TIEMPO DE NAVIDAD
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
 

 

 

Pórtico


Hodie Christus natus est


Sirvan estas reflexiones para introducir los himnos y poemas navideños que entregamos a continuación, divididos en nueve secciones:

1. Principales (dos himnos que van con música).

2. Secuencia de himnos para un día de Navidad, según las diversas horas.

3. Himnos de Belén: 7 himnos compuestos en Belén, en septiembre de 1984, glosando una antífona que se reza en la Gruta todos los días.

4. Misterio de Navidad: una treintena de composiciones litúrgicas navideñas, enviadas como “Felicitaciones de Navidad”.

5. La Virgen María en Navidad.

6. Celebraciones diversas que ocurren dentro en el Calendario de Navidad.

7. Hora intermedia en Navidad.

8. Poemas festivos, propiamente litúrgicos, para Navidad, como canciones de Cuna.

9. Epifanía del Señor.

10. Bautismo del Señor, domingo que cierra el ciclo de Adviento-Navidad.

Al son de esta música digamos qué es la Navidad y qué pretendemos con estos himnos.


QUÉ ES LA NAVIDAD
 

La Navidad nació de la Pascua

La Navidad es la celebración del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, hecho hijo de María, y hermano nuestro, celebración, con una experiencia de siglos, la ha dispuesto de una determinada manera.

Echando una mirada a toda nuestra historia cristiana, podemos decir:

- Al principio fue el Domingo, el Día del Señor, que celebra, íntegro, su misterio pas-cual.

- Del Domingo, Pascua semanal, nació, muy espontáneamente, la Pascua anual.

- Y de la Pascua, con el correr de los siglos, nació la Navidad.

Y si las cosas son así, diremos que la Navidad es una forma de celebrar el Misterio único y total de Cristo, el Misterio Pascual.

Algo semejante podríamos decir de la génesis de los Evangelios.

- Al principio fue la Pascua: la vida de Jesús junto al Padre, tras su pasión y muerte, unidas indisolublemente con la resurrección.

- De la Pascua se recuperó la vida iluminada de Jesús.

- Y, al final, vinieron los Evangelios de la Infancia, Evangelios que con su peculiar lenguaje y desde la cumbre de la teología nos anuncian: Así entró el Hijo de Dios en el mundo.

El cristiano, cuando se acerca a Jesús, se acerca a Él desde un “todo”, y, habiendo poseído el todo, puede comprender las partes, y saborear los detalles.


El misterio de Jesús ¿es sacramento o es simplemente memoria/recordatorio?

Hagamos un esfuerzo teológico.

Jesús vivió históricamente en esta tierra y murió bajo Poncio Pilato. Vive con Dios, y ya nunca más volverá a morir. “Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios” (Rm 6,10)

En nuestras celebraciones cristianas celebramos siempre al Señor glorioso, el único que existe. Cuando celebramos el “Sacrificio” de la Eucaristía, no se repite la muerte de Cristo, sino que se actualiza. Jesús no puede volver a morir.

A esta celebración le llamamos “sacramento”: ritos, lecturas sagradas, palabras, oraciones… son portadores de la presencia oculta, “sacramental, de ese Jesús glorioso que vive y reina por los siglos. Cristo celeste, Cristo pascual, se hace presente con su divina potencia en medio de nosotros y nos comunica la gracia de su muerte y resurrección que, por así, decir ha quedado eternizada, instantaneizada, en la realidad viviente de su persona.

Cuando celebramos Pascua – en la Pascual anual, en la Pascua semanal, en la Misa de cada día – Cristo viviente, con quien somos uno, nos traspasa, nos sacramentaliza…, nos comunica su vida divina.

Así pues, nunca los cristianos han dudado de que la celebración del Misterio Pascual en la Eucaristía sea por excelencia el Sacramento de la presencia de Dios con nosotros, por el Espíritu Santo, en su Hijo amado. Esta comprensión de Jesús vivo como sacramento, de sus palabras como sacramento, es clave para nuestra vida. Porque esto es la actualización pe-renne del Señor, la contemporeidad de Jesús con nosotros…

Ahora bien, si no podemos dudar de que la Pascua sea el Sacramento de Dios, la Navidad, que es recuerdo de su nacimiento, de los pastores, de los magos… - una “porción” de su vida - ¿tendrá esa misma categoría? ¿No será, más bien, un recuerdo piadoso, digno de toda consideración, de los momentos o pasos de la vida de Jesús…?

La Navidad no nació como la Pascua, es obvio. La Navidad vino después como una fiesta que sustituía a una fiesta civil romana: la del “Sol Invicto”. No nos sorprenda que, en estas circunstancias, san Agustín escriba a Jerano: “Conviene que sepas que el día del nacimiento del Señor no se celebra como sacramento, sino que se recuerda como una memoria” (Epistola 55).

