LUNES DE LA SEMANA 5ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primer Libro de los Reyes 8,1-7.9-13.

Entonces Salomón reunió junto a él en Jerusalén, a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los príncipes de las casas paternas de los israelitas, para subir el Arca de la Alianza del Señor desde la Ciudad de David, o sea, desde Sión. Todos los hombres de Israel se reunieron junto al rey Salomón en el mes de Etaním - el séptimo mes - durante la Fiesta. Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes levantaron el Arca, y subieron el Arca del Señor, con la Carpa del Encuentro y todos los objetos sagrados que había en la Carpa. Los que trasladaron todo eso fueron los sacerdotes y los levitas. Mientras tanto, el rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida junto a él delante del Arca, sacrificaban carneros y toros, en tal cantidad que no se los podía contar ni calcular. Los sacerdotes introdujeron el Arca de la Alianza en su sitio, en el lugar santísimo de la Casa - el Santo de los santos - bajo las alas de los querubines. Porque los querubines desplegaban sus alas sobre el sitio destinado al Arca, y resguardaban por encima el Arca y sus andas. En el Arca se encontraban únicamente las dos tablas de piedra que Moisés, en el Horeb, había depositado allí: las tablas de la Alianza que el Señor había hecho con los israelitas a su salida de Egipto. Mientras los sacerdotes salían del Santo, la nube llenó la Casa del Señor, de manera que los sacerdotes no pudieron continuar sus servicios a causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba la Casa. Entonces Salomón dijo: "El Señor ha decidido habitar en la nube oscura. Sí, yo te he construido la Casa de tu señorío, un lugar donde habitarás para siempre".

Salmo 132,6-10.

Sí, oímos hablar del Arca de Efratá, y la encontramos en los campos de Jaar.
¡Entremos en su Morada, postrémonos ante el estrado de sus pies!
¡Levántate, Señor, entra en el lugar de tu Reposo, tú y tu Arca poderosa!
Que tus sacerdotes se revistan de justicia y tus fieles griten de alegría.
Por amor a David, tu servidor, no rechaces a tu Ungido.


Evangelio según San Marcos 6,53-56.

Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



 

1. Génesis 1, 1-19

1-1.

"En el principio ya existía la Palabra" (Jn 1, 1). El relato sacerdotal con que se abre el libro del Génesis es un buen testimonio de los conocimientos científicos de la época en que fue escrito. La visión del cosmos que se desprende del relato pertenece al fondo común de la Antigüedad. La tierra ocupa el centro cósmico como un disco rodeado por el mar y colocado sobre las aguas primordiales; encima, la bóveda celeste separa las aguas que hay debajo de ella de las aguas que hay encima.

Pero el relato es mucho más que una antología del saber de los sacerdotes que lo escribieron: hace una reflexión teológica sobre el origen del mundo y la existencia del hombre. En primer lugar, define con términos vigorosos la esencia de la creación: el universo no es de naturaleza divina: es mero producto de la voluntad personal de Dios. En efecto, la creación vio la luz y se mantiene en el ser por gracia de la Palabra. Por otra parte, los primeros versículos subrayan la extrema precariedad del mundo creado, totalmente rodeado por lo informe, que puede absorberlo en cualquier momento. Esta afirmación fundamental tiene unas consecuencias escatológicas importantes: lo que en realidad sugiere es que el mundo está sometido a la jurisdicción de la Palabra, que lo mantiene en la existencia.

Lo descripción de las etapas sucesivas de la creación es igualmente rica en enseñanzas. La primera conclusión señala el papel de la luz, elemento privilegiado de la creación; sin ella, todo vuelve a la oscuridad y, por consiguiente, al caos. La introducción de la bóveda celeste en el relato es también muy sugerente, pues ha conservado el vestigio de las dos concepciones que se reparten el relato, la primera de las cuales habla de una creación por la Palabra; la otra -más arcaica, sin duda- presenta a Dios como algo parecido a un chapista que hubiera trabajado el metal de la bóveda a golpe de martillo (v. 7: "Hizo Dios una bóveda"). En cuanto a la creación de los vegetales, esta segunda concepción llama la atención sobre la participación de la tierra en el acto creador (v. 12: "La tierra brotó hierba verde...").

Por último, están los astros. Un análisis detallado mostraría que el autor modificó su fuente para situar la creación de los astros en el día cuarto, o sea, el miércoles, que es el primer día del año en el calendario sacerdotal. En efecto, la misión de los astros era presidir las fiestas, los días y los años, y no regir el destino personal de los individuos, como admitía el pensamiento común de la Antigüedad. Hay, pues, en el relato sacerdotal una voluntad deliberada de rebajar la importancia de los astros; éstos no son más que unas "lumbreras", humildes servidores. La Biblia no contemporiza con los mercaderes de horóscopos.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 86


1-2. CREACION/MUNDO

-Ningún problema más apasionante que el del origen del mundo y de la humanidad. Los hombres sin fe siguen torturados por él. Nosotros los cristianos tenemos la respuesta en la primera página de la Biblia. A propósito de estos primeros capítulos del Génesis conviene recordar la doctrina de ·Agustín-SAN sobre la verdad que Dios nos ha querido enseñar en la Biblia. "No se lee en el Evangelio que el Señor haya dicho; os mando el Paráclito que os enseñará cómo camina el sol y la luna. Pues quería hacer cristianos, no matemáticos". Y ·Galileo comentando a S. Agustín, dice muy agudamente: "El Espíritu Santo en la Escritura no nos enseña cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo".

Es decir, la Biblia nos enseña la verdad de Dios en orden a nuestra salvación. Concretamente, en este relato del Génesis nos enseña:

a) que en última instancia Dios es creador y Señor de todas las cosas;

b) que este poder omnipotente de Dios no es una fuerza ciega y caótica, sino que obra a impulso de la Palabra de Dios, que, a su vez, es expresión de la inteligencia y sabiduría divinas, que se manifiestan en el orden y distinción de los seres creados;

c) que toda criatura, por ser obra de Dios es buena, ya que ha sido creada conforme a la idea ordenadora de la inteligencia divina;

d) que los astros no son algo divino, sino que se mueven porque Dios determinó su curso y son un mero instrumento al servicio del hombre, por lo tanto, no ejercen influencia sobre su destino personal.

El hombre se ha preguntado siempre por "el principio". Esa pregunta inocente de todas los niños: ¿qué fue antes el huevo o la gallina? Se la hace continuamente el hombre respecto de sus cosas y de su mundo. También el pueblo de Dios, el antiguo Israel, se hacía esa pregunta respecto de su "principio" como pueblo e interpretando las tradiciones heredadas descubre que fue Dios el principio salvador de su pueblo, que le hizo salir de Egipto, con mano poderosa y brazo extendida, y conduciéndole a través del desierto , librándole de todos los peligros, le hizo entrar en la tierra prometida.

-Todos los seres, fuera de Dios, han sido creados. Todos son distintos de El. Todos son radicalmente dependientes. Dependientes en aquello que tienen de más interno, que es el propio ser, raíz de toda actividad. "¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste ¿de qué te glorías como si no lo hubieras recibido? 1Co 4, 7.

-Ningún ser puede presentar derechos ante Dios. Cada uno tendrá aquello que Dios ha pensado para él. Dios no hace injusticia a nadie.

-Todos los seres creados son buenos. Todos salen de sus manos hechos una maravilla. Dios lo hace todo bien.

-Todos los seres creados están al servicio del hombre. Ninguno debe esclavizar al hombre. Ninguno debe ser adorado por el hombre.

-La primera característica de la acción creadora de Dios es su plena "gratuidad". La iniciativa de la creación es pura y exclusivamente de Dios. Nada de lo creado ha influido en El para venir a la existencia. Sólo el amor de Dios ha realizado esta maravilla. Sólo el querer de Dios ha dado ser y vida al mundo y al hombre.

-La creación lleva el sello del creador. A través de lo creado, el hombre puede llegar a Dios. En las obras de las manos de Dios se descubren sus huellas. Su contemplación nos ayuda a descubrir quién es y también cómo es Dios. Rm 1, 19-22

-El conocimiento de la creación suscita en el hombre la admiración y la alabanza, por la bondad de Dios.

¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras
de flores esmaltado!
decid si por vosotros ha pasado.

Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura.
Y, yéndolos mirando,
con sólo su figura,
vestidos los dejó de su hermosura.

San Juan de la Cruz (Cántico espiritual)

Fray Diego de Estella, místico franciscano del s. XVI. "Meditaciones devotísimas del amor de Dios" La primera comienza así:

"Todas tus criaturas me dicen, Señor, que te ame y en cada una de ellas veo una lengua que publica tu bondad y grandeza. La hermosura de los cielos, la claridad del sol y de la luna, la refulgencia de las estrellas, las corrientes de las aguas, las verduras de los campos, la diversidad de las flores, variedad de colores y todo cuanto tus divinas manos fabricaron, ¡oh Dios de mi corazón y esposo de mi alma! me dicen que te ame.

Todo cuanto veo me convida con tu amor, y me reprende cuando no te amo. No puedo abrir mis ojos sin ver predicadores de tu muy alta sabiduría, ni puedo abrir mis oídos, sin oir pregoneros de tu bondad, porque todo lo que hiciste me dice, Señor, quién eres. Todas las cosas criadas, primero enseñan el amor del criador que el don".


1-3.

Durante dos semanas leeremos el libro del Génesis, con el que empieza la Biblia. No obstante ser un libro muy elaborado, su redacción fue bastante tardía: después del Exilio a Babilonia, aunque para su composición se utilizaron tradiciones más antiguas. El autor no busca pues darnos unos datos científicos. Conserva en su memoria toda la historia de Israel y se esfuerza en releer los viejos mitos a la luz de las intervenciones divinas: se trata pues de unas páginas que bajo la «cobertura» de unos cuentos folklóricos, comportan una enseñanza teológica de gran profundidad. Hemos de saber a la vez retener las imágenes y superarlas para alcanzar su significación esencial.

