TIEMPO DE ADVIENTO

 

VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA

 

1.- Is 48, 17-19

1-1. MDTS/SENTIDO LBT/MANDAMIENTOS

-El destierro es para el pueblo una prueba de Dios, para que conozca sus caminos, para que vea a dónde le lleva su infidelidad. Todo pecado priva de la bendición divina. Por eso toda infidelidad exige el destierro, símbolo de la lejanía de Dios.

El mayor pecado del pueblo no fue quebrantar los mandamientos de Dios sino considerarlos inútiles en su vida. Prescindir de Dios y de su voluntad para convertirse en seres autónomos sin otra ley que su propio arbitrio. Por eso Dios se presenta, dolorido, ante ellos para hacerles comprender el verdadero sentido de los mandamientos que les dio. No fue para imponerles un yugo, para oprimirlos con carga pesada. Se los dio como señales de tráfico para que no se equivocaran en el camino que habían de seguir, para enseñarles y marcarles el verdadero camino, el camino de la paz, la justicia y la felicidad.

Preciosa concepción de la ley antigua, tan olvidada no sólo por los israelitas sino incluso por muchos cristianos de nuestros días.

El hombre, ciego por su autosuficiencia egoísta, sigue caminando al azar, haciendo su camino, despreciando las indicaciones de tráfico, sin percatar del gran peligro que corre de no llegar a la única meta a la que está destinado.


1-2. REDENTOR/GOEL

-Así habla el Señor, tu Redentor.

En nuestro lenguaje corriente, ese término «redención» evoca la idea de «rescate»: pagar en lugar de otro para rescatarlo.

Ciertamente, Jesús se puso en nuestro lugar y pagó duramente, nuestra justificación.

Pero de hecho, el término, de origen hebreo, tiene otro matiz «Yo, el Señor, soy tu redentor, tu 'goel'». En el derecho tribal primitivo había un «goel»: era el hombre encargado de «vengar la sangre», el responsable del honor de la tribu. De hecho la idea es pues la de «un amor de Dios que se ha comprometido en el destino de los hombres».

La idea principal no es la de un Dios que requiere sangre para aplacarse. Es la idea de un Dios que ama «apasionadamente la humanidad y se compromete totalmente para salvarla».

«¡Yo, el Señor, vengo a auxiliarte!» «Yo, el Señor, soy tu «goel», tu redentor!»

¡Qué misterio! Contemplo en Belén a Jesús encarnado, compartiendo totalmente nuestra condición humana, y muriendo en la cruz.

-Yo, el Señor tu Dios, te instruyo en lo que es provechoso y te marco el camino por donde debes ir.

Dios se ha comprometido en nuestra salvación.

Pero no nos reemplaza. Nos invita a "caminar", a aceptar la instrucción "provechosa", la que salva.

La enseñanza de Jesús, el Evangelio.

"Te doy una instrucción, una enseñanza" dice Jesús también.

¿Cómo es mi fidelidad en recibir y meditar esa enseñanza? ¿Cómo me esfuerzo en aumentar mi cultura religiosa? ¿Y en ser fiel a la oración?

-Si hubieras estado atento a mis mandatos...

«Atento»...

Es una cualidad esencial a la oración... y a toda la vida del hombre. Haznos atentos, Señor.

Jesús hablaba a menudo de vigilancia: «velad y orad» ¡Tan a menudo vivo como adormilado, dejándome llevar!

«Os doy un mandamiento nuevo: ¡que os améis los unos a los otros!»

¡Estar atentos a amar! ¡No dejar pasar las ocasiones de amar!

-...Tu paz sería como un río.

El que se deja "guiar" por Dios, el que escucha la «enseñanza provechosa», el que está «atento a amar», ¡está lleno de paz! ¡Un río!

Evoco esa imagen...

-...Tu dicha y tu justicia serían como las olas del mar. ...Tu posteridad sería como la arena del mar, y tus hijos tantos como los granos de arena.

Repetición de la promesa hecha a Abraham.

A pesar de todos nuestros rechazos, de todas nuestras faltas de amor, Dios quiere nuestra felicidad, nuestra «justicia» nuestra «rectitud», nuestra «santidad»... ¡vasta y potente como las olas del mar! Y Dios quiere que nuestra vida sea fecunda, que «nuestros talentos rindan el céntuplo»... ¡como los granos de arena de las riberas! Una sola condición: estar atento a tus mandatos, Señor.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 28 s.


2.- Mt 11, 16-19

2-1.

La parábola tiene su punto de apoyo en el mundo infantil. Entre los niños ocurre con frecuencia no ponerse de acuerdo en sus juegos. Unos quieren jugar a una cosa, otros a otra. El capricho y la terquedad de los niños en sus juegos es el punto esencial de referencia en la parábola. Inmediatamente se pasa a la aplicación de la misma: así es esta generación. Y cuando Jesús utiliza la palabra "generación" lo hace ordinariamente en sentido peyorativo de censura descorazonada, de reprensión infructuosa e inútil (12, 39-42; 23, 36; Mc 8, 12-38). Si fuésemos a precisar todavía más el sentido de la parábola tendríamos que recurrir a otros lugares del evangelio donde la generación lleva el calificativo de "mala y adúltera" (infiel a la palabra de Dios y sus exigencias).

Jesús retrata en la parábola al pueblo judío que le ha negado la fe. Y de modo especial a los dirigentes cualificados del pueblo, a los especia- listas cualificados de la ley. Ellos son los más directamente responsables. De la parábola pudiera deducirse la conclusión siguiente: unos que quieren y otros que no quieren jugar. ¿Tiene cada uno de estos grupos un significado especial en la aplicación doctrinal de la parábola? No lo creemos. Se trata, más bien, de rasgos parabólicos que se hallan en función de la enseñanza.

"Os hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos tocado cantos fúnebres y no os habéis entristecido". ¿Tenemos en estas palabras el retrato del Bautista, que incitaba a la penitencia, y el de Jesús, que invitaba a la alegría? El Maestro alude al Precursor y al Hijo del hombre para poner de relieve el capricho de aquel pueblo. El sentido de la parábola es claro: los judíos siempre rechazan la palabra de Dios, en cualquier forma que les haya sido propuesta. Su comportamiento no es el de héroes sino el de niños tercos y caprichosos. Sentados (v. 11) en el comodín de una religión desfigurada por ellos, y por lo mismo inauténtica, se sentían felices diezmando el anís, la menta y el comino y descuidaban, cobijados bajo el manto de su religiosidad oficial, lo fundamental de la ley: la justicia, la misericordia, la fe.

Sentados en la plaza criticaban la actitud de todos los enviados de Dios: todos aquéllos que no entren por sus caminos y se ajusten a sus planes están lejos del camino de la salvación, incluso el mismo Jesús.

Son ellos, los dirigentes del pueblo, los que viven sentados como señores en la plaza y se arrogan el derecho de elegir las piezas que deben tocarse. Por encima de todos debe prevalecer su criterio, su plusvalía, su capricho. Y al no querer obedecer nunca, quedan excluidos del camino de la salud. Porque nuestra vida fundamentalmente es obediencia. La obediencia de la fe.

D/SABIDURIA: Al final de la parábola añade Jesús esta sentencia: "la Sabiduría se acredita por sus obras". Cuando se habla de la sabiduría en el mundo griego, y también en nuestro mundo, se piensa sencillamente en la ciencia. El mundo de la Biblia piensa de manera distinta.

La sabiduría, sin calificativo alguno, es la sabiduría de Dios.

Con ella se hace referencia al plan de Dios sobre el mundo y su ejecución a través de los hombres elegidos por él para lograrlo.

Este proverbio afirma, por consiguiente, que tanto el Bautista como Jesús son agentes eminentes en la realización del plan de Dios. Su conducta puede parecer equivocada y ser juzgada como tal por los dirigentes del pueblo judío, pero sus obras demuestran que están en la línea de la verdad y que, por tanto, los equivocados son ellos. Por otra parte sabemos -y lo repite frecuentemente el Nuevo Testamento- que Jesús es la sabiduría de Dios. La obra salvadora que llevó a cabo en el mundo demuestra que aquéllos que le rechazaron no tenían razón.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1002


2-2. SEGUIMIENTO/EXCUSAS

Después del juicio sobre el Bautista (su excepcional grandeza hace resaltar aún más la grandeza de ser discípulo de Jesús), un juicio "sobre esta generación" (11,16-19). Como de costumbre, Jesús recurre a una comparación. Dos grupos de niños, dispuestos en fila en la plaza uno enfrente de otro, deciden jugar a los funerales. Pero cuando el primer grupo comienza las lamentaciones, el otro ni se mueve; ha perdido todo el interés por el juego. Es demasiado triste, dicen. Entonces se cambia y comienza de nuevo; se juega a bodas. Pero tampoco esta vez se mueve el segundo grupo: el juego es demasiado alegre. Jesús reprocha a los hombres de esta generación ser como niños caprichosos; no saben lo que quieren; o mejor, lo saben muy bien; quieren que se les deje en paz. Se podría titular así la parábola: las excusas de quien no quiere decidirse. Para el que no quiere decidirse siempre hay excusas al alcance de la mano. Se rechaza una actitud, lo mismo que la contraria; se critica una propuesta, y luego otra; es la prueba de la falta de sinceridad. Hoy diríamos "falta de voluntad política".

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 119


2-3.

"¿A quién se parece... y no habéis llorado?"

Así ve Jesús a la gente de su tiempo y a nosotros. NIños que no saben lo que quieren. Que nos dejamos llevar solamente de nuestro capricho, de nuestra voluntad propia, sin dar importancia a lo que en realidad vale para la vida eterna.

Cristo es el "camino, la verdad y la vida". Quien le sigue no andará en tinieblas. Que sea su ley, su voluntad, nuestro gozo y nos asemejaremos al "árbol plantado al borde de la acequia", "nuestra paz será como un río y nuestro fruto, abundante como la arena del mar".

El profeta echa en cara al pueblo su infidelidad y le dice bien claro lo que se ha perdido por no ser fiel al amor de Dios.

En este texto de Mateo, es Cristo mismo quien como el profeta en la anterior lectura de Isaías, echa en cara a los de su generación que no tienen la suficiente madurez para creer y ser de verdad fieles: sois como críos, les dice. Viene el Bautista con su austeridad y le acusan de extraño endemoniado; viene Cristo con su sencillez, se sienta a compartir la vida y la comida de los hombres, y le dicen que es un pinta y un comilón cualquiera. Venga quien venga, haga lo que haga, diga lo que diga, donde no hay sensibilidad, ni honradez, ni capacidad de creer y amar, habrá siempre salidas infantiles y excusas para no creer.

Sufrimos hoy en el mundo y en la Iglesia una de esas crisis de inmadurez que nos hace hablar y obrar en todo como críos; la ingenuidad infantil en unos, la pataleta en otros... y en todo y para todos la crítica, la acusación y el insulto.

