JUEVES DE LA SEMANA 7ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Si 5, 01-10

1-1.

-No te apoyes en tus riquezas... No te dejes arrastrar por tu deseo y tu fuerza para seguir las pasiones de tu corazón...

No digas: «¿Quién podrá dominarme?» porque el Señor te castigará debidamente.

El sabio estigmatiza aquí la arrogancia y la suficiencia del hombre que, seguro de sí mismo, se cree invulnerable. La riqueza acentúa a menudo esa pretensión. El optimismo de Ben Sirac no le ciega: sabe que el hombre es frágil.

Tampoco Jesús tardará en llamar «¡insensato!» a ese hombre que se creía seguro porque sus cosechas habían sido excepcionales y estaba pensando en engrandecer sus graneros.

-No digas: «Pequé, y ¿qué me ha sucedido?» porque el Señor es paciente. No te sientas tan seguro del perdón que acumules pecado tras pecado.

La peor arrogancia es, ciertamente, la del pecador desvergonzado que se endurece en su ridícula pretensión. Si Dios no interviene constantemente para castigar el pecado es porque concede un plazo y espera pacientemente la conversión. Sería peligroso interpretar esta demora como una flaqueza de Dios, y aprovecharse de esa discreción divina para pecar más.

-No digas: «Su compasión es grande, el Señor perdonará la multitud de mis pecados.»

Porque en El hay misericordia pero también cólera y ésta se desahoga en los pecadores.

¿Tengo ese mismo punto de vista tan equilibrado?:

--El sentido de la compasión y de la misericordia de Dios, que son una llamada a la conversión.

--El sentido de su justicia y de su condena de todo mal, que son una llamada a la conversión.

-No tardes en volver al Señor, no lo difieras de día en día.

El fracaso forma parte de toda vida humana.

El pecado forma parte de toda vida humana.

Más condenable que el pecado es endurecerse en él, rehusar reconocerlo y remitir día a día la confesión de ese mal.

En efecto, el presuntuoso que no quiere reconocer su fracaso lo transforma en mal definitivo, haciendo casi imposible la conversión.

En cambio, el pecador que reconoce su pobreza y confiesa su falta abre con ello la posibilidad de una nueva partida por el recto camino.

¡Envía, Señor, tu Espíritu para que seamos lúcidos!

A menudo no sabemos discernir claramente el mal que cometemos.

-No lo difieras de un día para otro, pues de pronto salta la ira del Señor y perecerás el día del castigo.

No nos gusta este lenguaje.

Evidentemente hay que contar con el "antropomorfismo", que presta a Dios sentimientos humanos -como es el caso aquí de la «ira»-. Y si bien es verdad que no disponemos de otro lenguaje, es verdad también que las reacciones de Dios no son las del hombre. IRA/D:

Sin embargo, más cercano a nosotros, san Pablo habla también de la «ira» de Dios que, «desde el cielo reprueba toda impiedad e injusticia humana». (/Rm/01/18). Y el mismo Jesús utiliza ese lenguaje lleno de vehemencia para despertar, en lo posible, a los Saduceos y Fariseos de su tiempo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a vosotros escapar de la ira inminente? Convertíos. El hacha está ya puesta a la raíz de los árboles» (/Mt/03/07-10). Notemos de nuevo que esa ira sólo va dirigida al endurecimiento que abusa de la paciencia y de la misericordia de Dios. Sabemos en cambio, a través de todo el Evangelio a qué extremo llega la benevolencia de Dios para todo pecador que sabe reconocer su debilidad y acusarse de ella, como el publicano (Lc 18,10) y tantos otros hombres y mujeres que Jesús ha salvado.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 86 s.


1-2. /Si/05/01-15 /Si/06/01-04

Las exhortaciones del Eclesiástico, de sabio a discípulo, resuenan siempre sobre el horizonte de una convicción continua y permanente, aunque a veces implícita: ¡Eres libre!

Está en tu mano apoyarte en las riquezas, dejarte llevar por la fuerza que te arrastra a vivir según las pasiones de tu corazón; puedes incluso seguir pecando sin miedo, pues hasta ahora no te ha pasado nada. Y, por otra parte, puedes confiar en que la misericordia inmensa del Señor «perdonará mis muchos pecados» (5,6) Si quieres puedes vivir así, y quizá al final te salga bien. No le ha sido dado a la sabiduría del sabio prever con certeza el futuro de las personas, siempre incierto. La sabiduría tampoco niega que el Señor sea misericordioso y clemente; pero no puede menos de recordar su ira y su furor. Lo que la sabiduría ignora, y por eso se muestra prudente, es quién prevalecerá al final: el Señor misericordioso o el Señor airado. De hecho, la sabiduría no disimula su ignorancia: «El día de la venganza -dice a quien no le hace caso- perecerás» (9), dando a entender que no sabe nada de lo que pasará al día siguiente del castigo. Parece como si la ignorancia hiciera posible la libertad del hombre. Y por eso porque nadie sabe si hay un final ni cómo será, caso de que lo haya, el hombre queda totalmente libre frente a los dos caminos contrarios que puede emprender: el del sabio o el del pecador.

Estos dos caminos se abren constantemente ante el hombre el cual puede optar libremente por uno o por otro. De ninguno de los dos sabe cómo acaba. Pero uno de ellos se le presenta como recto. Es el comportamiento que le indica la sabiduría. Hay que evitar unas cosas y hacer otras. Es lo que enseña la experiencia. Pero, a su vez, la sabiduría se apoya en un convencimiento íntimo: la certeza que nace del corazón del hombre y que le dice que, si sigue el camino de la sabiduría, al final sólo puede esperar cosas buenas y ninguna mala. Puede ir también por el otro camino, el del pecado y la injusticia. Pero entonces debe saber a qué se expone, dado que nadie sabe adónde va a parar. Seguirlo es, cuando menos, una imprudencia, jugárselo todo neciamente.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 381 s.


2.- St 5, 1-6

2-1.