-En el principio creó Dios los cielos y la tierra

Estas palabras han sugerido a menudo la idea de que el «tiempo» empezó con la creación material. La pregunta: «¿qué había antes?» no tiene significado puesto que no había «antes» ya que el tiempo no había comenzado.

Dios no está en el tiempo, sino en la eternidad, en la que no hay ni antes ni después.

Para El, la creación es HOY.

Es bueno y conveniente pensar que Dios no cesa de crear.

Estoy en las manos creadoras de Dios.

-La tierra era informe y vacía, las tinieblas cubrían el abismo y el Espíritu de Dios -como un viento- aleteaba por encima de las aguas.

Así la primera victoria de Dios es una victoria sobre el "caos", sobre el desorden.

Efectivamente. quienquiera que contemple la creación sin a-priori, sin prejuicios, descubrirá en ella una maravilla de organización inteligente: todas las cosas guardan su proporción unas con otras y son las unas para las otras... el más ínfimo de los seres depende de los demás.

Señor, quiero creer que tengo mi sitio en ese conjunto, que no soy fruto del azar, sino que Tú, en ese preciso momento, me quieres en un punto de tu obra, para realizar allí algo que, en tu plan soy el único que debe asumir.

Gracias. ¡Qué no sea yo infiel a ese plan!

-¡Hágase la luz! Y la luz se hizo. Y Dios vio que la luz era buena.

Dios, es también una victoria de la «luz» sobre las «tinieblas». Yo soy la luz del mundo, dirá Jesús. Vosotros sois la luz del mundo, dirá a los cristianos.

¡La luz, primera criatura de Dios! Todo un símbolo. La noche es también buena, tranquila, ayuda al descanso.

Pero da miedo y no puede remediarse a menos de transformarla en día por un alumbrado artificial. El día, en cambio, es tranquilizador y permite toda clase de trabajos; el sol fomenta la vida: con la mañana, despierta la naturaleza y todo revive.

Las aguas... El mar... Las fuentes... Los ríos... Las plantas... Los árboles... Las flores...

Las simientes... Los astros... El sol... La luna... Las estrellas...

He ahí que después de la luz ¡surgen muchas otras maravillas! Me detengo a «saborear» cada una de esas realidades y, en contrapartida, procuro imaginar lo que podría ser, por un imposible, un mundo carente de esas realidades; por ser solidarias todas las otras las echarían en falta.

Todo lo que Dios hizo es bueno, útil y hermoso. Gracias, Señor. En ese gran todo, yo soy también bueno, útil y hermoso.

-Y vio Dios que todo era bueno.

Es la muletilla repetida en cada nueva creación.

La revelación judeo-cristiana es resueltamente optimista.

El pecado mismo no ha destruido esa bondad fundamental de todos los seres tal cual salieron de las manos de Dios

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 56 s.


2.- 1R 8, 1-7.9-13

2-1. CR/TEMPLO 

Una de las grandes realizaciones de Salomón fue la terminación de uno de los proyectos de su padre David: construir un templo para Dios. Antes de meditar sobre el significado espiritual de este acto, conviene recordar la trágica historia de ese Templo de Jerusalén:

en el 960 antes de Jesucristo: Salomón construye un templo grandioso...

en el 586 antes de Jesucristo: este Templo es destruido por Nabucodonosor...

en el 516 antes de Jesucristo: es reconstruido después del retorno del exilio...

10 antes de Jesucristo: Herodes, el Grande reconstruye el Templo...

Allí fue donde Jesús a los doce años encuentra a los doctores de la Ley.

Allí va a orar en peregrinación de la Pascua, todos los años. Allí pronuncia varios grandes discursos...

Y Jesús anuncia que ese Templo será destruido y reconstruido en tres días.

En el 66 después de Jesucristo: los ejércitos de Tito incendian el Templo.

En el 132: se edifican allí varios templos en honor de Júpiter.

En el 687: se construye una mezquita musulmana en la explanada del Templo.

En el siglo XVI: se edificó la mezquita actual.

-La consagración del primer templo, por el rey Salomón.

Hoy los judíos van a rezar al pie del muro de las lamentaciones: son las mismas piedras del Templo de Herodes, el que Jesús vio... Los musulmanes oran en la mezquita de Omar, edificada en el mismo emplazamiento del Templo. Y los cristianos oran en las múltiples "iglesias" de Jerusalén y de las afueras, porque, para ellos, la verdadera presencia de Dios es el Cuerpo resucitado de Jesús.

¿Cuál es mi devoción a esta «presencia» en los santuarios? Pero, ante todo ¿cuál es mi inclinación y afecto a esta otra «presencia» en el corazón de todos los cristianos, en el mío?

Cuando Jesús entró en el Templo reconstruido por Herodes y gritó: «destruid este Templo y en tres días lo reconstruiré»... se habló de blasfemia. Se trataba del templo de su Cuerpo.

Y san Pablo sacará de ello una consecuencia: los cristianos son también el Cuerpo de Cristo, donde Dios habita.

·Orígenes, padre de la Iglesia, decía: «Tú estás siempre en el santuario y nunca sales de allí. No hay que buscar el santuario en un lugar determinado, sino en los actos, en la vida, con los comportamientos. Si éstos son según Dios poco importa que estés en casa, en la plaza pública o en el teatro: si sirves a Cristo, tú estás en el santuario, no tengas la menor duda de ello».

-Salomón hizo introducir el Arca en el Templo. Nada había en el Arca, sólo las Tablas de la Ley.

Dios no es materializable. No hay nada en el Arca.

Ningún objeto misterioso. Ningún talismán.

Solamente se colocaron allí las «tablas de la ley»: signo de los mandamientos de Dios...

Los comportamientos del hombre rinden gloria a Dios.

Hacer el bien, evitar el mal... ¡Hacer presente a Dios!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 56 s.


2-2. /1R/08/01-21

El Señor, verdadero rey de Israel había consentido en darle un rey como los de los otros pueblos cuando Israel se lo pidió. Dentro del territorio de Israel el Señor no había escogido ninguna ciudad para hacerse presente en ella con el arca y fijar en la misma su residencia, pero aceptó que David trasladase el arca a su capital, una ciudad que, como dirá más adelante Ezequiel, era cananea de origen, tenía un padre amorreo y una madre hitita. Así como la realeza se consolidó con la elección de David y la sucesión de Salomón, también la presencia del Señor en Jerusalén se consolidará con la dedicación del templo. Son dos iniciativas humanas convertidas por Dios en grandes favores para su pueblo, mas la ambigüedad de su origen no se borrará del todo hasta que la historia llegue a su término en Cristo Jesús y en la Jerusalén celestial.

La dedicación del templo de Salomón es un paso adelante en la gracia de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Dios había escuchado la plegaria de Moisés de querer acompañar personalmente a su pueblo hacia la tierra prometida (Ex 33, 12-17). Israel sabía que no podía representar a Dios bajo imagen alguna, porque nada hay en todo el cielo y en la tierra que se le pueda parecer. También sabía que ningún lugar del cielo ni de la tierra puede circunscribir su presencia. Pero el arca contenía las tablas donde constaba la alianza de Dios con su pueblo. Era éste el lazo de compromiso que Dios hacía presente. El arca se podía comparar con el escabel del trono de Dios, porque, aunque son invisibles el propio Dios y su trono, el testimonio de su alianza, guardado dentro del arca, estaba como depositado a sus pies. Así, residía Dios en el tabernáculo que acompañó a Israel de campamento en campamento, desde el Horeb, montaña de la alianza, hasta la tierra prometida. Mas una vez ha tomado el pueblo posesión del país y le ha dado el Señor la paz frente a los enemigos, el Señor fija su residencia en el templo construido por Salomón. De ahora en adelante todo el pueblo de Israel, presente en la fiesta, mirará con amor la ciudad y la montaña santa, donde el Señor, aunque sea en la tiniebla, hace residir su gloria. Y cuando, por las culpas del pueblo, sea destruido el templo, la gloria de Dios se hará presente donde se reúnan dos o tres en nombre de Jesús. Por último, iluminará la Jerusalén de lo alto, donde «Dios con ellos» será su Dios.

G. CAMPS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 692 s.


3.- Mc 6, 53-56

Lectura el santo evangelio según san Marcos: 

      En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos terminaron la travesía, tocaron tierra en Genesaret, y atracaron. Apenas desembarcados, algunos lo reconocieron, y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas. En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza, y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto, y los que lo tocaban se ponían sanos.


3-1.

Desde el retorno de la misión de los Doce (Mc 6, 30) hasta la profesión de fe de Pedro (Mc 8, 29) el evangelio según san Marcos nos presenta dos secuencias paralelas, cuyo tema podría ser "La mesa abierta a todos".

6, 30 Primera multiplicación DE LOS PANES PP 8, 1 Segunda multiplicación de de LOS PANES

6, 45 Travesía del lago

8, 10 Travesía del lago. y marcha sobre la aguas.

7, 1 Discusión con los fariseos sobre las prohibiciones alimentarias

8, 11 Discusión con los fariseos sobre las prohibiciones que piden un "signo del cielo".

7, 24 Salida hacia Tiro y Sidón: 

8, 13 Salida hacia la ribera del lago: 

y en territorio pagano, Jesús hace una aclaración sobre el "pan": ¿está reservado a los judíos o bien la mesa está abierta a todos

y Jesús, porque los discípulos habían olvidado proveerse de pan, les habla sobre "la levadura de los fariseos", la importancia de los residuis. Hay pan para todos

7, 31 Curación de un sordomudo.

  8, 22 Curación de un ciego.

-Jesús y sus discípulos atravesaron el lago; llegaron a la playa en Genesaret y atracaron.

En cuanto salieron de la barca las gentes le reconocieron y corrieron de toda aquella región; y comenzaron a traer en camillas a los enfermos donde se enteraban de que El estaba.

El milagro de la multiplicación de los panes, que acaba de producirse ha suscitado el entusiasmo popular. Da la impresión de que "Jesús y sus discípulos" están jugando al escondite con la muchedumbre: tratan de huir atravesando el lago, en un sentido o en otro.

