POLÍTICA
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I. ETIMOLOGÍA Y SENTIDOS USUALES DEL TÉRMINO.

Según su etimología, político/a es lo relativo a la polis, término con que los griegos designan la comunidad (koinonía) más amplia, última, no englobada en otra posterior y superior, resultado y condición de la plena realización humana. Reviste así la polis, estructural y formalmente, notas (autosuficiencia, independencia) que pueden verse en otras formas de sociedades últimas, materialmente muy diferentes. En cuanto miembro de la ciudad se es polites. La constitución estructural y jurídica de la polis es politeia (que puede también, según los contextos, traducirse, por ciudadanía, constitución, res publica, /democracia). Traducir polis por Estado, sin más, no dejaría de suponer cierto anacronismo. La idea de polis entraña, en todo caso, un sentido de plenitud convivencial que está ya ausente de los términos latinos civitas, civis, civilis con que, literal y respectivamente, se traducen polis, polites, politikós. Sustantivado el término, política (la política) será el conjunto, orden o esfera de todas las actividades e instituciones, saberes y haceres, que se refieren específicamente, de uno u otro modo, a la polis. Con el término política se designa, en efecto, no sólo un determinado tipo de realidad, sino también los saberes acerca de esta (descriptivos y/o prescriptivos, teóricos/prácticos; científico-positivos o filosóficos...). Al margen de las cuestiones que esos saberes plantean, conviene advertir que las propuestas de definición de la política coinciden hoy con los intentos por acotar y fijar un objeto disciplinar específico a las ciencias políticas. Por política se entiende también tradicionalmente un arte (forma de saber práctico inmediato o simple actuar prudencial de quien posee dotes especiales, más naturales que adquiridas, para la dirección, gobernación o pastoreo de hombres en colectividad). Según otras acepciones, usuales también en referencia a ámbitos ajenos a su sentido más propio, política es, en general, el conjunto de supuestos, principios, medios, actividades con que se organiza y dirige un grupo humano para la consecución de determinados objetivos (la política de nuestra empresa); conjunto de criterios y objetivos, proyectos, planes y programas de acción, global o sectorial, de agentes, individuales o colectivos, públicos (la política, fiscal de este gobierno), o privados (la política de ventas de nuestra Casa). Y con política o políticamente quiere decir, según el contexto, con cuidado, suavidad, cortesía (fr. politesse).

II. POLÍTICA, SOCIEDAD, PODER Y BIEN COMÚN PÚBLICO.

Difícil será encontrar algún intento de definición de la realidad política, que no remita de algún modo a la sociedad y al poder. La sociedad con la que se corresponde la política es aquella que, en un determinado contexto espacio-temporal, puede considerarse global, última, autosuficiente, independiente, soberana (en sentido jurídico, no entitativo), por más que estas notas sólo puedan realizarse de modo imperfecto, relativo, aun en la sociedad más poderosa (el tradicional concepto de sociedad perfecta parece hoy en desuso). Es esta la sociedad dotada de facultad y provista de medios para asegurar el logro de su fin específico y última razón de ser: el /bien común público, esto es, el conjunto de condiciones de diversa índole, que permitan a todos sus integrantes (personas, grupos de personas) alcanzar su propia perfección, cada uno, más plena y fácilmente. Esto supuesto, política será justamente el conjunto de actividades e instituciones que tienen, de uno u otro modo, por objeto y contenido la ordenación de este todo a dicho fin, ordenación en dos sentidos fundamentales del término: en cuanto organización racional de medios para la consecución de un fin; y en cuanto imperio o mandato que prescribe al todo, a todos sus integrantes, en función del todo, determinadas acciones u omisiones. Esa ordenación supone poder: en primer lugar poder-/autoridad, esto es, la facultad moral o derecho del mismo todo social, para ordenarse al logro de su fin propio. Pero de este poder goza toda sociedad en su propio ámbito. Sólo en la sociedad global el poder-autoridad supremo posee legítimamente el instrumento del poder-/violencia, esto es, los medios eficaces y la legitimidad para ejercer en un determinado ámbito territorial el monopolio de la violencia física, hasta forzar al cumplimiento de lo ordenado para el logro del bien común público. Se explica así que se haya puesto en ese monopolio la nota definitoria más característica del poder, por referencia al cual, a la vez, se define la política (aunque las ciencias políticas acudan con preferencia hoy a categorías distintas de las de poder y Estado). El poder-violencia es imprescindible en la ciudad terrena, pero, aun asentado en los más potentes medios materiales, se desmorona si no está respaldado por la legitimidad, y ejercido dentro de los límites del Derecho. La última razón de ser de la política, en cuanto conquista, mantenimiento y ejercicio del poder, está en el fin' mismo al que el poder se ordena: el bien común público. Y el contenido material de este no se agota en el orden público; comprende, ante todo, el respeto a los /derechos humanos, a las exigencias de la /justicia, de la ética mínima (garantía de respeto a las diversas morales); y otros muy diversos componentes, dinámica y evolutivamente considerados, según lugares y tiempos. Por referencia a ese bien-fin han de juzgarse políticas y políticos. La pluralidad de elementos integrantes del bien común público explica la relación de la Política con actividades y disciplinas muy diversas, entre las que destacan el Derecho, la Economía y la Sociología.

