EXPERIENCIA CRISTIANA
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SUMARIO: I. Cuestiones iniciales: 1. Metodología adecuada; 2. Experiencia, concepto "enigmático"; 3. Qué es la experiencia; 4. Experiencia cristiana - II. Presencia y ausencia experiencial: 1. Purificación de la experiencia cristiana; 2. El pecado del hombre: 3. Pedagogía de Dios - III. Objeto y lugar de la experiencia cristiana; 1. Estrecho campo de la experiencia tradicional; 2. Ampliación de la experiencia cristiana: a) El mundo de la materia, b) El compromiso mundano, c) La marginación; 3. Experiencia cristiana anónima; 4. Experiencia tradicional - IV. Verificación de la experiencia cristiana: 1. Criterios de verificación: a) Jesucristo, experiencia radical, b) El Espíritu de Jesús - V. Agentes de verificación: 1. Responsabilidad primaria de la propia persona; 2. La Iglesia, madre y maestra; 3. La Iglesia doméstica. Conclusión.


I. Cuestiones iniciales

Un tema tan difícil como el de la experiencia necesita apuntalar desde el principio algunas cuestiones, que no lo hagan más difícil e inquietante.

1. METODOLOGÍA ADECUADA - En las distintas exposiciones que se realizan sobre experiencia cristiana suele procederse así: experiencia, experiencia religiosa, experiencia cristiana'. Creo que es el método adecuado de aproximación a la entraña de la experiencia cristiana.

Los caminos por los que se entra en la noción de experiencia son generalmente el aristotelismo, el empirismo y el hegelianismo, considerados todavía como paradigmas de otras tantas visiones sobre la experiencia.

Aquí tenemos que ser más sencillos, dada la premura del espacio. No olvidaremos, sin embargo, detenernos en una aproximación al concepto de experiencia.

2. EXPERIENCIA. CONCEPTO "ENIGMÁTICO,, - "La experiencia es uno de los conceptos más enigmáticos de la filosofía". Esta impresión generalizada impone un tono de humildad a la reflexión sobre la experiencia. Esta humildad, que no niega la aproximación científica, puede quedar formulada así: aunque no seamos capaces de precisar qué es la experiencia, podemos intuir su consistencia. También la intuición tiene sus posibilidades.

3. QUÉ ES LA EXPERIENCIA - La palabra experiencia tiene un sentido genérico cuando viene considerada como "la vida humana con las enseñanzas que comporta su ejercicio". Más en concreto, puede ser definida como un conocer desde dentro, desde la propia relación con las cosas.

Todos tenemos algunas experiencias: estéticas, políticas, sociales, deportivas, religiosas, etc. Observando esta realidad vital, que nos afecta, llegamos a intuir, a vislumbrar lo que puede encerrar la experiencia. Así vemos que la experiencia no es algo puramente subjetivo, nacido de la propia fantasía, por más que ésta difícilmente deje de ser un componente de creatividad en la experiencia. Pero, en principio, experiencia es la apertura a una realidad objetiva exterior. La experiencia no surge si no hay un objeto que se presente a la sensibilidad en su campo respectivo (el del arte, del deporte, de la política, de la religión, etc.) con una carga de atracción suficiente, capaz de poner en movimiento los mecanismos de la persona ante la que se presenta. Cuando la realidad extrapensante se presenta así a la persona, ésta se siente dominada por aquélla, con mayor o menor fuerza, pero se siente dominada. El sujeto queda a merced del objeto, a veces convirtiéndose en un juguete. El hombre se siente movido, zarandeado, llevado en vilo de acá para allá. El objeto imparta de tal manera al sujeto que no sólo la piel, sino toda la persona recrea en un movimiento de todo su ser lo que está viviendo por dentro.

La experiencia no es una deducción intelectual. Es algo vital, que se padece en la propia carne; si no, no es experiencia. No es lo mismo deducir lo que es el baño por el hecho de haber estudiado con detalle, e incluso si queremos con mimo, lo que tiene que suceder cuando un cuerpo a determinados grados de temperatura, en un ambiente de calor, se encuentra con el agua a unos grados determinados, que la experiencia que tiene quien se ha bañado en el mar en un día de calor. Sin tantos datos explícitamente poseídos y combinados, ella sabe de una manera distinta, sabe desde dentro lo que es el baño.

