TERCERA PARTE

DE LOS DEBERES DEL INSPECTOR DE LAS ESCUELAS

 

Habrá en todas las casas del Instituto un Inspector de las escuelas, que tendrá autoridad sobre todas las escuelas dependientes de una misma casa. El Director será el Inspector; si hay 3 ó 4 escuelas dependientes de la casa en donde es director, se le podrá dar un Hermano para ayudarle en la inspección de las escuelas, de las que será, sin embargo, responsable, de tal manera que este Hermano no hará nada sino por su mandato, y le dará cuenta de todo lo que haya hecho y de lo que haya pasado en las escuelas.

El Inspector de las escuelas estará siempre en alguna de las escuelas de las que tenga la dirección, ya en una, ya en otra, no según su elección sino según la necesidad que se tenga de su presencia; de seguido y por orden, según le haya sido señalado por el Superior del Instituto.

No se ausentará sin una necesidad evidente; y, si es Director, informará al Superior del Instituto del tiempo en que no haya estado, y de la necesidad y razones que haya tenido para ausentarse.

Permanecerá en la misma escuela, desde la entrada hasta la salida y prestará atención a todo lo que acontezca en todas las clases; procurará que las reglas y prácticas de la escuela se observen exactamente, sin ningún cambio ni alteración.

El oficio de Inspector de las escuelas consiste principalmente en dos cosas:

1ª- en la vigilancia que debe tener sobre las escuelas, sobre los maestros, sobre los escolares;
2ª- en distribuirlos en las clases y asignarles su nivel;
3ª- en cambiarlos de nivel, cuando estén preparados para pasar a uno superior.

 

CAPÍTULO 1

De la vigilancia del inspector de las escuelas

 

ARTÍCULO 1

De la vigilancia que el Inspector de las Escuelas debe tener sobre las escuelas.

 

El Inspector de las escuelas velará y procurará que haya una pila de agua bendita en la puerta de cada escuela y tenga siempre suficiente agua bendita.

Que haya cuatro imágenes en todas las clases: un crucifijo, una imagen de la Santísima Virgen, una de San José y otra de Jesús, en la escuela; que haya en todas las clases las sentencias que deberán ser mostradas con la señal.

Que haya rosarios suficientes en cada escuela, para los escolares que no saben leer.

Que haya un hisopo en cada escuela para tomar agua bendita al entrar y al salir de la iglesia; que haya un cesto en cada clase para recoger el pan que se da a los pobres durante el desayuno y la merienda.

Que haya libros para todos los niveles, cuantos sean necesarios para los pobres que no puedan adquirirlos.

Que haya también papel para los escribanos pobres que no puedan comprarlo; que haya todos los libros necesarios para cada maestro; que por ningún motivo haya libros diferentes de los que se emplean en la escuela.

Que haya en cada clase de los escribanos una repisa o armario, si es que no hay un despacho para dejar los papeles de los escribanos, los registros, los libros para los pobres; y que todos los libros estén bien ordenados.

Que haya tinteros encajados en los bancos entre dos escribanos, y estén todos cubiertos; que haya un palo con una cuerda en la extremidad por la cual se pueda pasar el brazo, y cada escolar la tome para ir a los sanitarios, y que haya solamente uno.

Que haya tantas escobas para barrer como clases, y que se las renueve cuando sea necesario; que en las escuelas fuera de la casa, haya un cubo, un rastrillo, una cesta para recoger la basura; que haya un catálogo de cada banco, que no haya más que un manojo de varas, o una palmeta, para todas las clases de una misma escuela, y que uno de los maestros esté encargado por orden del Hermano Director; que todo esté bien ordenado y muy limpio. Que todos los bancos estén sanos y salvos, es decir en buen estado, y que se los repare cuando tengan alguna cosa pequeña para arreglar. Que estén bien ordenados, siempre en la misma posición, y no se cambie ninguno sin orden del Hermano Director.

Que las clases estén limpias, que no haya en el suelo ni papeles, ni trozos de plumas, ni huesos ni ninguna otra cosa que pudiera ensuciarlas o afearlas. Que se barran diariamente todas las clases y se las rocíe con agua al barrerlas.

Que no haya ni barro, ni otras inmundicias acumuladas sobre el piso de las clases, y que se las pula de vez en cuando; que los vidrios estén siempre en buen estado.

 

ARTÍCULO 2

De la vigilancia que el Inspector de las Escuelas debe tener sobre los maestros

 

El Inspector de las escuelas velará, respecto a los maestros, que los que tienen la escuela en la casa, se dirijan a la escuela inmediatamente después del rosario y que no entren en ningún lugar de la casa, sin necesidad y sin permiso.

Que todos los maestros que van a las escuelas fuera de la casa, al salir del oratorio, vayan directamente a la puerta, sin pararse en ningún lugar; que recen el rosario durante todo el camino y que no hablen.

Que caminen por las calles con gran modestia, y que, por su exterior sean motivo de edificación para todos.

Que no se lleguen a nadie en las calles y no entren en ninguna casa, bajo ningún pretexto; que si alguien se les acerca en las calles, sólo el primero responda en pocas palabras a lo que sea propuesto o pedido, en caso que pueda o deba responder, si no que se excuse cortésmente.

Que todos comiencen la escuela y los ejercicios de la escuela exactamente a la hora señalada, sin atrasarse un solo momento; que en todas las clases el tiempo que deba durar cada lección esté regulada en proporción al número de escolares.

Que habiendo determinado de esa manera el tiempo para cada lección, ningún maestro disminuya ni prolongue el tiempo que haya sido prescrito para cada uno.

Que ningún maestro emprenda nada en su clase contra la Regla y sin orden del Director, que estén siempre sentados, o de pie delante de su sitio y que no salgan de su sitio sino por necesidad evidente; que vigilen siempre a los escolares y los tengan siempre a la vista.

Que durante el tiempo de las lecciones se apliquen a lograr que los escolares lean pausada y claramente, ni demasiado alto ni demasiado bajo, sin ningún soniquete, según el orden y la regla de la lectura.

Que usen siempre la señal y no hablen nunca en voz alta a los escolares, durante el tiempo de las lecciones; que sigan siempre en su libro y estén atentos para corregir durante todo el tiempo dedicado a la lectura. Que no lean en la escuela libros diferentes de los que se usan en ella, de acuerdo con los niveles; que hagan leer a todos los escolares sin ninguna excepción; que les hagan leer aproximadamente el mismo tiempo a todos.

Que los maestros de escritura presten mucha atención para que el modo de tomar la pluma y la postura del cuerpo de los escribanos, sean correctos, y para corregir los errores que cometan en la escritura; en una palabra, que observen cuanto está señalado en la regla de la escritura.

Que se ejercite a los escolares en la letra redonda o bastardilla, según su disposición, la edad que tengan, las vacaciones que puedan tomar y el tiempo que deben frecuentar la escuela; que se apliquen con el mismo e incluso más cariño a instruir a los pobres que a los ricos, y que no descuiden a ninguno y no hagan acepción de personas.

Que no tengan afecto particular a ningún escolar, que no les hablen nunca en particular, sino con pocas palabras, con motivo de una ausencia o en previsión de la misma; que nunca sienten a ninguno cerca de sí; que se preocupen en hacer aprender las oraciones a los de nuevo ingreso; que cumplan exactamente lo que exige su deber.

Que ningún maestro escriba en la escuela, sino los de escritura, y solamente para corregir; que ningún Hermano hable a otro en la escuela, sino sólo al que reemplaza al Inspector; si tiene alguna cosa o alguna observación referente al bien de la escuela que lo comunique al Director.

Que dé el catecismo a la hora y sobre el tema de la semana; que no diga en el catecismo nada que no haya leído en los libros debidamente aprobados y debidamente autorizados, y nunca decida si algo es pecado mortal o venial. Que no reciban nunca nada de los escolares, y si les recogen alguna cosa porque juguetean con ella, o por cualquier otra razón, que se la devuelvan al salir de la escuela, o si creen que sea inútil o peligrosa para los escolares, la entreguen al Hermano Director. Que no den nunca nada a ningún escolar, sino a modo de recompensa y no por amistad o simpatía.

Que no se familiaricen o traben amistad con nadie, por ningún motivo; que nadie venga a visitarles en la escuela, y no hablen a nadie sino a los padres de los escolares cuando los traigan en ausencia del Hermano Director; que hablen siempre muy cortésmente y en pocas palabras. Que no dejen entrar a nadie en la escuela, excepto al señor Cura de la parroquia en la que tienen las escuelas, o a alguna otra persona que tenga permiso del Director para ver las escuelas y en la manera de llevarlas. Que los maestros no salgan de su sitio sino por las necesidades comunes y ordinarias; que no se dejen llevar por la impaciencia al reprender o corregir a los escolares; que las correcciones con varas sean raras, y las de palmeta no demasiado frecuentes, y que sean siempre según la regla.

Que no corrijan durante el catecismo y las oraciones; que los maestros noveles y jóvenes no corrijan con varas, sin haberlo consultado con el Inspector o el que haga sus veces, y que no empleen las palmetas demasiado frecuentemente.

Que los maestros impongan las penitencias con toda seriedad, y no empleen sino las que están prescritas; que los maestros se preocupen de hacer oir todos los días la Santa Misa a sus escolares, con piedad y modestia, que los maestros no tengan ningún libro durante la Santa Misa, sino que todo su cuidado sea velar sobre los escolares, sin detenerse en la escuela, ni en ningún lugar de la casa, y vayan directamente a la sala de los ejercicios sin ningún retraso.

Que los maestros den cuenta al volver de la escuela, de las personas que hayan acudido, sea a la escuela, sea a la puerta de la escuela, y de los asuntos por los que hayan venido, y de lo que allí hayan hecho o dicho, y del Hermano con quien hayan hablado y de lo que hayan dicho.

Algo muy importante a lo que prestará mucha atención será que los maestros no golpeen a los escolares con el pie, con la mano o con el puntero, procurará esmeradamente que no incurran en ese defecto; que no hablen fuerte sino en contadas ocasiones y en caso de gran necesidad, fuera del catecismo, del examen y de las reflexiones; que no salgan de su sitio, que sigan leyendo en su libro, lo que se lee, y no hagan otra cosa sino su deber en cualquier tiempo que sea. Que corrijan la escritura en el tiempo y según el modo que esté señalado. Que no tengan ningún escolar cerca de ellos, y que un maestro no hable con otro, a no ser al que esté encargado de recibir las justificaciones de ausencia, cuando se presente alguno, o con aquél, que ha sido encargado de hablar cuando haya necesidad de hacerlo, y que incluso éste no hable sino lo necesario en ambas ocasiones. Que no se admita a nadie en la puerta de la escuela para hablar o a manera de visita, y que no vayan a hablar con nadie fuera de la escuela. Que no reciban nada, sea de los escolares sea de sus padres o de cualquier otra persona, por cualquier razón o de cualquier forma que sea, y que no retengan nada que pertenezca a los escolares, aunque no fuese sino un alfiler.

Tales faltas revisten tanta importancia y tienen consecuencias tan graves, que no deben tolerarse en los maestros, ni tan siquiera una sola vez, y nunca deben incurrir en ellas por más razones que pudieran aducir para justificarlo.

 

ARTÍCULO 3

De la vigilancia que el Inspector de las Escuelas debe ejercer sobre los escolares

 

El Inspector de las Escuelas vigilará respecto de los alumnos que lleguen antes de que comience la escuela, y que no se ausenten sin permiso y sin una verdadera necesidad, que sean modestos, juiciosos y edificantes en las calles. Que no se aglomeren al venir a la escuela, cuando se abra; que no riñan, ni en grupo ni con otros; que no se paren en las calles, incluso para orinar; que no hagan sus necesidades en las calles, ni al venir a la escuela ni al volver. Que entren en la escuela modesta y ordenadamente y permanezcan en silencio. Que tengan siempre sus ojos sobre el libro, que sigan la lectura, y digan en voz baja lo que el lector dice en voz alta.

Que lean todos cada vez, y que todos escriban durante el tiempo de la escritura, ni muy deprisa ni demasiado lentamente y que formen bien sus letras. Que no hablen a los maestros sin necesidad, y que cuando lo hagan, en voz baja y en pocas palabras; que no charlen con sus compañeros, y no miren para todas partes.

Que sepan bien las oraciones y el catecismo e incluso las respuestas de la Santa Misa, si son capaces de ello. Que recen a Dios todos los días, mañana y tarde; que tengan devoción a la Santísima Virgen y a San José; que sean modestos, tengan piedad y rueguen siempre a Dios en la iglesia.

Que si pasan delante de algunas iglesias al venir a la escuela, entren en una de ellas para rezar a Dios y saludar al Santísimo Sacramento; que vayan de vez en cuando a confesarse, e incluso tan a menudo como sea posible; y que, con tal fin, se ruegue a algún sacerdote que quiera tomarse la molestia de confesarlos a menudo.

Que los que comulgan lo hagan al menos una vez al mes, que sean asiduos a sus parroquias los domingos y fiestas, y que sean asiduos al catecismo; que tengan un gran respeto a su padre y a su madre y que [les] asistan con mucha humildad y gran respeto. Que saluden con respeto a las personas respetables, sobre todo a los eclesiásticos y religiosos, a sus maestros y a las personas revestidas de autoridad.

Que ningún escolar vaya a los sanitarios sin tener la contraseña, que no vayan nunca dos o más juntos, y que los mantengan aseados y limpios. Que todos tengan un compañero al salir de la escuela, y que vayan siempre con él, y no se junten a otros hasta que hayan llegado a su casa.

Que no frecuenten malas compañías; que eviten, sobre todo, con gran cuidado, la de las niñas; que se junten con compañeros juiciosos, reservados, honestos y que les puedan llevar al bien, con sus ejemplos y con sus palabras. Que todos los que tengan oficios en cada escuela y en cada clase, cumplan su deber exactamente.

La vigilancia que el Inspector de las Escuelas debe tener sobre todas estas cosas, no impedirá la que deben tener los maestros para observarlas y hacerlas observar unánimemente y guardando la debida dependencia; unos y otros deben esmerarse para mantener el orden en su escuela, lo harán por espíritu de regularidad y siendo exactos en cuanto les está prescrito y que Dios les pide.

 

CAPÍTULO 2

De la recepción de los escolares

 

ARTÍCULO 1

De los que deben recibir a los escolares en la escuela y de cómo deben hacerlo

 

Sólo el Superior, o el Inspector de las Escuelas, si aquél está ausente, y por orden suya, recibirá a los escolares que se presenten para asistir a la escuela.

Les recibirá el primer día de escuela de la semana; si únicamente hay dos escuelas en la ciudad, dependientes de una casa, recibirá los escolares para una escuela el primer día de escuela por la mañana, y los escolares para la otra escuela el mismo día por la tarde.

