Resulta oportuno, al principio de esta exposición, anteponer una premisa sobre el método con que vamos a desarrollar este tema.

El criterio fundamental será el siguiente: haremos una reseña de los autores del NT que hablan de la madre de Jesús, disponiéndolos según el orden cronológico aceptado generalmente por la crítica de nuestros días. Son los siguientes: la carta de Pablo a los Gálatas (año 49, o quizá 53-57 d.C.), Marcos (por el año 64), Mateo (en torno al 70-80), Lucas en el evangelio y en los Hechos (hacia el año 70), evangelio de Juan (entre el 90 y el 100), Apocalipsis 12 (entre el 90 y el 100).

Al adoptar esta sucesión cronológica, prescindimos de los recientes intentos de revisar la fecha de los escritos neotestamentarios 1. Los resultados renovadores que se han presentado siguen considerándose como hipótesis de investigación. Por consiguiente, nos atendremos a las opiniones corrientes más difundidas, esperando que las nuevas pistas de profundización alcancen éxitos más consistentes.

Los testimonios mariológicos del NT, tomados cronológicamente ofrecen una ventaja indudable, ya que permiten ver de qué manera y según qué progresión los autores inspirados tomaron conciencia de la persona y del papel de María a lo largo de toda la historia de la salvación: primero en sus prefiguraciones veterotestamentarias y luego en su misión maternal respecto a Cristo y a la iglesia.

Cada uno de los versículos y cada una de las perícopas serán examinados recurriendo ante todo al contexto próximo y remoto de la sagrada Escritura. Contextualmente, no dejaremos de utilizar algunas de las fuentes extrabíblicas, especialmente las del judaísmo antiguo, que sirvan para iluminarnos sobre el sentido genuino de los libros sagrados. Y tendremos en cuenta los principales resultados de la exégesis moderna, representados por las aportaciones recogidas en la sección bibliográfica [-> Apócrifos].

 

 

I. Pablo

Pablo recuerda a la madre de Jesús en Gál 4,4. Es el primer testimonio mariano del NT. En -> Madre de Dios (1,1) y -> Virgen (11,1, a) hemos examinado este versículo para subrayar lo que se refiere a la maternidad de María (como mujer mediadora de la encarnación del Hijo de Dios) y también para preguntarnos si Pablo estaba ya al tanto del misterio de la concepción virginal. Aquí bastará con detenernos en dos puntos: ¿cuándo se escribió esta carta?, ¿qué es lo que significa la plenitud del tiempo a la que se refiere el apóstol?

1. FECHA DE LA EPÍSTOLA A LOS GÁLATAS. A juicio de algunos, Pablo escribió esta carta antes del año 49. Es la teoría llamada surgalática, según la cual "las iglesias de Galacia" serían las de Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe, fundadas durante el primer viaje misionero del apóstol (He 13,14-14,23) y visitadas de nuevo al comienzo del segundo (He 15,36; 16,1). Otros se pronuncian más bien por el año 56/ 57: es la corriente llamada norgalática, que sostiene que los destinatarios del escrito son las comunidades cristianas de los distritos de Ancira, Tavium y Pesinunte, erigidas durante el segundo viaje y visitadas de nuevo al comienzo del tercero (He 16,6; 18,23). Aun dentro del ámbito aproximativo de esta cronología, la carta a los Gálatas es de los documentos más antiguos de todo el NT.

2. LA "PLENITUD DEL TIEMPO". La mención de la madre de Jesús en Gál 4,4 es solamente indirecta, incidental, casi de pasada, situada en un contenido que tiene como argumento primordial la encarnación del Hijo de Dios. Afirma Pablo: "Cuando vino la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley..." ¿Qué es lo que quiere enseñar Pablo con esta expresión?

El lenguaje del apóstol entona con la forma con que Dios quiso salir al encuentro del hombre. Para socorrer a la humanidad, para hacernos plenamente hijos suyos incluso después de la experiencia del fracaso del pecado, Dios se sumerge dentro de los hechos de nuestra historia. Escoge a un pueblo (Israel); lo educa, hablándole por medio de los profetas, portavoces suyos "muchas veces y en diversas formas" (Heb 1,1); de este modo toma parte en sus vicisitudes, con las implicaciones que tenían en el marco político nacional e internacional del antiguo medio oriente. Así pues, si la salvación del hombre realizada por Dios se lleva a cabo dentro de la historia, entonces es natural hablar de los tiempos que ponen ritmo y cadencia a la historia: siglos, años, meses, días, horas...

Cuando el Padre envía a su Hijo al mundo, los tiempos del designio divino alcanzan su plenitud. Ha llegado la etapa definitiva; termina, por así decirlo, la cuenta atrás. Cristo es el punto omega. En su persona, en lo que él dijo e hizo "en los días de su carne" (Heb 5,7), tenemos la estación madura de la redención que el Padre quería darnos. Israel y la humanidad pasan de la infancia a la edad adulta; ahora, somos efectivamente "hijos de Dios" (cf Gál 4,1-7).

Exactamente en esta cima del plan redentor es donde se coloca María. A través de su ministerio maternal, el Hijo del padre, preexistente al mundo, se arraiga en el tronco de la humanidad. Ella es la mujer que lo reviste de nuestra carne y de nuestra sangre (cf Heb 2,14).

CONCLUSIÓN. Gál 4,4 es solamente el germen inicial de la doctrina mariana, que desarrollarán a continuación los demás documentos del NT. ¡Es preciosísimo el testimonio de Pablo! Aunque sobriamente, declara que la persona de María está vinculada vitalmente al proyecto salvífico de Dios.

