P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM



22
de julio


1. Santa María Magdalena
(2. Santas Marta y María de Betania:
Ver 29 de julio, Santa Marta)


1
Santa María Magdalena


Estaba María al alba


Repetimos aquí el himno que el lector encontrará en la sección de Himnos Pascuales, allí con su introducción específica. El himno está centrado en la aparición de Jesús a María Magdalena, según el Evangelio de San Juan, capítulo 20.


Estaba María al alba,
llamándole con sus lágrimas.

Vino la Gloria del Padre
y amaneció el primer día.
Envuelto en la blanca túnica
de su propia luz divina,
la sábana de la muerte
dejada en tumba vacía ,
Jesús alzado reinaba,
pero ella no lo veía.

Estaba María al alba,
la fiel esposa que aguarda.

Mueva el Espíritu el aura
en el jardín de la vida.
Las flores huelan la Pascua
de la carne sin mancilla,
y quede quieta la esposa
sin preguntas ni fatiga.
¡Ya está delante el esposo,
venido de la colina!

Estaba María al alba,
porque era la enamorada.

"¡María!", la voz amada.
"¡Rabbuní!", dice María.
El amor se hizo un abrazo
junto a las plantas benditas;
las llagas glorificadas
ríos de fuego y delicia;
Jesús, Esposo divino,
María, esposa cautiva.

Estaba María al alba,
con una unción preparada.

Jesús en las azucenas
al claro del bello día.
En los brazos del Esposo
La Iglesia se regocija.
¡Gloria al señor encontrado,
gloria al Dios de la alegría,
gloria al Amor más amado,
gloria y paz, y Pascua y dicha!

Estaba María al alba;
es Pascua en la Iglesia santa.
Amén. (Aleluya!)


Pascua, abril 1979



2
Santas Marta
y
María de Betania


A la vera de tu albergue


Copiamos a continuación un artículo que en su día escribimos para la revista “Oración de las Horas” (Barcelona), recogido luego en: RUFINO GRÁNDEZ, “Santas Marta y María”, en: El sabor de las fiestas (Dossiers CPL, n. 26) Segunda edición, marzo 1980, pp. 57-60).

La piedad objetiva de la Iglesia destaca con especial relieve las figuras del Evangelio, por su proximidad con el Señor. En esta objetividad del misterio el recuerdo de los apóstoles tendrá gran importancia en nuestras celebraciones, aunque no conozcamos otra cosa que el nombre. Ellos han sido los primeros testigos de Jesús, escogidos por él mismo. Y esto nos basta. Y así lo que roza directamente con Jesús adquiere para nosotros singular categoría. Reflexionemos sobre unas celebraciones pertenecientes a este mes de julio. Santa María Magdalena (22 de julio) y Santa Marta (29 de julio).

Falsa identificación de Santa María Magdalena con la pecadora que unge los pies a Jesús y María de Betania, hermana de Marta y Lázaro

“El Martirologio de Beda hace mención el 22 de julio de Santa María Magdalena. El mismo día celebran su fiesta los Sirios, Bizantinos y Coptos. Pero en occidente el culto de santa María Magdalena no se difundió antes del siglo XII. En la nueva liturgia romana ya no se hará referencia a María de Betania ni a la mujer pecadora de Lc 7,36-50, sino a María Magdalena a quien Cristo después de su resurrección se apareció antes que a nadie” (Calendarium Romanum, Romae 1969. Commentarius hstoricus… 97-98).

Efectivamente, la fiesta de Santa María Magdalena que hasta la reciente renovación hemos celebrado, identificaba en una sola mujer a tres mujeres que la exégesis actual reconoce como distintas. San Gregorio Magno decía en la lectura de Maitines: Maria Magdalena, quae fuerat in civitate peccatrix…, identificando a la Magdalena con la pecadora que ungió los pies al Señor en casa de Simón el fariseo (Lc 7,36-50). Y de otra parte en la oración colecta se decía: “Ayúdanos, Señor, pues por la intercesión de Santa María Magdalena, pues movido por sus ruegos resucitaste del seol (ab inferís) a su hermano Lázaro, muerto de cuatro días”.

Así la memoria de Santa María Magdalena sonaba: “S. Marie Magdalenae, Penitentis”.

Todo esto ha sido desmontado por la exégesis de estos tiempos – no tan reciente – y la nueva postura exegética debe configurar de otro modo la celebración del culto. Había aparentes motivos de identificación. San Juan dice: “Había un cierto enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con los perfumes y le secó los pies con sus cabellos” (Jn 11,1-2). El lector atento piensa en sus adentros: Conozco quién es: la pecadora que aparece en Lc 7. Además, he aquí que en Lc 8,1-3 se nos presenta a unas mujeres que seguían a Jesús: “… María, llamada la Magdalena, de la que habían salido siete demonios…” De nuevo el lector concluye: luego María Magdalena es en el Evangelio “la pecadora”.
Y ambas conclusiones son innecesarias, o más bien, con una probabilidad práctica, falsas. El que lee a San Juan no tiene que pasar a San Lucas; tiene que saber tan solo que el cuarto evangelista, al poner de relieve la figura de María de Betania, lo hace anticipando la mención de lo que más tarde contará: la unción pascual ocurrida en Betania “seis días antes de la Pascua” (Jn 12,1ss). Y de otro lado los siete demonios salidos de María Magdalena no indican que ella fuera una pecadora. La Magdalena pertenece, como explícitamente lo anota san Lucas, a aquellas “mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de enfermedades” (LC 8,2). Ninguna referencia explícita a pecado.

Por todo ello, tengamos como seguro:

1. Que la pecadora innominada de Lc 7,36-50, María Magdalena y María de Betania, hermana de Marta y Lázaro, son tres mujeres distintas.

