MAESTRO/EDUCADOR
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SUMARIO: I. La situación escolar; 1. Importancia de la escuela; 2. Gratuidad de la enseñanza escolar: 3. Escuela contestada; 4. El nuevo mundo de la escuela: 5. Dificultad radical; 6. Libertad de enseñanza - II. Vigencia y actualización de la escuela - III. Necesidad de una metodología y principios de método: 1. Respecto al fin educativo; 2. Respecto al educando - IV. Qué se exige del maestro-educador - V. Personalidad del maestro-educador - VI. Requisitos indispensables en el maestro-educador: 1. Una buena formación; 2. Una seria preparación; 3. Autoridad y responsabilidad; 4. Presencia educativa y ejemplaridad; 5. Optimismo y alegría; 6. Comprensión; 7. Fortaleza - VII. Espiritualidad del maestro en la perspectiva cristiana: 1. La maestra de preescolar: 2. El maestro de primera etapa de EGB; 3. El profesor de segunda etapa de EGB; 4. El profesor de BUP; 5. El profesor universitario: 6. Educación permanente - VIII. Responsabilidad del maestro-educador cristiano.


Enseñar no equivale a educar. Enseñar es participar a los demás unos conocimientos que no tienen. Educar es algo más complejo, mucho más complejo. Citando nuestra Constitución española diremos que "la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales" (art. 27, 2). Esta educación es una tarea que compete a toda la sociedad, a los padres en primer lugar. Esto queremos dejarlo claro desde el principio.

En lo que sigue tratamos de la educación, pero esencialmente en cuanto relacionada con la enseñanza impartida en los centros escolares según sus diversas etapas. Tratamos del enseñante-educador. Dentro de las responsabilidades que competen a la sociedad, nos centramos en el maestro.

I. La situación escolar

Para que nuestra reflexión tenga una referencia existencial, se hace necesario traer al principio unos datos elementales acerca de la situación escolar. Serán pocos, pero suficientes, para entrar en la realidad:

1. IMPORTANCIA DE I.A ESCUELA - Lograr la escolarización total es deseo de los hombres y promesa de los políticos. Las legislaciones vigentes en Occidente establecen la obligatoriedad de la escuela durante un largo período de tiempo, generalmente seis u ocho años.

A este deseo y a esta promesa responde el mundo en la medida en que se desarrolla. Por eso, en los países desarrollados crece el número de estudiantes en la medida en que crece el desarrollo. Vale este dato elemental referido a España: en 1960, la población estudiantil era del 16,4 por 100, mientras que en 1970 era del 20,3 por 100.

2. GRATUIDAD DE LA ENSEÑANZA - La Declaración Universal de los Derechos Humanos (art. 26) ha universalizado teóricamente el derecho a la enseñanza gratuita, al menos en la instrucción elemental. Nadie quiere volver la cara a este derecho y, progresivamente, se van dando pasos para hacer realidad esta ilusión, e incluso para extenderla a etapas superiores.

Es evidente, sin embargo, que al menos los países subdesarrollados y los que están en vías de desarrollo viven aún lejos de esa frontera. De hecho, la falta de gratuidad cierra la puerta a la igualdad de oportunidades, dividiendo a la sociedad en dos escuelas —la pública y la privada—, que engendran dos sociedades distintas, ya enfrentadas desde los primeros años.

3. ESCUELA CONTESTADA - También ésta es una realidad que debe ser enunciada. En casi todos los países europeos y extraeuropeos el mundo de la escuela y de la educación subsiguiente está sentado en el banquillo. La escuela está tan en crisis como la sociedad. Los diagnósticos son: enferma, moribunda, muerta. Se critican las estructuras, los contenidos, los métodos. De aquí se sigue la desorientación de todas las instituciones escolares.

4. EL NUEVO MUNDO DE LA ESCUELA - Sin entrar en valoraciones éticas, es evidente que el actual mundo de la escuela no es el de años pasados, el de hace veinticinco años. En la escuela existe actualmente el clima de conflictividad que existe en los restantes departamentos de la sociedad: violencia física e intimidación, difícil diálogo civilizado, escaso interés respecto a los instrumentos de participación escolar previstos en los decretos gubernamentales, escamoteo de las dificultades que entraña un serio compromiso en el estudio, cambio brusco en la moralidad y comportamiento ético.

El maestro se encuentra con un mundo nuevo, nada fácil. Le desborda casi esencialmente. Le parece entrar en un mundo que no es el suyo.

5. DIFICULTAD RADICAL - La contestación y el nuevo mundo de la escuela se ven potenciados por la oscuridad que al maestro le produce una dificultad aún más radical: no se ha alcanzado aún un acuerdo filosófico acerca de conceptos tan fundamentales como hombre y sociedad. Y. por supuesto, mucho menos todavía acerca de otros conceptos que cooperen y faciliten en el alumbramiento de ese hombre nuevo para una nueva sociedad.

