SÁBADO DE LA SEMANA 6ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Epístola de Santiago 3,1-10.

Hermanos, que no haya muchos entre ustedes que pretendan ser maestros, sabiendo que los que enseñamos seremos juzgados más severamente, porque todos faltamos de muchas maneras. Si alguien no falta con palabras es un hombre perfecto, porque es capaz de dominar toda su persona. Cuando ponemos un freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, dominamos todo su cuerpo. Lo mismo sucede con los barcos: por grandes que sean y a pesar de la violencia de los vientos, mediante un pequeño timón, son dirigidos adonde quiere el piloto. De la misma manera, la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, puede jactarse de hacer grandes cosas. Miren cómo una pequeña llama basta para incendiar un gran bosque. También la lengua es un fuego: es un mundo de maldad puesto en nuestros miembros, que contamina todo el cuerpo, y encendida por el mismo infierno, hace arder todo el ciclo de la vida humana. Animales salvajes y pájaros, reptiles y peces de toda clase, han sido y son dominados por el hombre. Por el contrario, nadie puede dominar la lengua, que es un flagelo siempre activo y lleno de veneno mortal. Con ella bendecimos al Señor, nuestro Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. De la misma boca salen la bendición y la maldición. Pero no debe ser así, hermanos.

Salmo 12,2-5.7-8.

¡Sálvanos, Señor, porque ya no hay gente buena, ha desaparecido la lealtad entre los hombres!
No hacen más que mentirse unos a otros, hablan con labios engañosos y doblez de corazón.
Que el Señor elimine los labios engañosos y las lenguas jactanciosas de los que dicen:
"En la lengua está nuestra fuerza; nuestros labios no defienden, ¿quién nos dominará?".
Las promesas del Señor son sinceras como plata purificada en el crisol, depurada siete veces.
Tú nos protegerás, Señor, nos preservarás para siempre de esa gente;


Evangelio según San Marcos 9,2-13.

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos". Y le hicieron esta pregunta: "¿Por qué dicen los escribas que antes debe venir Elías?". Jesús les respondió: "Sí, Elías debe venir antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado? Les aseguro que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito".

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



 

1.- Hb 11, 1-7

1-1. 

VER DOMINGO 19C LECTURA 2


1-2 FE/QUE-ES

Dejamos de leer ayer el libro del Génesis que se ha leído durante las semanas 5ª y 6ª del tiempo ordinario y volverá a leerse en las semanas 12, 13, 14. Hoy pone la liturgia este texto de la carta a los Hebreos. Es como un "elogio de los Padres". Los hombres ejemplares del A. T. desfilan en este capítulo como los grandes campeones de la fe. El autor los presenta como modelos para que los cristianos sigan sus huellas y permanezcan de modo perseverante en el ejercicio de la fe.

La primera preocupación de nuestro autor es presentarnos una definición de la fe. Una definición que es clásico y deberíamos saber todos de memoria. Es cortísima: v.1: "la fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que nos e ve".

Dice que la fe es la seguridad o certeza forma del cumplimiento de nuestra esperanza. En la fe, tal como la presenta el autor de la carta a los hebreos, la esperanza juega un papel importantísimo, de tal manera que es inseparable de ella.

Esta esperanza nos garantiza la realidad de lo que todavía no vemos y en pos de lo cual caminamos.

Se nos presenta la fe como la elección entre dos alternativas que nos ofrece la vida: entender la vida desde la fe o entenderla desde nosotros mismos. Entendida desde nosotros mismos, la vida se halla determinada por una concepción materialista, basada en la suficiencia humana o en las posibilidades que la vida nos ofrece, aquí y ahora. Nada de realidades más allá de las que ven nuestros ojos.

Entendida desde la fe -la segunda actitud o alternativa- la vida es entendida de forma diferente, como peregrinante hacia una patria mejor, con la seguridad de algo que nos espera y que compensará ampliamente las renuncias y sacrificios que la misma fe nos impone.

La primera concepción de la vida, la materialista, estaba ampliamente difundida en el mundo del N. T. Y había adquirido, sobre todo, la forma de estoicismo. Se proclamaba el desapego de las cosas de este mundo, pero en orden a lograr una paz interior y una seguridad superior a la que podían dar las cosas de este mundo. En el fondo se hallaba presente -en el centro mismo de esta actitud- la autosuficiencia humana.

El camino del materialismo es el más fácil y tentador. Por eso nuestro autor nos ofrece el modelo de los grandes hombres ejemplares del A.T. Si son recordados, lo son única y exclusivamente por el enfoque e interpretación que hicieron de su vida desde la fe. El A.T. está lleno de hombres y mujeres que hicieron en su vida grandes sacrificios para no desobedecer a Dios. El autor de nuestra carta podía haber puesto ejemplos tomados de los mismos cristianos o de los últimos tiempos del judaísmo, donde los había sumamente elocuentes: el tiempo de los Macabeos, por ejemplo, quienes por fidelidad a la ley y a sus tradiciones, se habían dado auténticos ejemplos de heroísmo hasta el martirio. Pero prefiere remontarse a los tiempos más antiguos, a la prehistoria bíblica. Para convencer a sus lectores de que la interpretación de la vida desde la fe se remonta a los orígenes y se encuentra en cada una de las páginas de la historia de salvación.

El primero en ser mencionado es Abel. ¿Por qué Dios se agradó en sus sacrificios y no en los de Caín? La afirmación del Génesis podía dar pie a creer que Dios había sido parcial y arbitrario en la real oración de aquellos sacrificios. Nuestro autor afirma con toda claridad que la oblación de Abel agradó a Dios porque procedía de su fe.

El segundo ejemplo es el de Enoc (Gn 5, 24) una figura misteriosa que entró en el terreno de la leyenda: la creencia de que Enoc no había muerto. La verdadera razón que justifica su desaparición extraordinaria y su estar con Dios fue su fe, sin la cual nadie puede agradar a Dios.

Un tercer ejemplo: Noé. Cumplió la voluntad de Dios, una voluntad aparentemente caprichosa y absurda, pues te mandaba construir un arca-nave en un país seco. El haber obedecido aquel mandato fue un ejemplo claro y una demostración evidente de su fe en Dios. Gracias a ella se salvó él y su familia.

FE/TESTIMONIO: Deberíais leer el cap. 11 completo de la carta a los Hebreos: 17 veces el autor repite el mismo estribillo: por la fe... por la fe...

V. 32 y ¿a qué continuar? Me faltaría tiempo si hubiera de hablar de tantos hombres y mujeres que vivieron de la fe. Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurreción mejor; otros soportaron burlas y azotes y hasta cadenas y prisiones".

Todo el problema reside en esto: ver o creer, asegurarse o arriesgarse. Para esto se necesita haber descubierto la gloria de Dios en el rostro de Cristo, es decir, haber tenido una experiencia personal de que Jesús es realmente tu Salvador, no un simple conocimiento teórico.

Un padre de la Iglesia oriental: "Nadie puede renunciar al mundo si no ha visto la luz de la eternidad, al menos en el rostro de un hombre".

Siempre el ejemplo de un hombre influye más que la verdad fundamental de una doctrina.


1-3. FE-QUE-ES

La lectura de una selección de textos del libro del Génesis se acaba con una página de la Epístola a los Hebreos. Uno de los principios esenciales de la Biblia es la relectura incesante de los viejos textos para actualizarlos, y darles un sentido nuevo a la luz de los progresos de la revelación.

Es lo que siempre procuramos hacer cuando HOY, meditamos la Palabra de Dios. No hacemos nunca historia antigua, incluso cuando leemos documentos escritos muy anteriormente en un contexto cultural tan diferente del nuestro.

-Hermanos, la fe es un modo de poseer ya lo que se espera.

Con demasiada frecuencia se ha definido la fe como una facultad principalmente intelectual: como si «creer» fuese un modo de tener en la mente un conjunto de doctrinas.

Este aspecto, que se refiere a la «verdad", evidentemente, no es falso, pero es muy parcial. De hecho, la fe concierne y compromete a todo el ser humano. Y el autor de la epístola a los Hebreos nos la presenta aquí como un «dinamismo de vida» creer es apostar por el futuro... es poseer ya lo que se espera... es anticipar desde ahora la vida eterna.

-...Y la prueba de realidades que no se ven.

Tenemos ahora, en segundo lugar, el aspecto más intelectual de la Fe; ¡«creer» es conocer!

Mas aquí se trata también de un conocimiento dinámico, todo él orientado hacia «otra cosa», algo así como el desequilibrio del pie derecho tendido hacia adelante y que tiende a la nueva posición del pie izquierdo, no realizada todavía. La fe, en el fondo, es una especie de "entender no entendiendo", un «conocimiento en la noche», «como si viéramos lo invisible»

-Por la fe sabemos que el universo fue formado por la Palabra de Dios, de manera que lo que se ve resultase de lo que no aparece.

La Fe, finalmente, es el aspecto «divino» de las cosas.