Por más que Santiago haya sido considerado como «conservador» -lo hemos visto en el Concilio de Jerusalén-, he ahí una página de acentos proféticos, que denuncia con violenta energía los abusos de la vida social y económica. Las encíclicas de los Papas, las llamadas del Concilio, las declaraciones episcopales, repiten esos temas en nuestro tiempo. No hay derecho a taparse los oídos ante esas palabras ásperas y verdaderamente revolucionarias. ¡El evangelio está comprometido en ello! Pero, ¡cuidado! una vez más no hay que cargar esto a la espalda de los demás: cada uno de nosotros es un hombre más o menos rico, en relación con otros...

-Sois vosotros, los ricos a quienes me dirijo: Llorad, lamentaos por las desgracias que están para caer sobre vosotros. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre. ¡Esta herrumbre os acusará y devorará vuestras carnes como fuego!

Es el tono de todos los profetas y son las mismas expresiones. Ver por ejemplo el profeta Amós 8.

No olvidemos que es también el tono de Jesús. Ver por ejemplo, los pasajes siguientes en el evangelio de Lucas, 12, 16-21; 16, 19-31; 6-24.

Evidentemente, no se trata de los que han aumentado sus bienes lenta y justamente al precio de su trabajo y de su competencia... sino de los que han sido verdaderamente explotadores y se han enriquecido a costa de los pobres.

Ese tipo de aprovechados desvergonzados se encuentra tanto en los países "capitalistas", como en los países "socializados"... sí, en todas partes hay gente que maneja inmensas fortunas en función de intereses particulares, en lugar de poner la mira en la promoción de los más pobres.

Pero si Santiago tiene en cuenta, en primer lugar ese caso de las grandes fortunas, cabe preguntarnos también cómo nos considera a nosotros... ¡a mí mismo! Sería muy extraño que yo no tuviera ningún apego al dinero. No hay que engañarse. Señor, ilumíname sobre mi apego a los bienes de la tierra.

-Habéis acumulado riquezas «en estos días que son los últimos».

Santiago no se refiere aquí al uso normal y moderado del dinero, sino a los que "amontonan", a los que hacen el dinero ¡a montones! La imagen es sugestiva. Ciertamente ¡hay demasiadas diferencias, demasiadas desigualdades entre los innumerables pobres que no tienen lo suficiente para su sustento y los que tienen los medios de «amontonar» y de «malgastar»!

La razón dada por Santiago es de orden religioso: «estamos en los últimos tiempos»... El Reino de Dios ha llegado... ha comenzado el Fin de los tiempos...

Verdaderamente es así, nadie puede olvidar esto: se me pedirá cuenta de mi «gestión»... como dice Jesús en el evangelio (Lucas 16). Mi comportamiento frente al dinero no lo juzgaré yo, sino Dios.

-El salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando y las reivindicaciones de los segadores han llegado a oídos del Señor del Universo...

Con bastante regularidad, en la historia se ha acusado a la Iglesia de «hacer política», cuando ha repetido esas cosas. Y se dice entonces: «habladnos de Dios, ¡manteneos en lo espiritual!» ¡Pues bien! Justamente, hablemos de Dios: «sus oídos oyen el grito de aquellos a quienes oprimimos».

El motivo de la Iglesia es precisamente Dios. Dios que quiere Justicia.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 86 s.


3.- Mc 9, 40-49

3-1.

-El que os diere un vaso de agua...

"Un vaso de agua"... Casi nada.

Es el símbolo del más pequeño servicio que pueda hacerse a alguien: ¡tan solo un vaso de agua.

-En razón de pertenecer a Cristo...

Jesús subraya la dignidad extraordinaria del "discípulo": pertenece a Cristo. El más pequeño de los creyentes, el más humilde discípulo de Jesús, ¡representa a Jesucristo! Jesús se identifica con el menor de los cristianos.

-En verdad os digo que no será defraudado de su recompensa

Es una verdad sorprendente que Jesús repetirá y desarrollará a lo largo de su discurso sobre el Juicio final (Mateo, 25, 31-45). Lo que hicisteis con alguno de mis hermanos más pequeños conmigo lo hicisteis".

Importancia de los menores gestos. Nada es pequeño.

¡Cuántas ocasiones dejo que se pierdan!

-Y al que escandalizare a uno de esos pequeñuelos que creen en mí, mucho mejor le fuera que le ataran al cuello una de esas muelas de molino que mueve un asno y ¡le echaran al mar! Después del consejo "positivo" -dar un vaso de agua-, la puesta en guardia "negativa" -no escandalizar-. Pero de hecho es la misma conducta: ¡la atención a los demás! Descubrimos aquí un nuevo aspecto de Jesús: su violencia interior, su capacidad de vehemencia. Me imagino que no pronunció estas palabras ¡de un modo dulzón y azucarado! Y la imagen que utiliza hace temblar: "¡más le valiera que le echaran al mar atado a una muela de molino!" ¿De quién se trata? ¿Quién es el hombre que merece tal suerte? El que ha arrastrado a otro al pecado." ¡Señor! ¡Señor! Ten piedad de nosotros.

-Si tu mano te "escandaliza", te arrastra al "pecado", córtatela...

Si tu pie te "escandaliza', córtatelo...

Si tu ojo te "escandaliza, arráncatelo...

Sólo Jesús tiene derecho a decir palabras semejantes: Sólo El sabe, verdaderamente, qué es el "pecado". ¡Es algo muy serio! ¡Es dramático!

-Mejor te será entrar tuerto al reino de Dios, que con ambos ojos ir a la gehena.

La vida eterna merece todos los sacrificios. Ayúdanos, Señor.

¿Somos capaces de esa elección radical, absoluta? ¡Nuestra libertad no es un juego... para hacer como si...!

-Buena es la sal; pero si la sal se hace sosa, ¿con qué se la salará? Tened sal en vosotros y vivid en paz unos con otros.

Marcos ha agrupado aquí una serie de consejos de Jesús sobre la vida fraterna: nada de querellas sobre prelaciones entre vosotros, sed servidores los unos de los otros, dejad a todo el mundo hacer el bien, ayudaros unos a otros, no seáis escándalo para nadie, vivid en paz...

Y todo esto, después que les anunciara su propia Pasión: la moral cristiana está, por entero, ligada a Jesús. ¡Si por lo menos en nuestras familias, en nuestras comunidades cristianas se tuvieran esas exigencias profundas!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 340 s.


3-2.

