LUNES SANTO

 

Libro de Isaías 42,1-7.

Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. El no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley. Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella. Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.

Salmo 27,1-3.13-14.

De David. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?
Cuando se alzaron contra mí los malvados para devorar mi carne, fueron ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropezaron y cayeron.
Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá; aunque estalle una guerra contra mí, no perderé la confianza.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.


Evangelio según San Juan 12,1-11.

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: "¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?". Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre". Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
 

 

LECTURAS: 

1ª: Is 42, 01-07 = BAUTISMO DEL SEÑOR

2ª: Jn 12, 01-11


 

1.

Abrimos, hoy, la última semana de cuaresma. Los evangelios nos hacen revivir hora por hora, los últimos instantes de Jesús: la unción en Betania, en casa de sus amigos, Lázaro, Marta, María... luego la última cena con sus apóstoles... y la traición de uno de los Doce... La primera lectura procede de la segunda parte del libro de Isaías. Hay en ella cuatro poemas que, según los entendidos, son las más bellas profecías sobre Jesús. Se presenta a un misterioso personaje: de ningún modo a un mesías rey, sino a un mesías pobre. Humilde, manso, perseguido, salva a su pueblo con su muerte. Es un perfecto siervo de Dios.

-He aquí mi servidor a quien yo sostengo, mi elegido en quien mi espíritu se complace. Jesús.

Tú conocías esa profecía. A menudo has debido meditarla.

Y Tú decías también: "No he venido para ser servido sino para servir". Y, en verdad, tomaste la condición de siervo, cuando lavaste los pies de tus discípulos y, sobre todo, en la cruz con tu muerte por nosotros... Quiero contemplar detenidamente esa actitud: Jesús, siervo...

¿Qué sentimientos implica? ¿Cuáles eran tus pensamientos?

Ayúdanos a ser «servidores»... de Dios... de nuestros hermanos. . .

¿Qué servicio será HOY el mío?

-Ha reposado mi Espíritu sobre El... Yo, te he llamado... Te así de la mano y te formé. He hecho de ti mi Alianza con el pueblo y la Luz de las naciones.

Es preciso meditar una a una esas palabras. Y aplicarlas a Jesús. Intimidad entre Dios y Jesús. Son palabras de amor, Imágenes de amor.

Aquí también hay que entretener la contemplación...

Y aplicar cada una de esas palabras a los cristianos, a mí.

Por mi bautismo, que renovaré el próximo sábado en la santa noche de Pascua, he recibido el don del Espíritu... he recibido un nombre por el cual Dios me llama hijo suyo... Te tomé de la mano... te envié al mundo para que fueras alianza y luz. De todo ello será símbolo la vela encendida, que tendré en la mano, el sábado por la noche, al renovar mi profesión de Fe.

Contigo, Jesús, quiero asumir la responsabilidad de mi bautismo. Pero para que sea así, te necesito.

-No gritará, ni alzará el tono, no aplastará la caña quebrada, ni apagará la mecha mortecina.

Son unas dulces imágenes de ti, Jesús. Imágenes de tu bondad. Tú eras así. Delicadeza total respecto a los demás.

«¡Felices los que construyen la paz, nos decías. Serán llamados hijos de Dios!»

«Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y en mí hallaréis descanso.»

En este tiempo de alboroto y de violencia, hazme, Señor, un instrumento de tu paz, de tu silencio, de tu bondad.

PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 162 s.


2. UNCION/BETANIA:

También los nardos que María de Betania derrama hoy sobre Jesús son imagen y símbolo de aquel óleo celestial e invisible, de la fuerza vital divina de la que se nos dice proféticamente en el salmo: "Dios, tu Dios, te ha ungido con el óleo de la alegría por encima de tus compañeros" (/Sal/044/08). Ese óleo de la alegría celestial es el que Dios Padre ha derramado sobre la cabeza sangrienta y coronada de espinas del Hijo crucificado; de aquí que lleve el nombre de: Cristo, el Ungido. Y como el camino que conduce a esta unción pasa a través de su muerte y sepultura, puede Jesús decir también con doble sentido: "Dejadla que lo conserve para el día de mi sepultura". La unción de la amante María indica ya de antemano la muerte y sepultura de Jesús, así como la gloria subsiguiente de su sacerdocio y reino. La "despilfarradora", por tanto, se muestra como verdadera creyente cristiana.

No olvidemos, además, que los gladiadores de la arena ungían su cuerpo antes de la lucha. También Cristo se enfrenta con su pasión como un luchador. Es el gran combate, la lucha hasta la muerte con el enemigo de Dios, Satanás. La unción que había de reforzar y dar agilidad a su naturaleza humana, fortaleciéndola como a un luchador en la arena, esta unción de la fuerza de Dios la recibió el Señor en el monte de los Olivos de manos del Padre: otro motivo para poder atribuir a la unción de Betania el carácter de imagen y símbolo prefigurativo. Los nardos de María exhalan el gozoso aroma de la vida, de la próxima gloria real y de la dignidad del sacerdocio de Cristo, pero al mismo tiempo sirven de aviso para la lucha y la muerte, la sepultura y el amortajamiento.

Pero el misterio más profundo que nos deja presentir este aroma es aquel que se nos ha descubierto ya en la tercera semana de Cuaresma con el milagro que obró Eliseo con el aceite: Cristo mismo es este perfume, El es el bálsamo que baja del cielo y que, según el plan amoroso del Padre, habrá de salvar a toda la Humanidad, siempre que ésta crea en El, elevándola a la dignidad de sacerdotes y reyes. El recipiente del bálsamo -el cuerpo humano de Jesús- había de destruirse en la muerte para que se esparciese el nardo y desde la cabeza- desde Cristo resucitado- empapase a todo el cuerpo de la Iglesia, haciéndola así apta para ser ungida y consagrada como cuerpo real y sacerdotal de Cristo.

Había de romperse este vaso de alabastro para que el ungüento celestial pudiese llenar los recipientes vacíos de la Iglesia; su aroma debía llenar toda la casa y enriquecer a los "pobres".

Este es, en realidad, el misterio oculto de la unción de Betania.

No lo puede sufrir el traidor, pero nosotros hemos de saber reconocer con gozo que el ungüento que, por voluntad de Jesús, fue allí derramado, es la verdadera riqueza de los pobres, es la vida divina que se prodiga a sí misma. Se comunica, claro está, primero al Hijo, pero por El se da, brotando de sus heridas, a "los pobres", esto es, a los hombres que estaban desposeídos de la gracia y destinados a morir.

Este misterio de la corriente de aceite que fluye del cielo de manera maravillosa y torna en riqueza la pobreza del mundo pecador, fue ya anunciado en tiempo de Noé como don de reconciliación de Dios, por medio de la paloma que volvió con el ramito de olivo en el pico. Fue también prefigurado simbólicamente por el milagro que hizo el profeta con el aceite, y más aún, por la unción de María. Pronto va a tener realidad litúrgica en la consagración de los santos óleos que se verifica el Jueves Santo, y en la unción de los neófitos del Sábado Santo.

Cuando en el Jueves Santo las solemnes palabras de la consagración piden que la fuerza de Dios descienda sobre su santo óleo: cuando el obispo y todos los sacerdotes se arrodillan por tres veces ante el óleo consagrado, diciéndole: "Ave, sanctum chrisma! Ave, sanctum oleum! "¡Te saludo, oh santo crisma. Te saludo, oh santo óleo!"; cuando, por último, dos días más tarde el obispo o sacerdote unge la coronilla de los neófitos con este crisma consagrado, diciendo al mismo tiempo: "El Dios Todopoderoso, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo... te unja con el crisma de la salud en este mismo Cristo Jesús, Nuestro Señor, para la vida eterna", entonces es el momento en que la acción simbólica de la amante María alcanza toda su realidad. Entonces todas las imágenes simbólicas de los tiempos antiguos quedan plasmadas en hechos reales y se pone al descubierto el misterio oculto.

La divina paloma vuela entonces hacia el arpa de la Iglesia llevando en el pico el ramito de olivo, es decir, la vida nacida de la muerte. Entonces es cuando se llenan los recipientes vacíos de la Iglesia sin jamás llegarse a agotar el aceite, ya que a diario nacen a la vida terrena innumerables personas que han de alimentarse de esa vida divina. María de Betania contribuye, en verdad, a la sepultura de Cristo cuando los que son bautizados -enterrados con Cristo- reciben de manos de la Iglesia la santa unción bautismal. El "buen olor de Cristo" (2 Co 2, 15) se expande entonces por toda la casa de la Iglesia y la voz del odio tiene que enmudecer porque la pobreza, rica ya ahora, se regocija del despilfarro del amor.

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO II EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 19 ss.


3.

Sin atender al inminente peligro, del cual tiene perfecto conocimiento, Jesús va a Jerusalén con los discípulos para la Pascua. Seis días antes de la fiesta llega a Betania, donde se queda por poco tiempo. Allá, probablemente al anochecer del sábado, se le ofrece un banquete. Los preparativos de un banquete se podrán hacer sin dificultad el sábado, por la tarde, porque el tiempo de reposo concluía a la caída del sol.

El evangelista se limita a señalar a Lázaro entre los comensales y a decir que Marta sirve y que María era la mujer que ungió a Jesús.

Esta cena o celebración es una acción de gracias a Jesús por el don de la vida. "Le ofrecieron allá una cena". No ponen a la familia de Lázaro como sujeto. Es toda la comunidad de todos los tiempos. Recuperada de su tristeza, la comunidad celebra la vida recibida, reconocida en Jesús como en su fuente y en Lázaro como beneficiario. Este banquete en memoria de un muerto se convierte en acción de gracias para celebrar la presencia del autor de la vida y la victoria sobre la muerte. Este banquete como la eucaristía misma, anticipa también en cierto modo el banquete final, cuyos comensales serán todos los que han recibido la vida definitiva.

"María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso; le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera y la casa se llenó de la fragancia del perfume". María muestra su agradecimiento por el don de la vida; el precio del perfume es símbolo de su amor sin medida.

Para describir la escena utiliza el evangelista el lenguaje del Cantar de los Cantares, mostrando que María, representante de la comunidad, asume, el papel de esposa respecto a Jesús. Así Ct 1, 12: "Mientras el rey (=esposo) estaba en su diván, mi nardo despedía su perfume" (Jn 12, 3).

El tema de los cabellos se encuentra en Ct 7, 6: "con tus trenzas cautivas a un rey".

El perfume que derrama María es símbolo del amor de la comunidad por Jesús que responde al amor que él le ha mostrado, comunicándole la vida. Al secarle los pies con el pelo, en el cual queda cautivado el esposo, se insinúa el amor con que corresponde Jesús a los suyos.

"La casa se llenó de la fragancia del perfume" (Ct 1, 3 (LXX)) "La fragancia de tus perfumes supera todos los aromas, perfume derramado es tu nombre, por eso las doncellas se enamoran de ti". Con Jesús, el esposo, ha vuelto la alegría que llenó a Juan Bautista (3, 29). La casa entera, la comunidad, se llena de la fragancia del Espíritu, amor recibido de Jesús y devuelto a él, vínculo de unión entre los discípulos.

Aquel hedor irremediable del hermano muerto se ha cambiado en perfume, porque la comunidad sabe ahora que la vida ha vencido a la muerte. Jesús ha llevado a cabo el designio de Dios sobre el hombre, dándole la vida definitiva. De ahí el precio del perfume. Esta vida sobrepase todo precio.

"Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por 300 denarios para dárselos a los pobres?" En la comunidad se alza una voz discordante. No todos los discípulos aceptan el mensaje de Jesús. Judas prefiere el dinero al amor y, por tanto, a Jesús. En realidad está poniendo precio a su persona. Ha tasado lo que no tiene precio. Resuena de nuevo el texto del Cantar de los Cantares: "Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable" (8, 7). Judas no cree en el amor generoso; el dinero es para él el valor supremo. María, la comunidad cristiana, desvaloriza el dinero; Judas desvaloriza el amor.

El pretexto que pone consiste en darle más importancia a la actividad exterior de la comunidad -compromiso social o político- que a la expresión de su propia vida.

Al no participar de los valores del grupo, quiere disimular su falta de integración apelando a una actividad que es en realidad una evasión; habla como si se pudiese amar a los de fuera sin amar a los de dentro o como si el amor no fuera la identidad y distintivo de la comunidad y la plataforma necesaria para el testimonio, del que deriva la posibilidad de la fe para el mundo (13, 34 ss; 17,22).

Pretende oponer los pobres a Jesús. Piensa que nadie, ni Jesús mismo, merece un amor total. No está dispuesto a darlo todo por nadie en concreto, se refugia en lo genérico, en la masa abstracta (los pobres).

Como solución a la pobreza propone Judas la limosna en vez de la comunidad; la comunidad, para Jesús, no vive en estructuras de dinero (compra-venta) sino de acción de gracias y puesta en común (6,11), de amor compartido y que comparte. Por eso Jesús contesta; "a los pobres los tenéis siempre entre vosotros".

Estas palabras indican la forma de relación que se establece entre la comunidad y los pobres.

Los pobres no son el término de una actividad hacia el exterior, como si estuviesen fuera del grupo cristiano; se les considera dentro de él, o porque pertenecen a la comunidad o porque se les acoge en ella. La comunidad está separada del mundo, pero no de los pobres.

