CuadMon 141 (2002)

CÁNDIDA M. CYMBALISTA, OSB[1]

 

La bendición

 

 

I

 

"La fuente y origen de toda bendición es Dios bendito, que está por encima de todo, el único bueno, que hizo bien todas las cosas para colmarlas de sus bendiciones"[2]

 

"Con los ritos de las bendiciones, los hombres se disponen a recibir el fruto superior de los sacramentos y quedan santificadas las diversas circunstancias de su vida"[3]

 

"Con frecuencia, según una antigua tradición de la Iglesia, se propone también el signo de la cruz"[4]

 

"Un día estando a solas (Benito) se presentó el tentador. Una negra avecilla llamada vulgarmente mirlo comenzó a revolotear en torno de su rostro y a acercarse importunamente a su cara... mas, trazando la señal de la cruz, alejóse el ave"[5]

 

"Cada vez que se encuentren los hermanos, pida el mas joven la bendición al mayor"[6]

 

En un mundo secularizado se ha perdido en gran parte el sentido de los signos sagrados, de la presencia de Dios a través de los elementos como el agua bendita, el cirio bendecido, el incienso, las medallas, o a través de gestos como la señal de la cruz o de palabras y gestos juntos como las bendiciones ya sean reservadas al Obispo y a los Sacerdotes, ya a los laicos. Sean establecidas o espontáneas. Sin duda que muchas veces se ha caído en confundir estos sacramentales con acciones mágicas y con supersticiones. Pero el abuso o mal uso no debe anular el uso. La vida de san Benito, su Regla, la tradición conservada en los Monasterios muestran la importancia de "las bendiciones" y como ella son una forma, entre otras, de la presencia de Dios. "Las bendiciones miran primaria y principalmente a Dios, cuya grandeza y bondad ensalzan; pero, en cuanto que comunican los beneficios de Dios, miran también a los hombres, a los que Dios rige y protege con su providencia; pero también se dirigen a la cosa creadas, con cuya abundancia y variedad Dios bendice al hombre"[7].

Me ha parecido iluminador sobre este tema un artículo del Padre Tarcisio Gregorio Vieira, sacerdote brasilero de la Congregación de Don Orione, quien después de nueve años de trabajo pastoral en Brasilia, hace en la actualidad una licenciatura en Teología sacramental en el Ateneo San Anselmo de Roma. De este artículo he suprimido la primera parte, que es una descripción de la Iglesia en Brasil, por razones de extensión. También es necesario aclarar que el Padre Vieira se circunscribe al Brasil y con una finalidad pastoral.

En una tercera parte pondré algunos textos de los Diálogos de san Gregorio y de la Regla Benedictina en los que se trata de la "bendición".

 

 

II

 

bendiciones y bendecidores en Brasil.

La bendición como "sacramento del pobre"

 

a. Antropología religiosa: "Con Dios me levanto, con Dios me acuesto"

 

En Brasil, el hombre no vive la religión como un conjunto de ideas, sino como un conjunto de prácticas. El papel de la religión es ayudar al hombre a vivir y a devenir más fuerte. No hay separación entre el mundo profano y un mundo religioso. Esta conciencia de la presencia y de la acción de Dios en todo lugar y en todo momento se traduce en numerosas expresiones: "Anda con Dios. Permanece con Dios. Aquí habito con Dios. Poco, con Dios es mucho. Con Dios yo me levanto, con Dios me acuesto".

Otro aspecto del catolicismo popular es la convicción de que la vida no está hecha para la religión, sino que la religión está hecha para la vida. ¿Qué piden los fieles que vienen a un santuario en peregrinación? Una encuesta hecha en un santuario del Nordeste del país revela que el 86% de los peregrinos piden la curación de una enfermedad, el éxito de una intervención quirúrgica o el restablecimiento después de un accidente; el 2,5% piden la lluvia para sus cultivos; solamente el 1,5% pide la vida eterna, y otros no quieren precisar que piden.

Es evidente que la mayoría pide una protección, una intervención divina, que fácilmente será considerada como un milagro: ¿acaso las curaciones obradas por Jesús no eran milagros? Lo extraordinario forma parte de la vida ordinaria, y casi todo el mundo tiene un milagro para contar.

