HUMOR
DicPC


El humor es algo muy serio. Sin duda constituye un problema antropológico de primer orden. Por ello sorprende que la inmensa mayoría de las referencias que los pensadores y estudiosos han hecho del asunto o bien son vagas y asistemáticas indefiniciones o bien son estudios sistemáticos pero reductivistas y epidérmicos. Y lo más problemático: la inmensa mayoría de estos estudios y alusiones, igualándose en ello a las opiniones más vulgares y explayadas, confunden con grosera ingenuidad el fenómeno humorístico con lo cómico, lo risible, lo irónico, la parodia, cuando no con el chiste y la broma. De esta guisa, se afirma que el sentido del humor es ora la capacidad para captar situaciones cómicas, ora la posibilidad de producirlas o recrearlas, divirtiendo así a los demás. Por esto se termina impropiamente hablando de buen humor (que no consiste sino en un mero estar contento) y de mal humor (que no es sino
estar fastidiado).

I. REFLEXIÓN SISTEMÁTICA.

Un primer grupo de teorías identifican lo humorístico con lo risible. Señalan que la risa es un fenómeno universal que tiene una función biológica adaptativa, homeostática o de relajo. Para algunos es, incluso, un instinto; es esta la posición de H. Spencer y C. Darwin. Más extendida está, sobre todo en el siglo XX, la teoría psicológica de la risa como simple mecanismo de liberación de tensiones nerviosas. En segundo lugar encontramos la concepción del humor como reacción ante un estímulo cómico, ante algo que objetivamente provoca la risa. Así, para Platón, Aristóteles o Hobbes, el chiste y la risa surgen de constatar algún defecto, deformidad o fealdad en otro. Para otros este estímulo objetivo, es decir, estímulo anterior e independiente de quien lo percibe, es la aparición de una incongruencia entre pares de ideas o situaciones divergentes, entre cómo aparecen las cosas y cómo esperábamos que fuesen. Por esto señalará Bergson que cuando lo humano, de suyo flexible y creativo, se manifiesta rígida o mecánicamente, produce risa. La sorpresa en la confrontación de los elementos incongruentes se suele tomar como elemento indispensable para provocar lo cómico. Representantes de esta postura son Bergson o Koestler. En tercer lugar, están las concepciones psicológicas que se fijan no tanto en qué es el humor, sino en quién lo produce. Suele llamarse humorista al que emplea ciertas técnicas para crear chistes, bromas, situaciones cómicas, divirtiendo así a los demás. De este modo se emplean los juegos de palabras, rebajar lo humano a nivel animal por medio de la parodia, imitando y caricaturizando, desmitificando, satirizando, mediante técnicas de desplazamiento de sentido, o provocando sinsentidos o absurdos. Por último, se constatan en el siglo XX, de mano de la psicología experimental, un surgir de múltiples teorías que hacen del humor un mecanismo psicológico que define un cierto comportamiento. La Gestalt define el humor como la repentina reorganización de una totalidad de elementos por la percepción de uno inconexo con el resto. Para el psicoanálisis de Freud la risa y lo cómico surgen de la economía en el gasto de energía psíquica, manifestándose así pulsiones reprimidas que, de otra manera, no podrían aflorar. La energía psíquica es desplazada al superego, quedando el ego en estado de feliz inocencia. El humor sería el triunfo del principio de placer.