 

II. Marcos

Después de Pablo, encontramos dos noticias lacónicas sobre María en el evangelio de Marcos: 3,31-35 y. 6,3. Las cuestiones suscitadas por Mc 6,3 se examinan en / Virgen (II,1, b). Pasamos, por consiguiente, a Mc 3,31-35, con su contexto respectivo (vv. 20-21.22-30).

La escena que allí se describe es la siguiente: Jesús y los Doce -elegidos recientemente "para que estuvieran con él" (Mc 3,13-19)- llegan a una casa, quizá la de Simón Pedro, en Cafarnaún (cf Mc 1,21.29; 2,1). La gente les agobia, hasta tal punto que ya no podían ni comer (3,20). Y el evangelista prosigue diciendo: "Entonces los suyos (griego: oí par' autoú), oyendo esto, salieron para llevárselo con ellos, pues decían: `Está fuera de sí"' (3,21).

Las eventuales implicaciones marianas de este episodio podrían derivarse de los vv. 31-35 del mismo capítulo. En efecto, allí el evangelista nos ofrece esta noticia: "Llegaron la madre y los parientes de Jesús y, quedándose fuera,' lo mandaron llamar. La muchedumbre estaba sentada a su alrededor cuando le dijeron: Mira, ahí fuera te buscan tu madre y tus hermanos y hermanas. Él respondió: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Pues quien hiciere la voluntad de Dios, ése será mi hermano, mi hermana y mi madre':

Muchos exegetas sostienen que los vv. 20-21 tienen que relacionarse con los vv. 31-35. Consiguientemente, "los suyos", que se mencionan en el v. 21, deberían identificarse con la madre y los hermanos de Jesús. Y aquí surge la cuestión que se refiere a María: también ella estaría complicada en el juicio que los familiares de Jesús expresan en relación con su pariente ("Está fuera de sí"). ¿Puede aceptarse esta lectura? Y en caso afirmativo, ¿qué sentido habría tenido la salida de los parientes de Jesús, con la presencia de María? Respondamos punto por punto a todos estos interrogantes.

1. ¿Mc 3,20-21 EN RELACIÓN CON 3,31-35? La respuesta más probable se inclina por el sí. Los motivos que la apoyan son por lo menos los siguientes:

Las antiguas versiones siriacas tradujeron la expresión oí par'autoú del v. 21 por "sus hermanos" (sirosinaítica), "los parientes" (Taciano, peshitta y arclense).

Una variante de la tradición manuscrita. En varios códices de los ss. lv-vu el v. 21 a dice de este modo: "Oyendo (esto) de él, los escribas y los otros salieron..." (códices D y W, más otros de la "Vetus latina": a, b, c, e, f, ff2, g1,2, i, q, r). El motivo de semejante versión, que sustituye a "los suyos" por "los escribas y los otros", parece ser el siguiente: los amanuenses de los citados códices veían en los oí par' autoú ("los suyos") del v. 21 a los familiares de Jesús, especificados luego en los vv. 31-35; pero al mismo tiempo eran conscientes de la dificultad que suponía atribuir también a María el juicio expresado por ellos en contra de Jesús: "Está fuera del sí" (v. 21). Por eso hay que creer que cambiaron el texto de la manera que hemos dicho.

Dos particularidades del estilo de Marcos. El evangelista nos ofrece un par de razones más directas para relacionar los vv. 20-21 con los vv. 31-35. Son de naturaleza redaccional:

1) De lo general a lo particular. En muchas ocasiones a Marcos le gusta presentar de manera global y genérica a una o a varias personas, o bien a un grupo, a una multitud; en un segundo tiempo (a menudo después de una interrupción) presenta una descripción más detallada de los mismos sujetos, o bien dando su nombre o bien ofreciendo alguna noticia más concreta sobre ellos. Bastará algún ejemplo para ilustrarlo: 2,2.6: "Acudieron tantos que ni a la puerta cabían...; algunos de los escribas allí sentados..."; 3,13.14.16: "Llamó a los que él quiso... Designó a doce... Simón, Santiago" (siguen los nombres de los demás); 4,1.10: "Y acudió a él tanta gente... Cuando se quedó a solas, los Doce y los que estaban... 6,34.44: "Vio Jesús la gran muchedumbre... Fueron cinco mil hombres '; 7,25-26: "Una mujer, cuya hijita tenía un espíritu inmundo... Esta mujer era pagana, sirofenicia de nación..." (cf 5,2-5); 11, 14.20-21: "Y lo oyeron sus discípulos... Al pasar otra vez por la mañana..., Pedro dijo a Jesús" (cf 14, 33.37).

Esta técnica redaccional de Marcos parece aplicarse también a 3,20-21 y 31-35. En 3,21 el evangelista ofrece una primera descripción de conjunto y todavía imprecisa del grupo introductorio ("los suyos'); luego, en los vv. 31-35 recoge, pero aclarando quiénes son esas personas calificadas como "los suyos"; son en realidad la madre, los hermanos y las hermanas de Jesús.

 

2) Una construcción de tipo A-B-A: Otro procedimiento estilista de Marcos nos ayuda a descubrir la concatenación de los versículos que estamos analizando. Al menos en tres casos el evangelista se complace en comenzar el relato de un hecho (A); luego deja en suspenso el relato apenas iniciado para introducir un segundo (B); acabado el segundo, vuelve al primero (A'). He aquí tres ejemplos: 5,21-43: la hija de Jairo (vv. 21-24), la hemorroísa (vv. 2534), la hija de Jairo (vv. 35-43); 6,730: misión y partida de los Doce (vv. 7-13), martirio de Juan Bautista (vv. 14-29), regreso de los Doce (v. 30); 14,53-55: Jesús ante el sanedrín (v. 53), Pedro en el patio de la casa del sumo sacerdote (v. 54), testimonio del sanedrín contra Jesús (v. 55).

