FAMILIA
DicPC


I. APROXIMACIÓN HISTÓRICA.

Para entender la historia de la familia es necesario, ante todo, reconocer que la configuración de la misma ha estado sometida a un cambio dinámico desde sus orígenes. La familia romana era el centro de las relaciones domésticas. Pero se trata de una familia que no se corresponde con nuestro modelo de familia. Lo mejor sería traducir el término latino por casa, algo así como una máquina para adquirir y mantener la riqueza. En la familia romana se integraban la esposa, los hijos y el cabeza de todos ellos, el paterfamilias, así como los esclavos y demás propiedades. Los juristas romanos entendían que el paterfamilias no era un miembro más de la familia, sino que se posicionaba al margen y por encima de ella. Sólo progresivamente, a partir del siglo III d.C., empezó a utilizarse el vocablo familia para significar ante todo las relaciones de sangre existentes entre sus miembros.

A finales del siglo V d.C. se había extinguido prácticamente la autoridad política romana en todo Occidente. Los primitivos pueblos germánicos que sucedieron a la autoridad romana tenían tres métodos legítimos de contraer matrimonio: por rapto, por compra y por mutuo consentimiento. El concubinato era muy frecuente y no estaba mal visto; también se permitía el divorcio con la posibilidad de volver a casarse, sobre todo durante el primer año de matrimonio, y particularmente en el caso de los varones. Durante los siglos VI al IX se produce un surgimiento de lo que ha sido interpretado como un nuevo tipo de estructura familiar y, consecuentemente, una redefinición de la familia en Europa Occidental. La situación anterior promovía la familia dominante durante el imperio romano, donde la familia de las clases pudientes difería sustancialmente de las clases más bajas en lo referente a las uniones familiares. En el reinado de Carlomagno, la familia se había convertido en un grupo corresidencial basado esencialmente en la relación paterno-filial, y no dependiendo ya de la clase social a la que se pertenecía. La cosmovisión cristiana agustiniana sobre el /matrimonio no fue asumida sin dificultades en estos siglos. Constatamos que el divorcio y el posterior matrimonio, el concubinato y las relaciones extramatrimoniales se mantuvieron como realidades sociales, singularmente en las clases nobles y pudientes. La familia experimentó un nuevo cambio dramático a comienzos del siglo XI con la aparición de la llamada revolución papal, con el contencioso entre Gregorio VII y Enrique IV. Desde entonces, se promovió el desarrollo de las universidades en toda Europa, lo que posibilitó la renovación de los saberes teológicos y filosóficos, y singularmente la aparición del derecho canónico. La revolución eclesial y sus secuelas contribuyeron a remodelar las ideas sobre la sexualidad, el matrimonio y la familia.

La virginidad se mantuvo como ideal de vida, y el matrimonio ocupaba un lugar inferior en la escala de valores. Los agustinianos bienes (antes llamados fines) del matrimonio se proclamaron como expresión de los componentes fundamentales del derecho natural y se les asignó un lugar prominente en el nuevo derecho. En el Decretum de Graciano (1140), primera gran colección de normas canónicas, se adoptó, como requisito indispensable, la capacidad de elegir libremente la propia pareja. El débito conyugal terminó por definirse –ius coniugale– y se le confirió la protección oficial que nosotros asociamos con el concepto moderno de los /derechos. Teniendo en cuenta que la familia medieval era, en muchos aspectos, una estructura jerárquica y patriarcal, el débito conyugal sirvió para equilibrar las relaciones. Se trataba de un derecho que cualquiera de las partes podía exigir y que la otra no podía negar libremente.

El mundo moderno de finales del siglo XX plantea una serie de nuevos retos a la familia. Algunos afirman que vivimos en una sociedad posmatrimonial. Los sistemas jurídicos de casi todos los países occidentales ya no apoyan positivamente el matrimonio, entendido de acuerdo con los bienes agustinianos. La estabilidad simbólica ni siquiera se menciona ya en los modernos análisis legales; el divorcio se concede fácilmente. Se aceptan socialmente las relaciones sexuales fuera del matrimonio, a la vez que las nuevas tecnologías facilitan el control de la natalidad y el aborto. Se plantean nuevos horizontes derivados de los estudios psicológicos acerca de la naturaleza del afecto humano, que posibilitan el poder formarnos una conciencia más profunda de ciertos aspectos de la relación matrimonial y familiar.