Es aleccionador este testimonio, que sale, además, de los límites de una pura persona, para reflejar un ambiente amplio y cualificado: "Me resulta más bien ridículo tener que anotar que en el Congreso Internacional de Ciencias de la Educación, celebrado en 1973, se llegó a plantear la cuestión de si eran suficientemente universales y comunes como valores morales la sinceridad, como valores vitales la salud-higiene y como valores individuales el deseo de felicidad..."'. Mientras permanezcan en la oscuridad preguntas tan radicales, tiene que ser muy difícil un trabajo positivo en la tarea de la educación.

6. LIBERTAD DE ENSEÑANZA - De aquí sobre todo dimana la necesidad de una libertad de enseñanza que responda a los diversos conceptos de hombre y de sociedad, que pueden y deben ser respetados en una sociedad pluralista y democrática. La libertad de enseñanza se convierte así en el presupuesto necesario para una reestructuración elemental y, al mismo tiempo a fondo, de la educación actual.

La libertad de enseñanza implica muchos problemas de tipo técnico y no se identifica con el problema de enseñanza privada si o enseñanza privada no. No es ésta la única libertad que postula la libertad de enseñanza en una sociedad democrática. Entraña también idearios escolares clarificadores y sistemas de financiación adecuados, porque no puede ser igualmente libre la enseñanza para personas que tienen que contar, entre sus elementos decisorios, con una financiación de la que tienen absoluta necesidad o de la que pueden prescindir (según los casos).

II. Vigencia y actualización de la escuela

No creo que la escuela tenga que morir para que sobreviva la educación, como afirman algunos. Las formas alternativas de la escuela que algunos han propuesto son sugestivas, pero pecan de intelectualismo abstracto. Para nosotros es importante esta apreciación del Vat. II: "Entre todos los medios de educación tiene peculiar importancia la escuela, la cual, en virtud de su misión, a la vez que cultiva con asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad del recto juicio, introduce en el patrimonio de la cultura conquistada por las generaciones pasadas, promueve el sentido de los valores, prepara a la vida profesional, fomenta el trato amistoso entre los alumnos de diversa índole y condición, contribuyendo a la mutua comprensión; además, constituye como un centro de cuya laboriosidad y de cuyos beneficios deben participar juntamente las familias, los maestros, las diversas asociaciones que promueven la vida cultural, cívica y religiosa, así como la sociedad civil y toda la comunidad humana"

Hay en estas palabras del concilio un sí a la escuela y, probablemente también, una llamada al cambio profundo que ésta debe experimentar. Como documento que habla a los católicos, son éstos precisamente quienes deben sentirse interpelados fuertemente a cambiar muchos ritmos en la existencia y configuración de la escuela. Ulteriores documentos de las diversas congregaciones vaticanas han continuado insistiendo en aspectos concretos de este programa escolar, sobre todo en la "participación de la comunidad cristiana en el proyecto educativo de la escuela católica"'. Cuando la Iglesia bendice "las actividades y obras `sociales', que han acompañado siempre a la misión de los religiosos", espera de ellos que "sabrán buscar y cultivar una novedad de presencia" y serán "debidamente actualizados". Es evidente que aquí no nos limitamos a la acción educativa de los religiosos(as), pero no cuesta mucho precisar que son ellos quienes mejor debieran representar, dentro del espíritu cristiano, lo que implica esa tarea educativa del maestro. En este sentido, las palabras que preceden no pueden ser tergiversadas citándolas sólo como canonización de una actividad, sin captar que se llama también, y al mismo tiempo, a una novedad de presencia en la escuela.

III. Necesidad de una metodología y principios de método

Para nosotros, la actualización debe tener como presupuesto básico una metodología adecuada. Sabemos que no todos son partidarios de la necesidad de una metodología escolar. Según algunos, para educar basta con dejarse llevar de la intuición, de la inspiración, de la improvisación, de la práctica, del ojo clínico. Otros exaltan el método hasta considerarlo como algo mecánicamente infalible. En realidad, hay que evitar tanto el angelismo abstracto como el mecanicismo inhumano, tanto la desconfianza absoluta en el método como su adoración. "El culto del método se debe a la falta de pensamiento; el horror al método, a la pereza del pensamiento" (Willmann). Así pues, el método es necesario, aunque tiene naturalmente sus límites; es operante no por sí mismo, sino porque se inserta en un proceso en el que también actúan personas vivas e inteligentes.

