MARTES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 4, 32-37 = PASCUA 02B

2ª: Jn 3, 11-15 


1.

-La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma...

Esta Palabra expresa el ideal de Dios para la humanidad por El creada. ¡Así quieres Tú la humanidad, Señor! En los tiempos de la Iglesia naciente hubo un entusiasmo festivo y alegre. En el siglo XX este ideal no ha caducado, porque el Concilio lo ha reafirmado: «la Iglesia es un pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Así "no tener sino un solo corazón y una sola alma", no es otra cosa que «reproducir sobre la tierra las relaciones de amor de las tres personas divinas» ¡Es la definición misma de la Iglesia! Este debería ser el esfuerzo y el testimonio de toda comunidad de cristianos: aunque seamos muchos, no es sino uno... «una multitud, un corazón».

¡Cuán lejos estamos de ello, Señor! Es quizá la razón por la cual tantos jóvenes abandonan la Iglesia. No encuentran en ella esa fraternidad, esa alegría.

Nuestras asambleas dominicales no dan, en conjunto, una visión de fraternidad, sino de individualismo... ni una visión festiva, sino aburrida...

Y sin embargo la humanidad aspira profundamente a la fraternidad y a la alegría. Pero, a la vez, tienen lugar los odios, las violencias, las intolerancias, los sectarismos. Y sin embargo, el ideal de Dios para la humanidad subsiste HOY, con algunos amigos, quiero probar de tener esa actitud más fraterna y festiva. Ayúdame, Señor.

-Nadie llamaba suyos sus bienes, sino que todo era común entre ellos.

La cosa comenzó espiritualmente, por una comunión de corazones y de mentalidades. Pero enseguida se tradujo en un reparto concreto, material, visible. Los primeros cristianos no se contentaban con una mística de unidad desencarnada, no se contentaban con asistir a misa sin conocerse.

¡Todo era común entre ellos! ¡Todo!

¡Oh, Señor, concédenos, por lo menos, que sepamos compartir nuestros proyectos y trabajar juntos. Ayúdanos a abandonar nuestras autonomías, nuestros cotos de caza, nuestros egoísmos.

-No había entre ellos ningún necesitado, porque todo se repartía a cada uno según su necesidad.

Era lo que se llamó después «la atención a los más pobres».

Esta atención debería ser otra característica de la Iglesia de todos los tiempos... ¡por desgracia, no suficientemente realizada!.

No es necesaria mucha reflexión para darse cuenta de que la unidad no puede hacerse más que con una cierta igualdad por el desprendimiento libremente consentido del rico en favor del pobre ¿Me choca esta fórmula? Esta fue la conducta de Jesús que "siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza" (II Corintios, 8-9) Siempre se es el rico, respecto de otro más pobre.

¿Qué riqueza es la mía? ¿Qué puedo dar o compartir HOY? ¿Qué necesidades hay a mi alrededor o entre mis hermanos más lejanos?

-Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor.

Está claro que no se trataba sólo de un testimonio verbal, sino de todo un «estilo de vida». La más gran revolución de la historia humana. Repartir. Despojarse en provecho de los demás. Actitud totalmente sorprendente en la que es necesaria una especie de resurrección.

-Y gozaban todos de gran simpatía

Esta actitud es atrayente. Cristianos: gente con la que resulta agradable vivir. Tales eras los "hechos" de los apóstoles.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
.Pág. 188 s.


2. VER EVANGELIO DE AYER

J/FELICIDAD

Nicodemo, como todo hombre colocado ante el misterio, no comprende lo que oye. Se le habla -se nos habla- de una nueva existencia. Una nueva vida regalada gratuitamente por Dios. La maravilla de la realidad cristiana es incomprensible cuando se la juzga con categorías humanas. Es lógico. Desde las categorías que Nicodemo -y todo hombre- tiene, resulta imposible abordar las realidades divinas. Por eso, hay que acudir a Jesús, el Maestro- Revelador de Dios.

"Te lo aseguro, de lo que sabemos, hablamos; de lo que hemos visto, damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio".

Jesús no es Maestro como Nicodemo. Nicodemo no sabe, porque fundaba su saber sólo en una tradición aprendida. Jesús sabe: "hablamos de lo que sabemos", pero sabe por experiencia, por haberlo vivido, lo que hemos visto personalmente.

Jesús emplea el plural porque el testimonio de Jesús y el testimonio de los discípulos, forman un todo: se trata de un solo y único testimonio.

"Pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio". En estas palabras de Jesús hay una acusación que no puede dirigirse a Nicodemo.

Quienes rechazan el testimonio de la comunidad cristiana son los judíos, a quienes Nicodemo representa.

"Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo?

Este nuevo nacimiento del hombre por el Espíritu podía ser perfectamente comprensible para cualquiera que estuviese familiarizado con la Antigua Escritura, que él, como maestro de Israel, debía conocer. "Si no creéis cuando os hablo de la tierra", porque esto que afirmo, responde a lo anunciado por los mensajeros de Dios durante la A. Alianza.

Pero la realidad plena de este Reino, oscuramente anunciado por los profetas, se va a revelar en Jesús, el que ha bajado del cielo.

Esto es lo que a continuación va a explicar Jesús, y en cuya explicación, curiosamente, desaparece la persona de Nicodemo, incapaz de entender la nueva realidad.

"Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre".

Ningún hombre ha tenido jamás acceso al mundo de Dios. Es absurda, por tanto, la pretensión de tantos maestros y salvadores de nuestro tiempo que intentan transmitir a los hombres la revelación del único camino para la felicidad o la realización personal o la salvación. Todas las pretensiones de revelación en este sentido, son vacías. Sólo el Hijo del Hombre, en razón de su origen divino, puede traer la revelación divina. Sólo Jesús es el revelador y enviado de Dios. Es fundamental, por tanto, la vinculación exclusiva y radical a la persona y obra de Jesús.

-"el que descendió del cielo" (/Flp/02/06-11) J/KENOSIS. Esa triple serie de abatimientos, de los descensos de Cristo: de la condición divina a la condición humana; de la condición humana a la condición de esclavo; de la condición de esclavo a la de crucificado.

"Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna".

Cuando se dice que el Hijo del Hombre "tiene que" ser elevado, se está aludiendo a un "deber", que es la necesidad mesiánica del sufrimiento. A los de Emaús: "¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera esas cosas para entrar en su gloria?" La Iglesia primitiva reconoció en la muerte en cruz de Jesús el pasillo necesario, desde el punto de vista de la historia de la salvación, para que Jesús llegase a la gloria.

v. 16! "Porque tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo único, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna".

"Entregar" (/Jn/03/16) a su Hijo quiere decir dejarlo en nuestras manos para que hagamos lo que queramos: confiar en él y seguir el camino que él muestra o rechazarlo. "Todos en él pusisteis vuestras manos".

El Padre, por amor a nosotros, nos entrega a su propio Hijo, el Único, en nuestras manos, y nosotros entregamos a este Hijo único de Dios a la muerte. El Padre no envía al Hijo a la muerte, sino a la solidaridad con todos nosotros. Una decisión que corría un riesgo, que Dios no "escatimó" (Rm 8. 32). Si hubiéramos aceptado plenamente el amor de Dios ofrecido en Jesús, aquella venida de Jesús habría sido un acto de amor sólo positivo. Pero como desde nuestra situación de pecado lo hemos rechazado, aquella entrega toma la forma negativa de muerte.

Jesús, por amor, se ha hecho solidario de los hombres pecadores.

Todo aquél que se adhiera a él en esa situación de entrega hasta la muerte y acepta su amor, obtendrá vida definitiva, es decir, nacerá de arriba, recibiendo su Espíritu que brota de su costado.


3.

"Es preciso nacer de lo alto". Nicodemo está verdaderamente confuso y no comprende este nuevo lenguaje. De hecho, no posee el lenguaje del corazón, el lenguaje de un amor de horizontes infinitos. Pero Jesús no niega el carácter misterioso de las palabras que pronuncia, y para iluminarlas recurre a una comparación. También el viento es misterioso (en hebreo, una sola palabra sirve para designar al viento y al espíritu): se sienten sus efectos, pero no se le puede ver. Algo así sucede con los que han nacido del Espíritu: se les puede ver (son los que aceptan la palabra de Jesús), pero no se sabe nada acerca del momento y el modo en que el Espíritu les ha hecho nacer. En cualquier caso, el proceso no es comparable al de un nacimiento físico (1, 13).

El discurso va tomando altura progresivamente. Contempla la obra de Cristo y, con absoluta naturalidad, proyecta la cruz "en filigrana". La posibilidad de regeneración, del nacer de nuevo, está condicionada por un proceso en dos tiempos. Era menester que Dios se encarnara. Y, en segundo lugar, tenía que ser "elevado" como la serpiente de Moisés, de la que el libro de los Números (21, 9) dice que sanaba a quien la mirara, con lo cual daba a entender que quien se volviera hacia Dios quedaba salvado. Del mismo modo, quien pone su fe en Cristo posee la vida eterna.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 140


4.

-Respondió Nicodemo: "¿Cómo puede ser esto?"

San Juan, más que los otros evangelistas, ha notado las controversias, las preguntas que los interlocutores hacían a Jesús.

Más que grandes discursos Jesús dialogaba.

Aquí, hay que imaginarnos a Nicodemo frente a Jesús. Es una conversación. Mi plegaria debería ser a veces así: hacer preguntas a Jesús.

-Jesús le dijo: "¿Eres maestro en Israel y no sabes esto?" Incluso el más sabio entre los "maestros" no puede comprender.

Toda la ciencia de Israel es incapaz de saber lo que revela Jesús. Conocer el Espíritu de Dios es imposible al hombre, incluso al más inteligente.

Nicodemo, "maestro de Israel", es invitado a hacerse pequeño... debe renunciar a todo lo que sea su ciencia... es necesario que "nazca de nuevo" ¿Me fío yo quizá de mis propias luces? ¿Acepto humildemente no entenderlo todo en las cosas de la fe? ¿No hay en mí también algo de ese orgullo de Nicodemo que hubiera querido captar toda la verdad?

-Sí, efectivamente, hablamos de lo que conocemos, damos testimonio de lo que hemos visto...

Solamente Jesús tiene la experiencia inmediata de las cosas de Dios: ¡habla de lo que conoce, dice lo que ha visto! La Fe es esto: ver con los ojos de Jesús... Es confiar en la palabra de Jesús... es dejarse introducir por El en su dominio divino.

La más humilde viejecita, que haya entregado su vida a Jesús y crea en El, tiene un mayor conocimiento sobre Dios que el más sabio de los teólogos y filósofos.

-Y vosotros no recibís nuestro testimonio... Si hablándoos de cosas terrenas no creéis...

Desde el comienzo el evangelio según San Juan es dramático. Hace notar la incredulidad. Subraya las reacciones de los hombres frente a las afirmaciones de Jesús. Y esto es siempre verdad en el día de hoy: hay que tomar partido por o en contra de Jesús. No es un drama del pasado. Los contemporáneos de Jesús representaban a los hombres de todo tiempo:

--o bien se acepta su Palabra, aun sin comprenderlo todo y se es "creyente"...

--o bien no se acepta su Palabra, porque algo no se comprende, y se es "incrédulo"...

