TESALONICENSES
(I carta a los)
DicTB
 

SUMARIO: I. Ocasión yfecha de la carta. II. El desarrollo literario. III. La teología de la carta: 1. La tensión escatólogica; 2. Del paganismo a la práctica del evangelio; 3. La santificación personal; 4. La vida de la comunidad.

 

I. OCASIÓN Y FECHA DE LA CARTA. La primera carta a los Tesalonicenses es absolutamente el escrito más antiguo del NT que podemos datar con un grado notable de aproximación. Estamos en el segundo viaje misionero, durante la permanencia de Pablo en Corinto. Después de pasar de Asia Menor a Grecia, Pablo permaneció algunas semanas en Tesalónica (cf He 17, 1-10). Según su esquema habitual, anunció el evangelio primero a los judíos; pero sólo algunos lo aceptaron. Se dirigió luego a los "prosélitos" griegos, y aquí la resonancia fue mayor: los prosélitos, y entre ellos algunas mujeres muy conocidas en la ciudad, se adhirieron al evangelio en número bastante grande. Finalmente, Pablo se dirigió a los paganos, y el éxito fue pleno: hubo una adhesión masiva. Así se formó la comunidad de Tesalónica. Pablo trabajó allí con todo tesón, proveyendo personalmente a su sustento (cf ITes 2,9). La comunidad, dada la notoriedad de la ciudad y su posición en un nudo vial importante para el comercio, comenzó a irradiar su fe en los alrededores, "en Macedonia, en Acaya y en todos los lugares" (1Tes 1,8). El gozo de Pablo se vio pronto turbado por las asechanzas de los judíos, que organizaron en contra suya una sedición. Pablo tuvo que huir. Bajando del norte hacia el sur, pasó por Atenas y se detuvo de manera estable en Corinto. Entre tanto, desde Atenas había enviado a Timoteo a Tesalónica para informarse sobre el estado de la comunidad. Cuando Timoteo se le unió en Corinto, como reacción a las noticias positivas que éste le llevó y con el intento de aclarar ulteriormente problemas que los tesalonicenses se planteaban —el amor fraterno, la suerte de los muertos en el momento de la parusía y el término mismo de la parusía— escribió la carta que poseemos. Estamos a principios de los años cincuenta.

II. EL DESARROLLO LITERARIO. La carta presenta algunos indicios de heterogeneidad que han dado que pensar: leyendo 1Tes 1,2-10 y 2,13 se tiene la impresión de dos inicios epistolares distintos. Asimismo, leyendo lTes 3,11-4,1 y 5,23-28 se tiene la sensación de encontrarse ante dos conclusiones. ¿Hubo, entonces, dos —o hasta cuatro— cartas dirigidas a los tesalonicenses, que luego habrían sido reunidas redaccionalmente en una única carta, la primera a los Tesalonicenses que poseemos? Estas preguntas —suscitadas por K.G. Eckert, H.M. Schenk y K.M. Fischer, U. Schmithals— no han encontrado una resonancia apreciable entre los exegetas. Se prefiere ver en la primera carta a los Tesalonicenses actual una carta unitaria, con varias partes distintas, pero con aquella libertad de esquema que era una característica literaria de Pablo. Tampoco la autenticidad ha planteado problema.

El texto actual de la carta presenta el siguiente desarrollo literario. Después de indicar los destinatarios (Tes 1,1) y de la primera acción de gracias (1,2-10), tenemos la primera parte (2,1-3,13), en la cual prevalece el aspecto autobiográfico; en la segunda parte, Pablo recuerda a los tesalonicenses su enseñanza y responde a tres problemas específicos que ellos le han puesto o que al menos están presentes en su comunidad (4,1-5,11). La tercera parte está constituida por una cálida y prolongada exhortación, en la cual Pablo pasa revista a todo el cuadro de la vida eclesial (5,12-25). Sigue el saludo final (5, 26-28).

Esta articulación de la carta merece que la examinemos más de cerca con vistas a una explicación de la temática que contiene.

La dirección (1,1) es escueta: nos presenta al remitente y a los destinatarios. Pero no es una fórmula estereotipada: los destinatarios son calificados como "Iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en Jesucristo, el Señor" (1,1); la Iglesia es vista y sentida, desde las primeras palabras de la carta como relaccionada con la trascendencia. Tiene su consistencia en su relación con Dios como Padre y con Jesucristo, el cual, como "Señor", en el sentido particular del término querido de Pablo, desarrolla para la Iglesia una función de guía y de animación. En cambio, el agradecimiento (1,2-10) está muy elaborado. El recuerdo continúa en la oración (cf lTes 1,2); expresa ya la relación de solicitud y de amor, particularmente intenso y compartido, que liga a Pablo con la joven comunidad de Tesalónica. Mirando a la comunidad con simpatía, Pablo sabe comprenderla a fondo. Se da cuenta del carácter concreto que ha sabido asumir la fe, de la dificultad que han encontrado en el camino siempre difícil del amor recíproco, de la robusta capacidad de espera y aguante respecto al futuro (cf lTes 1,3). Luego, al comprobar que los tesalonicenses se han convertido en un centro de irradiación misionera, su alegría no conoce límites (cf 1,6-10).