Al morir, Jesús va a dar la posibilidad y señalar el camino para abolir la opresión y la pobreza, pero no partiendo de una situación de fuerza y de dominio (riquezas) sino de solidaridad (don de sí hasta la muerte). La comunidad no se distingue de los pobres, es una comunidad de pobres que se aman y que, a través del compartir, expresión del amor, superan su condición de oprimidos.

Por eso, los pobres no pueden ser el objeto externo de la solicitud de la comunidad. El amor no pone una limosna en la mano del pobre para desentenderse luego. El amor de Jesús consiste en acoger admitiendo a la propia mesa y a la propia intimidad. Así es como los pobres han de estar siempre entre los discípulos. Es en la relación personal donde se manifiesta el amor de Jesús.

MATEOS-BARRETO
EL EVANGELIO DE JUAN
ANALISIS LINGÜISTICO Y COMENTARIO EXEGETICO
EDICIONES CRISTIANDAD/MADRID 1982 .Págs. 538 ss.


4.

-Seis días antes de la "Pascua", vino Jesús a Betania donde estaba Lázaro a quien había resucitado de entre los muertos.

El evangelista Juan hace notar la proximidad de la Pascua, y la presencia de Lázaro "que El había resucitado" de entre los muertos. Esto es ya una "clave" de interpretación.

La escena que vamos a leer sucedió pues el "lunes" de la última semana de Jesús. Es la gran semana "pascual" de Jesús, la que comienza así.

-Le dispusieron allí una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con El.

Comienzo por meditar, muy sencillamente, sobre esta comida.

Escena concreta. Me imagino los gestos y las palabras de esa comida entre amigos, como si yo estuviera presente.

Sí, un día, Señor, fuiste invitado en casa de unos amigos.

Antes que llegaran las horas de brutalidad y de odio vino la hora de la amistad, el momento reconfortante. Tus enemigos están preparando en la sombra, el complot en Jerusalén.

Pero en esta casa de las afueras de Jerusalén, Tú eres feliz con Marta, María y Lázaro...

-María, tomando una libra de ungüento de nardo legítimo, de gran valor, ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos, y la casa se llenó de olor del ungüento.

Escena misteriosa, gesto insólito. En primer lugar es un gesto de amistad. Es también un gesto gratuito, casi excesivo, enorme... un despilfarro, como hará resaltar Judas.

-"¿Por qué este ungüento no se vendió en trescientos denarios y se dio a los pobres?"

Una fortuna "echada al aire" Trescientos denarios, en aquella época debían representar el salario de trabajo de un jornalero durante un año. ¿Por qué Juan nos ha contado esto?

¿Dónde quiere ir a parar?

-Jesús dijo entonces: "¡Déjala! Lo tenía guardado para el día de mi sepultura.

Este gesto tiene pues un alcance pascual. Jesús subraya que María anticipa aquí los cuidados que no podrán ser dados a su cadáver; La unción ritual de la sepultura, obligatoria para los judíos, no podrá tener lugar la tarde del viernes, pues el sábado de Pascua habrá ya empezado -Juan lo subrayará en 19, 42-... pero esta unción tampoco podrá hacerse la mañana del Domingo, primer día de la semana, pues cuando las mujeres llegarán al sepulcro con este fin, provistas de aromas y bálsamos, había ya resucitado: ellas encontrarán la tumba vacía.

Simbólicamente, esta "unción" del lunes es pues signo de la Resurrección.

Jesús piensa en su muerte... en su sepultura... Todo esto está cerca. Habla de ello con mucha lucidez, como estos enfermos valientes que sintiendo la muerte próxima, van hacia ella con plena conciencia y tranquilos lo comentan con sus amigos y parientes. Este fue el caso de Jesús.

Pero Jesús piensa también siempre en su resurrección.

-Porque pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no me tenéis siempre.

Jesús se da perfecta cuenta de que su "ausencia" físicamente va a crear un gran vacío.

Esto es verdad, ¡Señor! Por mucho que te busquemos a través de la Fe, de los signos de los sacramentos, de la oración...

Tú estás ausente, aparentemente.

Ayúdanos a encontrarte donde quiera que sea, en particular en "estos pobres" quienes están siempre presentes, y de los cuales decías: "lo que hacéis a éstos, me lo hacéis a mí..."

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 166 s.


5. /Mt/26/03-13: M/BETANIA:

Reflexionamos sobre el episodio de María de Betania, en Mateo 26, 3-13, directamente unido a la Pasión, aun por el hecho de que, a partir de él, Judas toma la decisión definitiva de traicionar a Jesús.

Conocemos el episodio: Jesús se encuentra en la casa de Simón el leproso, en Betania; se le acerca una mujer con un frasco de alabastro, con aceite perfumado muy precioso, y se lo derrama en la cabeza mientras está a la mesa. "Al ver esto los discípulos, se indignaron y decían: ¿A qué viene este despilfarro? Pudo venderse a gran precio, y darse a los pobres. Jesús se dio cuenta y les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Ha hecho una buena obra conmigo. Pues siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre. Al derramar este ungüento sobre mi cuerpo, lo ha hecho para mi sepultura. En verdad os digo que donde sea predicado este evangelio, en todo el mundo, se hablará también de lo que está ha hecho, para recuerdo suyo".

Hasta hoy me he preguntado siempre por qué tanto énfasis en este episodio; nada menos que "donde sea predicado este evangelio": ¿por qué tanta importancia? No sin motivo el Evangelista dice de este episodio algo que no ha dicho de ningún otro, sino de María madre de Jesús. Por tanto, una evidente analogía con el "Magnificat" que recuerda el "sí" de María de Nazaret.

Tal vez podamos entender mejor esta analogía teniendo como fondo a los otros personajes de esta narración: uno es Judas, al otro no se lo nombra sino por homonimia con el jefe de casa, Simón, pero en realidad podemos ya entender que es Pedro.

PEDRO/JUDAS

Ya hemos meditado bastante sobre la actitud de Pedro respecto de la Pasión de Jesús: Pedro no quiere que Jesús muera por él, preferible morir él por Jesús, pero no Jesús. Trata, pues, de detenerlo, no quiere que Jesús haga nada por él, sino que él es quien quiere hacer algo por el Señor. Esto resuena también en las palabras que le dice a Jesús cuando le va a lavar los pies: "¡No me lavarás los pies jamás!", no me harás este servicio por el que tenga que agradecerte.

Pedro quiere detener a Jesús, porque se deja llevar por su ansia eficientísima, organizativa. El Señor tiene que quedarse atrás, no admite que pueda hacer algo por él, morir por él, y por tanto, no tiene la actitud justa respecto de la Pasión del Señor.

¿Cuál es la lógica de Judas? Judas hace lo contrario y, como se verá en el versículo 14, al final del episodio, quiere llevar a Jesús a la Pasión. ¿Por qué? Observemos a Judas cuando todavía no había tomado su resolución final que, como decíamos, nace tal vez de un sentimiento de desquite. Judas es el que más insiste en la crítica: "¿Para qué este desperdicio? Se podía vender a buen precio y darlo a los pobres".

No sé si a ustedes les ha sucedido lo mismo que a mí, que en varias ocasiones me he sentido un poco de acuerdo: en el fondo, ¿no se podía tomar un aceite de menor precio y dar una buena limosna a los pobres? ¿Cuántos de nosotros no hemos pensado secretamente en esto? Por tanto, tampoco nosotros logramos comprender lo que está sucediendo. En el fondo, decimos: los pobres son importantes y Jesús mismo dijo en los versículos anteriores: "Cada vez que hayáis hecho estas cosas a uno solo de estos hermanos míos más pequeños, lo habéis hecho a mí", y "cada vez que no habéis hecho estas cosas a uno solo de estos hermano míos más pequeños, no lo habéis hecho a mí".

Por tanto, Judas podría decir: Señor, me baso en lo que dijiste, estos 5.000 pesos se les podían dar a los pobres y no se les dieron, por tanto, es inútil que te los den a ti. ¿Cuántas veces también nosotros no hemos pensado así? Todo es desperdicio; vendamos, pues, todo; vendamos también el tiempo de la oración, porque mientras rezo dejo de asistir a un enfermo, mientras rezo hay alguien que necesita de mí. He aquí la lógica definitiva: si solamente vale el servicio directo al prójimo, entonces tiene razón Judas.

En este episodio vemos que está en juego algo sumamente importante: la actitud del hombre hacia la Redención de Jesús. En efecto, la respuesta de Jesús es amplia: "¿Por qué molestáis a esta mujer?". Como fórmula es bastante fuerte y, por analogía, me ha impactado sobre todo Pablo (Ga 6, 17) cuando, después de haber discutido en toda la carta contra los que querían las observaciones judaicas, dice: "En adelante nadie me proporcione sufrimientos, porque yo llevo en mi cuerpo las señales del Señor Jesús", es decir, estoy seguro de estar con Cristo, en la plenitud de la verdad.

Me parece que Jesús dice algo semejante: esta mujer tiene razón, sólo ella ha comprendido y no debe ser molestada. ¿Por qué ha comprendido? Jesús continúa: "Ella ha hecho una obra buena conmigo". Los judíos hablaban a menudo de acciones buenas, que eran precisamente las obras de misericordia y Jesús parece decir: Yo también soy alguien, yo también soy objeto de su amor, de su misericordia, por tanto lógicamente no me pueden negar algo con el pretexto de dárselo a otro; también yo soy una persona delante de ustedes, que puede tener necesidad de ustedes. Podemos intuir este significado: esta mujer ha obrado bien, me ha honrado y esto es justo; nadie puede decir que se pierda tiempo o se malgaste dinero.

Después continúa Jesús con una frase que, como bien sabemos, ha sufrido mistificaciones terribles, es una frase que ha hecho mucho mal a la Iglesia y a los pobres:

"Los pobres siempre los tendréis con vosotros". Como sabemos, esta frase ha sido utilizada para decir que, en el fondo, siempre habrá pobres, los pobres no pueden acabarse. Jesús, al pronunciar esta frase, corrió el riesgo de terribles malos entendidos.

Pero si lo hizo, quiere decir que tenía algo importante para decirnos: "A los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis". ¿Sobre qué nos hace reflexionar Jesús? Me parece que, si leemos esta frase a la luz de las palabras que dijo anteriormente ("Cada vez que hayáis hecho estas cosas a uno solo de estos hermanos míos más pequeños, lo habéis hecho a mí..."), entendemos el sentido que me parece hemos tratado de profundizar en estas mediaciones: lo que hagan a ellos, lo hacen a mí, pero lo que hacen a mí, lo hacen a ellos. Es decir, no crean poder llegar a ser Iglesia de eficiencia, que sí organiza la beneficencia, pero sin ser Iglesia de amor.

Si estas dos cosas no van juntas y a un cierto momento se separan la una de la otra, la Iglesia se convierte en obra social como las otras, una grande organización en la que se pregunta para qué conservar ese residuo de oraciones en vez de darles un significado secular; para qué leer el Evangelio en vez de leer una obra de sociología, pues al fin y al cabo el significado es el mismo.

Me parece que Jesús nos hace comprender, clara y fuertemente, este vínculo inseparable que Pedro, y sobre todo Judas, tratan de romper: cuando yo ya no esté, siempre tendrán a los pobres, siempre habrá un hermano, ayudando al cual me ayudarán a mí, pero cuando me ayuden a mí, ayudarán a los demás.

Pero aquí nos encontramos solamente en el umbral del misterio, porque Jesús añade todavía una frase: "Al derramar este ungüento sobre mi cuerpo, lo ha hecho para mi sepultura".

Me parece que María de Betania representa el "sí" de la humanidad a la muerte de Jesús. No es Pedro quien dice a Jesús: Tú no harás esto, sino que es la humanidad la que le dice a Jesús: te doy gracias, oh Señor, te alabo y te honro por el amor con el que das la vida por nosotros. Es la participación de la humanidad en la muerte del Señor, participación que es pasiva, es humillante, si quieren, para quien desea estar siempre en el primer puesto. Humillante para Pedro y para Judas, humillante para todos nosotros, que quisiéramos hacer algo por el Señor, pero a quienes el Señor dice en realidad: ustedes creen hacer algo por mí, pero si tienen el corazón iluminado como esta mujer, entenderán que soy yo quien estoy haciendo algo por ustedes. Esta mujer está aceptando mi amor de Salvador: es la única que ha entendido el Evangelio. El Evangelio es el amor de salvación, por eso será predicado. EV/GRATUIDAD 

La buena noticia aparece, pues, aquí en una persona que ha logrado comprender que el Evangelio no es gloriarse de hacer algo por el Señor, sino dar gracias porque el Señor hace algo por nosotros pobres. Los primeros pobres por ayudar somos nosotros.

Esta mujer, pues, es el símbolo de la humanidad que se dejó amar por Jesús en su Pasión. Es el símbolo de la realidad de María: esta mujer hace de modo "intuitivo" este gesto, pero quien lo hace "plenamente", lo sabemos por Juan, es María, quien como madre acepta el absurdo de que su Hijo sufra por ella. Una madre querría aceptar cualquier sufrimiento por su hijo y no viceversa; en cambio, como esta madre no posee a Jesús, sino que está poseída por él como humanidad y como Iglesia, entonces a través de un camino doloroso de fe, un largo camino, que Juan y Lucas nos describen, llega al Calvario dispuesta a dejarse salvar por los sufrimientos del Hijo.

