JUEVES DE LA SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 22, 30; 23, 6-11 

2ª: Jn 17, 20-26 = PASCUA 07C


1.

En Pentecostés, del año 57, Pablo ha llegado a Jerusalén.

Los hermanos le anuncian que algunos judíos le acusan de "incitar" a la defección respecto las costumbres de Moisés abandonando la circuncisión y otros ritos ancestrales (Hch 2, 21). De hecho Pablo, estando en el Templo de Jerusalén donde había ido a orar, es perseguido a los gritos de: «¡Este es el hombre que enseña contra nuestro pueblo, contra la Ley y contra este Lugar¡» La policía romana interviene, como es costumbre en un motín, y conduce a Pablo a la fortaleza. Esta vez su cautiverio durará varios años, en Jerusalén, en Cesarea, capital romana de Palestina y después en Roma.

-El oficial romano, queriendo saber con certeza de qué acusaban los Judíos a Pablo, mandó que le quitaran las cadenas, convocó el «Gran Consejo» e hizo que Pablo compareciera ante ellos.

Imagino la escena. La convocatoria de las más altas autoridades judías. El acusado sin esposas. El interrogatorio. Los testigos de cargo. Viendo a Pablo, vuelvo a ver a Jesús en la misma situación.

-Pablo ataca: «Yo soy Fariseo, hijo de Fariseo... se me juzga por mi esperanza en la Resurrección».

Pablo sabe que es una cuestión de controversia entre las dos grandes corrientes religiosas de la época: el partido de los Saduceos no cree en la resurrección... el partido de los Fariseos cree en ella... Esto provoca un barullo en el «Gran Consejo»: "se disputaron Fariseos y Saduceos y la asamblea se dividió... entre un gran clamor..."

Esta habilidad de Pablo fue una ocasión más de predicar su Fe: "¡Cristo ha resucitado!"

-Como el altercado iba creciendo, el oficial romano temiendo que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó a la tropa que bajase, que lo arrancase de entre ellos y lo llevase de nuevo a la fortaleza.

La camorra comienza, como sucedió antaño con Jesús.

En una de sus epístolas, Pablo cuenta el número de golpes recibidos y los arrestos sufridos... (II Corintios, 11, 23-24).

Ayúdanos, Señor, para que sepamos interpretar cualquier situación humana, incluso la más desfavorable en apariencia.

-A la noche siguiente, se apareció el Señor a Pablo y le dijo...

Muy necesaria fue para Pablo esta «visita».

-«¡Animo!»

Pablo debió de tener también sus horas de angustia, sus horas negras. Jesús siente la necesidad de ir a reconfortarle, de remontarle la moral: "¡ánimo!" le dijo.

El tema de la «aflicción» es uno de los temas dominantes de las epístolas de san Pablo. No era sólo un tema intelectual, teórico propio de un sermón. Era una experiencia vivida. Los Hechos de los Apóstoles que venimos leyendo durante siete semanas, nos dan el clima habitual de la vida de san Pablo, en el momento en que escribía sus grandes Epístolas. Su "valentía", su «fe», que nos parecen tan extraordinarias provenían de su contacto cotidiano con Jesús.

-Como has dado testimonio de mí en Jerusalén, así debes darlo también en Roma».

Se le concede un respiro. Jesús está con él. No hay nada que temer. Hay que dejarse conducir.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
.Pág. 252 s.


2.

He aquí las últimas palabras de la plegaria de Jesús...

-Pero no ruego sólo por éstos, sino por cuantos crean en mí por su palabra.

Así, pues Señor Jesús, Tú has rogado por mí...

En este instante, y no solamente en éste, Jesús ha vislumbrado todo el inmenso desarrollo de su obra... Veía las multitudes humanas que creerían en El... preveía la Iglesia.

Y ¿cuál era su plegaria para esta Iglesia, para los innumerables creyentes? Corazón inmenso de Jesús, corazón universal...

-Que todos sean "uno", como Tú, Padre, estás en mí y Yo en ti, para que el mundo crea que Tú me has enviado...

Esta es la última plegaria de Jesús antes de entrar en su Pasión: es la intención principal por la que ofrecerá el sacrificio de su vida... es la que lleva más en el corazón... es, por así decir, su testamento.

-Que todos sean uno...

Ser uno.

Entre muchos, no hacer más que uno.

-Como Tú estas en mi y Yo en ti..

Nada más profundo que este amor... el de Dios.

El amor de los cristianos tiene por modelo el amor mismo de Dios. Esta es la unidad por la que Jesús dio su vida.

¡Cuán lejos estamos de ella, en nuestras Iglesias, entre las Iglesias, en nuestras comunidades, entre nuestras comunidades, en nuestros grupos y nuestras clases sociales, y entre nuestros grupos y nuestras clases sociales!

-Para que el mundo crea...

Es la unidad, es el amor el que es misionero y el que conduce a la Fe. Es la unidad la que evangeliza. Ved como se aman, debería poder decirse de todos los que tienen fe, de tal manera que esta fe llegara a ser atrayente.

¡Haz que seamos "uno", Señor! Esto supone muchas renuncias a nuestras suficiencias, nuestros orgullos, nuestros egoísmos.

En mi vida tal como es, con las personas, tal como son, ¿qué sacrificio estoy dispuesto a hacer, con Jesús, para que esta plegaria suya se realice?

-Así conocerá el mundo que tú me enviaste y que los amaste como me amaste a mí. El mundo no te ha conocido, oh Padre; pero Yo te conocí, les di a conocer tu nombre y se lo haré conocer todavía.

Palabras inolvidables. Participación misteriosa. Comunicación, por parte de Jesús de todo lo que de mejor tiene.

-Para que el amor con que tú me has amado, esté en ellos y Yo en ellos...

Con estas palabras se extingue la plegaria de Jesús, por lo menos en el relato de san Juan. Podemos pensar que Jesús mantuvo pensamientos semejantes durante las últimas horas de su vida humana. Podemos pensar que continúa en el cielo, esta intercesión.

Es la gran cumbre del evangelio, es la gran "buena nueva": el amor mismo de Dios, el amor trinitario, con el que el Padre ama al Hijo, el amor absoluto e infinito de Dios, participado a los creyentes. Lo que está trabajando en el corazón de la humanidad es esto: Ia relación de amor perfecto que une a las personas divinas.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 256 s.


3.

1. Hechos 22,30; 23, 6-11

a) La historia de Pablo se precipita hacia el fin. En el libro de los Hechos ahora la selección que leemos en misa es más salteada, porque quedan pocos días para el final de la Pascua.

Pablo, en Jerusalén, es detenido -entre otras cosas para protegerle del motín que contra él han sabido levantar los judíos y que amenaza con lincharlo- y está ahora en presencia del Sanedrín y del tribuno romano, que quiere enterarse de los motivos de tanto odio contra Pablo.

La astucia de Pablo le va a salvar también esta vez.

Ante todo, porque, conocedor de que en el Sanedrín hay un fuerte grupo de saduceos, que niegan la resurrección como imposible, y otro de fariseos, que sí admiten la posibilidad de la resurrección, provoca una discusión entre los dos grupos, que se enzarzan entre sí olvidándose de Pablo.

Y además, porque apela al César. Como ciudadano romano, al ver que en Jerusalén va a ser difícil salir absuelto por la tensión que se ha creado en torno a él, invoca su derecho de ser juzgado en Roma. De noche oye en visión la voz del Señor: «Ánimo. Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén, tienes que darlo en Roma».

b) En el fondo, ir a Roma, el centro del imperio, ha sido desde hace años para Pablo un sueño personal y también apostólico.

Por eso apela al César, y por eso hace lo posible para salir ileso del tumulto de Jerusalén contra él. Una cosa es dar testimonio de Cristo, y otra, aceptar la muerte segura en manos de los judíos. Más tarde, ya en Roma, en su segundo cautiverio, sí será detenido y llevado a la muerte, al final de su dilatada y fecunda carrera de apóstol.

A veces la comunidad cristiana tiene que saber también defender sus derechos, denunciando las injusticias y tratando de superar los obstáculos que se oponen a la evangelización, que es su misión fundamental. Y eso, no tanto por las ventajas personales, sino para que la Palabra no quede encadenada y pueda seguir dilatándose en el mundo. El mismo Jesús nos enseñó a conjugar la inocencia y la astucia para conseguir que el bien triunfe sobre el mal. Pablo nos da ejemplo de una audacia y una listeza que le permitieron hacer todo el bien que hizo.

2. Juan 17, 20-26

a) Que todos sean uno. Es lo que pide Jesús a su Padre para los que le siguen y los que le seguirán en el futuro.

El modelo es siempre el mismo: «como tú, Padre, en mi y yo en ti». Es el prototipo más profundo y misterioso de la unidad. Que los creyentes estén íntimamente unidos a Cristo («que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy»), y de ese modo estén también en unión con el Padre («para que el amor que me tenías esté en ellos, como también yo estoy en ellos»). Esa unidad con Cristo y con el Padre es la que hace posible la unidad entre los mismos creyentes.

Y a la vez es la condición para que la comunidad cristiana pueda realizar su trabajo misionero con un mínimo de credibilidad: «para que el mundo crea que tú me has enviado».

b) La unión entre los seguidores de Cristo es una tarea inacabada, una asignatura siempre pendiente, tanto dentro de la Iglesia católica como en sus relaciones con las otras iglesias cristianas.

La consigna del «Ut unum sint», «que sean uno», no la acabamos de obedecer, por nuestra falta de capacidad dialogadora y de humildad.

La Pascua, centrada durante siete semanas en la nueva vida de Cristo y en el don de su Espíritu, debería producir en nosotros el fruto de la unidad. Esta es la petición y el testamento de Cristo en su Ultima Cena, pensando en nosotros, «los que crean en mí por la palabra de ellos».

Deberíamos progresar en la unidad: en nuestro ambiente doméstico, en la comunidad eclesial local, y también en nuestra comprensión y acercamiento a las otras confesiones cristianas, como ya nos encargara el Vaticano II. Si no buscamos nuestro propio interés o victoria, sino que sabemos centrarnos en Cristo y su Espíritu, no deberían ser obstáculo las diferencias de sensibilidad o doctrina entre las varias iglesias o personas.

En la Eucaristía invocamos dos veces al Espíritu. La primera, sobre los dones del pan y del vino, para que él los convierta para nosotros en el Cuerpo y Sangre de Cristo. La segunda invocación es sobre la comunidad: «los que vamos a participar del Cuerpo y Sangre de Cristo». Y lo que se pide que el Espíritu realice sobre la comunidad es: «que congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo», que «formemos un solo cuerpo y un solo espíritu»...

El fruto de la Eucaristía es la unidad. Como lo debe ser de la Pascua que hemos celebrado. Para ser fieles al testamento entrañable del Señor: «que sean uno».

«Que tu Espíritu, Señor, nos penetre con su fuerza» (oración)

«Que nuestro obrar concuerde con tu voluntad» (oración)

«Protégeme, Dios mio, que me refugio en ti» (salmo)

«Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia» (salmo)

«Que sean uno, como nosotros somos uno» (evangelio)

«Que la Eucaristía nos comunique tu misma vida divina, para que logremos vivir en plenitud las riquezas de tu Espíritu» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 152-155


4.

Primera lectura: Hechos 22, 30; 23, 6-11 Soy fariseo, y me juzgan porque espero la resurrección de los muertos.

Salmo responsorial: 15, 1-2a.5.7-8.9-10.11 Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Evangelio: Juan 17, 20-26 Que sean uno como nosotros somos uno.

Entre las cosas que Jesús juzgó importantes para decir en el corto tiempo que tenía de despedida, estuvimos los cristianos o las iglesias de las generaciones futuras. Es de inmenso consuelo saber que en sus últimas horas, Jesús también pensó en nosotros. Y lo hizo con un cariño tan grande, que se transparenta en la inmensa ternura que el evangelista pone en sus palabras. Cuando Jesús pensó en las comunidades cristianas futuras, lo primero que hizo fue pedir por su unidad. Bien sabía que la gran amenaza del cristianismo sería siempre la división, no una división de mal humor o de rabias pasajeras, sino la división profunda de los intereses particulares, del egoísmo.

A lo largo de la historia vemos cuánta razón tenía Jesús. ¡Cuántas veces la Iglesia se ha dividido por celos de poder y de autoridad! ¡Cuántas veces por estar al lado de los poderosos, abandonando el lugar de los oprimidos! ¡Cuántas veces por confundir lo accidental con lo necesario o por considerar como revelado lo que era puramente cultural! ¡Cuántas por imponer la cultura de una iglesia sobre las otras, o por despreciar o condenar las otras culturas! ¡Y cuántas por imponer cargas pesadas e innecesarias y por tomar actitudes legalistas, descuidando lo más importante: la justicia y la dignidad humana!, etc., etc.

La unidad no es uniformidad. La unidad que Jesús busca no es una unidad que destruya la diversidad cultural por la imposición de una cultura sobre las otras, sino una "unidad del espíritu", es decir, que sea un mismo Espíritu -el que él ha revelado- el que anime a todas sus iglesias. La unión se da al vivir todos con el mismo Espíritu, al abrazar todos la Causa que Jesús abrazó.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


5.

Las advertencias de las comunidades cristianas y la oposición del Espíritu no lograron impedir que Pablo realizara su deseo de estar en Jerusalén para la fiesta de Pentecostés.