Si hay 3 ó 4 escuelas, recibirá los de la tercera el segundo día de escuela por la mañana, y los de la cuarta el mismo día por la tarde.

Los escolares serán recibidos únicamente en el día de la semana y en el tiempo destinados para recibirlos. Todos los que se presenten otro día o en otro momento serán enviados y remitidos a ese día y a ese tiempo, a menos que el Director se encuentre presente en la escuela, cuando se presenten.

Todos los que no puedan acudir a la escuela el día y en el tiempo destinado para la recepción de los escolares, o que no puedan hacerlo cómodamente, podrán ir el domingo a la casa, y ese día el Director recibirá a todos los que se presenten para cualquier escuela indistintamente.

Cuando el Superior reciba en la casa escolares para otras escuelas que no sean los de la casa, les dará una esquela o tarjeta, para que se les reciba en la escuela, indicando el nombre del escolar recibido y la fecha de recepción, el nivel en que debe colocársele, el nombre de su padre y de su madre o la persona en cuya casa reside, la profesión, la calle, el emblema, y la habitación, en esta forma: Jean Baptiste Gribouval: 6 años de edad, vive en casa de Pierre Gribouval, cardador de lana, su padre, calle de la Couture, en un tallercillo; ha sido admitido para la escuela de la calle Tillois, el 19 de octubre de 1706 para estar en el primer renglón del primer cartel.

François Richard: 12 años, vive en casa de Simon Richard, su padre, inspector, o bien en la casa de la viuda Richard, su madre, revendedora, o en casa de su tío Jean Richard, escribano, calle de Oignon, en casa de un cirujano, 2ª habitación, sobre el frente o hacia atrás; ha sido admitido para la escuela el 1º de mayo de 1706 para escribir en el 6º orden de escritura redondilla.

 

ARTÍCULO 2

Sobre las cosas que es preciso conocer al recibir a los escolares

 

El Hermano Director no recibirá niños para la escuela, que no le hayan sido presentados por el padre o la madre, o la persona con quien vive, o por alguien que tenga derecho para hacerlo, o que tenga una edad razonable y que haya seguridad que se presentan de parte de los padres del niño.

Cuando el Director reciba a un escolar, se informará con la persona que lo presenta, del apellido y nombre del niño, del de su padre y del de su madre, o el de la persona que está encargada, su profesión y su domicilio, la calle, el emblema y la parroquia; la edad del niño, si está confirmado, si ha hecho la primera comunión; si ha estado ya en la escuela, con quién, por qué razón ha salido, si no es por razón de alguna bribonada o por haber sido castigado; si ha estado ya en las Escuelas Cristianas, cuánto tiempo; si ha sido expulsado, lo cual conocerá el Director por el Registro, si está bien cumplimentado. Si es un muchacho mayorcito, qué es lo que pretenden sus padres, si quieren que aprenda un oficio y en cuánto tiempo; la capacidad que tiene para leer y escribir; le hará leer algunos renglones, silabear o leer en francés o en latín, haciéndole leer en algún lugar de un libro que no sea corriente, para que no lea por mera rutina; cuáles son las buenas y malas costumbres o cualidades del niño, si tiene alguna molestia o enfermedad corporal, sobre todo si tiene escrófulas, tiña grave o epilepsia o algunas otras enfermedades que se puedan contagiar, a lo cual debe prestarse mucha atención; si tiene alguna enfermedad corporal, el Director se informará si ésta le puede impedir la asistencia a la escuela.

Cuánto tiempo hace que no se ha confesado, si lo hace a menudo; si no frecuenta libertinos; se preguntará al escolar, si duerme solo o con otro y con quién.

 

ARTÍCULO 3

De las cosas que hay que exigir a los padres y a los alumnos cuando se les recibe

 

Cuando se reciba a algún escolar en la escuela se exigirá a los padres y al escolar que tenga todos los libros necesarios, y un libro de oraciones si sabe leer, o un rosario, si no sabe leer para rezar a Dios en la Santa Misa.

Que sea asiduo a la escuela y no falte nunca sin permiso; que llegue puntualmente todos los días a la escuela: por la mañana a las 7.30 h. y a la 1 h. por la tarde.

Que no falte al catecismo y a la Misa Mayor los domingos y fiestas, sin una gran necesidad evidente y sin permiso; en caso contrario será despedido; que no desayune ni meriende fuera de la escuela, a fin de que se le enseñe a comer cristiana y honestamente.

Que no refiera nada de lo que haya pasado en la escuela, sea con respecto a algún escolar, sea respecto de sí mismo. Si refiere alguna cosa en su casa, o en otra parte, será severamente castigado.

Que los padres no escuchen las quejas que sus hijos podrían presentarles, sea contra el maestro, sea contra su proceder, sino que cuando se quejen de alguna cosa, se tomen la molestia de acudir a hablar con el maestro, sin que sus hijos estén presentes, y se procurará dejarlos satisfechos. Que los padres envíen a sus hijos, así durante el invierno como durante el verano.

Que el escolar lleve ropas limpias y se presente en la escuela con un atuendo adecuado y que haya sido lavado; que esté bien peinado y libre de parásitos. Cada maestro cuidará este punto en relación con todos sus escolares, especialmente los más desaseados; que nunca se presenten en la escuela con las piernas desnudas y sólo con la camisa, pues se les castigará y se les devolverá a su casa.

Que no vaya a bañarse durante el verano, lo cual encierra gran riesgo para su pureza; que no patine y no arroje nieve en invierno; que no frecuente muchachas, ni compañeros libertinos, aunque no fuese sino para jugar con ellos.

No se acueste con su padre o con su madre, ni con alguna de sus hermanas, ni con alguna persona de otro sexo. Y si se acuesta así es preciso obligar a sus padres a separarlo, y, si, llegase a ser necesario, informar de ello al Sr. Cura de la parroquia en la que vive para que ponga remedio.

Que los padres no den dinero a sus hijos, y no permitan que lo tengan, por poco que sea; ya que es ordinariamente una de las principales causas por las que se desarreglan. Si el escolar ha estado en otra escuela, que los padres paguen al maestro con quien el niño ha estado, si no le han pagado totalmente.

 

ARTÍCULO 4

De los que pueden o no pueden ser recibidos

 

Hay cuatro clases de niños que se pueden presentar para ser recibidos en nuestras escuelas: los que han estado en otras escuelas; los que no han estado en ninguna escuela; los que han venido a la escuela y la han dejado, sea para trabajar o para permanecer ociosos, sea para ir a otra escuela; y los que han sido expulsados de la escuela.

 

SECCIÓN 1

De los que no han estado nunca en ninguna escuela

 

No se recibirá ningún escolar que no tenga 6 años cumplidos, a menos que en alguno, su inteligencia y el desarrollo suplan el defecto de la edad. No se recibirán niños pequeños que asistan solamente durante el verano, o cuando el tiempo es agradable o que lleguen más tarde que los demás.

No se recibirá ningún escolar que sea tan poco inteligente y tan tonto que no pueda aprender nada y que pueda distraer a los demás y provocar algún desorden en la escuela.

Por ningún motivo se recibirá a cualquiera que padezca alguna enfermedad que se pueda contagiar, como las escrófulas, la tiña perniciosa, la epilepsia; y si algún escolar que asiste a la escuela, adquiere alguna de estas enfermedades, se le hará visitar por el médico de la casa, y si es de tal naturaleza, se le enviará a su casa hasta que sane, dado caso que el mal sea curable.

No se permitirá que el escolar, cuyos padres sean ricos, acuda a la escuela pasado el primer día, sin tener los libros necesarios para su nivel de lectura, y, en caso de que escriba, sin papel, plumas y una escribanía para escribir. Tampoco se recibirá ningún escolar que no pueda ser asiduo a la escuela, sea por alguna enfermedad, sea por cualquier otro motivo, y esta asiduidad consiste en no faltar más de dos veces a la escuela por semana, incluso por algún motivo válido, sin permiso.

No se recibirá ningún escolar que no quiera asistir al oficio los domingos y las fiestas, con el maestro y los escolares, y al catecismo; y si alguno no asiste asiduamente será despedido.

No se recibirá ningún escolar que únicamente asista a recitar su lección o para escribir y regresar a su casa enseguida; se podrá recibir a algún escolar que por su trabajo u algún otro empleo, llegue más tarde, pero a la hora convenida, y no se recibirá a ninguno que no asista al catecismo y a la oración.

No se podrá recibir ningún escolar para que llegue más tarde que los demás a no ser que sea por su trabajo; se procederá de tal forma que, a quienes se ha concedido llegar más tarde que los demás por la mañana, asistan con todos a la Santa Misa.

Se podrá recibir algún escolar que asista a la escuela solamente por la tarde, pero no se podrá recibir ninguno que asista únicamente por la mañana; no se podrá recibir ningún escolar para el que se le solicite dispensa de acudir algunas veces a la escuela, para guardar la casa o los niños.

Se podrá recibir escolares que trabajen en la escuela en un oficio que no resulte molesto, como el tejido de punto u otro semejante. No se recibirá ningún escolar, por grande que sea, que no proceda en todo como los demás.

 

SECCIÓN 2

De los que han estado en otras escuelas

 

No se recibirá escolares que hayan estado en otras escuelas sin conocer la razón que ha motivado su separación.

Si se observa que los escolares han abandonado la escuela a donde acudían porque están inclinados a cambiar fácilmente, se hará notar a los padres que esto perjudica mucho a los niños; que deben resolverse a no cambiarlos más, y que si posteriormente dejan la escuela no se les recibirá más; si dejan la escuela por haber recibido una corrección merecida, habrá que señalar a los padres que no deben escuchar las quejas de sus hijos contra el maestro, puesto que si no faltaran en nada no se les corregiría, y que deben aceptar de buena gana que se les corrija cuando cometen faltas; en caso contrario, no deben enviarlos a la escuela. Si el escolar deja la escuela por haber sido enseñado mal, o por algún otro motivo, en el cual aparentemente el maestro ha tenido culpa, se evitará con cuidado criticar al maestro, más bien se le excusará en cuanto sea posible.

Si el escolar hubiese sido mal enseñado, por ejemplo, si se hubiese enseñado a escribir antes de saber leer, o a leer antes de saber deletrear, o incluso antes de saber todas las letras, el Inspector hará notar estos defectos a los padres, y los remedios que deben aplicarse, como por ejemplo, enseñarle las letras, o a deletrear, o a leer solamente, antes de escribir, de acuerdo con las carencias en la enseñanza, y le hará comprender, con mucha prudencia, la importancia de este método, sin el cual el escolar no podría jamás aprender nada, aunque acudiese diez años a la escuela.

No se recibirá ningún escolar en esta situación, cuyos padres no consientan en lo que se les haya propuesto. Si no quieren o no pueden escuchar razones a ese respecto, se les pedirá como mínimo tres meses de prueba, y se les explicará que la base de la lectura consiste en conocer perfectamente las letras, en saber deletrear y leer las sílabas distintamente, sin lo cual no se podrá jamás aprender nada en la lectura, a no ser por mera rutina.

 

SECCIÓN 3

De los que han venido a la escuela y la han dejado por propia voluntad

 

Los que ya han asistido a nuestras escuelas y las hayan dejado por su propia voluntad, o porque los padres son demasiado complacientes y crédulos, y que se presenten para ser admitidos, no lo serán sino con grandes precauciones.

Antes de recibirlos se examinará con gran cuidado la causa de su salida. Se les hará esperar algún tiempo, no obstante, sin exasperar a los padres, sino solamente para hacerles apreciar la gracia que se les quiere conceder, diciéndoles que, si su hijo estaba bien en nuestras escuelas, no debían haberlo retirado.

No se recibirá sino dos veces a los escolares que han dejado nuestras escuelas, para ir a otras, una vez solamente después de haberla dejado, y, cuando se reciba esta clase de escolares, se les indicará claramente a la segunda vez, que es la última vez que se les recibe, y que si la dejan de nuevo, no se les recibirá más.

 

SECCIÓN 4

De los que han sido expulsados de la escuela

 

Si se presenta alguno para ser admitido en la escuela que haya estado antes y haya sido expulsado, se señalará en el registro por qué causa, y después de dar a conocer a los padres los motivos importantes que se tuvieron para expulsar de la escuela a esos escolares, y después de haberles hecho esperar algún tiempo, se les recibirá, si hay esperanza de enmienda, con la condición de expulsarlo si no cambia de conducta y no recibirlo nunca más.

Si hay poca esperanza de que se corrija, lo que acontece habitualmente, no será recibido sino después de grandes pruebas, y en caso de que no se corrija, se le expulsará.

 

CAPÍTULO 3

De la clasificación de los alumnos y de la graduación de las lecciones

 

ARTÍCULO 1

De la distribución de los escolares en las clases y en los lugares que les convienen

 

Cuando el Inspector haya recibido un escolar y haya examinado sus capacidades, como se ha dicho más arriba, le asignará la clase, el nivel de lectura y el sitio que deberá ocupar.

Al colocar a un escolar de nuevo ingreso, tendrá cuidado de colocarlo junto a otro que pueda enseñarle a seguir fácilmente y que no se ponga a charlar con él. Habrá en todas las clases sitios asignados a todos los escolares, en todos los niveles de lectura, de modo que todos los del mismo nivel estén colocados en la misma sección, y siempre en la misma, a menos que el nivel sea trasladado a otra clase.

Los escolares de los niveles más avanzados ocuparán los bancos más próximos a la pared, y los otros de seguido, según el orden de los niveles, yendo hacia el medio de la clase.

El Inspector de las Escuelas procurará que las mesas de los escribanos estén colocadas de tal modo que puedan escribir con una buena iluminación; respecto de los escolares que leen en los carteles murales, estarán colocados según está señalado en el artículo de la lectura de los carteles murales.

Cada uno de los escolares tendrá su sitio señalado, y ninguno de ellos lo dejará, ni cambiará el suyo, sino por orden y con autorización del Inspector de las Escuelas.

Tendrá mucho cuidado de que los escolares estén colocados con orden y prudencia de modo que aquellos cuyos padres son negligentes y tienen parásitos (piojos), estén separados de los que estén aseados y no tienen parásitos; que un escolar juguetón y disipado esté colocado entre dos que sean juiciosos y reposados; un cabeza hueca solo, o entre dos de cuya piedad se esté seguro; un escolar propenso a hablar, entre dos que sean silenciosos y muy atentos; y así en los otros casos.

El Inspector tendrá cuidado de distribuir a los escolares en las clases, de asignarles su sitio y de establecer el orden en las escuelas, a medida que los escolares lleguen a la escuela después de las vacaciones; colocará en cada clase el número de escolares que convenga.