MADUREZ/ADULTO: JUICIO/CRITICA: ¿De quién hablamos bien hoy? ¿Quién nos merece respeto y admiración? ¿Quién nos mueve a creer y a obrar, a echar una mano, a colaborar? El papa mal, los obispos mal, los curas mal, los seglares mal... ¿y el mal que está dentro de nosotros? La madurez se manifiesta en la sencillez, en el respeto a los demás, a quienes se les toma en serio. Ser capaces de admirar más que de despreciar. Ser más adultos y menos críos. Y sentirse plenamente responsable.

-"Madrecita mía ¿es verdad que todos ante todos, por todos, somos culpables?

-No saben las criaturas eso, que si lo supieran, desde ahora empezaría el Paraíso". (Dostoievski)

¿De qué sirve acusar a los individuos?


2-4.

-Jesús declara a las gentes: "¿a quién compararé esta raza de hombres? es semejante a los muchachos sentados en la plaza que interpelando a otros..."

Escena llena de vivacidad, observada por Jesús y hoy también observable por nosotros.

Seguramente Jesús alguna vez debió pararse a mirar.

Grupos de muchachos jugando en la calle.

-Os hemos entonado cantares alegres y no habéis bailado; cantares lúgubres y no habéis llorado.

Sí, he ahí cómo ve Jesús a las gentes de su tiempo. Esta "generación caprichosa e inestable que no sabe lo que quiere: son niños que juegan a "la boda"... y luego al "entierro".

Una de las bandas debuta con un canto alegre, pero a los otros no les hace gracia.

Entonces comienza un canto triste, ¡pero la cosa tampoco marcha! Entre los niños, esto suele ser sólo un capricho pasajero, que no tiene consecuencias. Pero para los adultos del tiempo de Jesús -¿y del nuestro?-, no se trata ya de un juego... sino de su vida eterna!

"Esto no es serio" parece decir Jesús ¿No somos quizá también nosotros gente caprichosa? ¿Tenemos el sentido de nuestras responsabilidades? ¿Somos adultos? ¿capaces de perseverar? En este tiempo de Adviento ¿"mantenemos" las resoluciones tomadas? o bien ¿nos dejamos llevar por deseos caprichosos del momento? ¿Hemos conseguido una cierta firmeza en nuestras decisiones? o bien ¿capitulamos dando paso a posturas infantiles, pasajeras?

-Porque vino Juan que casi no come, ni bebe, y dicen: Es un loco. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen " ¡Es un glotón y un bebedor, amigo de publicanos y de pecadores!

Sí, los contemporáneos de Jesús no han sabido leer los signos de los tiempos. Juan Bautista vivía como un asceta, llevando una vida rigurosa y penitente, con ayuno y abstención de alcohol: predicaba así la conversión: "haced penitencia"... En general, no se le escuchó. Su actitud no gustaba. Jesús en cambio, vive como un hombre corriente; come normalmente, bebe vino: predica el "festín mesiánico"... la era nueva del gozo con Dios. . . ¡y se le acusa de ser "un glotón y un bebedor"! ¡Se le acusa de ser "un amigo de los pecadores"! Gracias, Señor Jesús, por permitir que te hicieran esta acusación. Gracias de haber venido a inaugurar el tiempo de la alegría, de habernos venido a ofrecer tu amistad a nosotros, que somos pecadores. Amigo de los pecadores... Amigo de los pecadores... Gracias.

Juan Bautista es un hombre de penitencia y se lo reprochan.

Jesús es hombre de apertura, se lo reprochan también.

¡Cuán hábil es la humanidad para rehusar las llamadas de Dios! Encontramos siempre buenas razones para quedarnos con nuestra testarudez infantil. Sánanos, Señor, de nuestras ligerezas. Haz que tomemos en serio lo que Tú nos propones.

-Pero, la sabiduría de Dios se revela "justa" a través de lo que hace.

Señor, enséñanos a juzgar "justo", juzgando "según tu sabiduría divina". Finalmente, Juan Bautista y Jesús eran ambos igualmente necesarios a la humanidad: a uno encargó Dios el invitar a la austeridad y a la penitencia... al otro encargó Dios el aportarnos la alegría da Reino... El tiempo de Adviento y de Navidad comporta esos dos aspectos.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 28 s.


2-5.

1. Jesús echará en cara a su generación que no reciben a los enviados de Dios, ni al Bautista ni a Jesús mismo.

Ya en la primera lectura el profeta se lamenta con tristeza de que el pueblo era rebelde y no había querido obedecer a Dios. No eligió el camino del bien, sino el del propio capricho.

Y así le fue. Si hubiera sido fiel a Dios, hubiera gozado de bienes abundantes, que el profeta describe con un lenguaje cósmico lleno de poesía: la paz sería como un río, la justicia rebosante como las olas del mar, los hijos abundantes como la arena. Si Israel hubiera seguido los caminos de Dios, no habría tenido que experimentar las calamidades del destierro.

El tono de lamento se convierte en el salmo en una reflexión sapiencial: «el que te sigue, Señor, tendrá la vida de la vida». «Dichoso el hombre para el que su gozo es la ley del Señor. Será como árbol plantado al borde de la acequia», lleno de frutos. «Porque el camino de los impíos acaba mal».

2. Tampoco hicieron caso al Bautista muchos de sus contemporáneos, ni al mismo Jesús, que acreditaba sobradamente que era el Enviado de Dios.

«Vino al mundo y los suyos no le recibieron».

Esta vez la queja está en labios de Jesús, con la gráfica comparación de los juegos y la música en la plaza. Un grupo de niños invita a otro a bailar con música alegre, y los otros no quieren. Les cambian entonces la música, y ponen una triste, pero tampoco. En el fondo, es que no aceptan al otro grupo, por el motivo que fuera. Tal vez por mero capricho o tozudez.

La aplicación de Jesús es clara. El Bautista, con su estilo austero de vida, es rechazado por muchos: tiene un demonio, es demasiado exigente, debe ser un fanático. Viene Jesús, que es mucho más humano, que come y bebe, que es capaz de amistad, pero también le rechazan: «es un comilón y un borracho». En el fondo, no quieren cambiar. Se encuentran bien como están, y hay que desprestigiar como sea al profeta de turno, para no tener que hacer caso a su mensaje. De Jesús, lo que sabe mal a los fariseos es que es «amigo de publicanos y pecadores», que ha hecho una clara opción preferencial por los pobres y los débiles, los llamados pecadores, que han sido marginados por la sociedad. La queja la repetirá Jesús más tarde: Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos, y no quisiste.

3. a) ¿Cuál será la excusa de nuestra negativa. si no nos decidimos a entrar en el Adviento Y a vivir la Navidad?

El retrato de muchos cristianos que no se toman en serio a Cristo Jesús en sus vidas puede ser en parte el mismo que el de las clases dirigentes de Israel, al no aceptar a Juan ni a Jesús: terquedad, obstinación y seguramente también infantilismo e inmadurez.

Hay personas insatisfechas crónicas, que se refugian en su crítica, o ven sólo lo malo en la historia y en las personas, y siempre se están quejando. Esta actitud les resulta, tal vez sin pensarlo explícitamente, la mejor excusa para su voluntad de no cambiar. Este papa no les convence porque es polaco. El anterior, porque era italiano. A aquél porque dudaba, a éste porque no duda.

Y así con muchas otras personas o campañas o tareas. Nos cuesta comprometernos. Y es que si tomamos en serio a Cristo, y a su Iglesia, y los dones de su gracia, eso cambia nuestra vida, y se ponen en juicio nuestros criterios, y se nos coloca ante la alternativa del seguimiento del Evangelio de Cristo o del de este mundo.

b) ¿Cuántos Advientos hemos vivido ya en nuestra historia? ¿De veras acogemos al Señor que viene? Cada año se nos invita a una opción: dejar entrar a Dios en nuestra vida, con todas las consecuencias. Pero nos resulta más cómodo disimular y dejar pasar el tiempo.

En vez de decir o cantar tantas veces el «ven, Señor Jesús», podríamos decir con sinceridad este año: «voy, Señor Jesús».

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 45-47


2-6.

Is 48,17-19. El Señor nos muestra el camino para el bien.

Salmo: 1,1-2-4.6. Si seguimos los camino del Señor, Él nos protegerá.

Mt 11,16-19. A Juan no lo aceptan los que se sintieron criticados por él.

El texto de Isaías que trae la liturgia de Dios forma parte de la Misión de Ciro, prefigura del Mesías. Dios enseña a su pueblo por medio de las experiencias vividas a lo largo de su historia. Si ellos hubieran atendido las enseñanzas del Señor, no hubieran vivido los sufrimientos del destierro, porque la justicia engendra la paz, y rechaza toda opresión.

Pero, hay muchas personas que no acogen las propuestas del Reino, y más aún, cuestionan a quienes las viven o las predican. Por eso Jesús critica fuertemente a quienes no aceptaron a Juan ni lo aceptan a él, en otras palabras a los violentos que llaman a Juan loco porque anuncia el Reinado de Dios que exige cambio de actitudes. Y no aceptan a Jesús porque rompe los esquemas religiosos y tradicionales del judaísmo, aceptando a los pecadores, a los recaudadores de impuestos y a las mujeres. Los difaman para querer justificar sus críticas a quienes los cuestionan y así pretenden encubrir los verdaderos motivos de la oposición a Juan y Jesús.

Pero para un hombre de buena voluntad, los criterios para juzgarlos deben sustentarse en las obras, que en este caso es la realización completa del plan de Dios. ¿Puede hacernos Jesús hoy ese mismo cuestionamiento?

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-7.

Is 48, 17-19: La fidelidad al Señor es la prosperidad de los seres humanos

Mt 11, 16-19: Ni lo uno ni lo otro

La gente tiende a hacerse una imagen demasiado rígida de sus líderes, gobernantes y pastores. Esas imágenes estereotipadas se imponen en la mentalidad como las auténticas o las originales. A esto se enfrentó Jesús.

Jesús era reconocido por sus paisanos como un profeta. Pero había muchas cosas en él que no encajaban con la imagen típica que el pueblo había creado. Jesús se mostraba demasiado libre frente a la Ley. La infringía para favorecer a las personas enfermas, endemoniadas y abatidas. Respecto a las tradiciones más sagradas se mostraba crítico, y a veces demoledor. Por eso, sustraía a las profecías todos aquellos presagios de venganza e ira divina (Lc 4, 16). Su permanente presencia entre descreídos -hoy diríamos ateos-, gente de mala reputación y en ocasiones sorprendentes como fiestas, banquetes y labores cotidianas, definitivamente contradecían la imagen tradicional del profeta.

