PERSONALIDAD
Y PERSONEIDAD
DicPC
 

Xavier Zubiri distingue en su /antropología entre personeidad y personalidad. La primera de estas dos palabras es un neologismo suyo, inspirado en la formación de los sustantivos perseidad y aseidad. A la segunda le atribuye un significado peculiar, que no coincide con el que suele ser corriente en filosofía o en psicología. Ambos términos designan dos momentos de una realidad única: la concreta persona humana. La distinción se propone en un plano metafísico. Y en esa esfera va a moverse principalmente nuestra exposición. En el punto de partida de la persona, todo sería personeidad sin personalidad. La expresión personeidad se refiere a lo básico, que no ha de concebirse como un sustrato, sino como una fuente de posibilidades y de transformaciones, como el fundamento de la historia personal y de la historia de la humanidad, como un centro de actividad personal, un fondo potencial de personalidad. La personeidad es el cohete único del que brotan las trayectorias varias y divergentes de la personalidad. Ese cohete ha sido puesto en el mundo por unos padres en un determinado tiempo y espacio. En cuanto comienza a desarrollarse o modificarse la persona humana, y no hay momento sin desarrollo o cambio, aparece la personeidad con la personalidad. Todo cuanto corresponde a la personalidad está incluido germinalmente en la personeidad, y brota de ella o se incorpora a ella. La personeidad es energía creadora que se despliega en personalidad. La palabra personalidad se ha entendido y se entiende en otros sentidos: particularidad que distingue a una persona de todas las demás, doctrina del temperamento y del carácter, persona destacada por algunas de sus cualidades, que puede servir de orientacióna otros, meta de la autoeducación y maduración del hombre, conjunto de notas o cualidades que constituyen a la persona, etc. Aquí limito su significado al sentido que acabo de exponer. La personalidad no está constituida por una serie de caracteres psíquicos: tonto, listo, irascible, extrovertido, depresivo, etc. Ciertamente esos caracteres pertenecen a ella. Pero no son personalidad en cuanto caracteres psíquicos u orgánicos, sino en tanto modulan la personeidad. Las diferencias típicas entre los distintos individuos y grupos de individuos, que estudia la psicología de la personalidad, pueden integrarse en ese sentido. La personalidad, tal como luego explicitaremos más ampliamente, es, en sentido estricto, el precipitado que deja en la persona el contenido de los actos que esta va ejecutando.