1. (año I) Sirácida 5,1-10

a) El sabio nos da hoy a todos, a los ricos y a los no ricos, un serio aviso: «No confíes en tus riquezas... no confíes en tus fuerzas, porque el Señor te exigirá cuentas».

Unos se sienten demasiado seguros porque se fían de sus riquezas. Otros se sienten «poderosos» porque se escudan falsamente en la bondad y la paciencia de Dios: «He pecado y nada malo me ha sucedido, porque él es un Dios paciente». Esta no debe ser excusa para hacer nuestro capricho. Porque Dios tiene mucha paciencia, pero también es justo y sabe enfadarse «y su ira recae sobre los malvados».

b) Los cristianos podemos tener la tentación de la excesiva confianza. que nos lleva a la indolencia. Fiados en la misericordia de Dios, podemos dejar para mañana nuestra decisión firme de seguir sus caminos.

Seguramente no será nuestro caso como el de los ricos, que tienen que oir lo de que «no confíes en tus riquezas injustas, que no te servirán el día de la ira». Pero sí podríamos caer en la trampa de poner nuestras seguridades en otros valores que nos hacen «poderosos» y autosuficientes. Aquí se nos dice que no nos fiemos de nuestras fuerzas, ni estemos demasiado satisfechos de cómo vaya nuestra vida. Más bien tendríamos que pensar si estamos dando los frutos que Dios esperaba de nosotros y preocuparnos de no defraudarle.

Oigamos como dirigida a nosotros la consigna del sabio: «No tardes en volverte a él y no des largas de un día para otro». Porque seria muy triste que, regateando a Cristo nuestra fidelidad, abusando de la misericordia de Dios y dejando siempre para mañana nuestra conversión, «para lo mismo responder mañana», nos quedáramos enanos espiritualmente y no hiciéramos el bien que él había pensado que haríamos colaborando en la salvación del mundo.

El salmo nos hace decir, por una parte, «dichoso el que ha puesto su confianza en el Señor». Pero, por otra, nos recuerda que «dichoso el que no sigue el consejo de los impíos ni entra por la senda de los pecadores, sino que su gozo es la ley del Señor». ¿Queremos ser «paja que arrebata el viento», sin fruto, sin consistencia, o bien «un árbol plantado al borde de la acequia, que da fruto en sazón»?

1. (año II) Santiago 5,1-6

a) Ayer Santiago amonestaba a los ricos para que no tuvieran excesivo entusiasmo por los planes futuros. Hoy sigue atacándolos, y muy duramente. por el modo injusto de acumular sus riquezas. Nada menos que los compara con los cerdos, a quienes se ceba para luego matarlos. Los ricos que viven con lujo, entregados al placer, están engordando para el día de la matanza.

Los ricos encausados aquí son aquellos cuya riqueza está corrompida, los aprovechados que han defraudado el jornal del obrero y del segador: los gritos de estos pobres llegan hasta el cielo y serán las pruebas básicas el día del juicio.

Qué sabio -y qué duro- se nos muestra el autor del salmo: «Éste es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos: son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor... No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se Ilevará nada...». Mientras que Jesús nos ha asegurado: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos».

b) Aquí quedan descalificados todos los que se encuentran satisfechos de sí mismos y que tal vez para acumular su felicidad propia han pasado por encima de la de los demás. La justicia social es fundamental: sin ella no podemos decir que somos buenos cristianos.

¿Nos sentimos aludidos de alguna manera nosotros? ¿defraudamos a los otros algo que les debemos: nuestro tiempo, nuestro interés, nuestra ayuda desinteresada? ¿tratamos a los demás como a nosotros mismos, según la consigna que nos dio Jesús? ¿les amamos de veras? ¿o bien somos egoístas, encerrados en nuestros planes y en nuestras satisfacciones'? También «los buenos» podemos faltar, no sólo a la caridad y a la solidaridad, sino incluso a la justicia.

¿Dónde nos encontramos mejor retratados en el salmo: en la descripción de los ricos que van al abismo, o en la de los pobres, de los que es el Reino de los cielos?

2. Marcos 9,40-49

a) El evangelio de hoy nos recuerda una serie de rasgos que deberían presentar los que quieren seguir a Jesús:

- el que dé un vaso de agua a los seguidores de Jesús, tendrá su premio,

- al que escandalizare a «uno de estos pequeñuelos que creen», o sea, a los débiles, más le valdría que le echasen al fondo del mar.

- si la mano o el pie o el ojo nos escandalizan, sería mejor que supiéramos prescindir de ellos, porque es más importante salvarnos y llegar a la vida, aunque sea sin una mano o un pie o un ojo,

- varias frases sobre la sal: la sal que salará al fuego (¿purificando a los fieles y haciéndolos agradables para Dios?), la sal que se vuelve insípida y ya no sirve para nada, y la sal que debemos tener en nuestras relaciones con los demás (sal como símbolo de gracia y humor).

b) Ojalá en nuestra convivencia -familiar o comunitaria- tengamos en cuenta estas cualidades que Cristo quiere para los suyos:

- que sepamos dar un vaso de agua fresca al que la necesita, y no sólo por motivaciones humanas, sino viendo en el prójimo al mismo Cristo («me disteis de beber»); quien dice un vaso de agua dice una cara amable y una mano tendida y una palabra animadora;

- que tengamos sumo cuidado en no escandalizar -o sea, poner tropiezos en el camino, turbar, quitar la fe, hacer caer- a los más débiles e inocentes; Pablo recomendaba en su primera carta a los Corintios una extrema delicadeza de los «fuertes» en relación a los «débiles» de la comunidad, para no herir su sensibilidad; nuestras palabras inoportunas y nuestros malos ejemplos pueden debilitar la voluntad de los demás y ser ocasión de que caigan; es muy dura esta palabra de Jesús para los que escandalizan a los débiles;

- que sepamos renunciar a algo que nos gusta mucho -Ia mano, el pie, el ojo- si nos damos cuenta de que nos hace mal, que nos lleva a la perdición, o sea, nos «escandaliza»; aquí somos nosotros los que nos escandalizamos a nosotros mismos, porque estamos cogiendo costumbres que se convertirán en vicios y porque nos estamos dejando esclavizar por malas tendencias; el sabio es el que corta por lo sano, sin andar a medias tintas, antes que sea tarde; como el buen jardinero es el que sabe podar a tiempo para purificar y dar más fuerza a la planta. El seguimiento de Cristo exige radicalidad: como cuando Jesús le dijo al joven rico que vendiera todo, o cuando dijo que el tesoro escondido merecía venderlo todo para llegarlo a poseer, o cuando afirmó que el que quiere ganar la vida la perderá:

- que seamos sal en la comunidad para crear una convivencia agradable, armoniosa, con humor. El que crea un clima de humor, de serenidad, de gracia, quitando hierro en los momentos de tensión, fijándose en las cosas buenas: ése es para los demás como la sal que da gusto a la carne o la preserva de la corrupción.