La experiencia es la conciencia vital que agarra a la persona y, según la intensidad, pero siempre de alguna manera, la motiva y pone en funcionamiento de huida, deseo, acercamiento, logro o posesión (según los casos y las experiencias), pasando incluso por las mayores dificultades. La experiencia surge de la vida y retorna a la vida. Pero no vuelve como fue. La persona es ya distinta, ha cambiado.

4. EXPERIENCIA CRISTIANA - Si la experiencia es conocer desde dentro, experiencia cristiana es conocer desde el interior de Cristo, aunque también se entiende con esa expresión el conocer interior, con todo su bagaje consciencial, acerca de Dios. Es un concepto que resulta demasiado estrecho, como veremos; pero de momento nos sirve.

II. Presencia y ausencia experiencial

En los últimos años se ha manifestado entre los cristianos una fuerte conciencia no de presencia, sino de ausencia. Es decir, los cristianos confesaban experimentar la ausencia de Dios. Dios como objeto —hablemos así para entendernos— que remueve interiormente al cristiano cuando se pone en su presencia, desaparecía o se desdibujaba y no conmovía ni zarandeaba al hombre. Era más bien su ausencia la que era experimentada por éste. Sociológicamente parece exacta la expresión: "Por todos lados, la ausencia de Dios se ha visto elevada, por así decirlo, a la dignidad de experiencia existencial".

¿A qué se debió esta situación, que era al mismo tiempo cambio en la vida cristiana? No hay motivación única. Normalmente suelen aducirse tres:

1. PURIFICACIÓN DE LA EXPERIENCIA CRISTIANA - Puede ser que antes se viese a Dios en todas partes y el cristiano le tuviese demasiado familiar. Pero es probable que, al menos en muchas ocasiones, se hubiese sacralizado demasiado a Dios y calificásemos de experiencia cristiana de Dios lo que no dejaba de ser relación con un ídolo. Sin culpabilidad de nadie, pueden darse muchas y muy diversas experiencias objetivamente falsas.

En este sentido, la crisis sería favorable. Una secularización necesaria no habría hecho otra cosa que notificar que Dios no está donde realmente no está, a pesar de que con buena conciencia se hubiera creído en su presencia.

2. El. PECADO DEI. HOMBRE - Esta explicación de la ausencia de experiencia cristiana de Dios, o de experiencia de la ausencia de Dios es rotunda: nos hemos alejado de Dios, y todavía queremos que Dios nos haga carantoñas.

Para toda experiencia tiene que darse un objeto y una potencia que entra en contacto con él según su peculiaridad. Esto sucede, por ejemplo, con la experiencia estética. No basta la presencia de un cuadro; es necesaria también una presencia adecuada, que, capte la belleza del mismo. Pero esta potencia no es el ojo, sin más. Porque son muchos los que tienen ojo, potencia visual, pero no captan la belleza. El ojo es importante, puede ser conditio sine qua non; pero lo más importante es el artista, la sensibilidad artística que capta la belleza a través de la potencia visual. Y ésta es la que nos falta con la presencia del pecado. Así no es posible ver a Dios.

3. PEDAGOGÍA DE DIOS - Lo que hace Dios con los místicos, probándoles en la noche oscura, lo hace ahora con la humanidad, introduciéndola en una noche oscura epocal. Estamos viviendo esa noche, o al menos la estamos viviendo hace muy pocos años. Es Dios mismo quien tácticamente se esconde, esconde su rostro a las miradas de los hombres. Dios no haría esto por reírse de los hombres. Pretendería con ello no trivializar su figura, mostrar su gratuidad, valorar la presencia de la cruz y purificar las relaciones del hombre con Dios'.

Probablemente todas estas causas expliquen lo que ha sido experiencia sociológica en los últimos años, y no parece que haya dejado de serlo, a pesar de que las cosas puedan estar cambiando.