Esta misma construcción (en bocadillo la llaman algunos) sirve de conexión en los vv. 20-35: la gente y "los suyos" (vv. 20-21), controversia entre los escribas que han bajado de Jerusalén y Jesús (vv. 22-30), la madre y los hermanos y hermanas de Jesús, rodeado de la gente (vv. 3135). Teniendo en cuenta la estructura subyacente a los trozos señalados, "los suyos" del v. 21 serían efectivamente los miembros de la familia de Jesús (madre y hermanos), nombrados en los vv. 31 y 32.

Puntualizando ahora las cosas, hemos de decir que los dos pasajes de Mc 3,20-21 y Mc 3,31-35, aunque representaban en su origen dos relatos independientes, en el estado actual de la redacción marciana tienen una apelación recíproca. Toda la secuencia de Mc 3,20-35 se articula en torno a tres juicios emitidos en contra de Jesús: "Está fuera de sí" (v. 21: los suyos); "Tiene a Beelzebul y lanza a los demonios con el poder del príncipe de los demonios" (v. 22: los escribas); "Tiene espíritu inmundo" (v. 30: los escribas, al parecer). A los escribas Jesús los combate en los vv. 23-29. A sus propios familiares les replica en los vv.'33-35.

2. EXÉGESIS DE Mc 3,21. Analicemos cada uno de los términos

"Entonces los suyos... ".« de todo lo que hemos dicho anteriormente se puede sacar la conclusión de que los suyos" son realmente los familiares de Jesús (su madre y sus hermanos) 2; teniendo también en cuenta la filología bíblica, la expresión o¡ par' autoú puede significar "los parientes" (cf Prov 31,21 Setenta; Dan 13,33); "... al oír... ': el texto no desciende a detalles: ¿qué noticias llegaron a oídos de los parientes de Jesús? Si nos atenemos al contexto inmediato (v. 20), quizá esté en juego el entusiasmo de la gente que impide a Jesús y a los suyos tomar alimento, pero no hay que excluir los efectos que la predicación y los prodigios de Jesús producían en la gente, en los escribas y los fariseos, ya desde el principio (cf Mc 1,14ss). Además, en particular, Marcos nos ha dicho poco antes (3,6) que los fariseos y los herodianos habían tomado la resolución de perderlo;

`... salieron... ':es un verbo que le gusta a Marcos, usado en el sentido amplio de ira; según la mentalidad semítica, el que viene, el que llega a un lugar, se supone que sale de otro;

"... para prenderlo "(griego: kratésai): en cuanto al uso del verbo kratéó (prender), Marcos tiene una gama un tanto diferenciada: significa "tomar por la fuerza", "arrestar", en los relatos de la pasión del Bautista (6,17) y de Jesús (12,12; 14,1.4446.49.51), pero en otros contextos kratéó tiene un sentido más mitigado, más interiorizado; así se dice de Jesús que "toma la mano" de la suegra de Simón (1,31), a la hija de Jairo (5,41) y al niño epiléptico (9,27) para ejercer su función taumatúrgica; o bien, de los fariseos y de todos los judíos que "conservan" sus tradiciones (7,3.4), o también de Pedro, Santiago y Juan que "retienen en su interior" lo que habían visto en el monte de la transfiguración (9,10). En la situación que nos refiere Mc 3,21.31-35 -a diferencia de lo que piensan muchos- no se diría que kratéó exprese un propósito violento, como si los familiares quisieran prender a Jesús por la fuerza. Ateniéndonos siempre al tenor de la redacción marciana, no irrumpen con propósitos policiales; en efecto, precisa el evangelista, lo buscan (v. 32), pero quedándose fuera y mandando a llamarlo (v. 31); Jesús no se lo reprocha, sino que más bien se aprovecha de aquella visita para declarar que sus verdaderos parientes son los que cumplen la voluntad de Dios (v. 35);

`...porque decían... ': el sujeto del verbo "decían" podría ser también la gente, el pueblo, desde el momento en que Marcos utiliza la forma impersonal en plural ("dicen", "se admiraban", "llevan"...) unas veintitrés veces 4; incluso en ese caso es por lo menos seguro que los parientes comparten lo que dice la gente. Sin embargo, el sujeto más inmediato del verbo "decían" en el v. 21 son "los suyos"; efectivamente se da un paralelismo de situación entre el v. 21 y el v. 22. En ambos hay un sujeto, un verbo de movimiento y un juicio: "Los suyos... salieron... porque decían: Está fuera de sí" (v. 21); "Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: ¡Éste tiene a Beelzebul!" (v. 22).

"... ¡Está fuera de sí!" (griego: ekséste); el verbo griego empleado por Marcos es ekséste, de eksístamai (estar fuera, de ahí éxtasis). En el NT aparece diecisiete veces (Mt, una vez; Mc, cuatro veces; Lc, once veces; Pablo, una vez). El sentido más frecuente es la sensación de asombro que suscitan los prodigios de Jesús (Mt 12,23; Mc 2,12; 5,42; 6,51; Lc 8,56), sus palabras de sabiduría (Lc 2,47), la resurrección (Le 24,22), pentecostés (He 2,7.12; 10,45), los milagros realizados por el diácono Felipe (He 8,13), las artes mágicas de Simón (He 8,9.11), el regreso de Pedro de la cárcel (He 12,16) y la predicación de Pablo en Damasco inmediatamente después de la conversión (He 9,21). Está además 2Cor 5,13: "Si estamos fuera de juicio, es por Dios; si somos cuerdos, es por vosotros". Pablo se hace portavoz de lo que pensaban los corintios de su apostolado: según algunos de ellos, él ponía tanto celo que era juzgado como fuera de juicio (cf He 26,24-25). En cuanto a Mc 3,21, el sentido que parece adaptarse mejor al contexto es precisamente el de 2Cor 5,13. Es decir, los parientes de Jesús opinan que él está exagerando en el modo con que se entregaba a su propia misión. Efectivamente, descuida las necesidades más elementales, como el comer (v. 20). Sobre todo desde el principio de su predicación provoca reacciones violentas contra él: los fariseos y los herodianos ya se han puesto de acuerdo para encontrar la forma de eliminarlo (Mc 3,6).

