AÑO SACERDOTAL EN POESÍA
P. RUFINO MARÍA GRÁNDEZ, ofmcap.

 

 

Las siete alegrías de un sacerdote

Ahora que se acerca mi Jubileo Sacerdotal en Viernes Santo
(2 abril 1960 – 2 abril 2010).


0. Recordatorio
1. La Misa
2. Jesús
3. La Iglesia y Escritura
4. La absolución
5. El anuncio
6. El pobre
7. María



0. Recordatorio

Un sencillo Recordatorio para los amigos – sacado aquí, por arte y gracia de la computadora y de la impresora a color – recoge el rostro del Cristo de San Damián y el rostro de este Sacerdote que quiere mirarle a él. Fecha de ordenación: 2 de abril de 1960 (Sábado de Témporas de Cuaresma, en aquel entonces) y fecha de Jubileo: 2 de abril de 2010 (Viernes Santo). En el dorso, la doxología final de la Plegaria Eucarística: “Por Cristo, con Él y en Él…” y un sencillo poema de oblación que transcribo.

VER LA ESTAMPA-RECORDATORIO

En el último verso se dice que este Sacerdote quiere anunciar la hermosura del Señor. Esto lo he tomado de las frases finales de la catequesis en torno a San Antonio de Padua (10 febrero 2010), cuando el Papa Benedicto XVI concluía con una cita de los Sermones de San Antonio:
“En este año sacerdotal, oremos para que los sacerdotes y los diáconos lleven a cabo con solicitud este ministerio de anuncio y actualización de la Palabra de Dios a los fieles, sobre todo a través de las homilías litúrgicas. Que éstas sean una presentación eficaz de la eterna belleza de Cristo, precisamente como recomendaba san Antonio:
“Si predicas a Jesús, él ablanda los corazones duros;
si le invocas, endulza las amargas tentaciones:
si piensas en él, te ilumina el corazón;
si le lees, te sacia la mente” (Sermones Dominicales et Festivi III, p. 59).



1. La Misa

La santa Misa ha sido mi alegría,
la Misa atentamente pronunciada,
la Misa cotidiana, iluminada
con esa luz que adentro se esparcía.

La Misa ha sido en mí Teología;
ha sido para mí portal de entrada
al Aula del amor, que es su morada,
aquí converso y hecho Eucaristía.

Si un día yo, muy pobre, me muriese
de ataque al corazón, diciendo misa,
yo pido en caridad que alguien bese

mis manos blancas y mi frente lisa,
y ponga al pecho el Libro que confiese
la gracia de la fe…, y una sonrisa.


2. Jesús

Jesús, que es mi pasión y mi sentido;
mi luz: pensar en él, vivir en él;
es brújula en la torre de Babel,
el céfiro que llega hasta mi oído.

Hambrea el intelecto desmedido
lanzarse a navegar sin timonel,
filosofar, plasmarse en el papel,
y hallar lo que hasta hoy no hallado ha sido.

Jesús, mi Sacerdote, es clara paz,
del hontanar de Dios, mi profecía;
él es el cielo azul tras tempestad,

mi ruta celestial, Sabiduría.
¡Oh, sede de mi vida, ansiada faz,
mi Tú dentro de mí, Teología!


3. La Iglesia y la Escritura

La Iglesia y la Escritura, las dos una,
mi tierra son, la patria donde habito;
decirlo lo diré, el pecho ahíto
de gratitud, cual hijo de esta cuna.

¡La Iglesia!: yo la amo, es mi fortuna,
me gozo cuando atónito medito,
porque es la madre de este pobrecito,
maestra y madre nuestra cual ninguna.

Y de sus blandas manos yo recibo,
sencillo Sacerdote, la Escritura:
la leo, la predico…, y yo escribo

con sangre de mis venas, con ternura.
Mi santa Madre, indagaré en tu archivo
y amarte te amaré con más cordura.


4. Yo te absuelvo

Te absuelvo, pecador, hermano mío…
Temblando alcé mi mano pecadora,
sumisa la mirada acogedora
y el corazón en suave escalofrío.

Mas es verdad tamaño desvarío:
Amor-perdón de Dios en Cristo mora,
y todo él la Iglesia lo atesora
y se hace en mí amoroso poderío.

Jesús, Dios mío, tanta intimidad
al hombre sacerdote le confías:
tu sangre preciosísima, tu paz,

en estas pobres, suaves manos mías…
Jesús, Jesús…, derrama tu piedad
y hazme sentir también tus alegrías.


5. El anuncio

“Queridos hermanos sacerdotes, en el tiempo en que vivimos es especialmente importante que la lla-mada a participar del único Sacerdocio de Cristo en el Ministerio ordenado florezca en el “carisma de la profecía”: hay gran necesidad de sacerdotes que hablen de Dios al mundo y que presenten a Dios al mundo; hombres no sujetos a efímeras maneras culturales, sino capaces de vivir de manera auténtica esa libertad que sólo la certeza de la pertenencia a Dios está en condiciones de dar” (Benedicto XVI, 10 marzo 2010).


Es hora del anuncio-profecía,
de hablar de Dios al mundo muy hambriento,
de predicar al mar, al cielo, al viento,
la cruz pascual en que Jesús moría.

Es hora de belleza y poesía,
de mística oración y pensamiento,
de vuelo más allá del sufrimiento,
es hora de anunciar sin cobardía.

Es hora de humildad y de pureza,
intrépido profeta de su amor.
Jesús, mi Dios, inclino mi cabeza

y siento ya el envío redentor:
dispuesto estoy, la gran Misión empieza:
apóstol yo seré de mi Señor.


6. El pobre

El pobre se ha metido por mi pecho
y allí se me ha quedado humildemente,
¿Soy rico? No, diré con voz clemente;
Soy pobre porque el pobre así me ha hecho.

Si acaso la pobreza no es mi techo,
pues tengo pan y libros, bien potente,
creedme: soy mendigo e indigente,
con sed de Dios, y nunca satisfecho.

Los pobres, mis hermanos, me enseñaron
que Dios, Verbo encarnado, es humildad,
y de humildad los pobres se llenaron;

tened piedad, Jesús, tened piedad,
si en mí tus bellos ojos se fijaron
y dadme tus tesoros de verdad.


7. María

El día de los siglos fue aquel día
en que María dijo: “Sí, lo quiero”,
y el Verbo se hizo carne, mío entero,
y eternamente ya Jesús sería.

Allá en la Cruz de nuevo Dios se abría,
y dijo el Creador desde el madero:
Mi Madre sea seno y semillero
de toda gracia de la Iglesia mía.

Maternidad que a mí materniza,
dulce sentir que adentra ya en el cielo,
seguridad en tierra movediza:

a ti yo iré, pidiendo tu consuelo,
oh Madre, por cuyos ojos se desliza
la gracia del Señor en este suelo.