El modo de vivir de Jesús, tal como lo describe el evangelio, provocó no pocos escándalos y fuertes críticas. Por eso, lo tildaron de "comilón, borracho y amigo de gentuza", títulos que no le iban bien a la imagen de profeta y Maestro que la multitud le adjudicaba. Pero, esa situación no era nueva respecto a Juan, quien era tenido por "endemoniado" o "loco". Por esta razón Jesús, cada vez que escuchaba críticas ponía al descubierto la falsedad de sus opositores: critican a un hombre austero y radical como Juan y critican a un hombre tan generoso y festivo como Jesús. Total: lo que ellos quieren es que no haya profetas entre el pueblo. Porque, se portan como niños necios que no sufren con la música fúnebre ni gozan con la música festiva.

Hoy sufrimos una situación parecida. Nos disgustamos con aquellos que nos advierten de los peligros de seguir con un modo de producción industrializado que asola al planeta y pone toda la vida en peligro. Pero, nos sentimos disgustados con aquellos que defienden y proclaman la irreductible utopía de un mundo mejor y más justo. No aceptamos las grandes propuestas, los «macrorrelatos», y nos fastidian los que quieren defender el entorno natural. Total, nos portamos como «niños necios», únicamente atentos al instante actual, sin preocuparnos a fondo por el futuro de la humanidad.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-8.

Is 48,17-19: Si hubieras estado atento a mis leyes, te habría inundado la dicha .

Mt 11,16-19: Jesús reprocha la incredulidad de sus contemporáneos.

El texto de Isaías de hoy puede ser leído de muchas maneras. Algunos podrán afirmar que el modo de concebir la suerte histórica que corrió Israel corresponde a una mentalidad religiosa de tipo primitivo, que consideraba a Dios como el causante de males y de bienes del pueblo. Sumamos a esto las cantidad de lecturas que hace Israel de su pasado y el modo de considerar sus opresiones como castigos de sus pecados e infidelidades. Es cierto, esta mentalidad religiosa hoy no puede sostenerse, al menos de esta manera. Los antiguos no tenían lo que hoy nosotros llamamos distinción entre "mundo sagrado" y "autonomía del mundo profano".

Otra lectura puede considerar actual ese modo de pensar, y afirmar que el mal (o males) que nos aquejan son producto del alejamiento del mundo con respecto a Dios; "secularismo", lo llaman muchos sectores religiosos. Esta postura sostiene que para remediar a esta sociedad enferma hay que volver a Dios, a la vida religiosa.

En estos tiempos posmodernos hablar de religión, de presencia de Dios en la historia ya es demasiado, pero además, hablar de Dios causante de males es escandaloso, y mucho más afirmar que es necesario volver a Dios para que los hombres y mujeres vivan de acuerdo a una conciencia moral.

Sin embargo es necesario actualizar esta palabra dicha hoy en el contexto de un Continente plagado de pecado, Continente en el que el pecado se ha instalado en las mismas estructuras transformándolas en destructoras de la misma dignidad humana; es necesario volver a actualizar este texto en este Continente que se hace llamar cristiano (¡y católico!) y que en nombre de las tradiciones culturales occidentales y cristianas mata niños, desprotege ancianos, viola a sus mujeres, desemplea a sus hijos e hijas.

Es cierto, no podemos decir, del mismo modo que lo decía Isaías, que estamos mal porque hemos pecado. ¿Pero estamos seguros de que no lo podemos decir así? ¿No es cierto que los males que sufrimos es porque muchos oprimen y desgastan al pueblo? ¿No es cierto que la desocupación es fruto de un plan malévolo y demoníaco de los gobernantes de este mundo que prefieren excluir a muchos para que sobrevivan unos pocos? ¿No es cierto que respiramos aire impuro y bebemos aguas contaminadas por la ambición de muchos que poco les importa el presente y el futuro de nuestro hogar? ¿No es cierto que nuestros niños viven en las calles de las grandes ciudades prostituyéndose porque el sistema los ha condenado a vivir así? ¿No es cierto que los cristianos dejamos que estas cosas pasen muchas veces escondiéndonos en nuestras iglesias y sacristías? ¿No es cierto que sobran documentos eclesiales sobre el mal de la pobreza y faltan gestos de solidaridad desde la cabeza hasta todos sus miembros? Y seguimos la lista...

Así, la vida mal vivida es obra de los hombres y mujeres que ya no distinguen el mal del bien. Y podemos volver a leer a Isaías diciendo: "Debemos volver al camino de Dios y del hombre, debemos volver a conocer el dolor para arrepentirnos del pecado contra el hermano y la hermana. Debemos estar atentos a nuestra buena conciencia que nos alerta sobre nuestras acciones. Debemos volver los ojos al pobre para saber cuál es la ley que lleva a la Vida."

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-9. CLARETIANOS 2002

Continúa esta segunda semana de Adviento alternando los mejores poemas del amor-ternura de Dios, con el reproche a nuestra incredulidad y a nuestro empeño en encontrar la Luz volviéndonos de espaldas a ella. ¿Quién podría quejarse de no llegar a su destino si se obstinase en caminar en sentido contrario? Pues esto, que parece tan absurdo, es, muchas veces, la vida del hombre sobre la tierra. Inundado de luz, gozando del don de la vida, se ciega en el intento de buscar agua en otros pozos. Bebe de otras fuentes y se lamenta de su sed insatisfecha cuando tiene, al alcance de sus labios, "el agua que salta hasta la vida eterna".

"Si hubieras atendido a mis mandatos, dice el Señor por boca de Isaías, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar..." Y añade el salmo: "Dichoso el hombre cuyo gozo es la ley del Señor..." Y no está de más recordar que el mandato del Señor no es complicado, que seguirle no es difícil, que toda la ley se resume en dos preceptos que mutuamente se implican y complementan.

En esta misma línea, el Evangelio alude a una situación humana muy corriente, que a veces hemos sufrido en nuestra propia carne... y otras hemos hecho sufrir: el descontento. Tenemos una increíble capacidad para descubrir mal donde no lo hay, para oscurecer el bien que se nos brinda y, quizá lo peor, para atribuir intenciones a quienes, tal vez, sólo buscan regalarnos lo mejor de sí mismos. Vale la pena que leamos juntos el último párrafo de este texto evangélico: "vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: tiene un demonio. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Creo que la lección de Jesús, en estas breves frases, es doble: no juzguemos nunca, sólo a Dios pertenece el juzgar y, por otra parte, no dejemos que el parecer de otros paralice el cumplimiento de nuestra misión. Al cabo, "los hechos dan razón a la Sabiduría de Dios".

Vuestra hermana en la fe,
Olga Elisa Molina (olgamolicapo@yahoo.es)


2-10. 2001

COMENTARIO 1

Jesús sigue hablando a las multitudes, y va a hacer una dura crítica de los que no aceptaron a Juan ni lo aceptan a él. No critica a la multitud que lo escucha, pues va a referirse a terceras personas (vv. 18s: dijeron, dicen). De ahí la traducción «esa clase de gente».

En este texto, al igual que en otros, no se refiere Jesús a sus contemporáneos en general (sentido cronológico), sino a aquellos que no aceptaron a Juan ni lo aceptan a él (sentido ético, cf. 11, 18s), es decir, a los «violentos» del v. 12. El pueblo, de hecho, había aceptado la predicación del Bautista (3,5s), seguía a Jesús (4,25; 8,1.18.22), y Jesús sentía por él enorme conmiseración (9,36).

No han aceptado la austeridad de Juan ni aceptan la vida de Jesús, que no practica la ascesis (18s). Todo es para ellos motivo de crítica. Tomando pretexto de su austeridad de vida, llaman a Juan «loco»; quieren neutralizar la proclamación que anuncia el reinado de Dios y exige la enmienda, provocando un alejamiento de la institución judía centrada en Jerusalén (3,5). El pueblo busca a Dios en el profeta del desierto, no en su propia institución reli­giosa (3,5). Lo que rechazan en Jesús es su ruptura con los moldes de la cultura judía (9,14-17) y su aceptación de los recaudadores y pecadores en el reino de Dios, rompiendo los esquemas religiosos. Quieren desacreditarlo. Toman pretexto de su vida no ascética para ridiculizar su comportamiento («un comilón y un borracho») e in­tentan difamarlo por tratar con gente despreciada («amigo de recaudadores y pecadores»). La campaña difamatoria intenta cubrir los verdaderos motivos de la oposición a Juan y a Jesús.

En el v. 19, Jesús se designa como «el Hombre», expresión de profundo contenido teológico. «El Hombre» acabado, el portador del Espíritu de Dios, no se sale de la sociedad como Juan para llevar una vida peculiar. Siendo «el Hombre» la cima de lo hu­mano, no se avergüenza de ser hombre y asumir lo que es común a todo hombre. Con esto rechaza Jesús que la praxis ascética sig­nifique una ascensión en la perfección humana. La pobreza que él propone y practica no significa privación voluntaria de lo necesario.

La sabiduría de que habla Jesús se refiere, sin duda, al plan de Dios. El lo va actualizando con «las obras del Mesías» que provocaron la pregunta de Juan Bautista (11,2), es decir, con la libe­ración del pueblo, la supresión de su estrechez nacionalista, la curación de sus deficiencias. A la campaña difamatoria de sus ene­migos (cf. 5,11) opone Jesús los hechos de su actividad. Para todo hombre de buena voluntad, son éstos el criterio de juicio.


COMENTARIO 2

El pasaje de Mateo que acabamos de leer, también es una especie de reproche a nuestra falta de coherencia, un reproche parecido al que hace Dios a Israel en el pasado y a nosotros hoy. Nos parecemos a la canción infantil que oyó Jesús cantar en alguna de las calles polvorientas de Nazaret o de Cafarnaum: "¡tocamos la flauta y ustedes no bailan, cantamos canciones tristes y ustedes no lloran!". No aceptamos la predicación penitencial de Juan Bautista, su llamado a la conversión, porque nos parece demasiado severo. Pero tampoco acogemos la gozosa noticia de la salvación que trae Cristo, porque nos compromete a servir y amar en alegría y desprendimiento. Y para eso somos demasiado egoístas, pensamos mucho en nosotros mismos, en nuestra privacidad y nuestro orgullo. Eso de seguir a Jesús resulta demasiado igualitario y gratuito. Pero ahí está la sabiduría divina manifestándose en los hechos. Donde ponemos un poco de amor y desprendimiento, algo de solidaridad y de respeto, florece la vida, renacen las sonrisas, encontramos hermanos. Donde hay egoísmo e indiferencia proliferan los males, el dolor y la muerte.

En este Adviento de preparación para celebrar el nacimiento de Jesús, dejémonos tocar un poco por la predicación penitencial de Juan, revisémonos un poco a ver si no hay algunos males que extirpar de nuestras vidas. Y dejémonos arrastrar por la corriente de amor y calurosa simpatía que siente Jesús por toda clase de personas, sobre todo por los pobres, humildes y pequeños. Terminaremos cantando alegremente al descubrir el amor y el servicio.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


2-11. 2002

En Mt 11,16 Jesús está dirigiéndose a las multitudes pero su enseñanza se refiere a otras personas a las que engloba bajo el título de "esta generación". Para comprender el sentido de sus palabras es necesario situar adecuadamente el significado de esta expresión.