«No confíes en tus fuerzas para seguir tus caprichos» (1ª lectura)

«Dichoso aquél cuyo gozo es la ley del Señor y medita su ley día y noche» (salmo, I)

«Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos» (salmo, II)

«No te preocupes si se enriquece un hombre: cuando muera no se llevará nada» (salmo, II)

«Vivid en paz unos con otros» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 196-200


3-3. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

La Iglesia está en el mundo para mantener en alto la memoria viva del Jesús vivo y para dar cumplimiento a ese encargo de "Haced esto en memoria mía" hasta que vuelva.

Hasta que Él vuelva de nuevo seguiremos repitiendo aquellas palabras sagradas que Jesús pronunció en la última cena en las que actualiza lo que dice. Jesús se hace presente entregado por nosotros. La Pasión y la Muerte del Señor en su realidad eterna son reproducidas bajo una forma tal que ha de vivir de ella nuestra existencia cristiana como el cuerpo vive del alimento y de la bebida materiales.

No, no es una simple evocación de un acontecimiento que pasó -la pasión y muerte de Nuestro Señor- que sólo se hace presente en la memoria. Ni tampoco es la actualización de algún gesto de Jesús -su gesto de curar a los enfermos o de resucitar a los muertos- que acontece en los sacramentos normales de la Iglesia.

Es sencillamente la presencialización de ese Jesús eterno que vive en la gloria del Padre y de su momento cumbre, su Pasión y muerte, bajo los signos sacramentales de pan y de vino.

A nosotros todo esto nos parece imposible, a nosotros que no estamos acostumbrados al mundo de Dios. Pero si Dios pudo un día hacerse hombre por amor a los hombres, ¿cómo Dios no va a poder continuar entre los hombres bajo las especies de pan y vino por amor a los hombres? Sigue amándonos infinitamente.

Tenemos que movernos en otras coordenadas para entender todo esto. Pensemos que desde la altura de las montañas se ve mejor el mundo que desde la arena de las playas. Igualmente desde la altura de Dios vemos mejor el mundo. ¿Nos atreveremos de una vez por todas a contemplar las cosas a la luz de la Palabra de Dios?

Vuestro amigo.

Patricio García, cmf (patgaba@hotline.com)


3-4. CLARETIANOS 2003.

¿Por qué las personas sabias son humildes? Quizá porque han comprendido que no pueden fiarse de sus fuerzas. Esta humildad no tiene nada que ver con una autoestima baja sino con una percepción muy profunda de la condición humana. Por eso nuestro buen amigo Jesús Ben Sira escribe: No confíes en tus fuerzas para seguir tus caprichos; no sigas tus antojos y codicias ni camines según tus pasiones.

Por el contrario, el salmo 1, canta al hombre que ha puesto su confianza en el Señor: Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón, y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. ¡Cómo me gusta esta imagen! He vuelto sobre ella muchas veces. Del árbol sólo vemos el tronco, las ramas y, en el momento oportuno, las hojas y los frutos. Pero no vemos que sus raíces absorben el agua de la acequia. ¿No os parece hermosa esta imagen para explicar en qué consiste la genuina experiencia de Dios? Si el árbol “exhibiera” sus raíces, se secaría en seguida. Dejemos que unos frutos sencillos, a su tiempo, den cuenta del agua que los ha hecho nacer. Pero no nos empeñemos en exhibir las raíces. Dejarían de transmitir vida.

El evangelio de hoy termina con un dicho relativo a la sal: Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con que la sazonaréis? Repartíos la sal y vivid en paz unos con otros. Reconozco que no me resulta fácil entender estas palabras después de haber leído las referidas al escándalo de los pequeños. ¿A qué viene la alusión a la sal? Probablemente detrás de estas palabras está la imagen de los ritos sacrificiales en los que los animales eran rociados con sal antes de ser entregados a las llamas (cf Ez 43,34). Para los seguidores de Jesús, estas palabras son, pues, como una predicción de las pruebas purificadoras por las que han de pasar. En ellas han de mantener el espíritu de lucha y de sacrificio. ¡Seamos todo lo salados que podamos!

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-5. 2001

COMENTARIO 1

v. 13. El paso a la parte pagana del lago (16,5) tenía por objeto salir del territorio judío. Cesarea de Filipo era la capital del terri­torio gobernado por este tetrarca, hermano de Herodes Antipas (cf. Lc 3,1). Para proponer a sus discípulos la cuestión de su iden­tidad, Jesús los saca del territorio donde reina la concepción del Mesías davídico.

Primera pregunta: cuál es la opinión de la gente (los hombres) sobre Jesús («el Hijo del hombre» = «el Hombre»). El Hombre es el portador del Espíritu de Dios (cf. 3,16s); por contraste, «los hombres» en general son los que no están animados por ese Es­píritu, los que no descubren la acción divina en la realidad de Jesús.

«El Hombre/este Hombre»: la expresión se refiere claramente a Jesús, en paralelo con la primera persona («yo») de la pregunta siguiente (15). Este pasaje muestra con toda evidencia que Mt no interpreta «el Hijo del hombre» como un título mesiánico. Resul­taría ridículo que Jesús, cuando va a proponer a los discípulos la pregunta decisiva, les dé la solución por adelantado; incomprensi­ble sería, además, la declaración de que Pedro había recibido tal conocimiento por revelación del Padre (17), si Jesús mismo se lo había dicho antes.



v. 14. La gente asimila a Jesús a personajes conocidos del AT. O bien es una reencarnación de Juan Bautista (cf. 14,2) o Elías, cuyo retorno estaba anunciado por Mal 3,23; Eclo 48,10. Para Je­remías, cf. 2 Mac 15,13ss. En todo caso, ven en Jesús una conti­nuidad con el pasado, un enviado de Dios como los del AT. No captan su condición única ni su originalidad. No descubren la novedad del Mesías ni comprenden, por tanto, su figura.



v.v. 15-16. Pregunta a los discípulos, que han acompañado a Jesús en su actividad y han recibido su enseñanza. Simón Pedro (nombre más sobrenombre por el que era conocido, cf. 4,18; 10,2) toma la iniciativa y se hace espontáneamente el portavoz del grupo.

