos donde todos puedan llamar a Dios Padre. Una sociedad nueva donde rijan las relaciones humanas propias del amor mutuo. Nosotros, sin embargo, hemos hecho del universo un mundo de locos.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-10. 2004. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

1 Re 18,41-46: Subía del mar una nube pequeña como la palma de una mano.
Salmo 64: Oh, Dios, tú mereces un himno en Sión.
Mt 5,20-26: El que se enoje contra su hermano será llevado a juicio.


La primera lectura (1 Re 18,42-45) pertenece al llamado “ciclo de Elías”, antigua colección de historias de este profeta que dejó una impronta imborrable en la memoria del pueblo de Dios. Elías (en hebreo: “Eliyaju = “Yahvéh, él es mi Dios”) es el gran profeta de la fe y del celo por la gloria de Dios. En la época de Elías el pueblo vivía en una situación extrema de confusión religiosa, a tal punto que había llegado a seguir a Baal, un dios extranjero cuyo culto se había extendido en Israel gracias al apoyo del rey Ajab y su mujer Jezabel. Baal era considerado por sus seguidores como la verdadera fuente de los bienes de la naturaleza y era adorado como el dios que enviaba la lluvia para fertilizar la tierra y hacerla fecunda.

Para probar que sólo Yahvéh controla la naturaleza, el profeta Elías había jurado ante el rey Ajab que no habría lluvia ni rocío si no cuando él lo ordenara con su palabra profética (1 Re 17,1). Después de algunos años de sequía y gracias al ministerio de Elías el pueblo había vuelto progresivamente a reconocer al verdadero Dios (1 Re 18,20-40). Después que el pueblo se convirtió durante el duelo de Elías con los profetas de Baal en el monte Carmelo, Dios estuvo dispuesto a dar la lluvia de nuevo.

Es entonces cuando Elías invita al rey Ajab a “comer y beber”(1 Re 18,41), es decir, lo invita a hacer fiesta porque el pueblo ha vuelto a su Dios y el Señor mandará otra vez el agua sobre la tierra: “Sube, come y bebe porque ya se oye el ruido de una lluvia torrencial”(1 Re 19,41). Probablemente Ajab había estado ayunando por largo tiempo a causa de la sequía, como signo de luto y penitencia, según la costumbre que se seguía en tiempo de calamidades (cf. Joel 1,14).

Mientras tanto el profeta Elías sube a la cima del Carmelo y manda a su criado a observar el mar para ver si se observaba algún signo de lluvia. Después de un primer intento, el criado vuelve sin ver nada. Elías entonces le ordena que suba a la cima a otear el mar por siete veces. El texto quiere indicar la seguridad que tiene el profeta en la palabra que Dios había pronunciado: “Yo voy a hacer llover sobre la tierra” (1Re 18,1).

Mientras el criado va a mirar, Elías ora “postrado rostro en tierra con el rostro entre las rodillas” (1 Re 18,42). A la séptima vez, el criado le dijo: “Sube del mar una nube pequeña como la palma de una mano”(1 Re 18,44). Finalmente llega el signo que el profeta esperaba. Le basta una pequeña nubecilla para intuir que Dios enviará la lluvia sobre la tierra y así se lo hace saber al rey diciéndole: “vete, antes que la lluvia te lo impida” (1 Re 18,44). En aquel momento, “el cielo se oscureció con nubes, sopló el viento y cayó agua en abundancia”(1 Re 18,45).

Elías entonces corre delante de Ajab, como hacían los caballeros delante del rey para anunciar la victoria; solamente que aquí la victoria no ha sido del rey, sino de Dios, de Elías y del pueblo. El final de la sequía había puesto en claro que Yahvéh era el único Dios, fuente de la fecundidad y de la bendición y cuyo poder alcanza a toda la naturaleza.

En el evangelio escuchamos un principio ético fundamental de Jesús: “Si vuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5,20). Con la palabra “justicia” Mateo indica la fidelidad de los discípulos a la ley de Dios, fidelidad nueva, que se hace posible y urgente gracias a la interpretación autorizada que ofrece Jesús acerca de la ley. El término “justicia” aparece también con el mismo sentido en Mt 3,15; 5,6.10; 6,1.33; 21.32. El discípulo de Jesús es fiel a la ley e incluso debe cumplirla hasta sus consecuencias más radicales (Mt 5,17), pero no con el espíritu de los fariseos, los cuales habían caído en el legalismo exterior y se contentaban con cumplir el mínimo indispensable.

