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Domingo tercero
Nace el 8 de mayo de 1828 en Biqa-Kafra, al norte del Líbano, en el seno de una familia profundamente cristiana. Pablo VI, al elevarlo como santo a los altares (9 de octubre de 1970, fin del Sínodo sobre la catequesis), nos presenta estos rasgos de su personalidad espiritual. “La vocación conlleva siempre una decisión muy personal del elegido. La llamada irresistible de la gracia implica también la respuesta constante y tenaz de llegar a ser un santo. A los 23 años, nuestro futuro santo deja su casa de Biqa-Kafra y su familia, para no regresar nunca allí. En el noviciado, el hermano Charbel comienza una formación monástica rigurosa, según la regla de la Orden Libanesa Maronita de san Antonio en el monasterio de Nuestra Señora de Mayfouk. Después de la profesión solemne, se dedica al estudio de la teología en San Cipriano de Kfifane. Allí recibe la ordenación sacerdotal en 1859. Pasará seis años de vida comunitaria con los monjes de Annaya y 23 de vida completamente solitaria en la ermita de los santos Pedro y Pablo, dependiente del monasterio de Annaya. A los 70 años entrega su alma al Creador en la víspera de Navidad de 1898” “Hay que admirar en Charbel Maklouf los aspectos positivos que la austeridad, la mortificación, la obediencia, la castidad, la soledad han hecho posible llegar en él a un nivel raramente alcanzado. Pensemos en su libertad soberana ante las dificultades o las pasiones de toda clase, en la calidad de su vida interior, en la elevación de su oración, en su espíritu de adoración en el corazón de la naturaleza y, sobre todo, en la presencia del Santísimo Sacramento, en su ternura filial a la Virgen María y en todas aquellas maravillosas promesas de las bienaventuranzas, realizadas al pie de la letra en nuestro santo: amabilidad, humildad, misericordia, paz, gozo, participación, desde esta vida en el poder de curación y de conversión de Jesucristo. La austeridad le ha colocado a nuestro santo en el camino de la serenidad perfecta y de la verdadera bondad. La austeridad ha dejado todo el espacio amplio al Espíritu Santo”.
1. La vida ardía
callada
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