VIERNES DE LA SEMANA 8ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Si 44, 1.9-12

1-1.

Los siete últimos capítulos del Eclesiástico son como una visión del conjunto de la historia. Anteriormente a Cornelio Nepote y a Plutarco y reemprendiendo el género literario estoico, el autor nos presenta una galería de «Retratos de hombres ilustres»: Henoc, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Aarón, Josué, Caleb, Samuel, Natán, David, Samuel, Elías, Eliseo, Ezequías, Isaías, Josías, Ezequiel, Zorobabel, Nehemías, Simón...

-Hagamos el elogio de esos hombres ilustres que fueron los padres de nuestra raza.

El culto a los antepasados es una constante de todas las civilizaciones. Como la contemplación de la «naturaleza» de la que dependemos, la aceptación de nuestros antepasados es una profunda fuente de humildad: somos HOY quienes somos porque otros, antes de nosotros, vivieron, lucharon, reflexionaron, oraron... Yo no soy más que un eslabón de esa cadena.

-De otros no ha quedado recuerdo, desaparecieron como si no hubieran existido, así como sus hijos.

En efecto, al lado de los hombres ilustres que marcaron la evolución de la historia se encuentran los humildes, los desconocidos .

En mi propia familia pienso en mis abuelos, en mis bisabuelos más alejados... en todos aquellos cuya sangre tengo. Algo de sus pecados y de sus virtudes debió sin duda pasar a mí. Ruego por ellos. Si HOY tengo fe, la debo sin duda a tales o cuales de sus búsquedas, de sus generosidades. En la genealogía de Jesús había también santos y pecadores, creyentes y no-creyentes. Esta idea me hace pensar en mi propia responsabilidad: mis luchas actuales se inscriben en un linaje, en una solidaridad. ¿Qué transmitiré, humildemente, a las futuras generaciones?

-No sucede lo mismo con los hombres misericordiosos, cuyas acciones justas no han pasado al olvido.

Ben Sirac valora la «misericordia» como uno de esos valores seguros y de sólida duración.

Hacer el bien = Beneficios. Cosas bien hechas. ¿Qué «beneficios» dejaré a los demás?

No esperar a mañana.

¿Soy bueno, misericordioso? Es una exigencia esencial del evangelio, que Jesús creyó buena y conveniente para repetirla en cada oración: «así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.»

Me detengo a examinar mi vida concreta y mis relaciones sobre este asunto.

-Con su linaje esos tales permanecen, su descendencia es pues una rica herencia.

Nos extraña ver, a través de frases como éstas, cuán imperfecta era todavía la esperanza de esos hombres piadosos del Antiguo Testamento. No tenían todavía la revelación de Jesucristo que con su resurrección nos aportó. Por lo tanto, ¡sólo podían asirse a esa frágil esperanza de «sobrevivir» en su posteridad... y en el recuerdo de los que vendrán después! Es muy poco.

No olvidemos que ésta es también HOY, la única esperanza de muchos hermanos nuestros que no creen en la resurrección .

Concédenos, Señor, la Esperanza verdadera.

Concédenos la gracia de vivir realmente nuestra Fe en el misterio Pascual.

Haz de nosotros unos testimonios fieles de este misterio, entre nuestros hermanos sin esperanza.

-Su linaje se mantuvo fiel a las alianzas, y sus hijos gracias a ellos.

La transmisión de la Fe. Hoy sabemos mejor que no es automática. Y muchos padres sufren por no haber podido, aparentemente, transmitir a sus hijos «aquello que más hondamente llevan en el corazón». Pero esto no dispensa de procurarlo y de ser, por lo menos, unos "testigos de la Fe" para sus hijos: el resto es el secreto de Dios.

¿Qué oración me sugiere este pensamiento?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 100 s.


2.- 1P 4, 7-13

2-1. 

