JUAN BAUTISTA
DicTB
 

SUMARIO: I. Las fuentes: 1. Los evangelios y los Hechos; 2. Flavio Josefo. II. Interpretación teológica: 1. Mateo; 2. Marcos; 3. Lucas; 4. El cuarto evangelio. III. Detalles históricos: 1. La predicación; 2. El bautismo; 3. La llegada del "más fuerte"; 4, Relaciones con Jesús. IV. El Bautista y Qumrán.

 

El Bautista es una figura importante del mundo palestino a comienzos de la era cristiana. Es el profeta que marca el paso de la época judía a los tiempos mesiánico-escatológicos. Por su formación y su actividad es un testimonio original del judaísmo intertestamentario en sus diversos intentos de reforma espiritual, mientras que por sus relaciones con Jesús y con sus discípulos puede ser considerado como el iniciador del movimiento cristiano.

I. LAS FUENTES. Las informaciones sobre la personalidad y la actividad de Juan Bautista proceden de los cuatro evangelios, de los Hechos de los Apóstoles y de Flavio Josefo. En la literatura paulina no se encuentra ninguna alusión al Bautista.

1. LOS EVANGELIOS Y LOS HECHOS. Los tres sinópticos presentan desde el principio la figura del Bautista relacionándola con la profecía de Is 40,3 (Déutero-Isaías) y con la de Mal 3,1 (Mc 1,2). Mencionan su predicación (muy desarrollada en Mt y Lc), su actividad bautismal junto al río Jordán (Mt 3,5s; Mc 1,5; Lc 3,3) y el anuncio de la llegada del "más fuerte", que se lee también en Jn 1,27 y He 13,25. El bautismo de Jesús por el Bautista se narra en los sinópticos (Mt 3,12ss; Mc 1,9; Lc 3,21); también se alude a él en el cuarto evangelio (Jn 1,32s). En Lc 1-2 se encuentra la milagrosa anunciación del Bautista, su nacimiento y circuncisión, acompañadas de fenómenos extraordinarios, y un breve resumen de la vida escondida del precursor. Los acontecimientos de la infancia del Bautista, releídos mediante alusiones e interpretaciones actualizantes procedentes del AT, se ponen en paralelismo con los sucesos de la infancia de Jesús, evidenciando la superioridad y la misión divina de Cristo. Compuestos según criterios artísticos y teológicos particulares, los capítulos 1-2 de Lc reflejan la fe madura y la reflexión más profunda de la Iglesia pospascual. El arresto de Juan Bautista, debido a su valiente denuncia de los pecados del tetrarca Herodes, se nos narra al comienzo del evangelio de Lucas (3,19s). Desde la cárcel el Bautista envía una embajada a Jesús (Mt 11,2-6; Lc 7,18-23); su trágica muerte se nos narra en los dos primeros evangelistas (Mt 14,3-12; Mc 6,17.29). El elogio del Bautista por parte de Jesús se encuentra en Mt 11,7-15 y Lc 7,24-30. El precursor es identificado con el profeta Elías (Mt 11,14). El rey Herodes Antipas pensaba que Jesús era el Bautista redivivo (Mt 14,1s; Mc 6,14s; Lc 9,7ss). En el cuarto evangelio el Bautista aparece como un testigo de Jesús (Jn 1,6ss.15.19-27.28-31.32ss.36; 3, 25-30). Se nos ofrecen además algunos datos topográficos sobre la actividad del Bautista y sus relaciones con Cristo.

Los informes procedentes de los evangelios se deben en gran parte a los círculos de la Iglesia primitiva formados por los discípulos del Bautista que siguieron luego a Jesús. En efecto, la figura del precursor es interpretada en función de la misión de Jesús. Son muy tenues e inciertas las huellas de testimonios procedentes de los círculos joaneos que no aceptaron a Jesús como mesías. Los textos evangélicos se basan en informes históricos fiables, que son confirmados sustancialmente por Flavio Josefo.