El conflicto con las autoridades no se hizo esperar. Aunque el grupo apostólico intentó ocultar la presencia de Pablo, no lo consiguió. Algunos de los judíos venidos de la diáspora dieron cuenta a los jefes del Templo de la presencia de su opositor. Pablo fue conducido a la cárcel y no pereció en manos de los Jefes gracias a su ciudadanía romana.

Pablo aún se siente un judío con pleno derecho (Hch 23, 5). Para favorecer su precaria situación tercia a favor de su partido fariseo, lo que ocasiona una revuelta tremenda entre los asistentes. Los temas defendidos por Pablo eran en el momento motivo de disputa entre las diferentes corrientes políticas y teológicas.

Por fortuna y a pesar de la obstinación de Pablo, el Espíritu no lo abandona y lo insta a continuar el testimonio en el lugar al que estaba destinado: Roma, nuevo centro de la evangelización cristiana.

En el Evangelio, Jesús nos pone en claro que la fe en su causa, el Reino, es fe en el Dios de la vida. Esta fe debe ser motivo de profunda comunión entre los discípulos de Jesús y el Padre. El testimonio de unidad constituye el mejor argumento ante un mundo dividido y enfrentado.

Esta frase es generalmente el lema que preside muchos diálogos ecuménicos. Sin embargo, a veces suena más a contradicción que a testimonio.

El ecumenismo es hoy más que nunca una urgencia y una posibilidad. Las iglesias permanecían aisladas, ya fuera por las distancias geográficas, por un desarrollo muy particular de su doctrina sin comunicación con otros, o por otras causas. En la actualidad estamos en condiciones de superar estos impedimentos. La comunicación es instantánea. Basta con tener acceso a cualquier posibilidad telecomunicativa o informática. La geografía ya no es un gran obstáculo. Pero el problema radica en otro asunto.

Las mayores disensiones se presentan por las diferencias ideológicas. Algunas iglesias piensan que son universales porque pueden uniformar a sus cristianos. Sin embargo, la experiencia del Espíritu es plural y valora las culturas propias.

Otras iglesias se aferran a la mínima diferencia doctrinal y la colocan como un baluarte de conflicto. Para estas iglesias el único diálogo posible es su propio monólogo.

Algunas iglesias pretenden colocar bajo su manto a las demás iglesias y movimientos cristianos, desconociendo todo su proceso de desarrollo y negando la identidad que han ganado durante siglos. A este paso, los diálogos ecuménicos se transforman en un "diálogo de sordos".

La Palabra nos anima hoy, próximos a conmemorar la fiesta de Pentecostés, a abrir nuestro endurecido corazón a los nuevos aires del Espíritu. El ecumenismo es una necesidad ante la inminencia de un desastre ecológico. Sólo si nos sentimos animados por la misma fe en un mismo Padre sentiremos que esta casa que él nos ha dado es «nuestra» única Casa.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Engrosamos la lista de dones. Hoy viene el de la gloria. Nada menos. Y hallamos así otra confirmación de que Jesús no retuvo nada de lo que había recibido. Lo repartió, y a manos llenas. Por eso dirá en otro lugar que los discípulos harán obras mayores que él.

Todo esto puede parecer literatura, retórica pía que estamos acostumbrados a formular, porque es lo "eclesiásticamente correcto", lo "bíblicamente correcto". ¡No le vamos a enmendar la plana a Juan! Pero estos discursos bonitos van por un lado, y la vida concreta y real va por otro. Y en esta vida hay miserias a punta pala y miseriejas a manta de Dios. Tal es el reparo que se nos habrá ocurrido más de una vez. Y quizá estemos inmunizados contra cualquier respuesta a ese reparo, porque nos tememos que no pasa de ser una estrategia más de un discurso autosafisfecho, que acabaría declarando: si la vida va por otro lado, peor para la vida.

No todo el monte es orégano. Pero dígame Vd. (¡ah!, ya apareció un "usted" distante) si no se deja tocar por la lectura de la vida de un buen puñado de santos con cuya historia ha cobrado cierta familiaridad. Dígame si no le ha conmovido la obra que la gracia de Dios ha ido haciendo primorosamente en ese hermano o esa hermana de anteayer, de ayer o quizá de hoy mismo. Dígame si no ha percibido en ellos una rendida docilidad a la verdad, un agudo sentido de la justicia, una entrega radical a los últimos, una amplia capacidad de acogida, una perseverante dedicación a las buenas causas, una constancia en la fe y la esperanza contra viento y marea, un envidiable aguante frente a ataques de todo género (el P. Claret consignó un año antes de morir, el 12 de septiembre de 1869: "a las once y media del día, el Señor me ha concedido el amor a los enemigos"), un anhelo misterioso de pureza y santidad, un reconocimiento sincero del propio pecado y una apertura al amor de Dios que sana y reconcilia. Dígame si la vida de estas mujeres y hombres ha sido humo, humo, humo (como -si no recuerdo mal- la del protagonista de la novela de Turguiéniev). Pues eso, algo de eso, debe de ser la gloria que el Crucificado-Resucitado da a los suyos. En ellos reverbera la gloria del Glorificado. ¡Qué larga es la distancia, y qué gozosa, entre la gloria y el humo!

Vuestro amigo.

Pablo Largo, cmf (pldomizgil@hotmail.com)


7. CLARETIANOS 2003

Jerusalén, Atenas y Roma eran tres ciudades-símbolo en tiempos de Pablo. Jerusalén representaba la ciudad santa del judaísmo y el lugar en el que sucedieron los acontecimientos centrales de la vida de Jesús. Esto es particularmente importante en la teología del autor de los Hechos. Atenas simbolizaba la sabiduría. Roma era el centro del imperio.

Pablo ha dado testimonio de Jesús en Jerusalén y en Atenas. Lo ha presentado en los círculos religiosos y culturales. Le queda presentarlo en el centro político: Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén, tienes que darlo en Roma. Como veremos más adelante, Roma será testigo de la palabra elocuente del Pablo maduro, pero será, sobre todo, el escenario de su prisión y de su muerte. Pablo será ajusticiado en la ciudad donde reside el mismo poder que ajustició a Jesús. A la hora de la muerte, se da, pues, una íntima vinculación entre Maestro y discípulo.

Uno de los acentos del testamento de Jesús es su oración por la unidad. Las palabras Que todos sean uno se han convertido en un lema que ilumina muchas realidades cristianas, pero, sobre todo, en las últimas décadas, la causa ecuménica. Y se ha vinculado la unidad de la comunidad de Jesús con la credibilidad de su mensaje: Para que el mundo crea que tú me has enviado. No hay mucho que decir sobre esta vinculación. Salta a la vista.

¿De qué unidad habla Jesús? ¿De la que se logra a base de interminables diálogos, acuerdos, tratados? Este es el significado que suele tener el término “unidad” en perspectiva política. ¿Cómo se está construyendo, por ejemplo, la Unión Europea? Pues a través de un largo proceso negociador en el que todos ceden un poco, pero en el que los más fuertes tienden a imponer su criterio a los más débiles. Creo, sin embargo, que la unidad que Jesús pide al Padre es de naturaleza pascual. Se logra cuando uno muere para que el otro viva. No es un gesto de rendición o de debilidad sino de fe en el don de Dios. Lo nuevo sólo adviene cuando lo viejo es crucificado y sepultado.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


8. 2002

COMENTARIO 1

v. 20: Pero no te ruego solamente por éstos, sino también por los que a través de su mensaje me den su adhesión:

Jesús ora por la comunidad del futuro, ensanchando el horizonte de su comunidad a épocas sucesivas. Está seguro de que su obra continuará. El llamado mensaje del Padre (6,7) y mensaje de Jesús (14,23), lo es también de los discípulos. No es para ellos una doctrina aprendida ni han de proponerlo como algo a lo que están obli­gados; no se puede proponer el amor si no se vive; se comunica como experiencia y convicción propia, El mensaje produce la adhesión a Jesús, punto de referencia para todos los tiempos. El mensaje no es una teoría sobre el amor, sino la formulación de la vida y muerte de Jesús.

v. 21: que sean todos uno -como tú, Padre, estás identificado conmigo y yo contigo-, para que también ellos lo estén con nosotros, y así el mundo crea que tú me enviaste.

La petición de Jesús es la unidad, expresión y prueba del amor, distintivo de la comunidad; su modelo es la unidad, que existe entre Jesús y el Padre, y es condición para la unión con ellos. Quienes no aman no pueden tener verdadero contacto con el Padre y Jesús. Se esta­blece así la comunidad de Dios con los hombres; su presencia e irradia­ción desde la comunidad, a través de las obras que revelan su amor (9,4), será la prueba convincente de la misión divina de Jesús. No se convence con palabras, sino con hechos.

vv. 22-23: Yo, por mi parte, la gloria que tú me has dado se la he dado a ellos, para que sean uno como nosotros somos uno 23-yo identificado con ellos y tú conmigo-, para que queden realizados alcanzando la unidad, y así conozca el mundo que tú me enviaste y que les has demostrado a ellos tu amor como me lo has demostrado a mí.

La gloria/amor del Padre ( el Espíritu) que Jesús ha recibido (1,14) constituye al Hijo (1,32.34) uno con el Padre (10, 30). La comunicación de la gloria a los discípulos realiza en ellos la condición de hijos; la comunidad de Espíritu produce la unidad entre ellos y con Jesús y el Padre. La comunidad es el nuevo santuario. La realización plena del de­signio de Dios (v. 23) depende de la existencia de la unidad, fruto del amor incondicional., Este es el testimonio, válido ante los hombres. Gloria y amor del Padre son equivalentes. Los discípulos manifestarán a un Dios que es don de si generoso y total (»Padre»).

v.24: Padre, quiero que también ellos -eso que me has entregado- estén conmigo donde estoy yo, para que contemplen mi propia gloria, la que tú me has dado, porque me has amado antes que existiera el mundo.

El término quiero muestra la libertad del Hijo (13,3); su designio es el mismo del Padre. Estar con él (14,3) denota la condición de hijos, Contemplar su gloria equivale a experi­mentar su amor (1,14) y responder a él (1,16). Jesús ha realizado el proyecto de Dios (1,1; 17,5), que el Padre había concebido como expre­sión total de su amor, y cuya realización en Jesús preveía desde el prin­cipio.

vv. 25-26: Padre justo, el mundo no te ha reconocido; yo, en cambio, te he reconocido, y éstos han reconocido que tú me enviaste. 26Ya les he dado a conocer tu persona, pero aún se la daré a conocer, para que ese amor con el que tú me has amado esté en ellos y así esté yo identificado con ellos.

Jesús expone al Padre la diferencia entre el mundo que lo rechaza y él y los suyos, para que el Padre justo los honre (12,26) y resume el contenido de su oración. Alude a su actividad pasada (vv. 4.6) y afirma su propósito para el futuro (vv. 1.5): manifestar ser el Padre dando la vida. La cruz será la revelación plena y definitiva de la persona del Padre, manifestando todo el alcance de su amor. .Conocer al Padre a través de Jesús es la vida definitiva (v. 3). Por eso Jesús quiere que los discípulos sean iguales a él, que gocen del mismo amor del Padre que él ha gozado, para qué su unión con ellos sea total.


COMENTARIO 2

¡De Jerusalén a Roma! Esa podría ser la consigna que sintetice la 1ª lectura de hoy, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles. Pablo, modelo de los apóstoles, ha regresado a la ciudad santa, a la capital milenaria de la religión yahvista, movido por el Espíritu Santo que es, si no resulta atrevido decirlo, como su agente de viajes. La comunidad cristiana de Jerusalén ha cambiado mucho en un cuarto de siglo que lleva de existencia. Ya no es propiamente la comunidad apostólica pues los apóstoles han marchado a la misión. Tampoco se caracteriza por su ímpetu misionero, que han capitalizado en cambio las comunidades fundadas por Pablo y sus compañeros entre paganos.

Se trata ahora de una pequeña comunidad de judeocristianos apegados a la ley de Moisés, que guardan el sábado y siguen asistiendo a las sinagogas, en algunas de las cuales ejercen el liderazgo; diferenciándose de los judíos solamente en el confesar que Jesús de Nazaret, el crucificado resucitado, es el Mesías esperado del que hablan las profecías. Incluso conocemos al líder principal de esta comunidad, es Santiago, “el hermano del Señor”, es decir, un familiar muy cercano de Jesús que, precisamente por el prestigio de ese parentesco, ha llegado a ocupar dicho lugar. En el fondo los judeocristianos de Jerusalén se parecen a uno de esos “partidos” o “sectas” judíos de que hablan Flavio Josefo y san Lucas, de los cuales conocemos bastante bien a los fariseos y a los saduceos, mencionados hoy en nuestra lectura.

Pues bien. Pablo ha regresado a Jerusalén movido por el Espíritu, allí los hermanos le han aconsejado realizar ciertos ritos de purificación en el templo, junto con sus acompañantes. Mientras hacía como le habían aconsejado se suscitó un motín contra él y estuvo a punto de ser linchado acusado de haber profanado la santidad del santuario. A duras penas la guarnición romana logró rescatarlo de sus enemigos (Cf. Hch 21, 17-40). Hoy leemos que el tribuno quiere poner en claro la causa de la hostilidad de los judíos contra Pablo y que para el efecto, lo hace comparecer ante el sanedrín, el máximo tribunal religioso de los judíos, el mismo ante el que habían comparecido, primero Jesús, y luego sus apóstoles, en los tiempos de la fundación de la Iglesia.