III. Objeto y lugar de la experiencia cristiana

En los últimos años se ha repetido que "tenemos la obligación de explorar otras zonas de la realidad con la finalidad de construir eso que Pablo llama el hombre nuevo o el hombre total, porque muy bien podría acontecer que los lugares tradicionales se hubieran gastado y que fuera preciso dar rodeos para alcanzar de una manera apropiada a nuestro tiempo el sentido y la verdad de aquellos lugares ensombrecidos y gastados a causa del paso disolvente de la historia" .

1. ESTRECHO CAMPO DE LA EXPERIENCIA TRADICIONAL - Esta observación descubre lo que puede haber sido un campo excesivamente estrecho para la experiencia. Parece que era sólo Dios, como objeto experimentable, y unos lugares clásicos los únicos adecuados para entrar en esa relación con Dios que nos diese su experiencia. Parece, en efecto, evidente que `la tradición religiosa occidental señala algunos lugares como especialmente aptos para realizar la experiencia religiosa (culto, plegaria, silencio, etc.)"?. Hablando concretamente de una de estas parcelas o intervalos, todavía Robinson denunciaba en los años sesenta "una nueva versión de la tentativa de `encontrar a Dios en los intervalos". Son palabras que han sido asumidas posteriormente por otros autores, concretamente por Ph. Roqueplo.

Esta postura, que ha sido la tradicional, manifiesta un "fuerte reduccionismo interiorista" en la experiencia cristiana y una cierta obsesión en la materialidad de Dios. Es una postura que desvalora el enorme campo de lo cristiano y parte de la convicción de que en ningún lugar como ahí se podía tener una experiencia tan directa, explícita y fuerte de Dios. Con un poco de cuidado se podía lograr que las cosas exteriores no se interfiriesen entre Dios y el hombre. Y estas convicciones se apoyaban a su vez en otras: la extramundanidad de Dios y un concepto excesivamente psicológico de experiencia, en el que lo más valorado era la atención mental ". Todo ello se unía a un olvido importante: el cristianismo es una religión de mediaciones; también en la experiencia. A Dios se le experimenta en las mediaciones.

2. AMPLIACIÓN DE LA EXPERIENCIA CRISTIANA - Movidos por esta necesidad de superar visión tan estrecha de la experiencia, han ido apareciendo otros lugares, relacionándose con los cuales, y haciéndolos vida, iba a surgir una experiencia que podría ser llamada nueva. Probablemente los nuevos lugares o campos que surgieron con más fuerza fueron la materia, el compromiso mundano y la marginación.

a) Llamamos materia a todo lo que pudiera hacer referencia a nuestro origen de la tierra y de la carne: cuerpo, paternidad, maternidad, mujer, amor humano, sexo, placer, alegría, sufrimiento, belleza, amistad... Con anterioridad pudo parecer —y no es acusación impensada e injusta— que la experiencia que pudiera tenerse con estas realidades no tenía nada que ver con la experiencia cristiana. A lo sumo era una experiencia neutra.

b) El compromiso mundano hace referencia a todo lo que es transformación del mundo a través de la técnica y la transformación de las estructuras sociales o mundanas a través de la política, en su más amplia acepción. Realidades como trabajo, economía, política, técnica, arte, derechos humanos, cultura, etc., entraban también como mediaciones en la experiencia cristiana. Experimentarlas como realidades cristianas es ampliar enormemente el campo de la experiencia y entrar en la normalidad.