Es ella quien dice su "sí", no un "sí" para hacer algo, sino un "sí" para dejar hacer, que es la cosa más terrible que ella, como madre, puede aceptar. Ella querría hacer cualquier cosa, en cambio el sí del dejar hacer es precisamente la espada que atraviesa su corazón, y contemporáneamente es el sí de la humanidad que, pisoteando el orgullo de la propia salvación, dice: Señor, te doy gracias porque eres más bueno que nosotros, porque viniste en ayuda de nosotros que somos pobres.

Al meditar esto, cada uno podría decir: ¿en dónde estoy? ¿Estoy con Simón, preocupado por retener a Jesús? ¿Con Judas, preocupado por cualquier iniciativa que debe seguir adelante a toda costa? ¿O digo con María de Betania y con María de Nazaret: "Haz tú, Señor, gracias? Digo: "Señor, déjame obrar a mi" o "Señor, te doy gracias porque obras tú"?.

CARLO M. MARTINI
EL EVANGELIO ECLESIAL DE S. MATEO
EDIC. PAULINAS/BOGOTA 1986.Pág. 224ss


6. UNCIÓN PARA EL ENTERRAMIENTO

La historia de la unción en Betania parece, a primera vista, que corresponde al campo de lo anecdótico. Pero el mismo Jesús añade en el evangelio: «En verdad os digo: dondequiera que se predique el evangelio, en todo el mundo se hablará de lo que ésta ha hecho, para memoria de ella» (Mc 14,9). ¿Pero en qué radica esta afirmación que dura a través de los tiempos? El mismo Jesús nos ofrece una interpretación, cuando dice: «Lo ha hecho... anticipándose a ungir mi cuerpo para la sepultura» (Mc 14,8; cf. Jn 12,7). Así, pues, él compara lo que ocurre aquí con el embalsamamiento de los muertos, que era corriente entre los reyes y los potentados. Tal unción era una tentativa de salir al paso a la muerte: solamente en la putrefacción, en la destrucción del cuerpo, así se creía, completa la muerte su obra. Mientras queda el cuerpo, el hombre no se ha deshecho, no ha muerto totalmente. Según eso, Jesús ve en el rasgo o gesto de María la tentativa de asestar un golpe a la muerte. El reconoce ahí un esfuerzo malogrado, pero no inútil, que es esencial de todo amor: el comunicar la vida a los demás, la inmortalidad. Pero lo ocurrido en los días siguientes muestra la impotencia de tal esfuerzo humano; no existe ninguna posibilidad de proporcionarse a sí mismo la inmortalidad Ni el poder de los ricos ni la abnegación de los que aman pueden conseguir esto. En fin de cuentas, tal tentativa de «unción» es más una conservación que una superación de la muerte. Sólo una unción es suficientemente fuerte para oponerse a la muerte, a saber, el Espíritu santo, el amor de Dios. La pascua es su victoria, en la que Jesús se muestra como el Cristo, como el «ungido» de Dios.

Sin embargo, la acción de María sigue siendo algo permanente, algo simbólico y modélico, puesto que siempre debe existir el esfuerzo para mantener vivo a Cristo en este mundo y para oponerse a los poderes que le hacen enmudecer, que pretenden matarlo.

¿Pero cómo puede ocurrir esto? Por cada acción de la fe y del amor. Una frase del evangelio puede dar, tal vez, más color a esta afirmación. Juan nos cuenta que, por la unción, toda la casa se llenó del aroma del aceite o perfume (12,3). Eso nos recuerda una frase de san Pablo: «Porque somos para Dios permanente olor de Cristo en los que se salvan» (2 Cor 2,15). La vieja idea pagana de que los sacrificios alimentan a los dioses con su buen olor, se halla aquí transformada en la idea de que la vida cristiana hace que el buen aroma de Cristo y la atmósfera de la verdadera vida se difunda en el mundo. Pero también hay otro punto de vista. Junto a María, la servidora de la vida, se halla en el evangelio Judas, el cual se convierte en el cómplice de la muerte: respecto a Jesús, primeramente, y también, luego, respecto a sí mismo. Él se opone a la unción, al gesto del amor que suministra la vida. A esa unción contrapone él el cálculo de la pura utilidad. Pero, detrás de eso, aparece algo más profundo: Judas no era capaz de escuchar efectivamente a Jesús, y de aprender de él una nueva concepción de la salvación del mundo y de Israel.

Él había acudido a Jesús con una esperanza bien determinada; según ella, le midió a él y por ella le negó. Así representa él no sólo el cálculo frente al desinterés del amor, sino también a la incapacidad de escuchar, de oír y obedecer frente a la humildad del aro que se deja conducir incluso a donde no quiere. «La casa se llenó del aroma del perfume»_¿ocurre así con nosotros?_¿Exhalamos el olor del egoísmo, que es el instrumento de la muerte, o el aroma de la vida, que procede de la fe y lleva al amor?

JOSEPH RATZINGER
EL ROSTRO DE DIOS
SÍGUEME. SALAMANCA-1983.Págs. 82 s.


7.

1. En esta Semana Santa como primera lectura leemos los cuatro cantos del Siervo de Yahvé, del profeta Isaías. Los tres primeros, del lunes al miércoles. El cuarto, en la impresionante celebración del Viernes Santo. Son cantos que nos van anunciando la figura de ese Siervo, que podría referirse al mismo pueblo de Israel, pero que, poco a poco, se va interpretando como el Mesías enviado por Dios con una misión muy concreta en medio de las naciones.

El primer canto, que escuchamos hoy, presenta al Siervo como el elegido de Dios, lleno de su Espíritu, enviado a llevar el derecho a las naciones y abrir los ojos de los ciegos y liberar a los cautivos. Se describe el estilo con el que actuará: «la caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará».

Como la misión de ese Siervo no se prevé que sea fácil -y así aparecerá en los cantos siguientes- el salmo ya anticipa la clave para entender su éxito: «el Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?... Cuando me asaltan los malvados, me siento tranquilo: espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor».

2. La entrañable escena de Betania sucedió «seis días antes de la Pascua», en Betania, y por eso se lee precisamente hoy.

La queja de Judas sirve para señalar la intención del gesto simbólico: Jesús es consciente de que su fin se precipita, e interpreta el gesto de María como una unción anticipada que presagia su muerte y sepultura.

La muerte de Jesús ya se ve cercana. Además, sus enemigos deciden matar también a Lázaro.

3. Jesús es el Siervo verdadero. El enviado de Dios para anunciar su salvación a todos los pueblos. El Mesías que demuestra ser el Siervo entregando su propia vida por los demás.

El pasaje que hemos leído en Isaías resuena casi al pie de la letra en los relatos que los evangelistas nos hacen del bautismo de Jesús en el Jordán: también allí se oye la voz de Dios diciendo que es su siervo o su hijo querido, y aparece el Espíritu sobre él, y empieza una misión de justicia y buena noticia.

También de él se puede decir que no quebró la caña que estaba a punto de romperse, sino que se mostró siempre lleno de paciencia y tolerancia (no como Santiago y Juan, que quieren hacer llover fuego del cielo sobre el pueblo que no les recibe, o como Pedro, que saca su espada y hiere a los que detienen al Maestro). Más tarde Pedro, con un conocimiento mucho más profundo de Jesús, podrá decir que «pasó haciendo el bien» (Hch 10).

También de él se podrá decir que devolvió la vista a los ciegos y se preocupó de liberar de sus males a toda persona que encontraba sufriendo. Y de esto somos más conscientes precisamente en vísperas de celebrar el Triduo de su muerte en la Cruz y su resurrección a la nueva existencia.

Ayer celebrábamos con él su entrada en Jerusalén, con un gesto decidido de asumir sobre sus hombros el destino que nos hubiera correspondido a nosotros. El Siervo camina hacia su muerte. Con unción previa incluida. Nuestros ojos estarán fijos en él estos próximos días, llenos de admiración. Dispuestos a imitar también nosotros, en su seguimiento, sus mismas actitudes de fidelidad a Dios y de tolerante cercanía para con los demás. Dispuestos a vivir como él «entregados por».

«No gritará, no clamará, no voceará por las calles» (1ª lectura)

«Te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones» (1ª lectura)

«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?» (salmo)

«María le ungió los pies a Jesús y la casa se llenó de la fragancia del perfume» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 112s.


8.

Primera lectura : Isaías 42, 1-7 Yo, el Señor, te he llamado con justicia

Salmo responsorial : 26, 1.2.3.13-14 El Señor es mi luz y mi salvación

Evangelio : Juan 12, 1-11 Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa

Para la oficialidad judía Jesús era un ser peligroso. Su crítica contra el templo se agudizaba, pero su fama crecía y el pueblo se ponía de su parte. Las obras de Jesús, por ser obras hechas de acuerdo a la justicia de Dios, necesariamente atacaban el proyecto del templo y de la oficialidad judía. No podemos decir que el proyecto de Jesús se definiera por lo negativo, por ser anti-judío o anti-templo. El enfrentamiento entre Jesús y la oficialidad judía era un problema de incompatibilidad de dos proyectos. La injusticia del uno quedaba al descubierto con la práctica de la justicia del otro. Y a quien se definía por la injusticia el camino regular era eliminar al contrario para así acallar la crítica contra su sistema.

Jesús sabía esto y por eso presentía cercana su muerte. En este contexto hay que colocar la unción de Betania: el simple gesto amoroso de una mujer se podía convertir en escándalo. Todo lo que Jesús hacía quedaba satanizado por sus enemigos: curaciones de enfermos, acogida de pecadores, cercanía a los oprimidos, hasta la simple caricia amorosa de una mujer agradecida... Lo grave era que aun en el interior del discipulado crecía el peligro de la satanización, la cual, en definitiva, era y sigue siendo la perfecta expresión de la hipocresía.

Jesús va a llegar a su muerte acompañado silenciosamente por la gente humilde que había sido testigo de su amor. Por eso los evangelios no tienen inconveniente en ir recogiendo los testimonios de este amor simple del pueblo que, cuando quiere de verdad, va más allá de todo moralismo. Jesús, aún en vida, se siente ungido para la muerte, porque el amor desborda el tiempo y el espacio. Frente a la inexorable muerte que le plantean los enemigos de su proyecto, le quedaba la alegría de recoger los testimonios de amor simple y sencillo con los que el pueblo, representado esta vez por una mujer, se adhería silenciosamente a su proyecto.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


9. Par.: /Mc/14/03-09

Una mujer (Mc 14,3-9)

En tres escenas y dos niveles narrativos bien diferenciados cuenta Mc uno de los más bellos encuentros de su evangelio17. Una mujer sin nombre, en las puertas de los episodios de la pasión, unge a Jesús y le impacta de tal modo con su gesto sobrio y denso, que Jesús vive de antemano la doble cara de la pascua en el curso de aquella comida. Su palabra revela todo el contenido del evangelio que él es, que él ha predicado y que es-será su pascua, anunciando ya su expansión por todo el mundo.

El nivel de los hechos queda recogido en las breves frases del v. 3. Además de anónima, la mujer queda casi invisible. El narrador se detiene a describir las magnificencias del frasco y del perfume que éste encierra. El lector ve más y mejor el frasco de perfume que a la misma mujer. Ella sólo realiza tres acciones: llevar el frasco, romperlo y derramar el perfume sobre la cabeza de Jesús. Un signo al estilo de los profetas. Pero, a diferencia de ellos, lo deja totalmente abierto a las interpretaciones. Ni una palabra de explicación. El nivel de los hechos deja paso al de la interpretación, que ocupa las dos escenas siguientes. Jesús no ha dicho nada. Deja que primero interpreten los demás. Hay algunos que critican el gesto, calificándolo de derroche y falta de consideración con los pobres. También critican a Jesús, que se ha dejado perfumar sin protestar. El juicio, la ética, como supuesto. Esto está bien o está mal. Y, consiguientemente, la regañan, porque lo que ha hecho está mal en la perspectiva de los pobres, una perspectiva de carencia.

Jesús se reserva para el final. Su palabra es definitiva, y su interpretación la única autorizada. Y él dice que ella ha ungido su cuerpo (ella, dice el narrador, derrama su perfume sobre su cabeza) para la sepultura. Ha realizado una unción funeraria. El lector, cuando llegue al final, 16,1-8, verificará que ésa ha sido, en efecto, la única unción funeraria de Jesús. Las otras mujeres llegan tarde: ya ha resucitado. Jesús dice que la mujer lo considera ya sepultado. Pero no acaba ahí. Para la unción utiliza símbolos de vida y de amor: el perfume de nardo, típico del lecho de bodas, genuino y muy caro, en términos del narrador. La vida queda entrelazada con la muerte. El perfume se expande a todos, y cada cual puede dar su interpretación. Igual su pascua, su evangelio: se expandirá a todos, una vez roto el frasco. Y será necesario interpretar.

Lo que ella ha hecho, unido definitivamente a su propia interpretación de sí y de su vida y su muerte, la convierte en alguien que debe ser recordado allí donde sea anunciado el evangelio18. La escena se sitúa, según la palabra de Jesús, en el nivel metaético, un orden que rompe incluso la ética, el orden de la gratuidad que inaugura la Pascua. Y los pobres deben ser integrados en este nuevo nivel, más exigente si cabe que el antiguo régimen de la Ley y la piedad judías.