Pablo aprovecha las divisiones doctrinales y disciplinares de los judíos para escapar a un juicio que le hubiera resultado contrario: proclama ante el sanedrín que ha sido arrestado por predicar la resurrección de los muertos, y así enfrenta a los fariseos y a los saduceos, una de cuyas diferencias era precisamente la fe en la resurrección.

Es que el Espíritu tiene otros planes para Pablo, como se le revelan en la visión nocturna: debe ir a Roma, la capital imperial, la ciudad más importante del mundo conocido en esa época. Una ciudad de un millón de habitantes hace 20 siglos; la sede de los poderes, las fortunas, las artes y las letras de lo que era el mundo civilizado del momento. Hasta allí ha de llevar Pablo el Evangelio de Jesucristo porque es Buena Noticia para todo el mundo.

En el fragmento de la oración sacerdotal de Jesús que hemos leído hoy Jesús insiste rogando al Padre por la unidad de sus discípulos, unidad basada en la unidad entre el Padre y su Hijo; condición necesaria para que el mundo crea. Es como si Jesús presintiera las continuas y tristes divisiones a que nos entregaríamos sus discípulos a lo largo de los siglos, divisiones fundamentadas en cuestiones doctrinales, a veces tan sutiles que al cabo de unos años ya no las entienden ni los que las defendían. Otras veces las divisiones se han debido a juegos de poder, a intereses de prestigio y de influencia ante los imperios del mundo, como la triste división entre las iglesias de Oriente y de Occidente, consumada hacia el año 1000 de nuestra era. O se ha tratado del juego de fuerzas innovadoras que, por una parte han tratado de mantener la fidelidad a los ideales más puros del evangelio y, por otra, de adecuar a la iglesia a los cambiantes ambientes del mundo y de la historia. Así ha pasado en el caso de tantas reformas intentadas por dentro o por fuera de la Iglesia, y que no han hecho más que destruir su frágil unidad. Por la que oró Jesús antes de padecer, como escuchamos hoy.

Es la razón por la cual esta semana está dedicada a la oración por la unidad de los cristianos. Queremos seguir el ejemplo de Jesús. Queremos orar juntos con nuestros hermanos separados, con los cristianos ortodoxos, con cualquiera que confiese que Jesús es el Señor. Si oramos juntos seremos capaces de servirnos, de amarnos, de dar al mundo el testimonio de nuestra fe común. Seremos capaces de realizar el ideal de Cristo: “Que todos sean uno como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

¿Cómo no tomarnos en serio esta semana de oración por la unidad de las iglesias si el mismo Cristo oró por ella? ¿Cómo no querer darle al mundo el testimonio de nuestra total fraternidad en estos tiempos de la globalización, de las telecomunicaciones y de tantas otras maravillas, que hacen más significativa la unidad de todos los seres humanos en una sola gran familia? Sin nuestra oración tal unidad no se dará a pesar de que multipliquemos las iniciativas de diálogo, de acercamiento y cooperación. Esa unidad es un don que Dios quiere que humildemente le pidamos.

1. Juan Mateos, El evangelio de Juan. Texto y comentario. Ediciones El almendro, Córdoba 2002 (en prensa).

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).


9. DOMINICOS 2003

Gracia, Libertad y Palabra

Esos tres términos pueden servirnos hoy para introducirnos en la celebración litúrgica, en la reflexión personal y en la mirada sobre el mundo en que vivimos.

Primero, gracia. Es uno de los términos utilizados en la antífona inicial de la Misa para encarecer la actitud piadosa de los fieles: Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia. Allí alcanzaremos misericordia, y hallaremos gracia en el tiempo oportuno .

Esto significa que nuestra jornada ha de desarrollarse con la mirada puesta en la mente, voluntad y corazón de Dios, Padre nuestro. Así nuestra pequeñez no se mostrará ‘soberbia’ ni se sentirá ’anonadada’. Somos lo que somos, como criaturas, hijas de Dios.

Segundo, libertad. Este término es como un grito que brota en lo más íntimo de la persona de Pablo, judío ilustre, convertido a Cristo, apóstol infatigable, mensajero del Señor, cantor de la dignidad humana abierta a opciones nobles. Las denuncias contra él matan la libertad, mientras que el servicio de la palabra la reclama. Su grandeza de ser hombre responsable que ha encontrado a Cristo le exige romper ataduras antiguas, mientras que los apegados a la tradición rechinan de rabia.

Dios nos hizo responsables, libres, discernidores del bien y del mal. Volemos en libertad. Pero hagámoslo con la entereza y valor de Pablo. Él ha caminado de Mileto a Éfeso y de Éfeso a Jerusalén, y ha pasado visita a numerosas comunidades y discípulos. Hoy, en Jerusalén los cristianos lo reciben con alegría.

Pero aquí está el peligro. Los cristianos advierten a Pablo que está vigilado y perseguido por los judíos, porque dicen que “han oído de ti que enseñas a los judíos de la dispersión que hay que renunciar a Moisés y les dices que no circunciden a sus hijos ni sigan las costumbres mosaicas” (Hch 21,21). La persecución a Pablo era verdadera. Y Pablo, víctima de sus propios hermanos judíos, será encarcelado y sufrirá largo proceso.

Tercero, palabra. Este término adquiere un relieve extraordinario en la oración de Jesús que suplica al Padre protección especial para cuantos, al escuchar la palabra o mensaje de Verdad, optarán por seguir la vía abierta por los apóstoles y discípulos en pos de Jesucristo, el Hijo de Dios y hermano-salvador de los hombres.

ORACIÓN:

Señor Jesús, en esta jornada que queremos sea jornada de gracia, libertad y comunicación, haz que tu Espíritu entre en nuestro interior con gracia animadora, nos haga pensar con palabras que lleven luz a los hermanos, y nos ayude a realizar nuestra misión con libertad de hijos de Dios y hermanos de los hombres. Amén.

 

Fuerza de la Palabra

Hechos de los apóstoles 22,30;23, 6-11:

 “Al día siguiente de encarcelar a Pablo, el tribuno, recibido el mensaje de la petición de Pablo y, deseando saber con seguridad de qué le acusaban los judíos, mandó desatarlo, y ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno. Luego ordenó bajar a Pablo y se lo presentó...

Pablo, como sabía que una parte del Consejo eran fariseos y otra saduceos, dijo en alta voz: Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, y me juzgan porque espero la resurrección de los muertos.

En cuanto dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó dividida... Y como el altercado arreciaba, el comandante, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó... llevárselo al cuartel...”

Los episodios de Pablo en su servicio a Jesucristo y a las comunidades son un poema digno de admiración. En ese poema hay que admirar su entereza de apóstol, la dialéctica de sus discursos, el ejercicio de sus libertades, la defensa de sus derechos, y la continua memoria de Jesús a quien sirve.

Evangelio según san Juan 17, 20-26:

“Jesús, continuando su oración al Padre, levantó los ojos al cielo, y añadió: ¡Padre santo!, ruego no sólo por los discípulos sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos; ruego que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti; que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les di a ellos la gloria que Tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno... Padre, este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy, y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. ¡Padre justo! , si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste...”

Con gran riqueza de matices, Jesús se desahoga ante el Padre y abre el abanico de sus deseos, acordes con la misión salvífica asumida: unión personal con el Padre, unión con los apóstoles y discípulos, preocupación por todos los que oirán la Buena Noticia por boca de sus enviados y se unirán a Él, comunión de doctrina y vida de todos los redimidos.

 

Momento de reflexión

Amor y cruz en los caminos del apóstol de Cristo.

Quien, como Pablo, lo arriesga todo para ser testigo del Señor al que sirve ha de saber claramente que los caminos a recorrer por él estarán sembrados de dificultades y espinas.

Lo que cada uno desconocemos es cuál será el cúmulo  concreto de adversidades que  pondrán a prueba nuestra fe, nuestra confianza, nuestra fortaleza.

Por eso, como Pablo, hemos de estar muy preparados y abiertos al Espíritu y a las circunstancias que nos envuelvan. El itinerario de Pablo no pudo ser más complicado. Eso le obligó, según las situaciones por las que hubo de atravesar, a utilizar los recursos favorables que estaban a su alcance, mostrándose unas veces como judío fariseo, otras como ciudadano romano, y siempre como testigo fiel de Jesucristo, el Señor que está por encima de la ley y los profetas, dándoles plenitud de vida.

Esto nos advierte que no teoricemos demasiado ni hagamos cábalas. Nuestra vida cristiana y evangelizadora se dará siempre en el contexto del mundo en el que nos ha tocado vivir, y en el que servimos. No tenemos otra forma de mostrar y secundar la verdad, justicia y amor que profesamos.

Vivamos en el mundo como hijos de Dios. Esa es la clave.

¡Qué consolador es para el alma fiel observar que en el coloquio de Jesús con el Padre estamos presentes todos los redimidos por la sangre del Redentor! Allí no falta nadie: judíos elegidos, apóstoles llamados a la misión, discípulos que creyeron en él y en su palabra, gentiles que poco a poco irán conociendo la luz salvífica...

Pero ¿cuál es el rasgo que hoy subrayan Jesús y la liturgia? El sentido de unidad que debe presidir la vida y la acción evangelizadora de todos los creyentes: unidad de comunión afectiva, unidad de doctrina, unidad de organización y de acción.

Al modo como Jesús y el Padre son uno, así debemos serlo todos los redimidos.

¡Qué lejos de la voluntad y oración de Cristo está la realidad de tantas religiones e iglesias divididas a causa de nuestras incomprensiones, soberbias, intereses pseudorreligiosos...! Oremos por la unidad.


10. Jueves 5 de junio de 2003

Hch 22, 30; 23,6-11:Pablo ante el Sanedrín
Salmo responsorial: 15, 1-2.5.7-11
Jn 17, 20-26: Por la unidad de los cristianos

Hechos 22,30; 23,6-11: Pablo ante el Sanedrín

Fragmento del relato con que Lucas cuenta el accidentado proceso a que es sometido Pablo, a raíz de ser detenido y casi linchado en Jerusalén, acusado de profanar el Templo (Hch 21,27-36). Comparece Pablo ante el Sanedrín, y da testimonio de su esperanza en la resurrección. Así despierta la polémica entre fariseos y saduceos. En ese alboroto ante el Sanedrín, se reflejan las polémicas que se dieron entre el cristianismo y los judíos en la primera generación cristiana.

Es la cuarta comparecencia ante el Sanedrín (Consejo Supremo de los judíos) relatada en Hechos. Pablo sigue los pasos de Pedro y de Juan (Hch 4,5-22), de los apóstoles (5,26-40) y de Esteban (6,12-7,60). Y todos ellos siguen los pasos de Jesús (Lc 22,66-71). Lucas dice así, que la persecución no detiene el testimonio del anuncio del evangelio del Reino, sino que lo estimula y lo extiende, según la promesa de Jesús. Y esto pretende la visión en que el Señor conforta a Pablo, y le anima a llevar su testimonio hasta Roma (23,11).

Juan 17,20-26: por la unidad de los cristianos

Que “los que crean en Jesús sean uno, para que el mundo crea que el Padre envió a Jesús”, se formula como la última voluntad de Jesús expresada al Padre ante los discípulos, y dirigida a los discípulos ante el Padre (17,21). No se trata de cualquier unidad. Se trata de una unidad tal, que sea “señal” clara de que los une Jesús con su amor como enviado de Dios: “de modo que el mundo sepa que tú me has enviado, y los amas a ellos con el mismo amor con que me amas a mí” (17,23). Es otra versión del supremo mandato de Jesús: “amaos unos a otros como yo os amo, en esto os reconocerán como mis discípulos” (Jn 13,34-35). Y no es solamente un mandato, es el anuncio y la promesa del don de su Espíritu: podréis amaros con mi amor, porque os envío mi Espíritu. Nadie puede amar con ese amor, sino le es dado...

Cobra relieve en este género literario “oracional”, la preocupación de fondo de los escritos joánicos, invitando a sus lectores a vivir en Jesús como si fueran los primeros discípulos. Precisamente en este fragmento, se transparentan las divisiones de los cristianos en la comunidad joánica. Proponerles la unión como deseo y voluntad última de Jesús, en el solemne anuncio de su vuelta al Padre, le da más fuerza.

SE CUMPLE HOY LA PALABRA PROCLAMADA

La Palabra de Dios nos lanza hoy un mensaje de gran calado para la existencia cristiana: Lucas nos dice que la persecución no puede detener el testimonio del Reino; y Jesús nos asegura que ningún testimonio cristiano es digno de fe sin el signo de la unidad en su amor. Esta unidad es una asignatura pendiente en el cristianismo, desde la primera generación de discípulos hasta hoy. ¿Será que el cumplimiento de ese mandato-promesa nos espera al final de la historia, como don y llamada escatológicos? La plenitud de esa unidad, (fruto de la madurez de un amor que nos supera) es ciertamente escatológica. Pero, Jesús suplica su cumplimiento inicial en la historia de nuestras vidas, “para que el mundo crea” que el Padre le ha enviado a dar vida verdadera con su amor, frente a tanta muerte injusta y tanta vida deshumanizada. Y ese amor lo ha manifestado Jesús en su práctica histórica del Reino de Dios. Y nosotros no lo alcanzamos ni lo demostramos con teorías, sino solamente con la misma práctica histórica de Jesús. ¿Ya estamos haciendo todo lo que nos toca hacer, o podemos hacer más?