Hoy tenemos demasiada tendencia a pensar que la incredulidad es un fenómeno reciente. Jesús subraya aquí la responsabilidad del hombre que no cree: "no recibís mi testimonio... no creéis....

-¿Cómo creeréis cuando os hable de "cosas celestiales"? Nadie sube al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Ya en los tres evangelios sinópticos el título de "Hijo del hombre" era utilizado, en referencia al profeta Daniel, para decir "el origen celeste" de Jesús. Juan acentúa esta revelación hablando de "¡descender" deI cielo! Jesús es aquel que viene del cielo y remonta al cielo.

El cielo es su verdadera patria. Dios es su medio ambiente.

-Así es preciso que sea "levantado" el Hijo del hombre, para que todo el que creyere en El tenga la vida eterna.

Jesús conocerá el sufrimiento y la muerte -"levantado" en la cruz-. Fue ya anunciado desde el comienzo del evangelio. Pero es así como comunica la "vida divina". La "vida eterna" a los que creen.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 192 s.


5. 

a) Una de las consecuencias más visibles de la Pascua, para la primera comunidad cristiana, fue esta fraternidad tan hermosa que nos narra el libro de los Hechos.

Se trata de uno de los «sumarios» que Lucas redacta en los primeros capítulos sobre cómo se desarrollaba la vida de los cristianos de Jerusalén. La vitalidad y la armonía de aquella comunidad están tal vez idealizadas. Basta seguir leyendo y pronto aparecen tensiones y discrepancias. Por ejemplo Ananías y Safira -en una escena que no leemos- no quisieron aceptar eso de poner en común sus bienes. Lucas nos presenta cómo debería ser una comunidad cristiana que cree en Cristo Jesús y sigue su estilo de vida. Y cómo, en efecto, era en buena medida.

Por una parte, él describe una vida fraterna entendida como unión de sentimientos -un solo corazón y una sola alma-, comunidad de bienes y solidaridad con los más pobres. Destaca la generosidad de un discípulo que luego tendrá importancia en la historia de los primeros años de la Iglesia: Bernabé.

Por otra, es importante que Lucas nos diga que -a pesar de las persecuciones- «los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor». Siempre predican lo mismo: la resurrección de Jesús. Y lo hacen con valentía.

Son dos efectos notables de la Pascua para la comunidad: la fraternidad interior y el impulso misionero hacia fuera.

b) No es extraño que una comunidad como la de Jerusalén, en que todos ponían sus bienes en común y se preocupaban de los más pobres, atrajera la simpatía de los demás y se mostrara creíble en su testimonio: «eran muy bien vistos» en el Pueblo.

Todos soñamos con una comunidad así. Pero cuando nos fijamos en cómo son nuestras comunidades cristianas hoy -en la parroquia o en la familia cristiana o en una comunidad religiosa- no podemos menos de pensar que también nuestro testimonio de vida cristiana tendría más credibilidad si mostráramos una imagen clara de unidad y de solidaridad interna y externa dentro y fuera de la comunidad. El testamento de Jesús en la última cena fue pedir al Padre: «que todos sean uno, como tú y yo somos uno, para que el mundo crea».

En el mundo de hoy no se entenderán otros lenguajes, pero éste sí: si se ve a alguien dispuesto a compartir sus bienes con el más necesitado, si se tiene delante a un grupo de cristianos dispuestos a trabajar por los demás, a ayudar a solidarizarse sobre todo con los que sufren o son menos favorecidos por la vida Y eso, en nombre del Señor Jesús, por nuestra fe en él.

No hace falta que pensemos sólo en el Tercer Mundo o en la campaña del 0'7 que es bien justa. En nuestra familia o en nuestras comunidades hay personas que tienen menos que nosotros de todo, de felicidad, de cultura, de suerte, de bienes materiales y espirituales: estas personas necesitan nuestra acogida, nuestra palabra amiga y también a veces nuestra ayuda económica.

Cada Eucaristía, dice el Catecismo, «entraña un compromiso en favor de los pobres: para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos» (CEC 1397).

2. a) Con afirmaciones cada vez más profundas, Jesús va conduciendo a Nicodemo -y a nosotros- a un conocimiento mejor de lo que significa creer en él. Un conocimiento que nos transmite el que viene de arriba, el enviado de Dios, el que da testimonio del saber profundo de Dios.

Jesús se queja de la poca fe de «los sabios» de Israel representados por Nicodemo. En realidad, la escena está contada por el evangelista como prototípica: Nicodemo habla en cierto modo como portavoz de los judíos («nosotros sabemos...») y es interpelado por Jesús también como representante de todos: «no aceptáis nuestro testimonio... no creéis». Jesús alabó un día a su Padre diciendo: «has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a los sencillos». Algunos son muy sabios en las cosas de aquí abajo, y unos ignorantes en las de arriba, las que más valen la pena.

Sobre todo se trata de captar a Cristo en toda la hondura de su misterio pascual: no sólo como profeta o taumaturgo, sino como el que ha bajado de Dios y, después de su muerte en la cruz, sube de nuevo al cielo. Los que sepan ver y creer en Jesús levantado en la Cruz y glorificado en la Gloria, tendrán vida eterna.

b) El diálogo de Jesús con Nicodemo nos hace pensar también a nosotros: ¿somos de las personas que prefieren vivir en la oscuridad o en la penumbra, precisamente por no aceptar las consecuencias de aceptar la luz? ¿no es verdad que también los hombres de hoy, incluidos «los sabios», a veces prefieren -o preferimos- no saber, no captar la profundidad de Cristo, porque eso nos obligaría a cambiar, a «renacer»?

Tal vez muchas personas sencillas, sin gran cultura, sin tantos medios espirituales como nosotros, que no saben mucha teología pero que tienen buen corazón y unos ojos lúcidos de fe, sí están mirando a Cristo Jesús con profundidad, y se dejan influir por él, renaciendo continuamente y creciendo en su vida cristiana.

«Con alegría demos gloria a Dios» (entrada)

«Haznos capaces de anunciar la victoria de Cristo Resucitado» (oración)

«Daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor» (1ª lectura)

«Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba» (aleluya)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 45-48


6.

Primera lectura : Hechos 4, 32-37 Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor 

Salmo responsorial : 92, 1ab.1c-2.5 El Señor reina, vestido de majestad 

Evangelio : Juan 3, 11-15 Porque nadie ha subido al cielo sino el que bajo del cielo: el Hijo del hombre

Al dar testimonio de esa fuerza que viene del cielo, Jesús se refiere al Espíritu Santo. Pero no como esa parodia de Dios donde hay mucha permisividad que raya hasta en la tontería en la que están incorporados ritos y oraciones sin contenidos liberadores, huérfanos de toda práctica comprometida con el Reino. Por eso la fuerza del Espíritu, como la propone Jesús, es necesario rescatarla para salir de ese apaciguamiento y ser más en el Señor, porque sólo con ella se hace posible el advenimiento del Reino, y porque sólo así somos capaces de apartarnos de las prácticas egoístas generadoras de opresión y muerte para nuestros hermanos.

A las personas como Nicodemo, auténticas representantes de la manera de ser y pensar de su tiempo, hay que precisarles que sólo a través de la toma de conciencia es posible el encuentro con Dios, porque sólo esa toma de conciencia -lo que también se llama Cielo- viene a ser la presencia permanente del Padre en las personas. Entonces ya el cielo no hay que irlo a buscarlo fuera, si no que es una realidad que empieza a palparse dentro desde el mismo momento que uno entra en la conciencia grande y honda de que Dios está con uno y uno está con Dios.

Es conveniente que en la comunidad quede aclarado que de las cosas que habla Jesús, con respecto al Padre, no vienen de otro sitio distinto sino de ese lugar en el cual el alcanza tal intimidad con el Padre en su conciencia. Bajar del Cielo» es venir de un encuentro en donde es posible hacerse uno con el Padre. Quien puede hablar y entender esto es sólo quien haya tenido esa experiencia. Este encuentro es lo que nos ayuda a hacer posible la entrega de la vida por el otro.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7.

La praxis de los apóstoles recuerda la enseñanza del Deuteronomio como ley promulgada para crear un pueblo de hermanos. Los pobres tenían el derecho de recuperar sus terrenos durante el Jubileo, luego de trabajar un tiempo como asalariados del terrateniente (Dt 15, 4). Desafortunadamente, esta ley nunca se hizo realidad. La comunidad de cristianos de Jerusalén quiso hacer realidad esa utopía y se propuso compartir, desde la pobreza, todos los bienes. De este modo, los pobres no padecían hambre y necesidades (Hch 4, 34). Bernabé, cuyo nombre significa «hijo de la consolación», daría un testimonio perenne de entrega total al Evangelio y de servicio a la comunidad. Donó todos sus bienes y se dedicó por completo a la misión evangelizadora. Con una actitud solidaria realizó lo que sólo era un remoto ideal en la antigua ley.

En el evangelio de Juan, la pregunta de Nicodemo revela cierto escepticismo. Se podría traducir : ¿Cómo? ¿Acaso esto es posible? Para el grupo que él representa, la realidad es inconmovible. Todo ya está predicho de antemano, y cualquier cambio está fuera de las posibilidades históricas. "Al fariseo y Jefe no le cabe en la cabeza la ruptura con el pasado ni la novedad del Espíritu". La respuesta de Jesús es una dura crítica contra la mentalidad conformista, típica de los legalistas.

La comunidad cristiana habla en boca de Jesús. Critica la testarudez de sus opositores, que no aceptan el testimonio de los cristianos. El escándalo de la ignominiosa muerte de Jesús y la forma testimonial y poco erudita de las primitivas enseñanzas cristianas fueron motivo de burla para judíos y paganos. Incluso, fueron motivo de fuertes diferencias al interior de la comunidad. Sin embargo, ésta continúa adelante. Con la fuerza del Espíritu nace en una nueva mentalidad: abierta a la novedad y decidida a realizar la utopía del Reino.

Notas:

*El ideal de la comunidad que aparece en Hch 4, 32-37 debe ser leído en conjunto con Hch 5, 1-11. Allí se muestra el fracaso administrativo de una comunidad basada únicamente en la solidaridad de bienes y en la predicación. Ananías y Safira mienten para quedar bien ante la comunidad. Sin embargo, en paralelo con Jos 7, 1, la conducta de esta pareja es duramente castigada. El engaño, la mentira, son ofensas contra el Espíritu. Posteriormente, la comunidad sufrirá penurias económicas y hambre (Hch 11, 28-29). Pablo exhortará a las comunidades a "no vivir de la renta". El ideal de Pablo es que cada persona en la comunidad trabaje y se gane el sustento, dejando el apoyo económico únicamente para las viudas, los huérfanos y los enfermos (Hch 20, 32-35).

