Himnos de Adviento
Días feriales
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La
creación se alegra y lo celebra
En el reciente Sínodo de Obispos (Roma, 5-26 octubre 2008) sobre La
Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia se nos ha insistido
en esta verdad clave: En la Biblia está ciertamente al Palabra de Dios,
pero la Biblia no agota la Palabra de Dios, por la Palabra de Dios llena
la Creación y la Historia.
Es el
antiguo convencimiento de los Padres: Dios se revela incesantemente en al
Creación y Dios se revela en la Historia.
La
Escritura, desde el Antiguo Testamento, entiende que el Cosmos se une a la
alabanza de Israel: Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor
[entrad en el culto] con alegría (Sal 99). La asociación de cosmos a
los cánticos de triunfo de Israel se siente muy viva en los poemas
proféticos para la vuelta del destierro:
El
desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrarán el páramo y la estepa,
florecerá como flor de narciso,
se alegrará con gozo y alegría (Is 35,1-2)
Así pues, el Cántico de las criaturas (San Francisco) es revelación
de Dios. Y está revelando, lo primero de todo, la Bienvenida al Verbo
Encarnado. La liturgia de Adviento y Navidad se ha complacido en hacernos
vibrar con estas nota: resuene en nuestro espíritu el canto de la
creación.
Cantemos como cristianos - y me atrevo a añadir, no porque sea más, sino
porque es una nota muy nuestra - cantemos como hermanos menores al son de
san Francisco.
Laudator
nulli comparandus (PÍO XI en la encíclica Rite expiatis, con
motivo del VII centenario de la muerte de san Francisco, 30 abril 1926.
Véase DANTE, Divina Comedia, Paraíso XI).
Véase: Oktavian SCHMÜCKI, Franciscus Dei laudator et cultor, en
Laurentianum 10 (1969) 246. La expresión está tomada de la Legenda
Maior de San Buenaventura (VIII,9,3).
La creación se
alegra y lo celebra,
un día con el hombre bendecida;
nació para ser suya y se adelanta,
y quiere ser del Verbo la cunita.
Los montes y collados leche y miel
para Jesús, el niño Dios destilan,
porque es el Emmanuel, mi Dios conmigo,
que Dios en nuestra tierra se avecina.
La tierra se prepara con sus frutos,
que han de ser alimento del Mesías
y un día por el cuerpo sacramento,
ha de brindar el pan de flor de harina.
Montañas que saltasteis en la Pascua
cuando Israel cantaba su salida,
romped y celebrad la Encarnación,
que el Dios del cielo viene a su familia.
Veneremos el seno virginal
secreto augusto de esta maravilla,
dichosas las entrañas de mujer
que dieron sangre al Verbo de la vida.
Cantemos cielo y tierra un solo himno,
cantemos las promesas ya cumplidas.
¡A ti la gloria, Dios de la esperanza,
oh Trinidad, oh Dios de toda dicha! Amén.
Puebla 3/XII/2008
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