Ningún otro encuentro de Marcos revela tal reciprocidad simétrica. La mujer lo provoca de forma inesperada. Tiene algo que dar a Jesús y nada que pedirle a cambio. La gratuidad y desmesura de su gesto refleja para Jesús el sentido gratuito de su vida y de su muerte.

Ella le da eso. Jesús le devuelve su reconocimiento y una identidad profética vinculada al memorial de la pascua para siempre. Ella quedará unida por los siglos al evangelio19. Hay una secreta connivencia entre el gesto de la mujer y la palabra de Jesús. Mutuamente se desvelan y se reconocen. La mujer entiende y percibe aspectos de Jesús que los críticos comensales no parecen percibir. Más aún, en la polivalencia de su gesto muestra lo que intuye de Jesús. Sea cual sea el sentido, la mujer reconoce a Jesús en su gesto. De la misma forma, Jesús sabe lo que ha hecho la mujer. Y si ella le adelanta su final, él le adelanta a ella el suyo en el v. 9. Si ella le profetiza en lenguaje no verbal su futuro, él le profetiza el suyo en el evangelio, en lenguaje verbal. Ella le hace su gesto de memorial (la sepultura: entafiasmon), y Jesús dice de ella que perdurará en la memoria del evangelio predicado (mnmosynon). Si la mujer le reconoce a él como profeta y enviado (ungido), Jesús la reconoce como profetisa suya y de su destino (proélaben). Y por eso deberá ser recordada.

........................

17. Para un estudio científico podrá consultarse en breve mi trabajo Ungido para la vida, a punto de publicarse en Ed. Claretianas, Madrid. Un extracto, en M. NAVARRO, Ungido para la vida. Exégesis narrativa de Mc 14,3-9 y Jn 12,1-8, Roma 1996.

18. El sentido pretendidamente real (como Rey) de esta unción no aparece para nada en las palabras de Jesús, único intérprete autorizado de los hechos y de sí mismo.

19. El término evangelio en las palabras finales de Jesús muestran un efecto de texto-espejo que condensa todos los demás sentidos que «evangelio» tiene en Marcos. Cf. M. NAVARRO, Ungido para la vida, cit.

MERCEDES NAVARRO
SAL-TERRAE/97/04. Pág. 316ss.


10.

"He aquí mi siervo, a quien yo sostengo" proclama la primera lectura. La liturgia nos presenta a Jesús identificado con la figura del Siervo de Yavé del libro del profeta Isaías. El Siervo es el enviado de Dios que hará cumplir la justicia de Dios, pero no a través del dominio, del poder, o de la autoridad, sino a través de la humildad y el servicio. Ése es el camino de Jesús. Lo suyo no será el triunfo político sino el ofrecer su vida para que los otros vivan. Su muerte, como el grano de trigo enterrado, dará frutos de vida abundante para los hombres y mujeres de todos los tiempos.

El Evangelio nos presenta los personajes de las últimas horas de Jesús y nos anticipa el tema de la resurrección con la presencia de Lázaro. El complot contra se va concretando poco a poco. Los que conocían de cerca a Jesús tenían que imaginarse que algo iba a suceder. Por eso todo lo que él hace en estos últimos días cobra un valor insospechado.

También los gestos de los que lo rodean. Como el detalle de María ungiendo los pies de Jesús con un costoso perfume. Lo que hace María, la hermana de Lázaro es un signo de amor y cariño. Es una manera de decir: aunque otros te desprecien y condenen, para mí eres mi único Señor. Es arriesgado hacer eso con uno que va a ser condenado a muerte. Un interrogante se abre para nosotros. ¿Hasta dónde llega nuestro amor por Jesús y su Evangelio?

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


11.

El Misterio de Cristo que muere

PP. J.M. Almarza y C. Ániz Convento de San Gregorio

Cristo que vive, muere y resucita

Lecturas de la Misa:

Isaías 42, 1-7: Dice el Señor : "Mirad a mi siervo a quien sostento; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará.... Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos..."

Esa es la vocación del Siervo de Javé, Jesús, según los planes de Dios.

Evangelio según san Juan 12, 1-11: "Seis días antes de la Pascua, Jesús fue a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.

María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de su fragancia.

Judas Iscariote.. dijo: ¿por qué no se vendió ese perfume...? Y Jesús le respondió: Déjala. Lo tenía guardado para el día de mi sepultura..."

Jesús tiene la mente puesta en que su vida acaba, y en que acabará colgado de una cruz, como los malhechores. E interpreta que María, fiel suya, acudirá en su busca. No otros.

Reflexión para este día, Lunes.

Muerte y vida

La Semana Santa en el cristianismo es como la síntesis de dos grandes verdades y de dos grandes experiencias religiosas: experiencia de muerte y experiencia de vida. En efecto:

- Por una parte, en la Semana Santa se conmemora la consumación de una vida, la de Jesús de Nazaret, quien, tras haber predicado un Reino Nuevo presidido por el espíritu de las bienaventuranzas, sucumbre ante la agresividad de quienes le perseguían como a falso hijo de Dios, como a perturbador injusto del "recto" orden establecido, y como a profeta pretencioso que se atribuía poderes extraordinarios, con menosprecio de funcionarios sacerdotales ...

Por eso, al final de la tarde de su vida, se hizo un silencio de muerte: el silencio fúnebre del Señor a quien los verdugos creyeron bien muerto, tras haber sido clavado en una cruz de infamia...

- Por otra, se conmemora también la explosión de una vida nueva : una vida que emergió como triunfo sobre la muerte, precisamente sobre la muerte de aquél que fue crucificado porque resultaba peligroso para la sociedad, blasfemo ante Yavé, y promotor de formas de vida religiosa que alteraban los esquemas del servicio en el Templo... Muerte para vivir.

En el domingo, al amanecer resucitará la vida nueva. Tendrá lugar sobre una tumba vacía, ya abandonada. El aliento del Espíritu de Dios y de Cristo llamará a la vida a Cristo y a todos los creyentes. Cristo no muere en vano.

Nuestra Semana Santa

En la experiencia que nosotros vamos a compartir durante nuestra Semana Santa Litúrgica y piadosa, no podemos renunciar a vivir esa experiencia integral, la del buen morir de Cristo y la del más bello resucitar, pasando, primero, por el camino de la amargura, y dejándonos sorprender, luego, en el huerto amanecido de luz y gloria.

Hoy, lunes, nos detendremos a mirar y meditar contemplando tres rostros de Cristo que se recogen como en un inmenso retablo litúrgico-religioso::

Tres rostros de Cristo

El primer rostro que debemos contemplar hoy es el de Cristo maestro: el rostro de quien nos adoctrinó durante varios años de anuncio de la Buena Noticia: el rostro de Cristo que tranmite mensajes de vida, de amor y de filiación, mostrándose Hijo de Dios que nos convoca a ser hijos adoptivos.

Quien olvide este rostro olvida la historia de Cristo.

El segundo es el de Cristo víctima inocente: rostro de quien es condenado sin culpa por sus hermanos de religión y patria; de quien guarda silencio humilde y se inmola como oveja llevada al matadero; de quien concede el perdón a los ofensores, y ofrece a todos su amor inagotable.

Quien no contemple este rostro es que no acompaña a Cristo.

El tercero es el de Cristo resucitado : del señor que, revestido de honor y majestad, reina en la tierra y en cielo, como confiesa nuestra fe.

Quien no llega a contemplar al "Señor" se ha perdido en el camino.

Retengamos , pues, en la memoria, en la pupila, en la mente y en el corazón los tres rostros de la persona amada. Ninguno de ellos es más real que los otros, ninguno más sublime. En todos está Cristo, tal como le proclama nuestra fe: Hijo de Dios bajado del cielo, por obra del Padre y del Espíritu, e hijo de María por el misterio de su encarnación.

Como Hijo del Padre, en el seno de Dios uno y trino, no podía morir; pero como hijo de María, por mediación del Espíritu, era pasible y vulnerable, como nosotros, y estaba dispuesto a morir de amor derramando su sangre; y como animado por el Espíritu, estaba llamado a triunfar sobre la muerte para vivir eternamente en su rostro de Dios y en su rostro de Hombre, transfigurado. ¡Misterio profundo! ¡Dios que no podía morir, porque su ser es vida, tomó la condición de hombre, y así caminó hacia la muerte...!

Oración universal

En este primer día penitencial acompañemos espiritualmente a Jesús, estremecido por el sufrimiento que viene sobre él, y oremos para que todos los hombres encontremos en él, y lo cultivemos entre nosotros con perdón, compasión , solidaridad, caridad y justicia. Que el señor esté en nuestro corazón.

DOMINICOS


12. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Hemos llegado a la Semana Santa del año 2002. En el hemisferio norte es primavera. No sólo los almendros sino la mayor parte de los frutales están ya en flor. El día 28 de marzo será luna llena. La naturaleza entera está de estreno. Sentimos en nuestras células que ha pasado el rigor del invierno y estalla una vida nueva.

Pero, ¿qué pasa en el mundo de los hombres? Empezamos la Semana Santa de este año de modo parecido a como la empezamos en el ya lejano año 1980, cuando, tal día como ayer, monseñor Oscar Romero caía asesinado mientras celebraba la eucaristía. Ahora tenemos reciente el asesinato de otro pastor de nuestra iglesia: monseñor Isaías Duarte, arzobispo de Cali (Colombia). Cuando alguien muere por decir la verdad, sentimos que la pasión de Cristo sigue prolongándose en la historia. ¿Cómo podemos celebrar litúrgicamente la muerte y la resurrección de Cristo sin abrir los ojos ante la muerte que sigue rondándonos hoy? El misterio litúrgico se hace misterio cotidiano en las vidas de muchos hombres y mujeres que siguen compartiendo los padecimientos del Maestro y experimentando el poder de su resurrección.

Esta semana es muy especial. Por algo la Iglesia la llama la semana Asanta@. Toda ella aboca al triduo sacro en el que conmemoramos el centro de la fe cristiana. Nosotros confesamos que Jesucristo murió (viernes santo), fue sepultado (sábado santo) y resucitó al tercer día (domingo de resurrección). No es que conmemoremos estos hechos como quien desempolva un álbum de recuerdos familiares, sino que en la liturgia, por la fuerza del Espíritu, experimentamos su realidad y su energía salvadora.

En el tramo final que nos conduce al triduo sacro, comenzamos purificando nuestros sentidos. Hoy, lunes santo, le toca el turno al olfato. La casa en la que habita Jesús, que es la casa de sus amigos de Betania, se llena de la fragancia del perfume. No se trata de una colonia barata comprada en un "todo a un euro", sino de "un perfume de nardo, auténtico y costoso". Sólo el amor puede producir este derroche de belleza, porque sólo el amor sabe ir a lo esencial, a ese centro en el que la verdad, la bondad y la belleza se manifiestan unidas. Judas es un periférico, anda por los márgenes. Cree que da el "do de pecho" porque exhibe una actitud calculadora y un aparente interés por los pobres. Hace el ridículo. Está en otra onda. Sólo María de Betania, la que había escogido la mejor parte, sabe "lo que toca hacer" en este momento, es una experta en ir al centro del misterio. Por eso encuentra el símbolo adecuado en los días previos a la muerte de Jesús. María le dice que lo quiere, antes de que sea tarde y sólo quede tiempo para las lamentaciones. Ella no es una embalsamadora de muertos sino una perfumadora de vivos. Está perfumando al Jesús que, en su corazón, ya ha resucitado antes de morir. Por eso, la casa se llena de la fragancia de la vida.
¿Cómo huele la fe que hoy vivimos? ¿Huele a recinto cerrado, húmedo, miserable? ¿O huele al nardo de la libertad, de la alegría, de la entrega? En el primer caso, nuestro santo patrón es Judas. En el segundo, formamos familia con María de Betania. Perfumar al Jesús que vive hoy es una de las dimensiones más refrescantes de nuestra fe.

Vuestro amigo.

Gonzalo Fernández (gonzalo@claret.org)


13. CLARETIANOS 2003

El evangelio de este Lunes Santo nos presenta una cena, que es como un anticipo de la última cena. En ella se dan cita los amigos (Marta, María, Lázaro) y los traidores (Judas Iscariote). Es una cena en la que se ponen de relieve las dos actitudes básicas ante Jesús que van a estar presentes en el drama de su proceso y de su muerte: la cercanía del amor y la distancia del resentimiento.

Marta (la camarera), Lázaro (el resucitado) y María (la perfumista) representan el polo del amor. Sirven, escuchan y ungen a Jesús. Y lo hacen todo desde la gratuidad propia de toda amistad.

Judas Iscariote (el discípulo que lo va a entregar) representa el polo del resentimiento. Critica el “derroche”de María mediante una racionalización que podría pasar a cualquier manual de psicología: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?

¿Cómo responde Jesús a cada una de estas dos actitudes? Necesitamos escrutar cada detalle porque, en el fondo, su respuesta tiene que ver con cada uno de nosotros.

En el caso de Marta, María y Lázaro, Jesús se deja hacer. A lo que es gratuito se responde con la gratuidad: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura. Acepta ser querido, encuentra consuelo en el hogar de Betania. Disfruta con sus amigos.

En el caso de Judas, Jesús desenmascara la racionalización: A los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. No se deja engatusar por las trampas de los que parecen amigos y no son más que funcionarios.

