JUEVES DE LA SEMANA 8ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Si 42, 15-26

1-1.

-Voy a evocar las obras del Señor, contaré lo que he visto.

Por la palabra del Señor fueron hechas sus obras.

Antes de tratar, en las últimas páginas de su libro, las intervenciones de Dios en la Historia, Ben Sirac contempla a Dios obrando en la Naturaleza. ¡Abrir los ojos! ¡Contemplar la creación que nos rodea! La ciencia moderna, haciéndonos ahora comprender mejor aún la complejidad de los seres y sus disposiciones recíprocas debería suscitar en nosotros una admiración aún mayor por el Autor de tanta maravilla.

-El sol mira todo iluminándolo y la obra del Señor está llena de su gloria.

El sol, por sí solo, es todo un símbolo y como un resumen... una maravilla compleja, de él depende la vida de todo lo demás. Imaginemos, por un instante que el sol deja de existir.

Seguidamente todo moriría.

Se comprende que san Francisco de Asís compusiera su Himno al Sol:

"Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
"Especialmente por mi señor, el hermano sol,
"Por el cual haces el día y nos das la luz;
"El es bello y radiante, con gran esplendor:
"De Ti, Altísimo, lleva significación".

¿Suelo orar partiendo de la belleza de la creación?

-El Señor sondea el abismo y el corazón humano y penetra sus secretos. Pues el Altísimo todo saber conoce y considera los signos de los tiempos. Anuncia lo pasado y lo futuro y descubre las huellas de las cosas secretas.

Ben Sirac, que, en su época es un hombre sabio, es muy consciente de sus ignorancias: confiesa que no conoce la solución de cantidad de problemas. Sólo Dios es sabio. Sólo Dios posee el conocimiento definitivo de todas las cosas.

El hombre moderno ha progresado mucho, ciertamente, en el conocimiento científico de la materia y del cosmos.

Y, en época reciente, llegó a imaginar que su poder era casi infinito para transformar la naturaleza. Desengaños importantes han llevado a los sabios a adoptar una postura más modesta como fue la de los antiguos sabios. Son muchas las cosas que el hombre ignora... toda presunción orgullosa, en el fondo es peligrosa y ridícula. La naturaleza se encarga de vengarse cuando no se la respeta. Eso no afecta a la orden divina: «dominad la tierra y sometedla». Sencillamente, nos hace ser más humildes frente a nuestras pretensiones.

Ruego por los sabios, pensando en sus propias responsabilidades en los años venideros.

-Al Señor, no se le escapa ningún pensamiento, ni una palabra se le oculta. Ordenó las obras maestras de su sabiduría... Todas las cosas le obedecen en todo.

La admiración por las bellezas de la naturaleza puede conducir al creyente a la contemplación de Dios, propiamente dicha: todo ha sido ideado por Dios... en este momento todo es pensado por Dios... incluso todo lo bueno de los pensamientos y proyectos de los hombres.

Prolongando la meditación que este texto me propone, ¿por qué no situarme ante algo hermoso: una flor, un paisaje, el rostro de un niño... para alabar a Dios «autor de esas obras»?

-Todas las cosas de dos en dos, una frente a otra; Dios no ha hecho nada incompleto.

Cada cosa afirma la excelencia de la otra. ¿Quién se hartará de contemplar su gloria?

La complementariedad de los seres. Su asombrosa interdependencia.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 98 s.