Jesús propone una interpretación de la ley mucho más radical e interior, fundamentada en una relación personal con el Padre y desbordando las exigencias de la misma ley por medio de un amor vivido en plenitud. El evangelio de Mateo, para mostrar algunas aplicaciones de este principio, ofrece algunos ejemplos, a través del esquema literario: “habéis oído: cita del Antiguo Testamento, pero yo os digo: interpretación de Jesús”. Lo importante es comprender el principio general y aplicarlo a diversas situaciones. Los casos presentados por el evangelio no pretenden ser exhaustivos, sino que son solamente ejemplos para iluminar el nuevo estilo de vida propuesto por Jesús.

En Mt 5,20-26 Jesús se refiere al comportamiento con el prójimo a partir del mandamiento: “No matarás” (Ex 20,13; Dt 5,17), con el cual el Decálogo prohibía el asesinato deliberado que se producía por ejemplo en casos de venganza personal. Jesús radicaliza el antiguo mandamiento refiriéndose a la actitud interior (“todo el que se encolerice con su hermano será llevado a juicio”), pues de ella brota el homicidio como lo demuestra el relato de Caín y Abel (Gen 4,1-7). De la actitud interior Jesús pasa a las ofensas que se hacen al hermano, ejemplarizadas en el texto con epítetos que designan a alguien que es incapaz de pensar y de comprender y que en la tradición judía eran consideradas ofensas graves ya que describían a alguien que se había rebelado contra Dios (Dt 32,6).

La ira y las palabras ofensivas contra el hermano son equiparadas al homicidio. No son ejemplos de praxis judía más severa, sino que representan un nuevo modo de comprender y practicar el mandamiento de “no matar”. La mención del “fuego que no se apaga” indica que para Jesús la relación con el hermano adquiere una tal seriedad que con ella se llega a decidir el destino definitivo de la persona humana delante de Dios.

Finalmente el precepto negativo de “no matar” se extiende también al ámbito de la reconciliación, como lo muestran las dos pequeñas parábolas del texto evangélico. La primera muestra que la misericordia vale más que el culto, o mejor aún, que el culto a Dios no puede prescindir de una relación con el hermano basada en la caridad y la justicia. La segunda parábola quiere indicar la necesidad de la reconciliación. Conviene reconciliarse, ponerse de acuerdo, antes de que llegue el momento del juicio definitivo de Dios.


3-11. DOMINICOS 2004

Ama a tu Dios y a tu prójimo

Es doctrina segura: si morimos con Cristo, viviremos con Él.
Si perseveramos con Cristo, reinaremos con Él.
Y si lo negamos, también Él nos negará (Pablo)

Hoy hemos de detenernos a considerar la profundidad y trascendencia de nuestra vida en Cristo y con Cristo. Esa perspectiva, presentada por san Pablo en su carta, constituye uno de los pilares sobre los que se levanta todo el edificio de nuestra existencia como creyentes.

Nuestra casa o morada es, si lo queremos, casa y morada del Señor; y la Casa del Señor es, a la vez, nuestra morada de hijos y hermanos en la fe. Para las veinticuatro horas de nuestra jornada sería suficiente ir rumiando, al par que nos dedicamos a múltiples actividades ineludibles, esa serie de pensamientos: vivamos y muramos con Cristo, dejándole a él ser rey de nuestro corazón y de nuestros proyectos personales y comunitarios.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Segunda carta a Timoteo 2, 8-15:
“Querido hermano: Haz memoria de Jesucristo el Señor, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Este ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor.

{Yo estoy encadenado}, pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna.

Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él...”

Evangelio según san Marcos 12, 28-34:
“En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Jesús le respondió: el primero es éste: ‘Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda tu mente, con todo tu ser’..., y al prójimo lo amarás como a ti mismo... El letrado replicó: Muy bien, Maestro...

Entonces Jesús, viendo que había respondido con sensatez, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios...”


Reflexión para este día
La palabra de Dios no está encadenada y es liberadora. Así la contempla Pablo.