Juan, por su parte, recoge una noticia complementaria sobre la falta de comprensión que Jesús encontraba en su círculo familiar: "Ni siquiera sus hermanos... creían en él" (Jn 7,5). Su falta de fe, como se deduce del contexto de ese paso, se deriva del hecho de que ellos tenían proyectos más ambiciosos (y quizá más interesados) sobre la forma con que Jesús debería manejar su carisma mesiánico.

3. ¿QUÉ PENSAR DE MARÍA? Volviendo ahora a Mc 3,20-21.31-35, tenemos que arrostrar la cuestión más delicada en relación con la escena que allí se describe: ¿qué sentido puede tener la presencia de María entre los familiares que vienen a retener, a moderar a Jesús? 5 ¿Es quizá indecoroso atribuir también esta actitud a María? No lo es, con tal que tomemos en serio los datos que nos presenta la biblia relativos al progreso de la fe en María.

Como es sabido, es sobre todo Lucas el que se detiene más tiempo en esta dimensión. Pero también Marcos levanta el velo sobre un rasgo tan humano de María de Nazaret. La imagen que de ella nos ofrece es la de una mujer maternalmente preocupada por la suerte de su hijo. No es de maravillar que también María, un día, cuando algunos empezaron a tramar contra la vida de Jesús (Mc 3,6), acudiese a su lado para inducirlo a que tuviese más precaución. En principio, ella misma pudo albergar preocupaciones todavía demasiado humanas por la misión y por la obra de Jesús. Hasta aquí llega Marcos, sin ir más allá. Queda fuera de su perspectiva el decirnos si María superó y cuándo lo hizo esta fase limitada de su fe, para alcanzar una comprensión más perfecta sobre cómo tenía que recorrer Jesús su propio camino. Marcos deja el tema abierto, pero sin avanzar objeciones en contra. Estrictamente hablando, por ejemplo, en 6,2-6 él no nos dice que fueran la madre o los hermanos y hermanas los que se escandalizaban de Jesús, sino "la multitud" que lo escuchaba en la sinagoga (v. 2).

La intención principal de Mc 3,2021.31-35 es distinta, solicitada quizá (piensan diversos autores) por la presencia de algunos parientes de Jesús que vivían dentro de la iglesia judeocristiana. Marcos entonces advierte a su comunidad que el mismo parentesco carnal con el Señor no es un título suficiente para seguirle con las debidas disposiciones. Una prueba de ello es el hecho de que, cuando Jesús comenzó su ministerio público, sus familiares lo buscaban, pero "quedándose fuera" (vv. 31.32), es decir, sin adentrarse en el misterio profundo de su persona, en todas sus implicaciones (cf Mc 4,41: "¿Quién es éste...?"). En efecto, ellos albergaban ilusiones y opiniones todavía inadecuadas sobre Jesús, ya que pensaban: "Está fuera de sí" (v. 21). Para superar estas ideas imperfectas y hacerse verdaderos parientes de Jesús, Sabiduría encarnada 6, los miembros de su familia según la carne tenían (y tienen) que recorrer un camino de fe. En otras palabras, es preciso "hacer la voluntad de Dios" (v. 35). Solamente recorriendo estos senderos entra uno a formar parte del círculo de los discípulos, es decir, de aquellos que "están sentados en torno" a Jesús (vv. 32.34) en aquella "casa" mística (v. 20), que, a juicio de algunos exegetas7, podría ser su iglesia. Esta es ahora la auténtica familia del Señor, la escatológica (v. 35), que consta de los Doce, llamados por Jesús "para que estuvieran con él" (Mc 3,14); y está formada además por los discípulos de todos los tiempos que, junto con los Doce, se sitúan "alrededor de Jesús" (cf Mc 4,10; 8,34a) y "van tras él" (cf Mc 8,34b). Lucas será más explícito en decirnos que ése fue efectivamente el camino que escogió María.

CONCLUSIÓN. No se trata realmente (como ocurría de vez en cuando incluso en el pasado más reciente) de relegar a Mc 3,20-21.31-35 entre los pasajes llamados antimariológicos. Todo lo más es un testimonio precioso de los verdaderos vínculos que crean la comunión con Jesús. Marcos enseña que incluso María, la criatura más unida a Cristo con los vínculos de la sangre, tuvo que elevarse a un orden de valores más alto. Las exigencias de la misión del Hijo la inducían a veces a renunciar a sus ideas (muy humanas, por otra parte) de madre según la carne. Después de haber llevado a Jesús en su seno, era preciso que lo engendrase en el corazón, cumpliendo la voluntad de Dios (cf Mc 3,35), una voluntad que se hacía manifiesta en lo que decía y realizaba Jesús. Así la figura de María madre se armoniza y se completa con la de discípula.

III. Mateo

Mateo transmite dos tipos de memoria relativos a María: uno durante el ministerio público de Jesús, el otro en los dos primeros capítulos, los de la infancia.