Dios invisible, Dios escondido... y no obstante «fuente», "sostén", «finalidad» de todas las cosas. El universo, aparentemente, puede prescindir de Dios Sin embargo, en una «segunda mirada», podemos contemplar lo invisible, presente por todas partes. Y este hecho ¡lo cambia todo! En este momento estoy quizá solo en la habitación donde me encuentro: he ahí lo visible, lo controlable. Señor, amor mío. Tú estás conmigo: he ahí el cambio radical que la fe opera.

En este momento, unos hombres, unos grupos humanos están todos ellos embarcados en tal acontecimiento, en tal liberación o promoción; esto es lo visible. Señor, creador y liberador, Tú te hallas allí en medio de esos acontecimientos para desarrollar en ellos tu proyecto divino: he ahí lo que la Fe me puede hacer «ver»

-Abel... fue declarado justo... Aun muerto, habla todavía... gracias a la Fe. Henoc... fue trasladado de modo que no vio la muerte... gracias a la Fe... Noé... advertido por Dios de lo que aún no se veía... por la Fe.

Estos tres ejemplos nos muestran como reinterpretaron el libro del Génesis los primeros cristianos. Para ellos lo esencial era esa Fe, que, según san Pablo, era la única capaz de salvar al hombre, independientemente de la Ley.

En el interior de la historia humana donde prolifera el pecado de los hombres, hay también una historia escondida: la de los hombres que buscan a Dios y tratan de responder a sus voluntades. Esto es también verdad en nuestro tiempo.

Compartir los puntos de vista de Dios. Compartir el proyecto de Dios sobre el mundo. Comprometerse en ese proyecto. Tal es nuestra fe.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 78 s.


1-4. /Hb/11/01-16

La fe heroica de los antiguos patriarcas de Israel es un buen camino para aproximarnos al núcleo de la desconocida vida de san José. Comprendemos aquella fe con ojos cristianos, a la luz de la palabra, vida, muerte y resurrección de Jesús, el verdadero iniciador y perfeccionador de la fe (12,2). Esto nos ayuda a entender lo que tenía de ejemplar, «pues por ella adquirieron un gran nombre» (11,2), y lo que, a pesar de ello, tenía de imperfecta (39).

La carta a los Hebreos hace el elenco de las obras extraordinarias que aquellos héroes llevaron a término, poniendo de relieve la generosidad, el esfuerzo y la novedad de su vida.

Por la fe sale Abrahán hacia un país que había de recibir en herencia, ofrece su hijo Isaac... (8-12; 17-19); por la fe rechaza Moisés ser prohijado por la hija del faraón, atraviesa el Mar Rojo... (23-29). La descripción acaba con un canto entusiasmado: «por la fe subyugaron reinos, administraron justicia, consiguieron promesas, taparon bocas de leones, apagaron la violencia del fuego, fueron valientes en la guerra...» (33-35). La fe está en las antípodas de un sentimiento o de una idea ineficaz; es precisamente el empeño de toda una vida personal lo que pone en evidencia la autenticidad de la fe. Por eso, al lado de todas las realizaciones, Heb subraya su libertad, la heroica resistencia de todas las persecuciones; «por la fe fueron sometidos a tormento..., soportaron azotes, cadenas y cárceles, fueron apedreados..., aserrados, murieron al filo de la espada...» porque «de ellos no era digno el mundo» (35-38).

A la luz de la vida y la muerte de Jesucristo, Heb penetra en el interior de aquellas vidas generosas y encuentra los elementos constitutivos de su fe. La fe es fundamentalmente una viva y personal experiencia del Dios vivo. Es como «ver al Invisible» (27), es tener una mirada nueva que penetra el misterio de Dios que ama. Fe es el conocimiento vivo, personal, de realidades invisibles (11,1), del Dios vivo que Jesucristo revela, comunión capaz de transformar una vida. Al mismo tiempo comporta la constante tendencia a la comunión definitiva con Dios, saliendo de toda seguridad humana (8; 13-16; 24).

La escena evangélica de la duda de José y la acogida final de María, su esposa (Mt 1,18-25), refleja, desnuda de imágenes los rasgos acentuados por Heb: comprensión interior, oscuridad, esperanza, generosidad, eficacia, fortaleza. También José, «por la fe, al ser llamado, obedeció sin saber adónde iba» (11,8); "como si viera al Invisible, perseveró firme" (27).

G. MORA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 833 s.


2.- St 3, 1-10

2-1. LENGUA/P:

-No seáis muchos, hermanos, en querer llegar a ser maestros de la doctrina.

Curioso consejo. Y muy útil.

Santiago se encontraba ya ante un prurito de "dar lecciones a los demás"... con el deseo de rectificar los pecados o los errores de los demás...

Hoy también, con facilidad, se pretende poseer la verdad, acusando de estar en el error a todos los que no se expresan lo mismo que nosotros.

Santiago invita a la modestia. Desea que los cristianos no reivindiquen demasiado las tareas doctrinales en la medida que esto podría denotar una cierta suficiencia: «Yo poseo la verdad, vengo a enseñaros.»

En nuestra época en que el lenguaje ya se ha desbordado en el sentido de que no damos ya exactamente el mismo significado a las mismas palabras, es importante aceptar un cierto pluralismo: sin duda son necesarias muchas expresiones para aproximarnos a la verdad. No nos apresuremos, pues a acusar a los que expresan su fe con palabras distintas a las nuestras.

-Todos caemos en muchas faltas. Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto.

Si supiéramos reconocer esto, seríamos sin duda menos intolerantes con los demás. Yo también me equivoco. Mi lenguaje es aproximativo. Y sin embargo sé que tengo buena fe. Entonces, ¿por qué acusaría de mala fe a los demás?

-La importancia de la «lengua». Santiago la compara al freno del caballo, al timón del navío... La lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas.

El lenguaje. La comunicación. La palabra.

Instrumento principal del diálogo entre dos personas.

Importancia de la palabra, ligada a la persona, expresión del alma, medio de influencia.

Invitación para mí a verificar la calidad de mis conversaciones o de mis silencios. ¿Hablo demasiado? ¿Hablo poco? ¿Digo la verdad? ¿Hablo por hablar?

-La lengua es también un fuego, un pequeño fuego que puede abrasar todo un bosque.

¿Somos suficientemente conscientes del daño que podemos hacer a los demás simplemente con una palabra? Cuántos matrimonios, familias, grupos de amigos... se han visto verdaderamente envenenados por unas palabras o unos silencios inoportunos.

Y, desde un punto de vista más colectivo, la sociedad se ve a menudo envenenada por la publicidad, la propaganda, las ideologías: temible poder de la prensa, del cine, de los anuncios, de las revistas.

-Ningún hombre ha podido domar la lengua.

Nada es más difícil de controlar.

-Con ella bendecimos al Señor, nuestro Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios.

«Bendición» y «maldición» salen de la misma boca.

Somos capaces de lo mejor y de lo peor.

Da, Señor, a mi palabra el tono y la dirección de la «bendición».

Ayúdame a ser fuente de diálogo, de consuelo, de gozo y de alegría.

Ayúdame a encontrar las palabras adecuadas.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 78 s.


2-2. /St/03/01-12

«A la lengua no hay hombre capaz de subyugarla» (v 8). El predicador, concreto y práctico, lleva la atención de sus oyentes a reflexionar sobre el hecho, para nosotros trivial por cotidiano que llamamos hablar, y que sería imposible sin la lengua. La dificultad de dominar la lengua le sirve de ejemplo para tomar conciencia de la debilidad humana. La lengua, en efecto, no es un miembro que obedece a la voluntad del hombre, sino que más bien hace de las suyas y -con su movilidad incontrolable- es ella la que normalmente le arrastra y le domina. De este modo, el hombre que consigue hacer obedecer a los caballos mediante las bridas en sus bocas, o que dirige las naves mediante un minúsculo timón, se ve impotente para dominar su lengua. De aquí que el dominio de aquello que se dice sea uno de los aspectos de la perfección del hombre. "Quien no falla cuando habla es un hombre logrado, capaz de marcar el rumbo también al cuerpo entero" (v 2). La prudencia en el hablar muestra la capacidad real de dominio de uno mismo.

Hay que constatar, sin embargo, que de hecho el fracaso del hombre en sus intentos de sujetar la lengua es general. En este punto, en efecto, ¿quién se atrevería a decir que no ha tropezado nunca? Se comprende por ello la recomendación a que nadie se empeñe en hacerse maestro de los demás (cf. v 1), ya que enseñar es una tarea que se hace sólo de palabra y, por tanto, comporta una responsabilidad que, si se puede, es preferible evitar.

De esta forma, el uso efectivo y corriente de la lengua pone de manifiesto la extraña incongruencia que anida en el interior del hombre. Con la lengua, dice Santiago, «bendecimos al que es Señor y Padre y con ella maldecimos a los hombres creados a semejanza de Dios» (9). La misma lengua es instrumento de amor y de desamor. Entonces, ¿sería mejor el silencio? Pero no es callar lo que el texto recomienda a los oyentes sino, más exactamente, que se liberen de esa incongruencia interior. La lengua lleva a hacer lo que no se tendría que hacer, lo cual no ocurre en la naturaleza, donde la fuente de agua dulce no echa por el mismo caño agua salada, ni la higuera produce aceitunas, ni la vid higos. Todo realiza lo que le corresponde. Y a la lengua del hombre le corresponde bendecir y no maldecir, bendecir a Dios y a los hombres.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 632 s.


