QUI PLURIBUS
TEOLOGÍA FUNDAMENTAL

A nivel de teología fundamental, esta encíclica nos interesa en dos puntos: las relaciones entre la fe y la razón y los motivos de credibilidad.

1) El primer objetivo de la encíclica (9 de noviembre de 1846) es expresar la doctrina de la Iglesia sobre las relaciones entre la fe y la razón. En este -documento Pío IX asienta unos principios que; veinticinco años más tarde, recogerá el Vaticano I. Afirma que no existe 'ningún conflicto entre la fe y la razón, ya que las dos derivan de la misma fuente de la verdad eterna; al contrario, tienen que prestarse un apoyo mutuo (DS 2776). El racionalismo, "enemigo de la revelación divina", intenta reducir la religión cristiana alas condiciones de una "obra humana" o de un "hallazgo filosófico" sometido a las leyes de un progreso incesante. Pío IX denuncia esta pretensión y declara que: a) nuestra religión ha sido "graciosamente revelada por Dios a la humanidad" y que "ésta saca su fuerza de la autoridad de ese mismo Dios que habla" (DS 2777); b) la razón humana, por consiguiente, tiene la obligación de "investigar diligentemente sobre el hecho de la revelación para obtener la certeza de que Dios ha hablado y para rendirle luego... un homenaje razonable; c) "hay que prestar fe por entero a Dios que habla, y nada hay tan conforme a la misma razón como aceptar' y adherirse firmemente a todo lo que se ha establecido como revelado por Dios, que no puede ni engañarse ni engañar" (DS 2778). En tres ocasiones el texto de la encíclica relaciona los términos de revelación, palabra y fe, y los ilustra uno por el otro. Considera la revelación sucesivamente bajo su aspecto objetivo, activo y pasivo. En el primer caso se trata de la religión revelada (en el sentido de doctrina, según la interpretación del Vaticano 1, que recoge este mismo texto: D'S 3020), en oposición a lo que sería solamente doctrina humana, fruto de la reflexión filosófica; en el segundo caso, el texto estáblece una equivalencia entre la acción de revelar y la acción de hablar; el tercero considera la reacción del hombre ante Dios que sé revela; la fe es respuesta a Dios que habla, aceptación de lo que revela. Se dirige propiamente a la persona y se adhiere a lo que dice. El motivo de esta adhesión y de este homenaje es la palabra misma de Dios: palabra autorizada de aquel que no puede engañarse (lo cual excluye todo error) ni engañarnos (lo cual excluye toda mentira). La fe, por tanto, es un homenaje razonable, basado en la palabra verídica e infalible de Dios mismo. La palabra de Dios es del orden del testimonio.

2) La encíclica nos interesa además porque presenta una visión sintética de los signos de la revelación, renovando así la presentación tradicional, aunque sin llegar a la perspectiva personalista del Vaticano II, en la l Dei Verbum, que presenta a Cristo como fuente y centro de convergencia de todos los signos.

Enumerando y agrupando en una amplia síntesis todos los signos que permiten establecer con certeza el origen divino del cristianismo, la encíclica vincula todos los signos de la revelación a Cristo y a su mensaje. La fe cristiana, dice el texto, "ha sido confirmada por el nacimiento de Jesucristo, su autor, que la lleva a su perfección por su vida, su muerte, su resurrección, su sabiduría, sus milagros, sus profecías" (DS 2779). También el Vaticano II afirma que la vida y las obras de Cristo confirman la revelación (DV 4). Se observan, sin embargo, notables diferencias en la orientación respectiva de los dos textos. En la encíclica, la atención se dirige ante todo al objeto mismo de la fe, a saber: la doctrina de salvación que tiene a Cristo por autor; en el Vaticano II, Cristo, Hijo y Palabra del Padre, destaca sobre todo lo de más: En la encíclica, los signos se relacionan con Cristo, pero no con aquella intimidad de relación que con vierte a la persona del Verbo encarnado en el centro de irradiación de todos-los signos. El texto inculca sobre todo el hecho de que la fe cristiana (en el sentido de doctrina de fe) se ve confirmada por la vida, las palabras y las obras de Cristo, que es su autor y su consumación. La encíclica no expresa de forma tan densa como la Dei Verbum el hecho dé que Cristo, por toda su presencia, por todo lo que él es y por las mismas realidades, acaba ycónfirmá al mismo tiempo la revelación. El texto de la encíclica, sin embargo, por la presentación sintética que hace de lbs signos, vinculándolos a Cristo, anticipa ya la, doctrina y la estructura literaria dl Vaticano II. Subraya también que los signos de la revelación no son entidades independientes. Están relacionados entre sí y se iluminan mutuamente; se presentan como un solo haz y actúan por vía de convergencia. Se parecen a una constelación más bien que a un meteorito aislado. Los signos de credibilidad de la revelación emanan de Cristo y de la Iglesia como rayos luminosos salidos de un mismo foco. Es la necesidad pedagógica la que nos hace separar lo que está unido, a costa de falsear la realidad.

R. Latourelle