Estas dos actitudes son un espejo en el que nos miramos nosotros al comienzo de una nueva Semana Santa. ¿Hacia dónde nos inclinamos?: ¿Hacia la entrega incondicional a Jesús o hacia nuevas racionalizaciones que encubren nuestra mediocridad?

En la cena, además de los alimentos, hay perfume de nardo, que es un anticipo simbólico del perfume con el que las mujeres ungirán el cuerpo de Jesús después de su muerte. Es una perfume costoso (porque el amor no es tacaño) y es también un perfume expansivo (porque el amor no es cerrado): La casa se llenó de la fragancia del perfume.

Tenemos esbozado el guión del drama que vamos a revivir durante los próximos días. Es hora de revisar nuestros papeles. Os propongo un “test de confianza”:

Traición y amor se cierran como un broche
en torno a ti, Jesús. María y Judas
en la cena, se son mutuo reproche:
rompe ella un frasco entre palabras mudas.

“Son trescientos denarios, ¡qué derroche!”,
él le reprocha con palabras rudas.
Junto a la luz, le traga ya la noche.
Junto al amor, ya cuelga de sus dudas.

El amor que te tuvo está marchito,
y su beso, Jesús, de muerte es sello.
María y Judas, siento en mí. Repito,
solo, el drama de dos, trágico y bello.

Y pues que soy los dos, yo necesito,
morir de amor, colgado de tu cuello.

(Rafael M. Serra)

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


14. 2001

COMENTARIO 1

La Pascua que se va a celebrar es la de Jesús, por eso el evangelista no alude a ella como "la pascua de los judíos" (como en 2,13; 6,4; 11,55). Betania es el lugar de la comunidad de Jesús. Allí está Lázaro, muerto y vivo al mismo tiempo; es la comunidad de Jesús donde la vida ha vencido a la muerte. En Betania le ofrece una cena (13,2.4; 21,10) (2), que sustituye al banquete fúnebre. La cena es una acción de gracias a Jesús por el don de la vida. Marta representa a la comunidad donde el amor se tra­duce en servicio. Lázaro, que se había marchado con el Padre (11,1ss.), está presente en la comunidad, lugar de la presencia del Padre (14,23); la representa en cuanto vencedora de la muerte.

María (v. 3), ungiendo los pies de Jesús, representa a la comunidad en su relación íntima con Jesús. Su gesto muestra su agradecimiento por el don de la vida; el precio del perfume es símbolo de su amor sin tasa. Ella asume el papel de Esposa res­pecto a Jesús, el Esposo (3,29) (Cant 1,12: el perfume de nardo). El perfume simboliza el amor de la comunidad por Jesús; la expresión "le secó los pies con el pelo" alude al Cantar de los Cantares (7,6), significando el amor de Jesús por los suyos. Tras la unción "la casa se llenó de la fragancia del perfume", fragancia del amor / Espíritu, perfume de vida e inmortalidad, que tiene por centro a Jesús.

Pero no todos los discípulos aceptan el mensaje (vv. 4-5). Judas no com­prende el servicio ni el amor; como pretexto, pone la actividad externa de la comunidad por encima de la expresión de su propia vida; como si se pudiese amar a otros sin experimentar el amor de Jesús y de los miembros del grupo. Pretende oponer los pobres a Jesús.

Judas es mentiroso y ladrón (v. 6): en realidad no opone Jesús a los pobres, sino a su propio interés. Le molesta el amor demostrado porque impide su provecho personal. El que pretende ocuparse de los pobres, en vez de compartir (6,11), se apropia de lo ajeno ("se llevaba lo que echaban").

El homenaje que tributa la comunidad a Jesús tiene por motivo la victoria de la vida sobre la muerte. A través de su muerte, Jesús va a vincularse con todos los pobres, oprimidos, perseguidos de este mundo. El amor que Jesús comunica lleva a la comunidad a acoger a los pobres, a los que tiene con ella y en medio de ella.

Dice el evangelista que "una gran multitud de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había levantado de la muerte". Allí (v. 9), en la comunidad. No sólo Jesús, sino también su co­munidad, representada por Lázaro, el muerto-vivo, se convierte en cen­tro de atracción.

"Los sumos sacerdotes, por su parte, acordaron matar también a Lázaro, porque debido a él muchos de aque­llos judíos se marchaban y daban su adhesión a Jesús" (v.10). Esta es la repercusión de este testimonio entre los adictos a la institución judía. Las autoridades religiosas reaccionan, sin vacilar ante un nuevo homicidio (v. 10); se proponen suprimir también al grupo de los que poseen esa vida, cuya realidad provoca el éxodo de sus partidarios (v. 11).


COMENTARIO 2

Para la oficialidad judía Jesús era un ser peligroso. Su crítica contra el templo se agudizaba, pero su fama crecía y el pueblo se ponía de su parte. Las obras de Jesús, por ser obras hechas de acuerdo a la justicia de Dios, necesariamente atacaban el proyecto del templo y de la oficialidad judía. No podemos decir que el proyecto de Jesús se definiera por lo negativo, por ser anti-judío o anti-templo. El enfrentamiento entre Jesús y la oficialidad judía era un problema de incompatibilidad de dos proyectos. La injusticia del uno quedaba al descubierto con la práctica de la justicia del otro. Y a quien se definía por la injusticia el camino regular era eliminar al contrario para así acallar la crítica contra su sistema.

Jesús sabía esto y por eso presentía cercana su muerte. En este contexto hay que colocar la unción de Betania: el simple gesto amoroso de una mujer se podía convertir en escándalo. Todo lo que Jesús hacía quedaba satanizado por sus enemigos: curaciones de enfermos, acogida de pecadores, cercanía a los oprimidos, hasta la simple caricia amorosa de una mujer agradecida... Lo grave era que aun en el interior del discipulado crecía el peligro de la satanización, la cual, en definitiva, era y sigue siendo la perfecta expresión de la hipocresía.

Jesús va a llegar a su muerte acompañado silenciosamente por la gente humilde que había sido testigo de su amor. Por eso los evangelios no tienen inconveniente en ir recogiendo los testimonios de este amor simple del pueblo que, cuando quiere de verdad, va más allá de todo moralismo. Jesús, aún en vida, se siente ungido para la muerte, porque el amor desborda el tiempo y el espacio. Frente a la inexorable muerte que le plantean los enemigos de su proyecto, le quedaba la alegría de recoger los testimonios de amor simple y sencillo con los que el pueblo, representado esta vez por una mujer, se adhería silenciosamente a su proyecto.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


15. 2002

Se ungía con aceite perfumado a los reyes, a los sacerdotes e incluso a algunos profetas. Se ungía tam­bién a los muertos, se les bañaba y perfumaba antes de envolverlos en el sudario con que se les enterraba.

Jesús interpreta así el gesto de María: es la un­ción anticipada de su cuerpo que va a ser torturado, muerto y sepultado. Es la unción del Siervo de Dios, no para ejercer el poder despóticamente como los re­yes, ni para ofrecer el culto formalístico de los sacerdotes del templo de Jerusalén. Es una unción para el servicio hasta la muerte, para la entrega de amor a la humanidad toda, culminación del ministerio de Jesús, de su enseñanza y de sus milagros, signos de la mise­ricordia de Dios.

Dispuestos ya para las celebraciones pascuales de esta Semana Santa nos debemos preguntar ¿qué ho­menaje vamos a rendir a Jesús en esta ocasión? No será simplemente el incienso o las flores y palmas con las que solemnizamos estos días, los hermosos can­tos, las procesiones acompañadas de luces y de músi­cas marciales, la impresión de las hermosas imágenes de la pasión que han labrado nuestros artistas... He­mos de rendir homenaje a Jesús por su pascua en nuestros hermanos pobres y necesitados. En compromisos de solidaridad y de servicio. Sin esto, las solemnidades litúrgicas no serán más que paganismo.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


16. DOMINICOS 2003

Ayer en la celebración del Domingo de Ramos, tomábamos como texto base en la liturgia de la Palabra el relato de la Pasión de Jesús según el Evangelio de san Mateo.  

Este evangelista, preocupado por los judíos convertidos al cristianismo, queria mostrarles cómo en Jesús, el Siervo de Dios, se cumplen todos los vaticinios proféticos sobre el Mesías Salvador,  y se detenía a presentarles las sendas de infidelidad y de traición que siguieron los hombres-judíos para llevar al Señor

desde la cena-mesa eucarística al huerto,

del huerto a los tribunales,

de los tribunales al camino del Calvario,

y de la cruz a la muerte,

para que, por medio de la muerte en cruz y de la sepultura, se dé luego alcance a la resurrección y gloria.

Es un relato en el que la dimensión humana y la dimensión divina de la vida de Jesús resultan entrañables, sumamente atrayentes para el alma piadosa, creyente.

 

Hoy, lunes santo, escucharemos o leeremos otras dos páginas también entrañables de la Sagrada Escritura: una referida a la vocación del Siervo de Yavé (en versión de Isaías) y otra referida  a la cena de amistad en Betania, entre Jesús y la familia de Lázaro, seis días antes de la Pascua (en versión de san Juan).

Todo lo haremos conforme al espíritu dolorido que aflora en la

 

Oración Colecta de la Misa:

            Dios todopoderoso,

            mira la debilidad de nuestra naturaleza, y,

con la fuerza de la pasión de tu Hijo,

levanta nuestra débil esperanza. Amén.

 

LECTURA DEL PROFETA ISAÍAS 42, 1-7 :

“Mirad –dice Yhavé- a mi Siervo a quien sostengo; a mi Elegido a quien prefiero.

Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no voceará por las calles.

La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará.

Proclamará fielmente la salvación, y no desfallecerá ni desmayará...

A ti,  Siervo mío, Yo, el Señor, te llamé, según mi plan salvador: te tomé de la mano, te formé e hice de ti alianza del pueblo y luz de las naciones, para abrir los ojos a los ciegos, sacar de la cárcel a los cautivos....”

 

En este texto tenemos descrito el plan de Dios sobre Jesús, presentado bajo la figura del Siervo de Yavé. Nuestro Creador tenía previsto de antemano un plan de salvación para nosotros, hijos ingratos, que incluía la presencia en el mundo del Hijo de su amor.

Un Hijo que, vestido de nuestra naturaleza, fuera sublime prototipo de pacificador, libertador, administrador de justicia, servidor fiel, vida en oblación por los demás, restaurador de la amistad entre el hombre y su Dios.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 12, 1-11:

“ Seis días antes de la Pascua, Jesús fue a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena en la que María servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.

María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió los pies a Jesús y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que le iba a entregar, dijo: ¿por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?...

Entonces Jesús le dijo: déjalo; lo tenía guardado para el día de mi sepultura...

[En medio de ese clima de amistad] los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se iban y creían en Jesús”.

 

Muchas son las piezas que podemos contemnplar en esta texto evangélico: Jesús perseguido y amado; corazones que se cierran al Señor y hogares que se le abren; fogosidad y ternura de amor que quiere dar signos de su adhesión e hipocresía del discípulo que se escandaliza; evidencias de las acciones misericordiosas de Jesús y opción por eliminarlo.  Ahí se eontiene en germen todo el drama de la humanidad.

 

MOMENTO DE REFLEXIÓN

 

Ayer, Domingo de Ramos, Jesús, arriesgando y actuando como profeta de Dios para su pueblo de elección, formaba parte de la comitiva que triunfalmente entraba en la ciudad de  Jerusalén.

Hoy sorprendemos a Jesús, en Betania, en la intimidad, como huésped de unos amigos incondicionales, en el mismo contexto de su subida a la ciudad santa.

Nuestra meditación-reflexión debe elegir y centrarse en algunos detalles de ese cuadro histórico-religioso-familiar-amigable del que Jesús forma parte muy importante.

Pero son tantos los momentos de desamor, de indiferencia, de desprecio, entre los hombres, que vale la pena considerar más bien algunos más positivos e íntimos, mientras la tragedia se cierne sobre Jesús en Jerusalén.

 

1º. Jesús y la amistad

Jesús, mal comprendido por unos, y odiado por otros, busca, se recrea y conforta –como lo hacemos nosotros mismos- con la amistad de una familia sincera, sencilla, trabajadora, abierta al Espíritu.

Ante ese hecho, valoremos qué duro es para el hombre vivir sin corazones amigos.

Hemos nacido para vivir el comunión, no en triste soledad. ¿Actuamos así en la vida diaria?

2º. Seamos amigos de Dios.

 Los tres hermanos, Lázaro, Marta y María,  comparten la felicidad de tener a Jesús consigo, en su casa y en su corazón. Y cada cual expresa esa felicidad a su modo: Lázaro, al lado de Jesús en la mesa; Marta, sirviendo, y María, sacando del estuche un valioso perfume que deja a todos pasmados.

No valoremos el gesto de María como competencia por mostrar mejor que los demás el amor a Jesús, sino como locura de amor agradecido. ¡Ay cuántos locos de amor nos hacen falta! ¡Cuántos santos!

 

3º.¡Qué pobre es  quien no sabe de amor, de fidelidad!

Por desgracia, no todos llegamos a entender el lenguaje del amor en gestos que parecen locura y son en realidad un encanto para la vida. Así sucedía en Betania:

Judas no entendía a María, porque ambos hablaban, sentían, se hallaban en distinta onda amorosa: acaso la onda de amor al Dinero y del amor al Señor.