I. ENCUADRAMIENTO HISTÓRICO.

Una breve alusión al horizonte histórico en el que se han planteado y desarrollado las cuestiones implicadas en las nociones de personeidad y personalidad nos puede ayudar a comprenderlas mejor. Su historia viene a coincidir con la historia del concepto de / persona. Habría que aludir al origen de la problemática en relación con la doctrina cristiana de la Trinidad y de la Encarnación, a su posterior aplicación al hombre, a su desarrollo filosófico en el medievo, en la época moderna y en el mundo contemporáneo. Tampoco se ha de menospreciar el influjo de la tradición filosófica griega en los teólogos cristianos que elaboraron el concepto de persona. En el lenguaje teológico y filosófico, después de la variada reflexión patrística sobre la realidad y el papel de las personas divinas en los misterios de la Trinidad y la Encarnación, la persona se caracterizó como sustancia. Se hizo famosa históricamente la definición de Boecio: «Persona es una sustancia individual de naturaleza racional». Siglos más tarde, dentro de la línea inaugurada por Boecio, santo Tomás entendió la persona de una manera peculiar. Al distinguir entre las sustancias que son personas y las que no son personas, advertía que la individualidad se encuentra en las sustancias racionales de un modo más perfecto que en las otras sustancias, no racionales, pues las sustancias racionales «tienen el dominio de su acto, de modo que no sólo son actuadas como las demás, sino que actúan por sí mismas, ya que las acciones están en las sustancias singulares»1. Por esto los singulares de naturaleza racional, los seres más perfectos que existen en la naturaleza, reciben el nombre de personas. Según Tomás de Aquino, la noción de persona humana incluye «estas carnes y estos huesos y esta alma», que son los principios individualizadores del hombre2. Tal manera de concebir la persona humana presupone el cambio, el desarrollo, la inevitable distinción entre personeidad y personalidad. Sin dejar de ser la misma desde su concepción hasta su /muerte, cada persona no es lo mismo. Durante la época moderna y contemporánea, el concepto de persona ha ido experimentando ciertos cambios fundamentales. Notamos la tendencia a abandonar la concepción sustancialista de la persona, haciendo de ella un centro dinámico de actos. Se ha tendido a integrar lo volitivo y emocional tanto o más que lo racional. En esta línea se mueve el M. Scheler personalista: «La persona es la unidad de ser concreta y esencial de actos de la esencia más diversa, que en sí... antecede a todas las diferencias esenciales de actos (y en particular a la diferencia de percepción exterior e íntima, querer exterior e íntimo sentir, amar, odiar, etc., exteriores e íntimos). El ser de la persona fundamenta todos los actos esencialmente diversos»3. Se intenta escapar así del impersonalismo, el cual nos amenaza en cuanto identificara demasiado la persona con la sustancia y esta con la cosa, o la persona con la razón y esta con su universalidad. No faltan quienes pretenden superar las insuficiencias de las concepciones antiguas, medievales, modernas y contemporáneas de persona. Tras las reflexiones de Zubiri sobre la personeidad y la personalidad, late una pretensión de ese tipo. Las filosofías anti'personalistas avanzan por caminos que nos alejan de la realidad concreta del hombre, aun en el caso de ser concepciones humanistas del fenómeno humano. No extrañe, por tanto, que no acuda a ninguna de ellas como fuente de inspiración. Si no se puede hablar de persona, mal vamos a poder decir algo sobre personeidad y personalidad, nociones con las que se trata de perfilar el concepto de persona. Requisito previo para abordar el problema que plantean las nociones de personeidad y personalidad y sus relaciones mutuas es que se admita la realidad de la persona humana.

II. REFLEXIÓN SISTEMÁTICA.

Las distintas concepciones de la persona humana que se han sucedido en la historia de Occidente, a las que acabo de aludir, implican distintos planteamientos del problema de la personeidad y la personalidad. Pero no todos esos planteamientos son igualmente aceptables, pues las insuficiencias en la definición de persona y, en sentido más estricto, de persona humana, repercuten en la concepción de los elementos del problema. Hay que advertir que la distinción entre personeidad y personalidad sólo tiene sentido real en el hombre, no en Dios. Pues admitirla implica el reconocimiento de una potencialidad o imperfección, incompatibles con la realidad de las personas divinas. Por esto nuestra presentación del problema, que pretende ser adecuada, se limita al ámbito de la persona humana. Esta distinción conceptual nos obliga a preguntarnos: ¿Qué es el /hombre? ¿Cómo se hace el hombre? ¿Cuándo hay un /individuo humano? ¿Qué es la persona humana? ¿Cómo se hace un individuo humano? ¿Qué es lo que nos permite ser los mismos durante toda nuestra vida? ¿Cómo repercute la actuación de las personas humanas en su ser? Nos sale al paso el problema de la identidad personal, a través de la variación físicoquímica, biológica y biográfica de los ?individuos humanos. Se nos invita a repensar con profundidad y rigor problemas que durante siglos, especialmente desde la antigüedad cristiana, han despertado el interés de los que han reflexionado filosóficamente sobre el hombre. La distinción entre personeidad y personalidad no es un mero problema conceptual, sino un problema planteado por la misma estructura de la realidad humana concreta. En el problema de la articulación de la personeidad y la personalidad se nos presenta en toda su plenitud y complejidad el problema de la persona humana. Ahí van implicados, en armoniosa síntesis, los problemas /cuerpo-/alma, /naturaleza-/historia, /ser-actividad. Pues el hombre no existe en general. Sólo existen las personas humanas. Y las personas son individuos dotados de sensibilidad, razón, /libertad y /sentimiento.