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


11. ACI DIGITAL 2003

21. Para que el mundo crea: Se nos da aquí otra regla infalible de apologética sobrenatural (cf. 7, 17 y nota), que coincide con el sello de los verdaderos discípulos, señalado por Jesús en 13, 35. En ellos el poder de la palabra divina y el vigor de la fe se manifestarán por la unión de sus corazones (cf. nota anterior), y el mundo creerá entonces, ante el espectáculo de esa mutua caridad, que se fundará en la común participación a la vida divina (v. 3 y 22). Véanse los vv. 11, 23 y 26.

22. Esa gloria es la divina naturaleza, que el Hijo recibe del Padre y que nos es comunicada a nosotros por el Espíritu Santo mediante el misterio de la adopción como hijos de Dios, que Jesús nos conquistó con sus méritos infinitos. Véase 1, 12 s.; Ef. 1, 5.

23. Perfectamente uno: ¡consumarse en la unidad divina con el Padre y el Hijo! No hay panteísmo brahmánico que pueda compararse a esto. Creados a la imagen de Dios y restaurados luego de nuestra degeneración por la inmolación de su Hijo, somos hechos hijos como Él (v. 22); partícipes de la naturaleza divina (v. 3); denominados "dioses" por el mismo Jesucristo (10, 34); vivimos de su vida misma, como Él vive del Padre (6, 58), y, como si todo esto no fuera suficiente, Jesús nos da todos sus méritos para que el Padre pueda considerarnos coherederos de su Hijo (Rom. 8, 17) y llevarnos a esta consumación en la Unidad, hechos semejantes a Jesús (I Juan 3, 2), aun en el cuerpo cuando Él venga (Filip. 3, 20 s.), y compartiendo eternamente la misma gloria que su Humanidad santísima tiene hoy a la diestra del Padre (Ef. 1, 20; 2, 6) y que es igual a la que tuvo siempre como Hijo Unigénito de Dios (v. 5).

24. Que estén conmigo: Literalmente: que sean conmigo. Es el complemento de lo que vimos en 14, 2 ss. Este Hermano mayor no concibe que Él pueda tener, ni aún ser, algo que no tengamos o seamos nosotros. Es que en eso mismo ha hecho consistir su gloria el propio Padre (v. 2). De ahí que las palabras: para que vean la gloria mía quieren decir: para que la compartan, esto es, la tengan igual que Yo. San Juan usa aquí el verbo theoreo, como en 8, 51, donde ver significa gustar, experimentar, tener. En efecto, Jesús acaba de decirnos (v. 22) que El nos ha dado esa gloria que el Padre le dio para que lleguemos a ser uno con El y su Padre, y que Este nos ama lo mismo que a El (v. 23). Aquí, pues, no se trata de pura contemplación sino de participación de la misma gloria de Cristo, cuyo Cuerpo somos. Esto está dicho por el mismo S. Juan en I Juan 3, 2; por S. Pablo, respecto de nuestro cuerpo (Filip. 3, 21), y por S. Pedro aun con referencia a la vida presente, donde ya somos "copartícipes de la naturaleza divina" (II Pedr. 1, 4; cf. I Juan 3, 3). Esta divinización del hombre es consecuencia de que, gracias al renacimiento que nos da Cristo (cf. 3, 2 ss.), El nos hace "nacer de Dios" (1, 13) como hijos verdaderos del Padre lo mismo que El (I Juan 3, 1). Por eso El llama a Dios "mi Padre y vuestro Padre", y a nosotros nos llama "hermanos" (20, 17). Este v. vendría a ser, así, como el remate sumo de la Revelación, la cúspide insuperable de las promesas bíblicas, la igualdad de nuestro destino con el del propio Cristo (cf. 12, 26; 14, 2; Ef. 1, 5; I Tes. 4, 17; Apoc. 14, 4). Nótese que este amor del Padre al Hijo "antes de la creación del mundo" existió también para nosotros desde entonces, como lo enseña S. Pablo al revelar el gran "Misterio" escondido desde todos los siglos.

25. Notemos el tono dulcísimo con que habla aquí a su Padre como un hijo pequeño y fiel que quisiera consolarlo de la ingratitud de los demás.

26. Aquí vemos compendiada la misión de Cristo: dar a conocer a los hombres el amor del Padre que los quiere por hijos, a fin de que, por la fe en este amor y en el mensaje que Jesús trajo a la tierra, puedan poseer el Espíritu de adopción, que habitará en ello con el Padre y el Hijo. La caridad más grande del Corazón de Cristo ha sido sin duda alguna este deseo de que su Padre nos amase tanto como a El (v. 24). Lo natural en el hombre es la envidia y el deseo de conservar sus privilegios. Y más aún en materia de amor, en que queremos ser los únicos. Jesús, al contrario de nosotros, se empeña en dilapidar el tesoro de la divinidad que trae a manos llenas (v. 22) y nos invita a vivir de Él esa plenitud de vida divina (1, 16; 15, 1 ss.) como El la vive del Padre (6, 58). Todo está en creer que El no nos engaña con tanta grandeza (cf. 6, 29).


12.2004  SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Hoy es también la fiesta de la Visitación. En caso de que se escojan sus lecturas, éstas son: Sof 3:14-18: Grita de gozo, Hija de Sión / Interleccional: Is 12,2-6: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel / Lc 1, 39-56: El magníficat

El texto litúrgico de hoy pertenece a la sección de la estadía de Pablo en Jerusalén. Pablo estará en Jerusalén y Cesarea, antes de partir hacia Roma. Damos la estructura general de esta sección:

Pablo en Jerusalén y Cesarea (21, 16 - 26, 32)
La estructura general de esta sección es la siguiente:

Pablo en Jerusalén: 21, 16 - 23, 35 (año 56)
(1) Encuentro con la Iglesia de Jerusalén: 21, 16-26
(2) Pablo tomado preso en el Templo: 21, 27-40
(3) Discurso a los judíos en Jerusalén: 22, 1-21
(4) Pablo se libra de ser linchado y azotado: 22, 22-29
(5) Pablo ante el Sanedrín: 22, 30 - 23, 10
(6) Jesús resucitado se aparece para animar y orientar a Pablo: 23, 11
(7) Conjuración contra Pablo y traslado a Cesarea: 23, 12-35

Pablo en Cesarea: 24, 1 - 26, 32 (años 56-57)
(1) Proceso ante el procurador Félix: 24, 1-9
(2) Discurso de Pablo ante el procurador: 24, 10-21
(3) Pablo dos años preso en Cesarea: 24, 22-27
(4) Festo procurador; judíos quieren matar a Pablo. Este apela al Cesar: 25, 1-12
(5) Pablo ante el rey Agripa: 25, 13-27
(6) Discurso de Pablo ante el rey Agripa: 26, 1-23
(7) Reacciones al discurso: 26, 24-32

Pablo en Jerusalén (21, 16 - 23, 35)

Encuentro de Pablo con la Iglesia de Jerusalén (21, 16-26): Este encuentro es fundamental en toda esta sección. Veamos primero los personajes. Hay dos grupos:
(1) Pablo, el grupo "nosotros", algunos discípulos de Cesarea que acompañan a Pablo, Mnasón de Chipre discípulo antiguo, en cuya casa todos se alojan, y finalmente, los hermanos en Jerusalén que reciben a todo el grupo con alegría. No queda claro si la casa de Mnasón está en Jerusalén o a medio camino (como lo indica el texto occidental) (vv. 16-17)
(2) Santiago, los presbíteros de la Iglesia y "los miles y miles de judíos que han abrazado la fe y que son todos celosos partidarios de la ley" (v.20).
No cabe duda que son dos grupos contrapuestos. La casa de Mnasón (v.16) y la casa de Santiago (v. 18), son dos comunidades-iglesias con identidades diferentes. La llegada de Pablo a Jerusalén está en paralelo con la entrada de Jesús en Jerusalén: Jesús se hospeda en casa de Zaqueo en Jericó y cuando llega a Jerusalén lo recibe, por un lado, "la multitud de los discípulos llenos de alegría" y, por otro lado, los fariseos con una actitud crítica: Lc. 19, 1-10 y 28-40. El grupo "nosotros" (la comunidad del Espíritu) acompaña a Pablo hasta Jerusalén (Ierosóluma, nombre neutro) y luego hasta la casa de Santiago (v. 18), pero no participa de la reunión con los presbíteros. En este punto el "nosotros" desaparece hasta 27, 1 cuando Pablo se embarca rumbo a Roma. En 21,18, antes de desaparecer el "nosotros", el relato distingue nítidamente entre Pablo y el "nosotros" (lo mismo sucede en 16, 17 y 20, 7 cuando también desaparece el "nosotros"). El abandono del "nosotros" expresa el abandono del Espíritu Santo, que no acompañará a Pablo en toda su estadía en Jerusalén y Cesarea. Según Lucas, Pablo no actuaría en Jerusalén y Cesarea en coherencia con la estrategia del Espíritu Santo, especialmente por la actitud defensiva y apologética de Pablo. El Espíritu quiere Testimonio, no Apología (Cf. Lc. 12, 11-12 y 21, 15).

La asamblea de Pablo con Santiago y los presbíteros de Jerusalén (21, 18-26) es uno de los momentos más trágicos en el relato de Hechos. La estructura es concéntrica:
relato introductorio (vv.18-19)
recriminación contra Pablo (vv. 20-25).
relato conclusivo (v.26)
Hay un paralelismo antitético y trágico entre la introducción y la conclusión. Introducción: Pablo entra en casa de Santiago, con el grupo del Espíritu ("nosotros"), para exponer a la asamblea la obra de Dios realizada por su ministerio entre los gentiles. Conclusión: Pablo entra en el Templo, con el grupo de los cuatro que habían hecho un voto, para cumplir los ritos impuestos por la ley. La recriminación contra Pablo (vv.20-25), al centro, también tiene una estructura concéntrica. En este contraste trágico se expresa la derrota de Pablo. Lucas no dice nada sobre la colecta, que conocemos por las cartas de Pablo. Posiblemente no dice nada, porque fue un fracaso: la Iglesia de Jerusalén rechazó ese dinero. Algo de esta historia de la colecta se refleja en el pago que hace Pablo por el voto de los 4 hombres. El dinero de las Iglesias de la gentilidad terminó en el Templo. Estamos muy lejos de la Asamblea de Jerusalén, cuando Pablo contaba con el apoyo de Bernabé, Pedro y del Espíritu Santo.

Recriminación contra Pablo (vv. 20-25):
(1) Afirmación: Miles y miles de Judíos han abrazado la fe y todos son celosos partidarios de la ley (v. 20).
(2) Rumor: Pablo enseña a todos los judíos de la diáspora que no cumplan la ley: que no circunciden a sus hijos, ni observen sus tradiciones (v. 21)
(3) Propuesta: Pablo debe desmentir el rumor con hechos y manifestar públicamente que él es un judío creyente que observa fielmente la ley (vv. 22-25).

El rumor es totalmente falso: tanto al nivel histórico (en los hechos y en la conciencia de Pablo y Santiago), como al nivel redaccional (en la opinión del autor, y también en la opinión del lector). El objetivo de la misión de Pablo no ha sido enseñar la apostasía de la ley a todos los judíos de la diáspora. Lo que Pablo realmente enseña -según los Hechos de los Apóstoles y en el testimonio de Pedro más que de Pablo (15, 7-11)- es que los creyentes se salvan, no por la ley, sino por la Gracia, y que por lo tanto no se debe imponer a los gentiles cristianos la circuncisión (No es acertado el método de aquellos que citan textos y textos de las cartas de Pablo para probar que la acusación contra Pablo es directa o indirectamente verdadera. Ya vimos que esa imagen de un Pablo como anti-judío es totalmente falsa. Debemos rescatar a Pablo como judío, lo que no contradice la verdad de su Evangelio que somos salvos no por la ley, sino por la Gracia. Si nos atenemos sólo a Hechos, Pedro aparece como más radical que Pablo en su discurso de 15, 7-11). Pablo se somete completamente a los presbíteros de la Iglesia de Jerusalén y con el rito en el Templo manifiesta públicamente que él también es un cumplidor de la ley. Pablo no está fingiendo hipócritamente ser cumplidor de la ley, sino haciendo algo que realmente no contradice su identidad. La alternativa hubiera sido que Pablo defendiera públicamente su posición como lo hizo Pedro en la asamblea de Jerusalén: "nosotros (judíos creyentes) nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos (los gentiles creyentes)"(15, 7-11). Los presbíteros de Jerusalén recuerdan la primera asamblea, pero únicamente mencionan la posición de Santiago, no la de Pedro ( 21, 25). A los presbíteros les interesa únicamente frenar a Pablo para que no defienda públicamente lo que él verdaderamente enseña. La comunidad judeo-cristiana de Jerusalén sólo puede vivir en el seno del judaísmo en la fiel observancia de la ley. A los presbíteros no les interesa escuchar a Pablo, sino la sobrevivencia de la comunidad judeo-cristiana en Jerusalén. Lo que está en juego no es el poder de la gracia y la salvación de los gentiles, sino la sobrevivencia de la Iglesia judeo-cristiana. Pablo debe abandonar el objetivo de su visita a Jerusalén y someterse al proyecto y a los intereses de la Iglesia local.