Jesús, en cambio, andaba falto de amor en el camino de la próxima cruz, y entendió plenamente a María: ella lo amaba de verdad.

Y el grupo de judíos que era rebelde a la voz del Señor tampoco entendía la bondad y amistad de Jesús, Lázaro, Marta y María, porque en vez de dejarse ganar por sus gestos y mensajes, cerraron su corazón y su mente al nuevo mensaje salvador.

 

4º. Veamos, pues, entrando a escena a los actores al comienzo del drama en la semana santa:

A Jesús dispuesto a morir amando.

A María dispuesta a volcar las reservas de perfume sobre un cuerpo que va a morir de amor.

A Judas Iscariote dispuesto a traicionar por treinta monedas.

A las autoriades dispuestas a apagar la voz del Profeta-Mesías.

 

¿Cómo participaremos en el drama?

¿Seremos solamente curiosos espectadores?

                        ¿Será nuestra generosidad como la de María derramando perfumes?

                        ¿Nos dolerá cualquier tipo de traición al Hijo o a los hijos de Dios?


17.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Pelea, Señor, contra los que me atacan; guerrea contra los que me hacen guerra; empuña el escudo y la adarga, levántate y ven en mi auxilio, Señor Dios, mi fuerte salvador» (Sal 34,1-2; Sal 139,8).

Colecta (del misal anterior y, antes, del Gregoriano): «Dios Todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y, con la fuerza de la Pasión de tu Hijo, levanta nuestra débil esperanza».

Comunión: «No me escondas tu rostro el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí cuando te invoco; escúchame enseguida» (Sal 131,3).

Postcomunión: «Ven Señor, y protege con amor solícito al pueblo que has santificado en esta celebración, para que conserve siempre los dones que ha recibido de tu misericordia».

Isaías 42,1-7: No gritará ni voceará por las calles. El poema presenta a un hombre, el Siervo de Yahvé, elegido por Él. Su espíritu lo consagra para establecer el derecho entre los pueblos, que es la ley de Dios. El Siervo se presenta humilde, sencillo, manso, delicado, pero en su actuación es firme, tenaz, fiel hasta conseguir la aceptación de su mensaje. Dios lo guía amorosamente, lo pone como alianza para las naciones, luz de los pueblos, liberador de los oprimidos. Es bien clara la tradición eclesial de atribuir a Jesucristo las cualidades del Siervo de Yahvé.

El Papa Juan Pablo II decía

«Quizá una vez el Señor nos haya llamado con sus palabras al propio Corazón. Y ha puesto de relieve este único rasgo: mansedumbre y humildad. Como si quisiera decir que solo por ese camino quiere conquistar al hombre; que quiere ser el Rey de los corazones mediante la mansedumbre y la humildad. Todo el misterio de su reinado está expresado en estas palabras. La mansedumbre y la humildad encubren en cierto sentido, toda la riqueza del Corazón del Redentor, sobre la que escribió San Pablo a los Efesios. Pero, también esa mansedumbre y humildad lo desvelan plenamente; y nos permiten conocerlo y aceptarlo mejor; lo hacen objeto de suprema admiración» (Alocución 20-VI-79).

–En el Salmo 26 tenemos un canto de confianza y seguridad en Dios, aun en medio de las pruebas más duras. Por ello, es la oración del Siervo de Yahvé, probado, sí, pero no abandonado. Es también la oración de los que deseamos seguir a  Cristo y aprender de Él a ser manso y humilde de corazón: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversario, tropiezan y caen. Si un ejército acampa contra mí mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor».

Juan 12,1-11: ¡Déjala! Tenía guardado este perfume para el día de mi sepultura. Con ocasión de un banquete en casa del resucitado Lázaro, su hermana María unge a Jesús los pies con perfume. Judas critica tal gesto, pero Jesús ve en él un vaticinio de su embalsamamiento. Comenta San Agustín:

«Hemos oído el hecho; busquemos ahora su significado. ¡Oh alma, cualquiera que seas! si quieres ser fiel, unge con María los pies del Señor con precioso ungüento. Aquel ungüento significa justicia –por eso pesaba una libra– y era de gran precio –pístico–. Esta palabra no está desprovista de misterio, sino que está muy en consonancia con él. Pistis en griego significa fe. Querías obrar la justicia; el justo vive de la fe. Unge los pies de Jesús. Con tu buena vida sigue las huellas del Señor. Sécalos con tus cabellos; si tienes cosas superfluas, repártelas a los pobres, y así enjugas los pies del Señor... Tienes en qué emplear lo que te sobra; para ti son cosas superfluas, mas son necesarias a los pies del Señor... La casa se llenó de olor y el mundo se llena con la buena fama, porque la buena fama es un olor agradable. Quienes bajo el nombre de cristianos viven mal, injurian a Cristo...» (Trat. sobre el Evangelio de San Juan 50,6-7).


18.

Autor: P. Cipriano Sánchez
Jn 12, 1-11

Reflexionaremos en el gesto que tiene María de Betania con Jesucristo nuestro Señor cuando ella unge a Jesús, según narra San Juan. Este Evangelio, en el que María realiza la unción de Jesús, nos habla de una mujer que ha puesto totalmente, sin reticencias de ningún tipo y con mucha firmeza, su corazón en Jesucristo. Lo que la lleva a dar testimonio público de agradecimiento para nuestro Señor.

Esta mujer se presenta ante el mundo como fiel seguidora de Jesucristo. Es un gesto de amor, de gratitud, pero que en el fondo, es un gesto profundo de compromiso; porque la unción compromete a María a estar cada vez más cerca de Cristo.

¿Cuáles son los detalles que María de Betania muestra? Delante de todos, toma una libra de perfume de nardo puro, muy caro, unge los pies de Cristo y los seca con sus cabellos. No mide su gratitud con Aquél que es objeto de su amor. Es alguien que está convencida del bien que Cristo ha hecho en su vida, porque Cristo ha hecho un cambio profundo en ella. Detrás de todo está la sensibilidad profunda que la lleva a no medir su gratitud.

El gesto de la mujer, que es el gesto de una profunda gratitud, es el fruto de un corazón comprometido, que no sólo quiere recibir, sino dar agradecimiento. Esta dimensión cambia totalmente el gesto, porque hace de un gesto común, un detalle de amor, de donación personal, de compromiso.

Siendo Jesús un hombre discreto, que no gusta de honores, deja que María lo haga, porque Jesús ve en su corazón el compromiso personal que ella tiene con Él. Dice Jesús: “Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura”, la estoy uniendo al misterio más grande, que es mi donación personal por la salvación de los hombres. Jesús une ese darse de María de Betania al misterio de su cruz, al gesto de su don personal en la cruz; hace que esa mujer se asocie al don que Él va a dar en la cruz. Jesús llama de esta forma al amor a María de Betania: la llama a seguirlo con decisión hasta la sepultura; hasta compartir con Él el misterio de su pasión.

Así es Jesús. Jesús, cuando ve a un alma generosa no la deja en buenos deseos sino que la une a Él. Esto es lo que el Señor ve en todas las almas a las que llama a un mayor compromiso, a las que pide un paso más de entrega: ve un corazón como el de María de Betania.

“A Mí no siempre me tendréis”. Ésta es la segunda dimensión con la que Jesús mira a María de Betania. La dimensión de una mujer que ha captado que seguir a Cristo es un compromiso exigente, firme, sin remilgos. María quizá no había entendido quién era Cristo, pero había experimentado que seguirlo a Él no puede dejar indiferente su vida, que para seguirlo tiene que transformar hasta las fibras más íntimas de su corazón. Es un implícito acto de adoración a Cristo, de adoración a Alguien que la une a su misterio doloroso, a su misterio de don al hombre, a Alguien que se convierte para ella en una persona.

Cristo es una persona que me ha unido a su misión redentora y que además es mi Señor. Al ser llamados, no nos podemos quedar con el buen deseo de amarlo, tenemos que llegar a la dimensión de que Cristo es el Señor, el Creador Todopoderoso, y que, además, me ha querido unir a su don a la humanidad, al misterio de salvación que es su entrega por cada uno de los hombres.

Si es grande el misterio de su llamada, es más grande el misterio de la respuesta de María, que se entrega en ese momento, se pone a su disposición ante la llamada a hacer del amor a Cristo un amor personal, y hacer de la decisión por Cristo una opción y una decisión eficaz, sin otro límite que el del propio corazón. Esta opción nace de la conciencia profunda de haber hecho la experiencia profunda de Cristo en su alma.

El gesto de María no tendría sentido si no fuera fruto del conocimiento personal de su opción por Cristo. Los gestos debemos llenarlos de sentido. Nuestra opción por Cristo debe tener un sentido en todas partes: en casa, en el apostolado, en la sociedad, porque los mismos gestos tienen diferente contenido, porque es una opción ofrecida a Jesucristo nuestro Señor por amor a Él.

Cada uno de nosotros tiene que ser consciente de que, por el bautismo, es una persona más unida a Cristo, porque en cada gesto, en cada detalle que hace, hay una particular donación de su vida a Jesucristo.

En nuestras vidas hay los mismos gestos, pero el amor es diferente, porque amamos con más profundidad, porque hemos sido unidos más a la sepultura del Señor, a la redención de Cristo, al misterio de la salvación de la humanidad.

Cristo es dado a la humanidad. En cierto sentido, María de Betania, por su experiencia de Cristo, es también dada a Cristo. María es de Cristo porque ha tocado, ha descubierto la dimensión personal del Señor, y para ella ser cristiana no es pertenecer a una religión, sino enamorarse de una persona, tener arraigada en el corazón a una persona. Ser cristiano es seguir a Cristo, es amar a una persona, seguirla y vivir según esa persona. Es un compromiso distinto, sobre todo cuando vemos que el compromiso nace de dos dones: el don de Cristo a mi vida y el don de mi vida a Cristo para la salvación de la humanidad, en mi ambiente, en mi casa, con los míos.

Pidámosle a Jesucristo que la unción en Betania tenga sentido en nuestras vidas, porque de la opción personal por Cristo depende todo lo que hagamos. Debemos ver a María de Betania como la mujer que ve a su Señor, se une a Él, se acerca a Él y lo experimenta personalmente.


19. DOMINICOS 2004

Hagamos presente el derecho y la justicia


La luz de la Palabra de Dios
1ª Lectura: Isaías 42,1-7
Aquí está mi siervo a quien protejo; mi elegido, en quien mi alma se complace. He puesto en él mi espíritu, para que traiga la justicia a las naciones. No gritará, no alzará el tono, no hará oír por las calles su voz. No romperá la caña cascada, ni apagará la mecha humeante. Traerá con toda seguridad la justicia. No desistirá, no desmayará hasta que implante en la tierra la justicia y sus leyes, que las islas esperan.

Esto dice el Señor, Dios, el que creó los cielos y los desplegó, el que asentó la tierra y sus productos, el que da aliento al pueblo que la habita y soplo a los seres que se mueven en ella: Yo, el Señor, te he llamado para la justicia, te he tomado de la mano y te he formado, te he puesto como alianza del pueblo y luz de las naciones, para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los presos de la cárcel, del calabozo a los que viven en tinieblas.

Evangelio: Juan 12,1-11
Jesús, seis días antes de la pascua, fue a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los comensales.

María, por su parte, tomó una libra de perfume de nardo puro, de gran precio, y ungió los pies de Jesús, enjugándolos luego con sus cabellos, por lo que la casa se llenó del olor del perfume.

Entonces dijo Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo iba a entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume a gran precio y se ha dado a los pobres?». Esto lo dijo no porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón; y como tenía la bolsa, robaba de lo que había en ella.

Jesús dijo: «Déjala que lo haga para el día de mi sepultura. A los pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre».

Muchos judíos supieron que Jesús estaba allí y acudieron no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Por eso los sumos sacerdotes determinaron matar también a Lázaro, pues por él muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús.


Reflexión para este día.
Ya están a la puerta los días santos de la pasión salvadora de Jesús. En la segunda parte del libro de Isaías, están palpitantes los cuatro himnos del Siervo de Yahvé, que leeremos durante esta semana. En la descripción que Isaías nos hace de este Siervo, los Santos Padres y la Iglesia reconocen al mismo Cristo, Siervo elegido y enviado por Dios para restaurar su Alianza con el pueblo.

“Mirad a mi sirvo, a quien sostengo; mi elegido a quien prefiero.” Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. Yo te he hecho alianza de las naciones”.
Orientados por esta “luz”, conscientes de nuestra fragilidad y de nuestros pecados expresamos nuestra confianza en la fuerza de la Pasión de Jesús y en su sacrificio perpetuado en la Eucaristía.

“Dejadla que perfume y unja mis pies, lo tenía preparado para el día de mi sepultura”.
Jesús es consciente de que “se acerca su hora”. Ante el escándalo infantil e hipócrita de Judas Iscariote, muestra su satisfacción por el gesto entrañable y espontáneo de María. A continuación les sugiere una verdad para no olvidar: “A los pobres siempre los tenéis siempre con vosotros”

La conducta y las palabras de Jesús nos señalan una de las prioridades de sus discípulos: Amar y defender a los más pobres. Jesús nos urge a emprender el combate del amor, “para hacer presente el derecho y la justicia” en el entorno social en el que nos corresponde vivir. Ser valientes y decididos para denunciar la corrupción y anunciar el Evangelio, la “Buena Noticia” para todos, especialmente los pobres: Son los preferidos de Jesús.