En los Hechos de los Apóstoles se menciona el bautismo de Juan al comienzo del ministerio de Jesús (1,22; 10,37), en cuanto que es distinto del bautismo en el Espíritu. Se recuerda el testimonio dado por el Bautista de Jesús (13,24s) y la existencia en Efeso de un grupo distinto de discípulos del Bautista algunos años después de su muerte (19,3).

2. FLAVIO JOSEFO. En las Antiquitates Judaicae XVIII,116-119, este escritor presenta al Bautista como un maestro de piedad y de virtudes; su bautismo sirve como purificación ritual del cuerpo, no para la remisión de los pecados. Se censuran los aspectos mesiánicos y escatológicos de la misión del Bautista. El motivo de su encarcelamiento y de su muerte fue el temor de agitaciones políticas por parte de Herodes Antipas. Los informes de Flavio Josefo son parciales y unilaterales, adaptados a la mentalidad helenista. La inocua personalidad del Bautista no explica de ningún modo su arresto y su decapitación.

II. INTERPRETACIONES TEOLÓGICAS. Cada uno de los evangelistas perfilan la figura y la actividad del Bautista de modo personal, siguiendo el criterio de la interpretación cristológica y adaptando su redacción a sus objetivos catequéticos.

1. MATEO. Para el primer evangelista, el Bautista es la síntesis de todos los profetas que predicaron la salvación mediante la conversión. Sobre su figura se proyectan algunos rasgos del profeta Elías, el precursor del día del Señor, es decir, del tiempo mesiánico (cf Mal 3,23; Mt 11,14; 17,10-13). Lleva un manto de pelo característico de los profetas (Zac 13,4) y un cinturón de cuero, como el Tesbita (2Re '1,8). Mediante la predicación del juicio inminente, de las exigencias éticas de la conversión aceptadas mediante el rito del bautismo y la acogida del "más fuerte" que ha de venir, el Bautista realiza las esperanzas de la reforma espiritual vinculadas a la figura de Elías redivivo. De esta manera el Bautista anuncia ya la nueva época. En efecto, hay algunas analogías entre él y Jesús: los dos predican la conversión y la llegada del reino de Dios (Mt 3,2; 4,17), utilizan la misma imagen del árbol que no da fruto (3,10; 7,19), lanzan las mismas invectivas contra los fariseos y los saduceos (3,7; 12,34; 23,33). Las gentes acuden al bautismo de Juan, y siguen a Jesús desde Jerusalén, desde Judea y desde las regiones del Jordán (3,5;' 4,25). Tanto Jesús como Juan son considerados por el pueblo como profetas (21,26.45). Por eso Juan constituye un puente entre el AT y el NT: entre su obra y la de Jesús existe una amplia línea de continuidad. El mismo Jesús reconoció el papel único y excepcional del Bautista en el proyecto salvífico de Dios (11,11.13).

2. MARCOS. Este evangelista considera la aparición del Bautista en el Jordán como el comienzo del "evangelio" (1,1); por eso su figura es cristianizada. Combinando la cita de Is 40,3 con la de Mal 3,1, Marcos (1,2-3) insiste en el papel eliánico de Juan. Como precursor, prepara el camino para el mesías predicando la penitencia, ya que esta proclamaciónera una de las funciones del Elías que había de volver (Mal 3,23; Si 48,10). El Bautista muestra a Jesús como mesías, ya que las Escrituras dicen que Elías es el precursor del Señor. Marcos resalta especialmente la narración de la muerte de Juan (6,1729). También de Elías dicen las Escrituras que había de sufrir (9,13). El Bautista no es más que la imagen del Elías doliente. Un secreto, como el secreto mesiánico de Jesús, rodea la suerte de este profeta en el evangelio de Marcos. Su identidad tiene que permanecer oculta en el designio de Dios, como la de Jesús hasta la resurrección (9,9). Además, hay que advertir que el vocabulario empleado para describir la pasión y la muerte del Bautista es el mismo que se usa para Jesús. El sufrimiento de Juan, identificado con Elías, prepara misteriosamente el camino a la suerte final de Cristo. Sin embargo, Marcos establece una separación clara entre el ministerio del precursor y el de Jesús.