*Los jóvenes cristianos le dan sepultura a dos antiguos cristianos. Con esto se simboliza el cambio de personal al interior de la comunidad judeocristiana . Estos mismos jóvenes irán dando luego la pauta del movimiento de separación de la matriz judía y la apertura al mundo pagano.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


8. CLARETIANOS 2002

El tiempo pascual es kairós comunitario. La lectura de los Hechos de hoy es uno de esos textos paradigmáticos, o mejor, programáticos, de todo grupo que quiere caminar en cristiano. ¿Era reflejo de la realidad? Casi con toda seguridad, no. Pero sin duda era el ideal claro hacia el que querían aspirar. Y soñaban así porque había muchos datos objetivos que atestiguaban estar en esa línea. El pasaje posterior es Bernabé vendiendo su campo y entregando el dinero a los apóstoles. Esto me ayuda a entender mejor el texto y nos ayuda un poco más a comprender nuestra vida comunitaria. No vivimos el ideal, pero ciertos gestos, algunas vivencias, determinados acontecimientos, no pocos hermanos y hermanas,... nos impulsan a soñar con aquel ideal que selló la primera Iglesia con un solo corazón.

El domingo estuve en una profesión perpetua. Dos hermanos decían sí a Dios para siempre. Ninguno se llamaba Bernabé y que yo sepa no tenían tierras para vender y poner el dinero ante los superiores. Pero han dejado todo y han dicho sí a vivir en una comunidad compartiendo la fe, viviendo en comunión fraterna, en unanimidad de sentimiento, en participación de bienes espirituales y materiales, en misión compartida. Aún con ellos seguimos sin ser comunidad perfecta. Pero acaso ¿no es un buen signo de esperanza para seguir luchando por la utopía del Reino?

Vuestro amigo.

Carlos M. Oliveras, cmf (carlosoliveras@hotmail.com)


9. 2001

COMENTARIO 1

vv. 7-15. Escepticismo de Nicodemo. Diálogo tenso (10). El magisterio fa­riseo perpetúa a Moisés como maestro (el maestro de Israel). Hablamos de lo que sabemos (11), plural que incluye a la comunidad, en su con­troversia con el fariseísmo del tiempo de Jn. Lo de la tierra, contenidos de la antigua Escritura (cf. Jr 31,3lss; Ez 36,25ss); lo del cielo, la nueva realidad del Reino, explicada a continuación. Callejón sin salida (12).

Frente a las dos reacciones, verdadera realidad del Mesías (13-21). Para los fariseos, la Ley era fuente de vida y norma de conducta. La única fuente de vida es el Hombre levantado en alto, el Hijo de Dios, don de Dios a la humanidad para salvarla (13-18). Haber bajado del cielo (13) señala la calidad divina de Jesús, por poseer la plenitud del Espíritu (cf. 1,32: el Espíritu que bajaba como paloma desde el cielo). Subir al cielo para quedarse, victoria, éxito. Sólo el que es capaz de amar hasta el don de sí mismo puede obtener y asegurar el triunfo definitivo, instaurar la nueva sociedad humana (el reino de Dios) El Hombre levantado en alto (doble sentido cruz y exaltación), señal visible, fuente de vida que libra de la muerte.


COMENTARIO 2

Al dar testimonio de esa fuerza que viene del cielo, Jesús se refiere al Espíritu Santo. Pero no como esa parodia de Dios donde hay mucha permisividad que raya hasta en la tontería en la que están incorporados ritos y oraciones sin contenidos liberadores, huérfanos de toda práctica comprometida con el Reino. Por eso la fuerza del Espíritu, como la propone Jesús, es necesario rescatarla para salir de ese apaciguamiento y ser más en el Señor, porque sólo con ella se hace posible el advenimiento del Reino, y porque sólo así somos capaces de apartarnos de las prácticas egoístas generadoras de opresión y muerte para nuestros hermanos.

A las personas como Nicodemo, auténticas representantes de la manera de ser y pensar de su tiempo, hay que precisarles que sólo a través de la toma de conciencia es posible el encuentro con Dios, porque sólo esa toma de conciencia -lo que también se llama Cielo- viene a ser la presencia permanente del Padre en las personas. Entonces ya el cielo no hay que irlo a buscarlo fuera, si no que es una realidad que empieza a palparse dentro desde el mismo momento que uno entra en la conciencia grande y honda de que Dios está con uno y uno está con Dios.

Es conveniente que en la comunidad quede aclarado que de las cosas que habla Jesús, con respecto al Padre, no vienen de otro sitio distinto sino de ese lugar en el cual él alcanza tal intimidad con el Padre en su conciencia. «Bajar del Cielo» es venir de un encuentro en donde es posible hacerse uno con el Padre. Quien puede hablar y entender esto es sólo quien haya tenido esa experiencia. Este encuentro es lo que nos ayuda a hacer posible la entrega de la vida por el otro.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


10. 2002

COMENTARIO 1

Jesús comienza a explicar el episodio de los panes. Los que habían comido acuden a Jesús, deseosos de continuar en una situación que les aseguraba el sustento sin esfuerzo propio (vv. 22-24).

La multitud ha sido la beneficiaria del amor de Dios, expresado a través de Jesús y los suyos, pero recuerda sólo la sa­tisfacción del hambre; por eso busca a Jesús (vv. 25-26). El don del pan era una invitación a la generosidad; no era solamente donación de algo (el pan), expresaba la donación de la persona. Al retener solamente el aspecto material, la satisfacción de la propia necesidad, la han vaciado de su contenido y no han respondido al amor.

v. 27: Trabajad, no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura dando vida definitiva, el que os va a dar el Hijo del Hom­bre, pues a éste el Padre, Dios, lo ha marcado con su sello.

No basta encontrar solución a la necesidad material; hay que aspirar a la plenitud humana, y esto requiere colaboración del hom­bre (trabajad). Han limitado su horizonte: el alimento que se acaba (el pan) da sólo una vida que perece; el que no se acaba (el amor), da vida definitiva. El pan ha de ser expresión del amor. Ellos ven el pan sin comprender el amor, y en Jesús ven al hombre, sin descubrir el Espí­ritu. Jesús es el Hijo del Hombre portador del Espíritu (sellado por el Padre).

v. 28: Le preguntaron: -¿Qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere? Respondió Jesús: -Este es el trabajo que Dios quiere, que prestéis adhe­sión al que él ha enviado.

La gente cree que Dios va a prescribir algún mandamiento u observancia porque no conoce el amor gratuito, pero lo único necesario es la adhesión a Jesús (v. 29).


COMENTARIO 2

La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, nos presenta el 2º de los “sumarios” (el 1º está en 2,42-47 y el 3º en 5,12-16) acerca de la situación de la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén, en los primeros tiempos de la predicación apostólica. Se nos describe una situación ideal, una comunidad unida por vínculos estrechísimos entre sus miembros y que practica una especie de “comunismo” muy primitivo, pues se trata de poner todos los bienes en común, vendiendo incluso las propiedades para depositar su valor en el fondo comunitario del cual se proveen las necesidades de todos.

Pero no se trata solamente de una experiencia socioeconómica sino de una vivencia de fe: se nos dice que los apóstoles testimoniaban valerosamente la resurrección de Jesús. Es el convencimiento de que hemos entrado en una nueva era, de que Dios ha intervenido definitivamente en la historia resucitando a su Hijo Jesús de entre los muertos, lo que lleva a los primeros cristianos a revolucionar la práctica ordinaria de la posesión de bienes. Como si concluyeran que la resurrección de Cristo, en la cual quedaban involucrados todos los cristianos, exigía una nueva práctica de convivencia social, no basada ya en la propiedad de los bienes sino en cominitariedad. Si hemos sido hechos hijos de Dios, pensarían los primeros cristianos, y si todos somos hermanos, no puede haber entre nosotros ninguno que pase necesidad, y para lograr semejante meta no se les ocurrió nada mejor que poner sus bienes en común.

La historia demostró que el primitivo intento de comunitarismo cristiano fracasó: pronto la iglesia de Jerusalén agotó sus reservas y debió pedir ayuda a las otras comunidades cristianas, como nos cuenta más adelante el mismo libro de los Hechos (11,27-30) y como consta en varias de las cartas de Pablo (por ej: 1 Cor 16,1-4; 2Cor 8-9; Gál 2,10). Pero, de todas maneras, subsistió y subsiste el ideal de una iglesia-familia en la cual todo es de todos, en la cual nadie pasa necesidad. Un ideal o una utopía, instancia crítica a nuestras sociedades mercantilistas, a nuestra cultura neoliberal que solo produce millones y millones de pobres, cuando si fuéramos cristianos de verdad no toleraríamos semejante escándalo. Además la iglesia sigue persiguiendo este ideal de “comunión de bienes” a través de múltiples iniciativas por las cuales los cristianos más pudientes hacen como Bernabé: entregan sus bienes a la comunidad para la asistencia de los más pobres. Podríamos mencionar con nombre propio muchas de esas iniciativas, pero ofenderíamos su sentido de la modestia y no seríamos capaces de ser justos mencionándolas a todas, pues son muchas y variadas y existen en todos los lugares en donde hay cristianos. Una lección de solidaridad para los egoístas que solo piensan en satisfacer sus caprichos.

En la lectura evangélica de Juan oímos al mismo Jesucristo dándole a Nicodemo, magistrado y maestro en Israel, una lección de vida: hay que nacer de nuevo, al soplo del Espíritu que suscita hijos e hijas de Dios donde El quiere; de toda raza, lengua, condición social. Rompiendo los estrechos límites de todo nacionalismo, de todo prejuicio social o cultural. Nadie puede detener el viento, nadie puede ponerle fronteras al Espíritu divino que ha irrumpido en el mundo con la resurrección de Jesucristo. Los letrados actuales, como los antiguos escribas fariseos de la estirpe de los Nicodemo, clasifican a los seres humanos y a los pueblos: el 1º, el 2º, el 3er mundo. El Norte y el Sur. Los competitivos y los no competitivos. Los aprovechables y los desechables. Y en su carrera triunfal de millones de dólares dejan de lado a casi tres cuartas partes de la humanidad. No así el Espíritu de Dios: El da vida en abundancia; para El contamos todos, y nos valora con criterios diferentes a los que manejan los amos de este mundo. Por eso Jesús, en el lenguaje de Juan, distingue las cosas de la tierra de las del cielo: no se trata de lugares diferentes, se trata de valores distintos, porque Dios no nos juzga según nuestra condición económica “terrena”, sino según su bondad y misericordia infinitas, “celestiales”.

En el modelo de la primitiva comunidad de Jerusalén, y en el ecumenismo del Espíritu divino debemos inspirarnos siempre los cristianos, a nivel personal y comunitario. Nuestra fe tiene implicaciones sociales, económicas, políticas. Si somos cristianos de verdad no podemos tolerar la injusticia, la miseria, la corrupción, la mentira, ningún tipo de opresión o de discriminación. Hemos de abrir nuestro corazón para que llegue a ser tan amplio como el corazón de Dios en el cual todos los seres humanos tenemos un lugar, especialmente los más pobres, los pequeños, los humildes. Esta es la sabiduría de que habla Jesucristo a Nicodemo, tan en contraste con la sabiduría de los juristas y de los maestros del mundo.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


11. DOMINICOS 2003

Vivir según el Espíritu

En la liturgia de hoy damos gloria a Dios con alegría y gozo, porque sentimos que nos ama sin medida. Y al considerar la generosidad y desprendimiento de las primerísimas comunidades cristianas, admiramos su grandeza de espíritu hasta el extremo de avergonzarnos de nuestra mezquindad.