Las palabras de Pedro son una perfecta profesión de fe cris­tiana. Mt no se contenta con la expresión de Mc 8,29: «Tú eres el Mesías», que Jesús rechaza por reflejar la concepción popular del mesianismo (cf. Lc 9,20: «el Mesías de Dios» «el Ungido por Dios»). La expresión de Mt la completa, oponiendo el Mesías Hijo de Dios (cf. 3,17; 17,5) al Mesías hijo de David de la expectación general. «Hijo» se es no sólo por haber nacido de Dios, sino por actuar como Dios mismo. «El hijo de Dios» equivale a la fórmula «Dios entre nosotros» (1,23). «Vivo» (cf. 2 Re 19A.16 [LXX], Is 37, 4.17; Os 2,1; Dn 6,21) opone el Dios verdadero a los ídolos muertos; significa el que posee la vida y la comunica: vivo y vivificante, Dios activo y salvador (Dt 5,26; Sal 84,3; Jr 5,2). También el Hijo es, por tanto, dador de vida y vencedor de la muerte.



v. 17. A la profesión de fe de Simón Pedro responde Jesús con una bienaventuranza. Llama a Pedro por su nombre: «Simón». «Bar-Jona» puede ser su patronímico: hijo de Jonás; se ha inter­pretado también como «revolucionario», en paralelo con Simón el Fanático o zelota (10,4). Jesús declara dichoso a Simón por el don recibido. Es el Padre de Jesús (correspondencia con «el Hijo de Dios vivo») quien revela a los hombres la verdadera identidad de éste. Relación con 11,25-27: es el Padre quien revela el Hijo a la gente sencilla y el Hijo quien revela al Padre.

Pedro pertenece a la categoría de los sencillos, no a la de los sabios y entendidos, y ha recibido esa revelación. Es decir, los dis­cípulos han aceptado el aviso de Jesús de no dejarse influenciar por la doctrina de los fariseos y saduceos (16,12) y están en disposición de recibir la revelación del Padre, es decir, de comprender el sen­tido profundo de las obras de Jesús, en particular de lo expresado en los episodios de los panes (cf. 16,9s). Han comprendido que su mesianismo no necesita más señales para ser reconocido. La reve­lación del Padre no es, por tanto, un privilegio de Pedro; está ofre­cida a todos, pero sólo los «sencillos» están en disposición de reci­birla. Se refiere al sentido de la obra mesiánica de Jesús.

«Mi Padre del cielo» está en paralelo con «Padre nuestro del cielo» (6,9). Los que reciben del Padre la revelación sobre Jesús son los que ven en Jesús la imagen del Padre (el Hijo), y los que reciben de Jesús la experiencia de Dios como Padre (bautismo con Espíritu Santo) pueden invocarlo como tal.



v. 18. Jesús responde a la profesión de fe de Pedro (16: «Tú eres»; 18: «Ahora te digo yo: Tú eres»). Lo mismo que, en la de­claración de Pedro, «Mesías» no es un nombre, sino indica una función, así «Piedra» en la declaración de Jesús.

-Hay en ella dos términos, «piedra» y «roca», que no son equiva­lentes. En griego, petros es nombre común, no propio, y significa una piedra que puede moverse e incluso lanzarse (2 Mac 1,16; 4,41: piedras que se arrojan). La «roca», en cambio, gr. petra, es símbolo de la firmeza inconmovible. En este sentido usa Mt el término en 7,24.25, donde constituye el cimiento de «la casa», figura del hombre mismo.

De hecho, los pasajes de 7,24s y 16,16-18 están en paralelo. En el primero se trata de la vida individual del seguidor de Jesús; en el segundo, de la vida de su comunidad. La primera se concibe como una casa; la segunda, como una ciudad (iglesia) (cf. 27,53), es decir, como una sociedad humana.

En este pasaje expone Mt su tratado sobre la fe en Jesús. Esta es la que permite la construcción de una sociedad humana nueva, la «iglesia de Jesús» o Israel mesiánico (cf. ekklesía, la asamblea del Señor del antiguo Israel, Dt 23,2-4; Jue 20,2), que equivale al reinado de Dios en la tierra, al reino del Hombre (13,41). Su base inamovible es la fe en Jesús como Mesías hijo de Dios vivo. Todo el que dé tal adhesión a Jesús será «piedra» utilizable para la cons­trucción de la ciudad.

«El poder de la muerte», lit. «las puertas del Abismo», o reino de la muerte. Se representa el reino de la muerte como una ciudad rival, como una plaza fuerte con puertas que representan su poder y que combate la obra de Jesús (cf. Is 38,10; Job 38,17; Sal 9,14; 107,18; Sab 16,13). «No la derrotará» indica la victoria sobre la muerte, la indefectibilidad de la ciudad de Jesús, la permanencia del reino de Dios; pero no solamente en su etapa terrestre, sino incluso a través de la muerte misma, Jesús es el dador de vida («el Hijo de Dios vivo») y su obra no puede estar sujeta a la muer­te. Se refleja aquí el contenido de la última bienaventuranza, que anunciaba la persecución para los que son fieles a la opción propuesta por Jesús (5,10s). También otros pasajes, por ej., el ya citado de 7,24s y el de 10,28, sobre no temer a los que pueden matar el cuerpo.



v. 19. Con dos imágenes paralelas se describen ciertas funciones de los creyentes. En la primera, el reino de Dios se identifica con la iglesia o comunidad mesiánica. Continúa la imagen de la ciudad con puertas. Los creyentes, representados por Pedro, tienen las llaves, es decir, son los que abren o cierran, admiten o rechazan (cf. Is 22,22). Se opone esta figura a la que Jesús utilizará en su denuncia de los fariseos (23,13), quienes cierran a los hombres el reino de Dios. La misión de los discípulos es la opuesta: abrirlo a los hombres.