¿Qué podemos decir ante este piélago de opiniones? En primer lugar constatar que confunden lo humorístico con lo cómico (que a su vez consiste en la reacción de perder los papeles, de huida y de descolocamiento, con resultado de risa) ante una situación o pensamiento conflictivo o incongruente, al que no se le encuentra salida y que permanece como algo ajeno al observador. El chiste y la broma son articulaciones de lo cómico con lo irónico, con la sátira y otras formas de caricatura. El humor, en cambio, es pretensión de sentido no con intención dañina, sino de comprensión y conmiseración. Pero es evidente que no todo lo humorístico acaba en risa. Además, hay muchas causas de risa no humorística (cosquillas, histeria, mecanismo de defensa...). La risa es, en efecto, liberación de energía que no se controla; es la ruptura con lo serio. Pero el humor es algo serio (que no severo); no es dimisión hilarante ante un conflicto, sino un intento de encontrarle un sentido. No es tanto un divertirse, un dispersarse, o un liberarse del conflicto, como una integración biográfica. Además, debemos negar rotundamente la objetividad de lo cómico: depende siempre del contexto cultural, histórico, social. Lo cómico es siempre relativo, mientras que el humor es una actitud posible para todo hombre. La persona, para construirse como tal, se las tiene que ver no básicamente con estímulos, sino con la realidad, y no para responder mecánicamente, sino para hacerse cargo de ella. En esto consiste propiamente la razón formal del humor: no es tanto respuesta ante una incongruencia conceptual, no es la reacción ante un estímulo, sino el vérselas con una incongruencia vital o un acontecimiento inesperado. El humor exige madurez y dominio de sí. Surge algo que sorprende, pero no se pierden los papeles. Se trata, por tanto, de una flexibilidad creativa ante las circunstancias inesperadas. Por eso, el humor no se enfrenta a la seriedad, sino a la severidad, a la rigidez. Además, este hacerse cargo de la realidad es benévolo, sin resentimientos; es constructivo: por eso, la burla, la ironía, ridiculizar, son antitéticos del verdadero humor. El humor es una actitud de flexibilidad y creatividad ante el discurrir de la propia vida, y no tanto un conjunto de mecanismos intelectuales o literarios de producción de objetos risibles. Es posible ser muy chistoso o un gran cómico, por dominar las técnicas apropiadas, y carecer por completo de humor.

Todas las teorías psicológicas antes citadas son aceptables como explicación de lo cómico, pero no del humor. Frente a la Gestalt tenemos que señalar que lo que se reorganiza en el humor no son simples esquemas mentales, sino la propia biografía. Ante la postura psicoanalítica manifestamos que el humor sería el triunfo sobre el principio de realidad, pero no desde el de placer, sino desde la libertad personal. El psicoanálisis, al igual que el conductismo, deja fuera a la persona para ocuparse de mecanismos que supuestamente acontecen en ella; pero el humor es precisamente el triunfo de la persona frente a las adversidades y resistencias de la realidad, incluyendo sus propias pulsiones.

Además de todas las citadas, hay otra acepción cotidiana del humor: la capacidad de encajar serena y valientemente las cargas de la vida. Los estoicos fueron maestros en el proponer el buen ánimo ante las adversidades. En esta línea, Descartes invitaba a «vencerse a uno mismo antes que a la fortuna y alterar nuestros deseos antes que el orden del mundo».

Pero el humor es más radical que la simple eutimia estoica, puro voluntarismo que pretende encarar con fortaleza un Destino implacable. Porque el humor es la afirmación de la libertad personal, la negación de ciegos determinismos por la admisión de una trascendencia, de un sentido profundo de la vida, en función del cual se integran las dificultades y situaciones no previstas. No es el «me romperé, pero no me doblaré» del héroe trágico griego, sino el «me doblaré, pero no me romperé» que trajo consigo la nueva cosmovisión cristiana, sustenta la propia libertad y un sentido trascendente para el hombre, hacía de cada hombre no sólo actor y agente de su vida sino su autor. La persona, dice Zubiri, es una tarea para sí misma porque es suya y porque su vida no le es dada: tiene que configurarse ante las dificultades e irse modelando en sus actos y decisiones, ir «esculpiendo su propia estatua». Y ante estas dificultades, caben varias posibilidades: a) resistencia y rigidez (que trae consigo el llamado malhumor, el sufrimiento y, en última instancia, laangustia y el quebrarse psíquicamente, neurotizando la personalidad); b) estoica aceptación (la llamada resignación, que supone siempre una dimisión), voluntarista impasibilidad (valiosa, pero estéril); c) integración y superación de la misma. Esta será la actitud humorística: la de creatividad ante las circunstancias adversas o no previstas en el propio proyecto vital, en las propias expectativas, para asumirlas como nuevas posibilidades para el propio desarrollo personal. El humor es la continua admisión de la categoría de posibilidad que procede de la serena distancia ante la realidad que me ha tocado vivir.