Los hombres viven ahora más solitarios que nunca; acaso la capacidad de contacto, como se dice, ha desaparecido de entre nosotros. Deberíamos, por lo menos, buscar espiritualmente al vecino y albergarlo espiritualmente con nosotros, compartir sus solicitudes, sus fatigas, sus alegrías, que se encuentre a gusto en nuestra casa y que sienta la impresión de que por el amor de Cristo, tiene en ella un hogar y una patria.


2-2.

La Epístola de san Pedro aborda unos «deberes» muy concretos de los cristianos, en sus relaciones ordinarias de la vida corriente:

--deberes de los «ciudadanos», respecto a las autoridades civiles...

--deberes de los «esclavos», respecto a sus amos...

--deberes de los esposos respecto al cónyuge...

--deberes de los hombres respecto a todos sus hermanos...

Leemos hoy una parte muy pequeña del final de esta epístola.

-Hermanos, el fin de todas las cosas está cerca.

El clima humano de esta comunidad es el de una «persecución» que se siente venir. Más adelante Pedro dirá: «no os extrañéis del incendio que ha prendido entre vosotros para probaros». No olvidemos que ese mismo san Pedro morirá mártir en el año 64 o 67, es decir, ¡uno o dos años después de esta carta! Por lo tanto la evocación del «fin de todas las cosas», lejos de descorazonar, es un estimulante.

-Sed pues sensatos y sobrios para daros a la oración.

El término griego que nuestra versión traduce por «sensato» significa a la vez moderado, prudente, mesurado, casto. La frase más aproximada sería «hombre de buen sentido» o de «sentido común»; el término «sobrio» viene a indicar la misma actitud. San Pedro recomienda a los recién bautizados un «dominio de sí» que predisponga a la oración.

El enervamiento, los excesos de la pasión, la sobrecarga de horas de trabajo... no facilitan nuestros esfuerzos para la oración. Sabemos esto muy bien. Hay que sacar quizá una consecuencia. Es sin duda lo que suscita la afición hacia las técnicas de «yoga» o de «zen» en muchos de nuestros contemporáneos, por demás sobreexcitados.

Encontrar de nuevo la paz para orar mejor.

-Ante todo, prodigad un amor intenso entre vosotros, porque «la caridad cubre todas las faltas» (Proverbios 10, 12) Pedro vuelve a este tema esencial.

¡Ser bautizado, es comprometerse a «amar»! Y para ello cita la Biblia; ¡hay sesenta y dos citas del Antiguo Testamento en esta breve epístola!

¡Señor, ayúdame a "amar intensamente"! y ¡que este amor «cubra mis pecados!» Amar a los demás, servirles, es compensar el mal que por otra parte hacemos. La caridad cubre nuestros pecados, y Dios ve la caridad... ¡como si ella camuflara nuestras faltas a los ojos de Dios!

-Practicad la hospitalidad entre vosotros...

Poned al servicio de los demás la gracia que cada uno de vosotros haya recibido...

Pedro indica concretamente dos modos de amar:

--la acogida, la hospitalidad... literalmente, «el amor al extraño». Esa hospitalidad, tan querida del alma oriental y tan generalmente abandonada en occidente: ¡ser bautizado es ser acogedor!

--La puesta en común de los «carismas»... nuestras dotes personales puestas al servicio de todos: ¡ser bautizado es compartir lo que se ha recibido!

Si alguien tiene el don de la palabra, ¡que sea portavoz de Dios! Si tiene el don del servicio, ¡que lo cumpla con la fuerza que Dios le da! Dios está aquí, presente, asoma sin cesar.

Nuestros «carismas» -dones recibidos- proceden de El. No podemos guardarlos celosamente para nosotros mismos.

-Alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo.

San Pedro, mártir, crucificado como Jesús... rogad por nosotros.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 100 s.


3.- Mc 11, 11-26

3-1. FE/QUE-ES.