Aun siendo un mero residuo de lo posible y un ser inacabado, a la persona humana, por más que les pese o extrañe a los antihumanistas contemporáneos, no se le puede negar su realidad, su grandeza, su /dignidad. Lo cual se contiene en la realidad a la que aluden la personeidad y la personalidad. Es necesario integrar la tradición sustancialista y la tradición dialógica. Se es persona ontológicamente antes del actuar, aunque en ese actuar se construya la persona. El hombre, por ser inteligencia sentiente y libertad, posee una forma y un modo propios de realidad. Los términos personeidad y personalidad no designan dos nociones, sino dos momentos de la realidad humana concreta. Bajo puntos de vista distintos, el significado de ambos términos nos remite al ser y al actuar del hombre. El ser del hombre podemos considerarlo en cuanto a los elementos constitutivos del yo, de la persona. El actuar humano cabe ser analizado desde el punto de vista de la persona que actúa. Entonces tenemos lo que en este artículo, inspirado fundamentalmente en Zubiri, se llama personeidad. El rasgo fundamental que constituye la personeidad es la cuidad. Esto significa que la persona es una realidad suya, es decir, que está determinada como absoluta frente a toda realidad en cuanto tal. Desde el punto de vista de la personeidad, la persona es la realidad que se pertenece a sí misma. Mi realidad psicofísica constituye mi personeidad, por el hecho de subsistir en la forma de la autopertenencia. Algo semejante sucede con mi actuar. Si, en cambio, examinamos la persona humana atendiendo a las modificaciones que, activa o pasivamente, ha experimentado su ser, o al contenido de sus acciones, que ha modulado su personeidad en uno u otro sentido, entonces nos hallamos ante lo que aquí entendemos por personalidad. Desde el momento en que se empieza a desarrollar el embrión humano ya ha adquirido una cierta personalidad. Su personalidad depende del contenido de las acciones de cada persona y de su circunstancia bioquímica, social y cultural o espiritual. La personalidad no sólo se refiere al hacerse persona mediante los contenidos de los propios actos de decisión, sino también a lo que queda en el ser de la persona como resultado de la influencia sobre ella de los otros o de lo otro. Personalidad es lo que un ser, desde una determinada personeidad, llega efectivamente a ser. En la intimidad personal, el hombre va desplegando y construyendo su propia personalidad. La personalidad es lo que se ha logrado ser, en uno o en otro sentido, o en varios sentidos a la vez (casos de múltiple personalidad), con lo que ya se era como persona4.

En nuestra vida no solamente realizamos una serie de actos personales, según las propiedades que tenemos y las situaciones en que nos hallamos, sino que en cada uno de estos actos la persona humana se va definiendo de una manera precisa y concreta. Por consiguiente, el problema de la personalidad es, en buena parte, el problema de los actos que ejecuta la persona humana. Hay que concebir la personalidad, con la excepción de lo que afecta a la persona pasivamente, como modula ión de la personeidad a través de los actos: como precipitado del contenido de los actos que la realidad personal va ejecutando. Tanto en la personeidad como en la personalidad, interviene el espíritu y el cuerpo. Deja de tener importancia la contraposición entre ambos, pues la persona se refiere siempre a sí misma como un todo. Por persona entendemos un alguien corporal. Como afirma J. Marías, cuando digo yo, tú o un nombre propio, pienso en un cuerpo en tanto que es de alguien5. La realidad entera del hombre, su cuerpo, su conciencia, su libertad, todo lo que es y lo que hace, o sea, su personeidad y su personalidad, pertenece al terreno de la persona y es determinada con el carácter de la dignidad. Para que el hombre pueda hacerse, ha de ser antes fundamentalmente persona: ha de tener personeidad. Ese antes tiene un sentido ontológico, no temporal. Se requiere mantener esto contra ciertos personalismos historicistas o actualistas. El hombre no se reduce a personalidad, como parecen defender algunas concepciones actualistas de la persona6.