Proponemos esquemáticamente los que creemos son principios esenciales para la actualización del método escolar:

1. RESPECTO Al. FIN EDUCATIVO - a) Principio de la valoración. El proceso educativo no puede llevarse a cabo sin unos valores, sin unas verdades, sin unos bienes. De ahí el absurdo de la llamada escuela laica o neutra, que se propone no expresar ideas y visiones del mundo, negar otras ideas y otras visiones. El concepto de escuela neutra es un absurdo filosófico. Sólo los valores mueven la inteligencia y la voluntad. La educación es esencialmente positiva; una educación negativa es un absurdo y un contrasentido.

b) Principio de la intervención. Intervención activa, constante, oportuna, pero para integrar y no para sustituir, y, finalmente, regresiva (presencia física con los pequeños; luego, presencia moral). Recordar que para todo aprendizaje, como para todo grado de educabilidad, existen determinados tiempos óptimos; si se dejan pasar, el resultado sólo podrá alcanzarse gastando tiempo y fatigas considerablemente mayores.

c) Principio de la originalidad. La actividad educativa es esencialmente espiritual. Y el espíritu es capaz de volar, de atreverse. de tener ideales nuevos, incluso inauditos y heroicos.

d) Principio de la encarnación. El hombre es espíritu encarnado y, por lo tanto, condicionado por lo corpóreo, por lo sensible, por lo biológico, por lo social. Hay que ser sumamente prácticos y concretos. Para "inducir a hacer" hay que "hacer pensar" lo verdadero y "hacer querer" el bien; pero, al revés, para "hacer pensar" lo verdadero y "hacer querer" el bien, hay que "hacerlos hacer".

e) Principio de la integralidad. La asimilación debe pasar a través de la conciencia y luego de la voluntad libre. La vida moral recorre este proceso: de la acción al carácter y a la persona. Los medios educativos tienen que ser proporcionados al fin; el plano natural debe integrarse, perfeccionarse, elevarse por obra del sobrenatural. La triple dimensión de la vida del cristiano (material, espiritual y divina) exige un triple alimento para poder desarrollarse suficientemente.

2. RESPECTO AL EDUCANDO - a) Principio del activismo. A saber: educación en la vida y para la vida de la persona; amplia participación del sujeto en la obra de su propia formación. El principio supone que toda intervención debe ser una respuesta a los intereses vitales (a veces hay que saber despertarlos, interpretarlos) del sujeto; que se apoye el autogobierno y se dé mucha importancia educativa a la acción.

b) Principio de la proximidad. O sea: tender a la evidencia; resultar persuasivos y actuales; estimular el interés requerido para la asimilación; hablar el lenguaje contemporáneo, traduciendo a él lo absoluto, lo eterno.

c) Principio de la organicidad y totalidad objetiva. Poseer y comunicar el significado de la vida, el sentido de las profesiones, el puesto irrepetible que tiene cada uno en el plan de Dios; ofrecer la posibilidad de compromisos totales, audaces.

d) Principio de la autoridad. Los valores educan solamente cuando su contenido está basado en lo absoluto de Dios, garantía de perpetuidad y superación de la caducidad subjetiva, como la pasión, el egoísmo, la impersonalidad de los ideales.

IV. Qué se exige del maestro-educador

"Hermosa es, por tanto, y de suma trascendencia la vocación de todos los que, ayudando a los padres en el cumplimiento de su deber y en nombre de la comunidad humana, desempeñan la función de educar en las escuelas. Esta vocación requiere dotes especiales de alma y de corazón, una preparación diligentísima y una continua prontitud para renovarse y adaptarse" (GE 5).

En particular es necesario que el educador:

V. Personalidad del maestro-educador

El arte de educar no ha sido nunca cómodo ni sencillo, y mucho menos lo es en la actualidad, en esta violenta transición de la civilización. Y todavía es más complicado cuando lo específico de la función educativa va ligado a la educación en la fe. En este aspecto, la situación actual es alarmante. Demasiados profesores han abdicado acríticamente de su función educativa. Pragmatistas, técnico-utilitaristas, indiferentes a los valores morales, incapaces de inculcar una fe, una certeza, una opción. No saben promover una escuela de verdadera libertad, de sana democracia; una escuela formadora de auténticas personalidades. ¿Son muchos los que, con una orientación cultural abierta y profunda, saben ayudar al muchacho a comprender el camino de la historia hasta captar las grandes lecciones de vida que nos ofrece?

Pero hoy la escuela democrática le niega un rol "ejecutivo" al maestro, propio de un sistema centralista, lo mismo que rechaza una relación maestro-alumno "autoritaria", incluso porque va en contra del concepto de educación como "promoción" de la persona.

La relación educativa tiene que ser de "colaboración" y, por tanto, "no directiva"; profesor y alumno cooperan en una acción común de autoaprendizaje y autoformación recíproca. El profesor es "organizador del aprendizaje". En el plano ético-social se sitúa ante el alumno como "modelo de identificación".