Fe es esperar de Dios, no de nosotros mismos ni de nuestras obras: la fe es gratuita y por eso mismo se expresa en la oración. Fe es esperar de Dios aquello que él quiere darnos; no debemos empeñarnos en querer ser nosotros mismos la medida del proyecto de Dios. Dios es la medida del don, no nosotros.

Fe es hacernos disponibles, para que Dios nos abra a la "novedad" del Reino mesiánico y a la "universalidad" de las gentes: la negación de la fe es repliegue sobre sí mismo, celosa conservación de los propios privilegios.

Fe es la actitud de aquel que "no duda en su corazón" (11, 23): la negación de la fe es un continuo "oscilar entre Dios por una parte y todas las demás ideas posibles e imaginables por otra Fe, finalmente, es prolongar hacia todos los demás lo que Dios ha hecho por nosotros; ésta es la fuente y la medida del perdón. Pero esto supone una vez más la conciencia de que nosotros hemos sido los primeros en ser perdonados, los primeros en ser amados gratuitamente.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág.160s


3-2.

-Jesús acababa de hacer su "entrada en Jerusalén". Entró en el Templo.

En la selección de las lecturas semanales, se ha saltado la página correspondiente a esa "entrada triunfal" porque se lee evidentemente, el domingo de Ramos.

-Después de haberlo examinado todo, siendo ya tarde, salió para Betania con los doce.

Jesús entró en el templo; pero allí no pasaba nada. Es raro.

La manifestación mesiánica se ha detenido en seco. Es extraño.

Sin embargo, antes de salir, Jesús observa sobre el lugar y en detalle todas las cosas.

Esta mirada de Jesús está Ilena de significado: lo que va a hacer mañana está bien premeditado... es la mirada de un hombre que está preparando su jugada, la expulsión de los "vendedores del templo".

-A la mañana siguiente, saliendo de Betania, sintió hambre; viendo de lejos una higuera.. no encontró en ella, sino hojas, porque no era tiempo de higos. Dijo a la higuera "Que jamás coma ya nadie fruto de ti. Y los discípulos le oyeron."

Extraña maldición. Si Jesús tratase de saciar el hambre, este gesto sería de un demente: ¡encolerizarse contra un árbol por no encontrar frutos cuando no es la estación! No es pues a ese nivel material que hay que interpretar esta maldición.

Jesús ha querido hacer un gesto "enigmático", y Marcos subraya la extrañeza: los apóstoles "oyen", pero no quieren creerlo y quedarán muy sorprendidos el día siguiente, al ver que la maldición se ha realizado. La solución del enigma se dará más tarde. Y no será por casualidad el hecho de que la "purificación" del Templo esté inserta, como "un bocadillo" entre las dos mitades del episodio de la "higuera maldita".

-Llegan a Jerusalén. Jesús entra en el templo y se pone a expulsar a los que vendían y compraban. Derriba las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores... Y les enseñaba diciendo: "¿No está escrito: Mi casa será casa de oración para todas las naciones? Y vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones."

Jesús cita al profeta Jeremías, 7, 11. Hay que releer todo el contexto de esa cita: el profeta reprocha a los hombre de su tiempo el hecho de participar en el culto con el fin de asegurarse... el culto del templo es falaz, pues las gentes no se convierten. "Habláis siempre del culto, decís: "Santuario de Dios, santuario de Dios, santuario de Dios", pero oprimís al extranjero, al huérfano y a la viuda. Robáis, matáis y venís luego a poneros delante de mí... ¿Es este Templo una cueva de bandidos?'' Jesús cita también al profeta Isaías 56, 7. Es la afirmación sorprendente de que el Templo judío va a ser "abierto a as las naciones paganas".

Esto enlaza con el tema misionero, habitual en san Marcos.

Jesús hace un gesto mesiánico anunciado por el profeta Zacarías, 14, 21: "Ya no habrá más mercaderes en el templo del Señor, en ese día".