Pero cada vez la muchedumbre les encuentra. Jesús y sus discípulos no pueden escapar de las gentes. Es necesario ocuparse de ellas: el descanso será para más tarde.

Repensemos el hecho: vienen de la misión, necesitan de un lugar tranquilo, atraviesan el lago: la muchedumbre está ahí. Se las arreglan para salir desapercibidos (Mc 6, 45). ¡Es inútil! la gente los ha alcanzado de nuevo. Señor, danos tu disponibilidad.

-Adonde quiera que llegaba, en las aldeas, ciudades o granjas, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su vestido. Y cuantos le tocaban quedaban sanos.

ENFERMEDAD/DEBILIDAD: La "enfermedad"... En nuestros días la curación de las enfermedades corresponde a la ciencia médica. Pero los antiguos, en todas las civilizaciones del mundo, dieron a la enfermedad y a la curación una significación religiosa. Se recurría a Dios para ser curado... mientras que hoy la primera reacción es llamar al médico. Y esto esta bien. El hombre con la inteligencia que Dios le ha dado, debe combatir el mal: ayudar, cuidar, sanar, sigue siendo un "don de Dios", si bien pasa por las manos, la inteligencia y el corazón de los hombres. Médicos y enfermeras... maravillosa vocación al servicio de la humanidad.

Sí, la enfermedad y los sufrimientos que la acompañan, sitúan al hombre en una terrible inseguridad: simbolizan la fragilidad de la condición humana, sometida a riesgos inesperados e imprevisibles. La enfermedad contradice el deseo de absoluto y de solidez, que todos tenemos: y es por ello que la enfermedad guarda siempre una significación religiosa, aun para el hombre moderno.

De esta inseguridad radical, los médicos no pueden curarnos. Sólo Jesús puede hacerlo, por la fe, en cuanto esperamos la curación definitiva en el más allá.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 310 s.


3-2.

1. (año I) Génesis 1,1-19

a) Gn/LIBRO: Durante dos semanas leeremos el primer libro de la Biblia, el Génesis.

Después de un mes con la carta a los Hebreos, pasamos al AT y escuchamos el Génesis, esta vez sólo en su primera parte, los primeros once capítulos, el origen del mundo y la humanidad, hasta Babel. Los capítulos 12 al 50, con la historia de Abrahán, Isaac, Jacob y José, serán nuestra lectura más tarde, en las semanas 12 a 14 del Tiempo Ordinario.

El Génesis no es un libro científico. O sea, no nos cuenta la historia exacta de la evolución del cosmos hasta llegar a su situación actual. Es un libro que intenta responder a los grandes interrogantes que Israel se ha hecho en varios períodos de su historia: cuál es el origen del mundo, de la vida, del hombre. Interpreta la historia desde el prisma religioso, que es la base de toda la Biblia: Dios es trascendente, el creador de lo que existe, sobre todo de la vida y de la humanidad, todo lo ha hecho bien y tiene un plan de salvación que empieza en la creación, llega a su plenitud al enviarnos a su Hijo como Salvador universal y tiene como meta los cielos nuevos y la tierra nueva al final de los tiempos.

El Génesis nos cuenta todo esto utilizando géneros literarios populares y poéticos, que expresan el trasfondo histórico por medio de cuentos, relatos, mitos y leyendas, a los que su autor extrae un valor religioso para que nos ayude en nuestro camino. Por ejemplo, nos dice que la creación se hizo «en siete días» y que al final, «Dios descansó». Es una manera popular y antropomórfica de describir un proceso cuyos detalles científicos no interesan al autor y de paso justificar la institución de la semana y el descanso del sábado.

La Biblia no nos quiere enseñar técnicamente cómo surgieron las diversas especies de animales, o el hombre y la mujer: lo de la arcilla para Adán y la costilla para Eva son evidentemente géneros literarios sin pretensiones de exactitud biológica. Lo mismo pasa con el origen de los astros. La Biblia no quiere decirnos tanto cómo se hizo el cielo, sino cómo se va al cielo, en frase atribuida a Galileo. No nos da lecciones de cosmología, sino que nos invita a entonar un himno de alabanza a las grandezas de Dios creador.

Los estudiosos notan en los libros del Pentateuco (los «cinco libros» atribuidos a Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) la mezcla de varias «versiones» o tradiciones, cada una con sus fuentes y sus tendencias: sobre todo la yahvista y la sacerdotal. La primera, la tradición yahvista, fue escrita en el siglo X antes de Cristo, en tiempos del rey Salomón. La segunda, la sacerdotal, es más reciente, del siglo VI, en tiempos del destierro. El libro actual del Génesis es una mezcla de ambas.

Hoy leemos el principio de todo. Cómo Dios pone orden en el caos inicial, pensando en el hombre y su bien. El primer día separa la luz de las tinieblas. El segundo, las aguas superiores y las inferiores. El tercero, la tierra de los mares. El cuarto, el día y la noche. Siempre, después de la «jornada» en que sucede, se afirma que «vio Dios que era bueno».

b) El estudio sobre el origen del cosmos está de plena actualidad. Las hipótesis se suceden unas a otras, más o menos en la línea del «big bang», la gran explosión que habría sucedido al inicio de todo desde la materia concentrada. También sobre el origen y la antigüedad de la vida en nuestro planeta se siguen ofreciendo teorías y pruebas más o menos aceptadas.

Lo que iremos leyendo en el Génesis es perfectamente compatible con estos esfuerzos científicos. Porque aquí el autor sagrado -un redactor «sacerdotal» que escribe después del destierro- sólo nos dice que en el origen de todo está Dios, su voluntad creadora, comunicadora, llena de sabiduría y amor. Y lo dice según el lenguaje y la cosmovisión propios de su época.

En la plegaria eucarística IV el sacerdote alaba así a Dios: «Te alabamos, Padre, porque eres grande, porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor». Podría haber añadido «y con humor», porque en verdad, tanto el macrocosmos como el microcosmos, desde los astros hasta los más pequeños animalitos y flores, están llenos de belleza y detalles sorprendentes.

Tenemos que escuchar estas páginas con la intención poética y religiosa del que las escribió. Dios crea. Es lo suyo, comunicar el ser, comunicar su vida y su felicidad. Dios empieza su aventura de la creación, su historia con el hombre. «Hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones» (de nuevo la plegaria eucarística IV). Y lo hace bien, para que el hombre encuentre un mundo armónico, hermoso, capaz de darle felicidad: la luz, el agua, el dÍa y la noche.

Tendríamos que refrescar nuestra capacidad de asombro y admiración por las cosas que nos ha regalado Dios en este mundo en que vivimos. DeberÍamos ser todos de alguna manera ecologistas, admiradores y conservadores de esta naturaleza para bien de todos. El salmo nos ayuda a esta oración contemplativa: «Dios mío, qué grande eres. Te vistes de belleza y majestad... Asentaste la tierra sobre sus cimientos... de los manantiales sacas los ríos... Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría».

1. (año II) 1 Reyes 8,1-7.9-13

a) Lo más característico del reinado de Salomón es que construyó el Templo de Jerusalén, el que David había querido edificar pero que las circunstancias, y la voz del profeta, aconsejaron dejar para más tarde.

Este Templo, inaugurado unos mil años antes de Cristo, recordemos que fue destruido por Nabucodonosor cuatrocientos años más tarde y luego reconstruido varias veces. En tiempos de Jesús estaba en su esplendor. Muy pronto, el año 66 después de Cristo, los ejércitos de Tito lo destruyeron de nuevo. Ahora en su lugar hay una gran mezquita musulmana.

Hoy leemos cómo organizó Salomón, haciéndolo coincidir con la fiesta de los Tabernáculos, el solemne y festivo traslado al recién inaugurado Templo del Arca de la Alianza, el Arca que acompañó al pueblo en su época nómada por el desierto y que luego había estado depositada en varios templos y casas. El Arca con las dos tablas de la ley de Moisés es ahora llevada al Templo, como símbolo de la continuidad con el período de las peregrinaciones, a pesar de que el pueblo ya se ha asentado definitivamente.

b) Si los judíos estaban orgullosos de su Templo y del Arca de la Alianza que albergaba, nosotros tenemos todavía más motivos para apreciar nuestras iglesias como edificio sagrado. Dios está presente en todas partes. Pero nos ayuda para nuestra oración y para la reunión de la comunidad y para nuestro encuentro con Dios el tener un espacio adecuado, convenientemente separado del espacio profano.

Además, la presencia eucarística de Cristo Jesús, que ha querido que participemos sacramentalmente de su Cuerpo y su Sangre en la comunión, y que prolonga esta presencia en el sagrario sobre todo para la comunión de los enfermos o moribundos, da a nuestras iglesias una dignidad nueva y entrañable. Con más motivos que el salmista del AT podemos nosotros decir: «Entremos en su morada... levántate, Señor, ven a tu mansión... no niegues audiencia a tu ungido».

No hay una nube visible que envuelva nuestras iglesias, para recordarnos la presencia misteriosa de Dios. Pero sí estamos convencidos de que la de Cristo Jesús es una presencia privilegiada, un sacramento visible de su continua e invisible cercanía como Señor Resucitado. Esto nos ayuda a tener ánimos en nuestra marcha por la vida. Es nuestro «viático», alimento para el camino.

2. Marcos 6,53-56

a) El evangelio de hoy es como un resumen de una de las actividades que más tiempo ocupaba a Jesús: la atención a los enfermos.

Son continuas las noticias que el evangelio nos da sobre cómo Jesús atendía a todos y nunca dejaba sin su ayuda a los que veía sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curaba y perdonaba, liberando a la persona humana de todos sus males. En verdad «pasó haciendo el bien».