Con ella se puede señalar, en primer lugar, un sentido temporal: un período de tiempo y como consecuencia todos los que viven ese determinado espacio temporal. Pero, también puede tener un sentido que califica un modo de comportamiento. En este último sentido predomina el matiz peyorativo tomado del libro del Deuteronomio (cf. Dt 1,35) para indicar a los israelitas pecadores del desierto que no fueron hallados dignos de entrar en posesión de la tierra.

Jesús usa esta fórmula en este último sentido para pronunciar su condena no sobre el pueblo en general sino sobre aquellos que no aceptan el llamado de Dios, hecho de formas diversas a lo largo de la historia.

Este rechazo hace que se asemejen a niños caprichosos que no aceptan ninguno de los juegos propuestos por sus compañeros. La invitación de estos no es aceptada a pesar de englobar posibilidades distintas y hasta contrarias.

Igualmente la invitación de Dios ha asumido formas distintas en la actividad de Juan y en la de Jesús y, sin embargo, la respuesta encontrada ha sido siempre la oposición por medio del desprestigio de ambos enviados.

La austeridad de Juan ha encontrado la misma acogida que la práctica de Jesús. Sus adversarios reaccionan contra la vida ascética de Juan arrojando sobre él, para desprestigiarlo, el calificativo de "loco" o poseído por el demonio. El mismo descrédito, aunque con un calificativo distinto, de difunde en torno a Jesús a causa de una práctica diametralmente opuesta a la de Juan. Se cuestiona su comportamiento que no tiene suficiente cuidado de las prácticas religiosas: "un comilón y un borracho" y se cuestiona también su acercamiento a gente considerada despreciable: "amigo de publicanos y pecadores".

Ni una práctica dirigida a preparar el Reino por la penitencia ni el anuncio gozoso de la presencia del Reino encuentran acogida en esos adversarios. Esta irresponsabilidad de los dirigentes religiosos manifiesta su despreocupación por los intereses de Dios en la historia de su pueblo.

Sin embargo, ese ámbito de rechazo no anula el designio salvífico de Dios. Este, entendido como Sabiduría de Dios se ha hecho presente en la obras realizadas por Jesús. Solamente a partir de estas puede darse adecuada respuesta a la pregunta sobre el enviado divino (cf. Mt 11,2). La naturaleza de las obras de Jesús hace patente su carácter mesiánico. Ellas son capaces de triunfar sobre la campaña de difamación de sus enemigos.

Buena voluntad y apertura para recibir el mensaje de Dios se convierten en el criterio decisivo que hace posible interpretar correctamente el sentido de la práctica de Jesús. Sin esas actitudes toda acción salvadora será malinterpretada y se buscará anular su eficacia.

La ofuscación de la dirigencia religiosa israelita del tiempo de Jesús continúa a lo largo de la historia. De allí la necesidad de no reproducir los mismos mecanismos de rechazo en el interior de la misma comunidad de discípulos. Aprender de la sabiduría de Dios es el único camino que conduce a la salvación.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


2-12. DOMINICOS 2003

Ojalá escuchases la voz de Dios

Hoy la lectura continuada del profeta Isaías avanza hacia el capítulo 48. En este capítulo el profeta va alternando, para nuestro bien, oráculos que son recriminaciones contra la maldad con otros oráculos que son augurios de salvación.

Las recriminaciones van dirigidas a un pueblo cuya cerviz es como “una barra de hierro” y cuyos ojos se protejen con  “placa de bronce” (v.4) para no ver la luz, la verdad. ¡Tan  grande es su insensibilidad e infidelidad!

Y los augurios de salvación vienen de parte del buen Dios. Éste siempre está dispuesto a alargar su mano generosa y a pronunciar palabras de misericordia y perdón a cuantos acuden, convertidos, a su bondadoso corazón,.

Nosotros, en la oración, imploremos el perdón para los ‘recriminados’, y agradezcamos la bondad que embellece el alma de todos los ‘salvados’:

Señor, Tú nos ha dicho con verdad:

El que no abre su mente y corazón a la Palabra, a la Luz, al Amor, y el que se obstina en regular su vida con criterios de interés terreno (económico, de poder, de dominio, de autosuficiencia, de placer hedonista, de consumo con adicción funesta), nunca encontrarán a Dios; nunca apreciarán el reino de la justicia y la paz; nunca se derramarán en oblación por los demás; nunca experimentarán mi presencia en su vida.

Como esa es nuestra desdicha, envía sobre nosotros en este Adviento la fuerza, el rayo de tu Espíritu Santo, y transfórmanos en auténticos discípulos de Jesús y amigos de los hombres. Amén.

 

La luz de la Palabra de Dios

Isaías 48, 17-19:

 “Así habla el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: Yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien y te pongo en el camino que debes seguir. ¡Ah, si hubieras atendido ya a mis mandatos!  Tu paz sería como un río, y tu justicia como las olas del mar; tu progenie sería como arena de la playa, los vástagos de tus entrañas serían como granos, y tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí”

Evangelio según san Mateo 11, 16-19:

 “Un día preguntó Jesús a la gente: ¿a quién compararé yo esta generación? Y él mismo respondió: se parece a los niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros: ‘os hemos tocado la flauta y no habéis bailado; hemos cantado endechas y no habéis hecho duelo’.

En efecto, vino Juan que no comía ni bebía, y decían: está endemoniado. Vino este Hijo de hombre, que come y bebe, y dicen: ‘mirad qué comilón y bebedor, amigo de recaudadores y pecadores’.

Pero, atención, la sensatez se acredita por sus efectos”.

 

Reflexión para este día

¡Si me hicierais caso, qué bien os iría!

El fragmento elegido por la Liturgia en su primera lectura pertenece al párrafo en que Yhavé dice a sus elegidos que Él es maestro y guía, y que lamenta mucho la desviación de sus preceptos, pues la infidelidad llama al castigo y a serias correcciones. Reparemos y agradezcamos la imagen de Dios que describen los labios del profeta: Dios es el maestro que enseña el camino de la verdad y del bien y se goza en quienes lo recorren con amor.

Si todos le siguiéramos de corazón, viviendo bajo la claridad de su luz, a todos nos inundaría la paz interior personal, y desde esa paz nos estimularíamos todos mutuamente en la búsqueda de felicidad.

Aún más; si viviéramos en ese espíritu, nuestra descendencia –en hijos, discípulos, hermanos, amigos-  se multiplicaría como las arenas del mar.

¡Si me hicierais caso a mi, vuestro Dios, qué bien os iría! Pero no haremos caso, y seguiremos mereciendo la recriminación de Jesús en su Evangelio: niños caprichosos, tornadizos, inconscientes, ¿cuándo recapacitaréis y emprenderéis –sin retorno- el camino de la Verdad?


2-13. CLARETIANOS 2003

Hay quienes ante la vida siempre adoptan una postura de “oposición”. Llevan dentro de sí mismas el principio de contradicción. ¿Quién las podrá comprender? ¿Se comprenderán a sí mismas? Jesús nos da hoy una lección. Esto ocurría en su tiempo. Escuchémosle.

Percibía Jesús en la gente de su tiempo una actitud muy negativa. No reaccionaban ni positiva, ni negativamente. Lo expresó muy bien en la parábola de los niños que tocaban la flauta y les gritaban a otros, sin que éstos reaccionasen. Con esto Jesús dice, en primer lugar, que la gente de su tiempo son “como chiquillos”… muy poco responsables, que juegan con lo más sagrado, sin comprometerse. En segundo lugar, también les dice que ni con la figura ascética de Juan, ni con la figura alegre y cercana de Jesús. Ante cualquiera de las dos propuestas tienen siempre objeciones. De Juan decía que ¡tenía un demonio! De Jesús que era “un comedor y bebedor, amigo de publicanos y pecadores”.

Me parece que Jesús se refiere aquí a los maestros de Israel. Los juicios que emiten, las sentencias ante los casos difíciles, son absolutamente erradas. Confunden a los ángeles con demonios y a los demonios con ángeles.

También nosotros podríamos hacernos un sistema que nos inmunice contra la gracia. Podemos realizar un pésimo discernimiento, confundir las cosas. Para ello, nada mejor que dar cabida en nosotros a la Sabiduría, acoger a Jesús, Sabiduría de Dios.

Nunca juguemos al juego destructivo. Siempre a la ofensiva, siempre creadores. Así la Sabiduría nos llevará y guiará.

José Cristo Rey García Paredes
 (jose_cristorey@yahoo.com)


2-14. CRITICA/MURMURACION

¿Con quién voy a comparar esta generación? Se parece a niños sentados en las plazas que, gritando a sus compañeros, dicen: Os hemos cantado al son de la flauta y no habéis bailado; os hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado.

Porque ha venido Juan que no come ni bebe y dicen: Tiene demonio. Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe y dicen: Mirad un hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores. Pero la sabiduría se acredita por sus propias obras. (Mt 11, 16 - 19)


Jesús: ¿qué más puedes hacer por mí? Has probado todas las combinaciones: me has mostrado la alegría de servirte; me has advertido del castigo que merecen los que mueren en pecado mortal; me has dado el ejemplo de profetas y santos muy diversos; y finalmente has muerto en la cruz por mí. Tienes razón, Jesús, a veces parezco un niño que no se conforma con nada, aunque en el fondo de mis excusas hay bastante de egoísmo y comodidad. Hoy, mirando al sagrario donde te encuentras encerrado por amor a mí, me pregunto: ¿,Qué más puedes hacer para que te ame, para que te entregue un poco de mi tiempo, de ese tiempo que Tú mismo me has regalado?

Está claro que siempre puedo encontrar excusas: ¿por qué he de hacer más, si tal persona tampoco lo hace? ¿Por qué siempre yo? ¿Por qué he de hacer esta norma de piedad? ¿Por qué he de obedecer a alguien que tampoco será perfecto? Ese sacerdote es poco simpático; ese sacerdote es poco serio... Jesús: a todo le encuentro fallas. A todo... menos a mi criterio.

Jesús, Tú ya has hecho mucho: has venido al mundo, te has hecho hombre; has trabajado, reído y sufrido como nosotros; has muerto en la cruz y te has quedado en la Eucaristía. ¿Qué más puedes hacer? Que no ponga más excusas para venir a verte, para recibirte en la comunión, para tenerte presente en mi trabajo... y en mi descanso.

Es más fácil decir que hacer Tú.... que tienes esa lengua tajante de hacha, ¿has probado alguna vez, por casualidad siquiera, a hacer «bien» lo que, según tu «autorizada» opinión, hacen los otros menos bien?.

Ha venido Juan que no come ni bebe y dicen... Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe y dicen... Decir es muy fácil. Criticar lo sabe hacer cualquiera. Pero la sabiduría se acredita por sus propias obras. Son las obras lo que cuenta. En vez de criticar tantas cosas que me parece que se hacen mal, yo ¿qué hago?