3.- Mc 9, 1-12

3-1:

"¡Dios mío, cuánta belleza!". La flor que acaba de abrirse, el paisaje que aparece al coronar una cumbre tras una penosa marcha, la sonrisa que florece en el rostro del niño entre lágrimas aún no del todo enjugadas, el trabajo del artesano... "¡Dios mío, cuánta belleza!".

Maravilla, triunfo de la luz... Hay momentos de gracia en los que todo se ilumina y la vida se transfigura. El amor se convierte en certidumbre, la fraternidad se hace palpable y la vida se vuelve sabrosa. Son momentos de luz que transforman durante mucho tiempo lo cotidiano. Intensa claridad que sostiene la marcha a través de los enervantes tonos grises y conduce a la aurora. En esos momentos, el signo se hace transparente y desaparece ante la realidad, que súbitamente se vuelve tangible. El amor ya no necesita flores para expresarse; es transparencia de dos seres, comunión de dos corazones. La solidaridad no necesita ya ser proclamada; se manifiesta en unas manos uncidas al yugo de una misma tarea.

"Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y al Hijo del hombre los letrados lo condenarán a muerte". Jesús se lleva consigo a Pedro, Santiago y Juan, los mismos discípulos que llevará a Getsemaní.

Les lleva sólo a ellos a una montaña elevada. Allí están, en medio de la luz; y la cara oculta de las cosas se esclarece por unos momentos. La vida de aquel hombre, al que aman, se torna transparente. Más allá del signo de aquella vida entregada por amor, palpan, en medio de la nube, el misterio mismo de Dios.

MU/LUZ/TRAFI:"Este es mi Hijo amado; escuchadle". Era necesario hacer ver a los discípulos la luz que se esconde detrás de la muerte cuando ésta es abrazada con amor. Había que subir a la montaña para que el Gólgota entrara en la historia de los hombres acompañado por el Tabor.

Fogonazo momentáneo que revela cuál es el sentido de la marcha.

Pronto volverá a imponerse el tiempo del signo. El amor volverá a necesitar flores y besos para que la comunión experimentada no se convierta en ilusión. La solidaridad, si no quiere quedar reducida a mera utopía y mero sueño, habrá de nacer de nuevo de la búsqueda prolongada y paciente de los avances inciertos. La luz nos remite más lejos; hay que volver a descender al llano, donde está oculta el término de la marcha.

Muchas veces, vuestra vida se os antoja obscura. Sea como sea, vosotros seguid caminando. Sólo tomando el camino de Jerusalén pudieron entender los discípulos lo que les había sido revelado.

Hasta el día de la Pascua, permanecieron callados, sin saber siquiera lo que quería decir "resucitar de entre los muertos". De signo en signo, llegaremos al final del camino, pues sólo en el asombro del cara a cara conoceremos la parte transfigurada de nuestra vida y podremos, conscientes de la seriedad de nuestro asombro, decir: "¡Dios mío, cuánta belleza!".

Bendito seas, Dios y Padre nuestro,
porque, fiel a tu alianza,
no nos abandonas a nuestra pobreza,
sino que nos llevas aparte, a la montaña,
nos sacas de nuestros caminos empantanados
y nos haces ascender a la luz
para ver cómo se levanta el mundo nuevo.

Tú entreabres los cielos, y nosotros sabemos
cuál es la vocación a que nos llamas.

Tú envías tu Espíritu,
que renueva la faz de la tierra,
y nuestros rostros desfigurados resplandecen
con la gloria del Hijo amado.

Con la mirada asombrada por tan enorme esperanza,
te cantamos, Dios de Jesucristo.

Señor y Dios nuestro,
Jesús transfigurado es la belleza de tu proyecto,
desvelado por un instante.
El pan compartido es el cuerpo roto de tu Hijo,
prenda de nuestra comunión contigo.
Con los ojos aún iluminados, te pedimos
que nos hagas descender de nuevo al llano,
ya que es por él por donde debemos caminar
para llegar a la eternidad.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 249 s.


3-2.

Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y los conduce solos a un monte alto y apartado.

Los tres son los que habían asistido a la "resurrección" de la hijita de Jairo, por expresa elección de Jesús (Marcos 5, 37).

Y serán también los tres que asistirán a la agonía de Jesús (Mc 14, 33). Los tres pasajes del evangelio se corresponden pues. Pero ya sabíamos que Marcos no explica cualquier cosa ni de cualquier modo: bajo las apariencias de una simplicidad ingenua, nos introduce poco a poco al gran misterio.

Sí, no se va a la gloria más que por el don de la propia vida.

-Se transfiguró ante ellos. Sus vestidos se volvieron resplandecientes... muy blancos. Y se les aparecieron Elías y Moisés, hablando con Jesús. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: "Maestro, bueno es estar aquí, vamos a hacer tres tiendas."

Se trata, en efecto, de una anticipación de la gloria de la resurrección; pero es una manifestación fugitiva, corta. Pedro lo subraya queriendo hacer durar esa dicha: ¡construyamos tres tiendas!". Cree que ya está, que es definitivo. Pero no lo es, será necesario descender de nuevo a la llanura y a las dificultades de la condición humana: será necesario reemprender el camino hacia la cruz, en la noche, siguiendo a Jesús.

-Se formó una nube y desde la nube se dejó oír una "voz".

"Este es mi Hijo amado. ¡Escuchadle!" La misma voz del bautismo en el Jordán (Marcos 1, 11).

Pero hay una diferencia: en el bautismo, esta voz se dirige a Jesús solo... ahora se dirige a los discípulos con ese detalle suplementario "¡escuchadle!". La Palabra del Padre viene a autentificar las enseñanzas de Jesús. Cuando El os dice que va a sufrir, y morir y resucitar ¡es verdad! Hay que escucharle.

Jesús de Nazaret, con Dios, es como un Hijo con su Padre.

San Juan. explicitará más este misterio de relación.

-Bajando del monte, les prohibió contar a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitase de entre los muertos.

Decididamente, nos sentimos turbados por ese secreto constantemente solicitado. La divinidad de Jesús es un misterio muy grande. Jesús nos pone en guardia: si decimos muy a prisa "Jesús es Dios", no decimos nada. Hay que esperar y llenar las palabras de su contenido real. No es una afirmación fácil. Muchos cristianos de hoy se imaginan que, si hubiesen sido contemporáneos de Jesús le hubieran "reconocido". Ahora bien, Jesús era de tal modo hombre que no podía verse que era Dios, desde el primer momento.

Dios está "escondido". Dios es un "incógnito". Dios es misterio.

Sí, Señor, lo decimos demasiado maquinalmente en el "credo": "Verdadero Dios y verdadero hombre". Leyendo a Marcos, descubrimos el misterio: hubo un hombre ¡que era también Dios! "Dios se hizo hombre", ¡esto significa cosas mucho más inmensas que todo lo que de ellas pueda decirse! A veces es mejor callarse.

-Guardaron aquella orden y se preguntaban qué era aquello de: "cuando resucitase de entre los muertos".

Ellos, los tres que han visto... no se hacen los listos.

Continúan preguntándose. Son muy modestos.

San Pedro, san Jaime, san Juan, rogad por nosotros.

-Le preguntaron: ¿Cómo dicen los escribas que primero ha de venir Elías?"

Y bien, responde Jesús, Elías ha venido, le han hecho sufrir y llevado a la muerte: es Juan Bautista. Todos los verdaderos amigos de Dios pasan por ello.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 332 s.


3-3.

1. (año I) Hebreos 11,1-7

a) Terminamos nuestra lectura de los primeros once capítulos del Génesis con una página de la carta a los Hebreos, que resume los ejemplos más edificantes de estos capítulos, como estímulo a nuestra perseverancia en la fe.

Es un elogio de nuestros antepasados remotos, que comienza con una definición de lo que es tener fe: «La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve». En esto tuvieron mucho mérito los creyentes del AT: aquí nombra a Abel, a Henoc y a Noé. Los tres aceptaron en su vida el plan de Dios. Como todos los demás que vivieron en el AT, no llegaron a ver claro, ni a experimentar la venida del Salvador prometido por Dios. Pero desde ese claroscuro supieron creer en Dios y creer a Dios.

b) Este repaso a las páginas del Génesis es para el autor de la carta un estímulo para los cristianos de su tiempo. También lo es para los de ahora: para que no exageremos nuestras dificultades, buscando excusas para nuestra poca fidelidad. La página de hoy quiere que nos dejemos animar por los que han sabido ser fieles a Dios también en días difíciles.

La Biblia, aunque también contiene relatos de pecado, debilidades y fallos, es siempre aleccionadora. Hemos ido viendo cómo Dios conduce la historia. Cómo sabe animar y a su tiempo corregir y purificar a la humanidad, para que camine por las sendas que él le tiene preparadas y en las que encontrará su felicidad y su plenitud. Se trata de que aprendamos del pecado ajeno y sobre todo de que admiremos e imitemos la fe de tantas personas que desfilan por sus páginas como ha sucedido en los capítulos del Génesis que hemos ido meditando estas dos semanas.