La eficacia didáctica está garantizada por la actividad del maestro, la cual dimana de esa unión fecunda del método objetivamente válido con la personalidad del profesor. La personalidad por sí sola valdría poco. El método no vivificado por la humanidad de la persona docente no es más que un engranaje inerte. El maestro es el que intuye las necesidades del alumno, las relaciona con un principio educativo y aplica allí un método.

Con el término de "maestro" entendemos a aquel que en cualquier grado escolar forma a los jóvenes alumnos a través de las fuerzas plasmadoras de la autoridad, del servicio y del amor.

VI. Requisitos indispensables en el maestro-educador

La misión del maestro-educador requiere:

1. UNA BUENA FORMACIÓN - a) Formación general. Dirigida a desarrollar la capacidad mental, la adaptación personal, la responsabilidad social del individuo. El profesor debe ser no sólo un especialista, sino también y sobre todo una persona madura, debidamente instruida en los diversos sectores de la cultura moderna.

b) Formación especializada. El conocimiento de la materia que debe enseñar es un requisito indispensable para la enseñanza. Es lógico que al profesor se le exija un conocimiento particularmente profundo de la materia que enseña.

e) Formación profesional, tanto teórica como práctica. En no pocos países esta formación ha asumido notable importancia y gran desarrollo. Los demás van a la zaga, pero puede preverse un futuro interesante precisamente en este aspecto.

2. UNA SERIA PREPARACIÓN - En todos los sectores se tiende hoy a abandonar la superficialidad, lo genérico y el empirismo. Nadie teme al especialista. Ya no se piensa en el profesional factotum. ¿No sería una auténtica conquista realizar este sueño en el terreno del saber pedagógico? El arte tan difícil de educar no puede improvisarse. Los daños serían irreparables. Además de la disposición natural, se necesita un largo estudio y práctica. En particular se necesita una sólida preparación pedagógica. psicológica y didáctica. En efecto, el educador que conoce los mecanismos de los procesos psíquicos podrá insertar con mayor eficacia su intervención en el desarrollo natural del alumno; será capaz de reconocer y comprender más objetivamente las características y las posibilidades (intelectuales, emotivas, temperamentales) de cada alumno y tendrá útiles indicaciones para la individualización y socialización de sus intervenciones educativo-didácticas.

En lo que se refiere a la formación de los profesores es fácil constatar que se precisa examinar de nuevo la organización de la preparación universitaria y de los sistemas de reclutamiento, así como la adopción de un plan orgánico de iniciativas dirigido a generalizar la puesta al día de los profesores y a transformarla en actividad recurrente, a fin de que adquieran nuevas metodologías. "La escuela no será nunca verdadera escuela mientras no se asuma un reclutamiento serio, una preparación y una constante puesta al día cultural de los profesores como norma fundamental del hecho escolar".

3. AUTORIDAD Y RESPONSABILIDAD - Toda autoridad viene de Dios. La autoridad es un "ministerio", o sea, un servicio. La educación es una relación interpersonal activa entre adultos y no adultos. La persona adulta, relativamente rica, "da", y dando se enriquece; la otra persona en desarrollo "recibe", se vuelve activa y se mueve a madurar en la forma específicamente humana y espiritual.

El maestro, servidor de sus alumnos, pone a su disposición toda la riqueza espiritual, moral y cultural que posee. Se enriquece para enriquecer, madura para hacer madurar, se hace autónomo para conducir a la autonomía.

El ejercicio de la autoridad educativa es obra de amor y, por eso mismo, de sacrificio. Por otra parte, el que acepta y hace suya esa autoridad ve reconocida y exaltada su propia dignidad de hombre. Obedecer a quien representa a Dios no es humillación, sino glorificación.

El ministerio educativo exige sentido de responsabilidad, dote preciosa que indica seriedad y rectitud moral y requiere una conciencia recta y delicada, exige el cumplimiento exacto del deber e impone dirigir aventajando a los demás en el trabajo y en el sacrificio.

4. PRESENCIA EDUCATIVA Y EJEMPLARIDAD - ¿Qué tipo de presencia necesita hoy el educando para crecer y madurar en libertad y responsabilidad? Una presencia de amor animadora, caracterizada por una relación interpersonal auténtica, por una exigencia de libertad creadora, por una dinámica de grupo.

Toda educación se basa principalmente en el ejemplo. Sólo el ejemplo consigue incidir y hacerse recordar. En efecto, presenta una fuerza de atracción excepcional para derribar o construir.

Si, además, el educador es rico en gracia, esto es, en vida sobrenatural, el influjo de su ejemplo se hace extraordinariamente poderoso.