1-2. /Si/42/15-25 /Si/43/27-33

El Eclesiástico se extasía ante la grandeza del mundo que contempla. Al mismo tiempo, esta grandeza le hace sentir su propia ignorancia y su falta de dominio sobre las cosas y las leyes que regulan sus movimientos. Se encuentra inmerso en un mundo que ni ha hecho ni sabe cómo está hecho y cómo se mueve. Así, su admiración crece a medida que su mirada escruta todo lo que le rodea. Por otra parte, el vacío de su ignorancia e impotencia se llena con la presencia -intuida, si no vista- del Señor, a quien ve en el origen de todo. «Por la palabra de Dios son creadas todas las cosas, y de su voluntad reciben su tarea...». Todo lo que ve es «obra del Señor» (42, 15). Para el sabio, el Señor es el conocimiento y el poder: "El Señor es más grande que todas sus obras" (43,28). Nada se oculta a la mirada penetrante del Altísimo que "conoce el pasado y el futuro" (v 19) y sondea lo oculto e inaccesible para los ojos de los hombres, incluidos los santos, a quienes tampoco se ha concedido "contar las maravillas del Señor" (42,17). «No se le oculta ningún pensamiento ni se le escapa palabra alguna» (42,20). La creación, con su grandeza e independencia, muestra al hombre su pequeñez y su ignorancia y ha constituido a lo largo de los siglos una fuente de contemplación y de elevación del espíritu. «¡Qué amables son todas tus obras!» (v 22); «¿quién se saciará de contemplar su hermosura?» (v 26). Pero la magnificencia del mundo creado, por más que se presente como una especie de revelación, no es más que un ropaje que cubre y oculta. De hecho, «quedan cosas más grandes escondidas; sólo un poco hemos visto de sus obras» (43,32).

El sentido de las propias limitaciones y de la estrechez de los horizontes personales ha sido siempre principio de sabiduría humana. La inteligencia del hombre está constantemente expuesta al peligro de caer en la trampa que se tiende ella misma, cuando se erige en medida de la realidad y cree que ya ha visto qué hay más allá por el hecho de comprender que tiene que haber algo más allá de lo que conoce. Es bueno que el sabio nos lo recuerde hoy: nadie puede explicar cómo es el Señor porque nadie lo ha visto jamás. Por tanto, una alabanza a Dios que se creyera adecuada sería engañosa.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 395 s.


2.- 1P 2, 2-5.9-12

2-1. /1P/02/09.

"¡Raza elegida, real sacerdocio, pueblo santo!...", refiriéndose a los cristianos.

Era éste el espíritu que animaba a los cristianos de los primeros siglos: saberse participantes del real sacerdocio de Cristo, tener conciencia de que su papel en la celebración de los sagrados misterios es activo y eficaz, y de que su contacto con Dios no se limita a los instantes del culto, sino que toda la vida, alimentada y transformada por la virtud del Señor, de quien es miembro, es una constante prolongación del santo sacrificio de Cristo, y , por ende, es un vivir ya en cierto modo con El glorificado, en calidad de ciudadanos del cielo, a pesar de peregrinar todavía en esta tierra lejos aún de Dios, pero cada vez más cerca de la patria. Estos pensamientos llenaban de entusiasmo a los primeros cristianos y los convertían en vencedores del mundo.

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO I
 EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 11


2-2. SACERDOCIO-COMUN:

El pasaje de hoy es de una tal riqueza que hay que meditarlo en el texto íntegramente. No obstante es preciso hacer un comentario.

-Hermanos, desead todos la leche espiritual, pura, de la Palabra de Dios.

Todos hemos visto a niños recién nacidos lanzarse ávidamente sobre el pecho materno.

¡Pedro nos desea esta misma avidez!

Ser bautizado es estar ávido de la Palabra de Dios. ¿Lo estoy? El texto griego es casi intraducible a nuestras lenguas. Los términos empleados sugieren netamente «una leche de palabras», una leche pura, no adulterada, sin engaño». La «leche» en la Biblia es tradicionalmente símbolo de lo mejor en alimentación. La tierra prometida es aquella de la que mana leche y miel... y son también ellas los alimentos del festín paradisíaco.

-A fin de que por ella crezcáis para la salvación si es que habéis «gustado que el Señor es bueno».

Así como el crecimiento del niño, queda asegurado por la leche de la cual se nutre, así también nuestro crecimiento de bautizados queda asegurado por la asimilación de la Palabra de Dios. Asimilar a Dios. Crecer en Dios.

Gustar de Dios.

Pensar en el crecimiento rápido del recién nacido durante las primeras semanas.

-Acercaos a El: piedra viva, elegida por Dios...

Y también vosotros sed piedras vivas, materiales, del templo espiritual que se está construyendo.

San Pedro pasa a una nueva imagen. Recuerda el nombre que le dio Jesús: Simón, tú te llamarás en adelante Pedro; y sobre esta piedra edificaré...

Dirigiéndose a cristianos dispersos en tierra pagana, y que seguían soñando en las grandiosas ceremonias del Templo de Jerusalén... Pedro repite que el verdadero Templo es Jesucristo y que todos ellos son el culto espiritual que Dios espera en adelante.