Es la purificación del lugar donde Dios está presente. Jesús quiere devolver al Templo su pureza primitiva, su destino sagrado, y subraya que este lugar santo está "destinado a todos": apertura universalista. ¿Qué sentido tengo yo de la plegaria? ¿De lo sagrado? ¿De Dios presente?

-Llegó todo esto a oídos de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas. Buscaban cómo perderle... Al caer la tarde, salió de la ciudad.

Hemos señalado que Jesús había preparado su jugada. Se trataba de un gesto esencial para El. Era una provocación lúcida. ¡Será "a partir de esto" que morirá!

-Pasando de madrugada, vieron que la higuera se había secado de raíz.

He aquí la llave del extraño enigma de la víspera: Jesús no apuntaba a la higuera, sino al Templo: Porque el Templo no responde ya a la espera de Dios, suscita la "cólera de Dios" y será destruido (Mc 13, 2).

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 354 s.


3-3.

1. (año I) Sirácida 44,1.9-13

a) El Sirácida o Eclesiástico dedica varios capítulos (44 al 50) a entonar la alabanza de los antepasados ilustres del pueblo de Israel: una galería de personajes desde Henoc y Noé hasta Nehemías y el sumo sacerdote Simón. Aquí sólo leemos unas pocas lineas (no estaría mal que al menos echáramos una ojeada a la lista tomando la Biblia en la mano).

Es como un álbum de fotos familiar, en que se recuerdan con su correspondiente elogio muchos nombres que han dejado huella en la historia del pueblo. Sobre todo, subraya el sabio, «los hombres de bien, porque sus bienes perduran en su descendencia, su heredad pasa de hijos a nietos». Se puede entender mejor esta perspectiva si recordamos que en el AT no tenían clara la idea de la otra vida: por eso aquí habla de la supervivencia en el recuerdo y en la vida de los descendientes.

Es de admirar el que tantos creyentes del AT fueran fieles a Dios a pesar de la escasa luz que iluminaba su esperanza, porque no vieron más que entre sombras la figura futura del Salvador enviado por Dios.

b) Los cristianos, además de los personajes del AT, que también recordamos y de los que tanto aprendemos, tenemos nuestro Martirologio, con todos los beatos y santos que la Iglesia reconoce como salvados y modelos de vida evangélica. De entre ellos, en el Calendario, la comunidad destaca unos pocos a los que rinde culto en la Iglesia universal o en las locales.

Con unos y otros, sumergidos en «la comunión de los Santos», nos deberíamos sentir acompañados y animados a caminar también nosotros con resolución por los caminos de la fe. Es la perspectiva que nos enseña la carta a los Hebreos (capítulos 11-12) cuando nos representa como si estuviéramos corriendo en el estadio, en pos de una medalla olímpica, animados desde los graderíos por innumerables antepasados nuestros que ya han concluido su carrera (entre ellos, también nuestros familiares difuntos), y sobre todo con los ojos fijos en Jesús, que es el que va delante de nosotros, enseñándonos el camino y dándonos fuerzas.

1. (año II) 1 Pedro 4,7-13

a) Es el último pasaje que leemos de la primera carta de Pedro.

En los escritos de la primera generación se nota la creencia que tenían de que el fin del mundo estaba próximo, que la vuelta gloriosa del Resucitado era inminente. A veces sus autores argumentan a partir de esta convicción: «El fin de todas las cosas está cercano: sed, pues, moderados y sobrios, para poder orar».

Pero las actitudes a las que invitan valen igual si no va a ser tan inminente el fin: por ejemplo la fortaleza que un cristiano ha de tener frente al «fuego abrasador» o las persecuciones que le puedan poner a prueba su fe.

b) Una serie de recomendaciones que siguen teniendo ahora, después de dos mil años, toda su actualidad.

Sea cuando sea el fin del mundo, un cristiano debe mirar hacia delante y vivir vigilante, en una cierta tensión anímica, que es lo contrario de la rutina, la pereza o el embotamiento mental.