En resumen: hay un total des-encuentro entre Pablo y la Iglesia de Jerusalén. Pablo ha llegado con la buena noticia de la conversión de los gentiles; los presbíteros tienen otra buena noticia: miles de judíos creyentes observan fielmente la ley. A los presbíteros de la Iglesia no les interesa el ministerio verdadero de Pablo entre los gentiles, sino los falsos rumores que han llegado a Jerusalén. A la Iglesia judeo-cristiana no le interesa desmentir el rumor falso sobre Pablo y defender su dignidad, sino asegurar con el sometimiento de Pablo la sobrevivencia de la Iglesia en el mundo judío de Jerusalén. Pablo defiende el poder de la gracia, capaz de salvar a judíos y paganos creyentes. A los presbíteros les interesa defender la ley para todos los judíos, cristianos o no. Para Pablo lo más importante es la situación de los gentiles. Para la Iglesia de Jerusalén los gentiles son nombrados al final (v. 25) como un mero apéndice

Los hechos de Jerusalén (21, 27 - 23, 35) después del desencuentro de Pablo con la Iglesia de Jerusalén:
Estructura:

A: Tumulto popular contra Pablo en el templo: 21, 27-30
+ El Tribuno romano salva a Pablo: 21, 31-40
B: Apología de Pablo ante el pueblo judío: 22, 1-21
+ El Tribuno romano salva a Pablo: 22, 22-29
B: Discurso de Pablo ante el Sanedrín: 22, 30 - 23, 1-9
+ El Tribuno romano salva a Pablo: 23, 10

Centro: el Señor Jesús resucitado se aparece a Pablo:23, 11

A: Conjura de los judíos para matar a Pablo: 23, 12-15
+ El Tribuno romano salva a Pablo y lo lleva a Cesarea: 23, 16-35

En el tumulto al comienzo (21, 27-30) y en la conjura al final (23, 12-15) hay un intento muy serio de matar a Pablo (cf. 21, 31.36 y 23, 14.15.21). En ese ambiente de muerte Pablo hace su apología ante el pueblo y su discurso ante el Sanedrín. Pablo sale con vida únicamente porque 4 veces interviene el Tribuno romano. Es en este contexto que Jesús resucitado se aparece a Pablo, para darle ánimo y revelarle el designio divino de que debe dar testimonio en Roma (23, 11). No cabe duda que Pablo, como discípulo de Jesús, vive ahora como Jesús en Jerusalén, el juicio y la pasión. Pero la voluntad divina es que Pablo no muera en Jerusalén, sino que muera y "resucite" en Roma. Dios se vale del poder romano para salvar a Pablo. Pablo mismo invoca su ciudadanía romana para salvarse de la flagelación, de la cual Jesús no pudo liberarse. A diferencia de Pedro, que en la pasión de Jesús niega tres veces su identidad, Pablo la va a afirmar tres veces: ante el Tribuno romano (21, 38-39), ante el pueblo judío (22, 3-21) y ante el Sanedrín (23, 6). Pablo también cambia la acusación que se le hace de enseñar contra la ley y contra el Templo (21, 28) y dice ser juzgado "por esperar la resurrección de los muertos" (23, 6).

Pablo hace una apología ante el pueblo (22, 1-21), lo que no es voluntad de Jesús, quién explícitamente prohíbe a sus discípulos preparar apologías y ordena sólo dar testimonio con la elocuencia y sabiduría del Espíritu (Lc.21, 14-15). Por eso en 22, 17 no se dice que Pablo esté lleno del Espíritu Santo, como aparece en el texto paralelo de 9, 17. Una apología puede ser refutada, no así el testimonio y la profecía, que nadie puede resistir, pues cuenta con la sabiduría y fuerza del Espíritu. Esteban, más que Pablo, sigue a Jesús en este punto: a Esteban nadie podía resistir (6, 10). Pablo hará tres apologías: ante el pueblo (22, 1-21), ante el procurador Félix (24, 10-21) y ante el rey Agripa (26, 1-23). Es difícil saber si son tres apologías históricas de Pablo o son apologías hechas por el autor del libro de Hechos para defender a Pablo en la época cuando se escribió el libro. En la apología de Pablo ante el pueblo judío se incluye por segunda vez el relato de la conversión o vocación de Pablo (la primera la tenemos en 9, 1-19), pero hay ahora algunos elementos nuevos: su currículum expresado en términos clásicos: nacido (gegenneménos) en Tarso, educado (anatethraménos) en esta ciudad (se refiere a la educación básica en la sinogoga entre los 8 y 14 años) e instruido (pepaideuménos) a los pies de Gamaliel (educación superior con un Rabí a partir de los 14 años). También es un elemento nuevo el éxtasis de Pablo en el Templo (22, 17-21) y las palabras de Jesús. Pablo "ve" (horao) a Jesús resucitado y escucha de él dos órdenes: 1º salir de Jerousalem (nombre sacro) y 2º marchar lejos donde los gentiles a los cuales Jesús lo envía (ex-apostello). En esta visión y audición se funda la vocación apostólica de Pablo (ver-oír-salir-marchar lejos).

Al día siguiente, Pablo es llevado ante el Sanedrín (22, 30 - 23, 10). Igual que Jesús (Lc. 22, 66-71) y los Apóstoles (5, 27-41), ahora Pablo está ante el Sanedrín. Pablo comienza afirmando su buena conciencia, deslegitima al Sanedrin y cambia la acusación que se le ha hecho. La buena conciencia de Pablo es insoportable para el Sanedrín, por eso le pegan en la boca para que se calle. Pablo era acusado de hablar contra el pueblo, contra la ley y contra el Templo (21, 28). Pablo dice ahora ser acusado por su esperaza en la resurrección: "se me juzga por esperar la resurrección de los muertos". Los fariseos defienden a Pablo y declaran que Pablo es inocente. Hay mucha semejanza con el relato de los apóstoles ante el Sanedrín (5, 27-41): estos también afirman su buena conciencia y deslegitiman al Sanedrín ("hay que obedecer a Dios ante que a los hombres"), y luego son defendidos por el fariseo Gamaliel. Pablo ahora ya no hace una apología, sino que da un verdadero testimonio. El testigo no puede ser refutado, sino sólo eliminado. Por eso quieren ahora matar a Pablo, como trataron también de matar a los apóstoles al fin de la sesión del sanedrín (5, 33). Esa nueva actitud de Pablo es ahora reconocida directamente por Jesús resucitado (23, 11): "poniéndose a su lado" (epistás autó) Jesús le dice: "ánimo, como dabas testimonio de mi en Jerousalem, es necesario que también des testimonio en Roma". La partícula "dei" (es necesario) indica la voluntad divina. Jesús asegura a Pablo la posibilidad y necesidad de dar testimonio en Roma. Es en realidad una promesa de resurrección para Pablo. El relato que sigue sobre la conjura contra Pablo y su salida de Jerusalén es lento y detallado (23, 12-35). Aquí aparece una fuerte contradicción entre el desorden judío (conjura y asesinato) y el orden romano (el tribuno actúa siempre de manera impecable). El tribuno escribe una carta al procurador Félix donde se resumen los hechos: 1º Pablo es ciudadano romano, 2º los judíos querían matarlo, pero el tribuno lo libera al saber que Pablo era romano (aquí se deforman los hechos, pues el tribuno conoce de la ciudadanía de Pablo después), 3º según la ley romana Pablo es inocente, 4º sólo es acusado por diferencias de opinión respecto a la ley judía. La escolta militar que acompaña a Pablo en su viaje a Cesarea es exagerada: 200 soldados, 60 de caballería y 200 lanceros. Casi la mitad de la guarnición romana en Jerusalén que era de 1000 soldados.


13. DOMINICOS 2004

Jesús dice: Me voy al Padre

Ven, Espíritu divino...
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.



En el horizonte de fidelidad al Espíritu, el viaje misional de Pablo se complica.

Ha caminado de Mileto a Éfeso y de Éfeso a Jerusalén, y ha pasado visita a numerosas comunidades y discípulos.

En Jerusalén, los cristianos le reciben con alegría. Pero aquí está el peligro. Los cristianos advierten a Pablo que está vigilado y perseguido por los judíos, porque dicen que “han oído de ti que enseñas a los judíos de la dispersión que hay que renunciar a Moisés y les dices que no circunciden a sus hijos ni sigan las costumbres mosaicas” (Hch 21,21).

Los cristianos tenían razón. La persecución a Pablo era verdadera. Y Pablo, víctima de sus propios hermanos judíos, será encarcelado y sufrirá largo proceso. Así acontece en la historia.

Lamentando ese error, descubrimos nosotros en el Evangelio cómo la oración de Jesús al Padre acentúa la solicitud y amor que hemos de tener por cuantos caminan desde la gentilidad a la fe.



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 22,30; 23, 6-11:
“{En Jerusalén, Pablo, acusado por los judíos, y encarcelado por un tribuno romano, reclamó sus derechos de ciudadano romano}.

Por ello, al día siguiente fue recibido por el tribuno. Éste deseaba saber con seguridad de qué le acusaban los judíos. Mandó, pues, desatarlo, y ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno, y bajando a Pablo se lo presentó...

Pablo sabía que una parte del Consejo eran fariseos y otra saduceos, y gritó: Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, y me juzgan porque espero la resurrección de los muertos.

En cuanto dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó dividida... Como el altercado arreciaba, el comandante, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó... llevárselo al cuartel...”

Evangelio según san Juan 17, 20-26:
“Jesús, levantando los ojos al cielo, añadió: Padre santo, no sólo por los discípulos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti; que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno...

Padre, este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy, y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste...”



Reflexión para este día
El camino del Señor, aplicado a nuestra propia vida en fidelidad, no es de rosas. Supone sacrificios. Quien, como Pablo, lo arriesga todo para ser testigo del Señor al que sirve, ha de saber que acepta pisar sobre espinas.

El itinerario de Pablo no pudo ser más complicado. Para salvar su vida, hubo de recurrir, según las situaciones por las que atravesaba, a utilizar los recursos a su alcance: mostrarse como judío fariseo, como ciudadano romano, y como testigo fiel de Jesucristo.

¡Punzantes, pero dichosas espinas que hieren con amor! Para ello, Pablo contaba con el eco profundo de la oración de Jesús al Padre. ¿No había presentado Jesús al Padre a cuantos creyeran en él, a cuantos se jugaran por él la vida, a cuantos anunciaran que Dios Padre y su Hijo encarnado, Jesús, nos llaman a todos a la unidad de fe y a vivir unidos a Cristo, como sarmiento a la Vid?


14. CLARETIANOS 2004

ES MÁS LO QUE NOS UNE

Estamos divididos
Acaba la Oración Sacerdotal con un grito de unidad. Y, frente a la voluntad suprema de Jesús, sus seguidores estamos divididos. Ya los apóstoles discutían entre sí para copar los primeros puestos. En la primera Iglesia –tan hecha un corazón-, no faltaban los enfrentamientos entre gentiles y judaizantes, entre ricos y pobres. A lo largo de la historia, los hombres y mujeres de Iglesia hemos cultivado cismas, reformas y contrarreformas, herejías e inquisiciones. Hoy mismo, cuántas veces nos peleamos por cosas banales, como rúbricas, signos, estilos, formulaciones, etc. No hemos desterrado todavía los vicios del capillismo, de creernos los únicos depositarios de la verdad, del carácter sectario del grupo, de juzgar como amenaza a los que son diferentes.

Unidad
“Que todos sean uno”. La Última Cena es hora de comunión, del pan partido, del único Cuerpo. Esta petición tiene una manera de ser concebida: “Como tú estás en mí y yo en ti”. Pero no queda todo en un ejemplo, en una causa extrínseca. Aquí se apunta a algo más íntimo: “Yo en ellos y tú en mí”. Pongamos ahora los términos de la tradición: es la inhabitación, es el cielo presentido ya en la vida peregrina. Así , experimentamos que el Padre nos ha amado, como ama a su Hijo Jesucristo. No falta la motivación: “Para que el mundo crea que tú me has enviado”. ¿Se puede anunciar al Jesús del Evangelio, y anunciarlo desde ángulos irreconciliables? Es un gran escándalo que empaña el testimonio y el mensaje. Negamos con los hechos lo que pregonamos con las palabras. Cuando en muchas guerras y conflictos subyace el santo nombre de Dios suena a blasfemia grotesca.

Pero pluralismo
Una vez más el topizazo, unidad no es uniformidad. Tenemos una palabra tan bíblica, los carismas. Igualmente insiste San Pablo en la multitud de miembros dentro de un solo Cuerpo. Sólo nos queda apearnos y descender a la tierra de la vida cotidiana. Hay carismas muy diferentes en ideas, en el modo de organización, en la presentación y celebración del misterio, en el campo de lo social, en tantos ámbitos. Y todo cabe en la unidad de la fe y del amor. Fue el Papa Pablo VI, en la magnífica carta Ecclesiam Suam, quien convocó a la Iglesia al diálogo fraterno con los miembros de la Iglesia, con los hermanos separados, con todos los hombres que no se nieguen a escucharnos. Juan XXIII nos repetía “Es más lo que nos une”. Mil veces hemos recordado aquello de tradición agustiniana: En lo necesario, libertad; en lo opinable, libertad; y en todo, caridad. Pues, eso.