CR/TEMPLO: Ya no es necesario entrar en el Templo de Jerusalén para ofrecer sacrificios: quienquiera que adopte, en su vida cotidiana, la actitud de Cristo -es decir, la actitud filial de sumisión respetuosa y amorosa a la voluntad del Padre- constituye el nuevo templo.

-Así seréis un sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios, por mediación de Jesucristo.

Los bautizados ya no han de descargarse en una casta sacerdotal como la de Aaron, especializada en el culto...

El Pueblo cristiano entero está encargado de ese papel sacerdotal.

Ser bautizado es "ofrecer a Dios un sacrificio espiritual" permaneciendo unidos al Señor Jesús. Y esta ofrenda o sacrificio es "nuestra propia vida".

Esto decía san Pedro a los bautizandos, a los hombres y mujeres que iban a recibir el bautismo.

-En efecto, sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido por Dios y encargado de anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz... A los que no habiais alcanzado misericordia, ahora Dios os ha mostrado su amor.

Pedro acumula citaciones bíblicas. Los cristianos son el «nuevo Israel». Todos los títulos y privilegios pasan a los cristianos.

Ser bautizado, es anunciar las maravillas de Dios.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 98 s.


3.- Mc 10, 46-52

3-1.

Soltando el manto, de un salto se acerca a Jesús. Este gesto expresa de manera muy significativa, la ruptura del hombre con su pasado, un pasado de poder pues el manto significa el poder humano (E. Haulotte). Por otra parte, el ciego es imagen del verdadero discípulo que se despoja del manto que hasta entonces le cegaba; deja hacer a Jesús y, desde ese momento, puede seguirle ya por el camino que conduce a Jerusalén.

................

Aquel hombre estaba sentado al borde del camino, ciego y sin más porvenir que seguir prisionero para siempre de sus tinieblas.

Nosotros estamos rendidos y ya no tenemos fuerzas para levantarnos y reaccionar: ya no sabemos adónde nos lleva la vida, y menos aún dónde podrá quedar asegurado nuestro porvenir.

Transcurre todo delante de nuestros ojos, y no sabemos ya adónde ir ni qué camino tomar. Presenciamos la guerra económica entre las potencias de este mundo y nos vemos implicados en ella por una crisis y unos conflictos, sin que podamos influir en ellos.

Vemos desde hace años cómo oprime a los pueblos la pobreza y cómo nuestra buena voluntad se queda corta. Contemplamos un mundo marcado por el mal y sentimos toda la complicidad que se oculta en nosotros.

Somos ciegos y nos encontramos sin fuerzas al borde del camino.

Pero podemos oir, como Bartimeo. Y éste es el principio de nuestra curación. Pues nos llega la Palabra de Dios y provoca en nosotros la llamada de salvación. "¡Maestro, que pueda ver!".

Este grito de la fe que brota de nosotros encuentra el impulso de amor del corazón de Jesús, y su palabra se convierte en palabra de salvación.

Palabra de poder que hace brotar la luz. Porque, por gracia de esta palabra que nos levanta, se nos concede ver la conclusión de nuestra prueba y poder seguir a Jesús por el camino.

La Iglesia entera, todos los que recorrieron el camino antes que nosotros, nos dicen: "¡Animo, levántate, que te llama!". Cuantos van en busca de un mundo nuevo son portadores de esta invitación para la humanidad: "¡Animo, levántate!".

Todas las páginas del Evangelio nos hacen saber que este camino de los ciegos y los cojos es el camino que lleva a Jerusalén: es la subida con el Hijo de Dios, es el paso por la cruz y la vida consagrada, por ser entrega total en manos del Padre. Y para cada uno de nosotros este camino toma una dirección más precisa: valor para enfrentarnos con oposiciones, tomar decisiones y reconciliarnos; amor más poderoso que el odio y que la mentira, para hacer que surja la claridad de la verdad y de la justicia; renuncia a lo que nos entorpece. "¡Animo, levántate!"... Si este camino pasa por la conversión de la cruz, también da acceso a la Pascua, y podemos decir con Simeón: "¡Ahora puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has preparado ante todos los pueblos!".

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 148 s.


3-2.