Nuestros puntos de vista sobre las cosas y los hombres pueden ser muchos, porque son todos limitados, condicionados, pobres. En cambio, la Palabra de Dios es perspectiva única y salvadora. El horizonte humano no es definitivo para el creyente. Si queremos ver luz más allá de nuestro peregrinar terreno (que un día hemos de abandonar) es preciso abrirnos al horizonte de la Palabra.

Éste lo descubrimos con la pupila de la fe, con el ardor de la caridad, con la esperanza que nos permiten llegar al corazón del Padre por Cristo en el Espíritu.

No nos quedemos, pues, a la puerta del Reino, como el letrado. Entremos en él con la reciedumbre del que se pone en manos de Dios; con el gozo de haber descubierto a un Señor y Creador que es Padre; con la nobleza y generosidad de quien descubre en todo servicio a los hermanos la oportunidad de devolver el río de amor que vino hasta nosotros.


3-12. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

En el siglo V, con motivo de los concilios de Éfeso y Calcedonia, surgieron una serie de iglesias “separadas”, que hemos designado tradicionalmente como monofisitas y nestorianas, heterodoxas en su conceptualización del ser de Cristo. En años recientes, Roma ha firmado acuerdos cristológicos con las iglesias armenia y asiria, reconociendo, por una y otra parte, que en aquellos concilios no hubo suficiente conocimiento de los términos filosóficos en que se definía el dogma. Fueron, en muchos casos “disputas sobre palabras”, a las que podía subyacer acuerdo en cuanto a las realidades. En la segunda carta a Timoteo ya se entrevé el peligro de discusiones bizantinas y actitudes gnósticas, más preocupadas por fórmulas que por la verdadera actitud de fe. ¿No seguirá sucediendo algo de eso en las actuales polémicas entre “carcas” y “progres”, “reaccionarios” y “lanzados”? El Nuevo Testamento nos dice que eso no vale para nada, y –lo que es peor- “es catastrófico para los oyentes”.

Mucho más importante que esas lucubraciones, o que la exactitud terminológica –no consta que Jesús la haya exigido jamás-, es la actitud del corazón. A Jesús le preguntan –esta vez parece que con buena voluntad-, acerca del mandamiento fundamental, y responde lo de siempre: cree en el único Dios y entrégate a él. Lo curioso es que, habiéndole preguntado sólo por el primer mandamiento, Jesús habla también del segundo; no sabe separarlos. En otros lugares del evangelio hablará de la equivalencia entre acoger al prójimo, acogerle a él y acoger al Padre; el rostro de Yahvé se oculta-revela en el rostro del hermano, al que hay que amar con todo el ser.

Jesús conecta con el levítico, especialmente exigente en materia de relaciones fraternas; pero en el conjunto de su enseñanza va mucho más allá. El amor exigido por la antigua ley miraba sobre todo a la relación del judío con su hermano judío, puro y santo. Jesús enseñará a amar al pecador, al extranjero y al enemigo. Esto es un ensanchamiento inconmensurable, cuya novedad destaca si consideramos el ambiente en que Jesús se movió; todos los “buenos” de la época andaban buscando la comunidad fiel, el “resto santo”. El resultado fueron sectarismos como el de Qumrân, o el del grupo del Bautista. Jesús supera todas las estrecheces y nos enseña a mirar a toda la humanidad como el resto santo amado por el Padre. El que tenga esa mirada “no está lejos del Reino de Dios”.

Severiano Blanco cmf
(severianoblanco@yahoo.es)


3-13.

Comentario: Rev. P. Julio César Ramos González SDB (Salta, Argentina)

«Si vuestra justicia no es mayor (...) no entraréis en el Reino de los Cielos»

Hoy, Jesús nos invita a ir más allá de lo que puede vivir cualquier mero cumplidor de la ley. Aún, sin caer en la concreción de malas acciones, muchas veces la costumbre endurece el deseo de la búsqueda de la santidad, amoldándonos acomodaticiamente a la rutina del comportarse bien, y nada más. San Juan Bosco solía repetir: «Lo bueno, es enemigo de lo óptimo». Allí es donde nos llega la Palabra del Maestro, que nos invita a hacer cosas “mayores” (cf. Mt 5,20), que parten de una actitud distinta. Cosas mayores que, paradójicamente, pasan por las menores, por las más pequeñas. Encolerizarse, menospreciar y renegar del hermano no son adecuadas para el discípulo del Reino, que ha sido llamado a ser —nada más y nada menos— que sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16), desde la vigencia de las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12).