Es verdad que esta ejemplaridad, mantenida siempre y en todo, exige una continua vigilancia sobre sí mismo, un control continuo de gestos, palabras y acciones. Es un sacrificio duro, pero necesario.

5. OPTIMISMO Y ALEGRÍA - El educador es un constructor. Tiene que saber descubrir y valorar las dotes de los educandos. Tiene que ser optimista por vocación, a pesar de las contradicciones, las incomprensiones, la ingratitud, la aparente esterilidad. El educador hace suyo el optimismo de Dios, que hace salir el sol para buenos y para malos, que no apaga el pabilo que aún humea, que aguarda con paciencia al hijo pródigo.

Además, el que ha de educar en la alegría y por medio de la alegría no puede menos de ser alegre. La alegría tonifica la salud física y es también un vigorizante para el espíritu. Es, por tanto, un elemento insustituible de la educación.

6. COMPRENSIÓN - Esto quiere decir tener sentimientos de padre, profunda bondad y serenidad; dar e inspirar confianza, saberse identificar en los alumnos, tener paciencia y perdonar, comprender el carácter de cada uno, estar dispuesto a olvidar cuanto antes ofensas y malentendidos.

7. FORTALEZA - Que es conciencia de los propios deberes y voluntad decidida de realizarlos; interés en un continuo diálogo de escucha para captar los puntos de convergencia; colaboración activa y competente; testimonio cristiano animador.

VII. Espiritualidad del maestro en la perspectiva cristiana

La espiritualidad del maestro-educador (o del educador que trabaja esencialmente en la escuela) queda ya diseñada en cuanto precede. Porque espiritualidad es el conjunto de dimensiones humanas y cristianas que se ofrece y pide a una persona, y hemos visto cuáles son fundamentales para el maestro. Sin lo que precede, no hay espiritualidad posible para un maestro-educador.

Lo que sigue es una mayor especificación de esta espiritualidad. En efecto, las etapas de la educación escolar son muy variadas. No olvidemos que acogen a un niño que sabe poco más que hablar y lo entregan a la sociedad hecho un hombre, entrado ya en la participación más activa pensable en un mundo que comienza a deberle algo desde ese momento.

Por eso, aunque haya actitudes comunes a todo maestro-educador, hay también dimensiones y acentos particulares, que reclaman su existencia en las diversas etapas. A estas peculiaridades nos referimos ahora.

1. LA MAESTRA DE PREESCOLAR - Objetivo de preescolar —quizá fuera mejor llamarla escuela de infancia— es orientar y organizar, en un clima de libertad y de respeto lúdico-operativo, las esferas primarias de la personalidad infantil: física, afectiva, religioso-moral, social, intelectual. Esta escuela se inspira en una pedagogía de liberación, de redención y de promoción del niño, para responder al campo tan variado y complejo de sus necesidades y para consentirle una sana expansión de sí mismo, partiendo del encuentro con el mundo adulto en una relación de influencia recíproca.

Es fundamental que esta escuela sea un ambiente comunitario empapado de libertad y de caridad evangélica; que ayude a los niños a crecer alegremente juntos y que ofrezca las bases para una concepción espiritual, serena y unitaria del mundo, de la vida, de los hombres.

La evangelización de los niños es una respuesta a sus derechos; ellos están disponibles al sentido religioso; en ellos existe la capacidad de buscar a Dios y de aspirar a él, pero tienen necesidad de otras personas para realizarlo. De su adhesión a la palabra de Dios obtiene el maestro-educador la firme confianza en la realización del plan divino, que le abraza a él junto con los niños.

2. EL MAESTRO DE PRIMERA ETAPA DE EGB - La escuela elemental promueve el desarrollo pleno de la persona humana en el niño, en colaboración con la familia. El maestro habrá de tender a que se alcancen los objetivos de la escuela, a saber: la libertad, la socialidad, la cultura y la religiosidad. Para alcanzar este último objetivo es preciso que:

Una escuela con este compromiso pedagógico-didáctico y social exige una adecuada preparación humana, profesional, teológica. En efecto, la propuesta religiosa hecha a los alumnos de la escuela obligatoria y presentada al lado de cualquier posible respuesta que se les pueda dar, no sólo respeta la pluralidad de las orientaciones ideológicas de las familias, de los alumnos y de los profesores, sino que se traduce en una verdadera y auténtica propuesta educativa liberadora y orientadora incluso para quienes el día de mañana crean que no deben realizar ninguna opción de fe.