Los escolares estarán distribuidos en las clases, no de acuerdo con el nivel de lectura en que están, de manera que todos los escolares de un mismo nivel estén en la misma clase, sino teniendo en cuenta el número de escolares, de suerte que no haya sino determinado número de escolares en cada clase. Cuando haya un número demasiado grande de escolares en una clase, en proporción a la otra u otras, si hay varias, el Inspector colocará una parte en la clase superior o en la inferior. Debe sin embargo tener cuidado de que los escolares de un mismo nivel no estén en dos clases diferentes, a menos que sea imposible proceder de otra manera.

El número de escolares en cada clase será de 50 ó 60. En las escuelas que tengan más de dos clases, el número de escolares podrá ser mayor en la del medio que en la primera o en la última.

En las clases donde haya únicamente escribanos, o en la que no se lee sino en los carteles o en el silabario, el número de escolares no debe pasar de 50 como máximo.

Cuando el Inspector cambie de nivel a los escolares de una escuela, tendrá en cuenta si una clase no está demasiado recargada de escolares en proporción con la otra u otras, si hay más de dos. Hará una nueva distribución de los escolares en las clases de esta escuela, si esto es necesario, o si no es Director, en el caso que el Director lo juzgue a propósito.

 

ARTÍCULO 2

De la distribución en diferentes órdenes de los escolares que aprenden a leer

 

El Inspector de las escuelas dividirá en tres órdenes a los escolares de todos los niveles, excepto los que leen en los carteles. El primer orden será de los principiantes, el 2º de los medianos y el 3º de los avanzados o perfectos en ese nivel.

Los principiantes reciben ese nombre, no porque apenas se hayan iniciado en ese nivel, ya que varios pueden permanecer mucho tiempo en ese orden de este nivel, pues no saben lo suficiente para ser promovidos a un orden más avanzado. El Inspector colocará pues, en el orden de los principiantes para cada nivel, a los que cometan todavía muchas faltas. No colocará en el orden de los medianos, sino a los que cometen pocas faltas al leer, es decir, una o dos cuando más cada vez que leen.

No colocará a ninguno en el orden de los avanzados y perfectos de cada nivel, sino cuando lean bien y no cometan de ordinario ninguna falta. Con todo, a quienes leen el Manual de Urbanidad los distribuirá únicamente en dos órdenes; colocará en el primer orden a los que cometen faltas al leer, y en el segundo a los que no cometen ninguna.

A quienes leen en los registros los distribuirá en 6 órdenes, según estén catalogados los registros, y tendrá cuidado que los registros de un orden superior sean más difíciles para leer que los del orden inferior o precedente, así como está señalado en el artículo 9º del capítulo de los niveles de lectura de la primera parte.

El Inspector tendrá cuidado de asignar a cada orden de los niveles un sitio fijo y separado en la escuela, de manera que los escolares de un orden de nivel no estén confundidos y mezclados con los de otro orden del mismo nivel; los principiantes, por ejemplo, con los medianos, sino que se distingan fácilmente unos de otros, de acuerdo con sus lugares.

A los que aprendan a escribir los colocará sin embargo, en los bancos, no según el orden en que están, sino según su estatura; los que tienen más o menos la misma estatura en el mismo banco.

Tendrá también cuidado de colocarlos de tal manera que ponga, en cuanto se pueda, a uno que comienza a estar en un orden de escritura junto a otro que se perfecciona en ese orden o junto a otro que sea del orden siguiente e inmediatamente superior; un escolar que tiene dificultades para escribir con soltura junto a otro que tiene mayor habilidad, uno que tiene dificultad para tener bien el cuerpo y la pluma, junto a otro que tiene correctamente lo uno y lo otro, y así con los demás, para que puedan aprovechar de los más adelantados.

 

ARTÍCULO 3

De la distribución en diferentes órdenes de los escolares que aprenden a escribir en letra redondilla

 

El Inspector de las escuelas dividirá a los escribanos en 8 órdenes diferentes que se distinguirán, según las diferentes cosas que se les enseñen.

Colocará en el primer orden de escribanos a los que inician el aprendizaje y tendrá cuidado de que los de este orden se apliquen a mantener bien el cuerpo y la pluma, y a hacer bien los dos movimientos recto y circular.

Colocará en el 2º orden únicamente a los que mantienen bien el cuerpo y la pluma y que han adquirido la facilidad para hacer esos dos movimientos, y tendrá cuidado de que en este orden aprendan a formar las letras: c, o, i, f, m; que escriban una página de cada una de esas letras, unidas una con la otra, hasta que les den la forma que deben tener y escriban estas cinco letras en caracteres de contabilidad y de buen tamaño.

Colocará en el tercer orden de escribanos a los que no solamente mantienen bien el cuerpo y la pluma, sino que también dominan el trazado de las letras: c, o, i, f, m; prestará atención para que los de este orden se apliquen a formar bien y a unir las letras que deben ir juntas.

También estará atento para que escriban una página de cada letra del alfabeto, una después de otra, que unan las que deben ir juntas, y que no unan las que deben ir separadas, y vigilará para que escriban en esa forma una página de cada letra, hasta que sepan formarlas bien, y unirlas correctamente, según como deben estarlo; que estén bien colocadas, y que en seguida aprendan a formar bien las letras, o, i, f, y las que derivan de ellas, sin dejar, con todo, de escribir una página de cada letra.

No colocará en el 4º orden sino a los que forman bien todas las letras, sin exceptuar ninguna, que trazarán las uniones limpiamente como deben serlo y que sepan las letras derivadas de la o, i, f, y cómo derivan de ellas. Tendrá cuidado que los de este orden se esmeren para dar a las letras la colocación y la igualdad que deben tener en un mismo renglón y que levanten las cabezas por encima del cuerpo de la escritura y tracen los rabos hacia abajo, tanto como deben subir o bajar; prestará atención para que los de este orden escriban un renglón con cada letra del alfabeto, una después de otra y que todas vayan unidas entre sí en un mismo renglón.

No colocará en el 5º orden sino a los que además de formar bien y unir convenientemente todas las letras, siguen bien el renglón, distribuyen bien las letras y trazan el cuerpo de las letras del mismo tamaño, y dan a las cabezas y a los rabos la longitud que deben tener según las normas. Prestará atención para que los de este orden se esfuercen para lograr que las letras estén debidamente espaciadas y que el trazo sea firme; para dibujarlas con elegancia y soltura; para que las letras y los renglones conserven la distancia requerida; y para que escriban siempre el alfabeto de seguido y completo en cada renglón, a menos que no tracen del todo bien algunas letras, de las cuales deberán escribir algunos renglones al anverso de su papel, diariamente, al comienzo de la escritura hasta que logren formarlas todas debidamente.

No colocará en el 6º orden de escribanos, sino a los que den a todas las letras la forma que les corresponde, que tracen el cuerpo de las letras del mismo tamaño, y las cabezas y los rabos con la altura apropiada, según las normas; que los renglones estén más o menos espaciados conforme a lo que está indicado; cuya escritura esté debidamente espaciada y con trazo firme, y hayan adquirido elegancia y soltura.

Estará atento para que quienes están en dichos órdenes escriban diariamente el alfabeto entero y de seguido, en el reverso de su papel, al iniciarse la escritura; una página cada vez de texto seguido con letras grandes de tipo contabilidad, un renglón de su modelo respectivo diariamente durante dos semanas, y el modelo completo y de corrido, en las dos semanas siguientes.

No colocará en el 7º orden de escritura sino a los que sepan escribir textos seguidos con letras grandes de tipo contabilidad, como está señalado más arriba. Velará para que los de este orden escriban con caracteres de contabilidad por la mañana, y por la tarde con caracteres de finanza, y que escriban su modelo de seguido y continúen escribiendo el alfabeto en el reverso de su papel.

No colocará en el 8º orden sino a los que sepan escribir textos seguidos con caracteres de finanza, como está señalado más arriba; tendrá cuidado de que los de este orden escriban por la mañana con caracteres de finanza y por la tarde con escritura asentada; y que en lugar de escribir el alfabeto al comienzo de la escritura, escriban letra corrida sobre la mitad del reverso de su papel, y copien por la mañana de algún buen libro y por la tarde copien documentos manuscritos; y después de haber estado tres meses en este orden, dos veces por semana, los días en que se enseña escritura y ortografía, escriban por sí mismos con letra cursiva, bien legible y correcta ortografía, cartas, contratos, recibos, contratos de alquiler y contratos de obreros, y otros documentos que puedan serles útiles más tarde; tendrán cuidado también de que los maestros corrijan debidamente las faltas que cometan, tanto en la dicción como en la escritura, la ortografía y la puntuación.

 

ARTÍCULO 4

De la distribución de los escolares que aprenden a escribir bastardilla

y que aprenden la aritmética en diferentes órdenes

 

El Inspector de las escuelas tendrá cuidado que ningún escolar escriba en letra bastardilla, antes de haber practicado la redondilla en el 2º y 3º órdenes, y sólo cuando esté preparado para ser promovido del tercer orden y colocado en el cuarto, a menos que el cambio se deba a las razones expuestas en el artículo 1º del capítulo 4º, de la escritura, 1ª parte.

Así pues, un escolar no comenzará habitualmente a practicar la letra bastardilla, sino cuando haya comenzado a estar en el 4º orden de escribanos en letra redondilla, y además, si el Inspector y el maestro juzgan conveniente hacerle practicar la letra bastardilla, le quitarán de la letra redondilla. Dividirá en cinco órdenes los escribanos en letra bastardilla, después de haber comenzado a escribir en letra redondilla.

El Inspector de las escuelas no colocará a ningún escolar en el primer orden de letra bastardilla, a no ser por las razones señaladas en la 1ª parte, cap. 4º: que haya escrito en el tercer orden de escribanos en letra redondilla y que sepa formar satisfactoriamente la letra redondilla; 2º que sus padres lo quieran; 3º que incline demasiado sus letras y no pueda desacostumbrarse; 4º que haya pasado por todos los órdenes de escritura redondilla, cuando se le quiera hacer aprender las dos.

Tendrá cuidado que se enseñe a los de este orden la diferencia que hay entre las características de la letra bastardilla y de la redondilla y la manera de formar las letras bastardillas y de inclinarlas, así como la posición que deben tener, y que escriba un renglón de cada letra unidas una con otra.

No colocará en el 2º orden sino a los que saben formar bien todas las letras, sin exceptuar ninguna, y darles la inclinación y forma adecuadas. Tendrá cuidado que los de este orden se apliquen a hacer las letras del mismo tamaño, y a separar las letras y los renglones tanto como deben estarlo según las reglas, y que incluso se le forme para espaciar correctamente sus letras y unir elegantemente una letra con otra, y que escriban el alfabeto completo y de seguido en un mismo renglón.

No colocará en el 3er orden sino a los que den a las letras, la forma, la posición, la inclinación, la igualdad, la altura y la separación a las letras y a los renglones, amplitud, elegancia y soltura. Tendrá cuidado que los de este orden escriban textos con caracteres medianos y los del 5º, textos seguidos por la mañana con caracteres medianos y por la tarde con caracteres pequeños.

En estos tres órdenes de escribanos en letra bastardilla, el Inspector observará y hará observar las mismas cosas que en los órdenes 6º, 7º y 8º de escribanos en letra redondilla.

Si acontece que algún escolar, por razones señaladas en el artículo 1º del capítulo de la escritura, aprende a escribir con letra bastardilla sin haber comenzado a escribir la letra redondilla, y que no tenga más que un año, es decir, once meses para aprenderla, el Inspector le señalará y distribuirá el tiempo que estará en cada orden de la siguiente manera:

Le colocará un mes en el primer orden, para enseñarle a mantener bien el cuerpo y la pluma, y a trazar con facilidad los dos movimientos vertical y circular. Enseguida le hará aprender el alfabeto durante seis meses, los dos primeros meses, una página de cada letra por separado, los dos meses siguientes un renglón de cada letra unidas entre sí, y los dos últimos meses el alfabeto completo y de seguida en cada renglón. Durante los 4 últimos meses, le hará escribir textos seguidos con caracteres medianos, y el alfabeto al iniciar la escritura, como se ha dicho en el artículo precedente referente a los que escriben con letra redondilla.

Si un escolar dispone únicamente de 6 meses para aprender a escribir en bastardilla, el Inspector le señalará y distribuirá su tiempo de la manera siguiente: le hará escribir el alfabeto durante 3 meses, los dos primeros meses un renglón de cada letra unidas entre sí, y el tercer mes el alfabeto completo y de seguido en cada renglón. Durante los otros tres meses, le hará escribir textos seguidos en caracteres medianos, y el alfabeto al iniciar la escritura.

El Inspector de las escuelas distribuirá el tiempo, de la manera expuesta arriba, a los escolares que tengan poco tiempo para aprender a escribir según el tiempo que podrán emplear, y les cambiará por necesidad al término del tiempo establecido, tanto si saben lo que es preciso saber para ser cambiados, como si no lo saben.

El Inspector de las escuelas dividirá en cinco órdenes a los escolares que aprenden la aritmética; colocará en el 1º a los que únicamente pueden aprender la suma; colocará en el 2º a los que saben sumar bien y aprenden la resta y la prueba de la suma por la sustracción, y la prueba de la resta por la adición. Colocará en el 3er orden a los que sepan bien la suma y la resta, con las pruebas de una y otra, y que estén capacitados para aprender la multiplicación. Colocará en el 4º orden a los que sepan perfectamente la multiplicación, para aprender la división. Colocará en el 5º orden a los que realizan fácilmente toda clase de divisiones, para que aprendan la regla de tres, las partes alícuotas y las fracciones.

 

ARTÍCULO 5

De la manera de regular el tiempo que deben durar las lecciones

 

Como el número de escolares no es siempre el mismo en cada nivel, sino que cambia cuando se cambian los escolares de nivel, o que vienen nuevos a él, o que se van, el tiempo que debe emplear cada maestro para hacer leer a los escolares de un mismo nivel, no puede ser regulado, ni ser siempre el mismo. Es deber del Director o del Inspector de las escuelas regular el tiempo que deben emplear para leer los escolares en cada nivel, en todas las clases.

El tiempo debe ser regulado para cada nivel de acuerdo con el tiempo que el maestro debe emplear para hacer leer, del número de escolares que hay en cada nivel, de la facilidad o dificultad que los escolares tienen para leer en cada nivel, del número aproximado de renglones que cada escolar debe leer.

El Director o el Inspector regulará el tiempo que debe durar cada nivel conforme a la distribución que se ofrece más adelante, según que el número de escolares corresponda a la distribución propuesta, sea inferior o sea superior a la siguiente:

Doce escolares pueden leer fácilmente tres veces cada uno el renglón del cartel del alfabeto, en media hora; diez escolares pueden fácilmente leer cada uno tres renglones en el cartel de las sílabas en una media hora; ocho escolares pueden fácilmente deletrear tres renglones cada uno en el [silabario, 2º libro] en una media hora; diez escolares pueden fácilmente deletrear y leer enseguida tres renglones cada uno en el 2º libro, en una media hora.

Si todos los escolares mencionados, 40 en total, están en la misma clase, parece que se les podría hacer leer a todos en el tiempo de la clase al mediodía, y, como por la mañana hay media hora de tiempo menos que por la tarde, el maestro hará leer a los escolares por la mañana un medio cuarto de hora menos en cada nivel de lo que está señalado que deben leer.

Se deduce de la distribución hecha anteriormente que, si en lugar de 12 escolares que están en el cartel del alfabeto, hay 18, tendrán 3/4 de hora para leer; si hay 15 tendrán una 1/2 hora y un medio cuarto de hora; y si no hay sino 9, no se les dará más que un 1/4 de hora y medio para leer. Se les aumentará o disminuirá el tiempo de lectura según que haya más o menos escolares que lean en ese nivel; se hará lo mismo proporcionalmente en los demás niveles, sea que estén en la misma clase, o en clases diferentes.

Doce escolares que lean en el tercer libro pueden fácilmente leer: los principiantes, 8 renglones cada uno, y los avanzados 15 renglones cada uno, en una 1/2 hora. Los escolares que leen en el salterio pueden leer fácilmente: los que leen por sílabas 6 renglones cada uno, y los que leen de corrido 10 renglones cada uno, en un [cuarto de hora?].

Los escolares que leen en manuales de Urbanidad pueden fácilmente leer, los del 1er y 2º orden, 8 renglones cada uno, y los de los otros órdenes 10 renglones cada uno, en un papel pergamino de una anchura normal, en un cuarto de hora.

Así, si hay en una clase de escribanos: 50 escolares asiduos, 12 ó 13 que leen únicamente el tercer libro, 12 ó 13 que leen también en latín, y 20 ó 25 escribanos de los cuales hay 10 que leen en los registros, tendrán un cuarto de hora por la tarde para leer en francés; y después los que leen en latín leerán durante un cuarto de hora. Todos los que leen únicamente en el tercer libro leerán solamente en latín durante 3/4 de hora, enseguida los que leen manuales de Urbanidad leerán durante 1/4 de hora, los que leen en francés solamente de las 8 h. 3/4 hasta las 9, y como el maestro tendrá únicamente la mitad de escribanos, corregirá su escritura únicamente en ese tiempo. Si todos los escolares escriben, leerán por la mañana 3/4 de hora en latín y 1/4 de hora en la Urbanidad; por la tarde, una 1/2 hora en los contratos, y luego una hora en francés.

El Director o el Inspector de las escuelas cuidará que no sobre tiempo a los maestros después de haber hecho leer a todos los escolares, y que unos y otros empleen aproximadamente el mismo tiempo. Por lo que, si hay menos escolares en cada clase de los que son necesarios para llenar todo el tiempo que se debe emplear para leer, leyendo cada escolar poco más o menos el número de renglones que deben leer según lo reglamentado, el Inspector de los escolares velará para que el maestro haga leer a cada escolar poco más o menos tantos renglones como sea necesario para ocupar todo el tiempo que debe ser empleado para leer en cada clase, ya que no debe haber tiempo inútil en ninguna clase, ni emplearlo sino conforme a la regla. Si llegase a ocurrir que la necesidad obligue a tener un número mayor de escolares en una clase, que el de los que pueden leer en el tiempo destinado a la lectura, si cada escolar que lee poco más o menos el número de renglones que está regulado, el Director o el Inspector de las escuelas cuidará de que los escolares de cada nivel lean cada uno menos renglones de los que están indicados para leer en cada nivel, de acuerdo con el número de escolares a fin de que todos los escolares puedan leer sin que el tiempo dedicado a la lectura en esa clase sobrepase al que está señalado.

 

CAPÍTULO 4

Del cambio de los escolares de un nivel a otro

 

Una de las cosas más importantes en una escuela consiste en cambiar oportunamente a los escolares de un nivel a otro; a lo cual deberá prestar mucha atención el Inspector de las escuelas; para ello, los cambios de nivel se realizarán con método y orden, y, para obtenerlo, cada maestro preparará sus escolares como está señalado en la 1ª parte; 2º el Inspector realizará esos cambios, y tomará algunas precauciones para hacerlo debidamente; 3º cuidará que los escolares posean las condiciones y las cualidades necesarias para ser promovidos; 4º estos cambios se harán siguiendo una regla en cuanto al tiempo y al modo.

 

ARTÍCULO 1

De lo que el Inspector debe hacer antes de realizar los cambios de nivel

 

El Inspector de las escuelas indicará a los maestros hacia el fin de cada mes qué día deberán examinar a los escolares, que puedan ser cambiados; enseguida tratará con ellos acerca de los que no serán cambiados, sea por incapacidad, sea por ausencias, o por falta de piedad o de modestia, o debido a su pereza y negligencia, sea porque son demasiado jóvenes, o en fin, para ayudar a mantener el nivel y para conservarlo en el debido orden.

El Inspector tendrá, sin embargo, mucho cuidado para no dejar a un escolar en un mismo nivel o en el mismo orden de un nivel, cuando esté preparado para ser cambiado, a menos que el escolar lo acepte con gusto, lo cual procurará obtener con mucha habilidad al igual que los maestros, ya por medio de recompensas, ya encargándole algún oficio, a no ser que tengan que mantener al escolar en ese nivel por motivo de ausencias, de negligencia o de pereza, o por algún otro defecto considerable, que tomará como pretexto, cuando la ocasión se le presente.

Si es Director, el Inspector, indicará enseguida a los maestros, el día en el cual redactarán su informe, para que puedan entregárselo antes del cambio de nivel; y si no es Director, rogará al Director que lo indique; y cuando reciba los informes de los maestros, buscará en ellos el esclarecimiento y las luces que le son necesarias para no equivocarse en el cambio.

El Inspector notificará enseguida a los escolares de cada escuela el día en que se cambiará de nivel en cada escuela, con el fin de que todos se encuentren en la escuela, y advertirá que los que no se encuentren, cuando se realicen los cambios, no serán cambiados sino al finalizar el mes siguiente.

Para los cambios de nivel, el Inspector, no hará ninguna acepción de personas, ni tendrá en cuenta ninguna recomendación, y no cambiará a ningún escolar de nivel o de orden, si no tiene la capacidad y todas las condiciones que están expresadas en el artículo siguiente. Tendrá también mucho cuidado de que los maestros no le presenten ningún escolar, para ser cambiado de nivel u orden de lectura, sino los que estén debidamente capacitados; hará los cambios de nivel en todas las escuelas y en todas las clases, siempre en el mismo orden, comenzando siempre por el mismo orden y por la misma clase, y acabando siempre por la misma. Comenzará en cada escuela por la más baja y acabará por la más alta, y comenzará también en cada clase por el nivel más bajo y por el orden de los principiantes en cada nivel.

 

ARTÍCULO 2

De las cualidades y condiciones que deben tener los escolares para ser cambiados de nivel

 

Tiene muchísima importancia el no colocar a ningún escolar en un nivel para el cual no está aún debidamente preparado, porque se le colocaría en situación de no aprender nunca nada y en el peligro de permanecer toda su vida en la ignorancia. Por eso no debe tenerse en cuenta la edad, el desarrollo, o el tiempo que un escolar lleva en un nivel, cuando se le quiere hacer pasar a otro superior, sino solamente su capacidad; así, por ejemplo, antes de hacer leer a un escolar de corrido, es necesario que sepa perfectamente deletrear y leer silabeando.

Con respecto a los pequeños que tienen mucha inteligencia y memoria no hay que cambiarles siempre, cuando estén capacitados ello, porque entonces no frecuentarían bastante tiempo la escuela. Con todo es lo que sería de desear y lo que es preciso tratar de conseguir encuanto se pueda, sin disgustar con todo a los padres. Es preciso evitar ambos extremos: porque no es conveniente mantener mucho tiempo a un escolar en un nivel por temor a que se disguste él y sus padres; como tampoco es conveniente aventajar demasiado a los que son muy pequeños o demasiado jóvenes, o que no están en capacidad por las razones que han sido ya señaladas. Las condiciones y cualidades que debe tener un escolar para ser cambiado de un nivel a otro, son las siguientes:

Los que hayan faltado de seriedad y de piedad, o que hayan sido negligentes y perezosos para estudiar y estar atentos, no serán cambiados, sino con mucha dificultad, y serán examinados con mayor rigor y exactitud que los otros, y, si vuelven a cometer al mes siguiente la misma falta, no serán cambiados en la vez inmediatamente subsiguiente, aun cuando tengan suficiente preparación.

Los que se ausenten de la escuela 5 días completos, es decir, 10 veces durante un mes con permiso, no serán cambiados de nivel al fin del mes, incluso si tienen la debida preparación.

Los que se ausenten de la escuela 2 días completos, es decir cuatro veces, durante un mes, sin permiso, no serán cambiados de nivel, ni de orden en el nivel. Los que hayan llegado atrasados seis veces, durante el mes, no serán cambiados.

No se cambiará a ningún escolar de un nivel a otro, si no ha pasado por los tres órdenes de principiantes, medianos y avanzados. Tampoco se cambiará a ningún escolar de nivel, ni de orden en un nivel, si no ha permanecido tanto tiempo como está señalado que debe permanecer.

Los escolares no serán cambiados del cartel del alfabeto si no han leído al menos dos meses, es decir, si no han leído cada renglón al menos durante una semana, y el resto de los dos meses el alfabeto completo. No serán cambiados del cartel de las sílabas si no han leído al menos durante un mes.

Los que leen en el silabario no serán cambiados si no han leído al menos durante 5 meses, dos meses en cada uno de los dos primeros órdenes y un mes en el tercero.

Los que deletrean en el primer libro no serán cambiados si no han leído tanto como los anteriores. Los que únicamente leen sin deletrear en el 2º libro no serán cambiados si no han leído ese mismo tiempo.

Los que leen en el tercer libro lo harán al menos durante 6 meses: dos meses en cada orden, antes de poder ser cambiados de nivel; los que leen en latín no leerán de corrido, si no han leído al menos dos meses silabeando, y no serán cambiados, si no han leído de corrido al menos 4 meses: dos en el orden de los medianos y dos en el orden de los perfectos.

Los que leen en la Urbanidad no serán cambiados del 1er al 2º orden, si no han leído al menos dos meses, y permanecerán en el 2º orden tanto tiempo como continúen viniendo a la escuela. Los que leen en los registros no serán cambiados del 1º al 2º orden, si no han leído al menos 3 meses; esto se observará también en el cambio de los cuatro órdenes siguientes. Cuando ya estén en el último orden permanecerán en él todo el tiempo que continúen viniendo a la escuela.

Los escolares no serán cambiados del 1er orden en escritura, en el que se aprende a mantener bien el cuerpo y la pluma y a realizar los movimientos derecho y circular, si no han estado al menos un mes en este nivel. Los del 2º orden de escribanos, que escriben las cinco letras, c, o, i, f, m, no serán cambiados, si no las han escrito al menos durante 3 meses.

Los que están en el 3º y 4º orden y que escriben los alfabetos enlazados una página o un renglón de cada letra no serán cambiados, si no los han escrito al menos durante 6 meses, una página de cada letra durante 4 meses, y luego un renglón de cada letra durante 2 meses.

Los que escriben el alfabeto enlazado y completo en cada renglón, no serán cambiados, si no lo han escrito durante 3 meses. Los que escriben en renglones con caracteres grandes de contabilidad no serán cambiados, si no han escrito al menos durante 3 meses.

Los del 7º orden que escriben con letra de finanzas, no serán cambiados para escribir con letra pequeña y con letra corriente, si no han escrito en este 6º orden al menos durante 6 meses.

Los del 1º y 2º orden de aritmética que aprenden la suma y la resta, no serán cambiados, si no las han practicado, al menos durante 2 meses.

Los del 3er orden a quienes se enseña la multiplicación, no serán cambiados, si no lo han hecho al menos durante 3 meses. Los del 4º orden, que manejan las reglas de la división, no serán cambiados, para hacer la regla de tres si no se han ejercitado en las divisiones sencillas al menos durante 4 meses.

 

ARTÍCULO 4

De la capacidad que deben tener los escolares para ser cambiados de nivel de lectura

 

Los escolares que aprenden el alfabeto, para ser cambiados de renglón deben saber bien todas las letras, pronunciarlas todas inmediatamente, y no titubear en ninguna, tan pronto como se les señale, sin orden y de seguido, y no serán colocados en el cartel de las sílabas, si no nombran todas las letras del alfabeto, cualesquiera que sean, prontamente y sin titubear.

Los que leen en el cartel de las sílabas, no pasarán al silabario, si no deletrean perfectamente y de corrido todas las sílabas que están en ese cartel; respecto a los que deletrean, y leen tanto en el silabario como en los otros libros, cualesquiera que sean, no podrán ser cambiados del 1º al 2º orden de los que deletrean y leen en ese libro, sino cuando cometan muy pocas faltas, es decir una o dos.

Los que estén en el segundo orden de los que deletrean o que leen en cada libro, no serán colocados en el tercer orden, sino cuando ya no cometan ordinariamente ninguna falta al leer, y que las faltas que cometan, si las cometen, además de que sean muy raras, las cometan por sorpresa, y no por ignorancia.

Los que están en el tercer orden de los que deletrean o que leen en cualquier libro, no serán cambiados y puestos en otro nivel, si no leen perfectamente en ése; que si, por ejemplo, deletrean, es preciso, para ser cambiados de nivel, que silabeen perfectamente, sin verse nunca obligados a buscar o a adivinar las sílabas; igualmente, si leen silabeando, es preciso que no articulen dos sílabas como una sola, y se hayan acostumbrado, ya desde 15 días o tres semanas, a pronunciar bien, con soltura y claramente, todas las sílabas sin que encuentren ninguna dificultad, para poder comenzar a leer de corrido.

Para que los que leen de corrido puedan ser cambiados del 1º al 2º orden, es preciso que no cometan ya ninguna falta en la puntuación, es decir, que hagan las pausas donde es debido, que no las hagan donde no hay que hacerlas, y den a cada una la duración conveniente. Y para dejar el tercer orden, para ser colocados en el latín, se precisa que lean perfecta, clara e inteligiblemente y que sepan pronunciarlas muy bien.

Respecto a los escolares que leen en latín, para ser cambiados del 1º al 2º orden se precisa que distingan y lean bien las sílabas, sin cometer habitualmente ninguna falta, ni en cuanto a las palabras, ni en cuanto a las pausas; y para ser cambiados del 2º al tercer orden es preciso que sepan leer de corrido, sin hacer normalmente ninguna falta, ni con respecto a las palabras ni con respecto a las pausas; y para ser cambiados de este nivel y puestos en la escritura, es preciso que lean perfectamente y con fluidez.

Para que los que leen en la Urbanidad puedan ser colocados en el segundo orden, es preciso que ya no cometan habitualmente, ninguna falta. Los que leen en los registros no podrán ser cambiados de un nivel a otro, a menos que lean con fluidez en los registros que leen, es decir, sin titubear y sin cometer normalmente ninguna falta.

 

ARTÍCULO 5

De la capacidad que deben tener los escolares para ser cambiados en los niveles de escritura

 

SECCIÓN 1

De la capacidad que deben tener los escolares para ser cambiados del 1er al 2º orden de escribanos y del 2º al tercer orden

 

Los que comienzan a escribir, y aprenden a mantener bien el cuerpo y la pluma, y a trazar los movimientos derecho y circular, serán cambiados únicamente si mantienen bien el cuerpo y la pluma y si trazan esos dos movimientos con facilidad. El Inspector de las escuelas, les hará ejecutar esos movimientos y observará al mismo tiempo, si mantienen bien el cuerpo y la pluma. Los que comienzan a formar las letras y tienen como lección las cinco letras: c, o, i, f, m, no serán cambiados sino cuando den a estas letras la forma que deben tener.

El Inspector de las escuelas examinará con ese fin sus papeles y si las letras tienen normalmente su forma, si no incurre en los defectos que se indican a continuación.

Que la o no esté caída hacia la izquierda o inclinada a la derecha, que no tenga más trazos finos que llenos, que no sea demasiado ancha ni demasiado estrecha, demasiado redonda o demasiado plana, que no sea demasiado larga o demasiado corta, que no esté deforme, y que los trazos finos no estén en los lados y los llenos abajo, sino que los trazos gruesos estén en los lados y los trazos finos arriba y abajo; que no sea angulosa por arriba o por abajo, que esté inclinada a la izquierda, como un pico de la pluma, que esté bien cerrada por arriba y no abierta.

Que la i no esté inclinada ni a la derecha ni a la izquierda, que tenga un trazo firme y recto, que sea fina en la parte superior, que no esté trazada al revés, sino con un movimiento ascendente y curvo de izquierda a derecha, que su trazo fino tenga dos picos de pluma, que su base no esté aplastada sino redondeada, que no sea demasiado grande, sino que tenga la longitud del pico de la pluma, que la anchura de su enlace tenga dos picos de pluma, y no ascendente como si se quisiera unir la i con otra letra is; que no sea angulosa, ni demasiado cuadrada, sino que su anchura sea la del pico de la pluma.

Que la f no esté demasiado inclinada a la derecha o a la izquierda, sino inclinada a la izquierda de un pico de pluma, que la cabeza no esté aplastada sino redondeada y que su anchura no exceda de cuatro picos de pluma, que se inicie con un trazo grueso y cuadrado no con una curva abultada, que ese trazo grueso vaya hacia el interior y se oriente hacia el cuerpo de la f al interior y a la derecha del lado del cuerpo de la letra, y que no sea rígido al dirigirse hacia la izquierda; que su anchura equivalga a un cuerpo y medio, es decir a seis picos de pluma y la altura a tres picos de pluma; que la f tenga dos trazos finos, uno en la cabeza y otro en la cola, que gire a la izquierda de la f , que la flecha no se trace ni en forma ascendente ni en forma descendente, que no divida la f y que no se ejecute con lo ancho de la pluma, que sea delgada y tenga una longitud de dos picos de pluma.

Respecto de la m, que las tres patas no sean trazadas una a la derecha y otra a la izquierda, sino que las tres estén derechas y sean paralelas, que una no descienda y que la otra no suba; sino que las tres estén trazadas con la misma altura y sobre la misma base, que los trazos finos no salgan de la mitad de la pata y no penetren tampoco en la mitad de la siguiente, sino que arranquen de la base y se eleven directamente hacia la cabeza; que los finos no estén hechos en forma redondeada de derecha a izquierda, ni serpenteando, ni tampoco línea cóncava, sino ligeramente convexa, y las bases no se tracen en gancho como ésta.

 

SECCIÓN 2

De la capacidad que deben tener los escolares para cambiarlos del 3º al 4º orden

 

Para ser cambiados del 3er orden de escribanos, en el que escriben una página de cada letra del alfabeto unidas entre sí, al 4º, el de los que escriben un renglón de cada letra unidas entre sí, será preciso que los escribanos sepan dar a todas las letras del alfabeto la verdadera forma, y que tracen los enlaces entre una letra y la siguiente como conviene hacerlos; que la 1ª parte de la a, que es la redondeada, no sea demasiado ancha, que tenga la misma forma que la o, que la primera parte coincida con el trazo grueso de la o, principiando con un trazo delgado como para hacer una e o una c; la 2ª parte, tanto arriba como abajo, quede separada un pico de pluma de la extremidad de la 1ª parte; que la 2ª parte de la a tenga el mismo tamaño que la 1ª parte sin sobresalir ni arriba, ni abajo.

Que la cabeza de la b sea como la de la f, que el trazo siguiente sea erecto, redondeándole abajo como para hacer una o, subiendo con un movimiento inverso, como para tocar la parte derecha de la b, de modo que haya un pico y medio de pluma entre la parte derecha y la izquierda de la b; en medio que haya tres picos de pluma entre la cabeza y la base, que el redondeado de la base no sea demasiado ancho, ni demasiado anguloso, y que no se continúe totalmente recta, sino redondeando el trazo de derecha a izquierda.

Que la cabeza de la c sea como la de la f, que el trazo delgado sea igual, y sea trazado hacia la izquierda, redondeándolo, y no completamente recto terminando con un enlace fino.

Que la base de la d sea como una o, igual en altura y anchura y que su cabeza suba tanto como su redondez, es decir la altura de una o, no completamente sino rodeándola de izquierda a derecha.

Que la e sea como la c, exceptuando la cabeza; que su capucha sea como la primera parte de una r invertida, comenzando por un trazo fino y acabando con otro, que sea redonda y no derecha, inclinada a la izquierda un pico de pluma, y no trazada verticalmente.

Que la f sea como se ha dicho en el artículo precedente.

Que la primera parte de la g esté formada como la o, que la segunda parte sea la cola. Es preciso que al hacer la segunda parte de la g para juntarla con la primera, el trazo grueso de la primera coincida con el trazo grueso de la segunda, y que la segunda parte comience en el primer cuarto superior del cuerpo de la letra, y su punta sobresalga al exterior la mitad de un pico de pluma.

Que la primera parte de la h sea como una l, excepto la base, que debe ser trazada recta, sin curvatura y sin unión, acabando por un trazo grueso cuadrado; que la segunda parte comience en la mitad de la primera, que su trazo delgado comience en la cuarta parte trazándolo de abajo hacia arriba, y que redondeado como para una p, no sea demasiado aplastada y su curvatura no sobresalga más que la cabeza h; que la extremidad de la cola caiga de frente a la primera parte, que descienda por debajo del cuerpo, cuatro picos de pluma.

Que la i esté formada como se ha dicho en el artículo precedente.

Que la l sea como la primera parte de la h, excepto que debe ser redondeada en la base, que su curvatura sea del ancho de un pico de pluma, con un trazo para enlazarla, que su curvatura no sea demasiado ancha, ni demasiado inclinada a la derecha, ni demasiado aplastada.

Que la m se forme como se dijo en el artículo anterior.

Que la n esté formada como una m, salvo que la n tiene únicamente dos patas, y la m tres; que la primera parte de la n final esté formada como una i, excepto que el pico debe acabar con un trazo grueso cuadrado sin enlace, y que la segunda parte comience en la mitad de la i, y se termine como la segunda parte de la h; y que tenga la misma altura de la primera parte.

Que la o se forme como se ha dicho en el artículo precedente.

Que la cabeza de la p comience por un movimiento inverso y descendente de la pluma, inclinándose hacia el lado izquierdo y redondeando su cola como la de una f; que la cabeza no sea demasiado aplastada, que comience por un trazo delgado que vaya de derecha a izquierda y regrese de izquierda a derecha; que la segunda parte comience entrando en la primera sobre el filo de la línea, en la base del cuerpo de las letras, que no comience por un trazo delgado, sino por un trazo grueso diluido en el trazo grueso de la cola y acabe por un trazo grueso frente a la cabeza; que tenga la misma altura que la cabeza, y no más alta ni más baja, y que entre la altura de la primera y de la segunda parte, haya una separación de un pico y medio de pluma a lo más, que su cola no esté demasiado inclinada hacia la derecha, que no sea demasiado corta, que no sobresalga normalmente de la cabeza, cuando es muy ancha, y tenga un cuerpo y medio de anchura, tanto si la cabeza es ancha como si es estrecha.

Que la primera parte de la q esté formada como una o, y la segunda comience por una pequeña punta, que su trazo grueso coincida con el trazo grueso de la o, como la segunda parte de una g, y que descienda más abajo del cuerpo de las letras cosa de un cuerpo y medio, que la cola sea trazada recta y ligeramente inclinada al trazar la extremidad, y no tenga curvatura abajo.

Que la r redondilla sea como la parte inferior de una b, y no tenga ni más ni menos abertura en la parte superior, y su enlace sea como el de la parte alta de la i; que la cabeza de la r invertida comience por un trazo fino yendo de izquierda a derecha, y haciendo al final de ese trazo fino el capuchón de una e sin levantar la pluma, y pase por detrás de la segunda tanto como un pico de pluma, que su segunda parte comience como la segunda parte de una c, y penetre en el segundo trazo fino de su cabeza, redondeándose a la izquierda y terminando por un rasgo para unir como se forma una c.

Que la cabeza de la s inicial sea como la cabeza de la f, que su cuerpo sea trazado un poco a la derecha, y su segunda parte redondeada girando hacia la izquierda, y que su altura sea la de dos cuerpos de escritura y su cola como la de una f, que su cabeza sobresalga hacia adelante dos picos de pluma; que no esté inclinada a la derecha, ni demasiado a la izquierda, que su vientre no sobresalga hacia adelante enfrente de la cabeza, que esté inclinada como una f; que la s intermedia comience por un trazo delgado que suba de izquierda a derecha y que su vientre sea trazado hacia la derecha y su cola hacia la izquierda redondeando el trazo, que no sea más ancha que una o y no sobresalga del cuerpo de la escritura sino un pico de pluma.

Que las dos partes de la s final estén formadas como una e, y que tenga de arriba entre ambas partes el capuchón de una a, que la primera parte descienda más que la segunda como un medio pico de pluma, que su segunda parte suba más de un pico de pluma, que en la primera; que el capuchón quede entre las dos partes, y que su trazo delgado penetre en el trazo delgado de la segunda parte cosa de un pico de pluma por encima de la parte superior, y que suba alto como la primera parte.

Que la t inicial y la intermedia sean trazadas rectas sin trazo fino en la parte superior y tenga un enlace en la base como el de una i, que su flecha sea como la de una f, un medio cuerpo por debajo de la parte superior, e inmediatamente en lo alto del cuerpo de las letras o, t, de manera que la t tenga una altura que sobresalga de dos picos de pluma sobre las demás letras; que la t final esté formada como una j excepto que en la base se debe trazar un trazo delgado completamente recto.

Que la u sea formada como dos i, unidas, tan separadas una de la otra como las dos partes de una n, es decir de dos picos de pluma, y que el enlace que une las dos patas vaya de la parte inferior de la primera pata al tercio de la segunda; que la u inicial esté formada como una r invertida, excepto que se debe añadir el reverso de una o, y que tenga un ancho de cinco picos de pluma y cuatro de altura.

Que la x sea formada como dos c, una a la derecha y otra a la izquierda, pero que la cabeza de la que está al revés, debe estar abajo, y que los trazos gruesos estén diluidos uno en otro y se presenten como un solo trazo grueso; que no pasen uno a través del otro, y que ninguna sobresalga, sea por lo alto, sea por lo bajo.

Que la parte de la y tenga una curva, comenzando por un trazo fino que sube de izquierda a derecha, y acabando a la derecha en una redondez, y bajando también por un trazo grueso cuadrado un poco como la cola de una pequeña d, que no tenga dos alturas, sino que la primera parte de la y baje un poco por delante sobre la izquierda, más o menos cerca de dos picos de pluma, y que la segunda parte comience por un trazo fino, como la cola de una j, un poco inclinada y más fina, y comience entrando en la mitad de la primera parte, y se junte por lo bajo, y que las dos partes juntas unidas hasta la cola no tengan más que un cuerpo de escritura y en longitud la de una m; que la y no sea demasiado derecha, y el cuerpo no tenga más que la longitud de una o, y que la segunda parte no suba más en altura y no descienda más abajo que la primera, y tenga de claridad entre las dos partes del medio, dos picos de pluma, que no sea menos larga que un cuerpo y medio de escritura más abajo del cuerpo de las letras o, v, y.

Que la z inicial comience por una r invertida, trazando enseguida una pequeña línea de arriba para abajo, de derecha a izquierda y acabe por una cola de la longitud de una m en forma de una o no completa; que la z intermedia y final comience por una e al revés sin estar acabada a la altura de dos picos de pluma y acabe como una s intermedia, que el capuchón no sea demasiado largo ni separado de la primera parte, y no esté tapada; que las dos partes no estén separadas una de la otra, y no tenga más que un pico de pluma entre los dos trazos gruesos tanto arriba como abajo.

Con respecto a los enlaces, el Inspector no cambiará a los del tercer orden a menos que los tracen nítidos y delgados, y que no sean habitualmente demasiado gruesos, pero que sin embargo se perciban claramente.

Tendrá cuidado también de que estén bien situadas, que vayan siempre de la base a la cabeza, excepto la io, las de la e, que debido a su capuchón se une de cabeza a cabeza con todas las demás letras, y de la o, que no se une sino impropiamente, y que está siempre a unos dos tercios de la letra que le sigue, de manera que el enlace se toma solamente al comienzo de la letra, como se haría una unión de espera que no hace más que tocar la o ligeramente.

El Inspector no cambiará tampoco a los de este orden a menos que sepan las letras que se derivan de la o, f, y cómo se derivan, y que las puedan formar por sí mismos.

 

SECCIÓN 3

De la capacidad que deben tener los escolares para ser

cambiados del 4º orden de escribanos y de los siguientes.

 

Los que están en el cuarto orden de escribanos, que hacen un renglón de cada letra unidas entre sí, no serán cambiados, si no saben dar a las letras la posición y la regularidad que les conviene; así, será necesario para ser [cambiado] que cuando practiquen la letra redondilla den a las letras cuatro picos de pluma en ambas direcciones.

Que las colas de estas letras g, p, q, tengan un cuerpo y medio, es decir, seis picos de pluma por debajo del cuerpo de las letras...que las colas de la f, de la h, de la s, y de la z tengan solamente un cuerpo por debajo de las letras.

Que las cabezas de la b, de la f, de la h, de la l y de la s sobresalgan solamente de un cuerpo por encima del cuerpo de las letras.

Que todos los cuerpos de las letras estén sobre un mismo renglón y que los renglones sean rectos y que ninguna, fuera de las que tienen prolongaciones sobresalgan de las otras ni por arriba ni por abajo.

Que las letras no estén colocadas atravesadas, ni inclinadas hacia la derecha, sino derechas, y todas las letras tengan el mismo cuerpo, así en altura como en grosor.

Los del 5º orden de escribanos, que escriben todos los diferentes tipos de letra, escribiendo como si cada renglón fuese una sola palabra, no serán cambiados y colocados en el 6º orden, para escribir textos completos, sino cuando la separación de las letras entre sí sea la correcta, ni más ni menos, de modo que todo el cuerpo de todas sus letras sea solamente de un pico y medio de pluma de distancia, excepto la quebrada y la que le precede.

Que entre una pata y un trazo redondo, haya asimismo un pico y medio de pluma, excepto entre la e, la c, la o y la y, que deben tener solamente un pico de pluma de distancia.

Que las palabras estén separadas una de otra la anchura de una m, es decir, ocho picos de pluma, que los renglones estén separados entre sí de cuatro cuerpos de escritura.

Los de este orden no serán cambiados sino solamente cuando se note en sus caracteres la seguridad, la elegancia y la soltura. Por ello el Inspector les exigirá, para ser colocados en el 6º orden, que, en las letras, las patas sean trazadas derechas, y no inclinadas ni a la derecha ni a la izquierda; que las o no estén ni aplastadas ni rotas, ni onduladas, ni jorobadas, ni puntiagudas, abajo o arriba, y que todas las letras no sean ni flojas ni temblorosas, ni amontonadas. Que den pruebas de que trazan las letras con elegancia y soltura; que estén airosas y garbosas, y pasen fácilmente de una a otra.

Los que están en el 6º orden de escribanos, y que escriben textos completos en caracteres grandes de contabilidad, no serán cambiados para escribir con caracteres de finanza, sino cuando las formen con la misma facilidad, elegancia y soltura que se exigen para ser cambiados a los que practican el alfabeto en el orden precedente. Es preciso que se cumplan las mismas condiciones que han sido señaladas para el orden precedente.

Los del orden siguiente serán cambiados, conforme al juicio prudente del Inspector, cuando escriban con gran facilidad: los del 7º orden en caracteres de finanza, y los del 8º en letra pequeña y lenta.

 

SECCIÓN 4

De la capacidad que deben tener los escolares que escriben en letra bastardilla, para ser cambiados

 

Respecto a los que escriben en letra bastardilla, después de haber escrito letra redondilla, los del primer orden, es decir, los que aprenden a formar las letras bastardas, no serán cambiados sino cuando les den la forma que deben tener, las inclinen a la izquierda tanto como deben estarlo, ni más ni menos, es decir tres picos de pluma; sino cuando las coloquen debidamente, de modo que todos los cuerpos de las letras estén sobre el mismo renglón, y que todos los renglones estén derechos, por ejemplo: No sabéis lo que hemos ordenado.

Sino cuando den al cuerpo de las letras la altura y la anchura adecuadas, para la altura 7 picos de pluma m... y para la anchura 5 m; sino cuando hagan bien los enlaces, que deben ir desde el pie de la letra precedente a la mitad de la siguiente m, excepto en la unión de algunas letras como: x, y, z, que arrancan del pie de la precedente a la cabeza de las tres.

He aquí cuál es la forma correcta de las letras bastardas, y lo que es preciso cuidar en cada letra para cambiar a los que aprenden a formarlas.

Que todos los trazos curvos y semicurvos sean ovalados y no redondos; que la a, la c y la g, la cabeza de la f y de la q se inicien con el trazo grueso, no con uno fino, y su segunda parte sea como una t, cuadrado arriba y redondeado abajo.

Que la e comience con un trazo delgado y por un rizo o bucle.

Que la d, la o y la f final se inicien con un trazo delgado; que la o aislada y la u terminen con un trazo grueso.

Que el cuerpo de la h sea una c al revés, comenzando con un trazo delgado y terminando con un rizo o bucle.

Que las m y las n estén redondeadas en la parte superior y rectas en la base, y que todos los trazos delgados estén en medio de los dos miembros; que estas cuatro letras: i, l, t, u, sean redondas en la base y rectas en la parte superior; y que la r derecha sea recta arriba y abajo, y su segundo miembro arranque del medio del primero, se inicie con un trazo delgado y acabe con un trazo grueso redondeándose en lo alto.

Que las colas de esas letras se tracen rectas; las colas de la p y de la y se pueden trazar derechas o curvas.

Que el cuerpo de la y sea como una v, excepto que la primera parte se inicia con un trazo delgado de izquierda a derecha y redondeándolo.

Todas las demás letras en bastardilla cuya forma no está precisada antes se trazan como en la letra redondilla, teniendo presente que no deben estar derechas sino inclinadas, conforme a lo señalado antes.

Para cambiar a los del 2º orden y colocarlos en el 3º, el Inspector observará las mismas cosas que se han dicho respecto del cambio de los del 5º orden de escribanos de letra redondilla al 6º, teniendo en cuenta que los renglones de letras bastardas deben distanciarse únicamente de un cuerpo de letra.

Para cambiar a los del tercer orden y colocarlos en el 4º se observarán también las mismas cosas que para cambiar del 6º al 7º orden de letra redondilla, y se cambiará a los del 4º para colocarlos en el 5º, como si en redondilla se cambiara a los del 7º orden para colocarlos en el 8º, puesto que no hay tanta diferencia en el tamaño de las letras, como el que existe en la redondilla.

 

SECCIÓN 6

De la capacidad que deben tener los escolares para ser cambiados en los niveles de aritmética

 

Los escolares no serán cambiados del primer orden de la aritmética en el que se aprende la suma, para ser colocados en el 2º, sino cuando sepan fácilmente y por sí mismos toda clase de sumas, sin importar su dificultad.

Los del 2º orden, en el que se aprende la resta, no serán cambiados sino cuando sepan hacer muy bien y por sí mismos toda clase de restas por la suma, y la prueba de la suma por la resta.

Los del tercer orden, en el que se aprende la multiplicación, no serán colocados en el 4º, sino cuando multipliquen por sí mismos toda clase de cantidades.

Los del 4º orden en el que se aprende la división simple, no serán cambiados y colocados en el 5º, sino cuando hagan por sí mismos y sin dificultad las divisiones simples más difíciles, y cuando puedan hacer la prueba ordinaria de la división por la multiplicación, y la prueba de la multiplicación por la división.

 

ARTÍCULO 7

Del tiempo en que se debe cambiar a los escolares de nivel y la manera de hacerlo bien

 

Los escolares de todos los niveles, fuera de los que aprenden el alfabeto, no serán cambiados en el transcurso de un mes, sino solamente al fin del mes.

Los que aprenden el alfabeto y tienen un renglón como lección, serán cambiados de su renglón al fin de cada semana, con tal que sepan bien todas las letras que contiene; pero no serán cambiados de la lectura del alfabeto completo, para ser colocados en el cartel de las sílabas, sino al fin del mes.

Sin embargo, si acontece que un escolar aprende el cartel del alfabeto completo al comienzo del mes, será cambiado y colocado en el cartel de las sílabas, tan pronto sepa perfectamente el cartel del alfabeto, y será cambiado del cartel de sílabas al final del mes, en caso que las sepa.

Los cambios de nivel se realizarán los dos últimos días del mes y los primeros del mes siguiente conforme la decisión del Director, y el Inspector los indicará en cada escuela.

Los de cualquier nivel que no hayan sido cambiados al fin del mes, serán recibidos para ser cambiados al fin del mes siguiente, si están debidamente preparados; y los que tienen un renglón como lección en el alfabeto y no hayan sabido todas las letras de ese renglón al fin de la semana, serán recibidos para ser cambiados al fin de la semana siguiente, en caso de que las sepan bien.

Habiendo llegado el día de hacer los cambios en una escuela, el Inspector, para cambiar a los escolares que aprenden el alfabeto y colocarlos en el cartel de las sílabas, les hará leer, a cada uno en particular, y uno después del otro, prácticamente todo el alfabeto, no siguiendo el orden de las letras, sino una u otra, particularmente las más difíciles y las que tienen algún parecido, ya por su forma como d, b, q, n, u, ya por la pronunciación como g, j, y las que están unidas como et, fs, hf, fb.

Para cambiar a los escolares que leen en el cartel de sílabas, el Inspector les hará pronunciar las sílabas de su cartel, no de seguida, sino en diferentes sitios, sobre todo las más difíciles; de éstas hará que lean alrededor de la mitad de su cartel, y observará si las pronuncian todas con soltura y sin dudar; los que están en este nivel leerán todos individualmente uno tras otro, para ser cambiados de nivel.

En las secciones en las que se deletrea o se lee, el Inspector hará leer a los escolares de cada nivel en el libro en que leen, cada uno en particular, uno tras otro, en voz baja, en un lugar del libro en el que aún no hayan leído (si es que no lo han leído ya todo); les hará leer en un lugar del libro donde hayan leído hace mucho tiempo, y sea difícil para leer o para deletrear; por ejemplo, en el silabario, sílabas o palabras más difíciles que aquéllas que ya hayan leído, y hará que las lean inmediatamente, sin que tengan tiempo de prepararlas.

Los escolares de cada orden de nivel leerán separadamente de los de otro orden; por ejemplo, los del primer orden, el de los principiantes, separados de los del segundo orden, el de los medianos, y así los otros.

Los que deletrean leerán al menos tres renglones, y los que leen por sílabas leerán también al menos tres renglones; los que leen de corrido, los del 1º y 2º orden unos cuatro renglones, y los del tercer orden al menos seis renglones.

Los escolares de cualquier orden de nivel leerán todos, unos después de otros, según el orden de bancos. Mientras lean para ser cambiados, ni el Inspector ni el maestro corregirán ninguna falta que los escolares cometan.

Tan pronto como el Inspector haya examinado a cada escolar, si lo encuentran apto para ser cambiado, escribirá en el catálogo de cambios de nivel, al lado derecho de cada nombre, en la 4ª columna, el día del mes, y en la 5ª, el mes en el que este escolar haya sido examinado y cambiado de nivel u orden de nivel, y no los escribirá en el orden donde deben estar, sino después de haberlos examinado a todos.

Enseguida el Inspector nombrará a todos los que deben ser cambiados, les pedirá que traigan al día siguiente, el libro que necesitarán, en caso de que hayan sido cambiados de un nivel a otro, y no serán cambiados de clase, ni leerán en el nivel al que han sido transferidos, sino cuando tengan el propio libro que necesiten.

El Inspector recompensará entonces a los que hayan leído con mayor soltura, y hayan sido considerados como mejor preparados, uno de cada orden, si son pocos, y dos, si son numerosos los que leen en el mismo nivel.

Cuando un escolar de cualquier nivel o de cualquier orden de nivel, haya sido examinado tres veces para ser cambiado, y no lo haya sido por falta de capacidad, será colocado en un banco especial, colocado en un lugar visible de la clase, que será llamado el banco de los ignorantes, y detrás del cual, sobre el muro esté escrito: Banco de los IGNORANTES; y permanecerá en ese banco hasta que sea capaz de ser cambiado de nivel o de orden de nivel.

El Inspector de las escuelas cambiará de nivel a los escribanos y les examinará para ser cambiados, durante el tiempo en que escriban. Les hará escribir primeramente a todos durante la primera media hora, y mientras escriben, examinará su postura, la manera cómo sostienen la pluma, la manera natural o forzada, ágil o asentada, con la que realizan los movimientos. Y, con ese motivo, durante este tiempo, visitará a todos los escribanos que estén dentro del plazo para ser cambiados, y vigilará sobre todos, y escribirá, incluso, en una hoja de papel los defectos que haya observado en ellos, con respecto a las cosas señaladas anteriormente, y examinará su escritura: 1º la que acaban de escribir; 2º todo su papel, desde el comienzo hasta el fin; examinará si lo que acaban de escribir coincide con lo que han escrito durante los 15 días precedentes, y si es poca la coincidencia, no serán cambiados; después examinará si lo que acaban de escribir y lo que han escrito en los 15 últimos días, tiene las cualidades que se necesitan para ser cambiados de este orden, conforme a lo indicado en el artículo referente a la aptitud que deben poseer los escolares para ser cambiados de orden en la escritura; y el Inspector no cambiará sino a aquellos en quienes note, al examinar lo que hayan escrito en los últimos 15 días, que han observado habitualmente lo que está señalado que sepan y la manera en que deben formar sus letras, para ser cambiados del orden de escritura en el que están, y que cada escribano posea la aptitud que debe tener para ser cambiado, según lo que está señalado en todas las secciones del artículo 5º, que tratan estos aspectos.

Dará a conocer a los maestros los defectos de este escolar, y las razones por las cuales no le cambia, a fin de que el maestro las tenga en cuenta y procure que el escolar los corrija, y le aplazará para ser cambiado al fin del mes siguiente.

El Inspector dará a cada uno de los escolares a quienes ha cambiado de orden de escritura, un modelo del orden en el cual le coloca, y le quitará el modelo que tenía en el orden precedente.

Cuando el Inspector quiera cambiar a un escolar de cualquier orden de la aritmética, examinará en el libro de este escolar, las reglas que haya hecho por sí mismo en este orden y le hará explicar algunas de las más difíciles; 2º escribirá sobre el cartel de la aritmética, una de las reglas más difíciles deeste orden, y hará que dicho escolar la resuelva en público, y que realice, a continuación, la prueba de la misma.

 

REGLA DEL FORMADOR
DE LOS MAESTROS NOVELES

 

Formación de los maestros noveles

Regla del formador de los maestros noveles

La formación de los maestros noveles se resume en dos puntos:

1º En quitar a esos maestros noveles lo que tienen y no deben tener.
2º En darles lo que no poseen y es muy necesario que posean.

Lo que hay que desarraigar en los maestros noveles es:

1º El hablar demasiado.
2º El activismo.
3º La ligereza.
4º La precipitación.
5º El rigorismo y la dureza.
6º La impaciencia.
7º El desagrado respecto de algunos, la acepción de personas. 8º La lentitud.
9º La pesadez.
10º La flojedad.
11º El desalentarse fácilmente.
12º La familiaridad.
13º La ternura y las amistades particulares.
14º La inconstancia y versatilidad.
15º Un exterior disipado y aéreo o quieto y fijo en un punto.

De los medios para quitar y desarraigar todas las malas cualidades en un maestro jóven

Primero de los medios para desarraigar el hablar demasiado

Inducir a los maestros noveles a no hablar para nada por cualquier razón que sea, cuando incluso pareciera a propósito y necesario hablar durante cierto tiempo al principiar durante un cuarto de hora, después durante una media hora y en fin, durante una hora o más según que se juzgue a propósito para acostumbrarse así, poco a poco a guardar silencio, y después que haya pasado este tiempo inducirlos de nuevo a proceder igual durante un cuarto de hora o una media hora según se le juzgue capaz.

2.- Cuando hable inútilmente hacerle notar inmediatamente o al fin de la escuela, la inutilidad de sus palabras y decirle al mismo tiempo lo que hubiese debido hacer para no hablar, como por ejemplo, mientras leía un escolar corregía por sí mismo las faltas que el escolar cometía.

Será preciso señalarle que en lugar de hablar en esa ocasión, debía hacer sonar dos veces la señal, lo que obligaría al escolar a repetir la palabra que hubiese dicho mal, y que tal vez hubiese pronunciado bien a continuación, y si no lograse hacerlo después de uno o dos intentos debía hacer sonar una sola vez la señal para que todos los demás mirasen e indicar que leyese uno de los que están en el mismo nivel, el cual diría bien la palabra que el otro no había podido decir, etc.

No debe inducírseles al principio a guardar así el silencio durante mucho tiempo porque esto les fastidiaría y sería capaz de atemorizarles; sino como se ha dicho durante muy poco tiempo, tras de lo cual se les animará a continuar así hasta el fin de la escuela, haciéndoles notar, que habiéndose abstenido de hablar durante el cuarto de hora precedente, podrán con la misma facilidad abstenerse durante el que sigue, y es bueno asimismo imponerles tales prácticas a modo de penitencia e inducirlos a decir al final de la escuela, si las han cumplido fielmente y cómo se han sentido. Si los maestros noveles han observado mayor silencio o si han hablado poco, indicarles como práctica levantarse de su puesto, o hacer la señal de la santa cruz, o decir algunas palabras como Jesús, María, José, o elevar su corazón a Dios o dirigir los ojos hacia el crucifijo antes de hablar para que tales acciones le recuerden que debe callarse.

De los medios para desarraigar el activismo y el demasiado apresuramiento

Aunque no sea siempre conveniente estar en la escuela como una estatua sin acción y sin movimiento, tampoco es conveniente ser demasiado activo y demasiado apresurado. Es preciso evitar ambos excesos, uno ocasiona que los maestros no tengan suficiente vigilancia e influencia y el otro les quita toda su autoridad y les atrae el menosprecio de todos sus escolares. Es preciso desarraigar en el maestro novel ese temperamento y ese natural fogoso y precipitado; es preciso ante todo inducirlo a permanecer tranquilo y sentado en su sitial; e inducirle, como en el caso anterior, a continuar en esa actitud y sin levantarse, durante un cuarto de hora o una media hora, no permitirle acercarse a los escolares para darles alguna palmetada o para ordenarlos; lograr que no se mueva fácilmente, que no cambie constantemente la expresión del rostro, su postura y su situación, apoyándose ya sobre un pie ya sobre el otro; volviendo la cabeza a un lado y girarla incesantemente con ligereza hacia el otro y sin poder permanecer un sólo momento tranquilo, y para lograrlo estar siempre o tan a menudo como sea posible, junto a él para llamarle la atención cuando haga alguna cosa que no deba hacerse; imponerle incluso, penitencias apropiadas para recordarle lo que debe hacer; no tolerar que, cuando haga sonar la señal lo haga con precipitación, agitando todo el cuerpo y hacérselo notar inmediatamente cuando actúe así.

De los medios para desarraigar la ligereza

Es preciso obligar a los maestros noveles que son naturalmente ligeros a guardar estricto silencio, no permitiéndoles hablar en absoluto sin una gran necesidad y hacerles notar cuándo es necesario que hablen, y cuándo no es necesario que hablen, velar mucho sobre ellos y no permitirles que hagan nunca en la escuela algo que manifieste la menor ligereza, que no rían y no hagan nada ellos mismos, ni hacer nada a los escolares que resulte aún ligeramente descortés o ridículo, o que pueda provocar la risa de los demás; imponerles penitencias severas cuando hayan incurrido en alguna ligereza en la escuela y no se hayan comportado con la debida circunspección; no tolerar que hagan venir nunca junto a ellos a los escolares; advertirles de todas las faltas de ligereza que cometan, tan pronto se observe que las cometen, y hacerlo todas las veces; emplear alguna indicación o alguna señal para llamarles la atención cuando hagan alguna cosa fuera de propósito; obligarles a permanecer siempre sentados en su puesto y no dejarlo nunca, por ningún motivo.

De los medios para desarraigar el rigorismo, la dureza y la impaciencia

No permitirles la frecuencia de correcciones y para esto procure persuadir- les de que no es por la dureza ni el rigorismo que se consigue el buen orden en una escuela sino por una vigilancia continua, mezclada de circunspección y de dulzura. Vigilar sobre todas las correcciones que hagan y darse cuenta de todos los defectos y hacérselos observar por ellos mismos. Acostumbrarlos a tener siempre un aire desembarazado, un rostro sereno, un exterior que demuestre un natural sólido, lleno de bondad, prescribirles tanto como se pueda las ocasiones en que deben corregir y mostrarles a menudo la manera de hacerlo con moderación, no permitirles golpear muy rudamente con la palmeta y prescribirles un cierto número que no deberán pasar sin haberlo previsto, ni permitirles golpear a los escolares con la mano, de tirarlos y empujarlos, ni zarandearlos y para esto animarles a permanecer siempre en su sitio, etc. Obligarles a no dar nunca más de una palmeta a la vez a un mismo escolar.

No tolerar que arrojen algo a los escolares como por ejemplo la palmeta, aun cuando lo hicieran con moderación; instarles a no aplicar nunca sanción, sino después de unos minutos de reflexión y de entrar en sí mismos y después de haber elevado su corazón a Dios; imponerles como penitencia algunas prácticas semejantes. Ordenarles que den cuenta de todas las correcciones que hayan aplicado, de los motivos que las hayan provocado y del modo cómo se comportaron; instarles a guardar profundo silencio, una gran moderación cuando se sientan movidos a la impaciencia, a permanecer muy sosegados durante todo el tiempo de la emoción. No hay mejor medio que éste para reprimir esa impaciencia, no tener nada al alcance de la mano, con lo cual puedan golpear a los escolares, ni la palmeta ni las varas.

De los medios para corregir la repugnancia respecto de alguno

Es preciso inspirar a todos los maestros noveles una caridad perfecta y desinteresada por el prójimo, inspirarles de hacer aparecer, incluso más demostraciones exteriores de amistad y afecto por los más pobres, más que por los ricos, hacerles conocer la importancia de la obligación que tienen de amar a todos con una caridad igual, de no tener acepción de personas cuando les acontezca testimoniar o hacer parecer al exterior el desaire causado por alguno de los escolares. Es preciso animarles a demostrar en lo sucesivo más cordialidad y más afecto que a los otros. Es bueno incluso algunas veces obligarles a tener más cuidado de éstos que de los otros y de hacerles leer más o responder más a menudo en el catecismo o de corregirles la escritura dos veces más que la de los otros y de no hablarles nunca más que con afabilidad y dulzura, darles alguna recompensa aun cuando no hayan hecho mérito para ello, acercarlos incluso si esto se puede hacer sin perturbar a los que están junto a ellos, si tenían también motivo para rechazarlos. El formador podrá también disimular la causa que tengan, y animar a los maestros noveles a vencerse en estas ocasiones. El formador, sin embargo, tendrá cuidado por su parte de hacer de manera para remediar en la falta de los escolares, o corrigiéndolos o exhortándoles a hacerlo mejor.

De los medios para desarraigar la tendencia a desanimarse fácilmente

Para lograrlo es preciso inspirar a todos los maestros noveles una caridad perfecta, no señalarles varios defectos y dificultades a la vez, sino solamente uno, a lo más dos, y darles los medios para vencerlos, insinuárselo e instarlos a ello, animándoles de vez en cuando. Es preciso tomar precauciones en relación con esta clase de temperamentos que no es necesario tomar respecto de los prudentes, pues éstos piden ser guiados con mansedumbre y condescendencia de manera que si se les quisiese obligar o se les apremiase en demasía, más bien se les alejaría de su deber y no se les induciría a cumplirlos debidamente. En cuanto a los otros, no se dejarían desalentar tan fácilmente.

De la familiaridad

Para desarraigar pronto la familiaridad no es preciso sino una sola cosa, no hablar a los escolares y no permitir que les hablen. El formador pondrá cuidado para que los maestros noveles no hablen a los escolares sino con gran necesidad, que no les hablen desde su sitio, que no les hablen con voz fuerte, que nunca rían con ellos, que no les den nada por espíritu de familiaridad, ni les hagan hacer nada por ese espíritu, no les toleren sus faltas por timidez, debido a la familiaridad que hayan contraído con ellos.

Que tampoco permitan que les hablen, que ningún escolar les hable sin permiso, sin respeto y sin deferencia, de pie, descubiertos, que no les hablen por cualquier motivo sin gravedad y reserva como lo hacen con sus compañeros. El formador debe poner cuidado para advertir a los maestros noveles acerca de todos estos defectos, cuantas veces noten que los cometen; darles los medios para evitarlos, como por ejemplo dar una palmeta a todos los que hablen sin permiso, o desde su sitio, o sin respeto, o bien remitírselos a él para infundirles temor. La familiaridad engendra el desprecio, y una vez que el maestro es despreciado por sus escolares, todo lo que pueda hacer o lo que pueda decir, no les toca, todas sus enseñanzas y todas sus instrucciones no tienen peso, ni producen ningún buen efecto; los escolares se vuelven insolentes y lo tratan como a un pingajo.

El formador debe estar muy atento y conceder mucho cuidado a este punto, que reviste mucha importancia y no escatimar nada para impedir que esto acontezca a quienes le corresponde formar. Debe, por esto, si es Director, imponer penitencias adecuadas a quienes podrían incurrir en ello, y, si no es Director, informará al Hermano Director.

Se puede hablar a los escolares familiarmente o de una manera familiar, sin familiarizarse con ellos y sin que pierdan el respeto que deben tener a la persona con quien hablan.

De los medios para desarraigar la lentitud y la desidia

Importa mucho vigilar sobre los maestros noveles lentos y desidiosos, y obligarles incluso con penitencias a cumplir sus deberes en la escuela, a vigilar y a exigir el silencio y el orden, a hacer que todos los escolares sigan atentamente; hacerles leer a todos, y todo el tiempo requerido y necesario, hacer comenzar todos los ejercicios a la hora precisa como la repetición de la oración, de las respuestas de la Santa Misa, el catecismo o el rosario, tan pronto como se ha terminado la oración de la escuela por la mañana y la bendición de la merienda por la tarde, las lecciones, tan pronto como se ha terminado la acción de gracias por la mañana, y por la tarde tan pronto como la oración de la escuela se ha terminado y así de lo demás. Debe tener cuidado también de que cumplan con todas las lecciones en la hora indicada y que tengan más bien más tiempo que menos. Esto lo obtendrán si hacen leer poco cada vez, pero a menudo; que no estén sin hacer nada en la escuela y que sobre todo durante las lecciones, se apliquen constantemente a hacer leer y a hacer que todos sigan con atención.

De los medios para desarraigar las ternuras y las amistades particulares

Para esto es preciso hacer comprender a los maestros noveles antes de ocuparlos en la escuela, que deben tener una caridad común e igual para con todos los escolares así como también para con todos los Hermanos y no deben nunca amar a alguno en perjuicio de los demás. Esto no significa, que no se pueda y se deba siempre preferir los pobres a los ricos, ya que tienen mayor parecido con nuestro Señor Jesucristo y que le pertenecen de preferencia a los ricos, puesto que les llama sus hermanos. Esto no quiere decir que no se deba amar especialmente a los que por su piedad, su fidelidad, exactitud, docilidad y asiduidad para asistir todos los días a la escuela y puntualmente, y particularmente por sus otras buenas cualidades se vuelven dignos de estima, sino que normalmente y delante de todos, no se debe dar ninguna señal de amistad exterior a unos más que a otros. Los formadores tendrán también cuidado de no permitir nunca que los maestros manifiesten más cariño y mayor benevolencia a unos que a otros, sino que lo manifiesten a todos igualmente, a no ser a los más pobres y a los que no tienen ninguna cualidad exterior que pueda traer su afecto y su amistad, y que esto sea para mortificarse y vencerse, más bien que para complacerse y satisfacerse. Que no tengan sus amiguitos consentidos al lado, a quienes comunican sus confidencias y sus secretos en la escuela. Que no pongan a su lado a los que son guapos, majos, listos y lucidos; que no les hablen en particular, salvo al acabar las clases, por turno, para alentarles a que cumplan bien su deber; que corrijan con equidad a todos los que hayan merecido castigo, sin tolerar en algunos lo que no hubieran aguantado en otros; hay que obligarles, incluso, en tales circunstancias a que obren contra sus inclinaciones y contra su repugnancia. El formador les hará comprender bien que estas clases de amistades particulares ocasionan graves inconvenientes tanto para los que son así amados y acariciados como para los otros que no lo son. Los primeros aprovechan frecuentemente de esa amistad para el mal, y se vuelven insolentes, de manera que pierden todo el respeto y el temor que deberían tener a sus maestros y no se preocupan más de ello, y los demás se dejan llevar a menudo de la envidia, y conciben odio y aversión hacia los maestros y hacia los escolares que creen ser más estimados que ellos.

De los medios para desarraigar el exterior disipado, vago, limitado, circunscrito a un solo lugar

Aun cuando no haya que tener los ojos cerrados, ni aplicarse al recogimiento exterior en la escuela, como en la sala de ejercicios o en el oratorio, tampoco es conveniente, sin embargo, darles otra ocupación que la de vigilar y mirar continuamente a sus escolares. El formador tendrá pues, cuidado de que los maestros noveles eviten estos dos excesos, a saber: un exterior demasiado disipado, ligero y demasiado superficial, demasiado evaporado, y una circunspección excesiva, una aplicación continua al recogimiento que les impida la que deben tener para velar sobre sus alumnos. Para remediar lo primero, es preciso obligarles a que no vuelvan la cabeza desmañadamente y a que miren o curioseen lo que pasa en las otras clases. Respecto a lo segundo es preciso obligarles a mirar a todos sus alumnos constantemente, y no dejar de verlos sino el tiempo de un padrenuestro, y saber lo que hacen, de modo que si se les pregunta qué hace uno de ellos pueda responder inmediatamente y decir que hace tal cosa; que no tengan los ojos fijos y atentos largo tiempo sobre un mismo lugar, sino que recorran continuamente toda la sala, que mientras miran así en todas direcciones, coloquen el dedo o la punta de la señal sobre sus libros o sobre el renglón donde se lee o sobre algunas más abajo para no perder lo que se lee, que no presten tanta atención para mirar en sus libros, que no la tengan al menos igual para mirar a sus escolares y vigilarlos. En una palabra, tratarán de hacer todo lo mejor posible con prudencia y gracias a la experiencia que adquirirán con el tiempo. Sería bueno que durante el tiempo de su formación y hasta que estén bien acostumbrados para hacer leer y hacer seguir y a velar al mismo tiempo, lean tres o cuatro veces la lección que se deberá leer por la mañana o por la tarde con el fin de tener una idea y esto les dé mayor facilidad para no perderse fácilmente en la lección o para reencontrarla fácilmente si la pierden.

De las cosas que es preciso hacer adquirir a los maestros noveles y de los medios para conseguirlo

Las cosas que hay que conseguir que adquieran son:

1º Decisión.
2º Autoridad y firmeza.
3º Circunspección. Un exterior grave y formal.
4º Vigilancia.
5º Atención sobre sí.
6º Compostura.
7º Prudencia.
8º Aire simpático y atrayente
9º Celo.
10º Facilidad para hablar y expresarse con nitidez y orden, y al alcance de los niños que cada uno enseña.

Medios para conseguir la autoridad, la decisión y la firmeza

Es necesario ejercitarlos a menudo en el noviciado a dar clase, mostrarles la manera de habérselas con las diferentes actividades; cuando ya tengan una idea correcta de la escuela y antes de hacerles entrar en una clase para darla, es preciso obligarles a entrar en ella con un aire decidido y grave, la cabeza levantada y mirando a todos los escolares de una manera audaz, como si tuviera 30 años de experiencia. Que hagan enseguida lo que se debe hacer, a saber, ponerse de rodillas, saludar al crucifijo, y acto seguido sentarse en el sitial. Si uno sólo de los escolares intentase hablarle, que lo haga arrodillarse inmediatamente sin decir nada; que se dirija pausada y gravemente a su sitial; que haga todas las cosas con tanta seguridad como si hubiera estado mucho tiempo en la escuela. No muestre ningún temor, que durante los primeros días no permita que ningún escolar le hable; si tiene algo que decir en la escuela, que lo diga en voz baja a un escolar y haga que lo diga en voz alta, sin embargo que esto sea raro, que haga todo de una manera segura y tranquila, que haga decir, por ejemplo, a un escolar todo lo que quiere que hagan. Al ir a la santa Misa y mientras permanezcan allí si faltan a lo que se les haya notificado, que los castigue muy severamente; que estén muy atentos, hasta de la más pequeña cosa que suceda en la escuela o en la iglesia, y que no toleren ni siquiera que un escolar vuelva la cabeza en la iglesia sin castigarlo. No conviene hacer ninguna corrección durante los 8 primeros días, a no ser por los motivos que se han dicho antes, que no se fije en pequeñeces desde el principio; pero si es necesario aplicar alguna corrección, que escojan a los peores y a aquellos cuya corrección podrá infundir más temor, como uno de los mayores.

Respecto a la autoridad, no permitir que ningún escolar les hable en voz alta, o sin permiso, o sin respeto, sino siempre en voz baja, descubierto, en pie y de una manera seria, que no manifiesten bondad y ternura en común, que hablen poco y con número, peso y medida y de una manera pausada y firme haciendo ejecutar lo que indican y que no hablen inconsiderablemente y en cualquier ocasión de manera enredada, comiéndose la mitad de sus palabras; que no estén inquietos, incluso en su sitio, ni activos; que no se rían nunca aun cuando se presente la ocasión; que no castiguen sino desde su sitio; cuando tienen algo que hacer o ejecutar, lo hagan ejecutar siempre por los mayores en primer lugar y que en los defectos que observaren presten siempre mayor atención a los escolares mayores para castigarles, con preferencia a los más pequeños.

Cuando quieran castigar a uno de los mayores que se resista, que no tomen tiempo para hacerlo al final de la clase, sino en un momento en el que se pueda llevarlo a cabo y disponer incluso de tiempo sobrado, que no le deje sin haberlo corregido; si no está dispuesto a obedecer, que le corrija por no haber obedecido prontamente, aun cuando no fuese sino para recibir un palmetazo, de manera que reciba la corrección ordinaria que no haya recibido. Si hubiese dos o tres para corregir que les diga que el último que esté dispuesto será castigado más severamente que los demás siempre y cuando se dispongan como es debido.

Será bueno perdonarles si la falta no ha sido considerable en atención a su sumisión. Cuando los escolares griten, es preciso siempre golpear hasta que callen y acto seguido hacer que se suban los calzones, a continuación que se preparen por sí mismos para recibir la corrección y aplicársela nuevamente, como si no la hubiesen recibido, diciéndoles claramente que la primera corrección fue para hacerlos callar. El modo de proceder contribuye mucho para que el maestro adquiera autoridad.

Los maestros no conceden audiencia sino una vez al día, o una vez por la mañana y una vez por la tarde.

La firmeza consiste en hacer ejecutar lo que uno quiere en el momento, sin dilación. Si un escolar no hiciese inmediatamente lo que su maestro le dijo, que no omita el corregirle hasta que lo haga y luego hacer que vuelva a ejecutarlo y si no lo hace aún corregirle de nuevo; y no se dobleguen nunca ante un escolar, sino obligarle categóricamente a realizar lo que se le mande. El formador debe tener cuidado de hacer que el maestro a quien forma, cumpla lo que se haya propuesto e incluso le ayudará si llegase a ser necesario.

No permitirán que se desentiendan de un escolar que se haya resistido, sin hacerle nada; sino que le obligará a hacer cuanto esté en su mano para superar esa dificultad y le ofrecerá los medios.

Dejará que los maestros asuman toda la autoridad en cuanto les corresponde y les hará comprender que deben proceder en todo momento como si él no estuviera presente.

Siempre que sea posible colocará a un maestro novel junto a otro que desempeñe bien su cometido.

Es preciso obrar de tal forma que los escolares salgan siempre contentos de la escuela, de modo que no tengan nada que referir a sus padres que pudiese apenarlos.

Cuando no haya orden en la escuela, es preciso que el Hermano maestro sea muy enérgico al principio, y que corrija más y con más exactitud que si hubiera orden en ella; es preciso también en esos comienzos recompensarles cuando actúen bien y no dejarles pasar ordinariamente ninguna falta sin castigo; corregir a aquellos cuya corrección sirva de ejemplo, que son de ordinario los mayores y más indisciplinados.

No hay que emprenderla contra temperamentos tímidos y que rara vez cometen alguna falta o que no lo hagan por malicia.

Es preciso estudiar detenidamente la inteligencia, las costumbres y las inclinaciones de los niños, para poder tratarlos de un modo conveniente. Si los niños faltan en una cosa, es preciso normalmente llamarles la atención, o castigarles inmediatamente y no a destiempo.

La espiritualidad que debe formarse entre los niños

Es preciso infundirles la piedad, el temor de Dios y el horror al pecado e incitarles a recibir frecuentemente los sacramentos. Tener más tiempo para el examen y las reflexiones, formar bien a los maestros, instruirlos acerca de cómo hablar y exhortar a los niños.

Darles catecismos sobre temas de moral dos o tres veces por semana, hablarles en particular, hacer que se confiesen cada mes y que comulguen, y procurarles buenos confesores.

La exactitud para rezar a Dios por la mañana y por la tarde, la asistencia a la Santa Misa con piedad, la oración frecuente durante el día.

 

Regla del maestro de internos.

 

El Hermano Superior del Instituto asignará la dirección de los internos a uno o varios Hermanos, si se necesitan varios, a quienes juzgue mejor capacitados para este empleo.

El maestro de los internos, o el primer maestro si hay varios, recibirá bajo inventario, cuando ingresen, todo lo que está a su uso, como ropas, vestidos, vajilla, etc. para devolverlo todo también bajo inventario cuando salgan. Tendrá un inventario y memorial en un libro destinado a este fin y entregará una copia del mismo al Hermano Superior del Instituto para poder darle cuenta, o al que sea designado para esta función cuando se le reemplace en este empleo.

Tendrá cuidado de que todas las ropas y la vajilla de los internos estén marcadas, a fin de que pueda devolvérselas fácilmente según el inventario cuando salgan.

Tendrá cuidado de que su ropa y vestidos estén bien conservados con el fin de que siempre estén perfectamente limpios y convenientes.

Procurarán que su dormitorio sea barrido y las camas debidamente arregladas y que se les cambie la paja siempre que sea necesario, lo cual recordará al Hermano Superior del Instituto cuando lo crea necesario, con el fin de que tenga la bondad de tomar las disposiciones oportunas.

Estará atento para proceder de tal manera que se les proporcione cuanto sea necesario y procurará que no les falte en cuanto a su alimentación, o cuando se encuentren enfermos o indispuestos, y rogará entonces al Hermano Superior que gire las órdenes necesarias.

Vigilará sobre todo para que no tengan parásitos ni en la cabeza ni en el cuerpo. El maestro de los internos menores revisará una vez por semana la cabeza de todos. Cada semana dará cuenta del comportamiento de los internos al Hermano Superior o al Director, después de haberle informado del suyo propio y pedirá a menudo su parecer en cuanto a la manera cómo debe proceder respecto a ellos, así en general como en particular y seguirá sus órdenes en todo.

Cuando los internos reciban la visita de sus padres o de otras personas, los maestros o uno de ellos si son varios, u otro Hermano según lo juzgue oportuno el Hermano Superior, los conducirá al lugar destinado para verles o para hablarles y el que les acompañe no se separará de ellos hasta que tales personas hayan salido.

Tendrán cuidado todos los días por la mañana y por la tarde y al comienzo de las principales acciones de hacerles rezar las oraciones acostumbradas, pausadamente, modestamente y con piedad y de hacer que ofrezcan sus oraciones a Dios y de hacer que se acuerden a menudo de renovar el ofrecimiento que de ellas han hecho. Velará particularmente sobre sus costumbres tratando de inspirarles el amor a la virtud y el odio al vicio, hablándoles a menudo de esto, narrándoles historias edificantes a ese respecto; pues los niños son incapaces de grandes razonamientos, están más llevados y animados a la práctica del bien por los ejemplos que se les presentan a menudo de jóvenes parecidos a ellos, que con discursos muy prolijos.

Les reprenderá de sus defectos, haciéndoles concebir un gran horror de ellos mediante comparaciones proporcionadas a su inteligencia y lo hará con tanta mansedumbre y caridad, que se sientan mucho más afectados por los defectos que hayan cometido que por la pena que pueda acarrearles el que se los haga notar. Se guardará de darles la corrección dejándose llevar por la ira, pero si se ve precisado a castigarlos debe percibirse que lo hace porque hay motivo, y con caridad.

Procurará hacerse amar más que temer, no se abstendrá sin embargo de reprenderlos por sus defectos de malicia para impedirles que contraigan el hábito. No manifestará nunca más amistad a unos que a otros, a fin de evitar la envidia, a no ser cuando alguno obre bien para excitar la emulación en los otros y les dirá al mismo tiempo que todos los que actúen así merecerán particular estima.

No tolerará en los pensionistas, gula, riñas, envidias, desprecios, maledicencias, mentiras, ni los chismes que son como la raíz de muchos otros vicios, ni sobre todo, otros vicios que conducen a la impureza.

No permitirá que ninguno se aísle, ni que algunos se separen de los demás durante los recreos y les dará de tiempo en tiempo el catecismo sobre la confesión y la comunión para enseñarles las disposiciones que deben tener para recibir debidamente estos sacramentos y procurará inducirles a acercarse a ellos con las debidas disposiciones.

Tendrá cuidado de que se confiesen a menudo, pues nunca es demasiado temprano para que adquieran ese hábito, puesto que no hay nada más apropiado para impedirles caer en pecados considerables.

Aun cuando hubiese algunos entre ellos que no tengan la edad para recibir la absolución, no dejará sin embargo de hacerlos confesar a fin de prepararlos y hacer que adquieran el hábito de frecuentar los sacramentos. Obrará de tal manera a este respecto que ninguno de los internos, pequeño o grande, pase más de 15 días sin confesarse, incluso que se confiesen sin comulgar con tal que el confesor lo juzgue pertinente.

Dedicará un tiempo considerable, seis meses al menos, para preparar a la Sagrada Comunión a los que deban hacerla por primera vez y procurar esta ventaja según el parecer del Hermano Superior del Instituto, tan sólo a los que juzgue preparados para ello, así por su piedad como por su buena conducta y por el aprovechamiento que hayan obtenido de las instrucciones que se les hayan proporcionado, con tal de que tengan 12 ó 13 años y que considere que tienen las disposiciones para conservar la gracia de su primera comunión. Si hay quienes no estén confirmados, les preparará para recibir el sacramento de la confirmación si encuentra facilidad para hacérselo recibir.

Les inculcará la necesidad de rezar frecuentemente a Dios y la manera de hacerlo bien, y procurará que cumplan con este deber piadosamente.

Les instruirá asimismo acerca de las promesas que han hecho en el santo bautismo y de las renuncias que hicieron por boca de sus padrinos y de sus madrinas. Les inspirarán profundísimo respeto al Santísimo Sacramento del altar, que los mantenga atentos en la iglesia y durante las ceremonias religiosas, especialmente la Santa Misa, haciéndoles notar que quienes no rezan a Dios durante la misma es como si no hubiesen asistido y tienen obligación de confesarse como si no hubiesen asistido. Les inspirará una devoción especial hacia la Santísima Virgen, San José, su santo ángel de la guarda y su santo patrón, haciéndoles leer o relatándoles el resumen de su vida para que lo aprecien y recompensará a quienes manifiesten mayor interés a ese respecto. Les hará practicar la piedad casi sin que se den cuenta y procurará con esmero conservarles la inocencia bautismal, inspirándoles gran estima de ella y haciéndoles que entiendan sus ventajas.

Les enseñará finalmente la lectura, la escritura, la aritmética y las Reglas de Cortesía y pondrá atención sobre todo con el libro de la Urbanidad Cristiana, aplicándose a ello con tanto esmero que se las haga aprender tan perfectamente como sea posible. Habrá uno o varios Hermanos designados por el Hermano Superior del Instituto que dormirán en los dormitorios de los internos para velar que no pase nada fuera de propósito durante la noche. El Hermano Superior podrá cambiarles de vez en cuando al final de la oración de la mañana.

El maestro o los maestros de los internos, si hay varios, irán a los dormitorios para reemplazar a los Hermanos que hayan dormido allí y para impedir que cometan alguna inmodestia al levantarse y al vestirse.

 

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