Por más condicionado que se encuentre el hombre por su circunstancia, por más eficacia que le concedamos en su autoconstrucción, sin personeidad no hay personalidad, ni persona humana, ni comunidad humana. Sería imposible que tuviera personalidad el que previamente no estuviese dotado de personeidad. Entonces, cuando decimos que una persona «se está haciendo», podemos entenderlo en el sentido de que la persona todavía no está hecha. La persona está hecha como persona. Pero la persona no está acabada. El acto de hacerse persona, en que se construye la personalidad, tiene como base el ser personal, que para Zubiri es la sustantividad humana. Lo que nos está indicando que el fenómeno de que la persona se haga en el ámbito de las relaciones humanas no impone la defensa de un concepto actualista de la persona: defender que la persona tiene su origen en el acto de la decisión, y que tal acto no se basa en ningún tipo de ser personal anterior. La persona puede hacerse en los actos y definir su personalidad, porque está hecha en sus elementos básicos. Ejecute o no sus acciones, la persona humana es algo formalmente anterior a la ejecución. Consiguientemente, lo decisivo para entender la realidad personal humana es la interconexión de personeidad y personalidad. En la concepción de persona humana que va implicada en la distinción entre personeidad y personalidad se integra la individualidad y subsistencia del propio ser con la construcción de la realidad personal concreta. Pero no es adventicio que el hombre dotado de personeidad tenga personalidad. Se es siempre el mismo, no se es nunca lo mismo. Es lo que dice Zubiri cuando afirma que persona es «la unidad concreta de la personeidad según la personalidad»7. Podemos decir que cambia la persona, y la persona humana está en perenne cambio, porque cambia la personalidad, no la personeidad. Ahí se basa la «conciencia de la identidad personal».

En abstracto, puede darse el momento personeidad sin el momento personalidad. Pero en concreto, al ponerse en marcha la realidad dinámica de una personeidad, se desarrolla ya un comienzo de personalidad. El problema de la persona humana consiste, por tanto, en la articulación de la personeidad y la personalidad, que son dos momentos inseparables de una misma realidad. La persona humana tiene caracteres diferentes a los de otras realidades, en virtud de los cuales el hombre es una realidad que esencialmente tiene que ir haciéndose. Dentro de la personeidad está germinalmente la personalidad. Una piedra o un perro no hacen su realidad, sino que la reciben hecha. Por eso se puede hablar del hombre como del ser inacabado. No pensemos, sin embargo, que la personeidad determina en un solo sentido, como el instinto animal, la personalidad, pues uno de los elementos integrantes de la personeidad es la posibilidad de elegir distintos caminos. La personeidad es un fondo de posibilidades infinitas, de acuerdo con su infinita creatividad. De muchas maneras se ha interpretado ese fondo de inquietud inagotable, de creatividad inagotable. El hombre tiene, pues, dos clases de propiedades: las que le competen por el mero hecho de su estructura psicoorgánica (su naturaleza), y las que el hombre hace propias por un acto de voluntad. Aquí ve Zubiri, con razón, la limitación del concepto griego de ousía, cuando se pretendió captar con esa categoría metafísica la esencia del hombre. Aristóteles, con los que le siguieron, no se hizo cuestión de las muchas maneras como una cosa puede ser propia de una ousía y no entendió más que una, la naturaleza. Pero hay una segunda manera de ser algo propio del hombre: por apropiación. La personalidad, en cuanto depende de la creatividad libre, puede recibir múltiples orientaciones, no predeterminadas en nuestra naturaleza. El individuo humano difiere en este sentido de una máquina, una planta, un animal. De ese modo se apropia unas u otras posibilidades, en lo que consiste el orbe de lo moral'. Desde mi personeidad estoy también vertido constitutivamente a otras personas. Es decir, mi realidad psicoorgánica me remite a otras personas. Puedo elegir la soledad o el aislamiento respecto de los otros. Pero no me es posible dejar de relacionarme de algún modo con ellos. Soy diverso de los demás, tengo la capacidad de convivir con ellos y de entregarles nuevas formas de estar en la realidad, creadas por mí. Zubiri nos dirá que cada hombre es persona codeterminada individual, social e históricamente frente a todos los demás9. En nuestras acciones somos absolutos frente a todo lo demás y todos los demás.