3. LUCAS. Para el tercer evangelista, en los capítulos 12 Juan es un profeta; más aún, el profeta escatológico del Altísimo, que viene precisamente antes del Señor (1,17). Con el espíritu de Elías predica la conversión y el gozo, estando lleno de Espíritu Santo; es un asceta (1,15). Está separado de Jesús, que es el Hijo de Dios (1,35). En el cuerpo del evangelio (cc. 3-24), el Bautista es presentado como profeta (7,26), el último de los profetas (16,16); pero no se le identifica ni con Elías ni con el profeta escatológico. Lucas elimina todos los pasajes de Marcos en que el Bautista es presentado como Elías redivivo (p.ej., Mc 1,6; 9,9-13; etc.). Juan predica el juicio inminente y la penitencia, indica a sus oyentes sus deberes prácticos y sociales concretos. Lleva una vida de mortificación (7,25.33) y enseña a sus discípulos aayunar a menudo y a rezar. Es un hombre de oración y un maestro de vida espiritual. Para Lc, el Bautista es esencialmente un personaje del AT, distinto de Cristo y totalmente subordinado a él, lo mismo que la ley y los profetas. Más aún, con el Bautista termina el período del AT (16,16); él pertenece todavía al período de la espera, y su proclamación prepara el camino para la segunda fase de la historia de la salvación, que es la de Cristo.

4. EL CUARTO EVANGELIO. La interpretación cristológica de la misión del Bautista es llevada a su más alto grado en el cuarto evangelio. Efectivamente, en él el precursor no representa ningún papel en la esperanza mesiánica, sino que está totalmente al servicio del mesías ya presente. Juan confiesa públicamente ante los delegados de las autoridades judías que no es ni el mesías, ni Elías, ni el profeta que ha de venir, sino que se identifica con la voz que grita en el desierto, es decir, con el que da testimonio de Cristo (1,20s). El no es el esposo, sino el amigo del esposo (3,29); no es la luz, sino que ha venido a dar testimonio de la luz (1,7s), que es el Verbo encarnado. Fue escogido de un modo particular por Dios para desempeñar esta misión: "Hubo un hombre enviado por Dios, de nombre Juan" (1,6). Su testimonio es privilegiado, ya que es el primero en el tiempo,y será seguido por otros muchos: "Este vino como testigo para dar testimonio de la luz... No era él la luz, sino testigo de la luz" (1,7s).

Sin titubeo de ningún género, el Bautista proclama que Jesús es el mesías, presente entre la gente, pero escondido a los ojos de los judíos, que se habían cerrado culpablemente a la revelación divina (1,19-27). Juan conoce además y confiesa la preexistencia de Cristo (1,15.30), su dignidad divina (1,30) y su obra de salvación (1,29.36). Los títulos que se le dan a Jesús en labios de Juan son: el esposo (3,29), el Hijo de Dios (1,34), el que bautiza en el Espíritu (1,33), el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (1,29). Este último título, que hunde sus raíces en el AT al referirse al cordero pascual, a la víctima del primer día de la expiación, al cabrito de •la apocalíptica y al siervo doliente del cuarto poema del Déutero-Isaías, expresa de forma sintética el significado salvífico de la pasión y muerte de Jesús.

El bautismo de Juan es únicamente la ocasión para que Jesús sea revelado en Israel. Los discípulos que el Bautista reúne a su alrededor, acogiendo el testimonio de su propio maestro, pasan a Jesús y constituyen el núcleo de la primera comunidad mesiánica (1,35-51). El profundo conocimiento del misterio de Cristo que tuvo el Bautista es atribuido a una revelación divina particular (1,32ss). La misión de Juan no se limita al espacio y al tiempo que le tocó vivir, sino que posee un valor universal y perenne. En efecto, Juan "vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por él" (1,7).