Nosotros tenemos otra serie de antepasados que nos animan todavía más de cerca en nuestra carrera: la Virgen María y los santos cristianos de los últimos dos mil años. A los que tenemos que añadir familiares y conocidos que también seguramente nos han dado un ejemplo de fidelidad a Dios desde su vida concreta.

Nos tendríamos que hacer la pregunta, traduciendo la situación a nuestra historia: ¿cómo reacciono yo en las diversas circunstancias de la vida? ¿cómo estoy respondiendo a la llamada de Dios? ¿qué testimonio de fe estoy dando a los que me conocen?

Si podemos decir con el salmo de hoy que «una generación pondera tus obras a la otra y le cuenta tus hazañas», no sólo deberíamos escuchar lo que nos dicen los personajes del Génesis, sino preocuparnos de qué «hazañas de Dios» transmitimos nosotros a las generaciones jóvenes, a las demás personas de nuestra familia o de nuestra comunidad.

¿Les estamos ayudando con nuestro ejemplo y palabras a ser fieles a su identidad humana y cristiana?

1. (año II) Santiago 3,1-10

a) Las consignas de Santiago siguen siendo muy actuales. También la que escuchamos hoy: lo difícil que es, pero también importante, dominar la propia lengua.

La ocasión que parece motivar esta página es que muchos querían ser maestros en la comunidad. Se ve que todos se consideraban sabios. La argumentación de la carta vale para todos: es difícil dominar la lengua. Santiago pone cuatro comparaciones muy expresivas. La lengua, a pesar de su pequeñez, es importante en la conducta humana:

- como lo es la brida para dirigir a un caballo,

- como lo es el timón para gobernar un barco,

- como es decisiva la chispa, aunque sea tan pequeña, para dar origen a un fuego,

- de tal modo que nos resulta casi imposible domar nuestra lengua, a pesar de que logramos domar a toda clase de animales.

b) ¿Dominamos nosotros nuestra lengua? ¿podemos decir, al final de una jornada, que hemos controlado nuestras palabras? Si es así, Santiago nos felicita: «Si hay alguno que no falta en el hablar, es un hombre perfecto».

La lengua es la expresión más condensada de nuestra admirable facultad de decir, de hablar, de expresar con palabras nuestro pensamiento interior. La experiencia nos dice que muchas veces perdemos su control. ¿Por creernos sabios y maestros, como los contemporáneos de Santiago, y pretender que siempre tenemos la razón? ¿por nuestra tendencia a herir, a criticar, a murmurar, a castigar al hermano?

La lengua -nuestra palabra- puede matar una fama, provocar el fuego del odio o aumentar la esperanza a nuestro alrededor. Según cómo la usemos. Con la misma lengua podemos alabar y calumniar, bendecir y maldecir, rezar a Dios y provocar al prójimo que es hijo de Dios. Nuestra palabra puede ser un servicio a la verdad o una manipulación de la misma. Como dice el salmo, «desaparece la lealtad entre los hombres, no hacen más que mentir a su prójimo, hablan con labios embusteros».

Un examen de conciencia al final del día nos ayudaría a ir dominando nuestra lengua.

¿De qué palabras nos tenemos que arrepentir por imprudentes u ofensivas? Las nuestras ¿han sido palabras que ayudan, alaban, animan, se interesan, ponen paz? ¿o palabras que difaman, calumnian y desaniman? La que nos da Santiago es una consigna que no parece de alta teología, pero sí concreta y significativa. El dominio de la lengua es como un termómetro para saber si somos o no personas equilibradas y buenos cristianos.

2. Marcos 9,1-12

a) La escena de la Transfiguración pone un contrapunto a la página anterior del evangelio, cuando Jesús tuvo que reñir a Pedro porque no entendía, e invitaba a sus seguidores a cargar con la cruz.

A los tres apóstoles predilectos, los mismos que estarán presentes más tarde en la crisis del huerto de los Olivos, Jesús les hace experimentar la misteriosa escena de su epifanía o manifestación divina: acompañado por Moisés y Elías (Jesús es la recapitulación del AT, de la ley y los profetas), oye la voz de Dios: «Éste es mi Hijo amado». Aparece envuelto en la nube divina, con un blanco deslumbrante, como anticipando el destino de victoria que seguirá después de la cruz, tanto para el Mesías como para sus seguidores.

La voz de Dios invita a los discípulos a aceptar a Cristo como el maestro auténtico:

«Escuchadlo».

El protagonismo de Pedro también aparece resaltado en esta escena.

No es muy feliz su petición, después de la negativa anterior a aceptar la cruz: ahora que está en momentos de gloria, quiere hacer tres tiendas. Marcos comenta la no muy brillante intervención de Pedro diciendo que «no sabía lo que decía».

b) CZ/GLORIA: Nosotros escuchamos este episodio ya desde la perspectiva de la Pascua. Creemos en Jesús Resucitado, el que a través de la cruz y la muerte ha Ilegado a su nueva existencia glorificada y nos ha incorporado también a nosotros a ese mismo movimiento pascual, que incluye las dos cosas: la cruz y la gloria.

Sabemos muy bien que, como dice el prefacio de la Transfiguración (el 6 de agosto), «la pasión es el camino de la resurrección». El misterio de la gloria ilumina el sentido último de la cruz. Pero el misterio de la cruz ilumina el camino de la gloria.

Es de esperar que nuestra reacción ante este hecho no sea como la de Pedro, espabilado él, que aquí sí que quiere construir tres tiendas y quedarse para siempre. Le gusta el Tabor, con la gloria. No quiere oir hablar del Calvario, con la cruz. Acepta lo fácil. Rehuye lo exigente. Lo cual puede ser retrato de nuestras actitudes, aunque no seamos siempre conscientes de ello. Tenemos que estar a las duras y a las maduras. No hacer censura de páginas del evangelio.

De nuevo aparece el mandato de que no propalen todavía su mesianismo. «hasta que resucite de entre los muertos», porque no veÍa todavía preparada a la gente. Por cierto que después de la resurrección de Jesús, Marcos nos dirá que las mujeres, temblando de miedo, se callaron y no dijeron nada a nadie de su encuentro con el ángel.

Además, también recibimos la gran consigna de Dios: «Éste es mi Hijo amado: escuchadle». Día tras día, en nuestra celebración eucarística escuchamos la Palabra de Dios en los libros del AT y los del NT, y más en concreto la voz de Cristo en su evangelio.

¿Escuchamos de veras a Jesús como al Maestro, como a la Palabra viviente de Dios? ¿le prestamos nuestra atención y nuestra obediencia? ¿comulgamos con Cristo Palabra antes de acudir a comulgar con Cristo Pan? Nuestra actitud ante la Palabra debería ser la de los modelos bíblicos: «habla, Señor, que tu siervo escucha» (Samuel), «hágase en mi según tu palabra» (María), «Señor, enséñame tus caminos» (salmista).

«La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve» (1ª lectura, I)

«Día tras día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás» (salmo, I)

«Si hay uno que no falta en el hablar, es un hombre perfecto» (1ª lectura, II)

«La lengua nadie es capaz de domarla» (1ª lectura, II)

«Este es mi Hijo amado: escuchadlo» (evangelio)

«Tú nos invitas a escuchar tu palabra y a mantenernos siempre firmes en el seguimiento de tu Hijo» (plegaria eucarística V,b)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 1178-182


3-4.

Primera lectura: Santiago 3, 1-10: La lengua, ningún hombre es capaz de domarla.

Salmo responsorial: 11, 2-3.4-5.7-8: Tú nos guardarás, Señor.

Evangelio: San Marcos 9, 1-12: Se transfiguró delante de ellos.

Se resalta en esta perícopa las ganas que tiene Jesús de mostrar a algunos de sus discípulos, muy en privado, la sensación que se experimenta por la transformación interior que en él se opera debido a la vivencia del Reino. La aparición de Moisés y Elías ofrece al relato la garantía de que Jesús es el verdadero Mesías en quien se cumplen todas las profecías. Resulta muy normal para Pedro, después de lo visto, que se levanten tres tiendas y continuar disfrutando con los presentes. Luego, la voz que surge es la definitiva confirmación de Dios exhortándolos a escuchar a su Hijo. Al final Jesús confirma que ya Elías ha llegado primero a hacer su anuncio, y lo han asesinado; ello nos hace pensar en Juan el Bautista.

Jesús debía ser cada vez más concreto con sus seguidores. Escoge a Santiago, a Pedro y a Juan para enseñarles que además de entregarse y seguir el camino de la cruz, para el discípulo, se hace necesario una decidida transformación por dentro. Con esto, también quiso decir a la gente de su tiempo que todo aquel que pretendiera seguirlo debería adquirir un nuevo ser. Por otro lado, como esta transformación era algo muy personal para Jesús, encontró oportuno, en un momento de oración con sus discípulos, el que ellos pudieran palpar directamente el proceso que él vivía por dentro al realizar la voluntad del Padre.