Jesús, con autoridad, cambia la interpretación del precepto negativo “No matar” (cf. Ex 20,13) por la interpretación positiva de la profunda y radical exigencia de la reconciliación, puesta —para mayor énfasis— en relación con el culto. Así, no hay ofrenda que sirva cuando «te acuerdas de que un hermano tuyo tiene algo contra ti» (Mt 5,23). Por eso, importa arreglar cualquier pleito, porque de lo contrario la invalidez de la ofrenda se volverá contra ti (cf. Mt 5,26).

Todo esto, sólo lo puede movilizar un gran amor. Nos dirá san Pablo: «En efecto lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13,9-10). Pidamos ser renovados en el don de la caridad —hasta el mínimo detalle— para con el prójimo, y nuestra vida será la mejor y más auténtica ofrenda al Dios.


3-14. DOMINICOS 2004

Sube al monte y otea el mar de la vida

Si los campos están sedientos, la lluvia sobre ellos es una bendición.
Si los hombres tenemos sed de justicia y verdad, Cristo es un manantial
Si pasamos por momentos de turbación, Cristo es cumbre de serenidad.

En el simbolismo de la liturgia, las cumbres, los montes, alta mar, los ríos, el rocío, las estrellas..., todos poseen una riqueza espiritual de la que podemos y debemos participar con fe y esperanza.

Al valor material de cada cosa, en cuanto apreciable en el mercado o laboratorio, no agota su ser, su sentido y sus mensajes. Su secreto lo desborda. A los ojos del creyente –criatura débil, pobre, tan pobre que hoy es y mañana ya no existirá sobre la tierra- el lenguaje de lo ‘divino’, de lo ‘trascendente’, de la ‘mano creadora’, se deja oír místicamente no tanto en el mercado como en cada amanecer, en cada florecer, en cada eclipse de la vida...

Más allá de nosotros, pero pensado con y para nosotros, está la flor eterna de otra vida que es prolongación transfigurada de ésta, y que se va configurando en nuestras jornadas de amor, justicia, verdad, solicitud, caridad, oración, sacrificio...



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primer libro de los Reyes 18, 41-46:
“En aquel tiempo, en Israel transcurrían años de desolación. Hasta que un día Elías dijo a Ajab: Vete a comer y beber, pues ya se oye el ruido de la lluvia.

Ajab –animado- se fue a comer y beber, mientras que Elías subía a la cima del Carmelo. Allí se inclinó hacia la tierra, con el rostro en las rodillas, orando. Y en un momento ordenó a su criado: Anda, sube a otear el mar y dime qué ves.

El criado subió y dijo: no se ve nada...

Él siguió orando, y después le ordenó: Vuelve otra vez... El criado volvió siete veces, y al final dijo: Veo que sube del mar una nubecilla como la palma de la mano. Entonces Elías le mandó: Vete a decirle a Ajab que enganche el carro y se vaya, no sea que le coja la lluvia. En un instante se oscureció el cielo... y empezó a diluviar...”

Evangelio según san Mateo 5, 20-26:
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás...; pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano, será procesado...

Si tú, cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda...”



Reflexión para este día
Cuidemos el gran bien del agua y del ‘agua viva’.
Un pueblo sin agua para sus campos y en sus fuentes resultaba terrible en los días del profeta Elías (s. IX antes de Cristo), lo mismo que hoy. Y un pueblo sin ‘agua viva’ , que es abundancia de amor, justicia y verdad, equivale a desierto, miseria, envidias, odios, egoísmos, lucha entre los hombres.

Apliquémoslo a la situación actual de Palestina y Siria y Líbano. Casi diariamente tenemos noticias de conflictos, luchas, guerras, a causa de las escasísimas aguas fronterizas que fecunden sus campos y ciudades. ¡Pueblo sin agua es como pueblo con Dios ausente y ofendido!