Estaba sentado al borde del camino, inmóvil, dependiente de los que le rodeaban. Había oído hablar de Jesús y, en medio de su ceguera, oía el gentío pasar, correr, bailar, pero nada de aquello era para él. Aquello era sólo un sueño; su realidad era la de un hombre mutilado, abandonado a sus tinieblas y a su soledad.

El griterío le dice que allí está Jesús. Desde su noche, se pone a pregonar su vida de infortunio y la esperanza loca que se despierta en él. "¡Ten compasión de mí!". No le importan las recriminaciones que le hacen, pues nada tiene que perder. El confía, al igual que el niño, y Jesús se detiene. "No necesitan médico los sanos, sino los que están mal".

Jesús había puesto en pie al niño. La multitud "levanta" al enfermo y lo conduce a presencia de aquel en quien se cumple el oráculo de Isaías. El ciego suelta su manto -aquel manto mugriento era, sin duda, todo lo que poseía-, rompe con su pasado y da un salto hacia la luz.

"Deja todo lo que tienes y ven, sígueme".

Los hombres se arrastran en medio de las tinieblas, pregonando su miseria con su cuerpo mutilado. Mirad a vuestro alrededor, mirad dentro de vosotros mismos; abrid el periódico; prestad oído a la larga letanía de las miserias que os rodean. Llamada desgarradora: "¡Ten compasión de mí!".

Llamada mal acogida: nosotros preferimos hacer callar esas voces de infortunio.

"Llamadle": vosotros, los que fuisteis llamados por Dios a salir de las tinieblas y a entrar en su admirable luz, sois los encargados de levantar al ciego. Estamos en el corazón del mundo, encargados de presentar a Dios el grito de los hombres.

Sí, nosotros hemos "gustado qué bueno es el Señor", y en este mundo Dios no tiene más signo con que manifestar su benevolencia que muestras vidas de hombres transformadas por el amor. Mañana se habrá terminado el tiempo de la vida del Hijo. Los hombres van a sepultar la piedra angular; la verdadera morada de Dios, el cuerpo del Predilecto será sepultado. Pero sobre este basamento que la muerte no podrá destruir se levantará, en adelante, el Templo vivo, la Iglesia de Dios, en el que cada piedra pulida por el Espíritu y cada vida de hombres y de mujer que viven el Evangelio es ensamblada, para que la luz penetre en las tinieblas.

"Llamadle". Un templo que no abriera sus puertas a la multitud de los desdichados no sería más que un edificio muerto. La Iglesia no tiene otra razón de ser que convocar ante Dios a un mundo mutilado. Llegará un tiempo en que los que vivían en tinieblas "den gloria a Dios el día que venga a visitar a su pueblo".

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 271 s.


3-3.

Al salir ya de Jericó con sus discípulos y una crecida muchedumbre...

En la página de ayer estábamos "en el camino" de Jerusalén.

Hoy estamos cerca, en Jericó, a algunos kilómetros.

La página de mañana nos mostrará a Jesús de regreso a Jerusalén en el Templo. ¡No perdamos el recuerdo de la significación de este viaje! Jesús avanza hacia el lugar de su muerte y de su resurrección, y se acerca "su hora". ¡Deliberadamente, voluntariamente, lúcidamente, valientemente, camina hacia Jerusalén! Jericó es la última ciudad atravesada.

Desde allí hay todavía 20 Kms. de marcha cuesta arriba. El camino de Jericó a Jerusalén es una interminable "subida"... se sube desde Jericó, situada a 200 metros bajo el nivel del mar, a Jerusalén, situada a 800 metros sobre el nivel del mar, por un camino muy brusco.

-Un mendigo ciego, hijo de Timeo que estaba sentado junto al camino, oyendo que era Jesús de Nazaret, comenzó a "gritar": "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!"

Es un pobre, no puede trabajar. Espera, sentado sobre el terraplén, tiende la mano a los que pasan. "Oye" pasar una muchedumbre y se "entera" que Jesús de Nazaret está entre la multitud, entonces una esperanza loca levanta su miseria: se pone a gritar. Muy sencillamente, sin pretensión, sin grandes referencias teológicas, usa el título más popular para hablar del Mesías: "Hijo de David". Es la primera vez que Marcos cita ese título real. El Mesías era esperado como "aquel que debía restablecer la realeza en Israel". Y como Jesús "sube a Jerusalén", los que están a su alrededor piensan que va allí para ejercer el poder. Es lo que la muchedumbre dirá mañana, día de Ramos, en la página de Marcos que sigue exactamente a ésta: "¡Hosana! bendito sea el reino que llega, el reino de nuestro padre, David". (Mc 11, 10).