La cordial reciprocidad entre Pablo y los tesalonicenses da el tono a toda la primera parte de la carta (1,11-3,13). En este contexto, Pablo se abandona gustoso a los recuerdos: evoca su llegada a Tesalónica, comprobando con satisfacción que no fue en vano (cf lTes 2,1); recuerda lasdificultades que encontró antes de llegar a Tesalónica, especialmente en la ciudad de Filipos (cf 2,2), y profundiza el motivo: presentó el evangelio con la rectitud radical que él requiere (cf 2,3-4). Lo mismo hizo en Tesalónica. El anuncio radical y gratuito no sólo no transformó a Pablo en un transmisor frío del mensaje, sino que estimuló ulteriormente su amor. El evangelio no se puede anunciar sin amar: "En nuestra ternura hacia vosotros, hubiéramos querido entregaros, al mismo tiempo que el evangelio de Dios, nuestra propia vida. ¡Tanto os queríamos!" (lTes 2,8). Pablo usa imágenes felices: se siente como una madre (cf lTes 1,7) y como un padre (cf 1Tes 2,11-12).

La solicitud de Pablo halló correspondencia: los tesalonicenses acogieron su palabra justamente como palabra de Dios, haciendo frente a todas las dificultades que ello implicaba, especialmente las derivadas de la presión hostil de los judíos (2, 13-16).

Es natural que Pablo desee encontrarse de nuevo personalmente con la comunidad; tenía intención de hacerlo y lo ha intentado varias veces, pero se ha visto impedido, quizá por motivos de salud ("Satanás nos lo impidió", 2,18b).

Ahora no oculta su gozo, con la esperanza y el deseo de que "Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesucristo me encaminen felizmente hacia vosotros" (3,11).

En la segunda parte, el tono literario se mantiene en el nivel de espontaneidad de la primera, pero el contenido se hace más preciso: Pablo, ante una comunidad a la que ha iniciado y que sigue bien, tiene en la mente lo que hay que realizar en el camino que queda por hacer (cf 4,1-8).

En la perspectiva de un crecimiento ulterior, afronta ante todo el problema del amor fraterno. Recordando la enseñanza interior que Dios, por medio del Espíritu, está dando a los tesalonicenses y que se traduce de hecho en un comportamiento en consonancia, exhorta a una total disponibilidad a la pedagogía de Dios (4,9-12).

Está luego el problema de los muertos y de su posición: como primer efecto de la venida del Señor, los muertos resucitarán, y luego se producirá el encuentro de todos con el Señor (cf 4,13-18).

Otro punto importante, relacionado directamente con la resurrección, es el momento de la parusía: Pablo reitera su incertidumbre, exhortando a vivir en un estado de vigilancia (cf 5,1-11).

Pablo se ha dirigido a la comunidad en conjunto (cf 4,8 y 5,11). En la tercera parte de la carta (5,12-24) la relación con la comunidad pasa a primer plano. Hay un desarrollo literario en tres fases, que se suceden en aumento. En un primer momento (5,12-13), Pablo "pide" a la comunidad que preste la debida atención a los dirigentes. En una segunda fase (5,14-22) "exhorta" a la comunidad en su conjunto, recordando en un cuadro amplio y sugestivo (hay hasta catorce imperativos) los puntos más importantes de la vida cristiana. Se llega así a la fase final, en la cual Pablo hace intervenir a "Dios mismo" (5,23), al cual confía la comunidad para que pueda realizar con una santidad total su vocación (5,23-24).

El saludo final nos sitúa en lo vivo de la asamblea litúrgica, donde se hacía la lectura oficial de la carta (5,25-28).

III. LA TEOLOGÍA DE LA CARTA. El desarrollo literario que hemos seguido nos permite entrever los elementos teológicos típicos que se contienen en la carta. Los expresa Pablo, como de costumbre, en un estado fluido e insertados en lo vivo de la experiencia cristiana, la suya propia y la de la comunidad de Tesalónica. Podemos ahora poner de manifiesto brevemente los principales.

1. LA TENSIÓN ESCATOLÓGICA. La perspectiva escatológica es tan viva en la comunidad de Tesalónica, que se convierte en un problema. Se sabe, se dice y se siente que la situación actual pasará y que tendrá lugar la vuelta de Cristo. Todo es relacionado con esta vuelta: Cristo es el que, de acuerdo con el balance de la vida que se haga, al fin de los tiempos, a su vuelta, estará en condiciones de liberar a los cristianos de cualquier aprensión. El "desastre inminente" (1Tes 1,10), el impulso con el que Dios destruirá el mal, no les concierne.