Ellos vivían según el Espíritu que, como agua viva, lanza y salta hasta lo más alto del cielo. Ellos comprendieron lo que significa ‘cambio de vida’, ‘entrar en el Reino’, ‘vivir del amor puro’. ¿No podemos hacer nosotros lo mismo? Saquemos menos agua de nuestros pozos-cisterna y bebamos del Agua pura del costado de Cristo.

El agua que yo te ofrezco
es Agua de vida eterna.
Ya  nunca tendrán más sed todos los que beban de ella.

Si hasta ahora tú has bebido
agua de viejas cisternas,
no la tomes nunca más. Bebe agua de manantial.

El manantial está en ti
y es surtidor de agua pura,
que limpia las impurezas y salta a la vida eterna.

ORACIÓN:

Danos, Señor, la gracia de beber en el torrente de tu vida y tu palabra, y haz que nuestra vida sea  cauce de comunicación para que todos los hombres te conozcan como a Dios Padre y sean entre sí más hermanos. Amén.

 

Palabra, Comunicación, Vida

Hechos de los apóstoles 4, 32-37:

“En el grupo de los creyentes, en Jerusalén, todos pensaban y sentían lo mismo. Lo posesían todo en común  y nadie llamaba suyo propio a nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho ardor. Todos eran muy bien vistos, y ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles...”

Esta actitud de la comunidad de Jerusalén que presidían los Apóstoles es como la realización de una utopía. En ella todo resulta positivo: intercomunicación, acogida y prestigio entre el pueblo, alegría pascual en el alma, pan compartido aunque no fuera ganado, disponibilidad sin preocupación por prever el futuro... ¡Tan bello que no podía mantenerse sino unos días!

Evangelio según san Juan 3, 11-15: 

“En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: Te lo aseguro; de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Te adelanto un signo: así como Moisés Elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que todo el que cree en él tenga vida eterna.”

Este texto, leído por nosotros desde la fe que poseemos, nos complace, ilumina, confirma. Pero Nicodemo era un judío que no había dado el paso hacia la fe en Cristo. Su encuentro repetido con Jesús sería como el de una persona culta, pensadora, que vislumbra la novedad de Jesús, y pide una candela para saber por donde pisa en el camino interior hacia Él.     Hoy puede haber muchos Nicodemos. Oremos por ellos.

 

Momento de reflexión

Cantemos a la vida en común, a la fraternidad, a la solidaridad

Cuando se lee ese párrafo de los Hechos, uno se queda o sorprendido y estupefacto por su belleza espiritual, o con ganas de sonreír por su fugacidad. ¿Sorprendido y estupefacto? Sí, porque es obra de sublime grandeza, en doble sentido complementario. Es grandeza desposeerse uno de sus tierras y casas para hacer con su valor una caja común y compartirla con los que no tienen; y es grandeza sentirse feliz y dichoso de ello, pues los otros acaban siendo algo propio de cada uno que ama.

Pero ¿cuánto les costó esa actitud de desprendimiento a las primeras comunidades y cuánto pudo durar ese estado de cosas? No lo sabemos, y nos deja estupefactos. Pero ese ejemplo, más o menos matizado y prudencialmente regulado,  es el que marcó el sendero a seguir en toda la vida cristiana.

¿Tentado de “sonreír”? También. Si la vida de las primeras comunidades se hubiera organizado en torno a gestos como ésos, sin hacer otras cosas, cualquiera puede entender que en pocos meses se quedarían todos sin medios de vida y de evangelización. De la caja común es fácil sacar, pero eso exige crear una fuente de ingresos para mantenerla. Así lo harían sin duda aquellos primeros cristianos, aunque  esto no se explicite. El texto que comentamos es un fragmento, y se limita a proponer, en unidad de visión, aspectos distintos, rasgos variados que se fueron dando en unas y otras comunidades, según su grado de generosidad.

Compartir, y hacerlo con gusto, es obra del amor verdadero.

El compartir tiene que ser razonable, inteligente, prudente. De lo contrario, esa acción no se prolongará mucho tiempo. Por eso las comunidades cristianas primitivas –previo discernimiento-  fueron organizándose poco a poco en servicio de caridad, atención a pobres, viudas y enfermos, y, al mismo tiempo, adhiriéndose al trabajo de cada día que les proporcionaba fondos de subsistencia.

¿No es eso también lo que nosotros hacemos cuando nos solidarizamos, por ejemplo, con Cáritas, Manos Unidas, ONGs, para ayudar desde el primero al tercer mundo, colaborando a que surjan y se mantengan creaciones de futuro en las que cada cual pueda  vivir de su trabajo y no de la limosna?


12.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Con alegría y regocijo demos gloria a Dios, porque el Señor ha establecido su reinado. Aleluya» (Ap 19, 7.6).

Colecta (del Gelasiano): «Te pedimos, Señor, que nos hagas capaces de anunciar la victoria de Cristo resucitado; y pues en ella nos has dado la prenda de los dones futuros, haz que un día los poseamos en plenitud».

Ofertorio: «Concédenos, Señor, darte gracias siempre por medio de estos misterios pascuales; y ya que continúan en nosotros la obra de tu redención, sean también fuente de gozo incesante»

Comunión: «Era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos, para entrar en su gloria. Aleluya» (cf. Lc 24,46.26).

Postcomunión: «Escucha, Señor, nuestras oraciones, para que este santo intercambio, en el que has querido realizar nuestra redención, nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas».

Hechos 4,32-37: Los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo. En los resúmenes de la acción pastoral de los Apóstoles y primeros discípulos se manifiesta de un modo especial el mensaje de Cristo muerto y resucitado y la unión de mente y corazón que existía entre ellos y los fieles, en toda la Iglesia. Comenta Tertuliano:

 «Es norma general que toda cosa debe ser referida a su origen, y, por esto, toda la multitud de comunidades son una con aquella primera Iglesia fundada sobre los Apóstoles, de la que proceden todas las otras. En este sentido son todas primeras y todas apostólicas, en cuanto que todas juntas forman una sola. De esta unidad son pruebas la comunión y la paz que reinan entre ellas, así como su mutua fraternidad y hospitalidad. Todo lo cual no tiene otra razón de ser que su unidad en una misma tradición apostólica» (Sobre la prescripción de los herejes, 20). 

San Cipriano dice:

«Tenemos que mantener y defender esta unidad, sobre todo los obispos, que tenemos la presidencia de las Iglesias... Nadie engañe a la comunidad de hermanos con una mentira, nadie deforme la verdad de la fe con una deformación infiel... La Santa Iglesia es una sola... Lo mismo que el sol tiene muchos rayos, pero una sola luz, y el árbol tiene muchas ramas, pero un tronco único al que profundas raíces dan posición fija, y lo mismo que de una fuente saltan muchos arroyos, así la unidad es conservada en el origen, aunque parezca que de ella brota una pluralidad en rica abundancia» (Sobre la unidad de la Iglesia,6).

¡El Señor reina! Ha triunfado de la muerte y es el Señor del mundo y de la historia. Y reinará para siempre, porque su trono es eterno. El cristiano camina hacia la consumación de ese reinado y por eso, no obstante las dificultades, la persecución, la Iglesia unida en oración grita esperanzada: ¡El Señor reina!. Así lo proclamamos nosotros con el Salmo 92: «El Señor reina, vestido de majestad, el Señor vestido y ceñido de poder. Así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre y tú eres eterno. Tus mandatos son fieles y seguros, la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término».

Juan 3,11-15: Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del Hombre, el que bajó del cielo. Si Jesús puede otorgar a Nicodemo el conocimiento de las realidades divinas, es porque viene de Dios. Sólo Él podrá volver un día junto al Padre, después de que sea elevado sobre la tierra. La prueba principal de su bajada es su elevación en la Cruz. El que así lo contempla tendrá la vida como los israelitas en el desierto aseguraban sus vida contemplando la serpiente de bronce elevada por Moisés... Comenta San Agustín:

«¿Qué es la serpiente en lo alto levantada? La muerte del Señor en la Cruz. Porque la muerte es la serpiente, por su efigie fue simbolizada. La mordedura de la serpiente es mortal. La muerte del Señor es vital. Se mira a la serpiente para aniquilar el poder de la serpiente... Pero, ¿qué muerte es ésta? Es la muerte de la vida; y porque se puede decir, es admirable lo que se dice... ¿No es Cristo la Vida? Y, sin embargo, Cristo está en la Cruz. ¿No es Cristo la Vida? Y, sin embargo, Cristo está en la muerte. Pero en la muerte de Cristo encontró la muerte su muerte. Porque la Vida muerta mató a la muerte; la plenitud de la vida se tragó la  muerte... Los que miran con fe la muerte de Cristo quedan sanos de las mordeduras de los pecados» (Tratado 12,12 sobre el Evangelio de San Juan).


13. DOMINICOS 2004

Alegría y fraternidad en el reino de Dios

Con alegría y gozo demos gloria a Dios que nos ama sin medida.

La generosidad del cristianismo primitivo sea nuestro guía.

Nuestra vida en Cristo se muestra en que somos hermanos.

Generosidad y desprendimiento son las dos palabras básicas de la liturgia de hoy, siguiendo el capítulo 4 de los Hechos de los apóstoles. La actitud o virtud de generosidad y desprendimiento es una excelente tarjeta de presentación. Lo fue en la vida de la Iglesia primitiva, lo es en nuestra presencia cristiana en el mundo del siglo XXI, y lo será en cualquier circunstancia que queramos aprovechar para mostrarnos como testigos del Reino de Dios’.

Dada su bondad y nobleza, sus contrarios, el egoísmo malsano y el apego a los valores materiales, no son compatibles con el espíritu evangélico. Realicemos, pues, obras de amor a los demás, sobre todo a los más necesitados, y daremos la mejor lección de vida según el Espíritu.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 4, 32-37:
“En el grupo de los creyentes, en Jerusalén, todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio a nada de lo que tenía.

Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho ardor.

Todos eran muy bien vistos, y ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles...”

Evangelio según san Juan 3, 11-15:
“En aquel tiempo, continuó hablando Jesús a Nicodemo: Te lo aseguro; de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio.

Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo?

Porque nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que todo el que cree en él tenga vida eterna.”


Reflexión para este día
Canto a la vida en común, en fraternidad
El párrafo tomado de los Hechos le deja a uno entre sorprendido y estupefacto, porque habla de una sublime grandeza que no parece de esta tierra y siglo.

Es sublime desposeerse de tierras y casas para hacer -con su valor- una caja común con quienes no poseen casas y tierras. Y es todavía más sublime sentirse feliz por ello.

¡Paradojas del Evangelio, del Reino, del Amor!

Algo de eso hacían los fieles de la primera comunidad cristiana en Jerusalén. Pero seamos cautos, realistas, incluso en la vida según el espíritu. Ese canto a la vida común no es canto al ocio, a la comodidad. Las comunidades cristianas primitivas exigían austeridad, trabajo, plan de vida que permitiera nutrir la caja común de los pobres, enfermos, viudas... De lo contrario, el fracaso estaba garantizado. El compartir tiene que ser generoso, pero también razonable, inteligente, para que su acción se prolongue mucho tiempo y fructifique en obras de solidaridad.