III. SUGERENCIAS PARA LA PRAXIS ÉTICO-POLÍTICA.

Dentro de esa conceptualización de la persona humana pueden idearse concepciones éticas y sociopolíticas muy distintas. Pero se imponen ciertos mínimos. De acuerdo con ella, no serían justificables teorías éticas o políticas que defendieran el objetivismo, el individualismo o el /colectivismo. Y es que si reconocemos con todo rigor en cada hombre los momentos de la personeidad y la personalidad, la persona no es un aparato objetivamente dirigible; a cada individuo humano pertenece intrínsecamente la vinculación a los otros individuos humanos, y el individuo no se reduce a un puro momento en una totalidad del proceso social. Además, la naturaleza ierta de la realidad humana, tal como í aparece, permite un incremento constante de nuestras posibilidades en orden a la perfección. Y del horizonte de ese incremento no han de excluirse las posibilidades máximas de la sociedad y de la historia, pues el auténtico progreso social y político se realiza y consigue no en contra, sino a favor de las personas humanas. Se ha de construir la personalidad desde la convicción de que la relación de la persona con las otras personas es más fundamental que su relación con las cosas. La persona humana, en su auténtica realidad, ha de ocupar el centro motivador del actuar individual, social y político, en franco rechazo del objetivismo deshumanizante, del individualismo egoísta y del colectivismo opresor. En todo acto humano se construye la personalidad, se modula la personeidad, en uno o en otro sentido: hacia el egoísmo o el amor, hacia la injusticia o la justicia, hacia la plenitud del hombre y su /felicidad o hacia su empobrecimiento y frustración. Cada persona se realiza, sobre todo, en el encuentro con las otras personas, en la afirmación recíproca, que es el amor.

NOTAS: 1 S. Tb., 1, y. 29, a. 1. – 2 ID, 1 y. 29, a. 4. – 3 M. SCHELER, Ética II, Revista de Occidente, Madrid 1942, 175. – 4 X. ZUBIRI, Sobre el hombre, 152. – 5 Antropología metafísica, 42. – 6 Cf B. LANGEMEYER, Der dialogische Personalismus..., 107. – 7 El hombre y Dios, 56. – 8 Sobre el hombre, 144. – 9 El hombre y Dios, 76.

BIBL.: GUARDINI R., Mundo y persona, Guadarrama, Madrid 1963; LANGEMEYER B., Der dialogische Personalismus in der evangelischen und katholischen Theologie der Gegenwart, Paderborn 1963; LERSCH E, La estructura de la personalidad, Scientia, Barcelona 1971; MARÍAS J., Antropología metafísica, Revista de Occidente, Madrid 1973; MORENO VILLA M., El hombre como persona, Caparrós, Madrid 1995; MURILLO 1., El enigma de la naturaleza humana, Diálogo filosófico 5 (Madrid 1989) 380391; ID, Persona humana y realidad en Xavier Zubiri, Instituto Emmanuel Mounier, Madrid 1992; ZUBIRI X., El hombre y Dios, Alianza, Madrid 1985'; ID, Sobre el hombre, Alianza, Madrid 1986.

I. Murillo