En ese contexto, traslademos el tema a la liturgia de hoy, y celebremos con Elías profeta, y con el rey Ajab, y con todos los hijos de Israel, el acontecimiento de que el cielo se abre y las nubes suben del mar y las lluvias les traen bendición.

Y supliquemos espiritualmente que esa lluvia del cielo fecunde las conciencias de esos pueblos para que entre ellos haya paz, justicia, solidaridad, amor.


3-15. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos, paz y bien.

Están todavía recientes las terribles tormentas de República Dominicana y Haití, con cientos de muertos, de desaparecidos, de gente sin hogar. Para ellos, mi recuerdo y mi oración al comenzar la reflexión. Tiempos difíciles para esos países. Como lo fueron para la santa de hoy, Santa Margarita de Escocia. Y es que cuando el cielo se nubla, mejor ponerse a cubierto. Con la climatología no se juega.

Tampoco se puede jugar con las cosas sagradas. Si nos tomamos a la ligera la fe, podemos acabar siendo incoherentes, usando diferentes raseros para medir a los demás y para medirnos a nosotros mismos. San Antonio Mª Claret repetía una oración:

Tendré para con Dios corazón de hijo,
para conmigo mismo, corazón de juez,
y para con el prójimo, corazón de madre.

Me parece una buena forma de plantearse la vida, y de plantearse la vida de fe. Viviendo así, será más fácil perdonar y pedir perdón, antes de celebrar la Eucaristía, si alguien nos ha ofendido o tenemos quejas contra alguien. Es mejor ponerse de acuerdo de camino, que no llegar al tribunal. ¿O no? Pues eso, si estamos de acuerdo en lo fundamental, podemos comenzar a caminar. A intentar vivir según esos criterios. No llevamos una semana fácil. Las lecturas de estos días nos están enfrentando con la raíz de nuestra fe, y con nuestra vivencia real de esa fe. De esta confrontación podemos salir muy bien parados, si nos la tomamos con seriedad. Y si sientes que estás lejos, acércate a Él, pídele perdón, y empieza de nuevo. Nunca, nunca es tarde

Vuestro hermano en la fe,
Alejandro J. Carbajo Olea, C.M.F.
(alejandrocarbajo@wanadoo.es)


3-16. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

La primera lectura (1 Re 18,42-45) pertenece al llamado “ciclo de Elías”, antigua colección de historias de este profeta que dejó una impronta imborrable en la memoria del pueblo de Dios. Elías (en hebreo: “Eliyaju = “Yahvéh, él es mi Dios”) es el gran profeta de la fe y del celo por la gloria de Dios. En la época de Elías el pueblo vivía en una situación extrema de confusión religiosa, a tal punto que había llegado a seguir a Baal, un dios extranjero cuyo culto se había extendido en Israel gracias al apoyo del rey Ajab y su mujer Jezabel. Baal era considerado por sus seguidores como la verdadera fuente de los bienes de la naturaleza y era adorado como el dios que enviaba la lluvia para fertilizar la tierra y hacerla fecunda.

Para probar que sólo Yahvéh controla la naturaleza, el profeta Elías había jurado ante el rey Ajab que no habría lluvia ni rocío si no cuando él lo ordenara con su palabra profética (1 Re 17,1). Después de algunos años de sequía y gracias al ministerio de Elías el pueblo había vuelto progresivamente a reconocer al verdadero Dios (1 Re 18,20-40). Después que el pueblo se convirtió durante el duelo de Elías con los profetas de Baal en el monte Carmelo, Dios estuvo dispuesto a dar la lluvia de nuevo.

Es entonces cuando Elías invita al rey Ajab a “comer y beber”(1 Re 18,41), es decir, lo invita a hacer fiesta porque el pueblo ha vuelto a su Dios y el Señor mandará otra vez el agua sobre la tierra: “Sube, come y bebe porque ya se oye el ruido de una lluvia torrencial”(1 Re 19,41). Probablemente Ajab había estado ayunando por largo tiempo a causa de la sequía, como signo de luto y penitencia, según la costumbre que se seguía en tiempo de calamidades (cf. Joel 1,14).