Sin embargo, no todos pueden ser admitidos, o no todos pueden permanecer en él, y esto se explicita en la frase siguiente. «Atar, desatar» se refiere a tomar decisiones en relación con la entrada o no en el reino de Dios. La expresión es rabínica. Procede de la función judicial, que puede mandar a prisión y dejar libre. Los rabinos la aplicaron a la explicación de la Ley con el sentido de declarar algo permitido o no permitido. Pero, en este pasaje, el paralelo con las llaves muestra que se trata de acción, no de en­señanza.

El pasaje no está aislado en Mt. Su antecedente se encuentra en la curación del paralítico, donde los espectadores alababan a Dios «por haber dado tal autoridad a los hombres» (9,8). La «autoridad» de que habla el pasaje está tipificada en Jesús, el que tiene autori­dad para cancelar pecados en la tierra (9,6). Esa misma es la que transmite a los miembros de su comunidad («desatar»). Se trata de borrar el pasado de injusticia permitiendo al hombre comenzar una vida nueva en la comunidad de Jesús. Otro pasaje que explica el alcance de la autoridad que Jesús concede se encuentra en 18, 15-18. Se trata allí de excluir a un miembro de la comunidad («atar») declarando su pecado.

Resumiendo lo dicho: Simón Pedro, el primero que profesa la fe en Jesús con una fórmula que describe perfectamente su ser y su misión, se hace prototipo de todos los creyentes. Con éstos, Jesús construye la nueva sociedad humana, que tiene por funda­mento inamovible esa fe. Apoyada en ese cimiento, la comunidad de Jesús podrá resistir todos los embates de las fuerzas enemigas, representadas por los perseguidores. Los miembros de la comuni­dad pueden admitir en ella (llaves) y así dar a los hombres que buscan salvación la oportunidad de encontrarla; pueden también excluir a aquellos que la rechazan. Sus decisiones están refrenda­das por Dios mismo.

COMENTARIO 2

Los textos de la fiesta de hoy están especialmente dirigidos a todos los que en el Iglesia ejercen algún tipo de autoridad o ministerio, sean laicos o ministros ordenados. Un ministro es, ante todo, un "anciano", es decir, el que conserva la memoria histórica de la tradición que le da sabiduría y madurez. La legitimidad y autoridad de un ministro está en ser testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de su resurrección, vivida en la vida diaria y en los sacramentos del Bautismo y la Eucaristía.

Un ministro, aunque elegido por Jesús como lo fue Pedro, es también un ser humano. Por eso el texto nos exhorta a ser pastores del Pueblo de Dios teniendo cuidado de no cometer tres errores: el ser ministros forzados por el poder, no siguiendo voluntariamente la voluntad de Dios; o ser pastores deshonestos, motivados por la ganancia; o, el error peor de todos, ser ministros autoritarios, opresores de nuestra comunidad. Si Pedro nos exhorta contra estos tres errores, fue porque ya existían en la Iglesia de los orígenes y porque era un peligro real en la Iglesia del futuro.

Nosotros hoy, igual que Pedro, debemos ser, como discípulos y ministros de Cristo, esa roca sobre la cual Jesús quiso edificar su Iglesia. Seremos roca, si tenemos la fe de Pedro, fundada no en convicciones humanas, sino en la revelación de la Palabra de Dios. Jesús también nos da hoy la misión de vigilar si la Iglesia está en sintonía o no con el Reino de Dios.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-6. 2002

COMENTARIO 1

v. 41 «Además, quien os dé a beber un vaso de agua por razón de que sois del Mesías, no quedará sin recompensa, os lo aseguro».

Si los Doce, en la misión, reflejan la figura de Jesús Mesías, llevarán también ellos la presencia de Jesús y del Padre, que será la recompensa del que los acoge (cf. 9,37).

Estas dos perícopas son complementarias: La del «chiquillo» (9, 33b-37) muestra lo que significa «estar con Jesús» (3,14), es decir, identi­ficarse con él, renunciando a la ambición de preeminencia y adoptando su actitud de servicio; el grupo de seguidores no israelitas lo cumple, pero los Doce no. La segunda perícopa, la del que expulsa demonios (9,38-41), ejemplifica la misión liberadora (3,14-15) que realiza el grupo no israelita, mientras los Doce fracasan en ella: al seguir apegados a las categorías del judaísmo, no «están con Jesús» y no tienen alternativa que proponer.

El intento del grupo de los Doce de impedir la misión de los que no se atienen a sus categorías refleja, sin duda, conflictos pertenecientes a la época de Marcos. Se hace patente la polémica de este evangelista contra los círculos cristianos judaizantes.

v. 42 «Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mi, mas le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar».

Aviso de Jesús: peor que morir es hacer daño a los pequeños (opuesto a «más grande», 9,34), a los que no tienen ambición de honor o preemi­nencia y adoptan una actitud de servicio (9,35), condición del verdadero seguimiento. Se trata, como antes, de los seguidores no israelitas (uno de estos pequeños 9,37: «uno de estos chiquillos»). El escándalo existe cuan­do hay en la comunidad quienes pretenden ser más grandes, ser servi­dos en lugar de servir (10,45), poniéndose por encima de otros como superiores a ellos. Esta ambición pondría en peligro la adhesión de «los pequeños» a Jesús.

Sigue la polémica de Mc contra los que pretenden deformar el men­saje de Jesús introduciendo modos de actuar frecuentes en el judaísmo.

vv. 43-48 «Si tu mano te pone en peligro, córtatela; más te vale entrar manco en la vida que no ir con las dos manos al quemadero, al fuego inextinguible. Y si tu pie te pone en peligro, córtatelo; mas te vale entrar cojo en la vida que no con los dos pies ser arrojado al quemadero. Y si tu ojo te pone en peligro, sácatelo; más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que no ser arrojado con los dos ojos al quemadero, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga».

Hay que hacer opciones, por dolorosas que sean, pues son opciones entre el éxito y el fracaso de la existencia: toda actividad (simbolizada por la mano), conducta (el pie) o aspiración (el ojo), que busca prestigio y superioridad, está viciada y hay que suprimirla, pues pone en peligro la fidelidad al mensaje y bloquea el desarrollo personal.