Los consejos de Pedro nos ofrecen un programa muy sabio de vida: tener el espíritu dispuesto a la oración, llevar un estilo de vida sobrio y moderado, mantener firme el amor mutuo, practicar la hospitalidad, poner a disposición de la comunidad las propias cualidades, todo a gloria de Dios.

No está mal que la carta termine aludiendo a sufrimientos y persecuciones. Tal vez aquí se refiere a alguna persecución contra los cristianos por los años 60 (cuando murieron Pedro y Pablo en Roma). Pero estas pruebas han sido continuas a lo largo de los dos mil años de la comunidad cristiana y siguen existiendo también ahora en la comunidad y en la vida de cada uno: pruebas que dan la medida de nuestra fidelidad a Dios y nos van haciendo madurar en nuestro seguimiento de Cristo.

Desde luego, si la carta es de Pedro, supone un cambio muy notorio en su actitud, porque antes, cuando Jesús anunciaba la cruz en el programa de su camino, Pedro era el primero en protestar y no aceptar el sufrimiento como parte del Reino mesiánico. Ahora lo ha asimilado, lo recomienda en la carta y, sobre todo, da pruebas de conversión con su testimonio de fe ante el sanedrín, y finalmente ante el emperador Nerón, hasta el martirio.

Sería ya el ideal que llegáramos a la consigna final de Pedro: «Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo».

2.Marcos 11,11-26

a) Jesús ya llega a Jerusalén. Saltándonos la escena de la entrada solemne -que leemos el Domingo de Ramos- escuchamos hoy la acción simbólica en torno a la higuera estéril y la otra acción, no menos simbólica y valiente, de Jesús arrojando a los mercaderes del Templo.

La higuera no tenía frutos. No era tiempo de higos o ya se le habían gastado. Jesús, con todo, se queja de esa esterilidad. Su lamento nos recuerda el poema de la viña estéril de Isaías 5: «Una viña tenía mi amigo... esperó que diese uvas, pero dio agraces». Jesús pronuncia unas palabras duras contra la higuera: «nunca jamás coma nadie de ti». En efecto, al día siguiente, la higuera se había secado. Si Jesús hizo este gesto es porque apuntaba a otra clase de esterilidad: es el pueblo de Israel, sobre todo sus dirigentes, el árbol que no da los frutos que Dios pedía. Israel ha fracasado. Israel es la higuera seca.

En medio del episodio de la higuera, entre su inicio y su conclusión al día siguiente, Marcos coloca la escena del Templo y el gesto violento de Jesús. También aquí no había motivo evidente para la ira de Jesús: los mercaderes que vendían animales para el sacrificio o cambiaban monedas, estaban en el atrio, contaban con todos los permisos de los responsables y no parecían estorbar el culto.

Lo que hace Jesús es, de nuevo, un gesto simbólico, tal vez no tanto contra los mercaderes, sino contra los responsables del Templo: lo que denuncia es la hipocresía del culto, hecho de cosas exteriores pero sin obras coherentes en la vida. Ya los profetas, como Jeremías, habían atacado la excesiva confianza que tenían los judíos en el Templo y en la realización -eso sí, meticulosa- de sus ritos. El culto tiene que ir acompañado de la fidelidad a la Alianza.

También quiere subrayar Jesús que el culto del Templo debería ser más universal, sin poner trabas a los extranjeros. Los mercaderes hacían que los que venían de fuera tuvieran que cambiar la moneda pagana -considerada impura- por la judía, para poderla ofrecer en el Templo. No sería extraño que en este comercio hubiera además abusos y trampas, aprovechándose de los forasteros. Jesús quiere que el Templo sea «casa de oración para todos los pueblos», lugar de oración auténtica. y no una «cueva de bandidos» y de ajetreo de cosas y comercio.

b) Hoy va de quejas por parte de Jesús. Y lo peor es que también podría estar defraudado de nosotros, por nuestra esterilidad o por el clima de nuestras celebraciones litúrgicas.