c) La marginación es el trabajo duro, el paro, la miseria, el hambre, la familia numerosa y excesiva, la violencia, la incultura, la emigración... y todas las taras profundas que la sociedad suscita y alimenta sobre todo en los pobres de verdad. Algunos se preguntarán, quizá, si aquí cabe una experiencia cristiana. Y lo malo es que tantos se lo pregunten. Sólo les falta a estos cristianos que se les niegue su experiencia. En esa experiencia de millones de cristianos —sobre todo en América Latina— está presente Cristo, y lo está cada vez más. Unas veces lo está de forma explícita, como lo está en las múltiples comunidades cristianas de base, o lo estuvo en Mons. Romero; otras de forma implícita, como en tantos cristianos —y tantas personas que no saben confesarse cristianos— que entregan su vida consciente y expuesta a uno de esos innegables "sucedáneos de Dios" '•, como son la justicia, la cultura, la paz, etc.; otras ignoramos cómo está presente ahí Cristo, pero seguro que lo está. Los cristianos sencillos y doloridos saben poco acerca de Cristo, pero saben lo suficiente para, desde un corazón de carne, amasar la propia existencia con la memoria subversiva de Jesús. Esta categoría, últimamente recobrada, está también presente en los hombres humildes. Es una memoria que ha dado y da pujanza y vigor a muchos cristianos de distintas geografías, pero que viven en situaciones similares. Es una memoria transmitida unas veces por tradiciones y devociones no exentas de sospechas, pero llenas de sentido. Cada vez más esta memoria se comunica y asimila en miles de pequeñas comunidades cristianas, nacidas y vivientes sobre todo en esas zonas de despojo. La serena o turbada vivencia y comunicación en el seno de esas pequeñas comunidades hace tan presente a Jesús en su vida, o más, que lo que le ha hecho el mismo estudio y reflexión, aunque de forma diferente.

3. EXPERIENCIA CRISTIANA ANÓNIMA - Demos un paso más. Hay personas que viven situaciones sin relación alguna visible al cristianismo. Son personas buenas que por nada harían el mal o que hacen mucho bien, que tienen una arraigada experiencia del amor, de la comprensión, de la amistad, del compromiso, del dolor, etc. Son cristianos anónimos, y de experiencia cristiana anónima puede calificarse su experiencia desde nuestra fe.

No a todos parece bien la denominación "cristianos anónimos". Desde nuestra fe podemos mantener la denominación, y con ella la de la experiencia cristiana anónima. Da pie a esta experiencia en su vertiente cristiana Mt 25,31-46. En el juicio que Jesús describe, la atención explícita a Jesús desaparece. La extrañeza es por igual en buenos y malos: nadie se explica dónde le han visto. Es el mismo Jesús quien tiene que revelarlo. Y es que el amor es menos un sentimiento que un hecho. Las cosas son o no son, aunque el hombre lo ignore.

4. EXPERIENCIA TRADICIONAL - La recordamos al final, no al principio. Pero no la olvidamos. Redescubrir nuevos campos y olvidar aquel en que hemos pasado la vida no sería un gesto humano. La relación directa con Dios, hecha de atención explícita y de conciencia actualizada, es posible. Y lugares como la oración y los sacramentos no sobran en una nueva cultura. La fe y la experiencia de la mejor tradición cristiana encuentran en ellos momentos fuertes no excluyentes, pero sí importantes.

lV. Verificación de la experiencia cristiana

Verificar debería significar hacer la verdad. Vamos a entender la palabra como intento de ver si una cosa es auténtica o falsa. Verificar la experiencia cristiana es buscar los criterios que puedan discernir o distinguir cuándo una experiencia —una llamada experiencia— cristiana es auténtica y cuándo es falsa.

La tarea de verificación se hace cada vez más necesaria. A la constatación de la dificultad que implica verificar cualquier experiencia" hay que añadir la necesidad actualmente sentida de verificación, dado que la actual experiencia cristiana parece bastante ambigua.

1. CRITERIOS DE VERIFICACIÓN - ¿A la luz de qué criterios habrá que examinar la experiencia cristiana? Parece que la respuesta puede ser escueta: a la luz de Jesús y de su Espíritu.

a) Jesucristo, experiencia radical. Jesucristo como criterio de la conducta cristiana ha sido una constante en la historia. No es algo nuevo. Sin embargo, en la actualidad se siente de una manera particular por la sencilla razón de que en el momento en que los problemas llegan a la raíz —y éste parece ser nuestro momento— hay que acudir a la raíz de las soluciones. Y la raíz es Jesús.