III. POLÍTICA DE TODOS, POLÍTICA DE ALGUNOS.

Definida por referencia al poder, no queda, por eso, la política reducida al conjunto de actividades e instituciones que tienen por objeto inmediato específico conquistarlo, conservarlo, ejercerlo. La referencia al poder la hallamos en zonas muy alejadas de esa esfera. Cabe hablar de la ubicuidad social de lo político. Ocurre, por expresarlo con una imagen clásica, como en una nave, donde todo lo que se hace y acontece va necesariamente marcado por el hecho de darse en ella, bajo la dirección de quien marca el rumbo; aunque no toda actividad en la nave, obviamente, consiste en cuidarla y conducirla. Cualquier realidad en cuanto integrada formalmente en el todo sociopolítico, y sólo por eso, está ya marcada por una referencia vertical a ese todo y a sus elementos directivos, es al menos pasivamente política, y merece al menos la denominación extrínseca de política; sin que esto, de suyo, haya de perturbar la naturaleza de la realidad (institución, proceso, actividad) de que se trate, ni su orientación a los bienes y fines que le son propios. Por otra parte, las mismas realidades marcadas con la referencia vertical, política, lo están a la vez también por la mutuorreferencia horizontal que las convierte en sociales (y a muchas de ellas en públicas: todo lo político es público, pero no todo lo público es político en sentido estricto). En esa dimensión horizontal, la sociedad es la sociedad civil (en la acepción hoy más usual del término, muy distinta de la que le corresponde en otros momentos, textos y contextos). Puede verse el todo sociocivil como un continuo dinámico, en el que la ubicua genérica condición política adquiere en sus distintos elementos, en distintos momentos y espacios, diversos grados de densidad o rareza, de actividad o pasividad. Pero dentro de ese todo, destaca, con contornos muy claros, un orden de realidades (instituciones, procesos, actividades) que, por su finalidad específica y aun por su propio contenido, agotan su misma razón de ser en su esencial referencia al poder. Ese orden es la esfera en la que la cosa pública, que es, por definición, asunto de todos, aparece como objeto específico inmediato de tareas que son ya asunto profesional de algunos (los políticos).

Cabe distinguir, pues, entre la política que es cosa de algunos, los políticos (política en sentido estricto); y la política que es cosa de todos, en cuanto lo político afecta a todos, es incumbencia, derecho y /responsabilidad de todos (política en sentido amplio, pero no por eso impropio). Dentro de la política estricta se dan, a su vez, distintos tipos de actividades, según lo sean preferentemente de conquista-conservación o de pacífico ejercicio del poder. La distinción entre la particular esfera de la política estricta y el todo sociopolítico se corresponde con la que podemos establecer entre el Estado (parte superior de, pero no a, ese todo, señala Maritain) y el todo mismo en cuanto tal (por más que en muchos casos se tome la parte, el Estado, por el todo del cuerpo político). Aflora así también la distinción que se da, aun en las sociedades más igualitarias, entre dirigente y dirigido, gobernante y gobernado, representante y representado, distinción que se manifiesta en muy diversos tipos de relaciones (democráticas o no), y encuentra muy diversa explicación en las distintas teorías sobre el fundamento y origen del poder.