Conrado Bueno Bueno
(cmfcsespino@planalfa.es)


15.Comentario: P. Joaquim Petit i Llimona LC (Barcelona, España)

«Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que creerán en mí»

Hoy, encontramos en el Evangelio un sólido fundamento para la confianza: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que (...) creerán en mí...» (Jn 17,20). Es el Corazón de Jesús que, en la intimidad con los suyos, les abre los tesoros inagotables de su Amor. Quiere afianzar sus corazones apesadumbrados por el aire de despedida que tienen las palabras y gestos del Maestro durante la Última Cena. Es la oración indefectible de Jesús que sube al Padre pidiendo por ellos. ¡Cuánta seguridad y fortaleza encontrarán después en esta oración a lo largo de su misión apostólica! En medio de todas las dificultades y peligros que tuvieron que afrontar, esa oración les acompañará y será la fuente en la que encontrarán la fuerza y arrojo para dar testimonio de su fe con la entrega de la propia vida.

La contemplación de esta realidad, de esa oración de Jesús por los suyos, tiene que llegar también a nuestras vidas: «No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que (...) creerán en mí...». Esas palabras atraviesan los siglos y llegan, con la misma intensidad con que fueron pronunciadas, hasta el corazón de todos y cada uno de los creyentes.

En el recuerdo fresco de la última visita de Juan Pablo II a España, encontramos en las palabras del Papa el eco de esa oración de Jesús por los suyos: «Con mis brazos abiertos os llevo a todos en mi corazón —dijo el Pontífice ante más de un millón de personas—. El recuerdo de estos días se hará oración pidiendo para vosotros la paz en fraterna convivencia, alentados por la esperanza cristiana que no defrauda». Y ya no tan cercano, otro papa hacía una exhortación que nos llega al corazón después de muchos siglos: «No hay ningún enfermo a quien le sea negada la victoria de la cruz, ni hay nadie a quien no le ayude la oración de Cristo. Ya que si ésta fue de provecho para los que se ensañaron con Él, ¿cuánto más lo será para los que se convierten a Él»? (San León Magno).


16.

Reflexión

Podríamos decir que de acuerdo a la predicación de Jesús hay dos elementos que hacen o harían evidente el amor de Dios y por ende nuestro ser cristiano: El primero es el amor y nuestras buenas obras. El segundo, que es el que nos menciona hoy Jesús, es: “que su unidad sea perfecta”. Por ello donde hay desunión y discordia es difícil reconocer la presencia de Dios y de la comunidad cristiana. El libro de los Hechos nos dice que la primera comunidad no sólo tenía todo en común sino que, y aun más importante, “tenían un solo corazón”. Por ello es triste encontrar comunidades cristianas en donde los unos y los otros se atacan se muerden, hablan mal unos de otros, hay envidias y rivalidades. Con este testimonio, ¿cómo será posible que los que nos rodean puedan creer en el Dios del amor? ¿Cómo descubrir la presencia del Dios que unifica si constantemente somos causa de desunión, si cada uno en la comunidad ve únicamente por su propio beneficio? “Padre, que sean uno como nosotros somos uno”, dijo Jesús. Esta es hoy nuestra oración al Espíritu Santo de llevarnos a la unidad. Ven Espíritu Santo y únenos en el amor, la comprensión y el perdón.

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


17. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

1ª Lectura
He 22,30
30 Al día siguiente, queriendo saber con certeza de qué lo acusaban los judíos, lo desató y mandó que se reunieran los sumos sacerdotes y el tribunal supremo. Después bajó a Pablo y lo hizo comparecer ante ellos.

He 23,6-11
6 Pablo, sabiendo que una parte del tribunal eran saduceos y otra fariseos, gritó así: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; soy juzgado por la esperanza en la resurrección de los muertos». 7 Al decir esto, surgió una discusión entre los fariseos y los saduceos, y se dividió la asamblea. 8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus, mientras que los fariseos admiten una y otra cosa. 9 Se produjo un gran alboroto. Algunos maestros de la ley de la parte de los fariseos se levantaron y afirmaron enérgicamente: «Nosotros no encontramos nada malo en este hombre. ¿Y si le ha hablado un espíritu o un ángel?». 10 Como la discordia crecía cada vez más, el comandante, temiendo que despedazaran a Pablo, ordenó que bajara la tropa, que lo sacaran de allí y que lo llevaran a la fortaleza.

CONJURACIÓN PARA MATAR A PABLO
11 A la noche siguiente se le apareció el Señor y le dijo: «Ten ánimo, pues como has dado testimonio en Jerusalén acerca de mí, así conviene también que lo des en Roma».

Salmo Responsorial
Sal 16,1-2
1 Canto de David Guárdame, Dios mío, pues me refugio en ti. 2 Yo digo al Señor: «Tú eres mi Señor, mi bien sólo está en ti».

Sal 16,5
5 Señor, tú eres mi copa y mi porción de herencia, tú eres quien mi suerte garantiza.

Sal 16,7-8
7 Yo bendigo al Señor, que me aconseja, hasta de noche mi conciencia me advierte; 8 tengo siempre al Señor en mi presencia, lo tengo a mi derecha y así nunca tropiezo.

Sal 16,9-10
9 Por eso se alegra mi corazón, se gozan mis entrañas, todo mi ser descansa bien seguro, 10 pues tú no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo fiel baje a la tumba.

Sal 16,11
11 Me enseñarás el camino de la vida, plenitud de gozo en tu presencia, alegría perpetua a tu derecha.

Evangelio
Jn 17,20-26
20 «No ruego sólo por ellos, sino también por los que crean en mí a través de su palabra. 21 Que todos sean una sola cosa; como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean una sola cosa en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 22 Yo les he dado la gloria que tú me diste para que sean uno, como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me has enviado y que los amas a ellos como me amas a mí. 24 Padre, yo quiero que también los que me has confiado estén conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, que me has dado, porque antes de la creación del mundo ya me amabas. 25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo sí te he conocido; y ellos han reconocido que tú me has enviado. 26 Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor que tú me tienes esté en ellos y yo también esté con ellos».

* * *

Hoy es también la fiesta de la Visitación. En caso de que se escojan sus lecturas, éstas son: Sof 3:14-18: Grita de gozo, Hija de Sión / Interleccional: Is 12,2-6: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel / Lc 1, 39-56: El magníficat



El texto litúrgico de hoy pertenece a la sección de la estadía de Pablo en Jerusalén. Pablo estará en Jerusalén y Cesarea, antes de partir hacia Roma. Damos la estructura general de esta sección:



Pablo en Jerusalén y Cesarea (21, 16 - 26, 32)

La estructura general de esta sección es la siguiente:



Pablo en Jerusalén: 21, 16 - 23, 35 (año 56)

(1) Encuentro con la Iglesia de Jerusalén: 21, 16-26

(2) Pablo tomado preso en el Templo: 21, 27-40

(3) Discurso a los judíos en Jerusalén: 22, 1-21

(4) Pablo se libra de ser linchado y azotado: 22, 22-29

(5) Pablo ante el Sanedrín: 22, 30 - 23, 10

(6) Jesús resucitado se aparece para animar y orientar a Pablo: 23, 11

(7) Conjuración contra Pablo y traslado a Cesarea: 23, 12-35



Pablo en Cesarea: 24, 1 - 26, 32 (años 56-57)

(1) Proceso ante el procurador Félix: 24, 1-9

(2) Discurso de Pablo ante el procurador: 24, 10-21

(3) Pablo dos años preso en Cesarea: 24, 22-27

(4) Festo procurador; judíos quieren matar a Pablo. Este apela al Cesar: 25, 1-12

(5) Pablo ante el rey Agripa: 25, 13-27

(6) Discurso de Pablo ante el rey Agripa: 26, 1-23

(7) Reacciones al discurso: 26, 24-32



Pablo en Jerusalén (21, 16 - 23, 35)

Encuentro de Pablo con la Iglesia de Jerusalén (21, 16-26): Este encuentro es fundamental en toda esta sección. Veamos primero los personajes. Hay dos grupos:

(1) Pablo, el grupo "nosotros", algunos discípulos de Cesarea que acompañan a Pablo, Mnasón de Chipre discípulo antiguo, en cuya casa todos se alojan, y finalmente, los hermanos en Jerusalén que reciben a todo el grupo con alegría. No queda claro si la casa de Mnasón está en Jerusalén o a medio camino (como lo indica el texto occidental) (vv. 16-17)

(2) Santiago, los presbíteros de la Iglesia y "los miles y miles de judíos que han abrazado la fe y que son todos celosos partidarios de la ley" (v.20).

No cabe duda que son dos grupos contrapuestos. La casa de Mnasón (v.16) y la casa de Santiago (v. 18), son dos comunidades-iglesias con identidades diferentes. La llegada de Pablo a Jerusalén está en paralelo con la entrada de Jesús en Jerusalén: Jesús se hospeda en casa de Zaqueo en Jericó y cuando llega a Jerusalén lo recibe, por un lado, "la multitud de los discípulos llenos de alegría" y, por otro lado, los fariseos con una actitud crítica: Lc. 19, 1-10 y 28-40. El grupo "nosotros" (la comunidad del Espíritu) acompaña a Pablo hasta Jerusalén (Ierosóluma, nombre neutro) y luego hasta la casa de Santiago (v. 18), pero no participa de la reunión con los presbíteros. En este punto el "nosotros" desaparece hasta 27, 1 cuando Pablo se embarca rumbo a Roma. En 21,18, antes de desaparecer el "nosotros", el relato distingue nítidamente entre Pablo y el "nosotros" (lo mismo sucede en 16, 17 y 20, 7 cuando también desaparece el "nosotros"). El abandono del "nosotros" expresa el abandono del Espíritu Santo, que no acompañará a Pablo en toda su estadía en Jerusalén y Cesarea. Según Lucas, Pablo no actuaría en Jerusalén y Cesarea en coherencia con la estrategia del Espíritu Santo, especialmente por la actitud defensiva y apologética de Pablo. El Espíritu quiere Testimonio, no Apología (Cf. Lc. 12, 11-12 y 21, 15).

La asamblea de Pablo con Santiago y los presbíteros de Jerusalén (21, 18-26) es uno de los momentos más trágicos en el relato de Hechos. La estructura es concéntrica:

relato introductorio (vv.18-19)

recriminación contra Pablo (vv. 20-25).

relato conclusivo (v.26)

Hay un paralelismo antitético y trágico entre la introducción y la conclusión. Introducción: Pablo entra en casa de Santiago, con el grupo del Espíritu ("nosotros"), para exponer a la asamblea la obra de Dios realizada por su ministerio entre los gentiles. Conclusión: Pablo entra en el Templo, con el grupo de los cuatro que habían hecho un voto, para cumplir los ritos impuestos por la ley. La recriminación contra Pablo (vv.20-25), al centro, también tiene una estructura concéntrica. En este contraste trágico se expresa la derrota de Pablo. Lucas no dice nada sobre la colecta, que conocemos por las cartas de Pablo. Posiblemente no dice nada, porque fue un fracaso: la Iglesia de Jerusalén rechazó ese dinero. Algo de esta historia de la colecta se refleja en el pago que hace Pablo por el voto de los 4 hombres. El dinero de las Iglesias de la gentilidad terminó en el Templo. Estamos muy lejos de la Asamblea de Jerusalén, cuando Pablo contaba con el apoyo de Bernabé, Pedro y del Espíritu Santo.

Recriminación contra Pablo (vv. 20-25):

(1) Afirmación: Miles y miles de Judíos han abrazado la fe y todos son celosos partidarios de la ley (v. 20).

(2) Rumor: Pablo enseña a todos los judíos de la diáspora que no cumplan la ley: que no circunciden a sus hijos, ni observen sus tradiciones (v. 21)

(3) Propuesta: Pablo debe desmentir el rumor con hechos y manifestar públicamente que él es un judío creyente que observa fielmente la ley (vv. 22-25).

El rumor es totalmente falso: tanto al nivel histórico (en los hechos y en la conciencia de Pablo y Santiago), como al nivel redaccional (en la opinión del autor, y también en la opinión del lector). El objetivo de la misión de Pablo no ha sido enseñar la apostasía de la ley a todos los judíos de la diáspora. Lo que Pablo realmente enseña -según los Hechos de los Apóstoles y en el testimonio de Pedro más que de Pablo (15, 7-11)- es que los creyentes se salvan, no por la ley, sino por la Gracia, y que por lo tanto no se debe imponer a los gentiles cristianos la circuncisión (No es acertado el método de aquellos que citan textos y textos de las cartas de Pablo para probar que la acusación contra Pablo es directa o indirectamente verdadera. Ya vimos que esa imagen de un Pablo como anti-judío es totalmente falsa. Debemos rescatar a Pablo como judío, lo que no contradice la verdad de su Evangelio que somos salvos no por la ley, sino por la Gracia. Si nos atenemos sólo a Hechos, Pedro aparece como más radical que Pablo en su discurso de 15, 7-11). Pablo se somete completamente a los presbíteros de la Iglesia de Jerusalén y con el rito en el Templo manifiesta públicamente que él también es un cumplidor de la ley. Pablo no está fingiendo hipócritamente ser cumplidor de la ley, sino haciendo algo que realmente no contradice su identidad. La alternativa hubiera sido que Pablo defendiera públicamente su posición como lo hizo Pedro en la asamblea de Jerusalén: "nosotros (judíos creyentes) nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos (los gentiles creyentes)"(15, 7-11). Los presbíteros de Jerusalén recuerdan la primera asamblea, pero únicamente mencionan la posición de Santiago, no la de Pedro ( 21, 25). A los presbíteros les interesa únicamente frenar a Pablo para que no defienda públicamente lo que él verdaderamente enseña. La comunidad judeo-cristiana de Jerusalén sólo puede vivir en el seno del judaísmo en la fiel observancia de la ley. A los presbíteros no les interesa escuchar a Pablo, sino la sobrevivencia de la comunidad judeo-cristiana en Jerusalén. Lo que está en juego no es el poder de la gracia y la salvación de los gentiles, sino la sobrevivencia de la Iglesia judeo-cristiana. Pablo debe abandonar el objetivo de su visita a Jerusalén y someterse al proyecto y a los intereses de la Iglesia local.

