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En el Mensaje institucional para el establecimiento de esta Jornada (6 de enero de 1997), Juan Pablo II, después de presentar las tres finalidades de esta Jornada, decía lo siguiente. “La Jornada de la Vida consagrada se celebrará en la fiesta en que se hace memoria de la presentación que María y José hicieron de Jesús en el templo "para ofrecerlo al Señor" (Lc 2, 22). En esta escena evangélica se revela el misterio de Jesús, el consagrado del Padre, que ha venido a este mundo para cumplir fielmente su voluntad (cf Hb 10, 5-7). Simeón lo indica como "luz para iluminar a las gentes" (Lc 2, 32) y preanuncia con palabra profética la suprema entrega de Jesús al Padre y su victoria final (cf Lc 2, 32-35). La Presentación de Jesús en el templo constituye así un icono elocuente de la donación total de la propia vida por quienes han sido llamados a reproducir en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, "los rasgos característicos de Jesús virgen, pobre y obediente" (Vita consecrata n. 1). A la presentación de Cristo se asocia María. La Virgen Madre, que lleva al Templo al Hijo para ofrecerlo al Padre, expresa muy bien la figura de la Iglesia que continúa ofreciendo sus hijos e hijas al Padre celeste, asociándolos a la única oblación de Cristo, causa y modelo de toda consagración en la Iglesia. Desde hace algunos decenios, en la Iglesia de Roma y en otras diócesis, la festividad del 2 de febrero viene congregando espontáneamente en torno al Papa y a los obispos diocesanos a numerosos miembros de Institutos de vida consagrada y Sociedades de vida apostólica, para manifestar conjuntamente, en comunión con todo el pueblo de Dios, el don y el compromiso de la propia llamada, la variedad de los carismas de la vida consagrada y su presencia peculiar en la comunidad de los creyentes. Deseo que esta experiencia se extienda a toda la Iglesia, de modo que la celebración de la Jornada de la vida consagrada reúna a las personas consagradas junto a los otros fieles para cantar con la Virgen María las maravillas que el Señor realiza en tantos hijos e hijas suyos y para manifestar a todos que la condición de cuantos han sido redimidos por Cristo es la de "pueblo a él consagrado" (Dt 28, 9)” (Mensaje citado de Juan Pablo II). * * *
Celebramos con gozo y
humildad esta fiesta. Estamos en el latido de la Iglesia, cuando
escuchamos palabras como estas de Benedicto XVI: «Pertenecer totalmente
a Cristo quiere decir arder con su amor incandescente, quedar
transformados por el esplendor de su belleza: nuestra pequeñez se le
ofrece como sacrificio de suave fragancia para que se convierta en
testimonio de la grandeza de su presencia para nuestro tiempo, que tanta
necesidad tiene de quedar ebrio por la riqueza de su gracia. Pertenecer al
Señor: esta es la misión de los hombres y mujeres que han optado por
seguir a Cristo casto, pobre y obediente, para que el mundo crea y se
salve.»
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