Casi siempre que se ha producido un gran cambio social e histórico, este ha repercutido sobre la familia. Dos cambios históricos han modificado fundamentalmente a la familia: 1. La primera revolución agrícola que hubo en la historia de la humanidad allá por el Neolítico, que fue fundamental para la estructura familiar. En efecto, generó, porque económicamente posibilitó, unas estructuras que propiciaron que se creasen diversas formas de estar juntos marido, mujer e hijos, además de otros parientes y sirvientes. Esta estructura se cristianizó cuando llegó la era cristiana y prácticamente ha permanecido igual hasta finales del siglo XVIII y XIX (la familia preindustrial); 2. La revolución industrial ha producido notables cambios en la estructura familiar. Renovaciones aceleradas que producen serios desajustes y reajustes de asimilación en la institución familiar.

H. REFLEXIÓN SISTEMÁTICA.

La familia es, fundamentalmente, una institución humana, simultáneamente natural y cultural. La familia, en cuanto institución, presenta unas funciones muy significativas y determinantes para las sociedades y los individuos: a) funciones universales (procreación y crianza de los hijos); b) funciones cambiantes (económicas, culturales, políticas, religiosas, educativas, sanitarias, protección de ancianos, niños y enfermos...). Hay momentos en la sistematización familiar donde la familia es un valor en alza y otros en que se ubica a la baja.

En la mayor parte de las culturas del mundo, la familia institucionaliza las relaciones biológicas intergeneracionales, ampliadas y perpetuadas mediante matrimonios entre grupos de parentesco. Una de las funciones de la familia consiste en canalizar el potencial procreativo de la sexualidad de modo socialmente organizado, a fin de que la siguiente generación se forme y se socialice dentro de unas estructuras estables. Las formas familiares tradicionales han sido de carácter patriarcal y jerárquico, prácticamente en todas las culturas y civilizaciones del mundo. En muchas sociedades la pertenencia a una determinada familia condiciona la afiliación política y religiosa de las personas. En nuestra época, el valor de la familia surge con fuerza, solidez y vigor en nuestro ambiente. Bien se observa que, poco a poco, van desapareciendo las ingenuas /utopías que profetizaban el final de la familia, pero también carecen de un mínimo de credibilidad los hueros requiebros a favor de la institución familiar. No podemos olvidar que la familia se fundamenta sobre la condición humana, condición frágil, aunque duradera.

Hay una diversidad aceptada de modelos de familia: tradicional, nuclear, posnuclear. En las modernas sociedades industriales, la familia, en la mayoría de las ocasiones, queda reducida a los límites del modelo nuclear (la pareja y sus hijos), cuyas tareas y roles expresan la escisión clara y contundente entre lo público y lo privado, entre el trabajo y el hogar. Aquí la familia ya no es célula primordial de la producción de una sociedad. Consume lo que no produce. El dinero, que es lo que prestigia, y el trabajo, que es lo que da seguridad a la vida, se tiene fuera de la familia; se produce una conmoción intrafamiliar sustancial. Las grandes urbes, con el sistema de trabajo, reducción geográfica de la casa, diversión fuera de casa..., contribuyen al replanteamiento, y a veces relajación, del sentido de parentesco y de pertenencia. Otro dato importante es el trabajo extradoméstico de la mujer, con sus derivados de independencia y relación con las tareas del hogar y de la educación de los hijos. Cuando empezaron los cambios en la familia, los primeros sociólogos y otros expertos sobre el tema profetizaron que la familia iba a desaparecer en el siglo XX. Estas calamidades no se han cumplido, sino que han hecho que la visión sobre la familia y su futuro inmediato sea más real. La familia presenta varios aspectos fundamentales:

