Cuarta Jornada
Día 20
Llave de David
O Clavis David, et sceptrum domus Israel;
qui aperis, et nemo claudit;
claudis, et nemo aperit:
veni, et educ vinctum de domo carceris,
sedentem in tenebris, et umbra mortis.
Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel;
que abres y nadie puede cerrar;
cierras y nadie puede abrir:
ven y libra a los cautivos
que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Isaías había profetizado:
“Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie
cerrará, cerrará, y nadie abrirá (Is 22,22)”. Este pasaje, referido a
Elyaquim, mayordomo de palacio, el Apocalipsis lo ha entendido de Jesús,
nuestro Redentor y Señor glorioso: “Esto dice el Santo, el Veraz, el que
tiene la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar; si él cierra,
nadie puede abrir” (Ap 3,7).
“Grande es su señorío y la paz no tendrá fin
sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo
por la equidad y la justicia, desde ahora y hasta siempre, el celo de
Yahveh Sebaot hará eso (Is 9,6)”.
Cristo es nuestro Redentor y a él dirigimos
nuestro canto. Y ahora contemplamos que éste que tiene la Llave de David y
el Cetro de Israel va silencioso en el seno de María.
¡Oh Jesús, ven a librarnos de nuestras
tinieblas y esclavitudes!
Del Verbo divino
la Virgen preñada
viene de camino:
¡si le dais posada…!
(Letrilla de San Juan de la Cruz, que sirve
de estribillo)
I
Llave y cetro de la Historia,
llave y cetro de mi vida,
el dueño de los misterios,
intimidad y armonía.
Si abres, abierto queda;
si cierras, tu sello fija,
Jesús, ante cuyos ojos,
nada ocultarse podría.
II
Sobre esos hombros descarga
la gracia que Dios envía,
llave de misericordia,
cetro de paz del Mesías.
Nosotros, encarcelados
por nuestra culpa y malicia,
en tu llave confiamos
y en tu piedad infinita.
III
Jesús, el Santo y Veraz,
llave de nuestra familia,
ábrenos tu libertad
en tu Iglesia redimida.
Somos hijos de la luz,
toda tiniebla vencida;
tú eres la fe y la esperanza,
y la puerta de la vida.
IV
Y la Virgen Nazarena,
camina, adora y medita,
y José, custodio fiel,
al Niño y la Madre cuida.
Ya se acerca el Nacimiento
y la espera se termina,
¡oh Virgen de la ternura,
oh Madre de la alegría!
Puebla, diciembre 2009
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