Las cosas se han aclarando y un siglo después el Papa san León Magno, de quien se conservan diez sermones sobre la Natividad del Señor, decididamente habla del “sacramentum natalis Christi”, pero con una nota esencial: la celebración cristiana de la Navidad es “sacramento” porque está esencialmente unida a la Pascua. Por aquí va la teología de san León Magno de los misterios de Cristo (Para detalles: Jesús Castellano, El año litúrgico: Memorial de Cristo y mistagogía de la Iglesia. 1994. 1996).


El “Hoy” del Nacimiento de Cristo

¿Qué significa lo que estamos diciendo, que la Navidad es sacramento de Cristo?

Significa que, por medio de la presencia mistérica de Cristo, se actualiza en nosotros, en la Iglesia el misterio de la Encarnación, con un “hoy” que enlaza la realidad divina de Cristo con nuestra existencia histórica. Y así podemos emplear este lenguaje:

Hodie Christus natus est.
Hodie salvator apparuit.
Hodie in terra canunt angeli, laetantur archangeli.
Hodie exsultant justi, dicentes: Gloria in excelsis Deo, Alleluia.

HOY Cristo ha nacido.
HOY el Salvador ha aparecido.
HOY en la tierra cantan los ángeles, se alegran los arcángeles.
HOY exultan los justos, diciendo: Gloria a Dios en las alturas.



QUÉ PRETENDEMOS CON ESTOS HIMNOS


Celebrar el misterio de la Encarnación

Lo que pretendemos es cantar el misterio, y, en concreto, el misterio de la Encarnación.

El misterio absolutamente nos desborda, y, como misterio, nunca podremos desentrañarlo, como si fuera posesión nuestra. El misterio es don, no posesión. La teología es acercamiento de la razón al misterio; pero no es dominación del misterio. El misterio permanece siempre lo que es. La “ciencia” es conquista de los secretos de la naturaleza, poco a poco y en determinado grado. La teología nunca es conquista…, sino que la Teología va llevando humildemente a la Razón para que se postre y adore.

Y ¿qué es la celebración? La celebración es acceso al misterio por medio de la fe que la Iglesia expresa por mandato del Señor. La celebración litúrgica no es un festival que nosotros armamos para recordar cosas bonitas del pasado.

Podemos hacer un Festival para recordar, por ejemplo, a los Héroes de la Revolución. Es una creación nuestra; pero, por mucho que yo me empeñe, el Héroe recordado no se hace presente, no está presente. En la celebración cristiana Jesús sí está presente.
En Pascua Jesús sí está presente; en Navidad Jesús sí está presente. Esta es la diferencia. Celebrando a Jesús, sí puedo entrar en comunión real con él; su vida y la mía se funden en una corriente.


Himnos para decir lo indecible

Ahora comprende el benévolo lector – mi hermano en la fe – lo que buscan estos himnos. La teología tiene un lenguaje didáctico; las Himnología, o, más bien, la Himnodia tiene un lenguaje lírico.

La lírica es necesaria para acceder al misterio, y diremos: tanto como la teología. O de otro modo: la teología tiene que terminar en lírica. La oración tiende a ser lírica. Todos los 150 Salmos del Antiguo Testamento, todos sin excepción, son “poesía”, si bien poesía de distintos géneros.

¿Qué es la lírica? Es el lenguaje espontáneo del amor.

Estos poemas navideños, pensados en su casi totalidad para que sean oración “dentro de la liturgia” quieren cantar efusivamente el misterio de Dios:

-la Divinidad del Hijo de Dios, que es misterio;

-la Humanidad del mismo Hijo de Dios, que siendo historia, también es misterio;

-la Virginidad de María, que es misterio;

-la Maternidad de María, que, siendo maternidad humana, histórica, es misterio por ser simultáneamente Maternidad divina;

-la unión de Jesús con nosotros y de nosotros con Jesús, que es misterio, y que yo la puedo cantar acudiendo a la unión humana más compenetrada que existe, de por sí, que es la unión esponsal.

Eso es el “cantus firmus” que de un modo u otro inspira estos Himnos.

Espero, querido hermano, querida hermana, que en esto vibremos al unísono, pues confío que ésta es la vibración de la Iglesia.
Memento mei.

¡Cristo nos ha nacido! ¡Hoy nos ha nacido! Aleluya.

Hodie per totum mundum melliflui facti sunt caeli. Hoy por toda la extensión de la tierra los cielos se han hecho melífluos.

¿No te sientes poeta o cantor? ¿No vibras como poetisa…, como María que entonó el Magnificat?


Puebla de los Ángeles (México), 22 diciembre 2009


Fr. Rufino María Grández,
sacerdote capuchino.