Hoy, cuando nos solidarizamos con Cáritas, Manos Unidas, ONGs, ¿no tratamos también de que la ayuda del primer mundo se organice para que haga surgir y mantener creaciones de futuro, tratando de que cada cual de su trabajo y no de la limosna?

Preguntémonos y respondamos con sinceridad: Nuestro espíritu, nuestra educación, nuestro programa de vida, ¿es solidario con quienes más necesitan de nuestra ayuda? ¿Somos como las primeras comunidades cristianas en la previsión para los necesitados?


14. CLARETIANOS 2004

¿CÓMO PUEDE SER ESO?

En su conversación con Nicodemo, Jesús le habla también del Espíritu. Nicodemo tampoco le entiende. En esa cerrazón mental también nos parecemos a Nicodemo. No alcanzamos a comprender a Jesús. Y con Nicodemo elevamos la desafiante pregunta: ¿Cómo puede ser eso? Una pregunta que arranca la queja en el alma de Cristo ¿Por qué le hiere esa ignorancia? ¿Por qué reacciona así al ser interrogado? Jesús, que ve más allá de las palabras, percibe qué postura se esconde en cada forma de preguntar.

En efecto, algunos le preguntan por simple curiosidad. Les seduce lo insólito y desconocido; sobre todo si va acompañado de su correspondiente dosis de morbo y entretenimiento. Sólo pretenden satisfacer la necesidad primaria de contar con alguna información. No buscan sino rellenar un hueco vacío y por eso lanzan una pregunta, que normalmente suele ser superficial.

Otros preguntan con desconfianza y desde la autosuficiencia. Se sienten como quienes vienen de vuelta de muchas cosas. Disparan sus preguntas con venenosas cargas de profundidad. Las suyas no son propiamente preguntas, sino juicios que destilan desdén y cinismo. Con ello sólo consiguen cortar la conversación.

También los hay que preguntan con escepticismo. Presuponen que no existe algo distinto de lo que ellos ya han concebido en su cabeza. Suelen ser buenos observadores pero malos intérpretes. No buscan más. Certifican aquello de que “en la mayoría de los hombres, las dificultades son hijas de la pereza” (Samuel Johnson).

Finalmente algunos preguntan en actitud discipular, desde la apertura desarmada. Reconocen que las cosas rara vez son lo que parecen y muestran su deseo de aprenderlo todo del Maestro. Ellos, solamente ellos, son los que en silencio le escuchan con atención. Y se transforman en discípulos. Les convierte en discípulos no el carecer de preguntas, sino su forma de preguntar. De desata así la obediencia de la fe, la coincidencia en la luz.

Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano. Si nos convertimos en discípulos, en las páginas de nuestra biografía personal, además de alguna tachadura, llegaremos a encontrar, sobretodo, signos de admiración.
Vuestro hermano en la fe,

Juan Carlos Martos (martoscmf@claret.org)


15.

Comentario: Rev. D. Xavier Sobrevía i Vidal (Sant Boi de Llobregat-Barcelona, España)

«Tenéis que nacer de lo alto»

Hoy, Jesús nos expone la dificultad de prevenir y conocer la acción del Espíritu Santo: de hecho, «sopla donde quiere» (Jn 3,8). Esto lo relaciona con el testimonio que Él mismo está dando y con la necesidad de nacer de lo alto. «Tenéis que nacer de lo alto» (Jn 3,7), dice el Señor con claridad; es necesaria una nueva vida para poder entrar en la vida eterna. No es suficiente con un ir tirando para llegar al Reino del Cielo, se necesita una vida nueva regenerada por la acción del Espíritu de Dios. Nuestra vida profesional, familiar, deportiva, cultural, lúdica y, sobre todo, de piedad tiene que ser transformada por el sentido cristiano y por la acción de Dios. Todo, transversalmente, ha de ser impregnado por su Espíritu. Nada, absolutamente nada, debiera quedar fuera de la renovación que Dios realiza en nosotros con su Espíritu.

Una transformación que tiene a Jesucristo como catalizador. Él, que antes había de ser elevado en la Cruz y que también tenía que resucitar, es quien puede hacer que el Espíritu de Dios nos sea enviado. Él que ha venido de lo alto. Él que ha mostrado con muchos milagros su poder y su bondad. Él que en todo hace la voluntad del Padre. Él que ha sufrido hasta derramar la última gota de sangre por nosotros. Gracias al Espíritu que nos enviará, nosotros «podemos subir al Reino de los Cielos, por Él obtenemos la adopción filial, por Él se nos da la confianza de nombrar a Dios con el nombre de “Padre”, la participación de la gracia de Cristo y el derecho a participar de la gloria eterna» (San Basilio el Grande).

Hagamos que la acción del Espíritu tenga acogida en nosotros, escuchémosle, y apliquemos sus inspiraciones para que cada uno sea —en su lugar habitual— un buen ejemplo elevado que irradie la luz de Cristo.


16.

Atraeré a todos hacia mí

San Juan 3, 5. 7-15
Dijo Jesús a Nicodemo: «Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu. Nicodemo le preguntó: ¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: «Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre».

Lectura
Tenemos que contemplar a Jesucristo, elevado sobre la cruz, que es a la vez patíbulo y trono. Él atrae hacia sí mismo nuestras miradas, para concedernos la salvación, como había anunciado: «Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».

Meditación
Jesús habla de un nacimiento espiritual y lo que es imposible para el hombre es posible para Dios, que es Espíritu. Nicodemo, encargado de interpretar y de transmitir el mensaje de la Escritura, debería haber penetrado su sentido. Jesús orienta hacia sí mismo la atención distinguiendo entre un «nosotros» y un «vosotros». A la ortodoxia judía, representada por Nicodemo, se opone la fe de la comunidad cristiana. Jesús exige la fe en su palabra, palabra que habla de lo que ha visto junto al Padre. Jesús revela el misterio de su persona y de su itinerario, un misterio oculto hasta entonces en Dios.

Jesús es el «lugar» donde se realiza la revelación de Dios entre los hombres. Venido del cielo, posee su autoridad; expresándose humanamente, puede ser visto y oído. Jesús puede hablar del cielo porque ha bajado del cielo, que es su morada. Según el relato de Num 21, 4-9, los hebreos, atormentados en el desierto por el hambre y la sed se habían quejado de Dios y de Moisés; por ello habían sido castigados con la mordedura mortal de serpiente de fuego. Pero, por orden de Dios, Moisés había levantado una serpiente de bronce en un estandarte, para que quien la mirase siguiese con vida. Mirar a Jesús elevado concede la vida. Pero para tener vida, hay que creer. El Hijo único es un Hijo elevado en la cruz.

Oración
San Enrique de Ossó escribió: Tememos darnos a Dios, vamos siempre regateando con Él (…) y por eso somos infelices, porque sólo el amor generoso que ama el sacrificio lo endulza todo, lo hace fácil todo.

Actuar
Compartiré alegremente mi tiempo con los más necesitados.


17. 2004 Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano
 

1ª Lectura
He 4,32-37
32 Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, y nadie llamaba propia cosa alguna de cuantas poseían, sino que tenían en común todas las cosas. 33 Los apóstoles daban testimonio con toda firmeza de la resurrección de Jesús, el Señor. Y todos gozaban de gran simpatía. 34 No había entre ellos indigentes, porque todos los que poseían haciendas o casas las vendían, llevaban el precio de lo vendido, 35 lo ponían a los pies de los apóstoles y se repartía a cada uno según sus necesidades. 36 José, llamado por los apóstoles Bernabé -que significa hijo de la consolación-, levita, chipriota de nación, 37 tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.

Salmo Responsorial
Sal 93,1
1 El Señor es rey de majestad vestido: el Señor se ha vestido, se ha ceñido de poder. Tú afirmaste el mundo y no se moverá;

Sal 93,1-2
1 El Señor es rey de majestad vestido: el Señor se ha vestido, se ha ceñido de poder. Tú afirmaste el mundo y no se moverá; 2 desde el principio tu trono está bien firme, desde siempre existes tú.

Sal 93,5
5 Tus órdenes son firmes, oh Señor, la santidad es el patrimonio eterno de tu casa.

Evangelio
Jn 3,7-15
7 No te extrañe que te diga: Es necesario nacer de nuevo. 8 El viento sopla donde quiere; oyes su voz, pero no sabes de dónde viene y a dónde va; así es todo el que nace del Espíritu». 9 Nicodemo preguntó: «¿Cómo puede ser eso?». 10 Jesús respondió: «¿Tú eres maestro de Israel y no lo sabes? 11 Te aseguro que hablamos de lo que sabemos y atestiguamos lo que hemos visto, y, a pesar de todo, no aceptáis nuestro testimonio. 12 Si os hablo de cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo me creeríais si os hablara de cosas celestiales? 13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el hijo del hombre, que está en el cielo. 14 Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así será levantado el hijo del hombre, 15 para que todo el que crea en él tenga vida eterna».

* * *

El texto de hoy forma parte de un conjunto, cuyo tema es la consolidación de la comunidad: 4, 32 - 5, 16


Estructura de este conjunto:


sumario: 4, 32-35

narración: 4, 36-37: Bernabé

narración: 5, 1-11: Ananías y Safira

sumario: 5, 12-16


La liturgia de hoy toma solamente el sumario inicial (4, 32-35), que ya vimos en conjunto con los otros sumarios, y el relato sobre Bernabé (4, 36-37). Creo que es importante no sólo ver el relato positivo de Bernabé, sino también el relato negativo (a momentos terrorífico) de Ananías y Safira. Los dos relatos están contrapuestos. En la Iglesia de hoy encontramos no sólo gente como Bernabé, sino también gente como Ananías y Safira.


El sumario inicial: 4, 32-35.

Los dos sumarios que tenemos aquí, igual que en la sección 1, 12 - 2, 47, enmarcan la narrativa, en este caso sobre Bernabé, Ananías y Safira. Estos dos sumarios ya los comentamos cuando interpretamos 2, 42-47. Todos ellos se refieren a la vida de las primeras comunidades en Jerusalén. Ese es el marco en el cual ahora interpretaremos los dos relatos concretos de la presente sección. La comunidad vive ahora una situación nueva después de su enfrentamiento con las autoridades del Templo. La comunidad apostólica, representada por Pedro y Juan, han decidido obedecer a Dios antes que a los hombre; no pueden dejar de hablar lo que han visto y oído (cf. 4, 19). La comunidad se reúne para orar y reflexionar. La decisión de la comunidad es unánime: los apóstoles deben seguir predicando la Palabra con toda valentía. En este momento el relato nos lleva a la nueva sección sobre la consolidación interna de la comunidad: 4, 32 - 5, 16.

