MARXISMO Y PERSONA
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I. INTRODUCCIÓN.

Reflexionaremos exclusivamente sobre la ética y el comunitarismo personalista en Marx. Para ello nos inspiraremos en la reconstrucción de la categoría /persona como trabajo vivo en las obras de Marx, desde la tematización que E. Dussel ha realizado, en su intento de explicación de la obra de aquel, como un personalismo ético-económico, con lo que emprende una original y fecunda hermenéutica en las obras de Marx1. A partir de una lectura sistemática de los manuscritos preparatorios de El capital de Marx, E. Dussel ha reconstruido, a lo largo de sus cuatro obras: La Producción Teórica de Marx (1985), Hacia un Marx desconocido (1988), El último Marx (1863-1882) y la Liberación Latinoamericana (1990), y Las metáforas teológicas de Marx (1993), el horizonte ético-normativo desde el cual Karl Marx efectúa su crítica a la Economía Política. De acuerdo con dicha reconstrucción, la obra El capital es una ética, lo cual contradice abiertamente la opinión sostenida por Althusser acerca de una ruptura entre el Marx joven humanista de los Manuscritos de 1844 y el Marx maduro científico. Dicho horizonte ético-normativo no supone tampoco una concepción economicista de la historia que pronostique de manera cuasinomológica el colapso sistémico del capitalismo y el advenimiento necesario del /comunismo. La reconstrucción de dicho horizonte ético normativo revela, por el contrario, la prioridad de la ética con respecto a la ciencia, en sentido estándar, para Marx. De acuerdo con esta interpretación, la crítica de la economía política no es una mera descripción del sistema capitalista con pretensiones cientificistas, esto es, con pretensiones de neutralidad axiológica. El discurso normativo dota de sentido crítico, en última instancia, al discurso teórico. Lo que no significa negar la existencia o importancia de un discurso sistémico en El capital, esto es, la crítica al /capitalismo desde un tipo de racionalidad estrictamente económica, sino más bien se trata de reconocer que la validez de dicha crítica –el carácter crítico de su verdad–, en términos estrictamente funcionalistas, se encuentra desde siempre supeditada a las pretensiones de validez del discurso normativo, y, por ende, a los criterios de una racionalidad práctica. Reducir, por el contrario, las pretensiones de validez del discurso crítico de Marx a los criterios de una racionalidad sistémica, significaría caer en un reduccionismo economicista propio del marxismo ortodoxo. En este sentido Marx mismo no sería marxista.

II. TRABAJO VIVO, SUBJETIVIDAD Y PERSONA EN MARX.

De acuerdo con Dussel, la noción de trabajo vivo (lebendige Arbeit) constituye la categoría clave para reconstruir dicho horizonte crítico-normativo de El capital2. Marx denomina como trabajo vivo a la persona del trabajador, cuya dignidad, antropológicamente inconcebible al margen de su corporalidad viviente y, por lo tanto, irreducible a una entidad estrictamente pensante o hablante, trasciende todo horizonte de comprensión o sentido históricamente determinado. El trabajo vivo, afirma Marx, no es valor, es la fuente creadora del /valor (Werthschópfung). En este sentido, prevalece en Marx una concepción ética personalista post-metafísica, de carácter profundamente antropológico. Bajo el sistema capitalista, el trabajo vivo pasa a ser alienado, negado, como fuerza de trabajo. Esto es, como una mercancía más, que una vez subsumida bajo un proceso de producción capitalista, se encuentra condicionada bajo los imperativos de la racionalidad capitalista, esto es, bajo el criterio de máxima valorización posible del valor o producción de plusvalor. Desde esta perspectiva ética, la capacidad de trabajo (Arbeistvermógen), posteriormente también denominada fuerza de trabajo (Arbeitskraft), entendida como el valor social promedio de los medios de subsistencia del trabajador, esto es, el trabajo promedio requerido socialmente para la reposición de las fuerzas vitales del trabajador, desgastadas en la jornada laboral, constituye una categoría perversa, cosificante, que niega la/dignidad de la persona humana, reduciéndola a una mera expresión cuantitativa de valor, destinado a la reposición del desgaste de sus fuerzas, perdidas durante el proceso de producción capitalista. El trabajo vivo, a diferencia de su determinación bajo el capital, como capacidad o fuerza de trabajo, guarda una relación de exterioridad. Mientras que la capacidad de trabajo no es sino una forma de manifestación del valor que se valoriza, entendido como expresión del capital en tanto que capital variable, el trabajo vivo, o sea la persona inseparable de su corporalidad viviente, es la fuente creadora del valor de cambio (Quelle von Tauschwerth). Según Marx, sin plustrabajo, es decir, sin la posibilidad de objetivar más allá del trabajo destinado para la reproducción de su capacidad de trabajo, no se llevaría a cabo ningún proceso de valorización, y por ende, ningún capital. Justamente en este punto, la concepción antropológica personalista de Marx —indisociable de la corporalidad viviente—, juega un papel ético-normativo fundamental. Plus-trabajo es trabajo objetivado, no retribuido bajo el capitalismo. El trabajo, en tanto que objetivado (muerto), presupone un proceso de objetivación, en el cual la subjetividad viviente humana, poniendo en actividad sus facultades al trabajar, sufre un desgaste físico-espiritual, que al ser dirigido y apropiado por una voluntad ajena (sujeta a la racionalidad del capital), sin compensación justa y de manera despótica, lo enajena de su propia corporalidad viviente, pasando a ser un sujeto abstracto, despersonalizado, autoconsciente en tanto que hablante, pero descarnalizado y enajenado, por ende, de su propia sensibilidad humana, la cual constituye, a su vez, la condición de posibilidad de la dimensión estética del mundo (del gozo, por ejemplo).