Como se nos dice hoy, «los que lo tocaban se ponían sanos». No es extraño que le busquen y le sigan por todas partes, aunque pretenda despistarles atravesando el lago con rumbo desconocido.

b) La comunidad eclesial recibió el encargo de Jesús de que, a la vez que anunciaba la Buena Noticia de la salvación, curara a los enfermos. Así lo hicieron los discípulos ya desde sus primeras salidas apostólicas en tiempos de Jesús: predicaban y curaban. La Iglesia hace dos mil años que evangeliza este mundo y le predica la reconciliación con Dios y, como hacia Jesús. todo ello lo manifiesta de un modo concreto también cuidando de los enfermos y los marginados. Esta servicialidad concreta ha hecho siempre creíble su evangelización, que es su misión fundamental.

Un cristiano que quiere seguir a su Maestro no puede descuidar esta faceta: ¿cómo atendemos a los ancianos, a los débiles, a los enfermos, a los que están marginados en la sociedad? Los que participamos con frecuencia en la Eucaristía no podemos olvidar que comulgamos con el Jesús que está al servicio de todos, «mi Cuerpo, entregado por vosotros», y por tanto, también nosotros debemos ser luego, en la vida, «entregados por los demás». De modo particular por aquellos por los que Jesús mostró siempre su preferencia, los pobres, los débiles, los niños, los enfermos.

Sería bueno que leyéramos los números 1503-1505 del Catecismo de la Iglesia que tratan de «Cristo, médico», y los números 1506-1510 sobre «sanad a los enfermos», el encargo que Jesús dio a los suyos para con los enfermos: la asistencia humana, la oración, y de modo particular el sacramento propio de los cristianos enfermos: la Unción.

«Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría» (salmo, I)

«Y vio Dios que era bueno» (1ª lectura, I)

«Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra» (profesión de fe)

«La gloria del Señor llenaba el Templo» (1ª lectura, II)

«Levántate, Señor, ven a tu mansión, no niegues audiencia a tu ungido» (salmo, II)

«Los que lo tocaban se ponían sanos» (evangelio)

«Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana» (plegaria eucarística V b)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 126-130


3-3.

Primera lectura: 1 Reyes 8, 1-7.9-13: Llevaron el arca de la alianza al Santísimo, y la nube llenó el templo. 

Salmo responsorial: 131, 6-7.8-10: Levántate, Señor, ven a tu mansión. 

Evangelio: San Marcos 6, 53-56: Los que lo tocaban se ponían sanos.

Este en este texto se resumen todos los ingredientes que acompañan la predicación de Jesús, al lado de sus discípulos. Tan pronto se hacen presentes, la multitud se reúne alrededor suyo y trae a sus enfermos para que sean curados. Enfermos de todas partes, con el sólo hecho de tocarlo, a veces aunque fuera sólo por tocar sus ropas, ya se sentían sanos.

Cada milagro de Jesús no debe ser tomado al pie de la letra, ya que producía un doble efecto en las personas: una sanación interior, relacionada más con el cambio de vida que se experimentaba, y otra sanación exterior que tenía que ver con el hecho material de ver restablecida la salud de sus cuerpos.

Es importante relacionar también los milagros que Jesús hacía a la gente de aquellos lugares con la repercusión liberadora que podía producir en ellos en la medida que lo entendieran o no. Los cambios experimentados por aquellas personas debían deslindarse de lo individual por que su fin último era ofrecerles la posibilidad de que experimentaran cambios individuales que facilitaran la posibilidad de vivir en una nueva sociedad.

Mucha gente de las diferentes comunidades a las cuales asistía Jesús a predicar no descubrían en el milagro su sentido liberador, y se quedaban sólo con el milagro exterior, y con el Jesús milagrero. No eran capaces de "leer" otros aspectos en aquellos "signos", y los asociaban más con la magia, con las curaciones "parciales" fáciles y milagreras que con la difícil transformación integral de la persona y de la sociedad, es decir, con la llegada del Reino con el que Él sueña... Jesús no está haciendo milagros par exhibirse, ni para poner parches o pequeños remedios a nuestras deficiencias de salud... Eso, con ser muy importante, no es lo más importante. Jesús no pierde nunca de vista eso que es "lo más importante", y hasta "lo único necesario". Sus milagros son a la vez siempre "signos" de la gran transformación, de la venida del Reino.

Si no se llega a entender el verdadero fondo de la sanación que se efectúa en el milagro, Jesús puede ser visto como uno de tantos curanderos que sólo ofrece curaciones físicas. Hoy día, en nuestra situación, donde la salud carece de atención pública por parte de los "modernizados y reducidos" Estados, muchos se ven tentados a "utilizar" su cristianismo como un remedio de sus males físicos, y centran todo en curaciones milagrosas... Por ese camino, muchos no van a conocer realmente al Jesús verdadero sino a un divino curandero del mismo nombre...

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

Génesis 1, 1-19: Que haya luz 

Salmo responsorial: 103, 1-6 y 10 y 24 

Marcos 6, 53-56: Todos iban hacia él

Las gentes de los contornos llevaban a los enfermos para que, al menos, pudiesen tocar la orla del manto de Jesús. De esa manera se curaban. Hoy nosotros podemos pensar que quizá la fe de aquellas personas tenía algo de mágica. Es posible que fuese verdad. Sin embargo, en su sencillez aquellas gentes habían intuído algo muy importante: que sólo el contacto directo con una persona nos permite conocerla o sentirnos afectados por ella. Los cristianos tendríamos que aprender a "tocar" a Jesús, a no perder de ninguna manera el contacto directo con él, porque él es la fuente de lo que somos y de lo que da sentido a nuestras vidas. Lo mismo que tocando la orla de su vestido aquellas personas quedaban curadas, sólo tocando hoy a Jesús encontraremo s la fuerza para seguir adelante y seguirle por los caminos de nuestra vida. No es imposible tocarle hoy. Ciertamente no es una persona con un cuerpo como el nuestro. Pero hay dos caminos al menos para encontrarnos con Él y tocarle. Una es a través de la Eucaristía y de la lectura y escucha de la Palabra de Dios. Ahí nos encontramos con Jesús tal y como fue y no tal y como nos gustaría que fuese. Otra manera es acercarnos a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los más pobres y desamparados, a los que sufren. Ellos son hoy sacramentos vivientes de la presencia de Jesús en medio de nosotros. El contacto físico, real, diario, con ellos nos hará experimentar, sin ninguna duda, la humanidad viva y real de Jesús que nos cura de nuestras enfermedades.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Los genios son genios no por lo que producen, sino por lo que proyectan, por lo que reparten. Un genio no es un hombre que tiene el alma muy grande, sino un hombre de cuya alma podemos alimentarnos. En los santos la cosa es aún más clara: son santos porque no se reservaron nada para sí, sino que se entregaron a todos cuantos les rodeaban.

Jesús, que acababa de multiplicar los panes compadeciéndose de la multitud, les da después, a los discípulos, un susto tremendo. Por así decirlo, se trata de una de esas «bromas del Altísimo». Una vez que se les pasó el miedo de haber visto a Jesús caminando sobre las aguas, tocan tierra de nuevo. ¡Qué personalidad la de Cristo! En cuanto bajó de la barca, le reconocieron y corrieron a Él. ¡Es la fuerza de los santos, la fuerza de Dios! Cada tarde, al volver del trabajo, anhelamos encontrar a nuestros seres queridos y disfrutar de la paz del hogar. El esfuerzo cotidiano exige un buen descanso. Jesús no se detuvo a contemplar su cansancio, su fatiga ni siquiera, si estaba o no dentro de su horario de trabajo o si se le pagaría una prima extra. Esta es la verdadera generosidad. Esto es no reservarse nada para sí, sino entregarse a los demás.

Le traían enfermos. Deseaban, al menos tocar la orla de sus vestidos para ser curados. A nosotros, Dios no nos pide directamente que curemos enfermos o hagamos todo tipo de milagros. Quizá no esté a nuestro alcance. Pero sí podemos dar una palabra de aliento al compañero de trabajo. Una sonrisa a quienes suben con nosotros en el ascensor. Una atención y un recuerdo en la oración para quien nos pide ayuda por la calle. La alegría y el detalle con nuestra esposa o esposo y nuestros hijos, a pesar de la tensión acumulada en el trabajo. Cosas sencillas pero que, a los ojos de Dios, tienen un valor inmenso. Los genios, los grandes santos, lo han sido a base de estos pequeños pero valiosos actos de amor y generosidad. Y tú, ¿qué esperas para ser feliz?

Xavier Caballero


3-6.

Con este breve pasaje termina san Marcos este polémico capítulo de la actividad apostólica de Jesús. Es importante notar en él que Jesús cura a TODOS los que se acercan a él. Y lo hace no como una recompensa por haber escuchado el evangelio, o como pago a alguna buena acción. Con ello nos muestra la gratuidad de Dios, su amor infinito por todos, del Dios misericordioso que hace nacer el sol sobre bueno y malos. Los milagros de Dios no son propiedad exclusiva que se ha de realizar en los cristianos, ni siquiera en los buenos. Son ante todo un signo del amor incontenible de Dios que busca que su criatura lo reconozca como la fuente del amor y de la misericordia. En Jesús, son el signo de su ser mesiánico que ha venido a liberar a los oprimidos y dar alegría a toda la humanidad incluso de manera inmediata. Acerquémonos con confianza al Dios de la misericordia. Nadie que se acercó a él regresó con las manos vacías: ni paganos, no judíos, ni justos ni pecadores, ni buenos, ni malos. El amor de Dios es para todos porque quiere que todos sean para el amor.

Que el Señor llene con su amor tu vida y te conduzca por el camino de la paz.

Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Ernesto María, Sac.


3-7.