Al lado de la oración que obtiene el milagro, funciona la bendición. Esta es vista como una protección y un escudo contra el mal. Es necesario bendecir el cuerpo, para que el cuerpo esté "cerrado" del mal. "Cerrar el cuerpo, es asegurar la protección de la persona", explica una mujer que tiene el carisma de la bendición. "Uno cierra el cuerpo por la Palabra de Dios y por el signo de la cruz" asegura esta mujer. De no ser así, el cuerpo permanece abierto y vulnerable, accesible a las fuerzas del mal.

Las personas que piden una bendición son, en su mayoría, enfermos. Pero el concepto de enfermedad es amplio. A menudo, la enfermedad tiene su origen en un desorden social. Así, un obrero que trabajaba de noche vuelve a la mañana a su casa para dormir. Su mujer debía dejar la minúscula habitación junto con sus cuatro hijos y pasar toda la mañana en la calle. Su salud se alteró. El médico al que acude no la escucha, diagnostica un problema nervioso y le hace una receta. Entonces la mujer buscó un "bendecidor" que la escuchó e hizo su ritual de bendición. La mujer volvió curada.

Este ejemplo, similar a muchos otros, muestra que la enfermedad puede ser causada por un desorden familiar o social. La enfermedad es considerada como la presencia de una fuerza del mal en la persona o en el medio, en nuestro caso en la habitación. La bendición consiste en decir el bien, de manera eficaz, contra el mal: el mal es exorcizado por la fuerza del bien.

 

b. Eficacia de la bendición: "todo depende de la fe"

El pueblo brasilero está convencido que la eficacia de la bendición depende de la fe, lo que significa para él la confianza en Dios. Porque la enfermedad es causada por las fuerzas del mal, debe haber una comprensión simbólica de ella, y la acción que va a restablecer el orden pertenece también al mundo simbólico. Los remedios prescriptos por un médico que no ha penetrado en el mundo simbólico del paciente permanecen ineficaces. El médico debe escuchar al paciente para entrar en su mundo simbólico. En un poblado, unos enfermos habían recibido del médico un medicamento para ser tomado dos veces por día; pero ellos modificaron la prescripción y lo tomaron tres veces por día durante siete días, pues su mundo simbólico se apoya sobre estos números, que los bendecidores bien conocen.

El rol del bendecidor es liberar el principio de curación que la naturaleza ha puesto en cada uno de nosotros: principio o fuerza de curación que seguramente es sobre todo de orden psicológico y espiritual. La misma Iglesia reconoce este lazo estrecho entre lo físico y lo moral cuando, al bendecir el óleo empleado para el sacramento de los enfermos, declara que la unción será hecha al enfermo "para que, sirviendo como remedio del cuerpo y del alma... y así se vieran liberados de la aflicción y de todas las enfermedades y sufrimientos."

 

c. La bendición como sacramento de los pobres

En un artículo publicado en 1990 en la revista brasilera "Perspectiva teológica", Víctor Codina afirmaba que para el pueblo los sacramentales tienen más importancia que los sacramentos. Y explicaba: "los sacramentos son mal comprendidos por el pueblo, a veces su preparación es ininteligible, a menudo parecen fríos, lejanos, extraños a la vida. Los sacramentales son más fáciles de comprender; ellos son simples, responden a diversas necesidades, acompañan al desarrollo de la jornada y de la vida. Tener en casa una vela bendecida es un tesoro, tener agua bendita asegura la protección permanente del Señor. En comparación, el sacramento les resulta abstracto, más ligado al templo que a la vida."

¿Podríamos sobrepasar esta dificultad volviendo a la concepción sacramental del primer milenio, anterior a nuestra definición de los siete sacramentos? Es en tal perspectiva que V. Codina subraya que para el pueblo brasilero, y para otros pueblos de América Latina, el amor de Cristo parece comunicarse a los hombres más a través de los sacramentales que por medio de los sacramentos. No admitir esto, es negar la realidad del sentimiento popular y, de manera más grave todavía, sería reservar la plenitud sacramental de Cristo y de su Iglesia a minorías privilegiadas que tienen la posibilidad de recibir a menudo los sacramentales en las parroquias urbanas.

 

Teología de las bendiciones populares

Queremos mostrar ahora que la "práctica de las bendiciones" tal como la vive el pueblo de Brasil, es una práctica bíblica, litúrgica y ministerial.