En nuestra vida comunitaria la Transfiguración se puede vivir en el día a día, si además de negarnos a la búsqueda de intereses propios y seguir el camino de la cruz, optamos por asumir una fe más humanizada; ello produce una nueva forma de vivir la realidad, renueva las energías y facilita la adquisición de una manera distinta del sentir y el obrar a Dios por dentro: nos transfigura.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Una de las cosas que llaman la atención de nuestra generación es que a muchos y en muchas circunstancia nos da pena el mostrarnos como verdaderos cristianos. Y no me refiero a traer alguna cruz colgada al pecho (que muchas veces es más adorno que otra cosa), sino a dejar que Cristo se transparente en nosotros. Mucha gente tiene miedo al que dirán si lleva su Biblia al trabajo, o si sabe que pertenece a alguna organización cristiana, a persignarse antes de iniciar el trabajo o la comida en un restaurante. Jesús nos previene en este evangelio: “quien se avergüence de mi y del evangelio yo me avergonzaré de él”. Jesús nos necesita para que “el mundo viendo crea y creyendo tenga vida”. Si nosotros no dejamos que Jesús y nuestra vida cristiana, es decir los valores del evangelio, sean notorios para los demás, ¿cómo creerá esta generación que solo busca el confort, el placer, la riqueza, etc.? Seamos auténticamente cristianos, vivamos, pensemos, hablemos como un verdadero discípulo de Cristo. ¡Siéntete orgulloso de ser y vivir como Cristiano!

Ernesto María, Sac.


3-6. COMENTARIO 1

v. 2 A los seis días Jesús se llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, los hizo subir a un monte alto, aparte, a ellos solos, y se transfiguró delante de ellos...

Jesús toma consigo a los tres discípulos más representativos y que mayor resistencia ofrecen al mensaje (3,16s, sobrenombres; cf. 5,37); quiere mostrarles el estado final del Hombre, que, con su entrega, ha superado la muerte (cf. 8,31.35). El monte alto es símbolo de una impor­tante (altura) manifestación divina; la precisión aparte alude, como en los contextos anteriores (4,34; 7,33), a la incomprensión de estos discípulos. La escena anticipa lo que será la condición de resucitado.



vv. 3-4 ... sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero en la tierra es capaz de blanquear. Se les apareció Elías con Moisés; estaban conversando con Jesús.

El blanco deslumbrador imposible de obtener en este mundo simboliza la gloria de la condición divina (cf. 16,5): Jesús se manifiesta en la pleni­tud de su condición de Hombre-Dios. Dos personajes, Elías (los profetas) y Moisés (la Ley), que representan el AT en su totalidad, se aparecen para ser vistos por los discípulos, pero no hablan con ellos, sino con Jesús; el verbo conversar aparece en Ex 34,35 para indicar que Moisés recibía ins­trucciones de Dios: ahora es todo el AT el que las recibe de Jesús; él es el punto de llegada, la meta a la que tendía toda la revelación anterior: el AT no tiene ya un mensaje directo para los cristianos, su validez o cadu­cidad se juzga a partir de Jesús. Los discípulos deberían comprenderlo.



v. 5 Reaccionó Pedro diciéndole a Jesús: «Rabbí, viene muy bien que estemos aquí nosotros; podríamos hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

La reacción de Pedro es característica: Rabbí (en Mc, sólo en boca de Pedro, 9,5; 11,21, y de Judas, 14,45) era el título honorífico de los maes­tros de la Ley, fieles a la tradición judía: muestra Pedro que la visión no ha cambiado su mentalidad, sigue apegado a esa tradición. Ofrece Pedro la colaboración de los tres (podríamos hacer) y pretende poner en pie de igualdad a Jesús, Moisés y Elías (tres chozas), es decir, integrar el mesia­nismo de Jesús en las categorías del AT: Moisés (liberación de Israel con muerte de los enemigos), Elías (celo reformador y violento, 1 Re 18,40; 19,l4ss; 2 Re 1,9-12; Eclo 48,lss; cf. Mc 1,29-31). No ve en la gloria que se ha manifestado un estado final, cree que pertenece a la vida histórica de Jesús y desea que se ponga al servicio de la restauración de Israel.



v. 6 Es que no sabía cómo reaccionar, porque estaban aterrados.

El ofrecimiento de Pedro a colaborar ha sido un intento de congra­ciarse a Jesús; de hecho, los tres discípulos sienten terror ante la gloria que se manifiesta en él, que, dada su anterior resistencia, sienten como una amenaza. No comprenden que la visión es un acto de amor de Jesús, que pretende liberarlos de los ideales mezquinos y exclusivistas que limitan su horizonte y les impiden su desarrollo humano.



vv. 7-8 Se formó una nube que los cubría, y hubo una voz desde la nube: «Este es mi Hijo, el amado: escuchadlo». Y de pronto, al mirar alrededor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.

La nube es símbolo de la presencia divina (cf. Ex 40,34-38). La voz revela a los discípulos la identidad de Jesús (cf. 1,11) y refrenda su ense­ñanza: es el único a quien deben escuchar (cf. Dt 18,15.18). El AT queda ya sin voz propia; escuchando a Jesús, la comunidad cristiana integra o descarta la doctrina del AT. Termina la manifestación.



v. 9 Mientras bajaban del monte les advirtió que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitase de la muerte.

Como los discípulos la han interpretado mal, no deben divulgar su error. Lo que se ha manifestado es la gloria definitiva del Hombre dota­do de la condición divina, «el Hijo del hombre». Esta denominación, de sentido extensivo, indica que la misma condición gloriosa deberá exten­derse a sus seguidores. Para los tres discípulos, sólo después de la muer­te de Jesús, que mostrará la calidad de su mesianismo, podrá encontrar su contexto interpretativo. Pero debería prepararlos para la escena de Getsemaní (14,33).



v. 10 Ellos se atuvieron a este aviso, aunque discutían entre si qué significa­ba aquel «resucitar de la muerte».

Los discípulos han disociado de la muerte de Jesús la visión que aca­ban de tener; esperan esa gloria para su vida mortal. Por eso no com­prenden qué pueda significar resucitar de la muerte. A pesar de la anterior predicción de Jesús (8,31), siguen esperando el triunfo terreno.



v. 11 Entonces le hicieron esta pregunta: «¿Cómo dicen los letrados que Elías tiene que venir primero?»

En la misma línea, ante una realidad tan gloriosa y tan potente, los discípulos ya no ven necesario, en contra de la doctrina de los letrados, que Elías tenga que preparar la situación antes que el Mesías comience a actuar (cf. Mal 3,23; Prov 48,10). No hace falta precursor.



vv. 12-13 El les repuso: «¡De modo que Elías viene primero y lo pone todo en orden! Entonces, ¿cómo está escrito que el Hijo del hombre va a padecer mucho y ser despreciado? Os digo más: no sólo Elías ha venido ya, sino que lo han tra­tado a su antojo, como estaba escrito de él».

Jesús les contesta: Contra lo que piensan los letrados, ningún Elías va a poner orden en Israel y la prueba es que el Mesías-Hijo del hombre va a padecer mucho (8,31) y a ser despreciado (Sal 89,39, del rey Mesías). Jesús asimila Juan Bautista a la figura de Elías (1,6) y compara el trato que Juan ha recibido de Herodías (6,17.27) con el que Elías recibió de Jezabel (1 Re 19,2-10). Al predecir de nuevo el destino del Hijo del hom­bre, Jesús vuelve a invalidar la expectación de triunfo que albergan los discípulos; por otro lado, les da a entender que la obra de Dios en el mundo no se realiza avasallando la libertad humana, como esperaban los fariseos que hiciera Elías, sino que está sujeta a vicisitudes según la actitud de los hombres.

Al utilizar de nuevo la denominación «el Hijo del hombre» recuerda Jesús a los discípulos que todo el que aspire a la plenitud humana y se proponga fomentarla en otros será objeto de persecución por parte de los poderes religiosos judíos.

COMENTARIO 2

Jesús, en la transfiguración, comprende y participa el sentido profundo de su vida: Una actitud de hijo que entiende que para cumplir su misión –que es la voluntad de su Padre- debe pasar por la muerte, en la dinámica de Marcos, por la muerte en Cruz. Los discípulos no logran asimilar el mensaje de derrota y de muerte que su Maestro les expresa; por eso reciben el mensaje: que detrás de la derrota y de la muerte, está su triunfo. El Padre asegura que la vida y la obra de Jesús no terminan con la muerte, que la transfiguración, es decir la Resurrección, será lo definitivo para él, que los ha animado a ellos en la vocación del Reino.

Hay que declarar que esta visión no llevó al grupo de los discípulos al perfecto conocimiento y a la perfecta confesión de Jesús; sin embargo, esa experiencia quedó en su interior como una realidad imborrable que los llevaría a comprender mejor su resurrección y desde aquí, llegar a entender a fondo el sentido aparentemente contradictorio de su vida: renunciar a todo poder y terminar condenado a muerte, sin que nadie hasta entonces comprendiese a fondo su causa.

La presencia de Moisés y de Elías, genuinos representantes de la Ley y de los profetas, pone de manifiesto que, para el escritor del Evangelio, en Jesús se da cumplimiento total a la ley y a la profecía. Así como Moisés fue el que liberó al pueblo de la esclavitud del poder del Faraón y como Elías fue liberador del pueblo del poder despótico de Babilonia, Jesús es, para Marcos, el definitivo liberador de todo hombre y mujer que asimilando su causa, se deja conducir por él para vivir la plena libertad de los Hijos de Dios.