1. El «ser» de la familia. El ser de la familia lo situamos en su función personalizadora. Esta función humanizadora de la familia se pone de manifiesto en su doble vertiente: en su dinamismo personalizador y en su fuerza socializadora. La familia es el ámbito adecuado para la conformación del sujeto humano y la transmisión de valores convertidos en proyectos de vida. La urgente tarea personalizadora se expresa a través de estos dinamismos: posibilitando la integración del yo personal; abriendo cauces de una relación psicoafectiva adulta. El /personalismo familiar sólo alcanza su plenificación en la fuerza socializadora del hogar, gestando un sistema interrelacional sobre una cosmovisión axiológica que teje el clima familiar: el amor, la justicia y el diálogo; promoviendo un ser crítico ante las situaciones deshumanizantes y masificadoras de la vida social.

2. El quehacer de la familia. Esta función de la familia se desarrolla al menos en tres actuaciones importantes: la formación de una comunidad de personas; el servicio a la vida; y la participación en la sociedad. Las relaciones interpersonales (conyugal, paternidad y maternidad, filiación, fraternidad) incardinan a toda persona en la gran familia humana. Las interacciones de las personas en la familia construyen una comunidad de personas. En la vida familiar, la ley del amor posibilita la participación y la comunicación, no la servidumbre y la dominación. La familia personaliza cuando el amor es principio de comunión en la construcción de las personas, en la intercomunicación mediante actitudes: de gratuidad, de constante comprensión y /tolerancia, de respeto en su singularidad, promoviendo una actitud democrática frente al autoritarismo; igualitaria frente al machismo; corresponsable frente a la irresponsabilidad desequilibrante y destructora. La participación en el desarrollo social desde la familia se encauza a través del sistema de valores, donde se cultiven el don de sí mismo, el sentido de la verdadera justicia y del auténtico amor, formación-información de personas críticas, dialogantes, con sentido de justicia, tolerancia y /solidaridad.

3. Actualidad de la familia. Constatamos que, al menos en los países occidentales, nos encontramos ante una profunda variación histórica en la manera de entender y vivir la institución familiar. El cambio familiar se expresa en: a) Los valores que condicionan el universo significativo de la institución familiar. La familia se fundamenta sobre unos valores que la caracterizan institucionalmente. Valores universales como autodesarrollo personal, desenvolvimiento psicológico de la afectividad y la sexualidad, trascendencia de los progenitores, integración e intervención de la familia en la red de las relaciones sociales. Ahora bien, los valores en su escala axiológica varían notablemente. Sirva como ejemplo: el cambio en las relaciones humanas como actitudes individualistas, como talante de realización personal ante la sociedad; la variación en el modo de entender y de experimentar la /felicidad personal; el nuevo comportamiento en la vivencia de la sexualidad, no identificada con procreación, sino entendida como una dimensión libre de la persona. b) La institución familiar, como lugar sociológico, es poderosa transmisora de valores y su repercusión se manifiesta en el cambio del modelo recesivo y emergente de familia.

Y podemos señalar como factores motivantes que configuran la institución familiar, en su situación cambiante, los siguientes:

1. La pareja humana, el matrimonio, en cuanto origen institucional de la familia, ha realizado un recorrido histórico muy significativo, pues desde el matrimonio por conveniencia o por arreglo interfamiliar, se ha pasado al matrimonio-alianza, de este al matrimonio fusión, y de este al matrimonio mero-'consenso. 2. El desafío de la duración, aspecto relativamente nuevo en la historia de la familia. 3. El sentido de la sexualidad, sobre todo en una cultura como la actual, dominada por la tendencia a la separación entre la sexualidad, el matrimonio y la familia; se trata de buscar un nuevo fundamento para una comprensión más profunda y auténtica de la sexualidad, teniendo en cuenta las adquisiciones de las ciencias humanas. 4. Un nuevo modelo de familia: la familia no conyugal. 5. La familia monoparental, familias multiparentales (agregados familiares formados con hijos provenientes de previos matrimonios); en este tipo de familias ha tenido un peso fuerte la introducción de los divorcios, las separaciones... 6. El surgimiento de otras uniones, al margen de la pareja y de las uniones libres heterosexuales, como las uniones entre homosexuales y la posibilidad de formar familia mediante la adopción y las técnicas de reproducción humana asistida. En definitiva, la institución matrimonial y familiar se encuentra cuestionada socialmente.