Sabemos que la "ciudad de David", Jerusalén, rehusará, crucificará a ese "hijo de David" después del breve triunfo de un día.

¿No tengo yo también deseos de poder y de éxito humanos? ¿Qué pido a Dios, habitualmente? Muchos le increpaban para que callase; pero él gritaba mucho más.

Se detuvo Jesús y dijo: "Llamadle". Llamaron pues al ciego: "Animo, levántate, que El te llama". El ciego arroja su manto, "da un salto" y "corre" hacia Jesús.

Hay que detenerse unos momentos e imaginar esta escena, como en el cine. Ver a la muchedumbre, a Jesús, al ciego... adivinar sus sentimientos... hacer oración a partir de esto.

-"¿Qué quieres que haga por ti?" "Señor, que vea". "Anda, tu fe te ha salvado".

¿Y mi fe, la mía? ¿Me hace "saltar" y "correr" hacia Jesús? ¿Tengo conciencia, ante Dios, de ser un ciego? ·Newman-CARDENAL escribió esto:

"Una vez al año, en primavera, el mundo que vemos hace que estallen sus potencias ocultas. Entonces las flores aparecen, en los árboles frutales se abren sus flores, la hierba y el trigo crecen. Hay un súbito aliento, un estallido de la vida oculta puesta por Dios en el mundo material.

¿Quién pensaría, sin la experiencia de primaveras precedentes, que fuese concebible con dos o tres meses de antelación que la faz de la naturaleza aparentemente muerta, pudiese llegar a ser tan espléndida y tan variada? Lo mismo sucede con la primavera eterna... vendrá, aunque tarde.

Esperémosla. Sabemos que existen muchas más cosas de las que vemos: Estas no son más que la corteza exterior de un reino eterno..."

Abre mis ojos, Señor, cúrame, quiero verte.

-El hombre recobró la vista, y seguía a Jesús por el camino.

Aquello, de lo que no había sido capaz "el hombre rico". Sigue a Jesús por el camino que sube hacia Jerusalén.

Iluminado por Jesús, soy ya capaz de seguirle.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 352 s.


3-4.

1. (año I) Sirácida 42,15-26

a) El Sirácida entona un himno a la creación cósmica, obra de Dios y reflejo de su sabiduría infinita. Aquí lo leemos resumido.

Esta página es como un eco a los primeros capítulos del Génesis. Todo lo ha hecho Dios y lo ha hecho bien, el sol y los astros y todas las cosas: «Qué amables son todas tus obras... todas difieren unas de otras y no ha hecho ninguna inútil. Una excede a otra en belleza: ¿quién se saciará de contemplar su hermosura?».

Pero hay otro aspecto que despierta la admiración del sabio, el que se refiere al hombre: «Dios sondea el corazón, penetra todas sus tramas... no se le oculta ningún pensamiento». Dios es el verdadero Sabio.

b) No deberíamos perder la capacidad de admiración ante las obras de Dios en nuestro cosmos: desde las grandes dimensiones estelares hasta los caprichos entrañables de una planta o de un pájaro, desde la fuerza de los elementos que no dominamos hasta el mecanismo admirable de nuestro cuerpo humano. «Hiciste todas las cosas con sabiduría y amor», como decimos en la plegaria eucarística de la Misa. El cántico de las criaturas que nos enseñó san Francisco de Asís podría ayudarnos a ordenar nuestros sentimientos ante Dios y su obra creadora: «Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas...».

También puede darnos serenidad y lucidez en nuestra vida el recordar, como dice el sabio, que Dios nos conoce hasta lo más profundo de nuestro corazón, que nos está presente, que sabe nuestros pensamientos y nuestras palabras, y por tanto comprende nuestras debilidades. A la vez que estamos como envueltos en la sabiduría creadora de Dios en la naturaleza, también por dentro lo sentimos presente. Sobre todo a los que creemos en Cristo Jesús, por medio del cual hemos llegado a una comunión mucho más profunda con la vida y el amor de Dios.