20.

Comentario: Rev. D. Jordi Pou i Sabaté (Sant Jordi Desvalls-Girona, España)

«Ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos»

Hoy, en el Evangelio, se nos resumen dos actitudes sobre Dios, Jesucristo y la vida misma. Ante la unción que hace María a su Señor, Judas protesta: «Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: ‘¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?’» (Jn 12,4-5). Lo que dice no es ninguna barbaridad, ligaba con la doctrina de Jesús. Pero es muy fácil protestar ante lo que hacen los otros, aunque no se tengan segundas intenciones como en el caso de Judas.

Cualquier protesta ha de ser un acto de responsabilidad: con la protesta nos hemos de plantear cómo lo haríamos nosotros, qué estamos dispuestos a hacer nosotros. Si no, la protesta puede ser sólo —como en este caso— la queja de los que actúan mal ante los que miran de hacer las cosas tan bien como pueden.

María unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos, porque cree que es lo que debe hacer. Es una acción tintada de espléndida magnanimidad: lo hizo «tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro» (Jn 12,3). Es un acto de amor y, como todo acto de amor, difícil de entender por aquellos que no lo comparten. Creo que, a partir de aquel momento, María entendió lo que siglos más tarde escribiría san Agustín: «Quizá en esta tierra los pies del Señor todavía están necesitados. Pues, ¿de quién, fuera de sus miembros, dijo: ‘Todo lo que hagáis a uno de estos pequeños... me lo hacéis a mí?’. Vosotros gastáis aquello que os sobra, pero habéis hecho lo que es de agradecer para mis pies».

La protesta de Judas no tiene ninguna utilidad, sólo le lleva a la traición. La acción de María la lleva a amar más a su Señor y, como consecuencia, a amar más a los “pies” de Cristo que hay en este mundo.


21. 2004 Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

1ª Lectura
Is 42,1-7
1 Aquí está mi siervo a quien protejo; mi elegido, en quien mi alma se complace. He puesto en él mi espíritu, para que traiga la justicia a las naciones. 2 No gritará, no alzará el tono, no hará oír por las calles su voz. 3 No romperá la caña cascada, ni apagará la mecha humeante. Traerá con toda seguridad la justicia. 4 No desistirá, no desmayará hasta que implante en la tierra la justicia y sus leyes, que las islas esperan. 5 Esto dice el Señor, Dios, el que creó los cielos y los desplegó, el que asentó la tierra y sus productos, el que da aliento al pueblo que la habita y soplo a los seres que se mueven en ella: 6 Yo, el Señor, te he llamado para la justicia, te he tomado de la mano y te he formado, te he puesto como alianza del pueblo y luz de las naciones, 7 para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los presos de la cárcel, del calabozo a los que viven en tinieblas.

Salmo Responsorial
Sal 27,1
1 De David El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién podré temer? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿ante quién puedo temblar?

Sal 27,2
2 Cuando me asaltan los criminales para destrozarme, son ellos, mis opresores y enemigos, los que tropiezan y sucumben.

Sal 27,3
3 Aunque un ejército acampe contra mí, mi corazón no teme; aunque una guerra estalle contra mí, estoy tranquilo.

Sal 27,13-14
13 Yo estoy seguro que he de ver los bienes del Señor en el mundo de los vivos. 14 Espera en el Señor, ten ánimo, sé fuerte, espera en el Señor.

Evangelio
Jn 12,1-11
1 Jesús, seis días antes de la pascua, fue a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. 2 Allí le ofrecieron una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los comensales. 3 María, por su parte, tomó una libra de perfume de nardo puro, de gran precio, y ungió los pies de Jesús, enjugándolos luego con sus cabellos, por lo que la casa se llenó del olor del perfume. 4 Entonces dijo Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo iba a entregar: 5 «¿Por qué no se ha vendido este perfume a gran precio y se ha dado a los pobres?». 6 Esto lo dijo no porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón; y como tenía la bolsa, robaba de lo que había en ella. 7 Jesús dijo: «Déjala que lo haga para el día de mi sepultura. 8 A los pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre». 9 Muchos judíos supieron que Jesús estaba allí y acudieron no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. 10 Por eso los sumos sacerdotes determinaron matar también a Lázaro, 11 pues por él muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús.

* * *

Para comprender los poemas del Siervo de Yahveh que nos presenta la liturgia durante la Semana Santa es necesario, en primer lugar introducirnos en el contexto de estos poemas.

En la lectura del Segundo Libro de Isaías (40-55) aparece 21 veces la palabra siervo (‘ebed), siempre en singular con la excepción de 54,17. Se aplica a Israel o Jacob en 14 casos. También se llama a Ciro el siervo, y al profeta.

Siervo es una palabra con amplia gama de matices; fundamentalmente significa obrar con sumisión y obediencia a otro. Esta su­misión tiene grados desde el esclavo hasta la entrega religiosa. En sentido pagano, siervo es quien está totalmente sometido a otro; la persona que ha perdido su libertad, el amo decide por él. Por eso en un principio no se hablaba de ser esclavo de Dios por considerarlo como degradante. En sentido religioso, la palabra siervo fue dejando de lado el ser degradante para considerarlo como alguien ligado por entero y en forma muy especial con su Dios.

En sentido bíblico, la palabra siervo establece una relación de sumisión y dependencia del hombre con Dios. La liturgia en el Antiguo Testamento era presentada como un servicio a Dios y no como servicios aislados; era toda la vida, porque ésta tenía un sentido cultual y el pueblo de Israel fue llamado entonces siervo de Dios (Is 41,8). Se llaman siervos de Yahveh o siervos de Dios a aquellas personas que reciben el encargo de realizar una misión especial como Moisés (Ex 14,31), Abraham (Gn 26.24), David (2 Sam 3,18).

¿Quién es el siervo en los poemas que encontramos en el deutero-Isaías? Es difícil responder esta pregunta sobre todo si tenemos en cuenta el lenguaje oriental que es un lenguaje impreciso y no permite la identificación del personaje al cual se refiere. No se puede buscar una solución tajante.

Se han presentado varias soluciones: Para unos se trata de un personaje, para otros de una colectividad. Hay quienes presentan una solución mixta y por último quienes le dan una interpretación mesiánica al identificarlo con Cristo.

En la presentación del Siervo el Deutero Isaías recalca que el oficio de siervo es elección divina y Dios mismo presenta a su elegido, en otras palabras, se trata de un personaje ligado con el Señor, a quien él sostiene, lo prefiere y le hadado su Espíritu para que pueda cumplir la empresa que le señala: es implantar el derecho y la ley de Dios, es decir, difundir la revelación de su voluntad, que es justicia y orden entre los hombres. La persona del siervo se mostrará decisiva en la historia de su pueblo y la de todas las naciones.

Este personaje no se lamentará, no gritará, pasará inadvertido porque no ejercerá su función con armas o por la fuerza, sino con un nuevo estilo: suavidad y mansedumbre con lo débil, pero firmeza en el sufrir y tenacidad en su labor.

Según el contexto inmediato, el texto nos conduce a Ciro quien recibe del Señor una investidura real y una misión de conquista y de unificación del mundo que se llevará a cabo en el respeto de los pueblos y la preocupación por su restauración. Israel agotado por el destierro, reducido al estado de caña quebrada, volverá a la vida.

Es interesante anotar que la traducción griega de los Setenta atribuyó este pasaje a Israel y en el versículo 1 traducen: "mi siervo Jacob, mi elegido Israel".

En cuanto al Nuevo Testamento cita este texto que con el Salmo 2,7 lo emplea Mateo para presentar a Jesús en el bautismo de Jesús (Mt 3,17; Mc 1,11) y en la transfiguración (Mt 17,5; Lc 9,35). También la misión de Pablo (Hch 26,17-18), parece inspirada en este canto de Isaías.

Como puede observarse, se han dado varias lecturas de este poema. Una lectura histórica en donde Ciro es el siervo; una relectura posterior, en los Setenta en donde el siervo es Israel y por úl­timo, la lectura cristiana, que aplica a Jesús la condición del siervo de Yahveh.

Cuando Dios habla a su siervo (5-9), se presenta como el Dios Creador que ha dado vida y conservado el universo y con estos títulos llama al siervo a quien ha tomado de la mano y lo ha hecho alianza de un pueblo y luz de las naciones. La Alianza en el Antiguo Testamento implica ciertas obligaciones del parte del ser humano, pero sobre todo, el Señor se compromete con el pueblo para obrar en su favor. El Señor concede al pueblo y a todas las naciones al Siervo como prenda de su compromiso para obrar en favor de ese pueblo y todas las naciones.


Salmo 6,1-3.13-14: Señor, no me reprendas con ira, no me corrijas con cólera.

Este salmo pertenece al grupo de los llamados penitenciales, porque en él predomina la conciencia que el salmista tiene de su propio pecado, el arrepentimiento y las súplicas a Dios quien manifiesta su misericordia.

Todos nosotros hemos vivido la situación del salmista; y aunque hoy sabemos que la enfermedad y las desgracias no son “castigo” por el pecado, los creyente acudimos al Señor con una súplica confiada, porque el Señor volverá su rostro hacia nosotros para impedir que desfallezcamos en medio de la angustia.


Jn 12,1-11: María unge a Jesús en Betania.

El evangelio de Juan está plagado de símbolos y de acciones simbólicas. La escena de Betania es realmente una acción significativa.

Betania es el lugar de la comunidad de Jesús, el lugar en donde había resucitado a Lázaro y en donde vivían sus dos grandes amigas: Marta y María, las hermanas de Lázaro. Jesús había ido a Betania para celebrar la cena con esa pequeña comunidad que representaba a todos sus discípulos. Esta cena es una acción de gracias a Jesús por el don de la vida pero no es todavía una acción perfecta porque faltan seis días para la Pascua. Recordemos que el número seis es la imperfección.

Durante la cena María toma una libra de perfume de nardo y unge los pies de Jesús. Este relato de la unción lo presentan también los sinópticos. Mientras que Juan la sitúa en Betania en la casa de Lázaro, Marcos y Mateo también la ubican en Betania pero en casa del fariseo Simón; Lucas no indica el lugar de la casa del fariseo Simón; en el evangelio de Juan la mujer que hace la unción se llama María; en Marcos y Mateo esa mujer no tiene nombres y Lucas la llama la pecadora; según Juan y Lucas la mujer unge los pies de Jesús; Mateo y Marcos dicen que la mujer ungió la cabeza. En Juan Judas protesta por el alto valor del perfume; en Lucas el que protesta es Simón; en Mateo y Marcos, los discípulos. Mientras que Lucas no indica el momento de la unción, Mateo y Marcos la sitúan en una fecha cercana a la Pascua y Juan en la víspera de la Pasión. Sin importar los detalles, el relato tiene una íntima relación con la muerte-glorificación de Jesús.

El profundo simbolismo de este relato en el evangelio de Juan nos remonta a la celebración de la nueva vida de la comunidad con la presencia de Jesús a quien se le agradece la vida por medio de un gesto de amor y servicio, señal de acogida que recuerda el gesto de Jesús en la última cena.

La protesta de Judas, uno de los doce, el que va a entregarlo, indica que no toda la comunidad ha aceptado el mensaje de Jesús. Si no se puede invertir trescientos denarios en Jesús, se la ha puesto precio a su persona. Para Judas el dinero vale más que el amor, no ha asimilado la enseñanza de Jesús y afirma que se puede amar a los de afuera de la comunidad, sin amar a los de dentro, como si el amor sin exclusiones no fuera el distintivo de la comunidad de Jesús. Judas es el exponente del sistema enemigo de Jesús.

El Evangelista Juan lo desenmascara: dijo esto no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón y como tenía la bolsa, se llevaban lo que echaban. A Judas le molesta el amor demostrado a Jesús porque disminuye sus ingresos. No sabe lo que significa amor, no agradece, ni ha recibido la nueva vida de la comunidad.

La respuesta de Jesús es contundente: Judas no permanecerá en la comunidad porque sin amor no hay vida, y sin la fe no puede ocuparse de los pobres. La comunidad está dividida; no ha comprendido que los pobres hacen parte de ella, son parte del grupo cristiano, y el amor que enseña Jesús tiende a integrar a todos los miembros de la comunidad. El amor no pone una moneda en la mano del pobre para desentenderse luego de él. El amor de Jesús integra a todos en una misma mesa y los admite aún en la propia intimidad.

Judas abre la brecha entre los pobres y la comunidad, mientras que Jesús les ha enseñado que el amor mutuo es su distintivo y consiste en estar abiertos a los demás, sin condiciones y mucho menos sin excluir a ninguno de sus miembros.


22.

Reflexión

María, la hermana de Lázaro, en el pasaje que hemos leído, busca manifestarle a Jesús su amor, dándole lo mejor que tiene, lo más precioso, lo más caro… no escatima nada cuando se trata del Señor. En estos días santos, días en los que muchos aprovechan para descansar, debemos aprender de María, a darle a Jesús lo mejor, no solo de nuestras cosas físicas sino de nuestro tiempo. No dejemos que nuestro descanso nos lleve a no darle importancia a esta semana tan importante en la que recordamos y volvemos a vivir con toda la comunidad cristiana los misterios de nuestra redención. Es importante descansar, pero hay que hacerlo como lo hacia la familia de Lázaro: Con el Señor. Como la familia de Lázaro, invitemos a Jesús a nuestras vacaciones y a nuestro descanso. Que él sea el huésped de honor de nuestras vacaciones… Démosle su lugar y aun más lo mejor de nosotros. Manifestemos también en nuestro descanso que somos amigos y seguidores de Jesús.