En resumen: hay un total des-encuentro entre Pablo y la Iglesia de Jerusalén. Pablo ha llegado con la buena noticia de la conversión de los gentiles; los presbíteros tienen otra buena noticia: miles de judíos creyentes observan fielmente la ley. A los presbíteros de la Iglesia no les interesa el ministerio verdadero de Pablo entre los gentiles, sino los falsos rumores que han llegado a Jerusalén. A la Iglesia judeo-cristiana no le interesa desmentir el rumor falso sobre Pablo y defender su dignidad, sino asegurar con el sometimiento de Pablo la sobrevivencia de la Iglesia en el mundo judío de Jerusalén. Pablo defiende el poder de la gracia, capaz de salvar a judíos y paganos creyentes. A los presbíteros les interesa defender la ley para todos los judíos, cristianos o no. Para Pablo lo más importante es la situación de los gentiles. Para la Iglesia de Jerusalén los gentiles son nombrados al final (v. 25) como un mero apéndice

Los hechos de Jerusalén (21, 27 - 23, 35) después del desencuentro de Pablo con la Iglesia de Jerusalén:

Estructura:

A: Tumulto popular contra Pablo en el templo: 21, 27-30

+ El Tribuno romano salva a Pablo: 21, 31-40

B: Apología de Pablo ante el pueblo judío: 22, 1-21

+ El Tribuno romano salva a Pablo: 22, 22-29

B: Discurso de Pablo ante el Sanedrín: 22, 30 - 23, 1-9

+ El Tribuno romano salva a Pablo: 23, 10

Centro: el Señor Jesús resucitado se aparece a Pablo:23, 11

A: Conjura de los judíos para matar a Pablo: 23, 12-15

+ El Tribuno romano salva a Pablo y lo lleva a Cesarea: 23, 16-35

En el tumulto al comienzo (21, 27-30) y en la conjura al final (23, 12-15) hay un intento muy serio de matar a Pablo (cf. 21, 31.36 y 23, 14.15.21). En ese ambiente de muerte Pablo hace su apología ante el pueblo y su discurso ante el Sanedrín. Pablo sale con vida únicamente porque 4 veces interviene el Tribuno romano. Es en este contexto que Jesús resucitado se aparece a Pablo, para darle ánimo y revelarle el designio divino de que debe dar testimonio en Roma (23, 11). No cabe duda que Pablo, como discípulo de Jesús, vive ahora como Jesús en Jerusalén, el juicio y la pasión. Pero la voluntad divina es que Pablo no muera en Jerusalén, sino que muera y "resucite" en Roma. Dios se vale del poder romano para salvar a Pablo. Pablo mismo invoca su ciudadanía romana para salvarse de la flagelación, de la cual Jesús no pudo liberarse. A diferencia de Pedro, que en la pasión de Jesús niega tres veces su identidad, Pablo la va a afirmar tres veces: ante el Tribuno romano (21, 38-39), ante el pueblo judío (22, 3-21) y ante el Sanedrín (23, 6). Pablo también cambia la acusación que se le hace de enseñar contra la ley y contra el Templo (21, 28) y dice ser juzgado "por esperar la resurrección de los muertos" (23, 6).

Pablo hace una apología ante el pueblo (22, 1-21), lo que no es voluntad de Jesús, quién explícitamente prohíbe a sus discípulos preparar apologías y ordena sólo dar testimonio con la elocuencia y sabiduría del Espíritu (Lc.21, 14-15). Por eso en 22, 17 no se dice que Pablo esté lleno del Espíritu Santo, como aparece en el texto paralelo de 9, 17. Una apología puede ser refutada, no así el testimonio y la profecía, que nadie puede resistir, pues cuenta con la sabiduría y fuerza del Espíritu. Esteban, más que Pablo, sigue a Jesús en este punto: a Esteban nadie podía resistir (6, 10). Pablo hará tres apologías: ante el pueblo (22, 1-21), ante el procurador Félix (24, 10-21) y ante el rey Agripa (26, 1-23). Es difícil saber si son tres apologías históricas de Pablo o son apologías hechas por el autor del libro de Hechos para defender a Pablo en la época cuando se escribió el libro. En la apología de Pablo ante el pueblo judío se incluye por segunda vez el relato de la conversión o vocación de Pablo (la primera la tenemos en 9, 1-19), pero hay ahora algunos elementos nuevos: su currículum expresado en términos clásicos: nacido (gegenneménos) en Tarso, educado (anatethraménos) en esta ciudad (se refiere a la educación básica en la sinogoga entre los 8 y 14 años) e instruido (pepaideuménos) a los pies de Gamaliel (educación superior con un Rabí a partir de los 14 años). También es un elemento nuevo el éxtasis de Pablo en el Templo (22, 17-21) y las palabras de Jesús. Pablo "ve" (horao) a Jesús resucitado y escucha de él dos órdenes: 1º salir de Jerousalem (nombre sacro) y 2º marchar lejos donde los gentiles a los cuales Jesús lo envía (ex-apostello). En esta visión y audición se funda la vocación apostólica de Pablo (ver-oír-salir-marchar lejos).

Al día siguiente, Pablo es llevado ante el Sanedrín (22, 30 - 23, 10). Igual que Jesús (Lc. 22, 66-71) y los Apóstoles (5, 27-41), ahora Pablo está ante el Sanedrín. Pablo comienza afirmando su buena conciencia, deslegitima al Sanedrin y cambia la acusación que se le ha hecho. La buena conciencia de Pablo es insoportable para el Sanedrín, por eso le pegan en la boca para que se calle. Pablo era acusado de hablar contra el pueblo, contra la ley y contra el Templo (21, 28). Pablo dice ahora ser acusado por su esperaza en la resurrección: "se me juzga por esperar la resurrección de los muertos". Los fariseos defienden a Pablo y declaran que Pablo es inocente. Hay mucha semejanza con el relato de los apóstoles ante el Sanedrín (5, 27-41): estos también afirman su buena conciencia y deslegitiman al Sanedrín ("hay que obedecer a Dios ante que a los hombres"), y luego son defendidos por el fariseo Gamaliel. Pablo ahora ya no hace una apología, sino que da un verdadero testimonio. El testigo no puede ser refutado, sino sólo eliminado. Por eso quieren ahora matar a Pablo, como trataron también de matar a los apóstoles al fin de la sesión del sanedrín (5, 33). Esa nueva actitud de Pablo es ahora reconocida directamente por Jesús resucitado (23, 11): "poniéndose a su lado" (epistás autó) Jesús le dice: "ánimo, como dabas testimonio de mi en Jerousalem, es necesario que también des testimonio en Roma". La partícula "dei" (es necesario) indica la voluntad divina. Jesús asegura a Pablo la posibilidad y necesidad de dar testimonio en Roma. Es en realidad una promesa de resurrección para Pablo. El relato que sigue sobre la conjura contra Pablo y su salida de Jerusalén es lento y detallado (23, 12-35). Aquí aparece una fuerte contradicción entre el desorden judío (conjura y asesinato) y el orden romano (el tribuno actúa siempre de manera impecable). El tribuno escribe una carta al procurador Félix donde se resumen los hechos: 1º Pablo es ciudadano romano, 2º los judíos querían matarlo, pero el tribuno lo libera al saber que Pablo era romano (aquí se deforman los hechos, pues el tribuno conoce de la ciudadanía de Pablo después), 3º según la ley romana Pablo es inocente, 4º sólo es acusado por diferencias de opinión respecto a la ley judía. La escolta militar que acompaña a Pablo en su viaje a Cesarea es exagerada: 200 soldados, 60 de caballería y 200 lanceros. Casi la mitad de la guarnición romana en Jerusalén que era de 1000 soldados.


18.

Jesús ruega por todos los creyentes

Fuente: Catholic.net
Autor: Misael Cisneros

Reflexión

Este pasaje del evangelio es considerado como la más preciosa oración sacerdotal porque en ella Cristo nos pinta con sus palabras aquello que está presente en su corazón. Nos revela cómo es su oración y su trato personal con su Padre. Dentro de este magistral cuadro encontramos que ninguno escapa de su corazón. Desde el inicio de su oración al Padre pide por todos los hombres, no sólo por unos cuantos elegidos o seguidores durante su vida terrena, sino que todos quedamos dibujados en este bello paisaje de su oración. Pide por todos aquellos que por medio de las palabras creerán en su nombre.

El principal rasgo de esta pintura vemos que es la unidad. De las 5 veces que aparece la palabra uno 4 de ellas son plegarias de Cristo a su Padre para que todos seamos uno en Él porque sólo por la unidad alcanzaremos nuestra felicidad en esta vida y en la otra. Podríamos decir que este es el preámbulo de la herencia que dejará a sus apóstoles en la última cena, la caridad. Si en la última cena nos lo dejó como un mandato en esta ocasión, en su oración al Padre pide para que alcancemos esta unidad y amor entre nosotros. Intercede para que de verdad alcancemos la unidad entre nosotros. Cristo no dice que todos seamos iguales, sino que todos seamos uno, todos vibremos y sintamos con un mismo corazón. Podríamos decir que es una unidad en la diversidad.

Si Cristo insiste tanto en la unidad en este pasaje es porque sólo a través de la caridad y amor habrá paz en el mundo. Es la misma invitación que nos hace hoy Juan Pablo II, “sólo habrán paz y justicia si hay amor y caridad entre los hombres”.


19. 2004

LECTURAS: HECH 22, 30; 23, 6-11; SAL 15; JN 17, 20-26

Hech. 22, 30; 23, 6-11. Dar testimonio de la resurrección de Cristo. Esa es la misión de quienes creemos en Él. Habrá quienes lo acepten y quienes lo rechacen enardecidamente. Pero ante la resurrección del Señor, como fuente de salvación para nosotros, de nada valen lo apasionamientos que pudieran llevarnos a discusiones inútiles. Es necesario un auténtico compromiso con el Señor para poder ser testigos, más que encarnizados defensores de verdades que pudieran estar sólo anidadas en nuestra mente, pero que no hemos hecho vida en nosotros. Vivamos nuestra unión con Cristo. Sólo a partir de nuestra experiencia personal de su amor por nosotros podremos colaborar para que la salvación se haga realidad en el momento histórico que nos ha tocado vivir.

Sal. 15. Dios, nuestro Padre, es la parte que nos ha tocado en herencia. ¿Querremos algo mejor? Nuestra vida está en sus manos. ¿Quién podrá algo en contra nuestra? Ni siquiera la muerte podrá retenernos para sí, pues Dios no nos abandonará a ella, ni dejará que suframos la corrupción. Desde la resurrección de Cristo nuestra existencia ha cobrado una nueva esperanza; sabemos que nuestro destino final es la gloria junto al Hijo amado del Padre. Por eso aprendamos a caminar con fidelidad por el camino de la vida que Jesús nos ha enseñado. Si vamos así tendremos la seguridad de alegrarnos eternamente en el gozo del Señor. Él sea bendito por siempre.

Jn. 17, 20-26. Sólo por Cristo, con Él y en Él podremos llegar a la perfecta unión con Dios. No tenemos otro camino, ni se nos ha dado otro nombre en el cual podamos alcanzar la salvación. Nadie conoce al Padre, sino el Hijo; y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Jesús nos ha dado a conocer al Padre; pero lo ha hecho no sólo con sus palabras, sino con su inhabitación en nosotros. Así no sólo hemos oído hablar de Dios, sino que lo experimentamos en nuestra propia vida como aquel que no sólo nos ama, sino que infunde su amor en nosotros. A partir de ese estar Cristo en nosotros y nosotros en Él, podremos hacer que desde nosotros el mundo conozca y experimente el amor que Dios les tiene a todos.

Anunciamos la muerte del Señor y proclamamos su resurrección, hasta que Él vuelva glorioso para juzgar a los vivos y a los muertos. El Memorial de su Misterio Pascual, que estamos celebrando en esta Eucaristía, es para nosotros el mejor signo de unidad que Él nos ha confiado. Por eso venimos ante Él para llevar a efecto esa unidad, que nos haga vivir como testigos suyos en medio de las realidades de nuestra vida diaria. Al entrar en comunión de vida con Él su Palabra nos santifica en la verdad para que podamos proclamar el Nombre del Señor, no desde inventos nuestros, no desde interpretaciones equivocadas de su Palabra, sino desde una auténtica fidelidad al Espíritu Santo, que Él ha infundido en nosotros. Por eso la participación de la Eucaristía no puede verse como un signo de piedad, sino como un auténtico compromiso de fe.