Todo esto nos debería convertir en personas amantes de la naturaleza y de la ecología, y también en personas con más esperanza, porque nos sentimos conocidos y guiados por Dios y envueltos en su amor.

1. (año II) 1 Pedro 2,2-5.9-12

a) Si es verdad que esta carta está escrita para los recién bautizados, se entienden mucho mejor los pensamientos que leemos hoy, centrados en las claves de la leche, de la piedra y del pueblo sacerdotal:

- «como el niño recién nacido ansía la leche, ansiad vosotros la auténtica, no adulterada»: el niño quiere la leche materna, y el cristiano que ha gustado «lo bueno que es el Señor», quiere seguir experimentándolo, por ejemplo en la escucha de su Palabra;

- como Jesús es «la piedra viva escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu»: esta vez es la dinámica imagen del edificio de la Iglesia, basado en la piedra angular de Cristo, pero formado por las piedras vivas que somos cada uno de los bautizados;

- la comunidad cristiana es «raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo adquirido por Dios»; ya en el AT se consideraba al pueblo de Israel pueblo sacerdotal, o sea, mediador, porque estaba llamado a ser signo salvador para todos los demás pueblos; ahora se aplican estos mismos títulos, y con mucha más razón, a la comunidad cristiana.

b) ¿Tenemos conciencia, y conciencia gozosa, de las riquezas que supone para nosotros el pertenecer al pueblo de Dios, a la Iglesia del Resucitado?

Las comparaciones pueden hacernos pensar. Deberíamos desear la Palabra de Dios y su cercanía del mismo modo que un niño recién nacido está ávido de la leche materna.

Tendríamos que recordar que entre todos, como piedras vivas, formamos el edificio de la comunidad eclesial. La piedra angular es Cristo. Pero también le dijo a Pedro: «Tú eres roca y sobre esta roca edificaré mi Iglesia». Ahora se nos dice que cada uno de nosotros somos piedras vivas para un edificio vivo.

Además, como pueblo de sacerdotes, unidos por el Bautismo a Cristo Sacerdote, estamos llamados en esta vida, cada uno en su ambiente, a ser mediadores entre Dios y los demás: anunciar su buena noticia a todos los que podamos, ser signos creíbles de su amor(«vuestra conducta entre los gentiles sea buena, así darán gloria a Dios»), «ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo», «proclamar las hazañas» de Dios y «entrar en su luz maravillosa».

En la Eucaristía ejercitamos este sacerdocio bautismal en momentos muy expresivos: como cuando en la oración universal pedimos por el mundo, o cuando entonamos nuestro canto del Sanctus en unión con los ángeles y los santos, y además como portavoces del cosmos y de la humanidad entera: «por nuestra voz las demás creaturas, aclamamos tu nombre cantando».

2. Marcos 10,46-52

a) Jesús cura al ciego Bartimeo. Es un relato muy sencillo, pero lleno de detalles, y un símbolo claro de la ceguera humana espiritual, que también puede ser curada. Esta vez Marcos dice el nombre del ciego: se ve que tenía testimonios de primera mano, o que el buen hombre, que «recobró la vista y le seguía por el camino», se convirtió luego tal vez en un discípulo conocido.

La gente primero reacciona perdiendo la paciencia con el pobre que grita. Jesús sí le atiende y manda que se lo traigan. El ciego, soltando el manto, de un salto se acerca a Jesús, que después de un breve diálogo en que constata su fe, le devuelve la vista.

b) La ceguera de este hombre es en el evangelio de Marcos el símbolo de otra ceguera espiritual e intelectual más grave. Sobre todo porque sitúa el episodio en medio de escenas en que aparece subrayada la incredulidad de los judíos y la torpeza de entendederas de los apóstoles.

Como cuando vamos al oculista a hacernos un chequeo de nuestra vista, hoy podemos reflexionar sobre cómo va nuestra vista espiritual. ¿No se podría decir de nosotros que estamos ciegos, porque no acabamos de ver lo que Dios quiere que veamos, o que nos conformamos con caminar por la vida entre penumbras, cuando tenemos cerca al médico, Jesús, la Luz del mundo? Hagamos nuestra la oración de Bartimeo: «Maestro, que pueda ver». Soltemos el manto y demos un salto hacia él: será buen símbolo de la ruptura con el pasado y de la acogida de la luz nueva que es él.