La presión escatológica se deja sentir sobre todo en el aspecto positivo. Los tesalonicenses piensan con gozo en su encuentro con Cristo resucitado y en la convivencia con él. Pablo expresa todo esto en un lenguaje apocalíptico, que usa con un cierto embarazo. Cuando Cristo vuelva, al bajar del cielo, "los muertos unidos a Cristo resucitarán los primeros. Después nosotros, los vivos, los que estemos hasta la venida del Señor, seremos arrebatados juntamente con ellos entre las nubes por los aires al encuentro del Señor. Y ya estaremos siempre con el Señor" (ITes 4,16-17). La impresión que se tiene de un paso sin solución de continuidad para la categoría de los vivos del nivel de vida actual a vida con el Señor, será precisado y corregido después: aunque no hubiese que morir, tendría lugar una radical transformación para poder tomar parte en la vida escatológica (cf 1Cor 15,51).

La preocupación por el retorno de Cristo hacía pensar espontáneamente en su fecha. Tanto los tesalonicenses como Pablo, en tiempo de la 1Tes, deseaban, y acaso esperaban, esta fecha como inminente. Pero esta expectativa no se convirtió en fanatismo ní fue jamás obsesiva. Pablo había dicho repetidamente que el plazo de la vuelta es radicalmente imposible de determinar, hasta el punto de poder decir a los tesalonicenses: "Vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá como el ladrón en la noche" (lTes 5,2). Lo importante es vivir en una situación de espera vigilante, pero tranquila; porque "Dios no nos ha destinado al castigo, sino a la adquisición de la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros" (lTes 5,9).

2. DEL PAGANISMO A LA PRÁCTICA DEL EVANGELIO. Pablo, recordando con viva alegría la positiva reacción de los tesalonicenses, en su mayoría paganos, al anuncio del evangelio, nos deja entrever las dificultades.

La presentación de Cristo muerto y resucitado, objeto justamente del anuncio del evangelio, no se podía improvisar sin correr el riesgo de caer en una presentación sin base, que hubiera sido fantasiosa y superficial. Antes de hablar de Cristo, Pablo hablaba de Dios (cf también He 17,22-31). El primer paso que dieron los tesalonicenses fue apartarse del paganismo para adherirse a Dios: "Dejasteis la idolatría y os convertisteis para servir al Dios vivo y verdadero" (lTes 1,9).

El anuncio del evangelio tenía lugar después de la aceptación de Dios, pues el evangelio es, explícitamente, "el evangelio de Dios" (1Tes 2,8).

Así se lo puede comprender por lo que realmente es: "No palabra de hombre..., sino la palabra de Dios, que permanece vitalmente activa en vosotros los creyentes" (lTes 2,13).

La presentación y la aceptación del evangelio tenían lugar en un contexto de hechos extraordinarios, cuya función era, por una parte, subrayar la trascendencia del anuncio, y, por otra, abrir en los oyentes un espacio de acogida lo más amplio posible: "Nuestro mensaje evangélico no os fue transmitido solamente con palabras, sino también con obras portentosas (en dynámei) bajo la acción del Espíritu Santo y con mucha abundancia" (lTes 1,5).

El evangelio que los tesalonicenses acogen es el mismo que ha acogido y practicado Pablo y las Iglesias de Judea. Es un hecho importante a los ojos de Pablo: al acoger el anuncio del evangelio, se forma un contexto unitario y homogéneo de "imitación" recíproca (cf 1Tes 1,6; 2,14).

3. LA SANTIFICACIÓN PERSONAL. Un aspecto sobre el cual Pablo llama la atención con insistencia es la exigencia de la santidad: "Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación" (ITes 4,3).

Pablo la hace objeto de sus exhortaciones, suponiendo ya en la joven comunidad de Tesalónica un conocimiento y una práctica acreditados. La raíz de la santificación la constituye el don del Espíritu: "Dios no nos ha llamado a la impureza, sino a vivir en la santidad. Por tanto, el que desprecie todo esto no desprecia a un hombre, sino a Dios, el cual os da su Espíritu Santo". El Espíritu de Dios que trae la santificación se apodera del hombre, el cual se convierte, por así decirlo, en un contenedor vivo suyo. Pablo —según una interpretación posible de una expresión muy discutida— dice que cada uno debe mantener su persona "como `contenedor' [skéuos] del Espíritu en la santificación y en la dignidad" correspondientes (ITes 4,4).

La presencia del Espíritu exige un comportamiento moral en consonancia. Se tratará ante todo de evitar lo que está en contraste con la línea del Espíritu: la práctica de una vida propia de los "paganos que no han conocido a Dios" (lTes 4,5).