3. El, PROFESOR DE 2.ª ETAPA DE EGB - Entre los once-catorce años, mientras siguen en pie las exigencias de maduración humana comunes a todos, se van acentuando poco a poco las tendencias e inclinaciones y se van aclarando las actitudes que marcarán los caminos para las opciones definitivas dentro de los cursos sucesivos y de las profesiones. Es, por tanto, una escuela orientadora, unitaria, articulada. De aquí se siguen algunos principios y líneas operativas correspondientes:

a) Principales objetivos. Favorecer la maduración personal a través del desarrollo del yo libre en el paso tan difícil de la niñez a la adolescencia; favorecer el desarrollo social, ayudando a los muchachos a pasar gradualmente de la fase egocéntrica del amor a la altruista; convertir a la cultura en medio para desarrollar en los alumnos todas las facultades, de modo que sean capaces de hacer juicios personales y de adquirir un sentido religioso, moral y social; formar en los muchachos unaauténtica mentalidad de fe, favoreciendo un conocimiento cada vez más profundo y personal de la realidad cristiana, encaminándolos hacia la vida eclesial, ayudándoles a que se formen una manera propia de obrar en la que se integren la fe y la vida.

b) Líneas operativas prácticas. Dar la posibilidad de opciones libres, ayudando a decidir con motivaciones no heterónomas, sino por convicciones personales y responsables; vivir experiencias de vida comunitaria fuera del ambiente escolar y que no miren sola-mente a los objetivos escolares; favorecer una mentalidad de trabajo y el sentido de la globalidad.

e) Compromiso específico del educador cristiano. Recordando que según el alumno así es la escuela y así el educador, el profesor debe tener continuamente conciencia de que la enseñanza que se le ha confiado es una misión apostólico-pastoral y ha de sentir el afán de estudiar el mensaje cristiano y de empeñarse en conseguir una maduración personal en la fe para ser testigo y modelo; dar vida a una comunidad cristiana comprometida; tener presente que cada una de las materias debe evidenciar la obra de Dios en la historia y la colaboración del hombre en el des-arrollo de la creación, y que en el éxito o fracaso de este proyecto está fuertemente comprometida su responsabilidad; educar para realizar opciones cristianas y, a este fin, acostumbrar a proyectar la propia vida escuchando al Padre y atendiendo a las necesidades de los hermanos.

4. EL PROFESOR DE BUP - La escuela es el lugar donde se aprende la reflexión crítica sobre los modos diversos de elaborar la cultura, que más tarde habrán de proseguirse durante toda la vida.

La finalidad de la escuela de los adolescentes entre los catorce-diecinueve años es la maduración de la personalidad social mediante una cultura que asimilar, según la profesión para la que hay que preparar. Por tanto, debería ser una escuela que personalice, humanice, civilice y actualice. Una escuela que forma en el trabajo, en la profesión, en la socialidad, en la democracia, en el testimonio de la fe.

Pero hay pocos profesores preparados para dar una respuesta a exigencias —aveces descaradas, pero a veces válidas—que presentan las nuevas generaciones en este nuevo tipo de escuela.

También es decepcionante la presencia cristiana en nuestra escuela media superior, donde cabría esperar de los profesores cristianos un compromiso muy serio en este terreno. Hay mucha inercia, pasividad, alejamiento de los problemas políticos, sociales y religiosos del momento. Sabiendo que nuestra juventud es alérgica a todo lo que presenta un carácter represivo y a toda limitación de la libertad, no se transmiten los valores de socialidad, de justicia, de apertura. De esta forma, la enseñanza deja de ser viva y útil.

Valorando el concepto de interdisciplinariedad. que es uno de los aspectos más importantes y sugestivos de la investigación pedagógica contemporánea, s aplicándolo a la praxis de una didáctica cotidiana abierta al diálogo y al encuentro, todos los educadores (sobre todo cristianos) tienen que recuperar para la escuela la función de formar en la libertad, la responsabilidad, la creatividad y la participación en el compromiso político-social, testimonio de fe. Esta acción iluminadora es tanto más necesaria cuanto que la misma metodología de la interdisciplinariedad es con frecuencia ocasión de una lectura marxista unilateral de la realidad y de la historia.

Los profesores deben saber que no pocos jóvenes —lo demuestran encuestas serias— están abiertos y disponibles a una experiencia religiosa que mantenga el valor original de una novedad de vida como consecuencia de un anuncio acogido libremente. Los jóvenes buscan ante todo lo específico cristiano, o sea lo que caracteriza de forma original al cristianismo; desean una exposición global y unitaria del testimonio; son sensibles a la confrontación, siempre comprometida en el plano histórico, del cristianismo con las demás fuerzas y corrientes de pensamiento y de acción política, y, en relación con esta confrontación, quieren "signos", esto es, el testimonio vivo; en una palabra, buscan una religión que los comprometa.

5. EL PROFESOR UNIVERSITARIO - También la universidad está hoy en crisis. Pero crisis significa cambio; puede traer progreso y vida.