Para el ciclo de la predicación de Jesús, Mateo anota la visita que le hacen su madre y sus hermanos (12,46-50): un episodio que está también presente en Mc 3,31-35 (/ supra, 11) y en Lc 8,19-21 (/ Sabia IV, 2). Además, como ya había hecho Marcos (6,3), Mateo recoge el comentario de los habitantes de Nazaret sobre Jesús: "¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros?" (Mt 13,55; / Virgen 11, 1, b; 6, a).

Pero es sobre todo en los dos primeros capítulos donde Mateo nos ofrece su testimonio autónomo sobre María. En otros lugares de este Diccionario se examinan varios problemas de carácter mariológico planteados por Mt 1-2: en ->Virgen (II, 1, c; 6, b) se trata Mt 1,16.21-25; 2,2; en ->Reina (II, 1, c) se comenta Mt 2,11; en ->Madre de Dios (1, 2) aparecen algunas observaciones sobre Mt 1,21.23; véase también ->José (1).

Así pues, recogemos en el ámbito de esta sección los aspectos restantes de Mt 1-2, siempre desde una perspectiva mariológica. Hablaremos ahora de la genealogía de Jesús y de la relectura de Is 7,14 por parte de Mt 1,22-23.

1. Mt/1/1-16: LA GENEALOGÍA DE JESÚS. Mateo abre el c. 1 de su evangelio con el siguiente título: "Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán" (v. 1). Este título se encadena inmediatamente con los vv. 2-16. Efectivamente, el último nombre del v. 1 (Abrahán) se repite al comienzo del v. 2: "Abrahán engendró a Isaac..." Y en los versículos que siguen (2-16), el evangelista va desplegando el árbol genealógico de Jesús, llamado Cristo.

Por explícita declaración del propio evangelista (v. 17), esta lista de nombres que va desde Abrahán hasta Cristo (vv. 2-16) se subdivide en tres grupos, cada uno de los cuales comprende catorce nombres. El primer grupo va desde Abrahán hasta David (vv. 2-6); el segundo, desde el rey David hasta "Jeconías y sus hermanos, en tiempos de la deportación en Babilonia" (vv. 6b-11); el tercero cubre el período que parte del destierro en Babilonia (con Jeconías como primer nombre) y llega hasta Cristo (vv. 12-16). El objetivo de esta genealogía es mostrar que Jesús desciende de Abrahán y de David; por tanto, es el heredero de las promesas hechas a estos dos patriarcas de Israel. Dios le prometió a Abrahán: "En ti (en tu descendencia) serán bendecidas todas las familias de las gentes" (Gén 12,3 en los Setenta; cf 18,18; 22,18; 26,4; 28,14). A lo largo de la historia de la salvación, Dios se comprometerá a realizar sus promesas mediante la dinastía de la casa real de David (2Sam 7).

a) "Libro de la genealogía:.. " El comienzo de Mt 1,1 suena de esta forma: "Bíblos ghenéseos Iesoú Christoü... "('Libro de la generación de Jesucristo"). Pues bien, observan algunos exegetas, el título Bíblos ghenéseos es el mismo que aparece en Gén 2,4 a propósito de la creación del mundo: "Estos son los orígenes (É Bíblos ghenéseos) de Adán" (los Setenta leen: "de los hombres'). De este visible paralelismo entre Mt 1,1 y Gén 2,4; 5,1, algunos deducen la siguiente conclusión: Mateo considera el génesis-nacimiento de Jesús como una segunda creación: Cristo es el nuevo Adán y el seno de María (cf Mt 1,18.21) sería como la nueva tierra virgen de la que el Espíritu de Dios plasma al que es origen de la nueva humanidad.

Pensar en la encarnación de Cristo como en una renovada creación es una propuesta convincente. Además de apelar a las observaciones literarias mencionadas anteriormente, podríamos apoyarla en el carácter de absoluta novedad que tiene esta página de Mateo. Por ejemplo, la realeza de David se destaca claramente en el v. 5 y (según algunos) también en el v. 6. Pero con el destierro la institución monárquico-davídica se ve apagada. En la tercera serie de nombres que sigue a la deportación de Babilonia (vv. 12-16) aparecen personas destituidas de toda insignia real. Cristo dará vida a un nuevo tipo de realeza, que es de un género muy distinto. Como Hijo de Dios (Mt 2,15), establece otra casa de David, un reino que trasciende las leyes de la carne y de la sangre. La misma manera con que entra en nuestro mundo es un capítulo abierto hacia la naturaleza divina de su persona. Un día dijo Jesús a propósito de sí mismo: "Aquí hay algo mayor que el templo... ¡He aquí algo superior a Jonás!... ¡Aquí hay algo superior a Salomón!" (Mt 12,6.41.42). Si sus antepasados fueron engendrados por el encuentro de un hombre y una mujer, la humanidad de Cristo es fruto del poder del Espíritu que actúa en el seno de María. Es un camino que desconcierta a la sabiduría de aquí abajo: "El nacimiento de Jesucristo fue así..." (v. 18).

Tales son los albores de la nueva creación, aquella en que el Hijo del hombre se sentará en el trono de su gloria (cf Mt 19,28; 25,31). Cristo se hizo rey no por sucesión davídica, sino por concepción virginal y por resurrección; ambas son obra del Espíritu que renueva todas las cosas (cf Sab 7,22.27).

b) Cuatro mujeres en la genealogía; ¿por qué? Mateo (a diferencia de Lc 3,23-28) pone cuatro mujeres en los eslabones de la cadena genealógica de Jesús: Tamar (v. 3), Rajab (v. 5a), Rut (v. 5b) y "la mujer de Urías" (v. 6b), o sea Betsabé. En la finalidad esencial de la genealogía la mención de estas cuatro mujeres no era necesaria. En efecto, para la mentalidad bíblico-semítica (que es masculinista) el que engendra es el varón, mientras que la mujer le engendra al marido. Y Mateo lo sabe bien, hasta el punto que une los nombres de Tamar, Rajab, Rut y Betsabé a los de sus maridos respectivos (Judas, Salmón, Booz y David). Mateo, según se dice, no suele conceder gran importancia a la mujer. Pero aquí precisamente, como apertura de su evangelio, hace una excepción. ¿Por qué motivo?