LAS TARDES Y LAS MAÑANAS

Gén 1, 1-19; Sal 103; Mc 6, 53-56 

      "Pasó una tarde, pasó una mañana"... Se repite al final de los tres párrafos, correspondientes a los tres primeros días de la Creación. Es como un estribillo, como un respiro de Dios que goza viendo pasar el tiempo como quien mira complacido el fluir de las aguas de un río. Hay que leerlo despacito, compartiendo la serena alegría del Creador. Primero fueron la luz y la tiniebla, el río del tiempo que alegra los ojos de su Dueño. Después, un respiro para contemplar: "pasó una tarde, pasó una mañana"... Al día siguiente, los cielos y la tierra -¡Ahí es nada!-. Y, después, otro respirito: "pasó una tarde, pasó una mañana"... Al tercer día, los mares y los continentes y, una vez terminados, respira Dios y se goza en el río: "pasó una tarde, pasó una mañana"... ¡Y aunque pasen diez millones de tardes, y diez millones de mañanas! ¿Qué importa? Dios tiene -nunca mejor dicho- todo el tiempo del mundo. Lo único que no tiene es prisa.

      Claro que todavía no existía el hombre sobre la tierra. El tiempo, en aquel entonces, lo gozaba sólo Dios. Y lo gozaba así, trabajando y descansando, creando y contemplando, viendo pasar las tardes y las mañanas y llenando de trabajo las mañanas y las tardes. Mira bien que no he escrito "dejando pasar", sino "viendo pasar". No es lo mismo. Los zascandiles dejan pasar el tiempo, y el tiempo se les escapa estéril. Dios pasea su mirada contemplativa por los días, las horas y los años con el mismo Amor con el que los moldea con su mano... Nada se le escapa.

      Todo se iba preparando, lentamente, para la entrada en escena del hombre. El ser humano estaría llamado a compartir con Dios el gozo de esa mirada eterna sobre el tiempo, siendo a la vez su habitante gozoso y trascendiéndolo en el "para siempre" de un diálogo de Amor con su Dueño. Estaba llamado a colaborar con Yahweh, a llenar de trabajo con Él serenamente las mañanas y las tardes, y a ver pasar con Él las tardes y las mañanas.

      "Pasó una tarde, pasó una mañana"... ¡Qué me dice! ¡Una tarde y una mañana! ¡Ayer por la tarde dejé al ordenador procesando un vídeo, y hoy por la mañana aún no ha terminado! ¿Se habrá creído esta máquina que tengo todo el día? ¡Rápido, tráeme un café, que hay muchísimo trabajo! Hoy comemos aquí, en la oficina; llama al Burger y que traigan algo. Y a ver si buscas un ordenador más rápido... ¡Vamos, vamos, que no tenemos todo el día! Y, por si esto fuera poco, Dios no me hace caso. ¿Es qué estará pensando? Llevo años pidiéndole una gracia, y aún no me la ha concedido. ¿Por qué no se da prisa Dios?...

      ¡Pobres idiotas! Estamos llamados a compartir la eternidad de Dios, y nos empeñamos en que Dios comparta nuestras prisas. Que los ojos serenos de María nos recuerden el Magnificat: "su Misericordia llega a sus fieles de generación en generación"... ¡A eso le llamo yo una mirada plácida! Claro que, si Dios tuviera un procesador más potente, igual podría ser "de segundo en segundo"... 


3-8. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

El mes de Febrero siempre trae a los estudiantes esas densas nubes, -más que aires- de pruebas y exámenes bajo las que yo también hoy os escribo. Y, sin embargo, el examen más importante es el que la vida nos pone cada mañana al levantarnos, sin eximirnos cada cierto tiempo de alguna "reválida" sorpresiva. Para los primeros, ante el tribunal, puede que nos valga alguna chuleta (metafórica, por supuesto). Para el segundo, la fe es la que nos ayuda y la Palabra quien nos confronta. No hay milagritos ni magia que valga. Como tampoco había magia ni superstición cuando los enfermos tocaban el manto de Jesús y "se ponían sanos". Se necesita la fe para que el encuentro produzca el fruto de salvación. ¿Acaso no fue así con la hemorroisa? Entre todos los que apretujaban a Jesús, sólo ella, al tocar su manto, experimentó aquella fuerza de curación. Y para Israel la curación es siempre doble. Son numerosos los relatos donde la sanación de la dolencia va siempre acompañada del perdón de los pecados, es decir, del restablecimiento de la persona dentro del pueblo y del proyecto de Dios. El salmista no lo puede gritar más claro: "Bendice alma mía al Señor... Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades" (Sal 102). Quizá hoy esta salus (salud y salvación) resuena con más fuerza al celebrar la memoria de la Virgen de Lourdes. En la gruta de Masabielle sí que hay milagros. Pero no son de esos que te han venido a la mente en primer lugar. Es verdad que se han certificado algunos casos extraordinarios que la ciencia no ha podido explicar: solo sesenta y cuatro entre los millones de personas que anualmente visitan la gruta a orillas del Gave. Obviamente, casi ninguno regresa curado, pero todos los que viajan con fe vuelven cambiados. Cambiados porque han salido de su soledad y se han sentido queridos entre los sanos; transformados porque se han encontrado con muchos que llevan con alegría la cruz de la enfermedad; y transfigurados porque se han encontrado con Dios y han experimentado sus manos misericordiosas, pues, a través de María, han visto multiplicada su confianza, sus ganas de vivir. ¿Acaso cabe mayor milagro? Quien aumenta las ganas de vivir, multiplica las ganas de amar. Y de amar es de lo que, en definitiva, en el atardecer de nuestra vida, seremos examinados.

Cordialmente,

Carlos (carlosoliveras@hotmail.com


3-9. 2001

COMENTARIO 1

v. 53 Atravesaron hasta tocar tierra, llegaron a Genesaret y atracaron.

No llegan a Betsaida, como les había ordenado Jesús, sino a Genesa­ret, en territorio judío. Como no han aceptado la universalidad del men­saje, no pueden desembarcar en territorio pagano.

La perícopa describe el encuentro de muchos enfermos con Jesús. Los discípulos desaparecen de la escena. Queda sólo Jesús, a quien acude la gente.



vv. 54-55 Al bajar ellos de la barca, algunos lo reconocieron y, en seguida, recorriendo toda aquella comarca, empezaron a transportar en camillas a los que se encontraban mal, hasta donde oían que estaba.

La atención de los que ven desembarcar al grupo se centra exclusiva­mente en Jesús (contraste con 6,33). El grupo de gente anónima que lo reconoce no se acerca a él, sino que se pone a colaborar en su actividad, facilitándole la tarea (contraste con los discípulos); quieren que su acción llegue a los que necesitan ayuda (cf. 1,32). No se mencionan sinagogas ni letrados ni fariseos. La comarca de Genesaret es figura de la periferia del judaísmo, al margen de la institución judía. Tampoco hay endemonia­dos, es decir, fanatismos destructores, pero sí los que se encontraban mal (1,32; 2,17), en tal estado que no pueden valerse por sí mismos. Jesús se mueve libremente por la región.



v. 56 En cualquier parte que entraba, aldeas, pueblos o caseríos, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les dejase tocar aunque fuera el borde de su manto; y cuantos lo tocaron fueron obteniendo la salud.

Jesús entra en cualquier núcleo de población por pequeño que sea. Su actividad se desarrolla en los lugares públicos (plazas). Ahora se habla de los débiles/enfermos. No pretenden avasallar a Jesús (cf. 3,10), le piden permiso para tocarlo, pues saben que su contacto comunica vida. Las curaciones continúan la de la mujer con flujos (5,27s.34: tocar, curarse/sal­varse); es decir, muchos marginados encuentran vida en la alternativa de Jesús.


COMENTARIO 2

La perícopa del Evangelio de este día nos presenta la realidad de exclusión y de opresión que vivían los pobres del tiempo de Jesús. Hoy nos encontramos con Jesús que visita la región de Genesaret y allí se encuentra con la clase marginal de dicho territorio: los enfermos, que vivían excluidos por el sistema judío legalista que asesinaba espiritualmente a todos aquellos que padecían algún tipo de mal físico.

Con estas curaciones el evangelista Marcos nos muestra el efecto más notable del anuncio del Reino de Dios: la Gracia. Jesús, en el acto de liberación que hace de estos excluidos, nos presenta el plan maravilloso de su Padre: el amor gratuito de Dios Padre para con el ser humano. Este amor no puede ser comprado, ni exigido, ni es respuesta a los méritos que alguien cree tener acumulado. Frente a la Gracia anunciada y vivenciada por Jesús, el sistema religioso de su tiempo, que se basaba en la acumulación de méritos, entra en crisis frente a la noción de Gracia que Jesús inaugura. Los pobres y los miserables de aquel modelo social, por su parte, son los mayores beneficiados por la propuesta revolucionaria de Jesús. Por eso para los Evangelio y en especial para Marcos, son los excluidos los que son receptores de ese amor gratuito que Dios ha querido manifestar a los desheredados por la oficialidad.

Con este milagro, como con los otros sobre los que hemos venido reflexionando en la liturgia diaria, nos podemos dar cuenta de que el empeño de Jesús fue el de rescatar el concepto bíblico de Gracia; Jesús trató de hacerlo con palabras y con hechos. Por eso tenemos que anunciarlo; este milagro, que acontece en el texto de hoy, como todos los milagros de Jesús, fueron signos manifiestos del amor gratuito de Dios. Los enfermos de Genesaret, al tocar a Jesús se curaron uno a uno, porque el amor del Padre se desbordaba en el Nazareno haciendo posible que los que se encontraban deshumanizados llegaran a su plena humanización.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. 2002

Aunque Jesús llega con los discípulos hasta la orilla del lago, sin embargo éstos desaparecen de la escena, siendo sólo Jesús el centro de atención de la gente, que ya conoce cuáles son los efectos saludables de su enseñanza con autoridad.

Jesús no recorre ya las sinagogas en las que los fariseos -los teólogos de turno- le han declarado odio a muerte. Ahora se desplaza por la periferia, por la comarca de Genesaret, donde el influjo del judaísmo oficial queda lejano. Y entra con libertad en todos los sitios, porque no hay ningún lugar donde quienes se le acerquen no puedan experimentar la curación y la salvación.