El primer sumario de esta sección (4, 32-35) está en continuidad con el sumario de 2, 42-47. El versículo 4, 32 prolonga 2, 44: se afirma la koinonía como unidad subjetiva de alma y corazón y la unidad objetiva de tener todo materialmente en común. Los vv. 34-35 del cap. 4 prolongan 2, 45: se vendían los bienes y el dinero se repartía según la necesidad de cada uno. En el primer sumario lo que se vende son posesiones y bienes en general, ahora se dice más concretamente que venden campos o casas. No se trata sólo de gente rica que se desprende de sus bienes, sino de discípulos que dejan todo aquello que los ata a un lugar (tierra y casa). Hay dos novedades importantes en 4, 34-35: "no había entre ellos ningún necesitado" y el precio de la venta "lo ponían a los pies de los apóstoles". Estas dos expresiones muestran una comunidad con una organización interna más desarrollada. Ya no se trata sólo de satisfacción de necesidades, sino de eliminación de la pobreza en la comunidad. Esto exige a los apóstoles cumplir el rol de administradores. Poner algo a los pies de alguien significa reconocer la autoridad de alguien, a quien se le encomienda la administración de algo. Esta expresión se repite tres veces: 4, 35.37 y 5, 2. Es la administración de la koinonía. En el centro del sumario está lo fundamental: "Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección de Jesús" (v.33). Este versículo retoma el eje central de los Hechos, que ya apareció en 1, 8 / 2, 32 y 3, 15 y es el punto culminante del testimonio de Pedro y Juan ante el Sanedrín.


El relato sobre Bernabé: 4, 36-37.

Después del sumario general tenemos dos relatos concretos, uno positivo sobre Bernabé y otro negativo sobre Ananías y Safira. Bernabé es una persona muy importante en los orígenes del cristianismo. Su nombre es José, pero los apóstoles lo llaman Bernabé, que significa hijo de la consolación o exhortación. El sobrenombre es importante, porque revela la identidad y la función de una persona. José es considerado por su habilidad ("hijo de") para consolar, exhortar, profetizar: es un hombre del Espíritu. Bernabé es levita y originario de Chipre. Es decir, es judío de la diáspora, de oficio levita (un sacerdocio de segundo orden, de la tribu de Leví, hombre consagrado a Yavé). Bernabé no sólo está de paso como peregrino en Jerusalén, sino que ahí compró un campo. Muchos judíos de la diáspora compraban un campo en Jerusalén por motivos religiosos, para estar más ligados a la tierra santa. Bernabé aparece en Hechos en 9, 27 presentando a Saulo a los Apóstoles; en 11, 22-30 como enviado de la Iglesia de Jerusalén a Antioquía; en 11, 30 y 12, 25 junto con Saulo llevan una colecta a Jerusalén y regresan a Antioquía; en 13, 1-3 Bernabé y Saulo son escogidos por el Espíritu para la misión de la Iglesia de Antioquía (13-14); Pablo y Bernabé son enviados por la Iglesia de Antioquía a la asamblea de Jerusalén (15).

De Bernabé dice Lucas que "tenía un campo; lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles" (4, 37). No se trata aquí solamente del hombre rico que deja todo para ser discípulo de Jesús, a la manera cómo Jesús se lo exigió al joven rico: "todo cuanto tienes véndelo y repártelo entre lo pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme" (Lc 18, 18-23). Aquí se trata no solamente de un acto de desprendimiento, sino más bien de una ruptura con el pasado. Bernabé, al vender su campo en Jerusalén, rompe con la institucionalidad judía y entra en la nueva comunidad misionera y del Espíritu dirigida por los apóstoles.


Ananías y Safira: 5, 1-11

Estructura: La acción conjunta de Ananías y Safira: vv. 1-2

Pedro enfrenta a Ananías: vv. 3-6

Pedro enfrenta a Safira: vv. 7-10

Conclusión: v. 11

La acción de Ananías y Safira (vv.1-2) consiste en vender una propiedad, quedarse con una parte del precio y entregar a los apóstoles la otra parte, como si fuera el todo. El enfrentamiento de Pedro con Ananías (vv. 3-6) es violento. Pedro piensa que Satanás llenó el corazón de Ananías y que mintió al Espíritu Santo. Pedro aclara que Ananías era libre en su opción de vender y de disponer del dinero. Esto es valioso como información para el lector (nosotros): la venta de bienes no era obligatoria; tampoco la entrega de todo el dinero a los apóstoles. Ananías no alcanza a decir nada: oye, cae y expira. El temor se apodera de todos y los jóvenes entierran a Ananías.

El enfrentamiento con Safira (vv. 7-10) es paralelo al anterior. Lo nuevo es que Pedro interroga a Safira y ésta tiene la oportunidad de responder, desgraciadamente sólo para confirmar la mentira. Pedro dice ahora que ambos "han puesto a prueba (han tentado) al Espíritu del Señor". Igualmente son los jóvenes los que entierran a Safira.

En la conclusión (v. 11) tenemos un elemento llamativo: aparece por primera vez en Hechos la palabra "iglesia": "Un gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de todos cuantos oyeron esto".

¿Qué significa este relato de Bernabé, Ananías y Safira? El significado aparente del texto es ilustrar, con un ejemplo positivo y negativo, la vivencia de la koinonía en la primera comunidad. Pero este significado plantea muchas interrogantes: ¿porqué Lucas recuerda el hecho tan negativo de Ananías y Safira, en el relato altamente positivo de las primeras comunidades en Hechos 1-5? Los tres personajes ¿representan grupos diferentes dentro de la comunidad? ¿cómo explicar la muerte tan violenta de los dos esposos? ¿qué sentido tiene la participación de los jóvenes? ¿Porque Lucas introduce justamente aquí el término "iglesia"? Intentemos una interpretación más profunda, por detrás del texto.

El enfrentamiento con las autoridades del Templo (4, 1-22) ha puesto a la comunidad en una situación difícil. En la reunión de la comunidad (4, 23-31), se ha tomado conciencia de la persecución y de la necesidad de mantener con valentía ante todo el pueblo de Israel el testimonio de Jesús. Para ello se hace necesario una consolidación interna de la comunidad. Este es el sentido de la sección 4, 32 - 5, 16. Veamos el detalle.

La presentación de Bernabé y luego de Ananías y Safira, nos hace sospechar, dentro del contexto, que Lucas aquí veladamente ya está introduciendo al lector en la confrontación posterior de la comunidad entre los dos grupos presentes en 6, 1: los Helenistas y los Hebreos. Bernabé representaría aquí a los Helenistas. Bernabé rompe con el pasado y se integra a la comunidad apostólica. En el caso de Ananías y Safira, el hecho de retener parte del dinero de la venta del campo, revela que los esposos están divididos: por un lado, quieren venderlo todo, traer el precio de la venta a los apóstoles y así participar en la comunidad; por otro lado, retienen una parte del dinero, para continuar su proyecto de vida anterior. Quieren participar de la vida de la nueva comunidad, pero mantener su posición tradicional dentro de la institucionalidad judía. Esa será la actitud de los Hebreos, que siendo discípulos de Jesús siguen ligados a la institucionalidad judía.

Muchos encuentran un paralelismo entre esta historia y la historia de Acán en Josué 1, 1-26. Este se queda con parte del botín y es apedreado y muerto, pues por su culpa el pueblo es derrotado. El botín era parte de lo consagrado con anatema. El anatema tenía como objetivo impedir toda participación del pueblo de Dios en el sistema económico y social de las ciudades cananeas. Quedarse con parte del botín era complicidad con el sistema que estaban justamente destruyendo. El verbo en ambos pasajes es el mismo: "retener para sí" (nosphizo). El relato de Ananías y Safira tiene esta connotación violenta del relato de Acan. Igual que Acan, Ananías y Safira no rompen con el sistema con el cual la comunidad apostólica ha decidido romper. En momentos de consolidación de la comunidad, la actitud de Ananías y Safira implicaba el fin de la comunidad, como la actitud de Acan significó la derrota del pueblo de Dios en tiempos de Josué.

Pedro interpreta la actitud de Ananías como obra de Satanás y mentira al Espíritu Santo: "Satanás llenó tu corazón para mentir al Espíritu Santo" (v.3). ¿De qué mentira se trata? La mentira fue declarar a Pedro como precio de venta el precio entregado, y ocultar lo que se dejó para sí. Esta mentira sin embargo no justifica la violencia del relato. Por eso sospechamos aquí otra realidad más profunda: Ananías y Safira quieren participar de la nueva comunidad, pero no confían totalmente en ella. La vida de la primera comunidad cristiana, tal como se ha descrito en los sumarios (2, 42-47 y 4, 32-35), exige entrega total. El relato de Lucas en esta sección (4, 32 - 5, 16) plantea el proyecto de la primera comunidad en ruptura con la institucionalidad judía del Templo y de la Ley. Es por eso que en el relato de Lucas aparece aquí en 5, 11 por primera vez la palabra "Iglesia". Ya Lucas identifica la comunidad apostólica como Iglesia, como asamblea diferente y distinta de la asamblea del Templo. La nueva Iglesia se reúne todavía en el Templo, pero no ya para el culto, sino utilizando el espacio del "pórtico de Salomón" (v. 12b). Lucas distingue claramente entre la nueva comunidad, la Iglesia, que se reúne en el pórtico de Salomón, y el pueblo de Israel; el pueblo habla de la comunidad con elogio, pero no se atreve a juntarse con ellos (v.13). La represión de las autoridades del Templo ha provocado este miedo en el pueblo de pertenecer a la comunidad de Jesús.

¿No es este relato de Ananías y Safira un relato violento contrario al Espíritu de Jesús? Todo depende de la interpretación. Si interpretamos 5, 1-11 como un juicio, donde Pedro es el juez, que dicta sentencia y condena muerte, entonces tendríamos aquí el inicio de la violencia jerárquica y autoritaria en la Iglesia. No se trata de eso. En este texto no hay ni juicio ni condena de muerte por parte de Pedro. La intención del relato es otra. Véase la abundancia de términos económicos en esta sección: posesión de campos y casas, venta y precio de venta, entregar o retener dinero, administrar (poner dinero a los pies de alguien). Lo económico define aquí la identidad religiosa institucional: Templo o Comunidad cristiana. Es en este contexto que entra Satanás, que simboliza aquí el poder del pecado. Satanás induce a Ananías a retener dinero, para asegurar una opción institucional económica-religiosa. La fuerza del pecado actúa especialmente en el ámbito de lo económico-religioso y lleva a la muerte. No es Pedro el que impone aquí el régimen del terror, sino el dinero con sus opciones religiosas. Es el estatus económico y religioso que el dinero impone lo que mata a Ananías. Se repite aquí la historia de Judas, en el cual también "entró Satanás" (Lc 22, 3), traicionó a Jesús y "compró un campo con el precio de su iniquidad" (Hch 1, 18), luego cayó de cabeza en su propio campo y se mató. Aparece el vínculo estrecho entre campo-dinero-Satanás-muerte. Ni Jesús mató a Judas, ni Pedro a Ananías. Los mató el poder religioso del dinero.