Porque son pecadoras, responden algunos siguiendo a san Jerónimo 8; Jesús, afirmará varias veces el evangelista, vino a salvar a su pueblo de sus pecados (Mt 1,21; 9,2-6.10-13; 18,11-14...). Pero se objeta que no es éste el caso de Rut, que se nos presenta como una mujer virtuosa, a pesar de que procedía de una tierra pagana, la de Moab (Rut 1,Iss). En cuanto a Tamar, el mismo Judá reconoció: "Es más justa que yo" (Gén 38,26); además, como diremos, se sabe perfectamente que estuvo rodeada de una gran veneración en la antigua literatura judía. Rajab -ya a partir del texto bíblico de Jos 2,121 y 6,17.22-25- es celebrada como una heroína. Y sobre las peripecias de Betsabé hay que notar que el pecado se hizo recaer más bien sobre David, que la mandó raptar (2Sam 11,4; 12,1-14); además, el pensamiento rabínico se muestra muy indulgente con ella.

Porque son extranjeras, responden otros. Tamar y Rajab eran naturales de Canaán; Rut es moabita; Betsabé, por el hecho de ser mujer de un hitita (Urías), puede que fuera también de origen extranjero. Por eso Mateo incluiría a cuatro mujeres no hebreas en la genealogía de Cristo, casi como un preludio para la salvación universal que había venido a traer (Mt 2,1-12; 8,11-12; 28, 18-19).

Un tercer motivo subraya el hecho de que cada una de estas cuatro mujeres realizaron hechos muy beneméritos para el destino del pueblo de Israel. Tamar, fingiéndose prostituta, impidió que se extinguiera la raza de Judá (Gén 38), de la que tenía que surgir el mesías (Gén 49,10). Por tanto, se comprende la profunda admiración que se le tributó dentro del judaísmo. Rajab, al esconder a los espías de Josué y profesar su fe en Yavé, favoreció la entrada de los israelitas en la tierra de Canaán (Jos 2) y fue considerada como un modelo de fe (Heb 11,31; lClem 12,1). Rut, a pesar de ser natural de Moab, siguió a su suegra a Israel y para suscitar descendencia a su marido difunto, tal como prescribía la ley mosaica, se casó con Booz, su pariente próximo; así nacerá Obed, abuelo de David (Rut 1-4). Betsabé, con su intercesión ante David, obtuvo que Salomón (y no Adonías) se convirtiera en heredero del trono (1 Re 1,11-40), según la profecía de Natán (2Sam 7,8-16; 12,24-25). El papel que representaron Tamar, Rajab, Rut y Betsabé es ciertamente de primera fila. Pero, se objeta, ¿por qué el evangelista silencia a las que fueron las "madres de Israel" por excelencia, como Sara, Rebeca, Raquel, Lía...? Es una dificultad que tiene su peso específico.

Quizá la respuesta más en consonancia con las intenciones de Mateo es la de A. Paul9. La tradición judía -señala el exegeta francés- es muy consciente de que en la maternidad de Tamar, de Rajab, de Rut y de Betsabé había algo "no regular", aunque tampoco pecaminoso. El judaísmo próximo al NT consideraba realmente que era el Espíritu Santo el que guiaba a aquellas mujeres en sus peripecias, a fin de que fueran instrumentos providenciales para la venida del mesías y permaneciesen fieles a su tarea, a pesar de sus muchas dificultades; esto vale también para Rut, la cual (se decía en los ambientes judíos) era estéril y fue curada por obra del Espíritu del Señor 111. En cierto sentido, por consiguiente, en aquellas cuatro mujeres había tenido lugar una intervención del Espíritu Santo como anuncio de la maternidad de María y de la situación de José. Sin embargo, concluye acertadamente A. Paul, al lado de las afinidades descritas anteriormente, hay que tener en cuenta las marcadas diferencias que hay entre las mencionadas madres de Israel y la madre de Jesús: María tiene una misión absolutamente original11 y es eso precisamente lo que Mateo quiere destacar.

c) El versículo 16b. El nombre de María aparece en el tercer grupo, en el v. 16b, con el tenor siguiente: "Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús el llamado Cristo ".

1) Una peculiaridad estilística del v. 16b. Es digno de interés el modo con que el evangelista introduce a María en el v. 16b. En los vv. 2-16a escribía con una frase estereotipada e inmutable: "Abrahán en

gendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob , etc. Pero al llegar al v. 16, Mateo cambia de estilo y dice: "Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús el llamado Cristo". En vez de seguir escribiendo: "José engendró a Jesús", el evangelista recurre de pronto a un giro en la frase. ¿Por qué?

Este motivo es de extraordinaria importancia y se nos explica en los vv. 18-25. En efecto, los antepasados de Jesús, desde Abrahán (v. 2) hasta Jacob, padre de José (v. 16a), engendraron a sus hijos según la ley ordinaria de la naturaleza. Pero en el caso de Jesús el Cristo se da una excepción tan singular como inaudita: Jesús no tiene padre humano; su concepción en el seno de María no es fruto del semen de /José, sino que se debe a una intervención directa del Espíritu Santo (1,18d.20d). De tal naturaleza fue el acontecimiento inefable que se realizó en María, antes de pasar al segundo momento de la práctica nupcial judía, es decir, ir a habitar en casa de su esposo (1,18b-c). Por tanto, en el origen humano de Cristo no está José, sino María, la cual "se encontró encinta por virtud del Espíritu Santo" (Mt 1,18). Dios es la causa trascendente de la novedad de Cristo salvador. Jesús tiene a Dios como padre (cf Mt 2,11, que cita a Os 11,1; luego 3,17; 4,3.6; 14,33; 17,5).