La gente, respetuosa con Jesús, es consciente de que emana vida de él, pero no quiere arrebatarle a hurtadillas la curación, como la hemorroisa, sino que los enfermos le ruegan que les deje tocar aunque sea sólo el borde de su manto con el convencimiento de que sólo con ello quedarían curados. Y la fe de aquella gente sencilla opera la curación. Lejos del judaísmo oficial (Galilea), y fuera del tiempo sagrado (el sábado), los enfermos, provenientes de aldeas, pueblos, experimentan que sólo con tocarlo reciben la salud.

Jesús -y no la sinagoga- se presenta ahora como la alternativa para tanta enfermedad y tanta marginación. Pero los líderes de la sinagoga y del templo sabrán arreglárselas para convencer al pueblo, al final del evangelio, de que un maestro así subvierte el orden establecido, poniendo en peligro el templo y las aspiraciones judías. Habrá, por tanto, que quitarlo de en medio como sea. Lamentable conclusión, pero tan actual. Quienes provocan al sistema y ofrecen una alternativa de mundo donde no haya marginados, tendrán que sufrir la misma experiencia de Jesús: el rechazo de los poderes establecidos que no toleran que la vida cunda por el pueblo.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-11. DOMINICOS 2003

 Palabra creadora de Dios
Libro del Génesis 1, 1-l9:
“Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe. Sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios: Que exista la luz; y la luz existió; y vio Dios que la luz era buena; y separó la luz de las tinieblas, llamando a la luz “día”, y a la tiniebla “noche”... Día primero. Y dijo Dios: que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas; e hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda...
Y dijo Dios: Que se junten las aguas de debajo del cielo... Y dijo Dios: Que existan lumbreras en la bóveda del cielo...”
El autor inspirado ha recogido en esta página inmortal el sentido de la fe de un pueblo que, impresionado por la grandeza del cosmos y viviendo la propia insignificancia, elevaba los ojos al Cielo porque sólo desde un poder divino podía entenderse la realidad como obra creada por una inteligencia suprema. Y la cantó con ritmo y gracia.
Evangelio según san Marcos 6, 53-56:
“En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos terminaron la travesía, tocaron tierra en Genesaret, y atracaron; y apenas desembarcaron, algunos le reconocieron.
Luego se pusieron a recorrer toda la comarca. Cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaban los enfermos en camillas. En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza, y le rogaban que les dejase tocar el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos”.

Tiempo de reflexión
La creación, obra de amor y bendición.
Hemos leído un texto del documento yhavista. Magnífico, sin duda, lleno de poesía, canto de fe, de gracia y bendición. No es texto técnico, científico, sino religioso, de fe.
Es característico del documento yhavista vivenciar “las bendiciones”, es decir, ver las obras de la creación y de la vida como efusión del amor divino, teniendo en perspectiva lo que se dirá en Génesis 2,12: “De ti haré una nación grande y te bendeciré. Y engrandeceré tu nombre, que servirá de bendición”. Esta bendición de Dios aparece en los primeros capítulos del Génesis recayendo sobre todos los pueblos o naciones. Luego, como rechazo y superación de las primeras infidelidades del hombre pecador, Adán, se irá concretando como bendición sobre el reino de Judá, monarquía davídica, heredera de bendiciones y promesas.
Celebremos, pues, con nuestros antepasados creyentes, la alegría de la creación como una obra de amor, propia de Quien desea comunicar su vida y perfección a quienes seremos sus criaturas e hijos.
Mas no pretendamos entender la teología de la creación, obra de amor, como explicación científica sobre el origen físico del mundo, su evolución, sus leyes y su dinamismo. La Biblia y la Teología no son ciencias físicas sino relatos de carácter religioso en que Dios se acerca amorosamente a las criaturas y les pide respuesta de amor y fidelidad.
Jesús, continuador de las bendiciones divinas.
Todas las páginas del Evangelio podemos leerlas como contemplativos de las maravillas de Dios, realizadas por mediación de Jesús.
El amor creador se hace re-creador; la mirada benevolentísima del Padre se viste de ternura y compasión en labios, manos y corazón de Jesús.
Es una “bendición” haber encontrado a Cristo, suprema obra de Dios en la tierra.
Cantemos cada día, como Escolástica y Benito, las maravillas del Señor, y compartamos con nuestros hermanos todos los dones recibidos, bendiciones de Dios.


3-12. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

Estamos frente a una perícopa que los especialistas denominan “sumario” (cf Mc 3,7-12), una especie de síntesis después de una colección de cinco narraciones de milagros. En el relato precedente los discípulos van rumbo a Betsaida, en la parte nororiental del lago, a la derecha de la desembocadura del río Jordán. Jesús camina sobre las aguas en esta misma ruta.

Sin embargo, el texto que le sigue que corresponde al evangelio de hoy, nos dice que después de atravesar el lago llegaron a Genesaret que está en la parte noroccidental del lago. Genesaret hace parte de la llanura de Gennesar, ubicada entre las poblaciones de Magdala y Cafarnaún. Hace parte de la región de Galilea, donde Jesús comenzó su ministerio apostólico.

Un detalle interesante es la referencia inicial a los discípulos de Jesús bajando de la barca, pero la gente solo reconoce a Jesús. Esto antes de significar un desprecio a los discípulos muestra la efectividad de su misión que tiene como centro el anuncio de la persona de Jesús.

A partir del v. 55 la gente pasa a ser el sujeto protagonista del relato. Jesús es el punto de referencia que hay que encontrar y tocar, pero es la gente la que está en permanente movimiento. Jesús caminaba y la gente corría. Los más beneficiados de esta caminada son los enfermos, que representan los excluidos, los sin derecho de aquella sociedad.

Por esto, las plazas de los pueblos se llenaban de enfermos ante la presencia de una esperanza, cuya fuerza curadora estaba a su servicio. Los enfermos le piden a Jesús que al menos los deje tocar el borde de su manto. Aquí se nos presenta a Jesús como un judío devoto que llevaba en las puntas de su manto las cuatro bolas, compuesta de cuatro hilos blancos y azules, respectivamente (Dt 22,12; Núm 15,38-39) que servían para recordar los mandamientos del Señor.

No es la primera vez que encontramos los deseos de tocar a Jesús. En Mc 3,10 los enfermos procuraban tocar a Jesús para quedar curados. La mujer que por 12 años ha tenido flujo de sangre toca el vestido de Jesús y queda curada (Mc 5,27-28.30). El poder de Jesús ha ido creciendo. Inicialmente bastaba tocar a Jesús, después, bastaba con tocar su vestido, finalmente es suficiente con tocar el borde de su manto.


3-13.

San Gregorio Magno (hacia 540-604) papa, doctor de la Iglesia
Comentario al salmo 50, PL 75, 581-582

“Todos los que le tocaban quedaban curados”

Imaginémonos en nuestro interior a un herido grave, de tal forma que está a punto de expirar. La herida del alma es el pecado del que la Escritura habla en los siguientes términos: “Todo son heridas, golpes, llagas en carne viva, que no han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite.” (Is 1,6) ¡Reconoce dentro de ti a tu médico, tú que estás herido, y descúbrele las heridas de tus pecados! ¡Que oiga los gemidos de tu corazón, él para quien todo pensamiento secreto queda manifiesto! ¡Que tus lágrimas le conmuevan! ¡Incluso insiste hasta la testarudez en tu petición! ¡Que le alcancen los suspiros más hondos de tu corazón! ¡Que lleguen tus dolores a conmoverle para que te diga también a ti: ”El Señor ha perdonado tu pecado.” (2Sm 12,13) Grita con David, mira lo que dice: “Misericordia Dios mío....por tu inmensa compasión” (Sal 50,3)

Es como si dijera: estoy en peligro grave a causa de una terrible herida que ningún médico puede curar si no viene en mi ayuda el médico todopoderoso. Para este médico nada es incurable. Cuida gratuitamente. Con una sola palabra restituye la salud. Yo desesperaría de mi herida si no pusiera, de antemano, mi confianza en el Todopoderoso.


3-14.

Comentario: Rev. D. Joaquim Monrós i Guitart (Tarragona, España)

«Apenas desembarcaron, le reconocieron»

Hoy contemplamos la fe los habitantes de aquella región a la que llegó Jesús para llevar la salvación de las almas. El Señor es dueño del alma y del cuerpo; por eso, no dudaban en llevarle a sus enfermos: «Todos los que le tocaban quedaban sanos» (Mc 6,56). Tenemos hoy, como siempre, enfermos del alma y del cuerpo. Conviene que pongamos todos los medios humanos y sobrenaturales para acercar a nuestros parientes, amigos y conocidos al Señor. Lo podemos hacer, en primer lugar, rezando por ellos, pidiendo su salud espiritual y corporal. Si hay una enfermedad del cuerpo, no dudamos en enterarnos de si existe un tratamiento adecuado, si hay personas que puedan cuidarlo, etc.

Cuando se trata de una “enfermedad” del alma (habitualmente, palpable externamente), como puede ser que un hijo, un hermano, un pariente no asista a Misa los domingos, aparte de rezar conviene hablarle del remedio, tal vez transmitiéndole de palabra algún pensamiento o alguna orientación motivadora que podamos nosotros mismos extraer del Magisterio (por ejemplo, de la Carta apostólica El día del Señor de Juan Pablo II, o de alguno de los puntos del Catecismo de la Iglesia).

Si el hermano “enfermo” es alguien constituido en pública autoridad que justifica o mantiene una ley injusta —como puede ser la despenalización del aborto—, no dudemos —además de orar— en buscar la oportunidad para transmitirle —de palabra o por escrito— nuestro testimonio acerca de la verdad.

«Nosotros no podemos dejar de anunciar lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20). Todas las personas tienen necesidad del Salvador. Cuando no acuden a Él es porque todavía no le han reconocido, quizá porque nosotros todavía no hemos sabido anunciarle. El hecho es que, en cuanto le reconocían, «colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto» (Mc 6,56). Jesús curaba tanto más cuanto había algunos que «colocaban» (ponían al alcance del Señor) a los que más urgentemente necesitaban remedio.