Mientras tanto el profeta Elías sube a la cima del Carmelo y manda a su criado a observar el mar para ver si se observaba algún signo de lluvia. Después de un primer intento, el criado vuelve sin ver nada. Elías entonces le ordena que suba a la cima a otear el mar por siete veces. El texto quiere indicar la seguridad que tiene el profeta en la palabra que Dios había pronunciado: “Yo voy a hacer llover sobre la tierra” (1Re 18,1).

Mientras el criado va a mirar, Elías ora “postrado rostro en tierra con el rostro entre las rodillas” (1 Re 18,42). A la séptima vez, el criado le dijo: “Sube del mar una nube pequeña como la palma de una mano”(1 Re 18,44). Finalmente llega el signo que el profeta esperaba. Le basta una pequeña nubecilla para intuir que Dios enviará la lluvia sobre la tierra y así se lo hace saber al rey diciéndole: “vete, antes que la lluvia te lo impida” (1 Re 18,44). En aquel momento, “el cielo se oscureció con nubes, sopló el viento y cayó agua en abundancia”(1 Re 18,45).

Elías entonces corre delante de Ajab, como hacían los caballeros delante del rey para anunciar la victoria; solamente que aquí la victoria no ha sido del rey, sino de Dios, de Elías y del pueblo. El final de la sequía había puesto en claro que Yahvéh era el único Dios, fuente de la fecundidad y de la bendición y cuyo poder alcanza a toda la naturaleza.

En el evangelio escuchamos un principio ético fundamental de Jesús: “Si vuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5,20). Con la palabra “justicia” Mateo indica la fidelidad de los discípulos a la ley de Dios, fidelidad nueva, que se hace posible y urgente gracias a la interpretación autorizada que ofrece Jesús acerca de la ley. El término “justicia” aparece también con el mismo sentido en Mt 3,15; 5,6.10; 6,1.33; 21.32. El discípulo de Jesús es fiel a la ley e incluso debe cumplirla hasta sus consecuencias más radicales (Mt 5,17), pero no con el espíritu de los fariseos, los cuales habían caído en el legalismo exterior y se contentaban con cumplir el mínimo indispensable.

Jesús propone una interpretación de la ley mucho más radical e interior, fundamentada en una relación personal con el Padre y desbordando las exigencias de la misma ley por medio de un amor vivido en plenitud. El evangelio de Mateo, para mostrar algunas aplicaciones de este principio, ofrece algunos ejemplos, a través del esquema literario: “habéis oído: cita del Antiguo Testamento, pero yo os digo: interpretación de Jesús”. Lo importante es comprender el principio general y aplicarlo a diversas situaciones. Los casos presentados por el evangelio no pretenden ser exhaustivos, sino que son solamente ejemplos para iluminar el nuevo estilo de vida propuesto por Jesús.

En Mt 5,20-26 Jesús se refiere al comportamiento con el prójimo a partir del mandamiento: “No matarás” (Ex 20,13; Dt 5,17), con el cual el Decálogo prohibía el asesinato deliberado que se producía por ejemplo en casos de venganza personal. Jesús radicaliza el antiguo mandamiento refiriéndose a la actitud interior (“todo el que se encolerice con su hermano será llevado a juicio”), pues de ella brota el homicidio como lo demuestra el relato de Caín y Abel (Gen 4,1-7). De la actitud interior Jesús pasa a las ofensas que se hacen al hermano, ejemplarizadas en el texto con epítetos que designan a alguien que es incapaz de pensar y de comprender y que en la tradición judía eran consideradas ofensas graves ya que describían a alguien que se había rebelado contra Dios (Dt 32,6).

La ira y las palabras ofensivas contra el hermano son equiparadas al homicidio. No son ejemplos de praxis judía más severa, sino que representan un nuevo modo de comprender y practicar el mandamiento de “no matar”. La mención del “fuego que no se apaga” indica que para Jesús la relación con el hermano adquiere una tal seriedad que con ella se llega a decidir el destino definitivo de la persona humana delante de Dios.

Finalmente el precepto negativo de “no matar” se extiende también al ámbito de la reconciliación, como lo muestran las dos pequeñas parábolas del texto evangélico. La primera muestra que la misericordia vale más que el culto, o mejor aún, que el culto a Dios no puede prescindir de una relación con el hermano basada en la caridad y la justicia. La segunda parábola quiere indicar la necesidad de la reconciliación. Conviene reconciliarse, ponerse de acuerdo, antes de que llegue el momento del juicio definitivo de Dios.