Jesús, en mi vida diaria tengo miles de ocasiones para mejorar mi actitud de crítica negativa. Desde un plato que se ha quemado un poco, o un recado que alguien entendió mal, hasta un jefe o un profesor que se ha equivocado, o un conocido que da mal ejemplo. ¿Cómo lo habría hecho yo en esas circunstancias? ¿No podría haber hecho algo para mejorar aquella situación?

Jesús, que no permita ninguna crítica a tu Iglesia, ni a tus ministros. El que tenga una queja, debería preguntarse primero qué ha hecho él por la Iglesia. Siempre hay gente dispuesta a criticar a la Iglesia. No importa lo que hagan sus miembros, porque siempre se puede criticar algo. Ocurre como te ocurría con los fariseos: si estás con unos, porque estás con unos; si estás con todos, porque quieres abarcarlos a todos; si haces algo, porque no haces lo otro; y así sucesivamente.

Así como los buitres, que pasan volando por muchos prados y lugares amenos y olorosos sin que hagan aprecio de su belleza, son arrastrados por el olor de cosas hediondas; así como las moscas, que no haciendo caso de las partes sanas van a buscar las úlceras, así también los envidiosos no miran ni se fijan en el esplendor de la vida, ni en la grandeza de las obras buenas, sino en lo podrido y corrompido.

Que no caiga yo en el vicio de la crítica negativa, de la murmuración, del descrédito. Que busque siempre el lado positivo, el esfuerzo realizado, la buena intención. Que intente comprender, perdonar, enseñar con paciencia, aguantar los defectos de los demás que no sean ofensa de Dios como ellos también soportan los míos, alabar o callarme antes de criticar


2-15. 2003. LECTURAS: IS 48, 17-19; SAL 1; MT 11, 16-19

Is. 48, 17-19. Dios no nos creó para la muerte, sino para la vida. Tampoco se recrea en la muerte de los suyos. Él quiere que todos alcancen la plenitud de la vida que nos ofrece por medio de su Hijo Jesús. Nadie puede, por tanto, sentirse excluido de esa vida y de esa gracia. Dios, por todos los medios posibles, saldrá al encuentro del hombre pecador para llamarlo a la conversión, dándole la oportunidad de rectificar sus caminos. Pero si alguien se obstina en su pecado, y a causa de él muere, no puede culparse a Dios de la condenación de los malvados. Jesús mismo, llorando sobre Jerusalén le indicará: ¡Si hoy conocieras la oportunidad que Dios te da! Pero eso está oculto a tus ojos; oculto porque las cosas pasajeras y pecaminosas, porque tu terquedad a cerrarte al amor de Dios te enceguecieron para que no vieras aquello que te conduce a la salvación. Ojalá y no vaya a sucedernos a nosotros lo mismo.

Sal. 1. El Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo. Dios es quien justifica al hombre. Pero no basta con haber recibido su vida por medio del Bautismo, que nos une, en comunión de vida, con el Hijo de Dios. Es necesario no quedarnos como ramas parásitas; es necesario que demos fruto, y fruto abundante de buenas obras si no queremos que el Padre nos arranque y nos sequemos y nos quedemos sin esperanza de vida. Por eso hemos de estar atentos a la Palabra que Dios pronuncia sobre nosotros para que la dejemos dar fruto en nosotros, de tal forma que, tomando cuerpo en nuestra vida, seamos convertidos en la Palabra que toma carne en la Iglesia, esposa de Cristo, y continúa su obra salvadora a favor de todos los hombres. Quien, aún perteneciendo a la Iglesia, y tal vez participando de la mesa del Señor y anunciando el Evangelio a los demás, lleva una vida de maldad no puede decir que es sincero en su fe, ni puede estar seguro de encaminarse hacia la posesión de los bienes definitivos.

Mt. 11, 16-19. Como que se nos vienen a la mente aquellas palabras de Esteban a los sanedritas: Ustedes, hombres testarudos, tercos y sordos, siempre se han resistido al Espíritu Santo. Eso hicieron sus antepasados, y lo mismo hacen ustedes. Cuando uno tapona sus oídos para no escuchar a Dios ni dejarse convertir por Él, por más que quiera Dios hacer algo por él será imposible pues esa cerrazón podría considerarse tanto como haber cometido un pecado contra el Espíritu Santo donde ya no hay remedio. ¿Qué más pudo hacer Dios por nosotros que no haya hecho, si lo único que faltaba, que era enviarnos a su propio Hijo, ya lo hizo? Ojalá y tengamos la debida apertura al Señor para recibirlo y dejarnos salvar o perdonar por Él, y dejar que su Espíritu guíe en adelante nuestra vida.

En esta Eucaristía el Señor nos manifiesta su amor incondicional y hasta el extremo. A Él ya no le importa nuestra vida pasada, por muy malvados que hayamos sido. Él sólo nos contempla con amor de Padre, lleno de compasión y de misericordia hacia nosotros. Él contempla a su propio Hijo, en el momento supremo, en que entrega su vida por nosotros y es glorificado por su filial obediencia, en este Memorial de nuestra fe. Ante esta manifestación del amor de Dios hacia nosotros, Él espera nuestra respuesta de fidelidad y no sólo las alabanzas de nuestros labios. Él quiere que lo honremos también con el corazón que se abra para recibirlo como salvación nuestra. Ojalá y escuchemos hoy su voz y no endurezcamos ante Él nuestro corazón.

Dejados instruir por Dios; llenos de su Vida y de su Espíritu, no podemos quedarnos sentados ante el reclamo que Dios nos hace por medio de la voz de los que sufren injusticias o guerras, persecuciones o vejaciones, para manifestarles nuestra fe en Cristo, que nos impulse a actuar al estilo de Jesús, que pasó haciendo el bien, aún a costa de la entrega de su propia vida por amor nuestro. El Adviento, que nos prepara para la venida del Salvador, debe hacernos abrir los ojos ante el Señor que se acerca a nosotros, día a día, en la presencia del hombre azotado por la injusticia, por la enfermedad, por el hambre, por la desilusión, por la pobreza, por el pecado, por el vicio. Si en verdad creemos en Cristo hemos de esforzarnos día a día para que las ilusiones y esperanzas que muchos tienen en lograr un mundo más justo y más fraterno, no queden sin alcanzarse. Hay muchos, que incluso sin creer en Cristo, se esfuerzan por crear un mundo más humano. ¿Nos quedaremos al margen de esas luchas auténticas que han surgido en muchos hombres de buena voluntad? ¿Podremos hacerlas llegar a su plenitud por actuar, ya no sólo desde el punto de vista humano, sino desde nuestra fe en Cristo?

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser fieles a la Palabra de Dios en nosotros, para poder ser no sólo portadores de la misma con las palabras, sino con el testimonio de una vida que realmente se encuentra comprometida con Cristo y con su Reino. Amén.

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2-16. EL DERECHO A EQUIVOCARSE.

Vivir en una barrio con un amplio desarrollo urbanístico tiene muchas ventajas, aunque también tiene sus inconvenientes. Uno de los inconvenientes son los accesos. Cuando sólo existía un camino de entrada y de salida era sencillo ir y venir (una vez superados los atascos de entrada y salida). Ahora hay tres entradas, dos salidas, cruza una autopista y tiene conexión con dos carreteras de circunvalación. Los atascos siguen siendo los mismos, pero ahora existe la emoción de encontrarte una calle cortada, una dirección prohibida, una zanja en mitad de la calzada, etc. …Viviendo en esta zona es fácil encontrarse otra vez y retomar el buen camino (no siempre), pero como tengas que indicar a alguien de fuera cómo llegar, lo más seguro es que cenes tarde o tengas que salir a su encuentro.

Algo parecido pasa en nuestra vida espiritual. Cuando el ambiente, la sociedad, la familia o uno mismo vive en un ambiente cristiano, se le crea cierto “olfato católico”. Cuando una situación no es cristiana se puede dudar, pero al final se acaba uno situando y volviendo a casa. Sin embargo en muchos lugares hoy existe el desconcierto. No se ha vivido un ambiente centrado en Cristo y tampoco nos fiamos de las señales. Se acaba en callejones cortados, volviendo a un mismo lugar una y otra vez e incluso, si paramos a preguntar, siempre nos encontramos o con el sordo del barrio, al que hay que gritar para que se entere de lo que necesitamos, o con otro que está tan perdido como nosotros (aunque quiera disimularlo).

Con tanto desconcierto es fácil equivocarse. Incluso diría que muchos tienen cierto “derecho” a equivocarse. Con tanto desconcierto preguntas a unos y te dicen “¿ni come ni bebe?…tiene un demonio. ¿Come y bebe? … Es un comilón y borracho”. Y, ¡venga a dar vueltas a la misma calle!. Sería muy triste si nos quedáramos dando vueltas eternamente, pero nos dice Isaías: “Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: Yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues”. No podríamos tener mejor copiloto. Fíate de Él. Te ha dejado a la Iglesia para que te diga cuáles son las señales auténticas, para indicarte cuál es el buen camino. A la Iglesia y a los que están en comunión con ella. No a esos “copilotos”- incapaces de dedicar un momento a hablar con su Señor- que ponen su magisterio por encima del Magisterio; ni a esos “teóricos” que en vez de buscar nuevos caminos y allanar los existentes se empeñan en conducir campo a través hasta despeñarse. El copiloto es el Señor, tu redentor, y le escuchas por medio de la Iglesia.

ARCHIMADRID


2-17. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Is 48,17-19: Yo soy tu Dios y te enseño lo que es provechoso
Sal 1,1-6: El te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida
Mt 11,16-19: El Israel obstinado no supo interpretar los signos de los tiempos...

En medio de todos los mensajes del profeta encaminados a mantener la esperanza del pueblo nos encontramos hoy con una perícopa muy corta del Cáp. 48 de Isaías que tiene un tinte de lamentación. El breve oráculo viene introducido como todos los oráculos: “Así dice el Señor...”, y es una advertencia o, si se prefiera una especie de lamento de YHWH : “Sí hubieras escuchado”, “Sí hubieras atendido mi mandato”. El pueblo debía tener conciencia desde muy antiguo que YHWH su Señor es quien da los mandatos, quien traza el camino. Cada día, el israelita desde el momento que abre los ojos al nuevo día repite el “Shemá Israel” ,”Escucha Israel” y sabe que lo único que puede garantizar con toda certeza la vida para el pueblo es la adhesión y fidelidad a su Dios y sus mandatos. Pero la realidad es muy distinta, Israel no ha escuchado, no ha sido fiel a los preceptos de su Señor, prefirió seguir detrás de otros dioses, y ahora ha entendido que lo único que encontró fue destrucción y muerte. La realidad del destierro no es venganza de YHWH , es consecuencia de los desvíos de Israel. Cuando Israel se dejó convencer por los antiproyectos de su líderes, pensó que sería grande, y lo único que encontró fue la aniquilación y la muerte de mucha parte del pueblo. Sin embargo y a pesar de todo, Israel no está solo ni ha sido abandonado por su Dios, pues, la fidelidad de su Dios es perpetua. YHWH toma de nuevo la iniciativa. Cuando el pueblo estaba en Egipto, Dios responde a los clamores del pueblo, “he escuchado el grito”, “he visto la aflicción de mi pueblo”. (Ex 3), ahora, de nuevo sale al paso de esa situación. El mensaje que comunica el profeta explicita un elemento que ya encontrábamos en el éxodo: YHWH es redentor, rescatador (v. 17). Así, pues, él oráculo, aunque contiene el tinte de la advertencia o del reclamo, se orienta claramente a suscitar la esperanza y la alegría del retorno. Es exactamente el grito que continúa después de este oráculo en los versículos 20 y siguientes: “Salgan de Babilonia, huyan de los Caldeos...anuncien, proclamen....que YHWH ha rescatado a su siervo Jacob...