Positivamente, la presencia del Espíritu en el hombre provoca un impulso dinámico en dirección a Dios: se trata de "agradar a Dios... de forma que abundéis cada vez más" (lTes 4,1). Y Dios, una vez alcanzado, enseña, siempre por medio del influjo del Espíritu, a amar a los demás. Cuando los tesalonicenses pregunten a Pablo al respecto, les responderá cándidamente que "acerca del amor fraterno no necesitáis que se os escriba, porque personalmente habéis aprendido de Dios [theodídaktoi] cómo debéis amaros los unos a los otros" (lTes 4,9-10).

El Espíritu dado a las personas constituye todo un contexto activo de santificación. Pablo desarrollará más en detalle este tema en la carta a los Romanos; pero ya en este primer escrito suyo nos presenta una institución de conjunto particularmente interesante: "Que el Dios de la paz os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo con todo lo que os pertenece [holókléron] sea conservado irreprochablemente [amémptós] para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá su palabra" (lTes 5,23-24).

La santificación penetra a la persona en todos sus aspectos y manifestaciones: ante todo el espíritu, que en la terminología antropológica habitual indica en Pablo no el alma como distinta del cuerpo, sino la capacidad de todo el hombre de abrirse a Dios. Tenemos entonces el espíritu del hombre, al cual se da y se comunica el Espíritu de Dios, y que se convierte así como en su continuador; ello produce un contexto constituido por varios elementos (disponibilidad, capacidad de lectura de la realidad, amor a Dios y a los demás, etc.), todos los cuales le pertenecen (holókléron) y forman juntos un organismo espiritual que funciona. Con esto la vida concreta de toda la persona se podrá vivir "sin reproche", con aquella plenitud de tipo litúrgico que hace ofrenda continua de ello a Dios, llevando así a la última perfección, la santificación producida en la persona por Dios.

4. LA VIDA DE LA COMUNIDAD. Es uno de los aspectos teológicos más sugestivos de la carta. La comunidad de Tesalónica se nos presenta ante todo como una comunidad estructurada, aunque no estamos en condiciones de precisar detalles. Hay en la comunidad algunos que "presiden" (proistaménous) su funcionamiento, con el encargo de educar y corregir (nouthetoúntas), y que se dedican a esta tarea todo el tiempo y con esfuerzo (kopióntas). La comunidad deberá percatarse de su presencia, apreciar su trabajo, aceptarlo en un contexto constructivo de paz y de amor, que constituye el ambiente irrenunciable de todo entendimiento eclesial (cf lTes 5,12-13). El trabajo de los responsables no dispensa a la comunidad de un compromiso activo en todos los niveles: "Hermanos, os pedimos que corrijáis a los indisciplinados, que animéis a los cobardes, que sostengáis a los débiles y que seáis pacientes con todos" (lTes 5,14).

Una comunidad así lanzada conseguirá vivir plenamente aquella liturgia continuada de la vida con todas sus implicaciones, que Pablo desarrollará y explicará en detalle en la carta a los Romanos, pero que ya ahora se realizara como un hecho desde el presente: "Estad siempre alegres. Dad gracias en toda coyuntura, porque esto es lo que Dios quiere de todos vosotros en Cristo Jesús"(lTes 5,16-18).

Este contexto positivo permitirá a los tesalonicenses superar los riesgos de vulgaridad que su mentalidad de comerciantes podría implicar. A diferencia de la efervescencia que encontraremos en Corinto, la comunidad de Tesalónica parece desconfiada y minimista respecto a las manifestaciones carismáticas y a los imprevistos de la acción del Espíritu: "No apaguéis el Espíritu; no despreciéis las profecías" (lTes 5,19-20). Abiertos y disponibles animosamente al Espíritu, los tesalonicenses podrán comprender y practicar su ley. Pablo nos da aquí a este respecto una de las formulaciones más felices: "Examinadlo todo, y quedaos con lo bueno; evitad toda clase de mal" (lTes 5,21-22). El horizonte del cristiano no tiene límites; debe interesarse por todo sin prejuicios. Pero el cristiano no deberá permanecer en un estado de indiferentismo o de indeterminación moral: probándolo todo a la luz del Espíritu, que nunca habrá que extinguir, surgirán con toda nitidez las opciones morales que el mismo Espíritu habrá de sugerir a los particulares y a la comunidad.

Pablo habla con el corazón abierto a una comunidad joven y entusiasta, capaz de comprenderle y de entenderle. Se mostrará más detallado, más cauto diríamos incluso, cuando, al escribir a los corintios, tenga que ponerlos en guardia contra una interpretación improvisada y facilona de la ley del Espíritu (para la fórmula "ley del Espíritu", cf Rom 8,2).

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U. Vanni