También podemos dejarnos interpelar por la escena del evangelio en el sentido de cómo tratamos a los ciegos que están a la vera del camino, buscando, gritando su deseo de ver. Jóvenes y mayores, muchas personas que no ven, que no encuentran sentido a la vida, pueden dirigirse a nosotros, los cristianos, por si les podemos dar una respuesta a sus preguntas. ¿,Perdemos la paciencia como los discípulos, porque siempre resulta incómodo el que pide o formula preguntas? ¿o nos acercamos al ciego y le conducimos a Jesús, diciéndole amablemente: «ánimo, levántate, que te llama»?

Cristo es la Luz del mundo. Pero también nos encargó a nosotros que seamos luz y que la lámpara está para alumbrar a otros, para que no tropiecen y vean el camino. ¿A cuántos hemos ayudado a ver, a cuántos hemos podido decir en nuestra vida: «ánimo, levántate, que te llama»?

«A Dios no se le oculta ningún pensamiento ni se le escapa palabra alguna» (1ª lectura, I)

«Qué amables son todas sus obras, Señor» (1ª lectura, I)

«Vosotros sois una raza elegido, un sacerdocio real, un pueblo adquirido por Dios» (1ª lectura, II)

«Servid al Señor con alegría» (salmo, II)

«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (evangelio)

«Animo, levántate, que te llama» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 226-230


3-5.

Eclo 42, 15-26: La obra del Señor

Sal 32, 2-9

Mc 10, 46-52: Tu fe te ha salvado

El relato del milagro del ciego de Jericó es el final de esta sección de Marcos (7, 24-10, 45) la cual tiene como idea central el seguimiento de Jesús. La curación se convierte en signo para que los discípulos comprendan que es necesario tener una nueva mirada a fin de comprender lo que significa entregar la propia vida por los demás.

El relato está magistralmente construido. A Jesús lo acompañan los discípulos y una gran muchedumbre: es el último tramo del camino que los lleva a Jerusalén. El hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego que estaba sentado junto al camino, al saber que pasaba Jesús, se puso a gritar: Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí. La gente lo quería callar, pero Jesús hace que se lo traigan.

El ciego Bartimeo llama a Jesús Hijo de David y con este título hace una verdadera confesión mesiánica, propia de los que buscan seguir a Jesús y desean que se cumplan las expectativas mesiánicas en un pueblo que desde hace mucho tiempo espera la libertad.

Bartimeo sólo pide un poco de compasión, pide poder ver, en contraste con los discípulos que en el pasaje anterior se disputan el primer lugar. Los que acompañan a Jesús lo quieren callar creyendo que Jesús se debe ocupar sólo de las cosas de Dios, olvidando que es precisamente en los pobres como Bartimeo donde se manifiesta el amor de Dios.

Este relato nos permite ver cómo los discípulos no han llegado a la fe y por eso siguen ciegos, enredados pensando en las riquezas y en el poder; creen que ya lo tienen todo y se quieren aprovechar de Jesús para alcanzar poder en su Reino. En cambio el ciego no tiene ninguna ambición; deja tirado al pie del camino lo poco que tiene, su manto. Sabe que su única necesidad es poder ver, superando así la seguridad, la ambición y el poder de los discípulos. El ciego está dispuesto a convertirse en un seguidor auténtico de Jesús; por eso grita pidiendo ayuda y de esta manera quiere que sus ojos puedan ver para convertirse en un auténtico seguidor de Jesús.

El ciego Bartimeo aparece como prototipo de los cristianos que se han liberado de las seguridades que proporciona la familia y el dinero, para convertirse en auténticos seguidores de Jesús, de los que asumen su proyecto y ofrecen si es necesario su propia vida por los demás. Son la luz de Cristo Resucitado que después de la Pascua ilumina el camino que conduce al Reino de Dios.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