 

§ §         a. Una práctica bíblica: "Dios te bendiga"

En el punto de partida de la historia de la salvación, encontramos una bendición divina rica e insistente. Cuando Dios llama a Abraham, su llamado se acompaña de una amplia promesa de bendición: Yo haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra (Génesis 12,2-3).

Abraham puede pensar que tal bendición vale bien un sacramento. La importancia y la eficacia de la bendición aparecen de otra manera en el episodio de Esaú y Jacob. El menor ha robado la bendición que Isaac devenido ciego quería y creía dar al hijo mayor. Isaac no puede volverse atrás respecto de la palabra, sobre la bendición que en nombre de Dios ha dado a Jacob ... lo bendije y quedará bendecido (Gn 27,33)

La bendición bíblica es una palabra dada, dada en nombre de Dios, y aquel que transmite esta bendición como el que la recibe tienen fe el uno y el otro en la eficacia de esta palabra. En un mundo donde la palabra sobreabunda ella ha perdido mucho de su fuerza y no inspira mas confianza, el pueblo brasilero guarda toda su fe en el poder y la eficacia de la bendición. Porque toda bendición viene de Dios, y el que bendice no hace más que comunicar una bendición cuyo autor es Dios. Es significativo que a todo pedido de bendición, la respuesta sea "Dios te bendiga". El hombre no posee la bendición ella no proviene de él, sino de Dios, y por tanto ella concede la protección y la fuerza de Dios.

 

§ §         b. Una práctica ritual: "Hagan lo que dicen"

Hablando de sacramentos, L. M. Chauvet afirma que ellos en principio no son actos de conocimiento, sino actos de práctica: ocurre con la liturgia como con la cirugía o la metalurgia. La ley fundamental de la liturgia no es pues decir lo que se hace, sino hacer lo que se dice[8]. Así la bendición es una acción y no una explicación, y esta acción transforma la persona a la cual se dirige.

En esta acción ritual, el que pide se siente acogido, puede decir sus dificultades y las razones de su pedido. A menudo, él se expresa de manera confusa, y corresponde al que bendice escucharlo, comprenderlo y hacerle sentir que ha sido comprendido. Entonces sigue la acción: el bendecidor toca el cuerpo del paciente, sobre todo si el mal está localizado en tal o cual parte del cuerpo; después de lo cual, él reza, ya sea con una plegaria conocida como el Padrenuestro, ya con una plegaria adaptada a la necesidad.

El que bendice obra como mediador entre Dios y el solicitante. Él pronuncia una bendición, una "palabra de bien", y él cumple un gesto simbólico. En este ritual, el hombre se reconoce criatura de Dios, y reconoce su fragilidad, como lo atestiguan numerosas plegarias de bendición: oraciones antes de emprender un viaje, contra el rayo, contra la peste, contra las mordeduras de víboras.

A menudo la bendición se acompaña con la aspersión de agua bendita. El pueblo tiene el hábito de conservar agua bendita en su casa. El agua que aspergea a las personas o a los objetos es considerada como una garantía de bendición.

La eficacia de la bendición no emana de la transmisión de un conocimiento, como ha escrito J. Bourdieu, el rito "obra sobre lo real obrando sobre las representaciones de lo real". Lo cual explicita L. M. Chauvet "el ritual obra perfomativamente: por el solo hecho de su enunciación por una "autoridad" reconocida como habilitada para hacerlo, él restablece la salud del enfermo restableciendo su relación con los miembros de la comunidad y con la cultura del grupo"[9].

 

§ §         c. El ministerio de la bendición

Ensayemos precisar la figura y el papel del bendecidor, hombre o mujer, en la mentalidad popular del pueblo brasilero.

Mientras que en la Iglesia institucional el ejercicio de la bendición está reservado normalmente a los que tienen una legitimidad institucional, en la piedad popular la autoridad o la legitimidad del bendecidor es de orden carismático.

El bendecidor ejerce su actividad de manera libre y un tanto marginal. Si, en algunos lugares, hay bendecidores reconocidos que están a la disposición de los fieles a la salida de la Misa del domingo, por otra parte ellos son vistos con cierta desconfianza por el Cura o el Obispo del lugar.