Las imágenes que usa Jesús son fuertes: hay que extirpar todo lo que en uno mismo se oponga al mensaje y cause daño a los que quieren ser fieles a él. Sólo esta decisión lleva a la vida, la opción contraria lleva a la muerte. «La vida» (43.45) está en paralelo con «el reino de Dios» (47); se trata, por tanto, de asegurar la plenitud de vida tanto en el mundo pre­sente como en el futuro.

La expresión «el gusano que no muere y el fuego que no se apaga» está tomada de un texto profético (Is 66,24) que se refiere a cadáveres que se queman, no a vivos que sufren; la yuxtaposición de gusanos y fuego, que serían incompatibles, relativiza las imágenes. No se describe con ellas un tormento eterno, sino una destrucción total.

v. 49 «Es decir, cada cual ha de salarse con un fuego».

La sal, que impedía la corrupción de los alimentos, sirve como ima­gen de la fidelidad al mensaje. Para mantener esa fidelidad el seguidor de Jesús necesita autodisciplina, expresada con la imagen compleja de un fuego, elemento doloroso, pero que sala y conserva, opuesto al fuego que destruye (48).

v. 50 «¡Qué buena es la sal! Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué podréis salaría? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».

El tríptico termina con un colofón, que pondera la excelencia de la fidelidad (la sal). Pero si en una comunidad la fidelidad fuese mera­mente exterior, sólo de nombre (sal sosa), su situación no tendría reme­dio (cf. 7,6). Termina con una exhortación a la unidad: la fidelidad de todos al mensaje (tened sal entre vosotros) conservará la paz en la comu­nidad.


COMENTARIO 2

Si el chiquillo o criadito de la lectura de antes de ayer simbolizaba la actitud de servicio que deben tener los seguidores de Jesús, el escándalo en la comunidad viene cuando hay gente que no tiene esta actitud de servicio y se pone por encima de los demás. Esta actitud de prepotencia y superioridad pone en peligro a la comunidad de Jesús que es una comunidad donde todos son iguales e impide que los pequeños, aquellos que entienden su relación con los demás como servicio desinteresado a los demás, se adhieran al grupo cristiano.

Por eso en la comunidad, toda actividad (simbolizada por la mano), conducta (el pie) o aspiración (el ojo) que busca prestigio y superioridad está viciada y hay que suprimirla, pues pone en peligro la fidelidad al mensaje de Jesús y bloquea el desarrollo personal.

Somos tanto más personas cuanto más libres, más iguales, más acogedores y más solidarios seamos. Y la actitud de prepotencia, de superioridad, de dominación impide estos grandes valores humanos y cristianos. Por eso esta actitud de superioridad y deseo de dominio no puede darse en la comunidad y hay que arrancarla de cuajo: si tu mano... si tu pie... si tu ojo te pone en peligro, arráncatelo... ¿Estamos dispuestos a ello?

1. J. Mateos-F. Camacho, Marcos. Texto y Comentario. Ediciones El Almendro. Córdoba

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. DOMINICOS 2003

Salmo del hombre honrado
El salmo primero del salterio davídico es un canto al “hombre dichoso”, al que procede en su vida con rectitud y acaba dando frutos que benefician a los hermanos, al mismo tiempo que proclaman la gloria de Dios. Recitémoslo de entrada a la celebración litúrgica de este día.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Será dichoso pues no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos.
Su gozo es la ley del Señor, y la medita día y noche.
Por eso, será como árbol plantado al borde la acequia:
dará fruto en su sazón,
no se marchitarán sus hojas,
y cuanto emprenda tendrá buen fin.
No sucederá así a los impíos.
Éstos serán paja que arrebata el viento,
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal (Salmo1, 1-6)
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, Tú no quieres que nos guíe el consejo impío, que frecuentemos el camino de cínicos y pecadores, que vivamos como paja lanzada al viento; quieres de nosotros discernimiento, meditación, sensatez, solidaridad, justicia, adoración. Otórganos la gracia de no caer en la impiedad y de comprender la belleza de la virtud. Amén.
 
Palabra de verdad y agua en caridad
Libro del Eclesiástico, 5, 1-10:
“No confíes en tus riquezas. No digas: Soy poderoso. No confíes en tus fuerzas para seguir tus caprichos. No sigas tus antojos y codicias ni camines según tus pasiones... No digas: ‘He pecado y nada malo me ha sucedido’, porque Él, Dios, es paciente... No te fíes del perdón de Dios para añadir culpas a culpas, pensando: Es grande su compasión y me perdonará... No tardes en volverte a Él ni des largas de un día para otro; porque su furor brota de repente, y el día de la desgracia perecerás”
Este cúmulo de consejos del “sabio religioso” deja al descubierto los caminos torcidos del hombre pecador, quien, abusando de Dios y de sí mismo, juega con lo divino y lo humano como si el Señoer fuera un muñeco a su disposición. ¡Demasiado serio y grave!
Evangelio según san Marcos 9, 40-49:ç
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El que os dé de beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al infierno...”
Este lenguaje del Reino resulta admirable, pero extremoso. Por un vaso de agua, obra de amor, vida eterna. Por un escándalo, que mancilla la inocencia, inmersión en el mar, condenación. Por un golpe de mano lasciva o rapaz, corte del miembro.