Un tema fundamental que toma nuevo rumbo en el relato de la transfiguración es el tema de la muerte. La muerte deja de ser el fin irremediable y la sombra del horror, y comienza a ser entendida como el trasladarse a donde está Dios. Por eso, desde entonces, la muerte está íntimamente ligada al triunfo, y no puede ser entendida sino a la luz de la Resurrección

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. DOMINICOS 2004

Una chispa hace fuego, una fe salva

Una chispa es luz y es calor. Una chispa hace fuego cuando logra penetrar en la masa y la deja incandescente.

La fe cristiana es chispa y luz y calor. Y hace fuego cuando logra penetrar de tal forma en el corazón del hombre que todo su ser irradia energía divina, transfiguradora.

Solía decir un místico dominico: si un creyente orara durante toda su vida repitiendo la palabra ‘gracias’ , no sólo habría orado ‘lo suficiente’ sino que habría hecho ‘algo muy grato a Dios’.

La gratitud es una chispa que acaba inflamando todo el ser del hombre, elevándolo hacia el Señor. Quien es agradecido chisporrotea de amor.

Pidamos en este liturgia de la palabra y de la Eucaristía que todos nos iluminemos e inflamemos en la fe y en el amor.


La luz de la Palabra de Dios
Carta del apóstol Santiago 3, 1‑l0:
"Hermanos míos: ¿no sois demasiados los que pretendéis ser maestros?

Cuidado, que la lengua os traiciona... Confesemos que todos faltamos a menudo. Y si hay alguno que no fal­te en el hablar, a ése lo consideraremos hombre perfecto, capaz de tener a raya a su per­sona entera...

¡Ay nuestra lengua!... Como miembro del cuerpo es pequeño, pero ¿de cuántas hazañas no puede alardear...? Es como una chispa que puede inflamar un mundo de iniquidad, contaminar a la persona entera y poner al rojo el curso de la existencia, y sus llamas vienen del infierno...".

Evangelio según san Marcos 9, 1‑12.
"Jesús, tomando a Pedro, a San­tiago y a Juan, subió con ellos solos a un monte alto, y se transfigu­ró delante de ellos.

Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Pedro tomó la palabra y dijo: Maestro, ¡qué bien se está aquí! Va­mos a hacer tres chozas, una para tí, otra para Moisés y otra para Elías.

Entonces se formó una nube que les cubrió y salió una voz de la nube: "Este es mi Hijo amado; escuchadlo".

Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: no contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".


Reflexión para este día
Cambiemos de palabra y corazón. Transfigurémonos
Hoy hemos de preguntarnos, a la luz de la carta de Santiago, por la conciencia que tenemos del bien y del mal que se origina de la ‘chispa’ de nuestras palabras.

Recordemos para ello algunas escenas de nuestra vida (o de la vida de nuestros amigos) en que se ponga de manifiesto cómo, por culpa o por gracia de la palabra, llevamos tristeza o alegría al hermano, conformidad o desesperación al doliente, frustración o esperanza al desolado u oprimido.

¡Qué gran don el de la palabra, que brota de la entraña misma del ser personal! Sin embargo, actuamos con frecuenta con tal inconsciencia como si no fuéramos responsables de las consecuencias de nuestras acciones. Como nuestras debilidades son muy cuantiosas, hagamos hoy una revisión de nuestra conducta, tomando como materia de examen nuestra palabra, lo que decimos, cómo nos manifestamos, cuánto daño podemos originar, aunque no lo pretendamos.

Y luego, encendamos una chipa de luz que nos lleve a comprometernos a ser transparentes en la verdad, sinceros en el decir, solícitos en el actuar, transformándonos día a día conforme al proyecto de Dios sobre nosotros.


3-8.

Comentario: Rev. D. Xavier Romero i Galdeano (Cervera-Lleida, España)

«Les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto»

Hoy, el Evangelio de la transfiguración nos presenta un enigma descifrado. El texto evangélico de san Marcos está plagado de secretos mesiánicos, de momentos puntuales en los cuales Jesús prohibe que se dé a conocer lo que ha hecho. Hoy nos encontramos con ante un “botón de muestra”. Así, Jesús «les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos» (Mc 9,9).

¿En qué consiste este secreto mesiánico? Se trata de levantar un poco el velo de aquello que se esconde debajo, pero que sólo será desvelado totalmente al final de los días de Jesús, a la luz de su Misterio Pascual. Hoy lo vemos claro en este Evangelio: la transfiguración es un momento, una catadura de gloria para descifrar a los discípulos el sentido de aquel momento íntimo.

Jesús había anunciado a sus discípulos la inminencia de su pasión, pero al verles tan turbados por tan trágico fin, les explica con hechos y palabras cómo será el final de sus días: unas jornadas de pasión, de muerte, pero que concluirán con la resurrección. He aquí el enigma descifrado. Santo Tomás de Aquino dice: «Con el fin de que una persona camine rectamente por un camino es necesario que conozca antes, de alguna manera, el lugar al cual se dirige».

También nuestra vida de cristianos tiene un fin desvelado por Nuestro Señor Jesucristo: gozar eternamente de Dios. Pero esta meta no estará absenta de momentos de sacrificio y de cruz. Con todo, hemos de recordar el mensaje vivo del Evangelio de hoy: en este callejón aparentemente sin salida, que es frecuentemente la vida, por nuestra fidelidad a Dios, viviendo inmersos en el espíritu de las Bienaventuranzas, se agrietará el final trágico, gozando de Dios eternamente.


3-9. Juan Pablo II  VitaConsecrata 75

Contemplar es seguir al Transfigurado.

Cristo llama sin cesar nuevos discípulos, hombres y mujeres para comunicarles, gracias a la efusión del Espíritu Santo (cf Rm 5,5) el amor divino, el ágape, su manera de amar, y para exhortarlos a servir a los prójimos en el humilde don de sí mismos, lejos de todo cálculo interesado. Pedro que se extasía ante la luz de la transfiguración exclama: “¡Señor, qué bien estamos aquí!” (Mt 17,4) es invitado por Jesús a volver a los caminos de la vida, para continuar en el servicio del Reino de Dios.

“¡Pedro, baja! Tú querías descansar en la montaña; baja y proclama la Palabra, amonesta a tiempo y a destiempo, reprocha, exhorta, anima con gran bondad y con toda clase de doctrina. Trabaja, esfuérzate, soporta las torturas para poseer lo que está significado en las vestiduras blancas del Señor, también en la blancura y la belleza de tu recto obrar, inspirado por la caridad.” (S. Agustín)

Aunque la mirada del apóstol esté fija en el rostro del Señor, no disminuye en nada su compromiso a favor de los hombres; al contrario, lo refuerza dándole una nueva capacidad de actuar sobre la historia, para liberarla de todo aquello que la corrompe.


3-10. La Transfiguración

Fuente: Catholic.net
Autor: Carlos Arturo Elizondo

Reflexión:

Hemos llegado a uno de los pasajes donde Cristo nos muestra más claramente a través de sus discípulos la gloria que había recibido de su Padre. Seis días después de hablar de esta gloria, Jesús va a mostrar a sus más íntimos amigos un anticipo de esta gloria con la que volverá al final de los tiempos. Este momento será para los suyos una confirmación más de la fe antes de los acontecimientos de su Pasión y muerte. De igual manera Cristo al regalarnos las circunstancias favorables, nos alienta a permanecer fieles ante las dificultades de la vida.

La felicidad que da la experiencia de Cristo no puede compararse a la felicidad pasajera. Tanta es la fuerza sentida por los discípulos que hace exclamar al mismo Pedro “que bien se está aquí” y, olvidándose de sí mismo, se ofrecerá para albergar a Moisés, Elías y a Jesús edificando tres tiendas.

Si bien los discípulos no comprendieron en el momento el significado de la transfiguración, después lo iban a comprender mejor hasta tal punto de dar su vida por Él ¿Tú qué vas a hacer por Él hoy?


3-11. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

La transfiguración es un anticipo de la resurrección de Jesús, que intenta levantar el ánimo de los discípulos, ratificando que el destino final no es la muerte sino la resurrección. El hecho de que lo cuenten los tres sinópticos y 2 Pe 1,17-18 prueba la importancia del relato en la vida de Jesús. Frases como el monte, los seis días, los tres acompañantes, el resplandor, la visión y la nube, recuerdan a Ex 24,9-18. La expresión “Después de seis días” equivaldría al “séptimo día”, es decir, un tiempo de plenitud. La transfiguración se convierte en un momento de plenitud esperanzadora en el camino hacia la dolorosa Jerusalén.