La liberación de Egipto y el rescate de Babilonia son dos acciones de YHWH, que dejaron huella perpetua en la mentalidad judía. El credo más antiguo de Israel proclama tanto su procedencia (“un arameo errante fue mi padre”) como esta parte que se constituye en la raíz fundante de Israel (“...el Señor nos liberó de Egipto...”, Dt 26,6-8).

Pues bien, con todo ello, Israel debía saber reconocer en cada situación y circunstancia la presencia y la intervención de Dios. Debió haber aprendido la lección, y caminar según las normas y preceptos de su Dios. Sin embargo no siempre fue así. Pese a la gran paciencia y espera de Dios, Israel vuelve a torcer sus sendas y a seguir sus propios caprichos. Claro que esta situación no sólo podemos aplicársela a Israel. También nosotros, nuestra sociedad y nuestra realidad tienen que reconocer con humildad que el oráculo de Isaías hoy nos toca, nos reclama, nos cuestiona y nos exige dar una mirada sincera y honesta a lo que ha sido nuestro caminar como pueblo de Dios. Si nosotros, nuestra iglesia, nuestras comunidades escucháramos más a Dios; si hubiéramos seguido sus preceptos, talvez hoy no tendríamos tantas cosas que lamentar. También nuestros XX siglos de historia cristiana, están cargados de grandes infidelidades a ese proyecto de Dios hecho concreto en Jesús; también en Dios que nos reveló de una manera tan clara y patente al Hijo lo hemos suplantado a lo largo de los siglos por falsos dioses, hemos ido detrás de propuestas varias que aparentaban ser vida y a la hora de la verdad han significado sólo muerte y angustia a tantos hombres y mujeres...

El mensaje que quiere darnos hoy el profeta Isaías es: Israel no escuchó la voz de su Dios la confundió entre mil novelerías y siguió sendas distintas. No supo reconocer en definitiva qué era lo que en realidad le daba vida. Esa misma lamentación o queja la hace Jesús a su generación. Cuando el pueblo se había desviado nuevamente del camino trazado por su Dios, le envía a Juan para predicarles la conversión; a muchos les pareció demasiado duro, demasiado rígido y más bien disimularon su obstinación, calificándolo de endemoniado, al parecer por su estilo peculiar de vida. Pero viene Jesús que presenta otra faceta amable, misericordiosa y acogedora de Dios y tampoco la consideran verdadera, talvez porque en medio de todo su mensaje es exigente y radical, también prefirieron disimular aquella misma obstinación calificándolo de comelón y borracho.

Ahí está también reflejada la historia de nuestra vivencia cristiana. La realidad que vamos viviendo está llena de manifestaciones de Dios, unas al estilo de Juan y otras al estilo de Jesús, y nosotros mantenemos una posición muy semejante a los niños que se quejan porque tocaron canciones alegres y sus compañeros no bailaron, tocaron canciones fúnebres y sus compañeros no lloraron, lo peor de todo es que mientras todo eso, el mundo sigue pidiendo signos creíbles y concretos de nuestra adhesión y fe en Jesús y en su proyecto, pero si nosotros no nos lanzamos, ¿quién podrá dárselos?


2-18. La crudeza e indiferencia de los judíos

Fuente: Catholic.net
Autor: P Juan Pablo Menéndez

Reflexión

Jesús comienza a palpar con crudeza la indiferencia de los judíos. Los que no han creído a Juan el Bautista, -hombre de sacrificio y gran austeridad-, tampoco creen en Él. Sus obras, su autoridad y sus milagros sirven para contentar unas horas, quizás algún día, pero no logran para convertir los corazones, ni desarraigar el pecado. Las gentes que alaban a Dios, son capaces, acto seguido, de olvidarse de lo que “han visto y oído.” Ante esta decepcionante situación, Jesús les narra un “cuento” pero esta vez, se lo explica. Se diría que no puede contener su desencanto, su decepción...

Una de las experiencias más amargas que podemos experimentar al desvivirnos por alguna persona, sea familiar o amigo, es cuando no somos correspondidos. Si en “pago”, por los servicios prestados se nos ignora o se nos critica, nos sentimos traicionados y heridos. A Jesús en este pasaje le sucede algo parecido. Se siente triste y decepcionado de la respuesta del hombre. Él como Dios, nos ha amado y querido hasta el límite –inigualable- de la encarnación y de su muerte en cruz. En su vida no hizo otra cosa que pasar “haciendo el bien”... y todo este despliegue de compasión, de amor y misericordia ¿dio fruto? ¿cuál fue la respuesta recibida a cambio? Sabemos que la semilla dio fruto después de su muerte. En nuestro caso, tenemos que reconocer que “todo” podría estar a nuestro favor. Tenemos su presencia en la eucaristía, su gracia sacramental, su acción a través de su Espíritu Santo... tenemos a María, Madre nuestra.

Ojalá el Señor vea cómo vamos poco a poco progresando en su conocimiento, aprendiendo a apreciar, a gustar todos estos medios que nos hacen sus amigos y nos impulsan a compartir con Él las penas y las alegrías. Nuestra felicidad y realización personales dependen de saber escuchar y responder al Señor y con más razón durante este Adviento, preparándonos a su venida.


2-19.

Reflexión

Me pregunto hoy: ¿Por qué estaremos siempre insatisfechos? Si hay por que hay y si no porque no… total ¿quién nos dará gusto? Ya vemos hoy que esto mismo pasaba en tiempos de Jesús, en los cuales no importaba que se hiciera para atraer a la gente a Dios de ninguna manera participaban. Antes nos quejábamos de que no entendíamos nada de la misa pues era en Latín y por eso no íbamos; luego se puso en español y ahora resulta que es demasiado larga, que el sonido no jala, que el padre es muy aburrido… en fin, que excusas no faltan. El resultado: tampoco vamos a misa. De manera que si la Iglesia presenta más apertura, es una descocida que ya no tiene moral; si se cierra, es una retrograda oscurantista que solo quiere dominar a la gente... Total… ¿Cómo le daremos gusto a la gente? Y es que como dice san Agustín: “Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en ti.” Mientras que el hombre no centra su vida en Cristo, toda su vida es insatisfacción… no importa de que se trate siempre estaremos inconformes e incómodos. Cosa muy distinta ocurre en los que aceptan a Cristo, sabiduría de Dios, en su vida. Par ellos la satisfacción no proviene de las cosas exteriores, incluso ni de la personas, todo viene del amor de Dios que se desarrolla en el corazón de los que creen. Abre tu corazón a Cristo para que él nazca y viva en ti: Verás qué distinta es la vida desde su amor y amistad.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


2-20. 10 de Diciembre

218. Tibieza y amor de Dios

I. Nuestra vida no tiene sentido si no es junto al Señor. ¿Adónde iremos, Señor? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna (Juan 6, 68). Él viene a traernos un amor que lo penetra todo como el fuego y a darle sentido a nuestra vida sin sentido. Amor exigente es el del Señor, que pide siempre más y nos lleva a crecer en finura del alma con Dios y a dar muchos frutos. Pero si el cristiano deja que el amor se enfríe, vendrá esa terrible enfermedad interior que es la tibieza: Cristo queda como oscurecido, por descuido culpable, en la mente y en el corazón; no se le ve ni se le oye. Queda en el alma un vacío de Dios que se intentará llenar de otras cosas, que no son de Dios y no llenan. Esta enfermedad tiene curación si ponemos los medios. Siempre se puede descubrir de nuevo aquel tesoro escondido, Cristo, que un día dio sentido a la vida. En la oración y en los sacramentos nos espera siempre el Señor.

II. Por faltas aisladas no se cae necesariamente en la tibieza. La tibieza nace de una dejadez prolongada en la vida interior que se expresa en el descuido habitual de las cosas pequeñas, en la falta de contrición ante los errores personales, en la falta de metas concretas en el trato con el Señor. Se ha dejado de luchar por ser mejores y se abandona la mortificación. La tibieza es como una pendiente inclinada; casi insensiblemente nace una preocupación por no excederse, por quedarse en el límite, en lo suficiente para no caer en pecado mortal, aunque se descuida y se acepta sin dificultad el venial. Las Comuniones son frías, la Santa Misa distraída, la oración difusa, y el examen se abandona. Estemos alerta para percibir los primeros síntomas de esta enfermedad del alma, y acudamos con prontitud a la Virgen. Ella aumenta nuestra esperanza, y nos trae la alegría del nacimiento de Jesús.

III. Fomentar el espíritu de lucha, nos llevará a cuidar el examen de conciencia. De ahí sacaremos un punto en el que mejorar al día siguiente y un acto de contrición por las cosas en que aquel día no fuimos del todo fieles al Señor. Este amor vigilante es el polo opuesto a la tibieza. Y de nuevo, cerca de Cristo. Con una alegría nueva, con una humildad nueva. Humildad, sinceridad, arrepentimiento... y volver a empezar con una alegría profunda e incomparable. Nuestra Madre nos ayudará a recomenzar.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


2-21. Fray Nelson Viernes 10 de Diciembre de 2004

Temas de las lecturas: ¡Ojalá hubieras obedecido mis mandatos! * No escuchan ni a Juan ni al Hijo del hombre .

1. Un problema de sintonía
1.1 Dios se queja de su pueblo. No hay sintonía. Llamó a penitencia por medio de Juan, y la respuesta fue de rechazo; llamó a amistad por medio de Cristo, y de nuevo el rechazo. La dureza del hombre desconcierta al mismo hombre si reflexiona un poco sobre ella.

1.2 Nos conmueve la palabra de Isaías. He aquí a un Dios que casi tiene que darle explicaciones a su pueblo. "Te instruyo por tu bien", dice el Señor, por si alguien no lo había entendido. El problema de nuevo es de sintonía: el bien que Dios quiere no es bien que el pueblo quiera. O tal vez estos bienes coinciden en el fondo, pero la obediencia a los mandatos, camino para el bien, no encuentra espacio en el corazón endurecido del pueblo.