Momento de reflexión
Sería horrible caer en manos de un Dios airado.
El libro del Eclesiástico habla hoy para nosotros, es decir, para personas tenemos algún conocimiento, por revelación divina, de la justicia, bondad, ternura y misericordia entrañable de Dios. Y lo hace sirviéndose de un lenguaje y giro psicológico-espiritual que llama la atención.
Decimos eso porque, en el fondo, trata de invitarnos a que reflexionemos sobre la incoherencia que supondría en nuestra vida y conducta responsable querer abusar de la magnanimidad del corazón de Dios que se nos descubre “rico en misericordia”. Sí, Dios es para nosotros un Padre que nos crea, conserva, acoge, comprende con inmenso amor, y que, además, es rico en “perdonar nuestras infidelidades hasta setenta veces siete”.
Pero ¿cómo seremos tan insensatos que, para satisfacer impunemente nuestros caprichos y pasiones, nos atrevamos alguna vez a programar “infidelidades” porque sabemos que Él aplica con amor un amplísimo programa de perdones? Sería difícil cometer error más grande que el de reírse de Dios. Él sabe perdonar, porque sabe amar y sabe escuchar el llanto arrepentido de sus hijos, pero ¡desdichado del hombre que pecando contra el Espíritu caiga en manos de Dios Juez!
Ya que arrastramos la debilidad y miserias, seamos al menos humildes pecadores que reconocemos nuestros errores y suplicamos perdón. Que las obras de amor hablen por nosotros.
Valor casi infinito de un vaso de agua dado con amor.
Tan extremoso es Dios, nuestro Padre, en el amor que nos dedica que rompe todos los moldes.
Lo mismo que nos perdona “setenta veces siete”, regala la vida eterna al que sabe amar de verdad, al que sabe amar sin fijarse en la magnitud material de la obra que realiza. ¿Sólo puede dar un vaso de agua? Pues basta un vaso de agua dado con amor a un sediento en el camino o a un enfermo en su lecho de dolor...
Tan fino hila Dios que “no entiende” escándalos como el de mancillar una conciencia inocente, formar a los jóvenes en el error o inspirar pasionalmente cualquier tipo de desorden moral, social, religioso, por ganar un puñado de monedas. 


3-8. ACI DIGITAL 2003

40. Nosotros: Así reza el texto griego según Merk. Algunos códices dicen vosotros, como en Luc. 9, 50. La variante parece acentuar más aún la diferencia que Jesús establece entre El - que es el fin (Mat. 12, 30) - y nosotros simples medios. Cf. Filip. 1, 15 ss.; Núm. 11, 24 - 30. 43. Véase Mat. 5, 29 s.; 18, 8 y notas. Cf. Prov. 5, 8; Ecli. 9, 4. Gehenna: infierno Cf. Mat. 5, 22 y nota: Mas Yo os digo: "Todo aquel que se encoleriza contra su hermano, merece la condenación; quien dice a su hermano "racá" merece el sanhedrín; quien le dice "necio" merece la gehenna del fuego. Se trata aquí de fórmulas abreviadas de maldición. Se pronunciaba una sola palabra, mas el oyente bien sabía lo que era de completar. Tomado por sí solo, racá significa estúpido y necio en las cosas que se refieren a la religión y al culto de Dios. Necio es más injurioso que "racá", porque equivale a impío, inmoral, ateo, en extremo perverso. El concilio, esto es, el Sanhedrín o supremo tribunal del pueblo judío, constaba de 71 jueces y era presidido por el Sumo Sacerdote. Representaba la suprema autoridad doctrinal, judicial y administrativa. Gehenna es nombre del infierno. Trae su origen del valle Ge Hinnom, al sur de Jerusalén, donde estaba la estatua de Moloc, lugar de idolatría y abominación (IV Rey. 23, 10). 44. Los vv. 44 y 46 faltan en los mejores códices griegos. Son repeticiones del v. 48, introducidas por los copistas (véase Merk, Joüon, etc.).

48. Aquí Jesús define la eternidad de las penas del infierno. Véase Judit 16, 2; Is. 66, 24; Apoc. 20, 10. 49. Según la Ley (Lev. 2, 13) los sacrificios se rociaban con sal (de la Alianza).


3-9. Fray Nelson Jueves 19 de Mayo de 2005
Temas de las lecturas: El fue traspasado por nuestros crímenes * Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que ha santificado * Hagan esto en memoria mía.

1. No tardes en volver al Señor
1.1 Tres actitudes reciben fuerte crítica en la primera lectura de hoy: la arrogancia, el cinismo y la negligencia.

1.2 Arrogancia es decir: "Yo a nadie me someto". Es hacerse ley al propio gusto y creerse absoluto. Esta actitud insensata suele ir asociada con la abundancia de riquezas: "con ellas todo lo tengo" (Sir 5,1). La norma del arrogante son sus instintos y pasiones, sus antojos y caprichos. Y de este modo, ciertamente, puede ser gobernado por otros, él, que no quería el amable yugo de Dios. No es raro, en efecto, que el arrogante, una vez conocido en sus propios vicios y mañas, sea manipulado a través de ellos en función de los intereses de otro más inteligente aunque quizá más disimulado también.

1.3 Cinismo es decir: "he pecado y nada me ha sucedido" (Sir 5,4). Lo más trágico del cínico es que hace una muralla de ceguera con su spropias palabras y así termina por convertir en desgracia suya lo que era ternura y paciencia de su Dios.

1.4 Negligencia es "amontonar pecado tras pecado, diciendo: su misericordia es grande y él perdonará todas mis culpas" (Sir 5,5). He aquí otra ironía cruel: utilizar a Dios contra Dios, arguyendo su propia paciencia para arrojar en su rostro nuevas y peores faltas, pretendiendo que somos dueños de nuestro tiempo y que podremos siempre decidir nuestra suerte. Por eso advierte el Sirácida: "no tardes en volverte al Señor" (Sir 5,8).

2. Amor radical
2.1 El evangelio de hoy nos invita también a una actitud resuelta, incluso radical, expresada con imágenes casi agresivas por nuestro Señor: "Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela" (Mc 9,43). Si hemos visto, en efecto, que la negligencia aplaza la conversión y posterga una y otra vez las decisiones que habría que tomar, la solución no puede ser otra que aquello que nos dice Jesucristo: actúa ya.

2.2 Este evangelio se puede leer en paralelo con aquel otro pasaje, de lenguaje menos duro pero con igual sentido, en que el Señor nos enseña: "Todo sarmiento que en mí no da fruto, mi Padre lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. (Jn 15,2). Esa "poda", de la que habla Juan, es lo mismo que nos enseña Marcos hoy: hay que quitarse cosas, soltarse de apegos, desembarazarse de complicaciones, alejarse de algunas relaciones y personas.

2.3 Detrás de esta poda, hecha por Dios o iniciada por nosotros mismos, hay una doble y noble motivación: necesitas ser libre, necesitas tener un solo Señor, necesitas estar liviano. El camino es largo y los enviados por Cristo han de gozar de agilidad y holgura para evadir obstáculos, reconocer los dardos enemigos y conquistar para Dios la victoria imperecedera.