IDEOLOGÍA
DicPC


1. PERSPECTIVA HISTÓRICA.

El concepto de ideología es ambiguo y polisémico. Nos podríamos retrotraer hasta el mundo griego, al menos en nuestra tradición occidental, para descubrir que ya existía la conciencia de la tergiversación de la realidad efectuada por la teoría. Incluso se era consciente de la ofuscación que la misma teorización produce. Desde este punto de vista, toda la historia del pensamiento, en cuanto toma de conciencia de sus propias trampas y distorsiones y de los condicionamientos externos, lleva en sí un concepto implícito de ideología. Pero hay que esperar hasta la /filosofía moderna para encontrar una tematización de este concepto, que se va abriendo paso poco a poco y no sin muchas ambigüedades.

A menudo se entiende, en la línea de R. Bacon, como un fenómeno de conciencia, de prejuicios colectivos o idola con sus variantes de explicaciones lógico-subjetivas; o, con la mayoría de los enciclopedistas, como manipulación de los individuos poderosos o de las camarillas para imponer su dominio o afanes egoístas. Para les ideologues (Destutt de Tracy) indicaba la dependencia de las ideas entre sí y respecto a los procesos fisiológicos, algo connatural al hombre; en Freud, Weber y Pareto predomina la referencia al /carácter irracional y afectivo del hombre como causante necesario de las distorsiones del conocimiento. K. Mannheim acentuará el carácter situado, de dependencia del conocimiento humano respecto a un grupo y, en general, a una situación vital. M. Scheler insistirá en las tendencias inconscientes condicionadas por la clase, que predominan en la captación del /mundo. Y no falta una concepción de la ideología, que arranca de la tradición leninista y se extiende hasta el uso periodístico actual, como cualquier tipo de totalidad de pensamiento: una representación intelectual en general.

Se acepta como característica humana la condición situada del conocimiento, el perspectivismo, la no neutralidad y la no posesión de la /verdad, junto con la efectiva incursión en la tergiversación y el error. Pero se reserva propiamente el nombre de ideología para aquellas teorías que creen haber anticipado ya la situación de verdad y emancipación, contribuyendo con la falsedad de su pretensión, más o menos consciente, al mantenimiento de situaciones objetivas de injusticia y /opresión. Nos hallamos ante la tradición que mejor ha desarrollado el concepto de ideología.

Es en la tradición marxista donde la ideología pasa de ser un fenómeno reducible a la mera conciencia, a ser un fenómeno de práctica social. Es decir, se le ve enraizado en las condiciones objetivas, estructurantes de una sociedad. Así K. Marx hará referencia al modo de producción (a las relaciones de producción y las fuerzas productivas) en un momento dado de una sociedad. Es un problema filosófico-político de teoría y praxis. Dicho de otra manera, tras la ideología se dan cita las cuestiones referentes a la relación conocimiento y realidad, a los condicionamientos del conocimiento, al conflicto de las interpretaciones, a la posibilidad de una neutralidad valorativa, sin olvidar las cuestiones sociopolíticas de la desigualdad de la distribución del poder, de la justificación o legitimación de las formas concretas de organización social, económica o estatal, y las cuestiones epistemológicas y políticas de la posibilidad de un discurso crítico sin coacciones, de la igualdad o simetría de posiciones en los procesos deliberativos, etc.

En esta tradición marxiana la ideología aparece en una sociedad donde las estructuras sociales de poder no son totalmente claras o transparentes y han superado, por otra parte, la pura imposición del poder físico. Es ante el intento de justificación de un poder que, en el fondo, enmascara las relaciones de poder, los intereses de dominación de una clase sobre otra, o vela los elementos irracionales, opresores e injustos, donde surge la ideología. Esta es, por tanto, un fenómeno de las sociedades modernas o, mejor, burguesas.

Se comprende ya que al concepto marxiano de ideología le pertenezca una visión negativa. Lleva consigo un intento de expresar e interpretar una lingüística, una simbología significativa y comunicativa, que presenta una relación quebrada, falsa, con la realidad. Intenta mostrar un momento práctico de dominio de una clase sobre otra, expresado por la vía del lenguaje y las significaciones, y que lleva ya vicariadas todas las demás prácticas de dominación. Es una visión deformada y deformante de la realidad social. La ideología es una forma de dominación. Cabe presentarla como la utilización ad hoc del sistema de significaciones y valores para justificar y legitimar la existencia de una situación social no libre ni emancipada, es decir, de opresión por parte de la clase dominante de una sociedad dada.

Se comprenderá que la crítica ideológica sea un momento importante de la lucha por cambiar una sociedad e instaurar otra. Al núcleo de la crítica ideológica le pertenece la tarea de desvelar la relación dialéctica existente entre teoría y praxis, desarrollando una teoría crítica que sea algo distinto de un mero reflejo de lo que se produce en la práctica. La tarea o trabajo desideologizador será, como vieron Horkheimer y Adorno, un pensamiento fundamentalmente crítico. Una crítica ideológica que, para superar el ser ella misma otra edición ideológica, debe presentar, además de verbalizaciones y afirmaciones, una realización histórica de la misma. Dicho al modo marxiano: la praxis es el lugar donde se prueba y comprueba la veracidad y objetividad de toda crítica ideológica.