¿Se podría decir de nosotros, de cada uno y de la comunidad, que somos una higuera estéril'? Valdría la pena que hiciéramos un alto en nuestro camino y nos dejáramos interpelar por Cristo. Porque seria triste defraudar a Dios, no dando frutos o dándolos de escasa calidad. El aviso lo irá repitiendo Jesús en días sucesivos, por ejemplo con la parábola de los viñadores que no hacen producir el campo arrendado. No podemos contentarnos con pensar que los que se sientan en el banquillo de los acusados son los israelitas. Somos también nosotros, en la medida en que no demos los frutos que Dios esperaba.

Nuestro examen tendría que dirigirse también a nuestra manera de realizar el culto.

¿Mereceríamos nosotros un gesto profético parecido de Jesús, purificando nuestras iglesias de toda apariencia de mercantilismo o de acepción de personas? El quería que el Templo fuera «casa de oración para todos» y que no se contaminara con intereses y negocios, ni supusiera una barrera para otras culturas o nacionalidades.

El evangelio de hoy termina, no sólo invitando a la oración llena de fe, sino también a la caridad fraterna, sobre todo el perdón de las ofensas: «Cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas». Es lo que cada día decimos en el Padrenuestro: una de las peticiones más comprometedoras que nos enseñara Jesús.

«Los hombres de bien: su recuerdo dura por siempre, su caridad no se olvidará» (1ª lectura, I)

«El Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes» (salmo, I)

«Que cada uno se ponga al servicio de los demás» (1ª lectura, II)

«Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo» (1ª lectura, II)

«Cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 230-234


3-4.

Eclo 44, 1.9-13: Su descendencia permanecerá

Sal 149, 1-4

Mc 11, 11-26: Empezaron a buscar cómo matarlo

Marcos nos presenta el texto de la maldición de la higuera y la expulsión de los mercaderes del templo, inmediatamente después de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén, centro del poder político y religioso del judaísmo. En este texto encontramos a Jesús combatiendo la estructura religiosa y al templo como centro y receptor del poder religioso, que vivía de los impuestos de purificación de todos los que asumieran la circuncisión (rito excluyente y marginador) como forma de vinculación a la religión oficial.

Con la maldición de la higuera Jesús, abiertamente, combate el sistema religioso de su tiempo y su estructura pecaminosa que, por propia lógica, excluye y margina a muchos hombres y mujeres del amor de Dios.

La maldición de la higuera ocurre inmediatamente Jesús sale del templo. Jesús abre su boca para declarar la sentencia de maldición al sistema religioso judío, una religión que para el tiempo de Jesús era estéril e infecunda; incapaz de generar frutos de vida, de justicia y de paz.

El pueblo de Israel en la antigüedad asumió un modelo religioso que como tarea primordial tenía que incluir a otros pueblos y a otras culturas en el amor de Dios. Pero con el correr del tiempo y con el surgir de la monarquía y el establecimiento de la estructura religiosa que sustentaba a la monarquía "como el establecimiento de un orden nuevo y justo" y al Rey como "Hijo de Dios", el pueblo fue perdiendo el primer horizonte. Y la religión originaria que era animadora y sustentadora de la liberación se convirtió en un órgano alienador y dispensador de injusticia y de opresión.

Jesús se enfrenta sin miedo a ese modelo religioso y es capaz de maldecirlo y pronosticar su fin y su eterna esterilidad. Pero detrás de esta condena enérgica, Jesús también anuncia un tiempo nuevo ya no basado en practicas rituales externas, ni en purificaciones a tiempo y a destiempo, sino un cambio en la estructura mental y una transformación que surja desde dentro y que logre desarticular todo el andamiaje que sustentaba la marginación y la exclusión desde la religión.