4. El ciclo vital. familiar. Tengamos en cuenta algunos elementos significativos de cambio en la familia y en la pareja: a) Las relaciones familiares ad intra cobran un sentido más igualitario, por descenso del machismo y por el fuerte ascenso del rol de la mujer; a la vez hay una actitud emancipatoria de la mujer y de los hijos, que se expresa en una conciencia más democrática en la familia, favorecida por la desaparición del patriarcalismo y por la aceptación del papel social de la mujer y los derechos de los hijos en la familia. b) La fecundidad se realiza mediante una actitud más responsable maternal y paternalmente; una fecundidad libre. Pero junto a este comportamiento, conviene tener en cuenta la fecundidad de la madre soltera, la fecundidad adolescente y la fecundidad mediante técnicas de reproducción asistida. Por ello, urge un discernimiento axiológico para reorientar las nuevas situaciones de la pareja y de la familia en el momento actual.

III. LA FAMILIA AL SERVICIO DE UNOS VALORES NUEVOS.

En la familia europea pesan siglos de tradición burguesa y rural, prejuicios ancestrales de tipo patriarcal, patrimonial y, a veces, sacra]; un sistema multifuncional, cerrado, de funcionamiento laboral, económico, asistencial, educativo..., de gran poder. Con sus rasgos positivos, como la enorme solidaridad social, que producía la compenetración entre padres e hijos, el arraigado sentido de pertenencia, la seguridad emocional, el sentido grupal de la familia...; en definitiva, una convivencia familiar totalizante. También mostraba algunos inconvenientes, como su poca iniciativa y su casi ausencia en el desarrollo de su ser familia; poco preocupada por la persona, aunque se ansiaba y buscaba a toda costa la solidez del conjunto familiar; el poder jerárquico y paternalista en su actuación como ser familia...

En definitiva, proponemos una terapia de la pareja en relación a los roles paterno y materno, al concepto de hogar y de unidad familiar. A la familia, desde su perspectiva humanizante y personalizadora, le conviene reflexionarse desde una 2'axiología emergente: 1. Un sentido de destino y de identidad que rompa los límites estrechos de la cultura y de los individuos. 2. Una superación del concepto vinculante de la consanguinidad. 3. Un impulso de la libertad y la liberación de todos sus miembros, alejando los mecanismos de posesión, sumisión y dependencia, y propiciando la solidaridad, la tolerancia y la adultez intra y extra familiar. 4. Un replanteamiento de la economía con un sentido profundo, social y solidario, cósmico y humano. 5. Un esfuerzo por desempeñar un rol irremplazable en las funciones de socialización, equilibrio personal-familiar y gratificación afectiva. Sólo así se puede trabajar y promover un modelo de familia cuyo rostro sea escuela de diálogo; taller de /fraternidad, gratuidad y solidaridad; educadora de libertad y responsabilidad, cultivadora de la unidad en la diversidad. Un hogar abierto y comprometido en la construcción de una persona y un mundo nuevos.

 

BIBL.: AA.VV., Vuelve la familia, Encuentro, Madrid 1988; BURGUIÉRE A. Y OTROS, Historia de la familia, 2 vols., Alianza, Madrid 1988; KOENING L., La familia en nuestro tiempo, Siglo XXI, Madrid 1981; LACROIX J., Fuerza y debilidades de la familia, ACC, Madrid 1993; PARADA NAVAS J. L. (ed.), Perspectivas sobre la familia, Instituto Teológico Franciscano, Murcia 1994; SEGALEN M., Antropología histórica de la familia, Taurus, Madrid 1992.

J. L. Parada Navas