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Himnos de Adviento
Somos lo que somos, nosotros pecadores, pero queremos ser otra cosa: eso es la Inmaculada. El anhelo hecho realidad; es imagen de mí mismo en quien me veo. Y todo viene de la gracia; porque la Purísima es gracia, pura gracia. ¿Qué merecimientos puede tener una criatura, en el momento de su creación, para ser inmune de pecado? Ninguno. ¿Y para ser ya entonces la llena de gracia? Absolutamente ninguno. Invitamos, pues, a todas las generaciones a cantar el canto nuevo, que es el canto de la redención y de las maravillas de Dios. Que esta oración de alabanza suba hasta el trono de Dios, cumpliendo así la profecía de la Virgen en el "Magníficat". Y volvemos a María, a considerar lo que Dios ha hecho con ella. En ella Dios ha preparado su casa, y esta casa es casa de humildad, de roca y cedro. Allí reside la gracia de Dios, y al decir aquí toda la gracia toma asiento, nos acordamos de la Salutación de san Francisco a la Virgen María: "En ti estuvo y está la plenitud de la gracia y todo bien". Nos deleitamos en esta maravilla de Dios, y mirándole a María que también es nuestra Madre vamos desgranando con amor una guirnalda de alabanza: María Inmaculada, bello origen... En la doxología cantamos la gloria de Dios por este motivo que evocamos. Dios ha construido una casa para el Verbo eterno. A Él la gloria.
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