II. CONCLUSIONES.

La alegría no es el simple estar contento (fruto de satisfacer alguna necesidad o de poseer algo anhelado), ni la felicidad (vivencia de la plenitud del propio ser). La alegría es, en realidad, la vivencia de dar de sí del propio ser hacia la plenitud. No es un mero sentimiento, ni un lábil estado psicológico. Se trataría más bien de la vivencia del propio ser en camino hacia la plenitud, en función de un sentido que alumbra este plenificarse.

Descubrir el para qué de la propia vida, es condición necesaria para poder tomar distancia frente a las acometidas de las adversidades e imprevistos, es decir, para el humor. Este sentido se descubre en el 7encuentro. Cuando el Yo se abre a un Tú, con respeto a lo que el otro es y con disponibilidad, se produce un ofrecimiento mutuo de posibilidades con sentido. El encuentro con la realidad y, de modo eminente, el encuentro con los otros y con el Otro, es la raíz de toda posibilidad y de todo sentido.

De este modo, porque la sonrisa es la manifestación de la propia dilatación en el Encuentro con otro, la sonrisa es también la manifestación propia del humor. La sonrisa es la manifestación del gaudium essendi, del gozo por el surgir mismo de mi ser. La alegría, y por tanto el humor, tiene, eso sí, unas exigencias. En primer lugar, la de aceptar la propia limitación, la propia contingencia, la de aceptarse como se es. Sólo es alegre (y no simplemente está alegre) el que, reconociendo su finitud, se abre al otro; es decir, el que no se clausura en su autosuficiencia. Por eso, el humor es la actitud de poner las cosas en su sitio, de relativizar lo que habíamos absolutizado, de liberarnos de falsos ídolos, de enfocar lo desenfocado, de salir de sí para abrirse, comprensivo, al punto de vista del otro, mirando todo lo que se recibe como un don. Sólo quien tiene la sencillez de esperarlo todo puede ser alegre. Y esto sólo es posible aceptando la propia imperfección.

Otra exigencia de la alegría, y por tanto del humor, es la de la capacidad de compromiso creativo con el sentido encontrado. Sólo desde este sentido puedo tomar distancia humorística de la realidad. Este sentido me confiere unidad interna (contraria a la dispersión propia de la diversión, de lo cómico...), que me permite no huir ni dejarme llevar por el resentimiento, sino adoptar una actitud de humor. Pero esta actitud, que brota de lo más íntimo, exige también silencio interior, recogimiento, recobrarse a sí mismo en lo más íntimo para, sin diluirse en lo exterior, tomar las riendas de sí. El humor es imposible para una vida inmediata, sin memoria, sin proyecto, sin dominio. Sólo llevando una vida personal, frente a toda masificación y todo individualismo narcisista, frente a toda relación de dominio o fusión, es posible el humor. El humor es, en definitiva, la manera genuinamente personal de enfrentarse creativa y fecundamente a la realidad.

BIBL.: FERNÁNDEZ DE LA VEGA C., O segredo do humor, Galaxia, Vigo 1983; Mc GHEE E. E., Humor. lts Origin and Development, Freeman & Company, San Francisco 1979; VÁZQUEZ DE PRADA A., El sentido del humor, Alianza, Madrid 1976; BERGSON H., La risa, Espasa-Calpe, Madrid 1986.

X. M. Domínguez Prieto