¿Fue el pecado de Safira el mismo que el de Ananías? Llama la atención que Lucas diferencia explícitamente tanto la acción como la intención de los dos esposos . El que actúa es Ananías, pero su mujer está de acuerdo y sabe lo que hace Ananías (5, 1-2). Cuando Pedro la interroga sobre el monto del precio del campo vendido, Safira miente y da una respuesta falsa (v. 8). Safira entra donde está Pedro tres horas más tarde y sin saber lo que había pasado con su marido (v. 7). Esto quiere decir que Safira actúa no influenciada por la muerte de Ananías. Con esto Lucas separa y diferencia el pecado de cada uno de los dos esposos. A Ananías lo mató el poder satánico del dinero y su estatus económico-religioso, pero ¿qué mató a Safira? El texto no dice que Satanás entró en el corazón de Safira y que mintió al Espíritu Santo, sino dice solamente que se puso de acuerdo con Ananías para "poner a prueba el Espíritu del Señor" (v.9). El pecado de Safira no está en lo económico, sino en la forma de vivir su matrimonio. Lo que mata a Safira es el matrimonio patriarcal, que la somete a las intenciones de su marido. Esta forma patriarcal de matrimonio fue lo que los puso de acuerdo. El matrimonio conforme al Espíritu del Señor prohíbe al esposo ejercer poder sobre la esposa y permite a la esposa ser independiente de las opciones de pecado y muerte del esposo. La esposa puede vivir como si no tuviera esposo y vive-versa (ese sería el sentido de 1 Cor 7, 29). El pecado de Safira fue participar de una forma de matrimonio, que no le permitió resistir a la opción de muerte de su esposo. El matrimonio patriarcal no permitió a Safira ser libre frente a la fuerza del pecado que dominaba a su esposo. El matrimonio de Ananías y Safira representa aquí la vieja comunidad patriarcal de la Ley y del Templo, con la cual rompe la nueva comunidad de Jesús.

Una última observación sobre los jóvenes que entierran a Ananías y Safira. En el v. 6 se les llama "los más nuevos" (neóteroi) y en el v. 10 "los jóvenes" (neaniskoi). Lucas usa la expresión en Lc 22, 26: "el mayor entre Uds. sea como el más joven (neóteros) y el que gobierna como el que sirve". En Hch 2, 17 los jóvenes reciben el Espíritu: "nuestro jóvenes (neaniskoi) verán visiones". No cabe duda que estos jóvenes en el relato de Lucas representan la comunidad del futuro, aquella comunidad que Ananías y Safira no quieren aceptar, por su apego a la vieja institucionalidad del Templo y de la Ley. A ellos podríamos dirigir lo que nos dice Juan en su carta: "les escribo a Uds. jóvenes porque han vencido al maligno; les escribo a Uds. jóvenes porque son fuertes" (1 Jn 2, 13-14). Son los jóvenes los que entierran el viejo proyecto de Ananías y Safira y aseguran la consolidación de la nueva comunidad.


Reflexión pastoral sobre el conjunto 4, 32 - 5, 16

1) En la construcción de un nuevo modelo de Iglesia, como es en Hch la Iglesia apostólica frente a la "iglesia" judía de la ley y el Templo, los aspectos económico-institucionales tienen mucha importancia. No lo económico en sí, sino el espíritu de las instituciones económicas y el valor religioso-simbólico de éstas. En Hch aparece la importancia religiosa de comprar o vender un campo. Fue una opción positiva para Bernabé, pero una opción de muerte, primero para Judas y luego aquí para Ananías y Safira. ¿Como pensar hoy una eclesiología que incluya la dimensión económica e institucional?

2) La consolidación de la comunidad se dio cuando nadie llamaba suyos a sus bienes y cuando no había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas las vendían. ¿En qué medida hoy en día la opción por el pobre provoca cambios económicos e institucionales en la Iglesia?

3) Pensemos nuevamente el testimonio de Bernabé y reflexionemos cómo vivir su ejemplo y espíritu hoy en la Iglesia.

4) El caso de Judas y de Ananías ¿sería pensable hoy en la Iglesia? ¿tomamos hoy día en serio el carácter mortal para nosotros mismos de ciertas actitudes y opciones nuestras en el campo económico-religioso?

5) Ananías invirtió parte de su dinero en la comunidad y se guardó otra parte, porque no tenía confianza en el proyecto apostólico y misionero de los apóstoles. ¿No tenemos nosotros también esta misma actitud cuando confiamos en la comunidad y en la fuerza del Espíritu, pero mantenemos al mismo tiempo nuestra confianza en el dinero y en las viejas estructuras?

6) Reflexionemos sobre la situación de Safira y de cómo la mató el carácter patriarcal de su matrimonio con Ananías. ¿Podemos imaginar otra forma de matrimonio que hubiera salvado a Safira? ¿Como se reproduce hoy en día la situación de muerte de Safira?

7) ¿Cómo podríamos elaborar a partir de la acción de los jóvenes en este texto una teología de los jóvenes y una reflexión sobre su función en la Iglesia?


18.

Reflexión

La misma dificultad que encontraba Nicodemo para entender lo que Jesús le decía es la que encuentran los que, aun siendo bautizados, no tienen una oración asidua y un trato frecuente con la escritura. Buscan entender lo que está escrito para el Espíritu, con la pobreza de la inteligencia humana, dando como resultado la incredulidad, la duda y generalmente muchos errores. En cambio para el hombre o la mujer que es asidua a la oración, Dios puede establecer un verdadero dialogo interior, dialogo espiritual que se traduce en luz para toda la vida. Dios ha trazado un proyecto maravilloso para el hombre; un proyecto en donde Dios tiene una participación activa iluminando el camino, fortaleciéndolo, y en ocasiones actuando de manera prodigiosa. Tengamos tiempo para Dios, convirtámonos en verdaderos hombres y mujeres de oración, esto abrirá nuestra inteligencia no solo al misterio de Dios, sino a nuestro mismo misterio. Si no entiendes muchos de los misterios de Dios, es quizás porque te está faltando un poco de intimidad con Dios. Anímate, El Señor quiere iluminarte y tener un encuentro profundo contigo.

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


19.

Visita de Nicodemo

Fuente: Catholic.net
Autor: Omar López

Reflexión

Jesús deseaba mostrar a Nicodemo que era un testimonio fiel de las cosas celestes. Él es Dios y conoce mejor que otro nuestras íntimas inspiraciones, así que, dado que se dirigía a un doctor de la ley, Jesús recuerda el episodio de la serpiente de bronce. Durante un largo camino, de Egipto a la Tierra Prometida, los hebreos se rebelaron contra Dios, y una calamidad debida a algunas serpientes les asusta, y diezma la gente. El pueblo pide perdón y Dios ordena hacer una serpiente de bronce, alzarla sobre un asta y mirarla. Todos aquellos que hubiesen contemplado su mirada se habrían salvado. Tal episodio preanunció la redención del hombre, y Jesús se lo mostró a Nicodemo.

Aquél que mira al “Hijo del Hombre” y cree en Él tendrá la vida eterna. En cierto modo también nosotros debemos proseguir nuestro camino en este mundo, siguiendo las huellas de Cristo. Porque aquél que muestra la fe en Cristo con su conducta está destinado a ser visto por todos. Es necesario para la salvación de aquellos que lo desean. Para podernos alzar como la serpiente de bronce y ser señal con la que Cristo cure el mundo de sus enfermedades, no es suficiente la “carne”, es decir, no bastan las posibilidades naturales del hombre, sino que debemos estar dispuestos a aceptar el aliento del Espíritu, que nos sugiere el camino de Cristo en las diversas ocasiones.


20. 2004

LECTURAS: HECH 4, 32-37; SAL 92; JN 3, 7-15

Hech. 4, 32-37. La comunión en la misma fe debe llevarnos a vivir también la comunión en el amor fraterno, que llegue, incluso, a causar la admiración de los demás por la notoriedad y sinceridad con que lo vivamos. Todos estamos llamados a dar testimonio de la resurrección del Señor desde una vida que se ha renovado en Él. Por eso debemos velar unos por otros, debemos saber compartir lo nuestro con los que nada tienen. No podemos pasar de largo ante las necesidades de nuestro prójimo. El Espíritu Santo debe dar, desde nosotros, grandes muestras de su Poder amoroso y salvador. Quien posee el Espíritu Santo debe ser una criatura nueva en Cristo. La Iglesia del Señor no puede vivir dividida entre sus diversos miembros, sino que hemos de estar unidos por un solo corazón y una sola alma; Cristo Jesús es quien nos une a sí mismo y nos hace participar de su propio ser para que, en Él, seamos hijos de nuestro único Dios y Padre. El Señor ha orado para que no haya división entre nosotros diciendo a su Padre: Padre, que así como Tú y Yo somos uno, así que ellos sean uno, para que el mundo crea. Efectivamente, una Iglesia dividida por las discordias y egoísmos ni puede dar testimonio del Amor ni de la Verdad, ni puede ser un signo de la unión de todos los hombres.

Sal. 92. La Palabra de Dios, sus mandatos y enseñanzas, son para nosotros el camino que nos santifica y nos ayuda a manifestarnos como hijos suyos. Quien no ame como Cristo nos ha amado no puede decir que en verdad cree en Dios y que se deja conducir por Él. La revelación de Dios a nosotros nos está dando a conocer cuál es el Camino que hemos de seguir para lograr algún día encontrarnos y estar definitivamente con el Señor. Y el Camino es Cristo; tomar nuestra cruz de cada día y seguir sus huellas significará que estamos encaminándonos con seguridad a la posesión de los bienes definitivos. Si realmente creemos en Dios no despreciemos sus mandatos ni a Aquel que es nuestro único Camino, Verdad y vida.

Jn. 3, 7-15. Nosotros damos testimonio de lo que hemos visto y experimentado. Sólo cuando vivamos en la presencia del Señor y nos dejemos transformar por Él como criaturas nuevas será posible hacer que se crea en las cosas de arriba. ¿Cómo vamos a convencer a los demás acerca del amor que Dios nos tiene a todos, si no somos capaces de amarnos nosotros como hermanos? Cristo, levantado en lo alto, quiere que vayamos junto con Él, no tanto porque nos olvidemos de nuestros compromisos temporales, sino porque sólo el amor que se entrega hasta el extremo es lo único que nos elevará, junto con Él, a la gloria eterna junto a su Padre Dios. Renacidos del Espíritu Santo debemos caminar bajos sus inspiraciones, dejándonos conducir por Él. Él nos enseñará a amar a nuestro prójimo como Cristo nos ha amado a nosotros, pues poseemos el mismo Espíritu de Él. Quien en lugar de dar testimonio de la Verdad y del Amor que proceden de Dios, se dedique a destruir a su prójimo, no podrá, con toda lealtad, decir que posee el Espíritu de Dios y que lo que realiza lo hace bajo la guía del mismo Espíritu Santo.

Los que nos reunimos para participar del Memorial del Misterio Pascual de Cristo, experimentamos el amor que Dios nos tiene. A pesar de nuestras miserias Él nos sigue amando y, una vez perdonados, derrama sobre nosotros su Espíritu, para que continuemos caminando como hijos suyos por este mundo hasta lograr, junto a Él, la vida eterna. Por medio del Bautismo hemos renacido como hijos de Dios y el Espíritu Santo, derramado en nuestros corazones, nos hace capaces de entrar en una auténtica relación personal con Dios. Por eso en esta Eucaristía venimos como hijos a sentarnos a la mesa del Señor, a escuchar su Palabra y a comprometernos en el trabajo constante por iniciar ya desde ahora su Reino entre nosotros. El Señor comparte su Pan de Vida eterna con nosotros; pero no sólo quiere alimentarnos; quiere que nosotros también sepamos alimentar a los demás compartiendo con ellos lo que poseemos para remediar sus males. La Eucaristía debe, por tanto, prolongarse en la vida diaria, convirtiéndonos a nosotros mismos en un don de amor a favor de todos que dé testimonio de la vida nueva que Dios nos ha concedido. Que el Espíritu Santo conduzca nuestra vida para que seamos un signo real del amor de Dios en medio del mundo, y para que, al final, podamos vivir eternamente en la Gloria de nuestro Dios y Padre.