3-15. Jesús en Genesaret

Fuente: Catholic.net
Autor: Hugo Prado

Reflexión:

El evangelio de hoy es como un resumen de una de las actividades que más ocupaban a Cristo: la atención a los enfermos. Son continuas las noticias sobre cómo Jesús atendía a todos y cómo nunca dejaba sin ayuda a los que veía sufrir por enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curaba y perdonaba sanando a las personas de sus dolencias. Podríamos decir que “pasó haciendo el bien”.

La Iglesia, al igual que su esposo Cristo, desde hace más de 2000 años evangeliza este mundo y le predica la reconciliación con Dios, aunque también manifiesta cuidando enfermos y velando para que sean respetados. Esta servicialidad es lo que ha hecho posible y creíble su evangelización, que es su misión fundamental.

Un cristiano que quiere seguir a su maestro no pude descuidar esta faceta de la atención a los enfermos, ancianos, débiles, marginados en la sociedad, etc. Es parte de nuestra tarea como cristianos auténticos que buscan asemejarse a su maestro.


3-16. Reflexión

Con este breve pasaje termina san Marcos este polémico capítulo de la actividad apostólica de Jesús. Es importante notar en él que Jesús cura a TODOS los que se acercan a él. Y lo hace no como una recompensa por haber escuchado el evangelio, o como pago a alguna buena acción. Con ello nos muestra la gratuidad de Dios, su amor infinito por todos, del Dios misericordioso que hace nacer el sol sobre bueno y malos. Los milagros de Dios no son propiedad exclusiva que se ha de realizar en los cristianos, ni siquiera en los buenos. Son ante todo un signo del amor incontenible de Dios que busca que su criatura lo reconozca como la fuente del amor y de la misericordia. En Jesús, son el signo de su ser mesiánico que ha venido a liberara a los oprimidos y dar alegría a toda la humanidad incluso de manera inmediata. Acerquémonos con confianza al Dios de la misericordia. Nadie que se acercó a él regresó con las manos vacías: ni paganos, no judíos, ni justos ni pecadores, ni buenos, ni malos. El amor de Dios es para todos porque quiere que todos sean para el amor.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-17. CLARETIANOS 2004

EL CONTACTO CON JESÚS

Es conocido el texto de San Lucas 4,18 cuando Jesús en la sinagoga de Nazaret es invitado leer las Escrituras y tomándolas en sus manos el texto de Isaías que dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del señor”. Cuando terminó de leerlo dijo: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.

Jesús se autoaplica el texto del profeta Isaías como el Ungido de Dios para anunciar la buena Noticia y curar a los enfermos. Más tarde a la pregunta de los discípulos de Juan el Bautista “¿Eres tú el que ha de venir o debemos de esperar a otro? Jesús después de tener en su haber numerosas curaciones respondió: “Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído. “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia” (Lc. 7,20 ss).

El texto evangélico de hoy Mc. 6,53-56 resume la actividad creativa de Jesús a orillas del lago de Galilea. La gente seguía al Maestro allí donde estuviese y presentaba a los enfermos de cualquier enfermedad o dolencia. Jesús también se acercaba hacia ellos y los curaba.

Muchos que se acercaban a Jesús querían tocarle y quedaban curados. No por el contacto con el manto de Jesús sino por la confianza que ponían en él. Se daba en ellos una paso de la religiosidad natural a la fe en Jesús como Mesías y Salvador y esto posibilitaba el milagro, la curación y el perdón de su pecados. Después muchos le seguían y daban gloria a Dios.

Los enfermos en tiempos de Jesús eran personas excluidas en muchos casos de la sociedad y del culto como si su enfermedad dependiese del pecado familiar o el suyo propio. Jesús aclaró esto en algunas ocasiones diciendo que ni ellos habían pecado ni sus padres sino para que se manifestase mejor la gloria de Dios.

Jesús con su forma de actuar los reintegra a la sociedad y a la religión y además y esto hace que crean en el como el Mesías él perdona los pecados, algo que sólo lo puede hacer Dios. Y él lo es. Así le dijo al paralítico “pues para que veáis que el Hijo del hombre puede perdonar los pecados, a ti te lo digo, coge tu camilla y ponte a andar. Y dejando la camilla le siguió”.

Jesús hoy se manifiesta como el Médico que cura toda clase de enfermedades. Jesús apuesta por la salud y la vida. Los seguidores de Jesús debemos de apostar también como el por la salud y por la vida, por toda clase de vida. Los seguidores de Jesús lectores y oyentes de este evangelio debemos convencernos de lo importante que es tocar a Jesús y dejar que él nos cure y perdone todos nuestros pecados.

Segundo Vicente Martínez
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-18. ARCHIMADRID 2004

ESTAR DONDE HAY QUE ESTAR

Acabo de volver de unos días de retiro. Me hacía falta (me hace falta todos los años, espero no estar mal hecho) y he disfrutado como un enano (no se a qué viene esa expresión, mis amigos bajitos disfrutan y sufren como todo hijo de Dios).

Cuando te planteas a principio de curso en qué fecha ir de curso de retiro parece que no hay días, siempre hay “imprevistos” previsibles, reuniones a las que no puedes faltar aunque no seas necesario, compromisos que no comprometen, etc., etc., y tiene uno la tentación de irlo retrasando “un poquito” hasta que pasa un año y vuelves a hacerte el mismo planteamiento. Volvemos a Adán y Eva, queremos ser como dioses y estar en todas partes, pero realmente hay que estar donde hay que estar que, a lo mejor, no es el sitio que nos parece más “urgente” aunque sea el más necesario.

Salomón piensa: “El Señor quiere habitar en las tinieblas; y yo te he construido un palacio, un sitio donde vivas para siempre.” ¡Qué pretencioso es Salomón!, se ve que se le dio la sabiduría pero la humildad la olvidó por el camino. De la casa de cedro que le iba a construir su padre David al Señor él ha hecho un palacio que deslumbrará a la reina de Saba, pero Dios no necesita de ese templo, no le es necesario.

Durante cinco días no he tenido noticias de la parroquia, ni de mi familia (gracias a Dios, la ausencia de noticias son buenas noticias), no he leído un periódico ni escuchado la radio. Sí, he visto la televisión – qué remedio, estaba en el salón de la casa- pero nunca encendida. A la vuelta me encuentro con que no ha pasado nada que no hubiera pasado si yo hubiera estado. La fecha que me parecía tan difícil de fijar ahora se demuestra que no era tan complicado ponerla en estos momentos: podría haber estado fuera otros cinco días sin que fuese necesario o urgente mi presencia porque el mundo no hubiera cambiado si yo hubiera estado sentado en el despacho parroquial. Somos tan “necesarios” como el templo de Salomón, “un sitio donde vivas para siempre” y del que unos años después no queda piedra sobre piedra. Sin embargo para cada uno de nosotros sí es necesario el Señor, nosotros somos su verdadero templo pues la segunda persona de la Santísima Trinidad quiso hacerse hombre y por esto Jesús no se cansa de atender a todos “en la aldea o pueblo o caserío donde llegaba” pues él mantiene en pie nuestra vida. Si no pasas la I.T.E. (Inspección Técnica de Edificios) de tu alma empezarás a resquebrajarte, aparecerá una pequeña grieta, una piedrecilla que se desprende, una tubería que se atasca y tu vida que es “templo del Espíritu Santo” acabará como el templo de Salomón, no quedará piedra sobre piedra.

A lo mejor (a lo peor) un día te levantas y encuentras que tu vida no tiene sentido y no descubres a Jesucristo en tu interior (no es un caso raro, conozco a muchos) y te preguntarás “¿Por qué?, si he gastado mi vida trabajando…”, pero has trabajado para ti- aunque sea en nombre de Dios-, y no has estado donde tenías que estar, no has bebido donde tenías que beber, te has cansado mucho pero en balde.

María no dejará que eso ocurra. Trátala de cerca y verás que te indica dónde está la mansión del Señor. ¿Vas a dejar este año también el irte de retiro para mejor ocasión?


3-19.

LECTURAS: 1RE 8, 1-7. 9-13; SAL 131; MC 6, 53-56

1Re. 8, 1-7. 9-13. Dios no sólo habita en el Templo. Su morada especial somos nosotros mismos. Él nos ha consagrado como suyos. Por eso su Gloria debe resplandecer desde nuestro propio interior. Desde que el Verbo se hizo hombre y puso su tienda de campaña en medio de las nuestras Dios vino a vivir entre nosotros. Ya no es la nube, que lo representa, sino Él mismo en medio de los suyos. Ojalá y lo recibamos, pues su Reino debe estar no de un modo externo, ni siquiera de un modo cercano, sino dentro de nosotros mismos. A partir de su presencia en nosotros, nosotros hemos sido convertidos en un signo de Él en medio de nuestros hermanos. Quien viva sólo dándole culto a Dios, lo tendrá como a un Dios lejano, al que acuda para que le solucione uno y mil problemas, y a quien tratará de tener propicio por medio de oraciones, de promesas, de donativos, etcétera. Pero nosotros no podemos quedarnos en la celebración de ritos, tal vez muy suntuosos, sino que hemos de vivir en una estrecha relación de hijos, pues eso somos, ya que su Vida está en nosotros gracias a que Dios nos ha convocado para que seamos de su familia y linaje, y nosotros hemos dado un sí amoroso a ese llamado de Dios. Ojalá y este compromiso no se haya quedado en el olvido.

Sal. 131. Que el Señor, nuestro Dios, venga Él mismo a morar en nosotros. Ciertamente nosotros nos encontramos de un modo personal con el Señor en su Templo. Ahí, junto con nuestros hermanos, alabamos y glorificamos al Señor en comunión con toda la Iglesia. Mediante la recepción de la Eucaristía el Señor se levanta y viene a nosotros, como a su propia casa. Dios nos ha amado de tal forma que, por nosotros, entregó a su propio Hijo. Por eso, reconociéndonos pecadores, acudamos al Padre Dios en Nombre de Jesús, su Hijo, para que seamos perdonados y para que el Espíritu Santo sea quien nos guíe en adelante para que toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza del Nombre Divino, no sólo por nuestros gritos de júbilo, sino, especialmente, por llevar una vida intachable.