Algunos de los obstáculos que se oponen a la promoción y liberación del jo-ven, o sea a la formación completa del hombre de hoy —que es la tarea específica de la universidad—, son los siguientes: masificación universitaria, con la consiguiente escasa calidad y poco rendimiento; proceso de secularización de la cultura; eliminación progresiva de la teología, de la filosofía y, en general, de las materias humanísticas; acentuación de las tendencias pragmáticas y utilitaristas en detrimento de los aspectos especulativos y teóricos; disminución de la reflexión de cada uno de los alumnos, en provecho de las investigaciones colectivas hechas "en equipo"; fuertes tensiones sociales; conflictos ideológicos y políticos; ambiente dominado por el liberalismo, por el socialismo o por la anarquía; decadencia de los estudios; instrumentalización de los partidos; verbalismo ideológico; predominio de la ideología de moda; tensiones entre profesores viejos y jóvenes; prejuicios de muchos profesores contra' los jóvenes, que buscan la renovación de la sociedad...

Sin embargo, también en la universidad hay "signos" de renovación, como la sincera y profunda búsqueda del significado existencial de la vida, tendencia a la integridad moral y a la consecución de una actividad y de una estructura comunitaria que supere la estrecha visión egocéntrica de la existencia personal.

Posibles remedios. ¿Cómo lograr una universidad verdaderamente renovada en sus métodos, moderna, cultural y científicamente de vanguardia, centro de investigaciones y estímulo continuo para los más generosos, formadora de profesionales capaces de mejorar la sociedad? Una vez más es, sobre todo, cuestión de hombres, de profesores modelo, de cristianos auténticos.

En este proceso de transformación de la universidad, la actitud de los profesores cristianos puede sintetizarse de este modo: disponibilidad continua para el diálogo y la confrontación con cuantos deseen sinceramente colaborar en una auténtica renovación; conocimiento de la nueva realidad y posesión de criterios interpretativos para la valoración de la misma, de forma que se pueda responder a las exigencias de los jóvenes; exigencia de una continua puesta al día referente no sólo a la preparación profesional especifica, sino también al conocimiento más amplio posible de todos los valores (social, económico, político, cultural, ético, religioso) que están presentes en el proceso de promoción humana; presencia activa, avalada por un testimonio de fe fuerte, visible y ejemplar, esto es, responsabilidad plena y total y una coherencia indefectible y constante en el plano de la acción; crítica constructiva auténticamente profética; colaboración leal y abierta con los colegas en la búsqueda de aquellos aspectos que tienden a reducir las diversas disciplinas a una síntesis unitaria del saber; empeño en crear un auténtico clima de libertad que permita a los estudiantes la expresión sincera de sus ideas, opiniones y sentimientos, respetando esa exigencia de autenticidad, de claridad y de liberación que está tan viva en los jóvenes de hoy.

6. EDUCACIÓN PERMANENTE - "La formación permanente de adultos se refiere a todas aquellas enseñanzas encaminadas ya sea a la actualización y reconversión profesional de los adultos que trabajan, ya sea a ofrecer una oportunidad de estudiar o seguir estudiando a los que en la edad escolar no lo hicieron"

Los estudios universitarios no son ni pueden ser la última fase de la formación escolar. Hay que "reconsiderarla" enteramente, viéndola como "primera" fase de la educación permanente, cuyos principios son la autoformación promovida y asistida por los profesores y la consiguiente conciencia de responsabilidad personal. "Los países más desarrollados han entrado en lo que podríamos llamar la era de la formación permanente"

La educación permanente tiene como misión: asegurar después de la escuela el mantenimiento de la instrucción y de la educación recibida en la escuela; prolongar y completar fuera de la formación y de la actividad profesional la educación física, intelectual y estética de la juventud hasta el ejercicio de los derechos de ciudadano; permitir el perfeccionamiento, la renovación y la readaptación de las capacidades en cualquier edad; facilitar la elaboración de conocimientos y la comprensión de los problemas nacionales y mundiales a todos los ciudadanos, sin distinción de títulos y de responsabilidades; permitir a todos disfrutar del patrimonio cultural de la civilización y de su constante enriquecimiento.

La educación permanente se basa en el derecho-deber de toda persona a educarse durante toda la vida. La educación es una manera de vivir, de estar en el mundo... con los ojos abiertos. Losque dejan de formarse se adormecen, no tienen ya un modo activo de estar en el mundo, vegetan. Es indispensable una revisión constante de los conocimientos, una continua puesta al día.

La educación permanente permite que se exprese el potencial educativo propio de todo individuo y que se realice toda su madurez en cualquier momento de la vida.