Conviene recordar aquí la Constitución del Vaticano II sobre la liturgia que dice en el nº 79: "Provéase para que ciertos sacramentales, al menos en circunstancias particulares y a juicio del Ordinario, puedan ser administrados por laicos que tengan cualidades convenientes." Y en los Prenotandos del "Bendicional", publicado en latín en 1984, se indica en el nº 18: los laicos, hombres o mujeres, en virtud del sacerdocio común que han recibido en su bautismo y su confirmación, pueden celebrar algunas bendiciones, con las fórmulas y los ritos previstos para ellos."

Aún si las condiciones son posibles en el cumplimiento de este ministerio –en la Iglesia universal, pues cada Conferencia Episcopal puede o debe hacer las adaptaciones necesarias– es reconocido que los laicos, hombres o mujeres, serán llamados a celebrar bendiciones.

No se trata de hacer del bendecidor popular el bendecidor oficial de una comunidad. Dentro del cuadro de la Diócesis, pertenece al Obispo presidir y bendecir, lo mismo que en el cuadro parroquial esta función pertenece al Cura. Pero, en otras situaciones, las bendiciones son dadas por los laicos, y la conferencia episcopal brasilera ha publicado un "Ritual de bendiciones" para los ministros laicos y que se refiere al sacerdocio bautismal y juzga extremadamente deseable que en virtud de este sacerdocio, laicos cualificados puedan presidir un buen número de bendiciones. "Así veremos a la Iglesia ir al frente y encontrar siempre nuevas aplicaciones de los documentos conciliares"[10].

 

Desafíos pastorales

Un sacerdote europeo, parecido a muchos lectores d’ Esprit et Vie, partió como misionero al Brasil. En los primeros contactos, quedó sorprendido y casi espantado de ver la cantidad y la diversidad de bendiciones que se le pedía. Después de unos meses, este sacerdote observador comprendió que para el pueblo brasilero la relación con Dios pasaba por la bendición.

Si uno quiere conducir una acción pastoral que caiga bien al pueblo, es necesario aceptar esta creencia y este pedido. Sin duda, la Iglesia debe esforzarse en estrechar los lazos entre sacramentos y sacramentales, para reducir la divergencia que notaba un Cura de la periferia de una gran ciudad: "Nosotros ofrecemos al pueblo lo que no le interesa, mientras que él pide lo que no le ofrecemos (los sacramentales)".

Sabiendo la importancia de la bendición en la vida del pueblo brasilero, he encontrado en este sacramental un medio para crear una auténtica comunidad parroquial. Mi Obispo me había confiado la tarea en un nuevo barrio de Brasilia, la capital federal. El gobierno había previsto que este nuevo barrio de la periferia recibiera ciento sesenta mil habitantes, que ocuparían inmuebles aún en construcción. Cuando la gente comenzó a instalarse, yo pensé que la bendición de las familias y del alojamiento sería el mejor medio de entrar en contacto con la gente, el mejor medio de ser conocido y hacer de tal manera que la Iglesia y sus actividades sean conocidas. No hubo una sola familia ni una sola persona que rechazase la bendición, equivaldría a rechazar algo que viene de Dios.

Este proyecto pastoral llevado a cabo en 1998-1999 requirió la ayuda de los laicos ya comprometidos en la parroquia. Ellos fueron "enviados" para visitar y bendecir las nuevas familias del barrio. Así, en cierto modo, una comunidad parroquial fue construida por la práctica de la bendición. El recurso a este sacramental condujo a la práctica de los sacramentos, porque la comunidad parroquial en la cual ingresaron estos recién llegados tenia evidentemente como centro y cima la celebración de la eucaristía. Los sacramentales habían indicado el camino de los sacramentos, ellos habían balizado un itinerario de fe.

Siempre por iluminar la importancia de la bendición en la vida del pueblo brasilero, señalo otras dos iniciativas personales a propósito de los rituales del matrimonio y del bautismo. En lo que concierne al matrimonio, he visto cómo es importante que los novios, antes de intercambiar sus consentimientos, piden la bendición de sus padres. He admirado las palabras breves pero bellas, que pronuncia el padre o la madre. En ese momento, uno sentía que pasaba al rito, al hábito que los niños han conservado de pedir cada día la bendición de sus padres. Lo mismo respecto del bautismo, al finalizar la celebración, el padre o el padrino dan su primera bendición al niño que acaba de ser bautizado.