En el cuarto evangelio el Bautista aparece, por tanto, como el primer discípulo y apóstol de Jesús, y representa la imagen ideal del verdadero misionero.

III. DETALLES HISTÓRICOS. Detrás de la desconcertante diversidad de las narraciones e interpretaciones evangélicas se encuentra un sólido fundamento histórico relativo a la persona y a la misión del Bautista.

1. LA PREDICACIÓN. El año 28 d.C. (cf Lc 3,1), Juan aparece en el valle del Jordán, lejos de los centros habitados, como un profeta y predicador de la penitencia y del inminente juicio divino. Probablemente había nacido en Judea, de sus padres Zacarías e Isabel, de linaje sacerdotal, yen su juventud había tenido algunos contactos con el desierto. Dirige su predicación a todo el pueblo y les exige a todos, incluso a los que se consideran justos, una conversión radical —que implica no solamente una mayor perfección moral, sino también la renuncia a la seguridad religiosa—, a fin de poder librarse del juicio inminente del Señor. Su predicación contiene ciertas resonancias escatológicas, que tienen la finalidad de subrayar la urgencia improrrogable de la conversión. De nada sirven los privilegios basados en la raza, en la elección divina o en la tradición religiosa. Lo que Dios exige es una adhesión personal y concreta a su voluntad (Lc 3,8; Mt 3,8).

2. EL BAUTISMO. Las muchedumbres acuden al Bautista y se hacen bautizar, es decir, sumergir en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. La administración del bautismo es un rasgo distintivo de la actividad de Juan, por lo que también Flavio Josefo le da el título de "bautizador". El bautismo de Juan era un rito penitencial, relacionado con el arrepentimiento de las culpas, y tenía como finalidad la purificación de los pecados. Lo confería una sola vez el Bautista en el agua corriente. El bautismo de Juan se distinguía del de los prosélitos judíos, ya que se les administraba, no a los paganos, sino a los ya judíos; y era distinto de los baños diarios que practicaban ciertas sectas, como la de Qumrán, pues se hacía una sola vez con la intervención de Juan y al aire libre. También se diferenciaba de la purificación anunciada por los profetas para el tiempo escatológico (Ez 36,25; Zac 13,1), ya que exigía la conversión individual. El bautismo en el Jordán fue una creación original del Bautista y presenta ciertas características únicas en su significado. Como expresión de conversión, garantizaba la salvación ante el juicio inminente y preparaba para la llegada del reino de Dios. De aquí se deduce que el Bautista no fue solamente un predicador apocalíptico, sino también un mediador de salvación. El Bautista bautizó también a Jesús (Mt 3,13-17; Mc 1,9ss; Lc 3,21s; Jn 1,31ss).

3. LA LLEGADA DEL "MÁS FUERTE". Juan anunció la llegada de uno "más fuerte que yo" (Mt 3,11; cf Mc 1,7; Lc 3,16; Jn 1,15.24), de quien no se consideraba digno ni siquiera de ser un servidor. Se trata de un mesías trascendente, que habría de bautizar en el Espíritu Santo y con el fuego, es decir, que purificaría a los que están destinados a la salvación y aniquilaría a los pecadores impenitentes. En este texto el bautismo tiene un significado simbólico y está inserto en una perspectiva de juicio escatológico. El mesías y Señor que viene después del Bautista es el protagonista de este juicio definitivo. Es identificado con el juez universal, que decide de la suerte de los hombres según el criterio de la fidelidad que se exprese a través de una justa conducta de vida (cf Mt 13,30.40ss).

Habiendo pertenecido probablemente durante algún tiempo a los discípulos del Bautista, Jesús reconoció en Juan a un enviado de Dios (Mt 11,9; Lc 7,26) y vio en su obra los signos del reino inminente del Señor (Mt 11,1); tuvo al Bautista en una alta consideración (Mt 11,11; Lc 7,28). Durante algún tiempo Jesús y sus discípulos se entregaron también a la actividad bautismal, al mismo tiempo que el Bautista, ganando a algunos de sus discípulos (Jn 3,22-26; 4,1s). En contra de los propósitos de su maestro, los discípulos de Juan formaron un grupo particular, que se distinguió por las propias prácticas del ayuno y de la oración (Mc 2,18; Lc 5,33; 11,1).

