Himnos de Adviento
Días feriales - 9
En
ti yo espero, sólo en ti, Señor
In te, Domine, speravi,
non confundar in aeternum
(Te Deum)
El Adviento - primavera de la Iglesia - levanta nuestro corazón a la
esperanza, que puede tener el tono de la “expectación piadosa y alegre”
(Calendario, 39).
Aquí
ciframos nuestra atención en el sentido teológico de la esperanza, virtud
teologal. Quiere esto decir que el objeto propio, inmediato, total,
exclusivo de la esperanza es Dios, sólo Dios. Y el apoyo o motivo de la
esperanza, el mismo: Dios, sólo Dios. El joven que se prepara a la vida
con una carrera “espera” alcanzar su objetivo: lo construye con sus
fuerzas y su esfuerzo; y hace bien. De esta esperanza, laudable, no
hablamos; hablamos de la esperanza teologal. Yo espero en Dios, sólo en
Dios; teologalmente no espero en nadie, ni tampoco en mí. Sólo Dios es el
infinito de mi esperanza; sólo de Dios puedo esperar mi salvación.
Esto
es lo que cantamos. Y lo cantamos con gozo, porque el bien de los bienes
es la salvación, donde está la gloria de Dios.
En ti yo espero, sólo
en ti, Señor,
no sea eternamente confundido.
No lo seré, oh Dios de mi descanso,
oh Dios verdad, mi Dios amor, Dios mío.
Tu santa Encarnación es mi abandono,
mi tesoro, la Cruz que has padecido,
y tu resurrección es mi futuro,
la Eucaristía, luz de mi destino.
Las manos que me diste a ti te entrego,
las pongo en ti, vacías de mí mismo,
si en ellas frutos veo, a ti las gracias,
que son la bendición que yo he sentido.
Acaso en el sendero cotidiano,
las flores de tu amor me han confundido,
y al ver tanta hermosura, no vi Adviento,
porque eras tú en ellas escondido.
Olvida mis olvidos, mis errores,
que sólo en ti, mi Dios, en ti confío;
ni en obra ni en persona me apaciento,
ya sólo a ti adoro y sacrifico.
¡Oh Dios de la esperanza y la hermosura,
oh Dios de amor al hombre descendido,
a ti la gloria entera que mereces,
mi confesión a ti, mi fin cumplido! Amén.
Puebla, 1 de diciembre de 2008
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