Es cierto que cada uno tiene su imagen de Jesús, y que, consiguientemente, acudiendo a Jesús quizá no todos encontremos los mismos criterios que iluminen la vida del cristiano. Sin embargo, difícilmente podrán negarse en Jesús unas dimensiones radicales y profundas que cuartearán cualquier experiencia que quiera olvidarlas. Estas dimensiones son conocidas con los términos culto y misión. El culto "se expresa mediante la proferencia o confesión de fe, la alabanza, la adoración, la confesión de los pecados, la petición y acción de gracias; el creyente se siente arrastrado hacia un nivel de la realidad donde la presencia del Señor glorificado le toca en lo más vivo de su entraña, transformándolo". Al mismo tiempo, "sería falso... acentuar esta dimensión cultual de la experiencia cristológica y reconocerla como única matriz del nacimiento de la fe y de la comprehensión religiosa... Una segunda visión teológica va a considerar no sólo el culto, sino también la misión como la matriz generadora de la cristología. Esta acentúa ante todo la llegada de Cristo como inicio del advenimiento definitivo y considera la misión de la Iglesia como agente de una escatología futura, que hay que provocar creativamente en la historia más que degustar.

Estos dos elementos o dimensiones de la experiencia de Jesús, que creemos indispensables en la existencia y experiencia cristiana y que sirven como principios verificadores, responden a lo que hemos llamado lugares clásicos y nuevas zonas en la experiencia cristiana. El cristiano, de una manera o de otra, pero directamente en ambas, debe participar en ellas para responder a lo que debe ser una experiencia cristiana. Nosotros no admitiríamos como cristiana una experiencia que renunciase a una de ellas. Es más, habría que decir claramente que en la Iglesia de hoy debe predominar la experiencia de las nuevas zonas, que son experiencias de misión, ya que la cristología va hoy por aquí no como una moda, sino como uno de los aspectos de la palabra, vida y persona de Jesús que el hombre de nuestros días debe hacer más presente. Una sombra de sospecha se cierne sobre la experiencia intimista, y un juicio de condena cristiana se pronuncia sobre la experiencia que es únicamente intimista.

b) El Espíritu de Jesús. Es el Espíritu quien guía a la Iglesia y al cristiano en su encuentro con Cristo. Es el Espíritu quien mueve al cristiano de todos los tiempos a hacer realidad visible las dimensiones que en otro tiempo hizo Jesús.

Al pensar, pues, en el Espíritu como criterio de verificación de la experiencia cristiana, hay que preguntarse hacia dónde guía el Espíritu al cristiano de hoy. Difícilmente puede resumirse en unas líneas la respuesta a pregunta tan fuerte. Cabe, no obstante, alumbrar esta doble pista de entrada en la respuesta: el Espíritu preside la evolución de la historia. Es, por lo tanto, en la evolución de la historia donde el cristiano ha de experimentar cristianamente la vida. La mediación coyunturalmente más acentuable es la historia que cada uno tiene que vivir. Extra mundum nulla experientia. Y el mundo no es un concepto, sino una realidad viva, con sus gozos y sus dolores propios. Por otra parte —y es la segunda pista—, el Espíritu puede suscitar, dentro de esa misma historia, presencias particularmente activas allí donde él cree necesario para el equilibrio conjunto. Respetar y agradecer la existencia de preferencias —no de exclusividades— distintas a las propias manifiesta una sincera apertura al Espíritu y una aceptación cordial de ese Espíritu, que reparte sus dones como quiere.

V. Agentes de verificación

¿Quién puede indicar a una persona si su experiencia cristiana es auténtica o falsa? Porque no basta conocer los criterios a través de los cuales puede hacerse esta verificación. A veces los criterios no son suficientes, porque pueden ser mal percibidos y peor aplicados.

En principio, a nadie debe ser indiferente la experiencia de los restantes cristianos, y, por lo tanto, a todo cristiano afecta verificar la experiencia de los demás. Sin embargo, siempre hay miembros de la comunidad cristiana a quienes, casi por oficio, debe interpelar más este ministerio. Podemos enumerar los principales agentes:

1. RESPONSABILIDAD PRIMARIA DE LA PROPIA PERSONA - En cualquier sistema de libertades nada ni nadie puede anteponerse a la responsabilidad personal. La propia persona, que padece esta experiencia, es la primera y la última responsable de lo que en ella sucede. Será ella quien deba buscar y reflexionar, preguntar y contrastar su propia experiencia para llegar a la certeza moral que le permita un grado mínimo de serenidad y conciencia de la verdad cristiana de su experiencia interior y exterior en cualquiera de los contenidos en que se encarne.

