P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM


 

1 de noviembre

Todos los Santos


La fiesta universal juntos cantemos



La fiesta de Todos los Santos hemos de entenderla desde ese júbilo escatológico que atraviesa las visiones del Apocalipsis. Todos los días celebramos ese “Todos los Santos”, cuando al abrir la Plegaria Eucarística aclamamos a Dios, sea cual sea el prefacio, con el mismo trisagio: “Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria”. Para cantarlo tomamos conciencia de que aquí en la tierra lo cantamos eucarísticamente con toda la asamblea celestial. “Por eso, unidos con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria”.

El Evangelio, que aceptamos en el bautismo, es la ruta de la santidad. “Preguntar a un catecúmeno, «¿quieres recibir el Bautismo?», significa al mismo tiempo preguntarle, «¿quieres ser santo?» Significa ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial (Mt 5,48)” (Juan Pablo II, Novo Millennio ineunte, 31).

La solemnidad de Todos los Santos no es para que nadie que está en el cielo se quede sin su fiesta…, o para celebrar a esos “santos” que hemos conocido en la tierra, en nuestra propia familia por ejemplo, y que no van a pasar a los altares… Es para celebrar a Jesús, Corona de Todos los Santos, que ha santificado a su Madre, santa María, y a todos los santos. Es para celebrar la apoteosis de la santidad de Dios. Triunfa la santidad, y triunfará en mí. Fiesta universal, fiesta de gozo que prepara nuestra entrada en el cielo.


1. La fiesta universal juntos cantemos,
unidos en un coro cielo y tierra:
el triunfo de Jesús, de cuya frente
la santidad de Dios desborda y llena.

2. La Iglesia peregrina mira al cielo,
y ve la inmensa gloria que le espera:
la patria jubilosa de salvados
que el Padre ha reservado como herencia.

3. Cantad, hermanos míos celestiales,
la gloria de Dios trino, gracia vuestra;
volved vuestra mirada a nuestra ruta,
en tanto que miramos a la meta.

4. Allí mora la Reina de los ángeles,
la Virgen preservada, la primera,
los mártires, testigos fieles en la arena,
las vírgenes y esposos sin afrenta.

5. Miríadas un día conocidas
por solo Dios, que mira y nos alienta,
ahora, en comunión de amor perfecto,
sois luz de Dios y hermosa transparencia.

6. La paz y el gozo inundan las mansiones
de aquel feliz convite que congrega
a hijos y a dispersos que guardaron
su santa Ley que todo lo renueva.

7. Ciudad de Dios, festín de eterna Pascua,
el corazón del Padre es puerta abierta,
y amores son los cantos entonados,
cantares que el Espíritu despierta.

8. ¡Oh santa y adorable Trinidad,
mi Dios, mi Creador, mi dulce espera,
tú eres nuestro origen amoroso:
que seas hoy y siempre nuestra fiesta! Amén.


(Desde Puebla de los Ángeles, 29 octubre 20