2. Que de los datos evangélicos no se deduce que María Magdalena haya sido pecadora; y que, por tanto, no hay que hablar de la conversión de la Magdalena, ni de “Santa María Magdalena, Penitente”.

De estos datos la liturgia ha tomado una nueva orientación. La bellísima oración en la memoria de santa María Magdalena ahora es ésta: “Señor, Dios nuestro, Cristo, tu Unigénito, confió, antes que a nadie, a María Magdalena la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual, concédenos a nosotros, por la intercesión y ejemplo de aquella cuya fiesta celebramos, anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el reino de los cielos”. Este matiz pascual de María Magdalena, reiterado en las antífonas de Laudes y Vísperas, es lo más bello que nos ofrece la Magdalena, colaboradora como discípula en la causa del Reino, y fiel en el amor hasta la Cruz de Jesús.

Pero ¿está hecho todo? Creemos sencillamente que no, que en el Evangelio hay riquísimas sugerencias que tendría que aprovechar la liturgia.

Recuperación de María de Betania

Al ser desindentificada de la Magdalena, María de Betania ha desaparecido. Mientras que subsiste su hermana Marta. Esto – diríamos – no es justo…

La fiesta de Santa Marta figura en el calendario de la Orden Franciscana de 1262 justamente el día 29 de julio, es decir, el día de la octava de “su hermana” Santa María Magdalena. Al final del mismo siglo pasa al calendario romano (cf. Comentarius historicus, arriba citado).

Parece muy deseable, por estar en plena armonía con el Evangelio, asociar en una sola festividad a las santas hermanas de Betania. Razones en contra no pueden oponerse, sino ausencia de tradición, la cual se debe a desconocimiento exegético. Y las razones que propician esta asociación litúrgica de las dos hermanas - ¿acaso también de Lázaro? – es su presencia simultánea en los Evangelios, con todo lo que Betania sugiere: cf. M 21,17; 26,6; Mc 11,1.11-12; 14,3; (Lc 10,38-42); Lc 19,29; 24,50; Jn 11,1; 12,1.


He aquí algunas sugerencias:

1. Betania son las dos hermanas protagonistas, es el hospdaje del Señor. Recibir a Dios mismo en la propia casa – recordemos la incomparable escena de Gn 18,1ss -, servirle, escuchar su Palabra, amarlo.

2. Marta no es el símbolo de la vida activa por contraposición a María, que sería la imagen de la vida contemplativa. Esta exégesis secular ha sido felizmente superada, y la lectura tomada para la fiesta de Santa Marta, de los sermones de san Agustín, va por otro camino. Hoy vemos en la actitud de escucha y contemplación de María la actitud radical que debe tener todo cristiano, cualquiera que sea su profesión y estado, actitud de corazón de cara a la Palabra, a la adoración y al amor, a la que hay que dar la supremacía, pues “la contemplación eterna… constituye nuestra común vocación” (Evangelica testificatio, 8).

3. En esta actitud María es al que unge con amor adorante y pascual al Señor (Jn 12,1-8), la que unge el cuerpo de Cristo. ¡Cuatro escenas de unción en los Evangelios, una cada uno! Signo evidente de la importancia que la Iglesia primitiva ha asignado a este tema. San Ignacio de Antioquía, por ejemplo, escribe: “Si el Señor recibió una unción sobre la cabeza fue para exhalar sobre la Iglesia la incorruptibilidad” (A los Efesios, XVII,1).

4. Marta y María están juntas en el episodio de la resurrección de su hermano Lázaro, presagio pascual; las dos juntas con una palabra unísona de confianza en el Señor: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano” (Jn 11,21.32).
Con estos datos, ¿es justo mencionar a Marta y olvidar a su hermana? O ¿es justo separarlas?


Sugerencias

La liturgia, si es viva, ha de ser de alguna manera creadora. Sin llegar al punto de modificar el título de la celebración, y dejando la memoria de Santa Marta como memoria obligatoria, hay dos márgenes de creatividad dentro de los módulos normales. Cabe, por ejemplo, en las preces matinales y vespertinas destacar la figura evangélica de ambas hermanas. Cabe también en la himnodia recuperar el recuerdo simultáneo de las dos hermanas. He aquí, a modo de ejemplo, un himno de Vísperas – himno compuesto para las Hermanas de Santa Marta de Périgueux – sobre el tema del hospedaje, y con referencia a Ap 3,20; Pro 9,1-6 y Lc 10,38-42.


A la vera de tu albergue


Estribillo (después de cada estrofa, o tan solo para el principio y final)

A la vera de tu albergue
paso llamando:
vengo ofreciendo un banquete,
-amor y Pascua-, si quieres,
los dos cenando.


Estrofas

Era la Sabiduría
en carne humana;
cena de fiesta ofrecía,
y desde la alta colina
la pregonaba.

Si hay un sencillo, que venga,
entre en la sala;
un afligido que tenga
humilde el alma de penas
y traspasada.

Venga y se sacie del vino
de nuestra mesa;
y sienta sangre de hijo
y rojo fuego divino
cuando lo beba.

Comed del pan abundante,
jugoso y blanco;
gozad de ricos manjares,
que es día de amor muy grande,
noche de cantos.

¡Oh Jesús que oculto pasas
de peregrino!,
con el cariño de Marta,
Maestro, diciendo gracias,
te recibimos.


Miranda de Arga (Navarra), 19 julio 1977

Música para este himno. Véase: RUFINO MARÍA GRÁNDEZ (letra) – FIDEL AIZPURÚA (música), Capuchinos, Himnario de las Horas. Editorial Regina, Barcelona 1990, pp. 119-122. Aquí tiene el himno su introducción específica, y está propuesto como himno de Vísperas unida la celebración a la Eucaristía.