Jesús, además de maldecir el sistema, se enfrenta a los que se enriquecen de forma injusta con el oficio cúltico. Llega al templo y los expulsa, declarando de esta forma su inconformismo con la manipulación económica de las realidades religiosas.

Hoy tenemos que estar prestos para descubrir con el correr del tiempo y con las señales que la historia nos va presentando, cuándo es necesario y urgente recrear el sistema religioso y las estructuras eclesiales a las cuales pertenecemos, ya que pueden caducar y llegar a ser estériles e infecundas. En la medida en que renovemos nuestras estructuras religiosas ellas se pueden convertir en servicio a la vida de los hombres y mujeres de hoy.

Ojalá no nos pase como al judaísmo, vivir y sustentar un sistema religioso caduco al que solo le vale la maldición.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. Fray Nelson Viernes 27 de Mayo de 2005

Temas de las lecturas: Nuestros padres fueron hombres ilustres y su gloria jamás se extinguirá * Mi casa será casa de oración para todos los pueblos. Tengan fe en Dios.

1. Otro sentido para la Inmortalidad
1.1 Está claro que hay en el ser humano el amor a la vida y, por ello mismo, un rechazo espontáneo y fortísimo a la muerte. En este sentido todos queremos la inmortalidad. Sin embargo, no está claro qué significa eso de no morir. La idea de una vida simplemente prolongada, años y años, no suena muy atractiva. Morir no atrae, pero envejecer tampoco es lo más emocionante para la mayor parte de la gente. Y si soñamos con una edad prolongada llena de fuerzas físicas y capacidades mentales, todavía no está claro que estaremos libres del hastío. Uno se encuentra gente que teniendo fuerzas ya no tiene anhelos ni metas. La inmortalidad es algo más que mucha energía y muchos años.

1.2 El Eclesiástico enfoca la cuestión de otro modo. Hay personas que han pasado por la vida como si no hubieran vivido. Esa es la verdadera "muerte." En términos más familiares a nuestro pensamiento Occidental diríamos: una vida sin propósito es como una muerte larga. En el mismo sentido: la inmortalidad es ante todo la característica de los "hombres de bien." ¿Qué caracteriza a estos? Cuatro cosas: (1) su esperanza no se acabó; (2) sus bienes perduran; (3) fueron fieles a la alianza con Dios y supieron engendrar esa fidelidad en su descendencia; (4) su recuerdo dura por siempre.

2. ¿Jesús Maldiciendo?
2.1 Sin duda nos extraña el pasaje del evangelio de hoy. Jesucristo maldice una higuera y el poder de su palabra la seca en el término de un día. Todavía más extraño: la razón de ese acto de Nuestro Señor es la falta de fruto de la planta pero el evangelista mismo explica: "no era tiempo de higos." ¿Qué es todo eso? ¿Es un arranque de ira propio de alguien que tiene mucha hambre?

2.2 Por lo que sabemos de Cristo ni le hambre ni la ira tuvieron nunca verdadero poder en él. La explicación es otra. Recordemos que él solía enseñar con parábolas. Pues bien, las parábolas a veces son historias que se cuentan con palabras pero a veces son acciones que se realizan delante de los discípulos. Esto lo encontramos en Jeremías y en Ezequiel, entre otros. Leemos por ejemplo en el capítulo 13 de Jeremías que este profeta se compró, por mandato de Dios, un cinturón, con el único propósito de echarlo a perder con el agua. Parece un desperdicio pero, más allá de una mentalidad utilitarista que quiere ponerle precio a todas las matas de la calle, lo importante es la enseñanza.

2.3 Y en el caso del evangelio de hoy la enseñanza se refiere a la esterilidad, como lo muestran los hechos que siguen. La religión del templo, a pesar de todas sus protestas de fidelidad a la ley, es esterilidad y como tal está condenada a secarse y consumirse. Un riesgo que por supuesto atañe no sólo a aquellas gentes ya ese templo.