He querido dar estos testimonios personales para mostrar que un verdadero trabajo pastoral es aún más eficaz si se sabe valorar y promover la religión espontánea de un pueblo. Es una tarea vasta, por supuesto, pero es una tarea apasionante trabajar en el encuentro entre liturgia oficial y la piedad popular, valorizando su manera de expresar su fe y su confianza en Dios."

 

III

 

Textos de los Diálogos y de la Regla de san Benito

"No lejos de allí había un monasterio cuyo abad había fallecido, y toda la comunidad dirigióse al venerable Benito, solicitando con vivas instancias que les presidiera... Impuso en aquel monasterio la observancia regular no permitiendo a nadie desviarse. Los hermanos... dándose cuenta de que bajo su gobierno no se les permitirían cosas ilícitas... tramaron su muerte. Y después de decidirlo en consejo mezclaron veneno en el vino. Cuando fue presentada al Abad, al sentarse a la mesa, la vasija de cristal que contenía la bebida envenenada para que la bendijera, según costumbre en el monasterio, Benito, extendiendo la mano, hizo la señal de la cruz y con ella se quebró el vaso que estaba a cierta distancia..." (Diálogos II,3).

- -                             "... mientras el venerable padre (Benito) tomaba su refección a la hora de la cena, uno de los monjes que era hijo de un abogado, le sostenía la lámpara junto a la mesa. Y mientras cumplía con su oficio alumbrándole... decía en sus adentros ¿quién es este a quien yo asisto mientras come, le sostengo la lámpara y presto servicio? ¿quién soy yo para servir a éste? Y volviéndose a él, el varón de Dios le dijo "Traza una cruz, hermano, sobre tu corazón, haz una cruz sobre tu corazón..." (Diálogos II,20)

- -                             "Mas un día salieron los hermanos para realizar una gestión... y habiendo luego regresado muy tarde al monasterio, solicitaron, como de ordinario, la bendición del Abad. Mas este los interpeló..." (Diálogos II,12)

- -                             "Si algún monje es de algún modo reprendido por el Abad o por cualquiera de sus Superiores, por cualquier motivo... luego al punto se echará a sus pies y permanecerá postrado... hasta que bendiciéndole aquel, deponga su enojo..." (RB 71).

- -                             "Los que por culpas leves son excomulgados sólo de la mesa, satisfagan en el oratorio, hasta recibir la orden del Abad; y hagan esto hasta tanto los bendiga" (RB 44).

- -                             "Por lo demás, de ningún modo se junte ni hable con los huéspedes quienes no tenga orden para ello; mas si alguno se cruzase con ellos o los viera, después de saludarlos humildemente, como dijimos, y pedida la bendición..." (RB 53).

- -                             "Los semaneros que entran y los que salen inclínense en el oratorio... y recibida la bendición entren en su oficio" (RB 35).

- -                             "Después de solicitar y recibir la bendición, marchó Mauro a toda prisa a cumplir la orden de su padre (Benito)" (Diálogos II,7).

- -                             "Un día, mientras los hermanos construían las habitaciones de su propio monasterio, había en medio emplazada una piedra que resolvieron levantar... no pudiendo moverla... Ante esta dificultad, dióse aviso al varón de Dios para que viniera... llegó él enseguida y haciendo oración impartió la bendición y al punto levantaron la piedra..." (Diálogos II,9).

- -                             "Un día, un monje suyo adolescente que amaba excesivamente a sus padres, se fue en dirección a su casa, saliendo del monasterio sin bendición..." (Diálogos II,24)

Estos y otros textos muestran hasta que punto la bendición espontánea, y en general mantenida en forma de cruz formaba parte de la relación entre los hermanos, con el Abad, con los huéspedes y recordaba que Dios debía estar siempre presente en la vida comunitaria y en los trabajos y que solamente Dios podía dar la fuerza para vencer la tentación y solamente si Él está presente es posible el perdón a y entre los hermanos. La bendición como los demás sacramentales deben ser valorados y practicados dentro de una tradición que ha visto en ellos expresiones y vehículos de una fe tan fuerte como sencilla. Añado las palabras del Bendicional (nº 9): "Las bendiciones instituidas por la Iglesia, que son signos sensibles que significan y cada uno a su manera realizan aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios que constituyen el fin hacia el cual tienden todas las demás actuaciones de la Iglesia".

 

Abadía Gaudium Mariae

5153 San Antonio de Arredondo

Córdoba. Argentina