La educación permanente no se le puede pedir a un "sistema escolar", sino a una sociedad, en su conjunto, que tenga una voluntad educativa real.

VIII. Responsabilidad del maestro-educador cristiano

Con el desarrollo de las técnicas audiovisuales, de la enseñanza programada y de los nuevos métodos de enseñanza de las disciplinas tradicionales, la profesión de maestro se ha hecho cada vez más compleja y comprometida.

Incluso para el buen funcionamiento de los órganos participativos de la escuela, que tanto se potencian en nuestros días, y sobre todo para que se evite el peligro de una politización en el mal sentido de la palabra, que haría inútil toda posibilidad de renovación, se necesita una participación cualificada. Se necesita sobre todo una profesionalidad que, en el proyecto educativo, mire a la realización de la persona global y busque, con coherencia y responsabilidad, propuestas culturales que favorezcan el crecimiento integral del hombre, ya que ésta es la actividad propia de la escuela: construir el hombre total. Mas para servir al hombre en todas sus facetas (y también, por tanto, en la dimensión religiosa, sin la cual la "totalidad" quedaría gravemente mutilada), es indispensable la propuesta cristiana que se configure: como sensibilidad atenta a captar las instancias, las necesidades y las aspiraciones de la comunidad; como empeño en buscar y verificar sistemáticamente los objetivos alcanzados y la calidad de métodos adoptados; finalmente, como testimonio de ética profesional.

La propuesta cristiana sigue siendo significativa, ya que a través del método inductivo va en busca de los valores humanos auténticos, que son, además, los valores perennes y universales (como la belleza, la verdad, el bien), y los propone, realizando así la humanización total de todos los elementos constitutivos del hombre.

Frente a la agitación desconcertante de la escuela, donde los aparatos ideológicos han perdido ya todo su poder, es absolutamente necesario marcar una orientación distinta en la acción educativa. En efecto, ésta no apunta ya a la propuesta de un ideal, sino a la formación de la capacidad de construir un ideal. Se trata de una apelación a la persona y a su autonomía, a la que se llega a través del carácter central de la relación social; solamente la relación con el "prójimo" puede determinar la personalidad como manifestación de la persona. No se da la una sin la otra.

Pero tanto en el respeto a la primera como en la formación de la segunda, el maestro cristiano puede y debe asumir una particular responsabilidad.

Por encima de las estructuras y de las realidades sociales y colectivas, tiene que reafirmar con energía la validez del pluralismo escolar ("libertad en la escuela") y del pluralismo institucional ("libertad de escuela").

Frente a los fermentos de la escuela de hoy, el maestro cristiano tiene que aceptar, con sentido de gran responsabilidad y viva coparticipación, las funciones educativas, cívico-políticas y socio-culturales, para hacerlas converger en un proyecto de promoción humana en el que broten los caracteres de las decisiones comunitarias más bien que las opciones colectivas hegemonizantes.

La escuela es, por desgracia, violenta; pero todavía pueden cambiar muchas cosas. Los cristianos tienen en este sector un papel decisivo. Muchos repiten que el maestro no tiene ninguna misión; es un trabajador y, en el mejor de los casos, un burócrata o un demagogo que tiene el deber de "desmitificar". Pero el maestro no puede menos de ser un misionero, un preevangelizador. Una escuela animada por maestros así —no cerrada en sí misma, sino abierta a la confrontación con las demás escuelas y que admita una pluralidad de voces—tiene grandes posibilidades de realizar el proyecto dialéctico de humanización total.

En este sentido, una escuela que todavía funciona —a pesar de las innumerables dificultades— es la escuela católica, que ha conservado la idea de que el maestro no tiene sólo una función crítica, sino sobre todo educativa.

Al contrario, el modelo de escuela-marxista ha fracasado; el partido no logra ser pedagogo, porque se coloca en el plano de la lucha y de la hegemonía; plagia, pero no convence.

También la escuela capitalista, al someter la educación y la cultura a las exigencias de la producción, ha fracasado por sectaria.

Los operadores cristianos de la escuela, si saben captar las exigencias de pensamiento y las tensiones educativas que deben sustituir con eficacia lo que ya no existe ni conviene proponer de nuevo, contribuirán poderosamente a darnos una escuela más seria, más verdadera, más respetuosa de sus finalidades de promoción cultural y educativa de la persona, liberada de la violencia instrumentalizante de ideologías políticas opuestas, más respetuosa de la función educativa de la familia y de un pluralismo cultural bien entendido.

En todo el ejercicio de su misión, el maestro-educador cristiano mira a Dios como educador de su pueblo, y de esta manera se convence de que la comunidad aprende de las Escrituras cuál es la voluntad del Señor y recibe entonces una educación para una vida conforme con esa voluntad.

A. Maggiali

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