"Habéis saboreado lo bueno que es el Señor". ¡Qué hermosa manera de explicar en qué consiste la fe! Hoy no resulta nada fácil ser "alguien". Es preciso tener una buena imagen, un buen nivel cultural y, si es posible, una economía saneada. Esto se nota mucho en las jóvenes parejas que contraen matrimonio. Casi todas quieren emprender el camino con una ceremonia solemne, un viaje a Jamaica o a la República Dominicana, un coche nuevo y una vivienda propia aunque hipotecada durante más de veinte años. Sin todas esas cosas, eres un don nadie, no estás a la altura de los demás. El autor de la carta de Pedro se está dirigiendo a campesinos, pastores y gente de clase baja. No les promete una casa a la orilla del mar sino que les revela el tesoro que les permite ser alguien. Lo hace con expresiones que nos parecen excesivas y casi insultantes: "Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios". Pero esta es la pura verdad. Por la fe, más allá de nuestra cuenta corriente, hemos pasado de ser "no compadecidos" a ser "compadecidos". Y, por lo tanto, herederos de una dignidad que nada ni nadie nos podrán quitar. Esta es la dignidad que he encontrado en algunos campesinos hondureños. Pobres de solemnidad y, sin embargo, alegres por saberse hijos de Dios.

Cuando me preguntan por qué hay tantas personas tristes, estresadas, con ansiedad, siempre pienso en este texto: porque no han saboreado todavía lo bueno que es el Señor y lo que ellas son por pura gracia.

"Señor, yo soy primo hermano del ciego de Jericó. Veo poco y deseo mucho. Como él te digo: "Hijo de David, ten compasión de mí". Gracias por permitirme saborear un nuevo amanecer, por darme el carné de "compadecido" que hace que mi corazón esté más contento que unas castañuelas".

Vuestro amigo.

Gonzalo Fernández, cmf (gonzalo@claret.org)


3-7. Fray Nelson Jueves 26 de Mayo de 2005
Temas de las lecturas: La gloria del Señor llena la creación * Maestro, que pueda ver.

1. "Voy a traer a la memoria las obras del Señor"
1.1 Con estas palabras empieza la primera lectura de hoy. Es interesante observar que estamos ya en el capítulo 42 del libro Eclesiástico y es bello notar cómo ellas marcan como una nueva etapa, a esas alturas de uno de los libros más voluminosos de la Biblia. En los anteriores capítulos hay centeraes de reflexiones sobre la vida humana, las virtudes y los vicios, el amor y el valor, la amistad y los negocios. Después de todo ello, como en un nuevo comienzo, aparecen las palabras que hemos oído: ahora voy a recordar las obras del Señor.

1.2 Y las obras que este sabio autor recuerda van en dos grandes grupos: la naturaleza y la historia. Las de hoy corresponden al primer grupo; la primera lectura de la misa de mañana se referirá al segundo grupo.

1.3 ¿Qué pondera de la creación este hombre sabio? Ante todo, que es de Dios y le pertenece; luego, que es manifestación de su gloria; en tercer lugar, que Dios penetra los secretos y honduras que escapan a toda inteligencia creada; finalmente, que las cosas creadas se complementan unas a otras, de modo que la explicación de algo siempre nos remite a la existencia y obrar de algo más. Ese balance maravilloso, ese refluir de vida y de significado entre todas las cosas, causa una íntima alegría que no es otra sino la percepción de la belleza en su fuente.

2. "Jesús, ten compasión de mí"
2.1 El evangelio de hoy nos ayuda a tomar la actitud de corazón que nos ayudará a renovar al amor languidecido. Necesitamos de Cristo para amar a Cristo; necesitamos de Cristo para servir a Cristo; necesitamos de Cristo para alabar a Cristo. Y esa necesidad de la que el mismo Cristo nos hace conscientes tiene que volverse súplica, clamor, insistente oración, como la de aquel ciego: "Jesús, ¡ten compasión de mí!".

2.2 Podemos apelar a la justicia de Cristo cuando nos sentimos buenos y a la sabiduría de Cristo cuando nos sentimos sagaces; pero, ¿a qué apelaremos cuando nos sentimos pobres, desvalidos, endeudados? Sólo a la misericordia de nuestro Salvador.

2.3 Tal es precisamente la mejor actitud para recibir la comunión. ¿Quién presumirá de su inteligencia ante el misterio del altar, que desborda a toda inteligencia? ¿Quién alardeará de pureza o virtud delante de la santidad misma? Lo único nuestro que puede acercarnos al corazón de Dios es la humilde confianza con la que dejamos sus manos libres para amarnos, restaurarnos y bendecirnos.