Que el Señor sea luz y lámpara para tu camino.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


23. La Unción en Betania

Fuente: Catholic.net
Autor: José Cisneros

Juan 12, 1-11

Reflexión

Este pasaje que contemplamos se trata de un momento lleno de ternura. Jesús veía en el gesto de María una anticipación de la unción de su cadáver. Sin embargo, nosotros sabemos que el cuerpo de Jesús, después de su muerte, no recibió todas las unciones requeridas, porque las mujeres que encontraron el sepulcro vacío el domingo de la Resurrección tenían los últimos aceites aromáticos para embalsamar su cuerpo, y no lo hallaron.

Este detalle de María trasciende la opinión pública de los presentes. Va más allá del dinero si se trata de manifestar su gratitud y su amor por Jesús. Es una lección elocuente para todos nosotros. ¿Cuántas veces nos hemos detenido cuando nos disponíamos a realizar un gesto de caridad, una oración, un testimonio de fe, sólo por temor de lo que pudieran decir los que nos están viendo? María, sin embargo, nos enseña que, en nuestra relación con el Señor, no debemos tener temor cuando nuestro corazón nos sugiere hacer el bien.


24. CLARETIANOS 2004

Queridas amigos y amigas:

La vida puede ser como una espiral. Un recorrido de curvas centradas que va pasando cíclicamente por los mismos sitios (meses, estaciones, temporadas...), pero siempre a distinto nivel. Porque en realidad, nunca estamos en el mismo lugar que el ciclo anterior.

Ha vuelto la Semana Santa. Un año más... Una vuelta más. ¿Te suena a algo especial o te da sensación de rutina? Sea como fuere, en estos días se te va a dar una oportunidad: la oportunidad de “vibrar por simpatía”.

En una guitarra, cuando alguien toca una cuerda, ésta se pone a vibrar. Hasta ahí, todo normal. Pero hay más: si otra cuerda está en su misma afinación, sin que nadie la toque, se pone a vibrar con la que fue tocada. Vibran “por simpatía”, se dice. ¿Lo sabías?

Pues bien, Dios ha tocado la “cuerda” de su Hijo Jesús. Su vida y su palabra, su muerte y su resurrección, son el himno de una nueva humanidad reconciliada en el amor. He aquí tu oportunidad: si te sitúas cerca, si te pones en su misma sintonía, podrás vibrar con Él y como Él. Para que tu vida recobre la música. Para que tu entorno sea más armónico. Para que en el mundo sigan sonando las canciones del Reino. Para que las melodías de esa paz basada en la justicia sobresalgan sobre todas las disonancias de los egoísmos y violencias omnipresentes. Para que la gente pueda vivir más confiada y más feliz. En esperanza activa de lo que será la gran gala final, en el tod@s podremos cantar, a pleno pulmón, el “himno de la alegría”... cuando lleguemos, de verdad, a ser herman@s.

Semana Santa 2004... Un año más. Un ciclo más. Como las vueltas de un tornillo que va profundizando. Como las pedaladas de quien va en bicicleta o los pasos de un peregrino/a... siempre iguales y siempre diferentes. Unos días para que la órbita de tu vida pase más cerca de la suya y se te pegue algo de su estilo de amar, de morir, de vivir... Para centrarte en lo esencial... y, a la vez, para que tu vida pueda seguir desplegándose hacia fuera, más generosa, más libre, más humana.

Y todo esto, como siempre, desde tus posibilidades concretas: haciendo las cosas cotidianas con más cariño, aprovechando las celebraciones de estos días, dejándote querer algo más, buscando algún tiempo prolongado de oración ante el Santísimo o ante la cruz, tratando mejor a los demás, acercándote al sacramento de la reconciliación, haciendo algún gesto de amor, participando en la Vigilia Pascual...

Seas quien seas y estés donde estés, te deseo una buena Semana Santa. De corazón.

Vuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez, claretiano (luismacmf@yahoo.es)


25. CATOLICA 2004

HOMILÍA PARA EL LUNES 05 DE ABRIL
LUNES SANTO
(San Vicente Ferrer)


LECTURAS: IS 42, 1-7; SAL 26; JN 12, 1-11
Is. 42, 1-7. El Señor nos ha llamado y nos ha tomado de la mano, no sólo para convertirse en nuestro poderoso salvador y protector, sino para formarnos de tal manera que nos pueda enviar como signo de su Alianza en medio de nuestros hermanos, como luz de las naciones y como cercanía a los pobres y a los que sufren, para remediar sus males. El hombre de fe no busca al Señor para autocomplacerse, sino para escuchar su voz y dejarse transformar por su Espíritu, de tal manera que pueda convertirse en un signo creíble del Señor en medio de sus hermanos. El Señor no quiere enviarnos a destruir a los demás. Él quiere enviarnos como un signo de esperanza para los decaídos y como signo de unión para quienes por algún escándalo han comenzado a resquebrajar su comunión con la Iglesia. Desde un corazón sincero y lleno de amor, unidos a Dios por nuestra comunión de Vida con Cristo, podremos colaborar para que se viva cada día con más alegría, con más paz y más amor fraterno en torno a nuestro único Dios y Padre. Ojalá y, unidos a Cristo, nos dejemos enseñar y formar por Él como auténticos discípulos y apóstoles suyos a favor de su Reino.

Sal. 26. Dios siempre está cercano a nosotros. Jamás nos abandona, pues no sólo nos ha tomado bajo su cuidado, sino que nos ha hecho hijos suyos. Teniendo a Dios con nosotros, ¿quién o qué podrá apartarnos del amor de Él? Tal vez muchos se levanten en contra nuestra, pero el Señor hará que nosotros nos levantemos con la Victoria de su propio Hijo, que nos invita a tener ánimo, pues Él ha vencido al mundo; y lo mismo hará quien se una en una verdadera comunión de vida con Él. Dios nos contempla con amor de Padre; y aun cuando seamos sometidos constantemente a tentaciones y pruebas, quienes confiamos en el Señor sabemos que siempre saldremos más que victoriosos. Por eso vivamos y caminemos amorosamente en la presencia del Altísimo. Hagamos la prueba y veremos qué bueno es el Señor.

Jn. 12, 1-11. Jesús está con sus amigos en Betania. Y la sola presencia de Lázaro en el mundo se convierte en un testimonio de la divinidad de Jesús. A causa de él muchos judíos se separaban y creían en Jesús. No sólo hemos de manifestar a Jesús nuestra fe a través del culto que le tributemos. No sólo hemos de hacer grandes gastos en su honor, si es que los podemos hacer. Lo que Él quiere no son cosas o cultos externos; Él nos quiere a nosotros y quiere que, si lo amamos, en verdad volvamos la mirada hacia los pobres para servirlo en ellos. Y ante esta muestra de amor al prójimo al estilo de Cristo no debemos desmayar jamás, aunque seamos criticados, o perseguidos o silenciados para evitar que muchos más vayan tras de Cristo. Busquémoslo para vivir comprometidos con Él y con su Evangelio. No vayamos a Él con el corazón torcido buscando nuestros intereses personales. El Señor nos quiere al servicio de los demás y no ladrones de aquello que les pertenece; no podemos ni siquiera guardarnos los dones de Dios. Lo que el Señor nos ha comunicado de su Vida y de su Espíritu es para que lo compartamos con quienes no conocen a Dios, o se alejaron de Él a causa del pecado. A los pobres, a los pecadores los tendremos siempre con nosotros; ¿Qué hacemos por ellos?

El Señor, para aliviar nuestras enfermedades y socorrernos en nuestras pobrezas, se hizo uno de nosotros. No vino en apariencia de hombre, sino en la realidad de nuestra carne mortal para convertirse en fuente de salvación y de vida para cuantos creamos en Él; para convertirse en el Camino que nos conduce a la plena unión con el Padre Dios. La Eucaristía hace realidad esa unión entre Dios y los hombres. Unidos a Cristo formamos con Él un sólo cuerpo y participamos de un mismo Espíritu. Por eso no venimos a la Eucaristía a ofrecerle al Señor exterioridades sino nuestra propia vida, junto con la ofrende de su propio Hijo. Unidos a Él recibiremos de Él nueva vida, que hará que quienes nos traten reciban, de parte nuestra, un testimonio vivo del amor y de la misericordia que nos tiene el Dios de la Vida, y que es nuestro Dios y Padre.

No podemos conformarnos con el culto que le hemos tributado al Señor. Nuestro amor hacia Él debe ser realmente sincero. Ese amor a Cristo, demostrado en el culto, debe hacerse realidad en el servicio amoroso a nuestro prójimo, especialmente hacia los más desprotegidos. Y en ese servicio hacia ellos no podemos vaciar nuestras arcas de lo que nos sobra, sino que hemos de entregar incluso aquello que, sin sernos superfluo, sabemos que necesitan quienes han sido azotados por la enfermedad, por el hambre o por la pobreza. Quien realmente ha salido del sepulcro de sus egoísmos y comienza a caminar como con la libertad de los hijos de Dios, se convierte en un testimonio viviente del Evangelio ante sus hermanos. Por eso nuestra vida de fe debe convertirse en un fermento de santidad y del conocimiento de Dios en los diversos ambientes en que vivamos. Y no sólo hemos de dar un buen ejemplo; además nos hemos de preocupar de servir a quienes necesitan de una mano que se les tienda para que les fortalezca en su camino o para que les ayude a levantarse de sus diversos males.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber vivir cada día más plenamente unidos a Él, para que como consecuencia de esa unión, podamos, a ejemplo de Cristo, pasar haciendo el bien a todos. Amén.


26. ARCHIMADRID 2004

LA PASIÓN DE CRISTO

Debo de confesar que la película de Mel Gibson, “La Pasión de Cristo”, es de lo mejor que he visto en los últimos años. No se trata ahora de salir “en plan” apologeta contra los detractores de la película, ni analizar la calidad, si sus efectos especiales, ni la dureza de algunas escenas…. Simplemente, es una película que ayuda a rezar.

Por motivos de mi dedicación a los medios de comunicación en la Iglesia, he tenido la oportunidad de verla en varias ocasiones. Cada vez he salido más conmovido y, sobre todo, con una gran paz. Existe una gran filmografía acerca de la vida de Nuestro Señor, desde muchos aspectos, sobre todo, teniendo en cuenta la visión del director o el productor. Pero en esta versión del cineasta australiano, se percibe una gran fidelidad a la narración evangélica, y cómo los distintos personajes (destacaría, de manera especial, el papel de María, la madre de Jesús), entran de lleno en cada una de las situaciones vividas en la Pasión, no sólo con credibilidad, sino con una entrega que roza el amor de lo que representan.

Uno de los asesores religiosos de Mel Gibson, el padre Tomas, nos contaba que el director había pedido construir una Capilla de campaña, para que así, durante los días del rodaje del film, se pudiera celebrar la Eucaristía, y rezar. Nos contaba este sacerdote, que en una ocasión, entró en dicha capilla, y se encontró con la siguiente escena: de rodillas, frente al Sagrario, estaban Mel Gibson y Jim Caviezel (el actor que representa a Cristo), y que éste último se encontraba con todo el maquillaje puesto (por lo visto eran necesarias cerca de ocho horas diarias para hacerlo) para la escena de la flagelación. Y lo que le impresionó al padre Tomas, es que ambos estaban rezando el rosario en voz alta. Desde luego, es una buena manera de prepararse para trabajar en una película de estas dimensiones. Una vez más, y ya termino con lo de la película, las palabras del Señor son evidentes: “Por sus frutos los reconoceréis”. Pienso que Mel Gibson puede hacer mucho bien con lo que ha hecho… ¡enhorabuena!

“¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?” Volvemos al original: el relato de los Evangelios. San Juan, es uno de los evangelistas que con más delicadeza va presentando la Pasión de Nuestro Señor. María unge los pies de Jesús con nardo, y nos la imaginamos con un cariño y dedicación que, verdaderamente, nos conmueve. Por otro lado, observamos a aquellos que se escandalizan por semejante derroche, pero son incapaces de advertir quién es su destinatario. Hoy día, es de suma importancia recuperar los detalles de cariño y respeto ante lo sagrado. Ya decía el profeta Isaías: “Sed santos los que tocáis las cosas santas”. Una genuflexión bien hecha ante el santísimo, una oración vocal realizada sin prisas y con atención. Y, sobre todo, las cosas que atañen al cuerpo y la sangre de Cristo: cálices, patenas, ornamentos, etc. Todo contribuye, de la misma manera que María, la hermana de Lázaro, trató los pies de Jesús enjugándolos con sus propios cabellos, a reverenciar y adorar lo que más queremos en este mundo.

Tener a nuestro alcance la entera humanidad y divinidad de Cristo, no sólo es un privilegio, es el mayor de los tesoros que, de manera especial los sacerdotes, tenemos en nuestras manos… y cualquier cuidado es poco. Porque el amor no anda con “remilgos”: procura darlo todo.