IV. GLOBALIDAD Y CENTRALIDAD DE LA POLÍTICA.

La política, en sentido estricto, se caracteriza por la máxima altura superestructural del plano en el que se desarrolla, la centralidad de la perspectiva en que se sitúa, la generalidad y publicidad de los asuntos que le corresponden: es el centro en el que se trazan los planos, se elaboran y ejecutan los planes de construcción de la polis. La política se caracteriza asimismo por la perspectiva del corto y medio plazo (a diferencia de la actividad cultural, que puede también obedecer a pretensiones y proyectos socialmente globales y centrales, pero se mueve en la perspectiva del largo plazo exigido por la profundidad del plano en que discurre). La política no rehúsa la atención y gestión de asuntos sectoriales, y aun particulares, pero lo hará necesariamente bajo el punto de vista politico: sin dejar de tener presente su inserción en el todo. Proliferan hoy movimientos sociales, ONG, etc., que se ocupan con asuntos particulares (hasta funcionar a veces como agencias de asunto único). Tendrá su actividad, sin embargo, sentido propiamente político, en cuanto la encuadren en la perspectiva de la globalidad del sistema. No todos lo hacen ni todos suponen precisamente una alternativa ético-política. La política convierte en asunto público todo lo que toca, así como, a la inversa, todo lo que se sitúa bajo la luz de lo público queda expuesto a ser absorbido por la esfera política.

En estas consideraciones formales podrán coincidir quienes, no obstante, pretenden muy distinta amplitud para lo público, lo general y lo político, frente a lo privado, lo particular y lo social. En un extremo se situarán quienes, desde una concepción totalizante/totalitaria, ensanchan la esfera de lo público-político hasta la práctica eliminación de cualquier reducto de privacidad; en el otro, quienes circunscriben lo público al orden público (concepto al que, a su vez, reducen materialmente los de justicia y bien común público), y asignan al poder la simple función de mantenerlo. Entre ambos extremos —que ignoran las exigencias del principio de subsidiariedad— caben muy diversas posiciones. Pero, con independencia de cuál se adopte, la complejidad de las modernas sociedades parece hacer inevitable el incremento incesante de asuntos para los que, no sólo se admite, sino que aun se reclama, la intervención de los poderes públicos, incluso por parte de quienes a la vez consideran, por esto mismo, imprescindible establecer sobre el poder político nuevos controles proporcionados a esa su creciente potencia técnica.

V. EL FUTURO COMENZADO: COSMOPOLÍTICA.

A donde llega lo humano llega lo social y lo político. La intercomunicación cada vez más estrecha y densa de mercancías, ideas, personas y culturas que los medios técnicos hacen ya posible, necesaria e inevitable, conducen a una verdadera sociedad mundial, que habrá de terminar por constituirse como verdadera sociedad política mundial (cosmópolis estricta), dotada, por lo mismo, de un verdadero poder político, coactivo, mundial. Este proceso de expansión de estructuras políticas ya conocidas, se ve cruzado por otro realmente inédito: el nacimiento de verdaderas telekoinonías, desvinculadas del territorio y el poder en sus formas tradicionales, instaladas en ámbitos societales aterritoriales, digitales, en los que asimismo no podrán por menos de hacerse presentes relaciones y estructuras verdaderamente políticas. Este fenómeno de mundialización y digitalización de la intercomunicación, alberga posibles futuros de muy contrario signo ético-político: por una parte, crea las condiciones para una más perfecta realización del ideal de la democracia, de una democracia de veras participativa, con nuevas formas de democracia directa, nuevas formas de representatividad, de partidos políticos y otros tipos de mediadores institucionales, menos expuestos al aislamiento y a la tentación oligarcoide; por otra parte, los mismos avanzados medios de información, si no se hace posible a todos el acceso a su utilización (la alfabetización digital), y quedan en manos de una reducida clase de iniciados, pueden dar paso a nuevas formas de totalitarismos, tanto más duros y duraderos cuanto menos advertidos por sus víctimas. La sociedad política mundial ha de ver su fin específico en el bien común público mundial, y ha de respetar en las exigencias del principio de subsidiariedad en su escala. Las consideraciones filosóficas, jurídicas y científicas sobre la naturaleza y exigencias de lo político, son transportables a esta escala mundial, tarea para la que constituye aportación inestimable el pensamiento de los grandes maestros españoles del derecho de gentes.