3-17. Fray Nelson Jueves 9 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: Dios ha hecho brillar su luz en nuestros corazones, para dar a conocer el resplandor de su gloria * Todo el que se enoje contra su hermano, será llevado ante el tribunal.

1. Un velo que cubre el corazón
1.1 Era algo que tenía que suceder. Pablo tuvo como estrategia básica de evangelización, durante años enteros, cada vez que llegaba a un lugar comenzar su obra de predicación en las sinagogas, básicamente con un anuncio maravilloso: "las promesas hechas a nuestros padres han sido cumplidas en Jesucristo, muerto y resucitado".

1.2 Esta estrategia tuvo resultados ambiguos. Junto a algunas, más bien pocas, conversiones del judaísmo, un número muy sólido y más bien creciente de hermanos de raza se resistió con dureza a la predicación del Evangelio. Esa resistencia era un reto a la inteligencia y al amor; al celo apostólico tanto como a la paciencia y a la oración.

1.3 Pero el reto desbordó finalmente los esfuerzos de Pablo, Bernabé, Silvano, Juan Marcos, y toda aquella primera generación de predicadores. El balance es desilusionante entre los judíos, y por ello tuvimos que escuchar alguna vez a Pablo diciendo a los de su raza y religión: "ustedes son responsables de lo que les suceda... nosotros nos volvemos a los gentiles" (Hch 13,46).

1.4 Era pues inevitable que surgiera la pregunta que de algún modo subyace a la primera lectura de hoy: ¿por qué esta resistencia? Pablo nos habla de una especie de "velo"; es algo que no les permite reconocer la gracia que Dios otorga en virtud del sacrificio redentor de Jesucristo.

1.5 ¿Y en qué consiste ese "velo"? Las palabras del gran apóstol resuenan con firmeza: se trata de "incrédulos cuyas inteligencias cegó el dios de este mundo"; y también: "sólo cuando se conviertan al Señor, desaparecerá el velo".

1.6 Estas expresiones no deben movernos a violencia contra los judíos, pero tampoco a una actitud neutra o de simple conciliación superficial. La situación del judaísmo, como grupo humano que peregrina en esta tierra, es moralmente grave en cuanto supone una ceguera que tiene su fuente en el "dios de este mundo", y por eso, así como hemos de prohibir toda forma de violencia contra nuestros antepasados en la fe, así también hemos de conservar clara y viva conciencia de la pésima situación en que se encuentran y el grave riesgo que pesa sobre sus almas.

2. Una justicia mejor
2.1 Hay una relación entre estas reflexiones sobre el judaísmo y la lectura que la Iglesia nos ofrece en el evangelio de hoy.

2.2 En efecto, a veces se piensa, no sin una especie de comodidad irresponsable, que la condición moral en que nos encontramos después de Cristo es más laxa o menos exigente que la que tocó al pueblo de la alianza de Moisés. La lectura de hoy viene a sacarnos de se engaño.

2.3 Cristo no viene a exigir menos sino mucho más, pero para ese "más" nos da una sobreabundancia de fuerza interior y de luz de gracia que convierte lo que sería del todo imposible en algo no sólo posible sino "normal".

2.4 Que Cristo exige más es claro en las palabras que hemos escuchado: "Si no son mejores que los maestros de la ley y los fariseos, no entrarán en el Reino de los cielos".

2.5 Pero esa exigencia mayor va acompañada de algo que no está dicho en la lectura de hoy pero que es bien sabido por todo cristiano que haya recibido en forma su iniciación a la fe, a saber, que para nosotros el ser humano no tiene por sus propias fuerzas la capacidad de vivir lo que pedía Moisés. Esa ley es posible a nuestro entendimiento, que se goza en ella, pero imposible a nuestra voluntad, que termina atascándose en los lodazales de sus intereses, gustos y vanaglorias.

2.6 Una vez que entendemos esto, entendemos también que nuestro Divino Maestro, más que exigir imposibles, está dejando bien establecida en nuestra mente una enseñanza: es grande sobre toda grandeza lo que Dios trae a quienes son en Cristo.