El evangelista afirma que José es esposo de María (1,16) y que María es esposa de José (1,20.24), pero evita escribir que José sea padre de Jesús. Esta preocupación suya se manifiesta también en 2,13-23, donde nos narra la huida a Egipto y el regreso posterior a la tierra de Israel. Esa sección, como observan los comentadores, tiene algunas frases muy similares a Éx 4,19-20, en donde se narra el regreso de Moisés desde Madián a Egipto, después de haber muerto los que ponían asechanzas a su vida. Pero hay que prestar atención a la siguiente discrepancia. De Moisés se escribe que "tomó a su mujer y a sus hijos y se dirigió, a Egipto" (Éx 4,20), mientras que de José se dice en cuatro ocasiones que tomó "al niño y a su madre" (vv. 13.14.20.21).

2) Un par de variantes del v. 16b. La tradición textual conserva dos lecciones menores, claramente derivadas de la que acabamos de examinar, que goza del apoyo de los manuscritos de mayor importancia.

Una de ellas cambia el texto de esta forma: "Jacob engendró a José,

para quien su prometida esposa la virgen María engendró a Jesús"(códice de Koridethi, la familia de mss. Ferrar, la Vetus latina y la sirocuretoniana). El amanuense se vio quizá impresionado por la crudeza de la expresión "...José, esposo (griego: andra) de María". Estaba por medio la virginidad perpetua de la madre de Jesús. Y entonces se preocupó de atenuar el texto original, indicando expresamente a María como virgen. Además, esta lección se compagina más claramente con la mentalidad semítica, según la cual una mujer engendra un hijo al marido (cf Lc 1,13). José es el cabeza de familia legal, confirmado en esa función por Dios mismo (Mt 1,20-21). 

La segunda variante lee: "Jacob engendró a José, y José, con el que estaba desposada la virgen María, engendró a Jesús, llamado Cristo" (versión siro-sinaítica solamente). Con semejante alternativa el copista intentaba armonizar el v. 16b con los vv. 2-16a, en donde se recurre treinta y nueve veces a la fórmula fija: "Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob..." Sin embargo, también aquí se evita nombrar a José como esposo de María y se caracteriza a María con su cualidad de virgen.

A juicio de algunos críticos racionalistas, las dos variantes servirían para indicar que para algunas corrientes de los primeros siglos José era considerado como padre natural, y no legal, de Jesús. Pero las observaciones apuntadas más arriba hacen sumamente improbable esta deducción.

En resumen: el v. 16b, con su doble lección alternativa, prepara al lector para el misterio que se realizó en María. Ese misterio confunde la sabiduría y los planes de este mundo. Estamos en el umbral de una segunda creación, todavía más maravillosa que la primera.

CONCLUSIÓN. Desde Abrahán hasta Cristo (Mt 1,1-16), el itinerario de la historia de la salvación no fue un viaje triunfal. Se diría más bien que en él se mezclan la gracia y el pecado, una alternativa de luces y de sombras. Junto al amor de Dios, que sigue siendo indefectible, está el elemento humano, capaz de subir e inclinado a caer. Entre sus antepasados Cristo tiene santos y pecadores; tanto a los unos como a los otros no se avergüenza de llamarlos hermanos (cf Heb 2,11-12).

Aquella larga peregrinación que se extiende desde Abrahán hasta Cristo alcanza por fin la meta. María es el penúltimo eslabón de esta cadena genealógica. También ella, por la vocación especial que se le ha asignado, es testigo de la fidelidad de Dios a sus promesas de querer estar al lado de los hombres (cf Gén 3,15). La Virgen surge del río de las generaciones humanas como alba que prepara el día de Cristo, salvación eterna: "Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús el llamado Cristo" (Mt 1,16).

 

2. Is 7,14, RELEÍDO POR MT 1,22-23. Mateo, después de haber narrado la concepción virginal de Jesús (1,18-21), concluye: "Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había dicho por medio del profeta: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros" El oráculo al que se refiere Mateo es el de Is 7,14.

a) Contexto original de Is 7,14. El vaticinio de Isaías forma parte de los sucesos relacionados con la guerra siro-efraimita contra el reino de Judá. Estamos en el 734-733 a.C. En este año, en Jerusalén, muere Jotán, rey de Judá. Le sucede su hijo Ajaz, de apenas veinte años. Contra el joven soberano organizan una guerra el rey de Damasco (Rasín) y el de Israel (Pecaj), porque se había negado a unirse a ellos en la coalición contra Teglat-Falasar IIl (745-727), rey de Asiria. Los ejércitos de los dos asediantes están ya a las puertas de Jerusalén. Ajaz, asustado, decide llamar en su ayuda a Teglat-Falasar. En este momento entra en escena el profeta Isaías, que intenta disuadir a Ajaz de su proyecto: aliarse con el monarca asirio equivalía a reconocer también las falsas divinidades que él adoraba, lo cual estaba totalmente en contra del primer mandamiento de la alianza: "No tendrás otro Dios frente a mí" (Éx 20,3).

Puesto que Ajaz rechaza prácticamente las advertencias de Isaías, el profeta dirige un oráculo a la casa de David, tan gravemente amenazada (Is 7,13). Y dice en sustancia que la joven esposa de Ajaz (Abía: cf 2Re 18,2) dará a luz un niño (Ezequías), a quien pondrá el nombre augusto de "Emmanuel", que significa "Dios con nosotros" (Is 7,14). El niño que va a nacer comerá cuajada y miel (v. 15a); es decir, también él tendrá que alimentarse de aquellos escasos productos de los pastores, los únicos que quedarán en un suelo empobrecido por la guerra y en un pueblo obligado a abandonar la agricultura (cf Is 7,22-25). Pero esta alimentación durará hasta que el niño "sepa rechazar el mal y elegir el bien" (v. l6a). Esta frase (teniendo en cuenta el precioso paralelismo que se da en Is 8,4) significa: "antes de que el niño aprenda a decir papá y mamá ':ésos son los primeros signos de discreción (cf Gén 4,11), que pueden manifestarse muy bien alrededor de los dos años. Al terminar este plazo de tiempo, declara el profeta, serán derrotados los dos reyes que tanto miedo le dan a Ajaz (v. 16).

La evolución inmediata de los hechos confirmó la veracidad de la profecía. En 733 Teglat-Falasar derrotó a Samaria y en 732 Damasco cayó en manos de los asirios. Ezequías nació el invierno de 733-732, según los cómputos más respetables 12. Cuando tenía poco más de un año, por consiguiente, se había disipado la amenaza de la liga siroefraimita. Ezequías sucedió luego a Ajaz, y su buen gobierno demostró que realmente "Dios está con nosotros", es decir, con su pueblo (Is 8,10). La casa de David, a la que el Señor había prometido estabilidad perpetua por labios de Natán (2Sam 7,8-16), sobrevivió gracias a la persona y a la obra del EmmanuelEzequías.

Esta interpretación del célebre oráculo de Is 7,14 es llamada indirectamente mesiánica, en cuanto que considera a Ezequías como tipo de Cristo. Es la más antigua 13 y está volviendo a lograr numerosos consensos entre los exegetas de hoy 14.

b) Interpretación de Is 7,14 en Mt 1,22-23. Mt 1,22-23 relee Is 7,14 en sentido mesiánico y mariológico. Apenas acabada la narración de la concepción virginal de Cristo, el evangelista afirma que, a pesar de la exclusión de concurso de un varón, Jesús desciende de la dinastía davídica. Efectivamente, José, hijo de David (Mt 1,20), es aquel que le da la paternidad legal (Mt 1,21.24), insertándolo así en la sociedad judía como hijo de David. A la luz de este acontecimiento extraordinario, Mateo vuelve a pensar en las circunstancias del vaticinio de Is 7,14, y concluye que es ahora cuando alcanzan su sentido más pleno al concebir María a Cristo por obra del Espíritu Santo. ¿De qué manera? Podríamos decir que la relectura mateana de Is 7,14 tiene dos aspectos: uno se refiere al mesías y el otro a la madre del mesías.

1) El mesías. Como en tiempos de la guerra siro-efraimita la supervivencia de la dinastía davídica quedó asegurada por el nacimiento del Emmanuel-Ezequías, así también el nacimiento de Cristo de la estirpe de David garantiza por parte de Dios la estabilidad de la descendencia davídica, que se prolonga ahora en la iglesia. La figura de Ezequías, tan celebrada por el profeta (Is 7,14-15; 8,5-10; 9,5-6, y quizá 11,1-9), es figura-tipo de Cristo. Jesús es el verdadero y perfecto Emmanuel, el Dios con nosotros: "He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). La tradición lucana dirá más expresamente todavía que Dios "le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin" (Lc 1,3233; cf 2Sam 7,16). La nueva casa de David es ahora la iglesia de Cristo (cf Mt 16-18: "edificaré mi iglesia'). Goza de estabilidad perpetua porque Jesús vive en ella. Las fuerzas del mal no prevalecerán contra ella (cf Mt 16,18). El amor vence a la muerte. En Cristo resucitado que actúa en la iglesia se revela la omnipotencia de Dios, del Dios con nosotros.

2) La madre del mesías. El sentido mariológico de la profecía de Isaías, según la cita de Mateo, está en la persona de la madre del Emmanuel-Ezequías. Lo mismo que ella dio a luz un niño que garantizó la continuidad de la casa de David, así también María da a luz un hijo que reinará para siempre en el trono de David, en la casa de Jacob, en el Israel de Dios (cf Mt 28,20; 16,18; Gál 6,16; 2Sam 7,16); obsérvese la realeza de las dos madres. Además, lo mismo que el nacimiento de Ezequías tuvo carácter de prodigio, en cuanto fue anunciado de antemano por el profeta como signo, así también el nacimiento de Cristo fue sumamente prodigioso, ya que fue concebido por una virgen, en virtud solamente del Espíritu de Dios (Mt 1,18.20).

CONCLUSIÓN. Is 7,14 es el primero de los oráculos veterotestamentarios que fue comprendido también en sentido mariológico por un autor del NT. La virgen María está allí "proféticamente entrevista" (cf LG 55). Si algunos padres, como Justino, referían esta profecía directamente a Cristo y a María, esto sucedió muy probablemente por el influjo de la polémica con los ambientes judíos que negaban todo contenido cristológico al AT. No obstante, respetando la economía progresiva e historicista de la revelación, vemos que sólo a partir del testimonio de Mateo es posible descubrir la figura del Salvador y de su madre tras los velos de los personajes-tipo del rey Ezequías y de la reina madre Abía. Lo que sucedió en tiempos del rey Ajaz alcanza ahora su cumplimiento perfecto y definitivo en el misterio de la concepción virginal de Cristo, hijo de David (cf Mt 1,20) y Dios con nosotros (Mt 1,23). El NT lleva a su cumplimiento al AT, superándolo.