Quienes hemos experimentado el amor de Dios debemos ir al mundo unidos por la misma fe, por el mismo amor e impulsados por el mismo Espíritu. Mientras haya divisiones entre quienes creemos en Cristo ¿quien se animará a seguir sus huellas? No es el apasionamiento lo que hará que las personas se encuentren con Cristo, pues una fe nacida desde esos sentimientos terminará por derrumbarse fácilmente. El Señor nos pide aceptarlo a Él en nuestro propio interior para que sea Él quien continúe su obra de salvación por medio de la Iglesia, en cuyos miembros actúa el Espíritu Santo con una diversidad de dones para el bien de todos.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de sabernos amar y respetar como hermanos; pues sólo a partir de esa unidad el mundo creerá que realmente Cristo ha venido como salvador de toda la humanidad. Entonces será realmente nuestra la herencia que Dios ha prometido a todos lo que lo aman.

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20. ARCHIMADRID 2004

“¡LEVANTAOS, VAMOS!”

“No encontramos ningún delito en este hombre; ¿y si le ha hablado un espíritu o un ángel?” Ante los planes de Dios poco pueden hacer los hombres. Si la promesa de Jesús acerca del Espíritu Santo se iba a llevar cabo, ningún discurso, ni aunque se pusieran de acuerdo todos los estamentos mundiales (la ONU, la UE…), podría cambiar la voluntad de Dios. El temor ante lo desconocido nos intimida y nos acobarda (es lo que les ocurría a los fariseos frente a los saduceos en la primera lectura de hoy), pero si somos amigos de Dios nadie puede amilanarnos.

Estos días previos a la gran solemnidad de Pentecostés, en que preparamos con el Decenario la venida del Espíritu Santo, son días de contemplación. Ese “Gran Desconocido”, tercera persona de la Santísima Trinidad, deja de ser un extraño para entrar como huésped privilegiado en nuestra alma. El trato íntimo con Él ha de darnos el gusto por las cosas de Dios, “saborear” cada una de sus inspiraciones, hacerlas nuestras, y maravillarnos por su infinita bondad.

Son muchos los santos, y gente piadosa, que se han sumergido en esta amabilísima persona divina. Desde la oración más sincera, hasta proclamar “a los cuatro vientos” sus bondades y su acción eficacísima, han ido descubriendo, e intuyendo, ese fuego abrasador del que hablaba Jesús. Quemar el mundo con el amor de Dios es impregnarlo de la presencia del Espíritu Santo. Cada rincón, cada persona, cada acontecimiento, cada palabra, cada gesto… merecen ser empapados con esa gracia divina.

¿Ya tienes clara tu vocación?, ¿aún dudas?… Escucha, entonces, las palabras que le dirige el Señor a san Pablo: “¡Animo! Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en Roma”. Resultan ser del mismo tono que las empleadas por el Papa en su último libro: “¡Levantaos, vamos!” La osadía de los hijos de Dios no tiene límites cuando se deja actuar al Espíritu Santo. Y esto no es vanagloria ni soberbia, sino el orgullo santo de que todo el planeta quede “cristificado”, lleno de Cristo, por mis obras y mis palabras. ¿Es realmente heroico, al levantarte por las mañanas, darle gracias a Dios por el nuevo día?, ¿resulta traumático sonreír al compañero de oficina, y encomendarle al Espíritu Santo?, ¿te parece insolente, o fuera de lugar, al llegar a casa, besar a tu mujer, o a tu marido, y dedicarle un rato a tus hijos?, ¿crees necesario echarle la culpa al mundo (jefes, vecinos, gobernantes, amigos…) de lo mal que van las cosas, sin antes haberte recogido, ¡aunque sea un minuto!, y decírselo a tu Padre Dios?

¡Sí!, de esta manera hacemos que el Espíritu Santo actúe en nuestras vidas y en nuestros ambientes. Y, como puedes observar, no se trata de hacer “cosas raras”. El objetivo no es otro, sino de dar sentido divino a todo lo que es normal. Aquello que para otros es “monótono”, “aburrido”, “siempre lo mismo”… ¡todo eso puede llenarse de Dios!

María, nuestra Madre, se encontrará en medio de los discípulos, es decir, junto con toda la Iglesia, el día de Pentecostés. Ella será la primera que nos recuerde el “testigo” que recibió de su propio Hijo, y que ahora nos entrega: “Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos”.


21. Fray Nelson Jueves 12 de Mayo de 2005

Temas de las lecturas: Tendrás que dar testimonio de mí en Roma * Que su unidad sea perfecta.

1. Roma y Jerusalén
1.1 Va llegando a su final la lectura casi continua de los Hechos de los Apóstoles que hemos venido haciendo durante este tiempo de Pascua. Y las dos ciudades que Nuestro Señor menciona en su mensaje de ánimo al apóstol Pablo son también los dos grandes puntos de referencia de la propagación del Evangelio en aquellos primeros y decisivos años: Jerusalén, la Ciudad Santa; Roma, capital del mayor imperio de la antigüedad.

1.2 ¿Qué balance podemos hacer de este épico recorrido cargado de dolores y milagros, de generosidad y lágrimas, de torturas y esperanzas? Hemos visto sanaciones y vejaciones, palabras sublimes e insultos espantosos, gracia abundante y persecución sanguinaria. Todo esto es como un gran anticipo de lo que será la historia misma de la Iglesia: mártires de amor y enemigos cargados de odio; divisiones internas, ataques externos, fortaleza y consuelo de lo alto.

2. “Que todos sean uno”
2.1 La última súplica de Jesús en su preciosa oración sacerdotal es un ruego por la unidad, por nuestra unidad. El Papa Juan Pablo II, en su Encíclica “Ut Unum Sint”, nos ha regalado una bellísima meditación sobre ese regalo-tarea que es “ser uno” en Jesús. De los números 9 al 14 de este documento tomamos los siguientes pasajes. El formato aquí es nuestro.

2.2 Jesús mismo antes de su Pasión rogó para “que todos sean uno” (Jn 17, 21). Esta unidad, que el Señor dio a su Iglesia y en la cual quiere abrazar a todos, no es accesoria, sino que está en el centro mismo de su obra. No equivale a un atributo secundario de la comunidad de sus discípulos. Pertenece en cambio al ser mismo de la comunidad. Dios quiere la Iglesia, porque quiere la unidad y en la unidad se expresa toda la profundidad de su ágape.

2.3 En efecto, la unidad dada por el Espíritu Santo no consiste simplemente en el encontrarse juntas unas personas que se suman unas a otras. Es una unidad constituida por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos y de la comunión jerárquica. Los fieles son uno porque, en el Espíritu, están en la comunión del Hijo y, en El, en su comunión con el Padre: “Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo” (1 Jn 1, 3). Así pues, para la Iglesia católica, la comunión de los cristianos no es más que la manifestación en ellos de la gracia por medio de la cual Dios los hace partícipes de su propia comunión, que es su vida eterna. Las palabras de Cristo “que todos sean uno” son pues la oración dirigida al Padre para que su designio se cumpla plenamente, de modo que brille a los ojos de todos “cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde siglos en Dios, Creador de todas las cosas” (Ef 3, 9). Creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unid ad significa querer la Iglesia; querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el significado de la oración de Cristo: “Ut unum sint”.

2.4 En la situación actual de división entre los cristianos y de confiada búsqueda de la plena comunión, los fieles católicos se sienten profundamente interpelados por el Señor de la Iglesia. El Concilio Vaticano II ha reforzado su compromiso con una visión eclesiológica lúcida y abierta a todos los valores eclesiales presentes entre los demás cristianos. Los fieles católicos afrontan la problemática ecuménica con un espíritu de fe.

2.5 El Concilio afirma que “la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con el” y al mismo tiempo reconoce que “fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, empujan hacia la unidad católica”.

2.6 “Por tanto, las mismas Iglesias y Comunidades separadas, aunque creemos que padecen deficiencias, de ninguna manera carecen de significación y peso en el misterio de la salvación. Porque el Espíritu de Cristo no rehúsa servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de gracia y verdad que fue confiada a la Iglesia católica”.

2.7 De este modo la Iglesia católica afirma que, durante los dos mil años de su historia, ha permanecido en la unidad con todos los bienes de los que Dios quiere dotar a su Iglesia, y esto a pesar de las crisis con frecuencia graves que la han sacudido, las faltas de fidelidad de algunos de sus ministros y los errores que cotidianamente cometen sus miembros. La Iglesia católica sabe que, en virtud del apoyo que le viene del Espíritu, las debilidades, las mediocridades, los pecados y a veces las traiciones de algunos de sus hijos, no pueden destruir lo que Dios ha infundido en ella en virtud de su designio de gracia. Incluso “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18). Sin embargo la Iglesia católica no olvida que muchos en su seno ofuscan el designio de Dios. Al recordar la división de los cristianos , el Decreto sobre el ecumenismo no ignora la “culpa de los hombres por ambas partes”, reconociendo que la responsabilidad no se puede atribuir únicamente a los “demás”. Gracias a Dios, no se ha destruido lo que pertenece a la estructura de la Iglesia de Cristo, ni tampoco la comunión existente con las demás Iglesias y Comunidades eclesiales.

2.8 En efecto, los elementos de santificación y de verdad presentes en las demás Comunidades cristianas, en grado diverso unas y otras, constituyen la base objetiva de la comunión existente, aunque imperfecta, entre ellas y la Iglesia católica.

2.9 En la medida en que estos elementos se encuentran en las demás Comunidades cristianas, la única Iglesia de Cristo tiene una presencia operante en ellas. Por este motivo el Concilio Vaticano II habla de una cierta comunión, aunque imperfecta. La Constitución Lumen gentium señala que la Iglesia católica “se siente unida por muchas razones” a estas Comunidades con una cierta verdadera unión en el Espíritu Santo.

2.10 La misma Constitución explicita ampliamente “los elementos de santificación y de verdad” que, de diversos modos, se encuentran y actúan fuera de los límites visibles de la Iglesia católica: “Son muchos, en efecto, los que veneran la Sagrada Escritura como norma de fe y de vida y manifiestan un amor sincero por la religión, creen con amor en Dios Padre todopoderoso y en el Hijo de Dios Salvador y están marcados por el Bautismo, por el que están unidos a Cristo, e incluso reconocen y reciben en sus propias Iglesias o Comunidades eclesiales otros sacramentos. Algunos de ellos tienen también el Episcopado , celebran la sagrada Eucaristía y fomentan la devoción a la Virgen Madre de Dios. Se añade a esto la comunión en la oración y en otros bienes espirituales, incluso una cierta verdadera unión en el Espíritu Santo. Este actúa, sin duda, también en ellos y los santifica con sus dones y gracias y, a algunos de ellos, les dio fuerzas incluso para derramar su sangre. De esta manera, el Espíritu suscita en todos los discípulos de Cristo el deseo de trabajar para que todos se unan en paz, de la manera querida por Cristo, en un solo rebaño bajo un solo Pastor”.

2.11 El Decreto conciliar sobre el ecumenismo, refiriéndose a las Iglesias ortodoxas llega a declarar que “por la celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de esas Iglesias, se edifica y crece la Iglesia de Dios”. Reconocer todo esto es una exigencia de la verdad.

2.12 El mismo Documento presenta someramente las implicaciones doctrinales. En relación a los miembros de esas Comunidades, declara: “Justificados por la fe en el Bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor”.

2.13 Refiriéndose a los múltiples bienes presentes en las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, el Decreto añade: “Todas estas realidades, que proceden de Cristo y conducen a El, pertenecen, por derecho, a la única Iglesia de Cristo. Nuestros hermanos separados practican también no pocas acciones sagradas de la religión cristiana, las cuales, de distintos modos, según la diversa condición de cada Iglesia o comunidad, pueden sin duda producir realmente la vida de la gracia, y deben ser consideradas aptas para abrir el acceso a la comunión de la salvación”.

2.14 Se trata de textos ecuménicos de máxima importancia. Fuera de la comunidad católica no existe el vacío eclesial. Muchos elementos de gran valor (eximia), que en la Iglesia católica son parte de la plenitud de los medios de salvación y de los dones de gracia que constituyen la Iglesia, se encuentran también en las otras Comunidades cristianas.

2.15 Todos estos elementos llevan en sí mismos la llamada a la unidad para encontrar en ella su plenitud. No se trata de poner juntas todas las riquezas diseminadas en las Comunidades cristianas con el fin de llegar a la Iglesia deseada por Dios. De acuerdo con la gran Tradición atestiguada por los Padres de Oriente y Occidente, la Iglesia católica cree que en el evento de Pentecostés Dios manifestó ya la Iglesia en su realidad escatológica, que El había preparado “desde el tiempo de Abel el Justo”. Está ya dada. Por este motivo nosotros estamos ya en los últimos tiempos. Los elementos de esta Iglesia ya dada existen, juntos en su plenitud, en la Iglesia católica y, sin esta plenitud, en las otras Comunidades, donde ciertos aspectos del misterio cristiano han estado a veces más eficazmente puestos de relieve. El ecumenismo trata precisamente de hacer crecer la comunión parcial existente entre los cristianos hacia la comunión plena en la verdad y en la caridad.