La despersonalización del ser humano bajo el capitalismo obedece, pues, a una relación de dominio anónimo mediado cósicamente y, por ende, de enajenación sobre su corporalidad misma. De esta manera, la afirmación de la sensibilidad humana y del correspondiente desarrollo estético de sus sentidos, exige la liberación de su subjetividad de dicho dominio. El ámbito sensible-corporal juega aquí un papel ético fundamental. Según Dussel, la afirmación de la dignidad de la existencia viviente, es decir, de la persona, es el acto ético primero, que constituye, aun siendo protolingüístico (previo al diálogo con el otro), el momento originario de la racionalidad práctica en Marx.

La dignidad del trabajo vivo, de la persona, es sensualmente perceptible en el /rostro del Otro (la /alteridad en sentido de E. Lévinas); dicha dignidad es previa a la constitución de sentido que se da en el mundo de vida hegemónico. Únicamente reconociendo la dignidad del trabajo vivo, esto es, de la persona trabajadora (la afirmación sensible de la existencia viviente del Otro u Otra), antes de ser subsumida bajo un mundo de vida específico (mundo de vida capitalista, por ejemplo), es posible tomar distancia ético-crítica con respecto a su posible e históricamente inevitable negación, por la eticidad de un mundo de vida específico. Con ello pasamos a una segunda determinación del personalismo en Marx.

III. PERSONA, INTERSUBJETIVIDAD Y COMUNIDAD.

Al afirmar la corporalidad viviente, sensualmente perceptible de la persona humana, Marx rompe con esquemas idealistas antropológicos solipsistas. La afirmación de la sensibilidad humana, y con ello del ámbito de la necesidad y del gozo por —y con— la cercanía íntima del Otro u Otra, esto es, la afirmación de la sociabilidad (que la existencia del lenguaje mismo constata) y de la sensualidad exclusivamente humanas, conlleva a Marx a criticar el capitalismo, y valga esto como segundo elemento fundamental del horizonte crítico-normativo reconstruido por Dussel, desde un paradigma interpersonalista de carácter personalistacomunitario. Marx hace uso constantemente de la noción de lo comunitario, a manera de ideal regulativo para criticar los presupuestos solipsistas que la relación social, bajo el capitalismo, implica. La relación social constituye el nexo despersonalizado, por medio del cual individuos aislados, concebidos monádicamente, establecen una relación extrínseca entre sí3. Este estadío monádico, previo a la convivencia en sociedad propio del contractualismo ilustrado, ya criticado por Marx en Sobre la cuestión judía, de 1842, es objeto de crítica y punto de partida metódico explícito de los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse), escritos entre 1857 y 1958. El aislamiento recíproco entre individuos, considerado como el punto de partida natural de toda relación política o económica, es, en realidad, el punto histórico de llegada propio de la /modernidad; esto es, de la sociedad burguesa, en la cual el individuo abstracto, totalmente desligado de los vínculos tradicionales, se relaciona con un mundo sistémicamente despersonalizado, reconociéndose de esta manera como voluntad libre y autónoma al margen de toda /relación interpersonal. Esta falacia abstractiva que, según Marx, en el plano estético corresponde a las Robinsonadas del siglo XVIII y, metodológicamente hablando, constituye el punto de partida de la economía política anglosajona (A. Smith y D. Ricardo), refleja subjetivamente la experiencia hostil de la economía de mercado, en la cual sujetos que producen de manera aislada, entablan por vez primera una relación social cósica —es decir, mediada por el intercambio mercantil— y de rivalidad económica con sus semejantes en el mercado capitalista. Aquí los respectivos intereses particulares se manifiestan como intrínsecamente egoístas y, por lo tanto, como contradictorios entre sí. La relación social denota así un vínculo de exclusión recíproco de intereses, un individualismo éticamente egoísta, en el cual la afirmación de los intereses individuales se convierte en el único motivo de relación intersubjetiva. Este solipsismo metódico ha llevado a la economía política, según Marx, a caer en una serie de mistificaciones premodernas, esto es, de explicaciones metafísicas a fenómenos económicos, las cuales —tal como ocurre con el fetichismo de la mercancía— ocultan, a través de la mediación de las cosas, relaciones sociales, éticamente perversas, de dominio, que constituyen la condición fundamental de valorización del capital y, por ende, del capitalismo en general. El punto de partida metodológico de la crítica a la economía política, supone, por el contrario, a la persona humana situada ya, desde siempre, en el interior de una comunidad de productores: «La producción por parte de un individuo aislado, fuera de la sociedad —escribe Marx en la introducción a los Grundrisse— no es menos absurda que la idea de un desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí».