VI. FUENTE ÚLTIMA Y SENTIDO DE LA POLÍTICA. POLÍTICA Y PERSONA.

Para saber qué es política no basta describirla: hay que ir a la /ética, la / antropología, la / ontología, la /metafísica, la /teología. Lo político resulta, por más que inadvertido, ubicuo, envolvente, insoslayable. Pero su trascendencia para nuestras vidas no es la de una hipóstasis divina) de la que recibamos la existencia, y para cuyo alimento pueda estar legitimado el sacrificio de la persona humana. No es lo político algo ajeno, separado, sustante, de donde le venga a la persona su existencia, sentido y valor; sino que es la /persona, en cuanto tal constitutivamente política, la que sustenta, da sentido y valor al orden objetivo de la institución política, mediación impersonal que las personas pre-contienen/pre-segregan, como condición y expresión de su personal plenitud. Ha de afirmarse que «el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales (y políticas) es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene necesidad absoluta de la vida social»1. Para Aristóteles, no se es plenamente hombre sino en cuanto se es plenamente ciudadano. La política es así parte de la ética, justo la que se corresponde con la fase culminativa del proceso de construcción del hombre en cuanto tal. En términos de Zubiri, «el hombre, como realidad física, es constitutivamente moral», lo moral es así «físico a su modo», a la vez que «la dimensión de realidad moral que el hombre tiene, es constitutivamente qua realidad moral, histórica y social»2; y política: la dimensión política no es sino la misma dimensión moral, considerada en la determinación específica que le confiere la naturaleza del orden al que está referida: el orden de lo formalmente comunitario-político. El convivir en el global nosotros político constituye una exigencia vital del animal que habla o, dicho con P. Ricoeur, de la persona en cuanto capaz de hablar, actuar, narrar y reconocerse como autora de sus actos, de tal modo que el ámbito de la política es el trasfondo institucional último, la gran mediación impersonal de toda relación personal, de la misma existencia personal.

VII. COMPROMISO INELUDIBLE.

No somos libres para estar o no en política, sí para adoptar esta o aquella postura política, aunque la más común sea la ficticiamente apolítica de no tomar ninguna expresa. «Se habla siempre de comprometerse, como si dependiese de nosotros; pero nosotros estamos comprometidos [...] y quien no hace política hace pasivamente la política del poder establecido»3. No cabe, pues, eludir el /compromiso político. Ni son suficientes presuntas razones moralistas para rehuir la dedicación a la política estricta, «ese arte tan difícil y tan noble»4, si caben las condiciones para ella. Es más: dadas la altura, globalidad y centralidad de lo político estricto, no puede extrañar que, desde una postura personalista, se vea en la política el ámbito ineludible para la organización sistemática de la caridad, cuya primera exigencia es la justicia; para la realización de la macrocaridad, la caridad estructural, la /caridad política. También construir estructuras de gracia (y justicia), es cosa de política, por más que este lenguaje parezca ingenuo, iluso, escapista a quienes, al amparo presunto de M. Weber, dan por supuesto que el ejercicio eficaz y responsable del poder es incompatible sin más con convicciones éticas. Pero la relación entre política y amor puede establecerse en muy diversas direcciones, y no debe sorprender a quien recuerde el papel que ya Aristóteles asigna a la amistad política (politiké philía)5.

NOTAS: 1 CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 26. – 2 X. ZUBIRI, Sobre el Hombre, Alianza-Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid 1986, 366 y 422. – 3 E. MOUNIER, Obras completas 111, Sígueme, Salamanca 1990, 527. – 4 CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 75. – 5 Ética a Nicómaco, IX 11676 2s.

BIBL.: BOBBIO N., Política, en BOBBIO N.-MATTEUCI N.-PASQUINO G., Diccionario de política, 2 vols., Siglo XXI, México 19947; DÍAZ C., La política como justicia y pudor, Madre Tierra, Móstoles 1992; HAMPSHERMONK 1., Historia del pensamiento político moderno. Los principales pensadores políticos de Hohbes a Marx, Ariel, Barcelona 1996; KYMLICKA W., Filosofía política contemporánea. Una introducción, Ariel, Barcelona 1994; MARITAIN J., El hombre y el Estado, Encuentro, Madrid 1983; MULHALL S.-SwIPT A., El individuo frente a la comunidad. El debate entre liberales y comunitaristas, Temas de Hoy, Madrid 1996; OFPE C., Partidos políticos y nuevos movimientos sociales, Sistema, Madrid 1992; RAPHAEL D. D., Problemas de jilosofía política, Alianza, Madrid 1989; RUBIO CARRACEDO J., Paradigmas de la política. Del estado justo al estado legítimo (Platón, Marx, Rawls, Nozick), Anthropos, Barcelona 1990; SARTORI G., Elementos de teoría política, Alianza, Madrid 1992; WEBER M., El político y el científico, Alianza, Madrid 1984".

T. González Vila