Participando de la Vida y del Espíritu de Dios en nosotros debemos ser un signo de esa Vida y de ese Espíritu para que el mundo entero experimente el amor de Dios por medio de su Iglesia. Quien no sabe inclinarse ante los pobres y desgraciados para socorrerlos y levantarlos, y que en lugar de eso los sigue destruyendo, no pude decir que ha renacido de lo Alto. Cristo, al ser levantado en lo alto, se ha convertido en causa de salvación para todos. ¿Levantamos su Iglesia y con ella a la humanidad entera? Quien en lugar de levantar a los demás los hunde cada vez más en el dolor, en la pobreza, en la tristeza y los pone, sin esperanza, al borde del sepulcro, no puede decir que esté trabajando a favor de la resurrección sino de la muerte. Sólo quien levante en lo alto a su hermano sacándolo de sus maldades, miserias y pecados podrá decir que está siendo un instrumento del Espíritu Santo para atraer a todos hacia Cristo, que por nosotros bajó hasta nuestro propio pecado para levantarnos y sentarnos, junto con Él, en la Gloria que como a Hijo unigénito de Dios le pertenece.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de volver la mirada hacia Cristo para que, arrepentidos de nuestras maldades, podamos ser perdonados por Él y podamos, junto con El, ser glorificados eternamente a la diestra de su Padre Dios, que es también nuestro Dios y Padre. Amén.

www.homiliacatolica.com


21. ARCHIMADRID 2004

UNA PÁGINA MÁS

No soy amigo de las estadísticas, me es igual predicar para mil que para tres, no sé si este comentario lo leerán cinco o cinco mil, con que ayude a uno (al menos a mí) doy el trabajo por bien empleado. Lo que sí sé es que esta página que ahora estás leyendo va a engrosar los centenares de páginas, millones, que pueblan esta gran casa que es Internet. Se convierte en “unos y ceros” y en un dato más de sociólogos, informáticos, publicistas, curiosos, diseñadores y demás amigos de las cifras. Casa, ésta de Internet, en la que se pueden encontrar todo tipo de habitaciones: limpias, sucias, interesantes, pestiños, aburridas, bonitas, piadosas, diabólicas, horribles, científicas, útiles, intragables, etc. ... cada cual puede “colgar” lo que quiera lo que puede ser maravilloso o, en algunos casos, nefasto.
“Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos” le dice el Señor a Nicodemo en su conversación nocturna. Hoy todo el mundo habla, aunque no sepa. La pérdida del pudor no está sólo en las cuestiones referentes al cuerpo, debería pedirse también cierto pudor a mostrar la ignorancia, a vivir como si el mundo fuese un inmenso campamento naturista donde sacar a pasear las propias vergüenzas de la falta de formación o de simple información.
“De lo que hemos visto, damos testimonio.” Hoy todo el mundo opina, juzga, escribe, comenta pero casi ninguno es capaz de hacer algo, cambiar de vida, convertirse, para cambiar las situaciones de pecado. “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.”¡Cuánto se escribe y se comenta sobre la pobreza en la Iglesia! ¡Qué de páginas sobre el volver al espíritu de la “primera comunidad”!... hasta que se reciben los primeros dividendos de la editorial. ¡Cuánta ceguera e ignorancia!.
Pregúntate hoy: ¿Qué objeto te llevarías al cielo para gozar de él toda la eternidad sin que te aburriese?. ¿Por qué cosa estarías dispuesto a dar la vida o a quitársela alguien?. ¿Con cuántos euros podrían compensarte por no volver a ver a tu hijo, tu padre, tu esposa, a tu amigo?. Estoy convencido que no te has parado ni una milésima de segundo en contestar, tienes clarísimo que nada valdría más que Dios, que tu vida, que tus amigos. Date cuenta de lo “tontos” que son los bienes materiales: nos atrapan, nos parecen “indispensables” pero, si ponemos a su lado algo verdaderamente valioso, pierden su encanto, su atractivo, su poder de esclavizarnos.
“Así tiene que ser elevado el Hijo del hombre”, por encima de todas las riquezas materiales, de las cosas que te esclavizan, de los “bienes”, que muchas veces son males, porque te hacen perder la vida, Él es tu verdadero tesoro y con Él todos los redimidos por su sangre. ¿Ves cómo realmente no estás tan lejos de vivir por encima del materialismo?. ¿Notas cómo se acerca eso que te parecía un ideal inalcanzable?. Cuando vuelvas a leer sobre la pobreza de la Iglesia piensa en tu propia pobreza, porque eres Iglesia, y ahora que sabes que puedes vivirla: Vívela.
Tu madre la Virgen es pobre, su casa la Iglesia es pobre (aunque bien arreglada), pues nunca son para sí mismos sino para Dios y para toda la humanidad. Tú, si amas, también serás afortunadamente pobre.


22. Fray Nelson Martes 5 de Abril de 2005

Temas de las lecturas: Tenían un solo corazón y una sola alma * Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo.

1. ¿Un Cuadro Idealizado?
1.1 Empezamos hoy preguntando: ¿fueron las cosas tan bellas, tan perfectas, tan felices como lo presenta la primera lectura de hoy? ¿De veras fue posible alguna vez la convivencia humana en términos tan hermosos y tan fecundos? ¿Fue todo ello como un sueño realizado de ese comunismo que algunos estiman que existió en los orígenes de la humanidad misma?

1.2 Hay dos cosas, aparentemente contradictorias entre sí, de las que podemos estar seguros. Primera: el Evangelio tuvo un efecto maravilloso de transformación de aquellas gentes. No tengamos miedo de afirmar que hay poder en la gracia de Dios, y que ese poder derriba barreras y hace que el egoísmo se vea superado por la solidaridad y el odio pierda terreno ante la fuerza del perdón.

1.3 Pero hay un segundo aspecto: el mismo libro de los Hechos de los Apóstoles, que estamos escuchando en Pascua, muestra que las comunidades vivieron distintos momentos. Desde lo más "idílico" y bello hasta lo más prosaico y crudo. Es decir: no podemos desgajar este pasaje del conjunto de una obra que nos muestra también que hubo discusiones, desacuerdos, rivalidades y en fin todo aquello que acompaña nuestra fragilidad humana.

1.4 Y sin embargo, el recorrido mismo de la Palabra y de la obra del Espíritu Santo muestra que ni la fragilidad interior ni la persecución exterior logran detener la difusión maravillosa de la Buena Noticia. Guiados por ese mismo Espíritu y alimentados por esa misma Palabra, también nosotros tenemos un mensaje de gracia para el mundo.

2. Nacer de Nuevo
2.1 La semana pasada, la de la Octava, nos habíamos dedicado, como era lo más natural, a seguir con espiritual deleite los relatos de las primeras apariciones del Resucitado. A partir de esta semana y durante casi toda la Pascua escucharemos generosas porciones del evangelio según san Juan. Desde ayer hemos empezado con el diálogo de Jesús con Nicodemo, que ocupará esta segunda semana de Pascua, y luego vendrán otros textos, sobre todo de tono eucarístico y en preparación a la llegada del Espíritu Santo.

2.2 El diálogo con Nicodemo, si lo miramos bien, es sólo diálogo en su forma literaria, pero en realidad no pretende registrar, como si fuera con magnetófono, una conversación sucedida así como se cuenta. Hasta cierto punto, es más la puesta en escena de una enseñanza o de una serie de enseñanzas que quieren que nosotros como lectores y oyentes de la predicación podamos percibir la maravillosa novedad que llega con Jesucristo.

2.3 Esto no significa que Nicodemo no haya existido ni que no haya habido uno o más diálogos entre este personaje y Jesús; lo que estamos diciendo es que la estructura del escrito que nos ha llegado es más el resumen teológico del sentido o significado que Cristo podía tener delante de la enseñanza judía de aquella época. Y el propósito claramente es mostrar cómo con Jesús y sólo con Jesús se hace posible la vida nueva; con Jesús y sólo con Jesús llega al mundo la victoria sobre el pecado y el camino hacia la gloria del cielo.


23. 05 de Abril - 353. Primeros cristianos. Unidad

I. Entre los primeros cristianos brilla la actitud –nacida de la caridad- que busca siempre la concordia. La unidad de la Iglesia, manifestada desde sus mismos comienzos, es voluntad expresa de Cristo. Él nos habla de un solo pastor (Juan 10, 16), pone de relieve la unidad de un reino que no puede estar dividido (Mateo 12, 25), de un edificio que tiene un único cimiento... Esta unidad se fundamentó siempre en la profesión de una sola fe, en la práctica de un solo culto y en la adhesión profunda a la única autoridad jerárquica, constituida por el mismo Jesucristo. Los primeros fieles defendieron esta unidad llegando a afrontar persecuciones y el mismo martirio. La Iglesia ha impulsado constantemente a sus hijos que velen y rueguen por ella, pues todo reino dividido contra sí no permanecerá y toda ciudad o casa dividida contra sí no se mantendrá (Mateo 12, 25). Unidad con el Papa, unidad con los obispos, unidad con nuestros hermanos en la fe y con todos los hombres para atraerlos a la fe de Cristo.

II. A la unidad no se opone la variedad de caracteres, de razas, de lenguas, de modos de ser... Por eso la Iglesia puede ser católica, universal, y ser una y la misma en cualquier tiempo y lugar. Divide lo que separa de Cristo: el pecado, las faltas de caridad que aíslan de los demás y las faltas de obediencia a los pastores que Cristo ha constituido para regir la Iglesia. La unidad está estrechamente ligada a la lucha ascética personal por ser mejores, por estar más unidos a Cristo. La unidad de la Iglesia, cuyo principio vital es el Espíritu Santo, tiene como punto central a la Sagrada Eucaristía, “signo y vínculo de amor” (SAN AGUSTÍN, Tratado sobre el Evangelio de San Juan). Pidamos especialmente por la unidad de la Iglesia en la Santa Misa.

III. San Pablo enumera diversas virtudes para mantener el vínculo de la unidad en la Iglesia: humildad, mansedumbre, longanimidad. “El templo del Rey no está arruinado, ni agrietado, ni dividido; el cemento de las piedras vivas es la caridad” (SAN AGUSTÍN, Comentario sobre el salmo 44). La caridad une, la soberbia separa. La mejor caridad se dirige a fortalecer en la fe a los hermanos. Nosotros fortaleceremos en la fe a quienes flaquean, con el ejemplo, con la palabra y con nuestro trato siempre amable y acogedor: El hermano ayudado por su hermano es como una ciudad amurallada, enseña la Sagrada Escritura (Preces de laudes). Pidamos a nuestra Madre Santa María que seamos un solo corazón y una sola alma, “que nos ayude a ser “uno” para convertirnos en instrumentos de unidad entre los cristianos y entre todos los hombres” (JUAN PABLO II, Homilía)

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre