Encuentro con el Sr. Nyel
"En vano -dijo aproximadamente La Salle al Señor Nyel- os habréis afanado
para abrir escuelas cristianas y gratuitas en Reims si al final acabáis
hospedándoos en casa del hermano de la Sra. de Maillefer, pues equivale a
descubrir vuestros propósitos y a hacerlo fracasar. No es posible, en efecto,
que vuestra estancia en esa casa no levante sospechas sobre el objeto de vuestra
visita. Siendo Vos diferente por vuestra condición social, estado y empleo, La
gente no dejará de preguntarse cuál puede ser el objeto de vuestra visita. Se
harán toda clase de conjeturas. Como siempre hay gente desocupada y curiosa no
pasarán hasta averiguar el motivo de vuestra visita o al menos hasta
sospecharlo. A pesar de vuestra discreción, os espiarán y seguirán vuestros
pasos hasta dar con lo que quieren saber. Una vez que lo hayan averiguado os
pondrán toda clase de trabas. El pasado puede servirnos de lección.
Recientemente un piadoso canónigo, reputado teólogo, acreditado y bien visto
en esta ciudad, vino a fundar una asociación de maestros para niñas, que por
poco fracasa apenas comenzada. Sólo la autoridad del Señor Le Tellier la
salvó del naufragio que la amenazaba. Tuvo que desplegar toda su influencia
para contrarrestar la oposición de las autoridades locales, o mejor para
conquistárselas y obtener su consentimiento. ¿Estarán ahora esas mismas
personas dispuestas a consentir la fundación de un nuevo establecimiento para
niños? El bien de los pobres de la ciudad así lo exigiría; pero los intereses
de Dios y el bien de los pobres se hallan casi siempre en conflicto con las
razones políticas. Para hacer prevalecer aquéllos sobre éstos se requeriría
toda la influencia del Señor Arzobispo, pero ¿estará éste dispuesto a
arriesgarla una vez más y a comprometerse frente a la perspectiva de un
fracaso?".
Y
con su gracia habitual añadió: -Venid a hospedaros en mi casa. Como ésta
sirve de residencia para muchos sacerdotes rurales y otros eclesiásticos amigos
míos que vienen con frecuencia a hospedarse en ella, será el lugar más
indicado para que podáis ocultar vuestro propósito. Como vuestro exterior
ofrece tanta semejanza con el de los sacerdotes rurales, se os tomará por uno
de ellos. Por otra parte yo soy libre de hospedar en mi casa a quien quiero, sin
preocuparme por lo que pueda pensar la gente, y lo que menos me importa es el
saber lo que puedan decir. En mi casa podéis permanecer ocho días tranquilo y
desapercibido, sin llamar la atención de nadie. Ese periodo de tiempo os
permitirá reflexionar con calma y os bastará para madurar vuestro proyecto y
concertar las medidas propias para llevarlo a cabo. Transcurrido ese tiempo
podréis partir, según vuestra inclinación, al santuario de Nuestra Señora de
Liesse, y al regreso intentar la apertura de las escuelas".
Plan propuesto al grupo de eclesiásticos para el establecimiento de la
primera escuela.
Blain
nos informa también sobre el plan propuesto al grupo de eclesiásticos
consultado al efecto:
"El
modo más pronto y acaso el único -les decía para dar feliz comienzo al
establecimiento de escuelas cristianas y gratuitas para niños es el de ponerlo
a cubierto de cualquier contradicción confiándolo a la protección de un
párroco suficientemente generoso para sostenerlo. Como tiene el derecho de
insistir a sus feligreses y como su título de pastor le autoriza a procurarles
maestros capacitados para enseñarles la doctrina, nadie podrá impedirselo".
"El
párroco de San Sinforiano -decía nuestro piadoso canónigo- al primero de los
cuatro propuestos, sería el más indicado si se hallara en buenos términos con
sus superiores; pero desgraciadamente no es así: habrá pues que descartarlo.
El segundo no es persona suficientemente cuerda. El tercero sobrino y hechura
del juez eclesiástico, a quien debe todo lo que es, le es demasiado sumiso y a
la primera palabra de su bienhechor y tío despedirán a los maestros de
escuela: Tampoco es pues, el hombre que nos hace falta".
Ante
tales razonamientos los amigos de Juan Bautista aprueban la sugerencia de éste:
dirigirse al Sr. Dorigny, párroco de San Mauricio. Blain nos ha transmitido el
texto de la proposición que a éste le hizo Juan Bautista:
"La
única condición que se os pone en este asunto, añadió el piadoso canónigo,
es la de que aparentéis ser el autor de la escuela esta y le prestéis vuestro
nombre. Casi todos vuestros parroquianos son pobres; les debéis una
instrucción que ellos no pueden procurarse; se la daréis por boca del Sr. Nyel
y de su joven compañero a quienes os presentamos como maestros de escuela.
Acogedlos, pues, como si fueran vuestros y si la ocasión se presenta, haced ver
que los habéis contratado para la instrucción de vuestros parroquianos".
Sus primeros contactos con los maestros:
"Yo
me había imaginado -decía en un Memorial que él mismo escribió para informar
a los Hermanos sobre el modo como la Divina Providencia había dado origen a su
Instituto- que el cuidado que yo tomaba de las escuelas y de los maestros no
dejaría de ser puramente exterior y que no me llevaría más allá de la
solicitud que yo desplegaba para asegurar su subsistencia y velar porque
ejercieran su empleo con piedad y aplicación".
"Fueron
esas dos ocasiones -decía en el citado Memorial- a saber: el encuentro con el
Sr. Nyel y la proposición que me hizo esa dama, las que hicieron que empezase a
interesarme por las escuelas de los niños. Anteriormente yo no había pensado
en ello, y no ciertamente porque no me lo hubieran propuesto, pues algunos
amigos del Sr. Roland habían tratado de inspirármelo. Pero la idea no había
logrado penetrar en mi espíritu, ni llegué jamás a concebir la idea de
realizarla. Tanto es así que si yo hubiera podido barruntar que el cuidado de
simple caridad que yo tomaba por los maestros de escuela me iba a llevar hasta
obligarme a vivir con ellos, lo hubiera abandonado; pues por reacción natural
yo consideraba como inferiores a mi lacayos a quienes me veía precisado a
emplear en las escuelas, sobre todo en los comienzos; la sola idea de que
hubiese tenido que vivir con ellos me habría resultado insoportable y
efectivamente experimenté gran repugnancia cuando en los comienzos les hice
venir a mi casa, lo cual duró dos años. Yo creo que debió ser ésa la razón
por la cual Dios, que todo lo dispone con sabiduría y suavidad y que no
acostumbra forzar la inclinación de los hombres, queriendo inducirme a ocuparme
enteramente de las escuelas, lo hizo de modo imperceptible y en etapas
sucesivas, de modo que un compromiso llevaba a otro, sin poderlo preveer desde
el principio".
Discurso Evangélico de San Juan Bautista de La Salle.
"Hombres
de poca fe -les decía- con vuestra escasa confianza trazáis límites a una
bondad que no tiene límite alguno. Si ciertamente es infinita y continua, como
creéis sin duda, ella cuidará siempre de vosotros y no os faltará jamás.
Buscáis una seguridad; ¿no os basta la del Evangelio? La palabra de Jesucristo
es vuestro contrato de fianza: no lo hay más seguro, pues lo ha firmado con su
sangre y le ha sellado con su infalible bondad. ¿Por qué desconfiar entonces?
Si las promesas irrevocables de un Dios no pueden calmar vuestras inquietudes y
vuestras aprehensiones frente al porvenir, buscad los fondos de rentas que
puedan comparársele. Considerad los lirios del campo - es el mismo Jesucristo
quien os invita a ello- y las hierbas del prado; y admirad con qué opulencia
Dios los colma de belleza y ornato, nada les falta, y el mismo Salomón con todo
el esplendor de su gloria no estaba tan bien vestido. Abrid los ojos sobre los
pajaritos que vuelan en los aíres o sobre los animalitos que se arrastran por
los campos: a ninguno le falta lo necesario; Dios provee a sus necesidades. Sin
granero ni despensa, encuentran por doquier el alimento que la Providencia les
tiene preparado y les suministra. Sin sembrar ni cosechar, encuentran su
subsistencia. El Padre celeste se encarga de ello. Si su mano bienhechora y
liberal extiende su solicitud hasta sobre los más viles insectos, que el hombre
pisotea, hasta el heno que se seca y sirve de alimento al fuego, ¿podéis
vosotros creer, gente de poca fe, que Aquél a quien consagráis vuestra
juventud y a quien dedicáis vuestros trabajos, os ha de abandonar en vuestra
vejez y permitir que arrastréis en la miseria una vida empleada en su servicio
? Reavivad pues vuestra confianza en una bondad infinita y rendidle honor
abandonándole el cuidado de vuestras personas. Sin temor por el presente, sin
inquietud por el porvenir, no os preocupéis más que del momento en que vivís
y no carguéis el días que pasa con las preocupaciones del día que sigue. Lo
que os falte por la noche os lo procurará el día siguiente, si sabéis esperar
en Dios. Dios obrará milagros antes que dejaros en la necesidad. Después de la
palabra de Jesucristo os doy como prueba la experiencia de todos los santos. Los
milagros de la Providencia son cotidianos y no cesan mas que para quienes
carecen de confianza".
Respuesta de los maestros:
"Os
es fácil hablar así -le replicaron- pues nada os falta, poseéis una buena
prebenda y un rico patrimonio y estáis al abrigo de la indigencia. Si nuestra
empresa fracasa, Vos quedáis respaldado, y la ruina de nuestro estado no
afectará al vuestro. Gente sin bienes, sin rentas y hasta sin empleo ¿dónde
iremos nosotros? La pobreza será nuestra suerte y la mendicidad el único medio
de aliviarla".
Respuesta del Padre Barré al Señor de La Salle.
"Las
raposas -decía él entonces- tienen sus madrigueras, y las aves del cielo sus
nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza". Estas
palabras son de Jesucristo; he aquí el comentario que de ellas hace el Padre
Barré: "¿Quienes son las raposas de las que habla el texto sagrado? Son
los hijos del siglo que se apegan a los bienes de la tierra. ¿Quiénes son las
aves del cielo? Son los religiosos que tienen por refugio sus celdas. Pero para
los maestros y maestras de cuya vocación es instruir a los pobres a ejemplo de
Jesucristo, no hay más fortuna en la tierra que la del mismo Hijo del Hombre.
La Divina Providencia será el único capital sobre el que han de fundarse las
escuelas cristianas. Cualquier otro apoyo es impropio de ellas: ése en cambio
es inconmovible; y ellas mismas serán indestructibles mientras se basen
únicamente en él".
He aquí las razones con las que él llegó a convencerse a sí mismo:
1.-
"Me hallo con la boca cerrada y sin derecho alguno para predicarles sobre
la pobreza mientras no sea pobre yo mismo; ni sobre el abandono a la Providencia
mientras yo disponga de recursos seguros contra la miseria; ni sobre la perfecta
confianza en Dios, mientras yo me halle al resguardo de toda inquietud a causa
de mis rentas.
2-
Su tentación continuará si yo sigo siendo lo que soy y ellos lo que son, pues
sigue subsistiendo la causa que la origina y yo no podré remediarla. Mi
confortable renta seguirá siendo para ellos un pretexto capcioso y hasta
razonable para justificar su desconfianza del presente y su inquietud respecto
al futuro.
3.-
Una tentación tan pausible no dejará tarde o temprano de producir el efecto
que el demonio espera de ella, a saber; que los maestros, o todos a la vez o uno
tras otro, se irán y me dejarán de nuevo con la casa vacía y con las escuelas
sin nadie para ocuparse de ellas.
4.-Tal
deserción, que causará escandalo en toda la ciudad, intimidará a todos
aquellos a quienes podría venir la idea de hacerse maestros de escuela; su
vocación quedará como congelada y experimentarán, ya antes de ingresar, la
misma tentación de los que han desertado.
5.-Si
las escuelas carecen de maestros, se vendrán por los suelos con los fondos que
sirvieron para ponerlas en marcha; lo cual atraerá la codicia de los herederos
de tales fondos.
6.-A
través de diversas etapas de la obra de las escuelas cristianas y gratuitas
quedará enterrada bajo sus ruinas sin esperanza de volverse a levantar.
7.-Aún
cuando todos esos inconvenientes no fueran de temer, ¿debo yo, o incluso puedo
yo ser el superior de esos maestros sin dejar de ser canónigo? ¿Puedo yo
conciliar la presencia asidua en la casa para presidir los ejercicios de piedad
de los maestros y velar sobre ellos, con la asiduidad al coro y al oficio? Si
resulta que ambos son incompatibles, habrá que renunciar a uno o a otro.
8.-Es
cierto que una prebenda de canónigo no constituye un obstáculo para las buenas
obras, y que la asistencia asidua al coro para cantar las alabanzas de Dios no
se opone a que puedan prestarse otros servicios a la Iglesia y a trabajar por la
salvación de las almas. Se puede distribuir el tiempo entre esas dos nobles
funciones y demostrar así que para ser buen canónigo no es preciso es estar
ocioso fuera de las horas de coro, ni buscar en ese titulo un honorable pretexto
para permitirse, al salir de los sitiales, un descanso tan largo como el resto
de la jornada, y para cebarse en una muelle indolencia y estar sin hacer nada en
la viña del Señor. Pero ¿es seguro que puedo ser a la vez un buen canónigo y
un buen Superior de una comunidad que exige presencia continua? Si ejerzo
dignamente este segundo empleo, tendré que dejar de lado todas las funciones
del primero, pues obligado a una presencia continua en la casa, no podré estar
al mismo tiempo en el coro. De modo que si ambos deberes no pueden conciliarse,
habrá que tomar partido por uno o por otro. Cinco o seis horas de oficio
canónico construirían una brecha demasiado grande a la asiduidad en una casa
de cuya dirección soy responsable.
9.-Ahora
bien, ¿qué es lo que puede determinarme en semejante opción? ¿A qué lado
habré de inclinarme? La mayor gloria de Dios, el mayor servicio a la Iglesia,
mi perfección, la salvación de las almas: tales son los objetivos que debo
proponerme y los fines que deben guiarme. Pero si no me dejo guiar más que por
esos nobles motivos, entonces debo determinarme a abandonar mi canonicato para
encargarme de las escuelas y de la educación de los maestros destinados a
regentarlas.
10.-Finalmente,
puesto que yo no siento inclinación por la vocación de canónigo, puedo
inferir que es ella la que me ha abandonado antes que yo abandone tal estado.
Este ya no es para mí, y si bien es verdad que entré en él por la puerta
ancha, parece ser que hoy me la abre Dios de par en par para salir de él. La
misma voz que me llamó ayer parece invitarme hoy a otra parte. Yo llevo esta
respuesta en el fondo de mi conciencia y la oigo cuando la consulto. No hay duda
de que, habiendo sido la mano de Dios que me puso en el estado en que estoy,
ella es la que me ha de hacer salir de él. Pero ¿acaso no parece ser ella la
que visiblemente me muestra hoy otro estado que merece preferencia y al que me
lleva como por la mano?"
Finalmente parece manifiesto a Juan Bautista, en 1682 que Dios lo quiere
entre los maestros; así lo confirman los fragmentos que provienen sin duda del
Memorial:
"Hacía
fines del año 1682, se hizo manifiesto al Sr. De La Salle que Dios lo llamaba a
hacerse cargo de las escuelas. Comprendió que, debiendo ser el primero en los
ejercicios que él había establecido en la casa y dar ejemplo a aquéllos para
quienes habían sido establecidos, no podría hacerlo y ser al mismo tiempo
asiduo al oficio del coro, lo cual no podría aprobar su director, quien exigía
perfecta asiduidad".
"Finalmente,
después de muchas reflexiones hechas en presencia de Dios, después de muchas
oraciones, después de muchas consultas, le pareció visiblemente hacia el fin
del año 1682 (según declaró él mismo) que Dios lo llamaba a encargarse de
las escuelas, y que debiendo ser el primero en todos los ejercicios de la
comunidad, no podía asistir al oficio tan asiduamente como su director
exigía".
De La Salle frente al problema de la renuncia de su patrimonio:
"Puesto
que estáis resuelto -le decían- a renunciar enteramente a vuestro patrimonio,
hacedlo en favor de nuestra comunidad: así parecen exigirlo, tanto la piedad
como cierta noción de la equidad. Nadie puede criticaros por ello. Trátase en
efecto de vuestra obra, la cual se halla apenas en sus comienzos y necesita no
menos de vuestros bienes que de vuestra propia dirección para sostenerse. En
vuestra calidad de padre debéis proveer a la subsistencia de vuestros hijos,
con preferencia a la de extraños. Así lo dicta la prudencia, y vuestro buen
corazón debe aprobarlo. Los prudentes del siglo, que se verían tentados a
criticar la renuncia a vuestros bienes, no podrán por menos de rendir homenaje
a la cuerda destinación que les daréis en favor de vuestras obras. El ejemplo
del Sr. Roland, cuyos consejos habéis seguido mientras vivía y cuya muerte
respetáis, deben serviros de modelo. El fundó las escuelas para niñas. ¿Por
qué haríais Vos para las vuestras lo que él hizo para las suyas?".
La plegaria del Sr. de La Salle:
"Díos
mio, yo no sé si hay que fundar o si no hay que fundar: no me toca a mí
establecer comunidades ni el saber cómo hay que establecerlas. Eso os toca a
Vos, así como el hacerlo en la forma que os plazca. Yo no me atrevo a fundar,
pues no sé cuál es vuestra voluntad. No contribuiré, pues, en nada a la
fundación de nuestras casas: si las fundáis Vos, estarán bien fundadas; si
Vos no las fundáis, no serán fundadas. Dadme a conocer, Señor, vuestra santa
voluntad".
Y he aquí las palabras sumisas y humildes que añadió:
"Yo
no me desprenderé de mis bienes si Vos no lo queréis; no me desprenderé de
ellos sino en la medida en que Vos lo queráis; sí me decís que conserve algo,
aunque no fuera más que cinco centavos, los conservaré".
1.-No
saldré de casa sin necesidad y sin haber empleado un cuarto de hora en examinar
delante de Dios si la necesidad es real o imaginaria. Si el negocio es
apremiante, tomaré, cuando menos, el tiempo de un Miserere a ese efecto y para
ponerme en la mente algún buen pensamiento.
2.-Dedicaré
cada día un cuarto de hora para renovar la consagración de mí mismo a la
Santísima Trinidad.
3.-Buena
regla de conducta es no hacer distinción entre los negocios propios del estado
y el negocio de la salvación y perfección, en la seguridad de que jamás
operará uno mejor su salvación ni adquirirá más perfección como cumpliendo
con los deberes de su cargo, con tal de que se haga con la idea de cumplir la
voluntad de Dios.
4.-Cuando
salga de visita, cuidaré de no hablar sino lo necesario, y de no hablar de
negocios del mundo, ni de cosas inútiles; y de emplear en ella media hora a lo
más.
5.-Uniré
mis acciones con las de Nuestro Señor al menos veinte veces al día, y
procuraré tener en ellas miras e intenciones semejantes a las suyas. Tendré,
al efecto, un papelito que pincharé cuantas veces lo hubiera hecho; y por
cuantas veces hubiera faltado al día, rezaré otros tantos Padre Nuestros antes
de acostarme, besando la tierra a cada Padre Nuestro.
6.-Cuando
vinieren mis Hermanos a pedirme algún consejo, rogaré al Señor que se lo dé
Él mismo. Si es de alguna importancia, tomaré un poco de tiempo para rogarle
sobre el particular, y, cunado menos, cuidaré de mantenerme todo ese tiempo
recogido en Dios, y de levantar mi corazón a Él breves momentos.
7.-Cuando
me descubran sus faltas me consideraré culpable de ellas ante Dios por mi pobre
conducta, y por no haberlas prevenido, bien sea con los consejos que hubiera
debido darles, bien sea vigilando sobre ellos; y si les impongo alguna
penitencia, me impondré yo otra mayor; y si la falta es considerable, además
de la penitencia, tomaré un tiempo particular como media hora, y hasta una
hora, varios días seguidos, sobre todo por la noche, para pedir a Dios perdón
de ella. Si me considero como haciendo las veces de Dios para con ellos, será
en la inteligencia de que tengo obligación de cargar con sus pecados, así como
Nuestro Señor cargó con los nuestros, y que es una carga que Dios me impone
con respecto a ellos.
8.-Miraré
siempre la obra de mi salvación y del establecimiento y gobierno de nuestra
Sociedad como la obra de Dios; por cuyo motivo le dejaré el cuidado de todo
ello, para no hacer nada sino por orden suya. Por tanto, le consultaré mucho,
sobre todo cuando tenga que hacer, ya para lo uno, ya para lo otro; y le diré a
menudo estas palabras del profeta Habacuc: Domine, opus tuum; Señor, cumplir
vuestra obra.
9.-He
de considerarme a menudo como instrumento que para nada sirve sino cuando está
en manos del artífice; así, pues, debo esperar las órdenes de la Providencia
de Dios para obrar, y sin embargo, no dejarlas pasar cuando son manifiestas.
10.-Sea
cual fuere mi situación o estado, seguiré siempre un orden y un reglamento
diario, con la gracia de Nuestro Señor, en la cual únicamente confío, pues en
eso nunca he podido fijarme; y la primera cosa que haré cuando cambie de
estado, será formar un nuevo plan; y a ese efecto tendré siempre un día de
retiro.
11.-Antes
de ir de viaje tendré un día de retiro para disponerme, y procuraré ponerme
en estado de hacer, por lo menos mientras estoy de camino, tres horas diarias de
oración.
12.-Si
una persona, ya sea un superior y otra cualquiera, me molestare, o como
comúnmente se dice, me ofendiere en algo cuidaré bien de no decirlo, y cuando
se me hable de ello, los disculparé y daré a entender que tuvieron razón.
13.-Es
preciso que examine bien el tiempo que perdí, y evite el perderlo en adelante:
sólo una gran vigilancia puede remediarlo, y aun parece que únicamente un
retiro prolongado puede proporcionarme esa vigilancia.
14.-Buena
regla de conducta es no cuidar tanto de saber lo que se tiene que hacer, cuanto
de hacer perfectamente lo que uno sabe.
15.-Por
la mañana dedicaré un cuarto de hora para prever los negocios que tendré, a
fin de conducirme bien en ellos; las ocasiones de caer que podré tener, para
preservarme de ello, y tomaré medidas para mi conducta durante el día.
16.-Es
preciso que en adelante no me acueste sin haber rezado el santo Rosario.
17.-Tampoco
he de pasar día alguno, excepto cuando esté de viaje, sin visitar al
Santísimo Sacramento y aún estando de viaje, si me ocurre pasar cerca de la
Iglesia de algún pueblo, me arrodillaré para adorar al Santísimo, y lo haré
cuantas veces eso me sucediere.
18.-Procuraré
levantar mi corazón a Dios siempre que empiece alguna acción; y cualquier cosa
que emprenda, procuraré no hacerla sino después de alguna oración.
19.-La
Regla de la Sociedad dice que no debe entrarse ni en la casa ni en habitación
alguna sin rogar a Dios y renovar la atención a Él; procuraré no olvidarlo.
20.-Rezaré
cada día una vez el Pater Noster con la mayor devoción, atención y fe que
pueda, en reverencia y acatamiento de Nuestro Señor que nos lo enseñó y nos
mandó rezarlo.
1691
"Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, prosternados con profundísimo respeto
ante vuestra infinita y adorable Majestad, nos consagramos enteramente a Vos
para procurar, con todo nuestro empeño, el establecimiento de la Sociedad de
las Escuelas Cristianas, de la manera que nos parezca seros más agradable y
más provechosa para la susodicha Sociedad.
Y
con este fin, yo Juan Bautista de La Salle, sacerdote... desde ahora y para
siempre, hasta la entera extinción de la susodicha Sociedad, hacemos voto de
asociación y de unión para procurar y mantener dicho establecimiento, sin que
podamos abandonarlo, aun cuando no quedásemos más que nosotros tres en la
susodicha Sociedad y nos viésemos obligados a pedir limosna y vivir de pan
únicamente.
En
vista de lo cual, prometemos hacer únicamente y de común acuerdo todo lo que,
en conciencia y sin ninguna consideración humana, creamos ser para el mejor
bien de la susodicha Sociedad.
Dado
el veintiuno de noviembre, día de la Presentación de la Santísima Virgen, de
1691. En fe de lo cual hemos firmado".
1694
"Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, prosternados con profundísimo respeto
ante vuestra infinita y adorable Majestad, me consagro a Vos para procurar
vuestra gloria cuanto me fuere posible y lo exigiereis de mí.
Y,
con este fin, yo Juan Bautista de la Salle, sacerdote... prometo y hago voto de
unirme y permanecer en sociedad con...
Para
tener juntos y por asociación las escuelas gratuitas, en cualquier lugar que
sea, aunque me viere obligado para ello a pedir limosna y a vivir de pan
únicamente, o para hacer en la susodicha Sociedad aquello a que sea destinado,
ora por el cuerpo de la sociedad, ora por los superiores que tengan su gobierno.
Por
lo cual, prometo y hago voto de obediencia, tanto al cuerpo de esta Sociedad
como a los superiores; los cuales votos, tanto de asociación como de
estabilidad en la susodicha sociedad y de obediencia, prometo guardar
inviolablemente durante toda mi vida.
En
fe de lo cual he firmado: dado en Vaugirard, al seis de junio, fiesta de la
Santísima Trinidad del año 1694.
"Señor
y queridísimo padre:
Nosotros,
los principales Hermanos de las Escuelas Cristianas, teniendo en vista la mayor
gloria de Dios, el mayor bien de la Iglesia y de nuestra Sociedad, reconocemos
que es de la mayor importancia el que volváis a haceros cargo de la dirección
de la santa obra de Dios, que es también vuestra, ya que el Señor ha querido
servirse de Vos para fundarla y guiarla durante tan largo tiempo. Todos están
convencidos de que Dios os ha dado y sigue dando las gracias y talentos
necesarios para gobernar debidamente esta compañía nueva, que es de tanta
utilidad para la Iglesia; y es de justicia el que nosotros demos testimonio de
que siempre la habéis guiado con gran éxito y edificación. Por esto Señor,
os pedimos humildemente y os ordenamos en nombre y de parte del cuerpo de la
sociedad al que habéis prometido obediencia, que os hagáis cargo
inmediatamente del gobierno general de nuestra sociedad. En fe de lo cual hemos
firmado.
Hecho
en Paris el 1 de Abril de 1714.
Somos,
con el más profundo respeto, Señor y queridísimo padre, vuestros muy humildes
y obedientes inferiores.