Habiendo ejercitado la actividad bautismal unida a la predicación penitencial también en Perea, donde suscitó igualmente un movimiento particular (Jn 3,33), el Bautista fue arrestado, encerrado en la fortaleza de Maqueronte y finalmente ajusticiado (Mt 14,3-12; Mc 7,17-29; Lc 3,19s).

4. RELACIONES CON JESÚS. Las relaciones entre el Bautista y Jesús no están expuestas claramente en los evangelios sinópticos. Parece ser que el Bautista tuvo conciencia de la identidad de Jesús como mesías solamente de forma progresiva. El estilo mesiánico de Jesús, que proclamaba el evangelio del reino a los pobres (Mt 4,23; 5,3), representó una desilusión para Juan y sus discípulos, que aguardaban a un mesías en el contexto de una reforma apocalíptica inserta en el marco de las instituciones judías (Mt 11,2-6; Lc 7,18-23). El proyecto mesiánico de Jesús, que habría de concluir con su ignominiosa muerte en Jerusalén, fue causa de desconcierto y de perplejidad para el Bautista y sus discípulos. Incluso el precursor hubo de pasar por la prueba de la fe y tuvo necesidad de leer la actividad global de Jesús a la luz de las profecías del AT.

Después de la muerte del Bautista, Jesús fue considerado como un Juan redivivo (Mc 6,14ss; 8,8; Mt 14,1s; Lc 9,7ss), ya que continuó la obra del Bautista rodeado de sus discípulos. Tras la muerte de Jesús, los seguidores del Bautista, que consideraban a su maestro como el mesías y la luz (Jn 1,8.20), se opusieron a los discípulos de Jesús, que consideraban al resucitado como el que había sido anunciado por el precursor.

IV. EL BAUTISTA Y QUMRAN. Existen algunas convergencias entre la figura del Bautista y la comunidad de Qumrán, que pueden explicarse también por la cercanía geográfica entre el lugar de la actividad del Bautista y el asentamiento de los esenios en las orillas del mar Muerto. El valor religioso del / desierto y el papel que representa el texto de Is 40,3 (1QS VIII, 12s; IX, 19; Mt 3,3; Mc 1,3; Lc 3,4; Jn 1,23), la espera de los tiempos escatológicos (1QS X, 11; Jn 1,19ss), la invitación a volverse a Dios, la relación entre el bautismo y la penitencia y la vida ascética son otros tantos elementos que emparentan al Bautista con la comunidad del mar Muerto. Pero también se perciben algunas discordancias fundamentales, como el carácter espiritual y ético de la conversión predicada por el Bautista abierta a todos los hombres, las características originales de su bautismo como signo de cambio interior radical, los rasgos proféticos de la vida ascética del Bautista y el reconocimiento de Jesús como mesías.

La obra del precursor se inspira en el mensaje de los profetas veterotestamentarios, sobre todo de Elías, Jeremías y Ezequiel, que en el anuncio del juicio sobre el pueblo y de la conversión efectiva ven la última posibilidad de librarse del "fuego" (Mt 3,10s; Lc 3,9.16). En el Bautista está presente el influjo de la corriente apocalíptica; pero a diferencia de los círculos apocalípticos intertestamentarios, Juan no subraya el carácter cósmico del cataclismo mesiánico. Los rasgos particulares que convierten al Bautista en una aparición única en la historia religiosa de Palestina son: una conciencia clara del juicio inminente, el retorno a la predicación moral profética, la apertura universalista y el mesianismo, que no es de tipo davídico, ni déutero-isaiano, ni daniélico, ni esénico.

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S. Virgulin