La crítica ideológica, como ha mostrado la Escuela de Frankfurt, no se efectúa desde la neutralidad, el desinterés o una pretendida visión objetiva de la realidad social, sino desde el interés emancipador, sin parámetros éticos, filosóficos o religiosos rígidos, y con gran atención a los desplazamientos que pueda experimentar la realidad social y sus estructuras. De ahí que se presente frecuentemente como crítica negativa: «Puede decirse lo que es malo en la sociedad actual, pero no puede decirse lo que será bueno, sino únicamente trabajar para que lo malo desaparezca» (Horkheimer). Por esta razón tendrá la función de «expresar lo que en general no se expresa». Adopta frecuentemente la forma de lucha cultural en pro de una sociedad más humana, justa, libre y racional.

La ideología, por llevar consigo esta relación a un momento socio-histórico concreto, es imposible de determinar de una vez por todas. Más bien exige la atención permanente a sus desplazamientos y formas de acuerdo, a las condiciones socio-político-económicas y culturales que habrá que especificar en el análisis de cada caso y situación. De ahí que ideología sea un concepto histórico muy ambiguo en su generalización, además de inútil y falso, lo que habrá que evitar mediante la determinación de su contenido en cada caso.

II. SITUACIÓN ACTUAL.

En la tradición crítico dialéctica, como dijimos, la atención se centra en el análisis y crítica de la sociedad capitalista y su racionalidad. Actualmente, en un momento de predominio del sistema capitalista democrático, cabría entenderla como crítica de este tipo de /modernidad predominante en Occidente. Desde este punto de vista, cabe recabar la ayuda de las diversas disciplinas que tienen algo que decir en el develamiento de la situación social, /política, económica, cultural de esta situación, para llevar a cabo la tarea desideologizadora. Una llamada a la interdisciplinaridad y la colaboración de los diversos saberes como modo realista, aunque difícil, de ejercer la crítica ideológica o la aproximación al conocimiento de la ideología de nuestro tiempo.

Se está de acuerdo en la dificultad de apuntar a la ideología de nuestro momento. Desde la primera Teoría Crítica de Horkheimer y Adorno, se señaló la reducción de la razón actual: ideología sería la presentación de la racionalidad con arreglo a fines (Weber) o razón instrumental, que piensa únicamente los medios más adecuados para unos objetivos propuestos, como la única racionalidad. Está ligada a la sociedad de la producción y ha llegado a ser un extraordinario medio de poder que amenaza, incluso, con la destrucción de la naturaleza. Tal racionalidad glorifica el mundo tal cual es. Se transforma en técnica de reproducción de la realidad: una duplicación y justificación de la situación dada, que destruye toda perspectiva de trascendencia y de crítica. Unidimensionaliza al hombre (Marcuse) y desencadena con la adoración del progreso material la antítesis del mismo (dialéctica de la ilustración). La realidad dada se convierte, concluirán Horkheimer y Adorno, en ideología de sí misma, con lo cual ideología es hoy la sociedad toda como fenómeno.

Diagnóstico tan pesimista ha encontrado su corrección y depuración en los análisis de teóricos críticos actuales, incluso de la misma tradición, como J. Habermas. Para este autor, el predominio de la racionalidad funcional (mejor que instrumental) es claro. Pero hay que leerlo en clave de la diferenciación que ha acontecido en la modernidad. Expresa el predominio de los subsistemas de la,modernidad: el tecnoeconómico y el burocrático administrativo del /Estado moderno. Desde estos se expande un modo de ver y pensar la realidad de cariz funcionalista. Y además, tiende a ampliar su colonización a otros ámbitos (de las relaciones interpersonales, educativas, políticas...) que no le pertenecen. La mercantilización de las relaciones sociales (A. Touraine), la atmósfera de invisibilidad de horizontes, el individualismo consumista, o de un narcisismo y hedonismo presentistas, serían algunas de las consecuencias que se describen o denuncian en autores diversos.

Habermas –aunque cada vez es más reticente a usar el concepto de ideología– acentúa, sobre todo, como situación ideológica de nuestro tiempo fenómenos como: a) la apariencia de que el desarrollo del sistema social se determina a través de la lógica del progreso científico técnico (tecnocracia, /ciencia y técnica como ideología); b) el desplazamiento de la función de la política, dentro del sistema social, a evitar disfuncionalidades y riesgos en el sistema económico (función negativa); c) la despolitización de las /masas, que reciben como compensación una garantía de bienestar y seguridad social o la promesa de un crecimiento y mejora materiales (compra de la lealtad de las masas).

La conclusión sería que la ideología actual pierde el aspecto de ideología. Se ofrece como la realidad misma, sin alternativas. Por esta razón se hace más irresistible, ya que adormece el interés emancipador de la especie en cuanto tal. Pero Habermas está lejos de concluir un cierre de horizontes. La dimensión comunicativa, ínsita en la lógica misma del /lenguaje humano y presente en las institucionalizaciones de la democracia deliberativa y allí donde se ejercita la búsqueda abierta, crítica y dialógica de los intereses generalizables para todos, constituye un venero de desideologización y de impulso emancipativo.

BIBL.: ADORNO T., Prismas, Ariel, Barcelona 1962; ADORNO T.-HORKHEIMER M., Ideología, en La sociología. Lecciones de sociología, Proteo, Buenos Aires 1966; ID, Sociológica, Taurus, Madrid 1971; HABERMAS J., Ciencia y técnica como ideología, Taurus, Madrid 1984; LENK K., Ideologie, Ideologiekritik und Wissenssoziologie, Luchterhand, Darmstadt-Neuwied 19720; MARDONES J. M., Teología e ideología, Mensajero, Bilbao 1979; ID, Capitalismo y religión. La religión política neoconservadora, Sal Terrae, Santander 1991.

J. M. Mardones