Natividad de María
(VI)
8 de septiembre
Plegaria a la Virgen de Roncesvalles
Roncesvalles a un historiador le evoca el paso pirenaico de los peregrinos
y la derrota de Carlomagno, de regreso a su imperio (año 778). Pero es
otro el motivo de esta Plegaria. Es la contemplación de la imagen
bellísima, dulcísima, de la Virgen de Roncesvalles, cuya fiesta es el 8 de
septiembre.
He aquí lo que dicen los especialistas en
arte y espiritualidad: “Preside la Colegiata de Santa María de
Roncesvalles, bajo un baldaquino moderno, una magnífica escultura de la
Virgen de Roncesvalles (90), una talla de madera, forrada de plata, gótica
de mediados del siglo XIV, realizada en la ciudad francesa de Toulouse. La
escultura transmite perfectamente el espíritu gótico, en lo que tiene de
cercanía, naturalismo y familiaridad. Con la Virgen de Roncesvalles
desaparecen los esquemas simétricos y frontales tan arraigados en las
esculturas de las Vírgenes sedentes con Niño de años anteriores. María
sentada en una banqueta abre y flexiona con naturalidad las piernas que
quedan descompensadas, en tanto que gira con suavidad la cabeza hacia el
Niño, cruzándose las dos miradas en un diálogo familiar. La postura del
Niño también introduce novedades al infundir cierto sentido de movimiento
pues éste está entre erguido y arrodillado.
Por otro lado, de Jesús también fluye un sentimiento filial hacia la
madre, cuyo pecho acaricia. Si bella y elegante resulta la concepción y
realización de las figuras, no lo es menos el tratamiento de los rostros
que irradien dulzura, el de María, con la sonrisa gótica y los ojos
almendrados es de gusto muy francés. La plata que recubre la imagen realza
el rico atuendo en el que también se recurre a la filigrana con pedrería
para cinturones y cuellos”.
Esta Plegaria nació como un obsequio al Colegio Mayor Santa María de
Roncesvalles, regentado por las religiosas de la Compañía de María. El
Colegio albergaba - estamos hablando del año 1978 (milenio de Roncesvalles)
- a 120 jóvenes universitarias. En todas las habitaciones una imagen de
María da el tono a esta Casa. María es la Madre de la acogida.
En el contenido de los versos, de libre
textura, en todo momento se está contemplando la imagen de Roncesvalles,
amorosa y dulce, con la mirada de Madre y Niño, con ese gesto delicado de
Jesús que pone su manecita en el pecho de María.
Y, si despés de 30 años, este poema
espiritual llega a la juventud universitaria navarra, a esa juventud se lo
dedico.
Es tu mirada cual rocío,
lluvia celeste, luminosa,
que de tus ojos suave cae
hasta los ojos de tu Hijo.
Y hasta mi prado se desliza
el río azul de tus pupilas,
para que sea primavera,
ungido abril de margaritas.
Es tu sonrisa tan purísima
la gracia humana sin espinas;
eres la madre dialogando
en la cima santa del amor,
donde se hicieron las palabras
deleite, paz mientras sonríes,
silencio, brisa vespertina.
La del fragor de Roncesvalles,
la de la guerra y espinal,
eres sonrisa deliciosa,
tímida, regia, femenina;
eres, bellísima Señora,
la puerta abierta de la dicha,
y a ti rendimos vasallaje.
Alguien levanta su manita
y quiere asirse con ternura
a quien le mira dulcemente.
Aquí descanse el débil Niño
junto a esa torre guarecido,
aquí, cercado de cariño,
se sienta fuerte el Creador
junto a la Virgen humildísima.
Eres paz, santa María,
siempre la paz entre nosotros
que en guerra estamos desde siempre;
eres también en Roncesvalles
quieto fortín de enamorados
que el gozo sienten y se miran.
Amable, santa Madre mía,
bello confín de lo imposible,
bajo tus ojos amorosos
guárdanos, como quien da abrigo
al montañero fatigado;
y nuestro humano corazón
se ha de sentir contento y fuerte
con la salud de tu alegría,
cuando nos mires, clementísima,
María, Madre de acogida.
Amén, amén, por tu sonrisa.
Pamplona, Milenario de Roncesvalles, 1978
|