Los tres discípulos que Jesús toma consigo ya habían tenido el privilegio de acompañarlo en el relato de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37) y lo harán en el de Getsemaní (Mc 14,33). Son estos mismos los que aparecen de primero en la mención de los doce (Mc 3,16-17). El “monte alto” simboliza el lugar de encuentro del cielo con la tierra, lugar privilegiado para la revelación de Dios y la oración de los hombres; recuerda igualmente la revelación de Dios en el Sinaí. Desde San Cirilo de Jerusalén hay una tradición que ubica el monte Tabor como el lugar de la Transfiguración. Ya en el monte, y a la vista de todos, Dios realiza una transformación en su Hijo. Dicha transformación no se describe en la persona de Jesús sino en sus vestidos; esto para clarificar a los lectores que la persona de Jesús no cambia, es siempre la misma. Los vestidos blancos son típicos de las apariciones celestiales (Mc 16,5; Hch 1,10). El que sean resplandecientes ratifican la visión de lo celestial, en cuanto logran una blancura que nadie en el mundo podría lograrlo.

Una nueva manifestación celestial ocurre con la aparición de Elías y Moisés, que representan los profetas y la ley respectivamente. Llama la atención que aparezca en primer lugar Elías. Esto se explica porque para esta aparición el personaje más importante es Elías dado que es el profeta que debe señalar el comienzo del fin de los tiempos, que precede el día de Yahvé (Mal 4,5ss).

Para Marcos es más importante por tanto, el componente escatológico que el cronológico. Con Jesús se comienza el tiempo final. Moisés también haría parte de la corte celestial porque una teoría apocalíptica, apoyada en el texto de Dt 34,6, afirma que la tumba de Moisés nunca pudo ser encontrada; según esto, Moisés también fue llevado al cielo. Jesús no necesita ser raptado porque es el Hijo de Dios. Pedro, como en otras oportunidades, toma la palabra.

Se siente como si estuviera en el mismo cielo. Coherente con lo que había manifestado anteriormente al reconocer a Jesús como Mesías pero en oposición al camino de la cruz, Pedro quisiera permanecer allí indefinidamente. Para esto le propone a Jesús construir tres chozas. Es una buena solución para seguir a Jesús sin tener que seguir el difícil camino hacia Jerusalén.

El orden en que Pedro propone las chozas, ratifica su reconocimiento de Jesús como el primero, como el Mesías, sin embargo, no ha entendido el sentido escatológico del acontecimiento, colocando en sentido cronológico primero a Moisés y luego a Elías. La chozas no incluye a los discípulos por ser de carácter celeste, destinadas solo a los justos y elegidos.

Según Marcos, la incomprensión de Pedro y sus compañeros se explica por el miedo, no tanto de la manifestación divina sino de las exigencias terrenas. Tienen claro que Jesús es el Mesías a quien hay que seguir, pero no han podido desprenderse del miedo que implica las consecuencias dolorosas que comporta este seguimiento. El relato se ve interrumpido por la aparición de una nube con una voz que interpreta la transfiguración de Jesús y responde a la reacción de Pedro. El momento nos recuerda el bautismo de Jesús, con la diferencia que aquí la voz no va dirigida exclusivamente a Jesús sino a los discípulos.

La nube es signo de la presencia de Dios, como nos lo recuerda Ex 40,35: “la nube vino a cubrir la tienda de las citas y la gloria de Yahvé llenó la morada” (Ex 40,35). De igual manera, la nube cubrirá ahora con su sombra a Jesús y sus compañeros. Dios habla desde la nube (cf. Ex 24,16) a los discípulos, proclamando a Jesús como su Hijo amado e invitando a escucharlo. “Auténtico discípulo es el que sabe escuchar al maestro, aun cuando sus palabras suenen a cruz y sufrimiento”.

La palabra y la obra de Jesús, puesta en duda por las autoridades judías, por la familia, por sus paisanos y por el pueblo mismo, es confirmada ahora por Dios. Moisés y Elías no aparecen porque el único autorizado para revelar la Palabra de Dios es Jesús. A pesar de la magnitud del acontecimiento Jesús les exige silencio a sus discípulos, solo que esta vez se define un límite preciso: la resurrección de entre los muertos del Hijo del Hombre. Solo a la luz de la resurrección es posible entender el sentido de la transfiguración. Mientras sigan en la tierra seguirá su incomprensión y la angustiosa pregunta sobre la resurrección de los muertos.


3-12.I. En Cristo tiene lugar la plenitud de la Revelación. En su palabra y en su vida se contiene todo lo que Dios ha querido decir a la humanidad y a cada hombre. En Jesús encontramos todo lo que debemos saber acerca de nuestra propia existencia, en Él entendemos el sentido de nuestro vivir diario. En Cristo se nos ha dicho todo; a nosotros nos toca escucharle y seguir el consejo de Santa María: Haced lo que Él os diga (Juan 2, 5). Ésa es nuestra vida: oír lo que Jesús nos dice en la intimidad de la Oración, en los consejos de la dirección espiritual y a través de los acontecimientos que Él manda o permite, y llevar a cabo lo que Él quiere de nosotros. A la oración hemos de ir a hablar con Dios, pero también a escuchar sus consejos, inspiraciones y deseos acerca de todos los aspectos de nuestra vida. Nuestra Madre nos enseña a escuchar a su Hijo, a considerar las cosas en nuestro corazón como Ella lo hacía.

II. A la oración sincera, con rectitud de intención, y sencilla, como habla un hijo con su padre, un amigo con su amigo, “están siempre atentos los oídos de Dios”. Él nos oye siempre, aunque en alguna ocasión tengamos la impresión de que no nos atiende. Y también nosotros debemos prestar atención a Jesús que nos habla en la intimidad de la oración. El Señor deja en el alma abundantes frutos, aunque a veces pasen inadvertidos. Procuremos rechazar cualquier distracción involuntaria, veamos qué debemos cuidar para mejorar ese rato de conversación con el Señor, y seguir el ejemplo de los santos, que perseveraron en su oración a pesar de las dificultades. Al hacer nuestra oración, siempre tenemos a nuestro Ángel Custodio a nuestro lado, para ayudarnos y llevar nuestras peticiones al Cielo. Examinemos si nosotros estamos atentos a lo que quiera el Señor decirnos en nuestro diálogo.

III. Los propósit os que sacamos de la oración deben estar bien determinados para que sean eficaces, para que se plasmen en realidades o, al menos, en el empeño por que así sea: “planes concretos, no de sábado a sábado, sino de hoy a mañana, y de ahora a luego” (San José María Escrivá de Balaguer, Surco). Los propósitos diarios y esos puntos de lucha bien determinados –el examen particular- nos llevarán de la mano hasta la santidad, si no dejamos de luchar con empeño. Con la ayuda de la Virgen podremos llevarlos a la práctica.

Fuente: Colección «Hablar con Dios» por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-13. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos, paz y bien.

Debió de ser gran cosa la Transfiguración. Para los afortunados (los enchufados, dirían algunos) fue una revelación de quién era Jesús de verdad. Creo que nosotros formamos parte de ese grupo de enchufados . Nosotros, en algún momento de nuestra vida, nos hemos encontrado con Él. Le hemos reconocido. Solos, o en compañía de otros. Cuando éramos pequeños, o ya de mayores. Cada uno, cuando le ha tocado. Dios, sin prisa, pero sin pausa, ha llamado a la puerta del corazón de cada uno. Algunos hemos optado por dedicarle el 100% de nuestra vida, otros le siguen en familia, desde su trabajo, en el estudio... Puede ser incluso que hayamos disfrutado de nuestro personal momento de Tabor. Qué bien se está aquí . Pero no podemos quedarnos en lo alto de la montaña, debemos seguir caminando, y compartir con los demás esas experiencias.

Seguir a Jesús, estar con Él, ser de los llamados a participar de los momentos fuertes, es un lujo. Tú te cuentas entre los escogidos. Y sabes más que los discípulos, porque tú sí que conoces lo que pasa al final de la película. Tú comprendes lo que significa para nuestras vidas la resurrección de Jesús. No te quedes en lo alto del monte. Baja al llano de cada día, y deja ver tu transfiguración personal.

En tus manos están todas las claves del problema, todas las fichas del rompecabezas. Depende de ti montarlas de una u otra manera. Depende de ti, en gran parte, alcanzar o no tu felicidad, y con tu testimonio, ayudar a que otros alcancen la suya. A pesar de las cruces. A pesar de los momentos de comodidad. A pesar de todo.

Vuestro hermano en la fe,

Alejandro J. Carbajo Olea, C.M.F. (alejandrocarbajo@wanadoo.es)


3-14. ARCHIMADRID 2004

DETECTORES

No tengo posibilidad, por tiempo y por economía, de viajar demasiado en avión pero veo en las noticias que cada día hay más medidas de seguridad. Te hacen pasar por esos arcos detectores de metales por si llevas un cortaúñas o cualquier trocito de metal que pueda ser usado (con más imaginación que realidad) como un arma mortal o te facilite fabricar un explosivo con la crema de afeitar. Ahora en tiempos de tanto “piercing”, prótesis, llaves, teléfonos, hebillas de los cinturones y demás artilugios que se llevan, me imagino que estarán los dichosos arquitos continuamente pitando. A pesar de tantas medidas de seguridad, todavía no se ha inventado un detector que pueda localizar el arma más dañina, algo que es “pequeño, pero puede alardear de muchas hazañas”: la lengua.

“Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos, que desaparece la lealtad entre los hombres: no hacen más que mentir a su prójimo, hablan con labios embusteros y con doblez de corazón”. Tengo que reconocer que esto de tener una “vida pública” me ha llevado a ser muchas veces juzgado, a que hablen de mí a mis espaldas sin conocerme, a que piensen unas cosas u otras normalmente inciertas, a que me achaquen planes proyectos o intenciones que jamás han pasado por mi cabeza y mucho menos por mi corazón y he de reconocer como cierto que muchas veces esto me ha quitado la paz, me he agarrado los “calentones” interiores más grandes de mi vida y he estado tentado de usar la misma arma, sacar mi lengua a paseo y como la “mala baba” no me falta, pagarles con la misma moneda. “A los caballos les ponemos bocado” y en el caso de la lengua cada uno ha de ponerse su propio bocado y normalmente más sensible de lo que nos gustaría, para que nuestra lengua nos obedezca prontamente.

¿Cómo dominar la lengua?. No es nada fácil pero “de la abundancia del corazón habla la boca” así que vacía tu corazón de tu orgullo, de tu amor propio, de tu “estatus”, de la propia honra (aunque la tengas merecida) y llénalo de Jesucristo transfigurado, de la misericordia infinita de Dios, del amor que Dios nos tiene a todos hasta a los más malos (menos mal porque si no ¿dónde estaríamos tú y yo?) y aprende a perdonar. Cuando te fustigue la lengua de los otros dirígete al sagrario y dile al Señor en voz muy bajita: “Señor, me merezco esto y cien mil cosas más, pues estas cosas son las que aumentan el peso de la cruz que cargaste por mis pecados y los de toda la humanidad. El peso que me parece que llevo no es nada en comparación con el que tu cargaste y si puedo hacer de Cireneo- aunque sólo sea un poquito- lo haré con gusto”. Y junto a esto, acostúmbrate a no hablar nunca de los demás, sino con los demás; a no juzgar a nadie y sí a tenderle una mano cuando sea necesario y entonces encontrarás la paz. “¿Qué dicen? ¡Qué digan!” ése es problema de los otros. Que de tu boca sólo salgan palabras de aliento, de consuelo, de cariño, de disculpa y reza por los que te insultan y persigan. Que de tu boca no salgan palabras que no saldrían de la boca de la santísima Virgen. Se puede, os lo aseguro.


3-15.

LECTURAS: SANT 3, 1-10; SAL 11; MC 9, 2-13

Sant. 3, 1-10. Recordamos aquel resumen del ministerio de Jesús que nos trae el Libro de los Hechos de los Apóstoles: En mi primer Libro, querido Teófilo, te hablé de todo lo que Jesús hizo y enseñó. Lo mismo, cuando los apóstoles regresan de su misión le cuentan a Jesús todo lo que hicieron y enseñaron. Si no se tiene el testimonio de vida que deje claro ante los demás que en verdad vivimos unidos al Señor y que nos ha hecho más rectos y justos, liberándonos de nuestra esclavitud al pecado, es difícil querer enseñar a los demás el camino del bien, pues, para enseñar primero debemos hacer. Recordemos que los que enseñan el camino del bien a los demás serán juzgados con mayor severidad, pues no podemos convertirnos en simples predicadores. La Iglesia de Cristo debe proclamar el Evangelio, a la par que con los labios, con el testimonio de la propia vida. Que nuestras palabras, acompañadas de nuestras buenas obras, sirvan para que el Nombre de nuestro Dios y Padre sea siempre glorificado y no para que, por culpa nuestra, el Nombre de Dios sea ofendido o convertido en motivo de burla.

Sal. 11. El Señor nos promete a quienes hemos depositado nuestra fe en Él y proclamamos su Nombre ante las naciones: Yo les daré palabras sabias a las que nadie podrá resistir. Ojalá y siempre vivamos totalmente confiados en Dios. Qué difícil será que nos encontremos libres de ser el blanco de las críticas de los demás. Mientras vivamos con rectitud seremos comprensivos con ellos y sabremos perdonarlos, pues nuestra firmeza en el camino de perfección no depende de ser bien vistos por los hombres, sino de amar al Señor y permanecerle fieles aún en los momentos más arduos. ¡Qué difícil es dominar la propia lengua! Ya nos lo recuerda Santiago en la primera lectura de este día. Ojalá y nosotros nos convirtamos en un lenguaje de Dios y no en un lenguaje de la maldad. Por eso pidámosle al Señor que Él ponga sus palabras en nuestros labios, para que no nos convirtamos en motivo de escándalo para nadie, sino en la fuera salvadora de Dios

Mc. 9, 2-13. En el pasado Dios nos habló por medio de los profetas. En estos últimos días nos ha hablado por medio de su propio Hijo, plenitud de los tiempos, pues en Él se han cumplido las promesas que Dios hizo a nuestros antiguos padres. La Ley ha cumplido su misión de conducirnos hacia Cristo, plenitud de la fidelidad a Dios en el amor llevado hasta el extremo. Quienes contemplamos a Cristo no podemos quedarnos sentados a sus pies, sólo escuchándole como discípulos inútiles. Hemos de acudir al Señor para escuchar al Hijo amado del Padre; pero hemos de tomar también nuestra cruz de cada día, y seguirlo hasta la Gloria que posee eternamente después de haber padecido por nosotros. Nuestra vida de fe no puede quedarse sólo en poner todo en orden, pues esto tal vez podría llevarnos a una Iglesia inmersa en la planeación y en la burocracia. Hemos de aprender a servir a los demás empolvándonos las sandalias, para llegar hasta aquellos que necesitan que el amor de Dios les salve y que nuestra caridad les ayude a vivir con dignidad. Por eso no convirtamos los instrumentos, que nos ayudan a que el mensaje llegue a todos, en motivo de instalación y comodidad para nosotros, o en la búsqueda de prestigio y de reverencia hacia nosotros, pues no son los criterios mundanos, sino el criterio del amor servicial de Cristo el que debe guiar a su Iglesia. Sólo entonces brillará esplendoroso el Rostro glorioso de Dios para todos los hombres desde el rostro fiel de su Iglesia.

Cristo nos ha manifestado con toda claridad el amor que nos tiene. ¡Qué a gusto nos sentimos cuando Dios desborda su amor en nosotros y nos hace felices! Hoy nos reúne en torno suyo para volvernos a decir hasta dónde llegó el amor que nos tiene. Pero no sólo nos hace ver y sentir ese amor mediante el cual nos perdona nuestros pecados. Su amor le ha llevado hasta identificarnos con Él, de tal forma que el Padre Dios reconozca en nosotros a su Hijo Amado, en quien Él se complace. Él nos ha enviado como aquellos que prolongan su presencia en el mundo. Por eso quien escucha a la Iglesia escucha al mismo Cristo; y quien rechaza a la Iglesia rechaza a Cristo y a Aquel que lo envió. Nuestra comunión de vida con Cristo se realiza especialmente en la celebración Eucarística, pues no sólo recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo mediante este Sacramento, sino que el Señor nos transforma en presencia suya porque aceptamos la Alianza nueva y eterna que nos hace ser uno con Él.

Dios, por medio de su Hijo hecho uno de nosotros, nos ha llamado para que colaboremos en la construcción de su Reino en el mundo. Éste no llegará a su plenitud sino al final de los tiempos, cuando Cristo entregue el Reino a su Padre. Entonces disfrutaremos de ese Reino en cuya construcción tuvimos la dicha de colaborar mediante nuestro seguimiento de Cristo, cargando nuestra cruz de cada día y proclamando su Nombre a los demás mediante nuestras obras, palabras y vida misma. Por ello seamos esforzados y valientes de espíritu; el Señor va con nosotros; no somos nosotros quienes realizamos esta obra de salvación; es Dios quien nos salva y nos santifica; y es su Iglesia su instrumento de salvación en el mundo, porque así Dios lo quiso. Seamos fieles al amor del Señor para que, no por culpa nuestra, en lugar de construir, destruyamos el Reino de Dios y deterioremos más su rostro a causa de nuestras incongruencias en la fe y a causa de nuestra falta de un amor sincero.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de proclamar su Santo Nombre con nuestra lengua, nuestras obras y todo nuestro ser, consagrado a Él y al servicio del Evangelio y de la salvación. Pidámosle que, si al final de nuestra existencia en este mundo, queremos estar eternamente a gusto con Él, no rehuyamos nuestra propia cruz, sino que vivamos con lealtad el compromiso que tenemos de continuar la obra de Dios en el mundo y en la historia. Amén.

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3-16.

La oración, transforma. Nos cambia nuestro rostro, nuestro aspecto, nuestro ser. Quien dice que ora y no ve transformaciones, cambios en su vida, se está mintiendo a sí mismo. La experiencia de oración nos hace realmente sentir la sensación de estar en el Tabor y de querer quedarnos allá. Sin embargo, la oración nos capacita para la vida, debemos bajar a vivir. Es orando como podremos seguir adelante en el mundo y al mismo tiempo dejar que Dios actúe en nosotros.

Señor, permítenos contemplarte en el Tabor, llenarnos de ti y reconocerte como Hijo Amado de Dios.

Dios nos bendice,

Miosotis