Mc. 6, 53-56. Jesús anuncia el Evangelio no sólo con sus palabras, sino también con sus obras y con su misma persona. Él es el Evangelio viviente del Padre. Por medio de Jesucristo hemos conocido el amor de Dios. El Señor siempre está a nuestro lado. Él jamás de aleja de nosotros, sino que vela por nosotros como un Padre lleno de amor y de ternura hacia sus hijos. Por eso podemos acercarnos a Él con la confianza que nos viene de sabernos hijos amados de Dios. Pero no sólo hemos de buscar a Jesús con la fe puesta en recibir cosas materiales, o la curación de nuestros males; antes que nada hemos de buscar al Señor para comprometernos en hacer nuestra su vida y en dejarnos formar, por Él, como digna morada de su Espíritu Santo. Sólo así, después de encontrarnos con el Señor, no nos marcharemos, tal vez gozosos porque nuestra súplica haya sido escuchada; sino que nos iremos con el Señor en nuestra propia vida, de tal forma que podamos dar a conocer a los demás su amor, su bondad, su misericordia desde nuestra propia existencia unida plenamente a Él.

Nos hemos reunido en torno al Señor en este Lugar Sagrado. Hemos venido para renovar nuestra Alianza con el Señor, y a comprometernos a serle fieles. No sólo venimos a celebrar ritos externos. Dios antes que nada quiere que volvamos a ser sus hijos, santos y fieles como Él es Santo y Fiel. La Eucaristía, Memorial de su Pascua, realiza en nosotros la Comunión de Vida entre Dios y nosotros. Mediante la Pascua de Cristo nosotros hemos sido perdonados de nuestros pecados, y hemos recibido vida nueva. ¿Hemos venido con la intención de vivir con mayor generosidad nuestro compromiso con Dios y con el hombre? ¿O sólo hemos venido buscando en Jesús a un taumaturgo, a alguien que quisiéramos nos supliera en el compromiso que, como hijos de Dios, tenemos en el mundo?

El Señor nos recibe en su Casa; nos alimenta con su Palabra y su Eucaristía; pero nos envía para que vayamos y demos testimonio de nuestra fe, tal vez en ambientes hostiles, donde se nos quieran poner candados para evitar que expresemos nuestra fe con los labios, pero donde nuestro anuncio del Evangelio se realizará con una vida intachable y mediante la realización de obras que hablen de justicia, de paz, de amor fraterno, de misericordia. Los cristianos no podemos claudicar de nuestra fe, ni podemos ser cobardes en el testimonio que, de la misma fe, hemos de dar en todo momento y circunstancia de la vida. Si queremos que la Gloria de Dios tome posesión del mundo es porque no hemos de rehuir nuestro compromiso con el Evangelio; más aún, hemos de dejar que Dios nos convierta a nosotros mismos en el Evangelio viviente del Padre, pues nuestra unión a Cristo Cabeza, nos hace a nosotros, miembros de su Cuerpo, responsables de continuar su obra salvadora en el mundo. Esta es, finalmente, la Misión que tiene la Iglesia en el mundo.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de abrir nuestro corazón a la presencia de Dios, de tal forma que, al igual que Cristo, pasemos siempre haciendo el bien a todos. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-20.

Reflexión

Con este breve pasaje termina san Marcos este polémico capítulo de la actividad apostólica de Jesús. Es importante notar en él que Jesús cura a TODOS los que se acercan a él. Y lo hace no como una recompensa por haber escuchado el evangelio, o como pago a alguna buena acción. Con ello nos muestra la gratuidad de Dios, su amor infinito por todos, del Dios misericordioso que hace nacer el sol sobre bueno y malos. Los milagros de Dios no son propiedad exclusiva que se ha de realizar en los cristianos, ni siquiera en los buenos. Son ante todo un signo del amor incontenible de Dios que busca que su criatura lo reconozca como la fuente del amor y de la misericordia. En Jesús, son el signo de su ser mesiánico que ha venido a liberara a los oprimidos y dar alegría a toda la humanidad incluso de manera inmediata. Acerquémonos con confianza al Dios de la misericordia. Nadie que se acercó a él regresó con las manos vacías: ni paganos, no judíos, ni justos ni pecadores, ni buenos, ni malos. El amor de Dios es para todos porque quiere que todos sean para el amor.

Pbro. Ernesto María Caro


3-21. Fray Nelson Lunes 7 de Febrero de 2005
Temas de las lecturas: Dios dijo y así fue * Cuantos lo tocaban quedaban curados.

1. En el principio...
1.1 Al principio, Dios. Al principio, un acto de Dios. No hay nadie con él. Mas, sin él, todo resulta impensable y anónimo, y por ello el autor del Génesis utiliza términos negativos para describir lo que no podía estar cuando nada estaba. La mente cae en un abismo y no puede formar palabras, y por eso dice: "soledad, caos, tinieblas...". No hay nadie. Sólo Dios. Sólo su libertad. Sólo su sabiduría. Sólo su amor. Y un mundo que no existe ni tiene nombre, a punto de salir de sus manos.

1.2 "Creó Dios el cielo..." dice Gén 1,1. Pero luego se narra la historia del firmamento. Algunos autores ven en esa brevísima frase una alusión a la creación del mundo que no vemos, pues todo lo que se cuenta después versa sobre el mundo que vemos. Según esta bella interpretación ese "Dios creó el cielo" es el momento de los ángeles.

1.3 Lo primero que proclama la Biblia es la perfecta, absoluta y permanente soberanía de Dios sobre todo y sobre todos. La Biblia predica en primer término que Dios es Señor. Único Señor. La expresión de su voluntad es la realización de su voluntad, porque él dice y se hace.

2. Vio Dios que era bueno
2.1 La creación, en este relato, lleva una secuencia. Alguien ha dicho que parece una "procesión", pues en ella aparecen por su orden, dando alabanza con su existencia, todos los seres, hasta llegar al hombre. Bella imagen del mundo, tan diversa de la náusea del ateísmo sartriano, de la férrea tiranía del comunismo igualante, o de la rapacidad del capitalismo salvaje.

2.2 En su creación Dios ha plasmado de su propia bondad. No son nuestros deseos ni nuestros negocios los que hacen bueno al mundo. Lo recibe de su Hacedor. Las cosas con su sólo existir irradian ese bien. Por eso el intento fundamental del demonio en su guerra contra Dios es enamorarnos de la nada. Hacer prevalecer la apariencia, imponer la fuerza de lo efímero, confundir todo para desvalorizarlo todo, erigirse como emperador de un imperio... vacío, tales serán sus estrategias hasta el fin de los siglos.

2.3 Mas Dios vio que todo era bueno. Y esa mirada divina necesitamos recuperarla porque en ella está nuestra única posibilidad de ser puros, felices, serenos y generosos.

3. Fuerza de sanación
3.1 Jesús trae de nuevo al mundo la mirada de Dios. De nuevo, a través de los ojos de Jesús, podemos experimentar que "todo es bueno", que hay una posibilidad de bien incluso en las cavernas y oquedades de nuestros males y dolores.

3.2 Jesús convoca a los afectados por el mal. Tiene un poderoso atractivo para los que están mal. Dura cosa para él y para los que quieran estar con él. Bella y buena cosa para los que quieran encontrarlo.

3.3 ¿Imaginas qué decían aquellos hombres que le reconocieron y que traían a los enfermos? Sería algo como: "¡Apresúrate, apresúrate! ¡Vamos a llevar a papá donde ese profeta! No importa el camino, le llevamos entre varios. ¡Vamos, a prisa!". Y uno piensa: Gracias, Jesús. Por traer una luz a ese pobre paralítico; por darle lágrimas de gozo al que sólo conocía llanto de amargura; por llenar de cantos las alcobas que estuvieron repletas de lamentos... ¡Gracias, Señor Jesucristo!


3-22.

 Comentario: Rev. D. Joaquim Monrós i Guitart (Tarragona, España)

«Apenas desembarcaron, le reconocieron»

Hoy contemplamos la fe los habitantes de aquella región a la que llegó Jesús para llevar la salvación de las almas. El Señor es dueño del alma y del cuerpo; por eso, no dudaban en llevarle a sus enfermos: «Todos los que le tocaban quedaban sanos» (Mc 6,56). Tenemos hoy, como siempre, enfermos del alma y del cuerpo. Conviene que pongamos todos los medios humanos y sobrenaturales para acercar a nuestros parientes, amigos y conocidos al Señor. Lo podemos hacer, en primer lugar, rezando por ellos, pidiendo su salud espiritual y corporal. Si hay una enfermedad del cuerpo, no dudamos en enterarnos de si existe un tratamiento adecuado, si hay personas que puedan cuidarlo, etc.

Cuando se trata de una “enfermedad” del alma (habitualmente, palpable externamente), como puede ser que un hijo, un hermano, un pariente no asista a Misa los domingos, aparte de rezar conviene hablarle del remedio, tal vez transmitiéndole de palabra algún pensamiento o alguna orientación motivadora que podamos nosotros mismos extraer del Magisterio (por ejemplo, de la Carta apostólica El día del Señor de Juan Pablo II, o de alguno de los puntos del Catecismo de la Iglesia).

Si el hermano “enfermo” es alguien constituido en pública autoridad que justifica o mantiene una ley injusta —como puede ser la despenalización del aborto—, no dudemos —además de orar— en buscar la oportunidad para transmitirle —de palabra o por escrito— nuestro testimonio acerca de la verdad.

«Nosotros no podemos dejar de anunciar lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20). Todas las personas tienen necesidad del Salvador. Cuando no acuden a Él es porque todavía no le han reconocido, quizá porque nosotros todavía no hemos sabido anunciarle. El hecho es que, en cuanto le reconocían, «colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto» (Mc 6,56). Jesús curaba tanto más cuanto había algunos que «colocaban» (ponían al alcance del Señor) a los que más urgentemente necesitaban remedio.