1.3 Ahora bien, nosotros no podemos quedarnos contemplando el espectáculo de la desobediencia pasada. Es preciso que hoy y aquí creamos en la palabra del profeta: lo que Dios nos ordena nos lo ordena por nuestro bien. La gran mentira del demonio es: "Dios no te ama, no se ocupa de ti"; la gran verdad revelada por Cristo es: "Dios te quiere a ti; eres importante para él". Y desde ese amor y desde esa importancia que tienes ante él, te ordena sus mandamientos.

2. El amigo de sus enemigos
2.1 La crítica contra Jesús, recogida por él mismo en el evangelio de hoy, es en el fondo un elogio en su parte final: "ahí tienen a un amigo de pecadores". Frase que nació el desprecio y de la envidia, y que sin embargo describe bien el misterio y el ministerio de Jesucristo: es el amigo de los pecadores, el amigo de sus enemigos.

2.2 La ley de Moisés prohibía juntarse con el enfermo de lepra, por temor al contagio de la lepra. Con una lógica semejante estos hombres quieren que se prohíba el contacto con los pecadores, por miedo a contagiarse de pecado. No han descubierto que Jesús no quedará sucio, sino que los limpiará. Jesús es el lugar del "bien fuerte", el bien que no se ensucia en contacto con el mal, sino que lo vence y lo limpia. Él es la luz que vence a las tinieblas.

2.3 Si Jesús fuera enemigo de sus enemigos, podría tal vez ganarles a ellos pero a precio de dar una victoria a la enemistad y un nuevo cubil al odio. El amigo de los enemigos es aquel que pierde, a primera vista, pero gana la batalla, porque vence no a un humano débil sino a un pecado fuerte.


2-22. Comentario: Rev. D. Pere Grau i Andreu (Les Planes-Barcelona, España)

«La Sabiduría se ha acreditado por sus obras»

Hoy, reparamos en que muy frecuentemente hemos de ir a entierros. Pero... pocas veces pensamos en nuestro propio funeral. Viene a ser como una jugada del subconsciente que pospone sine die la propia muerte.

La misma contemplación del ritmo de la naturaleza que nos rodea nos recuerda también este hecho. Deducimos que —en cierto modo— no estamos tan distantes de una planta, de un ser vivo... Estamos sometidos, tanto si nos gusta como si no, a la misma ley natural de las criaturas que nos rodean. Con la diferencia, ¡importante!, del origen de nuestra vida, de la vida a imagen y semejanza de Dios, con proyección de eternidad.

Todo el Adviento está informado por esta idea. El Señor llega con gran esplendor a visitar a su pueblo, con la paz, comunicándole la vida eterna. Es un toque de alerta: «La Sabiduría se ha acreditado por sus obras» (Mt 11,19). ¡Tengamos una actitud receptiva ante el Señor!

«Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas» (Mc 1,3), se anunciaba en la dominica II de Adviento (ciclo B). ¡Vigilad con las conductas sociales!, nos viene a decir hoy. Es como si dijera: «No pongáis trabas a la comunicación amorosa de Dios».

Hemos de pulir nuestro carácter. Hemos de reconstruir nuestra manera de hacer. Todo aquello que, en definitiva, falsea nuestra responsabilidad: el orgullo, la ambición, la venganza, la dureza de corazón, etc. Aquellas actitudes que nos hacen como dioses del poder en el mundo, sin querer reconocer que no somos los amos del mundo. Somos una pequeñez dentro de la extensa historia de la Humanidad.

Los discípulos de Juan experimentaban la purificación de sus errores. Nosotros, los discípulos de Jesús, nuestro Amigo, podemos vivir la insuperable experiencia de la purificación de todo aquello que es pecado, con esperanza de vida eterna: ¡otra Navidad!

Renovemos nuestro diálogo con Él. Hagamos nuestra oración de esperanza y amor, sin hacer caso del ruido mundanal que nos envuelve.


2-23. 2ª Semana de Adviento. Viernes

¿Con quién voy a comparar esta generación? Se parece a niños sentados en las plazas que, gritando a sus compañeros, dicen: Os hemos cantado al son de la flauta y no habéis bailado; os hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado.

Porque ha venido Juan que no come ni bebe y dicen: Tiene demonio. Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe y dicen: Mirad un hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores. Pero la sabiduría se acredita por sus propias obras. (Mt 11, 16-19)

I. Jesús: ¿qué más puedes hacer por mí? Has probado todas las combinaciones: me has mostrado la alegría de servirte; me has advertido del castigo que merecen los que mueren en pecado mortal; me has dado el ejemplo de profetas y santos muy diversos; y finalmente has muerto en la cruz por mí. Tienes razón, Jesús, a veces parezco un niño que no se conforma con nada, aunque en el fondo de mis excusas hay bastante de egoísmo y comodidad. Hoy, mirando al sagrario donde te encuentras encerrado por amor a mí, me pregunto: ¿Qué más puedes hacer para que te ame, para que te entregue un poco de mi tiempo, de ese tiempo que Tú mismo me has regalado?

Está claro que siempre puedo encontrar excusas: ¿por qué he de hacer más, si tal persona tampoco lo hace? ¿Por qué siempre yo? ¿Por qué he de hacer esta norma de piedad? ¿Por qué he de obedecer a alguien que tampoco será perfecto?
Ese sacerdote es poco simpático; ese sacerdote es poco serio... Jesús: a todo le encuentro pegas. A todo... menos a mi criterio.

Jesús, Tú ya has hecho mucho: has venido al mundo, te has hecho hombre; has trabajado, reído y sufrido como nosotros; has muerto en la cruz y te has quedado en la Eucaristía. ¿Qué más puedes hacer? Que no ponga más excusas para venir a verte, para recibirte en la comunión, para tenerte presente en mi trabajo... y en mi descanso.

II. Es más fácil decir que hacer - Tú.... que tienes esa lengua tajante -de hacha-, ¿has probado alguna vez, por casualidad siquiera, a hacer «bien» lo que, según tu «autorizada» opinión, hacen los otros menos bien? [31].

Ha venido Juan que no come ni bebe y dicen... Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe y dicen... Decir es muy fácil. Criticar lo sabe hacer cualquiera.
Pero la sabiduría se acredita por sus propias obras. Son las obras lo que cuenta. En vez de criticar tantas cosas que me parece que se hacen mal, yo ¿qué hago?

Jesús, en mi vida diaria tengo miles de ocasiones para mejorar mi actitud de crítica negativa. Desde un plato que se ha quemado un poco, o un recado que alguien entendió mal, hasta un jefe o un profesor que se ha equivocado, o un conocido que da mal ejemplo. ¿Cómo lo habría hecho yo en esas circunstancias? ¿No podría haber hecho algo para mejorar aquella situación?

Jesús, que no permita ninguna crítica a tu Iglesia, ni a tus ministros. El que tenga una queja, debería preguntarse primero qué ha hecho él por la Iglesia.

Siempre hay gente dispuesta a criticar a la Iglesia. No importa lo que hagan sus miembros, porque siempre se puede criticar algo. Ocurre como te ocurría con los fariseos: si estás con unos, porque estás con unos; si estás con todos, porque quieres abarcarlos a todos; si haces algo, porque no haces lo otro; y así sucesivamente.

Así como los buitres, que pasan volando por muchos prados y lugares amenos y olorosos sin que hagan aprecio de su belleza, son arrastrados por el olor de cosas hediondas; así como las moscas, que no haciendo caso de las partes sanas van a buscar las úlceras, así también los envidiosos no miran ni se fijan en el esplendor de la vida, ni en la grandeza de las obras buenas, sino en lo podrido y corrompido [32].

Que no caiga yo en el vicio de la crítica negativa, de la murmuración, del descrédito. Que busque siempre el lado positivo, el esfuerzo realizado, la buena intención. Que intente comprender, perdonar, enseñar con paciencia, aguantar los defectos de los demás que no sean ofensa de Dios -como ellos también soportan los míos-, alabar o callarme antes de criticar.

[31] Camino, 448.
[32] San Basilio, Hom. sobre la envidia.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo Adviento y Navidad, EUNSA


2-24. Reflexión:

Is. 48, 17-19. Todos caminamos en la vida teniendo como maestro o modelo de nuestro actuar a algo o a alguien. Nuestros padres, especialmente, se convierten en el punto de referencia para muchas de nuestras actitudes. Sin embargo no podemos menospreciar el papel que juegan en nuestras actitudes todas aquellas personas que se unen a nosotros por vínculos educativos, de afecto o de masificación a través de los grandes medios de comunicación social. El que se encuentre al frente de los demás como ejemplo a seguir, ha de ser consciente de aquello de lo cual se hará responsable respecto a los que debe considerar como suyos. Hoy el Señor nos invita a dejarnos instruir por Él. No podemos venir a su presencia sólo a realizar un acto de piedad o de culto. Venimos a su presencia para escucharle y serle fieles. ¿Qué buscamos en el Señor? Ojalá y no sólo el remedio de nuestros diversos males. El Señor, antes que nada, nos quiere comprometidos con Él; nos quiere como trabajadores a favor de la justicia y de la paz. Por eso nos invita diciendo: "Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás llegará a ustedes por añadidura." ¿Cuando, después de haber estado en la presencia de Dios, volvemos a nuestras actividades diarias, llevamos sólo el deseo de que el Señor nos conceda bienes pasajeros; o nos lo llevamos a Él, para ponernos a trabajar en la construcción de un mundo renovado en Cristo?

Sal. 1. A los que creemos en Cristo sólo ha de guiarnos la ley del Amor, proclamada por Cristo como el mandato principal. Amar a Dios con todo el ser y por encima de cualquier otra persona o cosa. Amar al prójimo, no sólo como a uno mismo, sino como el Señor nos amó a nosotros. Vivir bajo esta ley hará fecunda nuestra vida en todos los aspectos, pues sólo el que ama y se deja amar es capaz de luchar intensamente por renovar tanto la vida personal como la vida social. Efectivamente, nos dice el apóstol san Juan: "El que ama no causa daño a su hermano." Antes al contrario buscará el bien de aquellos que ama, incluso a costa de la propia vida. La Iglesia está llamada a ser un signo del amor misericordioso de Dios en el mundo y su historia. Si en verdad queremos abundantes frutos de salvación en todos aquellos a quienes proclamamos el Evangelio, no podemos quedarnos en discursos fríos, tal vez magistralmente elaborados; hemos de abajarnos, de humillarnos a nosotros mismos; hemos de descender hasta encontrarnos con los que sufren, con los que padecen enfermedades, pobrezas e injusticias, y manifestarles el amor de Dios, luchando por su causa y dándolo todo con tal de que recobren su dignidad de hijos de Dios. Sólo entonces podremos decir que en verdad nos rige la Ley del Amor, y que nos gozamos en cumplirla, pues sólo el que cumpla las palabras de Dios será su amigo; entonces el Señor vendrá a nosotros y hará en nosotros su morada.