IV. CONCLUSIONES.

El trastocamiento mediante el cual las relaciones intersubjetivas se manifiestan como relaciones interobjetivas, supone un estado de extrañamiento hacia la persona de los otros y, con ella, del potencial liberador que únicamente el revelamiento del ámbito condicionado por la mediación intersubjetiva posibilita. El enfrentamiento cotidiano a estructuras anónimas de poder, el mercado capitalista, por ejemplo, donde el /trabajo vivo mismo sufre una despersonalización, al ser subsumido bajo el sistema económico como fuerza de trabajo, enajena a los /individuos aislados del poder social; que en el fondo es la objetivación de la actividad intersubjetiva humana en su conjunto. A este conglomerado social de sujetos egoístas, que en su conjunto se presentan como un poder social autonomizado, y por lo tanto anónimo, Marx contrapone la noción de /comunidad. En la comunidad, la «libre individualidad, fundada en el desarrollo universal de los individuos y en la subordinación de su productividad comunitaria, social, como patrimonio social», constituiría el tercer momento de cierta lógica evolutiva de la relación interpersonal de producción4.

Según Marx, en un primer momento de dicha evolución predomina una relación inmediatamente personal o dependiente de las personas: producción sin excedentes para el intercambio: producción de autoconsumo. En el segundo momento surge, por el contrario, una independencia personal fundada en una dependencia cólica, que supone un desarrollo sistémico, no sólo de las fuerzas productivas que permita un excedente productivo, sino también un desarrollo burocrático administrativo, así como el surgimiento de marcos institucionales políticos y sociales garantes, por ejemplo en el capitalismo, de la libertad e igualdad jurídicas, etc. El tercer momento, por su parte, que según Dussel cumpliría con la función crítica de un ideal regulativo en Marx5, consistiría en la racionalización del intercambio con la naturaleza, por medio de un control comunitario «que lo lleven a cabo con el mínimo de fuerzas y bajo las condiciones más dignas (würdigsten) y adecuadas a su naturaleza humana»6. Este horizonte crítico, más allá de todo modo de producción históricamente posible, supone una comunidad ideal de productores, en la que los individuos, a partir del reconocimiento ético explícito de su vinculación interpersonal y la dependencia de su vida con respecto a la naturaleza, disponen de la fuerza social que, en su conjunto, les permite liberarse del trabajo necesario para la reproducción de sus necesidades vitales y acrecentar al máximo el tiempo destinado al disfrute del desarrollo de sus facultades plenamente humanas. De esta manera, la concepción personalista de Marx, esto es, la afirmación de la subjetividad humana, sólo resulta concebible al interior de una comunidad en la que, a manera de horizonte crítico normativo, el carácter cólico de las relaciones, aparentemente interobjetivas, sea relativizado en términos de estructuras autonomizadas de poder social anónimo, cuyo estado de enajenación sólo resulta posible de ser superado a partir del /reconocimiento crítico de mediaciones intersubjetivas despersonalizadas.

NOTAS: 1 Cf M. MORENO VILLA, Filosofía de la Liberación y Personalismo. – 2 Cf E. DusSEL, (1985) 137ss.; (1988) 290ss.; 365ss.; (1990) 334ss. – 3 ID, (1985) 87ss. – 4 K. MARX, MEGA I1/1.1., 91. – 5 E. DuSSEL, (1993) 287ss. – 6 K. MARX, MEW 25, 828.

BIBL.: DUSSEL E., La Producción Teórica de Marx. Un comentario a los Grundrisse, Siglo XXI, México 1985; ID, Hacia un Marx desconocido. Un comentario de los manuscritos del 61-63, Siglo XXI, México 1988; ID, El último Marx (1863-1882) y la Liberación Latinoamericana. Un comentario a la tercera y a la cuarta redacción de «El capital», Siglo XXI, México 1990; ID, Las metáforas teológicas de Marx, Verbo Divino, Estella 1993; ID, Filosofía de la producción, Nueva América, Bogotá 1984; FORNET-BETANCOURT R., Ein anderer Marxismus? Die philosophische Rezeption des Marxismus in Lateinamerika, Grünewald, Maguncia 1994; MARX K., Contribución a la crítica de la economía política, Siglo XXI, México 1980; ID, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (1857-1858), 3 vols., Siglo XXI, México 1984ss; ID, Zur Kritik der politi.schen Ókonomie (Manuskript 1861-1863), Dietz, Berlín 1982; ID, Zur Kritik der politi.schen Ókonomie (Manuskript 1863-1867), Dietz, Berlín 1988; ID, El capital, Siglo XXI, México 1985ss; MORENO VILLA M., Filosofía de la Liberación y Personalismo, Universidad de Murcia, Murcia 1993.

L. M. Sánchez Martínez