P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM



13 de junio


San Antonio de Padua


1

Antonio vehemente



Con motivo del VIII Centenario del nacimiento de San Antonio (1195-1995), un reconocido estudioso de temas franciscanos (P. Lázaro Iriarte, OFMCap.), publicó en un artículo una semblanza del santo con este título: “El otro san Antonio” (Selecciones de Franciscanismo, vol. XXIV, n. 70 (1995) 71-85 – Puede verse en Internet: franciscanos.org). Al filo de esa imagen ha brotado este himno. He aquí un botón de muestra de lo que dice el ilustre franciscanista:

“La audacia profética de su predicación. En Antonio nació el predicador aquel día en que, por obediencia, dejó que la lengua hablara de la abundancia del corazón (Mt 12,34). Recibida de su provincial la misión de evangelizar, escribe el primer biógrafo, «comenzó a recorrer ciudades y castillos, aldeas y campiñas, diseminando por doquier la simiente de vida con generosa abundancia y con ferviente pasión».

Los biógrafos no se han planteado la cuestión de la lengua en que predicaba el santo. Portugués, llegado a Italia a la ventura, hizo oír su voz en regiones lingüísticas tan diversas como la Romagna, el Véneto, Lombardía, el Mediodía de Francia: no tuvo tiempo para aprender los varios idiomas. ¿Cómo hacía para hacerse entender del pueblo? Con toda probabilidad él hablaba en latín; en efecto, el biógrafo hace constar el domino que poseía de la lengua eclesiástica. Pero el latín sólo lo entendían los letrados y aun estos hallarían dificultad en captar la diferente pronunciación latina por la que, en la Edad Media, eran ya conocidos los clérigos hispánicos. El autor de las Florecillas, al referir el sermón predicado por Antonio ante la corte romana, recurre al milagro de Pentecostés para dar una respuesta (Florecillas cap. 39). Quizá lo que enardecía a la gente sencilla no era tanto lo que decía el predicador, sino quién lo decía y cómo lo decía. En Antonio, como en Francisco, predicaba la persona y la vis profética de su mensaje…”.


Antonio vehemente,
martillo y huracán.
de fuego en el semblante
y humana suavidad,
apóstol y Evangelio,
transido de verdad:
Antonio apasionado
enciende la ciudad.

Antonio gran profeta
ceñido de humildad,
coraza de oprimidos
y paño de piedad,
la voz del pan del pobre
que no pudo callar:
Antonio verdadero,
enséñanos la paz.

Antonio de mirada
con lumbre celestial.
batido en el silencio,
y en la fraternidad,
doctor de Cristo vivo,
rendido a su amistad:
Antonio, que has orado,
ayúdanos a orar.

Antonio, que buscaste
ser sangre martirial,
Jesús te ha poseído
en gracia y santidad.
¡A él vuelvan las gracias,
de todas manantial!
¡Oh Cristo, don perfecto,
a ti gloria inmortal! Amén.


Logroño, 11 mayo 1995




2

¡Salve, Antonio venerado!


San Antonio de Padua (1195- 13 junio-1231) es doctor de la Iglesia porclamado en la Carta Apostólica del Papa Pío XII «Exulta, Lusitania felix» (16 enero de 1946, “fiesta de los Protomártires Franciscanos, del año 1946, séptimo de nuestro Pontificado”). Quizás ésta sea la puerta de entrada más segura para conocer la figura de este santo que de modo tan fulminante subió a los altares, a merced del aura popular (30 de mayo de 1232, antes de cumplirse un año de su muerte).

Los símbolos adheridos a la figura de san Antonio son tres: el lirio, el libro de los Evangelios, el Niño Jesús. El mismo Greco los tomó para su figura estilizada de San Antonio.

En este himno tomamos los tres símbolos para enunciarlos en la primera estrofa y glosarlos en las sucesivas.

Uno de los tres aspectos del carisma aquí descrito es su pasión y conocimiento de las santas Escritura. Gregorio IX (1227-1241), el Papa que lo canoniza, dijo de san Antonio de Padua que era «arca del Testamento, y archivo de las Sagradas Escrituras». En sus Sermones Dominicales y Festivos tiene este cúmulo de citas: 3.700, el Antiguo Testamento, y 2.400 el Nuevo Testamento.
Destacamos, sobre todo, que la fascinación que ha ejercido san Antonio ha sido sencillamente por ser una irradiación de Cristo. A Él sea todo honor.


¡Salve, Antonio venerado
con el bello lirio blanco,
el libro del Evangelio
y el Niño Dios en los brazos!

El candor en ti rebosa
del corazón a los labios;
con alma pura penetras
la luz del Verbo Encarnado.

Sagrario de la Escritura,
eres, por el Verbo santo,
martillo de la mentira
y bálsamo de apenados.

A ti los pobres se acercan
buscando pan y milagros,
porque eres pobre y sencillo,
hermano entre los hermanos.

Cristo solo es tu prodigio,
tu ciencia y poder sagrado,
Cristo en tu fe y tu deleite,
Cristo en tus brazos mostrado.

¡Honor a Cristo bendito,
presente en su pueblo amado;
honor a Cristo en Antonio,
que en Cristo fue consumado! Amén.


Burlada, diciembre 1982

Nota. El himno ha pasado a la Liturgia de las Horas de la Familia Franciscana (con un error en al doxología, a saber: no es “presente en su pecho amado”, sino presente en su pueblo amado”). Este himno fue musicalizado por Benjamín Bustamante, publicado en la revista Santuario (año? p. 9). El autor puso: De los Himnos del santoral Romano-Franciscano. Opus 20.