Mt. 11, 16-19. ¡Qué difícil es anunciar el Evangelio a quienes han hecho de su corazón de carne un corazón de piedra! Difícilmente aceptarán el mensaje de salvación, pues han tapado sus oídos para no escuchar, y cerrado su corazón para no convertirse a Dios y dejarse salvar por Él. Sin embargo, lo que para los hombres es imposible, es posible para Dios. Él puede hacer que de esas piedras nazcan hijos de Dios. El Padre Dios, en su gran amor por nosotros, nos envió a su propio Hijo para ofrecernos el perdón, de tal forma que, una vez reconciliados con Él mediante la Sangre del Cordero Inmaculado, no sólo lo llamemos Padre, sino que lo tengamos por Padre en verdad. La Iglesia de Cristo jamás puede desanimarse cuando se vea rechazada, perseguida e incluso puesta en una cruz. A nosotros corresponde el anuncio del Mensaje de Salvación, hecho con las palabras, pero sobre todo con el testimonio personal de una vida que se realice conforme a aquello que anuncia. Hagámonos cercanos a todos; incluso a los más grandes pecadores. El Señor nos enseñó a convivir con toda clase de personas, no tanto para dejarnos dominar por el mal que ha encadenado a muchos, sino para conducir a todos a la salvación y a la vida eterna. Ojalá y después, tal vez, de ser criticados por nuestra cercanía a los pecadores, podamos decir junto con Cristo: ¿Quién podrá echarme en cara un pecado? Si nos hemos hecho pobres con los pobres y pecadores con los pecadores, no ha sido para condenarnos con ellos, sino para salvarlos. Entonces también podremos decir que la sabiduría de Dios, que actúa en la Iglesia, se justifica a sí misma por sus obras.

Dios nos ha cumplido sus promesas de salvación por medio de su Hijo, hecho uno de nosotros, por obra del Espíritu Santo, en el seno Virginal de María de Nazaret. Hoy Él nos ha reunido para celebrar la salvación que ha logrado para nosotros mediante la entrega de su propia vida, manifestándonos, así, su amor hasta el extremo. Él quiere que su Iglesia se convierta en un signo creíble de su amor en el mundo, para conducir a todos a la salvación. Para que esto se haga realidad en nosotros nos hemos de dejar transformar por el Espíritu de Dios como criaturas nuevas, renovadas en Cristo Jesús y revestidas de Él. Para eso es necesario que no sólo nos arrodillemos ante el Señor, sino que no cerremos nuestro corazón a la Vida y al Espíritu que Dios nos ofrece. Al entrar en comunión de Vida con el Señor en la Eucaristía, que estamos celebrando, estamos aceptando en nosotros los Dones de Dios, iniciando, así, un nuevo camino en la presencia de nuestro Dios y Padre. Hechos uno con Cristo, Él nos envía para que demos testimonio de la vida nueva que aquí hemos recibido.

Los que creemos en Cristo continuamente nos hemos de poner en camino para anunciar el Evangelio en todos los ambientes y lugares. Nuestro anuncio será muchas veces con nuestras palabras; pero las más de las veces será mediante el testimonio de una vida recta, amoldada al espíritu del Evangelio. Si queremos un mundo más justo, más en paz, más fraterno y libre de todo aquello que destruye la vida social o familiar, hemos de ser los primeros en ponernos a trabajar a favor del Reino de Cristo. No podemos llamarnos personas de fe en Él mientras nos quedamos sentados en las plazas criticando a quienes luchan a brazo partido por construir un mundo nuevo. El Señor nos ha enviado como testigos de su amor y de su verdad. Aun cuando al contemplar el mal que se ha adueñado de muchos ambientes, tuviésemos la tentación de desanimarnos y trabajar sólo por salvarnos a nosotros mismos, olvidándonos de hacer el bien a los demás para que también ellos vayan por caminos que les conduzcan a la paz y a la salvación, levantemos la cabeza y seamos fieles a la Misión salvadora que el Señor nos ha confiado como una luz que no podemos ocultar sólo para nosotros mismos, sino con la que hemos de iluminar al mundo entero.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber ser fieles en la escucha de su Palabra y de la puesta en práctica de la misma, para ser dignos de que el Señor habite en nuestros corazones, haciéndonos renacer, día a día, como hijos de Dios cada vez más perfectos. Amén.

Homiliacatolica.com


2-25. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

1. Espíritu Santo, sopla con tu aliento estos huesos secos para que sea la Palabra la fuente de mi vida y no busque otros aires.

2. Isaías 48,17-19: Así dice el Señor, tu redentor: Yo te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues. Si hubieras seguido mis mandatos sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar,... y tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí.

Mateo 11,16-19: ¿A quién se parece esta generación? A los niños que gritan a otros no importarles nada lo que ellos hagan... Vino Juan y dicen que tiene un demonio por su austeridad. Viene el Hijo del Hombre y dicen que es un comilón y borracho... Los hechos dan la razón a la Sabiduría de Dios.

3. Padre, redentor mío, Tú me enseñas para mi bien a través de los acontecimientos de mi historia personal y por medio de los hermanos que cruzas en mi camino. ¡Son tantos los testigos que has puesto en mi camino! Si los hubiera hecho un poco más de caso, si hubiera creído en su palabra e imitado su seguimiento, ahora no estaría sin rumbo, como marioneta movida al capricho de los sentimientos. Tú sabes que ahora mi camino no es guiado por Tus mandatos. Tú me has dado un camino, quiero seguirlo, pero son más fuertes los recuerdos dolorosos, los errores y pecados que me tienen sumergido en el mar de la inutilidad. Pongo mi vida en tus manos, Padre; libérame de esta hora para que mi paz sea como un río y mi justicia como las olas del mar. Sí, Padre, si te parece bien, líbrame de las garras de esta muerte.

Tú sabes que me parezco a los niños que no se enteran de lo que hacen los demás, absortos en sus batallas, ajenos a cuanto pasa a su alrededor, y encima, si les preguntan, ponen justificaciones. Siempre hay excusas para salvar la ausencia de compromiso. Y los hechos dan la razón a la Sabiduría de Dios.

Amanece, y es un hecho el dolor. Es un hecho los miles de inmigrantes que viven próximos a nuestra parcela. Es un hecho el sufrimiento de los niños, de las madres maltratadas, y de los esposos que no han sabido amar sin dominio. Es un hecho los jóvenes que no maduran en su interior y confunden las experiencias prodigiosas con la fuente de la vida. Es un hecho el dolor y la muerte. Es un hecho la crueldad, los fracasos, la injusticia, los abusos. Es un hecho que muchos vamos a lo nuestro y aprendemos a conservar buena la fachada sin corazón... Y tantos hechos. Y es verdad que los hechos dan razón a la Sabiduría de Dios: quien se salva sabe y quien no, no sabe nada. Dame, Señor, sentidos bien despiertos para no pasar sin enterarme del viaje de la vida.

El que te sigue, Señor, tendrá luz de la vida. Y cuanto emprenda tiene buen fin.

Vuestro hermano en la fe:
Miguel A. Niño de la Fuente, cmf.
cmfmiguel@yahoo.es


26.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

«El Señor viene con esplendor a visitar a su pueblo con la paz y comunicarle la vida eterna». Así cantamos (entrada) al comienzo de esta celebración. Y del modo siguiente en el momento de la comunión: «Aguardamos a un Salvador: El Señor Jesucristo. Él transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa» (Flp 3, 20-21).

En la colecta (Gelasiano) pedimos al Señor que su pueblo permanezca en vela aguardando la venida de su Hijo, como el criado que espera la llegada de su amo, para que, siguiendo las normas del Maestro, salgamos a su encuentro, cuando llegue, con las lámparas encendidas.

Isaías 48,17-19: ¡Si hubieras atendido a mis mandatos! El destierro es para Israel una prueba de Dios, para que conozca sus caminos, para que vea a dónde le lleva su infidelidad. Es también una lección para nosotros. Todo pecado grave priva de la amistad con Dios, de su unión. La infidelidad exige el destierro, símbolo de la lejanía de Dios. Una vez más se nos amonesta que solo con Dios vienen al hombre todos los bienes que desea: la paz, la justicia, la prosperidad…

Cierto que es un lenguaje lejano a nosotros. Pero la advertencia tiene un valor perenne. Dios se presenta como un Maestro, con sus mandamientos y preceptos. Dios se presenta como Señor. El hombre moderno no siente la perversidad del pecado. Lo considera como un comportamiento desviado a causa de condicionamientos psicológicos y sociales que debe empeñarse en superar.

Pero el pecado, como dice San Basilio «consiste en el uso desviado y contrario a la voluntad  de Dios de las facultades que Él nos ha dado para practicar el bien» (Regla monástica 2,1). «Puede decirse, afirma San Agustín, que, en lo espiritual, hay tanta diferencia entre justos y pecadores, como en lo material entre el cielo y la tierra» (Sermón de la Montaña 2). Y Casiano: «Nada hay que reputar por malo como tal, es decir, intrínsecamente, más que el pecado. Es lo único que nos separa de Dios, que es el bien supremo y nos une al demonio, que es el mal por antonomasia» (Colaciones 6).

No se puede construir la conciencia humana sin un fundamento divino.

–Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, quien lo sigue no caminará en las tinieblas. Por eso, para el justo la ley del Señor es su gozo. Bien lo dice el Salmo1: «Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos, sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón, no se marchitan sus hojas y cuanto emprende tiene un buen fin. No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento, porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal».

Mateo 11,16-19: No hacen caso ni de Juan ni de Jesús. Hay personas incapaces de ver al Señor. Son los eternos insatisfechos, los intransigentes con los demás, los que solo ven lo negativo de los hombres, los que siempre interpretan mal sus actos, los que se consideran superiores a los demás. El Señor tuvo que enfrentarse con personas semejantes.

Por eso contra el Señor y contra su mensaje de salvación se han dirigido en todos los tiempos las acusaciones más diversas y contradictorias. También les sucede lo mismo a aquellos que le siguen con amor verdadero. Comenta San Agustín:

«Aquí no se baila; pero no obstante que no se baile, se leen las palabras del Evangelio: “Os hemos cantado y no habéis bailado”. Se les reprocha, se les recrimina y se les acusa por no haber bailado. ¡Lejos de nosotros el retornar aquella insolencia! Escuchad cómo quiere la Sabiduría que lo entendamos. Canta quien manda; baila quien cumple lo mandado. ¿Qué es bailar sino ajustar el movimiento de los miembros a la música? ¿Cuál es nuestro cántico? No voy a decirlo yo, para que no sea algo mío. Me va mejor ser administrador que actor. Recito nuestro cántico: “No améis al mundo, ni a las cosas del mundo”…(1 Jn 2,15).

«¡Qué cántico, hermanos míos! Escuchasteis al cantor, oigamos a los bailarines: haced vosotros con la buena ordenación de las costumbres lo que hacen los bailarines con el movimiento de sus cuerpos. Hacedlo así en vuestro interior: que las costumbres se ajusten a la música. Arrancad los malos deseos y plantad la caridad» (Sermón 311, 4-8, en Cartago, año 405).