2. LA IGLESIA, MADRE Y MAESTRA - Lo mismo que dijimos antes del mundo, tenemos ahora que decir de la Iglesia: fuera de la Iglesia, se explique como se explique esta expresión, no hay verdadera experiencia cristiana, porque "la Iglesia constituye lo que podríamos llamar ámbito corporalizante de la expresión de Jesús, signo y realidad de su presencia"

Para que la Iglesia pueda realizar esta tarea tendrá ella misma que convertirse cada día a la auténtica experiencia cristiana, ser primero madre y sólo después —pero entonces sí—maestra. Y es verdad que "a la Iglesia leha costado traducir en coordenadas sociales el amor no impositivo de Jesús. Lo ha vivido en actitudes interiores (...); pero no ha sido capaz de reflejar en formas de vivencia comunitaria ese ideal de autoridad sin poder, de amor sin imposiciones"..

No siempre acertó en la historia la Iglesia a discernir correctamente dónde se daba la auténtica experiencia cristiana. A veces se equivocó. Y al imponerse ella misma como criterio único, destruyó una experiencia, unos campos en los que debía crecer una nueva experiencia. Por eso, la Iglesia no es agente único en la verificación experiencial. Pero es indudable que es uno de esos agentes importantes del que no se puede prescindir en cualquier momento de la historia y en la vida de cualquier persona.

3. LA IGLESIA DOMÉSTICA - Todos los hombres son convocados a la misma Iglesia. Toda la experiencia cristiana debe sentirse en comunión con la misma y única Iglesia. Pero la Iglesia masificada difícilmente puede entrar en el análisis de una experiencia concreta, porque hay muchos elementos y circunstancias que pueden incidir en un juicio.

En nuestro mundo masificado, y en una Iglesia masificada, se siente la necesidad de otras instancias más pequeñas en las que se haga vida profunda aquello que las grandes corporaciones predican y consideran como esencial, pero a lo que no pueden dar existencia y ayuda. Psicológica y estructuralmente sólo en comunidades pequeñas pueden hacerse presentes realidades como el diálogo franco y honrado, la pregunta correcta y educada pero atrevida, la respuesta en común progresivamente sincera y concreta, la confrontación directa que permita mover y remover lo más íntimo de la persona, llegando incluso a la intranquilidad de quien parecía demasiado tranquilo y convencido de su propia experiencia.

Conclusión

La experiencia es una realidad que vuelve hoy, después de un largo camino de aridez espiritual y de abstracción y claridad mental y puramente conceptual. Es una zona importante la que se recupera. La espiritualidad no puede olvidarlo, como no puede olvidarlo la religiosidad en general.

Nosotros, que admitimos este hecho —porque en sociología los hechos no se niegan, sino que se interpretan—, hemos querido al mismo tiempo llamar la atención sobre todo acerca de la necesidad de ensanchar el campo de la experiencia, porque nos parece que muchos redespertares de la experiencia religiosa y llamada cristiana pueden quedarse en puro intimismo. Si esto fuera así, no habríamos hecho nada. La experiencia continuaría siendo privilegio de quienes vocacional o buscadamente se recluyen en un convento o se van al monte, porque están asqueados de una civilización que se nos va de las manos. Y esto no puede ser cristiano. Abogamos por la experiencia auténticamente cristiana de esos fieles que están en contacto diario con las realidades más materiales, más sencillas y más trágicas al mismo tiempo.

Por esta misma razón hemos querido insistir también en la verificación de la experiencia, tarea difícil, pero imprescindible. Y hemos querido que los lugares referenciales de esta experiencia sean los que para un cristiano no pueden faltar: la propia conciencia, la persona de Jesús y la Iglesia en sus diversas concretizaciones y no sólo en su aspecto puramente jerárquico.

Augusto Guerra

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